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Un antes y un después, por Ángela Férez Moreno

1.º Bachillerato

Solía pasar el mes de agosto en Floridablanca, el pueblo de mis abuelos. Ya era una tradición disfrutar ese mes allí y me pasaba todo el año esperando a que llegara el 1 de agosto para por fin poder ir. Para mí cada verano era mejor que el anterior, y cada año hacía más amistades y las anteriores se afianzaban un poquito más. Sin embargo, en el verano de 1996 todo cambió de manera tan radical que, tan solo con pensar en volver a pisar ese pueblo, se me ponen los pelos de punta.

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El 1 de agosto de 1996 llegué a Floridablanca, y nada más llegar tuve un presentimiento de que ese verano sería inolvidable. Al entrar a la casa de mis abuelos, noté como un escalofrío por todo el cuerpo, una sensación muy extraña a la cual no le di mucha importancia y fui por el largo y estrecho pasillo y dejé mi maleta y mis cosas en mi habitación habitual en esa casa. El día transcurrió con normalidad, comí con mis abuelos y luego pasé toda la tarde en la piscina con Nerea, María, Marina y Juan, mis amigos más cercanos de allí, poniéndonos al día con todo y hablando de todo lo habido y por haber. Llegó la hora de la cena y cada uno se fue a su casa, a cenar y a prepararse para las fiestas del pueblo que comenzaban ese mismo día.

Nos vimos en la plaza del pueblo y nos dimos una vuelta por el mercadillo medieval que habían puesto, después nos fuimos a un bar a tomarnos un helado. Mientras que nos lo estábamos comiendo, sentía como si algo me mirara por detrás, un escalofrío constante, sin embargo, miraba y no había nada, una sensación parecida pero más fuerte a la que noté al entrar a la casa de mis

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abuelos. No le di mucha importancia, y sobre las dos de la mañana nos despedimos y llegué a casa. Avisé a mis abuelos que estaban en su habitación ya descansando de que había llegado, me cambié y me puse el pijama para dormir tranquilamente. Me acosté en la cama y empecé a adormecerme, hasta que, de repente, la televisión del comedor se encendió, me levanté de la cama de un susto y decidí ir a ver qué estaba pasando, ya que aquello no era normal, eran ya las tres de la mañana y supuestamente todo el mundo estaba durmiendo. Anduve por el largo y oscuro pasillo bastante asustada, al llegar al comedor la televisión se apagó de golpe y se encendió la luz del baño de al lado del comedor sola. En ese momento volví a sentir esa presencia detrás de mí, y volví corriendo hacia mi habitación deseando de que todo fuera un sueño y de que todo lo que acababa de vivir no fuera verdad, nunca había creído en la existencia de las cosas paranormales, hasta ese día. Como es evidente, no pude conciliar el sueño, con lo sucedido dándome vueltas por la cabeza era imposible.

A la mañana siguiente se lo comenté todo a mis amigos, se quedaron de piedra y no me creían del todo, me preguntaban si estaba segura de que no había sido un sueño, o mejor dicho, una pesadilla. A la hora de comer decidí no ir a casa y comí en casa de Nerea, solo de pensar en volver allí se me ponían los pelos de punta, hasta que llegó la noche, pues mis abuelos no me dejaron quedarme a dormir en casa de nadie y tuve que ir. Cada vez sentía esa presencia más cercana a mí y más constante en mi estancia en esa casa, esa noche me sonó una alarma de mi teléfono a las cinco de la mañana,la cual yo no había puesto, en ese instante sentí cómo alguien se sentaba a mi lado en la cama y me tocaba los pies, me quedé de piedra, horrorizada, y no sabía cómo reaccionar ante todo eso. Por la mañana temprano, en cuanto pude, me quedé con mis amigos,y muerta de miedo les conté lo pasado

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esa noche. Mis amigos se quedaron helados y decidimos hacer algo esa noche para intentar parar todo eso. Dedujimos que en la casa había alguien que se intentaba comunicar conmigo, de una manera o de otra, entonces decidimos aprovechar que mis abuelos se iban esa noche a cenar a la barraca del pueblo con unos amigos para intentar comunicarnos con eso que estaba atormentando y que me tenía, bueno, nos tenía, dos días en vela.

Juan cogió de su trastero una ouija, una ouija usada anteriormente ya por su madre, en su caso por curiosidad, en el nuestro, por desgracia, para intentar entenderlo todo. Vinieron a mi casa a eso de las nueve y media, estuvimos toda la tarde en la piscina planeando qué decir, cómo, qué hacer y qué no, pero llegado el momento no sabes cómo vas a actuar en realidad. Pusimos el tablero en la mesa del comedor y comenzamos a hacer preguntas. Nada más poner todos los dedos encima del tablón, la luz de la cocina y del comedor se apagó y todo quedó a oscuras, Marina se levantó a intentar encenderlas, pero nada, habían saltado los plomos. Nos asustamos más de lo que estábamos antes, pero decidimos empezar a preguntar dejando un poco el miedo de lado, para que todo se acabara cuanto antes. Primero saludamos y preguntamos si había algún espíritu vagando por la casa, los dedos de todos se movieron de manera automática hasta formar las palabras “Puede ser”, en ese momento todos los aparatos electrónicos de la casa se encendieron: la televisión del comedor, la radio de la cocina, el microondas empezó a pitar, la campana extractora de la cocina… Inconscientemente, salimos corriendo de la casa, sin despedirnos de la ouija, y todos llamamos a nuestros padres para que nos recogieran del pueblo, sin explicaciones, no queríamos hablar del tema, al igual que se lo comuniqué a mis abuelos, sin una explicación, sin nada qué decir.

Pasamos la noche en el parque de la plaza, la mayoría del tiempo en silencio sin explicarnos lo que había pasado, y sin

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querer hablar de nada, simplemente cuando llegó la hora, nos despedimos y cada uno volvió a su domicilio habitual. Desde ese día me es imposible conciliar bien el sueño, o simplemente estar en la oscuridad y, mucho menos, volver a esa casa, lo he pasado y lo estoy pasando muy mal, teniendo visiones cada dos por tres, sintiendo algo en mí inexplicable y con miedo a quedarme sola mucho tiempo. Tampoco he vuelto a hablar con mis amigos, no he sabido nada de ellos. Hasta que hace dos días me empezaron a llegar unas cartas de un emisor desconocido en el que venían unos recortes de periódicos de personas que se habían suicidado de manera bastante rara, con la foto, por detrás de cada noticia, de cada uno de mis amigos. Estoy destrozada y no puedo vivir más así, por eso dejo esta carta para que entendáis el motivo por el cual voy a hacer lo que voy a hacer, si estáis leyendo esta carta es porque todo ha salido bien para mí y por fin estoy descansando ya de este infierno.

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