No soy yo.

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La Modernidad: identidad, memoria, expectativas y experiencia UC3M

NO SOY YO estatuto de la identidad en una sociedad del espectáculo José Ramón Suárez Villalba



La Modernidad: identidad, memoria, expectativas y experiencia UC3M

NO SOY YO estatuto de la identidad en una sociedad del espectáculo José Ramón Suárez Villalba



Sus ídolos son de plata y oro, obra de manos humanas. Tienen boca, mas no hablan; ojos tienen, mas no ven; tienen oídos pero no oyen; tienen nariz pero no huelen; tienen manos pero no asen; pies tienen, mas no andan; ni tampoco palabra alguna sale de sus gargantas. Los que los fabrican se volverán como ellos, y todo el que tuviere fe en ellos. Salmo 115. Libro de los Salmos.

Es curioso pararse a observar hasta que punto, el devenir de los acontecimientos ha superado y contrariado airadamente las expectativas que sobre internet y la utopía de un mundo conectado se vertieron. Poco queda, no cabe duda, de aquella idea de la Web como un territorio libre y autónomo, un “archipiélago diseminado de iniciativas independientes y celulares, conectadas entre sí únicamente a través de una estructura rizomática, sin centros definidos ni jerarquías estables”1, cuando cada vez más el espacio virtual se ha convertido en un sistema coordinado bajo control y para beneficio de grandes corporaciones empresariales. A comienzos de los noventa, internet era un infinito erial y sus primeros colonos se propusieron hacer de él un espacio independiente2, ajeno a las inclemencias y crueldades de la sociedad de consumo, subvirtiendo su lógica y su sistema; un semillero de iniciativas desde el cual plantear, por medio de las herramientas y posibilidades que este nuevo universo brindaba, una progresiva y expansiva suble1 Brea, José Luis. La era postmedia. Acción comunicativa, prácticas (post)artísticas y dispositivos neomediales, Centro de Arte de Salamanca, Salamanca 2002, p. 31 2 Perry Barlow, John. Declaration of Independence of Cyberspace, 1996 [http://www.eff. org/-barlow/Declaration-Final.html].


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vación ante el imperio del mercado. Algo más de dos décadas después, estos planteamientos se nos antojan de una inocencia casi intolerable y es difícil reconocer, tras una abrumadora colonización empresarial, los iniciales deseos de contribuir, compartir y cooperar en red. Si bien aun podemos hablar de una sociedad “cuya estructura está compuesta de redes potenciadas por tecnologías de la información y de la comunicación basadas en la microelectrónica”3, sobre este sistema-red se cierne la evidencia de un creciente control oligopolístico (“en los últimos años Google ha monopolizado, a nivel mundial, las búsquedas en la web, YouTube la compartición de vídeos, Facebook la producción de socialidad en línea y Twitter la actividad de microblogging”4) que ha advertido el potencial lucrativo de la producción de espacios para la generación y difusión de información y experiencia social y afectiva, cimentando un orden tecno-social en el que la fuerte dependencia a los nuevos dispositivos tecnológicos y modos prediseñados de interacción social se traduce en cuantiosos beneficios económicos en el contexto de un “capitalismo social” o “capitalismo afectivo”5. No sólo las estructuras y jerarquías del universo off-line se han asentado en el on-line, sino que en un movimiento inverso, el propio espacio virtual se ha expandido colonizando de algún modo nuestro “mundo real”. La tecnología forma parte de nuestra vida cotidiana y se integra de manera transparente en el mundo físico. En los albores del universo web, intelectuales y teóricos profetizaban una futura y progresiva desertización del espacio real, fenómeno inverso a una creciente ocupación del virtual, sin embargo, hoy la metáfora del ciberespacio como una entidad no ligada al espacio físico ya no es válida. La nueva generación tecnológica permite un acceso rápido y ubicuo a los multiversos on-line. “No es necesaria la ciencia ficción para concebir un mecanismo de control que señale a cada instante la posición de un elemento en un lugar abierto, animal en una reserva, hombre en una 3 Castells, Manuel, La sociedad red: una visiónn global, Alianza, Madrid 2006, p. 27. 4 Martín Prada, Juan. Prácticas artísticas e internet en la época de las redes sociales, Akal, Madrid 2012, p.26. 5 Martín Prada, Juan. Affective capitalism, entrada en The Foundation for 2P2 Alternatives [http://p2pfoundation.net/Affective_Capitalism].


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empresa”6. Dos décadas después de que Deleuze lo advirtiera, su afirmación es más cierta que nunca. “Los dispositivos móviles están dotados de ‘ojos y orejas’ que les permiten ser conscientes del entorno que les rodea (context awareness) y de su posición geográfica (location awareness). Es decir, son dispositivos capaces de relacionarse con el entorno”7, de cuya acción emerge un tercer espacio que ya no es el real ni el virtual, sino uno y otro indistintamente, “una piel digital que cubre el espacio físico creando un espacio híbrido, en el que personas y cosas están conectadas y en el que todo nuestro entorno puede ser concebido como”8 “aquella fábula de Borges en que los cartógrafos del Imperio trazan un mapa tan detallado que llega a recubrir con toda exactitud el territorio”9, ampliándolo y expandiéndolo en un universo refractario y espectacular que “recubre toda la superficie del mundo”10. De esta profunda imbricación y mutua afectación de lo real con lo virtual y viceversa emergen nuevas intuiciones y conceptos. Estructuras que creíamos poco menos que definitivas e inmutables parecen estar siendo sometidas a profundas transformaciones y como en todo proceso de cambio, percibimos riesgos y oportunidades a partes iguales. Las tecnologías y sistemas que hemos incorporado a nuestro discurrir cotidiano no son únicamente instrumentos o medios a través de los cuales se difunde la información o interactuamos social y afectivamente, sino que se convierten ellas mismas en una nueva forma de generación de contenidos y de estructuración de las interacciones. Ello trae aparejadas transformaciones en el modo en que nos representamos el mundo y a nosotros mismos, estructurando los imaginarios personales y sociales. “Todos los procesos de nuestra existencia individual y colectiva están directamente moldeados (aunque sin duda no determinados) por el nuevo medio tecnológico”11, de modo que las 6 Deleuze, Gilles. “Posdata sobre las sociedades de control”, en Christian Ferrer (comp.), El lenguaje libertario, vol. I , Montevideo 1991, p. 22. 7 García Cantero, Jaime. Identidad híbrida en la era post PC, en Telos Cuadernos de Comunicación e Innovación, 2012 p. 3. 8 Varnelis, K. The rise of network culture, en Networked Publics, 2007 [http://www. varnelis.net]. 9 Baudrillard, Jean. La precesión de los simulacros en Cultura y Simulacro, Kairós, Barcelona 2012, p. 9. 10 Debord, Guy. La sociedad del espectáculo, Pre-Textos, Valencia 2012, p. 41 11 Castells, Manuel, La sociedad red: una visiónn global, Alianza, Madrid 2006, p.


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formas de subjetivación contemporáneas, de la producción de sujetos en su doble acepción, como configuración y transformación de subjetividades e imaginarios y, como diría Foucault, mantenimiento de sujeciones, de formas de apego y dependencia a una instancia de poder que nos subyuga y nos moldea, se han visto profundamente afectados por la irrupción del universo virtual en nuestras vidas, y en particular de aquellos dispositivos orientados al cultivo y exposición del yo y su interrelación con otros sujetos. Estos artefactos intervienen sustancialmente en los procesos actuales de construcción de identidad, reflexividad y autoconocimiento por un lado, pero también de vigilancia, control, autocontrol y dependencia, por el otro. Los primeros planteamientos sobre la identidad y la auto presentación en línea abordaron entornos virtuales en los que los usuarios permanecían en el anonimato, chats y foros de conversación principalmente. Se consideró entonces Internet como un espacio idóneo para la redefinición del concepto de identidad, entendiendo este más como un actuar que como un ser, “un laboratorio para la construcción de subjetividades”12, para la experimentación de conductas al margen de lo convencional, explorando siempre bajo un cierto matiz de juego los límites de lo socialmente aceptado. Las identidades presentadas son construcciones blandas, cuerpos de datos efímeros, abanderados del fin de la vinculación del concepto de identidad con cualquier forma de permanencia o con cualquier consideración del ser como inmutable. Estos medios específicos ofrecían la oportunidad de participar de encuentros virtuales furtivos, con intercambios verbales fluidos pero sin peso. Parecía concretarse así, una original versión de aquella negación de Roland Barthes de la existencia de sujetos y subjetividades: no habría más que interlocutores independientes de cualquier compromiso necesario con sus sujetos. Cada conversación una representación, la escenificación de un guión improvisado. De este modo tras un nick o un avatar en la red no habría nadie en realidad, sólo las fuentes de las que emanan las palabras, enclaves del ir y venir del discurso, los muros enfrentados entre los que se produce el juego de la interacción. Es posible que tras la atracción producida por la red sobre algu88. 12 Turkle, Sherry. La vida en la pantalla: la construcción de la identidad en la era de internet, Paidos, Madrid 1997, p. 84.


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nos de sus primeros usuarios, operase un cierto deseo de desaparecer en la web, de experimentar con el anonimato que ella otorgaba. La irrupción de esta red de redes que es Internet en las vidas de estos pioneros hizo posible la disolución esporádica de la carga identitaria de lo que somos o creemos ser, de esa responsabilidad para con uno mismo que tanto pesa en el día a día sobre nuestros hombros. El sujeto encontraba por fin la posibilidad, a través de la conexión, de interactuar socialmente sin exponerse ni arriesgarse efectivamente, podía aquí revelarse lingüísticamente, en actos de habla en los que el yo y el tú apenas serían los puntos de fuga de una interacción comunicativa, generadora de contactos carentes casi siempre de todo compromiso o de cualquier pretensión de trascendencia o autenticidad, más allá del espacio limitado por la pantalla y del tiempo de la interacción. El panorama cambió de manera radical con la aparición de la comúnmente llamada Web 2.0 o Participatory Web y de las estrategias y modelos de interacción e integración del usuario que trajeron consigo un conjunto de arquitecturas de participación, en las cuales el internauta se convierte en el propio productor de los contenidos de la web que visita, de modo que al hacer uso de ella enriquece su valor, proveyendo de material a sitios webs que se instituyen en gestores del mismo. La aparición en escena de Wikipedia, Youtube, Myspace o Facebook, conllevó la difusión de novedosas pautas de actividad a escala global que supusieron la implementación de hábitos relacionales y comunicativos originales, y nuevos e inquietantes modelos de socialización cargados de potencial y polémica, además de la generación de una inmesurable base de datos actualizada y expandida constantemente por los mismos usuarios, que engrosa el material empleado en estudios de consumo y tendencias, además de surtir los espacios personales de las redes sociales de contenidos publicitarios acordes con las preferencias de cada usuario. “Las redes sociales son el sueño cumplido de los directores de marketing. La gente declara públicamente cuáles son sus ámbitos de interés y se reúnen en torno a ellos. Quien teorizó sobre segmentación de mercados no podía haber imaginado una situación como la actual”13. Pero, obviando la lucrativa infraestructura sobre la que se sostie13 Roca, Genís. ¿Qué dice la red de tí?, en Telos Cuadernos de Comunicación e Innovación, 2012 p. 2.


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nen, indudablemente son lugares privilegiados para la conformación y exhibición de una identidad que se perfila en la discontinua sucesión de imágenes y contenidos vertidos y compartidos por el usuario en el incesante flujo de datos de la red. Mientras los chats y comunidades virtuales se conformaban en torno a intereses comunes, la estructura y el tejido de las webs sociales se desarrollan “según el propio sujeto y sus relaciones, estableciendo una red egocéntrica”14. En estos espacios el yo se construye en la intersección entre el material compartido por el propio usuario en su “perfil”, unidades de información que los actores de la comunicación digital producen a propósito de ellos mismos en actos de autorreferencialidad, el rastro de su interacción con otros usuarios a lo largo de comentarios, publicaciones etc. y la información que estos mismos usuarios pueden aportar sobre el actor, es decir, la identidad se constituye en la convergencia de la propia imagen proyectada y la mirada de los otros. “Cada uno de nosotros construye su propia mitología personal a partir de fragmentos de información extraídos del flujo mediático y transformados en recursos mediante los cuales conferimos sentido a nuestra vida cotidiana”15 y que unidos a las imágenes y datos producidos por el propio usuario, se antojan teselas que puestas en circulación perfilan la imagen propia en el medio virtual, una imagen discontinua y fragmentada en la que se intuyen nuevo modelos de narratividad y representación. “De este modo, se normaliza una nueva ontología que ubica en un mismo plano -en cuanto a su naturaleza material (bits) y a las vinculaciones simbólicas culturalmente construidas- a personas, objetos y abstracciones. Ha nacido un espacio general donde crece la subjetividad del objeto y la objetualidad del sujeto”16. Las características del medio profundizan en la objetivación del yo y propician constantes procesos reflexivos en torno al propio sujeto, al tener este que traducirse en representación con una cierta frecuencia. El sujeto es activo en la construcción de sentido. la representación de la identidad 14 Caro Castaño, Lucía. La encarnación del yo en las redes sociales digitales, en Telos Cuadernos de Comunicación e Innovación 2012, p. 1. 15 Jenkins, H. Convergence culture. La cultura de la convergencia de los medios de comunicación, Paidós, Barcelona 2008, p.53 16 Caro Castaño, Lucía. La encarnación del yo en las redes sociales digitales, en Telos Cuadernos de Comunicación e Innovación 2012, p. 4.


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en las redes sociales digitales exige un esfuerzo de mantenimiento, selección y producción de contenidos. “La actualización de un perfil en una red social moviliza una pluralidad de actividades y formas de conocimiento social: como relaciones de género, encarnación y maneras de hacer y habitar el cuerpo (embodiment), pericias tecnológicas, reglas de etiqueta, habilidades lingüísticas, creatividad personal y colectiva o gestión emocional”17. El yo del usuario se intuye en la sedimentación de contenidos que acumula su perfil, es el resultado de la discontinua convergencia de imágenes, vídeos y verbalizaciones de diversa procedencia, que en su encuentro con la mirada observadora toman forma y adquieren un (in)cierto sentido narrativo, una precaria coherencia fantasmal. Ante la ausencia de interacción física, el proceso de producción comunicativa digital de los datos de referencia construye la propia identidad, en tanto las expresiones y material usados para referirse al sí mismo son capaces de instituir una “realidad”, en un modo que recuerda a los actos de habla de Austin. “El modo de aparición de la ilusión es el de la escena, el modo de aparición de lo real es el de lo obsceno”18. En el universo 2.0 la construcción de identidad es una labor constante y reflexiva marcada por requerimientos de exposición y visibilidad muy exigentes. Por una perversa paradoja, cada vez más parece que hay que mostrarse para ser antes que ser para mostrarse. La dictadura de la visibilidad y el mercado de las apariencias desempeñan un papel primordial en la construcción de sí y de la propia vida como una secuencia retransmitida en tiempo real. “La clave que explica lo trascendente que se ha vuelto estar visible radica en lo amenazadora que resulta la invisibilidad. En términos de transcendencia social (…) lo que no puede ser visto en los medios o subido a la Red no existe”19. Esto ocurre en el seno de un nivel de espectacularización cotidiana que tal vez ni el propio Debord habría osado imaginar y deviene en una abrupta proliferación de entrecruzadas narrativas de lo mismo, “un paroxismo de identidades 17 Caro Castaño, Lucía. La encarnación del yo en las redes sociales digitales, en Telos Cuadernos de Comunicación e Innovación 2012, p. 6. 18 Baudrillard, Jean. Las estrategias fatales, Anagrama, Barcelona 2000, p. 48. 19 Winocur, R. Robinson Crusoe ya tiene celular. La conexión como espacio de control de la incertidumbre. Siglo XXI editores, Mexico 2009 p. 84


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efímeras producidas en serie, todas tan auténticas como falsas, aunque fundamentalmente visibles”20. No es fácil comprender hacia dónde apunta esta extraña coyuntura que, mediante una continua incitación a la conectividad y la autoedición mediática, en su pretensión por cultivar una cierta individualidad original no cesa de producir copias descartables de lo mismo. Si bien “estas prácticas operan bajo la obligación y expectativa de creatividad y singularidad, (...) es importante no ser el primero ni el único, respetar las convenciones, observar e imitar lo que hacen los demás”21. En este escaparate multitudinario cada vez resulta más arduo ser el foco de atención. Diferenciarse entre el uniforme murmullo en que deviene este desquiciado diálogo de mil frentes abiertos, exige cada vez un mayor nivel de originalidad. “Los nuevos escenarios virtuales (…) cobran tanto valor y vigencia como los espacios reales”22 en un frenesí comunicacional en el cual “la comunicación, es cada vez menos el espacio del encuentro y más el espacio de la obsolescencia”23 de los imaginarios personales. La producción de dispositivos móviles con acceso a la red y la creación de aplicaciones que permiten manipular y editar contenido audiovisual con facilidad, “facilita la posibilidad de diseñar, a plena conciencia, la imagen de sí mismo que el sujeto quiere proyectar”24, generando una cierta tensión entre, “por una parte el deseo y la expectativa de autenticidad (“ser tú”, “ser natural”, “mostrarte como eres”), la cual sirve como criterio para definir (…) los buenos modos de presentarte; y, por otra, el reconocimiento de que la práctica no es algo espontáneo sino el resultado de un proceso de aprendizaje”25 y planificación previos. Evaluamos nuestra experiencia vital “según el grado en que 20 Sibilia, Paula. La intimidad como expectáculo. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires 2008, p. 61. 21 Lasén, Amparo. Autofotos: subjetividades y medios sociales en Jóvenes, Culturas Urbanas y redes digitales, Fundación Telefónica, 2012, p. 269. 22 Aguilar Rodríguez, Daniel y Said Hung, Elías. Identidad y subjetividad en las redes sociales virtuales: caso Facebook, en Zona Próxima Revista del Instituto de Estudios en Educación Universidad del Norte Nº 12, 2010 23 Vicario, Fernando. Para comunicar la diversidad, en Telos Cuadernos de Comunicación e Innovación 2012, p. 1 24 Ibíd. p. 3 25 Lasén, Amparo. Autofotos: subjetividades y medios sociales en Jóvenes, Culturas Urbanas y redes digitales, Fundación Telefónica, 2012, p. 270.


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satisface las expectativas narrativas creadas por el cine”26 y la cultura mediática, “un régimen audiovisual obligatorio, muy alegre y a todo color, pero no por eso menos tiránico en su capacidad de silenciar los márgenes, los reversos y las lagunas”27. Nuestras narraciones vitales ganan contornos audiovisuales. La difusión de estas prácticas resulta en la generalización de “técnicas de estilización de las experiencias vitales y la propia personalidad para salir bien en la foto”28. Estas tecnologías han tornado a los usuarios en ubicuos reporteros de la banalidad y lo cotidiano, protéticos retransmisores de “este broadcasting continuo en el tiempo y en el espacio”29 que, cada vez más, evidencia el triunfo del encuadre en la construcción de la identidad. “El hombre (…) produce, cada vez con mayor potencia, todos los detalles de su mundo, y de ese modo se halla cada vez más separado de su mundo. Cuanto más produce hoy su propia vida, más separado está de ella”30. En ese movimiento en el que lo vivido es inmediatamente editado y compartido y sólo así parece adquirir entidad y un lugar propio en el marco de la experiencia contemporánea, la dirección de esta dinámica se invierte y en ocasiones tenemos la impresión de que nuestra vida tiene lugar en tanto puede ser mostrada y no al contrario. El estatuto ontológico de la propia experiencia “real” parece verse amenazado en esta perversión de las lógicas del sentido. “La tecnología produce extensiones con capacidad para producir efectos autónomos. (…) en las redes sociales digitales el sujeto queda fascinado al observar la propia imagen deformada que le devuelve la herramienta”31. Esto supone una depauperación del estatuto ontológico del yo, reducido a un mero espejismo resultante de la convergencia en la pantalla de una sucesión de espectrales signos, confuso vómito 26 Gabler, Neal. Vida o film. Como el entretenimiento conquistó la realidad, San Pablo, Companhia das Letras 1999, p. 221 27 Debord, Guy. La sociedad del espectáculo, Pre-Textos, Valencia 2012, p. 59. 28 Sibilia, Paula. La intimidad como expectáculo. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires 2008, p. 60. 29 García Cantero, Jaime. Identidad híbrida en la era post PC, en Telos Cuadernos de Comunicación e Innovación, 2012 p. 4. 30 Debord, Guy. La sociedad del espectáculo, Pre-Textos, Valencia 2012, p 50 31 Caro Castaño, Lucía. La encarnación del yo en las redes sociales digitales, en Telos Cuadernos de Comunicación e Innovación 2012, p. 2


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vertido de las fauces de la tecnología, cuya potencialidad monstruosa parece escapar a cualquier rastro de sentido y cuyo único propósito ahora parece “proliferar al infinito, potencializarse, insistir sobre su esencia, en una escalada a los extremos, en una obscenidad que les sirve ahora de finalidad inmanente y de razón insensata”32. El yo virtual, espectacularizado, parece eclipsar la riqueza de una interioridad hace ya tiempo olvidada. Podríamos hablar de una trans-subjetividad, en el mismo sentido en que Baudrillard hablaba de una trans-política, como el “final del secreto”, “la transparencia y la obscenidad de todas las estructuras en un universo desestructurado”33 en el cual todas las formas sobre las cuales se constituía nuestra identidad quedan “invertidas, exhibidas, todas las operaciones hechas visibles”34 en una suerte de yo “alterdirigido” y no más “intradirigido”, el cual “si no se muestra, si no aparece a la vista de todos y los otros no lo ven, entonces de poco sirve”35. En el seno de esta dictadura de la visualidad, se hace patente un temor acuciante, el presentimiento de que algún día “la foto termine tragándose al referente, para ganar aún más realidad que aquello que en algún momento de veras ocurrió y fue fotografiado”36, el miedo a presenciar fascinados la espectacular ceremonia de nuestra propia desaparición. Fue McLuhan, en su teoría sobre los medios de comunicación, quien explico como el hombre se ve compelido sucesivamente a extender ciertas partes de su cuerpo como respuesta a una cierta presión en un acto de mutilación. De este modo, “cualquier invento o tecnología es una extensión o autoamputación del cuerpo físico”37 que, al tiempo que amplifica y modifica sus capacidades, resulta en una cerrazón o entorpecimiento de su propia percepción. “Al abrazar constantemente tecnologías, nos relacionamos con ellas corno servomecanismos. Por ello, para poder utilizarlas, debemos servir a esos objetos. a esas ex32 Baudrillard, Jean. Las estrategias fatales, Anagrama, Barcelona 2000, p. 7. 33 Ibíd. p. 22 34 Ibíd. p. 23 35 Debord, Guy. La sociedad del espectáculo, Pre-Textos, Valencia 2012, p. 42 36 Sibilia, Paula. La intimidad como expectáculo. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires 2008, p. 40 37 Mcluhan, Marshal. Comprender los medios de comunicación, Paidós, Barcelona 1994, p. 64


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tensiones de nosotros mismos, como dioses o religiones menores”38. Desde esta perspectiva, nuestros avatares y perfiles en los universos sociales del espacio virtual, al tiempo que suponen una proliferación y ampliación sin precedentes de nuestras interacciones sociales, además de la ubicuidad y superación de las limitaciones físicas de nuestro yo y su objetivación continua y variable, esconden un necesario entumecimiento de la función derivada, en este caso la constitución de la identidad propia. Es la fascinación por la prótesis y por el propio reflejo que de ella emana lo que nos empuja a crear tecnologías virtuales para la subjetivación y la sociabilidad. Pero a un tiempo, esta fascinación parece esconder la trampa de un lamentable empobrecimiento interior, una atrofia de nuestra capacidad de generar subjetividades frondosas y genuinas. Recurrir a la narración de la propia vida para inscribirla en un cierto marco de ficción no es, sin embargo, una novedad. La identidad es un proyecto a realizar, un “proyecto reflejo del yo, consistente en el mantenimiento de una crónica biográfica coherente, continuamente revisada”39. La experiencia vital de un sujeto es una entidad informe que tan sólo adquiere sentido bajo la imposición de ciertas estructuras y lógicas narrativas. Es en el fluir del discurso donde la subjetividad toma forma. “Es curioso el escaso sentimiento de vivir que tengo cuando mi diario no recoge el sedimento”40, escribía Virginia Woolf en su mismo cuaderno íntimo. La necesidad del sujeto de recurrir a medios en los que verter el torrente de su experiencia, obrando sobre él como un escultor que le diera forma, viene de lejos y se instituyó como práctica habitual desde la irrupción de la subjetividad romántica. “La actual abundancia de narrativas autobiográficas, que se multiplican sin cesar, parece sugerir una comparación fácil con el furor de escribir diarios íntimos, un hábito que en el siglo XIX impregnó la sensibilidad burguesa”41. Sin embargo, parece oportuno preguntarnos si en estas 38 Mcluhan, Marshal. Comprender los medios de comunicación, Paidós, Barcelona 1994, p. 66. 39 Giddens, A. Modernidad e identidad del yo. Península, Barcelona 1995, p. 84 40 Virginia Woolf, El diario de Virginia Woolf, citado en Maurice Blanchot, El diario íntimo y el relato, en Revista de Occidente, N. 182 Madrid 1996, p. 47. 41 Sibilia, Paula. La intimidad como expectáculo. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires 2008, p. 61.


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condiciones de exhibición total del yo, hay algo que todavía pueda ser considerado, de manera individual o compartida con otros, un secreto, una práctica privada, un pensamiento oculto, un momento de íntima introspección. Mientras las prácticas de autonarración decimonónicas construían profundas subjetividades bajo la protección de un cuarto propio, fuerte inexpugnable en el que el corazón de lo íntimo y lo privado quedaba resguardado del bullicio y la violencia de la ciudad, las actuales tecnologías virtuales hacen de la propia vida un confuso espejismo que no permite ya distinguir claramente entre los límites de la propia intimidad. “Se ha roto la estabilidad de lo que antes se definía como público y privado [...] coexisten dos factores: privatizar lo social y socializar lo privado”42. Las inciertas fronteras que separan ambos dominios son continuamente renegociadas y transgredidas en la práctica cotidiana de la espectacularización mediática del yo. De este modo, con la generalización del hábito de exponer la propia intimidad en las vitrinas globales de la red la intimidad deviene extimidad, una suerte de interioridad maquillada y mostrada sin que parezca interponerse cualquier muestra de pudor. Sin embargo, una vez alcanzado el nivel de saturación de esta inflación comunicacional, el culmen en la escalada de esta impúdica exhibición del yo, sobreviene una extraña paradoja por la cual el exceso de lo visible torna en invisibilidad. Lo que antes permaneció oculto, protegido por los límites de lo privado, retorna ahora al mundo de lo invisible. “La mejor manera de ocultar es sobre-exponer las evidencias, mostrarlo todo, saturar el canal de distribución, hacer del detalle el exceso”43. “La presencia no se borra ante el vacío, se borra ante un redoblamiento de presencia (…) las cosas visibles no concluyen en la oscuridad y el silencio: se desvanecen en lo más visible que lo visible: la obscenidad”44. Este yo obsceno, que tanto gusta del exhibicionismo, sufre la condena de un obligado regreso a la oscuridad del anonimato, prescindible figurante arrastrado por la corriente en el buque del ego que amenaza con naufragar en una mar en el que todos somos lo mismo y lo otro a un tiempo. 42 Sampedro, V. 13M, Multitudes online. Los Libros de Catarata, Madrid 2005. p. 214 43 Lasén, Amparo. Autofotos: subjetividades y medios sociales en Jóvenes, Culturas Urbanas y redes digitales, Fundación Telefónica, 2012, p. 268 44 Baudrillard, Jean. Las estrategias fatales, Anagrama, Barcelona 2000, p. 14


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“El panóptico ha reaparecido con un giro escalofriante: lo que alguna vez vimos como una prisión, ahora es considerado un patio de recreo” Andrew Keen, Sharing Is a Trap

Cuando en su magnífico ensayo Ante el dolor de los demás, Susan Sontag se refirió a la corriente de pensamiento que desde hace algunos años advertía un progresivo deterioro del estatuto ontológico de lo real (“una suerte de especialidad francesa”), la calificó “de un provincianismo pasmoso”, argumentando que esta postura “convierte en universales los hábitos visuales de una reducida población instruida que vive en una de las regiones opulentas del mundo, donde las noticias han sido transformadas en entretenimiento” y en las que sus habitantes gozan “del dudoso privilegio de ser espectadores”45. De un modo parecido y con argumentos muy cercanos a los de Sontag, podríamos enfrentar las distintas teorías que, en los últimos años, han visto en la creciente expansión de la virtualización y espectacularización de las interacciones sociales y los procesos de subjetivación contemporáneos, una amenaza a la integridad y entidad del sujeto, en una nueva adquisición para esa tradición de festejadas defunciones que inaugurara Nietzsche con la célebre muerte del autor-autista universal. Lejos de abarcar al conjunto de la humanidad en una categoría homogénea y universal, debemos recordar que tan sólo una porción de la clase media y alta de la población mundial toma parte en este proceso de rápida virtualización identitaria. A pesar de la tan celebrada democratización de los medios tecnológicos y las utopías políticas que acompañaron el nacimiento de la red y que veían en ella una vía, no sólo de 45 Sontag, Susan. Ante el dolor de los demás. Santillana, Madrid 2004


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conexión, sino también de hermanamiento global y superación de las amplias desigualdades que estructuraban el planeta, las estadísticas evidencian que las brechas entre las regiones más ricas y más pobres del mundo no están disminuyendo. El término tecno-apartheíd viene a nombrar “esta nueva cartografía de la Tierra como un archipiélago de ciudades o regiones muy ricas, con fuerte desarrollo tecnológico y financiero, en medio del océano de una población mundial cada vez más pobre”46 y ajena a los procesos de virtualización y espectacularización que nos ocupan. Más aún, por la lógica de visibilidad que le es propia a este sistema y que anteriormente expusimos, este amplio margen de la población mundial parece condenado a una progresiva invisibilidad. Estos millones de personas habitan este mismo planeta, pero son los excluidos de los paraísos extraterritoriales del ciberespacio. A pesar de ser este un argumento difícilmente refutable, en este caso no puedo darme por satisfecho, pues si bien evidencia que esta inquietud ontológica solo se cierne sobre un margen muy reducido de la población mundial, aunque este no constituya en absoluto la mayoría numérica, es evidente que ejerce una influencia de lo más vigorosa en la fisonomía de la cultura global. Además, siguiendo la lógica de este argumento podríamos acusar de provincianismo a la práctica totalidad de la herencia del pensamiento occidental. Esto, sin embargo, se nos antoja absurdo. No obstante, queriendo eludir cualquier actitud excluyente no consciente, debemos aclarar que estas teorizaciones en ningún momento contemplan al género humano en su conjunto, ni en términos históricos ni geográficos. Más bien elaboran un análisis a un nivel particular, señalando elementos comunes a algunos sujetos que comparten cierto bagaje cultural en un margen histórico determinado pero que, por descontado, no afectan a la totalidad de la especie humana. Quisiera pues buscar otros argumentos que, si bien no los invaliden, si aclaren al menos el origen y la razón de la inquietud que da lugar a esta proliferación de visiones pseudo-apocalípticas en torno al yo, a los procesos de elaboración y exposición de la subjetividad y a su encuentro con las tecnologías y estructuras de socialización virtuales, insertos todos ellos en un vertiginoso proceso de globalización y acele46 Sibilia, Paula. La intimidad como expectáculo. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires 2008, p. 108.


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ración de nuestra cultura. Con frecuencia se han vinculado las visiones de nuestra sociedad como un régimen de las apariencias, universo espectacular en el que tras la abdicación de la realidad todo a tornado en imagen, con una ya antigua tradición occidental que desconfía de la percepción sensible y que atribuye a la propia imagen un carácter engañoso del que solo cabe desconfiar. Tras las teorías del espectáculo puede encontrarse una visión fundamentalmente platónica, por la cual el régimen de lo visible es disociado del estatuto de lo real, sino entendido como un obstáculo para acceder al mismo. A menudo se intentan explicar los fenómenos de exposición de la intimidad en redes sociales como una generalización de cierto narcisismo, voyeurismo y exhibicionismo que, aunque anteriormente presentes en nuestra sociedad, han sido tradicionalmente vinculados a procesos patológicos minoritarios. Sin embargo, de un modo semejante al anterior, parece evidente que bajo la creciente alarma ante la depauperación del estatuto ontológico del yo y la identidad contemporáneos, operan ciertas tradiciones y estructuras culturales de occidente. Aunque pueda contrariarnos en un principio, hoy por hoy es imposible negar que los modos de subjetivación y las estructuras que empleamos para pensarnos son, a pesar de que a menudo se nos hayan dado como necesarios, universales e incuestionables, fruto de ciertas particularidades contingentes que les sirven de infraestructura. Bajo esta mirada foucaultiana, los paradigmas de subjetividad que se nos antojaban aprioris, pasan a formar parte de un extenso y complejo entramado de aprioris históricos sobre el cual podemos remontarnos para aprehender su devenir. Siguiendo esta perspectiva, querría abordar “cierta tradición occidental” que piensa al sujeto “como una criatura dotada de una profundidad abisal y frondosa, en cuyos oscuros meandros se esconde un bagaje tan enigmático como inconmensurable: su yo, una entelequia que desempeñaba un papel fundamental en la conformación subjetiva moderna”47. Este paradigma de subjetividad de una profunda y singular interioridad que espera ser desentrañada y que esconde, para el que se aventure en tal proceso, la revelación de una cierta verdad o de una esclarecedora plenitud, remonta sus raíces y primeros reflejos muchos siglos atrás, aunque la forma en que nos es 47 Sibilia, Paula. La intimidad como expectáculo. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires 2008, p. 103


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más familiar encontró su pleno desarrollo en el siglo XIX, cuando “todo el mundo interior, originalmente delgado, como entre dos membranas, fue expandiéndose y extendiéndose, adquiriendo profundidad, ancho y altura”48. Sin embargo, no podemos olvidar que incluso “las ideas modernas de interior y exterior son extrañas y sin precedentes en otras culturas y épocas”49. Si bien nuestra corporeidad puede asegurar la presencia de formas de autorreferencialidad en todas las culturas que nos son conocidas, resulta curioso atender al análisis de rasgos de la psicología homérica que Bruno Snell realiza en El descubrimiento del espíritu. No podemos negar la extrañeza que nos produce la llamativa falta, según Snell, de términos que puedan designar un lugar exclusivo en el que se den las distintas emociones y pensamientos del sujeto. Existe una fragmentación de este centro que más adelante recibirá el nombre de alma o mente. Así, algunas cosas ocurren en el thumos (que suele localizarse en los pulmones), en el kradiē (asociado al corazón), en el noos etc. Incluso más adelante, cuando estos procesos sean centralizados en la Grecia clásica con la teoría del alma, la interiorización del sujeto y de las fuentes morales será un proceso aun por realizar, en una cultura en la cual la razón sólo alcanza su plenitud en la observación del orden mayor del cual el alma forma parte. La fuente moral a la que accedemos por la razón no esta en nosotros, sino más allá de nosotros, en la idea del Bien. A pesar de que a lo largo de la cultura helénica encontramos ciertos testimonios que permiten adivinar el desplazamiento que se avecina en las estructuras de la subjetividad, tradicionalmente suele vincularse una cierta noción de interioridad a la cultura cristina, en contraposición a la exterioridad que caracteriza a la anterior pagana. Es en la obra de San Agustín donde Taylor ubica las primeras metáforas de la introspección. En las páginas de sus Confesiones aparecen, por primera vez en la tradición occidental, las exigencias de un necesario autoanálisis, una hermenéutica de sí, que diría Foucault, único camino para acercarse a Dios y, por tanto, a un cierto trascender. “No vayas hacia afuera, vuélcate hacia dentro de ti mismo; pues en el hombre interior reside la verdad”50. El interior del sujeto comienza a entender48 Friedrich Nietzsche, Genealogía de la moral, Alianza, Madrid 1999, p. 74 49 Charles Taylor, Las fuentes del yo, Paidós, Barcelona 1996, p. 153 50 San Agustín, Confesiones, citado en Charles Taylor, Las fuentes del yo, Paidós,


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se como el lugar de la verdad y la autenticidad. Este planteamiento se asentará con la difusión del pensamiento cartesiano, que se vale del conocimiento de uno mismo como base para la posibilidad de una epistemología y que ahora sí, encuentra las fuentes de la moral y del conocimiento en el interior del sujeto. Pero como ya señalábamos antes, y a pesar de que encontramos espléndidas referencias de una escritura de sí, que encumbra la originalidad y complejidad del sujeto en una profunda exploración de sus ambigüedades en Montaigne, o que evidencia el verdadero reto que el precepto délfico (gnothi sautou, conócete a ti mismo) implica al enfrentarse a las oscuridades del yo en Rousseau y sus Devaneos, no es hasta el siglo XIX que esta perspectiva cuaja en una interioridad misteriosa, rica y valiosa, ubicada dentro de cada sujeto. Un núcleo secreto donde despuntan y se cultivan los pensamientos, sentimientos y emociones. Podemos servirnos, para entender mejor porqué esta interioridad decimonónica se diferencia de los anteriores ejemplos, de la variación que Simmel establece, en su estudio sobre la transformación de los vínculos entre individuo y sociedad en los siglos XVIII Y XIX, en los modelos de individuo. El sociólogo alemán distingue entre un modo de individualismo cuantitativo para el siglo de las luces y otro cualitativo que le es posterior. De este modo, en consonancia con el racionalismo propio de la época, el individuo ilustrado es un hombre universal, representante del género humano, sujeto racional, libre y responsable, capaz de conocer con certeza tanto lo que es como lo que debería ser. Este sujeto puede hablar de sí con seguridad, y por tanto, se expresa con sinceridad sobre sí mismo. Ante este individuo universal, despunta en los albores del siglo XIX un sujeto para el que la libertad pierde la vocación universal que le era propia, y es considerada como medio para la realización personal de cada sujeto en su particular originalidad. Es el nacimiento de los tipos únicos e incomparables, que encuentran en el cultivo de su singularidad su yo más autentico, el cual aflora al resguardo que la creciente valoración y diferenciación del espacio privado le proporciona. El siglo XIX será testigo de un cierto declive del hombre público, bajo la imposición de un “régimen de la intimidad”. El espacio publico es representado, en parte por los procesos de industrialización Barcelona 1996, p. 174


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y la instauración de regímenes disciplinarios, como un lugar inhóspito para la delicada sensibilidad de la época, en el cual el sujeto se ve forzado a asumir un papel, a enmascarar su genuino ser, para poder así resguardarlo ante las inclemencias de un mundo del que necesita ser protegido con celo. Este individuo se refugia en su espacio personal. Es en la soledad de su habitación donde puede dejar fluir su torrente interior, que con la ayuda de la tinta vierte a lo largo de las páginas de su diario. Nace aquí el “imperio de la autenticidad”51, que sustituye a la sinceridad, pues los abismos de la interioridad son oscuros y uno mismo nunca está seguro de poder conocerse de un modo certero. Sin embargo, esta autenticidad, que se manifiesta en el carácter único y diferente del sujeto, será un valor en alza, aquella verdad que es preciso cuidar, su propia esencia. A pesar de que mucho ha llovido desde entonces, parece que lo que realmente amenaza la irrupción y difusión de redes sociales y espacios virtuales para la construcción de subjetividad, es este paradigma de subjetividad interior decimonónico, que a pesar de su aparente lejanía, nos es más familiar de lo que en un principio pudiéramos pensar. La originalidad de cada sujeto y la autenticidad que reside en su naturaleza única, son valores que aun hoy operan en la base de nuestros imaginarios. Una subjetividad rica y valiosa es aquella que se cultiva con mimo y se guarda con celo de la vista de extraños. Expuesta ante terceros, parece desvirtuarse, desmoronarse por el contagio externo. Es la persistencia de estos paradigmas, unida a la anteriormente mencionada tradición de desconfianza ante la imagen, la que genera inquietud en nosotros por la creciente generalización de prácticas de exposición impúdica de lo íntimo mediatizado, que hacen tambalearse las fronteras que tan profundamente marcaron entre el espacio público y el privado nuestros antepasados. Sin embargo, es inevitable que “el imprevisible trabajo de la humanidad produzca siempre más, y siempre más variadas formas de afirmación de la personalidad y del valor de la existencia”52. Lo que en la actualidad se está desarrollando es, probablemente, un desplazamiento de las estructuras sobre las cuales edificamos 51 Sennett, Richard, El declive del hombre público, Península, Barcelona 1978

52 Simmel, Georg. La relación individuo-sociedad, en Athenea Digital (recurso en línea) p.8


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nuestra identidad. Acompañando los diversos cambios económicos, sociales y tecnológicos, “también estaría desplazándose el eje alrededor del cual se edifican las subjetividades”53. Se trata pues de un proceso abierto de mutación subjetiva, que posiblemente lleve los enclaves de la constitución del yo “desde el interior hacia el exterior, del alma hacia la piel, del cuarto propio a las pantallas de vidrio”54, sin que en esto debamos ver necesariamente una degradación de nuestro estatuto ontológico o proyectar planteamientos distópicos de antemano. Es posible que nos dirijamos hacia la creación de modos de ser y estar en el mundo cuya realización se ve principalmente cumplida en un ámbito que consideramos superficial y cuya norma es el cambio constante, ante la inmutabilidad de la esencia del ser. Sin embargo, “algo se afloja en aquella fatiga de tener que ser yo, en esa condenación existencial y en toda esa compulsión de ser uno mismo”55, y esto puede suponer la generación de subjetividades que en su mutabilidad concedan un mayor espacio para la libertad o la diferencia, incentivando la experimentación y el pluralismo. En este sentido, la construcción de subjetividad se presenta como un asunto eminentemente político. Sin descartar la riqueza de posibilidades ocualtas en las estructuras que abandonamos, debemos “pensar el pasado contra el presente, resistir al presente, no para un retorno, sino a favor, eso espero, de un tiempo futuro, es decir, convirtiendo el pasado en algo activo y presente afuera, para que por fin surja algo nuevo, para pensar, siempre, se produzca pensamiento. El pensamiento piensa su propia historia (pasado), pero para librarse de lo que piensa (presente), y poder finalmente pensar de otra forma (futuro)”56. La incertidumbre que nos aborda esconde la posibilidad de conformar nuevas formas de subjetivación en términos de prácticas de libertad. “La historicidad de nuestro ser [...] no conduce a una relativismo de valores y a un nihilismo de la acción, sino a la provocación de nuestras libertades, desafiadas por la invención de nuevas modali-

53 Sibilia, Paula. La intimidad como expectáculo. Fondo de Cultura Económica. Bue-

nos Aires 2008, p. 108. 54 Winocur, R. Robinson Crusoe ya tiene celular. La conexión como espacio de control de la incertidumbre. Siglo XXI editores, Mexico 2009 p. 93 55 Ibíd. p. 142 56 Gilles Deleuze, Foucault, Paidós, Buenos Aires, 2008, pag. 154


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dades de ser”57. Pensar en ello es imaginar un futuro más próximo de lo que podemos sospechar y sin embargo, aún hoy, es hablar sobre lo incierto. En lo que en definitiva quisiera centrar mi atención es en el hecho de que, más allá de crepusculares profecías y catastrofistas augurios en torno a una espectacularización de la identidad, último golpe asestado a un yo cuyo estatuto en la modernidad era ya algo más que precario, creo que lo que debe preocuparnos y ocuparnos son las condiciones bajo las que se lleva a cabo este desplazamiento de las estructuras, que abre en fin, un escenario lleno de prometedoras posibilidades. La definición de estos nuevos ejes deviene un asunto crucial porque, en la actual era de la información y la comunicación, el poder se sustenta también sobre los códigos culturales de la sociedad, y las identidades “construyen intereses, valores y proyectos en torno a la experiencia y se niegan a disolverse, estableciendo una conexión específica entre naturaleza, historia, geografía y cultura”58. El actual capitalismo cognitivo es un régimen histórico que requiere ciertos tipos de sujetos para su progreso y mantenimiento, un sistema para el cual la producción creativa de imaginarios deviene en el combustible que necesita para su correcto funcionamiento. En el actual panorama virtual, sofisticadas confluencias entre libertades y dominación tienen lugar en un contexto en que, la multiplicidad de los intercambios y la mediatización de subjetividades se traduce en beneficios para formas de poder cuyo objetivo, no es más la represión de la subjetividad sino, ante todo, la capacidad de regularla. En este contexto, generar nuevos mecanismos de resistencia ante formas cada vez más astutas y menos visibles de poder se presenta como un proyecto ineludible. “Quizás las historias de vida sean hoy bastión de resistencia al creciente poder decisional de las estadísticas”59. Ante la capitalización de nuestra sociabilidad, generar espacios de vacío y confusión, producir interferencias dentro del sistema, parece un modo de boicotear su lógica desde dentro. “La falsificación 57 Frédéric Gross, Michel Foucault, Amorrortu, Buenos Aires, 2007, p. 129-130 58 Castells, Manuel. La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol.2. El poder de la identidad. Alianza, Madrid 1998, p. 89 59 Vicario, Fernando. Para comunicar la diversidad, en Telos Cuadernos de Comunicación e Innovación 2012, p. 3


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de los datos de nuestro perfil se instituye como un acto de resistencia activa”60. “A lo más verdadero que lo verdadero opondremos lo más falso que lo falso. No enfrentaremos lo bello y lo feo, buscaremos lo más feo que lo feo: lo monstruoso”61. Si el universo red trae consigo nuevas y más sofisticadas estructuras de control, no es menos cierto que ofrece un marco excepcional para difusión e inyección viral de imaginarios de la diferencia, subjetividades al margen. Se trata de desarrollar una inaudita creatividad, destinada a la invención de nuevas identidades que no estén al servicio del sistema, en un ejercicio de indocilidad reflexionada que nos permita autoinventarnos partiendo de nuevas cotas de libertad. “La labor filosófica consistirá ahora en construir relatos que nos permitirán, ya no reencontrarnos con nosotros mismos, sino reinventarnos de nuevo”62.

60 Winocur, R. Robinson Crusoe ya tiene celular. La conexión como espacio de control de la incertidumbre. Siglo XXI editores, Mexico 2009 p. 75 61 Baudrillard, Jean. Las estrategias fatales, Anagrama, Barcelona 2000, p. 13 62 Sossa, Alexis, Michel Foucault y el cuidado de sí, CONHISREMI, Revista Universita- ria Arbitrada de Investigación y Diálogo Académico, Vol. 6, No. 2, 2010, p. 36



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