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Mis paranoias, por Lara María Membrilla Lorenzo
1.º Bachillerato
Constantemente tengo un sueño, siempre es el mismo. Empieza cuando me despierto con angustia y me voy al baño, el pasillo se vuelve más largo y más oscuro, entonces empiezo a correr… Y sigo, entre sofocos y ansiedad sigo corriendo hasta que a lo lejos veo una luz, una luz rojiza.
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Al llegar hay un marco que da a una habitación más extensa, tanto que no se ven las esquinas de esa misma habitación y en el centro hay una mesa antigua y redonda con un mantel blanco debajo de uno rojo más pequeño y al lado una silla de madera antigua como la mesa, encima hay un candelabro con unas velas negras, un plato de porcelana blanco como la nieve con diseños azules como los jarrones japoneses y sus cubiertos, un tenedor y un cuchillo.
Aparece un señor con una túnica negra, muy alto, cargando un saco que sangra, del cielo sale una cadena que hace mucho estruendo y de ella cuelga el saco… Aún gotea. Estoy paralizada y no me puedo mover del marco de la puerta. El señor se saca un cuchillo de esa túnica, un cuchillo enorme, raja la bolsa y… Y empieza a cortar un brazo… Lo lanza encima del plato, mientras que brota la sangre del cuerpo, procede a sacar la carne del hueso. El señor se sienta. Se retira la capucha de la túnica y se le ve la cara. Cómo describirla… Es una sombra con forma de cabra, de ojos brillantes y cuernos enroscados. Entonces procede a devorar el plato como si fuera un animal pero de la manera más educada que él comprendía.
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Hasta aquí siempre para, pero la semana pasada, el viernes por la noche siguió el sueño…
Cuando acaba, mágicamente, desaparece todo lo que había en la mesa y aparece otra silla.
El señor gesticulaba con la mano que me acercase a él y me siente. No sentía mi cuerpo… Estaba entumecido, pero notaba cómo estaba caminando hacia allí sin darme cuenta mientras me temblaba hasta el alma… Él dijo mi nombre…Y un escalofrío me recorrió la espina dorsal. Estaba meada de miedo. Me senté enfrente de él. Hablaba conmigo como si me conociera de toda la vida. Dijo que le tenía que hacer caso en una cosita, como si fuera un favor para mí: que no me tomara la pastilla, y le pregunté: ¿Qué pastilla? Él respondió agresivo: Ya lo sabrás, pero tú hazme caso… Si se da el caso que no me hagas caso… pasará algo malo…
Pregunté: ¿Cómo de malo? Él se levantó de la silla haciendo mucho ruido y me gritó: ¡MALÍSIMA! ¿Has visto antes mi pequeña cena? Pues será poco comparado contigo.
Entonces me levanto corriendo y me dirijo por la misma entrada por donde he entrado y empiezo a correr como si me fuera la vida en ello (literalmente).
Corro y corro más y a lo lejos ya no se encontraba mi cuarto, sino que estaba en una cochera vacía, con una puerta automática de metal abierta que daba a un parking vacío y al fondo un hombre encapuchado que arrastraba un hacha y se dirigía a por mí. Estaba harta y, si era mi sueño, yo lo podía arreglar. Puse una puerta con todo mi esfuerzo mental y rápidamente me metí por ella.
Caminé un largo trecho por un pasillo decorado al estilo victoriano, todo se volvía raro. Las cosas flotaban y todo daba vueltas sin parar, no podía más con la ansiedad y la angustia y escuché una voz… conocida, casi celestial, que me hizo despertar
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entre sudores fríos y lágrimas. Salí de mi habitación y me fui al baño. Le dije a mi madre que me dolía la cabeza y que había tenido una pesadilla, ella me dio un paracetamol y me lo tomé con un zumo mientras desayunaba. Esa noche no pude dormir bien, no paraba de despertarme, solo dormía treinta minutos y me despertaba.
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