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DOMINGO 23 DE FEBRERO DE 2014

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DOMINGO

Nº 18

RAZÓN BELLEZA y REVOLUCIÓN ANTONIO GUZMÁN BLANCO (2014)

de Richard Oviedo Mixta sobre papel, 21 x 25 cm


2 1/2 DÍA DEL DOMINGO LA MUERTE DE ZAMORA: UN HECHO HISTORICO ENVUELTO ENTRE EL MISTERIO Y LA MENTIRA (y III) CIUDAD COJEDES / DOMINGO 23 DE FEBRERO DE 2013

ARGENIS AGÜERO La versión del Gral. Manuel Landaeta Rosales El Gral. Landaeta Rosales publicó en 1893 un trabajo titulado Biografía del valiente ciudadano General Ezequiel Zamora, y en un subtítulo denominado “Muerte de Zamora” (pág. 41) dicho autor escribe: Desde el 10 de enero de 1860 en que Zamora cayó sin vida en San Carlos, hasta la fecha, su muerte ha sido objeto de mil conjeturas, no faltando quien la haya atribuido aun a alguno de sus mismos compañeros; pero al fin nada se ha puesto en evidencia de tal dicho, en el transcurso de 33 años; y nosotros creemos que fue una bala salida de las filas enemigas, la que en mala hora cortó la vida de aquel héroe, pues en tan largo periodo de tiempo, ha debido esclarecerse el hecho, como ha sucedido con todos los de igual naturaleza; pero si el cargo hecho a los compañeros de Zamora es una invención calumniosa, o si realmente fue la obra del crimen aquella desgracia, y hay quien le conste la verdad, en uno u otro caso, debe manifestarlo con absoluta claridad al mundo, para que desaparezcan las sombras o lance la Historia el anatema sobre los culpables. La versión del General Luis Level de Goda Este importante jefe militar, que participó activamente en la contienda de la guerra federal, publicó a finales del siglo XIX un libro titulado Historia contemporánea de Venezuela, política y militar, en el Tomo Primero, editado en 1954 por la Imprenta Nacional refiere lo siguiente: Recorría el Gral. Zamora uno de sus puntos más aproximados al enemigo de la ciudad, cuando fue llamado por el Coronel Payares Seijas, su compadre y amigo, con motivo de unas palabras que este había tenido con otro jefe: ¡fatal y funesta impertinencia la de Payares Seijas! Zamora se volvió, y por cierto que le negó la razón a su compadre, luego se dirigió cerca de una fuerza compuesta de hombres de la costa de Puerto cabello y de una compañía coriana mandada por un Capitán Herrada, y entró en el solar o corral de una casa, siendo advertido Zamora por dicho Capitán de que los fuegos enemigos dirigidos allí se hacían con mucho acierto, entrando las balas por un gran claro. A pesar de la advertencia, Zamora se descuidó; entró una bala y acertó a pegar en la frente del gran caudillo de la federación, quien, en el acto, sin proferir una palabra completa, cayó para morir en seguida. Cerca de allí estaban, además de Payares Seijas y del Capitán Herrada, otras personas

de poca significación, y Antonio Guzmán Blanco que acababa de llegar buscando a Zamora, y no lejos, el General R. Márquez; algunos de aquellos vieron caer al valiente ciudadano exánime y en seguida lo cubrieron con una capa y lo trasladaron a una casa inmediata, conviniéndose en guardar el secreto de tan extraordinario como lamentable suceso (p. 275). Luego, al referirse a la presunta conspiración que ocasionó la muerte de Zamora, Level señala (p. 276): Diferentes versiones ha habido, y aun se refieren, respecto de la muerte del General Zamora; y existe una que la hace depender de planes proditorios, infames, forjados en el mismo campamento federal (…) y citan nombres propios y se refieren revelaciones de determinados individuos. En asunto tan grave y de tanta trascendencia, natural era que el autor de esta historia, investigase, escudriñase y estudiase, y ha obtenido como única versión –si no del todo exacta, la que más se acerca a la verdad- la que ha dado antes, con ciertos pormenores que se leerán en seguida: A propósito de la muerte del General Zamora hanse querido echar sombras sobre el General Falcón; pero este señor era incapaz hasta de concebir la idea de hacer matar a Zamora, y mayormente de mandarla a ejecutar. Podía estar Falcón, como lo estaba en realidad, desazonado, descontento y celoso de su cuñado, compañero y amigo, mas nosotros que le tratamos íntimamente y que le conocimos a fondo, nos atrevemos a asegurar que ni siquiera llegó a desear la desaparición de Zamora en un momento de arrebato o de ambiciosa inquietud (…) Así, pues, aquel General no podía tener interés en la muerte del otro; por último, los antecedentes de Falcón y su conducta posterior, lo abonan suficientemente para hacerlo insospechable respecto de esa gran desgracia. Y para cerrar cualquier asomo de duda en torno a la muerte de Zamora y el origen de la bala que le segó la vida, Level de Goda acota (p. 277): Hay algo mas en corroboración de lo que hemos asentado como la versión que más se acerca a la verdad sobre aquella muerte, y es lo siguiente: Con motivo de las distintas versiones y publicaciones a ese respecto, han testificado algunos, y así lo ha asegurado por la prensa el general José D. Trías, que la bala que mató a Zamora salió de un fusil del campamento enemigo, y hasta se ha creído saber quien disparó el tiro fatal, pues uno de esos buenos tiradores que frecuentemente se apostan en los combates para hacer tiros de precisión, y que desempeñan el horrible oficio de matadores, casi siempre disparando por mam-

Plano elaborado por Argenis Agüero puesto, dijo a distintas personas que él le había apuntado y disparado a un jefe que tenía un kepis sobre el sombrero, que dejaba ver la cabeza y a veces el cuerpo, y que estaba precisamente en el lugar donde fue muerto Zamora; y solo este General usaba así el kepis entre los del ejército federal, lo cual hace creer, con sobrado fundamento, que el matador del valiente ciudadano fue ese tirador del que hemos hablado. La versión del Dr. Laureano Villanueva El Dr. Laureano Villanueva, uno de los más importantes biógrafos de Zamora, publicó a finales del siglo XIX su trabajo titulado Vida del valiente ciudadano General Ezequiel Zamora, el cual fue re-editado por Monte Ávila Editores en 1992; allí en el tomo II (p. 205) aborda –escuetamente- lo relativo a la muerte del líder federal, y refiriéndose al día 9 de enero (previo al de la muerte de Zamora) habla de la conducta de Zamora hacia Falcón: En la tarde y noche de aquel día convino con sus jefes principales, y con el Dr. Guzmán Blanco, nombrado últimamente Secretario suyo, en aclamar al General Falcón, en San Carlos, presidente provisional de la República para que procediese a nombrar su Ministerio y a organizar los ejércitos federales. Edecanes suyos, como el honrado General Joaquín Rodríguez Guerrero, nos ha referido que esa noche, viva-

En portada: Cipriano Castro, de Richard Oviedo (Mixta sobre papel, 25 cm x 21 cm). Presidente de Venezuela (1899-1908). Impulsó un proyecto político de modernización y unificación nacional, que socavaba las bases del caudillismo imperante en la Venezuela Agrícola. En junio de 1904, visitó la ciudad de San Carlos realizó una investigación sobre la muerte y los restos de Ezequiel Zamora. Dirección: Miguel Pérez / Coordinación Editorial: Daciel Pérez/ Diseño y Diagramación: Luis Daboe Correo electrónico: mediodiadeldomingo@gmail.com / Twitter: @Mdíadeldomingo

queando a las márgenes del hermoso río San Carlos, dijo delante de todos sus edecanes, y de varios jefes, que el día siguiente, a las tres de la tarde, estaría tomada la plaza: y que inmediatamente se proclamaría al General Falcón Presidente provisional por el pueblo y el ejercito; y se emprendería marcha hacia las provincias del centro. La investigación del Dr. Adolfo Rodríguez Este prestigioso autor, que desde mediados de la década de 1970 se ha dedicado al estudio de la vida de Zamora, tiene varias publicaciones al respecto, una de ellas titulada La llamada del fuego, Vida pasión y mito de Ezequiel Zamora, editada en el 2005 por la Academia Nacional de la Historia; allí, luego de una amplia revisión de documentos y testimonios, para lo cual ejecuta las respectivas citas con apego metodológico, el autor ofrece su interpretación del hecho estudiado. En la página 343 aborda los momentos previos a la muerte de Zamora, citando lo expuesto por Guzmán Blanco. Rodríguez hace una síntesis de lo expuesto por Carlos M. Oviedo en su carta a Isaías Lazo (documento inserto en el libro de Domingo Antonio Olavarría) y lo expuesto por el General Desiderio Trías (también citado por Olavarría, así como el documento firmado por “un incognito” (citado también en el trabajo de Olavarría), de ellos toma la versión respecto a haber sido un hermano del Dr. Quintana el que efectuó el disparo contra Zamora (páginas 343 a 346 del libro de Rodríguez). Precisamente

en la página 346 dicho autor hace una acotación respecto a la diferencia entre la versión dada por Guzmán Blanco y otros autores: Guzmán Blanco afirma que Zamora recibió el balazo en el ojo derecho, cayendo hacia atrás, sobre sus brazos, pero casi todos los informantes de Olavarría, incluyendo Landaeta Rosales, coinciden en asegurar que la herida la recibió en el lagrimal izquierdo y se fue hacia adelante. Luego Rodríguez acota (p. 347) varios comentarios: La señora Cuello dijo a Emilio Navarro que la bala había salido del campo enemigo. Pero vino Reques y quien sabe por qué ni para qué, atribuyó el hecho a un miembro del mismo ejército federal, nativo de Coro e hijo de José Aquilino Morón. Y no lo dudó Navarro y menos José Ignacio Pulido cuando fusiló a uno con tal apellido en San Isidro, imaginando que era el autor del disparo. Por último, el autor al citar la obra “Memorias” de Pedro Núñez de Cáceres señala: Núñez (1993) apuntó: En estos días se ha contado la muerte de Zamora de esta manera: dicen que cuando Falcón puso en libertad los prisioneros de Santa Inés Zamora se irritó en términos de prenderlo y fusilarlo; que Falcón, al descubrir el plan, se anticipó mandando dar muerte a Zamora, el cual recibió al salir de la casa donde se hallaban un balazo de rifle en la frente que lo mató instantáneamente, sin saberse quien lo disparó ni donde salió el tiro. No es dable este hecho entre dos cuñados que se querían y respetaban (p. 554). Y fue sindicado también como posi-


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ble francotirador, a Rodulfo Calderón, por sus desavenencias con Zamora y sus vínculos con Falcón, de quien había sido edecán y desertó en Coplé. Inculpar nativos de Coro era inculpar a Falcón. La versión del Dr. Domingo Antonio Olavarría Una de las versiones más documentadas es la del Dr. Domingo Antonio Olavarría, un destacado político de finales del siglo XIX, que mantuvo una polémica pública, sobre la muerte de Zamora y el destino de sus restos, con el Generral Guzmán Blanco entre 1893 y 1895, para lo cual editó en Valencia un libro titulado “ESTUDIO HISTORICO POLITICO, en refutación del manifiesto liberal de 1893”, dedicando el capitulo XI (Muerte y exequias del general Zamora) al tema en cuestión. En dicho libro Olavarría se dedica a desmontar la versión publicada por Guzmán en ese citado manifiesto, exhibiendo pruebas y testimonios de sus afirmaciones. De esta manera, explícitamente, Olavarría va desmintiendo las afirmaciones hechas por Guzmán respecto de la muerte de Zamora. En la página 242 del mencionado texto acota: Zamora no cayó descansando su cuerpo sobre los brazos de Guzmán, sino boca abajo en el suelo. Cayó herido mortalmente, pero no expiró hasta momentos después, sobre la mesa en que fue colocado. Nadie sabe que Guzmán se presentase con su vestido lleno de sangre… Inmediatamente del suceso fue trasladado Zamora moribundo a la casa de las Señora Acuña (p. 242) y colocado sobre una mesa en el corredor de la casa (…) Trasladaron el cuerpo al corredor dicho, Payares, Montenegro, Núñez, Reques, Morón y varios soldados. Tan conservaba síntomas de vida aun, que la señora Quiteria de Acuña le aplicó fricciones de agua divina hasta que expiró (…) Da a entender Guzmán que la sepultura se hizo en la misma casa, cuando fue en la de la casa de la señora Belén Ugarte de Oviedo, calle de por medio, al oeste, de la en que se colocó el cadáver. Tiene que ser falso que solo Guzmán y cuatro soldados misteriosos fueran los enterradores. En la casa de la señora Acuña había muchas personas, y no es de creerse que se hubieran mostrado tan indiferentes (p. 243). El texto de Olavarría es muy contundente en su tesis acerca de la muerte de Zamora así como del destino de sus restos, para ello el autor se vale de una serie de documentos y testimonios que le dan consistencia y fuerza a sus aseveraciones, materiales que él presenta según un orden numérico. El primero que incluye es una carta que el 27 de marzo de 1894 el sancarleño Isaías Lazo le dirige a su paisano Carlos María Oviedo (ambos formaban parte de las filas centralistas del gobierno el día que murió Zamora), en la cual, buscando confirmar sus recuerdos le hace algunos comentarios respecto de la muerte de Zamora:

DOMINGO 23 DE FEBRERO DE 2014 / CIUDAD COJEDES

Yo creo que el General Zamora murió el primer día del sitio, en el solar de la casa de los señores Desiderio y Federico González, y que fue sepultado en el solar de tu casa, al pie de un totumo y otros árboles, pues recuerdo que una sirviente de la señora Acuña nos dijo que allí le habían enterrado (p. 251) La comunicación anterior fue respondida por Oviedo el 16 de abril de ese mismo año, y allí le refiere: En contestación voy a suministrarte los datos que recuerdo bien acerca de la muerte de Zamora. Como a las 11 am del día del sitio, disparó un tiro hacia el solar de enfrente un soldado nuestro de nombre Telésforo Santamaría, y dijo: cayó un jefe de pantalón azul. Este tiro salió de la casa del finado Manuel Hernández Sierra y el mencionado jefe cayó en el solar de la casa que ocupaban Desiderio y Federico González, que dos o tres años después fue del señor Ramón Borjas (p. 252) Otro documento que inserta Olavarría (p. 256), identificado con el Nº 5, es la carta que (desde Coro) a él le dirige el Coronel Payares Seijas, uno de los hombres que estaba junto a Zamora en el momento de recibir el balazo mortal; allí le esquematiza los acontecimientos: 1º. En el momento de la herida del general Ezequiel Zamora estábamos presentes el Comandante Pablo Piña, segundo jefe del punto de ataque, el suscrito que era el primer jefe de aquel punto, algunos soldados, los entonces Comandantes José Manuel Montenegro, Buenaventura Núñez, Antonio Guzmán Blanco, un oficial de apellido Reques y otros que no recuerdo.

En junio de 1904 el presidente Cipriano

Castro visitó la ciu-

dad de San Carlos. En esa oportunidad el líder andino realizó una investigación sobre la muerte y los restos de Ezequiel Zamora, cuyos resultados publicó en la prensa de la época (en el semanario El Eco de Las Pampas, de San Carlos, y en El Constitucional, de Caracas)” 2º. La herida ocurrió en el fondo de la casa contigua a la de las Acuñas, frente a una luz de la pared divisoria del fondo y el patio de la otra casa vecina hacia el sur. 3º. Al caer herido el general Zamora quedó boca abajo en el suelo, de donde aun espirante lo levanta-

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mos después el suscrito, Núñez, Montenegro, Reques, algunos soldados y el Comandante José María Morón que en aquellos momentos saliera del fondo de la casa y lo condujimos a la de las Acuñas, colocándolo en una mesa de comer que había en el comedor, donde a poco espiró. 4º. Estando el cadáver en aquel corredor, lo vieron las familias que había en la casa y otros militares que llegaron luego, como fueron los Coroneles, Juan Bautista García, Escolástico González y Francisco E. Pulido, que desde Guanare venia sirviendo de Secretario al General Zamora. Uno de los documentos que ofrece mayores detalles de los acontecimientos aquí estudiados es una extensa carta anónima (11 páginas), firmada por alguien que se identifica como “un incognito”, en ella puede leerse entre otras cosas lo siguiente: Es notoria en San Carlos la cordial amistad de la familias Montenegro y Acuña, motivo por el cual el Comandante José Manuel Montenegro presentó a Zamora a la señora Quiteria de Acuña; esta le preguntó por sus hijos doctores Elías y Benjamín Acuña, a lo que le contestó que dentro de pocos momentos los vería y tomó pie de la pregunta para elogiar el liberalismo de la familia Acuña. Incontinente la señora Acuña invitó a Zamora y su comitiva pasaran a la mesa provista de frutas y refrescos. Una vez en ella la señora Acuña invitó a Zamora a almorzar, invitación que aceptó para su regreso. Luego tomó un pedazo de patilla y se dirigió a la puerta que da a la caballeriza en cuya pared al naciente se hallaba una perforación por la que pasó Zamora, Montenegro y sus Edecanes a una parte del solar que ocupaban Desiderio y Federico González y en la cual se hallaban las tropas federales en el mayor desorden ocupándose de “detallarse” los víveres de la bodega de los González, bien que no podían contestar los fuegos que se les hacían desde las casas de Hernández Sierra y de la esquina de la Cruz Verde. Zamora restableció el orden y como observara la dificultad que había para contestar los fuegos enemigos por carecer la casa de troneras a propósito y de luces aspilleradas o tamboretes, se dirigió a la puerta que da a la media agua del sur en la cual cayó herido de un balazo dirigido de la casa de Hernández Sierra por Telésforo Santamaría, que es el mismo que habla el Dr. Daniel Quintana en su contestación al General (p. 267) Trias sobre la muerte de Zamora (…) Zamora fue enterrado en el patio del departamento comercial de la casa de la señora Belén Ugarte de Oviedo, en medio de tres arboles que afectaban un triangulo isósceles, al que servía de base una caballeriza de palma (p. 268) En las páginas 274-275 Olavarría publica un escrito del General Desiderio Trias, uno de los principales jefe federales y hombre de confianza de Zamora, allí dicho jefe señala: Jamás he podido atribuir la muerte del General Zamora a ningún compañero, porque precisamente soy yo quien he sabido por una casualidad quien fue el matador de aquel jefe, pues aunque el General Payares Seijas,

Manuel Landaeta Rosales. Junto a Lisandro Alvarado descartan la tesis de la intriga y creen que la bala que mató a Zamora provino de un fusil centralista/ FUENTE: “EL COJO ILUSTRADO,” Nº 473, SEPTEMBER 1, 1911.

jefe que estaba a su lado cuando aquel murió, me sostuvo que había sido un curioso, el cual me nombró y al cual yo conocí, mas no recuerdo su nombre, tengo motivos para creerle mal informado. Es lo cierto que después que los enemigos atrincherados en la plaza de San Carlos propusieron capitulación al General Falcón, y fue esta pactada, salí al día siguiente a la calle, y al llegar a la esquina de la cuadra en que fue muerto el General Zamora, me encontré con un hombre robusto, como de treinta años, cara redonda, lampiño, color prieto, quien me saludó con afecto, y tomándome de la mano me dijo: “Venga conmigo General Trias”. Me llevó a la casa a donde había muerto Zamora y me dijo: “Esta casa la tenían ustedes y esa de enfrente la tenía yo, vea esos dos cueros que están en esa ventana marcados por una bala que dirigí yo a un hombre que vi en el patio, de color catire, bigotes muy pronunciados, con kepi, casaca y pantalón militares, yo vi que cayó, pero no sé si murió, dígame ¿Quién sería? Le contesté: uno de tantos que nos han muerto ustedes. Así le conteste porque al decirme vestido de militar, no quise que supiera que habíamos perdido al gran Zamora; siendo de advertir que en el ejercito de la federación nadie usaba el vestido con divisas militares porque no las había, sino únicamente el General Zamora. El joven matador era de apellido Quintana, hermano del Doctor Quintana, de San Carlos. Incluye también Olavarría la información dada el 4 de mayo de

1894 por Landaeta Rosales al periódico El Tiempo, de Caracas, en la cual abunda poco sobre la muerte pero profundiza el destino de sus restos, tema que se abordará también en este trabajo. La investigación del presidente Cipriano Castro En junio de 1904 el presidente Cipriano Castro visitó la ciudad de San Carlos. En esa oportunidad el líder andino realizó una investigación sobre la muerte y los restos de Ezequiel Zamora, cuyos resultados publicó en la prensa de la época (en el semanario El Eco de Las Pampas, de San Carlos, y en El Constitucional, de Caracas) y medio siglo después fue recogida en el Boletín Nº 2 del Archivo Histórico de Miraflores (1959) con el título LA VERDAD HISTORICA SOBRE LA MUERTE Y ENTIERRO DEL GENERAL EZQUIEL ZAMORA. En este trabajo presentado por Castro en el mencionado boletín se anexa una serie de documentos que refuerzan la investigación realizada por él. Entre estos se encuentran: Un escrito de Lisandro Alvarado, una carta que le dirige F. Tosta García, otra de Manuel Landaeta Rosales, una de J. M. Alzurú, otra de Ramón García, otra del Dr. M. A. Granado, otra de Heraclio M. de la Guardia, otra de José Manuel Montenegro, una extensa carta de A. Carnevalli, una carta de Isaías Lazo para Carlos María Oviedo y la respectiva contestación de este a Lazo (publicadas en el trabajo de Domingo Antonio Olavarría). Todos


4 1/2 DÍA DEL DOMINGO esos personajes representan testimonios presenciales del hecho estudiado por Castro, y tanto Montenegro como Lazo y Oviedo eran habitantes de San Carlos en el momento de la muerte de Zamora. En un escrito de Lisandro Alvarado titulado Tributo a Ezequiel Zamora el autor ofrece la narración de lo que observó como acompañante de Cipriano Castro durante el recorrido que este hizo en la investigación en San Carlos (p. 31): El General Castro resolvió visitar la casa en que sucumbió el Valiente Ciudadano, y en compañía del General Juan Vicente Gómez y de los Doctores Julio Torres Cárdenas, Rafael Revenga, Aquiles Iturbe y José Manuel Montenegro, se dirigió allí. El Doctor Montenegro es uno de los pocos supervivientes de la Guerra Federal. Era justamente el que departía con Zamora poco antes de su muerte, en momentos en que este observaba desde el templo de San Juan las posiciones del enemigo. El Doctor Montenegro, de pie en el atrio del viejo templo, comenzó su narración, y diciendo y haciendo se dirigió con el General Castro a las casas que sucesivamente ocupó Zamora, hasta llegar al sitio donde recibió la herida mortal, y luego tornaron todos a la casa en que furtivamente fue enterrado el cadáver. Luego, el presidente Castro refiriéndose al Gral. José Manuel Montenegro señala (p. 28) que tuvo la suerte de encontrar a uno de los sobrevivientes que acompañaron a Zamora el día de su muerte y que la narración de este al respecto es fundamental para aclarar los hechos: Como por un verdadero favor de la fortuna, me había de encontrar con el hombre que yo necesitaba a mi objeto propuesto. Es nada menos que un actor en los sucesos ocurridos entonces, testigo presencial de los hechos, no solo de aquella época, sino de los transcurridos hasta el momento en que esto escribo (…) Pero antes de entrar de lleno en la narración, he de determinar los dos puntos anteriores a que me refiero. Ellos son: si fue bala enemiga o traidora diciéndose amiga, la que le arrebató la vida del Valiente Ciudadano; y que ha sido de sus restos. Repitiendo la información que le suministrase el Gral. Montenegro, el presidente Castro relata en su informe los pormenores del desplazamiento realizado por Zamora desde la torre de la iglesia San Juan hasta la casa de la familia Acuña; luego continúa su narración hasta llegar al momento en que ocurrió la muerte de Zamora: En esta casa ocurrió también la necesidad de perforar otra pared para pasar a la inmediata casa que ya los iba a poner al tanto de lo que se deseaba con más precisión, por estar más inmediata del lugar donde se encontraba el enemigo, y adonde se penetraba por el solar de la respectiva casa. Fue aquí donde avisado el General Zamora de los inconvenientes que se presentaban próximamente a este solar para la construcción de una trinchera que debía ejecutarse, fue personalmente a observar y conven-

cerse de la verdad, pasando por la perforación de que hemos hablado, y es aquí precisamente al entrar donde él se para, en medio de un ligero follaje, vestido de su uniforme, y empieza a departir con sus edecanes, así como a observar lo que él se proponía, dando el frente precisamente al enemigo que se encontraba en las torres de la Concepción, como de dos o tres cuadras de distancia por elevación, cuando improvisadamente fue herido, cayendo su cuerpo en este lugar, de donde lo recogieron sus Edecanes, y pasándolo por el agujero abierto lo llevaron a la casa de la familia Acuña. El General Zamora no pudo volver a hablar por la naturaleza de su herida, y colocado en una mesa que había en el corredor de la casa de esta familia, de la cual existe la mitad de ella, expiró a los diez minutos de estar allí, habiéndose trasladado su cuerpo inmediatamente a una pieza de la casa, que aun existe en el corredor de enfrente. La posición que ocupaba el General Zamora cuando recibió la herida, dando frente al enemigo, el único allí vestido de uniforme, y el lugar por donde refiere el testigo presencial, que fue por el ojo derecho y que salió por la base del cerebro, hacen comprender clara y evidentemente que esa bala fue disparada por el enemigo que se encontraba en la torre o en alguna de las casas inmediatas, pues, para que una herida se reciba por una parte superior cortando hacia abajo no puede ser sino de una altura, y es claro, además, que por su uniforme era el que más llamaba la atención. Queda, pues, aclarado uno de los puntos más importantes objeto de esta relación, no habiendo ni lugar a arrojar sombra alguna sobre el partido federal, ni alguno de sus miembros en particular. (Ob. Cit.; 30).

Federico Brito Figueroa y el Coronel Jacinto Pérez Arcay (...) sustentan sus hipótesis en los testimonios ofrecidos por el Coronel Emilio Navarro y el General Félix Bigotte (contemporáneos del hecho) en sus respectivos libros, donde no solo afirman que hubo un plan criminal, sino que además van más allá y acusan a los Generales Falcón y Guzmán Blanco de ser los autores intelectuales de la muerte de Zamora ”

Uno de los testimonios que el General Castro inserta en su informe (p. 36) es el ofrecido por el Dr. Miguel Ángel Granado (autor de la música del himno de Cojedes, quien residió en San Carlos en los primeros años del siglo XX), producto de una carta que este le dirigió a Castro el 10 de julio de 1904:

CIUDAD COJEDES / DOMINGO 23 DE FEBRERO DE 2013

En cuanto a la bala que arrebató la vida al malogrado caudillo de la Federación, tengo el profundo convencimiento de que partió de las filas sitiadas en San Carlos. La notoria y sostenida magnanimidad del General Falcón, la virtud sobresaliente del General Guzmán Blanco, que consistió siempre en economizar sangre venezolana fuera de lo que piden las terribles circunstancias de nuestras batallas entre hermanos, inducen a creer que ellos no pudieron incurrir en el nefando crimen de la inicua traición que las pasiones desenfrenadas forjaron en los antros tenebrosos de la calumnia. Para dar más fuerza a mi aseveración, debo manifestar que la total ruina de mis bienes de fortuna fue consumada por tenientes del guzmancismo. Hay mas en abono de mi convicción al respecto que me ocupa. Entre los sitiados de San Carlos se hallaba mi otro hermano político, señor Joaquín Espinoza, vecino hoy de Valencia, quien me ha referido que un día pidió premio un Oficial, porque había matado a uno de los jefes principales del contrario bando: que por la aspillera o hueco que servía para disparar el reclamante del premio, pudieron los sitiados observar que en efecto había muerto un alto personaje del enemigo. Al suceso narrado siguió el rumor, vago al principio, acentuado después, de la muerte del General Ezequiel Zamora. Sin embargo, pese a la exhaustiva investigación realizada, el presidente Castro no profundiza en el tema del autor del disparo que le quitó la vida a Zamora, pues su mayor interés se centró en lo relativo al destino y ubicación de los restos del líder federal, tema que abordaremos en las siguientes entregas de este trabajo.

CONCLUSIONES Exagerada o sesgada, la realidad histórica nos indica que la muerte del General Ezequiel Zamora constituye un misterio no despejado aún y, es indudable, que muchas dudas y versiones diversas envuelven al hecho ocurrido hace más de 150 años en la ciudad de San Carlos. Lamentablemente la carga subjetiva emanada del interés político genera una actitud sesgada, que matiza de falsos supuestos a los hechos históricos, alejándolos de un abordaje objetivo y desprejuiciado, que ocasiona un serio daño en la memoria colectiva. Ojalá que en lo adelante la rigurosidad de la misma ciencia histórica, de la mano de los historiadores con solidez académica, se encarguen de despejar las “sombras” circunstanciales que han envuelto y siguen envolviendo a este importante hecho de nuestra historia. Hemos visto que existen dos matrices de opinión en cuanto a la muerte de Zamora: Una sostiene que el líder federal fue víctima de una maquinación para eliminarlo y por tanto se trata de un crimen, un asesinato alevoso tramado previamente. La otra afirma que Zamora fue muerto en combate, en medio del tiroteo que se produce en un enfrentamiento armado entre dos bandos, y que por tanto la versión de un complot no tiene sentido.

Entre los principales investigadores contemporáneos que sostienen la tesis de la conspiración (y han hecho publicaciones al respecto) están el Dr. Federico Brito Figueroa y el Coronel Jacinto Pérez Arcay; ambos sustentan sus hipótesis en los testimonios ofrecidos por el Coronel Emilio Navarro y el General Félix Bigotte (contemporáneos del hecho) en sus respectivos libros, donde no solo afirman que hubo un plan criminal, sino que además van más allá y acusan a los Generales Falcón y Guzmán Blanco de ser los autores intelectuales de la muerte de Zamora; en el caso del Dr. Brito, este se atreve a mencionar el nombre de G. Morón como el autor del disparo que le segó la vida a Zamora, sin ofrecer ninguna prueba que valide la certeza de su afirmación. Por otro lado, el Dr. Brito Figueroa afirma que el disparo fue hecho desde la torre de la iglesia San Juan, pero luego se acoge a una versión dada por Emilio Navarro donde sostiene que a Zamora lo mataron dentro de una habitación de la casa de la Sra. Acuña mientras estaba en una reunión, y seguidamente (en el

mismo libro Tiempo de Ezequiel Zamora), el Dr. Brito da a entender que comparte la versión de Félix Bigotte (en su texto El Libro de Oro) donde afirma que el disparo que mató a Zamora se hizo a corta distancia de la víctima, desde una cepa de matas de cambur en cuyo lugar fue encontrado el rifle del General Falcón. Autores como Domingo Antonio Olavarría, Manuel Landaeta Rosales y Lisandro Alvarado, entre otros, descartan la tesis de la intriga y creen que la bala que mató a Zamora provino del fusil de un soldado enemigo; en las investigaciones que ellos hacen al respecto asoman varios nombres del presunto autor del disparo: El soldado Telésforo Santamaría, el hermano del Dr. Quintana y Rodulfo Calderón, sin que tampoco haya una prueba definitiva al respecto, aunque coinciden afirmar que el disparo salió desde la casa del Sr. Hernández Sierra, justo frente al lugar donde se hallaba Zamora al momento de caer, y basan su afirmación en las narraciones de algunos personajes de la época como Carlos María Oviedo.

FUENTES CONSULTADAS PARA LA ELABORACIÓN DE ESTE ENSAYO ALVARADO, Lisandro (1956). Historia de la revolución federal en Venezuela. Ministerio de Educación. Caracas. BIGOTTE, Félix (1868). El libro de oro: A la memoria del General Exequiel Zamora. Primera edición, Caracas. En casa del autor y por medio de los agentes. BRITO FIGUEROA, Federico (1974). Tiempo de Ezequiel Zamora. Ediciones Centauro. Caracas. DONIS RIOS, Manuel (2008) Ezequiel Zamora. Biblioteca biográfica venezolana, Nº 72. Editora El Nacional. Caracas. GARCÍA MÜLLER, Luís (2001) La guerra federal en Barinas. Ediciones de la Universidad Ezequiel Zamora, Barinas. GARCIA PONCE, Guillermo (1972) Las armas en la guerra federal. Caracas. GUZMÁN BLANCO, Antonio (1894) En defensa de la causa liberal. Imprenta de Lahure. París, Francia. GUZMÁN BLANCO, Antonio (1894) La muerte del General Ezequiel Zamora. Imprenta de Lahure. París, Francia. Reeditado por el Fondo Editorial Rafael Bolívar Coronado, publicaciones del Concejo Municipal del Distrito Zamora, Villa de Cura, 1981. LANDAETA ROSALES, Manuel (1974). Biografía del valiente ciudadano, general Ezequiel Zamora, Volumen 2. Ediciones Centauro. Caracas LEVEL DE GODA, Luís (1954) Historia contemporánea de Venezuela, política y militar, Tomo Primero. Imprenta Nacional. Caracas. NAVARRO, Emilio (1976). La Revolución Federal, 1859 a 1863. Oficina Central de Información, Caracas. OLAVARRÍA, Domingo Antonio (1893). Estudio histórico-político, en refutación de “El manifiesto liberal de 1893”. Editor Imprenta de “El diario”, Valencia. PACHANO, Jacinto Regino (1893). Muerte del General Ezequiel Zamora. Centro Editorial. Caracas. PÉREZ ARCAY, Jacinto (1975). La guerra federal: consecuencias. Edición del Instituto de Previsión social de las Fuerzas Armadas. Caracas. RODRÍGUEZ, Adolfo (1977). Exequiel Zamora. Ministerio de Educación, Caracas. RODRÍGUEZ, Adolfo (2005). La llamada del fuego: vida, pasión y mito de Ezequiel Zamora. Academia Nacional de la Historia, Caracas. RUIZ GUEVARA, J.E. (1999) Zamora en Barinas, Reedición facsimilar bajo los auspicios de la Presidencia de la República, Caracas. TAPIA, José León (1976). Por aquí pasó Zamora. Oficina Central de Información, Caracas. VILLANUEVA, Laureano (1992) Vida del valiente ciudadano, General Ezequiel Zamora. Tomo II. Monte Ávila Editores. Caracas. Fuentes hemerográficas CASTRO, Cipriano (1959) La verdad histórica sobre la muerte y entierro del general Ezequiel Zamora. Boletín del Archivo Histórico de Miraflores. Secretaría de la Presidencia de la República de Venezuela, Número 2, Caracas. CONSALVI, Simón Alberto (18/03/2012) El hombre que se comió un libro. Diario El Nacional, página 7, Cuerpo Siete Días. Caracas FUGUET BORREGALES, Eumenes (07/01/2009) ¿Los restos del general Ezequiel Zamora están en el Panteón Nacional? Diario El Carabobeño. Valencia. RODRÍGUEZ, Adolfo (2009). Ezequiel Zamora: repliegues y estampidas. Revista El Desafío de la Historia. Año 2, numero 2, Revista 8. Grupo Editorial MACPECRI. Caracas. Fuentes documentales ARCHIVO “GUZMÁN BLANCO”, Fundación Boulton, “Zamora, Ezequiel (Exhumación), 1870, 15 folios.


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