1/2 Día del Domingo Nº 42

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DOMINGO 28 DE SEPTIEMBRE DE 2014 / CIUDAD COJEDES

1/2 DÍA DEL DOMINGO 1 DOMINGO 28 DE SEPTIEMBRE DE 2014

LO COTIDIANO ESCONDE SIEMPRE UN TERRITORIO SURREALISTA JULIO MIRANDA

S

é de Alberto Hernández lo que dice la contraportada: nació en Calabozo en 1952; ha publicado anteriormente dos poemarios: la mofa del musgo (1980) y Amazonía (1981); tiene tres inéditos que, como Última instancia, han recibido premios o menciones en diversos concursos. Última instancia recoge una treintena de poemas desenfadados, ágiles, de libre –a veces demasiada– articulación, que se nutren parcialmente del imaginario massmediático –cine, comics, tv– y “surrealizan” adecuadamen-

½ DÍA DEL

DOMINGO

RAZÓN BELLEZA y REVOLUCIÓN

te lo cotidiano, o bien descubren lo zúrrela al paso –al filo– de los días. Alternan extensión y brevedad, y acuden a veces a notas de pie de página, ya en verso, ya en prosa. Los comienzos suelen no tener desperdicio: “Esta tarde/ después de un cigarrillo/ bajaste los ojos y sorbiste el poema/ como una larga espera”; “hay una vieja tristeza de revista/ que hace hundir las nalgas de la mujer/ en el sillón alemán”; “te metes en este poema sin permiso/ y rompes todos mis relámpagos/ los muerdes/ y la noche limita mis palabras”; “soy la perfecta ama de casa/ entalco el corazón de mi hijo prehistórico”. Habría otros ejemplos. Sin embargo, temo que ciertos desarrollos carezcan de estricta necesidad y que el apunte inicial se desdibuje a veces, en aras del ritmo trepidante y la tentación de imágenes insólitas. Lo surrealista “escolar” amenaza también –aunque no pierda nunca un buen sentido del humor– en inicios como estos: “En el nacimiento de tu pelo comenzó la mentira/ con las palomas de la plaza/ (volví la espalda a esas palabras huecas/ pesadas de tarde y caca de santo en la catedral”, o: “Sonamos en la uña gigante/ de una monja que nos mira con bufanda”.

De todos modos, la fuerza y la frescura se imponen, pese al desorden, en estos poemas que bordean siempre el delirio o se introducen en él con ganas y frecuentes aciertos. “Nalgas”, “Silencios”, “Progeny y TV”, “Ültima instancia” y los textos de la segunda parte dedicados a personajes familiares (el padre, la tía, la abuela) son redondos. Por otra parte, la surrealización de lo sociopolítico, como en “Surrealismo” –sobre Gómez- o su registro objetivo, casi testimonial, como en “Desnudo”, producen resultados francamente interesantes, perfectamente englobables en el tono del conjunto y en su poética.

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(Última instancia. Editorial Sobrevivientes Asociados / Calicanto. Villa de Cura, 1989). Fuente: Diario de Caracas. Caracas, 8 de octubre de 1989. (Lectores. Una guía dominical)


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NÉSTOR MENDOZA

CIUDAD COJEDES / DOMINGO 28 DE SEPTIEMBRE DE 2014

Puertas de Galina: Poética de las puertas Sobro como espacio Sin cuerpo me nombro en tantas puertas cerradas Intentos y el Exilio (1996) ALBERTO HERNÁNDEZ.

A

lberto Hernández vive en la imagen. Sí, en la imagen, porque ella es un espacio autónomo, que no está subordinado a una simple figura literaria. El poeta ha edificado su obra a través del empleo de la desmesura sin diques, de la llanura de su Calabozo natal. Desde sus primeras publicaciones, la imagen poética tiene un lugar privilegiado. En estos versos de su libro La mofa del musgo (1980) leemos: “Llegará el momento de la carne/ y la noche será tu sangre arrodillada.” Alberto ha trasladado esta inclinación a casi toda su producción intelectual: ensayos, crónicas, artículos, relatos y poemas. Busca, como José Lezama Lima, un reino donde pueda habitar su libertad imaginativa. ¿De dónde viene Alberto Hernández? ¿Qué lo motiva a seguir abriendo surcos en la dura realidad? Al respecto, Gregory Zambrano nos comenta: “Viene de Calabozo, viene de Guardatinajas, viene de Maracay. Viene de México y España, viene del desvelo en justo pacto contra el silencio. Vive para la palabra, en sus poemas, en los afectos de tantos amigos dispersos en las más remotas geografías.” Allí, en las líneas antes citadas, podría

radicar el motivo -los múltiples motivos- de Puertas de Galina. Las puertas de Alberto Hernández carecen de marco. No conocen lo estático, la rigidez del sitio habitual. Puertas de Galina (Editorial Memorias de Altagracia, Caracas, 2010), propone un abrir y cerrar inéditos. Quien abre y cierra la puerta asume nuevos retos: ser habitante perenne o visitante ocasional. La puerta es víctima y victimaria; vertedero de la ausencia: “toda/ la muerte/ amontonada en esa puerta” (p.36). Quien habla tiene el poder de invocar, de conjurar: “uno dice puerta y comienza un irritante murmullo” (p.44). Galina, según Alberto Hernández, es una ciudad imaginada. Una comarca donde se acumula la experiencia del peregrino y la voz movediza del cronista. Su escritura lleva a cuestas el espesor de viajes y lecturas. Veremos constantes citas y dedicatorias. Nombres de ciudades españolas y venezolanas. Ecos, chasquidos. El celaje de un fantasma tras el orificio del cerrojo. ¿Qué designios debo enfrentar ante la puerta abierta? Nos dice el poeta en el texto que inaugura el poemario. Sin embargo, el problema radica en que no existe una sola puerta, sino muchas. Y, en cada una de ellas, sobrevive un gran número de designios. De tanto frecuentar lugares, de asimilar sus formas, de adoptar sus volúmenes, la voz se transforma en eso que ve. Ya no es espacio ajeno fuera del cuerpo, sino órgano y pálpito: “Soy todas esas puertas” (p. 7). El tema del padre tiene un peldaño especial en el libro. Su imagen se adhiere al abanico de significaciones asociadas a la puer-

ta. Hernández, en el fragmento tres del poema Puerta de ceniza, expresa: “vino mi padre con la puerta de salida al mundo e hizo puente para salvar mi ahogo y alejarme de la noche” (p. 26). Por otra parte, en el texto Silueta, el padre adquiere las dimensiones de una materia ínfima, que ha sido originada por el tiempo que corroe la superficie de la madera:

porque mi padre es un hoyo en la puerta esperando un cuerpo prescindido

(p. 34)

Quien habla tiene el poder de invocar, de conjurar: uno dice puerta y comienza un irritante murmullo” Detrás de la puerta se esconde el misterio y la desmesura, y el padre intenta demoler para hallar lo ignoto: “Mi padre, colorado y enérgico, derriba el adobe hirviente para encontrar el tiempo y sus eclipses” (p. 25). La puerta guarece de la penumbra, va más allá de lo tangible. Sin ella el poeta se queja en la intemperie. Sin salidas ni entra-

das el dolor se acumula: “vivimos sin puertas/ en este aquí de umbras” (p. 52). Galina y sus puertas hacen recordar los espacios de Comala, ese pueblo fantasma mitificado por Juan Rulfo. Quienes transitan llevan el peso del martirio tatuado en su marcha errante. La puerta está irremediablemente unida a la muerte; ambas definen el rostro de la voz poética. Hernández pregona los estragos de la sombra. En el poema Exceso, nos dice:

tantas son las puertas, tantos los pasa [dizos la ciudad huye de mis ojos y de espaldas reconozco la desgarradu [ra la marca del silencio, el gruñido la bestia que agotó el hueco de la muer [te. ¿Quién será esa bestia? ¿Será, acaso, una puerta transfigurada? Sólo sabemos que existe gracias a la complicidad del autor. A su terquedad creativa. Este libro es una poética de las puertas. Sin el peso utilitario y convencional, la puerta deja de ser armazón de madera o hierro: se ha liberado de los quicios. Se ha vuelto objeto lírico, capaz de enunciar el hallazgo. Portalón, portillo, abertura y respiradero de la casa. Y del poeta. Este texto fue leído durante la presentación del poemario de Alberto Hernández. Sala del auditorio de la Facultad de Ciencias de la Educación (UC). Viernes 26 de noviembre de 2010, 4:00 p.m.

Con ojo de pupila tórrida ARGEMIRO MENCO MENDOZA

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ebajo del nombre de la Tierra, de Marte, del Sol o la Luna, o de las Pléyades, palpita el ademán genésico y apocalíptico del tiempo. Igual ocurre en el corazón de la semilla. Llámense cunas o tumbas siderales, esos nombres simbolizan condensaciones de la infinita poesía del universo. Lo mismo quiero decir del libro Párpado de insolación, que revela el Uno y el Doble del poeta. El yode la profundidad en viaje hacia la íntima luz –ligado irremediablemente a la plataforma desde al cual desciende y asciende– difunde zonas, que juntas, constituyen el Uno, la vida y la muerte. De entrada alza la frente y avizora, y nos hace ver con ojo de pupila tórrida, y muchas veces desolada. Nos sentimos envueltos en una metáfora insolada, como “el vértigo de la arena”, flotando en la noche, amadrinados a cada poste que encarnan los rayos de la luna. Y digo esto porque “la lumbre de los ojos” –beso indirecto del sol- es el mensaje de lo que fluye en el alma del poeta, arquitecto de ironías: “festejo de adentro/ el fuego/ el ojo”. Estimo que lo anterior es así: Lo demuestra el verso de uno de los poemas más pau-

tatorios (Lumbre): “el polvo muerto sin mirada”. Son las noticias del tedio y del absurdo de un mundo centrado en “la noche que vuelve y cansa por silencio” y el ruido del día, en la solar enajenación de los pasos sobre la herida del camino. Lo sensitivo-visual define la escritura y la atmósfera unitaria del libro.

Después de la lectura de Párpado de insolación, se siente bajar del cielo una especie de lluvia que nos place” El párpado se subordina al ojo, el ojo subordina lo táctil: “el árbol agachado, sudando/ raíces/ horas/ sin mascar la tarde”. Palabra de caño surrealista que, supongo, no es hija de ligero automatismo, ya que en ella se percibe el equilibrio de un misterioso y bien elaborado ritmo. Pero también vinculamos la imagen de lo

gustativo, lo olfativo, lo auditivo, enriqueciendo la fibra de la idea y el placer de la emoción: “boca amarga/ sin dar testigo”; “la bestia/ lame la nube/ la sangre”; “bajo tu axila el ojo…el párpado quebrado/ el olor de los pájaros”; “oigo el estrépito de las catedrales al caerse, el silbo de la iguana, el silencio que invade los hueso en el aire”. En el libro se palpa la insolación de los recuerdos: “el padre/ en la silla/ sin cigarros/ sin voz/ apagando el sueño”. Evocaciones de “mi abuelo/ sueña agua/ la tierra angosta”, (¿acaso sugerencia de la pobre tenencia o frustrada agricultura?); “mi abuela miró su ojo de cristal”, y acto seguido el clima de la adivinación-premonición. ¿Y la madre dónde anda? ¿En que “fogón ardiendo”? ¿En qué “oscura” de pavorosa insolación está la madre? La mayor audacia expresiva de ese libro no estriba en que el poeta asume la crudeza y nos diga que “se caga de la risa”, a lo mejor, como habitante de la oscuridad donde examina su conciencia. La audacia proviene de las perceptibles líneas de madurez que decanta la escritura y el aliento universal del canto. He aquí, pues, la clave para cerciorarnos y distinguir que nos acompaña un poeta en posesión segura de virtuosas influencias, de

fervorosas búsquedas y hallazgos de asombrosa originalidad. En el plano del circuito, ¿a quién “agradecerle” la razón de los referentes? En el mundo hay desapariciones de hermanos que luego aparecen en ese poemario, colgados de un árbol. Yo los he visto en la calzada de una vía, y en cunetas de aguas pervertidas. Gracias a ese lirismo, que es leal al juego del eros, la hembra vibra en sagrada desnudez. Páginas donde gravita la síntesis de lo bello, la obsecuencia que despiertan las leyes del sueño, la certidumbre de saberse existencia, ser ahora, con la promesa a cuestas del invariable destino hacia la muerte. Páginas donde el guía virgiliano es el poder cifrador y descifrador de los ojos. Después de la lectura de Párpado de insolación, se siente bajar del cielo una especie de lluvia que nos place, límite y gestación que se reedita. Hoy más que nunca los poetas se ven abocados a enfrentar la bestia que hace sangrar la cometa inocente que hemos elevado desde el patio. La aldea abatida y transida es nuestra América Latina. El poeta en su pesadilla esgrime espadas, nobles espadas: la locura y la razón. El triángulo padece climas insolados. Párpado de insolación. Alberto Hernández. Edic. Ateneo de Calabozo, Colección Escampos, 1989.


R e v o l u c i ó n

a

D i a r i o

MIRIAM KASEN

Q

uizás lo del nombre del libro sea por aquello de la necesidad de un punto para orientarnos en esta propuesta que nos hace Alberto Hernández de involucrarnos en ese viaje, en el que la palabra nos lleva a través del cuerpo hacia lo íntimo, lo individual, y como todo viaje produce con los preparativos el inicial entusiasmo por lo que no separa, por así decirlo, el secreto en canto de lo desconocido, de la aventura. Sólo que en este caso no es una aventura cualquiera, sino una interesante invitación a acercarnos, a recorrernos; en eso tiene razón el texto de la solapa de la edición que hoy presentamos, cuando nos dice que el libro “es un viaje de ideas y venidas en la mujer como espacio inabarcable”, un espacio que por ser básicamente espiritual, también es limitado, individual, aún en la compañía de Ligia. Por eso en la palabra se hace dudas, tiempo, noches, silencios, vida diaria, miedos y en algunos instantes, olvido:

Hacia dónde se dirige la noche. Qué es [pacios ocupa en el vacío. Qué horror nos contiene al [descifrarla. El paso firme de la tierra durante el sue [ño la entrega de las cartas, la ciudad y sus alcantarillas en el torso de Ligia La ciudad –después de todo- es también [el olvido En el viaje por la vía de la palabra a través de la mujer que podrían ser Rosana, Miriam, Raiza o Luisa, pero es Ligia

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HACIA NORTES EN UNA LECTURA y es lo mismo: la mujer como la identificación íntima, la mujer como posibilidad de encuentro, la mujer total, mujer al fin y como tal, una realidad que por momentos satisface: la mujer como la transfiguración de sí mismo:

(sin el espejo eres aquí vuelta de espaldas te encuentras) El milagro, el brillo de los ojos y la curva de tu seno izquierdo hace del tiempo esa doble figura que recoge el polvo la fatiga, el escape hacia la única palabra que es redonda y extraña. La desnudez de la boca, el desgano de Ligia tu propia discreción al entornar los párpados… Vislumbramos Nortes para emprender el viaje intemporal e interior, tal vez entre las

...emerge la

fuerza erótica en cada estación del viaje, para renovar la esperanza, para salvar la posibilidad de nuevos inicios, donde no haya vacíos”

sombras, la noche, los sueños o simplemente en el ombligo de Ligia, que nos resume y pretende ser respuesta en la búsqueda del poeta, en su angustia y en su esperanza: Para desaparecer necesitas de esa sombra Y el espejo, siempre el espejo que lo devuelve, que nos devuelve, que nos muestra al propio fantasma, que al fin y al cabo es quien pudiera ser el que obliga a emprender cada viaje:

Aléjate de tu sombra: Vuelve al espejo donde el tiempo aquel interior intacto es vértigo y espera O cuando nos dice: En el espejo somos los mismos animales Nortes es el la búsqueda, el intento: Aquí estoy y no estoy buscándome, perdiéndome Es también la sensación de la pérdida, el aturdimiento, la angustia: regresar sólo preguntas en esta derrota la palabra el aturdimiento

ALBERTO HERNÁNDEZ Hacia dónde se dirige la noche Qué espacios ocupa en el vacío Qué horror nos contiene al descifrarla Hoy en portada: Alberto Hernández de Richard Oviedo (Mixta sobre papel, 20,5 cm x 25 cm). Dirección: Miguel Pérez / Coordinación Editorial: Daciel Pérez/ Diseño y Diagramación: Luis Daboe Correo electrónico: mediodiadeldomingo@gmail.com /Facebook: Mediodía del Domingo/ Twitter: @Mdíadeldomingo

ALBERTO HERNÁNDEZ (Calabozo, Guárico, 1952). Poeta, narrador y periodista venezolano Alberto Hernández escribe la crónica de la literatura contemporánea a través de la reseña de los libros. Egresado del Pedagógico de Maracay, Hernández realizó estudios de postgrado en la Universidad Simón Bolívar, en Literatura Latinoamericana. Fundador de la revista literaria Umbra, es colaborador de revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio Juan Beroes por toda su obra literaria. Ha representado a su país en diferentes eventos literarios: Universidad de San Diego, California, Estados Unidos, y Universidad de Pamplona, Colombia. Encuentro para la presentación de una antología de su poesía, publicada en México, Cancún, por la Editorial Presagios. Miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo. Se desempeña como secretario de redacción del diario El Periodiquito, de la ciudad de Maracay, estado Aragua. Mantiene el blog Puertas de Galina. Parte de su obra ha sido traducida al inglés y al árabe.

Todo esto, pero jamás la entrega ante la derrota, porque en Nortes emerge la fuerza erótica en cada estación del viaje, para renovar la esperanza, para salvar la posibilidad de nuevos inicios, donde no haya vacíos. Es a través del erotismo que se supera la frustración. El erotismo, como parte del ritual del viaje y como ritual que se repite una y otra vez permite la necesaria inmolación ante el deseo inacabado:

El silencio jamás se agota: no nos borra: nos hace [también en esta penumbra activa. Tiempo para desha [cerse del bullicio, de las destrezas de los ojos, de los preci [picios: cuánto para volver a la imagen, penetrar en el [muro, instalarse en el rincón para entender el [otro lado, Pronunciar la oración dentro de ti, es [tar ahí, en la suma de las voces que alguna vez huye [ron Viajeros en este viaje, junto al poeta, llevados por la palabra que nos une, senti [mos con él y lo decimos: un cuerpo vuelve a mí desde la noche huelo su herida Para, finalmente, llegar a querer suscribir con él la nota final de Nortes:

La voz del que ama tiene acento de ex [travío


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CIUDAD COJEDES / DOMINGO 28 DE SEPTIEMBRE DE 2014

El monte, las hojas del viento, la muerte ALBERTO HERNÁNDEZ VENECIA, PAOLO

a Enrico Terrentin

Nunca estuve en Venecia. Pero supe de uno venido de esas aguas. A diario, Como quien sale de las sombras, el italiano traía panes, mortadela y un tarro de café. Otro día, una espaguetada para compartirla con los hombres de la construcción. Y era fiesta y nostalgia entre palabrotas y la lengua enredada de Paolo. La muerte duró poco en su miserable cuarto. Lo sacaron los mismos obreros. Por una de las paredes de la habitación entre los canales de Venecia: la foto conservaba la fecha: 1965.

(de Stravaganza/ Poemario bilingüe editado en Milán, Italia, en 2012)

PETROGLIFO El ojo de Dios lee la montaña recorre hondonadas de La Pedrera alisa el silencio que la piedra abandonó bajo las nubes: estribos de rocas, líneas de la tormenta, una mano raya y deja un aviso en Corozal, suficientes mensajes para la confusión.

(de El poema de la ciudad, 2003)

ARS POÉTICA 1

PUERTA DE SALAMANCA

a Pepe Barroeta

Allí encontramos el germen el pedazo de la noche

Las palabras niegan la mortalidad

CARLOS CONTRAMAESTRE

De las sombras un solo espacio la vuelta al vano de una espera donde el tiempo atisba llagas y memorias

saben ahogarse en su eterna resonancia: el silencio respira por la herida.

INFARTO

a Eugenio Montejo

Un poema puede sufrir un infarto si quien lo acosa es el mismo poeta. Pero si es el poeta quien sufre el infarto, seguro puede estar de que el poema lo visitará en su lecho de enfermo. (si el poeta muere el poema estará en boca de otros)

(de Ejercicios para la ironía/ Poéticas, inédito)

La Torre del Calvero rumia la sombra del adobe, el siglo aumenta el pulso y la sangre visigoda libera entusiasmos la mirada vacía de quien transita sin mirar atrás Salamanca es un argumento. Un punto de espasmo donde la muerte abunda. El último tren agota la hora extraviada. Un pájaro imposible cavila en la Iglesia Vieja, y el río resume la eternidad en un hombre que mira la devota peregrinación de los inviernos

(de Puertas de Galina, 2001)


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