4 minute read

La noche de Halloween, por Lucía Almaida Ruiz

1.º Bachillerato

Se aproxima la noche de Halloween, y me hace recordar la anterior; nunca pensamos que una noche entre amigos iba a terminar de la manera que terminó. Me llamo Lucía y los amigos que me acompañaron a celebrar aquella noche terrorífica fueron Adrián, Álvaro, Jorge e Irene.

Advertisement

Unos días antes, tomando un café, decidimos celebrar Halloween de una forma especial; era una fiesta que nos apetecía mucho, pensamos en disfrazarnos, preparar cena fría, alguna que otra botella… Pensábamos en disfrutar y pasarlo bien.

Llegó el día, vinieron todos a mi casa para preparar todo lo que teníamos que llevarnos, nos pusimos nuestros disfraces y salimos. Estaba anocheciendo cuando llegamos detrás del cementerio (fue el lugar elegido para celebrar nuestra fiesta), allí había más grupos de adolescentes celebrando también esa terrorífica noche. Al final todos nos conocíamos del instituto y de salir de fiesta.

El lugar estaba decorado con calabazas, telarañas, calaveras… Totalmente preparado para una noche de terror y conseguir que todos mirásemos a nuestras espaldas cuando se oía algún ruido. Durante la cena, los más valientes se dedicaron a contarnos historias de miedo al tiempo que se escuchaban sonidos de ultratumba.

Después de cenar y de estar un rato de fiesta, ya de madrugada, muchos se fueron a sus casas y otros decidimos continuar con la noche. En todos los grupos siempre hay valientes y no iba a ser menos en el mío, con lo que los chicos decidieron echar un

107

vistazo por el cementerio, incitando a las demás a que los acompañáramos; creo que nos daba mucho más miedo quedarnos allí solas que ir con ellos. Muy decididos saltamos la valla y nos colamos en el cementerio.

Nos quedamos observando, y todas las tumbas y panteones estaban iluminados por velas. A lo lejos, nos llamó la atención un gran mausoleo, parecía estar muy apartado del resto, pero muy iluminado, y no veíamos las velas para dar tanta luz. Nosotros, curiosos, nos acercamos y nuestra sorpresa fue que la puerta no estaba completamente cerrada. Nos incitaba a entrar, pero también nos daba miedo por la situación y la noche que era; los chicos entraron muy decididos, nosotras, aunque un poco reticentes, les seguimos, y una vez dentro, ellos nos aseguraron que iban a estar todo el tiempo a nuestro lado.

En el mausoleo había varias tumbas de la familia Araujo, muy conocida por ser una familia muy influyente, ya que daba mucho trabajo a la gente del pueblo, las tumbas se veían descuidadas, con mucho polvo, y una de ellas estaba medio abierta, estaba todo lleno de telarañas y justo detrás de nosotros había unas escaleras que suponíamos que bajaban a una especie de cripta.

Nada más acercarnos a la escalera comenzamos a notar una extraña sensación, nos daban escalofríos y cuando hablábamos nos salía vaho, ahí todos empezamos a tener un poco de miedo por la extraña situación. En esa escalera no había nada de luz, y ya que llevábamos los móviles, encendimos las linternas y comenzamos a bajar por ella. Cuanto más bajábamos, a esa extraña sensación que recorría nuestros cuerpos, se le añadió que parecía que nos observaban, se empezaban a oír sonidos extraños que no sabíamos de dónde venían, pero se iban agudizando. Por fin terminamos de bajar esa escalera interminable, despacio, alumbramos la sala a la que habíamos llegado, nos quedamos todos muy sorprendidos al ver lo que había allí, tenía el aspecto de una sala

108

de torturas. Antes de poder empezar a indagar por aquella sala, se nos heló la sangre, ya que por delante de nosotros nos pasaron una especie de sombras que nos rodeaban y nos susurraban al oído, nosotros cada vez sentíamos más miedo y no éramos capaces de movernos, las sombras seguían a nuestro alrededor, de un lado a otro susurrando.

Después de un rato, aquello paró, y nuestra sorpresa fue máxima al descubrir delante de nosotros un crucifijo bocabajo y una gran sombra a la que se le podían ver los ojos enrojecidos. Intentamos marcharnos de aquel lugar, pero la sombra no nos permitía movernos, no éramos capaces de mover nuestras piernas para salir de allí. La sombra se nos iba acercando cada vez más, solo éramos capaces de chillar y llorar, estábamos absolutamente muertos de miedo; los chicos, valientes, nos cogieron a nosotras y nos protegieron abrazándonos, en el momento en el que la sombra se iba a dirigir a nosotros, no sé si para decirnos algo o para hacernos daño, desapareció y nuestra sorpresa fue que por esa escalera interminable, la cual habíamos bajado, apareció una mujer mayor con el pelo blanco al igual que su vestido, con una tez por la que habían pasado muchos años y una sonrisa inolvidable. Se dirigió a nosotros y con una voz muy dulce nos dijo: “Marchaos de aquí tan rápido como podáis, ya que no sé cuánto tiempo voy a poder retener a la sombra, olvidad lo sucedido aquí esta noche y no se lo contéis a nadie, estaréis a salvo siempre y cuando no volváis a este mausoleo”. Le dimos las gracias y salimos corriendo de ese lugar, al llegar arriba y salir ya había amanecido y las puertas del cementerio estaban abiertas; fuera de este, mis amigos y yo nos miramos, pero no dijimos nada, solo nos echamos a llorar y nos abrazamos todos. Ninguno sabemos de dónde salió esa mujer, ni sabemos lo que ella tiene que ver con ese mausoleo, lo único que sabemos es que aquella noche creemos que nos salvó la vida.

109

Cada uno se marchó a su casa y hasta el día de hoy que yo he contado mi historia, ninguno de nosotros ha hablado de ello.

Este año celebraremos Halloween en mi casa todos juntos, pero con mucha luz y sin historias de miedo.

110

This article is from: