4 minute read

Jugamos, niño?, por Nerea Vidal Tornel

1.º Bachillerato

Por fin llegó el día de trasladar todas mis pertenencias a la nueva casa y despedirme de lo que toda mi vida ha sido mi hogar. La verdad es que estoy muy emocionado por independizarme, pero también muy nervioso, ya que viviré solo y nunca me he encontrado en una situación así.

Advertisement

Bajo de mi coche y veo que el camión de mudanzas ya está aquí, llevamos todo dentro de la casa y una vez me han ayudado los amables trabajadores, se marchan. Mi madre me dijo que ella vendría también a ayudarme, pero al final acabé convenciéndola de que podía hacerlo yo solo y no necesitaba su ayuda.

Al rato de estar ordenando y amueblando la casa, me fijo en que hay un tocadiscos que no es mío en el salón; imagino que se lo dejaron aquí porque no lo querrían, por lo que me acerco a la estantería que hay al lado y cojo un disco. ―The Beatles, suena bien.

Lo pongo y empieza a sonar una bonita melodía por toda la vivienda.

Un rato después, estoy en la cocina limpiando un poco el suelo y las ventanas cuando de repente dejo de oír la canción, pensé que el gramófono estaría roto o que el disco habría terminado de reproducir todas las canciones que llevaba, pero al volver al salón para ver lo que estaba pasando empieza a sonar de nuevo; aunque esta vez la canción sonaba mucho más lenta que antes. Aun así, lo dejé estar.

Ya terminada la cocina, me dispongo a salir al jardín, pero me paro en seco cuando el tocadiscos vuelve a dejar de sonar,

142

así que regreso al salón, mas pasa lo mismo que antes, la canción se pone otra vez y ahora mucho más lenta que las dos anteriores. Me asusto un poco, así que quito el disco y lo dejo de nuevo en la estantería. Pero algo me impide moverme porque, seguidamente, noto un fuerte tirón de mi camiseta hacia abajo; si estoy solo, ¿qué está pasando? Bajo la mirada al suelo y veo a un niño pequeño vestido con ropa de "abuelo" corriendo alrededor de mí a la vez que ríe. Cuando nota que lo estoy mirando, se va corriendo hacia la parte de arriba de la casa. ¿Qué hago? ¿Lo sigo? Sí, lo voy a seguir para saber el porqué se ha colado en mi casa. Voy detrás de él escaleras arriba hasta que me doy cuenta de que ha desaparecido y ya no está en ningún rincón de esta planta. Puede que haya sido mi imaginación, pienso, pero sería imposible porque he notado cuando me ha tirado de la camiseta y lo he visto con mis propios ojos.

Sin embargo, sigo desliando la casa y, sin yo tocar nada y habiendo dejado el disco en la estantería anteriormente, vuelve a sonar el tocadiscos. Ahora sí que me estoy empezando a asustar, ¿y si son solo paranoias mías? Vuelvo al salón para apagarlo y me quedo en shock cuando veo otra vez al niño de antes, pero en este caso está jugando con un trenecito de juguete enorme y, cuando me ve, empieza a correr otra vez con esa risa contagiosa que le hace parecer un ser inocente.

De nuevo, le persigo hasta que lo veo metiéndose en un pequeño zapatero que hay en el pasillo del salón. Me dispongo a abrirlo cuando... ―¿Jugamos, niño?

Pego un respingo y salgo corriendo de la casa. ¿¡Qué era eso!? ¿¡Pero no era un niño!? Del zapatero había salido una mujer mayor con la cara alargada, sin nariz y con quemaduras por todas partes.

143

Sé que esto es real, que no es un sueño ni una alucinación, por lo que llamo a mi madre para contárselo y para saber si podría quedarme esta noche en su casa, pero cuando me coge el teléfono al otro lado de la llamada suena un ruido raro y dice: ―¿Te enseño las reglas del juego?

Sé que esa voz no es la de mi madre. Me encuentro hiperventilando porque no sé lo que me está sucediendo.

A continuación, decido ir a casa de un vecino para contarle lo ocurrido y ver si me puede ayudar. Así que llamo al timbre y justamente me abre un abuelo, quien detrás tiene a la extraña señora mayor sin nariz y al niño de antes. Mis ojos se abren como platos e intento escapar lo más rápido posible, pero eso me es imposible porque algo me retiene. ―¡Hijo! ¡Hijo! ¿Estás bien? ―Pero... ¿Mamá? ―Sí, Alex, soy yo, ¿qué te pasaba? ―Nada, era solo una pesadilla.

Me levanto del sofá, en el que me había quedado durmiendo mientras elegía qué cuadro poner al lado de la televisión, y me dirijo al baño para echarme un poco de agua fresca en la cara.

Al llegar al baño me miro al espejo y veo una ligera sombra detrás de mí, me doy la vuelta y... ―Primera regla: haz lo que yo te diga o morirás.

144

This article is from: