Descarrilador - Un viaje de revista Nº2

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UN VIAJE DE REVISTA

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2019

foto:José Sasia - Pantanal

RELATOS DE CICLOVIAJER@S POR EL MUNDO HOMBRES Y MUJERES AL VOLANTE LA VIDA MISMA, SOBRE DOS RUEDAS


Esta revista busca transcender entre el tiempo y el espacio, entre el espectador y el protagonista, entre el llanto y la risa, entre campos, ciudades, montañas, valles, playas y glaciares. Entre el origen y el final, para un continuo sin fin, para encontrar la realidad del arte que transforma cabezas, y que trasciende para dar paso a nuevas cabezas. Descarrilador es una revista sin fronteras, que busca la música del dibujo, la matemática de la escritura y la pintura de la fotografía, para llegar a tocar el polvo de pueblos y ciudades por caminos indómitos e infinitos, y perderse un poco de la locura de nuestra realidad por medio de nuestras ruedas rodadas a pedal.

Esta expedición hacia a una nueva forma de viaje y de aprendizaje, hacia una comunicación sana, la realizan viajeros que andan por algún lugar del mundo, y que tras horas, kilómetros y kilos y kilos de irracionalidades -no tan irracionales- buscan colmar tu alegría e ingenio. Ellos procuran alas para tu cabeza, y que de esa forma vuele a otro rincón del mundo, y te lleve sin contemplar ni tu dinero ni tu cultura, sino tu voluntad para conocer, reír, soñar, compartir y avanzar hasta que junto a letras, garabatos e imágenes construyamos el camino de un planeta que nos lleve a un punto mejor.

Francisco Koufios

EN EL PORTAEQUIPAJE: 01 Fiesta de sol y sal 04 Mas allá de mi ventana 06 La fe del viajero 09 Registrando nuestros días: El Estrecho 10 El viaje también es por dentro 12 Carta a mi amigo 14 Bici Ángeles entre nosotros 16 Dulce Hogar - Casa del ciclista Medellín 18 Llenar de sentido 20 Encuentro con Jesús 22 Al norte de sudamérica


Escribe José Sasia

Aventurarse a cruzar el Salar de Uyuni, en Bolívia, el mayor y mas alto desierto de sal del mundo, en pleno invierno y en bicicleta, puede parecer una locura. Pero con fuerza de voluntad, un buen equipamiento y un GPS, es completamente posible. Infelizmente, no contábamos con nada de eso.

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abíamos llegado ese día e incursionado algunos kilómetros hacia dentro del salar, sólo para confirmar nuestras sospechas: Pancho, mi compañero por esos días, estaba con cagadera. Lo que ahora parece un chiste es uno de los peores temores de cualquier mochilero, y más todavía para un ciclista. El riesgo es deshidratarse en pocos días. Cuando, bastante frustrados, por fin decidimos volver, creo que comenzó la magia. Ese momento en que el verdadero viaje aparece ante tus ojos… o a tus espaldas. En la línea blanca del horizonte aparecieron unas manchitas negras. Rápidamente crecieron y ganaron presencia: ¿ camionetas? no... ¿motos? puede ser... ¡bicis!!! Naaaa. Si: cuatro ciclistas saliendo de la nada del Salar, después de dos

días de pedalear y acampar sobre ese suelo blanco bajo ese cielo azul. Nos escoltaron hasta la Plaza de las Banderas, donde sacamos fotos, cambiamos impresiones y trabamos amistad. Seguimos pedaleando en grupo y llegando a Colchani, el pueblo a la vera del Mar de Sal, nos despedimos: yo también estaba sintiéndome mal. Buscamos hospedaje sin suerte, hasta que nos señalan una casita al margen del pueblo, ya casi dentro del Salar. - ¿La de las estatuas? - ¡Esa, sí! Nos atiende Nicolás Chamvillucra, que abriendo un sonrisón y cerrando los ojitos nos indica que entremos nomás, por entre las estatuas, hasta una construcción hecha íntegramente de sal. Sal pura: la01


drillos de sal, pegados con pasta de El material no es blando, como se sal, camas de sal, mesitas de noche podría imaginar: del mismo matede sal. Pequeñas figuras de sal deco- rial son hechas las paredes. Talla ran algún rincón. La otra habita- ladrillo por ladrillo y luego, cual ción del local está repleta de ellas: albañil, prepara la masa de sal con es el negocio donde Nico intenta agua y construye su escultura emuna que otra venta a los turistas. plazandola en el patio. Es punto de Nos acomodamos y al rato entra referencia para los turistas, que con té de hierbas para ir curando paran y bajan para tomarse una nuestro malestar. No la pasamos foto con las obras, pero raramente bien... esa noche y el día siguiente preguntan por el artista, o dejan fueron de los peores que he vivido. alguna contribución. Las piezas Pero poco a poco nos recuperamos, pequeñas y delicadas de la sala van mientras trabamos amistad con por cuenta de su compañera, que trabaja una pasta de sal más fina, Nico y su familia. tallando y lijando. También los guiEl patio de esculturas fue la prisos que a falta de suero nos mantiemer excusa. Tiene unas treinta pienen nutridos. Tienen dos hijos herzas de dos metros de alto desparramosos, que no paran un segundo de madas por el local. Cada una tiene mirarnos y preguntarnos cosas, una historia personalísima, y están una vez que superan la timidez inifabricadas con ladrillos de sal que el cial. propio Nico extrae del Salar. Trabaja con sierra, martillo, cortafierro.


Al segundo dia, ya más recuperados, nos enteramos que Nico tiene un trabajo para hacer y le hace falta una mano. Entonces madrugamos y lo encontramos haciendo fuego debajo del motor del camión, para calentarlo y poder ponerlo en marcha. Luego buscamos por el pueblo algunos ayudantes más y entramos al Salar. Durante más de una hora, vemos empequeñecerse cualquier rastro de civilización y de vida, el universo se reduce a la caja del camión y a la sal que nos rodea, hasta que se detiene. Bajamos, con los pies en el agua fría y el rostro totalmente cubierto por ropa y anteojos de sol, para protegernos del reflejo del sol en la sal, cargamos el camión. Cuando subimos Nico dirige su camión hacia más adentro del Salar. Llegamos a una montaña de piedra oscura y erizada de cactus que brota del plano blanco del piso y descargamos la camionada de sal, sobre el suelo de sal, en medio del Salar desierto. - ¿Pero para qué carajo estamos trayendo sal al Salar?! - Es el Inti Raymi y vamos a tener una fiesta aquí para celebrarlo. Viene el Presidente Evo. Yo ya no entro en mí mismo de asombro y alegría. El Inti Raymi es el solsticio de invierno, el Año Nuevo del pueblo andino, una fiesta originaria que se celebra el día

más corto y la noche más larga del año. De ahí en adelante, las noches comienzan a acortarse y los días a ser mas largos. Es una fiesta digna de vivirse, más si es en medio del Salar, pero además, con la presencia de Evo: obrero cocalero, dirigente, sindicalista, primer Presidente de origen indígena de Bolivia, nombrado Apu Mallku o “líder supremo” por los pueblos indígenas andinos, y autor de una serie de reformas que llevaron calidad de vida a los sectores más postergados de la sociedad boliviana. No lo dudamos un segundo: nos quedamos para la fiesta, en la que fuimos los extranjeros más locales, armando y desarmando las esculturas que Nico llevó para el evento. Es que la bici es así, te presenta compañeros como Pancho, que te diste cuenta y es tu hermano. Es que Bolivia es así, llena de Nicos que te abren las puertas y te ofrecen su amistad. Es que viajar en bici es así, la aventura está esperando en cada dificultad. Es la filosofía andina del Inti Raymi: cuando la noche es más oscura, se viene el dia en tu corazón.

José hace años que busca amaneceres nuevos por aquí y por allá.

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MAS ALLÁ DE MI VENTANA Escribe Ada Cordeiro

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odo comenzó con un sueño, unas ganas de ver más allá de lo que mi ventana podía mostrarme. Sabía que el mundo estaba lleno de posibilidades, pero más que saber yo quería experimentarlas. ¿Y por qué no en bicicleta? Quería a Branquinha, mi bicicleta, como mi compañera. Y fue con ella que exploré América del Sur. Fueron muchas las preguntas que escuché todos los días… Pero, ¿no tienes miedo? Por supuesto que sentía un poco de miedo, pero el miedo es parte, simplemente no podemos dejar que nos paralice. Claro que siendo mujer puedo, como cualquier hombre, hacer lo que deseo. Tenemos las mismas posibilidades. Lo que nos falta muchas veces es valor.

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Pero eres mujer, ¿vas a ir sola? Me encantaría tener una linda compañía para viajar conmigo, pero cuando salí no tenía. ¿Y qué? ¿Iba a esperar por alguien una vida entera para hacer lo que yo quería? Pero, ¿por qué tanto tiempo? Para la mayoría de las personas viajar por uno o dos años, o incluso más tiempo, puede parecer una locura. Pero yo descubrí que salir de la rutina, romper ciertos patrones y ser nómade es una linda experiencia de vida, que trae muchos aprendizajes. ¿Y tu casa? Aprendí que mi casa es donde yo esté. Estar bien con uno mismo es lo que nos hace sentir en casa en cualquier lugar. ¿El trabajo? Existen mil maneras de sobrevivir viajando y muchas de ellas no involucran el dine-


ro necesariamente, eso nos enseña mucho y nos hace dimensionar de otra manera nuestra relación con el tiempo, el trabajo y el dinero. ¿La familia? Esa, es nuestra para siempre. Estando cerca o lejos. Y la familia también es un círculo más amplio. Son personas, amigos que encontramos en todas partes y que nos completan… Nuestra familia también puede estar en todo lugar… ¿Y vas a sobrevivir con tan poco? Desapego, ¡ese tal vez sea el mayor aprendizaje! Tener apenas lo necesario, lo que somos capaces de cargar, nos hace sentir más livianos, más libres. Al contrario de lo que el mundo capitalista desea de nosotros, el desapego sólo nos hace bien.

O sea, para viajar, basta con las ganas: ganas de salir, de moverse, de ver al otro no como un ser distante, sino siendo parte de él, de su rutina y de su vida. El viaje en bicicleta nos proporciona eso. Y por eso las personas nos reciben tan bien, porque llegamos de alma y corazón abiertos, sin ser mejores o peores que nadie… y así tenemos de vuelta el mismo cariño y respeto. La experiencia de vivir en la bicicleta por dos años me mostró mucho más que paisajes bonitos, me mostró experiencias de vida que de ninguna otra manera hubiera tenido la suerte de experimentar. ¡¡¡Amor y gratitud a la vida por todo eso!!! Ada ya pedaleó toda sudamérica en su Branquinha, y todavía va por más.


Escribe Andrés Fluxa

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ania Luka, Capital de la República Serbia de BosniaHerzegovina, 18 de octubre del 2015. ¿Cuántas veces leí o escuché hablar de los Balcanes como una simple denominación de un mundo lejano? Hasta hace poco los Balcanes formaban parte de lo empíricamente imposible. Eran apenas una representación mental formada por algunos textos académicos ya olvidados o por haber visto en mi etapa de cinéfilo una incompleta filmografía del director serbio Emir Kusturica.

perar hoy. O, a lo sumo, en alguna ciudad, algún atractivo natural importante o algún encuentro que sirva como destino parcial y como motivación para seguir. Dividir, fragmentar. Deshacerse del deseo de mirar más allá. O como suelen decir los jugadores de fútbol cuando son interpelados por algún periodista que aún no ha perdido la esperanza de escuchar una respuesta diferente (y que siempre se desilusiona): "Nosotros ahora no pensamos en <X>. Primero tenemos que jugar el domingo que viene contra <Y>. PorDespués uno se levanta, se cambia, que los campeonatos se ganan partido desayuna, guarda la carpa, arma la a partido". Básica pero efectiva filosobicicleta con todos los bártulos, despifía futbolística. de a la familia que lo recibió el día anteLa otra clave para no revolear la bicirior y arranca a pedalear. Una rutina repetida cientos de veces. Casi una cleta por un acantilado cuando aún te condena inexorable. La obligación de quedan 20.000 kilómetros para pedasuperar en cada mañana el ahogo del lear sentado sobre un minúsculo asiendeber. Porque, además, si uno mirase to, es el sentimiento de fe en la fascinael mapa con una conciencia real de las ción. Ser un fervoroso devoto del camidistancias o pensase seriamente en no. Algo así como una especie de relicuántas veces más deberá repetir aquel gión de la aventura que ordena en su proceso diario para llegar al final del primer mandamiento: "No dejarás recorrido, caería en la cuenta de la ridi- nunca de esperar sorpresas". O que en culez del asunto y la continuidad del otro de sus libros podría aconsejar a proyecto peligraría. Es por eso que sus fieles: "No caerás en depresiones ni finalmente se acepta que no sirve de tristezas por la nostalgia, ni serás vennada pensar en la meta última. Que cido por el frío, ni consternado por el mejor pensar en el día, en el ahora, en aislamiento cultural, porque has elegilos 60 o 70 kilómetros que hay que su- do este camino y en él debes confiar".

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Entonces, dos cosas: parcializar y esperar que algo suceda. Y algo más importante aún: la relación entre ambas partes. Una máxima que podría enunciarse así: la cantidad de episodios que pueden suceder en un día es directamente proporcional a la posibilidad de vivir conscientemente en el presente. Porque al final, tantas vueltas y sinónimos intentando esquivar esa frase y ahí está, simple e inevitable: vivir el presente. Ese día, después de levantarnos, cambiarnos, desayunar, guardar la carpa, armar la bicicleta con todos los bártulos, despedirnos de la familia que nos recibió el día anterior y arrancar (uno de esos días como cualquier otro que uno anda pedaleando por los Balcanes pensando que ¡ahora sí! ¡ahora puedo ver que no es como en las películas de Kusturica!), uno se detiene atraído por la música y por el acontecimiento social. Mira con timidez desde

el otro lado de la ruta y se mantiene lejos como expectante. Hasta que uno de los del casamiento se cruza. Se acerca con un vaso de alguna bebida súper hiper alcohólica para convidarte y te habla, y hablás, y nadie entiende nada, nada de nada. Pero igual con señas te invita a la fiesta y lo pensás un poco (no mucho) ¿y qué hacemos: vamos? Ahora me pregunto qué hago yo metido en un casamiento serbio (en Bosnia), en el medio de todas estas personas totalmente desconocidas, vestido con ajustadas calzas de ciclista, con una bicicleta cargada hasta el espejo y sin comprender ni una palabra de todo lo que me preguntan. Porque si antes los Balcanes me parecían un mundo lejano e incomprensible, ahora apenas lo entiendo un poco más. Ahora sé que los serbios se casan en BosniaHerzegovina porque ahí viven, porque ahí estaban desde mucho antes que las guerras terminaran con Yugoslavia, y

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que por eso tienen su propia república dentro de un país que fue su enemigo. Pero también sé que por acá ya nadie quiere hablar de eso, y que es mejor seguir con lo del casamiento que recuerda más a la unión y al amor. Después la novia y el novio comenzaron a caminar por el medio de la ruta con todos los invitados detrás, mientras un acordeonista le ponía música a la escena. La marcha duró lo que demoraron en llegar hasta el lugar escogido para cumplir con el ritual del casamiento: un bar, con mesa de billar, maquinas de casino y todo. Yo no pude evitar pensar que todo eso que veía y

vivía era tan diferente a lo que estaba acostumbrado a ver y un poco parecido a las películas... No pude evitar sentir la emoción del devoto religioso que ve recompensado su sacrificio en su larga procesión. Y no pude dejar de creer que en esa larga procesión no hay una meta final: que lo que sólo hay es un profundo e infantil anhelo de encantamiento y una inquebrantable esperanza en el suceso sublime, casi surrealista. Y luego (ya luego) hay una dirección, una insistencia, una obstinación, y una rutina sostenida por la fe renovada al despertar cada día.

Andrés es argentino y dio la vuelta al mundo en bicicleta, durante cinco años (2012/2017)

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Viracocha: Dios principal de los Incas, creador del Universo y todo lo que en ĂŠl existe.


El viaje también es por dentro

Escribe Edû A. Espinosa

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garrar los motetes y salir de viaje en bicicleta para muchos es un desafío al miedo y la desconfianza propias del mundo; es pasarla mal al pedo, solo, con hambre y frío... y ante todo es un viaje fuera de la zona de confort. ¿Para qué hacer algo así pudiendo anhelar un domingo de asistir series de Netflix en la pantalla

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de x pulgadas, tomar café espresso y comer tostadas con jalea de naranja o queso brie; luego de un saludable jugo de frutas de temporada? ¿Para qué exponerse a los elementos de tal suerte que hay días que uno se moja, pasa frío, mucho calor, las ropas no se lavan a menudo, y encima enfrentando a 24marchas caminos de arena, cuestas


interminables, viento en contra? Ni hablar de que el menú de camping no es el más variado del mundo; y a veces se duerme con un ojo abierto... Podría ser, se me ocurre, que para estar escribiendo desde la cama más cómoda que me han prestado en América del Sur, pasando un fin de semana con nuevos amigos, bailando surfmusic en el lugar menos pensado, probando nuevas y deliciosas comidas, compartiendo sonrisas, historias, contextos políticos y visiones de mundo. Podría ser para apreciar cómo el clima parece sonreír mostrando el sol y cielos azules y una brisa refrescante. La zona de confort no es mala en sí misma; al final cada quien en su viaje se procura el equipo que más se adapta a sus gustos y posibilidades (cocina, carpa, etc). Así somos: nos apegamos al confort y cargamos cosas inimaginables para justificarlo. Una señora me preguntó en una esquina: "¿Y no le da miedo viajar solo?". Pensé y respondí: "Me daría miedo no haber salido". Otro pregunta "¿cuál es su destino?" -y como en automático-: "Ya llegué". Claro, puede sonar muy a manual de autoayuda, pero pasa que de repente uno está más alerta todavía. El tiempo pasa de otra forma, no sólo como si cada día fuera domingo, fluyendo con las acciones sin entrar en conflicto. Y supongo que es justo eso lo que la zona de confort provee, un lugar para no tomar mucha responsabilidad sobre el tiempo y proyectarse al futuro (como trabajo, pensión, vacaciones, etc). Así que será un balance, en el que no es malo el confort en sí mismo; sino

perder la oportunidad de aprender fuera de allí. Las últimas semanas he pasado frío como no sabía sentir. En la búsqueda de soluciones aprendí mucho sobre la conservación del calor en situaciones de camping, y a poner en práctica aquella máxima de la cultura popular noruega: ut på tur aldri sur (a la naturaleza, nunca con tristeza). Al final de cuentas fue uno quien decidió viajar de esta forma y sobre esta ruta. Y también se puede decidir que no hay que aferrarse a una meta en particular, y que hay días en los que vale más una corazonada que una marca en el odómetro. Deja de ser una cuestión de si está correcto o no; si tenía que pasar o no. Al final todo sale bien, porque no hay problema en verdad -en la zona de confort se problematiza para crear nuevas soluciones para consumir-. Entonces, salir de cicloviaje es salir de la zona de confort para reconocer el presente, abrazarlo, respirarlo. Sería extremadamente aburrido hacer un ascenso altitudinal de 1500-2000 metros en un día y no llegar cansado, con los músculos tensos y el aliento extasiado. La recompensa es el movimiento, el cambio, que va reconfigurando constantemente el paisaje allá afuera y también muy adentro.

Edû es de Umuarama, Paraná, Brasil, y ya tiene varios paisajes dentro.

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Querido amigo, Te cuento que últimamente he pasado por muchas tierras. Bosques, manglares, trópico y pampa hasta donde se pierde la vista. Y qué vista la de las montañas del desierto! Con los ancianos, aprendí a escuchar las enseñanzas del clima y la geografía. Con los animales silvestres de los impenetrables anegados de la Amazonía, me di cuenta que cada uno tiene su lugar en este mundo, pero hay que luchar por un lugar en la sombra.

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Escribe Luis Antonio Soares Botelho Cunha - Ilustra Bruno Geronazzo

Aún en mi invernáculo, juntaba muchas cosas que creía necesarias para sobrevivir a la intemperie en estas jornadas. Ropas y herramientas de más por experiencia de menos. El peso, mi amigo, el peso y la geografía me ayudaron a escoger lo que realmente necesitaba. La soledad de las playas desiertas me enseñó la necesidad del equilibrio individual. No te equivoques, el amigo estuvo ahí, siempre dispuesto a ayudarme, sin embargo eso fue sólo cuando entendí el amor por mi cuerpo, mis ideas y mis sueños. En las húmedas y heladas pampas lo que cambiaba no era el paisaje, sino las personas. Adaptarse a las culturas y costumbres, como quien se adapta al verano bañándose en un río, fue lo que movió mi corazón. Y cómo latía ese corazón al ver, nuevamente, las montañas en el horizonte! Entre altos y bajos hice mi camino,el norte de mis sueños. Querido amigo, estuviste en la puerta del desierto para recibirme, me enseñaste las formas y me diste las herramientas para que sólo, pudiese vencer mis miedos. Y entre arena, piedras y el viento que las ama, en el lugar más alto donde puse mis pies, fue donde vislumbré lo magnífico. Sueños cada vez más realistas

intentaban sacarme de la magnífica y seca realidad. El afán de perseguir esos sueños tuvo su precio. El sufrimiento de, una vez más, cruzar cordilleras, no fue nada. La calurosa bienvenida al pie de la última montaña llenó mi espíritu de energía. El precio vino después. Ser engañado, robado y maltratado recuperó la necesidad de buscar el equilibrio individual. Sólo así, mi querido amigo, tú abriste nuevamente tus puertas para mí. Aprendí que cada premio tiene su precio. Por los prados amazónicos sigo a tu lado, siempre buscando, en la medida, el equilibrio de los opuestos. Es decir, que cuanto mayor el esfuerzo, mayor la recompensa. Te escribo para que quede registrado mi aprecio por tu constante presencia. . Tu, mi amigo, que me diste incentivo y me acompañaste cuando lo necesité, o incluso cuando sólo pronunciaste una palabra de suerte eres, junto conmigo, el mayor realizador de esta jornada. Un gran abrazo, Tu amigo siempre, el coleccionador de emociones. Luis tiene como misión conocer la América Latina.

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le y José Sasia

Entrevista por So

San Salvador de la Bahía de Todos los Santos, ciudad mágica y de presencias espirituales, nos permitió conocer un Bici Ángel. Como los otros espíritus de la ciudad, tiene carne y hueso: Jason Dias es uno de los referentes de Bike Anjo (BA) en Salvador, una red de ciclistas que tuvo su origen en San Pablo, allá por el 2010, y que desde entonces comenzó a rodar por otras capitales brasileñas.

–La finalidad principal de BA es que la bicicleta sea más usada como medio de transporte –nos dice Jason–. Para eso, el primer paso es enseñarle a las personas a andar en bicicleta. Aquí en Salvador comenzamos en abril de 2014, por iniciativa mía y de otros cuatro colegas. Nos reunimos un domingo en la Plaza de Campo Grande para ver qué haríamos, y al escucharnos hablar una señora se acercó a preguntar que cómo podía aprender. Ahí fue que comenzamos a enseñar. Publicamos un aviso en facebook y al domingo siguiente aparecieron cuatro personas. Tres pedalearon en su primera clase y eso entusiasmó a los demás. Ahora, tenemos dos eventos fijos por mes en dos lugares distintos de la ciudad.

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Jason había llegado de noche, como habíamos combinado, montando su caballito de acero y uniformado de ciclista. Ahora, sentado en un banquito en la vereda, y con la misma calma que sube por las laderas de la ciudad, nos contaba que la red de BA es completamente abierta: cualquier persona puede ser un bici ángel o puede fundar un grupo donde viva, independientemente del país que sea. Ya hay unos cinco mil BA repartidos en quinientas ciudades de más de veinte países. Entusiasmadas, las preguntas surgían, y descubríamos que además de enseñar a andar en bici la organización tiene otras tres actividades fuertes: enseñar detalles de mantenimiento básico; ayudar a trazar recorridos; y acompañar en el recorrido de bicicleta


a quienes no se sientan seguros con el tránsito, o le tengan miedo a los autos. Siempre de forma gratuita. –Para los eventos y actividades, a veces es necesario algo de dinero y entonces aceptamos donaciones de alumnos, pero no tenemos un vínculo directo con empresas o con municipios… Tenemos acompañamiento de algunas entidades que disponibilizan agua o bicicletas para alguna actividad puntual, pero no pasa de eso. Creo que un premio que nosotros recibimos es poder donar parte de nuestro tiempo y entregarnos a las personas; después vemos las sonrisas agradecidas... Yo enseño de forma particular, soy profesor de ciclismo. Y para mí es más gratificante enseñarle a una persona sin cobrar, porque estás haciendo un trabajo interno, un trabajo digamos, en el que te estás entregando. La persona a veces pensaba: “Ah, ya no creo que consiga aprender, ya no tengo fuerza, ya estoy vieja”. Y cuando hacés que descubra que es mucho más capaz de lo que imaginaba, eso ahí es impresionante. Jason y quienes hacen parte de BA creen en la transformación social por medio de la bicicleta. El tiempo les ha enseñado que la experiencia de aprender a andar en bici mejora mucho la autoestima. Las personas comienzan a mirar distinto eso que creían imposible, y empiezan a reflexionar sobre cosas que van mucho más allá de andar en bicicleta. –Cuando usás una bicicleta, tenés

tiempo para pensar. Porque hay un detalle: la idea hoy en día es que no tengamos tiempo para pensar. El sistema no quiere que pienses. Cuando vos agarrás una bicicleta para pedalear estás viendo la ciudad a otra velocidad. Estás haciendo, estás pensando, estás analizando... Por ejemplo, yo puedo ir todos los días de acá a la playa en bicicleta. Allá adelante encontré alguien en alguna situación, puedo parar para ayudar o no, puedo parar para hacer alguna cosa rápida. En auto no. Ya está todo preprogramado. Tenés que salir en un horario justo para no agarrar tráfico. En bici es muy diferente. En bici vas subiendo despacio, vas viendo esas pinturas de la pared que quien va en auto u ómnibus pasa rápido y no ve. Y el día que pasa caminando dice: “¡Pucha! ¿Que buena pintura no?”. Ahí comienza a ver la ciudad de otra forma, de otra manera. Ahí comienza a pensar. Yo creo que cuanto más usada sea la bicicleta, mejores serán nuestras ciudades.

para más información visitar el sitio

Sole y José Sasia, mellizos de Córdoba, Argentina, viajan hace años por América del Sur encontrando lo que nunca buscaron.

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Imaginá una casa. Rodeada de frutales y sembrada de bicicletas. Habitada por cientos de viajeros, pintada con colores vivos y mensajes inspiradores. Imaginá la Casa de Ciclistas de Medellín, un ejemplo de hospitalidad y buena vida.

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as puertas están abiertas de par en par. Miro hacia afuera y veo algunos banderines: EE.UU., Rusia, Uruguay, Irlanda y Honduras. Encima de la puerta hay nueve bicicletas en miniatura: un trici- casadeciclistasdemedellin.wordpress.com clo, una repartidora, una rutera y una bicicletita urbana que sorprende por remera amarilla y una bicicleta atrás, preparadas para viajar. Con su acento su realismo diminuto. cordobés, ella lo explica así: Intento seguirte contando cómo es - En el viaje, una de las cosas más este lugar, pero no sé por dónde empezar. Entonces tecleo y encuentro difíciles es no sentirse en casa... y las un video en youtube: “A Puro Pedal: La casas de ciclistas son como sitios casa de ciclistas de Medellín”. Pongo donde uno llega por un ratito a su hoplay y aparece una muchacha con gar.

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Por eso son tan necesarias. Las Casas de Ciclistas son los hogares que los biciviajeros añoramos: son una cocina con horno, una ducha y una biblioteca, son la cama desde la que escuchás a los pájaros cantar al amanecer. Son esas comodidades tan reconfortantes, pero son más que eso. Cuenta la historia que Manuel Velazquez salió a pedalear un fin de semana, allá por 2010, y encontró a un biciviajero argentino que secaba sus ropas al sol, sobre un alambrado. Medellín le había mostrado su cara opaca y el viajero había seguido su camino. Armó su carpa en las afueras de la ciudad y la noche le propinó un fuerte aguacero. Como amante de la bicicleta, Manuel se encontraba con un colega que la estaba pasando mal y empatizó con él. Lo invitó a su casa para que descansara y a su taller para que reparara la bicicleta, ya maltrecha. El viajero aceptó las invitaciones y se convirtió –sin que él ni su anfitrión lo supieran– en el primer huésped de la Casa de Ciclistas de Medellín. - La gente que viene disfruta mucho el lugar, la naturaleza, las montañas y se salen de esas carreteras principales por las que ellos vienen o se salen un poco de montar en bicicleta y lo toman como un gran descanso para ellos. Es como un espacio para descansar, organizar su bicicleta y retomar fuerzas para continuar el viaje. Ahora la que habla es Marta. Ella, su esposo Manuel y su hija Manuela abrieron su propia casa hace cinco años para hospedar biciviajeros. Desde entonces han recibido a todo

tipo de personas, con toda clase de bicicletas. Su tienda Ciclocampeón se ha vuelto un punto de referencia para viajeros en bicicleta, ya que ellos conocen las necesidades de la gente que viaja y pueden asesorarla bien. Quinientos cincuenta y siete. El contador que un viajero chileno confeccionó con cartón, cuatro piolines y un palo, marcaba 557. Esa era la cantidad de viajeros que la Casa de Ciclistas de Medellín había recibido cuando la visité en diciembre de 2015. ¿Qué número marcará ahora? De cada quien quedan huellas: fotos, calcomanías y dibujos adornan el espacio y le dan vida. La casa, tan tranquila como es, se siente habitada. Una puerta clausurada es el lugar para los mensajes, allí una pareja que viaja en tándem -esas bicis para andar de a dos- escribió en inglés y con ilusión: “El Poder del Pedal es el Camino. No Importa lo que Tengas, si Tenés una Bici, Podés Hacer la Diferencia”. Manuel, el anfitrión, suele hablar del “sentido de pertenencia” con la Casa. Yo lo escucho y trato de entender la idea, hasta que finalmente la capto pedaleando en la bicilicuadora del hogar, que me dará un rico licuado de guayaba. Ella gira, va y vuelve, en ese sentido rueda la hospitalidad.

Ernesto ama las historias y es curioso por vocación, viajó en bici por Nuestra América y narró sus andanzas.

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LLENAR de sentido Agustina y Marcos -Volvé a la tierraescriben e ilustran

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isitar, recorrer, desplazarse, transporte, paisajes y pasajes, lejos, cerca, fotos, comidas, fotos de comidas, con plata, sin plata, ahorro, un sueño, una oferta, aventura, a dedo, en avión, en ómnibus o bicicleta, instagram, polaroid, solo, acompañado, reencuentro, con vuelta… o sin vuelta…

Pienso inmediatamente en dos ideas bastante diferentes sobre viajar…

Una: la colección imposible de todas las postales del mundo, de los lugares más exóticos, de la meta de un país al año, mejor otro continente, eso sí, muy Hoy quiero llenar de sentido la pala- buenas fotos que lo comprueben públibra viajar... tomarme un tiempo para camente. Otra nueva y excitante forma contestar a una pregunta frecuente que de consumo... no me he respondido formalmente Dos: tomar entre el dedo pulgar y el aún: índice una flor destrozada, cubrirla de “¿Por qué están viajando? ¿y en bici- papel, encender el fuego y comenzar. cleta?”

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El sentido que empiezo a construir se parece más a la segunda idea, pero dejaré que nazca la tercera: viajar es la elección de dejarse transformar. En esta misma elección, uno se mueve físicamente, y de otras “mentes”. Llega a lugares insospechados, conoce o reconoce a otros, cambia de mirada, de actitud, de ideas, de valores, de pasiones, de lecturas, de gustos, de movimientos, de gestos, de profesión, de convicciones… muda la piel, se mira en espejos de todos los tamaños, a veces se asusta o se entristece, se ama, se perdona, se ríe de sí mismo. A veces no tiene que irse muy lejos, a veces sí. Se trata de ser sincero, empezando consigo mismo. Ser coherente con lo que se piensa y con lo que se siente, y así descubrir si vale la pena seguir reproduciendo esas ideas o ahogando nuestra pasión. Avanzar del discurso a la acción y todas sus consecuencias, defender una vida “anormal” si se trata de gritarle al sistema social que es injusto y no nos gusta, pero que pese a ello igual vamos a disfrutar del encuentro con nuestra gran familia, de estar vivos, de la belleza de nuestra madre naturaleza y del amor que lo une todo pese a todo. Decidimos que no hubiera tiempo para volver porque entendimos que todo y lo único que tenemos siempre está con nosotros, y lo vamos a dejar vivir, transformarse y que nos sorprenda.

Este viaje tiene un destino, no es México; queremos comprobar que podemos hacer de nuestras vidas lo que queramos hacer con ellas... Empezamos con ver qué tanto podíamos imaginar, y qué tanto podríamos esforzarnos para hacerlo real... queríamos conocer nuestro continente y se nos cruzaron en el sueño dos bicicletas! Sin mucho dinero ahorrado, sin mucha información sobre los países que visitaríamos, sin tener bicicleta y sin expectativas, salimos. Nuestras dos bicicletas hoy tienen su propia personalidad, convivimos, nos cuidamos, somos cuatro -seis con las guitarras-, duermen con nosotros, hablamos lindo de ellas cuando no están... nos mostraron el mundo en otra velocidad, con otro tiempo... Han sabido destrabar nuestras emociones, parece que todo se pone en marcha cuando giran esas ruedas... la sangre, las ideas... Son testigos y cómplices del poder que llevamos, que nuestro cuerpo es fuerte y nuestra alma perseverante, que no se precisa dinero para moverse y llegar lejos... que la felicidad es simple.

Agustina y Marcos, una pareja felizmente pedaleante. Recorrieron Ecuador, Colombia y Panamá, y van rumbo a México.

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Encuentro con

JESUS Escribe Mael Tass - Ilustra JosĂŠ Sasia

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llí estaba, entre sus plantas de café, apoyado contra un arbolito, fumando un cigarrillo industrial con una mano temblando. Sonreía. ¡Y qué sonrisa! De esas que enseñan sin vergüenza unos pocos dientes amarillentos por el tabaco. De esas que le darían un alma a nuestros hombres políticos. De esas que adivinamos cotidianas por las arrugas en las esquinas de los ojos. De esas que no quieren nada, que simplemente están ahí, con o sin testigo. De esas sonrisas que la sinceridad vuelve contagiosas. Abajo del sombrero hay dos ojos chispeando. Dos ojitos azules que sonríen tanto como la boca. Hasta más, quizás. Y en el centro, unas pupilas muy chiquitas que miran directamente a las mías. Sus ojos están rodeados de arrugas. Y su rostro quemado por el sol de las montañas. Parece tímido. Se parece a un chamaco tímido. Lo vuelvo a encontrar un poco más tarde, sentado en un banco de madera al menos tan viejo como él. Un nuevo cigarrillo en la misma mano temblorosa. Sus ojos sonríen a los míos. Me siento a su lado. Está fumando despacito. Me imagino que a esa edad, uno nunca va con prisa. Qué ganas. Me sorprendo imaginándome viejo y feliz, como él. Sin duda, es la primera vez que contemplo la tercera edad con envidia. Le pregunto si siempre vivió acá. Me contesta que no: nació en la casa que se ve allá, en la vereda de enfrente. —Fumaba mis primeros cigarrillos escondido en las plantaciones que ves allá, abajo. Tenía cuatro añitos. Los trabajadores encargados del café se

reían, viéndome, todo enano, fumar a escondidas. Los médicos dicen que fumar enferma los pulmones. Yo tengo ochenta y tres años. Hace setenta y cinco años que fumo, y nunca me enfermé. Es el humo que lo enferma a uno. La gente fuma y se traga el humo. Yo lo escupo. Dejó de hablar por unos minutos, los ojos recorriendo las montañas —Tú no eres de acá. ¿Estás conociendo? —Pues si, conociendo… Viajando por el país. —Está bien. Tengo un hermano que viajó también. Fue hasta Venezuela. Y después regresó. —¿Así na' más? ¿Y usted viajó? —¿Yo? No. Me da miedo. Es peligroso allí afuera. Me contaron que hay gente que te roba en el camino, que te secuestran, hasta que te matan para robarte. Es peligroso. De joven me prometí nunca andar tras el dinero. Para no atraer los envidiosos. Y los problemas. Por eso, cada vez que me ganaba una platica, me la gastaba en aguardiente. Empecé a tomar jovencito pues, pero nunca me vinieron a robar... O secuestrar, o matar. En la ruta, conocí a mucha gente que me habló de Jesús. Jesús p'allí, Jesús p'allá... Ahora sí, les podré decir que ya lo encontré, y que nunca olvidaré sus palabras.

El francés Mael 'Tass' y Sugi Pula -su fiel corcel de dos ruedas- salieron en 2012 en busca de aventuras al otro lado del Atlántico, y parecem no tener prisa.

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al NORTEde SUDAMERICA

Escribe Franco Giaccardi - Artes del pueblo Wayuú

L

a provincia que está más al norte de Colombia, y que a su vez limita con Venezuela, tiene el nombre de La Guajira y sobre ella quiero escribir esta nota. Aquí les comparto las experiencias que viví junto a Lina y José, compañeros de viaje bogotanos. Hubo muchos momentos de aprendizaje que están guardados en nosotros para el resto de nuestras vidas. Démosle la bienvenida a La Guajira.

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Una gran parte de dicha provincia es desértica y está habitada por la etnia Wayúu. Con esta comunidad nos empezamos a encontrar a medida que pedaleamos hacia el Cabo de la Vela, uno de los pueblos más al norte de Sudamérica. Aquí nos topamos con la sequía en su máxima expresión: hacía cuatro años que no llovía y el agua dulce se compraba a un camión regador que llenaba los tanques de cada casa.


Una parte de la etnia, que vive lejos del mar y del turismo, corta la ruta con una soga para que frenen los autos y así pedir agua, dulces o plata. Aunque la Guajira es una zona rica en carbón, muchas veces los wayúu no llegan a satisfacer sus necesidades básicas, mientras ven cómo el tren, de varios vagones de largo, se lleva al exterior la riqueza de su tierra. A pesar de que esta región es altamente explotada, la naturaleza no deja de ser imponente y junto a la cultura del lugar nos sorprendía. Al llegar al Cabo de la Vela nos encontramos con un paisaje exótico: el Mar Caribe se reúne con el desierto, los dos cruzados por el mismo viento. Calles de arena de colores blancos y anaranjados nos llevaron entre construcciones de palo que oficiaban de casas, restaurantes y hospedajes, ante la mirada de los soldados del ejército y de los turistas que llegan a practicar kitsurf. El pueblo debe tener unas treinta cuadras lineales dibujando la costa del mar. Allí conocimos a Manuel, padre de una familia originaria, quien nos vio acampando en la playa y nos prestó su cocina, para terminar armando la carpa y compartiendo varios días su casa junto a su familia (mujer, cuatro hijas y un hijo). En ese contexto turístico, donde todo tiene un valor en pesos porque es su única fuente de

ingresos, su actitud nos sorprendió. Al compartir comidas, charlas y mates, fuimos conociendo cómo se vive en este lugar: cómo es su economía, qué comen, de dónde obtienen los alimentos en el desierto, cómo son sus casas y nos emocionamos conviviendo en el día a día. Alrededor de las 5 a.m. la familia se empieza a levantar. Una de las hijas prepara el desayuno, normalmente arepa y algún huevo cuando hay, las demás rastrillan la arena alrededor de la casa, mientras los padres se toman el tinto (café) y comienzan a tejer sus artesanías. La cocina es el lugar donde la familia pasa gran parte del día. Las hijas más grandes también tejen y todos conversan entre sí en su lengua nativa: el wayuunaiki . Las más chicas —como están de vacaciones escolares— ofrecen las artesanías en el pueblo a los turistas. Después entre todos empiezan a preparar el almuerzo, que casi siempre tiene como base arroz. Cada integrante de la familia elige un lugar de la casa, ya que la misma tiene varias partes separadas entre sí, donde almorzar y descansar para después seguir tejiendo y conversando. A la hora de comer la preferencia la tiene el más pequeño. En el tiempo que pasamos con la familia no los vimos discutir y siempre tienen predisposición para ayudarse y colaborar.


Recorriendo las playas Ojo de agua y Pilón de azúcar, que están en el desierto, conocimos a Aline (Francia) y Charlotte (Luxemburgo). Entre charla y charla las invitamos a conocer a nuestra nueva familia y cenar con ellos. El menú fue fideos con salsa, que cocinamos en la cocina de la familia -dato no menor, ya que ellos nos compartieron uno de los espacios más importantes de su día a día. El idioma que usamos para comunicarnos a medida que pasaba la noche y entrábamos en confianza fue el argentocolombiano con mezcla de español. Fue entonces que recordé una de las grandezas de viajar: personas de diferentes países y formas de vivir, que recién se conocían, estaban compartiendo en armonía sus vidas en un momento único alrededor del fuego. Estos son los momentos que no se compran con ninguna moneda y se logran buscando lo cotidiano y sencillo que te pueden brindar las personas de un lugar, en este caso Manuel y su familia. Muchas veces se cree que los viajeros

que se hospedan en casas de familia sólo buscan ahorrar dinero, pero no es así, ya que se puede compartir, aprender mucho y sentir sensaciones inolvidables al relacionarse con gente del lugar. La despedida es parte importante de viajar en bici y contarlo sería empezar a escribir otra nota, ya que esta fue una de las mejores de mi vuelta por Colombia: no pasó nada de otro mundo y, a la vez, pasó todo. Con José y Lina nos dimos cuenta que experimentamos una sensación que no está definida con palabras en el idioma wayúu, pero que se desbordó en nuestro corazón: AMOR.

Franco viaja generando redes que promuevan la Transformación Social y praticando su propia transformación acompañado de su bicicleta.


EN ESTE NUMERO PEDALEARON REDACCION blogpedaladas.blogspot Ada Cordeiro, desde Brasil francogiaccardi@gmail.com Franco Giaccardi, desde Argentina Luis Cunha, desde Colombia umrisco.wordpress.com Andrés Fluxa, desde Francia @andres.fluxa.photographer Ernesto Alves, desde Uruguay enochoruedas.wordpress.com Soledad Sasia, desde Brasil soledadsasia@gmail.com José Sasia, desde Brasil @sasialibre Fb: Jose.sasia Mael Tass, desde Argentina Fb:Tassleouff tassleouff.travelmap.net Francisco Koufios, desde Chile rodandocuentos.wordpress.com Eduardo Aguilar Espinoza, desde México ciclonauta.net Galopamundos: Martin y Carolina, desde Perú galopamundos.com Volvé a la tierra: Marcos y Agustina, desde Ecuador Fb: Volvealatierra ILUSTRACION Bruno Geronazzo, Fb: Secuencia.mural.5 José Sasia @sasialibre Galopamundos galopamundos.com Volve a la tierra Fb: Volvealatierra Mael Tass Fb: Tassleouff FOTOGRAFIA Andrés Fluxa @andresfluxaphotographer Eduardo Aguilar ciclonauta.com José Sasia Fb: Jose.sasia Ada Cordeiro @umapedaladapelaamerica Franco Giaccardi Fb:franco.giaccardi

FOTOMONTAJE DISEÑO GRAFICO EDICION José Sasia TRADUCCION AL ESPAÑOL Ernesto Alves Soledad Sasia

DIARIO DE UN CICLOLOCO x Mael `Tass´ Los cicloviajeros estamos muy pendientes del peso que llevamos, siempre queremos ir mas ligero. La clave es: sólo lo necesario. Poca ropa, pocas herramientas, pocos repuestos, pocos libros, carpa liviana, cicla ligera, sólo lo necesario en comida y en agua...

...y una buena cagada antes de salir

mis compañeros me hacen saber que puedo omitir ese último punto


CON ESTA COMPRA USTED AYUDA

A SU AMIG@ CICLOVIAJER@ Una revista sobre ruedas. Una revista comunitaria. Una revista autosuficiente. Una revista hecha por y para cicloviajeros que batallan la calle de mil formas para sustentarse en la ruta. Una revista, vamos a decirlo, pa sacar una moneda, pero más que nada, para dar a conocer esta forma de viajar, que no para pocos ya es una manera de vida, otra forma de ver el mundo. Una revista que sea un empujón a los que todavía dudan, sueñan, se preguntan si están locos por preten-

der viajar en bici o nunca se imaginaron que se puede hacer “sin dinero”, usando otros recursos. La idea es ambiciosa, pero no estamos solos en la ruta! Cuantos más seamos, mejor! Este segundo número fue organizado durante meses, en incontables mensajes, mails, encuentros en la ruta. Fue corregido, diseñado, editado y compartido vía web -por eso hablamos de comunidad- para que cada viajero lo imprima en el lugar que se encuentre, en la mejor calidad y costo que consiga, y pueda hacerlo llegar a tus manos.

Si te interesa viajar y participar en DESCARRILADOR, buscanos en FB: REVISTA SOBRE RUEDAS


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