6 minute read
Un pasado oscuro, por Celia Jie Ruiz Navarro
1.º Bachillerato
Nunca imaginé que la persona que una vez fue mi héroe pasaría a ser la sombra que temería hasta el día de su muerte.
Advertisement
Mi padre era uno de los jefes más temidos por la mafia, pero no era malo, o eso es lo que creía, siempre intentaba que nuestras vidas fueran normales, aunque tuviéramos un guardaespaldas en todo momento. En su día fue mi héroe, pero esa noche se convirtió en el villano que dejó una huella de dolor en mi familia. Él no solía pasarse de alcohol porque decía que debía estar despierto por si venían los monstruos a atacarnos, haciendo referencia a los que querían matarlo, a los que les debía alguna que otra deuda. Aquel día fue terrible. Vino a casa borracho gritando “¿Dónde estás, Mariela? ¡Ven aquí a atender a tu amo!”. José y yo nos escondimos debajo del fregadero como lo hacíamos cuando ambos peleaban.
Después de oír un disparo, mi hermano salió corriendo hacía el trastero y fui tras él para que no le pasara nada, no podía dejar que mi padre le hiciera algo, mientras corría hacia él un grito espeluznante erizó mi piel. Al salir al patio, José había recibido un balazo por parte de mi supuesto héroe, no supe reaccionar en el momento adecuado y cuando más me necesitaba mi hermano, le fallé, murió entre nuestro árbol y el césped por dónde correteábamos, varios flashbacks vinieron a mi mente, me derrumbé sabiendo que no había podido salvarlo.
No me di cuenta cuando ya me tenía amarrada con un cinturón en uno de los radiadores de casa, no sabía en qué habitación estaba, la pérdida de mi hermano me nubló la mente. Sentía
78
cómo me quemaba la piel el calor del radiador, la cara de mi padre enfadado por algo que no había hecho, la manera en la que cogía mis piernas atrayéndolas hacia él poniéndome de espaldas contra la pared arrodillada, sentía cada latigazo que lanzaba contra mi cuerpo, cada lágrima que salía de mis ojos lastimados, todo me dolía. Conseguí escapar antes del amanecer, encontré a mi madre y a mi hermano en un rincón de la cocina. Antes de largarme no pude evitar abrazarlos por última vez, les puse una manta por encima y cerré sus ojos. Ahora descansaban en paz, ya no vivirían esta pesadilla.
Empecé de nuevo en una nueva ciudad, con otro nombre y otros apellidos. Hace unos catorce años recibí una noticia inesperada por uno de mis guardaespaldas. A mi padre lo habían matado tras salir de la cárcel. Fue condenado por el asesinato de mi madre y mi hermano, los policías aún seguían sin saber si yo estaba muerta: ¿Dónde estaba mi cuerpo?... Todo aquello que se preguntan cuando un miembro de la familia no aparece tras un crimen.
Todo iba bastante bien hasta que hace menos de medio año una nueva integrante se unió a mi piso junto a otras compañeras de universidad. La chica se llamaba Elisabeth, era un poco tímida al principio, siempre intentaba no coincidir con el resto de las personas en un mismo lugar, si se tenía que esperar a cenar hasta las tres de la madrugada, ella se esperaba, pero con el paso del tiempo fue desenvolviéndose, nos dejaba conocerla un poco más, pero siempre había un tema que evitaba. Solíamos quedarnos todas juntas en el salón una vez al mes, contándonos historias paranormales que nos habían ido pasando durante el tiempo que estábamos vivas, a Elisa no le gustaban esos temas, parecía ser que le daban miedo todas esas “tonterías”.
79
Una noche de martes 13 un ruido me despertó haciendo que mis ojos se abrieran como platos, no quería ir sola, por lo que desperté a mi compañera de habitación susurrándole con voz temblorosa: “Oye, ¿has oído ese ruido?”. Parecía que no me tomaba en serio, así que se volvió a dormir y tuve que caminar hasta la cocina con todos los recuerdos del pasado. De repente, una de las velas de Elisabeth que había al lado de un cuadro de mi familia se encendió y conforme más me acercaba, más se encendía. Una energía extraña hacía que mi cuerpo fuera obligado a llegar hasta las velas, queriendo que el piso se incendiara. Una presencia noté detrás de mí, no quise girarme para no cagarme más del miedo, pero las manos que se posaron en mi hombro no ayudaron, las manos me resultaban conocidas. La manera en la que bajaban hasta mi espalda, notando ese mismo dolor que causó mis cicatrices. Una voz familiar apareció de la nada diciéndome: “Corre”, y esa voz aumentaba cada vez más. Quería parar todo y no podía, sentía que estaba gritando, pero, a la vez, no me escuchaba a mí misma. Me senté bajo la chimenea hasta quedarme dormida.
Al día siguiente Ester, otra compañera, me despertó con delicadeza haciéndome reaccionar de una manera preocupante. No quise ser el centro de atención por parte de las demás, por lo que me inventé una pequeña excusa: “No me pasa nada, esta noche me apetecía estar frente a la chimenea, añoraba estas noches con mi familia”. Obviamente era mentira, mis padres casi nunca estaban en casa, mi madre solía estar en su empresa y mi padre haciendo negocios, siempre estábamos con mi niñera Katherine, ella fue quien me ayudó a empezar de cero.
Desde esa noche he tenido varias alucinaciones. Una mañana me levanté de mi cama, miré cada parte de ella y no pude percatarme de aquel cuerpo descompuesto, mi boca estaba cosida y en la mecedora de al lado de mi cómoda había una mujer pálida
80
recién salida del baño, me miraba con esa mirada intensa, se reía cada vez que sus ojos se posaban en mí y una risa escalofriante soltaba cuanto más se acercaba. La temperatura iba cambiando a menos grados, mi pelo se congelaba y mis manos ni las sentía, al estar en frente de mí me mostró un pequeño camino hacia la muerte, con sus manos retorció mi corazón hasta dejarlo sin latidos, dolía la manera en la que moriría, dolía saber que a mis veinticinco años solo había intentado sobrevivir la vida en vez de vivirla. Una extraña silueta brillante se acercó apartándola, ella era la vida, que me daba otra oportunidad.
Desperté desorientada bajo las estrellas en el jardín de casa, no sabía cómo había llegado allí, pero estaba, mis padres estaban juntos, mi hermano llorando mientras les gritaba a ellos desesperadamente. Vinieron hacía mí como si algo catastrófico hubiera pasado, pero ¿qué hacía yo allí si habían pasado muchos años? Quise respuestas, pero ninguno quiso dármelas.
Mamá parecía distinta, era ella, pero a la vez no, algo cambiaba en su modo de actuar. Me llevó a la habitación para acostarme, un déjà vu vino a mi cabeza y una mirada fría reflejaba mi madre. Cerró mi puerta y empezaron a discutir ellos dos, una cabeza asomaba por la puerta, era José, que tenía miedo, se acercó a mí y me dijo: “Hasta en la muerte volveremos a encontrarnos”.
Volví al lugar del principio. Estaban mis amigas mirándome con preocupación, parecía que había hablado mientras dormía. Había alguien más, estaba herida con sangre por todos lados, me pedía ayuda sin decirlo, solo con su expresión facial podía notarlo, no había explicación para eso, pero sus ojos y cabeza empezaron a girarse, una voz grave apareció en ella y se convirtió en sombra, en la sombra que en mis seis años de edad más temía: mi padre, era él en quien se había transformado.
81
Pude soportarlo durante unos años, pero las energías que me transmitía esa silueta negra aumentaban a peor, mi cabeza no soportaba los pitidos que retumbaban cada noche en mis oídos, los ojos se movían de un lado a otro y a veces hasta lágrimas negras me salían de la nada, dolían, pero no había manera de deshacerse de él.
Llamada de Elisabeth a Emergencias (12:30 am): “Por favor, darse prisa, mi compañera saltó del cuarto piso, no la dejen morir” .
Mensaje a Clhoe de Elisabeth (16:46 pm): “No pudieron salvarla, ya era demasiado tarde” .
82