El teatro es y será con sus diferentes manifestaciones: una eterna intencionalidad significativa que le permite al actor-actriz desacralizar los enigmas de una sociedad que se estime inteligente. Los diálogos o parlamentos muestran una sencillez en tanto pertenecen a una cotidianidad pero que en boca ya del actor se transformará en una voz con identidad única con una clasificación rítmica. La respiración del texto desde el actor se confrontará con la respiración del espectador para así darle mayor sentido verbal y procurar la situación teatral exigida. El actor evidencia su preparación consciente propia del oficio para evocar en ese instante la poética escénica. El actor es en esencia un constructor de sueños, mejor dicho de ensueños, acerca de lo cual Gastón Bachelard afirma que este signo del retorno señala infinitos ensueños porque los retornos humanos se realizan sobre el gran ritmo de la vida humana, ritmo que franquea años... /José Ygnacio Ochoa