Secretos del Veneto

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B a i x

L l o b r e g a t

Revista mensual gratuita · Nº 32

MATTHEW FOX

El protagonista de ‘Perdidos’ habla sobre el final de la serie

Un homenaje al Cine Playa · El pop melodramático de Los Seis Dias · Venecia, un juego de laberintos · Así es la noche de Playafels · El mundo de la pastelería · y m+s... +1


VIAJES/ VENECIA

Las góndolas brindan una de las estampas más románticas de la ciudad. / J.CH.

SECRETOS DEL VÉNETO Aunque en verano haya un aroma difícil de soportar, por más que esté plagada de turistas, Venecia sigue conservando su magia. Y la mejor forma de descubrirla es perderse en su laberinto de calles y canales. Además, el paseo tiene que incluir excursiones a las otras islas de la laguna, cada cual con sus características y secretos. TEXTO Y FOTOS: JUAN PEDRO CHUET-MISSÉ

S

eamos sinceros: en verano, cuando hay mucha humedad, en Venecia hay un terrible olor a cloaca. Es así, y no se puede evitar. Las aguas de los canales apenas tienen movilidad, y tras siglos de estancamiento, +58

huelen fatal. Y menos mal que en el último siglo hay conciencia ecológica y a nadie se le ocurre andar tirando basura o los desperdicios de las casas, como era costumbre. ¿Pero este detalle aromático le quita brillo a La Serenísi-

ma? Para nada: Venecia sigue conservando su magia, su decadencia elegante y su aire señorial. Y aunque en agosto se parezca más a un parque temático, con la invasión de turistas y plagado de tiendas de recuerdos, la ciudad conti-


nua deslumbrando a sus visitantes. La mejor forma de recorrerla es tirando el mapa al cubo de la basura. En Venecia hay que perderse. Las indicaciones ayudan a confundir: no es lo mismo una “calle”, que un “río” o una “vía”. Y si se trata de señalizaciones, sólo se marcan tres puntos: cómo llegar a la Plaza San Marcos, a la Galería de la Academia o a la Estación Ferroviaria. Del resto de lugares, pues hay que apañárselas y dar con ellos, más por casualidad que por motivación. Y ese juego de laberintos es fascinante. Porque así se van descubriendo rincones que quedarían ocultos si se siguiera un circuito. En mi caso, me encantó descubrir artesa-

nos de la madera o los fabricantes de máscaras, aunque hace meses que haya pasado la temporada del carnaval. Ahí estaban, en tiendas mal ventiladas y con las ventanas algo sucias, concentrados sobre una silla centenaria a la que había que cambiar el tapiz o pintando la máscara de un sol para usar en los próximos festejos.

LA VISITA CLÁSICA La Venecia que todos quieren descubrir sigue intacta: la Basílica de San Marcos, de estilo bizantino, recuerda que durante la Edad Media esta ciudad dominaba buena parte del Mediterráneo, en un juego de pulso a dos bandas entre los turcos y la Corona

de Aragón (y luego contra los genoveses). Los venecianos pasaban de jurar obediencia a un rey o al papa de turno, y preferían ser fieles a sí mismos. Por ello, la República de Venecia fue una excepción política en siglos de monarquías e imperios, donde el Dux podría ser el jefe de Estado, pero su poder estaba limitado por el círculo de familias y poderosos comerciantes que lo elegían. Y así fue durante mil años, hasta que Napoleón Bonaparte decidió invadir la isla y poner punto final a esta forma de gobierno. Al lado, el Campanario permite tener una de las mejores vistas del dédalo de callejuelas y canales, y de la laguna con sus islas. Eso sí: hay que tener en cuenta de no subir cuando sea una hora en punto, porque

Las máscaras, una artesanía que goza de fama mundial. / J.CH. +59


las campanadas pueden asustar a más de un distraído. El turista clásico estará más que tentado de pagar 80 euros por pasear en góndola. Para otros, esta alternativa es un pelín cursi (y cara), pero si quiere acceder, que ni se le ocurra pedirle al gondolero que cante “O sole mio” (que en rigor, es una canción napolitana). Pero sí dará interesantes explicaciones históricas y costumbristas a lo largo de la ruta. Pero, por sólo 50 céntimos, el visitante se puede sacar las ganas de subirse a una góndola y tomar un traghetti –especie de góndola más grande, conducida por dos personas– para que lo crucen a la otra orilla del Gran Canal. Precisamente, el Gran Canal es, sin duda, una de las calles más bonitas del mundo. Es casi imposible recorrerla a pie en su totalidad –no todas las orillas tienen paseos peatonales–, por lo que la mejor forma de descubrirla es tomar el vaporetto en la estación ferroviaria y llegar hasta la parada de la Plaza San Marcos. Pero también hay otra Venecia para descubrir fuera del circuito turístico. El barrio de Cannaregio es el menos visitado, y allí se puede encontrar un espíritu más auténtico, donde los vecinos salen a realizar sus compras en tiendas minúsculas, cuelgan la ropa de la colada entre los balcones, y salen a tomar el fresco en el paseo peatonal que da al noroeste de la laguna. +60

La luna llena ante el Campanario, reconstruido a inicios del siglo XX. / J.CH.

OTRAS ISLAS Aparte de la isla de Venecia, hay tres islas que son de visita obligada. Y cada una con sus características. Murano, a media hora de vaporetto, es donde se concentra la industria artesanal del vidrio. Los tours organizan la visita a una fábrica, pero luego hay que soportar las presiones para comprar recuerdos. En cambio, es más

sencilloir por libre, acercarse al local que ofrezcan algún souvenir interesante, y pedir al vendedor que le permita pasar al taller unos minutos. En Murano vale la pena descubrir las estatuas y grandes esculturas realizadas por artesanos del vidrio, que le dan un toque de color y vanguardia que contrasta con las casas de colores suaves y su reflejo en los canales. Cerca, se encuentra la isla de Burano, más pequeña, don-


de las casas explotan de colores. Parece como si un niño se hubiera dedicado a pintar de rosa, verde, celeste, rojo y amarillo cada pared, puerta y ventana de la isla. Aquí la artesanía más reconocida es el encaje de hilo, que ha perdido terreno frente a la producción industrial, pero que todavía se vende, aunque sea, como recuerdo turístico. Y si Pisa tiene su campanario inclinado, en Burano está la torre de la iglesia de San Martino, que da la impresión que en cualquier momento se vaya a derrumbar sobre el pueblo. Lido es otra isla, diferente a las dos anteriores. Se trata de una lengua de tierra de once kilómetros, donde apenas hay puentes y canales. Esta situación la hace ideal para recorrerla en bicicleta, y además, tiene una espléndida vista de la laguna con las torres y campanarios de Venecia allí al fondo. Lido es más aristocrática, y se revela en sus casonas y villas de lujo. Además, es donde se realiza el festival de cine de Venecia, y sus restaurantes y hoteles están preparados para esas noches de estrellas y glamour. Su balneario también tiene un aire de elegancia, y gracias a sus casetas, parece una estampa de los años 20. Un par de días basta para sumergirse en Venecia y los alrededores. Pero siempre conviene volver. Porque por más que la ciudad parece detenida en el tiempo, el visitante siempre encontrará nuevas sorpresas en cada viaje. +

Las casas de la isla de Burano conforman una explosión de colores. / J.CH.

Las artesanías de vidrio de Murano gozan de gran prestigio. / J.CH.

Lido conserva su áurea de elegancia y placer en su balneario. / J.CH. +61


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