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La habitación, por Gisela Egidos Ruiz
1.º Bachillerato
En una noche fría y lluviosa de invierno, cuando yo dormía plácidamente y todo estaba en absoluto silencio, empecé a escuchar un ruido que parecía venir de la casa de al lado.
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En ese mismo momento me incorporé para ver qué estaba sucediendo,y al levantarme me llevé un gran susto al ver que había un agujero negro a los pies de mi cama que cada vez se iba haciendo más grande hasta que en un momento mi cama y yo caímos en él.
Dentro de ese agujero había un tobogán por el cual yo me deslizaba a toda prisa, y cuando me quise dar cuenta mi cama había desaparecido.
Seguí deslizándome hasta llegar a un túnel completamente oscuro y me choqué con lo que parecía ser una mujer por su voz, que me decía que el sitio en el que estaba no era seguro, ya que me explicó que cuando ella llegó allí perdió la vista. De repente, algo me cogió de la mano y con toda su fuerza me tiró hacia adelante, esa “cosa” me había llevado a una habitación con un cuadro en el que se veía a una familia feliz, una mesa con comida y una mecedora antigua.
Cuando miré de nuevo al cuadro me di cuenta de que el rostro de la madre se estaba difuminando en sangre. Tal fue mi susto que caí en la mecedora cuando la mujer de aquel cuadro se encontraba sentada en ella, me cogió muy fuerte de los brazos y me ató a la mecedora, haciéndola girar muy rápido hasta que me desmayé del mareo.
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Cuando me desperté de aquel mareó aparecí en otra habitación diferente llena de niños, los cuales estaban siendo descuartizados por el vecino de al lado.
Cuando él me vio me dijo que ese agujero lo había creado para que yo llegase hasta ahí y descuartizarme igual que estaba haciendo con todos esos niños. El único remedio que me puso para salir de ahí viva fue que tenía que encontrar una llave que me llevaría de vuelta a mi habitación antes de que pasaran cinco minutos.
Me puse muy nerviosa a buscarla por todos lados cuando, de repente, una mano misteriosa apareció detrás de un mueble dándome un manojo de diez llaves que yo tenía que ir probando en la puerta hasta encontrar la correcta.
Cuando me quedaba un segundo de tiempo, la última llave fue la que abrió esa puerta que daba a mi habitación y se cerró rápidamente el agujero negro con mucha fuerza, tirándome a la cama de nuevo.
En ese momento escuché una voz llamándome, era mi madre despertándome para ir a la escuela y ahí fue cuando me di cuenta de que todo había sido un sueño y que nada de lo que había pasado era real.
Al volver de la escuela, entré en mi habitación con miedo y me di cuenta de que había una mancha negra en el suelo justo donde estaba ese supuesto agujero negro en mi sueño. No lo tuve en cuenta, pero algo en mi interior me decía que el sueño había pasado realmente.
Después de eso, mi madre me llamó para ir a comer y, mientras comíamos, le conté lo que había soñado, ella me dijo que también notaba algo extraño en el vecino, pero que siempre había sido muy simpático con la familia. Intenté dejar el tema de lado y seguir con mi vida normal, pero después de una semana el vecino llamó a mi casa preguntando por mí porque necesitaba
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bajar unas sillas al sótano de su casa y él solo no podía. Me asusté un poco pero mi padre aceptó y tuve que acompañarlo. Cuando llegué a su casa y abrió la puerta, me vino un olor extraño que venía del sótano, él comenzó a bajar todas las persianas porque decía que entraba mucho calor, a mí me pareció sospechoso, ya que era invierno. Él me dijo que bajara al sótano mientras que iba a por un refresco a la cocina y yo fui rápidamente.
Cuando estaba bajando las escaleras hacia el sótano intenté encender la luz, pero me di cuenta de que no funcionaba, seguí bajando sin ver nada. Cuando llegué, el olor que había cuando entré a la casa se intensificó y justo detrás bajó mi vecino, al que le pregunté de dónde venía ese olor, a lo que él me respondió: “Tú también olerás así dentro de poco”. En ese momento entré en pánico, intenté buscar mi móvil para llamar a mis padres y me di cuenta de que me lo había dejado en casa. El vecino empezó a acercarse a mí y prendió una cerilla para encender un candelabro que tenía a mano. Cuando la luz iluminó el sótano, vi cadáveres de niños tirados por las esquinas del sótano y empecé a llorar desconsoladamente. Intenté escapar,pero mi vecino enchufó la motosierra amenazándome para que no saliera, después se fue y me encerró en el sótano. Perdí la cuenta del tiempo que llevo aquí al segundo día y supongo que no llegaré al quinto, puesto que esta es la carta que estoy escribiendo antes de morir.
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