La lágrima del gorrión - Jaime Antolínez González

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LA LÁGRIMA DEL GORRIÓN Jaime Antolínez González

HISTORIA DE UN MAESTRO TACHIRENSE


Diseño y Diagramación: José Alejandro Ruiz Mora Impresión y Montaje: Walter Berti COLECCIÓN PUÑO Y LETRA Nº 14 Serie Historias Locales La lágrima del gorrión ©Jaime Antolínez González ©Sistema Nacional de Imprentas Regionales Fundación Editorial El Perro y La Rana, capítulo Táchira, 2012 Correo electrónico: sistemadeimprentastachira@gmail.com ISBN 978-980-14-2359-1 lf40220128002957


El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial el Perro y la Rana, con el apoyo y la participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela. Tiene como objetivo fundamental brindar una herramienta esencial en la formación del hombre libre y soberano: el libro. Este Sistema Nacional de Imprentas se ramica por todos los Estados del País, el saber ancestral presente en nuestra cotidiana vida: la gastronomía, los paliativos caseros, la toponimia, la conciencia del pasado, la lectura de la realidad, la tecnología popular, los refranes, las costumbres.



Colección Puño Y

letra

Con la intención de retratar nuestra subjetividad andina en el reconocimiento de los patrimonios locales que entraña la tierra y sus cultores, nace Puño y Letra: primera colección de libros para el Sistema Nacional de Imprentas El Perro y la Rana capítulo Táchira. No por azar es éste el punto de partida de nuestra labor editorial. Comprometidos con la necesidad de salvaguardar del olvido y la falsicación histórica de nuestra memoria social y nuestro patrimonio intangible, esta colección de libros se plantea servir de herramienta para la reconstrucción de un inventario de saberes y un mapa de orígenes que permita a la nuevas generaciones acceder al conocimiento y espiritualidad ancestral de su terruño. Historias locales, autobiografías, cartas, ocios y saberes legítimos de los pueblos: comadronas, rezanderos, sembradores de agua, calendarios productivos, oralidad y leyendas, entre otras costumbres extraviadas en la vorágine de la llamada modernidad globalizadora, del olvido globalizado, de la aculturación y transculturación, tendrán cabida en esta colección.



La lágrima del gorrión // Colección Puño y Letra, Serie Historias Locales

NOTA PRELIMINAR

N

siempre se cumplen 102 años de edad en una vida tachirense. Desde las postrimerías del siglo pasado, más precisamente el 16 de diciembre de 1896, cuando un saludable niño nació en la humilde y hermosa aldea de Peribeca de la jurisdicción de Capacho, y luego creció hasta volverse un ciudadano útil y de provecho, don Ramón Bautista Soto Bonilla se hizo presente durante casi todo el siglo XX. Sólo le faltó un año para llegar, junto con los avances de la tecnología, al siglo XXI, probable centuria estelar, de claras luces, ciencia avanzada y armonía, a medida que el pasado se supera y se concientiza en el presente y el futuro. Desde muy temprana edad, en el hogar formado por Bernardino Soto y Rebeca Bonilla, del mismo Hoyo Bonillero de Zorca del que era hijo monseñor Rincón Bonilla, el joven peribequero se educó en la disciplina característica familiar andina, de diligencia, orden, trabajo y estudio. Esta norma de vida, clásica de los hogares tachirenses de antaño, lo llevó nalmente a la docencia y tras obtener su título de Educador, fue a laborar en la escuela graduada número 64 de una singular población, allende de Las Delicias, llamado en ese tiempo de 1919, Carramplón. Allí, sin otro bagaje que su saber y buena voluntad, estableció 11


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el centro de estudios bajo una frondosa higuera y en “pupitres” de piedra y troncos de árbol sin pulir. Al principio contó con el rechazo natural de los lugareños que lo tildaron (“a priori”) de “masón”, pues, para los lugareños, era un desconocido. Y hasta que recitó el Credo, el Padre Nuestro y la Salve, a petición de los habitantes, es que fue reconocido como una buena persona designada para ser el Maestro del Pueblo. Poco a poco, con empeño y tesón, fue construyendo un edicio adecuado para instruir a los habitantes del lugar andino, que eran desconados pero aguerridos y trabajadores. Tras varios años de fructífera labor, fue trasladado a Táriba, con gran dolor y pesar de los naturales de Carramplón y sus alrededores y con natural alborozo del nuevo grupo escolar asignado. Allí llegó hasta Director, realizando una labor constructiva y meritoria. Después fue trasladado a Lobatera, luego a Santa Ana y nalmente a la Dirección del Grupo Escolar de Capacho, en donde estuvo 15 largos años. Hizo allí gran labor, aparte de la estructura física del grupo, creó una Coral con su respaldo musical consistente en una banda con todos los instrumentos musicales y, posteriormente, le dio carácter de orquesta con la inclusión de un piano de cola para concierto. Y para completar, más tarde, consiguió todo un equipo odontológico, traído de Francia, que instaló en su respectivo consultorio, dotándolo de todos los implementos y, especialmente, logrando los servicios del respectivo profesional. 12


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Lo descrito anteriormente es apenas una parte de su interesante existencia de más de un siglo, en la que siempre brilló con luz propia, forjando una buena familia y desempeñándose como un ciudadano ejemplar, amante de las buenas costumbres y de la social-democracia.

Así lo recordamos. Paz y honor a su alma.

Y a este auténtico e importante personaje tachirense, dedicamos el presente libro.

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J A I M E A N T O L Í N E Z G O N Z Á L E Z

La lágrima del gorrión Historia de un maestro tachirense

ADVERTENCIA: Algunos nombres geográcos y otros, así como todos los personales, han sido cambiados por razones obvias. Cualquier parecido con la realidad es sólo coincidencia; sin embargo, los acontecimientos que se narran son ajustados a los hechos, según versiones de muchos de sus actores así como de la respectiva historia.



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PRIMERA ESCENA: EN PERIBECA

A

cien años de un gran acontecimiento bolivariano y americano, en 1913, en una aldea integrante de las veinte que componen al Municipio Independencia del Estado Táchira, y teniendo como escenario una casa de la época, solariega y campestre, construida con el esmero del cariño de sus creadores y con las posibilidades económicas respectivas, compuesta de varias habitaciones, patios y un solar, sembrado especialmente de árboles frutales y frondosos, con pisos de ladrillo y de tierra, con paredes de tapia pisada y con techo de tejas rojas ya ennegrecidas por el tiempo, hay un joven lugareño sosteniendo a puerta cerrada un diálogo candente, él dentro de su casa y guarecido por la pequeña puerta de madera pintada de verde, y ellos, los visitantes, en la calle, portando carabinas y largos machetes, con rostros adustos protegidos de sombreros de ala ancha, y con voces amenazantes, que le espetan: -Salga, joven, Ud. ya no es un “marantoco”1 , porque tiene edad de servir a mi General, como lo hacen todos los habitantes. Debe colaborar con la “sagrada” y con el pueblo... -¡No me vengan con esos cuentos! 1

Voz tachirense para designar a los adolescentes mayores.

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Nuestro Libertador Bolívar nos hizo libres y yo puedo escoger mi destino. -¡Ah! ¿Si? ¡No nos vengas con esas pendejadas! ¡Aquí se hace como ordena mi general! ¡Salga o lo sacamos! -Pues me sacarán muerto. ¡De aquí, no me muevo! Y otro “esbirro”, con tono más conciliatorio y con una sonrisa maliciosa, añade: -Mire, joven, no se haga el rebelde. Nosotros respetamos mucho al Libertador, pero también debemos acatar las órdenes de quien gobierna. Ábranos la puerta y conversamos. -No, señores, si Uds. lo creen conveniente, echen la puerta abajo y traten de sacarme. Ya les dije que de aquí no me sacan vivo. Yo no he cometido ninguna falta y no deseo colaborar con el régimen. -¡Caracoles! Como que Ud. quiere que lo tratemos como enemigo del gobierno. Mire, sea prudente, obedézcanos como lo han hecho todos los demás. No se busque problemas. -Yo le obedezco solamente a mis padres y a mis ideas. Venezuela es un país libre y los que lo habitamos también. Les repito que no estoy haciendo mal a nadie y no tengo que arreglar nada con Uds. Por favor, ¡déjenme tranquilo! 18


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En ese momento de la altisonante conversación, una buena parte de los vecinos se asomaba por puertas y ventanas, y hasta el bobo del pueblo se había atrevido a pararse junto a los hombres armados de la policía “sagrada” 2 . Entonces uno de ellos dijo a los demás: -Mejor es que volvamos en otro momento. Así evitamos el escándalo y la reacción del Cura. Acuérdense que el papá del muchacho es el hombre de conanza del Padre Cárdenas. -Mire, jovencito, en otro momento volvemos. Mientras tanto, piénselo mejor. Junto con marcharse la comisión policial, enviada por el comisario de turno, la tranquilidad volvió a la aldea y continuaron sus labores de rutina. El joven abrió entonces la puerta, como era costumbre en la época, y se puso a leer uno de sus libros más preciados, “La Revolución Francesa”; también abrió un folletito contentivo de los “Derechos del Hombre” y un texto de Historia Patria. Igualmente se dedicó a leer algunos fascículos de la magistral obra de Víctor Hugo: “Los Miserables”, que algún buen amigo le había conseguido en la vecina Cúcuta y se los había obsequiado para su provecho de aprendizaje literario y social. En un cuaderno hizo una serie de anotaciones, y tras comparar los 2

Policía “sagrada”, calicativo que en la época de la dictadura de Juan Vicente Gómez se le dio a las fuerzas policiales, creadas por el mismo dictador y sus subalternos.

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textos, confeccionó varias copias de su resumen. Ya entrada la noche, y guarecido con un abrigo y sombrero de paja pintado de negro, entre breñas y zanjas, marchó a una montaña vecina. Allí, en una gruta natural, se sentó en una piedra y esperó largos minutos. Llegaron, entonces, varias personas ataviadas como él, y se sentaron en corrillo y alrededor de una pequeña vela de cebo que alumbraba tenuemente el discreto punto. -Bautista, ¿nos tienes las copias que te encargamos para, a nuestro turno, hacer más y repartirlas en la organización? -Sí, y casi los matones de la “sagrada”, no me dejan realizar mi tarea. Menos mal que se asustaron un poco al venir varios vecinos, el bobo y el cura. Pero, como que algo malician y están con el “achaque” de que yo tengo que salir con ellos a hacer guardias y colaborar con su régimen tiránico. ¿Será, que piensan convertirme en uno más de su recua? -Tienes que ser prudente –dijo un asistente que a su vez era el boticario del pueblo vecino-. Mira que cualquier paso en falso nos agrietaría el movimiento... Y nuestro ideario es el de hacer oposición y preparar las acciones para conseguir genuina libertad. No te dejes llevar por el ardor de la juventud ni por el fuego interior de nuestras creencias; ya llegará la 20


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hora de la reivindicación y el tiempo en que no tendremos que disimular porque ya habremos de conseguir nuestros objetivos. Tenemos muchas personas importantes que nos apoyan y el pueblo está cansado de engaños y opresión. Acuérdate, “el n justica los medios”. -Vea, compañerito, -terció un agricultor- Si sabemos sembrar y cuidamos la “matica”, vamos a tener una buena cosecha. Proteja su misión como se hace con lo que se cultiva. Nosotros sabemos que Ud. es inteligente y muy macho, y esas habilidades se demuestran en toda circunstancia. -Sí, así se habla, -dijo otro- y ya llegará el momento de hacerlo “por todo el cañón”. Vamos, pues, a estudiar y seguirnos preparando para estar listos. Empecemos a leer las investigaciones que realizó el compañero. Todos escucharon con atención e intercambiaron sus opiniones. Horas después y convocando para reunión la semana próxima, renovaron su promesa de defensores de la Libertad a través de su movimiento “ORVE” 3 . 3

Sigla de un movimiento clandestino que signica Organización Revolucionaria Venezolana que, posiblemente, dio las bases a los partidos de izquierda y de derecha que luego surgieron en Venezuela.

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Al día siguiente, de nuevo, la “sagrada” llega a la casa del joven. Bautista, siguiendo los consejos de la víspera, decidió marcharse temporalmente por el trasfondo de la vivienda. Los “funcionarios”, se cansaron de llamar. Al n uno de ellos comentó: -Ese como que no amaneció aquí. ¿Quién sabe con cuál novia estuvo? Porque dicen que como lee y escribe, las muchachas le piden eso que llaman poesías. Ah, brutas, como si de eso se comiera… -Si, “mano” Felipe, como que tienes razón. Vamos pa’ la aldea vecina a ver si conseguimos otro. Regresa la tranquilidad en la aldea y Bautista vuelve a su casa a estudiar e investigar en las anotaciones que ha escrito en un cuaderno cuadriculado en cuya pasta se lee: “Cuaderno de Matemáticas”, Primaria Avanzada, Escuela graduada 35”.

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EN EL TOPÓN

Entonces recuerda que muy niño se fue a estudiar a una localidad vecina, montaña arriba, El Topón. Ya su tía, una dedicada educadora, Doña Gertrudis Bonilla, le había enseñado a leer y a escribir. Su texto fue la famosa “Sitolegia” y no la Cartilla de Mantilla ni la de Juan Mayor ni la de Baquero, que fueron las bases de otras y variadas generaciones. Su lápiz era el “gis” con el que escribía en la pizarra con marco de madera que su papá le había comprado en San Cristóbal. El camino ascendía por “Cerro Lindo” y antes de llegar a “El Molino”, debía subir una empinada cuesta; otras veces cambiaba la ruta y por un caminito de piedra y barro, por empinada cuesta, llegaba más rápido. Los habitantes de El Topón eran en su mayoría labriegos y cultivaban un carácter aguerrido por su temperamento natural de habitantes de la dura cordillera, y aunque, aparentemente hostiles, en el fondo se trataba de gente de buenos sentimientos y rmes y elementales convicciones. Allí había llegado un maestro colombiano, del vecino Departamento de Santander, llamado Aurelio Rojas, quien durante varios años enseñó a leer y a escribir; Gramática, Ortografía, Geografía, Historia, Ciencias, Religión, Cívica, Matemáticas, manualidades y hasta normas de conducta. Calladamente y con la mejor voluntad, sin aspavientos, y cobrando real y medio mensuales 23


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por alumno, funcionó el centro de enseñanza durante 1905, 1906, 1907. A comienzos del octavo año del siglo veinte, en la casita que fungía como escuela, ya terminando la tarde y las clases, llega un vecino, machete en mano y vociferando: -“¿Onde” “tás”? ¡Maestro del carajo! “Busté” no va a quedarse tan tranquilo “en después” que maltrata a mi hijo... Le admito lo de la férula, pero que me le pegue en la cabeza “puñadas”... ¡No! Arreglemos eso de hombre a hombre... ¿O es que solamente se enfrenta con niños? Y uniendo la acción a la palabra, lanza sobre la humanidad del sorprendido maestro un machetazo. Este esquiva la agresión y se arma con la pesada tranca que de noche servía para asegurar la puerta. En la madera se queda enterrado el machete y mientras el agresor trata de liberarlo, el maestro le dice: -¡Cálmese, hombre! Verdad es que le di un coscorrón a su hijo, mas fue porque él estaba abusando de otro compañerito, ya que Ud. mismo sabe que su hijo tiene un genio terrible y mala conducta. Arreglemos esto de manera pacíca... -No. ¡Qué va! Ud. me las paga. Y no le voy a dar plan sino lo... ¡Ahí va!

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Intervienen unos vecinos y sujetan al energúmeno papá, mientras le dicen que se quede quieto y no dé esos espectáculos frente a los niños y a los demás del pueblo. Ante las advertencias enérgicas de ellos, el labriego decide retirarse con su hijo, mientras dice amenazadoramente: -¡Ya verá, maestro Rojas! ¡Mañana lo “descabezo”! Entrada la noche, y en junta de vecinos, el educador comunica: -Esta misma noche me voy del lugar. Me da mucha pena y me siento aigido. ¡Pero yo vine fue a enseñar y no a pelear! Eso no va conmigo. Todos le aconsejan que no lo haga, haciéndole reexiones acerca de las buenas obras que ha realizado y de la necesidad que los lugareños tienen de educar a su descendencia. Sin embargo, desde esa noche, nunca más vieron los lugareños al maestro... Meses más tarde llegó a la localidad una agraciada y joven maestra llamada Trinidad de La Cruz. Y a los seis meses también tomó la determinación de irse. Fue de un momento a otro. Unos decían que un enamorado se la había llevado. Otros, que regresó a su tierra, Colombia o Trujillo, porque su familia así se lo exigió. El caso fue que, de un momento a otro, desapareció. Y de la misma manera se acabó la escuelita. 25


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DOÑA GERTRUDIS BONILLA

Así pues, Bautista regresó a Peribeca donde su tía Gertrudis y a la escuela que ella había fundado, la cual había ampliado mediante su propio esfuerzo y donde la señorita Gertrudis trabajaba de sol a sol y en la que cobraba dos bolívares de pensión mensual. Esa admirable labor duró 42 años en la región, desde 1906. Ya en 1925, al crecer el buen nombre de la escuela, el Ministerio de Educación la elevó a Escuela Pública Nacional, y como maestra titular fue nombrada ocialmente su fundadora la Señorita Gertrudis Bonilla. Por allí pasaron muchísimos jóvenes de la región y se educaron básicamente varias generaciones. También los lugareños acudían en busca de su sabio y prudente consejo, especialmente para indagar acerca de las lluvias y el verano, ya que la señorita Gertrudis era una metódica observadora de las señales meteorológicas y hacía sus cálculos muy bien aproximados con la realidad. Todos los años, por Enero, celebraba la “Paradura del Niño” con una procesión y el encuentro de vecinos a quienes les brindaba deliciosa mantecada y espirituoso vino y en medio de ello reconciliaba a los que tenían diferencias o habían reñido por algún motivo. Los 16 de Julio, esta de la patrona del poblado, la Virgen del Carmen, también la Señorita y maestra Gertrudis 26


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intervenía positiva y constructoramente en su celebración y en las consiguientes estas. Cuando ella desapareció físicamente estas buenas costumbres desaparecieron pues el apogeo se convirtió en apenas una sombra de esas celebraciones del folclor regional. Siempre fue respetuosamente recordada y hubo varios testimonios de su admirable obra en publicaciones y ocasiones contemporáneas y posteriores. Sin embargo, no se ha reconocido su obra en toda la extensión que, obviamente, merece. Algún vecino, sarcástico, apuntaba: “Claro, la Señorita Gertrudis contaba con la admiración y agradecimiento de la comunidad y hasta de los curas; pero como no tenía amigos políticos ni en el gobierno... ¡Qué le van a reconocer su gran tarea!”

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PERIBECA

En ese entonces, Peribeca era una pequeña localidad, de la jurisdicción de Capacho. Era tan pequeña que los habitantes de su casco apenas llegaban a un ciento. Desde luego que en sus alrededores vivían muchas familias igualmente campesinas. Todas tenían numerosos hijos y eran descendientes de españoles e indígenas de la región, pero predominaba la raza blanca. D. Horacio Cárdenas apunta que “viajeros de tierras lejanas como Don Miguel de Santisteban, en 1741, llega allí después de un largo viaje por tierra, a lomo de mula desde Lima, y admira los cultivos y laboriosidad de los pobladores y en el cercano caserío de Peribeca se extraña de encontrar gente rubia y de ojos azules”. La población estaba asentada (hoy también pero más extendida) en un pintoresco y pequeño valle circundado de montañas, que se extiende desde la conuencia de las quebradas La Capacha y La Molina, que corren de Este a Oeste hasta encontrarse con la Quebrada Catarnica en el sitio de Las Adjuntas, de allí uyen hacia el sur para unirse a las corrientes del Río Torbes. Su temperatura de 15 grados en las primeras horas de la mañana llegaba al mediodía hasta los 23 a 25 grados centígrados. Se obtenían ricas cosechas, cultivando el maíz, la caña de azúcar (en un tiempo hubo hasta 17 trapiches en la región que se abastecían con la 28


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producción local, lo que da idea de la cantidad de cañaduzales existentes), el café, las caraotas, el gallinazo, el garbanzo, las lentejas, amén de legumbres, hortalizas y frutas de frondosos árboles de deliciosos productos. Criaban ganado vacuno y porcino así como numerosas gallinas. Parte de estos productos era para el consumo de sus habitantes y el mayor porcentaje constituía la base de su comercio con las poblaciones vecinas. Peribeca está aproximadamente a 980 metros de altura sobre el nivel del mar y se ubica en el paralelo conformado por la latitud 7° 51´ N. y los 72° 16´ O. de longitud. Su suelo tiene un PH ideal, pues junto a su humedad natural une ricas substancias de su subsuelo, lo que lo convierte en un terreno sumamente fértil y productivo. En el citado año de 1913, en el perímetro de su Plaza Bolívar, el Padre Cárdenas construyó una nueva capilla para reemplazar la antigua que ya estaba prácticamente en el suelo. (Inicialmente la capilla fue levantada dentro de la hacienda del Padre Juan Nepomuceno Ramón Cárdenas Pernía, ubicada en el costado Este de la plaza principal donde hoy está ubicada la Posada de La Abuela. Era un pequeño recinto de ambiente místico y hasta familiar. Luego, al crecer la población, y, probablemente, ya deteriorada la edicación por acción del tiempo y de algunos movimientos sísmicos, el Padre Cárdenas estimó procedente cambiar la ubicación de la misma hacia el costado Norte de la plaza para hacerla más grande. Y, tras una fuerte inundación, en enero de 1913, en que la corriente de la quebrada desbordada llevó piedras y arena a la plaza, el 29


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Padre Cárdenas encomendó a una Comisión de Vecinos, encabezada por un afamado constructor de la época, don Rómulo Cárdenas, para que la Iglesia fuera mejor construida y ampliada. Posteriormente, en el año de 1968, en el gobierno del Presidente Raúl Leoni, el Gobierno nacional, emprende la completa reconstrucción y restauración de la capilla para hacerla tan hermosa como actualmente es. Durante los años que dura la obra, la señorita Gertrudis Bonilla se hace la depositaria de los ornamentos sagrados y en su casa el Obispo, una vez al mes, acude desde San Cristóbal, a celebrar la Santa Misa. Los trabajos se concluyeron ya en el período presidencial siguiente, y entonces el Presidente Rafael Caldera inaugura solemnemente la Iglesia, junto con las autoridades eclesiásticas y fuerzas vivas de la región. El discurso de orden es pronunciado por don Juan de la Cruz Rangel y el alborozo es total en la población general). El sacerdote Juan Nepomuceno Cárdenas era hijo del matrimonio de un español criollo 4 llamado Nicolás María Cárdenas, casado con una señorita de La Grita de nombre Juana de Dios Pernía. Dicen las tradiciones que Nicolás María, era descendiente de un militar europeo de nombre Pedro María Cárdenas, quien formaba parte de un grupo de soldados españoles que caminaba rumbo al Oeste, y que al tener quebrantos de 4 “español criollo”, voz para designar a los hijos de los españoles peninsulares que habitaron los países de América, en tiempos de la Conquista y la Colonia. Epocas de gran desigualdad en las que se hacían graves diferencias sociales.

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salud, se escapó del contingente y se radicó en el lugar antes habitado por los indios “Peribecas”. Del matrimonio de Nicolás y Juana de Dios hubo 13 varones y 3 hembras. Todos fueron personas correctas y el más destacado fue el nombrado Padre Juan Ramón Cárdenas, quien tuvo la mayor hacienda de la época y que se constituyó en la persona de mayor inuencia en su comunidad. Junto con D. Emeterio Bonilla, venido del cercano “Hoyo Bonillero” de la población de Zorca, las familias Pacheco, Contreras, Ramírez, Soto, Prato, Ostos, Useche, Andrade, Duarte, Chacón y otros, constituían cimentados troncos de la población peribequera. Debemos recordar lo anotado por el cronista del Distrito Capacho D. César González: “El 15 de junio de 1627, ‘el señor Licenciado Don Fernando Saavedra, señaló resguardos a todos los indios e indias de Capacho’. Así lo dice el señor doctor Don Diego Carrasquilla Maldonado, del Consejo de Su Majestad y Oidor de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada y Visitador General de los Partidos de La Grita y de la Villa de San Cristóbal. En esa fecha ‘salió a caballo de la población de Capacho a hacer visita de ojos5 en las tierras y resguardos de los indios a ella agregados, y ver y reconocer sus deslindes y determinados, acompañado de Rodrigo de Parada, Alcalde Ordinario de la Villa de San Cristóbal, y Alonso de Parada, Encomendero de los indios Peribecas;...” Más adelante dice: “Los aborígenes, ya reducidos a 5

“visita de ojos”, expresión muy gráca para calicar las inspecciones acostumbradas de los funcionarios de entonces.

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los pueblos fundados, continuaron en el goce de sus tierras y resguardos”... Quiere esto decir, en lo que concierne a la región de Peribeca, que ya casi llega a los 400 años de la mención de su existencia y que en lo que se reere a sus pobladores: primero fueron los indios Peribecas y luego los españoles y mestizos, en diferentes fechas, y, siempre, acogiéndose a la sombra bienhechora y tranquila del lugar andino. Y a colación de los habitantes aborígenes, dice el autorizado y respetable historiador D. Guillermo Morón en la Historia de Venezuela, Tomo IV, en el aparte correspondiente a las encomiendas y repartimiento de indios en la zona territorial del Táchira, dispuestas por el Distrito de Santa Fe, ya que en ese entonces pertenecía el Táchira a esa jurisdicción, hasta que en 1777, pasó a ser parte de la Capitanía General de Venezuela: “en el pueblo de Peribeca Alonso Ortiz de Parada cuenta con sólo seis indígenas”. Esto nos da una idea acerca de la población lugareña del entonces. Cabe deducir que, ante el interrogante de quién fue el fundador de Peribeca, no hay una respuesta que pueda comprobarse. ¿Serían los primeros habitantes, los chitareros, los patajemenos o los de la etnia Peribeca? Probablemente. ¿Sería la circunstancia accidental del soldado español herido de nombre Pedro María Cárdenas, ya citado, que se casó con una muchacha de La Grita de nombre Juana de Dios Pernía y de cuya unión hubo 16 hijos, uno de ellos el mencionado sacerdote Juan Ramón Cárdenas? ¿O bien sería que este soldado español era, 32


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realmente, como se cita anteriormente, un descendiente del otro soldado que se apartó del contingente militar de españoles que avanzaba hacia el Oeste y pasó por la región? ¿Será válida la teoría de asociar una supuesta fundación con la de la fecha en que se fundó a Capacho? ¿Simplemente por el hecho de haberse efectuado visitas por parte de encomenderos del Virreinato o de otros dignatarios para realizar censos o inspecciones, cabria asegurar o presumir que la visita podría equivaler a fundación? En medio de estas probabilidades, podríamos concluir que en realidad no hubo un fundador de Peribeca, sólo se encontró la región y gradualmente, al paso del tiempo, se establecieron pequeños fundos agrícolas, se incrementaron los maizales, los cañaduzales, etc. crecieron los trapiches, las recuas o “arreos” fueron más numerosos, el comercio se estableció con las ciudades vecinas, y, especialmente, la comunidad creció alrededor de la iglesia y de su ejercicio moral, social y cristiano, y esto sucede especialmente cuando aparece la obra del Padre Juan Ramón Cárdenas. Entonces es a nales del siglo XIX y comienzos del XX, que el pueblo se organiza y estructura como tal o con más fundamento. Ello constituye el origen o raíz, tras la evolución del tiempo, que hoy presenta la Parroquia “Román Cárdenas”, luego de haber sido la aldea “General Salom” que son los nombres político-territoriales de esta región conocida cariñosamente como Peribeca, y que es parte de la jurisdicción del Municipio de Capacho Nuevo o de Independencia. 33


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También debemos aclarar que siempre ha sido un lugar sano, tranquilo y hospitalario, con una comunidad aunque no muy solidaria y unida, sí poseedora de una gran riqueza humana aquilatada por el tiempo y las circunstancias positivas, entre las que deben destacarse la vecindad, dentro del mismo valle, de la rica Hacienda Peribeca de las Familias Díaz Cárdenas y Díaz González, provenientes de su raíz ancestral genealógica representada por Don Mateo González del Real, miembro de una linajuda familia de Pamplona, y la incorporación a la comunidad de familias distinguidas como los Angarita, Quiroz, Duarte, Soto, Depablos, Vásquez, y muchísimas más de reconocida trayectoria y acción, que se fueron vinculando con personas originarias de Peribeca. Ello constituye el factor importante para que, actualmente, se considere a Peribeca como uno de los centros turísticos (o potencialmente turísticos) más destacados del Estado Táchira. Y en lo que se reere a su lenta evolución como poblado y a lo resaltante del mismo, consideremos el aparte de un extenso y estupendo Discurso de Orden, en 1965, de D. Carlos Luis González: “¿Qué mejor terapéutica para curar la enfermedad moderna de la angustia y el hastío que el ambiente bucólico del valle de Peribeca, o la visión de retablo de las casitas campesinas recostadas en las faldas intensamente cultivadas?” Y para complementar esta descripción breve del presente escenario, en alas de cierta imaginación, aunque ciñéndonos a las tradiciones indígenas, examinemos, del autor de este mismo libro, la descripción siguiente: 34


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PERIBECA (Precolombina: Antes del encuentro). “Tierra de Dios y María Santísima” (M.D.G.). Entre las quebradas cristalinas, rumorosas, se asienta un valle verde, acogedor, tranquilo. Tiene un escenario periférico de montañas, cañadas y llanuras. Su ambiente es mágico y especialmente impregnado de la rica naturaleza que le abraza llenándolo de color y luces singulares. Desde las montañas que lo circundan van apareciendo, de diversas direcciones, quizá de los cuatro puntos cardinales, habitantes de los alrededores. Vienen con el rostro pintado en una sola cara, con dibujos policromos de representaciones animales y vegetales, gritando vigorosamente cada uno al ver a los demás, los que vienen y aquellos que, ansiosos, esperan: ¡Corre el zorca! ¡Vuela el guásimo! ¡Vence el cúcuta! ¡Gana el capucho! Y el espacio, desde los ángulos hacia el centro, se estremece con la algarabía alegre de quienes van llegando: El venegara, el tororó, el grita, el seboruco, el huría, el keniquea, el aravaco, el chitarero, el motilón, el lache, el guane, el moicopós, el guásimo, el aborotaes, el táriba, el carapo, el toituna, el tononó, el tucapé, el azúa, el táchira, el tote, el cunubeca, el cúcuta, 35


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el zorca, el capucho. Todos van a encontrarse con los peribeca que, ansiosos, los aguardan. El paisaje lleno de colores se multiplica con los cromos de los adornos y vestidos de plumas y hojas de los indígenas; el aire se impregna de voces cantoras que imitan pájaros, eras y animales del monte; los sonidos de las onomatopeyas se remontan como águilas y descienden raudas a hacer coro natural con los osos andinos, las ranas y lo emotivo del ambiente. Entretanto, las mujeres, engalanadas con tocados de vistosas plumas, brazaletes, aretes y collares, bajo arcos de ores de capacho, frutas y jojotos, preparan la comida y las “jícaras”6 de chicha. Un anciano sacerdote, con la mirada dirigida al cielo, sosteniendo un ídolo en la mano derecha, repite, una y otra vez, su invocación. Se inclina, se yergue, ve hacia arriba y agita el ídolo para que suenen las piedrecillas y pequeños huesos que lleva adentro. El anciano agita siete veces el ídolo. Entra en éxtasis. Invoca al Ches. Es su deidad pura que domina el universo, premia y castiga a los hombres. Puede manifestar su designio por medio de sus dioses secundarios. Es Dios-Padre, es Dios-Madre. Todos permanecen estáticos, silenciosos, reverentes. Vuelve el anciano a agitar el ídolo sonoro siete veces y entonces se nota una alegría 6

Recipientes de barro, grandes y muy adornados, confeccionados por la alfarería indígena.

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inusitada. Vuelve el éxtasis. Agita nuevamente el ídolo siete veces más, y la alegría sube de tono... Los músicos, con sus “chirimías”, como el clarinete de registro bajo; con autas fabricadas con hueso de canilla de muerto; con los tambores y maracas, hechas de calabazo, inundan el ambiente con sus tonos y armonías. Comienzan las danzas ejecutadas por hombres y mujeres; primero, separados; luego, alternativamente, asidos de las manos y agarrados por la cintura. Organizan las serpenteantes y círculos alargados. Los sacerdotes recitan sus invocaciones casi incesantemente, y contribuyen con sus voces al canto general: -Ches, ¡ayúdanos! -¡Mándanos siempre el agua! -¡Que las tierras continuamente sean fértiles! -¡Que el maíz alegre todos los días la mesa familiar! -¡Que la rana no deje secar ríos y lagunas! -¡Que las eras pasen de largo y no nos vean! -Ches: ¡Que siempre abundancia y alegría!

haya

paz,

De pronto, peticiones, música, cantos, mascarada y danzas se interrumpen. Es el 37


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momento de beber la chicha y mascar el “hayo”, especie de “chimú”, y escupirlo frecuentemente. Después sigue el banquete y la delirante esta, alrededor de la hoguera que ayuda a iluminar la noche de luna llena, propiciadora luminosa de la esta. Ya un poco ebrios, unos discutían y otros se amaban con visibles muestras de cariño. Y continuaban cantando hasta recibir el amanecer para saludar el sol y reanudar la esta y sus tareas. Y el coro repetía el canto: Peribeca, Peribeca, valle de ensueño y de esta, te mece el río y la pesca, te alienta el maíz orido, tu manantial renacido, “Pimpolla” de mis amores, “Catarnica” de las ores, “Pozo Azul” de “La Molina”, agua pura y cantarina... Peribeca, Peribeca: Valle de la alegría, del indígena, ambrosía, suave or y maduro fruto, manto verde e impoluto, solaz hermoso en la serranía: Peribeca... Peribeca... 38


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Podríamos suponer, entonces, que el valle de Peribeca fue un lugar propicio y de singular encanto, donde se realizaban los encuentros de los primitivos, sencillos y dulces habitantes de esta parte del continente americano. En el ambiente quedó, pues, un hálito o una estela propiciatoria de la esta y del encuentro armónico entre diferentes etnias o familias. Y, quizá, pasando el tiempo, se constituya nuevamente en el sitio de reunión y esparcimiento que el turismo induce en los sitios especiales para el avance y el solaz de los pueblos.

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ESCENARIO PERIBEQUERO7

Este importante y pintoresco valle, donde se asienta Peribeca, ofrece una temperatura de 23 a 26° C. Se extiende desde la conuencia de las quebradas La Capacha y La Molina, que corren de Este a Oeste hasta la unión con la quebrada Catarnica, y posteriormente hacia el Sur, para unirse con el río Torbes. Este hermoso y prometedor paraje, al iniciarse el siglo XX, fue un emporio de riqueza agrícola. Los frutos que más se cultivaron y que produjeron espléndidas cosechas, fueron: El maíz, la caña de azúcar, el café, el plátano, la caraota, el gallinazo junto con otras leguminosas como los garbanzos, las lentejas, así como diversas frutas, como la naranja, la mandarina, la lechosa, etc. En la alimentación cuotidiana los antiguos habitantes de la zona, preferían el maíz y el gallinazo y el plátano. Recogían abundantes cosechas que les prodigaban la tierra fértil que caracteriza este lugar. Cultivaban también la yuca, el ocumo, el apio, el tomate, y parte de ello lo consumían. Criaban ganado vacuno, caballar, porcino y avícola. Estos productos, como ya se dijo, parte eran para la dieta diaria, y la otra, en mayor porcentaje, constituían la base de un buen comercio con las regiones vecinas. 7

Preferimos usar el gentilicio de “peribequero” y no el de “peribequense”, dado el mayor uso de este vocablo por parte de la población en general. (N. del A)

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El café y su gran importancia. El cafeto, arbusto muy apreciado por sus cultivadores tanto por ser una reconfortante bebida, como por representar una magníca perspectiva comercial, lo sembraban en gran escala y con mucho esmero. Generalmente, la recolección del grano del café era efectuada por damas entrenadas para estos delicados menesteres, que eran “adornados” con charlas picantes de sucesos y rumores, chismes hogareños y algunas veces, chistes subidos de color. Estas obreras tenían una jornada de nueve horas y ganaban un salario de Bs. 0,75 unas, y otras de Bs. 1,00. Ya recogido el café lo trasladaban al fundo productor, lo extendían en patios encalados para que se secara, luego lo pasaban a la molienda para separar la pulpa del segundo envoltorio. Allí el proceso terminaba su fase inicial. Finalmente se empacaba cuidadosamente en bultos de 5 arrobas y se llevaba al mercado. Una vez terminada esta tarea, los arrieros organizaban recuas compuestas de 8 a 10 bestias (generalmente mulas) y procedían a trasladar la cosecha al lugar del inicial embarque, la Estación Táchira, con destino a Maracaibo, que era para la época el puerto principal para enrumbar el negocio del café. En Peribeca las recuas (o “arreos”, como se decía en la región) estaban formadas por 8 a 10 mulas, como se dijo anteriormente. Y quienes hacían el transporte eran, entre otros, los señores Casildo Cárdenas, Juan Pablo 41


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Cárdenas, Consolación Bonilla y Eugenio Pacheco. Los arrieros eran muy ecaces aunque se caracterizaban por su manera despiadada, ya que castigaban a los animales para obligarlos a subir por caminos casi intransitables, como eran los de aquella época, y haciendo jornadas de 8 a 10 horas diarias, cargando sobre sus lastimados lomos 10 arrobas de café. Generalmente estos pobres jamelgos eran muy mal alimentados. “Peculiaridades de esos duros tiempos del tradicional bregar”, comentaba algún improvisado crítico. La caña de azúcar. Fue otro de los productos que tuvo especial atención entre los cultivadores, quienes en la localidad lo extendieron a lo largo y ancho de sitios importantes como Las Vegas y parte de las faldas de El Ceibal. Los trapiches, para procesar la caña, que funcionaban alrededor del poblado, eran, entre otras, de las siguientes personas: D. Manuel Díaz González, que lo trabajaba con instalación hidráulica. Y movidos por tracción animal, el del Padre Cárdenas, Enrique Branger, Las Silva, Wenceslao Cárdenas, Salvador Cárdenas y Eugenio Pacheco. Durante el correspondiente proceso estos trapiches empezaban a funcionar de 10 a 11 de la noche. Los obreros hacían un breve descanso a las 2 de la mañana para comer una frugal merienda, luego seguían trabajando hasta las 8 de la mañana, reposaban una hora y reanudaban su tarea hasta las 4 de la tarde, hora en la que nalizaba la labor, para entrar de nuevo a las 10 de la noche. El salario del jornalero trapichero era de 2 a 3 bolívares diarios, según 42


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el ocio asignado, exceptuando el “pailero” que ganaba un poco más. El equipo era de 7 hombres y dos yuntas de bueyes, los cuales se turnaban cada dos horas. La producción de melaza y de panela abastecía las necesidades de la región. El sobrante era para comercializar con las localidades vecinas. El maíz. Este precioso y exquisito grano era cultivado con gran esmero. Constituye un valioso alimento a través de su elaboración en deliciosas arepas, hayacas, pasteles, empanadas, atol, mazamorra, chicha y muchas más que sería largo enumerar y que son un verdadero nutriente para la humanidad y un poderoso factor para la alimentación de animales domésticos, como el cerdo, las aves de corral, el ganado vacuno, mular y otros que viven en compañía del hombre. Además este cereal constituyó una fuente de tipo económico para los campesinos, que se dedicaban con gran diligencia a cultivarlo y convertirlo en materia comercial incorporándolo en los mercados que ya funcionaban en Capacho, Táriba, San Cristóbal y Cúcuta. La Plaza de Peribeca. La describe así el personaje central de este relato: Esta plaza la conocí en los años iniciales de este siglo (Siglo XX). Era un cuadrilátero que llamaban la Plaza de Peribeca; ésta tenía la misma dimensión del parque que allí se construyó posteriormente. La plaza la conocí en pleno estado de abandono, cubierta su supercie de todo tipo de maleza, servía de corral para cochinos, gallinas, vacas, terneros, bestias. 43


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Aledañas habían dos veredas que iban de Norte a Sur, hasta las quebradas de donde se surtía el agua que utilizaban los vecinos para el consumo diario. Generalmente el agua la aprovisionaban de 5 a 6 de la mañana y la depositaban en grandes moyones de barro. En el año de 1913, cuando por disposición del Padre Juan Ramón Cárdenas, se construyó la capilla que fue reemplazada por la actual Iglesia, la plaza empezó a cambiar su aspecto de abandono y fue adquiriendo una presentación agradable a medida que los vecinos nos interesamos por su limpieza. En el año 73 se adornó con un parque que, realmente, no corresponde a la categoría que merece este pequeño, pero digno e importante conglomerado social. Así que hubo un mal dirigido parque, que sirve para la recreación de los niños y el pretendido descanso de los mayores, que consumen desmedidamente bebidas alcohólicas. (Años más tarde se refaccionó la plaza, colocándole una gloriosa estatua de El Libertador y cambiando su nombre a Plaza Bolívar de Peribeca, pero sigue siendo mal usada por personas mayores que la han convertido en sitio de esparcimiento ocioso y alcohólico, lamentablemente.- N. del A.). La Iglesia. En el año de 1912 dirigía, tras varias décadas, los destinos espirituales, sociales y religiosos de Peribeca, el Padre Juan Ramón Cárdenas, quien fue el personaje que por su cultura y jerarquía de sacerdote, ejercía pleno dominio sobre aquella incipiente sociedad. Un domingo, al terminar la celebración de la misa, nos exigió 44


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que no abandonáramos la iglesia porque tenía algo muy importante que tratar con nosotros. En efecto, pocos momentos después se incorporó al grupo de personas que lo esperábamos, tomó una silla y empezando con un saludo muy cordial, con voz grave y reposada, que denotaba cansancio, se dirigió al grupo, más o menos en estos términos: “Siento que los años se apoderan de mí y me preocupan las difíciles condiciones de salud que cada día empeoran mi actividad en el trabajo que debo realizar. Molesto la atención de ustedes para comunicarles que he pensado construir una capilla de mayor espacio que ésta, ya que está muy vieja y deteriorada. Así que he pensado pedirles a ustedes su colaboración para transportar parte de la arena y la piedra, que las lluvias del año pasado dejaron en abundancia, con las crecidas, en las playas de la quebrada aledaña.” A una viva voz todos los presentes ofrecimos que ya mismo empezaríamos, con la mayor voluntad y cariño, y enseguida iniciaríamos el acarreo de estos materiales. Igualmente nos informó que había designado a Don Rómulo Cárdenas para que ejerciera la ejecución y dirección de tan delicada obra, que había decidido construir, para dejarnos un recuerdo antes de su despedida eterna, que la presentía muy cerca, y que conáramos que dicho señor Cárdenas, con su esmerada capacidad y pleno conocimiento, llevaría la obra a feliz término. Con esa breve y triste despedida, regresó a su mansión. Poco tiempo después el reverendo sacerdote falleció, sin haber visto la proyectada y nueva capilla. 45


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Educación y cultura en la naciente formación humana. Estos dos aspectos, que indican el estado social y cultural de un conglomerado humano con incipiente condición de desarrollo, se testimonian de la siguiente manera: A comienzos del Siglo XX, Peribeca sentía un vivo deseo de mejorar su estado de atraso y en atención a esta sentida necesidad, aceptó con especial interés que una señorita de nombre Margarita Barreto, proveniente de San Cristóbal, fundara una escuela en una casa vieja que cedió doña Julia Cárdenas, a setenta metros, más o menos, al Oeste de la Plaza Principal. La señorita Margarita visitó los hogares, para ofrecer sus servicios como maestra y convocó a los representantes para una reunión al día siguiente con objeto de tratar asuntos relacionados con la iniciación de su labor. Efectivamente hubo la reunión y transcurrió de la siguiente forma: Doña Margarita hizo su presentación personal y consignó sus aspiraciones de ser útil a la comunidad, especialmente en el aspecto educativo. Para este n propuso fundar una escuela para la enseñanza primaria mediante su esfuerzo y la decidida colaboración de los habitantes del caserío. La colectividad, especialmente las damas presentes, aceptó el proyecto de la señorita Barreto, quien expuso el plan que pensaba realizar. Las clases serían de Lunes a Sábado y el horario, de 8 a 11 a.m. y de 2 a 4 p.m. El sábado se destinó para actividades propias de los alumnos y para la instrucción del Catecismo. 46


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Las mensualidades a pagar por cada alumno serían de Bs. 3, cancelados el día último de cada mes. El material escolar era un libro de Mantilla, una pizarra con su gis, y un taburete o silla. Un año largo funcionó la escuelita, hasta que se produjo un desagradable incidente entre la maestra y una dama, madre de un alumno, por faltas cometidas por éste y que la maestra trató de corregir. La madre se puso al lado de su hijo y desautorizó públicamente a la maestra. Al día siguiente ésta se despidió de los alumnos y, tristemente, se marchó a su casa. Este desenlace causó malestar en la comunidad que estaba satisfecha con la labor educativa de la maestra Margarita Barreto. Nueva y denitiva escuela. En 1906, la señorita Gertrudis Bonilla, distinguida joven dama del caserío, inició la creación de una escuela privada con un reducido grupo de alumnos. La señorita Gertrudis siente la necesidad de crear un centro de educación básica ya que la niñez del caserío crece sin recibir una orientación docente, y, con esa meta, funda una escuela que empieza con un reducido número de alumnos, sin otro recurso que su decidida voluntad de enseñar valores y fundamentos humanos. La escuelita empieza a funcionar con cuatro alumnos y fue creciendo a medida que los resultados llenaban de satisfacción a la comunidad, hasta llegar la inscripción a 40 alumnos. Se estipuló una pensión mensual de 3 bolívares y la instrucción llegaba hasta un equivalente de tercer grado. 47


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En el año de 1925 la fama de la escuela creció de tal manera que el Ministerio de Educación la elevó a Escuela Pública nacional y, naturalmente, como maestra fue nombrada la señorita Gertrudis Bonilla; cargo que desempeñó hasta 1948, año en que fue jubilada, habiendo cumplido 42 años al servicio del magisterio.

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BAUTISTA Y SU ENTORNO

Sumando todas las anteriores consideraciones, ubiquemos al actor principal de la presente historia, en el dicho comienzo del siglo pasado, en la tranquila localidad tachirense, y con las incomodidades propias de las circunstancias y con los sueños característicos de su espíritu crítico, combativo y poco adaptado a las condiciones por las que atravesaba el colectivo, que no concordaban, ni un poquito, con sus pensamientos acerca de la dignidad del hombre y de sus legítimas aspiraciones como criatura de Dios y como habitante de un país libertado por el gran Genio de América, Don Simón Bolívar. Bautista sigue investigando en su tiempo libre. Cumple con sus deberes y obligaciones como buen hijo de familia y colabora decididamente con el laborioso quehacer de su Padre, Don Bernardino, que, en efecto, ejercía como hombre de conanza del sacerdote. Era como un administrador de la hacienda y transmitía y hacía cumplir elmente las órdenes y disposiciones del Padre Cárdenas. Él le decía a Bautista que siempre viviría muy agradecido con el buen Cura, especialmente porque cuando una joven colombiana, embarazada y expulsada del seno de su familia, llegó agarrada de la cola de un caballo, parte de la recua de un “argonero”, que venía de la frontera, y fue precisamente el Padre Cárdenas quien le dio asilo y apoyo, incorporándola a su servidumbre y custodia. 49


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Era una quinceañera de distinguida familia, con estudios generales y adornada de conocimientos musicales que la hacían una buena pianista e intérprete de los clásicos, y se trataba, nada más y nada menos, que de su querida y sufrida madre Juana. Ella dio a luz su criatura y a los ocho meses falleció dejando huérfano a su hijo. Así que él se había levantado bajo la tutela del sacerdote y se había casado con una señorita hacendosa y preparada, de nombre Rebeca Bonilla, propuesta por el mismo Párroco. De ese matrimonio hubo 8 hijos y el primogénito era Bautista. La disciplina y las buenas costumbres eran características de las familias de ese entonces. Privaba la opinión del padre sobre todo lo demás, y la madre era la responsable de los hijos en ausencia de su marido. La ascendencia del pensamiento religioso y costumbrista inuía y determinaba considerablemente en el comportamiento de todos los habitantes. Desde luego, había tendencias derechistas y de izquierda y hasta de otras ideologías que llegaban a través de los medios de comunicación y de todas las noticias que alcanzaban la opinión general, procedentes de diversas y variadas fuentes de origen o interpretación. A ello se sumaban otros factores, como el aislamiento del Táchira con el resto del país por lo precario de las vías de comunicación, que sólo eran, en el siglo XIX y comenzando el XX, caminos y trochas que en invierno se tornaban intransitables. Para ir al centro de la nación, preferiblemente se elegía la ruta por territorio colombiano por la facilidad de acceso y, por lo tanto, era más fácil ir a Bogotá 50


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que hacerlo a Caracas. Esta situación unida a las transacciones comerciales e intercambio de productos (de Venezuela a Colombia, especialmente café para embarcarlo hacia los mercados europeos y de allá ganado y productos importados) mantuvieron la unión entre el Táchira y Colombia, a pesar de haberse disuelto ya la Gran Colombia. Naturalmente que esto inuye en los movimientos de emigración e inmigración. Dice el poeta y crítico venezolano, profesor Elí Caicedo, en su obra publicada en 1992, impresa por “Editorial Toituna”, bajo los auspicios de la Asociación de Escritores del Estado Táchira: “...Encontramos que los primeros maestros de escuela en el Táchira son colombianos, los primeros periodistas en el Táchira son colombianos, ...la gran mayoría de las primeras poesías publicadas en el Táchira son de poetas colombianos.” “Igualmente encontramos a intelectuales de la talla del escritor “J. M. Vargas Vila” (de tendencia izquierdista) que según José Abel Montilla: ‘Fue maestro de escuela primaria en Capacho’.” También a “Don Ramón Velásquez (natural de Santander), padre del hoy intelectual e historiador” y ex Presidente de la República “Ramón J. Velásquez, que ejerció la docencia en varias ciudades del Táchira”. “En n, la presencia del educador colombiano en el Táchira es innumerable, abrumadora y admirable.”... “Si revisamos la historia de nuestro periodismo encontramos la presencia gigante del intelectual colombiano ejerciendo la labor periodística y forjando, cual fragua de Vulcano, la futura intelectualidad del tachirense. Casi 51


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podríamos decir que detrás de cada periódico, de nales del siglo XIX y principios del siglo XX” (escenario de la época que estamos tratando), “hay un colombiano, bien como fundador, bien como tipógrafo, bien como corrector, bien como redactor, bien como colaborador o bien como animador. Para ilustrar nuestra aseveración basta nombrar sólo unos cuantos: El 6 de septiembre de 1845 nace el primer periódico del Táchira, “El Eco del Torbes”, acontecimiento que marca el punto de partida de la cultura tachirense de todos los tiempos, como dice el profesor e intelectual andino Don Pedro Pablo Paredes. El autor y fundador de ese periódico no es otro que un colombiano, Domingo Guzmán Escandón, el fundador del periodismo en el Táchira. En ese mismo año circula “El Griteño Oprimido”, editado en la imprenta del colombiano Guzmán Escandón. En esa misma imprenta se editan todos los periódicos que circularon hasta 1859, cuando se trae la segunda imprenta al Táchira, según el historiador Don Rafael María Rosales. En el año de 1891 circula “El Eco Andino”, dirigido por el escritor liberal colombiano José María Vargas Vila. En ese mismo año circula “El Contador”, cuyo redactor es el maestro colombiano Dr. Teodosio V. Sánchez. En el año 1897, el mismo maestro Dr. Teodosio V. Sánchez es redactor de “El Anunciador”, periódico dedicado a lo social, lo económico y la Literatura. En 1908, el periodista colombiano Pedro J. Sánchez Cabrales, padre del escritor y periodista tachirense Monseñor Carlos Sánchez Espejo, funda en Rubio “El Aldeano”, semanario político, noticioso, comercial, literario 52


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y de variedades. En 1910, el colombiano Don Ramón Velásquez funda en la ciudad de Rubio la revista quincenal “El Centauro”. “En 1912, el magníco tipógrafo y periodista colombiano Manuel A. Cote, funda en la ciudad de Rubio “El Andino”.” “El primer bardo neogranadino que hemos de hacer resaltar con permanencia en el Táchira, es el renombrado poeta, liberal y anticlerical, José María Vargas Vila, el poeta que se convirtió en un líder de la juventud liberal del Táchira, por su pluma cargada de virulencia.”... “Vargas Vila vivió en San Cristóbal admirado y rodeado de amigos.”... “Vivió integrado a la sociedad intelectual de la época, muestra de ello es su designación como orador de orden en un acto celebrado en el Teatro Garbiras, la noche del 20 de julio de 1888 con motivo del Centenario de Páez.”... Con frases desgarradoras y palabras cargadas de dolor, “en medio de su peregrinación obligada”, en un aparte de su discurso, dijo: “¡Quién me diera tener el acento de Jeremías para llorar con él; apostrofar como Ezequiel; gemir como David, y tener la inspiración sombríamente grande de Palestina, para poder entonar un miserere lúgubre cuyas notas cayeran una a una, como lágrimas del patriotismo, sobre el catafalco de la libertad de Colombia!” Cita que el historiador venezolano Rafael María Rosales, transcribe en su interesante libro “Estampas de la Villa”, y en el que también anota su opinión acerca del político neogranadino en tierras tachirenses: “Dejaba discurrir la tremenda ponzoña de su pluma y las novedosas ligranas de su personal estilo, para 53


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decir verdades o burilar metáforas expuestas con una puntuación que muchos quisieron imitar en una época donde el temor al ‘qué dirán’ era cobarde o hipócrita comodidad de la gazmoñería”. Un norteamericano, de origen mejicano, de la Universidad de Stanford, D. Arturo Guillermo Muñoz, comenta que: “el mayor número de extranjeros que se estableció en el Táchira fue colombiano. Muchos eran de la región fronteriza de Santander. Su ingreso a la sociedad tachirense fue facilitado por los incontables matrimonios entre tachirenses y santandereanos. El viajero colombiano Isidoro Laverde Amaya, se impresionó con las similitudes culturales entre el Táchira y Santander y expresaba: “...los tachirenses son muy parecidos a los santandereanos...” Y reriéndose e la capital fronteriza colombiana dice: “...todo el mundo sabe que en Cúcuta las costumbres y la forma de comportamiento de los maracaiberos y de los tachirenses predomina de tal grado que la ciudad parece más venezolana que colombiana.” Más adelante apunta: “El mismo Capacho que era centro de elaboración de quesos y mantequilla, también obtuvo reputación por su cerámica y alfarería. En la escuela para niñas de Capacho, además de las materias académicas requeridas, se enseñaba el ‘tejido de sombreros al estilo colombiano’.” “Los tachirenses mismos consideran su región como una tierra de oportunidades donde cada hombre podía mejorar su suerte, mediante el trabajo constante. Por lo tanto, los pillos u holgazanes no eran tolerados.” 54


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“Los productores de café, los comerciantes y los letrados encabezaron siempre los esfuerzos para poner n al aislamiento de la región, y mantuvieron lazos comerciales y culturales cada vez más fuertes con el mundo exterior. Como hemos visto, esta élite no controlaba la autoridad en el Táchira y tampoco monopolizaba los recursos regionales. El predominio de la pequeña propiedad, la necesidad de mano de obra, el sentido de igualdad y la universal posesión de armas de fuego por parte de todas las clases sociales tendían a debilitar el poder de la clase pudiente y culta.” Mas no sólo hubo inuencia en el pensamiento del tachirense por parte de los inmigrantes colombianos, también hubo la procedente del Zulia, de Mérida y Trujillo, y de los llanos de Barinas, y en algún porcentaje, aunque más en materia mercantil, de Alemania e Italia, no menos interesantes e importantes en la inuencia del conocimiento, la agricultura, las tendencias y el obrar. Y para mejorar el marco de la época, completemos la idea con una acertada conclusión del erudito estudioso jurista, escritor, historiador y diplomático sancristobalense D. José Abel Montilla: “Había allí” (en el Táchira) “una concentración de variadas corrientes: de Colombia, disciplinas de estudio, cultura, literatura, compostura social; de Maracaibo, ánimo comercial; del Llano apureño, ganancia fácil, imprevisión, inquietud, alegría; de Mérida y Trujillo, doctores y sacerdotes formados en los Seminarios tridentinos y en la Universidad y generales y políticos mal avenidos con regímenes localistas.” 55


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Este era, pues, el escenario donde se desenvolvía nuestro personaje nacido en Peribeca y mecido por el rigor y la rmeza de la cordillera andina, aunque en medio de la indenición de pensamiento de la época y de los vaivenes causados por diversos motivos y circunstancias que la historia cuenta en su mayor parte y que otros recuerdan por haberla vivido y escuchado de sus ancestros.

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EL JOVEN BAUTISTA Y SUS PROYECCIONES

Bautista era un asiduo lector y estaba enterado del pensamiento y las actuaciones de su entorno. Desde luego, daba gran importancia a aquellos escritos que defendían los principios de independencia y de libertad porque encajaban perfectamente en sus planteamientos y criterio, en una época en la que campeaba la represión y la exagerada costumbre de vivir de acuerdo con tradiciones gastadas y hasta enfermizas. Se trataba de un joven observador y perspicaz que, persistiendo en su empeño, hasta en las noches, a la luz de una vela, leía y leía. Esto lo convertía en una persona un tanto diferente, pues se salía del típico habitante de las breñas andinas, que obraba de acuerdo a cierta acomodación de las circunstancias de la época, aunque también realizaba sus labores de agricultor y de persona de bien. Más tarde, para completar sus estudios, iba a pie recorriendo seis largos kilómetros, desde Peribeca hasta Capacho, por lomas y malos caminos, con una voluntad inquebrantable y con un sacricio que le estimulaba a realizar su propósito de formarse de mejor manera. Al principio, sus condiscípulos le miraban de reojo y hasta se atrevían a calicarlo un tanto despectivamente por ser de una aldea; sin embargo, al tratarlo y reconocerlo como un 57


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joven inteligente y aplicado que les ayudaba en sus deberes y en sus naturales incógnitas de estudiantes, especialmente en matemáticas, más bien se convirtieron en buenos compañeros. En Capacho tuvo inmejorables amigos y entre sus maestros, recordaba siempre al literato Vargas Vila, quien ejerció allí como docente. Años más tarde, entre su ir y venir, tras estudiar, leer y trabajar, con el natural incentivo de su personalidad de ser inquieto y preocupado por la idiosincrasia del habitante de su pueblo, continuaba en sus propósitos y actividades que, si bien algunas autoridades calicaban de “clandestinas”, realmente eran producto de su capacidad e interés por tratar de contribuir al lógico cambio de las cosas que afectaban el bienestar del individuo por un ambiente edicante que dignicara la comunidad sin apelar al compadrazgo ni a las zancadillas o tretas que se acostumbraban para gobernar y administrar los bienes del país y en la práctica de la justicia, que muchas veces se regía más por la voluntad de los funcionarios que por la aplicación de las leyes y el sentido del equilibrio humano. Ya se había acostumbrado a que, de cuando en cuando, lo buscaran patrullas de “la sagrada” para requerirle su servicio al gobierno. Naturalmente que esto le preocupaba, y en una de las reuniones nocturnas que se efectuaban en diversos sitios de las montañas vecinas, que cada vez eran más arriesgadas, pero a la vez, según sus asistentes comentaban, más interesantes y provechosas, planteaba su preocupación: 58


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-Estos esbirros, pretenden que yo sirva a la fuerza y quieren convertirme en un borrego más. Lo peor, es que con ellos no se puede razonar ni entrar en la menor consideración; pareciera que no leen las publicaciones o, bien, es que se hacen los “pendejos”. -¿Por qué te preocupa tanto esa situación, si ya la tienes dominada? – comentó Ramón Guerrero. -Es que me indigna que tengamos que ser tan ignorantes y que soportemos el mismo régimen de dictadura que tanto sacricio costó a los patriotas conseguir remediar, y que, pareciera, que perteneciera ya al olvido. Fíjense lo que el compañero Pío Gil expone al respecto: Leamos: “El recluta se derrite bajo el sol de las llanuras, se emparama en las nieves de los nevados, se fatiga en las cuestas pendientes, se ahoga en los ríos crecidos, combate sin saber por qué, mata sin odio, se sacrica sin recompensa, muere sin gloria...” Esta es la enseñanza y la experiencia de tantas guerras civiles que nos han circundado por el apetito desmedido de unos pocos que llevan a las masas ignorantes a matarse y perseguirse entre sí. -Sí señor –aseveró el Boticario del pueblo vecino-. Por aquí en la falquitrera tengo un recorte del compañero Pedro 59


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María Morantes, de uno de sus libros, “El Cabito”. Atiendan compañeros, que este artículo es toda una lección. Y con voz pausada y grave, leyó: “En nombre de la superstición religiosa se apedreaba antiguamente a las brujas; la moderna religión del Dólar tiene también sus supersticiones y en nombre de una de ellas, la guiña, se apedrea a los infortunados. La mala suerte es un estigma infamante para el moderno culto del éxito, ser vencido es una inmoralidad imperdonable en la moderna ética del lucro. Y dicen los rechonchos Apóstoles del Becerro de Oro: Hay que apartarse de los caídos, es necesario huir de los vencidos, debe evitarse a los perseguidos. No des agua a los sedientos, ni de comer a los hambrientos, ni consueles a los que lloran. Todos ellos son unos viles porque son unos derrotados en la lucha de la vida. Si no puedes apedrearlos para eliminarlos, huye de ellos para que no te contaminen. Ellos no merecen vivir, porque la vida es premio que se reserva a los más aptos y a los más fuertes. Ellos, los pobres-hombres, no deben quitarle en la tierra espacio a los súper-hombres. Ellos no deben entrar en la gran esta del mundo, donde se divierten los avispados, los millonarios acaparadores, los caudillos asesinos, los ministros concusionarios, 60


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los tesoreros desfalcadores, los generales que se venden al enemigo, y los traidores que delatan a sus compañeros. Para estos, tened aplausos, tened genuexiones, tened aclamaciones, para aquellos otros tened vilipendio, tened burlas aceradas, tened aislamiento implacable...” (¡ ! ¡ !) Reinó un silencio expectante y hasta la llama de la vela que ya iba por la mitad, aun sin corrientes de aire, vacilaba y trataba de apagarse. Pasados unos minutos, el que fungía de sociólogo del grupo, comentó: -Bien expresa Pío Gil en su crítica social, en boca de uno de los personajes terribles de su libro: “Ser rico o ser pobre es tener dos naturalezas opuestas; el hombre en sí no es nada, su valor se lo dan sus bienes de fortuna”. Y debemos trabajar para obtener el cambio de estos conceptos por los de igualdad y respeto de los derechos humanos. Por eso es que nos reunimos, para formar cimientos de una ideología propia y acorde con nuestro país y las necesidades y aspiraciones de sus habitantes. ¿Quién más nos quiere nutrir con sus conocimientos para popularizar con razonables fundamentos nuestro gran movimiento? 61


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Y el más viejo, con más experiencia, que era agricultor y que curiosamente, a la vez, hacía de abogado, dijo: -Consideremos, junto con nuestra manera de pensar en cuanto a derechos y obligaciones del Estado, y la posición del mismo frente a la realidad nacional, los claros razonamientos del gran compañero Morantes, cuando hace su sabia crítica de la situación, en “Cuatro Años de mi Cartera”: “...¡En Venezuela las palabras no son signos de ideas sino sonidos vacíos, que no signican nada...!” “...Pero, ¿qué quiere decir Regeneración? ¿Qué se regeneró? ¿Qué quiere decir Federación? ¿Serán Estados federados esos que consultan al gobierno central hasta para el nombramiento de sus alguaciles? ¿Gran Partido Liberal? ¿Será gran partido la oligarquía amarilla, y será liberal el partido que impide la discusión de sus actos y repleta las prisiones con sus adversarios políticos? ¿Revolución Reivindicadora? ¿Se reivindicó algo? ¿Revolución Legalista? ¿Triunfó la Ley entonces? Entre las cosas y las palabras, como entre los títulos y las personas, hay a veces una completa desrelación. A veces una descarada contradicción. A las cosas y a los hombres se les ponen adjetivos y sobrenombres que les quedan tan bien como una lanza a Cristo, y así se 62


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llama Revolución Libertadora a la que de antemano había comprometido la independencia nacional...”. ¡Lo único que nos falta es que nos pongan las palabras de los tiranos de turno como si fueran las de las ideas de nuestros libertadores! ¡Y es que las leyes se hacen pero no se cumplen! ¿Cuándo, realmente será el pueblo el que reciba los benecios de un buen gobierno?... ¿Cuándo será que el pueblo, comprendiendo sus deberes, se una y exija su dignidad y sus derechos? -¡Cuidado! –advirtió el que hacía de centinela y coordinador- Se escuchan pisadas de caballería. ¡Deben ser los matones de la ronda de la “sagrada”! ¡Apaguen las velas! ¡Silencio! Y vayámonos pronto de aquí. Mañana en la noche dejamos razón donde “mano” Felipe. La contraseña: “Por favor, compadre, enséñenme el camino donde no hay serpientes”. Bautista se fue emocionado. Consternado por la situación descrita. Lleno de esperanza porque había una organización en pro de un país más acorde con la civilización y el progreso.

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RECUERDOS

Llegando a su casa su pensamiento se dirigió a algo que veía y oía y que le recordó un episodio de su niñez: “Estaba terminando el siglo XIX”. Julito, tenía apenas cuatro añitos (algunos exclamaban que no podía ser, que ¿cómo se iba a acordar a esa edad? Pero, en realidad así fue porque luego las personas mayores raticaron el suceso)... La madre, muy cariñosa pero muy rígida, contribuía a la economía del hogar –como era la costumbre general- y vendía a los vecinos o intercambiaba los productos de su tierra, de su gallinero y los de su propia manufactura..., en otras ocasiones enviaba a sus hijos con los productos a lugares cercanos...” Alguna vez que había elaborado unas “arepitas” de jojoto de maíz tierno, siguiendo una tradicional y “deliciosa receta”, envió al niño donde una vecina llamada “Doña Julia”, con 20 arepitas en una bandeja cubierta con un paño blanco y limpio, para que ella, a su vez, le entregara, a cambio, tres docenas de huevos. Y Julito contaba: “Por el camino, agarré una de las arepitas y, envuelta en una hoja de plátano, la puse al pie de un árbol cercano. Continué mi camino, entregando las arepitas y recibiendo los respectivos huevos ... Pasados unos minutos, luego de mi regreso a casa, doña Julia llegó a informar que sólo había 19 arepitas y que faltaba una. En seguida, mamá me llamó para reprenderme y, sin dejarme decir nada, me aplicó tremendo castigo con unas ramas secas mordiéndome las costillas.” 64


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Doña Julia se indignó y dijo: -“Comadre: ¿Cómo es que castigas a tu pequeño, sin más ni más? A lo mejor te equivocaste, o al niño se le cayó accidentalmente la arepita faltante... ¡Mira, cómo le has puesto los lomos a tu hijo! Realmente, ¡eso es injusto! Ven acá, muchacho, vamos a curarte. Y a ti, Encarnación, voy a enviarte otra docena de huevos para que así quedes contenta y no maltrates tu descendencia.” Mamá no sabía qué hacer; yo, tampoco. Pero al n me fui con doña Julia para que me curara. Tras sus tiernos cuidados, ella me preguntó: -“Julito”, ¿qué pasó con la arepita? Y yo le conté que la había dejado envuelta al pie de un árbol cercano, para luego comérmela y así probar a qué sabía, pues mamá nunca nos daba de ese “manjar”. Doña Julia se rió mucho. Y para consolarme, me dio tres arepitas con una taza de “aguadepanela”. Al terminar la merienda, y ya de regreso a mi casa, muy seria, me recomendó que devolviera a mi madre la arepita que había faltado. -¡Qué vaina! -autocomentó Bautista-. Y estas cosas, ¡continúan pasando! 65


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REALIDAD Y ASPIRACIONES

En la vida del lugar se siente la tranquilidad relativa de la provincia, aunque alterada por el temor que las autoridades del momento sembraban en el ánimo de sus pobladores. No es el razonar, ni los postulados, ni los programas, sino una mezcla de promesas en base a las críticas de los regímenes anteriores y un sistema de represión para llenar de miedo a la población seguramente con el n de no permitir al individuo ascender hacia un plano en el que pudiera convertirse en aspirante a una condición que pudiera colocarlo en contra del pensamiento, muchas veces caprichoso y arbitrario, del gobernante de turno. Sin embargo, muchas personas aspiraban a superarse y sabían que el estudio y el mayor conocimiento abrirían las puertas a sus legítimas aspiraciones. Y, precisamente, nuestro joven peribequero, ya con 18 años de edad, estaba en esa posición. Comentando con un amigo se desarrolló el siguiente diálogo: -Bautista, yo se que eres una persona de legítimas ambiciones y que cifras tus esperanzas de adelanto en el conocimiento; sabemos que eres persona de estudio y que te la pasas leyendo y pregonando lo que aprendes con quienes quieren escucharte. Sin embargo, en la provincia no hay muchos medios para estudios superiores. 66


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Estos se consiguen en Caracas o en Colombia o en otro país... -Sí, muy bien; pero ¿qué puedo hacer yo si realmente carecemos de los medios económicos sucientes para realizar esas aspiraciones? Hasta donde los medios al alcance en la región me han permitido realizar, lo he logrado con el apoyo de mis padres y de mi tía, así como con el buen consejo de personas como Ud. que desean que uno eche para adelante. -Por supuesto, mi querido amigo. Sin embargo, Ud. debe recordar que muchas personas lo han logrado, precisamente, pidiendo ayuda a quienes están en el poder o en posición de constituirse en mecenas... -No, D. Lorenzo; yo no voy a pedirle a nadie. Los mecenas ya no existen y quienes están en el gobierno, ¡qué se van a jar en un joven de provincia! No, yo no puedo vivir de ilusiones... Debo obrar de acuerdo a la realidad, por cruda y dolorosa que sea. -Bueno, Bautista, no te voy a quitar la razón de lo que expones con tanta vehemencia. Pero, acuérdate que esta parte del cantón tiene un hombre que sí ayuda y que tiene la posición para hacerlo, aparte de que se trata de un ser de buenos sentimientos y de buen obrar. Te hablo de D. Román Cárdenas 67


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que nació aquí en El Ceibal y que estructuró técnicamente la Hacienda Pública del país, aparte de otras obras que realizó y que tú conoces, como esas grandes construcciones en Capacho. Estoy seguro, de que si le escribes, él te va a contestar positivamente. Es más, me comprometo a hacerle llegar en mi próximo viaje a la capital la petición y la epístola que te estoy insinuando. Déjate de orgullos y vanidades y compórtate con la realidad de las cosas, pues sabemos que tú eres un joven razonable y experimentado. -Le agradezco sus consejos y sus críticas, porque sé que me habla de corazón y con la mejor intención. Y voy a hacerlo. ¿Cuándo viaja Ud. a la capital? -En ocho días tenemos lista la recua con la nueva mula madrina, y los arrieros ya van a estar de vuelta de su descanso. Ud. sabe que estas travesías por montes y valles nos llevan unos tres meses para llegar a Caracas. Y lo felicito, porque cuando el que aconseja es el buen espíritu y no el orgullo, las cosas salen bien. Espero por la carta. Ya verá que tendrá una buena respuesta. En efecto, a los dos días ya estaba la carta en poder de D. Lorenzo, el dueño del único 68


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transporte terrestre viable que existía por ese entonces. Pero pasó el tiempo y después de dos años no hubo contestación alguna. Bautista comenta con su papá lo sucedido. Y anota la extrañeza que le ha causado que D. Román Cárdenas, siendo hijo de la zona y amigo de la casa, no le haya resuelto nada. -Papá, ¿no le parece bastante insólito el “insuceso”? Naturalmente, debemos tener en cuenta que los paisanos al estar en una posición elevada se olvidan de los humildes... -No, hijo. No es eso. Y sé porqué se lo digo. -Respeto mucho su opinión, papá; pero me quedan muchas dudas. Y es curioso que Ud. diga con tanta rmeza que no se trata del comportamiento que yo supongo. Papá, hábleme con franqueza, como siempre lo ha hecho. -Hijo, no lo tomes a mal. Ud. sabe que nosotros somos gente humilde; que no tenemos mayores fortunas; que aquí en la provincia somos alguien; pero en la gran ciudad apenas somos unos desconocidos... Por eso, cuando llegó la respuesta de D. Román Cárdenas, en la que hacía una invitación a que fuera a Caracas para que allí encontraras nuevos rumbos, yo experimenté temor de que le pasara algo a Ud. y 69


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que, de pronto, tuviera un fracaso o humillaciones, y yo conozco mejor su carácter que nadie. -Entonces D. Román me invitó... -Sí; pero no le dimos curso a eso; la culpa no es de él, sino, realmente mía. Y lo he hecho con la mejor intención por el gran cariño que le tengo. Bautista no comentó nada. Sentía un gran vacío dentro de sí. A la vez sabía que su papá lo quería y que siempre le había dado su apoyo. Pero, no terminaba de entender lo sucedido. Era mejor permanecer callado, y después tomar una determinación.

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EN TÁRIBA Proyectos Y Realizaciones

Táriba! Naturalmente. Era el pueblo vecino más atrayente para Bautista. Allí se congregaba mucha gente, no sólo por las cuestiones religiosas motivadas por el Santuario de la Virgen de La Consolación y el correspondiente fervor de las gentes, sino también porque era un buen centro de comercio. Tenía dos plazas principales, buen mercado, celebración de magnícas Ferias y Fiestas, tres consulados, buenos centros educativos, culturales y sociales, y, especialmente, gran calor humano. Con seguridad que habrían oportunidades para aprovechar y realizar proyectos. Tras despedirse y no aceptar ayuda económica alguna, llegó al marco de la plaza principal y al ver un letrero en una alpargatería, se apresuró a solicitar el empleo de ayudante que solicitaban. El dueño era un zapatero colombiano, tenía numerosos trabajadores y les trataba bien. Daba la habitación, la comida y una remuneración en efectivo proporcional a la labor realizada. Era una persona muy exigente y autoritaria en el trabajo, aunque en las horas libres conversaba animadamente y hacía gala de su buen humor. Bautista empezó aprendiendo el ocio y a los quince días se dedicó exclusivamente a hacer capelladas, es decir la parte superior del calzado o de las alpargatas. Ahora asistía con más 71


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frecuencia a las reuniones de su grupo, pues se realizaban en determinadas y alternadas casas de la población. Tenía tiempo para leer e investigar. Pero, no se sentía, realmente, a gusto. No era su aspiración quedarse sólo como artesano. Presentía que existía un destino diferente para él. En su pueblo natal ya le sacaba notas al cuatro y a la guitarra. Le gustaba la música, y se consiguió una auta y un amigo que le enseñara. Poco a poco fue aprendiendo. Tanto que de pronto lo llamaron para ocupar un puesto como músico de la banda municipal, ya que quien lo enseñaba formaba parte de la institución. La cuestión era que a quien debía reemplazar era al que interpretaba el clarinete... Y cuando le hizo la consideración al amigo, éste le contestó que tratara de hacer el deber y que como tocaba la auta pues, progresivamente, tocaría el clarinete. A Bautista no le gustó mucho la cuestión, pero, ¡había que empezar! En la segunda oportunidad de su participación en la retreta pública, el Director de la Banda, que era un músico experimentado, se dio cuenta que el clarinete no sonaba y al averiguar el motivo, desistió del nuevo integrante con agradecimientos por la sinceridad de los motivos expuestos por el aspirante de marras. ¡Debía buscar otra senda de cambio! ¿Y cómo hacerlo? Bautista ya sabía que los sueños pueden convertirse en deseos y que al ordenarlos mentalmente y luego analizarlos con lápiz y papel, pueden tornarse en realidades. Y esto fue lo que hizo. 72


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En la madrugada, cuando el silencio nocturno era interrumpido por el canto del gallo del vecino o bien se escuchaba la algarabía de los preparativos de la recua de mulas próxima a salir, y se despertaba, lejos de hacer esfuerzos por conciliar de nuevo el sueño, aprovechaba la vigilia y reexionaba acerca de sus experiencias y propósitos. Y, gradualmente, fue descubriendo que su deseo era convertirse en Maestro, que era el personaje que más había admirado desde niño. Y esta actitud mental fue trascendiendo a lo real, pues un día un buen amigo le abre la puerta de la senda del logro constructivo. Este señor le comenta: -Bautista, sé que tú anhelas convertirte en maestro y ello es una legítima aspiración. He tenido conocimiento de que en los Estados Unidos del Norte existe una Universidad pedagógica que ha programado pensum de la carrera de Educación para Latinoamérica. Y Ud. sabe que en el país lo que necesitamos es aprender y quien nos enseñe bien para mejorar la producción en todo sentido, formando a las personas con las nuevas normas y fundamentos de la Pedagogía y la Didáctica. Averigüe Ud., bachiller, y eche p’alante. Y si en algo le puedo servir, no dude para solicitarlo. -Bueno, pues Ud. ya me está ayudando. La información es muy oportuna y voy 73


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a efectuar las diligencias pertinentes. Muchísimas gracias. Bautista realizó su indagación y pronto encontró el camino. Sus deseos comenzaban su inuencia constructora. El sabía que una empresa lograda es un sueño realizado. Y no desmayó en su propósito allanando todos los obstáculos y “peros” que se le presentaron.

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PREMIO AL ESFUERZO Nombramiento De Maestros

Pasaron largos años, nutridos con recio tesón, con continuo esfuerzo, y adquirió el conocimiento junto al merecido título. A ello se unían los consejos y acicates de sus amigos, especialmente de quienes formaban su grupo de inquietos pensadores en pro de la libertad y el progreso de la patria. ¡Lo había logrado! ¡Y se sentía muy orgulloso de ello! Las décadas de la hegemonía gubernamental de Juan Vicente Gómez, el “Benemérito”, ya habían desaparecido con el fallecimiento del Dictador. En ese momento existía un gobierno que trataba de realizar un cambio del sistema, y muchos aspectos positivos aparecieron en la escena nacional, entre ellos los programas de desarrollo de la educación que tanta falta les hace a los pueblos. Esta coyuntura político-social fue la mejor para que Bautista ingresara a la docencia. Y lo hace lleno de fervor y con una gran mística. Le gusta su papel de formador de juventudes y lo realiza empeñosamente. Mas a los pocos meses de ejercer su actividad, le llega una comunicación en donde el Superintendente de Educación del Estado (hoy llamado Supervisor), le cita para una entrevista urgente:

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-Amigo Bautista, Ud. como Maestro graduado es un elemento importante para el desarrollo educacional de la región andina, y existe un cantón donde no hay ningún centro de enseñanza. Así que necesitamos que Ud. instituya el Aprendizaje en esa parte del Táchira. Bautista se siente muy emocionado. Y sin pensarlo dos veces, contesta: -Pues a donde quiera que haga falta la Educación para la buena formación de la juventud, allá voy a prestar mi contingente y esfuerzo. El Superintendente, de nombre Carlos Rangel Lamus, se pone muy contento. En su interior suponía que no iba a ser fácil el traslado, por ello había hecho énfasis en el halago de los méritos que el candidato poseía. -Bueno, que no se hable más. Queda Ud. nombrado para crear la Escuela de Carramplón y sus alrededores. Lo felicito y le agradezco que pase por mi ocina para entregarle el ocio respectivo. -Y ¿dónde queda Carramplón? -Pues por la parte de Las Delicias, pero el camino no es recto pues hay que cumplir con varias diligencias y para ello hay que ir primero a Rubio. 76


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Precisamente en esta población, su maestro, Pedro Jiménez, tiene las instrucciones para que Ud. llegue sin contratiempo a su destino. Luego, como regresándose, se encamina hacia su destino según las indicaciones que el referido maestro tenga a bien indicarle, ya que él conoce las vías que lo conducirán a Carramplón. Y comienza algo parecido a un vía-crucis. Debe transitar por caminos carreteables arduos y pasar por El Amparo, El Chìcaro, Alquitrana, La Providencia, Los Alpes y Las Delicias. Más allá continúa el sendero por caminos en muy regular estado; aparte de ello son peligrosos por su soledad y por lo escarpado de la cordillera y las corrientes de las quebradas existentes. Esta vía lo conducirá hasta Villa Páez y El Reposo. También le informan que Carramplón es un pueblo habitado por refugiados y perseguidos del antiguo régimen, tanto colombianos como venezolanos, y, por lo tanto, de ánimo hostil y actitud beligerante. Sin embargo Bautista no es de aquellos que se arredran fácilmente. Al contrario, los obstáculos le sirven de palanca para cumplir su meta. Le habla a su hermano menor Rafael para que lo acompañe. Y madrugando, parten en un pequeño camión vía Rubio. Tras un accidentado recorrido, llegan a esta última terminando la tarde y allí pernoctan para continuar su viaje rumbo a Las Delicias. 77


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Sin mayor contratiempo llegan a la primera población y se entrevistan con el maestro de la localidad para indagar por la ruta debida y por los pormenores pertinentes. El maestro Jiménez los atiende muy bien, les invita a comer y los instala en la posada existente, para que ellos continúen su camino al otro día, no sin advertirles que debían ser muy cautelosos y prudentes y que al llegar a su destino se iban a encontrar con personas “difíciles” y poco amistosas. -Entre sitio y sitio –les dice a modo de despedida- aprovechen el descanso y cuando hayan llegado a El Chìcaro, hospédense en la pensión de “mana” Jacinta, que es muy cómoda, y saboreen la comida que la prepara muy bien. En efecto, cenaron con buena comida y la señora Jacinta les preguntó qué querían al otro día de desayuno, ellos le pidieron “pizca” andina; sin embargo, la señora les contestó que sólo habría “calentado”, arepa de trigo, jugo de naranja y café negrito, porque “todavía no se ha hecho el mercado”. Estuvieron de acuerdo y le cancelaron los servicios, pidiéndole el favor de que los despertaran a primera hora. Luego de dormir a pierna suelta, como a las 5 de la mañana les llamaron, y mientras se arreglaban, comentaron: -Bueno, Bautista, descansados. Y ahora 78

estamos vamos a


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saborear parte de esa buena comida de ayer, carne, papa, arroz y plátano, bien frito y calientito. -Si, hermano, porque según lo que nos han informado, el camino es largo y debemos ir bien apertrechados. Ya en el comedor, vieron tremendos platos de barro y, decepcionados, se dieron cuenta que el “calentado” no era el mismo plato de su terruño, sino que se componía de un caldo caliente con cuajos de sangre de res, aliñado con grandes trozos de cebolla y tomate. Y como no había más, pues se bebieron el jugo y el café con las arepas de trigo “encimadas” de crema de leche y se llevaron varios cuartos sobrantes de las mismas como avío. En otra jornada más llegaron a Las Delicias. Y de allí siguieron su ruta para dirigirse por los lados de La Lejía, Villa Páez y El Reposo. Empezaron a caminar, primero por un sendero regular que a medida que progresaba se iba haciendo un tanto incómodo. Se guiaron por las señas que les habían dado, que si un determinado árbol, que si una quebradita, que si una hondonada, que si una gran piedra rodada. Y llegaron, tras muchísimas horas de recorrido, a la entrada de un gran “ojo de montaña” con visos de gruta o abertura que existía en la ladera. Ya les habían dicho que ese era el mejor paso, porque de lo contrario, hubieran tenido que escalar toda la cima, acortando de esa manera la gran vuelta y caminata hacia el destino buscado. 79


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Descansaron allí. Comieron arepas de trigo y bebieron agua de sus cantimploras. Y Rafael dijo a su hermano: -Bautista, con el respeto que le tengo, debo hacerle una consideración: ¿Por qué no regresamos? Me parece que esto va para largo y quién sabe cuántos más inconvenientes se presenten. Ud. tiene gran preparación y capacidad y creo que le están mandando a un lugar muy apartado y difícil. ¿Quién le asegura que, realmente, va a encontrar lo que busca? Analícelo y saque sus conclusiones. -Rafael, Ud. sabe que lo que yo prometo, lo cumplo. Y ese fue mi compromiso, venir a esta región como maestro. Sin embargo, le repito que es mi compromiso, no el suyo. Ud. me está acompañando porque realmente es un buen hermano. Pero si Ud. sigue conmigo, tiene que regresar y va a hacerlo sin compañía, pues yo tengo que quedarme a trabajar. Así que lo mejor es que se regrese aquí que yo sigo adelante. Y no se preocupe que yo llego a mi destino y me va a ir muy bien. Gracias, muchísimas gracias por tu solidaridad. Rafael no quería dejar a su hermano solo, mas las razones que Bautista le expuso le convencieron que lo mejor era seguir cada 80


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uno por su respectivo camino. Y se abrazaron recordando el afecto que siempre los había unido y que seguiría latente en sus vidas, no sin antes establecer el compromiso de que habría noticias muy pronto de los acontecimientos por venir. El “ojo de montaña”, que realmente era un paso para acortar camino, poco a poco se fue tornando oscuro. Bautista caminaba con sumo cuidado, unas veces tropezándose ligeramente, otras resbalándose en las piedras húmedas y en los pasos de tierra convertidos en fango. Y al poco tiempo empezó a ver un claro de luz adelante. Ello le indicó que la salida existía y estaba relativamente próxima. Uno que otro murciélago le pasaba cerca, pero él, con el bordón, al agitarlo rápidamente, conseguía que el animal se estrellara contra el palo y retornaba la calma. Al salir divisó un pequeño valle entre colinas verdes y muchos árboles. Detrás de ellos se divisaban algunos techos y un humo gris que se desvanecía con el fuerte viento. Entonces apresuró el paso para llegar al pueblito que suponía ya era su destino. Cerca de dos horas tardó en llegar por lo sinuoso del paraje y lo abrupto de la vegetación. Las casitas humildes estaban fabricadas con grandes paredes de barro y techos de caña y paja, una que otra lucía algunas tejas de colores entre rojos y negros. La gente no se veía, pero los perros sí. Bautista no les hizo caso aunque se aprestó con el bordón para repeler cualquier ataque. Ya cerca de una casa, dio las “Buenas tardes”. Hubo de repetir el saludo varias veces y, al n, una voz de mujer le 81


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contestó. Entonces Bautista dijo con voz fuerte y en tono amable: -Soy el Maestro designado por el Estado para venir a educar a sus hijos y ayudar en lo que pueda. No hubo respuesta inmediata. Y al cabo de largos minutos, que parecían mucho tiempo, salieron algunos vecinos. Tenían sombrero y miradas poco amigables. Todos portaban machetes y cuchillos y algunos una escopeta o carabina. -Mire –le dijeron, a modo de saludoya nos habíamos dado cuenta de que Ud. venía. Aunque no sabíamos quién era y que se trata del maestro. Pero los informes que tenemos es que Ud. es “masón” y lo mejor que puede hacer es tomar el camino de regreso porque por aquí estamos muy tranquilos y guardamos la ley de Dios y no queremos “lambusios”. Bautista contuvo un inicio de risa, ya que en su interior pensaba en el contraste irónico que existe entre las gentes de determinados lugares y en el señalamiento de que él era “masón”. Y adoptando gran seriedad, les contestó: -Yo únicamente he venido a prestar mi colaboración, y tengan la seguridad de que sólo soy un maestro y de que he venido porque me han designado, y 82


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aquí está la comunicación ocial que así lo conrma. Tras mirarse entre sí, al n, uno de los presentes, tomó el ocio y, llamando a su compañera, le dieron lectura al mismo. -Bueno, sí, es el Maestro; pero ¿quién nos asegura que Ud. no es masón? Vamos a ver, santígüese y rece el credo... Ahora diga la Ave María y el Padre Nuestro... -Bien, pero ahora para conrmar, rece el Padre Nuestro al revés... Cumplida la invitación, poco a poco, las miradas se tornaron ligeramente amigables. Y el vecino que hasta ese momento, era el único que hablaba, le dijo: -Bueno, Maestro Bautista, puede quedarse esta noche en mi casa, aunque algo incómodo porque aquí no tenemos lujos, y mañana veremos qué se hace. Reconforta descansar luego de tanto caminar y bregar. El clima de montaña y la gran vegetación de la región convertían el ambiente en uido estimulador de la tranquilidad y el sosiego. A primera hora de la mañana el recién llegado Maestro se levantó y acicaló en un 83


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riachuelo vecino, de aguas claras y frías, y se vistió con ropas limpias y adecuadas para comenzar el día que se le presentaba lleno de incógnitas y dudas, pero que él se disponía a despejar y convertir en tiempo de logros y provecho. El dueño de casa, que ya estaba levantado, dijo: -Buenos días, Maestro Bautista. Aquí, como buenos cristianos, nos encomendamos al Altísimo y después desayunamos. Recemos, pues el Ave María, dígala usted... -Muchas gracias, señor –contestó el invitado- Si Ud. quiere, nos arrodillamos... -No; sin tanto “adorno”. Empiece que yo le contesto. -¡Ajá! Ya conrmo que Ud. sabe rezar. Vamos, pues, a la cocina que hay una muy buena “pizca”, elaborada con sustancia de pata de res. -Ahora que ya “matamos la que nos estaba matando”, porque comimos con mucha gana, vamos para la plaza, dijo nalmente el antrión. La plaza era como las de la mayoría de las aldeas de entonces, una manzana de tierra bien paleada, con algunos árboles. Esta tenía un gran samán en el centro, frondoso y acogedor. Alrededor se levantaban algunas casas, en dos 84


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esquinas funcionaban unas bodegas o tiendas y en otra, una venta de comida y guarapo. En el costado oriental se levantaba una construcción rústica, un poco más elevada que el resto de las casas, y que hacía las veces de capilla donde se decía la misa, de tarde en tarde, cuando el párroco del pueblo vecino, tenía la posibilidad de acudir, según el clima imperante y que las condiciones y circunstancias así se lo permitieran. En esas ocasiones, un grupo de vecinos, acudían a mitad de camino a recibir y acompañar al buen sacerdote. Igualmente al partir le brindaban su colaboración y compañía. Máxime, teniendo en cuenta, que en ese momento el eclesiástico tenía muchas cosas qué llevar, gallinas, frutas, viandas, cochinitos y hasta, a veces, un ternero, aparte de las limosnas y que podrían ser la tentación de algún asaltante en esa comarca despoblada, por los caminos agrestes que conducían hasta la población de origen. Esto le contaba, el señor Emeterio, quien era el vecino que estaba acompañando y guiando a Bautista. Tras el relato, le dijo: -Bueno, Maestro, aquí no hay construcción alguna para la escuela; tampoco espacio en alguna casa para albergar la misma. Hay que esperar a reunirnos e implementar una solución. Mire, a ver si algo se puede improvisar... -Pues la naturaleza nos está presentando el remedio –respondió Bautista, quien ya había considerado, 85


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a vuelo de pájaro, la situación-. Bajo el Samán vamos a funcionar. En el río cercano vi buenas piedras y podemos usarlas como pupitres y asientos, mientras un carpintero se aboca a su hechura adecuada, según la buena voluntad de padres y vecinos. La sombra de este gran árbol será el magníco techo de esta escuela al aire libre tan abierta como el espacio mismo y de la libertad con la que Nuestro Creador Dios nos hizo. -Ya que Ud. tiene tanta fe, que no se diga más. Buena suerte, dijo el señor Emeterio. -Entonces, por favor, dígales, a los padres, que traigan sus muchachos para inscribirlos y luego hacerles una evaluación de conocimientos básicos. Transcurrió una larga hora y, al n, aparecieron algunas señoras con sus hijos, detrás de ellos venían en grupo los padres. Sin embargo, avanzaban poco a poco, y las mujeres se escondían tras árboles y muros, sin atreverse a llegar donde el Maestro. Este les dijo, con voz amable: -No se preocupen. Vengan sin temor, que sólo voy a hacerles algunas preguntas y escribirlas en las planillas que traigo, para el registro del Ministerio de Educación. 86


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Poco a poco fueron llegando las señoras con sus hijos y formalizaron la inscripción. Pasados unos días, ya con un poco más de comunicación, el Maestro conversó con los padres y el Comisario de la aldea para acordar el lugar donde iba a funcionar el centro de enseñanza. Le contestaron que por ahora, pues habría que utilizar la plaza y que conseguirían piedras del río vecino para que sirvieran de mesas y asientos y que después ya habría modo de construir algo mejor, según la ayuda ocial y el esfuerzo de toda la comunidad interesada en que sus hijos “fueran letrados”. Bautista elogió el buen espíritu y el optimismo de todos y declaró su aceptación a las circunstancias, prometiendo enseñar a los párvulos y a no defraudar las aspiraciones de sus progenitores. Pasó el tiempo. Varios años. Ya en la aldea estaba construida una escuelita sencilla y limpia. Los niños aprendían y los adultos se mostraban agradecidos y contentos. Ahora ya no recelaban del maestro; al contrario, le buscaban para pedirle consejo y asesoría en diferentes asuntos de la comunidad. Pero Bautista extrañaba su familia y sus reuniones políticas. En ese lapso de tiempo solamente había podido visitar su casa en Peribeca muy contadas veces.

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NUEVAMENTE EN TÁRIBA

En una de esas ocasiones, un maestro de la vecina Táriba le propone hacer un cambio de cargo, ya que “se le estaban presentando graves conictos conyugales”, Bautista accedió, más con la intención de ayudar al amigo que la de realmente dejar el ambiente donde laboraba que, gracias a su paciencia, conocimiento y don de gentes, en vez de ser hostil ahora era placentero y hasta bucólico. Entonces, hicieron la diligencia en la Superintendencia de Educación y, pronto, el nuevo maestro estaba en Carramplón y Bautista empezó a enseñar en Táriba. Y comienza una nueva etapa para el maestro hecho obrero y apóstol de la enseñanza. Lo había ayudado su persistencia, sus propósitos y, en gran manera, la solidaridad de su esposa, natural de Táriba y adornada de inmejorables virtudes y costumbres, con quien había contraído nupcias años después del regresar de Carramplón. Eran tiempos de mística y entrega vocacional al trabajo. Como se ganaba poco, la satisfacción de cumplir y obtener resultados compensaba el desequilibrio y la injusticia producida por la crisis de identidades y conceptos, tanto de patronos como de servidores, en este caso del gobierno en relación con los maestros, así como, aunque por otras causas más con los 88


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mismo efectos, al tratarse de establecimientos de educación con empresarios privados, que aun cuando muchas veces guraban como Mecenas, al n y al cabo los incentivaba, junto con el afán legítimo de enseñar, el natural apetito del negocio lucrativo y decente. Sin embargo, no todos podían estudiar y aumentar sus conocimientos. Las Cartas Constitutivas siempre garantizan la educación pública y gratuita, pero los presupuestos nunca alcanzan, ni en las naciones ricas de nuestra América en vías de desarrollo.

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EN SANTA ANA, OTRAS LOCALIDADES Y EN CAPACHO

La experiencia hace que las tareas se desempeñen mejor y que los demás se jen en su labor. Y así pasó con nuestro personaje. La Superintendencia de educación estatal (o Zona Educativa) vio en el profesor Bautista a la persona que podría solucionar algunos “impasses” de antigua data en diversas localidades. De tal manera que, trasladándolo en comisión a Santa Ana le envía a solucionar el problemita que allí existía entre Directivos, maestros y comunidad. Luego a otras partes en diversos menesteres y como quiera que siempre hubo éxito, nalmente le nombra Director de un importante Grupo Escolar de Capacho Nuevo. Cuando llega el Profesor Bautista a ese acogedor pueblo de la cordillera andina, encuentra un grupo escolar que funciona correctamente aunque con algunas deciencias. Inmediatamente, con la diligencia que le caracteriza, empieza a reestructurar la institución. Aumenta el cupo, llama nuevos maestros para completar la necesaria nómina. Convoca a la comunidad para que apoye la obra educativa y continúa, año tras año, enriqueciendo el grupo escolar. Conforma un coro, para el que nombra un buen profesor de música, llamado Apolinar 90


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Cantor, forma una Banda de Guerra para animar desles y actuaciones. Continuamente va y viene haciendo diligencias para aumentar el presupuesto y conseguir soportes e hitos de avance progresivo. Entonces intercambia con otros grupos escolares de diferentes localidades del Estado, experiencias a través de sanas competencias de conocimiento y deportivas, para así incentivar tanto a maestros como a alumnos y comunidades. Por cierto que alguna vez que va a San Antonio e interpreta su Banda de Guerra con el coro el himno del grupo escolar, allí se quedan admirados ya que suponían que el único grupo que tenía himno era el de esa localidad. Muchas anécdotas anes pudieran contarse, mas para no cansar al lector, dejamos el resto al buen entendimiento del mismo. Años más tarde consigue un estupendo piano de cola, para de esa manera dar sonomía orquestal a la banda que ya poseía. De esta manera convierte el coro en una magníca Coral. Igualmente hace gestiones para adquirir un equipo de odontología que, por aquel tiempo, al igual que el referido piano había que comprarlo en Europa, y ya debemos suponer cuantos esfuerzos había que realizar para cumplir tal propósito. Consigue su cometido y gestiona la contratación de los servicios de un profesional para así dotar al centro educativo de un consultorio odontológico y realizar los diferentes tratamientos y atenciones a todos los alumnos.

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AMBIENTE POLÍTICO

Por esta época sus actividades políticas dejan de ser clandestinas. Por n, el país se ve regido por gobiernos de enunciados democráticos y su funcionamiento como estado tiene parecidas virtudes y fallas como los demás del resto de América y de otros lugares del mundo. Ya no es una minoría de militantes; al contrario, son una gran mayoría que tiene su representación, como todos los partidos existentes, en el poder legislativo, especialmente, aunque también en los demás poderes, como el ejecutivo y el judicial. Sin embargo las dictaduras han dejado sin vida a quienes fueron la auténtica raíz ideológica que aspiraba a un mejor estado y al bienestar tanto del individuo como de la colectividad en general. Esta ausencia de pensadores hace que aparezcan guras que aplican no precisamente los programas de la reivindicación, sino que empiezan a deformar las auténticas nalidades y metas que tanto esfuerzo exigieron de sus fundadores, luchadores y pioneros. Naturalmente que este aspecto sólo lo tratamos someramente para poder explicar por qué nuestro personaje central, poco a poco, junto con los años, va perdiendo interés en su participación política y ya empieza a tener períodos de su vida en que se concentra en su vocación de educador y se entrega a ella con toda la vehemencia y esfuerzo que siempre le caracteriza en su diario obrar. 92


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Esta entrega a su deseo de enfocar ciento por ciento su pujanza pedagógica no se ve correspondida y surgen, entonces, ciertos “impasses” o inconvenientes que gradualmente lo van alejando de su misión y, al darse cuenta que no le permiten realizar cambios y establecer constructivas reformas, como cuando redactó un proyecto de educación en el que incluía en su programa, preparación agropecuaria para que egresaran de la primaria con las bases de un desarrollo práctico que los orientaría positivamente en la vida, y al presentarlo como propuesta y contribución al progreso y al desarrollo, sus superiores consideraron que no era el momento de realizar nuevas formas de vida y mostraron que su pauta era continuar con lo gregario del sistema, dejando de lado los enunciados de formación que su ideología y las necesidades del ciudadano requerían para convertirlo en ser útil para sí mismo y para su familia y que, más bien, había que contentarse con el estado paternalista y sus tácticas seudo-democráticas y demagógicas. Por supuesto, dejamos a la buena imaginación del lector, las maneras y estilos que suelen usarse en los medios ministeriales para esquivar posicionamientos, usando tácticas sostas y amañadas para sostener los intereses de turno, no tanto de la nación, como sí de las personas que, siendo administradores y representantes, obran cual si fueran propietarios o caciques. No hay que olvidar que esta pretensión de “propietarios” que adoptan muchas personas en diferentes organizaciones y circunstancias, lo único que dejan, a la larga no sólo es manipulación sino que 93


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siembran factores de desunión y debilitamiento ya que alejan a las personas de valía y buena voluntad y sólo se quedan con los timoratos y mediocres con apariencia de jefes y mesías. Y las secuelas son crueles, ya que las instituciones se deforman y hasta, a veces, ¡se acaban!

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DE NUEVO EN TÁRIBA Cambios, Persecución Y Vía-Crucis

Esto pasó con nuestro maestro peribequero y le hizo solicitar un cambio de escena, con la esperanza de encontrar un mejor terreno en el que fructicara su idea de avanzada, basada en sus experiencias, conocimientos y buena intención. Así que deja a Capacho y va a Táriba como director de su Grupo Escolar más importante. De nuevo en Táriba. Poco a poco, ahorrando mucho, logra comprar un terrenito y empieza a construir su vivienda con la colaboración decidida de su esposa y de sus cuatro hijos mayores que fungen de ayudantes de albañilería sin dejar de estudiar y colaborar en las labores hogareñas. Vale la pena destacar que entre ellos guraban dos miembros del sexo femenino y morochas, quienes trabajaban como los dos varones. Con los años la familia llega a ocho descendientes, todos unidos y formados con las buenas costumbres de su hogar tachirense. Como quiera que Bautista prosigue en su afán de hacer política mediante la implantación de una sana ideología social, a la vez que obtiene satisfacciones personales y del grupo o partido que estaba en formación, sin desperdiciar ocasión para hacer proselitismo de sus proyectos políticos social-demócratas, a la vez que logra nuevos militantes, también se granjea adversarios y opositores, entre ellos los burgueses del pueblo 95


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y el párroco del mismo. pero, no le hace caso a los envenenados dardos que le disparan con el n de silenciarlo, continúa en su convencimiento de que hay que lograr una mejor sociedad mediante el aprendizaje, el trabajo y el capital justamente administrado, en donde el individuo sea participativo y no sea excluido de los avances y del bienestar que merece la colectividad. Asiste a misa y promueve reuniones de partido, sin descuidar su familia y sus buenas costumbres. Su ideología política no le prohíbe su creencia religiosa ni atenta contra su libre albedrío. Una de sus metas es terminar con los caciques y los reyezuelos de turno ya enquistados en el sistema y propiciadores feroces de la explotación del hombre (en grupos minoritarios) del mismo hombre (en grupos mayoritarios). Exagerados e injustos abusos de poder ejercidos por unos cuantos en detrimento de una comunidad que exige y merece respeto e igualdad. Tantos años de labor política al n culminan en el logro del mandato ejecutivo de la nación. Se gana en las elecciones. Pero ya no guran las personas ideales o propiciadoras del partido. No es la representación pura de la nueva ideología. ¿Y cabría un porqué? Quizá por aquello que se aseguraba y aún tiene vigencia, de que “Venezuela es Caracas y lo demás monte y culebra!”, los principios políticos rmes de la provincia se reemplazaban por un edicio laberíntico de conveniencias politiqueras de los representantes que en lugar de hacer gobierno de acuerdo a sus normas políticas bien combinadas con los intereses del país, sólo practican 96


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aquello de “un tiro al rey y otro a la revolución”, es decir una simple mezcla de conveniencias accidentales donde priman más los intereses personales y de enriquecimiento ilícito que los auténticos valores de desarrollo y de progreso, y “gobiernan” con intrigas, zancadillas y cuanta maña de su conveniencia se les pueda ocurrir y si de pronto parecieran ser constructivos, apenas realizan un balbuceo en las ingentes tareas de administración y de gobierno. Entonces, poco a poco, las fuerzas vivas de la sociedad empiezan a sentirse defraudadas y ello fomenta un gran caldo de cultivo para los “golpes” de gobierno realizados a veces con sana intención y otros movidos apenas por ambiciones de lucro y de poder. Y en efecto, llega el golpe militar. Por cuenta propia y apoyado por una fuerza circunstancial, un nativo de Michelena y ocial de alta graduación, se erige en el primer mandatario y, si bien construye grandes complejos e infraestructuras, estableciendo el orden y un relativo progreso en diferentes campos de la vida nacional, lamentablemente comienza una persecución contra sus opositores y connacionales de una manera inhumana y terrible, como lo demuestran numerosísimos testimonios al respecto, ampliamente conocidos y que en este libro, que no está dedicado sino a describir una trayectoria humana, solamente citamos someramente para denir el escenario en el que se desenvuelve el personaje central de nuestra narración. El párroco de Táriba, de nombre Nerio, olvidando su misión sacerdotal y de religioso 97


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apolítico, empieza a vociferar por el parlante del pueblo instalado en la torre de la iglesia (cuando en las torres de las iglesias sólo debiera haber campanas), y dice y repite, más o menos: “El maestro Bautista es un comunista, considera que el clero no tiene que intervenir en la vida pública, es un materialista y escribe panetos contra las instituciones de todo orden” y palabrería por el estilo que, obviamente, suscitan malentendidos y deformaciones de la verdad creando un clima de descrédito y de desconanza que termina con el allanamiento por parte de los cuerpos armados del gobierno de turno a la casa del maestro para “buscar panetos, listas de planes subversivos y de armas”. Apenas encuentran la biblioteca del maestro. Los panetos son sus notas de la doctrina social-demócrata de su ideología; las listas de subversivos son las de sus subordinados docentes y las de personas interesadas en un sistema nuevo, las armas son sus lápices y su máquina de escribir. La mayoría de estos materiales son quemados en una hoguera prendida frente a su casa ante el temor de su esposa y familiares y el estupor de la mayoría de los vecinos y la mirada complaciente de los confabulados con el cura y los demás envidiosos y cizañeros. Con los machetes, los mercenarios, rompen los colchones y desparraman cuantas cosas en el hogar había. Al maestro lo connan en un lugar apartado de la región y durante tres meses no dejan entrar ni salir de la casa de su familia. Menos mal que una vecina de apellido Contreras, por el solar de la casa suministra comida para que así la familia no tenga que pasar 98


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por momentos de angustia y de escasez, pues apenas les dejaban pasar por la puerta mínimas raciones de alimentos. La esposa del maestro está embarazada, los guardias no dejan que un médico la atienda y sólo a última hora, permiten que un faculto, ebrio e inhábil, la atienda, y la criatura muere en el parto. Y los parlantes de la iglesia permanecieron mudos y la gente ignoró tanta tragedia. El pastor seguía abandonando la oveja sin acordarse que el consejo del Divino Maestro es “si es preciso, dejar el rebaño para ir tras la oveja perdida y abandonada”. ¡Cuánta injusticia causa el abuso del poder acuciado por las intrigas y los torpes manejos! ¡Si las campanas se autoprogramasen habrían tocado a duelo a toda hora! En el ínterin, el hijo mayor del maestro connado, va a la capital y también se une a la causa revolucionaria, junto con un primo hermano; lamentablemente los descubren y tras una sensacional persecución en motocicletas, son capturados; uno herido de gravedad y el otro, el hijo mayor del educador, preso y luego enviado a un campo de concentración ubicado en el oriente del país, Guasinas, donde pasa varios años de penas, vejaciones, hambre y abandono y en el que se encontraban muchos personajes de la época connados por el simple hecho de tener ideología propia y no seguir la corriente del gobierno tiránico y arbitrario. Allí se forman unos cuantos líderes y muchos crean traumas que les perdurarían hasta el n de sus existencias. Lo que no sabemos es cómo vivirían los lacayos de la tiranía que servían de macabros ejecutores 99


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de torturas y desmanes. Seguramente que su conciencia vulnerada por los terribles hechos, no les habrán dejado disfrutar de tranquilidad ni paz alguna. ¡Cuántos de esos Judas, terminarían despeñados o ahorcados pues vendieron su moral por las monedas de los sádicos de turno! Sin embargo, la resistencia triunfa y el tirano huye en su avión con maletas repletas de dinero malhabido, dejando una serie de secuelas y cicatrices en la nación y en sus habitantes, ya se trataren de seguidores o de rebeldes. ¡Se justica todo en nombre del pueblo, pero a la postre es el pueblo el que paga los errores! El profesor, ya derrocada la tiranía, hace gestiones para liberar a su hijo, y al n lo consigue. No fue tarea fácil. Siguen los vicios de la burocracia y el desconocimiento de los auténticos derechos humanos. Cuando va con la orden respectiva a liberarlo, ve a un ser aco, pálido, con ojos sin brillo casi perdidos en medio de la barba que casi le llega a los pies, más parece un náufrago que un prisionero, y controlando un desmayo ante la cruel sorpresa visual de ver a su hijo en tan lamentable estado, le abraza y con él se regocija al estar de nuevo en su compañía. ¡Los afectos pueden más que las emociones! Y con él retorna a su familia, donde con el correr del tiempo y en medio del cariño de su madre y hermanas, poco a poco el joven se recupera y se reintegra a la vida normal de un ser civilizado.

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VUELVE LA RUTINA

Sigue el Profesor Bautista con su familia en la misma Táriba, ejerciendo la docencia y bregando a brazo partido para echar adelante a los suyos. Ahora ya no lo persiguen. Los parlantes de la iglesia ya no vociferan amenazas. Los habitantes más bien les miran con respeto. Continúa asistiendo a misa. Va a los centros sociales, participa activamente en actividades culturales y sociales y prosigue su actividad ideológica, sin aceptar prebendas, sino con el ánimo de que la comunidad tenga un sistema socialista-democrático para poder vivir mejor y con más armonía con los tiempos de avance y de progreso. Anhela una comunidad en paz y con constructivos propósitos. Y resulta electo como presidente del concejo municipal respectivo, al formar parte de la nómina de los ediles elegidos. Y allí le llega la gran desilusión, el partido tiene otros propósitos, ya la teoría se diluye en medio de los intereses y personalismos de los dirigentes locales, empiezan los preliminares de la corrupción, lo legislativo se revuelve con lo administrativo y con lo judicial, el poder administrativo pretende usurpar funciones legislativas y manipular los otros poderes; el judicial manipula y se deja manipular y todos ganan… pero se pierde la ecuanimidad, se perjudica el pueblo, al que, irónicamente, todos lo calican de “soberano”. ¡Se enriquecen los funcionarios, se empobrece la población! Y nuestro maestro socialista presiona 101


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para que se restablezca el equilibrio, para que haya participación, igualdad y equilibrio, para que haya menos pobreza crítica, que haya producción y trabajo bien remunerado, para que se practique el respeto aplicando la ley y ejerciendo plenamente los derechos humanos, para que se enseñe diligentemente y se aprenda en igual medida, para que se establezca la seguridad y el orden, para que se estimule y apoye nancieramente la iniciativa privada, disminuyan los tributos y las cargas impositivas y se reglamente el excesivo gasto público, y como respuesta obtiene que los concejales reaccionen no asistiendo a las sesiones de manera cumplida y al llegar tarde se presiona en razón de la rapidez a sólo resolver los casos urgentes o de conveniencia a ciertos grupos. Y el maestro Bautista revienta: tras esperar treinta minutos después de la hora convocada y no llegar alguno, cierra la cámara. Este suceso se repite una y otra vez, y a la postre, pues se retira del nido de rémoras y corruptos, al no encontrar apoyo en otros sectores de la política y del gobierno. Vuelve a la enseñanza y a sus sueños de una patria de todos y para todos, continúa su labor de labios a oídos tratando de sembrar conciencia y principios; pero no acepta participar en la burocracia ocial disfrazada de servidores del pueblo. Se mantiene cual una isla, aunque perdura en su esperanza de una sociedad mejor y más acorde con los adelantos de lo contemporáneo. Sin embargo, sigue militando en su partido con la viva esperanza de que en algún momento se practiquen los postulados sociales del acta de 102


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fundación del movimiento político que él ayudó a forjar y que tras tanta persecución ahora está mandando en el país. Socialismo y democracia, dos poderosas razones para que un sistema republicano acabe con los viejos vicios de la herencia monárquica y “caciquista” que tantos años frenó y anuló el país rico en recursos y en buenos hombres y mujeres. Dos palabras que representan las más poderosas palancas para el progreso de un pueblo, pero que sólo se usaban cual cruel rótulo o careta de otra más cruda realidad, de un sistema lleno de mañas, zancadillas, mentiras y corrupción sistematizada que sólo favorecía grupos minoritarios y hasta extranjeros en lugar de beneciar al pueblo y al país. Alguna vez, llegaron a su casa emisarios del partido y tras los saludos mutuos, le dijeron: -Profesor, la semana próxima, precisamente el sábado, vienen el compañero Presidente de la República y su comitiva; así que venimos a pedirle que nos facilite la llave de la casa del partido para arreglarla y proceder a lo pertinente, pues debemos darle una gran bienvenida con un buen brindis y un suculento banquete, para tratar tantos y tantos asuntos de gobierno que pueden favorecer al pueblo y al estado. -Pues, mis amigos, la cosa no es tan fácil. Yo considero que la casa de un partido como el nuestro es casi como un 103


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templo y debe, por lo tanto, respetarse. Merece consideración y diligencia, y ya imagino que lo que Uds. aspiran es a comer y a beber lo que más puedan y alcancen los reales que la gobernación va a asignar a dicho acontecer… -Sí, así es… –terció uno de los emisarios- Va a ser una gran esta, ¡para algo es que estamos mandando! -Entonces ¿se trata de un evento político-gubernamental? -Pues sí, profesor. -Miren, para eventos gubernamentales están los salones que el estado tiene, que son muy buenos para esos menesteres; pero la casa del partido no es sino para que se trate de cuestiones ideológicas y del benecio del pueblo en general. Vuelvo a reiterarles, no es un club, ni un salón de estas, es una casa del partido. Y como se que Uds. no van a seguir insistiendo en su petición, voy a pedirles un pequeño favor: Cuando estén con el presidente, díganle que se acuerde cuando en su campaña presidencial venía a mi casa y nos comíamos una gallina para reconfortarnos del trabajo preelectoral, y que, ahora, ya electo puede venir de nuevo para comernos otra sencilla gallinita y hablar de temas del partido, para que recuerde que debe amarrarse los pantalones y seguir la 104


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línea socialista-demócrata de nuestra ideología, pues es la única manera de retomar el sendero equilibrado de progreso y bienestar que prometió en su campaña y que merece nuestro pueblo. -Bueno, profesor, nos vamos mejor. Eso sí, no vamos a darle la razoncita así al compañero. Claro que disculparemos lo mejor que podamos que no se haya utilizado la casa del partido… -Yo los autorizo para que le digan exactamente mis razones, pues son las valederas y ciertas. Y ¿por qué no le van a dar mi invitación? -Es que en cierto modo, nos da temor de que no pueda gustarle lo que Ud. manda decir… Dijo tímidamente uno de los visitantes. -No puede ser –contestó el maestro Bautista- Yo los invito a que también se amarren los pantalones y le den la razón. Es más, esperen que aquí estoy escribiendo una esquelita con mi observación y pedido, para que Uds. no se comprometan. Los emisarios de marras se fueron y guardando uno de ellos la dicha esquelita, le comentó al compañero: -Este profesor sí que pantalones en el puesto.

tiene

los 105


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Días emisarios:

más

tarde,

contaba

uno

de

los

-Entregamos la esquela escrita del profesor Bautista al compañero mandatario donde le decía que se pusiera los pantalones bien amarrados a la cintura. La leyó detenidamente, pero no dijo nada. Pensamos que iba a reaccionar de otra manera; pero solamente se puso serio al leerla y arrojó la esquelita a la papelera. Y no sería nada malo que siguiera los consejos del profesor. Y le comentó uno de sus oyentes: -Será que los mandatarios no oyen, no ven, no sienten los comentarios de la gente y por eso siguen tan campantes como el whiskey y no prestan el menor caso al bienestar del pueblo. Porque decir que no entienden, sería el mayor de los absurdos. Prometen de todo; pero ¡qué poco cumplen! -¡Epa! ¡Compañero! –dijo jocosamente otro- tu como que tienes ganas de perder el “cambur” si sigues hablando esas cosas del presidente… En otra ocasión, estando unos parientes cercanos de visita, el maestro Bautista, le contó: -Consuelo quiso que como en la casa del campo, aquí tuviéramos una 106


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gallinas. Así que en un borde de la terraza construí un pequeño gallinero y ya hay 20 animalitos y un gallo. Vengan para mostrarles. Subimos las escaleras y llegamos al referido techo de la casa. En efecto allí estaba construido un espacioso gallinero con sus redes y demás perendengues propios de la vida avícola. Y, precisamente, nos dimos cuenta del verdadero objetivo de ir al sitio: Vimos contra una de las paredes un hermoso marco contentivo de un retrato del principal mandatario del partido que estaba sucio y manchado por todas partes, como Ud. imagina querido lector. Uno preguntó:

de

los

familiares,

exclamando,

-¿¡Y ese retrato!? Y otro comentó: -¿Cómo se lo fueron a poner aquí? Los demás contuvieron sus observaciones y permanecieron callados, aunque a la expectativa. El profesor, entre serio, triste y gracioso, les explicó: -En un principio, como Uds. recuerdan, orgullosamente, mantuve el retrato en la sala de la casa; luego, a medida 107


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que el gobierno se deformaba, puse la imagen en el comedor; después la pasé al escritorio y, por último, ya decepcionado, decidí ponérselo a las gallinas! Pasa el tiempo. La familia del profesor sigue multiplicándose, ya hijos e hijas se casan y viene numerosa descendencia. Ahora es el centro de la familia como un legítimo patriarca. Construye un hermoso y sencillo comedor cuya mesa tiene cuarenta puestos para así dar cabida a todos, o a la gran mayoría, de los suyos, cuando se reúnen en vacaciones, celebraciones y encuentros. Todos disfrutan de la armonía, el buen comer y el regocijo que caracteriza la familia andina. Sanas costumbres, sin vanidad ni excesos. Igualmente se aprovecha para ir en conjunto familiar a paseos a la montaña o al río, a hacer compras y pasar buenos ratos en la cordial y vecina Cúcuta, a participar de eventos sociales, asistir a las procesiones de Semana Santa y a las alegres estas del pueblo, así como a ver los desles de carnaval en la capital del Estado, la pujante San Cristóbal. Todos departen, todos cordializan, y los muchachos, los nietos, gozan y retozan por todas partes. Es un pueblo tranquilo, respetuoso y relativamente seguro.

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RECONOCIMIENTOS

En este escenario de la época, pleno de solaz y de calma, las fuerzas vivas y el Concejo Municipal junto con la Alcaldía de la localidad de la ciudad de Táriba, rinden un homenaje al maestro Bautista y le nombran Hijo Ilustre, donde lo condecoran y le ofrecen, posteriormente, un banquete en uno de los mejores clubes de la localidad. No sólo participan las autoridades, también asiste el pueblo regocijada y emocionadamente. Ya en diferentes ocasiones había sido condecorado como maestro ejemplar y buen ciudadano y estos reconocimientos le habían sido otorgados por diferentes regímenes, lo que compensaba, en cierta manera, otras circunstancias adversas y de injusta crítica. Por ese entonces, uno de sus nietos, Ramsés Alexis, observa escenarios múltiples y escribe lo siguiente, dedicándoselo a su abuelo con el título de “la lágrima del gorrión” y “como Hijo Ilustre de Táriba, pueblo olvidado de una patria huérfana” y “A tantos maestros”: “Aquella imagen, como extraída de un paisaje de Magritte, fue la apertura de un recuerdo en la relación de memoria y reexión que muchas veces se aúnan confundiéndose en inconexas imágenes e ideas que inconscientemente conscientes percibimos.”

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-I“En un recóndito paraje de un pueblo verde saturado de frío y alegre neblina, vivían rodeados de humus e indiferencia, rostros viejos, tristes y apacibles.” En las altas, violáceas montañas. Los arcoíris jugaban, entrecruzándose como nervaduras, revoloteando, yuxtaponiendo diáfanos colores que, volátiles, desaparecían de pronto, tras algodones, tras las montañas. Donde nunca aparecían ollas de oro como en las comiquitas de la televisión. Así que la gente seguía sembrando para subsistir; no como el señor Baldovino, que ”selló” un cuadro de caballos un viernes en su bodeguita y se fue del pueblo cuando cobró el premio en la capital. Ahora tenemos que comprar la colita “Lucky Club” y la “Orange” en la calle del Seminario, donde los Romero. De noche es obscuro y no se puede ir porque allí “sale el caballo ojos-candela con el prócer sin cabeza”. A una cuadra, bajando desde los Romero, está el Grupo Escolar “Rafael Álvarez”, donde hoy en la mañana van los niños, sin uniforme, con una apetitosa contribución a la esta de n de curso, apresurados, a buscar su nota. Alex, sonriente, salió corriendo de la escuela, bajo “un chaparrón, con helados y tostón”. La boleta, de cartulina verde envuelta en forro plástico transparente, contenía el motivo de su alegría: ¡un gran y meritorio diecinueve! 110


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Momentos antes, camino a la salida, escuchó, sin querer, a la maestra de sexto grado, decir: “LAS LÁGRIMAS VIENEN DEL CORAZÓN”. Alex no hizo caso, más bien recordó la clase del aparato circulatorio, que si los “ventrílocuos” y las aurículas, la vena “corta”, la…, ¡el diecinueve! Si, era en ese momento, lo único importante. ¡Al diablo los regaños por correr en las calles bajo la lluvia hasta la casa de los abuelos! ¡Y al diablo con “que no digas al diablo”!. Alex corría, chapoteaba, y feliz dejaba que se “mojasen” estos pensamientos: Mi abuelo me llamará al estudio, hablará del venezolano más grande de la historia, representante máximo de los ideales altruistas en Latinoamérica, Francisco de Miranda. Enaltecerá la gloria del Libertador Simón Bolívar. Hablará de la vida y sus andanzas. Me dejará hacerle cosquillas, podré tocar el bello radio “Phillips” del treinta y ocho y sintonizar emisoras donde no hablan español. Abuela calentará agua, me planchará la ropa y me dará Corn Flakes con leche caliente. Entre tanto, le diría que cuando papá y mamá se enteraran de mis calicaciones se irán a sentir orgullosos. Emocionada, se secará una lágrima con el delantal y le prometería una torta de auyama para hoy en la tarde. ¡Ah! Y sus padres. Su papá le llevaría carritos ruedas-calientes. Le compraría ropa nueva. Su mamá lo festejaría. ¡Las vacaciones! ¡Su cumpleaños! ¡La suculenta torta cuyas velitas apagaba! ¡Los interesantes regalos!... 111


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El estupendo obsequio antes de comenzar tercer grado con la maestra bonita que le había dado clases a su hermano, aquella que le acariciaba el cabello haciéndole experimentar nuevas sensaciones, como le contaba cuando ambos caminaban al manantial. Alex iba ya por el caminito del atajo, completamente empapado y feliz. Tarde se dio cuenta… Y cuando quiso retroceder, escuchó: “¡Epa! Para y cállate, enano, que vas a espantar los pájaros.” Ya había tenido problemas con su “interlocutor” y sus tres secuaces, sucios, que parodiaban –con andar altivo, tras muecas peores que ellos- a los personajes de Dumas. Se hacían llamar “los tres mosqueteros”. Tres meses antes, Alex había peleado con el que comandaba el grupo con resultados negativos, hematoma en el ojo derecho, pues en las riñas, según su tío Balito, no levantaba el brazo diestro ya que por ser zurdo quería sorprender, terminando siempre por ser sorprendido… Nervioso reexionó que lo mejor era permanecer allí inmóvil, tratar de no aparentar temor, y alerta porque el jefe –que apodaban “Dartañán”- le creían loco. Además, estaba muy alto y parecía peligroso con esa “china” en la mano, con horqueta de palo de guayabo, liga doble, redonda y transparente –de las que había siempre botadas detrás del hospital- con un cuero de pantalón “Lee” para jar mejor los plomitos de las rolineras robadas de las “carruchas” del mercado. 112


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-“Mejor llego un poco más tarde y sin ningún plomito en el cuerpo” –pensó Alex- mientras recordaba las reprimendas de su tío Balito por haber peleado con el tal Dartañán. De este joven que, al nacer, su madre había muerto. Y que, años más tarde, cuando su padre había llegado con un niño de meses, Dartañán, pequeño aún, le preguntó por su mamá, la que le había dado un hermanito. El papá, para salir del paso, le contestó “que lo había recogido de una mata”. Esto maduraría en el infante un conicto, que haría que el padre se entregase por completo al “cocuy”, terminando alcohólico y marchándose del pueblo, después de enterrar a su hijito, que había sido sembrado por su hermano mayor (el mismo Dartañán), quien pretendiendo tener más hermanitos, abrió un hueco en la tierra, agregó bosta de “la blanca”, la vaca del vecino, colocando su semilla viviente y llorosa de inocente criatura, para que germinara como las caraoticas en el frasquito de compota, y poder así recoger otros tres hermanitos, como las tres caraoticas del experimento de la escuela... A raíz de la desolladura que le diera su padre con un mecate, aquel Dartañán había quedado –según la gente- medio “tocado”. Los viejos contaban que, en las noches obscuras, de poca luna, jugaba con tres niños muy pequeños con cachitos en la cabeza y que poseían, en lugar de ojos, caraotas; según y que eran “hijos del mismísimo demonio, el cual había guiado las manos del fratricida”. 113


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Alex procuraba no moverse, ni respirar. Los “mosqueteros” parecían posesos, abstraídos en su entorno. Sus miradas estaban jas en un hueco del muro lateral de la casa de Don Pompilio. Allí había un nido con unos pichones que, indefensos, se acurrucaban protegiéndose de la lluvia. La separación entre los furtivos cazadores y el muro era de pocos metros, sin embargo, entre el barro, avanzaban para no errar sus disparos. Alex trataba, silenciosamente, de escabullirse. Tropezó. Por un momento se vio descubierto, en el suelo y con un plomito en cada ojo, simulando las caraoticas de los vástagos germinados. No cayó. El ruido que hizo quedó ahogado por el de un gorrión que aleteaba velozmente rumbo a su nido. Aprovechó esos pocos segundos de confusión para correr, no sin voltear a mirar atrás y comprobar si le disparaban o seguían, aunque muerto de miedo por no saber si se iba a convertir en estatua de sal como la esposa del personaje de la historia sagrada que había escuchado con atención en las clases de Catecismo. En ese pequeño vistazo observó cómo, de una a una, las crías iban cayendo abatidas por los alevosos cazadores y en una triste escena que nadie le creería: El gorrión – antes de ser tocado por algún proyectil- vertió una lágrima roja de uno de sus ojos, la que se fue abajo con la lluvia, un momento antes de recibir el ave el impacto que le segaría la vida. Alex, aunque sentía que había escapado, no disminuyó el paso. Jadeante, presuroso, abrió el portón. Todavía asustado y confuso olvidó 114


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secarse los pies. De inmediato se escuchó la potente voz del abuelo: “¡Consuelo!”. Y se salvó de “Pedro moreno, que quita lo malo y pone lo bueno” (como denominaban sarcásticamente al látigo), al enseñar su nuevo talismán: el diecinueve del grupo escolar. Cada vez que el pocillo de peltre blanco con pepas rojas impresas se sumergía en el agua para bañarse, Alex sentía que imagen y voz se unicaban, y escuchaba: “Las lágrimas vienen del corazón” y veía, una y otra vez, al gorrión: ¡lágrima carmesí, pico destrozado, súbita muerte! Y ello le guiaba a un recuerdo que surgía de forma extraña: -Era una procesión. Él acompañaba, cerca de las banderas, la imagen de El Nazareno con su cruz a cuestas. Unos muchachos mayores se retaban a ver quién se atrevía a levantar la bata al Santísimo y comprobar si, en realidad, lo que tenía en lugar de piernas, rodillas y testículos, era un armazón de metal. Al escuchar esto, y sintiendo más osadía que malicia, Alex cayó ingenuamente en la celada. Sin percatarse de quién lo observara, escurrió su mano sigilosamente por la batola morada, sujetando el extremo inferior, bordado con hilos de oro, y levantó un poco el ropaje. Abismado, observó cómo una varilla metálica se incrustaba en un pie de yeso, cercenado hasta la altura del tobillo. 115


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Un sonido atronador removió su cerebro, sus ojos se aguaron, un gran chichón palpitante orecía en su cabeza, dejando escapar un hilillo de sangre. Todo se combinó, la sorpresa de algunos eles curiosos, la cruz, el haber descubierto –sin saberlo- una “imagen de vestir”, el manto, las carcajadas de sus tramperos, la cara torva, de expresión severa y mirada centelleante del “Padre Machado”, quien con un gran anillo se había encargado de penar la inducida e inocente curiosidad del adolescente. ...El pocillo se volvió a llenar. Siguió bañándose de recuerdos… Su memoria precisaba la imagen buscada. Sólo debía enfocarla. ¡Sí! Allí estaba. El sacerdote se transformaba… -detuvo su aliento- Y ese monstruo bicéfalo apareció nuevamente en los mosaicos del baño. Una cabeza era la cara descompuesta del cura que vociferaba reprimendas. La otra, por encima del sacerdote, se acercaba lentamente, era una santa, su aureola dorada cubría una cabellera negra que parecía verdaderamente real. Un tocado obscuro hacía resaltar la blancura del impasible y tierno rostro. El corazón, que palpitaba fuertemente, tenía siete puñales clavados, algunos hasta la empuñadura. La estatua, lánguida, exánime de “La Dolorosa” ¡tenía en su ojo izquierdo, la lágrima sangrante del gorrión! Todo se cumplió tal como lo pensó. La complacida abuela, el Corn Flakes caliente, la torta de auyama y la visita al estudio lleno de libros del abuelo. Los relatos no fueron esta vez las jocosas historias del joven Bautista que, con sus amiguitos en Peribeca, jugaba al trompo y 116


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mutuamente se retaban diciendo: “Báilame ese trompo en la uña a ver cómo ‘tataratea’ “, o de las largas caminatas del “marantoco” Bautista que, ya graduado en la Normal, debía realizar por las escuelas del municipio, para ganarse algunos reales, o cuando el apuesto, respetado maestro Bautista conoció su amor, hermosa joven, quince años menor que él; madre de ocho hijos, abnegada amiga, abuela de veinticinco nietos, bisabuela de numerosos y saludables bisnietos, doña Consuelo. El abuelo comenzó a pensar en voz alta y casi omitiendo la presencia de Alex, relató cosas terribles: Clandestinidad, luchas, persecuciones, vejaciones, exilios, torturas, impotencia al no poder estar -lo habían connado por sus ideales social-democráticos- en el nacimiento de su hijo José Jesús, a quien, por la prohibición de las autoridades policiales de la dictadura para ser asistida la madre en la maternidad, cortaron la vida del recién nacido, al ser atendido el parto, a última hora, por un médico de pueblo borracho e incompetente... Su voz era casi un susurro, cada vez más introspectiva a medida que autonarraba sus penas a causa de la lucha contra la dictadura. Su participación política como miembro-fundador del partido social-demócrata y su posterior ruptura con el grupo dedicado a una acción que él no consideró ni social ni democrática.

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-IITranscurrieron diez años.

Frente al portón, la abuela lo abrazó, regándolo de alegría. Alex, or marchita citadina, oreció, se sintió vivo. Los espejuelos del abuelo Bautista parecían haber engrosado, dejando translucir la misma tez morena. Sólo unas pocas arrugas circundaban sus ojos de mirada profunda e inmutable. El rostro inteligente, perfectamente afeitado, coronado con el cabello cortado a ras –como siempre- mas con toques nuevos, sutiles tonos blancos a cada lado de las orejas. El rostro anguloso, el continente austero y respetable y el verbo enraizado en los mejores estudios del venezolano don Andrés Bello, a quien le había hecho admirar cuando de chico, con emoción, le leía un discurso de las humanidades “del coetáneo de Bolívar, estampa viva del educador hispanoamericano, que pronunciara en la universidad de Santiago de Chile, como rector, en 1845” El súbito retorno de Alex al pueblo respondía a un hecho muy importante. Al Abuelo Bautista lo habían proclamado “Hijo Ilustre del Pueblo”. Después de haberlo tildado, en más de una oportunidad, de “comunista”, “revolucionario” y “ateo”. 118


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El estudio seguía igual. Lleno de libros. Acogedor. La pequeña entrada de luz cercana al techo. Dos cuartas más abajo el cuadro de Simón Bolívar. Ahora apreciaba que era una pintura “ingenua”, o como los historiadores las llaman, de “mano esclava” –como si los artistas no poseyeran “per-se” la condición de esclavos-; el retrato, de ojos tristes y labios carnosos, se ornaba de una iconografía poco usual, or de cardo en una mano, a un lado, como el célebre autorretrato de Durero; la otra, al pecho, mostraba una corona de laurel, en la tradición más el neoclásica. Algunos estantes llenos con las familiares y siempre recordadas revistas “Tricolor”, el el escritorio de madera, el viejo Phillips, el bello y gran espejo basculante que distorsionaba las imágenes en el cual acostumbraba Alex verse de cuerpo entero. Hoy, solamente se reejaba hasta el pecho. Esos mudos y eles objetos eran los únicos que conocían y entendían las intimidades del gran homenajeado, retratado ayer y hoy por la mañana, en primera página del diario “El Sincero”. -Ese periódico que sólo habla de ciclistas, que hoy se lee y nadie recuerda más. Con solemnidad al abuelo continuó pensando en voz alta. Atento, Alex, escuchó: -Yo, el Hijo “ilustre” de este pueblo. Yo, viejo como él. Hijo “ilustre” de 119


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este pueblo viejo. Carece todo de importancia. Hasta el padre “ilustre” que es el pueblo, no importa. Cuando la Dictadura fui paseado por el “padre ‘ilustre’ “, encerrado en una jaula de madera para que vieran en mí a los que estaban en contra del General. Cuando el cura perifoneaba desde su iglesia y me tildaba de “comunista” y “ateo”…, los amigos “ilustres” lloraban “consolando” a los hijos y “consuelando” a Consuelo, mi mujer ilustre. -Los habitantes “ilustres” del pueblo se reían y decían: “Miren al maestrico”. -Dientes negros, manchados de “chimú”, mostraban los “ilustres” vecinos. Cuando se supo lo de Sergio, el primogénito del educador, dijeron: “Sí, sí, p’a Guasinas, el campo de concentración, el hijo del maestrico”. -“ILUSTRE ironía la vida del hombre”. ¡Ayer perseguido; hoy “ilustre”! Es el día del acto. En la mañana, la Banda Municipal con una comisión del Concejo a la cabeza, fue a buscar al Abuelo. Calle abajo se encaminaron a la Cámara del municipio. La gente en las aceras y balcones, vitoreaban y aplaudían interrumpiendo por momentos los acordes de la Banda. El Abuelo, con paso sereno y rme, comandaba al grupo, ataviado con aquel traje nuevo, de buen corte, confeccionado por 120


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Fernando, el sastre de Cúcuta, que murió hace años. En la muñeca izquierda su reloj de pulsera y en la mano derecha el aro matrimonial. Portaba una brillante carpeta blanca. En el Concejo, entre olores disonantes, la algarabía y el tumulto, Alex, sorprendido, escuchó lo que pensaba el Abuelo: “Trabajo penoso denunciar a tantos hijos “ilustres” del país, el día que me condecoran y atraviesan el alma con cinta tricolor en forma diagonal”. Ante el micrófono, tras la sesión solemne y luego del Himno nacional, los habitantes “ilustres” con su cara de mentira, como siempre, parodiaban, simulaban o simplemente sentían emoción, deseos de oír al Hijo Ilustre. Era esa la oportunidad de matar ese silencio octogenario. El Abuelo abrió despacio la carpeta, carraspeó, bajó un instante la cabeza, guardó los lentes, se frotó los ojos, observó el discurso, y dijo: -“Señores, señoras: Gracias”. Luego, en el estudio, Alex le pidió el discurso al abuelo, para cerciorarse de lo que sucedió ante el micrófono. En efecto, como lo había pensado, la página en blanco, predecesora de ocho páginas completas escritas a máquina, tenía una marca: ¡Una gota roja, seca, en el centro de la hoja!

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-III-

Años después. Una mañana, Alex, devorado por insectos, demacrado, frente al espejo, sintió que pesaba y dolía la nostalgia por el tiempo que lo separaba de su abuelo Bautista. También, como él, había luchado por sus ideales. La aguja pequeña, que teje horas, y la grande, rápida, que inclemente, recuerda la soledad, se había encargado de volverle escoria, casi piltrafa humana. Cuánto menos quería, más se sumergía en el recuerdo, pretendiendo compensar la paradoja de la vida. De su cara reejada, brotó una lágrima, que rodó por el espejo y cayó en el lavamanos.

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Lectores: -¡Dejen que me quite el antifaz y así pueda romper el aparente y angustioso celofán de la narración!... Para comprobarme y comprobarles, si esta gota roja, que se deslizó por el espejo, era sangre. -¡Lo era! Y su sabor, vigoroso y opulento, ¡se había tornado acre, metálico, angustioso!

¡Era una sangre tan púrpura, como la del rostro de la Virgen, tan coralina como la del discurso del Abuelo, tan desesperada y tierna como la lágrima que vi brotar aquella mañana lluviosa de los ojos del gorrión!...”

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ÍNDICE



NOTA PRELIMINAR.....................................9 PRIMERA ESCENA: En Peribeca................................................15 EL TOPÓN.................................................21 DOÑA GERTRUDIS BONILLA.................24 P E R IB E C A .. . .. . .. . . .. . .. . .. . . .. . .. . . .. . .. . .. . . .. 2 6 ESCENARIO

PERIBEQUERO..................38

BAUTISTA Y SU ENTORNO.......................47 EL JOVEN BAUTISTA Y SUS PROYECCIONES.........................55 RECUERDOS........................................62 REALIDAD Y ASPIRACIONES...................64 EN TÁRIBA: Proyectos Y Realizaciones........................69 PREMIO AL ESFUERZO: Nombramiento De Maestros......................73 NUEVAMENTE EN TÁRIBA......................86 EN SANTA ANA, OTRAS LOCALIDADES Y EN CAPACHO................88 AMBIENTE POLÍTICO...............................90 DE NUEVO EN TÁRIBA: Cambios, Persecución Y Vía-Crucis..........93 VUELVE LA RUTINA................................99 R E CO N O C IM IE N TO S. ... .... .... .... .... 10 7



La lágrima del gorrión Se terminó de imprimir en los talleres grácos del Sistema Nacional de Imprentas Regionales El Perro y La Rana Capítulo Táchira, en el mes de agosto de 2012 Tiraje 500 ejemplares Ministerio del Poder Popular para la Cultura





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