Capadocia: el encanto de las rocas

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El castillo de Castelldefels · Entrevista a Amaia Salamanca · Capadocia y sus misterios en el silencio · y m+s...

Revista bimensual gratuita · Nº 41

ELSA PATAKY

Encuentro con la actriz en la presentación de DiDi Hollywood +1


VIAJES / CAPADOCIA, TURQUÍA

El capricho de las rocas En el centro de Turquía se encuentra Capadocia, una región que tras millones de años de erosión ofrece un paisaje de valles, serranías y formaciones rocosas que parecieran extraídas de un paisaje lunar. Son comarcas para recorrer en silencio, dejando que la inmensidad de los hongos de piedra contemplen al turista que se anima a descubrir sus secretos. Y de paso, conocer enigmáticas ciudades subterráneas o probar la deliciosa gastronomía de la zona. Texto y fotos: Juan Pedro Chuet-Missé +60


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oco después de llegar de Turquía, un amigo me preguntó qué impresión me había causado Capadocia, la serie de valles enclavados en el corazón de este país euroasiático. “¿Has visto las formas caprichosas de la montaña de Montserrat?”, comparé. “Bueno, multiplícala por diez mil. Eso es Capadocia”. Y de eso se trata: de montañas, valles, cuevas y formaciones rocosas que parecieran haber sido moldeadas por un dios caprichoso y con ganas de fastidiar a la geometría de la naturaleza. La realidad es menos poética pero igual de fascinante: Capadocia vive entre temperaturas de gran amplitud (con marcas superiores a los 30 grados en verano,

e inviernos en los que el termómetro desciende a los 10 bajo cero), cruzada por vientos y lluvias esporádicas, y en el medio, las formaciones rocosas que sufren la erosión de diversas maneras. Así se forman estos reinos encantados de las rocas, donde los valles pueden ser de

En Uçhisar se puede conocer en detalle la vida cotidiana del Asia Central, y contemplar las mejores vistas del valle de Göreme

color rojizo, blanco o marrón, en los que surgen grandes hongos de piedra y con copas rocosas que desafían a la gravedad. Y bajo tierra el tema sigue, porque a lo largo y a lo ancho hay más de 36 ciudades subterráneas, excavadas en diversas generaciones de la historia –con orígenes en los hititas- para ocultarse de enemigos e invasiones. Estas ciudades subterráneas llegan hasta 8 niveles bajo la superficie, o sea más de 90 metros de profundidad; y el ingenio de sus moradores le permitieron crear establos, graneros, templos y túneles de ventilación en la roca viva. Y de paso, una serie de trampas que parecerían sacadas de algunos de los templos de Indiana Jones.

La posibilidad de contemplar los valles de Capadocia a bordo de un globo es un placer inolvidable. / J.Ch. +61


La erosión, sumada a la geología de los suelos de Capadocia, produce estas extrañas formas en las rocas. / J.Ch.

El corazón de estas comarcas es Göreme, que si bien tiene un fuerte impacto del turismo, conserva un aire rústico de población de Asia Central. A pocos kilómetros está su famoso Museo al Aire Libre, donde además de las casas construidas en las rocas se pueden visitar iglesias cristianas de los siglos III y IV. La joya de la corona es la Iglesia Oculta, que debido a la ausencia de luz natural, permitió conservar en excelente estado unos frescos religiosos que impactan a la vista. A unos cinco kilómetros, la vecina Uçhisar permite co+62

nocer un poco más en profundidad la vida cotidiana de estas regiones. Allí se enclava el “castillo”, una tremenda mole de piedra a la que se accede

Las ciudades subterráneas pueden llegar hasta los ocho niveles bajo tierra, y estaban provistas de graneros, establos y templos

por su interior, hasta desembocar en una terraza natural que domina las extensiones del valle de Göreme y alrededores. Aunque a Capadocia se la puede visitar en cualquier época del año, hay que tener en cuenta que en verano las multitudes son habituales –y complican las ganas de visitar con tranquilidad las iglesias olvidadas y las ciudades subterráneas–, y que en invierno las temperaturas pueden ser un problema si descienden bastante. Pero esta época también conserva su magia, ya que esos paisajes áridos


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La Iglesia Oculta, una maravilla de los primeros siglos del cristianismo. / J.Ch.

Un vendedor de muñecas intenta convencer a un turista. / J.Ch.

Una çorba (sopa) permite reponer fuerzas tras las caminatas. / J.Ch. +64

parecen haber sido espolvoreados por millones de toneladas de azúcar tras las nevadas. Si el clima ayuda –y se cuenta con más de 150 euros en los bolsillos- se sugiere contemplar estos paisajes a bordo de un globo. Y dejar que el silencio invada los sentidos. Una vez de regreso en la tierra, se pueden ir descubriendo otras maravillas de esta región. Y una es su gastronomía. Para reponer fuerzas, nada como una buena çorba (se dice “chorba”), una mezcla entre sopa y estofado, con carne de pollo, que potencia los músculos y la sangre tras las caminatas por los valles. Y por supuesto, el çay (té), que se bebe en cualquier momento del día en vasos con forma de tulipán. Pero en Turquía, los postres son los que mandan; y en este reino del dulce y los frutos secos, mi favorito es el baklava, un pastel con pasta de hojaldre y nueces trituradas. En Göreme y otras ciudades se ofrecen servicios de excursiones, y hay lugares que es imposible llegar en transporte público. Pero si está la oportunidad, también vale la pena montarse en uno de los minibuses que conectan los pueblos, y desde ahí, emprender caminatas por los valles o a lo largo de la ruta, dejando que la vista quede atrapada por esas rocas que, desde hace millones de años, vienen siendo moldeadas como arcilla por las manos de los vientos y las lluvias.


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