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... la política es el único recurso del que dispone el humano ser para hacer posible, (...) el paraíso que un sueño nos revela. ”

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½ DÍA DEL DOMINGO RAZÓN BELLEZA y REVOLUCIÓN

Dirección: Miguel Pérez Coordinación Editorial: Daciel Pérez Diseño y Diagramación: Luis Daboe

Correo electrónico: mediodiadeldomingo@gmail.com @Mdíadeldomingo

Nº 14

FABRICIO OJEDA Y GUILLERMO GARCÍA PONCE (2014)

de Richard Oviedo Mixta sobre papel, 35 x 27 cm

El golpe cívico-militar contra Marcos Pérez Jiménez

23 de Enero de 1958 Miguél Pérez

L

a de hoy, es la conmemoración quincuagésimo sexto del 23 de enero del 1958, probablemente la jornada política, cívico-militar, más importante de los venezolanos en el siglo XX. Núñez Tenorio en texto suyo, La izquierda y la lucha por el poder en Venezuela (1979), la encierra en el término de “gesta”, sosteniendo además que se “puede considerar la praxis histórica del 23 de enero del 58 como un modelo de táctica política revolucionaria. La única experiencia valedera que tenemos” (p. 18). Más allá de esta consideración, de alcance reducido, ¿a qué aludi-

mos cuando echamos manos de esta fecha, todo un símbolo en nuestras luchas? ¿Qué ocurrió ese día? ¿De qué se trata? ¿Qué despedimos y a qué le dimos los buenos días? ¿Qué renació del soplo de aquellas cenizas, consecuencia de insalvables diferencias e inevitables enfrentamientos entre unos y otros que al fin es la historia, puesto que ésta es la política convertida en hechos? En definitiva, ¿A qué asistimos en aquella oportunidad y por qué aún la seguimos conmemorando? ¿Por qué es una “gesta” el 23 de enero de 1958? Estamos en capacidad de ofrecer la respuesta sin demora, pero silenciar la bibliografía que forma parte de nuestra papelería de

consulta, es una manera de atentar contra lo que somos y acto de poca generosidad con quienes se han ocupado de este asunto y nos han encaminado hacia lo útil de su comprensión. Obviamente el suceso tiene quién le escriba: El 23 de enero: habla la conspiración (1980), de Agustín Blanco Muñoz; Días de enero / Cómo fue derrocado Pérez Jiménez (1989), de Eleazar Díaz Rangel; El 23 de enero de 1958 y las luchas por la democracia en Venezuela (1978), de Manuel Vicente Magallanes; La revolución no ha terminado…! (2ª Ed.; 1977), del coronel Hugo Trejo; 1957 / El año en que los venezolanos perdieron el miedo (2007), de Simón Alberto Consalvi, El 23 de enero de 1958 y el proceso de consolidación de la democracia representativa en Venezuela (1999), de Elena Plaza; El 23 de enero de 1958 (2002), de Luis Castro Leiva; y de modo, particular, el breve tratado de quien fue-

ra nuestro entrañable amigo, y dirigente extraordinario del Partido Comunista de Venezuela, Pedro Ortega Díaz, El 23 de enero y otras notas de Historia (2ª Ed.; 1994). Así, bibliografía citada por delante, el 23 enero, quiere decir el trance que le puso “punto final” a la dictadura de Pérez Jiménez, simultáneamente el abrir de las compuertas a la “Democracia autoritaria” de Betancourt, Caldera y Villalba —en un primer momento— amparada o sustentada bajo el Pacto de Punto Fijo. Vale tener presente el registro de Núñez Tenorio: (…) Aún en las condiciones más difíciles para el movimiento popular, una dictadura militar fuerte y rica, la más estable de América Latina, sanguinaria, bestial, es combatida por unos doscientos hombres, desde junio [La Junta Patriótica se constituyó en julio de 1957; MP], durante seis o siete meses, con una

política y una táctica justa, con una imprentica vieja en un sótano clandestino, con unas veinte o treinta bateas y dos o tres multígrafos, desarrollando una lucha que, finalmente, da al traste con la dictadura militar más poderosa de América Latina. Esta es una experiencia capital para el movimiento popular y democrático venezolano. (p. 18). En nuestro esfuerzo, por sopesar el juicio de los antiperezjimenista, y a su vez, el de sus contrarios: los partidarios del General y su modo de gobernar, hemos ido al encuentro de una bibliografía diversa, lejos del encallamiento de los prejuicios, propios de las sectas, signada de los extremos, de los dos polos, los pro y los contras, donde de alguna manera, sólo en ese trayecto, en ese ámbito paradójico, de visiones encontradas podemos encontrar la más fría, más aproximada de lo que fue la gestión de Pérez Jiménez.


2 1/2 DÍA DEL DOMINGO ¿De dónde vino Pérez Jiménez? ¿Dónde se formó y compró esa manera despótica de gobernar un país, con absoluto desprecio de los Derechos Humanos y del humano ser? ¿A quién o quiénes, o qué clases sociales protegió o lesionó como gobernante? ¿Cómo fue posible que, no obstante la manifestación de rechazo reiterada de los venezolanos (derrota en las elecciones que convocó, las acciones del exilio, las cárceles y campo de concentraciones abarrotados, asesinatos políticos, la denuncia permanente de sus atrocidades), ostentó el poder desde 1948 hasta 1958? ¿El contexto internacional de entonces, agrupado por la confrontación anticomunista y procomunista, contribuyó en sus propósitos? ¿Cómo sobrevivió una década cuando otros no han podido? En definitiva, ¿A qué herencia política responde el dictador Marco Pérez Jiménez? ¿Qué de su proceder, de su práctica, de sus vicios, combatido por sus adversarios, desapareció con su defenestración y qué se mantuvo con el régimen

a la hora de examinar con sentido histórico el tiempo de la Administración” de Pérez Jiménez (Morón, 1998: 220). A la dupla, Guillermo García Ponce-Francisco Camacho Barrios, debemos Diario de la resistencia y la dictadura 1948-1958 (1982). Dos novelas: Se llamaba SN, de José Vicente Abreu, escrita desde los recintos carcelarios donde estuvo recluido su autor, y La muerte de Honorio, de Miguel Otero Silva, uno de sus personajes recrea las desventuras del dirigente comunista Eduardo Gallego Mancera confrontadas una vez bajo el poder de sus captores. De parte de los gestores principales de la dictadura, de su líder y la del eficiente policía (más temido), jefe de la Seguridad Nacional, sinónimo de crimen, tortura y campo de concentración, las entregas de Agustín Blanco Muñoz, Pedro Estrada Habló (1983) y Habla el general (1983). La de Estrada es la primera entrevista después de “25 años de silencio” y en su decir, la primera defensa del perezjimenismo.

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los dineros públicos; y su comportamiento colonial en el trato de la cuestión petrolera” (p. 699). Más allá de la “leyenda negra” (o de la “Dorada”), Manuel Rodríguez Campos, cuajó en Pérez Jiménez y la dinámica del poder (1948-1958) (1991), un examen esclarecedor, menos rebatible: Durante un primer momento de ese gobierno “la burguesía venezolana logró avances significativos en sus posiciones (…) La formación del capitalismo nacional dependiente que venía anunciando las nuevas formas de nuestra economía desde hacía dos décadas encontró sus primeras concreciones reales en este período, incrementando fortunas ya crecidas por las especulaciones mercantiles, urbanísticas y bancarias anteriores y dio a luz los primeros auténticos capitalistas venezolanos, capitanes de industria libre-asociados” (p. 214); tema del que poco se habla, privilegiando la “acción heroica” de un sector que ciertamente contribuyó en el derrocamiento de la dictadura. Más adelante, Rodríguez Campo sos-

Cuatro integrantes de la Junta Patriótica. De izquierda a Derecha: Fabricio Ojeda (URD), Guillermo García Ponce (PCV), Enrique Aristiguieta Gramcko (Copey) y Silvestre Ortíz Bucaran (AD) que se instauró al partir de su huida del país en el avión presidencial “La vaca sagrada” aquella madrugada del 23 de enero de 1958? Luce obvio, que Pérez Jiménez no es el único caso de su especie, en el devenir de Venezuela. Es producto de la que Orlando Araujo denominó la “Venezuela Violenta”. Y el empleo de la violencia, del terror, de la crueldad, cuenta con una partida de nacimiento fechada en 1492, la cual queda parcialmente precisada sin la agregación de que en estos territorios, antes de la invasión del español, la empleaban los grupos indígenas para cancelar sus diferencias. Célebre es el Libro Negro de la dictadura —Venezuela bajo el signo del terror 1948-1952 (Edición facsímil /1983)— prologado por Leonardo Ruiz Pineda, de los dirigentes de AD acribillados por la Seguridad Nacional, que ante la posibilidad del exilio, escogieron el país, la clandestinidad y la forja de la Resistencia. A la par de este texto, Guillermo Morón, sitúa Venezuela bajo el nuevo ideal nacional: 2 de diciembre de 1954-19 de abril de 1956 (s.f.), dentro del contexto de “los libros necesarios consultar

En Venezuela, política y petróleo (1979; la primera Ed. Data de 1956), Rómulo Batancourt —socio de Pérez Jiménez en la asonada militar contra el presidente Medina Angarita— dedica buena parte de este texto a “un resumen a grandes líneas de la gestión política de la dictadura” (Acoso, persecución, encarcelamiento, campos de concentraciones y asesinato de los opositores, robo de elecciones e ilegalización de los partidos y el reclamo mampuesto del apoyo de los EEUU a la dictadura y su caracterización que va desde la consideración de “neofascismo” hasta la calificación de “despotismo bautizado por sus sicofantes como el Gobierno de El Bien Nacional, otras veces llamado de El ideal Nacional”; p. 694), que no es otra cosa en su juicio que “la conducta del régimen, tan opuesta en todos los campos de actividad del Estado a los intereses nacionales”, acompañado ese capítulo de las secciones adicionales dedicadas a examinar las otras dos conductas de la dictadura derivadas de “su proceder administrativo, al margen de las normas de buen gobierno y sin ética en el manejo de

tiene: (…) ya en 1957, el gobierno de Pérez Jiménez no le servía a la burguesía venezolana. Además de la corrupción administrativa, que se había extendido más allá de lo tolerable, y el despotismo con que se comportaba, había resultado ser un “mal administrador”… (p. 232). Sin embargo, este examen ratifica uno de los alegatos más empleados por los que se alzaron contra la dictadura: …todos eran cómplices de todos en este mercado nacional de la corrupción en que convirtieron a Venezuela (p. 233). Hasta aquí, hemos esgrimidos dos factores que hicieron posible el 23 de enero: Pérez Jiménez cayó porque además de la existencia de sus adversarios y enemigos; permitió que se marchitara la pradera que alimentaba sus fortalezas de gobierno, se debilitara hasta la raya, donde el incendio es posible, dada las condiciones reales que fueron acumulando su gobierno, en materia de convivencia ciudadana y calidad de vida, caracterizado por la represión, la ausencia de libertades y el manejo grosero de la cosa pública por Pérez Jiménez y su círculo de colaborado-

res más cercano. Ya destacamos el factor subjetivo (Núñez Tenorio le otorga el carácter de gesta), y tiene que ver con la voluntad expresa, denodada, de adversar al contrario en el terreno que sea, manifestada en este caso, en la epopeya que protagonizaron personalidades de distintas visiones ideológicas, dirigentes y partidos políticos. La afirmación de Manuel Caballero, lo dice todo: Tres décadas de tiranía habían pulverizado los partidos históricos del siglo XIX. En cambio, un lustro de tiranía había fortalecido y legitimado los del siglo XX (2010: 187). A modo de reflexión necesaria, y por lo que vino después durante la vigencia del pacto de “Punto Fijo”, ¿Cómo pudo ocurrir el distanciamiento de estas organizaciones políticas con el pueblo después de librar semejante gesta y cuándo se dio dicho divorcio?, vale tenerse presente para quienes ocupamos hoy puesto de dirección partidista o ocupamos puestos en la administración pública. En política, no hay nada más apremiante, que hacer lo apropiado, en el momento apropiado, siempre ajustado a la demanda de las mayorías. En este sentido, el pasado ayuda poco. Ser el vencedor de cada hora, convencer con hechos en cada hora, y en la hora que viene se hará mejor, que se tiene la razón, y la vía correcta que se debe seguir es la de uno, porque está encaminada al logro de la felicidad de todos, es la demanda puntual de la política. ¡Cuidemos el ejerció de gobierno! Pues. El otro factor, está implícito en las citas que hemos señalados de Rodríguez Campos y a las que podemos agregar que los “avances significativos en posiciones” de la burguesía facilitados por el go-

bierno de Pérez Jiménez, mientras “Las ganancias de los negocios fueron muy buenas, le arrebató a las clases trabajadoras parte de las suyas al reducir la participación de estas últimas en el ingreso nacional” (p. 214). Este botón de muestra, sólo quiere expresar, que el malestar general contra Pérez Jiménez, es la suma de la acumulación individual del descontento de civiles y militares, clases y gremios, de grupos sociales y de los ciudadanos perjudicados por la política de agravios, y la lesión a la siempre presente aspiración de vivir mejor. Es lo que Caballero, entiende por acumulación de oposiciones que al final, convirtieron el derrocamiento de la tiranía en una empresa nacional (2010: 182). Esa empresa nacional, la alimenta según el citado autor, confeso antibolivarino y recalcitrante antichavista, “la acción de las tres fuerzas que darán el tono a la política venezolana durante los cuarenta años siguientes” a 1958: Los militares, la calle y los partidos políticos (p. 182). El alzamiento de la Fuerza Aérea de Maracay el 1º de enero de 1958, pone de manifiesto, que a adentros de la Fuerza Armada, también anidaba el descontento. La calle se alborota, a partir de la segunda quincena noviembre de 1957, con las protestas estudiantiles, cuando la dictadura aparenta continuar con el mango del poder asegurado en las manos, después de ganar el plebiscito de aquel año. Los pronunciamientos, entre estos, el manifiesto contra la dictadura que firman los intelectuales y artistas, contra la dictadura, “causará por sus términos, por su calidad y el amplio sector que lo suscribe, un impacto notable en la opinión, en esa calle que ya anda

Pérez Jiménez jugando boliche (1950)


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muy revuelta. Y que, al proclamarse la huelga general (…) parece desbordar a sus dirigentes” (Caballero, 2010: 184). Ríos humanos —prosigue Caballero— descienden de los cerros, y si bien el 22 se marca un tiempo de suspenso, el 23 se lanzan de nuevo a la calle para dar el empujón final al régimen: en la madrugada, los caraqueños oirán el sonido de los motores del avión presidencial que lleva a Ciudad Trujillo al dictador despavorido (Ibídem, p. 184). En cuanto a los partidos políticos (URD, Copei y fundamentalmente, AD y el Partido Comunista), de su hoja de servicio rendida a favor del derrocamiento de Pérez Jiménez, para una ocasión como ésta, suficiente enumerar la cuota de mártires provenientes de estas dirigencias partidistas, la otra de dirigentes, militantes y simpatizantes secuestrados en cárceles o campos de concentración, sometido al suplicio de la tortura, donde valía todo lo que cause dolor y exprimiera sangre, la vejación y el desprecio; el contingente que se cobijó en la clandestinidad y el del exilio que incesantemente no dejaron de mortificar al dictador, nombres de los cuales tienen asiento en el Libro Negro, acto de valentía y responsabilidad con el país su publicación. Con razón Juan Liscano dijo de Ruiz Pineda que era un hombre admirable, con una decisión de sacrificio inconmovible (1987: 59). Esta misma caracterización, le cuadra al esfuerzo de los comunistas en mantener en circulación su vocero Tribuna Popular, dentro de aquella guerra de papeles contra la dictadura, que jamás Pedro Estrada pudo sacar de circulación y dar con el paradero de la imprenta donde se editaba, ante lo cual, algunos funcionarios, solían solazarse en el comentario de que “papel no tumba gobierno”, pero agregamos nosotros, mortifica. Sin dudas, el aporte mayor de los partidos, descansa sobre el ponerse de acuerdo en la creación de la Junta Patriótica y su proceder consensuado. Este aparato logró lo que ninguno de ellos por separado garantizaba. Y por supuesto, una dirección política diversa en la unidad, moviéndose hacia un mismo fin, bajo una sola voluntad sujeta a un programa de acción discutido y acordado, estaba llamada a vencer. En San Carlos la dictadura dispuso de una cárcel para mujeres, donde encarcelaron a nuestra distinguida camarada Olga Luzardo. Varias veces con ella compartimos esos episodios de crueldad allí vividos. No podemos dejar de aludir, el suplicio que aportó ese viejo roble de aquí mismo, de Lima Blanco, don Pablo Rodríguez, dirigente regional del PCV en Cojedes, por su obstinada conducta de rechazo, de combate frontal contra

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la dictadura que algunos contemporáneos suyos nos han referido con emoción en nuestras travesías y cumplimientos de deberes partidistas por estas colinas, subidas y bajadas de las calles de Macapo en nuestros tiempos de pregoneros de Tribuna Popular, aquellos duros años 80 de política represiva contra el movimiento estudiantil, hampa con el moño suelto según afirmación de un diario capitalino, devaluación del Bolívar, crisis de la deuda externa y menoscabo del

...jamás Pedro Estrada pudo sacar de circulación y dar con el paradero de la imprenta donde se editaba, ante lo cual, algunos funcionarios, solían solazarse en el comentario de que“papel no tumba gobierno”, pero agregamos nosotros, mortifica. ”

ejerció de soberanía por los acuerdos firmados con la banca acreedora internacional, crisis de la izquierda, violación de los Derechos Humanos (Cantaura, Yumare y el caso de los pescadores asesinados del Amparo, estado Apure), además de la escandalosa ola de la corrupción a todas luces indetenible: Sierra Nevada, caso de los Ministros del presidente Herrera, RECADI y los Jeep de Ciliberto, etc., etc. Como se vea, el 23 de enero es un hecho de fuerza: El dictador huye cuando la los componentes de la Fuerza Armada, le retira su apoyo. Sostiene Eleazar Díaz Rangel: Y aunque sea correcto afirmar que sin 1º de enero no hay 23 de enero, sería un error concluir que sin ese movimiento del 1º no habría sido derrocado Pérez Jiménez. En verdad, el descontento entre la oficialidad era creciente (p. 51). ¿De qué estamos hablando cuando se derroca un gobierno por una vía distinta a la prevista en la Constitución? En efecto, si bien el alzamiento del 1º de enero fracasa, mueve al general Rómulo Fernández, jefe del estado Mayor General, a presentarle al Presidente Pérez Jiménez “los reclamos y cambios” esperados por las Fuerzas Armadas, entre ellos, la salida del gobierno del Ministro Vallenilla Lanz y Pedro Estrada, director de la Seguridad Nacional: policía política y jefe, “dominaban casi todos los resortes del estado” (“Más que mili-

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tarista, era policíaco”). Y hasta “El propio Ejército había pasado a ser un prisionero virtual del vasto aparato de espionaje” de aquella (Betancourt, 1979: 694), lo cual no es arriesgado suponer, menguaba la sobrevivencia de la dictadura, pues se deshacía del sostén más importante y de su arma principal: el terror, del que era sinónimo Pedro Estrada. La caída de Pérez Jiménez era cuestión de días. De allí que compartimos el parecer de Enrique Nóbrega, en llamar al vino: vino, cuando calza a la jornada del 23 de enero dentro del concepto del golpe de Estado: (…) aquel suceso, aquella huida —la de Pérez Jiménez—, titulada en grandes caracteres por los periódicos de la época, no sólo significa un vacío de poder, sino que era el producto de un peculiar golpe de estado, o por mejor decir, había sido producto del empuje de una insurrección popular (2010: 38). Ya en 1978 Núñez Tenorio había esgrimido esta misma tesis: Podríamos preguntarnos: ¿fue un golpe militar o un levantamiento popular lo que en definitiva derroca a la dictadura? (…) Pensamos que las condiciones económico-políticas se dieron a nivel internacional y nacional para el desarrollo de la lucha contra las dictaduras militares (recuérdese la caída de Rojas Pinilla en Colombia meses antes). Por otra parte, sin aquel

... sin aquel movimiento dirigido por la J. P. y el F. U. no se hubieran nucleado las fuerzas determinativas que finalmente hicieron abortar las contradicciones internas del régimen. ”

movimiento dirigido por la J. P. y el F. U. no se hubieran nucleado las fuerzas determinativas que finalmente hicieron abortar las contradicciones internas del régimen. El carácter popular y masivo de la propia huelga general del 21 y 22 de enero así lo confirma. Estando, pues, políticamente derrocado con la huelga general, el golpe decisivo lo asestan los militares de mayor graduación no ligados directamente al perezjimenismo. Es decir, que si bien, técnicamente, Larrazábal realiza un golpe militar para despedir al dictador, el movimiento popular con su huelga había determinado históricamente su caída (p. 62).

¿Por qué ningún “demócrata” descalificó esta gesta, que es el 23 de enero (o la rechazó) en razón del golpe de Estado que encarna? Cosas de la política, que un hecho es bueno o malo, según convenga a la parcialidad que se pertenece, a la propuesta que se defiende, a los intereses socio-económicos que esconde la máscara de la política. ¿Y qué fue el acto de la Declaración de Independencia de Venezuela en 1811? ¿Y cómo se impuso AD y Betancourt en 1945? ¿Qué fue la “Revolución de octubre” sino un golpe de Estado? ¿Quién por primera vez en el siglo XX apeló al factor militar para ascender al poder? Betancourt en 1945. De allí que como sostiene un historiador del siglo XX, “el 24 de noviembre de 1948 es hijo directo del 18 de octubre o para mayor precisión, son dos puntas del mismo proceso, caracterizado por la presencia del ejército, en forma institucional, en la escena política”. Luego, el historiador pregunta: (…) ¿Qué había sucedido? ¿Habían cambiado tanto los militares que protagonizaron el 18 de octubre para convertirse de la noche en la mañana en dictatoriales y hasta fascistoides? De eso los acusaba la propaganda de AD en el momento, primero clandestina y luego emigrada. Pero esa manera de ver las cosas no resiste el menor análisis. La verdad es que los militares se habían alzado el 18 de octubre no para poner a unos civiles que se pudieran convertir en sus rivales, sino para mandar ellos mismos en el país (Caballero, 2010: 175). Los sucesos del 23 de enero de 1958 —señala Díaz Rangel— fueron el desenlace de un proceso cuya fase final comenzó días antes, el primero de enero, con el alzamiento de la Fuerza Aérea e importantes unidades del Ejército de Maracay y Caracas. Sin embargo, sus orígenes hay que encontrarlos al menos en el año anterior. 1957 fue importante para el destino del régimen dictatorial que comandaba el general de división Marcos Pérez Jiménez porque se cumplía el período para el cual había sido electo en 1952 por una Asamblea Constituyente y, de acuerdo con la Constitución vigente, debía elegirse por votación directa, universal y secreta al Presidente de la República (p. 247). Esa “coyuntura política de la transición constitucional del Gobierno, mal resuelta con el plebiscito, contribuyó a crear condiciones para la insurgencia en el mundo militar y en el civil. Habría que añadir el deterioro de la situación económica, que generó una deuda interna que distanció del Gobierno a importantes factores de la economía y llevó a varios empresarios a sumarse al movimiento antidictadura” (p. 52).

Para seguir leyendo


4 1/2 DÍA DEL DOMINGO Pero eso no es todo. El 23 de enero representa algo más. Como lo señala en apretada síntesis Núñez Tenorio: el período anterior al 23 de enero de 1958, pareciera ese proceso “estar signado por caudillos macheteros contra políticos demagogos: lucha entre el siglo XIX y el XX, entre el precapitalismo y el capitalismo, entre el campo y la ciudad, entre caudillos y políticos, entre militares y civiles, entre las montoneras de chopos y balas y las multitudes frustradas de las manifestaciones populares” (p. 94).

dad, dejar sin efecto la dificultad que nos impide alcanzar el paraíso que un sueño nos revela. Hemos leído, una frase de Guillermo García Ponce que amerita nuestro reparo: “El 23 de enero fue traicionado” (p. 32). ¿Quién traicionó a quien? El factor subjetivo (Militares, Junta patriótica), no era un bloque homogéneo, cuya tentativa unitaria, obedecía estrictamente al derrocamiento del tirano. El cuento de Betancourt en su libro, Venezuela, política y petróleo (1956), da la impresión que los únicos que lidiaban y peleaban contra el despotis-

Asumió responsablemente, dentro del marco de la dignidad, la defensa de la Rebelión del 4-F. En sus manos no se perdió la democracia. “El 23 de enero cierra un ciclo y abre otro en la vida política nacional. Culmina la fase entre dictadura militar y despotismo reformista… para dar pasos a otro proceso histórico todavía más complejo y contradictorio: el existente actualmente entre demagogos y revolucionarios” (p. 95); el enfrentamiento decidido entre socialismo y capitalismo —disfrazado éste último de democracia representativa—; cuyo único líder político en convertir el voto por el socialismo en cifras de unidades del millón, lo consiguió en las elecciones de 2006 Hugo Chávez, en clara muestra de avance político y de consecuencia con el pueblo, a diferencia de quienes en el ejercicio del poder los ablandó, los destiñó, los borró, hasta cambiarlos de bando y olvidarse de lo prometido en la Campaña Electoral. Es necesaria una puntualización adicional, a propósito del 23 de enero. Una cosa son los sucesos hasta ese día y otra lo que comenzó a suceder a partir del 24 de enero en adelante: necesariamente no “compartimos la tesis” de la inevitabilidad del triunfo de los sectores “reformistas” de lo que conocemos como el puntofijismo; porque si así fuera, la política no tiene sentido: la política es el único recurso del que dispone el humano ser para hacer posible, la derrota de la imposibili-

mo, era los adecos. Aquella era simplemente una correlación de fuerzas y se debía imponer el más hábil; más y cuando la conquista del voto se libraría en condiciones desventajosas para los partidos minoritarios. Lo que cabe, de parte de los sectores revolucionarios, es el reconocimiento de que los sectores progresistas y revolucionarios, no se prepararon para el día “D”, más y cuando ya se conocía que para alcanzar el poder, Acción Democrática era capaz de aliarse hasta con el diablo. Esto efectivamente, aunque suene duro, es la lectura más ajustada a lo que sucedió. Lo demás era suponer, que todos los que se enfrentaron a la dictadura tenían el mismo propósito de construir la sociedad de iguales. En pocas palabras, la izquierda y los militares progresistas del modo más ingenuo pelearon en el terreno que ampliamente otorgaba ventaja a la opción de Betancourt, y que una vez en el poder, repite la dosis de segregación, esta vez en el seno de su propia tolda, al expulsar de AD al sector progresista que creyó en ese partido como un destacamento antifeudal y antiimperialismo y que con AD se viviría mejor en el grado de superación de la crítica formulado por ellos a la dictadura. El modelo puntofijista, sectario y excluyente de los comunistas y la fracción desprendida de AD, ense-

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guida embarcará al país, a una confrontación armada, de la que también resulta vencedor, Betancourt, al precio de aplicar una política represiva que nada tenía que envidiarle al régimen de Pérez Jiménez, violatoria incluso de la Constitución recién adoptada, hecha al traje de los vencedores de 1958. Vuelve la tortura y el desprecio hacia el otro que piensa distinto a mí, la figura del desaparecido político, el crimen de los opositores, los teatros de operaciones y la lesión de la libertad de prensa y de pensamiento. ¿Es que los perseguidos están condenados a terminar pareciéndose a los perseguidores? Estos excesos no los cometió Chávez. ¡Ah! Lo que no pudo la izquierda, la corrupción, el despilfarro, el manejo inescrupulosa de la cosa pública, la suma de sus propios errores, el manejo desacertado de los asuntos económicos, el bozal ancho para los pudientes, y el estrecho, para el pueblo, cuyos efectos se podía palpar en el aumento acelerado de la miseria, mientras la riqueza se concentraba cada vez más en las minorías de siempre; nos llevó al retorno del empleo de la violencia de los abajos contra los de arriba, de los ciudadanos contra los gobernantes. Nacía otro país que no se sentía representado por quienes gobernaban, a quienes le importaba más el partido que al pueblo. Ese país nació el 27 de febrero. Y las Fuerzas Armadas no podían representar la excepción. El 4 de febrero es el cobro de cuentas de los militares que no podían validar la masacre que sus compañeros de uniformes —por orden de CAP y la dirigencia de AD— ejecutaron en 1989. Hasta hoy no tenemos noticias de acto igual cometido por Pérez Jiménez. En todo caso, el 23 de enero, es uno de los hitos de la historia de Venezuela, secuestrada —esa acción heroica, esa victoria popular—, por la facción de los vencedores en las elecciones de 1958. Con ello ha colaborado la displicencia dada por ciertos sectores de la izquierda y del movimiento popular hacia dicha jornada que jamás puede ser patrimonio de los enemigos históricos del pueblo de Venezuela: ¿Cuál otra conclusión puede desprender la lectura de los sucesos del abril de 2002? El 11 de abril de 2002, como el 18 de octubre de 1945, nos leja una conclusión: Para la derecha, la posibilidad del golpe de Estado, siempre será una posibilidad… ¿Cuántas veces han sentido respeto por alguna Constitución, incluido la de ellos y por la misma condición humana? En su afán de alcanzar o mantener el poder, son capaces hasta de venderle el alma al diablo, los asalariados políticos de las clases dominantes y de los consorcios internacionales. He allí la sustancia de la que están hechos los adversarios del chavismo

y a quienes estamos obligado a seguir derrotando en cualquier escenario que se presente. Esta es la mejor forma de honrar a Fabricio Ojeda, a Guillermo García Ponce, al suplicio de los torturados y los masacrados por la dictadura, el puntofijismo y las víctimas del golpe de abril. Es la única manera de no convertir la herencia de Chávez en un folio de lo inútil. (Leido

durante la Sesión Solemne del

Consejo Municipal de Lima Blanco, conmemorativa de los 56 años del 23 de Enero y en honor a Fabricio Ojeda)

Col. 30º Aniversario. Caracas: Monte Ávila Editores latinoamericano. El 23 de enero fue traicionado. Entrevista a G. García Ponce. (2008, enero-febrero). Memorias de Venezuela (Nº 1): 32-35. Guaramato, Oscar. (1987). Un enero, hace 23 años. Col. Agua y cauce Nº 1. Caracas: Biblioteca Ayacucho. Magallanes, Vicente. (1978). El 23 de enero de 1958 y las luchas por la democracia en Venezuela. Caracas: Ministerio de Educación. Machado, Arlette. (1987). El apocalipsis según Juan Liscano. Conversaciones. Caracas: Publicaciones Seleven, C. A.

Pueblo en la calle aquel día del 23 de enero de 1958, decidido a ser libre. Atrás quedaba el miedo a la represión y el terror. Bibliografía Betancourt, Rómulo. (1979). Venezuela, política y petróleo. 2ª Ed. Barcelona: Editorial Seix Barral, S. A. Blanco Muñoz, Agustín. (1980). El 23 de enero: habla la conspiración. Testimonios Violentos Nº 1. Caracas: UCV. Blanco Muñoz, Agustín. (1983). La dictadura / Pedro Estrada habló. 2ª Ed. Testimonios Violentos Nº 7. Caracas: UCV. Blanco Muñoz, Agustín. (1983). La dictadura / Habla el general. Testimonios Violentos Nº 8. Caracas: UCV. Caballero, Manuel. (2010). Historia de los venezolanos en el siglo XX. Biblioteca Manuel Caballero Nº 16. Caracas: Editorial Alfa. Camacho Barrios, F. y G. García Ponce. (1982). Diario de la resistencia y la dictadura 1948-1958. 2ª Ed. Caracas: Ediciones Centauro. Consalvi, Simón Alberto. (2007). 1957, el año en que los venezolanos perdieron el miedo. Fuera de serie. Los libros de El Nacional. Caracas: El Nacional. Díaz Rangel, Eleazar. (1998). Días de enero. Cómo fue derrocado Pérez Jiménez.

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