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LUNES 23 DE DICIEMBRE DE 2013 / CIUDAD COJEDES

½ DÍA DEL

RAZÓN BELLEZA Y REVOLUCIÓN

ensayo música cultura ideas arte narrativa poesía

DOMINGO Una sola –decía– debe ser la patria de todos los americanos, ya que en todo hemos tenido una perfecta unidad”

1/2 DÍA DEL DOMINGO 1

Camino del Río

La Confesión a Manuelita: No se escribir (II)

Briznas al Viento

Alegoría de Bolívar

Miguel Pérez

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Vicente Huidobro

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Dirección: Miguel Pérez Coordinación Editorial: Daciel Pérez Diseño y Diagramación: Luis Daboe Correo electrónico: mediodiadeldomingo@gmail.com @1/2díadeldomingo

BOLÍVAR Y EL NACIONALISMO CIENTÍFICO (II) JOSÉ CARRILLO MORENO

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l abordar la problemática del gobierno y la organización administrativa en general, Bolívar quiere para cada una de sus nuevas Repúblicas un gobierno central, un tanto paternal, verdaderamente democrático, revestido de una gran autoridad y fortalecido por leyes justas, adecuadas al medio y a la idiosincrasia de la población, gobierno capaz de producir a los ciudadanos sometidos a su potestad la “mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”, gobierno regido por funcionarios llenos de “saber y honradez” , capaces de llevar a cabo una recta gestión al frente de los destinos nacionales y de acabar con los vicios de la administración pública. Hombres sabios y honestos para los tres poderes del Estado, proclama como necesidad fundamental y, al tratar específicamente de los legisladores, estima que éstos deben venir investidos de instrucciones expresas de sus electores, criterio que lo pone a coincidir con lo que hoy se califica de democracia directa, la cual ha sido definida por los constitucionalistas clásicos como mandato imperativo. Y avanzando en este aspecto hacia la concepción total de América, se nos revela como autor sin precedentes del Derecho Americano, derecho propio para este conglomerado continental que magistralmente definió así en su Carta de Jamaica: “Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejo en los usos de la sociedad civil”. Este aspecto de la creación bolivariana ha sido objeto de muchos y muy diversos comentarios. Estudios de distinto color y extensión se han escrito para analizarlo. Uno de ellos se publica el año de 1936 bajo el título de “Influencias del Congreso de Bolívar sobre el panamericanismo actual”. Su autor, el tribuno Eloy G. González, examina con encendidas frases el ideario americanista del genial estadista que soñó con una gran nación americana donde todos los países, teniendo como centro a Panamá, vivieran unidos y protegidos por un nexo común de íntimas coincidencias, de permanentes y seguras relaciones, de indestructible confraternidad. Bolívar, al hablar de la unidad americana, manifiesta su indeclinable deseo de “formar de todo el mundo nuevo un solo organismo con un solo vínculo que ligara a sus partes entre sí y con el todo”. “Una sola –decía– debe ser la patria de todos los americanos, ya que en todo hemos tenido una perfecta unidad”. En esta unión defensiva –y ofensiva según el caso– cada país conservaría su propia autonomía, su peculiar forma de gobierno; pero dentro de la comunidad americana estaría perpetuamente vinculado en la forDE LA SERIE ROSTROS DE BOLÍVAR (2012)

de Richard Oviedo Mixta sobre cartón, 70 x 50 cm FOTO OMAR ESCALONA

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Sonidos de la casa


2 1/2 DÍA DEL DOMINGO ma establecida en el artículo segundo del Pacto, que expresa: “El objeto de este pacto perpetuo será sostener en común defensiva y ofensivamente, si fuera necesario, la soberanía e independencia de todas y cada una de las potencias confederadas de América contra toda dominación extranjera; y asegurar desde ahora para siempre los goces de una paz inalterable y promover al efecto la mejor armonía y buena inteligencia, así entres sus pueblos, ciudadanos y súbditos respectivamente como con las demás potencias con quienes debe mantener o entrar en relaciones amistosas”. Doctrina de paz, de armonía, de respeto a la dignidad y a la soberanía de las naciones, opuesta a todo intervencionismo, a toda coerción imperialista, ajena a todo lo que no responda al interés y a la propia conveniencia de las entidades nacionales que irán a integrar el gran bloque hemisférico, es el pensamiento internacional de Bolívar. Todo cuanto este gran hombre habló y escribió acerca del Congreso Anfictiónico de Panamá está nutrido de estas ideas precursoras de la Unión Panamericana, más tarde convertida en esa inefable Organización de Estados Americanos tan proclive a desvirtuar la intención bolivariana, y precursora también del Tratado de Asistencia Recíproca de Río de Janeiro, tinta y papel con baboso lenguaje diplomático que en apariencia recoge la luminosa idea del Libertador, pero que en realidad sólo ha servido para que nuestras naciones presencien estupefactas bochornosos casos de ocupación militar practicados siempre por el país más fuerte contra los más débiles. Esta es la lección americanista de Bolívar que, del lodo putrefacto de la amañada interpretación, resurge cada día con mayor fuerza para enseñarnos el más profundo respeto por las autonomías nacionales y la necesidad de la unión para la mutua defensa, entendiéndose que en este concepto de mutua defensa está claramente descartada la nociva práctica de la ocupación de una nación por otra y perfectamente definido el derecho de compactarse y asistirse las unas a las otras para repeler agresiones de cualquier naturaleza y origen como única manera de conservar intacto el sagrado principio de soberanía nacional en su más cabal sentido. Finalmente, para completar el esquema ideológico bolivariano dentro de esta reducida enunciación de materias que

El objeto de este pacto perpetuo será sostener en común defensiva y ofensivamente, si fuera necesario, la soberanía e independencia de todas y cada una de las potencias confederadas de América contra toda dominación extranjera; y asegurar desde ahora para siempre los goces de una paz inalterable y promover al efecto la mejor armonía

CIUDAD COJEDES / LUNES 23 DE DICIEMBRE DE 2013

consideramos como fuentes de la inquietud nacionalista siempre vigente y hoy reactualizada en las naciones americanas no para esconder inclinaciones marxistas, sino para ser consecuentes con los mandatos de la historia, abordaremos los temas de la justicia económica y de la justicia social concretados en su reforma agraria y en su lucha sostenida y firme por la implantación de la verdadera libertad y de la verdadera igualdad. Bolívar cree firmemente que la actividad agropecuaria desarrollada al máximum con el esfuerzo de la iniciativa privada y el auxilio oportuno del Estado, dará bases sólidas y estables a la riqueza nacional. Este pensamiento, aunado a sus muy claras aunque incipientes ideas en torno a la necesidad de impulsar un efectivo desarrollo industrial –que él llama manufacturero–, no ha podido ser desplazado del primer plano de la vida económica del país, de los países americanos y permanece con categoría de elemento de necesaria inclusión en cualquier plan serio de desarrollo nacional. Pero aquí no se detiene el pensamiento del Libertador.

Bolívar Río de Rostros

TOMADO DE LA REVISTA POLÍTICA Nº 52 - VOL. V (AGOSTO, 1966). CARACAS - VENEZUELA.

Fotos de Omar Escalona

Catorce artistas plásticos de Cojedes, Carabobo y Barinas, agrupan esta muestra que como su título lo sugiere, Bolívar Río de Rostros, gira en torno a la iconografía del Padre de la Patria. Entre los seleccionados se cuenta con la reconocida obra de Rogelio Morales, Amilcar Alejo, Richard Oviedo, Antonio Chávez, Miguel Cabrera y José La Rosa. Inaugurada el 17 de diciembre, en el marco de los 183 años de la siembra del Libertador, contó con la presencia de la Secretaria General del Gobierno Bolivariano de Cojedes, Margaud Godoy, la Autoridad Única de Cultura, Antonio Yuniz, y una representación de escritores y pintores de nuestro estado. Permanecerá a su disposición hasta el 18 de enero de 2014, en horario de 08:00 am hasta las 06:00 pm, en el Complejo Cultural Mauricio Pérez Lazo de San Carlos, ubicado en la Av. Bolívar frente a la Plaza Miranda. Para Carrillo “Bolívar fue una recia personalidad con los oídos puestos en las voces del pueblo”. / FOTO CORTESÍA DE MIGUEL PÉREZ


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Camino del Río

MIGUEL PÉREZ

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unca está haciendo frases… y no saben a literatura. Saben a hombre verdadero. Es confesión. Él está en lo que dice, por encima de retóricas y de reglas, y aun con esas incorrecciones que asustan a los que no saben del idioma sino la gramática. Por eso, parodiando a Whitman afirmamos: quien lee a Bolívar toca a un hombre, un hombre en todo su esplendor, en toda su magnitud de hombre. Cierra Uslar el inventario, resaltando el cuidado que mantuvo y alimentó Bolívar al pronunciar palabras o escribir algo sobre cualquier tema interno o externo a la condición humana. Le preocupaba muchísimo la no correspondencia entre forma y contenido: “A todas las cosas –decía Bolívar como un maestro de la preceptiva estética– se le deben dar las formas que corresponden a su propia estructura”. La ejecución de esta prédica, de este convencimiento, por parte de un “escritor no profesional”, seduce a Uslar de tal modo, que no vacila en contabilizarlo como otro de los aciertos, de los milagros que encuentra en la prosa de Bolívar: Y por eso, al cambiar de tono, cambia de forma su prosa. Cuando ya no es la arenga fulgurante, o el análisis político, sino la triste memoria de las cosas pasadas, sabe escribirle a su tío Esteban Palacios aquella elegíaca carta de Cuzco... El discípulo de los neoclásicos se expresa como un romántico. Como un hombre de pasión, de poesía y de sentimiento. (Uslar Pietri, s.f.: 14). Lo que Uslar titula Las mejores páginas de Simón Bolívar es sencillamente la compilación de nueve piezas, de las cuales cinco son de naturaleza epistolar, y las cuatro restantes vinculadas al tono oratorio, persuasivo, de exhortación: “Manifiesto de Cartagena”(15 de diciembre de 1812); “Carta de Jamaica” (6 de septiembre de 1815); “Carta a Juan Martín de Pueyrredón” (12 de junio de 1818); “Discurso pronunciado por el Libertador ante el Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819, día de su Instalación”; “Carta a Esteban Palacios” (10 de julio de 1825); “Invitación para el Congreso de Panamá”; “Carta al General Santander” (21 de febrero de 1826); “Carta al General Páez” (6 de marzo de 1826) y “Mensaje al Congreso Constituyente de la República de Colombia en 1830” (enero 20). Una selección más amplía, la brinda Blanco-Fombona en su libro: Simón Bolívar, escritos políticos (1999), donde incluye 46 títulos que inicia con el “Juramento del Monte Aventino” y cierra con la “Carta al General Rafael Urdaneta, del 16 de octubre de 1830”. Rafael Ángel Rivas, en su investigación “Hacia el estudio de Bolívar escritor: una bibliografía”, con fecha de 1983, registra entre páginas escogidas y las llamadas Obras completas, 21 entradas. Cualquiera de estas selecciones nos empuja de modo irremediable hacia el desenlace presentado por Pedro Pablo Paredes: Las letras fueron en Bolívar la otra forma

La confesión a Manuelita: No sé escribir (II) de su acción. Por haberlo sido, resultaron tan caudalosas. Están integradas... por cartas de todas clases, particulares y oficiales; por proclamas innumerables; por arengas; por decretos; por magníficos discursos; por mensajes diversos; por algunos manifiestos; por unos pocos artículos de prensa. Y, como cosa de excepción, por un poema. (1984: 14). El profesor Rivas considera que la obra de Bolívar participa de varios estamentos de la literatura: (…) podríamos clasificar su obra dentro de diversos géneros: el ensayístico, en el que encontramos tal vez lo más medular de su pensamiento si incluimos aquí sus “Manifiestos de Cartagena” y “Carúpano”, la “Carta de Jamaica” y el “Discurso de Angostura”; el epistolar, el más copioso, por ser el único medio de comunicación de la época para transmitir noticias, órdenes, sentimientos, ideas y opiniones, aquí abundan las cartas políticas, amistosas, amorosas o familiares; el periodístico, que abarca los artículos para la prensa (casi todos firmados con seudónimo), sus atinados comentarios sobre la importancia de la prensa escrita en el proceso revolucionario y sus orientaciones sobre el estilo en ese tipo de publicaciones; el poético, muy bien representado por el poema en prosa “Mi delirio sobre el Chimborazo”, y por versos sueltos, uno de los cuales fue incluido en la letra del Himno del estado Mérida; la oratoria, “escritura para ser oída”; aquí tenemos sus arengas militares y políticas y sus Mensajes a los Congresos. (Rivas, 1983: 71-72). Con base en las selecciones de Uslar y de Blanco-Fombona, podemos hablar en su caso del “escritor político”, una especie no muy abundante en nuestro país. Este creador lo representa, “su obra maestra”, el “Discurso de Angos-

autor de extraordinarios documentos políticos que después de casi doscientos años de existencia siguen leyéndose y discutiéndose con interés vivo, bien sea de la Academia o de la política”

tura” que “además de discurso, es una especie de poema en prosa. Tiene, en todo caso, temperatura lírica... es ensayo. Ensayo político. El más hondo, el más armonioso, el más esbelto, el más trascendente de todos los ensayos del Libertador” (Paredes, 1984: 51). La apología a esta pieza oratoria y al mismo tiempo reconocimiento al hacedor de documentos políticos, bien lo recoge un ex presidente de Venezuela, el Dr. Rafael Caldera, autor de una magnífica biografía de don Andrés Bello, con estas palabras: Si el Discurso de Angostura constituye uno de los más valiosos documentos ideológicos producidos en América Latina, es, al mismo tiempo, una de las síntesis descriptivas más precisas del sustrato social sobre el cual habrían de edificarse los nuevos Estados. Es una lección de filosofía política, a través de la cual se analizan los distintos sistemas de gobierno y se evalúan los elementos de experiencias históricas que condujeron a variados resultados. Es una apología de la persona humana, de su dignidad, de la virtud como base de la felicidad social y del orden creador. Es una crítica valiente y sincera de errores que para ese momento contaban con partidarios fanáticos en los rangos más influyentes en la conducción del país, es la expresión de irrefrenable optimismo de quien sabía llegado el momento culminante de la gesta de la liberación y presentía emocionado el gran papel que habrían de jugar en el mundo las nuevas naciones, asociadas indisolublemente a su nombre. Con él presenta un proyecto de Constitución, equilibrado, ambicioso e imaginativo, como necesariamente tenía que serlo al proponer estructuras nuevas para nuevas instituciones políticas. (...) en ningún otro momento histórico ha sido proyectada una síntesis integral más acabada de la filosofía política latinoamericana. (Caldera, 1994: 65-66). En un ámbito más generalizado, podemos sostener que a este Bolívar, autor de extraordinarios documentos políticos que después de casi doscientos años de existencia siguen leyéndose y discutiéndose con interés vivo, bien sea de la Academia o de la política, lo refrenda esta apreciación del poeta Luis Beltrán Guerrero, en donde se condensan algunos de sus logros o “milagros”: Escritor, por no profesional más excelso todavía, sus pares apenas César y Napoleón. En sus proclamas, magnético, electrizante arrastre; el juicio se sobrepone a la sensibilidad e imaginación en el legislador, sociólogo y futurólogo de los proyectos constitucionales, el “Manifiesto de Cartagena” y la “Carta de Jamaica”. (Guerrero, 1985: 27). Precisamente esta, la “Carta de Jamaica”, afianza la latitud del escritor político, al igual que su manifiesto explicativo de la guerra a muerte a las naciones del mundo, no incluido –este último– en la selección ya citada de sus “mejores páginas”, pero que “leído, es imposible no recordarlo” en el decir de Germán Arciniegas... Beltrán Guerrero le acuñó lo de “historiador del porvenir”: ¿En qué otro estribo podemos apoyarnos después de la lectura de la “Contestación de un

americano meridional a un caballero de esta isla”; “la más célebre de sus cartas”? Hay infinidad de valoraciones de este Documento, en su mayoría repetitivos. En esta ocasión nos basta con dos de las ponderaciones formuladas por el narrador, ensayista y poeta colombiano, William Ospina: “Además del cuadro geográfico y humano que traza, Bolívar muestra en estas páginas su talento como político, su conocimiento de la Europa de su tiempo, su habilidad como estratega” (Ospina, 2006: 156), para luego centrar su atención en el reconocimiento del mérito mayor de este folio clásico de la política americana: “a eso apuntaba –dice el ensayista colombiano–, desde una época en que ni la etnología ni la antropología habían dado a las culturas su vindicación y su justificación, el ideario de gran hombre de acción y gran soñador de futuros que fue el Libertador Bolívar”. (Ospina, 2006: 164). Y en efecto, en este documento se examina la composición del barro con que moldearon al ser hispanoamericano: “...más nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles...” Defensa, sin cortapisas, de nuestro mestizaje, nuestra particularidad: no somos puros. El otro Documento en referencia es el “Manifiesto a las naciones del mundo sobre la guerra a muerte”. Sobre el particular, el escritor colombiano Germán Arciniegas, quien no vio en la personalidad de Bolívar sino al “guerrero del siglo. Esa fue toda su gloria”, señala que en este Documento “hay párrafos que son de antología de la violencia. Se grababa en la memoria de la gente, y aún hoy se recuerdan. Leídos, es imposible no recordarlos”. (Arciniegas, 1984: 217). Partidas de bandidos salen a ejecutar la ruina. El hierro mata a los que respiran; el fuego devora los edificios y lo que resiste el hierro. En los caminos se ven tendidos juntos los de ambos sexos; las ciudades exhalan la corrupción de los insepultos. Se observa en todos el progreso del dolor en sus ojos arrancados, en sus cuerpos lacerados, en los que han sido arrastrados a la cola de los caballos. (Blanco-Fombona, 1999: 43). No resistimos la tentación del “examen” que Germán Arciniegas presenta de este Bolívar escritor, porque precisamente él desconfía de los quehaceres del caraqueño más allá de la órbita del guerrero: Hay un momento en que la guerra se hace lo mismo en el campo de batalla que en los papeles. La literatura era un arma igual a la lanza o el fusil. Bolívar levantaba con las proclamas el nivel de las victorias, convertía las derrotas en estímulos para lanzarse a la revancha, y su pintura de los tigres españoles conmovía a los americanos, les infamaba el ansia de venganza. Además, llevaba al otro lado del Atlántico la noticia de unos europeos que superaban en barbarie a los aborígenes de América. (Arciniegas, 1984: 217).


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Alegoría de Bolívar

Briznas al Viento

Vicente Huidobro I Muchacho, ¡cómo te latía el corazón! Sentado bajo un árbol venezolano en la noche contemplabas las estrellas que significaban algo y sentías el llamado de tu tierra natal. Y sentías el rumor de los llanos más allá de tu jardín, y el ruido de las grandes montañas como un resplandor, y el ruido lejano de las selvas que conjuran la noche, y el rumor de los ríos que parecen llevar un tambor ronco al fondo de sus aguas. ¿Por qué latía tanto tu corazón? El soñador tenía un árbol para hacer techo a sus sueños, y para murmurar la misma frase de tierra, las mismas palabras o tal vez peticiones de suelo nativo que quiere romper cadenas y saludar al sol. ¡Oh tristeza de las hojas al nivel del cielo! ¡Oh esperanza de las raíces en su larga noche! Era esbelto como la palabra Héroe y tenía ojos de relámpago libertador. Se llamaba Simón. La cabeza erguida parecía estar contando los planetas. En la garganta sentía el gusto amargo de la tempestad que se avecina. El ensueño entornaba los párpados y alguna repentina imagen violenta volvía a levantarlos y dilataba las pupilas. Aspiraba la noche en voluptuosos tragos de oscuridad brillante. Su tierra se extendía como dos alas a derecha e izquierda de su corazón. Y más allá de su tierra las otras tierras hermanas. Y todas le llamaban por su nombre en las noches tan lentas. Y todas le hablaban en las sombras. Su corazón se dilataba. Sus ojos adquirían un fulgor tremendo. Su corazón se dilataba de un modo pavoroso. Su corazón tomaba la forma de un continente. II Simón Bolívar. Tu nombre ha atravesado toda América en un áspero galope. Los tejados de mil pueblos ven pasar tu caballo como una noche por la noche. Y ven allá lejos tu mano descorrer el alba. Aliento de millones de gargantas de grandes pueblos apretados como racimos cósmicos que te saludan y te aplauden. ¡Oh! Alegría de liberar del libertador. Alegría de crear del creador.

Alegría de soñar del soñador.

como flores en los ojos.

Era preciso que el esclavo levantara la frente.

¡Oh admirado!, he aquí otra admiración:

Y contemplara el mundo como un enfermo que sale a la orilla del mar.

Tu frente de mármol en medio del infortunio.

III

Y tu tenacidad.

América dormida, envuelta en olas que hacen crujir sus huesos y silban en enormes remolinos.

Tu tenacidad inalterable.

América levanta la cabeza. La bella nadadora entre dos océanos suntuosos.

Tu tenacidad de océano llamando al infinito.

Levanta la cabeza. Un huracán vertiginoso sacude sus espaldas tan adornadas como el cielo. América resuena de marchas militares y de cantos fúnebres. Los ríos son arterias de sangre valerosa y pulsos de agonía. Los árboles son llamas de entusiasmo. Se cruzan los ejércitos atentos a la noche y entregados al día. Polvaredas de marchas y contramarchas. Orgías de la muerte y delirio de victorias. Bolívar a caballo en la aurora que asoma en todas las montañas. Orgullo de las selvas cantando un himno más grande que el sol en su trozo de cielo. Resplandor de las hogueras velando en los desfiladeros y en los llanos impacientes de momentos de gloria. Al anuncio del Centauro se preparan las flores. Al paso del jinete infatigable nacen rosas y campanadas. El huracán Bolívar no reposa. Vencido o vencedor, no se fatiga ni conoce el desaliento. Banderas visionarias tremolan sobre la audacia electrizada de los vientos. El huracán exclama: “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”. Con tan mínimos recursos este jinete en su caballo audaz realiza empresa tan enorme. América romperá sus primeras cadenas y quedará aguardando otro Centauro para romperlas todas. ¡Oh glorioso! Pero he aquí tu gran gloria: Por primera vez en todo el continente, antes que el arco iris se levante con sus ropas de lujo, declaras la abolición de la Esclavitud. Y la tierra fue azul y se encendieron lámparas

Tu tenacidad inagotable. Es en el desastre en donde siento el incendio de tus venas. Y el vagido anunciador de la borrasca. La nueva racha, la próxima siembra del pavor en praderas de triunfo resonante de alaridos y cascos de potros desbocados. Ni un minuto desfallece. El torrente no está quieto jamás hasta alcanzar su gran designio. Simón, allí estaba América gimiendo como una enorme flor entre sus mares encadenados. Y tú te ofreciste a los pueblos como un leño macizo. IV Ahora te preguntan tus estatuas: “¿Cumpliste con la ley dialéctica de tu día histórico?” Y tú crees que sí. Y tal vez la razón sea contigo. Simón, hay tinieblas sobre el mundo. Aún reina la noche en tus Américas. Hoy los hombres estamos empeñados en libertar al hombre de una esclavitud igual si no mayor a la que tú rompiste. Estamos batallando por una libertad más alta que la tuya. La libertad total a que aspiramos busca en estas tierras un nuevo y gran Libertador. Pronto Simón, desata tus amarras de las sombras, desenvaina tu espada color lluvia bienhechora y toma tu sitio en nuestras filas. Ahí está tu caballo de ijares impacientes, vibrando como un gran violín de Marsellesas y cantos resucitados. Ahí está esperando tu caballo. Y detrás millones de jinetes como olas efervescentes. Pronto nuestras montañas saludarán al alba que se acerca con un rumor de pasos milenarios que vienen desde el fondo de la Historia como una interminable procesión de esqueletos heroicos.


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