La historia del Hospital Sant Joan Baptista · La tradición de los Pastorets · Entrevista a la actriz Elsa Pataky · Nápoles, una ciudad tan fascinante como explosiva · y m+s... G a r r a f Revista bimensual gratuita · Nº 13
Gran regreso al cine con Los ojos de Julia
BELÉN RUEDA
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VIAJES / NÁPOLES Y POMPEYA, ITALIA
Un espíritu como el del Vesubio Como el volcán Vesubio que custodia y amenaza a la ciudad, el napolitano es de carácter explosivo. Pero también es divertido, celoso y despreocupado. Y Nápoles no se queda atrás: una ciudad con un centro histórico de palacios fastuosos y tránsito endiablado, con cultos de devoción religiosa a su San Gennaro y otro pagano a Maradona. Y a poca distancia se encuentra Pompeya, sepultada por la fuerza de la naturaleza y desenterrada para descubrir la historia de una villa romana que quedó detenida en el tiempo. Texto y fotos: Juan Pedro Chuet-Missé +60
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quella mañana del 24 de agosto del 79 el gigante se despertó. Ya venía amenazando con temblores y fumatas de azufre, pero ese día sí que se cabreó: la tierra tembló, el día se hizo noche y lo que era la aristocrática villa de Pompeya, así como su vecina Herculano, quedó cubierta de cenizas y borrada de la faz de la tierra. El apocalipsis se ensañó con esta ciudadela romana; y sus habitantes, con sus enseres, mascotas y casas quedaron detenidos en el tiempo, para que veinte siglos después los turistas los contemplen como si fuera un parque temático que mezcla la historia antigua con la furia de la naturaleza. En Pompeya hay silencio.
Los pasos se pierden en las calles de adoquines, y las voces se filtran entre las ruinas de los templos, palacios, teatros y mercados. Desde todos los ángulos de Pompeya se ve la silueta del gigante dormido, que ahí sigue, amenazante, recordando con su presencia que aún está activo, y que si se enfada, puede hacer pasar a mejor vida a los tres millo-
En el centro hay un pequeño altar que exhibe “el milagroso cabello de Diego Armando Maradona”
nes de habitantes que viven alrededor de su base. Su mole también se distingue desde otra villa, mucho más ruidosa que la histórica Pompeya. Es Nápoles, hogar de un millón de personas que, ya a simple vista, se distingue de sus compatriotas italianos. El napolitano habla haciendo aspavientos, es gracioso, se enfada con facilidad, se molesta si recuerdan la relación de la región con la mafia, pero te coge a los abrazos cuando reconoces que su pizza es la mejor del país. Antes que los napolitanos tengan carnet de italianos, también han sido griegos, romanos, normandos y catalanes. O mejor dicho, la ciudad y su comarca perteneció a la Corona de Aragón, que
Venta de pasta en la Nápoles histórica. Las pastas y pizzas son las mejores del país. / J.Ch. +61
La belleza y tranquila pomposidad del Palacio Real constrata con la ruidosa vida al exterior de la ciudad. / J.Ch.
luego pasó al imperio de España, y como parte del reino de las Dos Sicilias, ha dejado un bonito legado de castillos y palacios como el de Maschio Angioino, que aún exhibe el escudo de las cuatro barras de Aragón en su portal. El Palacio Real o el de Capodimonte también apoyan la leyenda de que los españoles, además de pretender dominar el Mediterráneo, también tenían buen gusto para la arquitectura y las artes. El centro histórico napolitano es un caos. El tránsito es infernal, las motos se cuelan por las callejuelas como si el +62
peatón no existiera, que haya un poco de basura por las calles no preocupa, y la ropa
El napolitano se molesta si recuerdas la presencia de la mafia, pero te coge a los abrazos cuando reconoces que su pizza es la mejor del país
colgando desde las ventanas al exterior le sigue dando un toque costumbrista. Para salir del laberinto, como Ícaro, hay que escapar por arriba, y así las mejores vistas de la ciudad, su bahía y el Vesubio se obtienen desde el castillo de Sant’Elmo, un soberbio atalaya al que hay que llegar en funicular y tras fatigar las piernas un buen tramo. Pero siempre es divertido sumergirse una vez más en las callejuelas de la ciudad. Allí se vuelve a tener una mejor comprensión del carácter napolitano, como su fervor religioso. Cada 19 de septiembre, un
El ĂĄrbol de Navidad de las GalerĂa Umberto I se llena de deseos de los visitantes. / J.Ch.
Altar dedicado a Maradona en el centro histórico de Nápoles. / J.Ch.
Ruinas de un palacio en la parte noble de Pompeya. / J.Ch.
Un habitante de Pompeya esperó a la muerte con resignación. / J.Ch. +64
sacerdote sale al exterior de la Catedral con una ampolla con la sangre de San Gennaro. La sangre, sólida, al cabo de un rato de rezos y plegarias comienza a licuarse y cambia del estado sólido al líquido. Como milagro, el hecho tiene su explicación científica, y lo que parece obra del Cielo es habitual en los llamados líquidos nonewtonianos. Pero no vamos a andar enfadando al santo, que se dice que protege a la ciudad de la furia del Vesubio. Apasionados como son, los napolitanos no iban a dejar de adorar a su ídolo pagano, a Diego Armando Maradona, que logró el milagro de sacar campeón a un club de segunda como era el Napoli. El “Pelusa” protagoniza anuncios, cada tanto alguien saca un libro sobre sus años en la ciudad, y en un pequeño rincón del centro histórico, hay un altar que exhibe “el milagroso cabello de Diego”. En esta época navideña, la ciudad se llena de escaparates y tiendas con los pesebres. Es una bella tradición napolitana, donde la representación del nacimiento de Jesús se convierte en el armado de grandes ciudadelas de bolsillo, donde ha juzgar por las viviendas y sus pobladores de madera y cerámica, pareciera que Belén se trasladó al sur de Italia, y que en vez de nacer en el año 0 lo haya hecho en el 1600. Y así es el carácter napolitano: no importa que las cosas no sean como uno espera: sólo es cuestión de descubrir, sonreir y disfrutar.