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DOMINGO 17 DE AGOSTO DE 2014 / CIUDAD COJEDES

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BOLÍVAR: TRAVESÍA DE COJEDES (IV) MIGUEL PÉREZ ContinuaciÓn de los escritos de Bolívar Bajo el cielo de Cojedes Entre 8 y 11 de agosto, 18 documentos 8 de agosto: En Tinaquillo. Oficio de Pedro Briceño Méndez al Jefe del Estado Mayor, Coronel Salom, por el cual le participa, de orden del Libertador, que conceda licencia al

Alférez de Caballería Vicente López. Oficio de Pedro Briceño Méndez al Jefe del Estado Mayor General, Coronel Bartolomé Salom, por el cual le da órdenes para el cuidado de los caballos. Castigue al Oficial que no ha sabido guardar los caballos del Estado. Distintas órdenes para diferentes cuerpos. 9 de agosto: En Tinaco. Oficio de Pedro Briceño Méndez al Jefe del Estado Mayor General, Coronel

½ DÍA DEL

DOMINGO

RAZÓN BELLEZA y REVOLUCIÓN

Bartolomé Salom, por el cual le participa que el Libertador desea que se asista mejor a nuestros soldados en los hospitales. Oficio de Pedro Briceño Méndez al Jefe del Estado Mayor General, Coronel Bartolomé Salom, por el cual se le ordena publicar en la orden general del ejército los honores y distinciones a los vencedores de Carabobo. Decreto Marginal de Bolívar, por el cual concede al Teniente de Infantería José Barbán que pase a prestar sus servicios en La Guaira. 10 de agosto: En San Carlos. Oficio de Pedro Briceño Méndez al General Santiago Mariño, por el cual le comunica las instrucciones del Libertador para la reocupación de la Provincia de Coro invadida desde Puerto Cabello por 500 realistas. Oficio de Pedro Briceño Méndez al General Santiago Mariño, por el cual le

participa la rendición de Cartagena por Padilla y el Castillo de Bocachica por Clemente. Decreto Marginal de Bolívar, por el cual considera sin efecto la representación que eleva Manuel Puerta donde se queja del maltrato que se le ha dado. 11 de agosto: Oficio de Pedro Briceño Méndez al Jefe del Estado Mayor General, Coronel Bartolomé Salom, por el cual le participa el nuevo Santo y Seña y le envía la Proclama del Congreso General al Ejército para que la haga publicar y la trasmita a los Estados Mayores. Oficio del Coronel Pedro Briceño Méndez al Comandante del Pao, por el cual le agradece las informaciones que le da de la contribución de ese pueblo para luchar contra las guerrillas y le pide que informe acerca de Alejo y su guerrilla, le participa que el Libertador ha dado orden para que se le auxilie con tropas y le encarga dé las gracias al Capitán José Rito Vázquez. Ascenso de Urdaneta. Decreto del Liber-

tador, por el cual asciende al General de División Rafael Urdaneta al Grado de General en Jefe de los Ejércitos de la República con antigüedad de 17 de junio de 1821, en que lo decretó el Congreso General. Oficio de Pedro Briceño Méndez al Teniente Coronel José Ignacio Pulido, por el cual le trasmite las órdenes del Libertador para que se encargue de la defensa, seguridad y tranquilidad del territorio comprendido entre Araure y Barinas e impedir que se formen nuevas guerrillas; evite ser

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Eso de la enumeración de una larga bibliografía de carácter histórico, tanto nacional como regional, no aporta nada al debate, porque precisamente ninguno de esos autores refieren la presencia de Bolívar en el actual Colegio Juan Pablo II; y, sin embargo, como el mismo Agüero lo presenta, esto ocurrió. Si bien es cierto que esa bibliografía no afirma el asunto de la controversia, tampoco lo niega” batido en detal; organice campos volantes; proteja el envío de ganado para el Ejército; tome de la Administración de Tabaco los gastos del batallón. Recibirá órdenes del General Páez. Los Comandantes militares y las autoridades civiles están bajo sus órdenes. Oficio de Pedro Briceño Méndez al Jefe del estado Mayor General, Coronel Bartolomé Salom, por el cual, de orden del Libertador, le imparte distintas instrucciones para los diferentes jefes y cuerpos que queden operando en Venezuela y le da la orden de venir a incorporarse como Jefe del Estado Mayor General al lado del Libertador. Oficio de Pedro Briceño Méndez al General en Jefe José Antonio Páez, por el cual le informa de las últimas disposiciones del Libertador para la organización militar del Departamento del Centro de Venezuela. Oficio de Pedro Briceño Méndez al Jefe del Estado Mayor General, Coronel Bartolomé Salom, por el cual ordena entregar la línea de mando contra Puerto Cabello al Coronel Manrique y se incorpore, con el Estado Mayor General, al Cuartel General Libertador. Oficio de Pedro Briceño Méndez al Vicepresidente de Venezuela, por el cual le participa que ha sido creado un Departamento compuesto por las Provincias Caracas y Barinas mandado por el General Páez y dicta órdenes para las operaciones de los diferentes cuerpos en Valencia, Puerto Cabello, Llanos de Calabozo, El Pao, San Carlos, Araure, Barinas, Ejército de Oriente. La expedición realista que salió de Puerto Cabello para desembarcar en Coro es de cerca de 500 hombres y va a ser combatida por la columna del Coronel Briceño. Mariño está en Caracas. Oficio de Pedro Briceño Méndez al Comisario de La Guardia, por el cual le ordena, de parte del Libertador, que entregue ciertas cantidades para las tropas. Oficio de Pedro Briceño Méndez al Vicepresidente de Venezuela, por el cual le

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envía el oficio del Coronel Mariano Montilla en el que participa al Libertador la ocupación de los Castillos de Bocachica en la Bahía de Cartagena. Bolívar y la Casa de los Blanco Durante el 2004 se ventiló por los diarios de San Carlos de Austria, Las Noticias de Cojedes y La Opinión, una discusión entre los pro y los contra de la presencia de Bolívar en la Casa La Blanquera, protagonizada por el antropólogo Argenis Agüero y los cronistas José Antonio Borjas, Juvenal Hernández y otros que dispararon de mampuesto. “Nada nuevo debajo del sol”, y nada nuevo se dijo: la desconfianza ha existido siempre; Pedreáñez de manera sutil la exteriorizó por los años ochenta: Bolívar va de paso. No sabemos cuántos días pasó en San Carlos: allí siempre señorial queda en un alto de la calle real, al occidente, la casa de los Blanco. La gente ha dicho que allí se hospedó; pero… Siempre son sublimes las leyendas que se tejen en torno a los héroes: y esa casa vetusta, que logró desafiar los siglos, y ahora surgida de sus ruinas, merecía su leyenda. Tenía que ser así, porque, ¿entonces, cuál fue la casa… o, mejor: cuáles fueron las casas en que se brindó en San Carlos calor de familia al Libertador? ¿Fueron, acaso, la del Pbro. Dr. Juan José Herrera o la de Santiago Abdón de Herrera y Gil, como afirma en una de sus tradiciones el Dr. Arístides Rojas? —la fuente es incompleta—. Allí está la Casa Blanquera, mudo testigo de ese pasado: en verdad ella merecía su tradición, su leyenda… Si no sabemos la verdad plena, bueno es tener un santuario para la evocación del Héroe (1983: 62-63). Argenis Agüero es de una posición más contundente: “Bolívar no estuvo en la Blanquera”, es el título del largo artículo publicado en dos entregas, en uno de los diarios citados. Nosotros seguimos un manuscrito de 16 cuartillas, cedido por el propio Agüero, de igual denominación. No estamos de acuerdo totalmente con las apreciaciones de Agüero y la manera como ventiló el asunto; de modo particular, sus conclusiones. Nos parece digno de reconocimiento todo el rastreo por archivos y documentos que Agüero llevó adelante, hasta establecer la ruta de este inmueble en el tiempo, propiedad de los Blanco, desde su construcción hasta su ocaso, determinando —documento de por medio—, la cadena de sus propietarios y los distintos pleitos judiciales entre los descendientes de los primeros dueños de la casa. Igualmente, nos resulta valiosos los reparos al libro de Carrillo Moreno, Biografía de la Casa Blanquera (1961), a través de los cuales, siempre lector activo, Agüero desmonta lo relacionado al vínculo familiar entre los Blanco, dueños de La Blanquera y el Liberta-

dor, planteamiento central y de mucho peso en la argumentación de Carrillo. El problema para nosotros no es si Carrillo tiene, o no razón; prohibido tenemos buscar lo incontestable en la obra de cualquier ser humano… El asunto es otro: plantear el caso de acuerdo a las fuentes con que se cuenta. Eso de la enumeración de una larga bibliografía de carácter histórico, tanto nacional como regional, no aporta nada al debate, porque precisamente ninguno de esos autores refieren la presencia de Bolívar en el actual Colegio Juan Pablo II; y, sin embargo, como el mismo Agüero lo presenta, esto ocurrió. Si bien es cierto que esa bibliografía no afirma el asunto de la controversia, tampoco lo niega en ninguna de las líneas de esos folios contentivos de la historia de Venezuela: ¿en qué quedamos entonces? A favor de Carrillo cuenta el haber reiterado en el seno de la Academia Nacional de la Historia —en el momento de su incorporación— ese convencimiento suyo de que había sido desde la Casa Blanquera donde Simón Bolívar planeó y organizó “las necesarias concentraciones de tropa para enfrentar el segundo Carabobo” (1973: 32); “tesis” esta que no fue puesta en dudas o negada por el escogido de contestar el discurso de José Carrillo Moreno, en representación de dicha institución; cargo que recayó en don Virgilio Tosta, Individuo de Número, conocedor como el solo de la Historia de Barinas y de nuestros llanos en general. Y así lo esgrimimos, no por considerar a esa institución dueña de la verdad, sino por la escrupulosidad a la hora de contar la historia y el conocimiento que sobre Cojedes y su pasado posee quien contestó el discurso de recibimiento de Jo-

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sé Carrillo Moreno. Agüero, bajo el pretexto de considerar detrás de bastidores, el trazo de la mano de José Carrillo Moreno, descarta los decretos del 6 de enero de 1942 y del 2 de abril de 1961, provenientes del Despacho de la Gobernación de Cojedes que refrendan la presencia del general Bolívar en La Blanquera. Para la fecha del primer decreto, Carrillo cuenta con 20 años de edad, lo que no deja de mortificar el universo de la duda. Antes que Carrillo, existe otro autor de igual afirmación: el Segundo Tomo de la Guía General de Venezuela (1933), de F. Benet, página 97, presenta una fotografía calzada con la leyenda que sigue: San Carlos. Edificio denominado comúnmente Casa Blanquera, en donde el Libertador Simón Bolívar esperó la llegada del ejército de Páez, combinando el plan de la batalla de Carabobo. En esta casa recibió también Bolívar al Coronel Churruca, comisionado del General realista La Torre. ¿De dónde Benet obtuvo esa información? ¿Acaso, ya desde ese tiempo se daba por hecho cierto la presencia de Bolívar en La Blanquera? En ese tiempo Carrillo contaba 11 años… Conocemos dos testimonios orales: 1.−Refiere el Dr. Isidro Urbina (1941), que su padre, el distinguido maestro de obra Francisco Urbina (1898-1977), afirmaba que… La Blanquera había sido asiento del Ejército patriota en su paso hacia Carabobo. 2.−José Ignacio Vilorio Méndez (1934) —“el viejo”, como se le conoce en el Tinaco— sostiene haber escuchado de parte de Rafael Méndez Figueredo (1863-1958) —su abuelo—, testimonio apasionado de igual parecer al anterior. Méndez Figueredo, espíritu emprende-

dor como pocos, de la dinastía de los adelantados de Cojedes, recogió la versión a su vez, de las conversaciones con su padre, don Cayetano Méndez (nacido en Magdaleno en 1801 y muerto en el Tinaco en 1886), patriota bueno, en una primera instancia, y posteriormente, a comienzo de lo que para nosotros es la IV República, de los conspiradores que junto a Carujo se sublevaron contra Vargas, enredados en la creencia de que el mundo le pertenece a los valientes. En Bolívar desde Cojedes hasta Carabobo (p. 91), Carrillo Moreno brinda una breve semblanza del teniente Cayetano Méndez. De los alegatos de Agüero, el referido a las posibles condiciones de deterioro de la casa para 1821, así como lo concerniente a la inexistencia del vínculo familiar, por momentos invita a la duda; pero así mismo él expone otro que nos aleja y nos invita a la imaginación: la presencia del padre de nuestro prócer regional Manuel Manrique en la cadena de herederos del inmueble. Este pudiera ser otro elemento a ser considerado. En consecuencia, nos resulta temerario negar la posibilidad del hecho… Detengámonos ahora en el hecho de armas más importante comandado por Simón Bolívar en territorio del Estado Cojedes actualmente. El hecho de armas más importante comandado por Bolívar en territorio del hoy Estado Cojedes: La Batalla de Taguanes La batalla de Taguanes contada por Simón Bolívar El 31 de julio de 1813, el bando realista comandado por el coronel Julián Izquierdo, se enfrentó al de los

Posiblemente es ésta la primera imagen impresa que se conoce de La Blanquera. Apareció en El Cojo Ilustrado en 1895. FOTO H.H. AVRIL


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patriotas, bajo el mando del Libertador, auxiliado en la dirección por el mayor general Rafael Urdaneta, Atanasio Girardot, Luciano D´Elhuyar y Figueredo entre otros. Un escrito del Libertador, nos ofrece la ruta seguida de San Carlos a Taguanes: El 29 a las diez de la noche recibí parte del comandante de nuestra avanzada en que me comunica que los enemigos existían en el Tinaquillo, y que intentaban atacarnos. Con esta noticia hice poner en movimiento inmediatamente una parte de la vanguardia y el centro del ejército, que salió a las doce de la misma noche. El 30 vine al sitio de Las Palmas, seis leguas distante del campo enemigo. El 31, bien temprano me puse en marcha, y a las dos horas de jornada recibí aviso del comandante de nuestra descubierta, en que me dice que el enemigo, en número de mas de mil hombres, venía al encuentro, y que se hallaba al frente de él en la sabana de Los Pegones (Ministerio de la defensa, t. XIII, 1981: 321). Más adelante, este mismo documento, dirigido el 2 de agosto, desde Valencia a la Comisión político-militar del Congreso de la Nueva Granada, nos ofrece la versión de Bolívar de lo acontecido en Taguanes: Forcé mis marchas, y cuando llegué allí el enemigo acobardado con la presencia de nuestros cazadores se retiraba. Di orden para que lo persiguiese nuestra caballería que inmediatamente obedeció, y cargó sobre él; pero cuando llegó a la sabana de los Taguanes, lo halló formado en batalla, y fue preciso que aguardase a la infantería; llegó ésta; dispuse el campo y viendo que el enemigo marchaba sobre nosotros, determiné irlo a recibir; ordené marchase de frente la infantería, y que la caballería, que formaba mi ala derecha, fuese a cortarlo por la espalda

...le faltó el ánimo necesario para mandar a obrar la tropa y por consecuencia de estos defectos resultó la pérdida de 650 a 700 hombres buenos de infantería que con el mayor ardor deseaban batirse con el enemigo, siendo lo más sensible que no pudieron lograrlo por haber sido envueltos por la caballería, pues habiendo huido la nuestra no pudieron defenderse porque apenas tendrían bayonetas la cuarta parte de los fusiles”

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en la grande llanura donde se presentó la acción. Entonces la intrepidez de nuestras tropas produjo en las españolas el pavor; inmediatamente emprendieron su retirada ordenada, y la sostuvieron por espacio de seis horas, hasta que viendo que nuestra caballería casi los cortaba, se introdujo el desorden, empezó la disolución, y a las dos horas de persecución, ya teníamos en nuestro poder más de doscientos prisioneros, porción de fusiles, cartucheras, y pertrechos que dejaban en el campo. Toda la tarde duró la acción, en que murieron muchos españoles, entre ellos seis de sus mejores oficiales, uno de éstos el Comandante Izquierdo; perdieron toda su infantería, que quedó, o dispersa por los bosques o prisionera, o pasada a nosotros, pudiendo asegurar a VS. que no escapó ni un solo infante (Ministerio de la defensa, t. XIII, 1981: 321-322). La batalla de Taguanes contada por un oficial distinguido y leal, de los más leales a Bolívar, actor del suceso Poco se ha insistido de la relación Urdaneta-Bolívar. “En el momento de la entrevista con Pablo Morillo en Santa Ana; Bolívar precavido, antes de partir, extendió un nombramiento a Urdaneta de General en Jefe de todos los ejércitos de la República” (Lecuna, 1955:130). Lamentó Bolívar su ausencia por enfermedad en la batalla de Carabobo. Este general Rafael Urdaneta — el más constante y sereno oficial del ejército (Bolívar en Austria, t. II, 1960: 144)— en sus Apuntamientos opina, que solo un individuo de caballería pudo escapar: El combate era obstinado, el arrojo de los patriotas llegaba hasta sacar de las filas los soldados enemigos; el día se pasaba; los españoles, a pesar de todo, estaban ya muy cerca de ganar la serranía inmediata y salvarse de la persecución. Se pensó, pues, en tomar una resolución decisiva y se ejecutó; fue la de montar en las ancas de los caballos ciento y más infantes para que, al abrigo de sus fuegos, pudiese la caballería hacer una acometida… En efecto, Urdaneta, Girardot, D’ Elhuyar, Figueredo, Chávez y otros se precipitaron sobre el enemigo, apearon sus infantes, y sobre sus fuegos, lanzándose de repente, sobrecogieron a los realistas y los arrollaron completamente. La victoria fue tan completa que todos los enemigos quedaron a retaguardia y sólo un individuo de caballería pudo escapar hacia Valencia, el cual encontró en la sabana de Carabobo el general Monteverde que venía a ponerse a la cabeza de la división que acababa de ser derrotada, y con la noticia contramarchó. En la tarde y mañana siguiente se recogieron todos los prisioneros, incluso el Comandante Izquierdo, herido, que después murió de resultas en San Carlos (porque se le dio cuartel). Las tropas patriotas pernoctaron en el sitio de las Hermanas, y habiendo dejado escolta suficiente para encargarse de los prisioneros, se mo-

Manuel Manrique “El Hombre de las Batallas”, comandó el batallón Valerosos Cazadores, de cara a la batalla que se daría en Araure, el 5 de diciembre, con éxito rotundo para los patriotas. FOTO INSTITUTO DE PATRIMONIO CULTURAL vieron sobre Valencia al amanecer (Urdaneta, 1987: 13). La batalla de Taguanes contada por un realista En el Archivo del doctor Laureano Villanueva, que reposa en la Academia Nacional de la Historia, se encuentra un documento poco conocido sobre la batalla de Taguanes. Es un oficio dirigido al Señor Intendente General del Ejército y Real Hacienda, escrito por el realista Domingo de Olavarría, fechado el 20 de agosto de 1813. Según testimonio del propio Rafael Urdaneta, se trata del “individuo que pudo escapar hacia Valencia”. Su versión es como sigue: (...) El Teniente Coronel Don Julián Izquierdo, Comandante de la División apostada en San Carlos, conoció anticipadamente que si no se reunían en un solo punto unas fuerzas respetables era indubitable la pérdida de Venezuela. Instó repetidas veces al señor Capitán General dispusiese que la División de Barquisimeto se viniese a San Carlos como punto esencial para la conservación de la Provincia, pero nada pudo conseguir. El 24 del mismo se supo en San Carlos la derrota de la división de Barquisimeto y la mañana del 26 dispuso Izquierdo replegarse a Valencia, la que estaba a su mando, te-

meroso de ser rodeado en San Carlos por estar situada en un llano. En la misma tarde recibió en El Tinaco orden del señor Capitán General para que precipitadamente se retirase a Valencia con la tropa, llegando a el Tinaquillo, el 28 recibió otra para que volviese a ocupar San Carlos enviando a Valencia el obús de a 32 y el cañón de 4 que tenía para estar más expedito en el caso de una retirada. Izquierdo se denegó a cumplir aquella disposición, considerándola desacertada y haciendo al Jefe las reflexiones que creyó conforme, se quedó en dicho pueblo del Tinaquillo y remitió por desde luego el obús y el cañón custodiado de más de doscientos hombres de tropa con los cuales desmembró su corta división que apenas alcanzaba a mil. El señor Capitán General se hizo el sordo y el conductor del pliego no trajo otra razón que la que dicho señor debía llegar el 30 a tomar el mando. El enemigo que a la sazón se hallaba en San Carlos y El Tinaco, sabedor de este desacierto aprovechó los instantes y la mañana del 31 se presentó al frente del Tinaquillo con una fuerza que no excedería mil hombres entre infantería y caballería y aunque dio sobrado lugar para que nuestra división se situase en un paraje ventajoso para la defensa de Izquierdo se plantó con ella en una sabana capaz de batirse 50.000 hombres

cortado del medio por la desconfianza que tenía de la ineptitud de los oficiales, le faltó el ánimo necesario para mandar a obrar la tropa y por consecuencia de estos defectos resultó la pérdida de 650 a 700 hombres buenos de infantería que con el mayor ardor deseaban batirse con el enemigo, siendo lo más sensible que no pudieron lograrlo por haber sido envueltos por la caballería, pues habiendo huido la nuestra no pudieron defenderse porque apenas tendrían bayonetas la cuarta parte de los fusiles. Yo me hallaba ejerciendo funciones de Comisario de guerra en la expresada división y así por hallarme gravemente enfermo de resultas de una caída que tres días antes había dado mi caballo, como por asegurar tres mil y cuatrocientos pesos que tenía existente para el socorro de tropas me adelanté como media legua. Serían las tres o cuatro de la tarde cuando rompió el fuego en la sabana de los Taguanes y una hora después encontré al señor Capitán General acompañado como de cien hombres de caballería y su estado mayor; le informé la ocurrencia y siguió pero apenas anduve un cuarto de legua reparé se volvían tras de mí alguno de su comitiva refiriendo el desgraciado resultado del ataque (Citado en Ruta Libertadora…).


4 1/2 DÍA DEL DOMINGO La batalla de Taguanes contada por un militar historiador, testigo y actor de la guerra de Bolívar El coronel José de Austria, que se inició bajo las órdenes de Miranda en las campañas de los años 11 y 12 y culminó su actuación con el ascenso a General de División, otorgado por Juan Crisóstomo Falcón en 1863, en su Bosquejo de la historia militar de Venezuela (1855), siguiendo a Baralt y Díaz, según deja constancia, nos describe animadamente el suceso así: En las espaciosas llanuras de los Taguanes, entre San Carlos y Valencia fue donde Bolívar pasó revista a 2.500 hombres, llenos de brío e inflamados por un patriotismo heroico, y con ellos marchó contra su enemigo Izquierdo, que contaba con 2.800 buenos soldados y con próximos auxilios de Monteverde. La descubierta de los republicanos encontró el 31 de julio las avanzadas enemigas, en unas alturas que separan las tierras llanas, que decimos sabana de los Pegones, de las del Tinaquillo. Consiguió el Mayor General no solamente desalojarlas, sino hacer gran número de prisioneros, pero cuando pasó al otro lado vio que toda la hueste enemiga estaba en buena ordenación de batalla y apercibida para ella. Convenía el combate a los patriotas, así para impedir que se juntasen a Izquierdo nuevas fuerzas de Monteverde, como para utilizarse de la ventaja que ofrecía el terreno a los movimientos de la caballería, en la cual se fundaba la principal esperanza de aquella jornada. Toda la atención de Urdaneta se dirigió, pues, a entretener al enemigo para impedirle la retirada, mientras llegaba Bolívar. Así, en efecto, sucedió. Y cuando todos los patriotas estuvieron reunidos, conociendo Izquierdo, aunque tarde, su error de haberlos esperado en aquel sitio, cambió su formación y, en columna cerrada, tomó la vuelta de Valencia. En vano pretendieron los republicanos desordenar o detener siquiera a los realistas con vigorosas cargas de caballería, porque rechazados siempre, veían con dolor que apenas un pequeño espacio de llanura separaba ya a sus contrarios de la serranía. El día, entretanto, se pasaba, y aquella victoriosa retirada iba a complicar las operaciones, a poner en contingencias la campaña y acaso a arrebatarles gran parte de sus frutos. En ocasión tan peligrosa, se ocurrió al medio de montar en las ancas de los caballos los más infantes que posibles fuese, para que, auxiliados por sus fuegos, pudiesen los jinetes intentar un gran esfuerzo. En efecto, Urdaneta, Girardot, Delúyar, Figueredo y otros jefes dirigieron este movimiento y cuando estuvieron cerca del enemigo, apearon inopinadamente sus peones. Sobre el desorden y confusión que produjo la primera descarga, se lanzaron sobre las filas enemigas, penetraron hasta el centro de las columnas, las arrollaron, las acuchillaron, hicieron en ella horrible mortandad. Tan impetuoso fue el empuje, que los enemigos quedaron a retaguardia, si-

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tuados, por consiguiente, entre la caballería y la infantería de los patriotas. Izquierdo mal herido cuando peleaba valerosamente en medio de los suyos, fue levantado del campo de batalla y llevado a San Carlos, donde murió después. Hombres, armas, parque, bagajes, todo cayó en poder de Bolívar, no habiendo podido escapar sino un oficial a caballo, que llevó a Monteverde la noticia del suceso. La campaña esta concluida (Austria, t. II, 1960: 55-56). La batalla de Taguanes contada por un historiador cojedeño nacido en el Siglo XIX Tenemos en la letra y la emoción —letra de tribuno e historiador— del ilustre escritor, don Eloy Guillermo González, posiblemente la primera versión brindada por un historiador cojedeño acerca de la batalla de Taguanes: De San Carlos á Caracas estaba señalada la segunda jornada libertadora —de 1813—. Desde aquel campamento, Bolívar despachó una descubierta sobre el enemigo, por el camino de Valencia. El veintinueve de julio, á las diez de la noche, el jefe del ejército recibió aviso de que los enemigos estaban en Tinaquillo, con ánimo y preparativos de marcha sobre los republicanos. Bolívar movió en el acto una parte de la vanguardia y el centro del ejército. Seis horas después, á las seis de la mañana del 30, él mismo se situó en Las Palmas, á poca distancia del campo enemigo. Al día siguiente, muy temprano, siguió marcha y á las dos horas recibió aviso de la descubierta de que el español, en número de mil y tantos hombres, le iba al encuentro, hallándose ya en la sabana de Los Pegones. Un grupo de cazadores fue lanzado al reto, pero el contrario tocó contramar-

...la infantería debía atacar de frente, mientras que la caballería, —flanqueando por la izquierda del enemigo,— debía cortarlo

por la espalda. El ejército español, al sentir el segundo movimiento, comenzó a replegar en órden: durante seis horas sostuvo la retirada, pero al cabo de ellas, ya tenía sobre sus filas a la caballería republicana, y fue forzoso el desorden. Bolívar acometió entonces de firme, dispersándolos y capturándoles”

San Carlos de Austria: Imágenes de la calle Manrique, centro histórico (1954). cha y tomó la vuelta de Tinaquillo. Bolívar dió la orden de que cargara la caballería: cuando ésta lo alcanzó, ya estaba formado en batalla en la sabana de los Taguanes. Hubo que hacer alto, para aguardar á la infantería; al llegar ésta, Bolívar dispuso el campo: la infantería debía atacar de frente, mientras que la caballería, —flanqueando por la izquierda del enemigo,— debía cortarlo por la espalda. El ejército español, al sentir el segundo movimiento, comenzó a replegar en órden: durante seis horas sostuvo la retirada, pero al cabo de ellas, ya tenía sobre sus filas a la caballería republicana, y fue forzoso el desorden. Bolívar acometió entonces de firme, dispersándolos y capturándoles. La noche cerró cerca de Tocuyito, en donde acampó Bolívar6: muy próximo pernoctaba también Monteverde, quien, ignorante de la derrota de Izquierdo, muerto en la persecución, había llegado con dos compañías de caballería é infantería. Al saber la noticia, Monteverde regreso á Valencia… tomó precipitadamente la ruta de Puerto Cabello, perseguido por una partida al mando del Comandante Girardot (González, 1908: 29-31). La batalla de Taguanes contada por un analista de las guerras de Bolívar del siglo XX Posiblemente el cuadro más completo de la batalla de Taguanes, lo brinda don Vicente Lecuna, celoso y promotor al mismo tiempo de la papelería del Libertador durante el siglo XX, en su monumental obra Crónica razonada de las guerras de Bolívar (1960): Juzgando los españoles que las operaciones de Bolívar se dirigían por los llanos situaron a mediados de julio la pequeña división de Oberto en Araure y

la más numerosa del coronel Izquierdo en San Carlos. Este último propuso a Monteverde la unión de las dos fuerzas, pero idea tan útil a los españoles no tuvo efecto, por el movimiento de Oberto a Barquisimeto y su derrota. Al llegar a San Carlos la noticia de este combate y la de estar ya Bolívar en Araure, el experto coronel Izquierdo como hemos dicho, evacuó la ciudad en la mañana del 2, y replegó hacia Valencia creyendo con razón proceder acertadamente, pero en el camino recibió orden de Monteverde de volver a San Carlos, y juzgándola absurda, se quedó en Tinaquillo con sus 1.200 hombres esperando al capitán general quien le ofrecía marchar inmediatamente con refuerzos. / El 29 de julio a las diez de la noche supo Bolívar en San Carlos la detención y actitud defensiva de los enemigos en el Tinaquillo, y dos horas después puso en marcha las divisiones de Girardot y Urdaneta con el objeto de atacar a los españoles, sin darles tiempo de recibir refuerzos. El 30 los republicanos fueron a dormir al sitio de Las Palmas. El 31 avanzaron velozmente, y a las dos horas de marcha tuvieron noticias de acercarse los enemigos. El general Bolívar se adelantó con la caballería y dos compañías de Cazadores. En la sabana de Pegones los patriotas cargaron las primeras fuerzas de Izquierdo. Éste se retiró dejando una avanzada en las pequeñas alturas medianeras de dicha sabana y la de Taguanes, pero sorprendida por Urdaneta con los cazadores quedó prisionera. Al trasponer los patriotas la altura apareció el enemigo en batalla del otro lado, en la inmensa sabana teatro de la acción. Los cazadores y la caballería entretuvieron a los enemigos mientras llegaban el resto de las tropas. Al reunirse éstas, los españoles replegaban, Girardot recibió orden de

cargarlos de frente y detenidos, se empeñó el combate: al efectuarse el choque, el general Bolívar hizo cargar la caballería por la derecha y parte de ella corrió a cortar el enemigo. Izquierdo para salvarse, maniobrando con perfecto orden, formó sus tropas en columnas cerradas, y emprendió de nuevo la retirada, esta vez con la sola idea de alcanzar el terreno quebrado. Defendiéndose se detenía en trecho en trecho a rechazar los ataques de los patriotas. Así continuó por algunas horas, pero Bolívar, antes de que pudiera salvarse en los cerros, hizo montar cerca de 200 infantes a la grupa de tres escuadrones, con orden de adelantarse a los enemigos, y echar pie a tierra a su retaguardia. Urdaneta, Girardot, D’Elhuyar, Figueredo y Chávez dirigieron el movimiento. Aunque la infantería de Izquierdo, toda de españoles veteranos, era excelente, la mejor del gobierno, no pudo resistir. Los patriotas penetraron hasta el centro de su formación e hicieron en ella horrible mortandad. Atacados los españoles con vigor por otros lados y cortados, se desorganizaron, cedieron el campo y casi todos quedaron prisioneros. Cinco oficiales superiores de los españoles murieron, e Izquierdo gravemente herido, cuando luchaba valerosamente entre los suyos, quedó prisionero, y aunque conducido con extremo cuidado por los patriotas, murió al llegar a San Carlos. Impuesto Monteverde de la derrota, por un fugitivo, en la sabana de Carabobo, volvió riendas hacia Valencia con dos compañías de infantes y dos escuadrones, conducidos de refuerzo. Todas sus medidas contra Bolívar llegaban siempre tarde. Las tropas independientes superiores en número a las de Izquierdo apenas alcanzaban a 1.500 hombres (Lecuna, t. I, 1960: 65-66).

Hoy en portada: Bolívar de Richard Oviedo (Mixta sobre papel, 20 cm x 25 cm). Dirección: Miguel Pérez / Coordinación Editorial: Daciel Pérez/ Diseño y Diagramación: Luis Daboe Correo electrónico: mediodiadeldomingo@gmail.com / Facebook: Medíodía del Domingo/ Twitter: @Mdíadeldomingo


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