Islas Aran: el rincón mistico de Irlanda

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VIAJES / ISLAS ARAN, IRLANDA

El rincón místico de Irlanda Son tres islas situadas al extremo oeste de Irlanda. Durante siglos, estuvieron casi aisladas de su isla madre. Aquí el gaélico es la primer lengua, y en estas tierras de vientos hostiles y lluvias frecuentes se encuentra uno de los yacimientos arqueológicos de la Edad de Hierro más importantes, como la fortaleza de Dún Ahongasa. Las islas Aran conservan un aire místico, es el Avalón de la cultura irlandesa, un santuario de las tradiciones y costumbres de este rincón del mundo que invitan a ser descubiertas. Texto y fotos: Juan Pedro Chuet-Missé +50


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l conductor detiene el pequeño autocar y señala a la capilla, edificada en una elevación del terreno. “Aquí tenemos una de nuestras tres iglesias. Y tenemos seis pubs…o sea, contamos con el doble de pubs que de templos”, dice a los turistas con una carcajada. Típico humor irlandés. El hombre se ríe, y sigue lanzando bromas a cada tramo del recorrido. A ambos lados del vehículo, se ve un verde intenso matizado con los grises de las rocas, y en todos los ángulos, el mar, ese mar que todo lo rodea y que golpea con la típica furia del otoño en las costas escarpadas y los acantilados. Esta es Inis Mór, la mayor de las tres Islas Aran, un ar-

chipiélago tan remoto como fascinante, agreste y cargado de una fuerte historia simbólica para los irlandeses. Estas islas se sitúan en el extremo oeste de Irlanda, frente a la bahía de Galway. Además de

La llegada del turismo alteró las tradiciones centenarias de sus escasos habitantes

Inis Mór, las otras dos islas se llaman Innis Mellan y Inis Oírr. Los nombre están en gaélico, y no es en vano: es que estas islas son el único lugar donde el idioma original de Irlanda sigue siendo la primera lengua. Su relativo aislamiento logró que el gaélico sobreviva en la comunidad. Y también fue lo que lo salvó de la despoblación y el desastre: cuando a mediados del siglo XIX toda Irlanda se moría de hambre por las malas cosechas de patatas, en las islas fertilizaron los terrenos con piedra y arena, y evitaron que los hongos que arruinaban los sembradíos llegasen a sus huertos. En estas islas viven menos de mil personas, habituadas a un clima hostil, de vientos,

Debajo, 200 metros de acantilado separan al mar de la antigua fortaleza de Dún Ahongasa. / J.Ch. +51


Arriba: la hostilidad de los vientos hace que los árboles crezcan con sus copas inclinadas. Derecha: los acantilados de Dún Aonghasa tiene vistas envidiables. Pero si es que no se sufre de vértigo. / J.Ch.

lloviznas, nevadas y ventiscas permanentes. Son hombres dedicados a la pesca del róbalo y la merluza, para compensar los escasos productos que se pueden extraer de una tierra agreste. Las mujeres tienen una cuidada tradición de tejidos, y al día de hoy, en el par de tiendas de souvenirs del poblado de Cill Rónáin, los jerseys hechos a mano consignan la cantidad de horas dedicadas al producto, para poder cotizar su precio. Sin embargo, la llegada del turismo fue alterando las costumbres de estos isleños +52

El aislamiento de las islas logró que el gaélico sobreviva, y es el idioma predominante de la población local

remotos. Ya una gran parte se dedican a ofrecer excursiones a los turistas que desembarcan desde Gallway, como el hombre de la carcajada fácil. Otros ofrecen sus casas como alojamiento, para sentir la experiencia de vivir en un desafío a la naturaleza. Las islas Aran tienen un gran significado simbólico por la existencia de numerosos restos de las culturas celtas que colonizaron estas tierras. El mayor exponente es el complejo de Dún Aonghasa, una serie de fortalezas concéntricas que se van elevando



Cartel de tránsito escrito en gaélico, como todas las señales de la isla. / J.Ch.

Una típica postal campestre en la isla de Inis Mór. / J.Ch.

Cualquier lugar puede ser bueno para una siesta tras la comida. / J.Ch. +54

junto con el terreno. El punto más alto la convertían en un sitio inexpugnable, porque a sus espaldas se encuentra un acantilado de 200 metros, y luego, el Atlántico Norte. No hay más tierra en los próximos 5.000 kilómetros al oeste. En las ruinas de estas fortalezas se reunían los líderes políticos de la Irlanda británica, a inicios del siglo XX, para reclamar la independencia que llegaría un par de décadas después. Al pie del laberinto de rocas, un centro de interpretación permite conocer los secretos de su construcción, pero no puede revelar su mayor enigma: ¿qué pueblo lo construyó y con qué fin? En las costas, cada tanto se puede ver alguna colonia de focas, que por suerte, han dejado de ser cazadas por los lugareños. Las aguas van cambiando de color según la especie de algas que crezca en la zona. Y siempre la espuma, el corolario de esas olas que rompen sin cesar día y noche. A lo largo de la isla de Inis Mór se pueden visitar los restos de las ermitas y los antiguos templos cristianos que han quedado como testigos de la historia local. Por allí hay grandes cruces celtas de hasta metro y medio de altura (la gigantesca cruz del pueblo de Cill Rónáin es una reproducción), por aquí las paredes de lo que fue un templo hace más de 500 años, y en aquel lado, un cementerio mínimo que todavía sigue habilitado para los escasos habitantes de las islas Aran.


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