El llano es una palabra Nº 47

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El Llano es una Palabra Edición y Cuidado a Cargo de : Daciel Pérez y Miguel Pérez http://lapoesiaylosdias.blogspot.com

Quien me hizo pez hizo también el océano y el cielo que me duplica. (Arnaldo Acosta Bello)

Se lo que digo El que no me ha ayudado a vivir Tampoco me ayudará a morir. No hay que prolongar este adiós. Estoy cerca, iré a encontrar lo desconocido, pero desde antes, desde que este viaje comenzó, he recibido mensajes. cada estación del planeta, cada paisaje, cada camino y recodo los he recorrido no sé cuántas veces. ¿Podría extraviarme conociendo la ruta Y reinsertarme en el tiempo como un borracho En su desvarío? ¿Será la amapola la única flor y el pentotal la única puerta detrás de la cual se halla el Paraíso? ¡Paraíso! Hoy estuve tan cerca, casi me dio en la cara esa rama de donde el viento arrancó mis pestañas y aunque los ojos están en su puesto, evito la existencia, evito mirar hacia atrás, no sé, hay algo que no cuadra, algo que es la abyección de lo que amaba y no me sostiene, no puedo pisar. Sé lo que digo, pero no digo lo que sé, debo llevarme algo y es eso precisamente lo que debo llevar

No tengo alianzas. Declaro mi aversión a los círculos, a las espirales, a las oficinas, a las policías, a los museos. Amanecí como decía mi madre. Deseo pelear. Mi nariz anda en busca de ustedes. Prepararé mi hígado. Mis vísceras brillan, mis castigos no existen en tratados, no están en códices. Me basta el ojo. He contemplado demasiado, he esperado este momento, he callado y vuelto a callar, he perdido el tiempo, he permanecido cocodrilo en agua de zoológico. Cerrando un ojo, abriendo otro, mostrando dientes a distancia. He reunido en mis gavetas toda letra caída. Como ustedes prefieran: libros, artículos de prensa, cadáveres exquisitos, paneles. Mi cuarto está tapizado de recuerdos. Catálogos, estupideces. Los bolsillos rebasan de estos arenques. Vuestra conversación ha pasado por mí como por un cable de teléfonos. Mientras la espuma descendía en vasos, espiaba, parecía un águila. Ahora soy esta catapulta.

Sobre Arnaldo Acosta Bello

Abra los ojos A Doneld y a Beatiz . Abra los ojos padre abra el corazón voy a escupir esta semilla que traigo en la boca. tengo sueño padre oscilo alegre y lleno de brisa como si estuviera en un columpio. Alguien salió de noche y erró su camino pero aquí en mi puerta oigo los grillos y si la niebla se levanta podré ver el río más allá la casa de Donald su sombrero colgado en la pared el trapiche girando el fuego listo para nacer el estiércol de cabra rodando entre las hierbas. Abra los ojos padre abra el corazón voy a silbar para que vengan los animales y se enrosquen sobre las piedras para que venga el gavilán fiero y oiga ya está saliendo el humo en este instante padezco demasiado esto lo digo entredientes no nos oye nadie esto lo murmuro bajo la lluvia aquí tan solo. Abra los ojos padre abra el corazón mire las campanas temblando este domingo mire la ropa de los feligreses alisada con la mano los vestidos morados de las mujeres los sombreros de los hombres debajo del brazo respire el aguardiente de las fiestas y aguarde voy a contarle a Erminia el sueño ahora que salió el sol

Acosta Bello parte ante todo desde las apetencias del lector, de aquel a quien a fin de cuentas se dirige el poeta, la meta es el nudo de su propio origen, y el lector es así el verdadero lugar del encuentro, donde primeramente el respeto poético es lo que marca el contacto Jeroh Juan Montilla La suntuosidad del verso, su elevación a instancias etéreas no le interesan al poeta. O mejor, le interesan desde otro costado. En sus textos se busca lo esencial, pero lo esencial desde la desgarradura de lo humano, de su intemperie, que la verdad estremezca y aturda los sentidos. En el descenso también pueden verse destellos luminosos, la hybris caída en la luz. Néstor Mendoza La intensidad sensible fue el signo de la parábola poetizada por Arnaldo Acosta Bello (1927-1996); pero también el decurso entre la concisión herida e hiriente de su primer libro y la sensualidad incisiva de la mayor parte de su obra. Alfredo Chacón

Ninguna distancia No hay nada que te acerque pero ninguna distancia termina de llevarte, algo en los ojos, en la arena de un viento arqueado detrás de ti. Caerías en el agua azul de la piscina, aquella mañana, aquella mañana, ya no es posible ver la mano cerca de tu espalda, ni tu espalda tiene tiempo para el mar. Las gaviotas oblicuas el sol cerrándose en tus labios, los dientes extraídos de un pedazo de cuarzo, nada tan parecido al adiós. Tú carne de infinitas galerías, desciende como el vino, llena mi vaso. Nada nos asusta, sólo esta quietud me inquieta.

“Vida no te perdono que hayan pasado años/ y hayas concluido en medio del océano”

(Arnaldo Acosta Bello)


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