1/2 día del Domingo Nº 2

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DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE 2013 / CIUDAD COJEDES

ensayo música RAZÓN poesía cultura BELLEZA arte narrativa y REVOLUCIÓN ideas

½ DÍA DEL

DOMINGO Sonidos de la Casa

Camino del Río

El CHA CHA CHA de “Uña de Oro”

Pág. 1 y 2

Manuel Abrizo

1/2 DÍA DEL DOMINGO 1

Arpa Legendaria, la suya

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Miguel Pérez

Briznas al Viento Dirección: Miguel Pérez

Tres poemas de Alberto Arvelo Torrealba

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EL CHA CHA CHA DE “UÑA DE ORO” MANUEL ABRIZO

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l Baúl es un pueblo pequeño, con no más de cinco mil habitantes, considerado “la cuna de los arpistas de Venezuela”. La razón de que esa tierra moldee tantos talentos es un misterio. La respuesta, quizás, esté “soplando en el viento”, como diría Bob Dylan. El aire bauleño siempre ha estado cruzado por el sonido del arpa, del cuatro, la bandola, las maracas. Y esta cualidad se hunde en el pasado: en el siglo XIX un cura se quejaba a sus superiores de los continuos jolgorios y el bullicio de los pobladores, quienes no salían de una fiesta al golpe del fandango, antecesor del joropo. De allí son Amado Lovera, Cándido Herrera, Silvio Cancines, Inés Carrillo, Freddy Cancines, Lionzo Vera, Víctor Lemus, todos ellos miembros de la selecta lista de habilidosos ejecutantes del popular instrumento musical criollo. Para 1941, cuando nace Amado Lovera, todavía en El Baúl quedaba cierto brillo de un pasado de esplendor económico. El pueblo fue uno de los más prósperos del llano gracias al comercio de plumas y cueros que venían de Apure en bongos que navegaban por el río Portuguesa. Lovera asegura que la atracción por la música era algo natural. “Uno creció viendo a otro tocando, y le gustó. Le agarró el gusto al asunto. No hubo escuela y aún no la hay”. Sin embargo, cuando en los momentos de reflexión, echa la película personal hacia atrás, tratando de hurgar en el origen de su vocación, aparecen capítulos que evoca con placer, y hasta con nostalgia. En primer lugar está María Apolonia de Lovera, su madre de crianza, a quien le decían Pola. Y con ella un pilón. Dibujando con las manos el ir y venir de la maceta, Lovera recrea el ritmo producido por el golpeteo: “Yo le ayudaba a pilar. Pilábamos primero a dos manos. Una mano de pilón ella, una mano de pilón yo. El sonido y el ritmo acompasado con una mano de pilón es cha cha, cha cha, cha cha. Después con las cuatro manos ( una maceta de pilón en cada mano e intervalos más rápidos): chacha, chacha, chacha, chacha. Tiene que haber un equilibrio y armonía entre las cuatro manos para que no choquen entre sí. A mí me gustaba mucho porque yo veía el producto de lo que habíamos hecho. De ahí mi mamá hacía arepas, empanadas, y arepitas dulces, y yo vendía todas esas cosas”. Junto a “mamá Apolonia”, su cuñado Alí Jiménez ocupa un lugar especial. Era un hombre de una calidad humana extraordinaria. Alegre. Le gustaba cantar, y bailaba muy bien. Con su cuñado fue a Roque, al sur de El Baúl, entre La Unión y Guadarrama, en donde vivió momentos inolvidables. Por allí, rasguñado por el arañagato, se extravió en la sabana, buscando el hato Manirote donde vivían unas muchachas. Jiménez, más que cuñado era un amigo, lo estimuló mucho. Lo presentaba a sus conocidos y les decía: AMADO LOVERA (2013)

de Richard Oviedo Carboncillo sobre papel, 45 x 35 cm

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Coordinación Editorial: Daciel Pérez Diseño y Diagramación: Luis Daboe Correo electrónico: mediodiadeldomingo@gmail.com @1/2díadeldomingo

Sonidos de la casa


2 1/2 DÍA DEL DOMINGO “TOCA MUY BIEN EL ARPA; ÓYELO”. Recuerda que había dos rokolas en El Baúl. Una de ellas estaba en un bar en casa de Manuel Fleitas, en el Paso Real. El aparato cambiaba de colores. “Yo picaba leña y vendía la cuenta de leña, 400 astillas, por diez bolívares. Cinco bolívares de esos diez los gastaba en arepitas dulces, que hacía una señora llamada Candelaria; me gustaba mucho las arepitas dulces. De los otros cinco bolívares, le daba tres a mi mamá, y le metía dos a la rokola para oír mi música desde la calle, porque no me dejaban entrar al botiquín. Yo me escondía a escuchar aquellos pasajes de los Torrealberos (el grupo de Juan Vicente Torrealba): Concierto en la llanura, Aquella noche, Desilusión, Rosa Angelina, que cantaba Mario Suárez, y ese Seis por derecho y Las ramas del guayabo, de Pedro Emilio Sánchez, con Los Copleros del Camino, y el conjunto Palmarito, que dirigía Valentín Carucí. La otra rokola estaba cerca de mi casa, al lado del mamón. El dueño tenía un arpa”. En esas rokolas marcaba una y otra vez las teclas de Tierra Negra, interpretada por el legendario Angel Custodio Loyola. La letra de Tierra Negra (Adios llanos del oeste, matorrales y caminos…) la tenía metida entre ceja y ceja. Soñaba con ella.

“...Mi compañera inseparable ha sido el arpa...” “ En El Baúl había un cuatrista que formó parte de Los Torrealberos, llamado Rogelio Arvelo, le decían Arvelito. Es el compositor de La Enramada, canción a la que Valentín Carucí le escribió la letra. Arvelito un día vino al pueblo a visitar a sus familiares y llegó a casa de Rafael Vidal, quien tenía un arpa, y se puso a tocar Concierto en la llanura, y esas canciones de los Torrealberos. Yo quedé maravillado. Un día le dije a Rafael Vidal que me prestara el arpa, y me puse a templar las cuerdas. Saqué esa canción Tierra Negra. La puntearía con un dedo, pero la saqué. Me emocioné muchísimo. Tenía como trece años. Le dije a un señor llamado César Santos, a quien le decían Santote, que me hiciera un arpa, y mi mamá, para complacerme, vendió un cochinito que le había costado 25 bolívares. Lo mío fue rápido. A los tres meses de estar dándole al arpa conocí, en casa de Carlos Loreto, a Valentín Carucí, quien me invitó para Caracas. El arpa que me gustó fue el arpa torrealbera, de melodía, el arpa romántica. El estilo mío es el torrealbero. Yo tocaba el cuatro en las parrandas de aguinaldo después que murió mi papá, y traía ese entusiasmo por la música”. En Caracas, invitado por Carucí, hizo realidad un sueño: entrar a

CIUDAD COJEDES / DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE 2013

Joseíto Romero, el hijo de José Romero Bello, que estaba aprendiendo a tocar. A nosotros lo que nos interesaba era aprender a tocar el arpa, porque teníamos las tres comidas muy buenas. En Caracas conocí a Juan Vicente Torrealba, de quién recibí clases por casi un año. Creo que fui el único arpista que él le dio clases así. Mi estilo es parecido al suyo. Para mi Juan Vicente Torrealba es lo máximo, es el arpista más grande. El es el creador del pasaje estilizado”. En Nueva York, durante una gira con Mario Suárez, un grupo de periodistas y cronistas latinoamericanos, lo apodaron “Uña de oro”, por su habilidad y talento para tocar el arpa. Grabó un primer disco con Adilia Castillo, y desde allí arrancó la carrerea de éxitos de Amado Lovera como solista o acompañando a los mejores artistas criollos, y un bojote de afuera (Pedro Vargas, Plácido Domingo, Chuco Foto de Manuel Abrizo Radio Difusora Venezuela, y participar en el programa Brindis a Venezuela, espacio en vivo que marcó una época de oro en la música venezolana. Por ahí pasaron las grandes estrellas: Magdalena Sánchez, Rafael Montaño, Mario Suárez, Adilia Castillo, Víctor Morillo, Los Llaneros del Oeste con el maestro José Romero Bello. “Cuando llego a Caracas que conozco a toda esa gente, bueno imagínate cómo me puse. Llegamos a una pensión de la señora Juanita Marín. Allí vivían Cándido Herrera, José Romero Bello, Eneas Perdomo, Miguelito Rodríguez, que era un arpista de corte estilizado, Melesio García, un coplero que cantaba con el Indio Figueredo, y

Foto de Manuel Abrizo

Las cuerdas del arpa de Amado Lovera siguieron sonando como en sus mejores tiempos. El músico bauleño decía que la música venezolana se ha distorsionado un poco y que ya no está de moda cantarle bonito a las mujeres

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Avellanet). Entre discos de acetato, discos compactos, y casetes, tiene más de 500 producciones. Considera a Mario Suárez, con quien cumplirá 50 años trabando, como el mejor interprete de música venezolana estilizada; Alfredo Sadel fue el que llevó más lejos su voz. “Yo no vivo del pasado, pero recientemente comentaba con Mario Suárez, que antes las canciones eran bonitas, poéticas, hablaban bien de las mujeres. Ahora la canción se fue para otro lado. Y la música nuestra se ha descompuesto un poco. Estamos perdiendo identidad. He escuchado a muchos compositores decir que pasó de moda cantarles bonito a las mujeres, referirse al paisaje, las garzas volando. O como decía Germán Fleitas Beroes: El alma se me conmueve/ las garzas vienen llegando/ con su vuelo triste y leve/, y los árboles van quedando/ como cubiertos de nieve. Eso es en el Estero de Camaguán con los árboles blanquitos por las garzas. Ahora eso es feo”.

El 03 de septiembre de 2013, a las 07:00 pm, en la Av. Municipal, justo al frente del Aparto hotel la Llovizna, cerca del sector Juan Bimba, de El Pensil, Puerto la Cruz, cayó Amado Lovera, arrollado por un automóvil.

De cuando Alfredo Sadel pensó que el arpa criolla era un piano Alfredo Sadel, no para mí, sino para todo el pueblo venezolano ha sido el artista más completo, que ha dado esta tierra de Bolívar. Él confiaba mucho en lo que yo hacía. Claro nosotros los músicos criollos, en la mayoría, somos músicos de inspiración, ahora en este tiempo es que nos hemos preparado a la lectura y la escritura, pero anteriormente era puro oído, lo que llama uno músico de guataca, eso es un oído fenomenal, porque el cantante va por aquí y uno se acopla rápidamente. Alfredo Sadel, estaba trabajando en un negocio en Caracas y empezó a cantar boleros, ligando uno con otro, como un popurrí; creía que lo que tenía ahí era un piano, y es un arpa. El arpa criolla es muy limitada, porque es un arpa diatónica, no es con la afinación del piano, que es cromática. Entonces yo me la ingeniaba y hacía los bemoles y los sostenidos, el hombre quedó muy complacido. Después se fue a cantar a un negocio que tenía una orquesta, Ud. sabe que los músicos de orquesta tienen su partitura, ellos van a tocar lo

que está escrito ahí, y él quiso hacer la misma gracia. Claro, es un momento de inspiración, porque Alfredo Sadel era un hombre muy preparado, inclusive dirigía orquestas y hacía arreglos, pero en ese momento se le salió esa. Y les formó un zaperoco a los músicos, porque quiso hacer la misma mezcolanza que hizo conmigo, que era un asunto de guataca, como decimos nosotros, y ellos están tocando lo que está escrito. Les dijo: “Oye vale, vengo de cantar con un conjunto criollo y me acompañó perfectamente, y ustedes no pueden acompañarme, dieciocho años perdidos”. Dieciocho años de música. Pero bueno son cosas que se entienden. Y me dijo un día Alfredo Sadel: “Oye vale, a ti lo último que te falta por acompañarme es opera”. Y yo le dije ARRÁNCATE. FRAGMENTO DE UNA ENTREVISTA QUE CONCEDIERA AMADO LOVERA A LA FUNDACIÓN CASA NACIONAL DEL ARTISTA, PARA EL ESPACIO VOZ DE LOS CREADORES DE VENEZUELA. En: http://www.vozdeloscreadores.gob. ve/contenido/AAM/artistas/amado_lovera.html


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Camino del Río

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e me dijo que murió Amado Lovera, “Uña de oro de Venezuela”, símbolo de nuestro patrimonio viviente, símbolo de nuestro orgullo, de la tierra que lo vio nacer, del sonido clásico que brota de las profundidades de nuestros llanos y de las más profundas interioridades humanas del hombre de a caballo, curtido en la soledad, de la que es baquiano y prefiere mentar íngrima, sin más alivio que el corrincho de las 32 cuerdas del arpa para el más triste de todos los dolores. Amado le cumplió a los suyos y a Venezuela, y lo hizo con grandeza y decoro, con entrega y pasión, con fervor, con tesón, con constancia, dentro de un círculo de coherencia que se abrió recién salido de la adolescencia, cuando viaja a Caracas y aquel muchachito no se dejaba intimidar con el tropel de las arpas ya célebres; y desde entonces, comenzó a sonar por todos los caminos ¿Y qué es el llano sino un camino ancho y largo?, una música única que conocemos por Amado Lovera, una manera de tocar el arpa, como Amado tocaba la suya, una manera de meterle corriente a un baile, que en las ciudades, caseríos y pueblos, se conoce por Amado Lovera. ¿A dónde no fue Amado Lovera con su arpa? ¿Dónde no estuvo? Del bosque de los elegidos, de la morada de los dioses, al más modesto de los hogares de sus amigos o compadres; de las gradas del poder, a las de las fiestas patronales de algún caserío, de los estudios de grabación a las estaciones televisivas o radiales; del hato o finca de algún ricachón al espacio soñado de enseñar el toque de arpa. Ni dos ni tres en uno. No aspiró a tanto. Amado y su arpa. El arpista que jamás cambió su ocupación de arpista, a tiempo completo, por otro oficio o quehacer. Ese fue el más grande de sus tesoros, el más grande de sus amores, el único título que lo hizo feliz: “Amado, el arpista”. Enamorado en un baile, tocaba como siguiendo el dictado de un Dios o las señas que le deletreaba al horizonte; nadie, ni el cansancio de una noche entera, lo separaba del arpa. Es que siempre dio gusto escuchar un arpa entre las uñas de Amado Lovera. Conoció a los grandes arpistas del llano y entre ellos creció: Ignacio Indio Figueredo, Juan Vicente Torealba, Juan Vicente Valera, Alfredo Tenepe, Cándido Herrera, Eugenio Bandres, Eudes Álvarez, Hugo Blanco, Henry Rubio, Omar Moreno y Joseito Romero, pero Amado no quiso parecerse a ninguno de ellos porque tenía el encargo de ser Amado Lovera, el arpista de El Baúl, el gran Amado Lovera, que homenajeo Reynaldo Armas en “Fiesta Cojedeña”. Valentín Carusí, cuando en la épo-

Arpa Legendaria, la suya MIGUEL PÉREZ

ca de “Los copleros del camino”, el afamado autor de “Palmaritales de Arauca”, lo escuchó en El Baúl, en la casa del prefecto Rafael Herrera La Riva; y de allí salieron a hablar con los padres de Amado porque el muchacho debía irse para Caracas. Vicentico Rodríguez, mejor que yo, puede relatar cómo ese día lo despidió El Baúl; trajeado con el mismo flux de la primera comunión. Y con ese viaje a Caracas, el andar incesante que fue la vida de Amado, vino el encuentro casual con Mario Suárez, a quien su conjunto de confianza le echó una broma, compromiso de por medio, con un presidente que no andaba con vaina; y a Suárez no quedó otra que aceptar la recomendación de Víctor Morillo, “El Tricolor”, muy temeroso de la edad del recomendado; el muchachito que entonces era Amado. —Se las toqué redonditas como Juan Vicente Torrealba se las tocaba, con los pelones de aquél incluidos; recuerdo que Amado me completó el cuento una vez que hablamos de

* “... pero Amado no quiso parecerse a ninguno de ellos porque tenía el encargo de ser Amado Lovera, el arpista de El Baúl, el gran Amado Lovera, que homenajeo Reynaldo Armas en “Fiesta Cojedeña”. *

eso. De la jornada, el muchachito Lovera salió con un Pecho é Caribe en el bolsillo (50 Bolívares; un dineral en su momento) que le dejó caer el General Pérez Jiménez y una amistad que hasta hoy se mantiene, un lazo de mutua admiración, entre arpista y cantante. En otra ocasión, me preguntó Amado, qué cuando será el día, en que los cantantes de la música del llano, le reconocerían a Mario Suárez, la singular hoja de servicio en esta materia, de promoción y difusión, cumplida en el exterior, específicamente en Cuba y México. Es otro de los reconocimientos que no se le puede escatimar a Amado Lovera, el andar de su arpa fuera de la fronteras de Venezuela. El cantar de Adilia Castillo siempre estará unido al arpa de Amado Lovera. Y con el de Adilia, el de su comadre Magdalena Sánchez, inmensa entre los grandes. Y con ellas, Héctor Cabrera, Lila Morillo y Alfredo Sadel. Hombre, de las grandes batallas de la resistencia cultural, de este conflicto entre privilegiar lo de afuera y borrar lo que reclamamos nuestro; entre la Venezuela indómita, que el maestro José Romero Bello nos enseñó a reverenciar, y la dominada, sometida a los dictados imperiales. Amado cumplió con su tarea de no dejar morir de mengua la música del llano, de los llanos; de la Venezuela de la soga y el caballo, de los caminos largos y la palma. Tenemos mucho que ver con el mundo; pero también somos una particularidad que es necesario conservar, lidiar, porque entonces ¿qué sería la patria? No exagero si digo que en los peores momentos del extravío del poder y la política, cuando en cambote los sectores dirigénciales del país se entregaron a la horca insensible del neoliberalismo, Amado Lovera, desde el silencio, como tantos otros hombres de la cultura, representó la patria… fue la patria cuando todos se prestaron a la entrega… a silenciarla desde la radio y la TV. Y cuando muchos se cansaron de pelear, él siguió en lo suyo imperturbable como sí se tratara del pago de una promesa. Si por héroe, tenemos a los que se inmolaron por la fundación de la República de Venezuela; no se me venga a decir, que tal calificativo no lo merece quien vivió solamente para conservarla, para mantenerla de pie —porque en un descuido se pierde—, para enaltecerla y siga siguiendo la cuna de Bolívar, bebiéndose y promocionando —aunque agrio—, es nuestro vino, como lo escribió Martí, los pilares de la venezolanidad o lo afirmativo venezolano. Amado era de ese linaje de hombres. Y como tenía razón exacta de su estatura, hizo de la modestia su bandera y su rostro. Se me dijo que Amado ha muerto, pero yo tengo mis dudas.

Producción Discográfica


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Tres poemas de Alberto Arvelo Torrealba 2

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Otros de los arenales

El quemado está de luto

Bambú de caña batiente

copas de las campanillas,

como una flor de cuaresma

atalayero de azules,

bastos del cardón doliente,

porque las brisas jugaron

arpa de todos los verdes,

espadas de las espigas.

un carnaval de candela

cimera de alas dulces.

En San Carlos tus lagunas

Yo anduve con suerte triste,

Su ancho disco de horizonte

son espejos de las garzas.

me la puso triste el Llano:

puso a reír la mañana,

En ellos la luna triste,

entre mi vida y tus ojos

y llena de sol y brisa

en ellos se ven las manchas.

las llanuras de San Carlos.

se me enloqueció la manta.

Espadas de las espigas:

Un carnaval de candela.

Cimera de alas y luces

la sabana y yo jugando

El viento le echó a la tarde

– Trino y plumón – los turpiales

con tu recuerdo y la brisa.

papelillos de hojas negras.

pueblan de alba los bambúes

ANTOLOGÍA POÉTICA ALBERTO ARVELO TORREALBA MONTE ÁVILA EDITORES, 2004

La herencia del romancero español se despliega en América juntando las leyendas que abundan en la vida campesina de las llanuras continentales, esparcidas desde el norte mexicano hasta la pampa y el desierto del cono sur. Encontrando una expresión propia en lo popular, cristalizada en las formas métricas derivadas del romance. Arvelo Torrealba es un notable exponente de está tradición.

Cortada la Flor queda su Esencia

ISAÍAS MEDINA LÓPEZ

“ El justo reconocimiento de la UNELLEZ. Acompañado de las autoridades universitarias y de don Mario Suárez. El mismo que le confirió a amado el título del mejor arpista del mundo.

Voy a cortar una flor / con rocío de primavera”, pareciera cantarnos el destino, en medio de la inmortal pieza Tardes Cojedeñas, justo cuando se ha segado la vida del maestro Amado Lovera. Y decimos el destino porque parece una jugarreta que a falta de unos días, para celebrar los setenta y dos años su nacimiento (9 de septiembre de 1941) fallezca en Puerto La Cruz, sin más aviso que el instante súbito de su repentina ausencia. Alumno aventajado de Valentín Carucci y Juan Vicente Torrealba aceptó el reto de hacer múltiples las opciones del compás de las treinta cuerdas en una amplia variedad de facetas, incluso, al asumir los roles como productor de espacios radiales y discográficos centrados en las cadencias de la música llanera. Entres sus casi 500 grabaciones en formatos como L.P., Cassett y C.D., apoyó con la orquestación vernácula del arpa, a voces que ahora son patrimonio espiritual de nuestra nación, entre ellos a: Don Mario Suárez, Alfredo Sadel, Mirna Ríos, Lila Morillo, Carlos Almenar Otero, Cristóbal Jiménez, Reina Lucero, Luis Lozada (El Cubiro), Ángel Custodio Loyola,

Eleazar Agudo, Simón Díaz, Freddy López, Pedro Emilio Sánchez, Reinaldo Armas, Jorge Guerrero, Rogelio Ortiz y muchos más que el espacio nos limita nombrar. Pero no debemos olvidar otra extensa lista de personalidades de gran renombre en el mundo del cancionero hispanoamericano como: Lucho Gatica, Boby Capó, Bertha Dupuy, Luciano Tailoy, Fernándo Albuerne, Xiomara Alfaro, Marco Antonio Muñiz, Libertad Lamarque, Carlos Díaz, Víctor Hugo Ayala, Chucho Avellanet, Pedro Vargas, Plácido Domingo, Palito Ortega, Lola Flores y Erminia Petrusko Valen. Giras por toda América (Norte, Centro y Sur) Europa y África, se añaden a larga lista de jornadas que protagonizó, siempre, con el sentimiento de su querido Llano muy dentro de su compleja ejecución del arpa sabanera y de los arreglos que les tocara facilitar para el deleite de tan vastas audiencias. Al revisar su significativa cantidad de reconocimientos destaca que, se hizo acreedor del reconocimiento del Centro UNESCO “Si-

món Rodríguez” por la labor artística y socio cultural hacia la paz, la tolerancia y la hermandad de los pueblos, lo cual nos habla de la inmensa calidad humana que se pulsara como un tiple o un bordón en el “…Arpa legendaria del gran Amado Lovera”, según lo que nos canta Reinaldo Armas. El 10 de noviembre de 2011 la Unellez le confirió el Doctorado Honoris Causa, marcando un hito que le ha permitido recibir semejante distinción a los maestros de la talla de Francisco Montoya, Eladio Tarife, Anselmo López y Cheo Hernández Prisco. Entre sus últimas y geniales contribuciones a la grandeza de nuestra cultura se encuentra el Grupo de Arpas de la Revolución, allí reunidos en torno a su figura hemos visto las magistrales interpretaciones de Carlos Lovera, Henry Rubio, Vicente Hernández, Miguel Blanco, Eudes Álvarez y Evaristo Chirinos, así mismo, el conjunto criollo integrado por Gilberto Romero, Gustavo Aguilera y Héctor José Betancourt. José Amado Lovera Martínez, maestro Amado Lovera o simplemente “Uña de Oro”; como mejor se le conocía, bauleño de pura cepa; que en el arpegio descanses.


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