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Viajando a través del Arte por Javier Sánchez Páramo

El Zigurat de Ur Esta icónica construcción, recibe el nombre completo de Zigurat de Ur-Nammu, en honor al rey Ur-Nammu que se encargó de su construcción. No obstante, parece ser que la construcción primigenia fue destruida, o al menos dañada en gran parte, por los elamitas y, posteriormente, reconstruida por el famoso Nabucodonosor II de Babilonia. Se alzó en la denominada Época Neosumeria, a comienzos del segundo milenio antes de Cristo. Se trata de una construcción escalonada de tres plantas, cuadrangular, de 60 x 45 metros. En alzado, se levanta algo más de 20 metros según los cálculos, pues en la actualidad solo se conserva la primera planta.

El material empleado es el adobe que, como vimos en el artículo anterior, supuso toda una revolución en la arquitectura, y el ladrillo cocido. Los muros se disponen en talud, es decir, con una ligera inclinación hacía dentro (sí, como una pirámide), en las tres plantas. El acceso a las sucesivas plantas venía dado por unas desarrolladas rampas escalonadas adosadas a los muros. La construcción se coronaba por el templo, propiamente dicho, que continuaba con la forma desarrollada en toda la construcción.

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Como suele ser en este tipo de construcciones, que podemos rastrear también en Egipto (y de las que ya hablaremos), o en la américa precolombina, la interpretación dada es la de acercar el templo al cielo, de crear un acercamiento entre lo terrenal y lo divino, pues, por ejemplo, en este caso, la única estancia útil es el pequeño templo superior, mientras que el resto parece no ser más que una forma de elevar dicho templo. Según apuntan algunas fuentes, determinadas noches, una sacerdotisa, sin más comodidad que un lecho, aguardaba la llegada de Marduk, el supremo Dios mesopotámico, para yacer con él. No obstante, otros investigadores creen que la construcción estaba dedicada al dios lunar Nanna. Como venimos viendo, estas imprecisiones no deben extrañarnos siempre que nos movamos en los terrenos de la Cultura Antigua. En la actualidad, ubicada en Irak, se conserva solo la que sería la planta base, habiendo sido, además restaurada en la década de los ochenta del pasado siglo. En nuestra próxima parada, analizaremos los relieves en estelas, elementos sobresalientes del arte mesopotámico y que no solo destacan en lo artístico, sino que son fuentes de información directa de incalculable valor, como demuestra el conocido Código de Hammurabi.

Javier SÁNCHEZ PÁRAMO

Graduado en Historia del Arte javiparamo@cecaestudios.com

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