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DOMINGO 23 DE MARZO DE 2014 / CIUDAD COJEDES

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ADILIA CASTILLO: “LA NOVIA DEL LLANO” (I) ARGENIS MÉNDEZ ECHENIQUE INTRODUCCIÓN dilia Castillo falleció recientemente en Caracas (el 7 de Marzo de 2014). Escribir sobre Adilia “La Novia del Llano”, nos llena de satisfacción por varios motivos; destacando

A

entre ellos el alto aprecio a su persona y, también, para rendirle un merecido homenaje a ese gran baluarte del mundo artístico nacional venezolano. Es nuestro deber moral. Además, es momento propicio para hacerlo,

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DOMINGO

RAZÓN BELLEZA y REVOLUCIÓN

por cuanto el Ejecutivo Nacional (Presidente Nicolás Maduro) acaba de decretar el joropo y las fiestas de Elorza como Patrimonio Cultural de Venezuela, con el loable propósito de preservar y fortalecer la idiosincrasia de nuestro pueblo. En el presente ensayo, que no pretende de ninguna manera agotar el tema, tratamos de reflejar, fundamentalmente, el medio ambiente y social en que se desarrollaron los primeros años de vida de Adilia, en El Yagual; aportando, algunos datos poco conocidos de la misma. Sus andanzas por los medios artísticos nacionales y extranjeros han sido bastante divulgados. Creemos que este modesto aporte

puede ayudar a comprender la recia personalidad de la artista, forjada en su largo transitar por diferentes escenarios de este conflictivo mundo moderno. Para ello, comenzamos con un esbozo histórico de la zona en referencia. Históricamente se conoce que la comunidad de El Yagual, surgió de un hato ganadero, donde la concentración demográfica era mínima, correspondiendo al esquema que los especialistas denominan Patrón Rural Disperso, como señala Josefina Ríos (Análisis Histórico de la Organización del Espacio en Venezuela, 1990: 62), por lo que se puede decir que en el caso de El Yagual las características de su funcionamiento favorecieron la formación de pequeños caseríos a su alrededor, asiento de las familias

de los peones, que, en su precaria existencia, giraban alrededor de la vida del hato; contactando esporádicamente con los escasos y distantes poblados mayores que se configuraron como enclaves de intercambio comercial en el interland apureño (San Fernando de Apure, Puerto Nutrias, Guasdualito, Arauca…).

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2 1/2 DÍA DEL DOMINGO El historiador Jesús M. Gereda (en Las Familias del Antiguo Continente radicadas en Arauca a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, 2000: 17), refiriéndose a la historia del Llano colombo - venezolano, dice que “…tres hechos importantes se dieron en la región del Arauca, durante el siglo XIX: la guerra de Independencia contra España, en cuyo territorio se organizó y partió la Campaña Libertadora que culminó en Boyacá; el auge del comercio a través de la red fluvial Arauca – Apure – Orinoco a fines del mencionado siglo XIX [las cursivas son nuestras. AME], y la llegada de familias extranjeras euroasiáticas (italianos, sirio-libaneses y franceses), principalmente”, fortaleciendo pequeños centros urbanos, como El Yagual, que nacieron a la orilla de los ríos llaneros, teniendo en su devenir histórico, como es de suponer, etapas de esplendor y procesos de decadencia. Este pueblo, El Yagual, va a entrar en la historia de Venezuela por haber sido su suelo escenario de una de las primeras y homéricas hazañas del José Antonio Páez, quien derrotó a las huestes realistas comandadas por el coronel español Francisco López, Gobernador de la Provincia de Barinas, el 8 de Octubre de 1816, convirtiéndose este relumbrante triunfo en un inmarcesible hito en la lucha por la independencia nacional venezolana. En nuestra investigación, localizamos información en algunas contadas fuentes hemero - bibliográficas, tales como el periódico sanfernandino Letras (1913 – 1936), Roncayolo ( El Río Orinoco y sus Afluentes. Navegación, Industria y Comercio desde 1818 hasta 1920, 1933), Calzadilla Valdés ( Por Los Llanos de Apure, 1940) y Briceño de Bermúdez (Comercio por los ríos Orinoco y Apure. Segunda Mitad del Siglo XIX, 1993), de donde se desprende la idea de que para principios del siglo XX la población de El Yagual rebasó su condición de simple hato ganadero y se convirtió en un importante enclave comercial, en el Arauca Medio, con relativa importancia, sirviendo de enlace con San Fernando de Apure y Ciudad Bolívar a todo el Alto y Bajo Arauca y al sector Capanaparo, como a poblaciones cercanas de más vieja data que la suya (Achaguas, Guachara, Elorza, El Amparo y Arauca); lugares de donde procedían muchos de sus primeros habitantes. Ya en 1926 se lo informaba el Presidente de la Junta “Paz y Progreso” del Municipio El Yagual,

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Andrés Castro Rodríguez, al Presidente del Estado Apure, general José Domínguez (nativo de Pie de Cuesta, en el Estado Lara), cuando le solicita su apoyo para el establecimiento de una línea telegráfica para aquella población (Letras. Nº 551. San Fernando de Apure, 24 de Abril de 1926): “Esta población, que constituye un centro valioso del Estado, social y comercialmente, además de ser el tercer centro como mercado ganadero y cuya situación así, la tiene en inmediato contacto por aquellas relaciones, con San Cristóbal y Ciudad Bolívar, necesita de comunicaciones telegráficas ya que ésta es la vía más rápida y más segura para toda urgencia de la vida económica y social de los pueblos”. (Carta fechada en El Yagual, el 20/02/1926). De allí se deduce que siendo ésta la época de esplendor de la navegación fluvial en el Orinoco y sus afluentes llaneros, con un intenso desarrollo del comercio en artículos de gran demanda en el mercado internacional, como la pluma de garza y pieles de los grandes reptiles acuáticos, del consumo de artículos suntuarios provenientes de Europa, esta coyuntura se reflejó en El Yagual, determinando un relativo florecimiento económico para la población, constituyéndose así en un polo de atracción para quienes deseasen hacer fortuna con el lucrativo negocio ganadero, las plumas de garzas y las pie-

Calzadilla Val-

dez, en su conocido libro Por los Llanos de Apure (1940), señala que la explotación de las pieles de caimán en Apure la comenzaron unos cazadores norteamericanos hacia 1880 por El Yagual” les de diferentes animales silvestres. Calzadilla Valdez, en su conocido libro Por los Llanos de Apure (1940), señala que la explotación de las pieles de caimán en Apure la comenzaron unos cazadores norteamericanos hacia 1880 por El Yagual.

EL BRAZO DE PÁEZ. Monumento conmemorativo de la batalla de El Yagual (08/10/1816)/FOTO: ALFREDO BOULTON Para esa época, se produjo un incremento demográfico en la zona yagualera, como consecuencia de las migraciones internas de un sector de la población del Estado. Gente llegada de Guachara, Achaguas, San Rafael de Atamaica, San Juan de Payara, de San Fernando de Apure, de Cunaviche, Puerto Páez, Elorza, El Amparo y Arauca, fueron a asentarse en El Yagual, atraída por la intensidad de su actividad económica. Igual sucedió con algunos grupos familiares que llegaron de regiones circunvecinas (Bolívar, Guárico, Barinas, Cojedes) y, también, de lugares lejanos, como Anzoátegui, Monagas, Sucre, Táchira, Mérida y Trujillo; así como un contado número de extranjeros (colombianos, sirio libaneses, alemanes, franceses, españoles e italianos). Es este el momento preciso de llegada de la familia de Adilia Castillo a El Yagual, con la esperanza de alcanzar un mejor nivel de vida. En ese entonces, Apure, en su extensa e inexplorada geografía de 76.500 kilómetros cuadrados, albergaría apenas unos 80 – 100.000 habitantes. Por eso, no es de extrañar que El Yagual fuese visto como una tierra de promisión. Ya para mediados de la segun-

Hoy en portada: Baile de Joropo de Richard Oviedo (Mixta sobre papel, 22,5 cm x 35,5 cm). Dirección: Miguel Pérez / Coordinación Editorial: Daciel Pérez/ Diseño y Diagramación: Luis Daboe Correo electrónico: mediodiadeldomingo@gmail.com / Twitter: @Mdíadeldomingo

da y tercera décadas del siglo XX, es tal la importancia concedida a El Yagual que el pueblo es dotado oficialmente de ejidos por el Ejecutivo Regional (caso excepcional en Apure) y se erige en 1916 el primer monumento histórico en Apure, para conmemorar el primer centenario de la batalla de El Yagual (08 de Octubre de 1816); ya en 1914 el escritor villacurano Rafael Bolívar Coronado había escrito y presentado al público caraqueño su famosa zarzuela “Alma Llanera”, que había ambientado en predios de este pueblo. Así mismo, en 1926, el casco urbano de El Yagual, que había estado dividido en tres sectores diferentes por el río Arauca y uno de sus brazos, es unida su parte central con la del sur por medio de un puente de madera (unificadas ambas partes definitivamente, mediante rellenos, en la década del ochenta del pasado siglo, que borró cualquier vestigio del antiguo brazo del río que atravesaba la población), se construye una nueva sede para la iglesia parroquial y es dotado de alumbrado de acetileno; ese mismo año (1916), se constituyó la Junta “Paz y Progreso” del Municipio, que tenía entre sus objetivos el establecimiento de una oficina telegráfica, como se señaló anteriormente. Luego, en 1937, se establecen una Oficina de Correos y una Estación de Radiotelefonía. Sin embargo, la supuesta bo-

nanza fue pasajera, tal vez como consecuencia de la crisis económica mundial de los años veinte - treinta, que también se reflejó, tardíamente, en el Llano Venezolano. La navegación fluvial, nervio vital de esta economía, fue decreciendo y con tal hecho, muchas personas emigraron definitivamente de la localidad, como fue el caso de las familias Álvarez, Bustos, Carchidio, Chompré, Diamond, Leguizamo, López, Luque, Morales, Gracia, Jaua, Lattuf, Yapur, Zoppi, Ocquet, Pisani, Plessman, Tellechea, Windevoxhel, y las de Adilia Castillo y de Eneas Perdomo, entre tantas otras. Solo los viejos moradores y algunos hateros permanecieron en el pueblo, que sufrió un fenómeno parecido al relatado por Miguel Otero Silva en su novela Casas Muertas (1955). En tal sentido, Gereda (ob. cit.: 38) explica esta situación socioeconómica del Llano Araucano, diciendo: ...los productos araucanos de exportación se dan por ciclos, se ven sometidos a la moda, a los “boom” y después de alcanzar buenos precios pierden su valor. El primer postulado del libre cambio, como era el vincular al país con los mercados internacionales se cumplió, pero al igual que en los llanos venezolanos los capitales no se invirtieron en cambiar las atrasadas técnicas de producción y extracción de las materias primas, no se construyó una infraestructura que mejorara las comunicaciones terrestres; se mantuvo intacta la tenencia de la tierra y las relaciones semifeudales de producción en detrimento de las condiciones de vida de peones y campesinos, y pasado el auge comercial Arauca cae en el olvido y el aislamiento... Como es de suponer, ese es también el caso de El Yagual, enclavado en pleno cajón de Arauca, entre el Alto y Bajo Apure. Desolación, hambre, enfermedades y miseria es lo que impera luego. EL YAGUAL QUE CONOCIÓ ADILIA Para darnos una idea de la ubicación geográfica y el ambiente en que se desarrolló la niñez y parte de la adolescencia de Adilia, tomamos las palabras de dos destacados hijos de El Yagual; uno, el Dr. Hugo R. Segovia Lovera (“Viajando por el Arauca”, 1978: 57), quien describe topográficamente el relieve apureño diciendo que “está determinada la existencia del Alto y Bajo Apure, subregiones éstas que tienen dentro de esta observación empírica del llanero, un punto preciso delimitante: “El Piñal” [en jurisdicción de El Yagual], uno de más modernos hatos ganaderos existentes en Apure [para esa época]…”; y ubica así mismo el casco urbano del pueblo: “En la margen izquierda del magestuoso Arauca se localiza, en pleno Bajo Apure,


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un pueblecito, no mayor que un simple punto en el mapa del Estado Apure: El Yagual, Municipio del Distrito Achaguas, en cuya jurisdicción se localiza este hato mencionado, El Piñal, frente al cual, inadvertido para el viajero que por primera vez se aventura por estos parajes, el meridiano que señala, conjuntamente con el desnivel de las aguas del caudaloso río, que hace de línea divisoria entre el Alto y el Bajo Apure, estando, en consecuencia, El Yagual, localizado en esta última zona indicada”. Y el otro ilustre hijo de El Yagual fue el Dr. Julio R. Echenique, ya fallecido, quien nos ayuda a completar la idea sobre la composición urbana de este glorioso pueblo: “[La escuela de varones] …situada a orillas del cañito, muy próxima al extremo sur-este del viejo puente de tablas, soportadas por pilotes de madera que conectaba la parte central del poblado con el caserío del otro lado del cañito; o sea, la tercera fracción de El Yagual, población dividida hidrológicamente en tres fracciones o partes por el Arauca y un pequeño brazo del mismo” (El Brazo de Páez…, 1989). Y como muestra de solidez económica reseña el Dr. Echenique la construcción de la llamada “Casa de Alto”, que constituía un atractivo para propios y extraños; describiéndola de la manera siguiente: “…construcción de dos plantas, siendo la superior totalmente de madera (escaleras, paredes y pisos). La estructura de hierro era únicamente para sostener un amplio balcón, sobresaliente, por la parte norte [hacia el río], de la planta baja, y consistía en seis (6) pilares de tubos cilíndricos de ocho pulgadas de diámetro, con base de cemento y un ensanchamiento superior para favorecer el apoyo de las vigas de madera”.

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A ciencia cierta, no se conoce el nombre del constructor de la casa. Algunos señalan a Don Pompilio Pisani, trujillano y propietario del hato “Herrerito Españolero”; otros le atribuyen la obra al general Fernando Camacho, originario de un pueblo del Estado Anzoátegui (probablemente Pariaguán) y quien llegó a El Yagual en los tiempos de Cipriano Castro, radicándose en predios de este pueblo, haciendo cuantiosa fortuna. También se le atribuye a Don Tomás Edmundo Mirabal, boticario, médico empírico y exitoso comerciante apureño; así mismo, a Shiara (“Don Chara”) Lattuf, sirio – libanés, padre del conocido médico Lisandro Lattuf, Ministro de Sanidad y Asistencia Social hacia 1977. Con el tiempo la casa cayó en ruinas y fue demolida en los años 70, por considerarse que constituía un peligro para sus visitantes. ENTORNO FAMILIAR DE ADILIA EN EL YAGUAL Los datos relacionados con la familia de Adilia son muy imprecisos. Su madre, Doña Isabel Castillo, procedía de la población de Cunaviche, en el hoy Municipio Pedro Camejo, con seguros antecedentes indígenas (pumé, yaruros, como sucede con la mayoría de los llaneros apureños); posiblemente la familia poseía algunos bienes de fortuna, que le permitieron enviar a la joven Isabel a completar sus estudios de Educación Primaria en San Fernando de Apure, la capital del Estado. Ella sabía leer y escribir, era experta manualista (corte y costura, bordados y tejidos, repostería), dominando los tradicionales “oficios del hogar” llanero, conocimientos que trasmitiría luego a su hija Adilia. Luego, Isabel, para iniciar los estudios de Bachillerato, pasaría al Co-

El río Arauca frente a la segunda fracción de El Yagual/ FOTO: ALFREDO BOULTON

El puente de tablas sobre el cañito/ COLECCIÓN DE ARGENIS MÉNDEZ ECHENIQUE legio “Miranda” (fundado en 1931), donde conocería al Bachiller Miguel A. Escalante, Director del mencionado plantel escolar. Este personaje, Miguel A. Escalante Parra (no se sabe a ciencia cierta si su nombre verdadero era Miguel Angel o Miguel Antonio, por cuanto siempre abreviaba en los documentos el segundo nombre), perteneciente a las altas esferas públicas de San Fernando, era de origen merideño (Tovar, 1890), habiendo llegado a Apure en la época del general Vincencio Pérez Soto (1915 – 1921), ocupando relevantes cargos gubernamentales a nivel regional: concejal de la municipalidad capitalina, diputado a la Asamblea Legislativa, Juez del Municipio, entre

otros de igual importancia. El Bachiller Escalante había casado en San Fernando en 1917, con la señorita Carolina Inneco Mirabal (hija del maestro Aurelio Inneco con Doña Carmen Mirabal Fernández – Stürüp de Inneco, nativa de El Yagual), con quien procreó varios hijos (Mireya, Miguel, Edecio e Ibiza). Además, Escalante fue el Director – Fundador del primer colegio de Educación Media en San Fernando de Apure: El famoso “Colegio Miranda” (Septiembre de 1931), que daría origen al Liceo “Francisco Lazo Martí”, de larga y brillante trayectoria en los ámbitos educativos apureños. Después, en la época del general Marcos Pérez Jiménez, supuestamente llegó a desempeñar la cartera ministerial de Agricultura y Cría. Un liceo de San Fernando de Apure lleva su nombre, desde Noviembre de 1972. Por referencias familiares se ha sabido que Don Miguel era hermano del Dr. Diógenes Escalante (1879 – 1964), destacado periodista, político y diplomático tachirense de la era andina de Venezuela (fue condiscípulo del general Eleazar López Contreras), hecho que contribuiría a mantenerlo durante mucho tiempo en las cercanías del poder. En 1945 había sido seleccionado el Dr. Escalante, por consenso tanto del Gobierno (general Isaías Medina Angarita) como de la oposición (Partido Acción Democrática), Candidato a la Presidencia de la República, pero por desequilibrios mentales, se vio en la necesidad de presentar su renuncia. Esa fue una de las circunstancias coyunturales que condujeron al “golpe de Esta-

do” del 18 de Octubre de 1945. Doña Isabel Castillo, la madre de Adilia, posiblemente, nació en Cunaviche a comienzos del siglo XX (hacia 1913), por cuanto para el momento de su fallecimiento (Caracas, 1988), su apariencia era octogenaria. Lo cierto es que Adilia nació en San Fernando de Apure, el día 26 de Agosto de 1933, producto de la unión de Doña Isabel con el importante señor Miguel A. Escalante, personero público de primera línea. Casualmente, el mismo día del nacimiento de Adilia la revista caraqueña Élite publicó una fotografía de un avión de la línea Aeropostal Francesa posado en la rústica pista de aterrizaje acondicionada en San Fernando para este tipo de naves (la ruta comercial, la primera en su clase para Apure, había sido inaugurada en Septiembre de 1932. Hoy día, en pleno siglo XXI no existe ninguna ruta aérea). Se deduce que el Bachiller Escalante no asumió como debía su responsabilidad como padre, pidiendo sólo a Isabel que bautizase la criatura por nacer con el nombre de Adilia, si era niña, o el de Otto, si era varón. Así se cumplió su deseo: Adilia Castillo. Esto es lo cierto, relativo al lugar de nacimiento de esta emblemática figura del folclor nacional, aún cuando la misma Adilia, por su compenetración anímica desde la infancia con el lugar, decía siempre que había nacido en El Yagual (este caso no es el único, pues lo mismo sucede con el autor de este ensayo). Teniendo Adilia aproximadamente un año de edad, su madre conoció en San Fernando a Don


4 1/2 DÍA DEL DOMINGO Indalecio Martínez (1890 – 1960), natural de El Tinaco (Cojedes), viudo y acaudalado comerciante asentado en El Yagual desde comienzos del siglo XX, por lo que Doña Isabel se trasladó a esta población, acompañada de su hija. (Don Indalecio era suegro del sirio – libanés Jorge Jaua, de 31 años de edad, casado en 1929 con su hija Ana Francisca Martínez Prada, de 23 años, teniendo una larga descendencia: Ronald, Jorge, Edgar, Rogelio, Zoraida, Sobeida, Neife, como la abuela paterna, José Nicolás y José Eduardo Jaua Martínez). Allí, en El Yagual, bajo la protección de Don Indalecio, prospera la familia Castillo y transcurre feliz la niñez de Adilia, impregnándose su espíritu con el ambiente campestre, llanero, de El Yagual, donde vive alrededor de once años de su larga existencia. “Mis primeros años de vida fueron muy alegres, divertidos. Soy hija única [hasta los once años],, por parte de mi madre una mujer recia como pocas, que trabajó y defendió sus tierras como una verdadera `Doña Bárbara´. Me enseño con su ejemplo muchos valores. Lo que soy se lo debo a ella. Aprendí a ordeñar vacas, montar a caballo, enlazar becerros, coser, bordar, tejer hamacas, hacer y hornear pan en fogón de leña…” (Lavinia González. Entrevista 2011). “En ese ambiente campestre de El Yagual fue moldeando esa personalidad y ese estilo singular que le permitieron descollar entre los artistas de su generación”, en opinión del periodista Manuel Abrizo (Correo del Orinoco, domingo 16/03/2014, p. 27). La familia de Adilia estaba asentada en la tercera fracción (sur) de El Yagual, frente al cañito y cerca del puente de tablas; casa de por medio con la Escuela de Niñas regentada por Doña Juana Fernández Stürüp de Garbi, en su propia casa de habitación. Doña Juana, de ascendencia materna danesa, era casada con Don José Amadeo Garbi Sánchez (“Pepito” Garbi), hijo del autor de la letra del Himno del Estado Apure, el trujillano Amadeo Garbi, de ascendencia italiana. Adilia aprendió las primeras letras en la Escuela de Doña Juana, donde hace amistad, para toda su vida, con sus condiscípulas (46 en total), entre quienes destacan: Carmen María Luque (su constante comparsa en sus correrías infantiles, quien la salvó de morir ahogada en aguas del cañito, lo que Adilia le agradeció siempre), Nery Muñoz (supuestamente, descendiente del general José Cornelio Muñoz, prócer independentista apureño, Isabel Lugo Espinoza, Enma Marchena López, María Mercedes Echenique (tía

materna del autor del presente ensayo), Fanny y Beatriz Mirabal Fernández, Francia Garbi Fernández (hija de Doña Juana), Bárbara y Gladys Mirabal Marchena, Mercedes Camejo Castillo (hija del ilustre maestro apureño Pablo Aniceto Camejo), María Luisa Ascanio, Josefina Mirabal Mattera, Carmen Adela Pérez, Rafaela Silva Cróquer, María Francisca Zoppi Luque, Subdelia Salinas, Carmen Josefa Tovar… Doña Isabel, la madre de Adilia, conoció en El Yagual al señor José Luis Suárez, militar larense, hacia 1944, con el que contrajo matrimonio, y la familia se trasladó a Barquisimeto, donde se estableció el nuevo hogar.

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Adilia era autodidacta en el campo artístico, y sus inicios como cantante podrían ubicarse en los rudimentarios cantos de ordeño que practicaba en sus faenas infantiles al lado de la madre: “Me encantaba cantarle tonadas mientras apretaba sus ubres, así ellas daban más leche que después tomábamos en el desayuno: `Ponte, ponte, mariposa,/ mariposa ponte, ponte,/ ahí viene la mañana…´, se fortalecieron al trasladarse la familia a Barquisimeto donde se le abrieron numerosas posibilidades artísticas que nunca imaginó tendría a su alcance. Es así como concurre a los programas radiales en la capital larense. “Fue cuando participé en un programa de concursos en Radio Barquisimeto. Y como gané, me concedieron mi propio programa, `Con la Estrellita Roja´ se llamaba, gracias a que siempre lucía vestidos rojos con faralaos confeccionados por mamá…”, cuenta Adilia en la entrevista de 2011. Comenta Adilia que “con el baile, que también formó parte de mis dotes como artista, recorrí el país de la mano de la compañía de baile creada por la actriz Rosita Flores, quien interpretó a Mamá Dolores en el éxito radial de la época, El derecho de nacer”.

Doña Isabel Castillo, madre de Adilia / COLECCIÓN DE ARGENIS MÉNDEZ ECHENIQUE “Era una niña, sin embargo, dejar la casa en donde había vivido tan ricas experiencias, me entristeció mucho, sobre todo porque mamá tuvo que venderlo todo… Cuando la casa de mi infancia se adueña de mi memoria la veo llena de ahijadas de mi mamá, `Comadre, ahí le dejo mi muchacha para que estudie, le decían los compadres. Ellas, luego de terminar tercer grado, se iban a estudiar el resto de la Primaria a San Fernando o a otra ciudad´...”

ADILIA EN CARACAS: NOVILLERA Y CANTANTE Esta parte de la vida de Adilia es más conocida. Para nuestro propósito, tomamos notas de una reseña biográfica escrita por la Dra. Egly Colina Marín, quien señala, como ya se mencionó, que ella se inició en Barquisimeto, a la edad de once años, en el ambiente del arte, como intérprete de temas recios relacionados con el cantar llanero. Después, al trasladarse la familia a la capital de la República, viajó Adilia desde Barquisimeto hasta Caracas, donde participa en actos musicales y de toreo, dado que, tempranamente, mostró su inclinación por la fiesta brava (probables reminiscencias de su vida in-

fantil en El Yagual), actuando en los terrenos del “Nuevo Circo”, “Maestranza de Maracay” y “Arenas de Valencia”. La nota biográfica consultada reseña que aquí trabó amistad con grandes figuras de la tauromaquia de la época: Luis Sánchez Olivares “Diamante Negro”, Rafael Figuera “Armillita de Aragua”, César y Curro Girón, Eduardo Antich, Alí Gómez, Oscar Martínez, Juan Flores “El Brillante Negro” y su par femenina, la matadora María Cobián, conocida como la “Serranita de Colombia”. La Dra. Colina escribe que estos primeros años, transcurren entre lances taurinos y espectáculos musicales, donde deja sentir su definida personalidad como intérprete del canto recio, criollo o sabanero (joropos, con arpas, cuatros y maracas), combinado con el canto urbano en forma de pasaje, toda una expresión que encuentra en quien adquiría el cognomento de “Novia del Llano” (bautizada con ese nombre por el afamado músico apureño José Romero Bello), la suficiente desenvoltura para acreditarla como la más fiel exponente de este género musical. A finales de la década del 50, Adilia Castillo es ya una artista con cartel propio. Sus múltiples presentaciones en radio, televisión, teatros y salas de fiesta, la ungen como la máxima expresión de la música folclórica venezolana. Este cetro, le lleva a compartir su arte con públicos de otros paises: Cuba, Chile, Argentina, Puerto Rico, España, Colombia, Estados Unidos y México, la ovacionarán y disfrutarán de su incomparable talento para hacer sentir la profundidad de la música latinoamericana, como por ejemplo, con la interpretación única del tema “Ansiedad” del compositor venezolano José Enrique Sarabia (conocido popularmente como “Chelique” Sarabia), de quien Adilia Castillo hizo una auténtica creación, al haberse adjudicado la preeminencia de ser su intérprete original. Artista inge-

Ese es el motivo de su traslado al Estado Lara. “En Barquisimeto nacieron mis otros hermanos y yo comencé a cantar. Tenía 11 años…” Coincidencialmente, su presencia en El Yagual se da para la misma época del nacimiento de otro cantautor venezolano de dimensión internacional, como fue Don Eneas Perdomo Carrillo (1935 – 2011), quien vio la primera luz de su vida en estos predios llaneros, a orillas del legendario río Arauca. BUSCANDO CAMINO HACIA LA VIDA Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar (Antonio Machado).

COLECCIÓN DE ARGENIS MÉNDEZ ECHENIQUE

niosa y versatil, realizando una carrera fructífera y exitosa, en la que interpretó temas emblemáticos del folclore nacional como “Linda Barinas”, “Fiesta en Elorza”, de Eladio Tarife y el recordado Eneas Perdomo, además de temas de su propia autoría, entre los que pueden mencionarse “Mi Linda Llanura” y “El Yagual”. En el trabajo biográfico consultado se indica que Adilia fue, además, una exitosa compositora que incorporó al repertorio de la historia musical latinoamericana, temas de extraordinaria belleza y contenido, componiendo más de 80 temas, entre tonadas, boleros, valses, pasajes, calipso y joroguara (joropo de guaracha), y registró para diferentes productoras musicales más de 60 compilaciones entre Long Play (LP) y Compact Disc (CD). Algunas de sus composiciones han servido de temas de inspiración para intérpretes exigentes como José “Catire” Carpio, Rafael Montaño, Dennis del Río, Alfredo Sadel, Estelita del Llano y Javier Solís. Entre estas composiciones destacan: “Lucerito de mi tierra”, “La noche, el mar y tú”, “Mi recuerdo” “Deshojando la margarita”, “Guaremal”, “Amargo despertar” “Falsas palabras” “Desengaño”, “Llora mi cuatro” “Luna de Octubre”, “Mi linda llanura” “Morena linda” y “Sin esperanza”, entre otros.

Doña Isabel, la

madre de Adilia, conoció en El Yagual al señor José Luis Suárez, militar larense, hacia 1944”


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