La vieja casita del Árbol // Balumbá - Rosa María León Salas

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LA VIEJA CASITA DEL ÁRBOL BALUMBÁ

Rosa María León Salas


Diseño y Diagramación: Jose Alejandro Ruiz Mora Impresión y Montaje: Walter Berti COLECCIÓN CANTA PIRULERO Nº 9 La Vieja Casita del Árbol / Balumbá © Rosa María León Salas ©Sistema Nacional de Imprentas Regionales Fundación Editorial El Perro y La Rana, capítulo Táchira, 2012 Correo electrónico: sistemadeimprentastachira@gmail.com ISBN: 978-980-14-2337-9 Deposito Legal Nº:40220128002319


El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial el Perro y la Rana, con el apoyo y la participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela. Tiene como objetivo fundamental brindar una herramienta esencial en la formación del hombre libre y soberano: El libro. Este Sistema Nacional de Imprentas se ramica por todos los estados del país, el saber ancestral presente en nuestra cotidiana vida: la gastronomía, los paliativos caseros, la toponimia, la conciencia del pasado, la lectura de la realidad, la tecnología popular, los refranes, las costumbres.



Colección ¡Canta, Pirulero! Porque la convicción de saldar la deuda con la niñez sea por siempre nuestra bandera. No fue en vano, por lo que el tachirense Manuel Felipe Rúgeles imprimió en sus hojas blancas el primer libro en Venezuela dedicado a la lectura de las edades tempranas en el libro ¡Canta, Pirulero! Este es el llamado con el que pregonamos la invaluable labor de escribir los sentimientos por la sorpresa de todo, porque todo cuando somos pequeños es tan grande, tan precioso y preciso… es la vida sin velos, la construcción de nuestra libertad, de nuestros arraigos y valores. De estas ideas tan puras, conformamos la voluntad para ser quienes somos como individuos y como colectivo. Los Invitamos a volcar la mirada sobre esos pasos de astronauta, por esos días. A traernos el saco lleno del asombro, de las canciones, de las metáforas que para el mundo son escaramuzas, de los juegos, del paisaje, de nuestras costumbres para despertar alegre todo nuestro imaginario tachirense. Ya ven pues, el compromiso no es cosa baladí, es la poesía para nuestros hijos, la historia bien contada desde la Aletheia que hace grande a un país de lectores.



LA VIEJA CASITA DEL ÁRBOL BALUMBÁ

Rosa María León Salas



La Vieja Casita del Árbol / Balumbá // Colección ¡Canta, Pirulero!

LA VIEJA CASITA DEL ÁRBOL

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PROLOGO DEL CUENTO

Los recuerdos quedan atrapados en las hilachas de mango, este cuentecito es para todos los que he amado durante toda mi existencia, fueron buenos combatientes con espadas de palo, y coraje imantado, la infancia se hace feliz cuando puedes decir fui muy feliz, soy feliz, somos felices… vamos todos a marchar bajo los árboles sin parar, vamos todos a cantar encaramados en las nubes de cristal, vamos todos a silbar fzui... fzfui... fzfuio....

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Un poco estresada, obstinada, lacerada por los infortunios del tiempo, salí del hotel-pensión donde habito desde hace cinco meses; se acerca la navidad, las calles vestidas de rojo y verde, las ventas callejeras entusiasman al bolsillo en su eterno mete -saca- saca, el “jojo” de los Nicolases, campanillas en mano acompañando un tradicional chocolate aunque sea verano en este hemisferio, los estrenos no se hacen esperar, cena en familia, abrazos que confunden la prudencia; caminé de prisa impelida como resorte, sin rumbo jo, a lo mejor si estaba en cartelera “Lancelot”, me sentaría en una sala oscura cómplice de las palomitas de maíz que engulliría con una “coke”, entonces me di una vueltita por la sala de cine pero la cola era cansona, mi humor no estaba precisamente ante la expectativa del un cinema, entonces me dirigí a la placita, donde le robaron los sueños a Blanca Nieves y sus enanos. Solo queda el cascaron del chalecito de madera donde pernoctan los despojados del porvenir. Me senté debajo de un árbol añoso “solo los árboles me entienden”, de brazos fuertes, con muchas varices atadas a la tierra como para no arrancarle el gemido guardado por las tiempos, este viejo árbol de mata palo me hizo volar a mi mata palo de la India de mi niñez, en el cual solía decir “me voy de la casa, nadie me quiere” o invocaba a Chip y Dale ardillitas que jugaban conmigo, o se presentaban 17


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los “piscuiches” contándome cuentos e historietas de caballeros medievales, que luchando a capa partida contra los dragones rescataban a la dama del alba. Llamaba a Mary and Sifo para volverme tan pequeña como ellos, y así vivir las aventuras que alimentaban mi imaginación infantil... Otros árboles también eran escenarios de batallas en el campo de combate, adonde mis hermanitos, sobrinos, primitos y vecinitos nos embarrábamos la cara de lodo, enterrábamos nuestros cuerpecitos en la tierra húmeda detrás de las trincheras improvisadas en cajas de refrescos, cauchos inservibles uno y que otro costal lleno de arena. Teníamos el comando en el gallinero, yo fungía como el comandante, emulaba al “Führer” con bigotito y todo, mis eras botas de cartón se juntaban con un sonido “juagt, juagt”, mis sobrinos que eran los contrarios saltaban cada vez que escuchaban el “juagt, juagt” de mi caminar rectito, con hombros afuera, la respiración sostenida, las ordenes que emitía con alto grado de mando, mi sobrino Gastoncito, el General Mayor. Su ereza en el campo de juegos era mortal cuando disparaba una pepa de hicaco capturando cuantos alemanes podía, encarcelándolosen el tanque viejo de agua. La diversión se detenía cuando escuchábamos a la abuela Rosalía con un –“muchachitos vengan a merendaaar”- seguido a eso, nos lavaba las caritas, las manitas llenas del barro, alfombra selecta de los árboles mango uno y mango dos, los gemelos, los dilectos de toda la banda. Otros mangos crecían junto a los nísperos, hicacos, guayabos, naranjas, limones chinos, todos ellos rodeaban la cancha de tenis, sitio donde se conjugaban las cuitas de amor de mis hermanos grandes donde los torneos se hacían acompañar con un selecto grupo 18


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de jugadores que degustaban para refrescarse con las famosas limonadas heladas preparadas por Hermes, el cocinero que por años compartió con nosotros las anécdotas de mi familia, quien debajo de su cama guardaba un tesoro de verdad, muchas monedas y billetes que iba amontonando de mes en mes, y con mis ojos de inocencia le escuchaba decir “cuando sea millonario, viajaré por el mundo y me casaré con una paisana que me dará muchos hijos”. Cada vez que podía me envalentonaba para que Hermes me enseñara su fortuna, y yo lo comparaba con Rico McPato y su primer moneda “ji ji”. La cancha era el espacio de reunión obligatoria para cualquier visitante de la casona al estilo andaluz, rodeada de los centinelas vegetales, canalejas de cobre que circundaban el techo descargando agua de lluvia en los azahares que dormían justo al frente de mi habitación. Había otra extensión de árboles perfumados al orecer los naranjos. Mi madre tenía la colección de las mejores naranjas que una podía probar, al entrar la primavera, aroma me invitaba asomarme por el ventanal de mi habitación en el noroeste de Lourdes del Paraíso, los zumos de naranjas para el desayuno o de grape-fruit de color violeta, o los limones chinos tan grandes como pelotita de ping-pong, la delicia de los cítricos formaba parte del río saludable que circulaba en mi sangre, en el norte guardiana de los leoncitos de tierra, pequeños animalejos, de múltiples patitas, con su hábitat debajo de la blanda tierra atrapando a las incautas hormigas que caían en su trampa. Allí debajo del frondoso bambú pasaba las horas tratando de cazar a los leoncitos de tierra. También estaba la rosaleda, el espacio predilecto de madre, las cuidaba a diario, rosas blancas trepadoras, 19


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rojas amor, amarillas amistad, blancas pureza, rosadas inocentes. De España se trajo una de color azul violáceo. A esta rosa le rodeaba un estambrillo que la protegía contra las intrusas orugas, pulgones que saciaban su apetito con las hojitas y petalitos, las rosas para la Virgen de Lourdes, las rosas de los Pesebres, para agasajar a la innidad de personas que habitaban en mi casa, rosas… rosa… con espina… sin espina… mermelada de rosas… té de rosas… pétalos de rosas… las rosas han rodearon mi existencia aún después de su muerte… El jardín. Mi jardín… el jardinero… los jardineros… Ricardo Pichirillli el italiano que crecía junto a las pérgolas adornadas por uvas parras, las uvas negras, las uvas playeras, el otro jardinero José Avendaño “Yeyé” aquél que en una mañana empañada por los malos presagios acobijados bajo la sombra de un pino me dijo con voz quejumbrosa ¡Mi niña pecosa, han matado a Kennedy! Unas gruesas lagrimas rodaron por mis pecas que volaban a ser monjas, recién entendía una muerte… muerte que sello… muerte que cambió… muerte que creció. Muerte que revolucionó… mi vida… las vidas… todas las vidas… una vida entera… vidas enteras… un mundo entero…. mundos enteros…. el planeta… mi planeta… mis sueños… y apareció el Ché… Los cocoteros con sus cocos dulces, coquitos… dulce de coco… leche de coco… cocaditas “<<una piedra tiró un cocotero, tero, tero, una piedra tiro un cocotero y el coquito al instante cayó, coco coco…>> En mi familia existe una anécdota de cómo conquistó Onchi a Luisa con un cocazo. Las palmas reales cual 20


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bellota tributo al olor, ese olor de mis años mozos, presagio del destino, los chaguaramos altos y delgados coronados como rey ancestral cuyo ojo observa, el Acacio siempre en or meciendo los nidos de los arrendajos, las buganvillas, el estanque con la forma de Venezuela, donde habitaban miles de pececitos de colores… negritos… plata… dorados… atigrados… todas las mañanas antes de ir a mi escuela les daba pancito ellos salían a la supercie con sus ojitos negros disparándome un guiño, uno de ellos era un pez negro grande con ojos como unos telescopios, le metía mis dedos en el agua, este me daba besitos que divertido, también esperaba que apareciera un príncipe sapo sobre las hojas de lotos y el hada de los nenúfares. Esa ora del estanque junto a la dama de la noche galardonada con exquisitas ores que solo se abrían cuando las sombras arropaban los sueños, esta dama solitaria habitaba al norte del estanque lago de Maracaibo, en el yacía un viejo galeón pirata ¿Sería el del Capitán Latte?, al lado de una isla adonde escondían un tesoro que nadie hasta ahora halló, mi tío Chuchú, el historiador, se compró un detector de tesoros pero perdió los reales ya que fueron infructuosas sus búsquedas, el submarinista se pasó toda su vida buscando en la profundidad del estanque, creo que se cansó de escudriñar el fondo, porque un día lo fui a buscar y estaba otando sin la escafandra con una sonrisa que le cruzaba todo el rostro. Habían árboles como extensión, mis favoritos, el mata de palo, la casa árbol quedaba en los jardines internos, mi casita de las muñecas justamente en el alero donde una gran rama servía de posadero, allí 21


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rendida soñando, comiendo, subía un bojote de mangos maduritos, emparedados de mermelada con mantequilla de maní, bebidas chocolatadas o una “coke”, sobre todo las revistas de mis artistas favoritos, “Troy Donahue, Adam Troy, Paúl Anka, César Costa, en n eran tantas las revistitas, magazines, libros… libritos… librotes… cómics… fotografías… autógrafos… que colmaban las estadías en mi torrecita encantada, el palacio de Sissi la Emperatriz. También se repetía una imagen que me impresionó mucho a los ocho años, la de Fidel Castro, en mis fantasías me veía con un fusil al hombro habitando con hombres barbudos, vestidos de verde, sus mujeres de recio carácter enfrentándonos al peligro, sentía una sensación en la boca del estomago como si miles de grullas anunciaran presagios “que algo raro iba a pasar con ese Hombre” y ese olor que emanaban las bellotas de las palmas envolvían mis auspicios. Qué decir de mi compañera de juegos le decíamos la Puly, de cabellos largos como el mío, rubia cuan espiga de trigo, poseía un pony negrito que nos llevaba de paseo por la avenida de los augustos árboles sirviendo de cobijo a la hora de calor, <cuantos secretos guardaron todos estos árboles de mi infancia>. De nuevo la realidad, estoy sobre una roca en el parque debajo de una acacia, contando los días que faltan para la navidad, me embarga la tristeza ya que sola…solita…pasaré la navidad; para no apañar la noche preero volver al atrás, a esa infancia de monedas de chocolates, cierto día aserraron dos pinos que estaban a punto de caer, dejando los troncos en el patio izquierdo de la cancha, apilados de forma que no representaban 22


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peligro, ocasionando un accidente, éramos tantos niños que parecía un jardín de infancia, pero ocurrió lo inesperado, a nuestro pequeño perrito Rufo, le cayó un tronco que lo dejó tendido sangrando. El dueño en realidad era Karlo, mi hermano menor, de ojos frescos como lechuga tierna recién lavada, sus rizos rojizos le caían con tanto desorden que las abejas y las mariposas quedaban atrapadas en ellos, en la conmoción tomó a Rufo entre sus bracitos y el perrito estiró la patita para más colmo, gruesas lagrimas como diamantes derretidos salían del verde de sus pupilas las cuales solo entendían que su mascota no jugaría más con él, ni le daría calorcito a la hora cuando el sueño le rindiera, ni lo acompañaría a nadar en el lago de aguas cristalinas con profusión de agujetas, peces de colores, camarones con sus bigotes castaños, de vez en cuando una que otra raya y medusas que parecían las burbujas del lago como si exhalara desde lo más profundo un canto ahogado que se pudiese traducir en –“Lago soy profundo y amable no pretendo ser más que amigo leal de mis navegantes” Volviendo al entierro del can, el cortejo fúnebre lo encabezábamos Karlo y yo, detrás de nosotros silenciosos, cabizbajos, con los ojitos hinchados de tanto llorar iban en orden Giorgio, Belén, Reni, Daddy, Chachi, Mily, Leito, Roberto el cubanito, Mai, Blanqui, Tito, si alguno se me escapa de la memoria disculpen, ¡AH! Pollin, el había volado del Ducado de Pollenburg para asistir al entierro. Yo ocialice el ceremonial, con voz grave pedí el descanso eterno del almita de nuestro querido Rufo, fueron tres días de duelo y capilla ardiente para elevar a condición humana al can, suspendimos por duelo cualquier manifestación de alegría o juego. El campo de 23


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batalla fue convertido en campo santo junto a las raíces del mango 2. Lo enterramos en una cajita de madera, que nos regaló nuestro padre. Era impresionante como lloraba Karlo la pérdida de su amigo, pasó tres días junto al sepulcro del can, mi madre preocupada le decía que era normal que sintiera la pérdida, pero era exagerada su sensibilidad, el siempre fue así, que debía descansar, dejar de llorar, él como una rosa en invierno estaba débil, herido por el profundo dolor. Por años el Mango2 fue cementerio de todas las mascotas, perros, gatos, venados, pájaros, que formaron parte de nuestra feliz infancia. “ja… ja” recuerdan “ja…ja..ja…” Mi madre era dueña de una hicotea que llevaba por nombre Pepita, ella todos los días la llamaba para darle el alimento, lo curioso del caso es que Pepita le respondía el llamado “Pepitaaa… Pepitaaa…” El hábitat de tan singular mascota era debajo de los claveles, petunias, corazones, uñas de danta, helechos, pequeña selva orida rodeada por un muro de ladrillos de terracota, al lado del nicho de la Virgen de Lourdes y la silla de mosaico español con alegorías a la tauromaquia, este era el hermoso rincón donde moraba Pepita, la hicotea. Fueron tantos los árboles que vivieron conmigo, como el mango que sembré regándolo con agua azucarada para que sus frutos fuesen jugosos y así chorrearme, llenarme de hilachas los dientes para recordar por siempre que todos alguna vez realizamos maromas sobre un árbol.

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Cierta mañana estaba toda la tropa, los de Kukerik Club, construyendo una casa de ladrillos sin cemento, sosteniendo la pared los mangos gemelos. El primero en estrenar la casita fue el gordo Pomponi. Las paredes endebles se vinieron abajo causándole una gran herida en la cabeza. Salimos corriendo asustadísimos, porque la sangre le bañaba el rostro, Tavito el vecinito, se envalentonó para curar al infortunado, “huy” lo cocieron con tripa de gato, guacale… ese día nos castigaron a todos… todos… los niños… las niñas… niños tremendos… tremendas… Zarandajos… zarAndaJas… mAlosOs… MalItos… niÑos coMe gaLleTas… comE susPiroS… cOmeDulcEs… cOMe CHocolATes… nIñiTO pecUEecoSO… peCueQUeros… pEcuEcOS… y así la pecueca ganó la batalla de la infancia guardando los pormenores en los árboles.

FIN

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BALUMBÁ El niño azucachocolatedulce

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PROLOGO DEL CUENTO

Existió una aldea, tan mágica como los hechos que les voy a narrar, Trapichal llevaba por nombre, ya que los aldeanos trabajaban en los cañaverales, y por costumbre se ausentaban tres meses a la recolecta, las mujeres se ocupaban de faenas cotidianas, como Acacia, famosa por sus mermeladas de ruibarbo, cultivaba girasoles tan descomunales siendo los techo de las casitas, el niño negroazucarchocolatedulce, hijo del corazón de la panela y la pipa ranera, la niña Serana ojos de cascada, cuando en ella piensan lanza de arriba plumas multicolores. La Rana Sinforosa, expresa sus dudas a negro Timoteo, ella se petrica en su pipa y por volutas de humo el croar se escucha, la moraleja de la rana y la duda, las estas patronales de San Francisco de Asís, organizándose cacerías de cochinos de monte, convirtiéndoles en deliciosas manjares y así transcurre la vida en el Trapichal. “Cuando en ella piensan, todos vuelan”…

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A orillas del río, pasando el puente de madera, vive Micaela, madre cariñosa del niño Balumbá, gorda, de gran corazón, esperando el retorno victorioso de negro Timoteo, larga hondo suspiro, musita un, “-Córrete pasito viejo Timoteo, tu negra Panela seguro apura lo almuerzo” “-Tre luna testigo de soledad en lecho, dormite viejito, la negra de lejo arrulla lo canto que van por lo cielo”. Anoche al croar la rana, el niño Balumbá, decite que e cierto soñaba con ojo abierto, cuando sus zapatos crecieran como paipa Timoteo, un grillo brilloso, lo pasee por el cañaveral de su ancestro. Viejo cachete inquieto, pipero ranero, decile a Panela cuanto lo quiere, así volá junto a niña de ojos de cascada que acompaña tu ausencia con plumas de pájaro cuchibachero”.Ella contenta, entona una cancioncilla, cuchara de palo en mano, revolviendo sopita de paticas de cochino, que tanto le gustaba al paipa Timoteo. “Balumbá, Balumbá, corazoncito, cuídate de lluvia traicionera, moja que moja, derrite panela tu paipa sudao, machete en mano corta caña pá que crezcas” “Te quero nenito, negrito dulce, te quero” A lo lejos se escucha el tap, tep, tap, de los tambores, la faena terminaba todos en coro cantan y 31


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bailan al son de despedida, las campanadas de la iglesia los conecta al merecido descanso. ¿Lo negro no quere zanguango? ¿Lo negro no quere zanguango? Lo negro lo quere alegró Bailá to´tempo con sabó Lo negro da gusto la labó La negra cocina fuego con sabó Chupate lo deo Timoteo La negra, amó, más amó Silba machete caña ¡oh! ¿Lo negro no quere zanguango? ¿Lo negro no quere zanguango? Lo negro da gusto la labó Antes del mediodía arrancó la caravana de felices jornaleros, cruzando el puente del río, divisando los techos de girasol, y la torre de la Iglesia, felices estaban de volver a casa; y allá arriba el joven amarillo jugaba un partido de pelota. Solecito se colocó su gorrita, a sabiendas que podría llover, el correteaba a largas horcadas de base en base con Madre Natuá y niña Serana ojos de cascada, se divertía tanto que olvidándose de su prima Lluvia, la cual siempre aparecía cuando menos se le esperaba y vendría de paso acompañada de hermanitos Viento, Tormenta, y el pequeñín Trueno, el más tremendo de todos, emitiendo un “ROM-BROM” espantando el juego y a toda la comarca. “ZAZ,” un rayo parte el cielo, se oscurece, el agua hace su aparición, gruesas gotas, mojan el panorama, un relámpago ilumina la casita de Micaela, la 32


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de largas trenzas, falda oreada con delantal, descalza, y un pañuelo rojo amarrado en la cabeza, otro “ROM. BROM”, asustada suelta la cuchara de palo al unísono del estruendo que retumba espacios, recuerda que el niño está en el patio y grita a todo pulmón “-Balumbá venite pa’ dentro, la lluvia te va frega… niño chocolatedulce hace caso... venite pa’ cá... éntrate te va a mojá... ¡¡otro trueno!! ROM-BROM, la hace saltar, sale afuera, en la cerca el grillo atado de una patita, y en el suelo, derretido como <melaochocolatedulce> ella con sumo amor y paciencia recogió el “melao,” lo guardó en envaserecogemelao y se dijo: ¡de nuevo metete en el molde, cocínate, espera que cuaje, te pongas durito, para que puedas “corré cantá, bailá y soñá”. Entró en la casita y colocó al niño derretido en un molde, lo cocinó a fuego lento, para que no se quemara o quedara melcochudo, al estar durito Lo dejó enfriar, y en plena operación, escuchó el “GRUAP, GRUAP, GRUAP,” y el llavín en la puerta, al entrar Timoteo, divisó en la mesa el envaserecogemelao, una carcajada rompió el silencio, y dijo: “Otra vez se derritió, “JO, JO, JO” Cierto día el viejo Timoteo, fumando su pipa contaba cuentos al pequeño Balumbá, en noche de luna engalanada de anillos de colores, cuando tuvo que detener la narración, para perseguir a Terrón de Azúcar por toda la comarca, caballo blanquiamarillo, que asustado por la rana Sinforosa, corría desbocado hasta que llegó al jagüey donde habitaba la rana en cuestión, cansado y sudoroso, el negro Timoteo logró atrapar a Terrón de Azúcar, extenuado se sienta en una piedra, 33


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enciende la pipa, a la tercera voluta, escucha a Sinforosa que le pregunta: ¿Habrá otro jagüey menos aburrido que este, ya que era tan pequeño que solo podía vivir ella?, respondiéndole Timoteo con la moraleja de la Rana y la Duda, a saber “-varias ranas se reunieron para cazar una mosca analfabeta que todos los días los despertaba lanzándoles pegajosa saliva que no los dejaba croar, se empalagaban tanto que de tanto empalagamiento, empalagaban a las demás hasta que un día pasó un morrocoyo y les dijo que si le lanzaban bolitas de excremento con azúcar y cal, esta perdería sus alas, y así lo hicieron al día siguiente, tirándole las bolitas fétidas, atraparon a la mosca analfabeta-”. Moraleja “No de tanto dulce se hace un adulador ni de tanto mal olor se espanta a un bufón” Escuchándolo con atención la rana de un salto quedó petricada en la pipa y cada vez que la encendía en vez de volutas de humo se escuchaba el croar de la rana. “GRUAP, GRUAP, GRUAP” sonido que caracterizó al negro Timoteo. Había también en el Trapichal un frondoso árbol de mango, conocedor de los más recónditos secretos del niño Chente, causante que niña Serana ojos de cascada se convirtiera en niña nube lanza plumas, columpiándola con tanta fuerza que voló por los cielos quedando atrapada en las nubes. Todos los días Rufío, Tomasa, Toñito, Catita, Chefína, Fonsito, y Miguelito, se reunían con Chente a la salida del colegio, esperaban a Mercedita, maestrilla incansable en los juegos con los niños, tanto que ellos se trepaban en los parpados para no dejarla dormir, los niños roba pestañas escribían arrrurruz, arru, 34


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arru, e izaban la bandera para que todos la vieran y le compusieron una canción que a coro tarareaban: 7 gomitas van a saltar 7 gomitas van a bailar Arrurruz, arru, arru Treparan en los parpados de Mercedita 7 gomitas arcoíris 7 gomitas roba pestañas Arrurruz, arru, arru No la dejan dormir 7 gomitas van a saltar 7 gomitas van a bailar Arrurruz, arru,arru Treparan en los parpados, no la dejan dormir Cierto día Mercedita, salió a caminar por el campo y se sentó al lado de una gran piedra, de ella brotaba el manantial de granate, también había profusión de orecillas, poleos, y hierba buena, sintiéndose tan agradable que decidió darse un chapuzón, la fragancia de la oresta la envolvía, metiendo su larga cabellera en el agua tocando el lecho del manantial de pronto sintió un cosquilleo y su melena tomó una tonalidad roja granate, miles de destellos iluminaban su rostro, tal era el resplandor que Solecito de inmediato se asomó por el balcón, extasiado observó a Mercedita, quedando prendado de ella al instante, y decidió tomarla por esposa, convocó a la Madre Natuá pidiéndole desposarse con la niña cabello granate, y ella le concedió el deseo y así Mercedita se convirtió en el planeta de los excursionistas, donde todos los niños subían por las escaleritas que tejió 35


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con su pelo granate para que fueran de visita, pero sin robarle sus pesta帽as. De esta manera se termina este cuento de chocolate, iluminados por Solecito y Mercedita, que vivieron c贸smicamente felices, d谩ndole todo el amor a la comarca.

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EPILOGO

Espero que esta lectura les sirva de catarsis ante tanto devaneo en este mundo tan abyecto El proceso de la paz tan deseada debería ser como tener la mente puesta en las fantasías que alimentan la inocencia de los niños, siendo ellos tan dulces que se convierten en melao cuando se mojan, o cuando nos dan un beso de suspiro nuestro corazón vuela tan alto para reunirse con la niña Serana ojos de cascada. Así es mis queridos amiguitos trépense en los ojos de la vida, aten sus metas como pancartas, pídanle a su ángel de la guarda que guíen sus pasos, y la armonía realice el gran milagro de darles la oportunidad de entrar triunfantes al escenario del vencedor. Por mis hijos, nietos, sobrinos, y alumnitos de pintura, que durante años escucharon los cuentos de chocolate.

Cataplum..... se acabo....

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ÍNDICE

LA VIEJA CASITA DEL ÁRBOL...............................11 BALUMBÁ.................................................................25



LA VIEJA CASITA DEL ÁRBOL / BALUMBÁ Se terminó de imprimir en los talleres grácos del Sistema Nacional de Imprentas Regionales El Perro y La Rana Capítulo Táchira, en el mes de junio de 2012 Tiraje 500 ejemplares Ministerio del Poder Popular para la Cultura





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