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Mamuts, CIERTOS locos y tus labios Somos desbarrancadero y estela de la horda que un día caminó por el follaje ¿Sientes el beat que trota por tus dedos? Es el eco del estertor de la manada cuando pega la madrugada. Sube el volumen un poco más y asómate, ahí abajo nadie nos conoce y nuestras sombras son la verdadera piel de este valle.
Idiosincrasia ¿Qué significa el nombre de tu pueblo? Lugar donde crece el maíz que alimenta los sueños ¿Y el tuyo? El nombre de mi colonia significa, donde hay perros secos y vírgenes en los balcones fumando. Ahí si me hinco.
José Luis Castillo González EDITOR Francisco Calderón Magaña DISEÑO COLABORAN EN ESTE NÚMERO Gustavo Ogarrio Alejandro Báez Ángel Cortés El Pinche Envidioso
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MANTECA LITERARIA
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SILVERIO EL IMPERIO DE LA SALIVA Por: Camilo Guanabacoa
Me gusta el crujir de esta ciudad al abrir sus piernas. Pese a que toda mujer bella tiene hijos vanidosos con faltas ortográficas hasta para hablar. Pero venimos al dancing mestizo reinita: Te mojas, luego existo. Bienvenidos al espectáculo de su alteza histérica, el punkñetero becerro de oro, merolico hipnotizador de las masas hacedor de milagros igualitos a los del Santo Patrono “Beto, el Boticario”. Mago, magazo. “Ya no me temen, ¿qué más hago?” Esperan la brisa tibia de mi desvío y sonríen como si barnizaran el cadáver de su mascota. Que ganas tan jijas de volver donde fuimos nuestro propio after. A sudar la ñonga iluminada y que huela a carnitas en pesero. Yepa.
se agacha más para verle las nalgas a su sombra. Me gustas más de transformer, coqueta. Que les bailen otros dioses yo me voy a Colombia. Yepa.
Si fuera otro el tiempo seriamos Adelitos negros, boticarios de pueblo, mercachifles aguamieleros, chamanes pozoleros, maestros desorejados, guerrilleros en salsa. Pero nos tocó parir el ruido, la última frontera. El puerco y digno escándalo. Somos el abandono. Nacimos en su escenario y sobre su lomo peregrinamos. No me toquen por que estallo y mis vísceras, dice mi madre, no son baladas blandas. Mi lengua es la patria y mi himno tus quejidos. Nadie sabe lo que cuesta llevar penacho después de los míticos 33 años. Así Yepa.
Fuimos camerino en la banqueta y polvareda cósmica en el trance sonidero. Diez años después y somos peluca extraviada y el gorila en llamas fugitivo en la nevera. Que terrible debe ser entretenerme y después perderme. Me aburres, contágiate de lepra y aviéntame un pedazo. Yepa, Yepa, Yepa.
Deléitate con mi perfil griego. Se me sale lo romántico por la camisa y eso que ni la capa y bombín alcanzamos, ni la palabra canta. Déjate de mermelada y regrésame a las cavernas nasales. Mucha ropa y poco baile. A ver quien
Salivita iluminada, sácale el taco con elegancia a esta guerra ajena. Axila destetada. Dealer del Suadero mórbido llamado cultura. Muera el folclor y la terapia. Y aunque no lo crean, en nuestra decadencia seremos el vertedero, gangrena santa que purifica y se defiende del imperio enajenado. No insulto ni entretengo, ensalivo mi defensa y brinco para inquietar al perverso. Batracio electrónico nonato. Puro francotirador. Yepa.
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TUM TUM Por: Gustavo Ogarrio
Muchos de nosotros hemos llegado tarde al gran banquete de lo “alternativo”, somos quizás una vieja estirpe de metal y de tum tum tribalizados por las herencias de los géneros duros y rondamos con descrédito por los pasillos de esas vanguardias actuales liberadas casi de política. Digamos que estamos atados a nuestra frágil memoria de cucaracha sin cabeza: ¡Oh, dioses de la modernidad desgarrada que en el año de 1992 trajeron desde la metrópoli ahora de aparente ensueño multicultural, Nueva York, a The Ramones para que se batieran a dos clavados de tres con la gran banda submarina en el ex balneario de Pantitlán, con esos hermosos punks mexicanos que nada tenía que ver con el refinamiento estético de Johnny, Joey o Dee Dee, pero hermanados hasta la saciedad por un sentido casi idéntico de la renuncia y la velocidad! Sin embargo, mi voz de terodáctilo inhóspito también reclama su parcela de actualidad incomprendida. Subyugado por ese fabuloso desafío que simplemente puedo identificar en proyectos fundacionales como el Nortec Collective, por ejemplo, presiento la brisa de una época sin aparentes jerarquías entre música culta y música popular, una era que se parece más a un gran baile que cierra las calles del barrio que a un concierto de altos decibeles greñudos que vivieron hasta sus últimas consecuencias el culto por la banda de heavy metal. Por momentos siento que yo también vengo de una era envuelta en el nombre de Tijuana Sound Machine y su Boulevard 2000.
PRESIENTO LA BRISA DE UNA ÉPOCA SIN APARENTES JERARQUÍAS ENTRE MÚSICA CULTA Y MÚSICA POPULAR
¡Pero esto, señoras y señores, es dance music!, me dice mi inconsciente perruno que no alcanza a identificar la transferencia de ese goce inmediato cuando bailo al Nortec. También me digo en voz baja: aquí están resueltas las herencias de los grandes sonideros de los años setenta, la música electrónica y los bailes populares: la dance music abraza y electrocuta dulcemente a la música norteña; el acordeón y la música de viento como una prueba de lo real ante el temible Tenori-on, en el vértigo de la programación digital, del sampler o del DJ omnívoro. Aquí está en toda su complejidad de aguacero la vida de penetración mutua en la frontera, los largos años dorados en los que sólo brillaba La Estrella de la Calle Sexta en Tijuana. En el manual de aficionado más o menos desinformado en el que me voy transformando, lucho por sostener en pie algo de mis pasiones de in-
fante marino y voy al encuentro de sonidos duros sin ser ásperos o de poesía casi hermética o en clave altamente simbolizada (La Barranca), pero también de esas bandas que mezclan gozosamente ska con cumbia o con lo que se les pegue la gana (Panteón Rococó, Los de Abajo) que asaltan las categorías de la crítica con ciertas alucinaciones basadas en el surf sin playa o, mejor, de surf urbano ya asfaltado (Lost Acapulco), o ya de plano el surf actual en su versión más solvente (Los Straitjackets). Lo confieso: soy un devoto del ska, el más viejo ska me hace sonreír ante el malecón imaginario que puede ser tanto la Avenida Madero o el Libramiento, el ska más nuevo me derrota en noches de whisky sin turbulencias. Recibo con devoción cierto resurgimiento del punk en una versión un poco descafeinada y sin política de barricadas de por medio pero que confirma la fuerza bruta y directa de la herencia de grupos como The Ramones, The Clash o el mismo Sex Pistols o The New York Dolls. En su forma tradicional, el concierto masivo muere de soledad masiva y se abren paso los festivales que en nada se parecen ya a Avándaro, comercializados al máximo y navegantes de la publicidad a gran escala. Soy un escéptico del ¡Vive Latino!: demasiado anuncio corporativo como para sentar las bases de un mínimo acto libertario, demasiada carga de policía a la entrada, en su nuevo orden mundial de compra por ticket se van quedando dormidos los toquínes populares, las tocadas asmáticas de los ex balnearios o la toma por asalto de la explanada del Palacio Municipal; en su profesionalización macroeconómica también se gana en nitidez y relajamiento muscular y el espectáculo de masas se confirma rey de la época cuando miles y miles se meten en las venas tanto género mezclado con una suavidad que a veces aturde. Por el momento no hay nada más que declarar. Tengo un pliego petitorio para la Yoshokura: pido que llevan a Morelia a cowboys como Jaime López o León Chávez Texeiro y/o a lo que queda de El Personal de Guadalajara o al mismísimo Haragán y Compañía, se verían muy bien en la foto al lado de toda la infantería contemporánea; veto de por vida al Tri de Televisa o del PAN, según se le quiera ver; que atenten contra el tradicionalismo defensivo de cierta gazmoñería moreliana y que abran las puertas del festival al “vulgo”, a la “gleba”, que no se hagan del rogar y que completen su noble labor de cosmopolitizar lo local y de localizar lo cosmopolita en este valle de lágrimas del Guayangareo. Amén.
LLEGADA AL PUNTO DE PARTIDA Por: Ángel “Perro” Cortés
Ahora lo sé. Mis entrañas son de papel. Así de fácil arden. Así de sencillo se mojan. Por cualquier cosa se maltratan y quedan terriblemente echas bola. El ácido estomacal es tinta negra. Tinta alberca de las emociones. Tinta océano de las vivencias. Mar muerto del día a día. Peor tantito cuando se alza la marea y sube el oleaje. Cuando me pega el hambre en las costas y las costillas. Cuando el estómago reclama alimento, salgo a buscar historias.
Por alguna extraña razón, todos mis héroes de la infancia tenían máscara o algún disfraz, siempre suplantando si identidad original. Tal vez haya algo oculto ahí, tal vez siempre he querido ocultar mis sentimientos del mundo, o quizá sufro de
Con tripas de papel y de digestivo la tinta, la verdad es que no me quedan muchas opciones para vivir medianamente bien, en el sentido de comodidad personal y no financiera, cosa a la que, también en la reflexión, me doy cuenta que jamás podré alcanzar, por vicios, desidias y desquicios. Así pues hoy, lo admito. Ya me chingué. Me ensarté solito y no hay a quien culpar. No quiero hacer otra cosa en esta vida corta, de hueva, intensa, poca madre, parensequemebajo, sexosa, nadiemepela, ñoña y surreal que me tocó, más que escribir. ¡Y que desaparezca todo lo demás! Lo digo así. Con la tipografía más rayada del mundo, en mayúsculas y subrayado. Pero, no siempre estuve, ya no digamos seguro, si no emberrinchado con una decisión como lo estoy ahora. Neeee. Yo fui soñador como todo buen chamaco de mí estirpe, “los algodones de azúcar” Así deberían llamar a todo aquel mocoso que viva una niñez cercanamente parecida a la mía. Ahí les va: Tarde tras tarde sentarse frente a la televisión con 5 pesos de lagrimitas (que para ese entonces era casi un kilo de esas madres, me cae), unos 3 duvalines, 2 pesos de chicles de bolita, traducidos a unas 20 piezas de goma de mascar o 4 bolotas pegadas debajo de la mesa del comedor; un esquimo de vainilla y 2 paletitas de pollo o manita (las clásicas). Y después de tanta azúcar, harina y bombardeo de la tele ¡Puta! El gordito soñábase “Power Ranger” o aventurero como “Indiana Jones”. Fui súper campeón aunque no corriera más de una cuadra sin sacudirme todo y sudar, fui “Gokú” y “Ramón Ramírez”. Y las luchas eran otro pedo, “Máscara Sagrada”, “Atlantis”, “La Parca”. Chillaba como puerquito y me montaba en el sillón cuando salía el amo de los ocho ángulos, el maestro de las artes marciales más cabrón de todo México: ¡Octagón!
personalidad múltiple, aunque la teoría que sostengo es que, siempre me he sabido feo y no quiero que todos me sigan viendo la jeta. Total. Que en la infancia mis sueños iban por autopista, todos en chinga. No sabía de la vereda México–Te jodiste, que era la realidad por la que transitan millones de sueños rotos, me esperaba años más tarde en la caseta de la vida de a de veras. Uno a uno los sueños se fueron quedando ciegos, fueron atropellados o simplemente ignorados, condenados a vagar la vida eterna en ensoñaciones, entonando una lastimera tonada que haga notar su desespero, tristeza y jodido estado. Se volvieron ciegos por que quisieron y optaron, opté, sentarlos en una esquina y llorarlos en lugar de hacer la intentona. El paleontólogo se fosilizó debajo de programas del discovery channel, el luchador ni se alcanzaba a ver el “pilín” debajo de la panza; el cura se
arrepintió de milagro; el militar de soldadito de juguete no pasó, no fue ni cabo, ni cupo más en las aspiraciones; el chef no tenía huevos, así quedaron en repisa los sueños. Pero ya fue mucho caer en el hoyo como para no sacar un clíchesco y rico argumento salvador, aquel que nos devuelva la fe en el mundo y los dioses. La solución llegó en el limbo. El putero de los sueños corrompidos, el lugar donde las morras de primaria inalcanzables ahora me bailan cada que cierro los ojos. Ahí, en el centro cultural de las emociones encontré desesperación y miedo, a no saber cuál era el siguiente paso, la salida más próxima, e hice lo que siempre. Escribí. Como lo hice a los cuatro para reclamar a mamá que era enfermera y trabajaba de noche, el que o nunca estuviera o si lo estaba, era dormida. Escribí con crayola y mucho coraje. A los once en un ejercicio de biografía, declaré que el mejor día de mi vida fue cuando nació mi hermana, morena, chaparra, desmadroza, caótica, mi antítesis. Años después ella encontró la libreta y me develó ante mis padres, se burló a más no poder, y lo único que hizo fue darme la razón, si fue el mejor día de la vida. Y así llegó. Escribir. Siempre has, he, escrito, las fobias y las entrañas siempre te han empujado a una libreta. Las letras han sido siempre la tabla, que es límite y borde entre el barco salvación de lo aburrido, de lo típico y el océano de tinta y desventuras, de duro y rudo oleaje, hogar de monstruos marinos inimaginables. Pero aquí estoy, al borde, listo para saltar. Llevo todo lo que necesito para el más dulce de los náufragos suicidios. Está mi pluma, mi libreta, mi aparato reproductor (de música) con tantas y tantas voces que me hablarán al oído, llevo tiras de condones como cartucheras de balas, y no llevo agua. Si me da sed, beberé del océano, si me da sed tomaré de ahí, agua salada de las emociones, de lágrimas y sudores, y no será locura, será dejar que, de a poco, yo también me vuelva océano, yo también me vuelva historias. Play al reproductor. Una reina canta al oído y desata la locura. Mercury y voz. “…Are you ready/ are you ready for this/ are you hanging on the edge of your seat/ out of the doorway the bullets rip/ to the sound of the beat/ another one bites the dust…”
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EL NIÑO TOPO
NADIE TE VA A DEJAR UN TÚNEL LIMPIO Y PAVIMENTADO. ES TU PROPIA CABECITA, NENE. ESCÁRBALE PARA ADENTRO. EN LO TIBIO Y EN EL EGO. SI ESCRIBIR YA NO ES HISTERIA NI SANAR. DÉJAMELO MÁS BARATO EN ESTA ÉPICA DE LAS UÑAS, NADA MÁS PARA LOGRAR VER LA LUZ Y QUEDAR CIEGO Y EXPUESTO.
FOXEL Y EL FIN DE LA INFANCIA
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EL PERRO PEDINCHE
FOTOGRAFÍAS INSTANTÁNEAS DE LA INSATISFACCIÓN O NUESTRA PARTICULAR VERSIÓN DE LA POSMODERNIDAD CON HUMOR ÁCIDO Y CORROSIVO. ESCRIBIR PARA PEDIR, COMPARTIR Y DESPEDIR. SI NOS EDUCARON EN CHILLAR PARA ADENTRO, EL CONCIERTO ES LA ARENA DONDE TE ABRAZAS A HUEVO, INCLUSO DE LOS QUE DECIDIERON CUANDO Y COMO IRSE.
(Al acabar esta canción tengo algo que contarles) Por Pinche Envidioso
Ni cómo adivinar el clima con un cielo confuso, sin saber si el sol permearía las filas largas o una que otra nube lo taparía para orinarnos un rato. No importaba. Ese nueve de noviembre nos dimos cita los que teníamos que estar. Amaury, Gandhi, Erika, Gaby, Ángel, Luigi, Dante y yo. Ellos esperaban y eran parte de la cola de dragón que había para entrar al Palacio del Arte; entre gritos, festejos, alegría, desmadre y júbilo por querer ver y escuchar a Café Tacvba. Por mi parte estuve recibiendo a la prensa chaquetera que según iba a “cubrir” el evento. Ir por ir, escribir o grabar cualquier madre y sacar la chamba. Tomar fotos a lo pendejo y decir que fueron al concierto.
das, fuera pura imaginación para creer que en algún rincón me saludarías. Para decirme en la jeta que la locomotora de tus días debía parar. Que las riendas estaban destorlongadas. Que la cuestión era volver a comenzar, por eso tenías que dejarte caer. Llegar al fin de la infan-
El concierto avanzó y por fin apareciste. De expresión tranquila, con tu niño y tu niña en brazos. Te colaste, estabas en el escenario justo debajo del teclado. A la vista de todos. Rubén Albarrán te dedicó un pensamiento, dijo: “Para todos aquellos que ya comenzaron su camino hacia las estrellas, deseando que tengan buen camino, que lleguen rapidito. Que nos manden una bendición desde allá, para todos los que estamos aquí todavía” Esa noche, a pesar de todo, fue tu noche. 22 años. 22 canciones. Un par de rolas más y fue todo. El inmueble empezó a vaciarse, nos quedamos sin ganas de ir a un bar, por muy Tacvba que fuera éste, pues traíamos un puñal en el corazón. Nos tomamos la foto del recuerdo y partimos a casa de Amaury y Gandhi a seguirla, lo que terminaría en condescendencia histriónica con las botellas. Lo que me llevó de la mano hasta por el más mísero sentimiento, dándole connotaciones catastróficas, imperantes; al grado de llegar a aceptarlas como normales, elocuente. Necesarias.
El inmueble no se llenó, las personas pusieron menguado interés a Durazno Sangrante y a Mexican Dubwiser, quienes fueron los teloneros de los Tacvbos. Posteriormente con baile y salón pa’ rato, la música esperada empezó a colorear el humor de los presentes. Pero no el de nosotros, cada uno tenía el semblante seco. Fantasmal. La sonrisa dibujada que se cercioraba de equilibrar la tristeza, de hacernos saber que él estaba presente. Ahí, donde lo señalaras. Allí a un lado mío, tuyo. De todos. “Como te extraño mi amor por que será…” Cimbró en los oídos de la gente. Euforia inmediata. Esa sí se la sabe el mocho moreliano. Mientras a mí me recorre el sentimiento de ahogo. De pena. Un espectro que tantea mi cuerpo, que me apuñala con el recuerdo. Y ni cómo verte a través de las persianas. Ahora sólo queda llevarte las flores donde yace tu corporeidad, tu prisión amorfa de esta disoluta vida. La ingrata que a tu manera, era más pinche que bonita. Podría no existir ese momento. Ser una invención mía. Que el cero y uno escuchado sea una creación pueril. Una simple cosa. Que la conjunción de miles de personas, de entes bailando al son de la música, en el ruedo, en las gra-
Mira que qué chingadera recibir tu partida al mediodía.
cia, de tu niñez. Eras un niño cabrón. Un niño que ya cuidaba a sus niños. Pero no te preocupes, que esa noche bailamos, cantamos, nos reímos. Te extrañamos. Total, qué más hacemos de este lado del camino, donde el espacio compartido por nosotros, tus amigos, recordaba en cada verso, en cada estrofa lo que eres. Nadie pensó que habrías de buscarnos de mañana. Tus llamadas solían ser de noche: “vamos a platicar”. Era tu frase. Eso bastaba para salir a charlar de madrugada, con tus pensamientos melancólicos, tus dudas y tus vivezas.
Congoja noctámbula de tragos encima y el recuerdo a flor de piel. De lágrimas a escondidas y siempre volteando hacia la pared, no sea que me vayan a ver. No sea que te vea y no sepa qué decirte. Qué te digo. Lo implícito o mi sentir por tú egoísmo. Siendo mí ser más egoísta por juzgarte y no entender los porqués. Te escribo y recito una letanía con los enanos que maquilan el recuerdo. Los que están. Ahora que no te veo. Aquí comparto con el perro pedinche que está a mi lado en esta taquería tu recuerdo y el almuerzo. No se llena el desgraciado. Como tú, que no te bastaba el mundo, no te entraban del todo las opiniones, siempre quisiste más. Así eras tú, así te fuiste.
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EL GRAN TIN TAN EN LA YOSHOKURA
Nación Zombi
Por: Alejandro Báez El scrach scrach ronda por todo el ámbito. Las luces destellan y la gente se mueve al ritmo de película antigua, de esas que no llegaban aún a los 24 cuadros por segundo. Bum bum trash trash shuit shuit pum pum y las manos levantadas se agitaban al ritmo de Suite Tropical de Sussie 4. El primer concierto presentado por la Yokoshura es un éxito. La juventud trum trum plam plam plam trash plam plam trash y la voz electro acústica inundan el ambiente. La oscuridad cortada a cuchillo por los destellos de luz no deja ver nada. El tuerto es rey en el reino de los ciegos. Mientras la carnaliza se agita y regurguirita al ritmo de los DJ’s, una sombra imponente, como salido de un relato de H. P. Lovecraft, se desliza por todo el XO KLUBB PRIVADO. Repta por las paredes, el techo, el piso, la gente. La sombra aparece y desaparece al propio ritmo de los estrobos. Bum bum trash trash shuit shuit pum pum trum trum plam plam plam trash plam plam trash. Si se agudiza el oído, esta trae su propia melodía:
jes, carnalazo. Si este ritmo lo inventó un carnaval que andaba un poco pistolero. Y como andaba rete briaguillo se tragó el tapón de la botella. Y le burbuneaba aquí en la bodega de un Laredo para el otro (…) Guáchelo efectivamente”. Y sin perder el brillo de sus ojos verdes y con ese bigotillo que enmarca su gran boca, Tin Tan comienza a bailar al ritmo del electrodance. Se transforma en Baloo, el oso, al ritmo de Yo quiero ser como tú, la maravillosa rola que ejecutó al lado del rey Lui, en la voz de Flavio. RAAARRNE RAAARRNE Que rico bailas, papi ¡HADLADLADLADA! Wella hadlada-attadooteh Hodel-doh daleetalut! Hootadeeta doota datatat!! Jiglizit, jiglizit Zebatta-da, habada. Todos empezaron a rodearlo para que quedara en el centro de la pista. De entre la gente, tomo de la mano a una chavala y la convirtió en su Bonita, / Como aquellos juguetes / Que yo tuve en los días / Infantiles de ayer. / Bonita, / Como el beso robado / Como el llanto llorado / Por un hondo placer…
Dubi dubi dubi didu. Yo bailo el dubididú. Tú bailas dubididú. Todos al dubi dubi dubi didu dubi dubi dubi didudidú. El saco largo, hasta casi las rodillas, la cadena de leontina pendiendo sobre una pierna. El sombrero de ala corta, con banda negra y la siempre presente pluma germinaba para identificar al pachuco de pachucos. El Rey del barrio, el que es músico, poeta y loco. Es un muerto que no hace ruido. Germán Genaro Cipriano Valdés Castillo, recordado como Tin Tan está presente en el evento de la Yokoshura.
De la nada, Marcelo llegó hasta donde Germán era el único foco que brillaba en la pista. La música nacía de su bien modulada voz y de sus finos pasos de bailaba.
--¿Le gusta este tipo de música, Tin Tan? No es lo que usted cantaba, bailaba y parodiaba en sus presentaciones en El Patio o en las películas que hizo… “Silabario que me gurgurita este ritmo ameriqueque. Guachea cómo muevo los pies”.
--¿Por qué me interrumpes, carnal? No vez que ya estoy en sintonía con esta chavala Con la mirada, le señaló a alguien, perdido en el tumulto anónimo.
--Pero sus ritmos son los tropicales, la canción vernácula, el boggie, el rock’n’roll… “¿A poco me estás diciendo petarrillo? No te espon-
--El dueño del bululú este quiere que le azotemos con
la marmaja de la beberecua, dijo Tin Tan, sabiéndose perdidos. Marcelo, el fiel carnal, sacó la guitarra, mientras Tin Tan se dirigía al respetable: --Voy a cantar una canción que, bueno, a mí me repapalotea. Y cantaron a dúo: “Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla. Ya nos vienen a cobrar. Y yo no traigo dinero. Arráncate pa’ la puerta. Arráncate tú primero. No dejes de seguirme. Allá te voy, compañero. Se va el caimán, se va el caimán. Se va para Barranquilla… Y se va también sin pagar. Y la gente volvió a agitarse al ritmo del punchis punchis y la pareja de oro, Tin Tan y Marcelo, dejaron una estela de recuerdos en blanco y negro. Como la iluminación del antro.
MUERTOS VIVOS. SOCIEDAD ZOMBI. DIÁLOGO BANQUETERO CON LOS HABITANTES DEL OTRO BARRIOTITLÁN QUE DAN VOLTEÓN PARA PARLAR DE LO QUE SIGUE RONDANDO ENTRE AMBOS CACHETES. CUIDEN NOVIAS Y CARTERAS.
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