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Una noche en el campo, por Ana Adán García
1.º Bachillerato
Cuando era joven, tendría unos dieciséisaños, nos pasábamos los días de verano en mi campo, que estaba un poco retirado del pueblo, pero se llegaba en unos treinta minutos andando. El campo tenía piscina y era una casa grande con varias camas, por lo que solíamos ir a comer, pasar la tarde de fiesta e incluso quedarnos a dormir. Éramos un grupo de nueve chicas muy unidas entre nosotras, pues nos conocíamos desde los tres años.
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Una noche, cuando llegó la hora de volver, mi madre estaba de cena y no podía venir a por las tres que quedábamos en el campo y decidimos irnos andando, era la una y media de la madrugada y ya empezaba a hacer frío. Para llegar al pueblo teníamos que cruzar una pasarela que servía para pasar sobre las vías del tren; cuando estábamos subiendo empezamos a escuchar unos ruidos y conforme más subíamos más fuertes. Cuando estábamos llegando a lo más alto vimos a unos veinte metros a dos hombres de unos treinta años con malas apariencias sosteniendo una jeringuilla y a una mujer en el suelo. Intercambiamos miradas y empezamos a correr, parecía que no venían detrás pero ahora el problema era que ese era el único camino. A mí se me ocurrió pasar por las vías del tren, ya que había un pequeño camino, pero los matorrales eran igual que nosotras de altos y nos daba mucho miedo, nos armamos de valor y empezamos a cruzar. Vimos a los hombres en el mismo sitio forcejeando con la mujer, que al parecer se había despertado, aceleramos el paso cuando, de repente, tiraron a la mujer y cayó a nuestro lado, ella
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estaba agonizando y pidiéndonos ayuda, pero los hombres al vernos empezaron a venir hacia nosotras corriendo.
Intentamos llamar a la policía mientras corríamos, pero no había cobertura y cada vez estaban más cerca, cogieron a una de mis amigas y nos amenazaron con matarla si no nos parábamos y justo cuando lo hicimos le dispararon y nos apuntaron a nosotras, yo en ese momento de estrés preferí salvarme y dejar a mis amigas atrás, ya que llevaba mi patinete eléctrico y podía huir más rápido. Acudí directamente a la comisaria y cuando estos llegaron se encontraron la sangre, pero no había ningún cuerpo.
Finalmente, setenta años después seguimos sin saber nada de ellas.
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