1/2 Día del Domingo Nº 41

Page 1

R e v o l u c i ó n a D i a r i o w w w. c i u d a d c o j e d e s . c o m . v e

DOMINGO 21 DE SEPTIEMBRE DE 2014 / CIUDAD COJEDES

1/2 DÍA DEL DOMINGO 1 DOMINGO 21 DE SEPTIEMBRE DE 2014

LOS CONFINES Y LA INTUICIÓN EN LUIS CAMILO GUEVARA ENRIQUE HERNÁNDEZ-D’JESÚS

L

uis Camilo nació en Tucupita, un caño del Orinoco. Para los poetas que conocen sus aguas es la temperancia de los vientos. Su padre fue un navegante en el mar Caribe y en el río más grande de América.

½ DÍA DEL

DOMINGO

RAZÓN BELLEZA y REVOLUCIÓN

Por eso su poesía trata el tema de los ríos, es un hilo de agua de río. Saltos mortales. Malabarismos eróticos, como bien lo han hecho las cartas de amor. Es un poeta romántico, en el mejor sentido del romanticismo, en el mejor sentido de la palabra. Toca el paisaje exterior en estado total de embriaguez, la palabra como espectáculo y éxtasis, con toda una precisión de sentimientos que acompañan al poeta desde su infancia. La evocación permanente de su Delta es memoria afectiva, y en el sueño total, la palabra desde lo más iniciático, desde lo más salvaje y puro. El poeta crea un lenguaje de significaciones luminosas, de selvas coloreadas por un niño en la soledad, de obsesiones con los conflictos extraordinarios, vale decir, con los

conflictos, hondamente, en el fondo mismo del miedo, en el fondo mismo del zozobrar. Luis Camilo confronta sus fantasmas con una mitología fielmente insospechada, pero fielmente individual. Fantasmas fragmentados en todas las claves de la irrealidad, en todas las claves del solitario siempre sorprendido por las formas infinitas de la ternura. En algún mito Makiritare podría estar escrito: En todo caso si una Coneja se resiste, no importa. Insista. Léale poemas de Rilke, de D.H. Lawrence, de Hölderlin, o este de Luis Camilo Guevara:

41


2 1/2 DÍA DEL DOMINGO

“…Héme dócil como el Conejo esquivando rituales agoreros como para no ausentarme definitivamente de la tierra ¡Oh sol! nos hemos tocado un poco y nada nos permite cambiar los únicos modales que tenemos” Lo importante es por el poema amatorio o exótico. El mismo se sorprende de sus propias palabras, como un niño, como el más inocente de los inocentes. Otro inocente. Mucha lucidez, inútil para todo. Un poeta útil entra en contradicción consigo mismo. El poeta debe estar en el ocio creador. Ocio en el sentido de vitalidad, de ambrosía, en un sentido absoluto. El poeta cuenta las historias: inexplicables, comprensibles, inventadas, de todas las maneras, y alguien las entiende y le busca de compañía de ruta creando una pareja amatoria, errante, llena de miserias y grandezas, pese a quien le pese. Además ya viene condenado de antemano. El origen está en todo, en el comienzo, en el fin y en el medio. Y no es sólo el atravesado por un rayo de sol en medio de la tierra. Luis Camilo está atravesado por la inmensidad de su territorio, por la abundancia de su naturaleza, por el gran río, pureza y claridad, relámpagos vertiginosos, fundadores de sus temores, miedos, perturbaciones en un mundo de redes perversas, de laberintos atractivos, de floras y con la realidad navegante del sueño. Su actitud verdadera es la obsesión. Obsesivo en el discurso poético, obsesivo hasta la médula como se lo dijo el Chino Valera Mora. Pero más que eso es un desolado, sus poemas vienen de La Torre abolida, de la sombra y sus obstáculos, de la intensidad y profundidad del dolor, simplemente de la clarividencia en el carruaje recurrente de la última imagen. Es una semejanza con la palabra, una estética perversa y mística. De tanteos, deseos terrenales, embriagueces visibles de la imaginación. En estos estados, el poeta se acoge al vínculo secreto de originar en el espacio, explosiones, malabarismos,

CIUDAD COJEDES / DOMINGO 21 DE SEPTIEMBRE DE 2014

saltos mortales. Así lo vi desde la primera noche que lo conocí en la Plaza Venezuela, cuando era joven y llegaba de Mérida, y él me esperaba junto al apasionado jugador de caballos Alberto Patiño. Conocí la palabra de Luis Camilo. Y desde ese entonces hasta el momento hemos estado juntos en muchas aventuras de la vida, en muchas locuras que nos han servido para crecer, solamente algunas partes, porque las esenciales todavía permanecen en sus mismas trincheras. Luis Camilo ha sido un ejemplo de sobriedad, de desmesuras, ingenuidad constante y derrochadora. Pero salgamos de la anécdota personal. Entremos a la desembocadura del Orinoco, imaginemos a Luis Camilo de niño, nadando entre sus aguas, corriendo por sus bosques, esos elementos lluviosos que ha podido conjugar Soto en sus penetrables, selvas densas, imágenes con la fuerza y conciencia de la más alta inspiración chamánica, en la más alta expresión de los orígenes, con la mirada en la mujer vegetal, muy bien lograda por Mario Abreu. Estos signos obedecen a la angustia contenida durante muchos siglos, y Luis Camilo sigue siendo el eco junto a Alejandro Otero, José Balza, Gustavo Pereira, Humberto Mata, Luis García Morales. Qué paradoja si nombrase a Alfredo Silva Estrada, Caupolicán Ovalles, Salvador Garmendia, Teófilo Tortolero y Víctor Valera Mora. Y aún más en la mezcla de Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez y Ramón Palomares. Y si buscáramos recompensas para saber que otros se han sentado a su ambición deslumbrante no hay que olvidar a José Barroeta, Irma Salas, Francisco Pérez Perdomo, Carlos Noguera, Stefania Mosca y Luis Alberto Crespo, a este último visto, jinete en pelo, cruzar un espejismo de llanuras donde la Resolana parece tan fuerte como su nombre verdadero: Moro por el vendaval. Y las canciones de Ángel Eduardo Acevedo, tierra adentro, aplacan todos los miedos que, por los alrededores de la Rubiera parecen fantasmas del siglo XX. Allí está Mario Abreu, listo para lanzar un ataque a fondo con el hijo de Mandrake, su más tranquilo compañero. Y aquí se mezcla la magia, se mezcla con lo que los románticos llamaban magia y sueño, como justificación de estar todo el tiempo en la infancia. Claro, son los poetas malditos. La infancia en el poeta es parte total de sus penumbras, del horizonte en diálogo con la experiencia poética. Un día le pregunté al poeta Luis Camilo: cómo es EL MOVIMIENTO EN EL ESPACIO y él dijo: La misma ave que cruza el Paraíso se convierte, por destreza y causalidad de su propio desplazamiento, en el espejo irreversible de una errancia a horcajadas del tiempo del hombre, de ese hombre que es, o que vendrá a ser, un obsesivo deseo por recorrerlo todo, absolutamente todo. Si nos imaginamos la quietud permanente, el no suceder, la mortal serenidad, resultaría pavoroso cualquier presentimiento. Desde sucumbir en la soledad hasta la desaparición total del olvido, y ya que hablamos del hombre es necesario, incluyendo lo desconocido, atribuirle cierta capacidad para sobrevivir más allá incluso de su desesperación. Por eso, él ha inventado un desarraigo, una pasión, una aventura. De todas maneras, lo importante reside en adivinar el sentido de lo que existe y de lo que se piensa. Sin premonición, no hay cielo que valga. Hallemos en la metáfora del vuelo más que un indicio alentador, la persistencia acabada del

sueño. A través de esa mitología –sin excluir la pesadilla que, repentinamente pudiera adquirir categoría individual– podemos reconstruir cada instante del devenir que pasa, o está pasando. Siempre estamos hablando de lo que no se detiene, de lo irreversible, de la hoja desprendida alejándose cada vez más. Pero, ¿estamos en el espacio o somos el espacio? Nadie duda de la temeridad que resultaría perderse en uno mismo, no encontrar ni siquiera la huella del predecesor, es decir, sentirse íngrimo por siempre. Eso no es lo que está allí, precisamente enfrente, iluminando las calendas del vivir. Otro día le pregunté: Cómo es el gusto para el poeta: El gusto es saborear lo amado, lo que está en la piel, lo que sale de la piel, es como entrever el sueño a través de una rendija por donde asoma el mismo sueño su forma eterna. El gusto, entonces, mi querido poeta, es seguir la huella del paso que damos sobre la tierra. Si reconocemos que al principio, mientras ella no existía, fuimos tan desesperadamente tristes, tampoco el gusto parecía posible encontrarlo. La rama apareció y adivinó la centelleante esperanza del amor que abrió el inmenso sabor del mundo. Por eso, ella retoma el espacio de lo bienamado, de lo fortuito, de lo que nace adherido a la piel como un beso muy largo. En esta penumbra de la selva vemos la claridad eterna en el original milagro de la naturaleza. Lo abundante es luz, lo barroco, excesivo, despierta el espíritu y su propio destino, en su propia fuerza de árboles, ramas, animales feroces, flores maravillosas, túneles, donde los confines sorprenden la intuición. La realidad del inconsciente recurre a los mitos indígenas, mezclados con los negros y los buscadores de oro de distintas nacionalidades. Es una hibridez que nace precisamente de los pisatarios originales con estos soñadores o aventureros. Estos abismos han creado un sinfín de historias, de aventuras, de venganzas, de sueños, de ilusiones y de ideas, donde el asombro triunfa siempre por encima de la realidad: … Cuando desfallecía por deslumbramientos de mis menudencias rurales ya era un desatado perverso que andaba por [la villa buscando ojos de caballo alazán muralla de piedras donde lanzar mi catapulta [heroica granja donde corromper a la muchacha del cabello siempre revuelto y que lucía con demasiada frecuencia su vesti [do rojo Grandes eran mis flechas y mi destreza para [aniquilar el sonido de los pájaros más bellos De mi astucia guardan rencor las alimañas [venenosas y los padres de las niñas que me entusiasma [ron doy fe de mi diario perdido y de la hermosa prenda que me fue timada [por los acreedores Algún compañero puede testimoniar y sólo a él ha de creérsele sobre mis felonías Vemos como para el poeta la felonía y el caimán es el tótem que viene desde el diluvio en el Arca de Noé y por decreto del Almirante también en los caños del Delta, lamiendo las ásperas callosidades de las lavanderas, de nuestros Caciques almados y

afiebrados por las tempestades, por los chubascos de las grandes inundaciones y donde el sol no es sino un pedazo de milagro donde revolotean toda clase de insectos, donde la humedad se impone como relación humana desde el principio. La estela que el barco deja sobre las aguas se convierte en olor original, salvaje, místico. El poeta viene de las aguas y salta al inhóspito territorio donde las casas son construcciones eminentemente oníricas, fastuosas como lo que sentimos al descubrir cada día. Un día que comienza con la faena de montar el caballo sobre el barco y llevarlo más allá de nuestras fronteras. El charco, el río y luego el mar se funden en un espléndido acontecer. La miseria humana desaparecía tras los encandilamientos del gran suceso, ese espejo de todos los días. Hay una relación mágica que lo conmueve cuando la recuerda: los ojos de la primera muchacha que se vuelven eternos, fijos, totales y desde donde el equilibrio del mundo se mantiene. Esos ojos no pasan. Todo existe en los ojos de las iguanas, de los perros de agua, de las lagartijas, de los gusanos de seda, de los alacranes y de los pájaros. Así como el ojo de la flecha que cautiva amaneceres, que atraviesa el corazón siempre del poeta y de la selva. ¿No es cierto que el moriche, absolutamente hechizado de su vanidad posee un encanto para la tristeza? Al poeta las toninas le pasaban por el frente de su casa y él las veía desaparecer en un ejercicio sensual sin tanto encubrimiento. El sexo se metía por una rendija especialmente delicada de donde provenía el torrente exuberante de la naturaleza, cuando la piel se vuelve tócame y resucita. El acontecimiento de las lluvias tardaría poco en aparecer. Luis Camilo se aferró al espacio y al tiempo de sus primeros amores, es decir, el tiempo de la aurora, el de los caminos de café, el gran lagar donde fantasean las uvas de playa y los almendrones locos que corrían tras las huellas que dejaban los pies desnudos de los aborígenes.

“El bardo de Tucupita me dijo al oído, con susurro paternal: La poesía y la prosa son el devenir de lo esperado, descubrimiento, celebración. Se acercan y se alejan en la medida de lo posible. Nuestras pertenencias parecen sobrevivir. El juglar marinero ha iniciado su andar por las aguas inconclusas de la eternidad. Y en momentos en que se buscan poetas bisoños para que rimen en tiempos de terciopelo, Luis Camilo, con la profecía de su palabra esperanzada, es un oráculo del que puede beberse –como decía su hermano Víctor Valera Mora- en su benevolente corazón, ya que es… esquirla y alborada, abriendo todos los párpados caídos. Paz perpetua a un alma buena y generosa que nos ofrenda, con su verbo encantado, todos los caños del Orinoco” Jorge Valero / Ginebra, 4 de Septiembre de 2014.


R e v o l u c i ó n

a

D i a r i o

DOMINGO 21 DE SEPTIEMBRE DE 2014 / CIUDAD COJEDES

1/2 DÍA DEL DOMINGO 3

Las cartas del verano: Una lectura retomada ALBERTO HERNÁNDEZ

1.

El tiempo muchas veces deja de pasar. A veces se detiene y marca una lectura, una imagen, un recuerdo desvaído, pero recuerdo al fin. Las páginas, ya amarillas, destacan su nobleza, el carácter eterno de su contenido. El libro ha estado en silencio durante varias décadas. Sus sonidos aún se sienten bajo la lluvia de cualquiera de aquellos años puestos en relieve, en la perspectiva de estos que nos han hecho parte de una edad casi consagrada. Converso con Luis Camilo Guevara y no recuerdo el título del libro. Pasados otros años, otros lingotes de oro de la realidad, encuentro el título en una caja, solitario, perdido, invadido de pequeñas alimañas, de huevos de insectos prehistóricos, de un polvillo que me somete a varios estornudos. Entonces abro Las cartas del verano (Premio Bienal Pocaterra, 1971) y me entero de su edad de publicación: 14 de agosto de 1973. Llueve en este momento; sin embargo, Las cartas del verano de Luis Camilo vuelven a salir de los sobres para decirnos de su origen. Editado por la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, en la colección que le da nombre al galardón valenciano, el poemario está dividido en dos partes: Entre dos soles y Lenguaje aprisa. El tomo no presenta otro dato que diga sobre las autoridades de esa casa de estudios de Valencia.

2.

El primer poema del libro es una marca difícil de dejar a un lado. La voz solitaria del poeta es también la voz íngrima de un texto corto que lastima a quien lo pronuncia: Rescate el óxido comienza mi sed lo precipita y voy envejeciendo Me ronda un cierto olor y estas ropas manchadas por la luna / abren el luto Estoy solo. (Viudo).

Unos pasos más adelante, la soledad se ref leja en el agua a través de un personaje mitológico. La temida vejez, el tiempo aposentado en el rostro hace que el personaje del poema sea arrastrado por el miedo. Narciso, Su pobre imagen comida por el musgo. Su ansiedad —un sueño aspirando a cristales— la lleva el pez oscuro hasta muy lejos... y él reina tierra adentro.

Su poesía era un

viaje entre la tupida vegetación verbal de este país y del mundo todo. Nos reconocimos en su cercanía y las maneras de darle al silencio una importancia poco respetada por otros. Su poesía —su discurso poético— fue un río permanente alimentado por las crecidas de su imaginación” El poeta de este libro coincide con los personajes de Francisco Pérez Perdomo. En medio de la mirada solitaria, entre tantos escalofríos provocados por el silencio, aparecen los “Espantos”, criaturas de las sombras, perfiles de sujetos inasibles, que trastornan la realidad y lo llevan de la mano a encarar rostros extraños, irreales: Alguna vez visito las grandes plantaciones donde levitan los nocturnos habitantes que regresan. Allá me siento como un pequeño rufián que espía los secretos de los muertos me conmueven en sus proezas y sus inútiles proyectos para derrotar la melancolía y la ausencia de ver (...) Son como sombras pero no son ni sombras. Más adelante reconoce la imposibilidad de alcanzar la imaginación. No obsta nte, ad m ite que

Tras el huracán que se lleva los restos multicolores no desaparece nunca el aroma donde soy sometido a nuevos desafíos. Esos “nuevos desafíos” convocan a imaginar la imaginación, a ser parte de un mundo en el que es posible pensar la imaginación y convertirla en poesía. El poema resuelve el enigma. El poema es una metamorfosis. La vida, el pensar, una revancha. Un espacio donde nada es imposible.

3.

Mi otra parte inmortal hace juego con la sombra que más tarde advertirá el poeta en su paisaje, el dejado atrás una vez que dejó la corriente deltana y deltaica, el curso del viejo Orinoco, la selva sudada en la piel de la niñez. He allí que ante “el fracaso de la noche”, asido al monte de su origen, el poeta que canta en este viaje rastrea hasta encontrarse en la segunda parte del libro, hecho polvo para las huellas dejadas al olvido. No obstante, Decidiste cortar las amarras y ahora pruebas que fatalmente no queda otra vía la errancia su peregrinaje paso a paso hasta caer entre las candelas y los hijos del diablo. Muchos fueron los intentos, las visiones, los caminos removidos por los pies, de allí que Los primeros pasos son confusos (...) Y descalzo camino entre frutas y hojas pomarrosas / guayabas / morichales sarrapias merecures cacao / grandes enredaderas membrillo catuches / reserva de lirios así / entre follajes abundantísimos... Dos miradas, la ciudad y el monte prometido, el Paraíso, el recuerdo de la antigua casa, el sofoco de los ahogados. Y

LUIS CAMILO

GUEVARA

como para no ausentarme definitivamente de la tierra ¡Oh sol! nos hemos tocado un poco

Hoy en portada: Luis Camilo Guevara de Richard Oviedo (2014; mixta sobre papel, 27 cm x 20 cm). Dirección: Miguel Pérez / Coordinación Editorial: Daciel Pérez/ Diseño y Diagramación: Luis Daboe Correo electrónico: mediodiadeldomingo@gmail.com /Facebook: Mediodía del Domingo/ Twitter: @Mdíadeldomingo

así el resto del libro, acuático y terrestre. Selvático y desértico. Viejo y nuevo. Las cartas del verano de Luis Camilo Guevara no envejecen, se renuevan con cada lectura. Entonces el tiempo deja de pasar. El último instante con Luis Camilo A esta hora estamos situados en el lado oscuro del ser. Luis Camilo Guevara, el poeta de la cola del Orinoco, la voz del Delta, la mirada de quien se trajo los manglares y barros de aquel río, las manos morenas de quien amasó aquella tierra y la hizo texto muscular, dejó de estar en este mundo para transitar por el otro, en un tránsito que nuestro Pepe Barroeta dejó plasmado en las páginas de un estudio homenaje en el que también están Rafael Cadenas y Víctor Valera Mora: Lector de travesías,Ediciones Solar, Colección Ensayo, Mérida, Venezuela, 1994. Con Luis Camilo aprendimos a conversar. Su poesía era un viaje entre la tupida vegetación verbal de este país y del mundo todo. Nos reconocimos en su cercanía y las maneras de darle al silencio una importancia poco respetada por otros. Su poesía —su discurso poético— fue un río permanente alimentado por las crecidas de su imaginación. A esta hora, cuando su cuerpo no está, entramos en sus poemas y lo cultivamos como un árbol. Celebramos su travesía, su permanencia por décadas en este mundo ruidoso y silencio, amargo y deleitoso. Solitario y en compañía de los hacedores de imágenes y universos insólitos. Su nombre ya es un tributo. Un homenaje permanente. El extenso verano en el que nos ha dejado forma parte de la experiencia del vivir, como diría Cesare Pavese. Las cartas de la estación más tropical son las mismas que seguiremos leyendo.


4 1/2 DÍA DEL DOMINGO

CIUDAD COJEDES / DOMINGO 21 DE SEPTIEMBRE DE 2014

Si el gran encantador de serpientes retorna LUIS CAMILO GUEVARA

OTRAS REGIONES MÁS FÉRREAS Nadie sobrevive a la perdida huella de la infancia. Festejo, en verdad única que juro con sangre, la voracidad de otra edad distinta a aquella. Es necesario retribuirnos todos los dones que fuimos ejercitando al redoble de una música grata; es necesario, sin caer en humildades fatuas, reclamar los espacios totales, la frondosa virginidad, el hechizo y la memoria que hicimos hermosa, de pura realidad.

Yo me quedé en la región más férrea.

Estirar los nervios, siempre los nervios, para que ninguna Hoguera quede sin heredad perpetua.

Caminar entre árboles remotos.

Le miraba hacer destrezas con la tigra y el escorpión, parecía pequeño pero la sombra suya era como el río de larga.

Sumergirse y tocar el infierno del agua con la palma de las manos. Atar barcos desaparecidos, volar papagayos como gorriones, correr tras el sol como si fuese un pez distinto, izar velas rotas, y, desde luego, cazar iguanas, pájaros y senos grandes como palomas.

Acampar entre los brazos de la ternura, mejor que un cuchillo suspendido entre brasas.

Gusanos de seda, conviértete en laja de pelea, y sube al cielo con los poderes de un ángel expatriado.

Contar aquí los pasos sigilosos, la buenaventura, el espacio vital configurado en planetas, raíces y lluvias.

Yo, brotado de la sal por especie innumerable, nombro las calles más floridas, donde hortensias y rocío embriagan para siempre.

Mas, antiguo festín, hemos desperdiciado los valores éticos Y actuamos, títeres o zánganos, bajo una piel irreverente. ¡Somos los estrafalarios! Pero henos, sin razones aparentes, temidos como bestias acorraladas. Toda edad, se dice, es un escarmiento hacia los deberes religiosos. De todos modos, después de la infancia, sólo hay respeto para los reparos.

Bañarse y refrescar el cuerpo: hacer oleajes y maravillas flotantes. Nadar, nadar, estimular el esfuerzo con la conquista de una orilla desconocida como trofeo.

Contar, adrede, el entusiasmo del padre, casi un poder visible o invisible. Amarlo desde el comienzo: veraz, marino perdurable. Buscar la red y estregar en la playa con desmesurado aliento, loco y feliz por la demencia. ¡Oh, destrucción, tenaz memoria!

Brisa matinal para el encantador de serpientes, el, cuyas mayores proezas celebré en los muelles, desapareció del pueblo con su botella de alcohol. Imagino, a mucho trecho ya de los sucesos, cuánto debo al solitario bienhechor.

Duermo en la plaza sin aceites especiales y me descubro, fulgurante, al roce de la medianoche. En ese instante, después de tallar en las hojas caídas, transpiro y congrego frente a mí los mejores arqueros dela Arcadia. ¡A excursión! –invito. Sin dar tiempo para reflexionar, ordeno que la vigilia sea: así nos verán trepar la tapia de la iglesia. Nadie pensará que somos infalibles. Si el gran encantador de serpientes retorna, como halado por una tempestad del sur, verá que hicimos la fiesta y su homenaje. (DE FESTEJOS Y SACRIFICIOS)

PALMERAS

Por este lugar pasan los frescos del paraíso Se tejen historias más desenfadadas que en cualquier camarote de barco contrabandista Mi vida se alegra y remonta climas de ciudades desconocidas y hace jolgorio en las cúpulas de los templos antiguos Paseo como un hombre totalmente reconciliado Ningún forcejeo me sorprende ya harto de tantas tranquilidades Estas son las palmeras donde habitan aves cuyos testimonios refrescan los días de julio Me importa conocer el destino de las gaviotas perdidas y sacrificadas en el espacio En esta vereda hay sombra y fama de resurrección Cuando olvido mis ocupaciones sale del vapor embriagante el sueño de mi padre que viaja entre los soles. (DE LAS CARTAS DEL VERANO)

Diablo de verdun Es el final de la calle y ni siquiera hay rosas la candela brinca de un lugar a otro Nadie osa mirar ni las rejas ni los portones abiertos

Para qué se hicieron esas telarañas esos ventanales esos jardines y esas intensas amapolas al aire? Anda conmigo sombra de los vendavales y condúceme condúceme pronto a la mansión donde retienes mi otra parte inmortal. (DE LAS CARTAS DEL VERANO)

VOLADORES

Suelto hilo hasta los límites irremplazables y me doy cuenta del imposible que resulta perseguir las formas ya imaginadas Así cruzan veloces voladores y cortan tras mucha faena belicosa mis principios y finales de jornadas Tras el huracán que se lleva los restos multicolores no desaparece nunca el aroma donde soy sometido a nuevos desafíos. (DE LAS CARTAS DEL VERANO)


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.