1/2 Día del Domingo Nº 3

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DOMINGO 17 DE NOVIMBRE DE 2013 / CIUDAD COJEDES

½ DÍA DEL

RAZÓN BELLEZA Y REVOLUCIÓN

ensayo música cultura ideas arte narrativa poesía

DOMINGO Sonidos de la Casa

María parió en Tinaco

Manuel Abrizo

Pág. 1 y 2

1/2 DÍA DEL DOMINGO 1

Camino del Río

Con Ida Gramcko En Valencia y Tinaquillo

Julio Rafael Silva Sánchez

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MARÍA PARIÓ EN TINACO MANUEL ABRIZO

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asta mediados de enero, en el pueblo de Tinaco, se tiene la oportunidad de apreciar uno de los más originales pesebres de la región central del país. Se trata del nacimiento llanero que todos los años instala Rafael Vilorio Méndez en el patio del caserón antañón que sirve de sede al taller y escuela de artes Ramón Méndez Figueredo. Rafael Vilorio Méndez es un notable ceramista y como poeta cojedeño es un apasionado del mundo y las costumbres llaneras. En este originalísimo nacimiento criollo se concreta el sueño de muchos compositores de aguinaldos, quienes proclaman en sus composiciones la nacionalidad criolla del Niño Dios. Si la Virgen María parió en Tinaco, el niño Jesús, en su condición de llanero, seguramente corretea por la sabana, ordeña las vacas de Don José, el padre, monta a caballo, juega bolas criollas, baila joropo, come carne en vara, arepas con chicharrón y caraotas, y degustará hallacas en diciembre, junto con dulce de lechosa. El taller de cerámica, uno de los más prestigiosos del Estado Cojedes, estaba ubicado en la calle Flores, cruce con Silva, en un ángulo de la plaza Bolívar. La sede del taller era la casa más antigua de Tinaco. Actualmente es sede de la Casa del Santo, donde esperamos funja la Casa de la Diversidad Cultural. Al traspasar el zaguán, al lado de un Niño Dios, Rafael Vilorio escribió un precioso verso con el cual se topaba el visitante y que en cierta forma es un preludio del recorrido delicioso que hará después: Gabanes de la sabana, pato reales del estero hoy le rendimos homenaje al Niño Jesús llanero o ésta otra estrofa: Lavando en mitad del río Antonia dijo a Lucía acércate por la casa que anoche parió María Rafael Vilorio Méndez confiesa que años tras año el nacimiento llanero cuenta con piezas más elaboradas. Junto a él, otros maestros artesanos del taller Ramón Méndez Figueredo se esmeraron para que cada Navidad superara a las anteriores. El pesebre, con sus casi 400 piezas, se monta en el patio de la vieja casona. El montaje ocupa una gran parte del enorme patio. Esta dimensión le permite al visitante “meterse adentro”, caminar por sus espacios y apreciar de cerca los diferentes escenarios y estampas llaneras allí representadas. Frecuentemente los pájaros de los árboles cercanos baRAFAEL VILORIO (2013)

de Richard Oviedo Carboncillo sobre papel, 35 x 30 cm

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Briznas al Viento Dirección: Miguel Pérez

De la otra orilla del llano Romance de Tres Caminos

Rafael Vilorio Méndez

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Coordinación Editorial: Daciel Pérez Diseño y Diagramación: Luis Daboe Correo electrónico: mediodiadeldomingo@gmail.com @1/2díadeldomingo

Sonidos de la casa


2 1/2 DÍA DEL DOMINGO jaban a tomar agua al río artificial y en ese momento, como figuras vivientes, se convertían en piezas fugaces del nacimiento o pasaban a formar parte del montaje, hasta que emprendían vuelo y salían de escena. La representación en cerámica muestra de los diferentes motivos de la vida cotidiana del llano: gente arreando ganado, cochinos y vacas alimentando a las crías, la sesión de ordeño, la herradura del ganado, las faena de amansar las bestias, el baile con arpa. Los Reyes Magos son un conuquero barloventeño que en vez de mirra le lleva frutos al Niño Dios, un llanero pudiente que ofrece una ternera, y un pescador de agua dulce, con la vara al hombro, quien trae bagres y cachamas para el recién nacido. En el escenario hay mujeres ocupadas en las típicas faenas domésticas llaneras: pilando maíz, cocinando un sancocho, tendiendo arepas, o echándole comida a las gallinas. Una lavandera arrodillada a la orilla del río, de ropa mojada ajustada a un cuerpo de guitarra, arranca suspiros de quienes la contemplan. Luis Figueredo es el modelador de esta sensual morena. RECUERDOS INFANTILES “El hombre ligero goza, y el que lo ve se divierte”. Esta frase solía repetirla Valentín Aguilar en las cantinas de Tinaco, luego del tercer o cuarto traguito. Era un hombre dicharachero, andariego y caminador, que se había instalado en el pueblo tras muchos años de vivencias de hato en hato, en los cuales trabajaba como mandadero. En el Tinaco del siglo pasado, Valentín Aguilar se ganaba la vida limpiando patios y solares, y recogía en una carretilla los perros envenenados a los cuales llevaba al matadero. Entonces le pusieron de apodo el “Bota Perro”. Un día Valentín Aguilar murió y quienes lo conocieron y rieron sus ocurrencias, entre ellos Rafael Vilorio, sintieron que algo se ausentaba. Otro personaje que al igual que Aguilar está representando en el nacimiento es “Boca Negra”, un famoso pescador que vivía del río. Nadie igualaba la habilidad de “Boca Negra” para lanzar la atarraya. Tenía en el cuerpo 27 picadas de raya. Sentado en un banco de madera, Rafael Vilorio ubica en el nacimiento a los personajes con su nombre y apellido, e historia, y entonces las figuras de barro adquieren vida propia, y el pueblito del patio se llena de animación. Ahí está Ribita, quien siempre salía con su burro negro, y desapareció sin dejar huella. Todos comenzaron a buscarlo hasta que vieron una bandada de zamuros revoloteando. Ribita había falleci-

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FOTO DE MANUEL ABRIZO

do de repente. Con el tiempo la gente comenzó a rezarle para que aparecieran los objetos extraviados. También está el músico Aquilino Fernández, montado en su mula. Sobre el lomo del animal está la mandolina. Atrás en una carreta tirada por un buey, vienen ebrios los miembros de su parranda. Entre los personajes sobresale la pilandera o la negra Encarnación, “una mujer que era ligera de cascos y buena de corazón”, según escribió José Carrillo, el más célebre poeta de Tinaco. Florentino y El Diablo, los personajes de Alberto Arvelo Torrealba, FOTO DE MANUEL ABRIZO

El Niño Jesús es llanero y nació entre arrieros, garzas y esteros; hasta mediados de enero hay chance de apreciar este peculiar pesebre nacionalizado

se cruzan en uno de los tantos caminos, en un paraje sombrío. La fauna llanera también está notablemente recreada en el pesebre, con sus garzas, báquiros, chigüires, osos palmeros, ubicados en sus ambientes naturales, ya sea el caño, la laguna, o el río. Otro de los atractivos del nacimiento es la representación del pueblo de Tinaco de principios y mediado del siglo XX, con su iglesia, sus calles de tierra, y los enormes caserones, herederos de la arquitectura española, de patios y corredores internos y amplios salones. En una de las casas está la pesa de Teófilo Guevara. Allí sacrificaban ganado y cerdo. Colocaban una bandera roja cuando mataban una res, y una blanca si era un cochino. Así la gente sabía qué tipo de carne había. En esa esquina se paraban los autobuses de la vieja línea que transportaba pasajeros entre Acarigua y Valencia por carreteras polvorientas. “Los viajeros compraban carne salada”, recuerda Vilorio. Las casas son obras de Carlos Daniel Ramos, maestro del taller, y muy reconocido como ceramista por sus piezas y fachadas del pueblo. Junto a él y Vilorio Méndez,

¿Cómo empezó a » moldear?

participan con piezas, los artistas y maestros Baltasar Sánchez, Luis Figueredo, Germán Vilorio, Juan, Eduardo y Simón Párraga. Las escenas del arreo de animales recrean las imágenes que Rafael Vilorio Méndez grabó de niño al observar el ganado de las fincas de Bernardo Sosa que pasaba por Tinaco rumbo a Valencia. Era un espectáculo increíble. Los hábiles jinetes controlaban una manada de tres y cuatro mil reses. Para entonces Tinaco era un caserío de calles de tierra, polvorientas en veranos, barrosas en invierno, y “perfumadas” por el cagajón de las bestias. Estas escenas, aliñadas con cuentos de espantos y aparecidos, perduraron hasta que al pueblo llegaron los primeros camiones y se comenzaron a construir las carreteras. Además del peculiar pesebre criollo, también, en un cuarto contiguo de la casa, se pueden apreciar otros nacimientos, pero de estilo tradicional, aunque uno de ellos tiene un pilón de base. Las piezas del mayor y más completo de estos pesebres estaban guardadas en la casa de Luis Figueredo. Luís Figueredo también es un excelente ceramista y artista, apasionado de las figuras religiosas.

Yo les hacía los trabajos a los hijos y los nietos míos, les hacía sus muñequitos de plastilina, sus animales. Y casualmente un día estaba mi hija Soraya, la abogada, y mi yerna la profesora Moraima, que si trabajaban con arcilla, y estaban haciendo un nacimiento criollo, pero no les salía, les costaba moldear los animales las figuras las hacían muy buenas, pero el burro y el buey no. Y les dije déjame a ver si a mí me salen, y me puse a moldear, me salieron la mula y el buey, y les gustó mucho, y empecé. Llegó un señor amigo de mi hijo, y me preguntó: ¿Tú no me haces un nacimiento criollo?, y yo le dije, yo se lo hago. Entonces lo hice y me gusto, y ahí empecé, me incline al trabajo con arcilla. Con el tiempo se me unió Luis Figueredo y empezamos a trabajar con los muchachos, más que todo los que tenían problemas. Me puse entonces a eso a orientar muchachos y muchachas, y funde la escuela (Taller de Artesanía Ramón Méndez Figueredo). FRAGMENTO DE UNA ENTREVISTA QUE CONCEDIÓ RAFAEL VILORIO AL CRONISTA WILIAMS GARCÍA, PARA EL REGISTRO DE PORTADORES PATRIMONIALES DE VENEZUELA. (17/09/2013)


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Camino del Río

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ecuerdo con nitidez a padre, en amena charla con aquel catire de rostro amable, pobladas pestañas y mirar dulzón. Entraba el invierno de 1956 y la tienda de abarrotes de Vilariño (digna antecesora de nuestros actuales supermercados) siempre llena de clientes, era el ambiente adecuado para la tertulia semanal. Nosotros, luego de atravesar parte de la ciudad –pues veníamos en autobús desde Tinaquillo– y de caminar por las estrechas calles del centro, sorteando las chorreras que bajaban por las cunetas, arribábamos al cruce de las esquinas (confluencia de las calles Constitución y Colombia, frente a la Plaza Bolívar). Y entonces, la maravilla: la vitrina de los quesos, los jamones, el paté de foie - gras y toda la charcutería imaginable se abría ante mis ojos. Mientras probaba aquí y allá y mis sentidos se poblaban de olores y sabores variopintos, padre insistía en su ritual conversación: la Europa de la postguerra, las truchas del valle glaciar, evocadas con deleite por el viejo expatriado, los últimos detenidos por la Seguridad Nacional, el desembarco de Fidel en el Granma, las muertes de Pocaterra en Montreal y de Andrés Eloy en México, los recientes logros de la resistencia, el Premio Nobel de Literatura concedido a Juan Ramón Jiménez… Al fondo, un valsecito de Strauss marcaba el ritmo de la cháchara. Padre sabía que esa era una ocasión especial: estaba a punto de llegar (como cada dos meses) la pequeña Estela, con sus moldeados muslos de gacela, sus requiebros de dama sabihonda, y –sobre todo– aquellas ajadas hojas de cuaderno en donde anotaba, con rigurosidad de amanuense y letra menudita, los versos que su querida amiga Ida le regalaba cada tarde, allá en Puerto Cabello, en el patio trasero de su amplia casona de la Plaza Concordia, resguardada de tejas, con erguidos pilares, umbrosos jardines y fuentes musicales (una al frente, hacia la calle y otra detrás, cerca del portón de campo). En aquellas tardes, luego de escuchar pacientemente a la poeta, Estela copiaba, con una memoria prodigiosa, los versos desgarrados, tensos e intensos, reveladores de sus vivencias íntimas. Versos que responden a una generosa búsqueda personal, alegatos de una experiencia poética culminante, de una vivencia cautelosa, señal de otras existencias, reiteración de un ascenso tenaz, afanoso y sombrío en sus advertencias, tal y como se nos revela en el siguiente fragmento de La mariposa disecada (de La vara mágica, 1948):

Con Ida Gramcko

En Valencia y Tinaquillo

FE DE ERRATA Debido a un error de imprenta en el Nº 1 de 1/2 Día del Domingo, el presente articulo no pudo salir completo, por eso, actuando en respeto de nuestros lectores volvemos a publicarlo integro “Eras en el jardín, sobre los ramos, / ensueño real que aprisionara un niño / en un cesto de mimbre que su mano / agitaba por sendas y macizos. / Hoy eres cromo rígido del campo, / un paisaje minúsculo en un nicho. / Ataúd de cristal vela tus párpados / –oro y azul– dormidos.” Padre recibía alborozado estos (y otros) versos, los cuales eran canjeados por sonetos suyos, dedicados a la poeta Ida y llevados con prontitud por Estela. Luego, al regresar a Tinaquillo, en la peña dominical del Restaurant Astoria, justo en el cruce de la Calle Real con la calle El Socorro, Julio César Sánchez Malpica, mi tío bohemio, después de acallar la rockola (a pesar de que aún quedaban marcados el C3: Las bodas de Luis Alonso y el C4: La leyenda del beso, magistralmente interpretados por Los Churumbeles de España) y despedir a los últimos habitués impertinentes, declamaría los versos de Ida, confiriéndoles el exacto tono musical, la adecuada

Cursando el bachillerato en el Liceo Pedro Gual de Valencia, el profesor José Joaquín Burgos, con su facundia intelectual y su aplomada y proverbial sencillez, saltándose el programa oficial, seducía con la lectura de otros textos de Ida a sus fervorosos alumnos

JULIO RAFAEL SILVA SÁNCHEZ cadencia y el obligatorio ritmo poético, con lo cual lograba estremecer a los escuchas. Nosotros, los más pequeños, apretujados detrás de la mesa de billar, asistíamos expectantes a la fiesta, devorando aquellos versos con idéntica premura a la que aplicábamos para engullir los canapés dispuestos para tan solemne ocasión: el sublime momento en el cual tío Julio César, engolada la voz y con los más precisos ademanes, evocaba estos versos de Ida (de Sonetos del origen, 1972): “Esto es ser como el hombre originario. / Ninguna forma tácita se ostenta. / Sólo flota humedad. Algo larvario. / Y en mí germina como un agua lenta. // la primeriza forma del estuario. / Mas crece, culminante, se acrecienta, / Y un río salta del vocabulario / como fluvial oveja turbulenta.” Más tarde, a primeras horas de la noche, entraríamos furtivamente al cine Esmeralda, en donde tío Federico proyectaría, en función intermediaria, Y Dios creó a la mujer, de Roger Vadim. Entonces, Brigitte Bardot (mi amada de entonces y de siempre) nos erotizaría al secar su cuerpo voluptuoso con aquellos sensua-

les movimientos de su toalla, al compás cadencioso de La bamba, de Ritchie Valens. De esa manera comencé a sentir los poemas de Ida Gramcko (Puerto Cabello, 11 de octubre de 1924 – Caracas, 2 de mayo de 1994). Más tarde, a mediados de la década de los sesenta, cursando el bachillerato en el Liceo Pedro Gual de Valencia, el profesor José Joaquín Burgos, con su facundia intelectual y su aplomada y proverbial sencillez, saltándose el programa oficial, seducía con la lectura de otros textos de Ida a sus fervorosos alumnos, quienes compartíamos regocijados los textos de la poeta porteña. Entonces, en las límpidas mañanas decembrinas (muy cerca de las vacaciones de Navidad), el poeta Burgos, al pie del monolito de la Plaza Bolívar, nos leía textos como éste (de Umbral, 1942): “Con las manos atadas en cadenas de miedo / me acerqué a las montañas, / y escaló como en alas la inquietud de mi anhelo / las grandiosas murallas. // Una sed de confines me cerraba los ojos / y me araba en los labios, / de la cumbre imposible me llegaban sonoros / los metales del agua.” Tiempo después, a fines de la década de los setenta: tardes de grata conversación, confidencias apuradas y cervezas heladitas en el pabellón de Laurencio Gallardo Vega, ese chileno excepcional, ciudadano del orbe (como él gustaba llamarse), en la calle Rojas Queipo. Recuerdo emocionado esos ratos compartidos con él y su encantadora familia (María, Rafael, Benjamín, Marisel…), siempre dispuestos a alegrarnos la vida con la palabra acertada y el gesto solidario. Un día, después de leernos un capítulo de su novela Cuarto del fuego, habló con ardor sobre Ida Gramcko, y afirmó que en todos sus textos, incluidos los ensayos, los artículos periodísticos y las obras de teatro, la poesía insufla sus páginas: el sujeto discursivo de su poesía es oral: es el habla quien lo compone, lo oral es la materialidad del lenguaje, el sesgo físico, corporal del hablante. Cada palabra que pronuncia la poeta repercute sobre sí misma, es decir: sobre su nombre, pero también sobre el interlocutor, de tal manera que es el centro del poema, como espectáculo del habla en el que damos forma y sentido al hecho de estar vivos. Sus versos son, así, arduas correrías entre el semblante de un texto escrito y una pieza de orfebrería, sin más método que el de una lógica impresionista. Sombras que se arman para un reencuentro hermenéutico primitivo que aspira a un cuerpo coherente de percepciones. Para


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De la otra orilla del llano / Romance de tres caminos

Briznas al Viento

Por un camino de olvido El galope de mi voz pasó cruzando caminos enlazando soledades

Rafael Vilorio Méndez

Por un camino de penas Yo tuve sed de tu amor quise beberlo trigueña

Por un camino de sueño

pero en el sólo encontré

La soga cimarronera

jagüeyes de sol y arena.

trasnochada de luceros

Fui caminante perdido

de palma y de soledad

bajo un cielo sin estrellas

enlaza lunas de enero,

pa’ el caminante perdido

sobre las aguas del río

ah malaya luna llena

se oyen cantos agoreros

pa’ mi sed de enamorado

el canto del yacabó

manantiales de aguas buenas.

las agonías del te quiero,

Camina, caminador

el verano está silbando

por las picas del que sueña

tonadas de inviernos lejos.

por un camino de sombras

Se va la garza morena

camina mi pena negra

se marchan los teros-teros

mis esperanzas se alargan

ausencia de los yaguasos,

largas como una condena.

se queda solo el estero

Corazón: por qué tan triste

solitario de tristeza

por qué sollozas de pena?

la chusmita alza su vuelo,

—Sollozo porque la quiero

sola se queda la copla

porque la siento mi dueña

cantar de llanto y de sueño

sollozo porque me muero

soledades de caminos

por querer como he querido

sino estoy viviendo en ella.

por los rumbos del ensueño

por buscar lo que se ha muerto

Turbias sombras de caminos

—Aunque no pueda tenerte

sin siquiera haber nacido

más negras que dudas negras

aunque besarte no puedo

tu amor de llano moreno

voces de llano, lejanas

quiero todo lo que es tuyo

tremedal de mi cariño.

rumor de ilusiones muertas.

te quiero siempre, te quiero.

con soga de puro olvido como caminante errante soñando un mundo perdido con paso de llano y sombra como turupial sin trino sin fe, ni en los horizontes como cuatro adormecido cuerdas de mudo silencio pulsan mi son dolorido. Caminante, caminante despierta el andar dormido trote seco sin remansos por el terrenal ardido con sed de camino y cielo sueños del hombre vencido: derroteros del querer cuando se forja un destino, largas cornadas de angustias en el aire me han herido tristeza de alma y sabana

( Viene de la página 3 ) ella, la vida es un viaje. Se confiesa buscadora de signos, porque vivir es cavar, marcar huellas, tropezar, abrir fosos. La noche es lo desconocido, las tinieblas son escollos. Luego, con las melodías de Víctor Jara (su preferida: Aquí me quedo) como coartada, Laurencio leería este fragmento (de Salmos, 1968): “Pero el maná no puede conocerme. / El es un patrimonio o un legado. / Soy yo quien puedo, con su mies, valerme. / Soy yo quien lo avasallo,

quien lo invado. / Harina soy de estrella; al ofrecerme / por mí es que actúa el pan, iluminado.” Hace pocos días, en la discreta atmósfera de La Taranta, el poeta José Carlos De Nóbrega, fiel a su irreverencia, a su inagotable vena poética y a su envidiable conocimiento de la literatura portuguesa y brasilera (recomendamos ampliamente la lectura de su tesis de grado de maestría sobre Ledo Ivo), sumó su voz a este concierto destemplado, para afirmar que en los versos de Ida Gramcko la melodía, como pausa interior, el silen-

cio, como tema y revelación, las pausas, la tenue musicalidad fraguan una encrucijada de temas y pulsiones que conducen sus discurso por zonas enlunadas, en una confluencia de diversos registros, visiones y acordes. Entonces, inspirado por la suave melodía de Antonio Carlos Jobim, Garota de Ipanema, en la voz de Joâo Gilberto y con el mismo Jobim al piano, José Carlos deseará leer este fragmento de Poemas de una psicótica (1964): “Era, pues, la antesala del diablo. Y yo me dije: ¡sea! Que si la soledad no halla retiro, que si la angustia

no halla pecho, aceptemos el demoníaco esperpento. Eso es renegar de la carne, que volvía a ser pura sobre el lecho. ¡Ah, pero el cuerpo nada teme! Se enferma o es violado. Es algo lujuriante y putrefacto. Y se entrega mansamente a la muerte, sin ninguna pregunta, como si se entregara a la codicia. Sólo interroga lo que no es la piel. Aquello que no puede medirse y que despierta, sobrio, cuando el placer se aleja. Tu sueño. Tu conciencia. Tu mente. Con ello se traspasan los límites carnales.”

FOTO DE OMAR ESCALONA

FOTO DE OMAR ESCALONA

FOTO DE OMAR ESCALONA

__________________ REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Gramcko. I. (2012). Antología poética. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana. Gramcko. I. (1948). La vara mágica. México: Ediciones Orbe. Gramcko. I. (1988). Obras escogidas. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República. Gramcko. I. (1983). Poética. Cara-

cas: Ediciones de la Presidencia de la República. Gramcko. I. (1968). Salmos. Caracas: Impresos Voluntad.


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