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Saber es Certeza consiste en Imposibilidad absoluta de dudar

Ideas claras y distintas

Mente

Unidad de la razón

se obtiene por medio de Método

Evidencia

Análisis

sigue el modelo de

Síntesis

va desde se alcanza a través de

complejo → simple

Enumeración y Revisión

Deducción va desde simple → complejo

Sentidos Duda metódica universal

Matemáticas

Sueño Demonio maligno Claras y distintas Oscuras y confusas

COGITO

contiene

Ideas

Simples Complejas Innatas Adventicias Facticias

SUBSTANCIAS

DIOS

MUNDO


Saber es Certeza consiste en Imposibilidad absoluta de dudar

Descartes, decepcionado tras su estancia en la Flèche por las constantes disputas de que eran objeto las cuestiones filosóficas, que distaban de alcanzar la unanimidad, ansía lograr el verdadero saber. Un saber definitivo que termine con las eternas discusiones entre opiniones diferentes. Para eso es necesario distinguir entre “opinar” y “saber”, entre “creer” y “saber”, entre “parecer” y “saber”. Y sólo podemos decir que algo lo “sabemos” cuando tenemos la total seguridad de que es tal como nosotros afirmamos que es. La posibilidad de dudar de algo, por pequeña e insignificante que sea, por remota o improbable que se nos presente, excluye esa seguridad y convierte el pretendido saber en algo incierto. Por eso, el rasgo que caracteriza al saber, a todo saber que se tenga por tal, es la certeza; y la certeza consiste en la imposibilidad absoluta de dudar.


Imposibilidad absoluta de dudar

Mente

Unidad de la razón

¿Qué diferencia hay entre algo de lo que podemos dudar y algo acerca de lo cual no podemos dudar en absoluto? Se distingue aquí entre una certeza subjetiva y una certeza absoluta. Tengo certeza subjetiva, por ejemplo, en que mi mejor amigo no me mentiría en tal o cual circunstancia. Pero, en términos absolutos, sí me es posible dudar de su veracidad. Digamos que la mentira de mi amigo se me presenta como una posibilidad; posibilidad que descarto inmediatamente debido a la confianza (fe) que deposito en él, pero que como posibilidad sigue vigente y no existe contradicción lógica alguna entre el hecho de que nunca me haya mentido y la posibilidad de que me mienta ahora. Como tampoco la habría en el hecho, todavía más improbable, de que yo vea algo que realmente no existe, como ocurre excepcionalmente en las alucinaciones provocadas por drogas, enfermedades o situaciones psicológicamente extremas. Sin embargo, a pesar de lo anterior, hay casos en los que sí me es imposible dudar de algo. Pongamos por caso en el hecho de que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta. No puedo pensar en la posibilidad siquiera remotísima de llegar a encontrar en alguna ocasión una distancia más corta entre dos puntos. Pues bien, la única razón de esa diferencia consiste en que nuestra mente, la mente humana, que es la misma en todos los hombres en lo que a cuestiones lógicas se refiere -pues todos razonamos según los mismos principios lógicos y en eso consiste la unidad de la razón- es de tal manera que algunas cosas se le presentan como dudosas y otras como indudables. La mente humana misma es la que establece y de la que depende el criterio para distinguir entre la certeza y la duda.


Ideas claras y distintas

Imposibilidad absoluta de dudar

En nuestra mente habitan múltiples ideas, pongamos por caso la idea de ser humano, o la de animal, la idea del bien, la idea del amor, etc. Algunas de ellas se nos presentan de tal manera que no podemos dudar de ellas. Digamos que se nos presentan nítidamente, de manera clara, como le gustaba decir a Descartes, y las distinguimos perfectamente de cualquier otra idea. Pero la mayoría de las ideas, al menos en principio, no se nos aparecen con total claridad sino que las percibimos de manera imprecisa, como un objeto en la oscuridad, y dudamos cuando las comparamos con otras de forma que las diferencias entre ambas se nos presentan de manera confusa. Como nos ocurre, por ejemplo, cuando tratamos de definir las distintas clases de amor -amor pasión, amor altruista, amor paternal, amor filial, amor a los demás en general, amor a las personas o las actividades, etc.-. Constantemente nos asaltan dudas acerca de si tal o cual cualidad pertenece a una u otra idea. De modo que podemos dividir nuestras ideas en claras y distintas y oscuras y confusas, Siendo indudables las que distinguimos con mucha claridad y distinción y dudosas las que percibimos de manera confusa oscura.


Ideas

Simples Complejas

Las ideas también pueden clasificarse en simples y complejas. Las ideas complejas son las que están compuestas de varias ideas simples relacionadas entre sí de alguna manera. Ideas simples son las que no contienen ninguna otra idea más que a sí misma. Una circunferencia es una línea curva cerrada en la que todos sus puntos se encuentran en el mismo plano y a la misma distancia de otro al que se denomina “centro”. Como vemos, la idea de circunferencia contiene otras ideas tales como la idea de punto o de línea y se construye –en un papel o en nuestra propia menterelacionando todas las ideas de que consta en las relaciones prescritas. Solamente cuando entendemos estas relaciones y sabemos cómo se construye porque nosotros mismos la construimos en nuestra mente, podemos decir que sabemos qué es una circunferencia. Si ignoramos cómo se construye no sabemos exactamente qué es; nuestro conocimiento de ella es oscuro y confuso, así como el conocimiento que un arquitecto tiene de una casa o de un rascacielos es más claro y distinto que el nuestro porque conoce los elementos que lo forman y la relación en la que se encuentran.


Ideas

Innatas Adventicias Facticias

Tomemos el principio de identidad, que dice: A es A. Lo que quiere decir es que si dos personas dan el mismo nombre a dos ideas diferentes ( o una misma persona a lo largo de un discurso) el principio de identidad no sería respetado. Por ejemplo si alguien entiende que el bien es lo que proporciona placer y otro considera que el bien consiste en cumplir con el deber, entonces el principio “se debe hacer el bien y evitar el mal” tiene significados distintos para ambos. De modo que el primero de ellos podría decir al otro: “¿No me has dicho que hiciera siempre el bien? Pues he hecho el bien, me comí su golosina”. Es fácil entender que los dos usos de la palabra “bien” son diferentes y por tanto no se respeta el principio de identidad. El principio de identidad es evidente e imprescindible en nuestros razonamientos. Pero la cuestión es: ¿de dónde lo sacamos? ¿Acaso lo hemos visto en algún lado? ¿Es necesario que alguien nos lo enseñe o lo utilizamos todos de manera espontánea sin necesidad de aprenderlo? Descartes afirma esto último, de modo que esa idea, como otras, debe encontrarse en nuestra mente sin necesidad de adquirirla, esto es, de manera innata. A esta afirmación, la de la existencia de ideas innatas en nuestra mente, responde la clasificación de las ideas por su origen en innatas, adquiridas o adventicias –las que provienen de la experiencia-, y facticias –las que construimos nosotros mismos mediante uniones, asociaciones o comparaciones entre las anteriores-. Las ideas innatas son simples, claras y distintas, mientras que las otras son complejas y se nos presentan, en principio, de manera oscura y confusa.


Método

Síntesis Deducción simple → complejo

Puesto que las ideas complejas se nos presentan, en principio de manera oscura y confusa, es necesario seguir un método para que puedan ser transformadas en claras y distintas. El método que aplica Descartes es el matemático, que parte de axiomas evidentes y estableciendo las relaciones pertinentes va alcanzando la demostración de teoremas complejos de los que luego se puede partir para demostrar otros todavía más complejos, etc. Se trata, por tanto de deducir teoremas complejos a partir de verdades simples y evidentes. El proceso deductivo va de lo simple a lo complejo en una construcción mental que va alcanzando síntesis superiores relacionando entre sí verdades ya conocidas.


Método

Evidencia

Análisis

Síntesis

Enumeración y Revisión

Puesto que en realidad nos encontramos normalmente con ideas complejas, que se nos presentan de manera oscura y confusa, para convertirlas en claras y distintas debemos primero analizarlas, dividiéndolas en cuantas partes nos sea posible hasta llegar a las más simples y evidentes, para luego proceder a la deducción propiamente dicha y realizar las síntesis sucesivas de esas ideas simples mediante el establecimiento de las relaciones pertinentes entre ellas. Para que todo este procedimiento se fundamente en una base sólida es necesario que las ideas de las partamos para realizar la deducción sean verdaderas de manera evidente, de forma que no exista posibilidad de error y que las relaciones que vayamos estableciendo sigan un orden riguroso de manera que estemos seguros de no habernos saltado una parte del proceso y no haber cometido ningún error, lo cual exige una revisión constante de lo realizado enumerando minuciosamente cada uno de los pasos.


Evidencia

se alcanza a través de

Duda metódica universal

La primera tarea del método de Descartes consiste en establecer algunas verdades evidentes de las que poder partir para la deducción de las ideas complejas. A fin de alcanzar estas ideas de manera segura Descartes propone un método revolucionario: Intentar, activamente, dudar de la validez de todos nuestros “conocimientos”, incluso de los que siempre hemos dado por sentado. Dudar de nuestros profesores, de nuestros padres, de toda autoridad, de nuestras convicciones y creencias más arraigadas. Cuestionarlo absolutamente todo en un ejercicio crítico sin precedentes, para desechar sin contemplaciones todo aquello de lo que nos sea posible, simplemente posible, dudar; por muy remota e improbable que sea la posibilidad de que algo sea falso, si existe alguna, entonces no tenemos certeza absoluta y no podemos, en rigor, afirmar que lo “sabemos”. Nótese que esta duda no excluye la posibilidad de que sean verdaderas aquellas cuestiones que ahora se nos presentan como dudosas. Simplemente nos hace tomar conciencia de que no tenemos la seguridad absoluta de que lo sean y que, por tanto, no debemos partir de ellas para nuestras demostraciones ulteriores. Sólo si partimos de certezas podremos demostrar certeramente. Y no debemos abandonar la esperanza de que haciéndolo así, podamos posteriormente alcanzar la certeza de aquellas cosas de las que ahora dudamos. La duda cartesiana no es una duda escéptica que niegue la posibilidad del conocimiento, sino metódica, provisional; útil precisamente como medio para alcanzar el verdadero saber.


Sentidos Duda metódica universal

Sueño Demonio maligno

La aplicación rigurosa del método de la duda lleva a Descartes a cuestionarse, en primer lugar, la validez de los datos que nos proporcionan nuestros sentidos, pues es manifiesto que a veces nos engañan, como cuando vemos quebrarse un bastón sumergido en el agua. La experiencia, por tanto, no parece una fuente una fuente fiable de conocimiento. La hipótesis del sueño le lleva a dudar de la existencia misma de la realidad material, pues el hecho de que percibamos un mundo exterior a nosotros mismos no es garantía de su existencia, como ocurre durante el sueño en que nuestras percepciones más vívidas no se corresponden con ninguna realidad exterior a nuestro pensamiento. Aún las demostraciones de la matemática sucumben a la duda, pues aunque se presentan claramente a nuestra mente, nada nos garantiza que la mente humana proceda correctamente y bien pudiera ser que hubiésemos sido creados aberrantemente por un genio maligno que se divierta manteniéndonos en el error.


Duda metódica universal

COGITO

Casi al punto de la desesperación Descartes encuentra al fin una preciosa verdad de la que puede afirmar sin recelo que cumple las condiciones que él mismo exige a una base inconmovible sobre la que cimentar su construcción filosófica. Una verdad simple, clara, distinta y evidente que resiste completamente a la duda ya que es de todo punto imposible su falsedad. Aún en el supuesto de que haya sido creado por un demonio maligno y que éste se entretenga en hacerle aparecer como verdadero lo falso, hay algo en lo que éste no habría podido engañarle: en el hecho mismo de su existencia, pues lo que no existe no puede ser inducido al error. Si dudo, si pienso, es porque existo, porque algo soy. Es verdad que todos mis pensamientos pueden ser falsos, que de todos ellos puedo dudar; pero del hecho mismo de que los pienso, de eso es imposible dudar. Ahora bien, esta verdad: “pienso, luego soy”, se refiere únicamente a la existencia del yo como pensamiento, como cosa pensante (res cogitans), no a la existencia del yo material, corporal, que no es más que una percepción, por tanto, un pensamiento del cogito, cuyo valor de verdad todavía está por dilucidar.


COGITO

Ideas

La afirmación de la existencia del yo, el cogito, no es más que la afirmación de la existencia de una mente que contiene pensamientos. Éstos, aunque de muy distinto tipo, son indistintamente denominados por Descartes “ideas”. Idea es, pues, todo contenido de la mente: Una percepción (la que tengo yo ahora de la pantalla del ordenador y la habitación que me rodea), un sentimiento (la ansiedad por terminar el trabajo), un deseo (el de acabarlo), una volición (la determinación de hacerlo), un concepto (el del cogito que pretendo precisar), un recuerdo (el de la lectura que he hecho del Discurso del método) o una imagen (representación mental de lo que haré al finalizar) no son más que contenidos de ese pensamiento cuya existencia es indubitable, por lo tanto, todos ellos, ideas. Algunas de estas ideas representan realidades exteriores al pensamiento, como la percepción de mis dedos sobre el teclado, pero todavía no se puede afirmar que existan esos objetos a los que se refieren mis ideas de realidades exteriores. Solo sé que yo las tengo, que se encuentran en mi pensamiento, que las pienso; aunque pudiera ser que un demonio me engañe haciéndome creer en la existencia de esos objetos como a los habitantes de Matrix.


Claras y distintas

Ideas

Simples

DIOS

Innatas

La hipótesis del demonio maligno es tan rotunda que solo a través de su negación se puede mantener la esperanza de superar la duda metódica y alcanzar alguna verdad respecto de las ideas del cogito. Descartes encuentra la senda de esa negación mediante el recurso a Dios. Si consigue demostrar la existencia de Dios, de un Dios bondadoso y omnipotente, entonces la hipótesis del demonio se derrumba y podemos garantizar de nuevo la verdad respecto de nuestras ideas claras y distintas. Según Descartes la idea clara y distinta de la perfección absoluta es innata y con ella la de un ser omnisciente, omnipotente y absolutamente bondadoso. Se pregunta por su procedencia y puesto que la causa de ese idea tiene que tener al menos las perfecciones que el efecto producido, de ello se deduce que existe un ser así, es decir, que existe Dios. Por otro lado, al preguntarse por la causa de sí mismo, del cogito que sabe que es y que contiene esa idea, concluye que siendo él un ser finito y limitado, como se demuestra por el hecho de que duda, no pude haberse causado a sí mismo y ha debido ser creado por un ser que contenga todas las perfecciones que están representadas en la idea de Dios. Por último, la idea de Dios misma, es decir de la perfección absoluta, es tal que no puede concebirse como no existente en sí y por sí misma. Así, pues, La existencia de Dios es la granita de verdad de las ideas claras y distintas.


COGITO

DIOS

MUNDO

SUBSTANCIAS

La garantía de que las ideas claras y distintas son verdaderas permite a Descartes dar el salto a la realidad exterior y superar el solipsismo. Una de nuestras ideas claras y distintas es la de extensión, que es la esencia de la corporeidad, puesto que es inconcebible un cuerpo que no ocupe un lugar en el espacio. Cosa que no ocurre con el pensamiento, que por no ser material no tiene extensión. Por lo tanto la extensión existe, siendo una realidad extramental que Descartes identifica con la materia. Nos encontramos así con la existencia de tres realidades cualitativamente diferentes e independientes entre ellas; cada una con un atributo fundamental, aunque puedan presentarse de diferentes maneras o modos: Dios, que es perfección; el cogito, que es pensamiento; y el mundo material, que es extenso. Es verdad que la independencia entre las tres substancias es relativa y no se aplica de la misma manera a Dios que a las otras dos. Pero por analogía, bien podemos considerar al pensamiento y a la extensión independientes entre sí de tal manera que no es necesaria la existencia de una de ellas para que exista la otra. Si entendemos por substancia, como hace Descartes, aquello que existe por sí mismo, entonces nos encontramos con tres realidades substanciales: Dios, el mundo y el pensamiento.


MUNDO

Puesto que la extensión es la esencia de la corporeidad, en el mundo material no puede existir el vacío. Es entonces un ens plenum en el que el movimiento de una de sus partes implica el movimiento de todo lo demás. Nos encontramos por lo tanto con un sistema mecánico en el que todos los procesos se deberían a acciones por contacto y se explicarían por las leyes del choque. Un sistema cerrado de esas características mantendría constantemente la misma cantidad de movimiento perdiendo una partícula el movimiento que gana otra. El origen de esa cantidad de movimiento sería Dios, que actuaría como un relojero que después de darle cuerda al reloj deja a éste seguir su camino según sus propias leyes. Es éste un sistema determinista en el que incluso los cuerpos de los animales no serían más que máquinas regidos por principios causales.


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