1/2 Día del Domingo Nº 5

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DOMINGO 1º DE DICIEMBRE DE 2013 / CIUDAD COJEDES

½ DÍA DEL

RAZÓN BELLEZA Y REVOLUCIÓN

ensayo música cultura ideas arte narrativa poesía

DOMINGO Sonidos de la Casa

1/2 DÍA DEL DOMINGO 1

Camino del Río

Briznas al Viento

Germán Pinto Saavedra

José Hurtado

Juan Monagas: Los Mejores Parranderos son de La Sierra (y II)

Lírica popular de los Llanos

Pág. 1 y 2

Pág. 3 y 4

Daciel Pérez

Florcloristas

Pág. 4

Dirección: Miguel Pérez Coordinación Editorial: Daciel Pérez Diseño y Diagramación: Luis Daboe Correo electrónico: mediodiadeldomingo@gmail.com @1/2díadeldomingo

JUAN MONAGAS: Los mejores parranderos son de La Sierra (y II) ENTREVISTA REALIZADA POR DACIEL PÉREZ

—La fabricación a gran escala de instrumentos musicales desplazó en parte la elaboración artesanal de los mismos. ¿Podría, Don Juan Monagas, hablarnos de las maneras que se valían las parrandas de antaño para la adquisición de sus instrumentos? —La gente antes, por lo menos de donde yo soy, preparaban lo que era el furruco y la tambora, de un árbol que se llama tambor. Un tambor grueso, iban y lo cortaban y hacían los rolos y se lo llevaban para la casa. Con una punta de machete amolado llegaban e iban sacando el tajo por dentro hasta que lo preparaban delgadito y luego lo ponían a secar, porque lo cortaban en tiempo de diciembre. Por ahí en los meses de enero lo preparaban, lo esfondaban con una punta de machete, luego le pasaban un cepillo y lo alisaban por dentro, y así lo llevaban hasta que llegaban al punto. Hacían la tambora, hacían todo eso, la maraca, hasta los violines. Los violines los fabricaban de lata, porque en ese tiempo poco instrumento había, entonces ellos se ponían a fabricarlo de lata; salía una lata galletera, y bueno esfarataban esa lata y los fabricaban, todavía hay violines de eso. —¿En qué se diferencian las parrandas de hoy de las de hace 50 o más años atrás? —Hay muchas diferencias, como le conté al principio, todo está moderno. Antes no, antes era de un día pa´ otro, a uno le decían vamos hacer una parranda, y saliamos y no importaba como sonará. Hoy no, hoy requiere una preparación, un ensayo para presentarse. Hay esa diferencia. La parranda de escenario es la misma que puede visitar de casa en casa, lo que pasa es que el canta aguinaldos, ya no le gusta mucho, sobre todo en esta era que es peligroso; porque como le contaba antes, había para uno visitar una casa, tenía que hacer cola para cantar, esperar a que saliera la primera, y como le interesaba cantar en la casa tenía que esperar, como hacer cola en un Mercal pa´ comprar la comida. Seis parrandas cantaban en una casa y a todas las atendían. Eso era muy bonito, yo me atrevería a decir que es más bonito que ahora. La parranda hoy se ve en un club, en una tarima, y no es igual; no es como que Ud. esté en su casa y le llegue de golpe una parranda; es una sorpresa buena para Ud. ¿Cierto o falso? —Don Juan como parrandero ¿Qué momento atesora más de esa larga carrera? JUAN MONAGAS (2013)

de Richard Oviedo Mixta sobre papel, 45 x 45 cm

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Sonidos de la casa


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CIUDAD COJEDES / DOMINGO 1º DE DICIEMBRE DE 2013

—Mire, me atrevo a decirle que yo atesoro todo este tiempo que he estado parrandeando. Ahora la tradición se ha expandido más y hay mejor trato para los parranderos, mejor bonificación, la cultura (instituciones públicas responsables del área cultural) le ha dado a todas las parrandas, a todas las agrupaciones no tan sólo a las parrandas. El Ministerio del Poder Popular para la Cultura ha ayudado mucho lo que es el cultor, y para mí este ha sido uno de los mejores tiempos. A uno lo ayudan, antes no, antes era una diversión que uno llevaba por dentro del corazón, la llevaba con sentimiento, no había aquella bonificación que las parrandas obtienen, para mí este ha sido uno de los mejores tiempos para el parrandero.

Declaración de la “Parranda Navideña” como patrimonio cultural del Municipio Ezequiel Zamora del Estado Cojedes

—¿Se está abonando el terreno para las generaciones relevos en esta tradición? —Bueno si, mire, yo le diría que siempre he estado trabajando sobre lo que es la parranda, la enseñanza del cuatro, también la enseñanza del bandolín, que yo no lo tocó muy bien pero conozco lo que es la afinación, todos los tonos que tiene el bandolín, lo que no me sale es el muñequeo de la mano derecha. Pero he estado enseñando eso, he tenido ya varios años trabajando para eso. —¿Qué es un parrandero? ¿Cuáles son sus cualidades? —¿Las cualidades que tiene un parrandero? Que no es como los demás (risas). Uno lo llena de emoción lo que son los meses decembrinos, uno los espera para a salir a divertirse y a divertir la población o el vecindario o el barrio donde uno vive. Esa característica para mí ha sido bastante hermosa y grande, y lo hago con un sentimiento y cariño hacía los demás.

FOTO OMAR ESCALONA

... antes era de un día pa´ otro, a uno le decían vamos hacer una parranda, y saliamos y no importaba como sonará. Hoy no, hoy requiere una preparación, un ensayo para presentarse. Hay esa diferencia”

—Para finalizar: ¿qué le diría, a las nuevas generaciones de parranderos? —Que también ellos se ocupen de ejercer ese tipo de música en cuanto a las parrandas. Porque yo estoy seguro que hay una potencialidad dentro de las nuevas generaciones, que a ellos les gusta bastante. A mí siempre los niños por allí me preguntan: “¿maestro cuándo nos va a dar una clase de lo que es la parranda, el cuatro, la cosa?”. Eso es una potencia. Esos son los niños y niñas que quieren aprender y familiarizarse con lo que es la música y la parranda. Y he estado en esas escuelas, inclusive en la universidad, dando talleres, esos muchachos se entusiasman mucho. A mi casa el profesor Isaías (Medina) ha enviado muchachos a buscarme, esos me buscan: “¿aquí es donde vive Juan Monagas?, nosotros venimos de parte de Isaías para que nos enseñe a tocar la tambora y el furruco” y yo les digo: “vengase, vengase pa´ca”. Y esos muchachos donde me ven yo soy una maravilla para ellos (risas), sí señor. De manera pues, que hay ese entusiasmo, yo veo que les gusta y engrandece esa parte. Como yo siempre he estado de acuerdo con eso, a mi no me da flojera, tenga sueldo o no tenga sueldo, siempre lo hago. Allá en mi casa me llegan y yo le digo “vengase pa´ca, vengase pa´ enseñarle”, porque yo tuve una experiencia que es la parranda y lo que es la parte musical también.

Don Juan preparando nuevas generaciones. FOTO SILVESTRE BOTELLO

El Consejo Municipal del Municipio Ezequiel Zamora del Estado Cojedes promulgó, en fecha 04/12/2009, la ordenanza sobre: Festividades Navideñas y de las Parrandas del Municipio San Carlos, estado Cojedes (Gaceta Municipal Nº350 Extraordinaria). Tal instrumento legal establece una serie de definiciones para las tradiciones navideñas en el municipio, formas de organización, permisología y mecanismos de participación; para (en función del mandato constitucional) velar, fomentar, garantizar y dar permanencia a las manifestaciones histórico-culturales y la identidad cultural del municipio Ezequiel Zamora. Entre estas manifesctaciones se incluyen las Parrandas Navideñas, para las que se ordena, entre otras: la incorporación de los Parranderos Navideños al Sistema de Seguridad Social; la inclusión en el programa de enseñanza de los centros educativos, de esta manifestación; la realización de un censo diagnóstico e inventario de las Parrandas Navideñas y parranderos existentes o por formarse; la organización de

un encuentro de PARRANDEROS NAVIDEÑOS. Esta ordenanza en su artículo 45 define a las Parrandas como: “... un género músical conformado por los instrumentos musicales de cuatro, violín, guitarra, bandolín, bandola, tres; furruco, tambora, charrasca, güiro, chineco y maracas. Los temas de las Parrandas Navideñas, tratan sobre situaciones cotidianas y expresan el sentimiento, costumbres y tradiciones de la navidad y fin de año. Los Parranderos en sus actuaciones, cuidarán que las mismas estén conformadas completamente con sus respectivos instrumentos tradicionales e incluirán la estrella o faroles en todas sus presentaciones”. Sin embargo en el artículo 47 da pie para la introducción de otros instrumentos, siempre que ninguna de estas incorporaciones “altere la esencia misma de la parranda navideña tradicional”. Para la fecha la Junta directiva del Consejo Municipal, era presidida por Pablo Rodríguez.


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Camino del Río GERMÁN PINTO SAAVEDRA

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juzgar por lo que nos es dado conocer hoy, sin tener que recurrir a sofisticadas labores de búsqueda arqueológica, la copla llanera —difícil de separar, al contrario de lo que repite una creencia generalizada, de sus equivalentes en la región andina— es una hija directa del romance castellano, tanto por su forma como por sus contenidos básicos. Cortados en cuartetas o quintillas, en “estancias”, en décimas, invariablemente nos encontramos con el romance octosílabo, es decir, con el verso castellano por excelencia, aquel que se halla como cosido al habla de los pueblos de la España imperial, por ser, precisamente, su verso “natural”. Por eso, inconscientemente, hablamos en octosílabos, nuestros discursos cotidianos, nuestras charlas, se libran en períodos de ocho sílabas. Y hablar de la España que conquistó América es, desde el punto de vista cultural, hablar del Medioevo, lo cual, si sabemos tomar la prudente distancia de la trivialidad progresista, sabrá decirnos cosas más allá de la vulgaridad corriente, que sólo ve en la edad más importante de la historia europea oscurantismo y atraso. En efecto, la alcurnia que ostenta la copla llanera y sus posibles nexos con lo universal y eterno dimanan precisamente de allí, de la circunstancia de formar parte de los avatares del romance, del llamado “mester de juglaría” por medio del cual orearon sus anhelos, intuiciones, sentimientos e ilusiones los aedas y cantores populares del mediodía europeo. El mismo verso que elevaron hasta sus cumbres expresivas Gonzalo de Berceo, don Jorge Manrique, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y don Pedro Calderón de la Barca, los cultores por excelencia del “mester de clerecía”. El aristócrata y el plebeyo, el clérigo y el humilde campesino hacen uso, cada uno a su manera, del mismo verso de ocho sílabas, corto en apariencia, pero en realidad cortado a la medida. Y en Hispanoamérica podemos decir algo parecido, al cotejar los versos de las coplas campesinas, desde México hasta la Patagonia, con los versos de exquisita factura de Sor Juana Inés de la Cruz o don Hernando Domínguez Camargo, lo cual a nadie parecería insólito si estuviésemos en capacidad de concebir que, a la postre, somos nada menos que la España de ultramar. En realidad, el idioma es cosa cuyo fondo se halla, por así decirlo, atravesado por el misterio. Él limita y pone diques a las formas de expresión poética, excluyendo de an-

Lírica popular de los Llanos temano a las que se oponen en su cadencia y sonoridad naturales. ¿Más su influencia decisoria se detiene acaso allí? ¿Será verdad que el idioma, el lenguaje, es apenas un vehículo en el que puede transportarse a voluntad todo tipo de carga, toda clase de pasajeros? Contra el parecer de los racionalistas que, con diversos matices, así lo sostienen, se ha levantado siempre la intuición de los románticos, de los hombres religiosos, de los partidarios del sentimiento. Para estos últimos —los españoles, entre ellos— el lenguaje es la forma, sí, pero la forma suprema y determinante de todo pensamiento, pues sólo se piensa con palabras, de suerte que el idioma acaba por modelar la forma de nuestras ideas y nuestros sentimientos. “En el principio era el Verbo”. Siguiendo esta línea de reflexión, un idioma como el castellano, nacido durante la Edad Media, en un ambiente cargado de religiosidad y, en general, guiado por los valores más ajenos al predominio de la razón, puede ser obligado a servir a los propósitos de la comunicación, de la razón tecnológica. Pero el idioma de la exquisita poesía del Siglo de Oro, de la alta mística del siglo XVI, del Quijote (por lo demás, el más latino de todos los romances) así sometido, no habrá ganado nada, antes bien, se habrá empobrecido hasta la desfigura-

... la alcurnia que ostenta la copla llanera y sus posibles nexos con lo universal y eterno dimanan precisamente de allí, de la circunstancia de formar parte de los avatares del romance, del llamado “mester de juglaría” por medio del cual orearon sus anhelos, intuiciones, sentimientos e ilusiones los aedas y cantores populares del mediodía europeo”

ción, como lo prueba fácilmente el cotejo de las versiones originales con las modernas obras como el Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita. Más en la copla llanera como en general en la copla hispanoamericana el idioma, en vez de resentirse, parece nutrirse de vocablos sin perder su elegancia; parece llenarse de una luz no conocida antes, pero a la cual son sus ojos capaces de adaptarse sin sufrir menoscabo. Y aunque, como dice Miguel de Unamuno, el dialecto de Castilla no fue hecho para la pandereta, sino para el espíritu, para cantar “con el alma en pelota”, no es posible negar que el castellano ha probado expresar con maravilla el alma festiva de los pueblos andaluces y la variedad de modos de sentir de los hispanoamericanos, desde la incontrastable melancolía de los indígenas de los andes peruanos y bolivianos, hasta la ardorosidad de los antillanos. Y así como en la lírica de la guajira, del son y hasta de la guaracha y de la rumba cubana, se insinúa el trasfondo ideológico de la España inquisidora, con su complejísima gama de formas de religiosidad (aunque esto parezca contradictorio con las ideas del “sentido común” contemporáneo), algo similar ocurre con la lírica de nuestros llanos colombo-venezolanos.

Pues, si en aquella aparecen los dioses paganos de los cultos africanos, asimilados a figuras del santoral católico (Changó – Santa Bárbara, Eleguá – San Lázaro, Virgen de Regla – Yemayá, etc.), en las coplas llaneras aparecen las historias de duendes, espantos, aparecidos y ánimas, al lado de las versiones versificadas de las narraciones bíblicas, las cuales constituyen la expresión concentradas de la “sabiduría popular”, como supo verlo —cierto que negativamente— el propio Carlos Marx. En el examen de los contenidos de la copla llanera, el desconocimiento de la esencia religiosa, mejor dicho, católica, de su núcleo cultural, en aras de sacar adelante una versión meramente profana del decurso histórico de estas tierras, resultaría particularmente perjudicial, pues no sólo habríamos de prescindir de trescientos años de historia —incluidos en estos la Edad de Oro de los Llanos que, según la opinión de los más ilustres historiadores, habría que ubicarla en el siglo XVIII—, sino borrar de cuajo las raíces, hasta que lleguemos a la ruptura total. Aquella ruptura tan bien descrita por Norman Mailer, cuando afirma que entre el hombre de la civilización actual y su pasado existen los mismos vínculos que ligan a una planta hidropónica con el suelo.


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Briznas al Viento

Folcloristas (1987)

José Hurtado

Es lindo el folclor de mi Venezuela Magdalena Sánchez, es nuestra pionera, Magdalena Sánchez, es nuestra pionera, Es lindo el folclor de mi Venezuela. Bertica Medina y Pilar Torrealba cual bello arco iris lo nuestro cantaban, cual bello arco iris lo nuestro cantaban, Bertica Medina y Pilar Torrealba.

La tonada

Para Luis Cubiro y Alí Pico de Oro hombres de voz recia que yo condecoro, hombres de voz recia que yo condecoro, Para Luis Cubiro y Alí Pico de Oro. Tres grandes cantantes que olvidar no puedo a Lila y Adilia y Reina Lucero a Lila y Adilia y Reina Lucero Tres grandes cantantes que olvidar no puedo.

Pedro Emilio Sánchez ya se nos marchó sus bellas canciones grabadas dejó, sus bellas canciones grabadas dejó, Pedro Emilio Sánchez ya se nos marchó.

Francisco Montoya, Tigre de Payara dámele un saludo a Julio Miranda, dámele un saludo a Julio Miranda, Francisco Montoya, Tigre de Payara.

Eleazar Agudo dejó el conticinio se marchó muy lejos con el Dios Divino, se marchó muy lejos con el Dios Divino, Eleazar Agudo dejó el conticinio.

Indio Figueredo y su María Laya la lleva grabada muy dentro de su alma, la lleva grabada muy dentro de su alma, Indio Figueredo y su María Laya.

Es Cristina Maica y Denys del Río dos rosas abiertas llenas de rocío, dos rosas abiertas llenas de rocío, Es Cristina Maica y Denys del Río

Para Reinaldo Armas y Cristóbal Jiménez les rinde homenaje La Flor de Cojedes, les rinde homenaje La Flor de Cojedes, Para Reinaldo Armas y Cristóbal Jiménez.

Uno de los principales aportes de la parranda La Flor de Cojedes, según relataba José Rafael Camacho (su fundador), es el uso del tono de arriero y del ordeño, en las composiciones de sus cantos, acuñando la denominación de “Tonada Larga Navideña”. Cuando surge en el escenario La Flor de Cojedes, muchas agrupaciones hacían uso del villancico español y la octavilla (cuarteta heptasílaba). Con la “Tonada Larga Navideña”, La Flor de Cojedes, impone la antigua copla sabanera del verso tornao (verso que regresa al origen), con arreglo a cuartetas, como patrón de referencia, pero empleando versos superiores a la métrica octosílaba, entre ellos el decasílabo (10 sílabas), el endecasílabo (11 sílabas) y el dodecasílabo (12 sílabas), tal como nos ejemplifica esta canción de José Hurtado, integrante de La Flor de Cojedes. En homenaje a este aporte, Iván Pérez Rossi —una de las principales voces de la agrupación Serenata Guayanesa—, nos dice en su canción Parranda de Cojedes: “Estos aguinaldos no sé lo que tienen que así como van así mismo vienen así de sencillos estos aguinaldos son de Tinaquillo” FUENTE: ISAÍAS MEDINA LÓPEZ EN “ESTUDIO POÉTICO Y CANCIONERO DE LA FLOR DE COJEDES” (EL PERRO Y LA RANA, 2007).

(VIENE DE LA PÁGINA 3) Sólo reconociendo esta verdad elemental podremos librarnos del maleficio de los lugares comunes, que nos hablan de un “sincretismo”, de algo así como una hibridación cultural, una mezcla desordenada y amorfa de elementos dispares que habrían arrojado un resultado incomprensible, indescifrable, pero en todo caso “mágico”, “maravilloso”, “irracional”, etc. La concepción católica del mundo es una totalidad tan perfecta y tan redonda como la esfera de Parménides, tan abarcadora y mucho más que el más fanático de los “ismos”, y se halla presente —subyacente, sería mejor decir— en todas las cuestiones prácticas de la vida, a las cuales ella sirve de teoría, de “explicación en forma popular”. Más sabedores de las incomprensiones que este punto puede promover, preciso es aclarar que no nos proponemos fatigar a nues-

tros lectores con especulaciones teológicas, sino simplemente llamar la atención sobre un aspecto cultural de la cuestión que nos ocupa: la presencia avasalladora de las coplas de contenido explícitamente religioso y la justificación aun de las borracheras y los bailes en celebraciones religiosas, han de ser explicadas con algo distinto que la grosera afirmación de que se trata de mentiras o, en el mejor de los casos, de versiones acomodaticias y tendenciosas de los frailes misioneros. Lo español y lo católico son la clave para adentrarnos en los territorios de la copla llanera, independientemente de que semejantes modos de ser, de sentir y de pensar ganen nuestra simpatía o nuestro repudio de hombres modernos. Y este punto de vista resulta, si se quiere, tanto más fundamental cuando comprobamos la práctica

inexistencia del elemento negro en la composición de la etnia llanera, pero sobre todo su evidente ausencia en los productos culturales del llano. En el caso de la copla —y la copla es la manifestación cultural llanera por excelencia— no existen tampoco elementos indígenas fácilmente observables, y lo indígena sólo aparece allí —cuando aparece— como parte de la utilería o de la escenografía; en la más destacada de las actuaciones, como modelo de conducta anticristiana: ladrón, viciosos, etc. La cultura o subcultura llanera no tiene antecedentes precolombinos; es posterior al descubrimiento y uno de sus frutos, que expresa, como ningún otro, la rapidez asombrosa con que se impusieron aquí el idioma, la religión, la música, las costumbres y las instituciones del pueblo conquistador. Los distintos “golpes” de lo que

se expresa con el nombre genérico de joropo, son variantes musicales cuyas diferencias —sutiles, casi imperceptibles al oído desacostumbrado— se hallan, no obstante, determinados en su estructura por el verso octosílabo que les sirve de base, como ocurre con toda la música iberoamericana, con algunas excepciones de lo afrocubano. De allí el parentesco entre formas que, por lo demás, son bien diferentes entre sí: la guajira, el son y la danza cubanos; la guabina, el torbellino y el joropo colombianos; el merengue dominicano; la canción ranchera mexicana, entre otros. De otro lado, el baile y los atuendos característicos (convertidos hoy, el uno en show, en espectáculo, y los últimos en disfraces), lo mismo que los instrumentos mayores, son es-

pañoles, con particular relevancia del elemento andaluz. Como dice, sin titubeos, el investigador y gran recopilador Ricardo Sabio: “Andaluces fueron los que poblaron los llanos orientales de Colombia”. De allí derivan, finalmente, las costumbres y el talante moral, los aspectos relacionados con la producción de la vida material y aun algunos de naturaleza superestructural. Singularmente, aquellos derivados de lo que Richard Slatta denominaba las “culturas ecuestres” de América, gauchos, llaneros y cowboys, todos de origen español y, más exactamente, de la vena andaluza, que incorpora los elementos árabes aclimatados en ocho siglos de dominación agarena sobre España. TOMADO DE : PINTO S., G. (2010). LÍRICA POPULAR DE LOS LLANOS. A PLENA VOZ REVISTA CULTURAL DE VENEZUELA (59-60). P. 79-81.


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