6 minute read
Él, por Juan Navarro González
1.º Bachillerato
Como cualquier día, esa noche estaba siendo una normal, tranquila, aunque la verdad no veía a nadie por la calle, a través de la ventana, pero pensé que podría ser porque al día siguiente todos volvíamos a la rutina, ya que era domingo. Mis padres estaban ya acostados y por el silencio que había en la casa podría pensar que hasta durmiendo se encontraban. Me encanta quedarme “solo” en mi casa, aunque estuvieran durmiendo, me siento libre de poder andar por mi casa a mis anchas, hacer lo que quiera, y la verdad que esa noche no era diferente. Me dirigí a la cocina a por agua, porque por las noches bebo mucha, pero en el camino del salón a la cocina vi cómo la puerta del baño, el que se encuentra a la izquierda de mi habitación, al final del pasillo, estaba en movimiento, se estaba cerrando y a primera vista no le di importancia, pensé que podría ser el viento o alguno de mis padres, aunque me pareció raro, ya que ellos tenían un baño en su habitación, pero, bueno; yo seguí hacia mi meta.
Advertisement
A la ida de la cocina a mi habitación, la verdad que más fría que de costumbre y con un olor a podrido cuya procedencia no sabía, continúe mi camino... Estaba ya un poco adormecido hasta que vi dos puntos blancos, pequeños, en la pared del pasillo, dos puntos que parecían dos pupilas bien abiertas, como si quisieran mirarme bien. Nunca había visto eso en mi pasillo. A su vez sentí una rara sensación, sentía que todo estaba bien y a la vez no, sentía que me vigilaban; en ese momento aceleré el paso, al igual que mi corazón y respiración se aceleraron. Me dio
138
tiempo a llegar a mi habitación y encerrarme en ella; aunque si lo hubiera sabido antes nunca habría echado el pestillo.
Ya un rato después de ese momento incómodo y tenebroso, me quité de encima ese miedo que llevaba desde hacía un rato y del cual no paraba de pensar qué podría haber sido eso. Justo cuando me sumergía en mis pensamientos, se oyó un enorme ruido desde la cocina y desde ese momento ya sabía que estaba pasando algo en mi casa. De repente mi habitación se me hizo pequeña, me faltaba hueco para esconderme, no podía hacer nada, ya que el miedo me tenía paralizado; y todo porque yo sabía que mis padres no podían ser, dado que por las noches no se paran en la cocina porque dicen que el pasillo por la noche les daba miedo, ahora lo entiendo todo; pero… ¿qué podría ser a lo que ellos temían? ¿Sería lo que he visto yo lo que ellos en su tiempo vieron?... Mil y una preguntas revolvían mi cabeza. “Ya tenía bastante entre los dos puntos blancos de la pared como para ahora escuchar ruidos en la co…”. Ni terminar la frase pude cuando de la nada se empezarona oír ruidos por la pared de fuera de la casa, ruidos como si unas uñas largas y rígidas raspan la pared. Se oyeron por un largo tiempo dar vueltas por fuera, como si alguien estuviera pegado a las paredes arañando el exterior de la casa, pero hubo un momento en el que yo ya sabía que algo estaba pasando, no podía ser una persona ya que el ruido subió a la segunda planta y desde afuera no había forma de subir. En ese preciso momento me tranquilicé, sentí una paz que poco después no encontraría. Pensé que podría ser un búho, un pajarillo intentando buscar un hueco para huir del cruel frío que se pasaba por las noches o hasta una simple ardilla buscando dónde esconder sus bellotas. Nada más terminar el ruido de sonar, me dirigí a la ventana para ver si podría saber qué animal era, cuando de repente al abrir las cortinas vi en la penumbra de la noche una cara pálida, con las pupilas dilatadas, una nariz alargada y una
139
boca que dejaba ver unos dientes torcidos. Me quedé sin habla, las piernas me temblaban y mi mente se quedó de un momento para otro en blanco. Sentí que esa noche algo pasaría, no sabía quién era, ni qué hacía ahí, ni cómo había subido…
Yo solo cerré las cortinas de un soplo y, con sudores fríos recorriendo todo mi ser, corrí hacia la puerta para intentar quitar el pestillo e intentar salir corriendo hacia la habitación de mis padres para no estar solo y sentirme protegido. No podía quitar el pestillo, daba manotadas, estiraba todo con tal de quitarlo; los nervios, la ansiedad y el temor se apoderaron de mí. No sabía qué hacer, solo correr a su habitación. En ese momento en el que intentaba quitar el pestillo, con manos torpes, sentía que se acababa mi tiempo. Todo a mi alrededor se sentía como de película, como si fuera todo mentira y en cualquier momento pudiera detener la escena, ojalá hubiera sido así. De la nada y sin previo aviso, la ventana de mi habitación se abrió, y en ese preciso instante sentí que me iba la vida en ello, en abrir la cerradura.
Conseguí abrirla en el mismo momento en el que pude ver su esquelético y esbelto cuerpo meterse hacia la habitación, y entonces cerré la puerta de un porrazo, aunque no sirvió para nada. Al darme la vuelta parasalir corriendo hacia la habitación de mis padres vi que se encontraba detrás de mí la misma persona. Me miraba con ojos como si yo fuera su presa, como un lobo mira al corderito al que va a matar; vi la muerte en esos brillantes ojos blancos que tenían una mirada penetrante en mí. Justo en ese instante sentía que era la misma muerte, ella era, yo sentía, pensaba, con lágrimas en los ojos, que ya venía a por mí. No podría describir ese momento mejor que el momento que sientes antes de que te maten. Yo ya, llorando sin piedad, pero sin lágrimas
140
en los ojos, sentí cuando me puso su mano derecha en mi hombro, esa sensación de un cubito de hielo, helado, duro; pero al quitarla se sentía ardiendo, como una marca de fuego.
En ese mismo momento ese ser que se encontraba delante de mí, ese mismo del que no me salían palabras, ya que parecía que me había robado la voz, me levantó en peso de los hombros; y aunque intentara moverme, me sostenía con más fuerza. Arrimó su cara a la mía y al fin pude saber de dónde provenía esa peste de la cocina, era él todo el tiempo. Justo al arrimarla sentí que se llevaba algo de mí, algo muy preciado, algo… ¡Joder! ¡Dios mío! ¡Otra vez no, por favor! Volví a despertarme de esa pesadilla, volví a verle, volví a estar cerca del ser que no salía de mi mente. Todas las noches, desde esa, tan simbólica, soñaba lo que pasó esa noche, esa miserable y horrible noche. Esa noche en la que sentí el verdadero miedo a la muerte y desde esa sabía que no estaba preparado para ella, la muerte. La psicóloga me dice que es mi mente, pero yo lo sentí, lo viví, lo vi. Todo esto es culpa de él, el maldito él.
141