Yo, mí, me, conmigo El delirio verbal que nos fatiga se constriñe a un solo tema en lo literario: el yo… Las novelas acusan el asalto de lo egódico convertido en manía. La primera persona del singular vende mucho y bien. Lo llaman autoficción pero
casi siempre es soberbia
Por jose ángel gonzález Ilustración de Riki Blanco 174
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oy, pues, a poner manos a la obra contándolo todo, desde el alfa hasta el omega». «Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia». «Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne». «Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo». Además de armar los umbrales de paso para los lectores de las peripecias de cuatro novelas que son gozo puro —por orden de cita, La isla del tesoro (Robert Louis Stevenson), El guardián entre el centeno (J. D. Salinger), El túnel (Ernesto Sábato) y Pedro Páramo (Juan Rulfo)—, las frases iniciales de las obras notifican el sujeto gramatical que
comparten: la primera persona del singular, el narrador egódico, como tienen por hábito decir los profesores, siempre tan engorrosos en su léxico privado. Primera deducción: es posible escribir literatura, también de ficción imaginativa, desde el pronombre yo. «Éramos pobres pero teníamos Francia. Tras el divorcio de mis padres, Michel trajo a mi madre un amor sencillo y diurno, y a mí me regaló Francia entera». «Han entrado en la casa de la Rosario, dice tu padre desde la habitación de al lado, han matado a la Rosi y se han llevado al Nicolás. Es lo primero que oyes. La voz que te despierta. La frase que ya nunca podrás olvidar». «Es julio de 2017. Iván y yo deambulamos de ciudad en ciudad porque el piso que me
presta mi abuelo en temporada baja está alquilado». «Tardé mucho en aprender a atarme los cordones de los zapatos». El segundo menú de frases iniciales es de añadas más recientes —Lo que a nadie importa (Sergio del Molino), El dolor de los demás (Miguel Ángel Hernández), Cambiar de idea (Aixa de la Cruz) y La lección de anatomía (Marta Sanz)—. Otra deducción: como se vislumbra, la literatura del yo de los tiempos de ahora ha perdido en interés y construcción, pero las obras citadas han sido entregadas a la compraventa con buenos resultados, traducidas a otros idiomas y reverenciadas en las redes sociales, nuevos negociados de expedición de cédulas de buenismo, la moral vegana del siglo XXI. Se trata de novelas >>> julio / septiembre 2020 —
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