Historia general del perú tomo iii

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tarde, y yendo a paso corto, porque le conviene llegar tarde, llegará a las nueve de la noche a lo alto de la cuesta que está de esta parte del río. Poco más abajo de la cumbre, legua y media de la puente, pegada al camino, está una hermosa fuente de muy linda agua. Llegando allí, pare vuesa merced, y cene toda su gente, y mande que le hagan una cama de cuatro colchones, con sábanas de Holanda, y acuéstese en ella, y ponga alrededor de sí media docena de arcabuces cargados y sin pelotas, que no las ha de haber menester. El Presidente y los suyos, con toda la diligencia que hiciesen, no pueden llegar a la puente hasta tal hora del día; y aunque todos los diablos del infierno salgan a ayudarles a hacer la puente, no pueden echar la primera crizneja hasta tal hora de la tarde, y la segunda echarán ya de noche. “Empezarán a pasar a las nueve de la noche; subirán la cuesta arriba sin orden ni concierto, porque no temen que hayan enemigos cerca, porque no se han de persuadir que hayamos hecho la diligencia que hemos dicho. “Llegarán los delanteros cerca de la cama de vuesa merced a las doce de la noche, muertos de sed, con ansia de llegar a beber de la fuente. A aquella hora mandará vuesa merced disparar los arcabuces que tuviere alrededor de su cama; hecho esto, sin hacer otra cosa más, ni ver enemigo alguno, se vuelva a esta ciudad y pondremos la corona al Gobernador mi señor.” Este fué el orden y aviso que el maese de campo Francisco de Carvajal, como hombre tan práctico y experimentado en la guerra, dió al capitán Juan de Acosta, el cual lo hizo tan en contra que se perdió la corona y la vida de todos ellos, como adelante se verá. Ordenaron que llevase doscientos soldados, los más escogidos que tenía, y fuesen a caballo, y treinta lanzas con ellos, sin impedimento alguno más de la comida necesaria para la gente y las cabalgaduras. Que aunque dijo Carvajal que hiciese cama de cuatro colchones con sábanas de Holanda, y los arcabuces sin pelotas, fué por facilitar la jornada, por dar a entender que sin tomar trabajo extraordinario y sin matar enemigos, sólo con darles una arma verdadera, los había de desbaratar y vencer. Y decir que aunque todos los diablos del infierno saliesen a ayudarles, fué por encarecer la diligencia y solicitud que sus contrarios podían tener en hacer la puente; que estas maneras de hablar tenía en todas ocasiones aquel bravo soldado y gran capitán. CAPÍTULO XXXII: El Presidente llega al río Apurímac. Las dificultades y peligros con que lo pasaron. Juan de Acosta sale a defender el paso. La negligencia y descuido que tuvo en toda su jornada. Por mucha prisa que el Presidente y sus capitanes se dieron en su camino, no pudieron llegar aquel día a la puente; pararon dos leguas de ella, donde les anocheció. Más luego que salió la luna volvieron a su camino, y mucha parte de él caminaron a pie, por la aspereza de la tierra. Llegaron a la puente a las ocho 501


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Historia general del perú tomo iii by Jose Carlos Botto Cayo - Issuu