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Estudiar, para otro día, por Jesús Palazón Balsalobre
1.º Bachillerato
―Qué mal me siento... ―¿Eh? ¿Qué ha sido eso?
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Me levanto de la cama con un dolor de cabeza increíble, un pitido incesante me retumba en los oídos, todo está oscuro, la única luz que entra es la de la luna llena de un sábado noche en el que me he quedado en casa para estudiar para la EBAU que tengo la semana que viene, mientras que mis colegas salen de fiesta.
De repente, al salir de mi habitación veo pasar una sombra que cubría toda la extensión del pasillo. Un escalofrío recorre mi cuerpo sobrio. ―¿Cómo estarán mis amigos?― pienso.
Sin pensarlo, voy a comprobar el origen de esa extraña sombra, para, al girar a la izquierda, encontrarme a Chispas, mi gato, al que le gusta dar vueltas por toda la casa en la noche. Tengo que seguir estudiando. Para espabilarme, voy al baño a refrescarme la cara, el agua helada me hace despertar por completo, pero al levantar la cabeza del grifo, y mirarme en el espejo, veo detrás de mí la cara de Marcos, mi amigo. ―Acho, el Pablo va to volcao ―dice la cabeza flotante de mi amigo. ¿Qué hace Marcos en mi casa? Se me pone la cara blanca y los pelos de punta, me giro rápidamente para encontrarme de nuevo con Chispas, pero ni rastro de mi colega. ―¿Qué ha sido eso?― pienso.
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Sin darle mucha importancia, me dirijo a mi cuarto para sentarme de nuevo en el escritorio y pasar toda la madrugada estudiando. Pero mientras voy andando por el pasillo, una música de discoteca empieza a sonar a todo volumen, me caigo al suelo del susto, otra cara se aparece delante de mí, en este caso, Marina, una amiga, que dice: ―Mirarlo, está medio muerto ―dice entre risas.
Esto es demasiado para mí, me levanto del frío suelo y, para terminar, empiezo a verlo todo en blanco, ese pitido infernal vuelve a sonar en mi cabeza. Despierto. ―¡Está despierto! ―Mae mía, pensaba que lo perdíamo. ―Qué rayada, ¿no?
Me despierto en una silla de una discoteca, desconcertado, mi grupo de amigos está alrededor de mí, parecen preocupados, pero al verme despierto se alegran. ―Ey, vamos a por otro cubata ―dice uno de ellos. ―De una ―digo.
Supongo que estudiaré mañana, bueno, pasado mañana mejor, cuando se me pase la resaca. La EBAU puede esperar, me toca salir de fiesta.
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