espectáculos
LLL
47
SÁBADO 23 DE NOVIEMBRE DEL 2013
45 VOLL-DAMM FESTIVAL DE JAZZ DE BARCELONA
AP / CHRIS PIZZELLO
JUAN PEDRO CHUET-MISSE
i deas JORDI
Puntí
La luna es un WC
¿H
33 Alfredo Rodríguez, el miércoles, en el Palau de la Música, donde hoy debuta como compositor y pianista.
Pianista con estrella Alfredo Rodríguez, un fenómeno apadrinado por Quincy Jones, debuta en el Palau con la Simfònica del Vallès y ‘Rhapsody in Blue’, de Gershwin MARTA CERVERA BARCELONA
Alejandro Sanz, durante la gala. AP / CHRIS PIZZELLO
Hay músicos únicos, con una arrebatadora personalidad dentro y fuera del escenario. Este es el caso del pianista cubano Alfredo Rodríguez (La Habana, 1985) que desde hace cinco años trabaja en Los Ángeles (EEUU) apadrinado por el célebre productor Quincy Jones. Hoy actúa en el Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona que se abre a la música sinfónica con Rhapsody in blue, de George Gershwin. Rodríguez debuta en el Palau de la Música (19.00 horas) en su doble vertiente de compositor e intérprete. Como compositor, la Orquestra Simfònica del Vallès, dirigida por Rubén Gimeno, estrenará su primera obra para gran orquesta: La jungla. Después, Rodríguez ejercerá de solista en la vibrante Rhapsody in blue. «La primera vez que la toqué estaba en el conservatorio, tenía 16 años», recuerda el músico que se dio conocer en el jazz con el aclamado disco Sounds of space. «En ella Gershwin hace un cruce entre la cultura europea y el jazz afroamericano. Encaja conmigo porque está vinculada al jazz, a la improvisación y a la música clásica». La jungla, una pieza de 12 minutos, se inspira en un cuadro homónimo de su compatriota Wilfredo Lam, una tela considerada como
Las señoritas de Avignon de la pintura latinoamericana. «He intentado reflejar la fuerza de sus colores e imágenes a través del sonido», explica Rodríguez, un músico que huye de los límites. Aspira a poder seguir compaginando su pasión por la improvisación y el jazz con la música sinfónica. «No me planteo es aceptar encargos. Me gusta trabajar a mi aire componiendo tríos, música sinfónica y para big band según lo sienta», afirma.
«A veces la música es demasiado intelectual», dice el intérprete cubano afincado en EEUU El próximo marzo lanzará The invasion parade, su nuevo disco, con un potente conjunto formado por Peter Slavov, Henry Cole, Esperanza Spalding y Pedrito Martínez. «A veces la música es demasiado intelectual. Quería regresar a ese espíritu más festivo del canto y del baile de los rumberos y de la música folclórica cubana», avanza. El próximo mes volverá a su isla. «Tras cinco años fuera necesito regresar, ver qué me estoy perdiendo y qué está pasando allí». Sus padres
y su hermano emigraron a Miami hace dos años. «Excepto dos o tres, el resto de mis compañeros del conservatorio viven en otro país», comenta. Desde que triunfa en el mundo, en Cuba nadie le ha llamado ni para ofrecerle un concierto ni para entrevistarle. «Allí apenas existe la contratación privada de conciertos. Casi todo se programa a través del Instituto de la Música», explica. Aun así, no quiere pensar en represalias. «Nunca me he manifestado políticamente. Prefiero expresarme a través de la música. Si lo entienden bien, y si no también».
Taller didáctico No califica de exilio su situación actual. «Somos una generación que ha decidido tomar otro camino, vivir en otros países, conocer diferentes culturas y diferentes problemas. En Cuba hemos estado rodeados de muchos problemas mucho tiempo, necesitábamos otros». El Palau ha organizado un taller didáctico antes del concierto para acercar la música sinfónica a familias con hijos de 8 a 12 años. «Los niños son la esperanza del mundo. Como público son la verdad absoluta porque no tienen prejuicios: aplauden o se van. Esa sinceridad, ese espíritu es el que intento mantener en mi música», aplaude Rodríguez. H
acia dónde va el arte contemporáneo? Puede que se lo pregunte algún crítico purista, pero la respuesta es simple: hacia donde está el dinero, es decir, hacia Oriente Próximo. Estos días se ha sabido que el tríptico de Francis Bacon, Tres estudios de Lucian Freud, subastado por 106 millones de euros, ha ido a manos de Maysa al Thani, hermana del emir de Qatar. Su intención es situar a su emirato en el mapa de la cultura y, de hecho, artistas como Takashi Murakami o Richard Serra han expuesto recientemente en Doha. ArtReview la ha elegido como la persona más poderosa en el mundo del arte. Cuando la ven llegar, los galeristas le ponen la alfombra roja, pues su poder adquisitivo no tiene rival. A su vez, su actitud representa a gran escala el vacío autosuficiente que se ha apoderado del arte contemporáneo. ¿Quién puede viajar a Qatar para ver una colección fabulosa? Los museos siguen siendo las catedrales de la
El arte va hacia donde está el dinero, es decir, hacia Oriente Próximo modernidad, pero da la impresión de que el único recurso del arte para sobrevivir es entregarse a ese elitismo que sabe ignorar las diferencias entre el precio y el valor. Cada vez más, el arte es una entelequia con problemas para conectar con el espectador. Incluso cuando se trata de artistas con el reconocimiento de un público más amplio, como Olafur Eliasson y Ai Weiwei. Hace poco ambos pusieron en marcha el proyecto Moon. Se trata de una luna virtual a la que se accede por internet (moonmoonmoonmoon.com) y que permite dibujar en ella lo que uno quiera. Es un homenaje a la libertad de expresión, la luna como un gran muro para pintadas, y de entrada es fascinante. Cuando te paseas un rato, no obstante, te das cuenta de que es como la inmensa pared de un lavabo público. Predominan los dibujos obscenos, las pintadas punk, las declaraciones de amor cursis, los anuncios y, solo de vez en cuando, alguna idea inteligente o un buen dibujo. A ver si la señora poderosa de Qatar lo ve y compra la luna de verdad y la ofrece a Banksy para que haga allí un gran grafito de los suyos. Molaría. H