Libro • Detras de tus pasos

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Peries, Ignacio, Padre Detrás de tus pasos: 30 años de sacerdocio. - 1a ed. - Rosario: Fundación Cruzada del Espíritu Santo, 2010. 224 p.; 12x18 cm. ISBN 978-987-20281-4-5 DG Juan Carbonara


Detrás de tus pasos: 30 AÑOS DE SACERDOCIO PADRE IGNACIO PERIES

Prólogo de Sra. Ana María Chaú


4 PRÓLOGO

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n estas páginas hallaremos muchos relatos que coinciden con nuestra propia vida, donde el Padre Ignacio de manera muy sencilla y profunda nos ayuda a discernir cual es el camino a seguir, para encontrar la verdadera felicidad que solo Dios puede dar. A través de cada capítulo verás que la lectura instruye y la oración purifica. Nos recuerda que el que desea estar unido a Dios debe leer reflexivamente y orar con frecuencia. Cuando oramos hablamos nosotros con Dios, cuando leemos (temas sagrados) es Dios quien nos habla a nosotros. Si te pones a leer con atención y tranquilidad descubrirás lo ante dicho; pienso que el Padre desea que logremos este clima espiritual en nuestra alma y en todo el diario accionar. Nos ayuda a buscar un sitio para estar con Dios en la vida cotidiana, tan llena de aconteceres. Nos invita a estar juntos, unidos en el amor sin importar todas las idiosincrasias y fastidios de la vida. También nos ayuda a ver como la gracia de Dios está en todas partes, asombra con su simplicidad y transparencia y puede ayudarnos a todos a ver y escuchar el movimiento silencioso del Espíritu Santo en las experiencias más comunes. La lectura atenta de sus reflexiones nos alienta a abrazar la vida que nace a cada segundo, a cada vuelta de rueda, a cada latido de nuestro corazón. Los cuentos que nos presenta te ayudarán a entablar una


5 mejor relación con el prójimo, llegando a un lugar donde podrás florecer lleno del amor de Dios, único tesoro que sacia; ya que toda alma necesita amistad, amor y paz. En varios puntos de sus homilías el Padre nos invita a comprender a las personas a partir de algunas palabras o actitudes más que con largas explicaciones; Dios siempre nos busca sin descanso, incluso cuando no somos conscientes de ello, haciéndonos ver que el Evangelio embellece la vida y da paz al corazón. Cristo está presente en cada uno de nosotros y nos quiere felices, se nos pide a través de estas páginas a dar la vida por los demás para encontrar sentido a nuestra existencia. Sra. Ana María Chaú



Entonces Yahvé me dirigió su palabra: “Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía, antes que tú nacieras, yo te consagré, y te destiné a ser profeta de las naciones” Yo exclamé: “Ay, Señor, Yahvé, como podría hablar yo, que soy un muchacho!” Y me contestó Yahvé: “No me digas que eres un muchacho. Irás adondequiera que te envíe, y proclamarás todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque estaré contigo para protegerte”. Entonces Yahvé extendió su mano y me tocó la boca, diciéndome. “En este momento pongo mis palabras en tu boca”.



HomilĂ­as



11 1. Aprender, Fortalecer y avanzar

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adie puede decir lo que va a pasar, sea pesimista u optimista, porque las cosas que pasan en la vida siempre son perfectas.Cuantas veces pensaron que mañana será un lindo día, se levantan y preparan todo para hacer un picnic o un asado y, de golpe… llueve. Entonces, todo depende de cómo proyectemos la vida. Siempre tenemos que aprender a hacer algo porque si vos estás sentado pensando si sos pesimista u optimista, sin hacer nada, no va a pasar nada; o sea si vos estás en el campo y estás sentado, no va a crecer la cosecha, no va a salir naturalmente y te vas a sentir fracasado totalmente. A veces nos sucede que nos quedamos sentados todo el día, sin hacer cosas, por ese miedo de que va a pasar algo. Si elegimos hacer las cosas en forma positiva o negativa, esto hará que muchas veces aprendamos a querernos a nosotros mismos y aceptar nuestra realidad. Una de las cosas que nos cuesta muchísimo aceptar es: querer ser siempre otra persona, siempre nos comparamos con el otro, entonces nos cuesta aceptarnos a nosotros mismos nuestra capacidad, nuestros límites. El que no reconoce su capacidad y sus límites nunca puede lograr algo en la vida. Es una de las cosas más importantes, porque somos diferentes, sea como sea vos podes ser rica o pobre, nacida en una villa o en un palacio, la felicidad no depende de esas cosas la felicidad depende, de cómo desarrollamos la vida y eso comienza


12 cuando nos aceptamos a nosotros mismos. Veo a muchas personas que no están felices. El primer problema que tienen es consigo mismo: piensan, que los demás deben cambiar para poder cambiar uno… imposible, nadie va a transformar a nadie. El cambio de la vida comienza cuando realmente nosotros empezamos a cambiar, cuando conocemos lo que somos, lo que podemos hacer, lo que tenemos, nuestras virtudes y defectos. Entonces cuando conocemos nuestros defectos y virtudes, empezamos a amarnos y a querernos. A veces es fácil y otras difícil, según la mentalidad con la que trabajemos por nuestras vidas. Aceptarse a sí mismo muchas veces cuesta, a veces dicen: soy gordo, soy flaco, soy morocho, soy blanco y es cierto… el blanco quiere ser morocho, el morocho quiere ser blanco y es una cosa de locos lo que uno tiene en la cabeza. El gordo quiere ser flaco, el flaco quiere ser gordo y así es la vida… Entonces vos siempre estás tensionada queriendo aceptarte a ti misma y desde ahí proyectar las cosas. Pero aceptarse a sí mismo es amarse a sí mismo… con nuestros defectos y nuestras virtudes, no estoy diciendo que exageren y no reconozcan sus defectos. Amarte a ti mismo significa ser auténtico con vos mismo, la vida auténtica acepta sus defectos y sus virtudes sin falsificarlos, porque a veces pasa que uno puede falsificar su imagen, si falsificás tu imagen nunca lograrás nada y la falsedad, en un momento dado, hace que te sientas hueca, vacía y tu cabeza no tiene paz…, entonces lo mejor es ser auténtico. Cuando vos lográs vivir auténticamente y te aceptas como sos, la vida cambia mucho, porque además de la respuesta que uno brinda para seguir luchando y seguir aceptando, todas las cosas tienen otro sentido. La vida no es estar todo el día postrado, amargado, cansado, sin paz. Uno empieza actuar con lo que puede positivamen-


13 te… despacito para lograr la felicidad de la vida… a veces pasa ¿no? Por ejemplo, yo soy morocho ¿si no me gusta qué hago? Díganme… ¿qué hago? todas las noches me tomo 2 litros de lavandina; pero esto no me da una respuesta. Gracias a Dios me gusta mi color y no tengo ningún complejo. Vos tenés que querer tu naturaleza… la naturaleza de la persona no puede cambiar. Algunas cosas fuera de la naturaleza pueden cambiar, pero algunas personas, hacen dietas todos los días pensando que son gordas, si su naturaleza es así, tenemos que aceptarla así. Porque cuando el ser humano va en contra de la naturaleza pierde el equilibrio y la felicidad de la vida; cuando uno no se acepta a sí mismo siempre está a la defensiva. Pensar que una de las cosas que nos pasa inconscientemente o conscientemente, a veces queremos ir en contra de todo, contra la naturaleza, contra tí mismo, contra los demás, porque siempre estamos a la defensiva. Cada uno tiene diferentes maneras de defensa, algunos se defienden con mentiras, a veces pasa ¿no? Decimos: “No hago ningún daño grande, ¿viste…?”, pero vos inconscientemente te defendés con mentiras. Por ejemplo alguien te pregunta: -¿Adonde fuiste? Y vos pensás: ... “que te importa adonde yo voy”. Entonces le contestás cualquier cosa para defender tu postura. Otras veces te dicen: “¿Vos dijiste esto?”, entonces te agarra un poquito de julepe y le contestás cualquier cosa para defenderte. O vos te quedaste con algún dinero que tenés que devolver: “total cien pesos, no le hace mal a nadie, como no se dieron cuenta…” Fíjense que en definitiva no le hizo mal a nadie, todo esto te hace mal a tí mismo porque tu defensa te llena de negativismo. Y ese negativismo en algunos se manifiesta con agresión, con violencia, y en otros… todo el día durmiendo o lamentándose. No es así como vas a salir adelante, tenés que ayudarte y levan-


14 tarte aunque no tengas ganas de hacerlo. Como dije antes, algunos llegan a la agresión y son aquellas personas que no tienen equilibrio en la vida por varias causas: primero porque quieren defenderse a sí mismos, segundo por no aceptar su naturaleza, tercero, a veces, por la misma ambición o angustia que tienen, poseen un pensamiento fijo y muchas veces terminan enfermándose psíquicamente. ¿Por qué? porque no tienen paz, no tienen respuestas, están como Uds. Vieron los caballos cuando están en la calle y no quieren que se distraigan ¿qué les ponen?; anteojeras en los costados de los ojos y quedan limitados a una solo visión. El caballo ve directamente hacia adelante porque para los costados no ve nada, entonces no se distrae. Cuando sos agresivo y no querés cambiar tus conceptos, no querés abrirte, tu defensa es con una agresión, es como un caballo que tiene anteojeras, ve una sola vida, un solo concepto, una sola manera de pensar, porque no ve otras cosas que pasan, queremos buscar respuesta en la vida con una manera única de pensar. Queremos tener siempre la razón, nos pasa eso… Ahora fíjense, con ese concepto uno piensa que va a lograr la felicidad, por ahí lo que ve es cierto, porque no se da cuenta que sus ojos están tapados y ve sólo una parte de la verdad. Y como dijo Jesús; muchas veces vemos la paja que tiene el ojo del hermano y no vemos la viga que tenemos en nuestros ojos, porque están muy cerrados. Lamentablemente, es nuestro concepto de la vida o la manera de ver las cosas. Por eso dije al principio que la felicidad de un ser humano se logra cuando sabemos mirar cómo se debe mirar a la vida. No solamente con nuestros propios conceptos sino con los conceptos de los demás también. Hay muchas cosas que nos rodean en la vida y cada una te enseña un montón de cosas. Hasta una planta, una piedra, un árbol… todo lo que se cruza en el camino nos enseña lo que es la


15 vida. Uno tiene un único concepto de la vida: querer luchar y obtener logros; y así te quedas sin energía, porque la vida es permanentemente una lucha, nunca te das tiempo para disfrutarla. A muchas personas les pasa esto: luchan, luchan,… todos los días, todos los días… llorando, amargados, pensando que van a lograr la felicidad y cuando pasa algún tiempo… llegan a estar así todo el día, con ese concepto, sin cambiar nada dentro de ellos, llenos de agresión, con resentimiento, con odio, con bronca; terminan como histéricos, porque no tienen más fuerza para comprender, aceptar, tolerar a nadie más. Tienen un concepto único, piensan que tienen razón y esa manera de ver la vida, sin cambiar, hace que gasten toda su energía, sin poder reponerla. Ustedes saben bien que para buscar el equilibrio de la vida tenemos que tratar de no ser histéricos ni odiosos, ni entrar en pánico, simplemente necesitamos reponer la energías que perdemos. Por ejemplo: un obrero, un señor que está trabajando en la calle, cavando el piso o removiendo la tierra durante 6 ó 7 horas, queda agotado. Pues bien la persona que no sabe manejar su cabeza, que se pone histérica o está nerviosa todo el día o no tiene adquirido el concepto de la necesidad de reponer su energía; en 2 horas gasta la misma energía de aquella persona que trabaja 8 horas en la calle, con trabajos pesados y muy duros. Por eso algunas personas recurren a tranquilizantes o energizantes porque no pueden reponer la energía que pierden. Ese trabajo psíquico, constante, sin demasiado sentido, las agota, gastan el doble de energía. ¿Podemos reponernos de otra manera? Sí; disfrutando la vida, escuchando a los demás, convenciéndose de que no es cierto que siempre tenemos razón; ni siquiera yo puedo decir eso, porque uno, por más que no quiera que sea así, se equivoca en la vida.


16 2. Fortalecerse en la Vida

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quilibrar nuestra mente da mucha felicidad, da mucha seguridad. Ustedes saben que una persona que logra ese equilibrio, y la madurez, nunca tiene miedo a decir “perdón me equivoqué”; quienes no pueden hacer esto son los que no pueden lograr el equilibrio porque piensan que siempre tienen razón, no “aflojan” para nada, sin darse cuenta que eso no los beneficia. Nosotros vivimos así: presionados y tensionados, tanto mujeres como hombres. Entonces, todos los días nos amargamos y lloramos, esto sucede por muchos motivos: porque no se tiene afecto, cariño, porque el trabajo nos sobrepasa, (hay quienes tienen una soledad muy grande dentro) o nos sentimos despreciados, discriminados, un montón de cosas. ¡Eso le pasa a todo el mundo no solamente a uno! Hay momentos en los que nos toca sentir que nos desplazan, que nos discriminan, ¿nos pasa, no? Miramos la cara de alguien y pensamos: “Me miró así, me miró allá…” y esto pasa porque vos mirás a ese alguien sin pensar en lo que le está pasando. Puede estar nervioso, molesto, pero no precisamente con vos. Si no nos dice algo o nos lo dice con un tono diferente también nos ponemos nerviosos, es porque llega un momento en el que no encontramos ni paz ni equilibrio. Es entonces donde comenzás a vivir así, todo el día llorando, preguntándote: “¿Cuándo voy a ser feliz?”.


17 Si seguís así, cuando llegues a los 50 te verás como una persona frustrada, sentirás que no servís para nada sin comprender que no debe ser así. ¿Quién tiene la culpa? Según tu idea: los demás. Pero no es así, la culpa la tienes tú misma por no saber manejar tu propia vida. A veces, llega un momento en que no tenés cariño; bueno, nunca mendigues, nunca mendigues de nadie la felicidad y el amor. ¿Vos quién sos, una perrita abandonada que tiraron en la calle? ¡No!. ¿Vos, quién sos? Sos una persona que tiene su dignidad, su derecho y su personalidad. El amor y el afecto nunca se pueden mendigar. No se puede obligar a nadie que nos quiera. Si vos estás todo el día mendigando al otro para saber si te quiere o no te quiere puede ser que te responda por obligación, pero eso no es misericordia, eso es lástima, no es cariño. Todo depende de nosotros si queremos transformar nuestra vida, depende de cómo uno acepta la realidad, con dignidad. Si nosotros no sabemos darle a nuestra persona el respeto que ésta merece nunca vamos a ser felices, porque nosotros mismos pisoteamos nuestra propia personalidad. Cuando uno rebaja su propia dignidad está diciendo todo el tiempo: “nada es posible para mí” “soy una porquería” Cuando llegás a este extremo no hay nadie que levante tu ánimo. La vida es difícil. Hablar es fácil, vivir es difícil, porque cada uno de nosotros necesitamos afecto, cariño, amor, dinero y convivencia, muchas cosas. Algunos dicen: “es mejor estar solo que estar mal acompañado”… Bueno, yo estoy solo y estoy feliz gracias a Dios. (Es una broma). Pero, cuando vos obligás a una persona y la presionás para que actúe como vos quisieras, muchas veces ese mendigar tu derecho, tu amor, te lleva a estar todo el día nerviosa, desesperada, histérica, con la ansiedad de ver a dónde termina todo. Existe la posibilidad que termines enfermándote mentalmente. Por eso, piensen mucho antes de mendigar.


18 Antes de decir: “soy un inútil” “soy un fracasado” piensen que la felicidad de cada uno de nosotros depende de nosotros mismos, de cómo aceptamos, miramos y comprendemos la vida, tanto cuando nos pasan cosas positivas como cuando nos pasan cosas negativas. La vida es así, tiene de todo. Es un abanico de sorpresas que se abre cada día, a cada instante, nadie puede decir lo que puede pasar mañana, a veces será positivo, otras no. Lo más importante es lograr aceptarse a sí mismo y lograr la paz interior. ¿Cómo? Superando toda la histeria, la bronca, nuestro odio, nuestra manera de defendernos. Cuando uno logra la paz interior, cuando uno logra dominar sus instintos animales, como decía un gran filósofo, “el ser humano comienza a ser humano” Cuesta aceptar todo esto que digo cuando uno atravesó o atraviesa por un mal momento y tiene presente todos los detalles de lo que lo angustia. Es difícil sacarlo del corazón y de la mente porque uno se siente utilizado, acusado, condenado, pero la felicidad no se alcanza llevando dentro todas estas cosas sino cuando vos aprendés a decir: “hágase tu voluntad”. (Es difícil; Jesús estaba colgado en la cruz injustamente, condenado a la muerte cuando lo dijo). En cada cosa que les pasa en la vida miren lo positivo, no bajen los brazos, simplemente confíen en Dios y pidan fuerza para sobrellevar la cruz. No hagan nada por resentimiento ni por bronca. Es algo difícil de lograr, lo digo por propia experiencia. Muchas cosas me han pasado en la vida si no hubiera obrado como les digo no hubiese podido vivir una vida sana y limpia. Ustedes tienen que aprender a llenarse espiritualmente. Escucharon la expresión: “Desnudarse a sí mismo ante el Señor”; ¿qué quiere decir? Sacáte todo de encima, todo dolor, toda angustia, dejálo en las manos del Señor; Dios sanará las injusticias,


19 Dios sabrá qué hacer; nosotros depositemos todo en sus manos para que nada negativo afecte nuestra vida. Mantengamos esa entrega siempre, aceptando todas las cosas buenas o malas que pueden pasarnos, como voluntad de Dios. Cuando vos dejás todo en las manos de Dios y desnudas tu interior en el nombre del Señor, empezás a vivir tu propia felicidad. Siempre tengan presente que cuando ustedes encuentren la paz, la tranquilidad y la fe para sobrellevar los altibajos, increíblemente la histeria, la bronca y el dolor se transforman en paz. Si lo lográs, vos no vivís más en el pasado, vos vivís hoy, mañana y siempre la realidad de ese día. Ya no estarás mendigando ni llorando. Muchas cosas marcan la vida: lo que pasa en la niñez, en la juventud, en la pareja, en el trabajo; un montón de acontecimientos nos marcan pero ¿qué pasa?; si nos abandonamos a Dios y ponemos todo de nuestra parte, uno aprende, y llega un momento en el que podemos decir que somos capaces de poner la cara y sostener la vida aún sobrellevando ¡tantas cosas! Esto es obra de la fe y de la paz que gana tu interior y te hace sentir, y ver, que fuiste capaz de soportar muchas cosas injustas con fortaleza. En lugar de llorar y sentirte una pobrecita te levantaste con fuerzas y emprendiste cada día con renovado optimismo, sabiendo que Dios está a tu lado, que guía tu vida y que siempre camina un paso delante de ti para mostrarte el camino. Demostráte a vos misma que sos capaz de vivir tu vida sin mendigar nada ni nadie y cuando tu sonrisa cambie la vida cambiará, todo los demás cambiarán su concepto. Podrás decirte: “fui capaz de soportar tantas cosas injustas, tantas cosas feas, y todo lo superé”. Si así lo hiciste, con la gracia de Dios y viviendo en el presente, serás capaz de vivir la vida.


20 3. Problemas de la vida

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nte los problemas que se nos presentan en la vida, muchos se preguntan:-“¿Qué hacemos?”. Muchos piensan: -“Me sale todo mal”. Pero la vida tiene sus altibajos. El dolor es una parte inevitable de la vida. El sufrimiento es un sentimiento que en alguna etapa va a surgir pero a cada uno nos va a afectar de diferentes maneras. Si es inevitable tenemos que tratar de asumirlo. Y según como asumimos esta prueba que se nos presenta en la vida vamos a tener diferentes respuestas. A veces sentimos que es demasiado para nosotros. Nos sentimos sin ánimo, sin aliento. Pero pensemos que con o sin ánimo, la vida tiene un sentido y tenemos que encontrarlo. Suele suceder que las dificultades nos ponen en un estado de confusión, y hasta se nos hace difícil discernir. Pero tenemos que aprender de estas trabas. Cada uno toma la vida, o lo que se presenta en ella, de diferentes maneras. Según como tomemos este momento de dificultad, vamos a tener una respuesta. Un ejemplo: Una madre tenía dos hijos. No les iba muy bien en sus negocios. Un día llega el primer hijo llorando y le dice: -“Mamá hace calor, no llueve. ¡Y yo que vendo paraguas! No vendí nada. Mi negocio se está viniendo abajo. Por favor, mami, rezá para que llueva”. La madre reza y comienza a llover como si fuera un dilu-


21 vio. Ella se pone de rodillas y agradece a Dios ya que su hijo, al llover, estaba vendiendo muchos paraguas. De repente aparece el segundo hijo muy afligido y le dice: -“Mamá, rezá para que pare de llover, porque yo vendo sombreros y gorras y nadie me compra porque no hay sol” Entonces la madre reza y le pide a Dios que haga salir el sol. Y efectivamente sale un sol radiante. Al día siguiente vuelve a la casa el hijo que vendía paraguas. La madre se pone a rezar y le pide a Dios que haga llover medio día, y que la otra mitad del día haga salir el sol. Así la mujer cae en un estado de confusión terrible (como muchas veces nos sucede a nosotros en la vida cuando se nos presentan problemas). La ansiedad, la angustia, las exigencias no nos permiten elegir o discernir y nos parece que el mundo se nos viene abajo. Fíjense en el caso de la mujer y sus hijos, el mismo contexto, pero las cosas se ven diferentes según desde el lugar que las veamos. Si buscamos un equilibrio, seguramente habrá una respuesta, pero siempre según como nosotros asumamos estos problemas de la vida. Muchas veces las respuestas no son las esperadas por nosotros. También nos cuesta asumir estas respuestas; como cuando uno se da cuenta que ha perdido una oportunidad, un trabajo, un ascenso; o cuando un ser querido ha fallecido; o cuando alguien que había prometido cosas te defrauda, o cuando perdiste todo por un mal manejo. Son cosas que pueden suceder en esta vida. Y cuando nos pasan, nos desesperamos porque todos queremos tener respuestas favorables. Pero como dice el refrán: “No hay mal que por bien no venga”, a veces las cosas malas que te pasan despiertan tu conciencia. Si pensamos por un momento en nuestra infancia, en los momentos que hemos vivido hasta ahora, seguramente van a surgir en nuestra memoria algunos momentos malos. Pero no


22 debemos acordarnos con resentimiento, sino que tenemos que sentir, que muchas veces esas situaciones son las que nos hacen abrir los ojos, “despertar la conciencia”. Cuando todo anda bien, nadie piensa en lo negativo, todos disfrutan. Pero en el momento que uno ve afectada su salud, su trabajo, se produce como un shock que nos hace despertar y situarnos en esta vida. Es importante aprender a mirar los hechos positivamente, esto nos va a permitir discernir en los momentos en que se nos presenten las dificultades. Porque muchas veces el miedo, la vergüenza, la angustia, la falta de trabajo, los problemas familiares, anulan nuestras capacidades y no nos permiten ver con claridad. Después, el tiempo nos hace pensar y sentir que somos capaces de vivir, pase lo que pase, con la cabeza bien alta. Cuando suceden cosas malas nos sentimos vencidos, y muchos llegan a pensar hasta en el suicidio. Claro, es fácil morir. Se necesitan menos de cinco minutos para esto. Pero esto no es lo correcto, hay que ¡vivir!, apostar a la vida a pesar de las dificultades, de los errores, de las equivocaciones, de las malas pasadas, dejando que el tiempo te enseñe a comprender lo que es la vida. Todas las cosas malas que nos sucedan tenemos que tomarlas como un medio para aprender el valor de la vida. A mí mismo me ha pasado. Cuando llegué a Argentina desde Inglaterra, no conocía el idioma, no conocía a nadie. Me sentía solo. Y es duro continuar cuando estás solo, sin familiares, sin tus amigos de siempre. Empezar algo nuevo. Un desafío grande. Les confieso que me sentía perdido porque mi idea era que me mandaran a E.E U.U o Australia, donde se habla inglés. Pero cuando me dijeron que vendría a Argentina fue un duro choque para mí. Fue difícil romper los esquemas de mis proyectos, pero fue lo que me enseñó a ver y a aceptar la voluntad de Dios. En el momento uno no entiende, pero por algo suceden


23 las cosas. El tiempo me demostró que éste era el lugar correcto para mi misión y estoy agradecido y feliz por estar aquí con ustedes. Hay que asumir y aceptar las cosas que Dios nos ofrece en la vida. Cuando las cosas andan mal debemos refugiarnos en su Gracia. Como dice Jesús mismo: “Nuestro baluarte, nuestra fuerza, tiene que ser el buen pastor”. Fíjense cuántos de ustedes volvieron a descubrir la Fe, descubrir a Dios, después de haber pasado por el dolor. Ese sacudón los hizo retomar el camino o descubrir el camino de la vida espiritual. “Las ovejas descarriadas en algún momento vuelven”. Nosotros tenemos nuestro proyecto pero el Señor tiene otros, durante la vida, para nosotros. Cuando nos toca enfrentar un problema nos sentimos condenados, olvidados, solos; pero más allá de estos sentimientos, si uno realmente asume las cosas, Dios nunca nos falla. La Fe y la Gracia de Dios siempre nos conducen para poder entender los misterios de la vida. La vida misma es un misterio. A cada instante se abre una página nueva. Nadie tiene nada asegurado. Por eso, la mejor manera de descubrir esa página nueva que se va a abrir, es vivir cada momento sin apurarse. Vivir el día a día cada momento. En vez de martirizarse pensando cómo resolver algo que va a suceder el año que viene, preocúpense de cómo se puede vivir el hoy; mañana se solucionará. Si uno dice de corazón: “Hágase tu voluntad”, veremos increíblemente cómo con paz y tranquilidad se resuelven las cosas. “Hágase tu voluntad” no significa sentarse cruzados de brazos, rezar y esperar, o no tener que actuar, sino que significa actuar pero dejar que la última palabra sea decisión de Dios. Cuando uno se siente desesperado, angustiado y deja las cosas en manos de Dios, se le mostrará el camino. Y pasado el


24 tiempo se le abrirán los ojos y el corazón para mostrarle que lo que pasó fue lo mejor, aunque haya sido un mal momento. Es allí, en esos malos momentos, donde el hombre tiene la posibilidad de madurar. Dios tiene diferentes maneras de despertar las conciencias. Si Dios nos da una cruz, también nos da la gracia de sobrellevarla. Muchas veces nos desesperamos y queremos resolver los problemas por nuestros propios medios, a la fuerza. Es un error grave. Confiamos en nuestro poder intelectual, en nuestro poder económico o social. Pero ninguno de estos poderes resuelve los grandes problemas. Todo lo que uno quiera resolver con “plata”, lo termina pagando el doble. Ya sé, muchos dirán que por ejemplo, para hacer un tratamiento costoso de salud se necesita dinero. Pero no es solamente plata lo que se necesita, sino también la actitud con la que enfrentamos las situaciones. Más que querer resolver personalmente, aprendan a llevar su cruz, creyendo en Dios que es quien está atrás de tu cruz esperando para cambiar tu vida. Jesús es tan humilde, tan sencillo que hace de cireneo para ayudarte a cargar tu cruz. Hay que enfrentar las cosas con mucha paciencia. ¿Cómo lograr esta paciencia? Pienso que la mejor manera es dejar que la Gracia de Dios obre sobre nosotros. Cuando tengan algún problema grave, alguna duda, algún sufrimiento, aprendan a hablar, a expresarse con el otro. Esta es una falla que por lo general tienen los hombres, al contrario de las mujeres. Y muchas veces cuando el hombre se decide a hablar, ya es tarde y se hace difícil resolver el problema. Cuando uno tiene miedo pierde el razonamiento, entonces el que está tranquilo aconseja. Nunca se queden con cosas adentro sin sacarlas del corazón. Busquen a alguien con quien puedan hablar. Y si alguien te cuenta algo en “confianza” también hay que


25 mantener lo que te contaron en secreto para no defraudar al otro. Por eso a veces, el sacerdote es la mejor persona para hablar. Todo lo que le cuenten bajo el secreto de confesión, estén tranquilos que él no lo va a divulgar. Volviendo a los problemas, no se desesperen. No tengan miedo. Confíen en la gracia de Dios. Si Dios te dio una cruz, solo cargala y pedile a él que te dé la Gracia de poder sobrellevarla. Entendamos que Dios nunca nos abandona y que cuando nos refugiamos en Él su Gracia nos dará la respuesta que necesitábamos. Y es ahí cuando empiezan a suceder los milagros, esos mismos testimonios que escuchamos siempre en nuestra parroquia, de quienes confiaron en Dios y encontraron su apoyo en Jesús.


26 4. El poder de escuchar, el poder de hablar

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n gran pensador dijo que el que tiene el poder de escuchar vale más que el oro, que una piedra preciosa. Tenemos que lograr aprender a escuchar y comprender, para luego poder compartir la vida. Esa capacidad es lo que se llama “poder de silencio”. Últimamente, nadie quiere escuchar a nadie; porque pensamos que lo sabemos todo. Más aún en la juventud, cuando uno se siente con mucho ímpetu, con mucha fuerza, y hasta a veces con mucha omnipotencia. La generación de jóvenes está intelectualmente más avanzada que la anterior, por eso muchas veces piensan que los “viejos” no tienen nada para decirles, para enseñarles. Pero nadie puede decir que lo conoce “todo”. Porque por más que leamos o nos apoyemos en libros, en la ciencia, la vida nos demuestra que nuestros padres y abuelos tenían razón. Y ellos no sacaron las respuestas de los libros. Es que la vida es tan diferente siempre, que el “vivir” les da esa sabiduría, no la ciencia, no los libros. Estamos en un mundo ansioso por decir cosas. Pero qué difícil es a veces escuchar a las personas. Cuando la persona empieza a contar algo, uno piensa: “Uyy, cuantas veces escuché la misma historia”. Entonces enseguida queremos cortar y dar respuestas. Pero cada persona que expresa algo quiere transmitir algo diferente. Si no tenemos la paciencia de escuchar, nos va a ser muy difícil convivir y comprender a alguien en nuestras vidas.


27 Cada palabra que se dice tiene un poder, un significado diferente. Lo mismo pasa con el silencio, deja al otro que se exprese en su plenitud. Cada palabra que se emite puede traer en sí una historia diferente. Cada palabra que uno dice puede analizarse de diferentes e insospechadas formas. Por ejemplo la palabra “andate”. Uno se la pude decir a otro con enojo o se la puede decir expresando cariño, afecto; o también se la puede decir a otro sin conocerlo, expresando desprecio. O con odio, o también decirla con paciencia. Cada uno que dijo “andate”, en este ejemplo, tuvo un concepto diferente de la vida. Por eso es tan importante darle al otro el espacio para que pueda expresarse sin reservas, para que podamos encontrar el sentido que quiso darle a tal expresión en ese determinado momento. Cuando uno tiene la capacidad de escuchar, se convierte en una persona capaz de sembrar esperanza y vida en el otro. Pero se necesita tiempo. Muchas veces querés decir algo y la gente no te deja hablar. Bueno, es así. Uno tiene que expresar y el otro tiene que escuchar. Pero cuando somos los que hablamos tenemos que tener en cuenta al otro también; no hablar sólo como máquinas imparables, porque si no, no vamos a lograr la respuesta del otro. Y el que escucha, como dije antes, tiene que tener paciencia y dejar que el otro se exprese. Porque a veces al no escuchar te perdés la realidad, lo más importante de la vida. Cuando una persona da vueltas para decir algo es que tiene miedo, o algo más grave aún, que en algún momento tiene que salir de su interior, porque no puede seguir cargando con eso. Entonces, tenemos que darle tiempo. Si uno interrumpe a la persona que está hablando, ésta no tiene la posibilidad de descargarse y encontrar la respuesta correcta en la vida.


28 Además, es muy diferente lo que alguien te puede expresar contándote todo, y lo que te puede expresar cuando sólo le escuchas la mitad. La historia cambia mucho. Ustedes, jóvenes, aprendan a escuchar. A veces, por impaciencia, llegamos a conclusiones erróneas por no escuchar correctamente a las personas. Es un error común en la juventud, en el matrimonio, en la pareja, en la familia. Por eso hay que dotarse de paciencia, pero ¡ojo!, no por curiosidad. El “poder de silencio” es un poder que todos tenemos para dar la posibilidad al otro de expresarse, de encontrar en mi silencio la esperanza de vida. Pero es mutuo. El otro también tiene que discernir cuánto tiene que hablar y cuándo debe callar. Muchas veces uno habla en el momento menos indicado. Lo que hay que tener en cuenta siempre es que la humildad y la paciencia tienen recompensa en la vida. A veces, cuando nos cuentan algo, nos mienten, y nosotros sabemos que es mentira, es mejor callar y seguir escuchando. De esta forma la persona tiene la posibilidad de reflexionar sobre lo que está diciendo o sobre tu silencio. Así de esta manera tu silencio corrige a la persona mejor que las palabras. El silencio siempre da la posibilidad de hablar con sabiduría. Porque el silencio del que escucha ayuda a que la otra persona pueda reflexionar sobre lo que dice y le ayuda también a reflexionar al que escucha antes de abrir la boca. Cuando uno se mantiene en silencio tiene la posibilidad de ir discerniendo mentalmente la respuesta. Elegir entre un sí y un no. Somos impulsivos, somos orgullosos, somos vanidosos. A veces no nos importa lo que el otro está dispuesto a aceptar porque creemos que lo sabemos todo. A largo plazo la persona que no sabe ubicarse en el silencio, es la que pierde en la vida. Por eso es importante saber cómo y cuán-


29 do hay que hablar en la juventud. Ésto, en realidad, es una virtud. Si uno no logra el dominio del poder del silencio o del poder de hablar en la juventud, después no se logra más porque uno ya se acostumbra a vivir de una forma y es difícil cambiar. Por eso hay que aprender a convivir con las personas sin discutir, sin estar nerviosos todo el día. Dos personas que conviven, que comparten, tienen sus discusiones, sus descargas; pero el sabio es el que tiene el dominio del poder del silencio y del poder de hablar. Estas personas dan muchísima paz y esperanza a las otras. Muchos de los problemas de las parejas de hoy es que no saben hablar y no saben escuchar. Hoy en día el diálogo se está perdiendo. A veces hay que perseguir a las personas para que hablen. El poder del silencio es otra cosa. Es saber callar cuando corresponde. El poder de hablar es saber cuándo se debe hablar. Si uno equilibra estos dos poderes encuentra la felicidad. Si quieren ser felices en sus vidas, en la pareja, en el matrimonio, en el hogar, aprendan a lograr el equilibrio o dominio de estos dos poderes. Si uno encuentra una persona equilibrada en estos dos poderes, encuentra una joya, un diamante. También recuerden, no opinen como si supieran todo. Nadie sabe todo en la vida. Todos los días hay algo nuevo por aprender. La realidad cambia. Y la realidad mía no es la realidad del otro. Cada uno tiene su realidad, su manera de actuar, su manera de pensar, de sentir, su manera de llevar el peso, de buscar alivio, de confiar. Por eso es importante saber escuchar, saber a quién se está escuchando y saber lo que busca la otra persona como alivio. Saber discernir lo que el otro busca a través del que escucha y así poder darle una palabra de consuelo, de esperanza, según la necesidad de esa persona. Como dije antes la generación de ustedes, jóvenes, está mucho más avanzada intelectualmente que la mía, pero eso no significa saber todo en la vida. Se aprende diariamente con la


30 realidad que nos toca vivir, ya sea buena o mala. La vida no es un libro sino una sorpresa que debemos ir descubriendo. Por eso hay que saber por qué, cuándo, cómo y con quién tenemos que hablar para encontrar el verdadero sentido de la vida. Pidamos que Dios nos de la Gracia de ser sabios y dominar el poder del silencio que nos lleva a descubrir el misterio de la vida. ¡Qué Dios los bendiga!


31 5. La aventura de vivir

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a vida es una aventura porque nadie sabe qué misterios y sorpresas encontraremos en el futuro. Parece una tierra que nunca ha sido explorada. Justamente por eso hay que empezar a hacerlo. Caminando por aquí y por allá podemos encontrarnos con grandes sorpresas. Porque cuando empezamos a conocer algo nuevo, al igual que un explorador, que no sabe con qué y cómo podrá entrar hasta la profundidad de cada gruta o espacio descubiertos, nos encontramos llenos de incertidumbre. Quien se arriesga a explorar, a veces, se imagina que todo el recorrido lo realizará caminando, pero puede encontrar agua que no le permita cruzar, entonces ya necesitará una canoa. Por otro lado podemos pensar en avanzar en tren, bicicleta, auto, camioneta, pero puede pasar que el estado del camino nos enseñe que ni la bicicleta ni el auto ni el camión ni la canoa, sirven. Otras veces es necesario cargar la canoa y caminar con ella porque, en algún momento, puede ser de ayuda para atravesar el agua, cuando ésta se presente sorpresivamente. El buen explorador lleva todo bien preparado, y emprende la marcha con los instrumentos correctos y necesarios, pero en conocimiento de que habrá un cansancio y una exigencia irremediable en el misterio de la vida. Por este motivo es que nos cuesta muchísimo vivir. Si nosotros nos llenamos del mismo entusiasmo, coraje, felicidad, de aquellos que exploran tierras nuevas, creo que nues-


32 tra vida puede llegar a tener un estilo diferente, porque cada paso, lo daremos con alegría y esperanza. Nunca aparecerá ese deseo de bajar los brazos, más bien estaremos siempre firmes para poder llegar hasta las últimas consecuencias de explorar, conocer, disfrutar, admitiendo y sintiendo que fuimos capaces de descubrir el valor y la belleza de la vida. El que explora nuevas tierras, toda su fatiga, cansancio, termina transformándose en felicidad, orgullo, recompensa, porque se siente capaz de hacer algo por sí mismo. Por eso es importante tener el mismo espíritu de aquel que explora la tierra. Puede pasar que en un tiempo todo aparezca como malo, desconocido, difícil pero, de pronto se encuentran nuevas sorpresas, misterios que van revelándose, algo diferente, novedoso, que nadie descubrió antes y que uno logra porque tiene coraje y capacidad para luchar por las cosas. Sé que no es fácil. La vida misma nos muestra personas que han intentado hacer algo semejante arriesgando su propia vida, luchando contra el tiempo, cruzando desiertos y montañas y en ese intento algunos murieron también. ¿Qué quiero decir? Que uno tiene que saber que arriesgar muchas veces significa arriesgar su propia existencia, pero si lo hace con prudencia, sabiduría, paciencia y responsabilidad; yo creo que todos podemos lograr grandes bienestares como corresponde en la vida. Arriesgar es importante pero con mucha, mucha prudencia; digo así porque a veces somos impulsivos, ambiciosos, y no es lo correcto. A todas las cosas tenemos que controlarlas como cualquier otra situación, porque puede suceder que por ambición uno tome medidas incorrectas e imprudentes. También la impaciencia nos lleva a cometer grandes errores. Cuando uno quiere intentar algo con impaciencia a veces no se da cuenta de las consecuencias que ese apresuramiento puede producir. Como mencioné en otras ocasiones: aquella persona que


33 maneja su auto en un camino sinuoso con neblina no puede decir que es una aventura, una hermosura pasar a través de ella a ciento veinte Km. por hora, pero, a veces, cometemos esos errores. Tenemos que aprender a observar las características de cada momento, porque el buen aventurero siempre observa todo, se toma su tiempo para analizar, y cada paso que da lo da con seguridad, eso es muy importante. A veces, con la vida, nosotros no hacemos lo mismo, qué lástima ¿no? Esa imprudencia, esa impaciencia, que alguna vez nos atrapa, nos hace fracasar. En cambio, cuántas personas lograron grandes metas, grandes recompensas en la vida, solo por esa paciencia y esa seguridad con que dieron cada paso. Paciencia o prudencia no significa paralizarnos sino asegurar que, si erramos el paso, contamos con la posibilidad de corregir o que, por lo menos, podemos desviar el camino de la vida. Recuerden: el camino de la vida no es lo mismo que el camino material, es mucho más amplio y profundo. Algunas personas que deciden aventurarse eligen los caminos más cortos, y a veces triunfan, porque acortan las distancias para alcanzar su objetivo, desean llegar a ese destino de una forma diferente. Pero… la vida no tiene caminos cortos; el que los toma muchas veces vuelve atrás y tiene que dar vueltas y vueltas hasta que encuentra otra vez el paso, porque ahí, donde buscó, no hay. ¡Cuidado! la vida no tiene caminos cortos ni fáciles, el que los elige termina fracasando. Por ejemplo, cuando nosotros no andamos bien con alguien, el camino corto que buscamos es abandonar a esta persona, sacárnosla de encima o ignorarla, o alejarnos de ella. Por otro lado si nosotros no estamos muy bien en un pueblo o tenemos muchas deudas por pagar, entonces ¿qué hacemos? nos mudamos a otro pueblo y nos escondemos. Pero el problema continúa, porque sos vos el que lo lleva, no los demás; sos vos el que tiene


34 que encontrar la respuesta más profunda de tu existencia. Es relativamente fácil sacarnos de encima lo que nos incomoda, como responsabilidades, obligaciones, personas, ¿no? pero a veces esa es la gran equivocación que cometemos, como seres humanos, en nuestra aventura de vivir: “jugamos con la vida de los demás, con el camino de los demás; así muchas veces atropellamos, cruzamos, paralizamos la vida”. Es interesante emprender nuestras aventuras, pero éstas no tienen que destruir la posibilidad que otros tienen de descubrir su propio camino. No podemos decir: “Estoy explorando esta tierra por lo tanto nadie más tiene posibilidad de hacerlo”; ¡no! porque todos tenemos la posibilidad de vivir nuestra vida caminando como queremos y donde queremos, pero siempre respetando la libertad y la dignidad de los demás. Esta es una de las cosas que fallan en nuestra vida, esa inconciencia que ponemos en las acciones o esa falta de respeto que tenemos por los derechos y la dignidad de los otros, que también caminan a la par nuestra, buscando su propia aventura. Por eso, siempre recuerden: la vida es una gran aventura pero no caminando solo siempre caminando con los demás. Aunque nosotros querramos hacer las cosas como si estuviéramos solos, nunca tendremos esa posibilidad porque compartimos, convivimos con muchas personas que tienen el mismo derecho de hacer su propia aventura. Pero ¡sí! cada uno de nosotros tenemos que ser responsables por nuestra propia manera de buscar el camino. Por eso pidamos a Jesús que nos ilumine y nos guíe, nos dé la prudencia y la alegría para que ese camino que tomamos, el medio que aplicamos para descubrir lo que es la vida, siempre esté iluminado y bendecido por la gracia de Dios, para que no nos equivoquemos tanto y, aunque esto nos suceda, que pasemos momentos peligrosos y difíciles, nos dé la sabiduría y la pruden-


35 cia para salvarnos y volver a empezar. Siempre tenemos que estar dispuestos a recibir los altibajos que produce tanto el dolor como las lágrimas y las grandes sorpresas, grandes misterios, porque cada dolor o sufrimiento nos hace abrir los ojos para asegurar que los próximos pasos que demos, los demos con mucha más seguridad, con mucha más confianza, aprendiendo de nuestros errores. El Señor nos ilumine y guíe para desarrollar nuestra propia aventura de vivir.


36 6. ¿Quién gana? ¿Quién pierde?

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ada uno de nosotros, ante una discusión, tiene una forma distinta de defender su postura. Dependiendo de las circunstancias, a veces lo hacemos a través de la ira, otras a través de la bronca y, la mayoría de las veces, nos defendemos atacando al “otro” (aunque no sepamos muy bien “por qué” o “para qué”). Hay momentos en los que simplemente no estamos de acuerdo con el “otro”, pero también hay momentos en los que nos cuesta entendernos a nosotros mismos. Sucede que pensamos que tenemos la razón (nos pasa con la familia, los amigos, los compañeros de trabajo). Todos (y cada uno) tenemos un pensamiento diferente pero… estamos convencidos que el nuestro es el acertado y, en el momento en que comienzan los desacuerdos, muy rápida y muy fácilmente atacamos al “otro”. Sería muy beneficioso que tratáramos de dominar nuestra ira, nuestra “bronca”, de contener esas reacciones que, finalmente, terminan perjudicando a todo el mundo. ¿Se dieron cuenta que, generalmente, después de discutir, de pelear, recién tomamos conciencia de nuestro accionar impulsivo e incorrecto cuando ya han pasado dos o tres días? Es el tiempo el que nos hace ver quién tenía la razón. ¿Por qué? Cuando los seres humanos nos ponemos “locos”, no recordamos ni religión, ni virtudes, ni lo bueno, ni lo malo. Hacemos igual que las serpientes: “picamos para defendernos”, no es


37 nuestra intención matar pero… igual “largamos el veneno”. En otras palabras: la ira no nos deja razonar. El razonamiento viene siempre con el tiempo. Por lo tanto, nunca tenemos que tratar de ver quién tiene la razón y quién no en el momento en que estamos discutiendo. Mientras discutimos es muy difícil “cerrar la boca”. Uno siente que si se calla le está dando la razón al “otro”. Sin embargo, aquel que se calla (tenga o no razón) es quien actúa correctamente. ¿Por qué? Porque demuestra que tiene autodominio. ¿Observaron que cuando dos personas discuten “acaloradamente” se insultan y uno llama idota al “otro”? Si lo pensamos resulta hasta cómico: “Si discuto con un idiota… ¡es porque soy un idiota mayor!”. Si realmente creemos que estamos discutiendo con un tonto ¡tenemos que demostrar que somos sabios! ¿Cómo? Con silencio y paciencia. Porque si no logramos auto dominarnos, la discusión puede terminar en lo que uno menos imagina (y entonces sí… ¡realmente quedamos como idiotas!). Hay que saber dar un paso atrás. Eso no es cobardía sino humildad. Y es esto lo que puede evitar los graves problemas que pueden producirse luego. Por eso, es mejor saber callar. Dar tiempo para que el “otro “aprenda, reflexione, ¡o para que lo hagamos nosotros! Porque, como dije antes, una vez “pasada la tormenta” se razona distinto. Nadie es igual a nadie. Es imposible encontrar dos personas que piensen exactamente igual. Cada uno de nosotros tiene algo en su interior que el “otro” nunca va a poder entender, es sólo nuestro. ¿Por qué? El sufrimiento, el dolor y todas esas cosas que afectaron nuestra vida, han dejado marcas en “nosotros”, no en el “otro”.


38 Por lo tanto, el “otro” nunca va a tener nuestro mismo punto de vista sobre las cosas y nuestra misma capacidad para “soportar”. Su autodominio y el nuestro serán también distintos. Aprendemos a defendernos desde pequeños: cuando somos bebes, lloramos y las distintas formas de defensa van cambiando a medida que crecemos. Nuestra manera de defendernos muestra el grado de madurez que tenemos. Hay personas que se defienden mintiendo (porque el miedo no les permite decir la verdad o porque se han acostumbrado a mentir), quien se defiende de este modo, lo hace mal. Si nosotros conocemos el defecto o la debilidad del “otro” y nos aprovechamos de esto para atacarlo, terminamos perjudicándonos “todos”. Sólo con paciencia y comprensión podemos “ganar”. Es ahí donde demostramos nuestra capacidad, autodominio y madurez. Quien utiliza la violencia como forma de defensa, sólo consigue generar más violencia. En otras palabras (y parafraseando al Antiguo Testamento): “Ojo por ojo”… ¡terminamos todos ciegos!; “Diente por diente”… ¡y todos desdentados! Jesús nos propone algo mucho más difícil: “Amen, comprendan, perdonen” (¡Sí que es difícil! ¿No?) Cuando uno tiene que convivir… ¡es difícil! Porque el “otro” tiene defectos y también nosotros los tenemos. Generalmente, cuando decimos tenés razón es como si… “desplazáramos nuestros defectos” dejando de reconocernos a nosotros mismos ¿no? Siempre hay defectos que tenemos que tolerar. Dos personas que razonan siempre intercambian opiniones ¡es inevitable! (lo contrario no sería normal). Intercambiar opiniones es bueno porque nos hace pensar, “nos forma”, nos hace crecer. Un hombre sensato no puede construir una casa sin tener diálogo con el arquitecto, el albañil,


39 el electricista… sin diálogo no hay posibilidad de construir nada porque no se pueden tomar decisiones ni se puede proyectar. ¡Y qué hermoso es poder dialogar intercambiando opiniones sobre lo que sea sin faltar el respeto al “otro”! ¡Ese es “el punto”! ¡Eso es lo que nos falta en la Sociedad en que vivimos! Tenemos que tratar de aprender a dialogar sin faltar el respeto al “otro”; porque en el momento en que lo hacemos, perdemos mucho: en primer lugar, nuestra propia dignidad (somos violentos); en segundo lugar, al faltar el respeto, abrimos una herida (sentimental, psíquica) que nunca va a poder cicatrizar. “Expresar lo que sentimos, intercambiar opiniones sin faltar el respeto, sólo se logra con autodominio”. En esto nada tienen que ver los estudios, la universidad, ni nada de eso. Depende de cómo manejamos nuestros sentimientos. Y, sobre todo, recordemos que el “otro” va a reaccionar según nuestra manera de actuar. Aprendamos a manifestar nuestra capacidad para convivir, auto dominándonos. Algunos dirán: << ¡Yo no estoy dispuesto a bajar la cabeza!>>… Cuando nos encontramos con alguien que es tan violento… hay muchas maneras de actuar… Pero quien tiene educación discute sin faltar el respeto, sin llegar a la violencia, tratando de resolver las cosas con un poco de paciencia y comprensión. Todos queremos tener la razón pero el más “grande” es el que da pasos para construir la paz, la reconciliación. Pensemos en Jesús: teniendo toda la razón dio un paso al costado, siendo inocente, hasta soportó la muerte en la cruz. ¿Por qué? Porque no buscó la guerra sino la paz. Generalmente, nosotros hacemos lo contrario: peleamos, discutimos, nos decimos de “todo”, nos sentimos “cancheros”,


40 “ganadores”. En realidad, ganamos una batalla pero dejamos huellas para una guerra. Jesús nos habla de lograr la paz aunque tengamos que bajar la cabeza. Dejemos de ganar batallas pequeñitas; con paciencia, comprensión y mucha humildad, teniendo el coraje de dominar nuestros sentimientos, aprendamos a ganar la mayor de las batallas: la vida.


41 7. El camino de la vida

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n gran filosofo dijo: <<El ser humano debe tener motivaciones, iniciativas, proyectos, “antes y después” de jubilarse>> Esto es necesario para seguir luchando. Si bien, en la vida, hay distintas etapas (momentos en que crecemos, maduramos y disfrutamos de lo realizado), no hay ningún proyecto que pueda concretarse sin iniciativa, sin motivación. ¡Siempre tenemos que tratar de tener una razón para levantarnos a la mañana! Si la única motivación es “dormir” ¡nunca llegaremos a nada! En cambio, cuando hay un proyecto, el día rinde mejor y uno se siente “útil”. Hay personas que no encuentran un motivo; les resulta más fácil decir: << ¡Los demás tienen la culpa!>>. La iniciativa tiene que nacer de uno mismo. Depende de nuestro compromiso con la vida, de cómo la interpretamos y de lo que queremos lograr de ella. A veces, un proyecto nos hace sentir exigidos ¡hasta nos hace dudar! Pero vivir significa “jugarse”. ¡Nunca vamos a tener “todo servido”! Quien quiere tener todo servido está eligiendo el “camino espacioso” (como lo llama Jesús en el Evangelio). Muchas veces elegimos este camino para andar más cómodos (¡buscamos lo más fácil!) y esto puede hacernos perder todo. Si al llegar al final de la vida uno busca lo que hizo y no encuentra nada, uno se siente vacío. El “camino estrecho” es, sin dudas, más sacrificado pero


42 siempre, de alguna manera, algún día, nos recompensa. Es cierto que cumplir con nuestras responsabilidades nos hace estar obligados, sentimos “el peso de la vida”, pero quien conoce este “peso” también termina conociendo la felicidad. Por esta razón Jesús nos habla del “camino estrecho”. Nos está pidiendo que tomemos el camino más difícil y exigente (pero también el más recto). ¡Es difícil! ¡Seguro que es difícil! Por la “puerta angosta” uno no puede pasar todo lo que “quiere” (… y nuestra ambición es tan grande…) pero, sin dudas, puede llevar todo lo que “necesita”. …¡La ambición!... Si no tenemos capacidad para manejarla, no logramos nada. Tenemos que aprender a vivir con lo que somos y tenemos. Vivir para seguir haciendo las cosas bien, porque podemos correr el riesgo de lograr “mucho” y que después no nos sirva para nada. ¿Qué quiero decir? ¿Les conté, alguna vez, como atrapan monos en Sri Lanka? Allí hay muchos campesinos que no tienen armas, por lo que utilizan elementos de la naturaleza para cazar a los monos que destruyen sus cosechas. ¿Cómo hacen? Toman un coco y abren en él un pequeño orificio, suficiente para que el mono pueda introducir su mano. Cuando el mono mira dentro ve cuánta pulpa de coco tiene para comer y, por supuesto, ambiciona comerla toda. Comienza a raspar el interior y cuando su mano está repleta intenta retirarla. No puede hacerlo porque, lógicamente, ahora está llena de coco y es más grande que el orificio por donde entró, por lo tanto, queda atrapada dentro. El peso del coco no le permite correr y es entonces cuando los campesinos lo atrapan. Si soltara de su mano el coco que raspó, podría retirarla y


43 salvaría su vida. ¡Más aún!: si retirara “de a poco” el coco raspado ¡hasta podría llegar a comerlo todo! Pero… quiere comerlo de una sola vez… …¡La ambición!... Muchas veces nos comportamos como los monos ¿no? Es necesario aprender a “manejarse” en la vida y ver qué es lo que realmente importa. Solemos pensar en lo material, en el “triunfo”. ¡Nadie triunfa de un día para el otro! Piensen en esto: si queremos edificar una casa (seamos pobres o ricos), tenemos que hacerlo “ladrillo por ladrillo”; para aprender a leer y escribir, debemos hacerlo “letra por letra”; para escribir un libro… “palabra por palabra”… ¡No hay vueltas: todo se hace “de a poco”! Además, es probable que nos equivoquemos pero no olvidemos que nuestros errores nos permiten aprender (claro que, para eso, tenemos que reconocer nuestras equivocaciones y reflexionar sobre lo ocurrido). Ahora bien: podemos tener iniciativas, motivaciones, pero si éstas no están acompañadas de un “proyecto correcto” hay muchas posibilidades de fracasar. (Como dice el Evangelio: elegir la puerta ancha -lo más fácil- lleva al fracaso. Lo más difícil, lo más exigente, hecho como corresponde: “paso a paso”, nos conduce hacia la felicidad). La vida siempre tiene altibajos pero si no tenemos motivaciones positivas difícilmente logremos algo. Muchas veces escucho a la gente decir: << ¡Fracasé!>>. El fracaso depende de cómo lo manejamos en nuestra cabeza y también depende de lo que consideremos un triunfo. La felicidad no está en tener los bolsillos llenos sino en sentir, en nuestro corazón, que realmente “hemos vivido” (¡esto, en verdad, no tiene precio!). Siempre digo (aunque algunos me crean loco) que el dinero es un papel que nos facilita comprar muchas cosas pero nunca nos permite comprar la felicidad. No estoy diciendo que sea


44 innecesario, digo que no es todo. ¡La vida es mucho más que el dinero! Por eso aquel filósofo decía que el hombre que tenía proyectos “antes y después” de jubilarse era el que “ganaba” la vida. ¿Observaron que hay personas que se jubilan y no tienen ninguna motivación para vivir? Esto es porque nunca la tuvieron. Se levantaban para ir a trabajar pensando en el día en que se jubilarían para llegar a ser felices. Llegó ese día y… se deprimen… se sienten inútiles. Sin embargo, hay mucha gente mayor que se levanta a las 7hs y está esperando que llegue la hora de llevar a sus nietos al colegio, están ansiosos por hacer “algo”. ¡Eso es lo que “da la vida”! Es muy importante no perder nunca la iniciativa. Repito: Esto no significa que no nos vamos a equivocar. ¡Todos cometemos errores! Pero cuando es nuestra iniciativa, nuestra motivación, las que nos hace errar y reflexionamos sobre esos errores y aprendemos de ellos, estamos aprendiendo a vivir mejor nuestro mañana. A veces, nuestras equivocaciones nos angustian, nos causan vergüenza o temor ¡es normal! Todo depende de cómo manejamos nuestra ambición. Hay quienes ambicionan ser millonarios y se quejan porque nunca ganaron la lotería. ¡Puede ser! Pero, seguramente, nunca pasaron hambre, viven dignamente y gozan de buena salud. Lo que logramos a fuerza de sacrificios es lo que nos hace “millonarios”. Esto es lo que nos permite sentirnos “realizados”. La falta de motivación es un mal de nuestra época. Llegamos a los “40” y el mundo nos trata como viejos. Un chico de “20” tiene más posibilidades porque está más “actualizado”, tiene más conocimientos “técnicos”. Esto es algo muy importante: “No tenemos que permitir


45 que la ciencia y la tecnología reemplacen al hombre”. El mundo nos está quitando nuestra identidad como seres humanos. “El hombre crea la máquina y ésta termina reemplazándolo”. ¿Por qué? Porque somos nosotros quienes” dejamos espacios” para que lo haga. Es por esto que es importante tener motivaciones, si no las tenemos las máquinas nos superan. Los antiguos contadores llevaban “libros”, los actuales guardan todo en computadoras pero… los libros no se “infectaban con virus” ¿no? …¡Avanzamos!... ¿Avanzamos? Muchas cosas se han facilitado. (¡Todo es fácil!) Aunque así parezca, la vida no es fácil. Jesús nos dice que lo que cuesta sacrificio, lo que se hace “paso a paso”, es lo que nos da la felicidad. Por eso nos aconseja que elijamos “el camino estrecho”. Para poder transitar este camino tenemos que librarnos de “cosas pesadas” que no son imprescindibles. Quien camina “lento pero seguro” llega a buen destino; quien se apura y desespera, corre el riesgo de perderse. Hoy no es fácil vivir, conseguir trabajo, tener dinero digno y hacer todo lo que quisiéramos. Pero no olvidemos: “mientras tengamos vida, somos millonarios, ¡todo es posible!”. ¡Reconozcamos la realidad de la vida! Aunque nos cueste, aunque nos sacrifiquemos, aunque nos exija, elijamos el “camino estrecho”. Jesús nos dice que es el que lleva a la felicidad. Pidámosle que nos dé sabiduría para disfrutar lo que tenemos, paciencia porque todos los problemas tienen solución mientras hay vida y motivaciones, proyectos, para ganarla. Sobre todo, confiemos en su gracia. Jesús nos dice: “Quien confía en el Señor tendrá Vida en abundancia”


46 8. Pidan y se les dará

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odos queremos lograr cosas. “Ser y tener” predominan en nuestra vida. Pensamos que conseguir lo que deseamos (sea material o sentimental) nos da la felicidad y nos hace dignos. Pero, a veces, esta ambición se torna incontrolable. Es entonces que pisoteamos y desconocemos los derechos de los demás y ya dejamos de pensar en nuestra propia dignidad. Hay personas que quieren “tener” sin que les importe nada: roban, engañan, hacen lo que se les da la gana. Están convencidos que “tener” es sinónimo de felicidad. Pero si uno no tiene moral, aquello que logra indignamente, a largo o corto plazo, termina siendo su condena. ¡Por supuesto que “tener” es lindo! Pero tenemos que asegurarnos de lograrlo a través de nuestro propio mérito y no por engaño, maldad, robo o cosas similares. Poseer lo ajeno, lo que no nos corresponde, lo que no hemos logrado con nuestro propio esfuerzo, nunca sirve de nada. Como viene se va y, cuando se va, uno queda peor que antes. La ambición es un sentimiento que nos engaña: Si vamos por la calle y encontramos $100… ¿tratamos de hallar a quién los perdió? O… “¡Qué bueno, hoy cenamos pizza!”. Devolver lo que no es de uno dignifica. ¡Ahí está el secreto de la felicidad y también el secreto de “ser”! Queremos “ser” pero no sacrificamos nada para lograrlo. Hay quien dice: “¡Me acomodo! ¡Consigo una “cuña” y ya está!”.


47 Y cuando la “cuña” cae… Está bien querer “ser” ¡pero por nuestro propio esfuerzo! Lograr algo pero por nuestra propia capacidad intelectual, física, social, espiritual… ¡por nuestra propia dignidad! A veces nos confundimos y lo material deja de lado nuestra dignidad. Siempre tenemos que buscar el equilibrio. Vivir sin perdernos en las cosas que desplacen nuestra paz interior. Por eso Jesús nos dice: “Pidan y se les dará”. Es decir: “Pidan, no roben”. Si queremos “ser”, si deseamos “tener” hagámoslo a través de los caminos correctos. Quien pide, siempre, de algún modo, recibe. ¡Es verdad! Muchas veces decimos: “¡No tengo nada!” Pero en el momento en que pedimos, la solidaridad de los demás nos desborda y uno recibe lo que jamás imaginó. Lo importante es pedir “dignamente”. Claro que… ¡pedir, cuesta! Pero creo que, de alguna manera, Dios siempre nos da lo que realmente merecemos, cuando pedimos con humildad. Reitero: “con humildad”, no con bronca o con sentimiento de venganza. Porque, a veces, no sabemos pedir y lo hacemos considerando que es nuestro derecho, que es algo que nos corresponde. Puede que, en ocasiones, sea así y nos corresponda; pero pidamos sin imposiciones, con humildad. Recuerdo a una señora que ya falleció. Su nombre era Agustina. Era una viejita que venía todos los días a la Parroquia. Cuando yo llegaba, ella me estaba esperando afuera. Siempre esperaba que le diera algo. Si alguna vez le decía: “Hoy no tengo nada Agustina ¡ni un centavo!” Ella me respondía: “¡Gracias Padre! ¡Muchas gracias! Hasta mañana, Dios lo bendiga”. Cuando le daba un paquete de fideos o un poquito de azúcar…“¡Gracias Padre! ¡Muchas gracias! Hasta mañana, Dios lo bendiga” (siem-


48 pre el mismo saludo). ¡Es hermoso ver a la gente que pide con dignidad! Quien pide así, recibe, lo dice Jesús. La manera en que pedimos conmueve el corazón de los hombres y, como dice el Evangelio, nadie nos dará una piedra si pedimos un pedazo de pan. Jesús nos dice: “Si ustedes, seres humanos que tienen tantos defectos, dan cosas buenas a sus hijos; cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan”. Él nos dará todo lo que necesitemos para lograr la felicidad, al igual que un padre le da a su hijo. Pero… el ritmo de vida que llevamos hace que, muchas veces, la fe, lo espiritual, lo moral, se vean desplazados. Cuando esto sucede, nuestra mentalidad se torna negativa, perversa, agresiva, insegura. Y, cuando decaen la fe, la moral y lo espiritual, deja de importar la Providencia Divina y comenzamos a pensar en “la suerte”: El estudiante dice: “¡No vino el profesor con quien tenía que rendir! ¡Qué suerte!”. Ahora, si le preguntan algo que no estudió… “¡Qué mala suerte!” (No dice que no estudió, fue una cuestión de “suerte”). Un día de lluvia, el vendedor de paraguas dice: “¡Qué suerte, vendimos bien!” Y el vendedor de sombreros… “¡Qué mala suerte, hoy no vendimos nada!”. Cuando no hay fe, la mirada (positiva o negativa) con que observamos la vida, nos desubica en el “ser” y “tener”. ¿Por qué? Porque cuando dependemos de la suerte nos domina la superstición, nos desviamos del camino y, en lugar de actuar, nos paralizamos. Además, la buena o mala suerte depende de la cultura. Les doy algunos ejemplos: “Martes 13” es sinónimo de “mala suerte” (¡y el que nació un martes 13…! ¡¿Qué hace?!).


49 En los aviones, el asiento “13” no existe, del 12 pasa al 14. Por lo tanto, quien se sienta en el 14… ¡En realidad está sentado en el 13! Pero… está tranquilo porque “le cambió el número” (¡…!). En Asia, si alguien sale de su casa para conseguir un trabajo o para emprender algo nuevo y, por casualidad, escucha el chasquido que emite una lagartija; inmediatamente, luego del “cht – cht”, da media vuelta y se queda en su casa. Escuchar a una lagartija en esas circunstancias trae “mala suerte”. Ahora, en Venezuela, hay lagartijas por todos lados. Por donde uno vaya se escucha el “cht – cht”. ¡Por supuesto, nadie le da importancia! Pero entonces… ¿cómo es la cosa? Y aquí, en Argentina, qué pasa si se nos cruza “un gato negro”… ¿eh? ¿Sabían que en Irlanda es lo contrario? Allí es sinónimo de “buena suerte”. La superstición trae miedo, angustia, inseguridad. Nos paraliza y terminamos siendo sus esclavos. Si permitimos que maneje nuestra vida nunca lograremos lo que deseamos “ser” y “tener”, porque siempre estaremos dependiendo de lo externo. Cuando Jesús nos dice: “Confíen en el Padre”, también nos está diciendo que tengamos fe en nosotros mismos, que seamos dueños de nuestro propio destino, de nuestra vida. Esta es la forma en que lograremos “ser” y “tener”. ¡Es ahí en donde radica nuestra fuerza! Cuando los miedos, la superstición, predominan sobre nuestra fuerza espiritual, nos tornamos débiles. Si confiamos en nosotros mismos, si elevamos nuestra autoestima, esa confianza nos permitirá obtener lo que deseamos. Nos dará fuerza y disposición para luchar con buena fe y esperanza. Ahora, elevar nuestra autoestima y confiar en nosotros mismos no significa ser “mejor que nadie” ni tratar de tener “más que el otro”. ¡Nunca intentemos ser lo que no somos!


50 Cada uno debe aceptar su propia capacidad. Nadie es más ni menos que nadie, somos “diferentes”. Y es esa diferencia la que nos dignifica. No busquemos la “dignidad ajena”. Aceptemos “nuestra dignidad” y no tendremos que pensar en la buena o mala suerte. Jesús nos dice: “Pidan al Padre”. En vez de caer en la superstición, tengamos fe en Dios. Es la fe la que nos ayudará a equilibrar nuestra vida sin que nos confundamos de camino. ¡Dios nos estará acompañando con su fuerza! ¡Y nadie que dependa de la gracia de Dios puede ser inmoral! Lo que logremos “ser”, lo que logremos “tener”, lo habremos conseguido con nuestro esfuerzo y, sobre todo, con la gracia de Dios. “Busquemos la suerte en la gracia de Dios. Abrámosle nuestro corazón, dependamos de su gracia, y nuestra vida será un eterno agradecimiento, un encanto para nosotros y para los demás”.


51 9. Destino: “Felicidad”

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ierta vez, un joven quiso descubrir el camino que conducía a la felicidad y, por esto, decidió dejar todo para hallarlo. Un día, se encontró con un anciano. Miró sus sandalias y le dijo: <<Tú debes ser muy sabio. Tus sandalias están muy gastadas, has andado mucho y tu experiencia debe ser muy grande. Por favor, enséñame la senda que conduce a la felicidad>>. El anciano le propuso caminar juntos para encontrarla. Llegaron a un lugar en donde había un árbol añoso. El viejo se acercó a él y dijo: << Este árbol me está hablando, me dice que tiene algo en su tronco que le está haciendo daño. Nos pide que le ayudemos>>. El muchacho respondió:<< ¡Hombre! ¡No quiero perder tiempo, no estoy aquí para ayudar a un árbol ni a nadie sino para buscar el camino hacia la felicidad!>>. <<Está bien…>> dijo el viejo y siguieron caminando. Luego de unas horas, el muchacho sintió hambre, se lo comentó al anciano y éste le dijo:<<Qué lástima que no nos detuvimos en aquel árbol, había allí un intenso aroma a miel y, quizás, hubiésemos podido comer un poco>>. Decidieron volver y vieron un grupo de personas muy contentas rodeando el árbol… El anciano se acercó a ellos y les preguntó:<< ¿Qué pasó?>> << ¡Hemos ayudado a este árbol!, le contestaron. Dentro de su tronco había un panal repleto de miel. Era tan grande que ocupaba todo el interior… ¡lo estaba destruyendo! ¡Hay tanta miel aquí que hasta sobra para vender!>>


52 El joven miró al anciano y le reprochó: << ¡Caramba! ¿Por qué no me insistió para que nos quedáramos? Hubiéramos obtenido la miel y…>>. << Ya es tarde…, dijo el viejo, sigamos caminando>>. Luego de un tiempo los venció el cansancio y se sentaron debajo de un pino para reponer fuerzas. A los pocos minutos, el joven vio que las hormigas lo estaban rodeando; se levantó de un salto gritando: << ¡No podemos descansar aquí!>>. El anciano le dijo: <<Las hormigas nos preguntan si podemos ayudarlas a perforar la tierra. Se han topado con una piedra que no les permite profundizar su hormiguero. ¡Vamos a ayudarlas!>>. << ¡¿Para qué?! ¡Sólo sirven para picar y lastimar a las personas! ¡No he venido para esto! ¡Quiero encontrar el camino hacia la felicidad!>> dijo el joven. <<Está bien… continuemos>> respondió el anciano. Al día siguiente, un grupo de muchachos montados en caballos se acercaba por el camino. Todos estaban felices. El anciano los detuvo y les preguntó: << ¿Por qué están tan alegres?>>. Uno de ellos le contestó: << Nos detuvimos a descansar debajo de un pino, las hormigas nos pidieron ayuda porque una piedra les impedía agrandar su hormiguero y, entre todos nos pusimos a trabajar. Al rato, dimos con el obstáculo ¡imagine nuestra sorpresa al ver que no era una piedra sino una bolsa con monedas de oro! Con parte del dinero hemos comprado estos caballos, ahora vamos a la ciudad para comprar nuestra casa>>. << ¡Otra vez nos equivocamos!, dijo el joven, ¡Qué lástima que no ayudamos a las hormigas! ¿Por qué no me insististe? ¿Por qué no me obligaste? ¡Hoy seríamos ricos!>>. << Ya es tarde…, dijo el viejo, sigamos caminando>>. Al tiempo, llegaron a la orilla de un río. Para cruzarlo, contrataron los servicios de un barquero. De pronto, el anciano


53 escuchó que un pez le decía: << ¡Ayúdame, tengo mucho dolor! Tragué una piedra por error… ¡ya no aguanto más!... Comprime mi cuerpo suavemente y ayúdame a expulsarla ¡por favor!>>. El anciano dijo al joven: <<Baja de la barca y ayuda al pez>>. << ¡¿Pretendes que me moje por un pez tonto que pide ayuda?! ¡No estoy aquí para eso!>> gritó el joven. El viejo se dirigió al barquero diciendo: << ¡Por favor, no dejes de ayudar a ese pez! Una vez que nos dejes en la otra orilla, vuelve y socórrelo>>. Luego de unos días se reencontraron con el barquero. Éste se arrodilló ante el anciano y besó sus pies mientras decía: << ¡Gracias! Hice lo que me pediste. Ayudé al pez… ¡era una piedra preciosa! Ahora podré vivir el resto de mi vida sin preocuparme por el dinero>>. << ¡Otra vez nos equivocamos!>> dijo el joven, y furioso se dirigió al barquero gritándole: << ¿Cómo es posible? ¡Este viejo permitió que tú y los otros encontraran lo mejor pero a mí jamás me dio la oportunidad!>>. << ¡No es así!, dijo el barquero, ¡nunca estuviste dispuesto a ayudar a los demás!. No sacrificaste tu tiempo ni tu energía por nada… ¡no tuviste compasión por nadie! ¡Fue por eso que perdiste! >>. …Yo salí en busca del camino que conduce a la felicidad… ¡Hombre! ¡Caminaste todo el tiempo al lado del anciano sabio y nunca escuchaste lo que te estaba revelando! ¿Dónde está él? ¡Ahora sí voy a escucharlo! Pero el anciano ya no estaba… Así es nuestra vida, a veces, ¿no? Queremos encontrar “grandes cosas” sin entender que la sabiduría de Dios se revela a través de aquel que camina a nuestro lado.


54 Jesús nos dice que el camino que conduce a la felicidad se descubre aprendiendo a renunciar a uno mismo, al orgullo, a la vanidad, a la omnipotencia. Cada día, Dios nos indica cómo llegar a la felicidad (aunque, a veces, nos sintamos exigidos…) Imitemos a María modelo de humildad y obediencia. Aquel que sólo utiliza criterios humanos, termina sólo en lo material y no puede encontrar la elevación de su vida a lo celestial. Aunque física e intelectualmente seamos muy capaces, nunca dejemos de escuchar y de confiar en la sabiduría de Dios para encontrar el equilibrio de nuestra existencia. Esta sabiduría se nos revela de muchas formas: en las lágrimas de un anciano, en la sonrisa de un niño, en quien camina a nuestro lado… Es a través de ella que podremos encontrar las respuestas en esta vida, en este misterioso proceso que día a día nos conduce a nuestro destino: la “Felicidad Verdadera”.


55 10. “Paso a paso”… “nota a nota”…

A

l comenzar este nuevo año, quisiera proponerles reflexionar sobre la imagen de María. ¿Por qué? Porque nadie como ella supo afrontar “todo” (lo bueno y lo malo) con la gracia de Dios, con fe y, sobre todo, con paz en su corazón. ¿Para qué? Para que nosotros vivamos este año que se inicia tratando de imitarla. La vida de María fue mucho más complicada de lo que podemos imaginar. El ser madre de Jesús era algo que no podía terminar de entender a través del razonamiento humano. Y si hay algo para admirar en ella (y para imitar) es la serenidad y la paz con que dio cada paso, en cada momento de su vida. Por eso… ¡¿No sería hermoso empezar el año así?! Cuando iniciamos un año, tenemos muchos proyectos y también muchas inseguridades. Nos preguntamos: << ¿Podré lograr lo que me propongo?>>. (Tenemos tanta incertidumbre como ganas de vivir un año diferente. ¿No?) María es un perfecto modelo para nosotros, para que podamos proyectar en medio de la inseguridad, de la incertidumbre y también con la esperanza de poder disfrutar un año mejor. Cuando le anunciaron que sería madre de Jesús, su proyecto de vida se presentó hermoso. Llegó a cantar la grandeza


56 del Señor; por esto dijo: <<Mi alma canta la grandeza del Señor; porque Dios ha mirado a su humilde servidora, Él me dio su fortaleza>>. Pero… ante el nacimiento de Jesús… su vida comienza a complicarse: Va casa por casa buscando un refugio y todos le cierran la puerta. Aún así, María no pierde la esperanza, sigue buscando, feliz, porque va a dar a luz a su hijo. ¡Y lo hace en un pesebre! Sabe que, aunque humanamente le cierren las puertas, la gracia de Dios nunca la abandonará. Luego, cuando le avisan que debe esconder al recién nacido porque Herodes lo está buscando para matarlo, la esperanza sigue en ella. (¡Duro! ¿No?). Se va de Nazaret, se esconde en Egipto y, cuando quiere regresar, le dicen que las cosas andan mal, que vuelva a su pueblo natal. ¡Y lo hace otra vez! Si seguimos la vida de María, hasta que llegó junto a Jesús al calvario, veremos que fue una vida muy difícil. Pero siempre tuvo serenidad y paz; y también siempre supo decir: <<Hágase en mí tu voluntad>>. Vio lo positivo de lo negativo. Vio que Dios obraba en ella misteriosamente (ya pasaran cosas buenas o malas). ¡Es difícil! ¡Hay que tener mucha fe y mucha paciencia! ¿Saben? La paciencia y la comprensión se pierden cuando hay cansancio mental, y este cansancio se da porque no hay paz interior. María siempre estuvo firme para vivir la gracia de Dios. A veces, uno dice que le fue posible vivir así porque fue una elegida de Dios, que fue por eso que pudo soportar todo. Pero la historia muestra que, cuando un ser humano es positivo y está dispuesto a luchar, nada es imposible. ¡Y es que Dios da la gracia! Dios está presente en cada uno de nosotros como lo estuvo en María; y aunque nos sintamos indignos, nunca nos niega su misericordia.


57 La historia nos dice que no sólo María, también muchas otras personas demostraron que, cuando hay paz interior y pensamiento positivo, se puede lograr lo increíble. Veamos, por ejemplo, a Beethoven: un músico sordo. Y uno puede preguntarse: << ¿Cómo un hombre sordo va a componer música?>>. Sin embargo, todo el mundo habla de sus grandes obras. Algo admirable en su vida fue cómo compuso la Sinfonía Nº 9. La creó para un montón de instrumentos y para muchísimas voces, pero no sabía como finalizarla. Como era un hombre de mucha paciencia fue componiendo el final “nota tras nota”. Beethoven: un “músico sordo” que, con mucha paciencia, nota tras nota, paso a paso, logró componer una obra de arte. ¡Cuántas cosas pueden lograrse cuando hay paciencia! ¿No? La paciencia nos permite recuperar energías (tal como las recuperaba María). El evangelio nos dice: <<María conservaba todo en su corazón >>. ¿Qué es lo que conservaba? La gracia de Dios; con ella soportó los momentos más difíciles, “soportó lo imposible de soportar”. Y fue esa energía la que le dio fuerzas para sobrellevar hasta el calvario de su hijo y así poder llegar hasta la Resurrección. Les dejo estos pensamientos… y uno más… (para que puedan ver cómo la naturaleza nos muestra y nos dice que somos ignorantes e inconcientes de lo que es la vida): Piensen en los bulbos de ciertas plantas que están bajo tierra durante la época de nieve. Cuando llega el invierno, la planta desaparece de la superficie, uno cree que ha muerto pero...


58 (¡qué maravilla!), el bulbo está luchando por sobrevivir. ¿Cómo lo hace? Sabemos que los rayos solares son indispensables para que exista vida (tanto para los seres humanos como para los animales y las plantas); entonces, cuando es primavera o verano, estas plantas absorben energía solar y la acumulan para poder sobrevivir durante el invierno, bajo la nieve. Y el ser humano… que es más poderoso que todo esto… ¡a veces, no sabe acumular nada! Pensemos que lo más importante para acumular en tiempos buenos es la gracia de Dios, porque es lo que nos permite tener fuerza espiritual y fe para sobrellevar los momentos difíciles. María hizo así, un modelo de esto. Cada vez que tuvo algo para recoger, conservó esa energía Divina para sobrellevar los momentos difíciles con mentalidad positiva. Los invito entonces, a que comiencen a componer su propia sinfonía… ¡la mejor! Traten de hacerlo como lo hizo Beethoven: con mucha paciencia, nota por nota, y lograrán una gran obra. Y, por supuesto, con la fuerza interior que Dios nos da para vivir y compartir nuestra paz interior. Aquel que logra paz interior, consigue grandes cosas (como lo hizo María y como lo hicieron muchos otros seres humanos, tal como nos muestra la historia). Recuerden: es normal tener altibajos, pero nunca se dejen acobardar. Traten, con la gracia de Dios, de conservar y de reforzar sus vidas para poder sobrevivir en los momentos difíciles. Demostremos que, a pesar “que la nieve y el invierno nos cubran”, pueden surgir de nosotros hermosas flores, porque dentro nuestro hay una fuerza que no puede ser vencida: la paz interior. Pidamos que esa paz y la fuerza de Dios nos acompañen. No olviden: paso a paso, nota por nota, Beethoven hizo


59 su sinfonía… ¡Seamos positivos como lo fue María! Que colmados de fuerza espiritual, fe y paz interior, vivan el mejor año de sus vidas.


60 11. La vida es un proyecto ambicioso

L

a vida es un proyecto ambicioso y, depende lo que hagamos para concretarlo, puede ser algo muy simple o muy complicado. Si queremos disfrutar mientras caminamos para llegar a nuestra meta tenemos que preparar el camino que nos conduce a ella. También nosotros tenemos que estar preparados para enfrentar las distintas realidades que se nos presenten, para asumir las consecuencias de nuestros actos que, por naturaleza, exige nuestra existencia. Siempre hay barreras, dificultades, pruebas, desafíos que hacen que vivir exija tener “un estilo propio”; estilo que vamos definiendo mientras desarrollamos nuestra vida. Por eso es tan importante ver los medios con que contamos para transitar este camino. Si somos capaces de contar con los recursos adecuados, la experiencia de vivir puede ser muy valiosa. Y no estoy hablando sólo de recursos materiales o sentimentales; creo que también tenemos que pensar en los recursos espirituales que necesitamos. A veces, uno puede proyectar su futuro confiando únicamente en los recursos materiales, sin embargo, estoy convencido que la vida no tiene sentido si sólo pensamos en ellos; porque, aunque nuestros bolsillos estén llenos, podemos sentirnos vacíos si no hay moral, si no hay algo espiritual que defina “la calidad” de nuestro camino. Nuestros logros tienen que ser fruto del amor, de una vocación sincera.


61 Sabemos que no caminamos solos, que hay personas que van a nuestro lado y esto hace que, a veces, la vida se torne una competencia (llena de “broncas” y odios entre unos y otros). De alguna manera, las ambiciones, los proyectos, las necesidades, los sueños y las fantasías que tenemos nos llevan a competir. Considero que no se puede vivir compitiendo. Se trata que “la vida sea una entrega de amor” para nosotros y para los demás. Si la transformamos en una competencia estaremos perdiendo el sentido de vivir. Vivir compitiendo crea un sentimiento que se traduce en: << ¡… y, si no lo aplasto primero, el “otro” me aplasta a mí!>>. Esto sólo puede conducir a la frustración y a cometer grandes y graves errores. Si reducimos la vida a “un negocio”, los recursos negativos que estamos proponiendo terminan por defraudarnos. Por esto, reitero: es muy importante reflexionar y ver si realmente estamos preparados para llevar a cabo nuestro proyecto. En primer lugar tenemos que preguntarnos si estamos capacitados para asumir las responsabilidades y las consecuencias. Preguntarnos también si, realmente, estamos decididos a “vivir” y a hacerlo como corresponde. Cuando llegue el momento de las dificultades y de las exigencias, nos daremos cuenta hasta que punto tenemos “ganas” y estamos capacitados. Lo que quiero expresar, puede graficarse del siguiente modo: Es como andar en medio de la niebla. Piensen qué ocurre cuando transitamos en la ruta y comienza a levantarse neblina. En esa situación “no hay vueltas”, hay que tomar una decisión lo más prudente y sabia posible ya que se corre el riesgo de perder la vida. En una situación así ponen de manifiesto la madurez, la preparación y nuestras ganas de vivir. Cuando la niebla comienza a levantarse, la persona pru-


62 dente y sabia espera hasta que se aclare el camino. No abandona, espera con paciencia. El imprudente, en cambio, se apura, no le importa nada ni nadie, sólo piensa en atravesarla y no en que puede ser lo último que haga. Otros, aprovechan la situación para justificarse y no llegar a destino; es decir, para no “cumplir”: << ¡…y, había neblina y no pude…!>>. Finalmente, existen los que directamente abandonan: << ¡Hay mucha niebla! ¡Olvídense!>>. Cada uno responde según su realidad. Como estos “bancos de neblina” aparecen constantemente en la vida, es muy importante tomar las decisiones adecuadas y con responsabilidad para poder evitarlos. Sí, para tomar decisiones hay que estar preparados a nivel intelectual, espiritual, material… pero, sobre todo, hay que tener un gran amor por nuestra propia persona. ¿Por qué? Porque cuando este amor falta, nos vamos desarrollando en la vida sin saber lo que ésta significa realmente. Muchas personas se abandonan a sí mismas y siguen caminando… pero sin un sentido. Cuántos hacen cosas hasta con desesperación, como si fueran una máquina, ni siquiera disfrutar de una comida. Corren…corren… ¡corren...! Hay personas que tienen una ambición tan grande que ni siquiera comen sentados porque como “no pueden perder el tiempo en eso”, almuerzan mientras caminan. Es verdad que sin ambiciones la vida sería un fracaso pues no tendría sentido. Si bien hay que tener ambiciones, no es cuestión de correr desesperados porque uno se termina angustiando y llenándose de culpas. Tengamos siempre presente que ambiciones desmedidas pueden llegar a interrumpir el desarrollo de nuestra vida. Se trata de “disfrutar mientras vivimos” y también de ver


63 todas las posibilidades para encontrar las respuestas que necesitamos. Hay quien piensa que “se las sabe todas” para alcanzar los proyectos que se propuso, sin embargo no es así; por eso tenemos que acercarnos a todo aquello que nos oriente y guíe en nuestra realidad. Como dije antes: no caminamos solos, lo hacemos con muchas personas más que inciden en nuestro andar, iluminándonos o interrumpiéndonos. Tenemos que ser concientes de esto para que no nos falten el respeto, para que no falten a nuestra dignidad y para no faltar nosotros, el respeto y la dignidad de los demás. Cuando uno mira hacia atrás y ve el camino transitado, tiene que sentir satisfacción, orgullo y amor. Es indispensable para seguir adelante. No olviden que aprender de los errores cometidos es fundamental para lograr nuestras metas; porque cuanto más aprendemos de nuestras equivocaciones, más capacidad adquirimos para vivir. Sobre todo, tenemos que pedir la ayuda “del más grande”, del “Amor de Dios” (¿cómo lograr nuestra vida sin Él?). ¡Ya sé! ¡Lo que propongo, no es fácil! Pidamos entonces a Dios que nos ilumine y guíe para lograrlo. Si nos vamos realizando a lo largo del camino como corresponde, conoceremos la paz interior y el profundo sentido de nuestra existencia. Pidamos a Dios que nos dé la gracia, la sabiduría y la prudencia necesarias para hacerlo. Que Él los ayude e ilumine.


64 12. Sólo el grano que muere produce frutos

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abemos bien que la creación fue hecha a semejanza de Dios. Es decir que todos y cada uno de nosotros fuimos creados a su imagen. El Señor nos invita a recuperar esa imagen divina que tiene nuestro rostro a través de nuestra transformación interior. Jesús nos dice: “Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, no produce frutos”. (Tiene que despojarse de su cáscara). Es éste un milagro de vida y la mayoría de las veces, no nos damos cuenta. Analicemos qué hermoso es el ejemplo que utiliza el Señor: Un grano de trigo, al morir, sufre una transformación que le permite multiplicarse en abundantes frutos y, si lo pensamos bien, puede llegar a alimentar a un pueblo... ¡Y al mundo! Jesús nos dice que nosotros debemos hacer lo mismo. Si podemos despojarnos de lo falso que hay en nuestra vida para que lo espiritual de frutos, no sólo nos transformaremos a nosotros mismos sino también al mundo. ¡Difícil!. No olvidemos que somos seres humanos con costumbres, tradiciones y que nos cuesta cambiarlas (¡nos cuesta lágrimas!) Nuestro egoísmo, nuestra vanidad y nuestro orgullo, nos pisotean y condenan pero... ¡nos cuesta mucho asumirlo! ¿Qué tenemos que hacer? En primer lugar, tomar la firme decisión de mirar hacia


65 nuestro interior para descubrir nuestra realidad. Luego, renunciar a todo aquello que impida que den frutos las semillas de virtudes que cada uno de nosotros tiene. ¡No es fácil! Porque, como les decía, nuestro egoísmo a veces nos perturba, nos condena y hasta puede conducirnos a la muerte sin que nos demos cuenta. En una oportunidad escuché a un hombre que explicaba cómo los seres humanos pueden morir por egoísmo. Lo hacía a través de esta fábula: En un bosque en el que vivían muchos animales, todos disfrutaban de la vida en una convivencia hermosa; hasta que, un día, apareció un dinosaurio, muy orgulloso y vanidoso, se creía el mejor del bosque. A su paso, y en su arrogancia, destruía árboles, flores... Cada vez que se le ocurría se abalanzaba sobre los animales pequeños haciendo que murieran aplastados. Todos huían de él muy asustados pero el dinosaurio seguía sintiendo que era el más lindo y el más importante del bosque. Un día se produjo un gran incendio. Todos los animales corrieron buscando refugio. Decidieron ir hacia el lago que estaba en medio del bosque pero, cuando llegaron a la orilla, vieron que el dinosaurio ya se había metido en él y no permitía que nadie se acercara al agua. Los animales dijeron: “¿Qué vamos a hacer? ¡Si no podemos entrar al lago moriremos todos quemados!”. Entonces los monos y las ardillas, que no eran egoístas, decidieron arriesgar sus vidas para poder encontrar una solución que sirviera a todos. Subieron a los árboles más altos; un grupo de ellos en las copas (para ver hacia adónde avanzaba el fuego y hacia dónde podían dirigirse), otro grupo, en las ramas más bajas (para informar al resto de los animales lo que sucedía arriba). Y así, a través de esta comunicación, guiaron a todos fuera del lugar de peligro. Sólo ellos se arriesgaron para que los de-


66 más no tuviesen que hacerlo. De este modo, en unidad, igualdad y amor, pudieron salir del bosque y salvaron sus vidas. Cuando terminó el incendio, los animales dijeron: “Vamos a hablar con el dinosaurio que no permitió que entráramos al agua porque sólo él quería salvarse”. Al llegar al lago, lo encontraron muerto. Su cuerpo asomaba en medio del agua. ¿Qué había pasado? Debido al calor del incendio, el agua de la orilla había comenzado a calentarse por lo que el dinosaurio fue avanzando hacia el centro. No se dio cuenta que en el fondo había barro y cuando quiso emerger para poder respirar, ya no pudo hacerlo. Se encontró atrapado, hundido y no tuvo salida. Así terminó su vida. De nada le valió creerse el más grande y el más importante. Hoy Jesús nos dice lo mismo: Sin que nos demos cuenta, nos metemos en el barro, por nuestro egoísmo rechazamos todo; queremos lograr la vida pero, sin pensarlo, nos encontramos hundidos y sin salida. Qué lindo cuando uno se entrega a sí mismo para vivir y compartir la vida con los demás. Jesús nos invita a que nos autoanalicemos, a que descubramos qué somos y a que decidamos el cambio: la conversión de nuestro corazón rechazando el egoísmo, la vanidad y el orgullo, para vivir en hermandad como hijos de Dios. Muchas veces nos cuesta ver y entender que “nadie es más ni menos que nadie”, que todos somos iguales en la misericordia de Dios. Sólo descubriremos esa hermosa igualdad cuando logremos despojarnos de nuestros defectos. Sólo así encontraremos la “Vida” que Jesús nos ofrece. Pidamos la conversión de nuestro corazón. Despojémonos de todo lo oscuro que hay en nuestro interior para descubrir


67 las virtudes que tenemos. Que Dios nos ayude, a lograr esta conversión para empezar a producir frutos de alegría. La alegría que nos da la “Vida” (“Vida en abundancia”), en Jesús.


68 13. Equilibrio

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l tiempo, el espacio, la vida, son un paso. Si aprendemos a lograr lo necesario para desarrollarnos de manera equilibrada, ese tiempo que Dios nos da en el mundo no sólo tendrá sus frutos en lo terrenal, sino también en la eternidad. El Señor quiere que cada uno de nosotros tenga “fuerza espiritual” para desarrollar la vida; y hoy, nos invita a descubrirla. Sin dudas, todos tenemos defectos y virtudes. Cada uno tiene su estilo de vida, su manera de pensar y de ver las cosas. En nuestro proyecto de vida tenemos que aprender a ver cuál es el motivo que nos lleva adelante para descubrir la “Vida Real”. Con los conceptos que solemos proponer corremos el riesgo de quedarnos sólo en lo terrenal. Jesús nos invita a buscar el equilibrio en nuestro “proyecto de vida”. El hombre de fe mantiene sus conceptos terrenales “sin perder la visión celestial”. Acostumbramos a buscar lo que nos resulta más cómodo pero ocurre que “lo fácil no nos ayuda a descubrir lo importante”. Es a través del sacrificio que obtenemos nuestros logros. Seríamos muy felices si Dios convirtiera las piedras en pan ¿no? ¡No tendríamos que trabajar! Ganar nuestro pan con el sudor de cada día ¡cuesta! Pero es así como logramos nuestra dignidad. ¿Cuántos hay que se sientan a esperar que “llueva maná del cielo”? Estamos perdiendo la cultura del trabajo. Nos resulta más fácil pedir prestado. Tenemos deudas en todos lados


69 pero...“¡estamos comiendo bien!” (...gracias a los vecinos...). No desaprovechemos la capacidad que Dios nos ha dado buscando lo fácil. Aprendamos a construir nuestra vida. Lo mismo nos sucede con el poder. Queremos lograr todo con “nuestro poder”. Pensamos que tenemos todas las respuestas. Nos creemos omnipotentes. El Señor nos habla de la humildad y la sencillez para descubrir el misterio de la vida. Pero... reitero: nos consideramos poderosos y capaces de manejarlo todo. ¿Les cuento una historia? Cierta vez un campesino se había cansado de lo que Dios le proponía: Enterado que el Señor estaba en el pueblo, fue a verlo y le dijo: <<Sé que tú creaste el mundo y sé de tu poder, pero interrumpes las cosechas con tormentas y sequías y eso nos perjudica. Sin dudas ¡nada entiendes del campo y sus cultivos! Deja que yo me encargue y te demostraré cómo se hace>>. Dios miró al campesino y respondió: <<Está bien, te dejo en libertad de hacer>>. Conforme, el campesino le dijo antes de retirarse:<<Eso sí... por favor... ¡no intervengas! Si necesito ayuda te la pediré. Deja que yo maneje esto>>. Pasó un tiempo y todos estaban felices. No había tormentas ni granizo ¡El campo “brillaba”! El campesino pensaba:<< ¡Qué logro! ¡Qué triunfo! Cuando pido lluvia... ¡la tengo! Cuando quiero sol... ¡lo mismo! Ya no hay sequías ni nada que interrumpa el crecimiento del trigo. ¡Esto es una belleza y en cualquier momento comenzaremos la cosecha!>>. Y llegó el día esperado. El trigo fue cosechado y dispuesto en los graneros. Fue entonces (y sólo entonces) que el campesino se dio


70 cuenta: ¡El trigo no tenía grano! ¡Las espigas estaban vacías! Dios se presentó y le preguntó: << ¿Cómo anduvieron las cosas?>>. El campesino respondió: << ¡Hasta que cosechamos todo estuvo muy bien pero ahora descubro que el trigo no tiene granos! ¡¿Qué ocurrió?! ¡¿Cuál fue el error?!>>. El Señor le dijo: << Lo que sucedió es que el trigo no tuvo ningún desafío, no se enfrentó ante vientos ni tormentas ni sequías. No aprendió a resistir momentos difíciles. Jamás fue “sacudido”. Es por eso que las espigas están vacías>>. Así también pasa con nosotros. Por no querer enfrentar la realidad de la vida, por escapar, nunca aprendemos a soportar el sufrimiento. “Quien alguna vez supo lo que es llorar, aprende a vivir”. Vivimos tratando de evitar “las tormentas”, pero el Señor nos dice que ¡así es la creación! Las “sacudidas” que sufrimos hacen que podamos encontrar lo mejor de nuestro interior. Permitamos que Dios obre en lo bueno y en lo no tan bueno. ¡Aprendamos a resistir! Recordemos que lo obtenido “en bandeja” no da satisfacciones. En cambio, aquello que logramos con sacrificio, dominando nuestra moral y nuestro espíritu, nos transforma interiormente y nos recompensa. Busquemos nuestra fuerza interior, de lo contrario seremos como las espigas de trigo vacías: bellas por fuera... pero sin valor. Asumamos nuestra realidad y nuestra responsabilidad, para asegurar nuestro crecimiento interior. Dios los bendiga.


71 14. Amar de corazón

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ensemos en todos los siglos que han pasado... ¡cuántos libros, poesías, películas, cuántas cosas se han escrito sobre el amor! A veces es fácil escribir novelas pero... cuando nos toca “vivir” lo que el amor significa, todos y sin excepción, encontramos defectos. Aunque nuestra voluntad de amar sea grande, al convivir y compartir la vida, todos tenemos algún punto débil por el que hay que luchar diariamente, para encontrar el sentido del amor. Amor no es decir: << ¡Te quiero, te amo!>>, es algo que se siente profundamente cuanto más convivimos y compartimos la vida. Es por eso que Dios, que nos habla del Amor, compartió con nosotros nuestra vida terrenal. Jesús sabe que todos los seres humanos tenemos defectos y virtudes, y que nuestro corazón necesita sentirse amado y tiene capacidad de amar a los demás. Por esto nos lleva a un punto de equilibrio: conocer primero nuestros defectos y luego buscar el sentido del amor con que debemos convivir y compartir la vida. El amor no puede sentirse a través de libros o películas; lo encontramos cuanto más trabajamos, convivimos y compartimos cosas juntos. Cada día es una prueba para nuestra fidelidad y nuestro amor. Amor no es sólo una sonrisa o una presencia atractiva, se demuestra en las cosas pequeñas y grandes, en nuestra capacidad de comprender y de perdonar.


72 ¡Es una vocación hermosa pero cuesta muchísimo! Muchas cosas pueden decirse del amor. Hoy vamos a hablar sobre cómo nos equivocamos cuando tratamos de comprender lo que significa en nuestra convivencia. Y para esto, les cuento una historia: Se trata de un grupo de monjes que vivían en medio del desierto, en clausura. Cada uno de ellos tenía ciertas responsabilidades que cumplir (al igual que nosotros en nuestra casa). Un monje, bastante anciano ya, tenía la obligación diaria de conseguir agua para que en el monasterio hubiese suficiente para beber. Su amor a la comunidad quedaba manifestado a través de esta tarea. Todos los días debía caminar varios kilómetros cargado de baldes para conseguirla. A veces, en los días de mucho sol, se cansaba y sufría mucho. Pero el amor hacia su comunidad valía el sudor y el cansancio. Cierta vez, sintió que se desmayaba de tanto calor y dijo: << ¡Dios mío, ayúdame, dame fuerzas!>>. Y Dios hizo un milagro: en medio del camino apareció un manantial. El monje, agradecido, se refrescó y bebió de aquel agua y felizmente logró cumplir con su tarea. De regreso al monasterio, prometió: <<Dios mío, nunca más tomaré de ese agua. Haré un sacrificio, como lo hacen mis hermanos, para agradecerte lo que hiciste. Cada vez que pase por el manantial te daré las gracias pero, en sacrificio, no beberé de él y sacaré agua del lugar de donde siempre lo hice>>. Esa misma noche, el monje salió a caminar por el patio del monasterio. Quería agradecer a Dios por lo que había vivido ese día. Miró al cielo y vio que había una estrella nueva. Brillaba más que las demás. El monje se sintió orgulloso y pensó: <<Mi sacrificio, mi amor por la comunidad brilla como esa estrella en el cielo ¡Qué


73 hermoso!>>. Y así, cada día, cumplía con su obligación y, cada noche, agradecía a Dios mirando aquella estrella. Pasó el tiempo... Un día, el anciano fue acompañado por un monje joven en la búsqueda diaria del agua. Luego de algunas horas, el joven comenzó a sentirse mal; el calor era agobiante, estaba bañado en sudor y tenía mucha sed. Al llegar al manantial, el joven gritó: << ¡Padre! ¡Mire, un manantial!>>. El anciano no respondió nada. ¡Él había hecho una promesa! Los pensamientos se amontonaron en su mente: << ¿Bebo de él o no?>>. Sabía que si él no bebía, el monje joven tampoco podría hacerlo (así lo decían las reglas: sin el consentimiento de un superior, el joven no podía hacer nada). << ¿Qué hago?, pensó el anciano, si rompo mi promesa nunca más brillará mi estrella porque Dios se enojará conmigo; y si no bebo, este muchacho morirá de sed. Pase lo que pase, beberé; este joven no puede morir>>. Entonces el anciano comenzó a beber y el joven lo imitó. El viejo quedó en silencio pensando: << ¿Qué pasará esta noche cuando salga a mirar el cielo para agradecer a Dios? Seguramente lo he ofendido por pensar en este muchacho>>. Esa noche, cuando salió al patio, tenía miedo de mirar al cielo. Finalmente se animó y... no había una estrella, ¡había dos! El anciano entendió que Dios no ama el sacrificio o el esfuerzo por el esfuerzo mismo sino que mide el amor con que se hacen las cosas por los demás (sin reprimir, obligar ni condenar al otro). “Si uno quiere sacrificarse nunca debe hacerlo mortificando u obligando a que el otro se sacrifique también”. Muchas veces, en nuestra convivencia, nos olvidamos de esto y decimos: << ¡Si yo lo hago! ¿Por qué no lo hace mi marido


74 (mi mujer, mi hijo) también?>>. Cada uno tiene su propio concepto de las cosas. El amor verdadero no exige la mortificación del otro. Las cosas se hacen de corazón. (¡Cuesta! ¡Cuesta muchísimo!). Queremos sentirnos amados pero nos cuesta mucho amar de corazón. Y esto es porque no entendemos las necesidades, la realidad del otro. Jesús nos dice: <<Les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a los otros, así como yo los he amado>>. ¿Qué significa? Amor sin egoísmo, en donde no existe ni “yo” ni “tú” sino “nosotros”. Dice Jesús: <<“Todos” unidos en Amor>>¡Muy difícil de lograr! ¿Eh? Como les decía al principio: Es fácil escribir sobre el amor, también es fácil predicar sobre él pero... cuando tenemos que convivir... Por eso Jesús dice: <<No hay amor más grande que dar la vida por los amigos>>. Aquel que entregó su vida en la cruz, nos muestra que no hay amor más grande que sacrificarse a sí mismo (si es que somos capaces de hacer feliz al otro -como lo hizo aquel monje anciano-). A veces, el amor se transforma en egoísmo, en inseguridad, en bronca, en celos, en algo que mortifica al otro. El amor no es celoso. Amar es, simplemente, darse a los demás para asegurar su felicidad. Amar tampoco es enamorarse. (Cuando uno está enamorado ¡todo es fácil!). El amor va más allá: “Debemos amar a todos los seres humanos como Jesús nos amó”. De esto quería hablarles hoy, de un amor verdadero, nacido del corazón, para transmitir la energía, la esperanza de la vida, como lo hizo Jesús.


75 15. Con el Espíritu de Dios

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ierta vez, un hombre quiso construir un castillo. Su gran anhelo era que todos aquellos que lo habitaran tuvieran el mayor confort. Para esto, primero eligió el lugar adecuado en donde edificarlo (no sólo debía estar rodeado de bellezas naturales, también debía brindar seguridad). Una vez que lo halló, llamó a varios arquitectos y les expresó lo que pretendía; les pidió que cada uno realizara un proyecto y éstos así lo hicieron. Convocó también a maestros de obras, electricistas, carpinteros, albañiles y a cada uno les explicó la importancia de la tarea que tendrían en sus manos: <<El castillo no sólo deberá ser un prototipo de seguridad, también tendrá que ser construido de tal forma que dure eternamente. Al mirarlo despertará admiración; tendrá que ser símbolo de prestigio y confort para los que habiten en él>>. Cada uno de los que allí estaban, luego de escuchar las pretensiones de aquel hombre, pensó para sí: << ¡Si es una obra de tanto prestigio, tendré que dejar algo mío en ella para que todo aquel que la vea sepa que yo participé en su construcción!>>. Así fue que cada arquitecto construyó un proyecto que “lo identificara”; cada uno de los encargados de traer las piedras para la construcción, eligió un color distinto que “lo identificara”; cada electricista eligió un sistema que “lo identificara” y a su vez, cada albañil pensó: <<Encontraré la forma de dejar mi nombre


76 en cada piedra que coloque para que todos sepan que he contribuido a edificarlo>>. Comenzó a desarrollarse la obra. Luego de un tiempo, todos tomaron conciencia de que estaba llena de defectos y carecía de armonía. No había belleza en ella. Eso sí… ¡estaba plagada de egoísmo! En pocas palabras: no era un castillo… ¡era un desastre! Así fue que tuvieron que destruir todo y empezar de nuevo. He tomado este ejemplo para invitarlos a meditar sobre el antes y el después de la llegada de Jesús; el antes y el después de la venida del Espíritu Santo; la nueva Vida del Espíritu y la vieja vida del mundo. Dios entregó la creación al hombre para que éste construyera un paraíso en el mundo. La Historia de salvación comienza diciendo como Dios dio la responsabilidad al hombre de construir un mundo en donde reinara la paz y el amor. ¿Y qué pasó? Cada uno comenzó a hacer “sus” cosas. Unos pensaron en el poder, otros en el dinero, otros en el prestigio… Cada hombre, cada mujer, obró con gran egoísmo. Cada uno pensó en un paraíso “para sí mismo”. Tantos fueron los defectos propuestos por el hombre que el mundo empezó a destruirse y esto sucedió porque cada uno pensó en su propio beneficio. Es por eso que cuando hablaban del Reino, muchos creían que hablaban de un “reino de lujos”, pensaban que vendrían ángeles poderosos trayendo un trono de oro con piedras preciosas. ¿Qué fue lo que pasó? Nació el Rey del mundo; nació ¡un niño!; ¡el poderoso del mundo!... ¡en un pesebre!; un pesebre simple, sencillo y humilde. Al venir a este mundo, Jesús lo encontró totalmente destruido. Entonces comenzó a enseñar una nueva arquitectura, una nueva mentalidad que permitiera al hombre construir su paraíso


77 terrenal, de paz y amor. Pero eso sí, esta vez… “¡para todos!”. Y después de enseñar el amor, la unidad y la paz (a través de su Palabra, su Obra y su Vida) dijo: <<Me voy al Padre, pero les dejo una responsabilidad; la de construir un mundo mejor>>. Pero… Jesús sabía bien que a los hombres nos gana la vanidad, el orgullo, el egoísmo… Veamos: Cuántas veces cuando, por ejemplo, donamos un banco a la Iglesia, queremos que pongan una plaquita en él que diga: “Donado por Fulano de Tal” (de lo contrario no moriremos en paz ¿no?). Del mismo modo, si regalamos algo al vecino, todo el mundo tiene que saberlo porque…“¡si no!¡¿qué van a decir?!”. Sí, Jesús sabía muy bien de nuestra vanidad… Por eso es que cuando nos dio la responsabilidad de construir un mundo mejor, nos dijo: << Les doy la Paz de Dios, para que con ella colmen sus corazones, para que realicen obras que no dividan sino que unan. ¡Construyan la unidad y la paz del mundo!>>. Y luego de desearnos la Paz, agregó: << Como el Padre me envió a mí, yo los envío. Así como el Padre confió en mí y me dio una responsabilidad, yo confío en ustedes>>. Pero no quiere que vayamos con el espíritu mundano, terrenal; quiere que vayamos con el Espíritu de Dios. Es por eso que el Evangelio dice: <<Sopló sobre ellos y añadió: “Reciban al Espíritu Santo”>>, para que las obras de los hombres no fueran humanas, egoístas; para que fueran hechas con el Espíritu de Dios. <<Con este Espíritu vayan para consumir la maldad del mundo y para construir un paraíso en él>> nos dijo. Y así nos lo dio, para que cada hombre obre “dócilmente” y construya con un “tono sobrenatural”. “La docilidad nos hace descubrir los dones sobrenaturales”. Nos permite encontrar pensamientos correctos cuando los necesitamos y, sobre todo, hace que infundamos al mundo la


78 gracia de Dios. Jesús nos dio como ejemplo su vida de oración y su entrega sincera, para que cada uno de nosotros (del mismo modo que Él lo hizo: en Nombre del Padre) también seamos sencillos, humildes y construyamos un mundo de amor; para que lo hagamos con nuestras fuerzas nacidas del amor; para que, desde nuestras obras, el amor se encarne en el mundo. Y también nos dijo que unamos nuestros sentimientos a los de Dios para que la cruz en donde entregó su vida sea, entonces, símbolo de resurrección. Desde ahí nos hace entrega del Espíritu Santo (una presencia permanente en nosotros) para que seamos los mejores arquitectos, albañiles y electricistas que construyan el paraíso en este mundo. Pentecostés es un día muy importante para tomar conciencia de la confianza y de la esperanza que Dios ha depositado sobre cada uno de nosotros. ¿Somos conscientes de esto? No. Tal vez sea porque el mundo nos consume permanentemente. La dificultad más grande para vivir el Evangelio la representan la maldad, el egoísmo, la vanidad, todo lo que nos rodea y nos consume. La realidad que vivimos (faltas de dinero, de trabajo, de comida) nos consume. “No sólo lo que nos falta consume nuestra vida, también la consume lo que nos sobra” A esto, Jesús nos dice: <<El amor de los hijos de Dios puede consumir la maldad del mundo>> ¡Y es cierto! Nuestro amor, nuestra entrega, nuestra manera de pensar y obrar, pueden deshacer la maldad de este mundo. ¡Para esto vino Jesús! Y así, nos pide que seamos mensajeros de Dios, que lleve-


79 mos la esperanza al mundo. ¿Cuándo? ¡Hoy mismo! ¡Ahora! La realidad que vivimos diariamente nos pone a prueba para que veamos hasta que punto somos capaces de transmitir este mensaje. Cuando nos tocan nuestros propios sentimientos nos cuesta mucho hablar de paz; cuando sentimos hambre y la necesidad de muchas cosas, nos cuesta mucho hablar de paz. ¿Qué es lo que nos muestra el noticiero diariamente? Destrucción, violencia… El hombre, por naturaleza, es muy agresivo; quiere construir un mundo, pero quiere hacerlo con venganza y odio. Jesús nos dice: <<El que llama a la venganza, el que quiere vivir el odio, destruye el hermoso paraíso>>. Y nos dice que, aunque nos cueste lágrimas, debemos ser conscientes de lo que la paz, la dignidad y la unidad, significan. Tenemos que rezar no sólo por nosotros, también por los políticos, por los que tienen responsabilidades, para que ojalá comprendan que Dios ha confiado el mundo al hombre. Cuando hay egoísmo y vanidad, hay destrucción. Cuando hay “amor en servicio”, el mundo puede ser el paraíso más hermoso para que todos disfrutemos; para que “todos juntos” lo disfrutemos. El día de Pentecostés, pidamos a Dios que derrame su gracia sobre nosotros, sobre todos los seres humanos, especialmente sobre los que tienen el poder de decidir la construcción de este mundo; para que todos obremos sin egoísmos. Pidamos (con fe y amor) al Espíritu Santo que ilumine a todo ser humano para que obre con amor, caridad y entrega y así, entre todos, podamos construir un mundo mejor.


80 16. Amar de verdad

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oy quisiera invitarlos a analizar, ver y sentir de qué manera nos amamos unos a otros como hijos de Dios. Una de las cosas más difíciles en nuestra vida es amar a los seres humanos, aún a aquellos que elegimos como mejor amigo, como compañero. Porque no sólo ellos tienen sus defectos, sino que también ven los nuestros y nos lo manifiestan. Amar a Dios es fácil. Amar a Dios es cómodo. Sabemos que, por más que nos equivoquemos, siempre contamos con su perdón y su amor. Pero… amar al prójimo… a veces… ¡cuesta mucho! ¿No? Porque, al amar, no sólo elegimos las virtudes, también elegimos los defectos de quien amamos. Todos somos diferentes y, cuando hablamos de amor, también estamos hablando de convivir y de compartir muchas cosas. El amor humano es realmente un desafío muy grande. Un desafío en el cual mostramos con qué madurez tratamos a cada persona (buena o mala, amiga o no) que comparte nuestra vida. La palabra “amor” tiene distintos significados y cambia cada día, cada momento, según con la persona que estamos y según la realidad que vivimos. Sí, utilizamos de manera muy distinta la palabra “amor”. Si pensamos en nuestra vida pasada o en la presente y aún hasta en nuestro futuro, el concepto de “amor” cambia. Sea por madurez, experiencia o conocimiento ¡cambia! Y, de cualquier forma, insisto: ¡amar cuesta mucho!


81 Hoy quisiera que nos preguntáramos: ¿Cuál es el sentido que damos a la palabra “amor”? Cuando decimos: << ¡Te amo! ¡Te quiero!>> ¿lo hacemos de modo superficial, sin comprometer nada o con toda sinceridad, con un sentido profundo y con el compromiso de compartir la vida? A veces sucede que ese compromiso se transforma en obligación, en una imposición. En tiempos de Jesús, la ley judía contaba con más de trescientos mandamientos. Quizás sea por eso que la gente no tenía muy en claro cómo debían cumplirlos entre unos y otros y como hijos de Dios. ¿Qué pasó? Se olvidaron que el hombre vino primero y las leyes llegaron después. Porque Dios hizo primero al hombre y, cuando vio sus defectos, hizo los mandamientos. El pueblo de Dios quería cumplir con todas las leyes dadas por los sumos sacerdotes y los profetas. Era un deber al que estaban obligados. Pero Jesús cambia este concepto. Él dice que amar no es una obligación, es una vocación como hijos de Dios; y que el hombre puede amar más profundamente a Dios cuanto más sabe amar a un semejante. Cada realidad nos muestra hasta que punto somos capaces de “amar de verdad”. Amar de verdad no significa ser buenos con quien nos hace bien. Jesús lo dijo: << ¡Es fácil amar a los que nos aman!>>. Se trata de entregar amor a cada uno. Reitero: es una vocación que tenemos que compartir con los demás. Ahora, muchas veces también nosotros amamos por obligación. La vida nos presenta, frecuentemente, el “cumplir” o “fi-


82 gurar”.

A veces nos da vergüenza o miedo romper con un precepto de la Iglesia porque nos sentimos “obligados” a vivir como creyentes. Jesús nos dice que nadie debe vivir con vergüenza, miedo o incertidumbre de hacer el bien. Porque las leyes no sirven para nada cuando el semejante necesita amor y caridad. “El amor supera todos los mandamientos” Él dice que el mandamiento más grande de la Ley es amar con todo el corazón, con todo el espíritu, como amamos a Dios. Y esto debe reflejarse en nuestra convivencia con los demás. Personalmente me ha pasado, más de una vez, que debo “pecar” para demostrar el cariño, el afecto que siento por el otro. Hace unos años, una familia muy humilde, muy sencilla, me invitó a cenar a su casa. Era un viernes de Cuaresma, por lo tanto, no podía comer carne. Todo el día me estuve cuidando de no hacerlo. Cuando llegué a esta casa… ¿qué habían preparado?... ¡asado! Yo miraba en la mesa si había otra cosa para comer y… ¡ensalada y asado! Reitero: era una familia muy humilde y, sin dudas, habían gastado todo su dinero para compartir con sus amigos y conmigo. Cuando me senté a la mesa pensando en comer sólo ensalada, el dueño de casa poniendo asado en mi plato dijo: << ¡Padre, este pedacito “de tira” lo hice especialmente para vos!>>. Yo miraba el plato y me preguntaba: << ¿Cómo hago?>>. Decir que, por ser viernes de Cuaresma, no podía comer carne, era romper el corazón de esa persona. Sin dudas, había hecho asado porque no sabía, no conocía o no tenía información. Y yo, por otro lado, estaba obligado a dar testimonio. Entonces pensé: << Seguramente alguien va a criticarme… (¡Bueno, igual siempre me critican!) pero tengo que dejar a


83 esta familia en paz>> Y comí el asado. Como ven, el mandamiento obliga estrictamente. Sin embargo, en la vida real hay circunstancias en donde son necesarios el amor y la caridad. Y Jesús resumió esos más de trescientos mandamientos en uno solo: “el mandamiento del amor”. Cuando me estaba por ir, uno de los invitados me dijo: << ¡¿Ignacio, te olvidaste que hoy es viernes?!>>. Le respondí: << Después te explico… ahora, no>>. Sin dudas, cundo me fui, este invitado comentó que había comido carne a pesar de ser viernes de Cuaresma porque, unos días después, la familia que me había invitado vino a pedirme disculpas: << ¡Perdón! ¡De haberlo sabido hacíamos otra comida!>>. A veces, para figurar, uno dice: << ¡Yo cumplo estrictamente!>> En la convivencia… ¡fallamos! Cuando tenemos que reconocer la realidad del “otro”… ¡fallamos! No tenemos que hacer nada “para cumplir” sino “para vivir y compartir” la caridad y el amor que el “otro” necesita. Pero… ¡es difícil! ¿No? Recuerdo que, unos días después tuve que ir a Buenos Aires, a la Casa del Clero; y aproveché para confesarme. Cuando le conté a mi confesor me dijo: << ¡Ni en broma podés comer carne!>> y tuve que hacer penitencia. Yo, en mi corazón, me sentí feliz por haber cumplido con Dios y con aquel hermano. Nos pasan muchas veces cosas así, y cada día; entonces, pregunto: ¿Amamos por obligación? ¿Por cumplir? ¿Por vergüenza o temor a equivocarnos? ¿Amamos porque queremos mostrar que somos “perfectos”? ¿Qué sentido damos a nuestras palabras cuando decimos que “hay que amarse unos a otros”? Los invito a analizar, a pensar, a descubrir el sentimiento de amor que tenemos para convivir y compartir la vida.


84 Ojalá que Dios nos ayude a amar de verdad y, amando, a encontrar también nuestra felicidad. Insisto: Amar es una vocación, un gran desafío; grande y hermoso, si sabemos hacerlo de verdad.


85 17. <<Maestro, que yo pueda ver>>

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oy quiero invitarlos a meditar sobre unos versículos de la Biblia: Mc. 10.46-52. ¿Ya los ubicaron? Sí. Se trata de Bartimeo, el mendigo ciego que estaba sentado junto al camino mientras Jesús pasaba. Quiero contarles la leyenda que un escritor hizo sobre este ciego. En ella se relata la experiencia vivida por Bartimeo, antes y después de haber sido sanado. Y comienza diciendo: << Cuando yo era ciego, vivía en un mundo en donde la gente existía sólo a través de un ruido, un soplo, un viento leve… era así que sabía si alguien pasaba cerca mío. Muchas veces he sentido que ser ciego era vivir como un pájaro sin alas (sólo puede estar en su nido, inmóvil, sin defensas y siempre dependiendo de los demás). Y, como un pájaro sin alas, traté de vivir y de empezar a luchar… A los pájaros sin alas los demás le traen comida, lo mantienen, comparten con él. En mi caso era peor porque nadie estaba al lado mío. Me marginaban, me condenaban, sólo me quedaba mendigar, sólo podía luchar por la vida sentado al costado de una calle pidiendo limosna para sobrevivir. La vida tenía un sentido pero yo no sabía dónde iba, tampoco sabía en dónde comenzaba y en dónde terminaba. Siempre estaba sentado en la misma esquina pidiendo limosna. Muchas veces intenté entender qué significaba ver. No podía comprender cómo era posible que nadie se preocupara por


86 hablarme. Los que pasaban cerca de mí “me sacaban de encima” tirándome una o dos monedas; luego se iban como si huyeran de algo, se alejaban sin decir una palabra. He llegado a pensar que también ellos eran ciegos porque… ¿cómo era posible que no me vieran? Sin dudas tenían sus problemas, tal vez…su vanidad, su orgullo, sus preocupaciones, tal vez por todo esto ellos también habían quedado ciegos. Pasaran lenta o rápidamente… no me veían. Y siempre busqué a alguien que me respondiera por qué yo era ciego. Una vez, un sacerdote me dijo que era un castigo por mis pecados ¡Qué mal me sentí! Así, con mucha angustia, sintiéndome muy sólo, entendí que era un marginado y que nunca podría vivir con alguien. Siempre estaría solo… y en un mundo que existía sólo para mí. Siempre estaría preso en un mundo sin rejas y sin poder ver, siquiera, hacia dónde iba>>. Así hablaba Bartimeo hace dos mil años. Esa era su realidad: un hombre marginado, condenado por la sociedad, infeliz. Y la leyenda continúa diciendo: << Un buen día, mientras mendigaba, escuché que pasaba Jesús. Pensé mucho antes de gritar, pero supe que era la única posibilidad que tendría de volver a ver. Y lo hice, grité: “Hijo de David, ¡ten piedad de mí!”. Grité buscando una respuesta en Dios y, por un momento, sólo obtuve silencio. Entonces insistí para que supiera que, realmente, necesitaba ayuda. Con fe en mi corazón volví a gritar: “Hijo de David, ¡ten piedad de mí!”. Muchos de los que me rodeaban consideraron que no era digno de recibir ayuda porque era un condenado; entonces pensé: “¡Pobres!... ellos quizás tengan tantos problemas que necesitan más que yo de Jesús pero… ¿por qué no comprenden que yo también lucho buscando la luz en mi camino? Fue entonces que escuche al Maestro llamándome y pidiéndome que fuera hacia Él. Lo hice y, cuando estuve a su lado, me encontré con alguien


87 diferente: Él, el hijo de David, el Mesías, el Salvador, fue el único que me preguntó, con amor y misericordia, qué era lo que yo necesitaba en mi vida. Fue esta la primera vez que alguien me preguntó cuál era mi necesidad para ser feliz. Y le dije: “Señor, ¡quiero ver!” Él no preguntó nada más, sólo contestó: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”>>. La leyenda termina diciendo (en palabras de Bartimeo): << Cuando comencé a ver me di cuenta que los que tienen vista también, a veces, son ciegos. Al no compartir se encierran en su egoísmo; ellos también viven presos en un mundo sin rejas. Es su egoísmo el que los priva de la libertad. Entonces, tomé la determinación de caminar junto a Jesús para que Él fuera la Luz, la visión que me llevara a la Vida… a esa Vida que siempre había buscado para hallar la felicidad>>. Amigos: Este ciego nos da un mensaje diferente, profundo. Muchas veces, cuando creemos que nuestra vida está limitada porque carecemos de alguna cosa, nos sentimos marginados, condenados; hasta llegamos a convencernos que es un castigo de Dios. (Vivimos así muchas situaciones ¿no?) Ese sentimiento nos impide ver la misericordia, el amor, la compasión que Dios tiene para con cada uno de nosotros. Hay algo muy importante en la vida de Jesús: Él siempre caminó por el mundo ofreciendo su gracia “a todo aquel que la necesitara”. Jamás hizo excepciones: condenados, marginados, santos, poderosos, pobres o ricos. El Evangelio de Marcos nos dice que pasó al lado del ciego (Él sabía que sólo con estar a su lado éste sanaría), pero Jesús quería que el ciego lo reconociera, que pidiera e insistiera. Jesús quería que se manifestara su fe, para sentir la gracia de Dios. Dios ofrece su misericordia y su amor siempre que nuestro corazón esté dispuesto a buscarlo. Él no pregunta muchas


88 cosas, sólo dice: << ¿Qué necesitas para ser feliz?>> Y nada más. No analiza ni condena. Recordemos que lo único que contestó a Bartimeo fue: << Tu fe te ha salvado, vete en paz>>. A veces, nos sentimos indignos de pedir a Dios, porque nos sentimos pecadores, culpables, marginados. Pero si manifestamos nuestra fe y nuestro amor ante Él, Él supera todo aquello que nosotros podamos pensar que es obstáculo para acercarnos a Dios. Pensemos en lo que dice Bartimeo: << Antes y después de Él, he pensado que los que tienen ojos y pueden ver, también pueden ser ciegos. Han pasado delante de mí y no me han visto. Sólo he sido una molestia, una carga para esta sociedad>>. Jesús nos lo dijo muchas veces: << Tienen ojos más no ven. Tienen oídos más no escuchan>>. Dios tiene una respuesta para cada uno de nuestros defectos, para cada una de nuestras dificultades ¡Nunca nos abandona! En algún momento de nuestra vida, pasa a nuestro lado como hizo con Bartimeo. Dios camina a nuestro lado ¿Somos capaces de reconocerlo, de escucharlo, de entender que es Él quien pasa? Aquel ciego que no veía sintió, escuchó y entendió que era Jesús ¡Y no perdió la oportunidad! Insistió hasta que Jesús le dio lo que pedía. ¡Cada uno de nosotros tiene esa posibilidad! Hay un momento en que Dios está en nuestro camino, pero sólo podremos encontrarlo si somos humildes y sencillos de corazón; si superamos con fe, la angustia y la desesperación que sentimos. A veces, es fácil llorar como condenados y… abandonamos la fe, abandonamos a Dios. Quien abandona a Dios se abandona a sí mismo.


89 Si Bartimeo se hubiera quedado en esto, nunca hubiera dejado de ser ciego. A pesar de su condición física, humana; levantó su ánimo para buscar a Dios y, en esa búsqueda, encontró la luz que tanto deseaba para caminar en la vida. Hay muchas cosas en nuestra vida (no sólo ceguera) que nos hacen sentir marginados, condenados; y hay muchas otras que nos hacen depender de los demás. Pero no olvidemos que “el mundo siempre habla”. Hayamos hecho las cosas bien o mal… ¡siempre habla! Siempre habrá alguien que nos condene y alguien que nos felicite. ¡Nadie puede librarse de esto! Pero aquel que tiene fe ¡supera todo! Quien quiere ver la claridad, encuentra lo imposible en la gracia de Dios. Dejemos nuestras limitaciones en sus manos y pidámosle que su Gracia y su Amor nos iluminen para caminar en la vida.


90 18. Con un corazón sincero

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uchas veces, nuestra vida social (la que compartimos todos los días con los demás) se ve influenciada por la moda, por prejuicios, costumbres y tradiciones que nos obligan a actuar y a pensar de manera muy diferente a lo que queremos ser o a lo que debemos ser. En otras palabras: el ambiente, a menudo, consume nuestra conciencia y nuestra vida sin que nos demos cuenta; y tiene tanta influencia sobre nosotros que nos lleva a un camino muy distinto al que queremos transitar. A veces, tomamos conciencia de esto a tiempo; pero otras, no nos damos cuenta porque nuestros criterios de felicidad, de triunfo o alegría, son puramente humanos y no nos llevan hacia la felicidad verdadera. ¿Cuáles deben ser esos criterios y cómo debemos ponerlos en práctica para asegurarnos una vida feliz? Como dije antes, a veces nos damos cuenta pero… ¡tarde!, cuando ya no tenemos la posibilidad de corregir nada. Otras, nunca despertamos ni tomamos real conciencia de cuánto pueden llegar a perjudicarnos nuestras costumbres y tradiciones. Y es que todo depende de cómo se vive. Si la vida es algo superficial, si no se vive “de corazón” y disfrutando, llega el momento en que nos sentimos vacíos, no encontramos nada dentro nuestro y, entonces, tampoco le encontramos sentido a la vida; no contamos con nada que nos haga decir: “¡Quiero seguir luchando!”.


91 Las tradiciones “nos comen” sin que nos demos cuenta, nos consumen. No sé si alguna vez leyeron la novela rusa de Aleksandr Pushkin: “Cartas perdidas”. En ella se muestra como la costumbre consume a un hombre. Relata la vida de un cartero y la manera en que desempeñaba sus tareas bajo el régimen comunista. Su trabajo consistía en leer cartas perdidas. Todas aquellas cartas que no habían podido ser entregadas, que no habían llegado a destino, debían ser leídas por él en su oficina. Esta era su tarea, y lo complacía; lo hacía muy feliz porque vivía a través de ellas. A veces, las cartas eran de amor (¡cómo disfrutaba leyéndolas!); otras traían dentro dinero o una herencia, era entonces que pensaba: << ¡Qué lástima que no llegó a destino!>>. Y así, a través del tiempo, su entusiasmo fue en aumento y se dedicó por entero a su tarea. Al principio se permitía tiempo para comer y fumar un cigarrillo, luego volvía a las cartas; sólo se detenía para ir a dormir a su casa. Hasta que esto se transformó en algo imprescindible para él. Llegó el momento en que pensó: << ¿Para qué regresar a mi casa? ¡Pierdo tiempo!>>. También le pareció una pérdida de tiempo salir a comer por lo que decidió comprar una vez por mes lo necesario y hacerlo en su oficina. Así fue que comenzó a “vivir” en su oficina, dormía en ella y comía mientras leía. Pasó el tiempo… Un día, las personas que trabajaban en el mismo edificio, notaron su ausencia. Su oficina estaba cerrada y las cartas habían comenzado a amontonarse en la puerta. Decidieron derribarla y así fue que lo encontraron… muerto…sobre sus cartas. Su tarea se había transformado en una entusiasta costumbre y, sin que él se diera cuenta, lo había consumido, vaciando su vida. A nosotros puede sucedernos lo mismo si no aprendemos


92 a ubicar los valores sobre las cosas de este mundo, si no empezamos a dar un sentido diferente a nuestra vida. Insisto: ¡Cuesta! Las tradiciones, los prejuicios, las costumbres, a veces nos consumen sin que nos demos cuenta y nos volvemos sus esclavos. Les pido que, por un ratito, piensen en sus vidas. Seguramente ya han encontrado una costumbre que los ha esclavizado y que les cuesta superar ¿eh? ¿Cuántas veces, mientras manejan su auto, insultan a todos (a los que pasan, a los que van, a los que vienen…)? ¡Ni saben lo que están diciendo… pero igual…insultan! ¡Somos así! Nadie piensa a quien insulta, nadie piensa en lo que dice cuando insulta y, cuando se da cuenta…: << ¡Perdón! ¡Yo no quise…! ¡Me equivoqué!>> Y seguimos equivocándonos porque la costumbre nos consume. Nos parecemos a aquel quien empieza tomando un vasito de vino y, cuando se da cuenta, termina tomando una damajuana… ¡feliz!... ¡muy feliz!... pero no toma conciencia que es la damajuana quien lo consume a él y no él a la damajuana. Muchas veces, vivimos “aparentemente” felices, cumplimos con “la tradición” al pie de la letra, pero no sentimos “de corazón” lo que vivimos y, el que vive sin sentir… ¡es una máquina! La felicidad no está en “el afuera” sino en lo que sentimos en el fondo de nuestro corazón. Uno puede vivir de dos maneras: con una sonrisa falsa y pensando en lo exterior; o con felicidad interna, con un corazón que sonríe y siente la realidad de la vida. ¿Recuerdan qué contestó Jesús cuando los fariseos y escribas le preguntaron por qué sus discípulos no procedían de acuerdo a la tradición de sus antepasados y comían con las manos impuras (sin lavar)? Él dijo: << Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello


93 que sale del hombre>>. ¡Lo más importante no es lo exterior! ¡La pureza y la alegría del hombre no están en lo exterior! Lo bueno o lo malo nace de su corazón. Lo externo puede ser muy generoso en apariencia y estar lleno de maldad por dentro. El engaño, el odio, la maldad, nacen del interior (aunque por fuera parezca perfecto). ¡¿Cuántas veces actuamos así?! ¿No? Hablamos mal de un vecino, perjudicamos a otro y después… ¡“santamente”!... nos ponemos de rodillas y rezamos El Padrenuestro. ¡No tiene sentido! ¡Esta oración tiene sentido cuando nuestro interior está dispuesto a vivir en la presencia de Dios, en la conciencia de cada uno de nosotros! Podemos estar llenos de defectos pero es nuestro corazón lo que vale, la intención con que vivimos y luchamos en la vida; la sinceridad, la comprensión y la paciencia con que compartimos ¡eso es lo que vale y lo que define (a corto o largo plazo) nuestra felicidad! Reitero: << Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo…>> dijo Jesús. Y nosotros… A veces tenemos que tomar del mismo vaso en donde bebió alguien que no conocemos; entonces lavamos ese vaso con detergente, lo sumergimos cinco días en lavandina… Pero luego, con nuestros actos, destilamos veneno en cantidad suficiente como para matar a unos cuantos ¿no? A veces, nos lavamos las manos de tal manera que corremos el riesgo de gastarnos la piel ¿eh?; pero nuestro corazón está lleno de vanidad, orgullo, maldad… ¡y la repartimos a los demás! Tradiciones… prejuicios… costumbres… No digo que no sea importante cuidar lo exterior pero, siempre y cuando se valore lo interior. Esto es necesario para


94 organizar nuestra vida. Pidamos a Dios, con toda sinceridad, que nos ayude a ver “qué” somos y “como” somos realmente. Que nos ayude a que, la misma sonrisa que vemos en el espejo, la tengamos también en nuestro corazón. Pidámosle que nos de la gracia de descubrir nuestro interior para que podamos sonreír eternamente por haber vivido esta vida con una conciencia clara y sana, con verdadera felicidad y con un corazón sincero.


95 19. Pocas palabras y hechos reales

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tra vez nos encontramos “con ganas”, haciendo proyectos para mejorar nuestro estilo de vida (para ser más felices y tener paz) ¿no? Sin dudas, cada uno tiene el suyo; su manera de pensar, de actuar y de buscar la propia felicidad. Más allá de ese estilo pienso que, para que podamos encontrar paz interior, tenemos que buscar una vida auténtica. Nos cuesta mucho porque, sabemos bien, “todos” tenemos defectos. Considero que la mejor forma de lograrla es reconocerlos. Quisiera invitarlos a que lean en La Biblia: “La parábola de los dos hijos” (Mt.21.28-32). Encontrarán en estos versículos dos tipos de hombre, dos estilos de vida. Uno, el primer hijo: Su padre confía en él, sabe que tiene defectos y le dice: << Quiero que vayas a trabajar a mi viña>>. El hijo contesta:<< No>> (como muchos de nosotros cuando estamos mal, nerviosos o cansados). Pero, con el tiempo se arrepiente y responde a los requerimientos de su padre. El segundo hijo, en cambio, ante el mismo pedido, responde inmediatamente “si”; sin embargo, nunca va a trabajar a la viña. ¡Qué diferencia! ¿No? Uno reacciona mal pero termina aceptando sus errores. El otro tiene una enorme capacidad de engaño: se muestra de una manera y vive de otra. Muchas veces encontramos personas así. Tienen una gran


96 facilidad para decir “sí” a todo y luego… no pasa nada. Además, nunca reconocen sus errores porque piensan que son “lo mejor de su especie”. Uno les pide algo (algún trabajo, algún compromiso) y, cuando se les pregunta por el mismo, responden: << ¡Todo va perfectamente!>> y… ¡ni siquiera comenzaron! Encima, tienen la habilidad de decir las cosas de tal modo que nos dejan pensando que es la mejor persona que encontramos en la vida. En resumen: falsedad, orgullo, vanidad, sumado a que están convencidos que actúan correctamente. ¡Qué error! Esto no es sólo no asumir el compromiso que se ha tomado; es no vivir de manera auténtica y es creer que, a través del engaño, se puede vivir mejor la vida. No es la apariencia lo que Dios mira sino la autenticidad con que vivimos. Además, hay otra cosa: Cuando alguien se acostumbra a vivir de ese modo ¡es increíble como maneja las circunstancias! Hace que todos piensen que todo anda bien, consigue que los demás confíen y, en realidad, no hace nada. Pero, no olviden, “todos” tenemos defectos. Lo bueno también sería que “todos” tuviéramos la capacidad de reconocerlos ¿no? Claro que no es fácil cuando uno se desenvuelve en medio de la falsedad, del orgullo, de la vanidad. ¡Es muy difícil bajar la cabeza y decir: <<Perdoname…>> ¡Es increíble pero es así! Nos equivocamos, nos enojamos, nos peleamos, pero nos es muy difícil decir:<<Me equivoqué…>> (¡Nos pasa a todos! ¿Eh? Todos tenemos defectos) Creo que cada equivocación nos da la posibilidad de crecer en nuestras virtudes, de cambiar el rumbo, de dirigirnos hacia la vida auténtica que estamos buscando. En otras palabras: hablo de aprender de nuestros defectos


97 en la búsqueda de una vida auténtica. Quien acepta sus errores es quien busca su perfección porque, reitero: “de cada error se puede aprender”. Claro que, como siempre estamos convencidos que actuamos bien… ¡nunca aprendemos nada! Por esto, (retornando a La Biblia) Jesús les dice a los sumos sacerdotes y fariseos, convencidos de “su alta categoría”: <<Antes que ustedes, llegarán al cielo los publicanos y las prostitutas>>. ¿Qué quiere decir? Cada hombre, cada mujer, que reconoce su error y se arrepiente, tiene la posibilidad de alcanzar la felicidad. No recuerdo si, alguna vez, les conté la historia de una mujer que ayudó a su marido a recuperarse del alcoholismo (Fíjense como, el aceptar un error, facilita un “mejor vivir”). Esta mujer contaba que la convivencia con su marido se había tornado insoportable. Todos los días llegaba a la casa alcoholizado, peleaba con los vecinos, vivía insultando a todo el mundo: << ¡Ya no se lo aguantaba más! Lo poco que ganaba, lo gastaba en bebida>> (¡Difícil de soportar! ¿No? ¡Muy difícil!). El enfermo de alcoholismo no se da cuenta que no es él quien toma vino sino que el vino lo ha tomado a él. No es conciente de que ha perdido el control. Todas las amistades aconsejaban a esta mujer que echara a su marido de la casa, que dijera basta. Sin embargo ella, por el amor que le tenía, lo soportaba rezando y pidiendo que su esposo se convirtiera. Cierto día, el hombre volviendo a su casa, encontró un clavo torcido y oxidado. Lo llevó a su hogar y comenzó a enderezarlo. Luego lo lijó para quitar el óxido hasta que volvió a cobrar brillo. En resumen: El clavo volvió a ser útil. Entonces reflexionó: << Encontré algo oxidado, doblado,


98 inútil y he sido capaz de transformarlo. Si puedo hacer esto con un clavo, también puedo hacerlo conmigo ¡Yo puedo cambiar! ¡Puedo recuperarme!>> Por supuesto, esta recuperación, no sólo trajo paz a su vida, también a todos los que convivían con él. ¡Esto mismo dice Jesús! Si somos capaces de aceptar que estamos “torcidos y oxidados”, tenemos tiempo para “enderezarnos”. Si nos hemos equivocado, tengamos la grandeza y el coraje de aceptar nuestros errores y de cambiar. ¡No es fácil! Es fácil predicarlo pero, al llevarlo a la práctica… ¡nos traicionan nuestras costumbres! Seamos constantes y lo lograremos. Si alcanzamos la capacidad de decir. “me equivoqué”; algún día, también alcanzaremos la felicidad. Seamos auténticos en nuestra vida. Hay muchos que hablan… hablan… hablan… dicen cosas muy lindas pero, en los hechos… nada. No olviden: “pocas palabras y hechos reales” alcanzan la verdadera felicidad.


99 20. <<Te amo como sos, te acepto como sos>>

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a Pascua siempre ha sido muy importante para el Pueblo de Dios. A través de la historia, cada año, se ha celebrado con agradecimiento lo que Dios ha hecho por su Pueblo, todo lo que Él ha creado para beneficio del hombre. Dios dio al hombre una gran responsabilidad: ser co-redentor del mundo; para que, en su Nombre, cuide y dirija todo lo creado. Pero, como siempre… ¡la ambición! (la misma que, aún hoy, llevamos dentro ¿no? ¡Nunca estamos satisfechos!). El hombre quiso sentirse Dios y fue allí en donde comenzó a equivocar el camino. Eligió lo terrenal en vez de lo celestial; y así empezó a sentir el sufrimiento, la condena y las lágrimas. Entonces, el hombre pidió a Dios que lo salvara, que le diera la libertad y la dignidad que había perdido por su error humano. Y Dios lo escuchó. En lugar de abandonarlo, prometió sacarlo de la esclavitud y devolverle la dignidad para que, así alcanzara la felicidad verdadera. Ese fue el comienzo de la Pascua, el “Paso de Dios” hacia el hombre para que éste pudiera llegar a la salvación. El Señor sacó a su Pueblo de Egipto y puso a Moisés para que lo dirigiera a la tierra prometida. En ese camino, que llevó años, pasaron muchas cosas que pusieron de manifiesto que Dios siempre estuvo con ellos. Por esto, Pascua comenzó como celebración de agradeci-


100 miento a Dios, por haberlos sacado de Egipto, de la esclavitud. Pasado el tiempo, también fue agradecimiento por haber podido cruzar el Mar Rojo (cuando salvó al Pueblo de la persecución del faraón). Del mismo modo, cuando en medio del desierto y estando entre la vida y la muerte, el Señor mandó a su Pueblo torres de fuego y nuevamente los salvó. Luego, cuando morían de sed, Dios hizo el milagro a través de Moisés y la calmaron. Cada uno de estos sucesos demostró que el Señor siempre respondió a su Pueblo. Pero, aún así, el Pueblo fue inconciente y volvió a inclinarse hacia lo material. Entonces, el Señor mandó Profetas ( Jeremías, Isaías, Ezequiel) para que abrieran los ojos del Pueblo pero… siguieron equivocando el camino. Hasta que llegó Jesús. Con Él, Dios dio el paso más grande, el que marcó la Historia de la Salvación. Al hombre, equivocado y ambicioso, Jesús le mostró que Dios seguía teniendo un corazón lleno de misericordia y amor. Y a través de este paso, el amor más grande, Dios tomó la condición humana, habló en nuestro lenguaje y nos enseñó como convertir nuestro corazón para vivir una Pascua mejor; para que también nosotros diéramos el paso más grande hacia Dios, en respuesta a los dados por Él para acercarse al hombre. Esta vez manifestó en su propia carne el amor y la misericordia que tiene para nosotros. Entregó su vida en la cruz, murió derramando su Sangre, entregando su Cuerpo como víctima, para darnos dignidad, libertad y, sobre todo, su perdón y su misericordia. Desde aquí, la Pascua tomó otro aspecto. No se limitó a ser una cena de agradecimiento. La Pascua de Jesús fue la cena de una alianza nueva, un compromiso nuevo para vivir eternamente agradecidos a Dios y para poder buscar, cada día, ese perdón que el Señor derrama a través de esa Nueva Alianza.


101 ¿Qué es la Nueva Alianza? Es la presencia de Jesús en medio de nosotros. El primer deseo de Jesús resucitado fue: <<La paz esté con ustedes>>. Esa paz que permanece y que lleva hacia la felicidad verdadera. Y nos dijo: << Estaré siempre con ustedes hasta el fin de los tiempos>>. Nos estaba diciendo que Dios nunca nos abandonaría, que su presencia sería permanente. ¿Cumplirá su promesa? Lo que van a escuchar sobre la Resurrección de Jesús es hermoso, tanto como le sucedió a María Magdalena: Jesús se apareció, justamente, ante una persona que era considerada pecadora, indigna, perteneciente a la clase más baja. Sabemos bien que, en tiempos de Jesús, la mujer no era considerada digna ni respetada como el hombre. Sin embargo, fue a una mujer ante quien se apareció primero ¡Qué hermoso! ¿No? Cuando el ser humano piensa: << ¡Soy indigno, no merecedor! ¡Me siento discriminado, marginado!>>. Ahí está la presencia de Jesús para darle la dignidad que le corresponde. Cuando María Magdalena se acercó al sepulcro creyó que quien le hablaba era el jardinero. Y, si recordamos, cuando Jesús se apareció a los discípulos (a la orilla del mar), éstos no lo reconocieron, pensaron que era un pescador. De igual modo, en el camino de Emaús, cuando se apareció a los discípulos, estos dijeron: << ¡Es un extranjero! Es el único hombre que no sabe qué es lo que ocurrió en estos días>>. Es decir que, en un primer momento, nadie lo reconoció. ¿Cuándo lo hicieron? María Magdalena, cuando le dijo: <<No temas, he resucitado de entre los muertos>>. Cuando ella escuchó su voz, lo reconoció. En Emaús, los discípulos se preguntaban: << ¿Acaso no ardía nuestro corazón cuando lo escuchábamos?>>.


102 Pero hubo algo importantísimo: Jesús resucitado reveló plenamente su presencia (y en todos los casos fue reconocido) al partir el pan. ¿Qué quiero decir con esto? Qué Jesús resucitado vive hoy en medio de nosotros, que su fidelidad jamás falla. ¿Cómo lo descubrimos? Escuchando su palabra. Es ella la que nos ayuda a descubrir su rostro en medio de nosotros. Pero, sobre todo, lo encontramos cada vez que partimos el pan, en la Eucaristía. “Cada vez que partimos el pan Él está en medio de nosotros”. Por esto, la Pascua tiene un sentido diferente. Ya no es sólo una cena de agradecimiento para recordar las maravillas que Dios hizo por su Pueblo. Esta vez, la Pascua es celebrada todos los días. Él nos lo dijo: <<Haced esto en memoria mía. Este es mi Cuerpo y esta es mi Sangre que se derrama y que alimenta a mi Pueblo. Es la Nueva Alianza que dejo como camino, como fuente de Vida, para que el hombre descubra la presencia de Dios>>. Amigos, Pascua significa hoy el paso más grande que Dios dio en la cruz para asegurarnos que, pase lo que pase, está con nosotros. Aunque nuestros errores sean grandes, nos está ofreciendo su amor y perdón desde la cruz. Pascua es el corazón de Dios que nos dice a cada uno: <<Te amo como sos, te acepto como sos>>. Él nos lo dijo: <<Estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos>>. Sólo podremos reconocerlo con fe y con amor, abriendo nuestro corazón.


103 21. Viviendo en sociedad

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os esclavos estaban trabajando en un campo nevado. El frío era muy intenso. De pronto, vieron al rey que caminaba cerca de ellos. Uno de los esclavos dijo al otro: << ¡Pobre! ¡Míralo! ¡Qué humilde y sencillo es! Teniendo tanto poder y tanta fortuna… ¡con este frío y sin guantes! ¡Sus manos deben estar congeladas!>>. El otro esclavo le respondió: << ¡No te preocupes! ¡No necesita guantes! Sus manos nunca están ni estarán frías… ¡siempre las tiene “dentro de nuestros bolsillos”!>>. (Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia ¿eh?) Como vemos, unos piensan y opinan de una forma y otros de otra. He utilizado esta historia como introducción porque quería proponerles que reflexionáramos sobre la forma en que compartimos nuestra vida con los demás. Sabemos bien que el ser humano no fue creado para vivir en soledad sino para convivir en sociedad, en familia, en un mundo en donde todos somos diferentes. Estoy hablando de una convivencia fraternal, de amor y comprensión; porque esta es la forma en que podemos asegurar nuestra dignidad y la de los otros, nuestra paz y la de los demás. Al convivir nos damos cuenta de lo que somos y de lo que significan los demás. En esta convivencia tenemos que ser


104 concientes de la necesidad del “otro”. No se trata sólo de obtener “beneficios”, de sacar ventajas. Hablo de compartir como hermanos en todo el sentido de la palabra. En toda convivencia hay beneficios, recompensas, pero también hay “exigencias”. Existen reglas, condiciones, que de alguna manera exigen nuestra responsabilidad. Cuando esto se pone de manifiesto nos cuesta mucho responder porque, por naturaleza, el ser humano siempre trata de escapar de sus obligaciones. Pero no podemos olvidar que somos parte de una sociedad, de una comunidad, de un país. Tenemos que ser concientes para poder integrarnos. ¡No se puede vivir sin integración! Si lo hacemos, disfrutamos de todos los beneficios que nos brinda una sociedad pero también tenemos que contribuir para mantenerla. Sabemos que la sociedad está organizada en distintos niveles: vecinales, barriales, municipales… distintos organismos que nos dirigen en nuestra convivencia para facilitar el bienestar común. Por lo tanto, si estas organizaciones nos brindan un servicio, es lógico que también tengan el poder y el derecho de exigirnos. (Si todos obramos por un bien común, quien es el responsable de mantener este orden, tiene la obligación y el derecho de exigirnos a cada uno). Por lo tanto, nosotros también tenemos que obedecer y cumplir ya que nuestra participación en las obras de bien común redundan en beneficio de toda la sociedad. Sin dudas, convivir es difícil. Además, reconozcamos que somos muy “particulares” en nuestra convivencia. Por ejemplo: un grupo de personas vive en un edificio, todos sabemos que hay que mantenerlo en condiciones. Se organiza un consorcio pero… algunos pagan y otros no. Cada uno tiene sus razones. Lo mismo sucede con los impuestos: algunos pagan y otros no. Cada uno hace lo que mejor le parece.


105 ¿Qué sucede si, por ejemplo, se contrata una vigilancia? Hay quienes no pagan porque manifiestan: << ¡Yo no necesito ese servicio!>> ¡…pero lo usan y disfrutan de sus beneficios! ¿Qué ocurre con la luz? Están “colgados”, no pagan… ¡pero la usan! Ahora, veamos cómo somos: el que no paga, no cumple; pero es el que más exige ¡hasta es capaz de hacer un juicio! El que cumple, lo hace con una conducta de integración y con el concepto claro que, indudablemente, comparte su vida con otros. Sí, algunos pensamos y opinamos de una forma y otros de otra. ¿Recuerdan cuando un grupo de fariseos y herodianos le piden a Jesús que opine sobre los impuestos que les exige Herodes, y si es justo pagarlos? Les recuerdo que los fariseos opinaban que Herodes les “metía la mano en los bolsillos” y los herodianos, por supuesto, estaban de acuerdo con el impuesto. ¿Qué les responde Jesús? “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Jesús dice que hay que dar el mejor testimonio a aquellos que responden a una organización que mantiene el bien común. ¿Cómo? Cumpliendo con nuestro deber. Todos los que contribuyen al bien común no están obrando “para su bolsillo”, sino que defienden a los que más necesitan. (Por supuesto, hay quienes pueden equivocarse y desvirtúan así la institución u organización a la que pertenecen. En ese caso, uno siempre debe reclamar por sus derechos). Por lo tanto, tenemos que responder dando el mejor testimonio de integración y convivencia. ¡Es nuestra obligación moral y espiritual! Como hijos de Dios tenemos que tratar de


106 dar lo mejor de nosotros. Esto habla de nuestra conciencia para convivir en la sociedad que nos ha tocado, lo cual es difícil en todo ámbito. El que vive en el tercer piso baldea y llena de agua a los que viven en el segundo. ¡Pasa! A nuestro jardín entra el gato o el perro del vecino y somos capaces de matar al pobre animal ¡Pasa! A veces, ni siquiera nos saludamos entre nosotros ¡vivimos como aislados! No estamos en este mundo para vivir en soledad. Estamos insertos en una sociedad con la cual tenemos que integrarnos para convivir y compartir la vida. Por lo tanto, no olvidemos: “Todo lo que contribuya al bien común, también será para nuestro beneficio”; y no estaremos haciendo nada más que cumplir con nuestro deber. La vida social y la espiritual son muy importantes. Sin confusiones, tenemos que cumplir con ambas. ¿Dónde coinciden? Recordemos que Jesús dice que el mandamiento más importante es “Amar a Dios por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos”. Amar a Dios y, en la realidad, manifestar ese amor en nuestra convivencia. Quiero invitarlos a analizar cómo convivimos y compartimos la realidad cotidiana con los demás, como hijos de Dios. Que Él nos ayude a encontrar una respuesta fiel y digna en nuestra conciencia.


107 22. Tesoros de Dios

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oincidirán conmigo que, en la mayoría de las veces, para lograr algo, hay que esperar. La vida no existe sin espera. Y aunque esto nos cueste; aunque a veces “desesperemos” mientras esperamos, no tenemos el poder de modificarlo. Lo que sí podemos hacer es poner nuestra mejor predisposición para esperar. ¡La vida es así! Algunos esperan para tener un bebé, otros para que sane su enfermedad, los viejos se sientan esperando que alguien les hable, que alguien los abrace… (¡Mucha gente espera afecto, cariño…!). Es increíble pero, en cada etapa de nuestra vida, esperamos algo. Recuerdo que, una vez, fui a visitar a los sacerdotes jubilados. Uno de ellos, muy anciano, se levantaba a las cinco de la mañana, se bañaba, se cambiaba, se perfumaba y se sentaba afuera esperando a sus parroquianos diciendo: << ¡Estoy seguro que hoy viene la familia “tal” a visitarme!>>. Pero… nadie venía. Conscientes o no, todos esperamos (lo bueno y lo malo). Y tenemos que estar preparados para recibir y aceptar lo que la vida nos ofrezca. Y así como esperamos todas las cosas, también debemos esperar a Dios, a encontrarnos con Él. ¿Observaron que, a veces, cuando esperamos a alguien (y sabemos qué día y a qué hora va a llegar) nuestro entusiasmo es tan grande que nos lleva a la desesperación? No sé si alguna vez


108 vieron la llegada de un barco: los familiares que esperan en el muelle levantan la cabeza tratando de ver “dentro del barco”. Pero, cuando no sabemos ni el día ni la hora, decimos: << ¡Hay tiempo!>>. Esperar a Dios… tampoco sabemos el día ni la hora… también decimos: << ¡Hay tiempo!>>. Jesús siempre nos dice que tenemos que estar “despiertos”, preparados para “las sorpresas de la vida”; de lo contrario, corremos el riesgo de no poder disfrutarlas, o de perderlas. La Biblia dice que “somos un poco de arcilla en las manos del Señor”. Dios, como alfarero, nos da forma y nos da “un tesoro” para que lo cuidemos y así, alcancemos la felicidad. Sí, somos vasijas de barro en las manos del Señor. Él obra para dar belleza y sentido a nuestra vida. Ahora veamos… ¿Qué es lo que hacemos los seres humanos con una vasija de barro?: Un padre tenía cuatro hijos (dos hombres y dos mujeres). A cada uno de ellos le entregó una vasija de barro diciéndoles: << Tienen en ella un tesoro>>. (¿Qué haríamos nosotros si nos regalaran un tesoro?) Veamos que hicieron estos hijos: El primero de ellos conservó la vasija durante un tiempo. Un día se dijo a sí mismo: <<Si fuera de porcelana china… ¡pero es de barro!>> Y, en un “descuido” se le cayó al suelo partiéndose en mil pedazos. (También el Señor nos regala nuestra vida cual vasija de barro; podemos valorarla cada día…o no). El segundo hijo, pasado un tiempo, se preguntó: << ¿Qué hago con esta vasija? ¿Tendrá algo dentro o estará vacía? Me conviene venderla… ¡al menos voy a ganar algo!>>. Y, por tres pesos, “se la sacó de encima”. (¡Era el regalo de su padre!) Una de las hijas usó la vasija para adornar su dormitorio y para guardar en ella sus alhajas. Hizo “su propio tesoro” pero


109 nunca tomó conciencia de él. (Así también nosotros, muchas veces somos inconcientes de lo que somos, de lo que llevamos dentro. Y el Señor dice que a cada uno nos dio un don, una gracia, una vocación; y, a veces, no sabemos apreciarlo. ¿Cuántas veces hablamos de misericordia “para con los demás” y no tenemos en cuenta que también debemos ser misericordiosos con nosotros mismos?). La otra hija pensó: << ¡Qué hermoso el regalo que me hizo mi padre!>> y lo cuidó siempre con mucho amor. Llegó el momento en que el padre estaba muriendo y llamó a sus hijos para ver qué habían hecho con sus vidas. Cada uno de ellos fue narrando lo que había vivido y, cuando estaban por despedirse, la cuarta hija dijo: << Papá, no nos has preguntado qué hicimos con tu tesoro>>. El padre le respondió: << Hija, ya he hablado todo lo que tenía que hablar con ustedes. Con todos sus defectos y virtudes, con todos sus errores y fracasos… ¡Ustedes son mi tesoro!>>. Así también nosotros podemos valorar, o no, lo que recibimos de Dios. Puede que lo cuidemos o que lo olvidemos. Pero Jesús nos dice que, llegado “el momento”, todos nosotros somos “tesoros de Dios”. Por lo tanto, el Señor nos valora, nos encuentra y nos recompensa. Sólo nos invita a que seamos conscientes de que somos su tesoro, que tenemos valor y sentimiento y, con ellos, aprendamos a esperar su misericordia, su amor. A pesar de nuestros errores, Él nos valora y nos dignifica como sus hijos. No olviden: Dios nos dio, a cada uno, una vocación, un talento, una “forma” diferente. ¡No importa nuestra forma, ni lo que pensamos, ni lo que vivimos…! Él nos espera, somos su tesoro sobre la tierra.


110 23. ¿Estar solo o sentirse solo?

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ué difícil es sentirse o estar solo. Todos sabemos bien que es una de las cosas que el ser humano rechaza profundamente. Además, también sabemos que cuando Dios nos hizo, nos hizo para que tengamos la gracia de compartir la vida. Tanto es así que, aunque nosotros decidamos estar solos, la realidad no nos lo permite, siempre necesitamos la presencia de los demás, de una u otra forma, para completar nuestra vida. Por ejemplo, si no existieran las personas que trabajan en los supermercados y me ayudan a hacer mis compras, sería imposible utilizar el tiempo como lo hago. Si no existieran las personas que producen las cosas que me agradan: ropa, comida, las frazadas para cubrirme, todo tipo de necesidades materiales, mi vida no sería igual. La naturaleza nos obliga a convivir y compartir la vida, porque sin la presencia del otro, solitos no somos nada. Pero ustedes fíjense cómo es el ser humano, a veces decide estar solo. Esto no debe tomarse como una condena o como que no se quiere compartir con los demás, sino que se pretende tener una intimidad más profunda, sin tener un compromiso exigente de convivencia. Solamente se comparte aquello que obliga la vida social. Es una elección de vida que hace que su persona se sienta libre sin afiliarse a nadie, sin hacer un contrato con nadie. Es decir: hay gente a la cual le gusta sentirse libre viviendo su vida en soledad.


111 Cuando uno hace esta elección a veces encuentra ciertas cosas difíciles de resolver si bien disfruta su propia vida sin complicar a nadie. Es una forma de vida muy particular que lleva a una libertad de vivencias, de conciencia; la libertad de hacer sus cosas sin estar con nadie. Hay gente que le gusta vivir así, se siente feliz. Por otro lado la vocación que cada uno elige a veces obliga a una vida de soledad, como los religiosos, religiosas o monjes. Aunque viven en comunidad tienen una vida personal, particular, que conduce a la soledad. Porque, aunque comparten con muchas personas, su elección es estar solos, sin matrimonios, sin hijos, sin ese sentir de la vida. A veces se hace difícil y otras se alcanza la felicidad. Esta última se logra si se está convencido de la elección realizada. Si no estamos seguros, si no tenemos bien clara y definida nuestra postura es muy difícil mantenerse en esa elección. Se complica la vida y a veces acarrea grandes problemas. Por eso es importante que aquel que elija estar solo defina y decida sobre aquello que realmente desea para su propia vida. Si no se hace de esta manera puede traer consecuencias no tan agradables. A veces parece fácil pero se puede terminar en un psiquiátrico o condenados por la misma vida. Ahora fíjense “sentirse solo” es otra cosa, totalmente diferente. Significa que esa persona busca una convivencia: alguien que lo ame, que lo cuide y a quien cuidar, alguien que realmente comparta su vida. Estas personas se sienten obligadas a sentirse solas. Si por nuestra propia naturaleza todo el mundo nos rechaza; aunque nosotros sintamos que tenemos un corazón grande para amar y ser amados y nadie responde a esto, la vida se hace muy difícil. La soledad siempre nos destruye, nos quita energía, nos impide tener un proyecto, una esperanza, para seguir luchando; uno puede llegar a sentirse inútil, no realizado.


112 También puede pasar que, aún sintiéndonos realizados, cuando la vida nos obliga a sentirnos solos sea muy difícil. Por ejemplo cuando, por alguna razón, la persona que nos ama desaparece, la familia desaparece o cuando, por razones de trabajo u otras, tiene que viajar solo…es una prueba. Mucho más duro se hace cuando la vida nos obliga en ciertos momentos en los que no estamos tan fuertes por ejemplo: cuando llegan los 50, 60, 80 años y te quedás sin tu pareja, sin tus amigos. Entonces uno se comienza a preguntar: “¿Quién sabe bien preparar mi desayuno? ¿Quién tiene capacidad de preparar aquella comida, huevo frito, papa frita, como me gusta a mí?” Pasan estas cosas. A veces uno se pregunta: “¿Quién me cuidará? ¿Quién podrá bañarme, ayudarme, cuando esté enfermo?” Muchas preguntas surgen en la mente del que se encuentra obligadamente solo. Es lógico. Uno tiene miedo que nunca va a encontrar a nadie que pueda acompañarlo o darle una respuesta fiel. Es cierto que nadie puede calzar los zapatos de otro y que siempre los recuerdos, los amores, sentimientos, son particulares, ¡imposible perderlos en el camino! Porque nosotros nos acostumbramos a la forma de ese afecto, así, como lo recibimos, a ese apoyo, a esa presencia. Cuando fallece alguno de los compañeros, es increíble como se siente el vacío, la inutilidad de continuar. Porque ese amor compartido “rellenó” la vida de una forma que nadie podrá tener la capacidad de hacer lo mismo. Por eso cuando la vida nos obliga es difícil quitar esa soledad. Hay matrimonios que cuando tienen que separarse es increíble como se sienten vacíos e inútiles. Pero de cualquier forma, cuando uno queda solo, (por sus propios defectos o la realidad de la vida o por obligación) tiene que tener mucha paciencia. Si uno se siente condenado, rechazado, no encuentra a nadie de quien enamorarse, nadie con quien formar una familia


113 o simplemente alguien que lo acompañe, y… uno tiene primero que preguntarse por qué llegó hasta ese punto, y a su vez, también buscar la forma de no estar amargándose la vida; porque no se puede vivir así, ya que si uno mismo se siente condenado no se logra avanzar. Entonces, en momentos como esos recuerden: de cualquier forma, aunque convivimos, compartimos y hayamos tenido muchas historias de amor, la vida nos lleva hacia la soledad. Es constante y, sea como sea, nacimos solos y morimos solos, no se olviden de esta realidad. Con seguridad, la vida que llevamos en la tierra produce su propia historia y sus frutos conforme a cómo y con quienes compartimos. Pero, cuando se sientan obligados a vivir en soledad, traten de buscar una respuesta positiva. Tratemos de integrarnos a lo demás lo mejor posible, para no dejarnos arrastrar por la depresión, ya que ésta condena la vida. Aunque la realidad nos obligue duramente a quedarnos solos, demos tiempo al tiempo, porque yo creo que el tiempo, de alguna forma nos enseña y nos facilita la posibilidad de equilibrar las cosas. Muchos problemas de soledad, con el tiempo, se resuelven de la mejor manera. Sé que uno suele tener miedo de no encontrar a nadie, pero siempre aparece alguien. Tal vez no para casarse ni para establecer una convivencia pero, por lo menos para apartarnos de esa soledad que tanto mortifica. El tiempo y la forma en que nosotros actuamos con los demás, y con nosotros mismos, resuelven el problema de la soledad en el momento menos imaginado. Las personas mayores suelen sentir mucho miedo a la soledad pero, con el tiempo, el dolor, el sufrimiento, va desapareciendo cuando la misma vida, que no se detiene, te lleva a encontrar nietitos, nuevas personas que ingresan a la familia, hijos, todo se transforma en una forma muy particular que acompaña e


114 impulsa a vivir sin sentir soledad. Amigos: cuando esos momentos entran en la vida son como tormentas; esas tormentas que dejan paralizadas todas las cosas por lo imprevistas y duras, pero ¿qué pasa?; la tormenta no permanece toda la vida. Si no que se va, despacito, despacito, hasta que llega un momento en que todo queda limpio y sereno para que podamos comenzar a sentir algo nuevo, bueno y diferente. El tiempo cicatriza las heridas. El tiempo nos permite encontrar capacidad para vivir. Si tu decisión fue elegir estar solo, proponte luchar y disfrutar de esa manera. Si en cambio te sentís solo/a, buscá la mejor forma de encontrar vivir saludablemente, sin mendigar, sin condenar, más bien disfrutando todas las realidades que Dios pone a tu alcance, diariamente, para que no te abrume tu soledad. Sabemos muy bien que, aunque todos nos abandonen, Dios nunca nos abandona. Que refugiándonos en Él encontremos la fuerza, la paz, la seguridad y la fortaleza para vivir sin soledad.


115 24. Démosle tiempo a la vida

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odos, de una manera o de otra, somos personas nerviosas. Algunos, prudentemente, dominan su nerviosismo y otros, por ese mismo nerviosismo, se pierden. ¿En qué nos afecta esto? En todo. En comer una comida, en disfrutar un momento con alguien que queremos, en tomar decisiones y, sobre todo, en “esperar” a la vida. Cuando alguien está sumido en un mar de nervios le cuesta esperar que la vida transcurra; resulta ser una de las cosas más difíciles. A veces, debido a la misma desesperación, angustia o nerviosismo, se “achica” la vida a un minuto. ¿Me explico? Suele pasar muy seguido. Hasta la persona más sabia, prudente, rica; el mejor hombre/mujer, en un momento de desesperación, debido a su impaciencia, reduce su vida a un minuto, aún teniendo la posibilidad de prolongarla por años. Esas son las personas que recurren al suicidio. Tienen un problema, se ponen nerviosos, los nervios los llevan a desesperase y, la misma desesperación hace que tomen la decisión de truncar la vida. ¿¡ Qué cosa , no?! En lugar de buscar respuestas destruyen la existencia. Por eso, ¡aprendamos a dominar nuestra impaciencia, nuestro nerviosismo, y también nuestras imprudencias! ¿Cómo hacemos? Actuando con serenidad, dando tiempo a la vida, justamente eso, ¡demos tiempo a la vida para que ella remedie, transforme, disipe!; sin intentar resolver todo en dos minutos… demos tiempo.


116 No tenemos que apurarnos en tomar decisiones. Especialmente cuando tenemos que tomar una decisión drástica ante un momento en el que nos sentimos discriminados, exigidos, condenados, inútiles… porque las reacciones a las que pueden llevarnos, las cosas de todos los días, son terribles. Cuando, por algún motivo, nos sentimos como tontos, sin recursos, y creemos que no vale la pena vivir, seguir intentando hacer cosas… perdemos el razonamiento, nos atrapan los nervios y la desesperación nos envuelve; entonces predomina la bronca sobre cualquier otra cosa, la mente se nubla y, aunque parezca imposible, en esos momentos tomamos decisiones. Es así, pero debemos ser muy prudentes. ¿Qué significa ser prudentes? Ver: cuándo, dónde, por qué, para qué y cómo tomamos esas decisiones. Saber: dónde estamos parados y prever: qué puede suceder después. Por ejemplo: si vos estás viajando en un barco en medio de un gran océano y te enojás con el capitán porque éste te insulta o te dice cosas como: “es una lástima que vos estés arriba del barco”; ciertamente te vienen muchas ganas de abandonar la nave. Entonces… saltás hacia el mar; no sé, tal vez si sos experto en natación y especialista en sobrevivir en medio de tiburones o quizás miraste que había un barquito cerca para refugiarte por lo menos, está bien tu decisión pero, de igual manera, es una imprudencia total, porque es un riesgo que limita tu vida a minutos. En lugar de demostrar que sos capaz de resolver las cosas estás demostrando que sos un hombre que no tiene paciencia con la vida, ni siquiera tratás de entenderla y tomarte tu tiempo para buscar una solución. Con la moral baja considerás que lo mejor es acelerar el final. ¡Pasa!, con más frecuencia de la que suponemos. A veces sucede porque se actúa sin pensar (es que cuando tu cabeza está confundida, es difícil pensar), y cuando lo querés hacer ya estás


117 flotando…flotando para siempre. ¿Cuál sería la respuesta prudente? Analizar, “masticar” las cosas que los demás dicen, aún si fueran palabras del mismo capitán (¿quién asegura si es cierto o no?) y luego, darle a todo su justo valor, asumir las cosas o la realidad de las cosas. Porque, por ahí, alguien puede insultarte, decir algo pero, si no es cierto, no tiene por qué darte vergüenza; justamente porque ¡no es cierto! Algunas personas me dicen: “Sí, pero me da vergüenza porque no soy así, ¿quién lo va a entender?” Mientras tu conciencia y Dios te entiendan, resta valor a los dichos de los demás. Supongamos también que alguien te está criticando verdaderamente, ¿te importa?... En realidad la importancia radica en que tú conozcas la verdad. Posiblemente la gente que te critica no conozca la verdad, lo hace simplemente para ofenderte o lastimarte. Por todo esto amigos, es que tenemos que aprender a “manejar” nuestra vida. La impaciencia y la imprudencia de un minuto, te pueden hacer “desaparecer del mapa”. Cinco minutos para analizar, pensar tranquilo, razonar, sobre todo pidiendo la gracia de Dios, el perdón de Dios, la fuerza de Dios, te cambian la vida. Además, si le das tiempo a la vida para resolver, lo hará mucho mejor que si actuás impulsivamente. Pensemos en aquella persona que estaba en el barco, tenía dos opciones para bajar de él: tirarse al mar o esperar que el barco llegue a algún puerto y descender. Ese tiempo, que dejás que transcurra antes de tomar la decisión de bajar o no, es un tiempo muy importante porque te da la posibilidad de: pensar, primero tranquilizarte, controlar tus impulsos, escuchar otros conceptos, compartir con otras personas qué tipo de decisión sería más conveniente…


118 Siempre es mejor tomarnos un tiempo para orientar nuestra cabeza y nuestro corazón, antes de tomar una decisión. Ese tiempo de aguantar, hasta lo insoportable, naturalmente, te lleva a razonar mejor. Recordemos al señor de la historia; en una de esas, si se toma un tiempo prudencial antes de actuar, llega al puerto y, como una persona realmente responsable baja del barco, saluda al capitán: “Mucho gusto”… y ahí termina todo. Con esa actitud le enseña al capitán a no ser impulsivo y a saber conducirse, en el futuro, con otra persona. Tu forma de actuar puede abrir el corazón de los demás al entendimiento, porque tus reacciones siempre producen resultados positivos o negativos. En el barco de la vida tenemos que compartir con personas que nos agradan y con las que no, y es bueno, porque de alguna forma se asume otro concepto del vivir. Saber que a lo largo del recorrido siempre habrá personas que te afectan, te critican, te menosprecian, molestan o interrumpen tu paz interior, te lleva a que tu decisión sea más fuerte: vivir tu propia vida. Es lo más lindo que podemos hacer. Por supuesto, sin hacer daño a nadie, simplemente vivir. Cuesta, porque tenés que estar vigilante, atento a las cosas que hacen los demás, pero pasado el tiempo tendrás la posibilidad de corregir a esas personas si ellas están equivocadas, y si ellos tienen razón tendrás todas las posibilidades de corregir tu propia vida. Ésta es la maravilla que yo creo sucede con todo aquello que pasa día a día. Tanto lo bueno como lo malo siempre nos enseñan, ¡es maravilloso!. La vida se sucede cada veinticuatro horas y cada día se aprende algo nuevo. Si en esas horas vivimos momentos desagradables no podemos decir que toda la vida será desagradable, sino que aprenderemos de lo sucedido para proyectar tu futuro.


119 Dios nos permite soportar, compartir, sobrellevar…para aprender. La vida es difícil, persigue, condena; el mundo tiene sus propios criterios, pero nosotros, para no confundirnos, podemos alcanzar los propios con paz y amor. Recuerda: cuando hay problemas nunca intentes abandonar el barco. Antes de saltar sé prudente, paciente, dale a tu vida el tiempo que merece, porque tu vida no se encierra en un minuto, ni en un día. Según como la desarrollemos y llevemos adelante siempre tendremos gran capacidad para encontrar dignidad y felicidad. Pienso que, a lo largo del camino, aprender a vivir es lo que nos da más felicidad y, cuando seamos viejos, la memoria de esos días de nervios e incertidumbre nos harán reír y decir a toda voz: “Fui capaz de manejar mi vida”. Ojalá Dios nos facilite el entendimiento para encontrar el camino sin confundirnos en nuestras decisiones.


120 25. La fe va más allá de cualquier análisis humano

A

migos: siempre es hermoso meditar sobre la Eucaristía; el pan del cielo que cada día nos alimenta. Todos sabemos que la vida es un largo camino en donde necesitamos fuerzas (físicas y psíquicas) para poder sobrevivir. Hace mucho tiempo un hombre llamado Elías, quien se había entregado a Dios, vivía su fe, rezaba día y noche esperando que el Señor lo cuidara siempre. En un determinado momento de su vida se encontró en medio del desierto amenazado por el hambre, por la muerte. Fue entonces que, agradeciendo a Dios, dijo: “Señor, ya no tengo más fuerzas, ya no puedo más; te entrego mi vida sin quejas, acepto tu voluntad”. Y sintiendo que estaba a punto de morir, decidió recostarse debajo de un árbol y así, entregar su vida al Señor. ¿Qué ocurrió? Apareció un Ángel que le dio pan y agua y le dijo: “Levántate y come porque el camino es largo; el Señor nunca te abandona, aquí tienes para que recuperes tus fuerzas y puedas seguir caminando”. Y es así: Dios no sólo nos cuida en lo espiritual sino también en lo material. Pero… ¿Quiénes descubren esta protección, esta providencia divina? Aquellos que creen, que viven y se entregan más allá de la condición humana. Cuando uno tiene fe, esta fe obra, y lo


121 hace hoy, mañana y siempre. Jesús vino a nosotros para asegurar que los hombres tengamos pan material y espiritual para vivir dignamente. Nunca olviden, cuando Jesús nos enseñó a rezar nos dijo que lo hiciéramos de esta manera: “Danos hoy nuestro pan de cada día”... Entonces, no tengan miedo de pedir también el pan material porque Dios lo dará. Pidan y Él les dará. Si le piden al Padre, jamás les va a negar nada. Pidan con fe; ya que “si piden pan no les dará una piedra” y “si piden un pescado no les dará una serpiente”. Los hombres, seres humanos llenos de defectos, jamás darían una piedra a un hijo que pida pan. ¡Cuánto más cuidará de nosotros, Dios Padre, si le pedimos con confianza y amor! Pero, a pesar de saber esto nosotros siempre esperamos grandes milagros, no alcanzamos a comprender que el milagro es que Dios nos da pan todos los días, simplemente, porque nos ama. “Las aves del cielo no siembran ni cosechan pero nunca les falta alimento. ¡Cuánto más cuidará el Padre de ustedes!”. Sin embargo, nos cuesta muchísimo tener fe y esperanza en el Señor y entonces... ¡dudamos! Los hombres siempre hemos dudado. En aquel tiempo cuando Jesús habló así a los que le rodeaban, estos murmuraron: “¡Es el hijo del carpintero, uno que vive en medio de nosotros! ¡Está hablando de dar pan a todos! Y además dice: “¡Yo soy el pan bajado del cielo!”. (“Todos” dudaron y murmuraron). Los hombres no nos damos cuenta que Dios obra de una manera maravillosa, simple y sencilla, y que lo hace cotidianamente en nuestra vida. Cuando nació en un pesebre también dijeron: “¡¿Cómo?! ¡El Mesías no puede nacer en un pesebre, tiene que nacer en un palacio!”


122 Y el Señor siguió obrando de la manera más simple y sencilla pero... como nosotros esperamos grandes cosas... solemos perder de vista sus bendiciones, ya que Él se hace presente en las cosas más pequeñas. Yo tengo mucha, mucha fe en Jesús, en la Eucaristía; y esto es gracias a mis padres que me inculcaron esa fe. Cada vez que escucho el Evangelio recuerdo cuando tenía catorce años: Mi padre quedó sin trabajo y estuvo así por tres años (fue suspendido en la fábrica donde trabajaba). Mis padres siempre decían que teníamos que rezar y ¡nunca dejamos de hacerlo! Durante mucho tiempo comimos una sola vez por día. Les aseguro que, a veces, no había un peso en la casa, pero la comida nunca nos faltó. (¡Es increíble! ¡Es el Señor que obra!). Quizás no comíamos manjares, pero nos dio el pan de cada día, todos los días. Siempre pasaba algo: nos hacían un regalo o llegaba un pariente con un montón de cosas. Siempre teníamos un signo que nos manifestaba la presencia de Dios. Cuando llegué a Argentina, también me pasó (¡y varias veces!). En más de una ocasión, cuando volvía a mi hogar, luego de haber atendido a la gente o de haber bendecido alguna casa, y me daba cuenta de que no tenía nada para comer, yo decía: “¡No importa! Hasta que abran los negocios, tomo un té y duermo”. Un día en que tenía mucha hambre y nada para comer, golpearon a mi puerta: “Padre, recién lo vimos pasar y, como estamos comiendo un asadito, acá tiene” (asado, ensalada y ¡torta!). ¡El Señor es así! Recuerdo que, en mi infancia, un montón de veces, sucedieron cosas como estas. ¡Jamás falto el pan de cada día! Por supuesto que nosotros tenemos que poner de nuestra parte y hacer todo lo posible. Yo sé que a veces estamos muy “apretados” y ansiosos, pero


123 recordemos, Jesús nos dice: “No me busquen sólo para saciar el hambre material, sino también para buscar la gracia de Dios”. Esto es algo que muchos no entienden. La mayoría de las veces no buscamos la gracia de Dios, pero… el que busca sólo lo material pierde; porque la ansiedad, la desesperación y muchas otras cosas, le impiden, humanamente, confiar ciegamente en Dios. Recuerdo un día en que estaba confesando a adultos que esa noche recibían su Primera Comunión. Entre ellos, había varias personas entre cincuenta y ochenta años que me decían: “Padre, ¡cuánto hemos perdido en la vida por no conocer el alcance de la fe!”. Es que la fe transforma y, aunque pueda pasar que no comamos un día, nos da fuerzas para sobrevivir. La fe en la Eucaristía nos da Vida, Vida verdadera. Hay muchos testimonios de sanaciones imploradas a Jesús frente al Santísimo y muchas también son las personas que han sanado, aquí, en la Parroquia: ¡los ha sanado Jesús, su fuerza! Jesús Eucaristía; pan vivo bajado del Cielo. Él nos dice que si nos alimentamos de su presencia, encontraremos su gracia y su misericordia. La gracia de Dios nos asegura la Vida y la vida no depende del pan sino de la Gracia. Es fácil predicar, es fácil escuchar pero… cuando uno llega a su casa y encuentra los bolsillos vacíos ¡nos olvidamos de todo! ¿No? Y es que no es sencillo tener fe y perseverar en ella; los proyectos, las ideas, nos confunden y no nos dejan ver la realidad: “La fe va más allá de cualquier análisis humano”. Jesús nos dice que Dios nos cuida, en lo material y en lo espiritual, si nosotros también nos cuidamos y luchamos para buscar, con su ayuda, nuestro pan de cada día. Esto no significa sentarnos a esperar que el pan baje del cielo sino que el Señor obra de forma increíble con nuestros talentos y nuestras capaci-


124 dades: cuando nosotros damos dos pasos, Él da diez para asegurar que obtengamos lo necesario para ese día. Tengamos fe, esa fe que mueve montañas; fe para creer y entregar nuestro ser hasta encontrar Vida en abundancia. Una vez más queridos amigos ¡Gracias! por todo lo que brindan, que Nuestro Señor los recompense con abundante salud, trabajo y paz.


125 26. Tengamos paciencia y confiemos

Q

ueridos amigos: todo comienzo de año nos presenta la imagen de María, esa mujer que supo defenderse (en lo bueno y en lo malo) con la gracia de Dios, con mucha fe y, sobre todo, con paz y tranquilidad en su corazón. ¿Se preguntaron por qué? Para que nosotros tomando a María como modelo de paz, al igual que ella, aprendamos a enfrentar lo bueno y lo malo que pueda presentarse en nuestras vidas. Recordemos un poquito: María tenía muchas cosas que podían preocuparla. El hecho de ser la madre de Jesús era algo que no podía terminar de captar, a través del razonamiento humano. Su vida fue mucho más complicada de lo que podemos imaginar. Y si hay algo para admirar en ella, y para imitar, es la serenidad y la paz con que dio cada paso, en cada momento de su vida. Jamás perdió la esperanza. ¡Qué hermoso empezar el año así! Nosotros también, cuando empezamos un año, tenemos muchos proyectos y muchas inseguridades, incertidumbre, pero también tenemos ganas de vivir un año diferente. Si puede ser mejor en hora buena. Cuando a María le anunciaron que sería madre de Jesús, su proyecto de vida se presentó hermoso. “Mi alma canta la grandeza del Señor; porque Dios ha mirado a su humilde servidora, él me dio su fortaleza”, así se expresó con mucha alegría. Pero ya, antes del nacimiento de Jesús, su vida comenzó a complicarse. Tuvo que ir casa por casa buscando un refugio y todos le cerraban


126 la puerta. Aún así, nunca perdió la esperanza, siguió buscando, feliz, porque iba a dar a luz y sabía que, aunque humanamente le cerraran todas las puertas, la gracia de Dios nunca la abandonaría. Ni cuando tuvo que escapar de Nazaret, ni cuando se escondió en Egipto. Si rememoramos la vida de María, hasta que llegó junto a Jesús al calvario, veremos que fue una vida llena de complicaciones pero siempre sobrellevó todo con serenidad y paz, aceptando la voluntad de Dios. Aprendió a ver lo positivo en medio de lo negativo. Vio que Dios obraba en ella siempre, dándole entereza y seguridad, para afrontar todo y salir adelante, tanto en lo bueno como en lo malo. ¡Es difícil!, lo sé, pero hay que aprender a tener paciencia y confiar. ¿Saben?, la paciencia y la comprensión muchas veces se pierden cuando hay cansancio psíquico, y este cansancio se da porque no hay paz interior, porque vivimos corriendo sin detenernos a contemplar por un instante la grandeza de Dios. A veces, uno dice que a María le fue posible vivir así porque fue una elegida de Dios, que fue por eso que pudo soportar todo. Pero la historia diaria nos demuestra que, cuando un ser humano es positivo y está dispuesto a luchar, puede alcanzar hasta lo imposible. Es que Dios, con su gracia, está presente en cada uno de nosotros como lo estuvo en María. Aunque seamos pecadores, nunca nos niega su misericordia. Al igual que María que supo enfrentar la adversidad con total entereza, muchas otras personas que nosotros conocemos o hemos oído nombrar, nos demostraron que, cuando hay paz interior y pensamiento positivo, se puede lograr lo increíble. Por ejemplo: Beethoven; fue un gran músico pero, aunque parezca mentira, era sordo. Sin embargo, todo el mundo habla de sus grandes obras. Entre ellas la Sinfonía Nº 9. Esta sinfonía


127 tuvo una característica muy especial: Beethoven no sabía cómo finalizarla. ¿Saben qué hizo? Fue componiendo el final “nota tras nota”, con infinita paciencia. Así llegó a concluir una de las maravillas musicales más grandes del mundo. Cuántas cosas pueden lograrse cuando hay paciencia, confianza y pensamientos positivos. Vivir así nos ayuda a recuperar energía y seguir; levantarnos y resurgir, para que cuando lleguen los momentos difíciles soportemos hasta lo imposible. María pudo sobrellevar hasta el calvario de su hijo, pero también tuvo la gracia de llegar hasta la Resurrección. Quisiera que comencemos el año llenos de pensamientos positivos, acumulando lo bueno de nuestra vida, atesorando las gracias recibidas, guardando todo dentro de un lugarcito de nuestra mente y nuestro corazón para cuando lleguen los momentos difíciles. Aprendamos de la naturaleza; hagamos como los bulbos de ciertas plantas que están debajo de la tierra durante la época de nieve. Cuando llega el invierno, la planta desaparece de la superficie, uno cree que ha muerto pero... ¡qué maravilla!, el bulbo que está debajo de la tierra está luchando por sobrevivir. ¿Cómo lo hace? Sabe que los rayos solares son indispensables para que exista vida sobre la tierra entonces, cuando es primavera o verano, absorbe energía solar y la acumula para poder sobrevivir durante el invierno, bajo la nieve. ¿Sabían esto? Los seres humanos, pueden hacer mucho más que todo esto pero, a veces, no sabemos acumular nada. Nuestro corazón entonces, se encuentra sin fuerzas, sin calor, sin fe. Por eso amigos, en estos tiempos, llenémonos de la gracia de Dios, porque ella nos permite fortalecernos espiritualmente, revistámonos de la fuerza de la fe, recordemos la fuerza y el amor de María y avancemos con la seguridad de que podremos sobrellevar todos los momentos complicados que se nos presenten en el día a día.


128 María hizo esto, es modelo de esto. Cada vez que tuvo algo para recoger, conservó esa energía Divina para superar lo adverso con mentalidad positiva. Los invito entonces, a que este año comiencen a componer su propia sinfonía, la principal; como lo hizo Beethoven, con mucha paciencia, nota por nota, para alcanzar lo mejor en nuestras vidas. Y, por supuesto, con la fuerza interior que Dios nos ha dado para vivir y compartir nuestra paz interior. Aquel que se reviste de serenidad, confía en el proceso de la vida, acepta los signos de los tiempos y logra ver lo positivo aún en medio del dolor, alcanza grandes cosas; así lo hizo María y tantos otros seres humanos, como nos muestra la historia. Recuerden: es normal tener altibajos en la vida, pero nunca se dejen acobardar. Deben conservar, reforzar sus vidas, con la gracia de Dios para poder sobrevivir en los momentos difíciles y mostrar que, a pesar de que la nieve y el invierno nos cubran, pueden surgir hermosas flores, porque dentro de nosotros hay una fuerza que no puede ser vencida: la paz interior. Pidamos hoy que esa paz y la fuerza de Dios nos acompañen. ¡Les deseo toda la felicidad del mundo! Que se concreten sus mejores deseos y la fuerza espiritual, la fe y la paz interior, los ayude a vivir el mejor año de sus vidas. Seamos positivos como lo fue María. Que Dios nos ayude para tener un año lleno de paz y amor.


129 27. Paz interior: un secreto personal

L

a vida intelectual ocupa un valor muy importante en nuestra existencia pero, no se confundan, este valor intelectual, de ninguna forma, asegura nuestra paz interior. Digo esto porque he escuchado a muchas personas comentar: “Tengo que buscar paz interior, entonces, tengo que hacer…tal cosa…” (Puede ser: estudiar más, hacer algún curso o alguna otra actividad mental). De alguna forma están pensando que la paz interior depende de la vida intelectual. Y, en cierta forma sí, porque cuanto más educamos nuestra vida, la civilizamos, aprendemos a manejar nuestros sentimientos y reacciones. La educación seguramente nos lleva a otro estilo de paz interior; nos ayuda a comportarnos en medio de una sociedad. La vida intelectual asegura nuestro desarrollo psíquico, moral y espiritual; entonces nos da, en cierta forma, una conciencia, con la cual podemos trabajar sobre acontecimientos y cosas. Es decir: una conciencia más responsable que aquel que no tiene ninguna formación. En consecuencia, la misma inteligencia exige, a veces demasiado, a veces de diferentes formas, la necesidad de tener paz interior. De cualquier manera ser inteligentes y cultos no nos asegura estar llenos de paz. Si así fuera los pobres o ignorantes nunca podrían alcanzarla y sabemos que no es así. Suele suceder que cuanto más inteligente es el hombre con más facilidad pierde su paz interior; porque lo intelectual lo hace razonar y razonar, pensar y repensar, sobre un montón de


130 cosas. También produce más miedo. (Más conocimientos más miedos). Vamos a un ejemplo: los médicos. Muchos médicos cuando están enfermos tienen más miedo que los pacientes ante esa misma situación, porque el mismo conocimiento que poseen sobre la enfermedad los hace anticiparse al diagnóstico y los síntomas. No pueden engañar su propia conciencia. A veces, no sé hasta qué punto saber mucho asegura la paz interior. Por otro lado, muchos infortunados, al no conocer la gravedad y el significado de sus sufrimientos, teniendo una enfermedad, no saben si es grave o es una pavada y, al desconocer esto, pierden la paz interior porque se apoderan de ellos: el terror, la angustia y la incertidumbre. Amigos: en realidad la paz interior es un secreto personal. ¿Dónde y cómo logramos acercarnos a ella? Ni en la ignorancia total ni en la exagerada inteligencia, más bien en la sabiduría divina, porque todo lo que humanamente no podemos entender la sabiduría divina lo rebela al más pequeño y al más humilde. Por eso es que, a veces, tropezamos con gente muy pobre que no conocen nada, que nada pueden analizar intelectualmente, pero que confían en que, con la gracia de Dios, van a encontrar una respuesta para la vida; es decir: “se abandonan a la gracia de Dios”. Su rudeza confía en la sabiduría de lo alto. Lo mismo pasa con gente grande que conoce muchas cosas pero depositan su vida en la sabiduría de Dios pensando que Él les brindará una respuesta. Ahí es cuando nos dirigimos, más allá de lo intelectual, hacia la fe y confianza en un Dios que salva. La paz interior, justamente, se alcanza utilizando los dones que recibimos para desarrollar nuestra vida: sabiduría, prudencia, fortaleza, paciencia… una diversidad de dones que Dios nos regaló para acompañar el camino. Por ellos cada uno de nosotros tiene la capacidad de decir: “Hágase tu voluntad” y sabemos que, en momentos difíciles, esas virtudes recibidas de lo alto nos brin-


131 dan la gracia de sobrellevar las cosas. Cuando hay conflictos cada uno de nosotros sabe que tiene la posibilidad de perdonar y, naturalmente, alcanzar la paz interior. Podemos controlar nuestro temperamento y así lograr paz interior. También sabemos que si alguien está equivocado y esa persona no tiene capacidad de comprender, de alguna manera nuestra comprensión, tolerancia y benevolencia, nos llenan de paz interior. Por todo esto es que el secreto de la paz interior es algo muy personal, no depende de nuestra educación sino de la forma en que enfrentamos la vida. En ocasiones me he encontrado con gente que sabe rezar poco pero no se siente mal en presencia de Dios, ante su gracia, porque más allá que en la inteligencia humana ellos confían en la sabiduría divina, más allá que en sus propias fuerzas ellos confían en la fuerza de Dios. La vida netamente intelectual, algunas veces, suele confundir. ¿Por qué? Ustedes saben que hay personas que creen tener respuestas para todas las cosas; piensan que la ciencia y la tecnología lo resuelven todo. Sí, los avances tecnológicos nos llevan, en cierta forma, a conocer más cosas y profundizarlas pero, en el fondo, no tienen respuestas para todo. Tampoco nos vayamos al otro extremo diciendo que la inteligencia no sirve. Sabemos bien que el desarrollo científico ha dado muchas respuestas a la vida y esto nos da cierta paz y tranquilidad. Por ejemplo, hace unos días, escuché sobre la cantidad de medicamentos que han surgido para tratar a los enfermos de SIDA. ¡Es increíble la inteligencia humana! En cierta forma nos acerca tranquilidad. La ciencia da, pero tiene que probar y comprobar; nadie sabe si el resultado es ciento por ciento favorable. Entonces, siempre queda un poquito de angustia; aunque nos acerque a una dosis de tranquilidad algo queda por aclarar. En cambio, Dios tiene todas las respuestas sobre nosotros… Cuesta entender la paz y la serenidad que se alcanzan al


132 entregarse confiadamente en los brazos del Señor. Anoche atendí a una mujer que se encuentra en un estado avanzado de cáncer. La ciencia dice que no hay más salidas, pero esta persona tiene una paz indecible. La ciencia dice que está a un paso de morir, pero ella está llena de entereza y paz. A su alrededor todos lloraban pero ella decía: “Gracias, yo sé que Dios no me deja sufrir”. Fíjense en sus palabras, en cierta forma está preparada para aceptar, tanto la vida como la muerte. ¡Increíble!... con una serenidad total. Pensemos en algunas personas mayores, con educación o sin ella, llegada una cierta edad no depositan su confianza en la ciencia ni en la inteligencia personal, solo confían en la gracia de Dios, en Su paz, Su sosiego; el único que puede marcar el camino para asegurar el futuro con equilibrio. La paz interior no es un proceso intelectual, es un proceso espiritual, personal y depende de la forma en que cada uno acepta y comparte su vida en la gracia de Dios. Asimismo hay gente que no cree en nada, que no pertenecen a ninguna iglesia y también tienen paz interior, hay que reconocerlo. ¿Por qué sucede esto? Porque, de alguna forma, estas personas tienen una conciencia sana que asume y busca su propio destino sin confundirse con las cosas que lo rodean. Pero, ciertamente, solo si uno tiene una vida espiritual puede lograr esa calma, que se mantiene y crece, a través del paso del tiempo. Hoy y todos los días, pidamos a Dios ese don, esa sabiduría divina que nos ayuda a interpretar y encontrar respuestas en cada cosa que nos sucede; para que así, confiando y creyendo, podamos alcanzar la paz. No dudemos de la ciencia y la tecnología pero tengamos la certeza que si uno se entrega diciendo: “hágase Tu voluntad”, con un desprendimiento total de las cosas materiales, sentimen-


133 tales o emocionales, alcanza la paz. Es difícil, pero de esta forma sí es, verdaderamente, un logro espiritual. Cuando uno sabe bien que nada depende del dinero ni del poder y aprende a desprenderse de lo social para depender solo de la gracia de Dios, su formación espiritual ha dado frutos. La verdadera paz se alcanza cuando el hombre logra entender el significado de estas palabras: “las aves del cielo no siembran ni cosechan pero Dios Padre nunca se olvida de ellas, jamás deja que le falten aire, comida, para que puedan disfrutar de la vida”. ¿Podemos lograr una fe así? Tal vez alguien diga que es una locura pero ahí está el secreto: abandonarse a sí mismo en la gracia de Dios. No se equivoquen, cuando digo “abandonar” no estoy diciendo bajar los brazos y no hacer nada, sino hacer todo lo que está a nuestro alcance como si todo dependiera de nosotros y dejar el resto, lo que no podemos hacer, en las manos de Dios. Ese resto, es el que la inteligencia humana no puede explicar, es algo que depende de nuestra propia necesidad y se resuelve confiando en la gracia de un Dios que obra. Pidamos a Jesús paz interior y fe para compartir su vida.


134 28. Mi fuerza es la Eucaristía

E

n esta vida, sin convicciones, sin fe, sin confianza, es muy difícil lograr algo. La falta de confianza nos hace sentir débiles, la debilidad nos lleva al temor y el temor paraliza. Es así, la inseguridad y el temor, prácticamente, paralizan la vida. Es bueno saber que durante el camino, siempre encontraremos momentos difíciles, de indecisión, que nos lleven a sentirnos perseguidos, marginados, olvidados, frágiles. Para poder sobrellevar esto cada ser humano necesita sentir confianza en algo o en alguien, encontrar una respuesta muy profunda y un lugar en donde obtener esa energía tan necesaria para salir adelante. La vida no es fácil, tiene sus altibajos, sus exigencias, también sus recompensas pero, sobre todo, requiere coraje y fuerza para afrontar las cosas ¿De dónde los sacamos? Bien, recordemos la historia de David y Goliat (Antiguo Testamento). David era un hombre común y sencillo pero llegó un momento en el que tuvo que hacerle frente a aquel gigante: Goliat. Goliat tenía una fama terrible, se decía que agarraba cualquier persona y la aplastaba, que podía levantar cualquier peso. Superaba ampliamente a David; pero éste tenía que enfrentarlo y demostrar, de alguna forma, que tenía capacidad para manejar su pueblo, no con fuerza física más bien con la fuerza de Dios que acompañaba su vida. David se refugia en la gracia y la fuerza de Dios; porque confía en que, pase lo que pase, Dios nunca abandonará su per-


135 sona. ¡Cuánta fe! En muchísimos momentos de nuestra vida, todos nosotros necesitamos una fe como esa, porque cuando ante nuestros ojos desaparecen las salidas, no encontramos respuestas, nos sentimos al límite de nuestra capacidad, nuestra energía y nuestra forma de resolver conflictos, sólo la fe nos alienta. Yo creo que a todo el mundo le pasa. La incertidumbre, las dudas, naturalmente, nos llevan a bajar los brazos o correr para “desaparecer del mapa” pero… también podemos enfrentar las cosas. Y esto último pareciera ser lo más difícil. Porque para hacerlo hay que tener esa fuerza, ese coraje que, hasta puede disponer de nuestra vida. David, aquel gran rey, confiando en la gracia de Dios “puso la cara”, empezó a pelear, a manejar a Goliat pensando en el orgullo y la vanidad que éste poseía. Goliat confiaba solo en la fuerza de su físico, fuerza que él tenía por su propia naturaleza. David tiró una piedra, una piedra insignificante para un gigante, y con ella logró vencerlo. ¡Increíble! Ahora bien; hoy, veintiún siglos después ¿nosotros tenemos la fuerza de la fe que impulsó a David? ¿Sentimos ese apoyo interior que nos levanta y nos lleva a lograr hasta lo imposible? Si lo analizamos bien yo creo que todos tenemos algo que nos impulsa a seguir. Por ejemplo: hay papás que redoblan su fuerza por los hijos. Y lo logran. Hacen cosas increíbles, aunque implique riesgos. Hace un tiempo un padre me decía: “Yo estoy dispuesto a hacer lo imposible, “lo que venga”, para asegurar comida y salud para mis hijos”. Este hombre sufría del corazón. Una noche su hijo enfermó, tenía que hacerlo atender con urgencia, no contaba con la posibilidad de que alguien lo acercara al hospital, entonces levantó a su hijo adolescente y sin saber si llegaba (debido a que,


136 por su enfermedad cardíaca, no podía hacer esto) corrió y corrió y llegó a tiempo. Él me dijo: “Ante la salud y la vida de mi hijo no dudé, pensé que Dios me acompañaba y que tenía fuerzas como para cargarlo y correr”. ¡Salvó la vida de su hijo! También hay papás que hacen lo imposible para mantener su familia. El otro día encontré un hombre muy humilde, que estaba rezando en la plaza sosteniendo entre sus manos un pedazo de carbón (de esos que se usan para hacer asado); sí, un carboncito tenía en la mano. Lo miraba y rezaba. Un poco intrigado le pregunté qué estaba haciendo, me miró y me contestó: “Este carbón es mi muleta, mi fuerza. Cada vez que tengo algo difícil de hacer este carboncito, que se desgasta en mi mano, me recuerda la fuerza de Dios que me acompaña”. “Sabe -me dijo- yo soy minero, trabajo meses bajo la tierra, buscando carbones y siempre me digo: ¡si yo soy capaz de hacer algo riesgoso bajo la tierra cómo no voy a tener fuerza para resolver algo sobre la tierra!” ¡Qué bien! ¿No? Siempre recuerdo a aquel hombre y sus palabras: “Si soy capaz de hacer grandes sacrificios bajo tierra para lograr lo que tengo como no voy a hacer algo más sobre tierra”. A veces resulta duro o exigente, pero cuando uno tiene esa fuerza interior es increíble como encuentra voluntad para seguir con la vida. También muchas mamás solteras mantienen su hogar, su familia, sus hijos… ¿de dónde sacan la energía? Su “muleta” es el rostro de sus propios hijos; por los cuales están dispuestas a hacer lo imposible. Por eso les decía que, si lo analizamos bien, todos tenemos nuestras “muletas”, aquello que nos moviliza y nos brinda apoyo. Con seguridad, cada uno de nosotros está dispuesto a hacer lo imposible por aquel que nos ama, que nos acompaña, aquel que nos asegura esa fuerza que necesitamos ¡tantas veces! para


137 levantar la cabeza. Busquemos en nuestro interior y encontremos nuestra fuerza. Hay personas que nos llenan de ánimo, que nos brindan ese empuje tan importante para seguir. Si percibís que esa persona está a tu lado realmente, tenés la mitad de la batalla ganada. Hay seres humanos que nos llenan de confianza y junto a ellos resulta más aliviado el camino. Son personas que responden sinceramente a nuestra confianza y nuestra entrega iluminándonos, guiándonos, dándonos respuestas o, cuando nos equivocamos, aceptándonos. Existen personas así para cada uno de nosotros y es realmente importante en esta vida. Por eso, nunca encierren su vida si quieren triunfar. Uno tiene que tener su proyecto y confiar, en sí mismo y en la gracia de Dios, para poder avanzar. A veces cometemos el error de compararnos con los demás o criticar que los otros triunfen de diferentes formas; en realidad, todos tenemos nuestra propia historia, nadie puede hacer las cosas exactamente igual a otro, pero sí podemos realizar nuestra vida ayudados por todas las fuerzas positivas que realmente nos animan a encontrar respuestas. Sé que existen momentos difíciles, nadie escapa a esto. La vida no es fácil, exige demasiado, recompensa poco, además nos deja con la responsabilidad de buscar salidas; pero también sé que para quitar todas nuestras incertidumbres nuestra mejor muleta es la gracia de Dios. Por eso le pido, todos los días, esa fuerza interior. Muchísimas personas, como así también muchos religiosos y religiosas, que entregan su vida para predicar el evangelio, son sostenidos solamente con la gracia de Dios. Si yo tengo que hablar de mí, les digo: “Mi fuerza es la Eucaristía, es Jesús que está en el Santísimo”- y lo afirmo en voz alta porque realmente es lo que me sostiene. Muchas veces


138 la gente dice: “¡Cuántas horas parado!”- y puedo porque confío ciegamente en la gracia de Dios. Hago la Consagración con todo amor, con toda dignidad, porque sé que Dios está ahí para mi fuerza, como mi baluarte, mi sostén, para concederme todo lo que necesito tener en mi vida a fin de darlo a los demás. ¡Qué lindo sería que cada uno de nosotros encuentre esta respuesta! ¿No? Amigos: nunca olviden como Dios acompañó a David, al minero, al padre enfermo, a la mamá soltera; en diferentes formas Dios acompaña siempre y, tú y yo, lo elegimos como nuestra muleta. A veces algunos dicen: “Mi muleta, ¡mi muleta, es la vieja! Y es cierto. Hay hombres que se sienten fuertes por la esposa que tienen al lado; muchos enfermos, mujeres, que están graves, a veces parece que no tienen vida ¡pero la tienen!, el milagro existe y uno se pregunta: ¿de dónde sacan fuerza? y la respuesta es: “Mi marido es mi muleta” “Mi hija..” “Mi hijo…” “Mi amor…”. Yo sé que en la vida humana siempre necesitamos energía e impulso, porque somos débiles, nuestra capacidad, nuestra energía, está limitada, no hay ninguna duda. Muchas veces hablamos de milagro y éste existe justamente allí: en encontrar la fuerza más allá de lo humano, más allá de este mundo, esa fuerza divina que nos acompaña, ilumina y guía, para hacer realidad lo imposible en nuestra vida. Aprovechemos este tiempo en el que nos estamos preparando para recibir la fuerza de la cruz y pidamos. El amor más grande que podemos tener, para llenarnos de seguridad y fuerza interior, es la misma Eucaristía, el mismo Jesús que acompaña nuestra vida. Junto a él, aprendamos que Dios es nuestra “muleta” para enfrentar la vida y que, a su lado, encontraremos la fortaleza y la capacidad para hallar el camino, la felicidad, el triunfo. Dios nos ayude.


139 29. Una Luz brilla en nuestro corazón

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ste mes celebramos la Fiesta de Pentecostés, el día en que Jesús infundió sobre nosotros el Espíritu de Dios, para que vivamos y obremos con criterios divinos, para que nuestra vida haga visible la gracia de Dios en el mundo. Jesús, durante su misión, se dio cuenta de la gran necesidad de que cada ser humano tuviera en su interior la gracia y la fuerza de Dios, para poder construir, entre todos, un mundo mejor. Él habitó en estas tierras llenas de odio y rencor, divididas por lenguas, razas, costumbres simplemente para enseñarnos cómo alcanzar la felicidad unidos en el amor y en la verdad, como verdaderos hijos de Dios. Su tarea fue bastante difícil, bastante dura; los hombres tenían el corazón cerrado por el poder, el egoísmo y la vanidad. Enseñar el alcance del amor, le costó hasta su vida. Él nos mostró la importancia de nuestra dignidad y nuestra paz interior. Para que pudiésemos alcanzarlas nos dio diferentes pautas de vida, a fin de que aprendamos a ver, a través del Evangelio, la gracia de Nuestro Señor. Jesús se dio cuenta de que cuando el hombre obra con criterios humanos, con criterios terrenales, puede cometer errores que le impiden encontrar el camino. Por eso, al despedirse de este mundo para ir al Padre, nos dijo a todos: “Reciban el Espíritu Santo, él los acompañará siempre” ¡Un gesto hermosísimo! Infundió en nuestro corazón el Espíritu de Dios, el amor


140 de Dios porque había visto, claramente, que los criterios humanos llevaban a la división entre los hombres. Si recordamos aquello que hemos leído en el Antiguo Testamento veremos que siempre se hacía justicia a través del “ojo por ojo, diente por diente”. En cambio, los criterios divinos nos enseñan lo contrario: humildad, sencillez de corazón y, si es necesario, entregar la vida por amor a los demás. También se dio cuenta de lo difícil que nos resulta, a los seres humanos, superar los criterios del mundo, tanto sentimentales como materiales. (La impaciencia, la incomprensión, nuestra vida impulsiva y agitada, a veces nos impiden vivir como hijos de Dios). Por esto al enviarnos el Espíritu Santo infundió sobre nosotros una lucecita de esperanza que nos impulsa a obrar bien, haciendo realidad aquella propuesta: “Donde haya odio, llevemos amor y paz; Donde haya condena, llevemos misericordia y perdón; Donde haya vacío o división, llevemos unidad y esperanza”. En Pentecostés todas las enseñanzas de Jesús penetran en nuestro corazón como dones y gracias de Dios, para que nuestra vida se eleve de lo terrenal a lo celestial, para que cada uno de nosotros tenga la posibilidad de cambiar, de vivir una vida diferente basada en lo espiritual y celestial. ¡Cuesta! ¡Cuesta mucho! Pero cuando esos dones recibidos son descubiertos y puestos en práctica lo empezamos a lograr. Jesús nos pide que, a través de ellos, vayamos y transformemos al mundo. Nuestra misión (muy por encima de los defectos y virtudes) es la de convertir al mundo, conquistarlo y construir en él un hogar de paz y de amor. Es este el gran deseo de Jesús al dejar este mundo para ir al Padre. Ahora veamos, al infundir estos dones no se fijó en quién


141 los merecía y en quién no, los dio “a todos” según su capacidad y su responsabilidad, para que pudieran llevarlos y anunciarlos por igual. Amigos: recordemos siempre que, más allá de nuestras debilidades, cada uno de nosotros tiene capacidad para hacer algo bueno para el mundo. Pentecostés nos dice que es una obligación, como hijos de Dios, difundir y compartir esos dones que llevamos dentro nuestro. Suele suceder que, a veces, tenemos un poquito de miedo para responder a esta vocación del Espíritu Santo pero ¡nunca debemos dejar de desarrollar nuestros dones! Si Dios nos dio la gracia de poder mover nuestras manos, debemos hacerlo siempre porque, de lo contrario, al cabo de unos meses, nos encontraremos con que están anquilosadas, paralizadas, duras como una madera. A pesar de nuestras equivocaciones, hay una luz que brilla e ilumina el corazón de cada hombre/mujer con un don, como una gracia. Y si no la usamos, esta luz se apaga; pero si lo hacemos, brilla con más fuerza y enciende otras luces a su alrededor. A veces sentimos que Dios nos exige; pero él nunca nos exige más de lo que podemos dar. (¡No lo olvidemos!). Además; recordemos que, algún día, el Espíritu Santo pedirá cuenta de estos dones que debimos desarrollar en el mundo. Recordemos el ejemplo de los talentos: “... A cada uno le dio según su capacidad: A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero. El que había recibido cinco talentos, ganó otros cinco, el que recibió dos, ganó ortos dos; pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y entregó el dinero de su Señor. Cuando llegó el tiempo de arreglar cuentas, el Señor dijo a los dos primeros: “Servidor bueno y fiel, ya que respondiste


142 fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: Entra a participar del gozo de tu Señor”. El que había recibido un solo talento le dijo: “Señor, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo! Pero el Señor le respondió: “Servidor malo y perezoso, ¿por qué no se lo diste a alguien para que produjera frutos, si tú no querías hacer nada?” Recuerden: todos podemos aportar nuestro granito de arena para hacer un mundo de paz. Cada don nos da la posibilidad de superar nuestros defectos, ellos nos iluminan y nos ayudan a definir y a tomar decisiones con criterios celestiales para, así, poder elevar a lo celestial la ruta de nuestra vida. Jesús desea que transformemos nuestro día a día, aprovechando la gracia y los dones que nos da el Espíritu Santo para nuestro bien. Amigos pidan también por los sacerdotes de la Cruzada del Espíritu Santo, para que con la fuerza del Espíritu podamos seguir colaborando para construir un mundo sereno y feliz, que tengamos criterios y pensamientos celestiales para definir y descubrir la verdadera Vida que Dios nos ofrece a través de Jesús.




Sígueme, sígueme, deja tu hogar y tu familia, abandona tus redes de pesca y tus brotes en la costa. Abandona las semillas que has sembrado, abandona los cultivos que has cuidado, deja las personas que has conocido y sígueme. Los zorros tienen sus guaridas, y las golondrinas tienen sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene un lugar donde recostarse. No ofrezco el confort, ni ofrezco riquezas, pero en mí encontrarás la felicidad completa. Si me siguieras, deberás dejar tus viejas costumbres de lado, deberás tomar mi cruz y seguir mi camino. Quizás estarás lejos de tus seres queridos, quizás estarás lejos de tu hogar, pero al final, mi Padre te recibirá. Aunque me vaya jamás estarás solo, porque allí estará el espíritu para reconfortarte. Aunque todo tu ser se disperse, cada parte seguirá su camino, y aun así, el espíritu del amor te guiará hasta tu hogar.



CronologĂ­a



149 MIS COMIENZOS

P

ensar en la vocación sacerdotal implica muchas cosas, una de ellas es: cómo y por qué nace esta vocación. Desde chiquitito (al escuchar los sermones de los sacerdotes o en los encuentros de monaguillos en la Iglesia) me identifiqué muchísimo con el Profeta Isaías, con su manera de ser y con su manera de vivir y anunciar el Evangelio: Un hombre débil que eligió ser mensajero de Dios. Esta identificación (y creo que no fue casualidad), fue algo que marcó mi vida para hacer algo por Dios. Jamás pensé que ese “algo” iba a hacerlo como sacerdote, siempre creí que compartiría, que anunciaría algo de Jesús al mundo, como un chico común, como un hombre más de la Iglesia. Por eso, desde chico fui monaguillo (ayudando a los sacerdotes y viviendo muy cerca de ellos); y ya en la secundaria, decidí ser catequista. En todas las catequesis los chicos se alegraban al escucharme (y no lo tomen como alabanza personal), en realidad esto fue algo que me ayudó a sentir que Dios me daba un don especial para explicar su Palabra y que, a través del Evangelio, yo también encontraba mi propia felicidad. Así comenzó a nacer en mí el sentimiento de difundir la Palabra de Dios lo máximo que me fuera posible. Fue a los 19 años en que empecé a sentir la vida de una


150 manera distinta. En ese entonces salía con una chica, tenía novia. ¡Lo normal! ¡Jamás imaginé algo diferente! Siempre quise ser un hombre como los demás, aún hoy lo intento aunque, a veces, me cuesta mucho. La misma sociedad no me deja compartir muchas cosas, tengo que limitarme y vivir diferente. Pero desde pequeño sentí así: Cuanto más sencillo y más común, más feliz soy. Como les decía, en ese entonces tenía novia. Fue ella quien me ayudó a ver y a diferenciar muchas cosas (del mundo, de mí mismo y de mí hacia los demás). Sí, a los 19 mi vida cambió muchísimo pero, aún así, no había llegado todavía el sentimiento que me llamara a ser sacerdote. En ese tiempo yo estaba en casa y, prácticamente, no hacía nada (estudiaba y nada más). Un día, la madre superiora del convento me llamó y me dijo: <<Por qué no acompañás a una religiosa que tiene que trabajar en un pueblo que queda un poco lejos de la ciudad y tiene que regresar sola y, a veces, vuelve de noche>>. Así lo hice. Comencé a acompañarla y a observar cómo trabajaba. Me llamaba mucho la atención la alegría con que lo hacía. (Me impactó enormemente ver cómo disfrutaba de su vida difundiendo el Evangelio). Un día nos quedamos sin colectivo para poder regresar. Estábamos a 12 km. de la ciudad, era de noche y yo tenía que traerla de vuelta. Comenzamos a caminar y, durante todo el camino, me contó de su alegría por ser mensajera de Dios, por anunciar el Evangelio. Creo que fue allí donde sentí, por primera vez, el contacto con mi vocación. Me dieron muchas ganas de hacer algo por los demás (con tanta felicidad, como lo hacía esta monjita). Pensé que yo también podría ser feliz, como ella lo era, si lograba dar algo a los que me rodeaban.


151 Pasó el tiempo... comencé la facultad... ¡y estaba en mis planes seguir estudiando!... Un día, en que había regresado a casa para pasar mis vacaciones, mi papá me pidió que ayudara a los chicos que tenían problemas de aprendizaje. En otras palabras: quería que diera apoyo escolar a los chicos humildes que no tenían posibilidad de ir a un maestro particular. Comencé a hacerlo. A veces, daba clases en la misma escuela; a veces, en la Parroquia. Esto me ayudó a pensar en lo que uno puede dar a los humildes, a los sencillos, a los que realmente necesitan. Quizás, para otros, esto no significaba nada (sólo una clase de apoyo); pero para mí significó muchísimo. Al principio, empecé con bastante bronca: Yo estaba estudiando en la facultad, en la capital; y el saber que, al ir a mi casa en mis vacaciones, tenía la responsabilidad de enseñar en lugar de descansar, me ponía mal. Un día les dije a mis padres: << ¡No me organicen más la vida! ¡Yo no vengo para trabajar, vengo para descansar!>>. (Sin dudas, ese día estaba muy nervioso y con mucha bronca). Papi me contestó: <<Aprendé que siempre tenés que dar algo de tu vida a los demás. ¡Si Dios nos da tantas cosas buenas! ¿¡Cómo no compartirlas!? Nunca dejés de compartir lo bueno que tenés. Eso te taerá felicidad>>. Mis padres siempre fueron muy creyentes y siempre nos transmitieron la fe; pero creo que estas palabras de mi papá fueron claves para mí, para que pensara en el sentido de la vida. Muchas veces uno piensa, proyecta cosas, pero no llega a captar el sentido de la vida.


152 Pienso que fue ahí, en ese momento, en que yo desperté a ese sentido: “Dar” si uno quiere ser feliz. “Dar” sin esperar nada del otro. “Dar”, simplemente, para recibir de Dios. Fue después de un tiempo cuando comprendí totalmente las palabras de mi papá: Yo estaba en la capital, estudiando, y recibí cartas de los chicos que había preparado para que rindieran sus exámenes. En ellas expresaban su agradecimiento. Habían rendido bien y les parecía increíble. Cuando leí: “¡Gracias por esa bondad que tuviste con nosotros!”, sentí vergüenza. Yo no era merecedor de ese agradecimiento ya que no lo había hecho de corazón. Sentirme así me hizo reflexionar mucho. Por un lado, me produjo una gran tristeza, un gran dolor. Me sentí culpable, no sólo por no haber dado todo lo que debía, tampoco lo había hecho con el amor y el cariño que debía; por otro lado, descubrí que no hay alegría más grande que la de dar algo de la vida de uno a los demás (aunque sólo sea un poco) para que sean felices. Vivir no sólo para uno sino también para los demás es lo que recompensa la vida. Creo que en ese momento sentí una llamada para hacer algo por los otros y para hacerlo con el corazón, sin esperar nada a cambio, nada más que la bendición de Dios. Pensé: <<Dios me ha dado inteligencia, la capacidad de estudiar y de desarrollar mi intelecto>>. Sentí entonces la necesidad de ayudar a los que no tenían el mismo don o la misma gracia que yo. Además, me di cuenta que, si había sido capaz de despertar capacidades en esos chicos que habían rendido bien, cuanto más hubiese logrado de haberlo hecho con amor. Entonces tomé el compromiso de ayudar pero, aún no había pasado por mi cabeza el hacerlo como sacerdote. Aunque mi mamá y mi papá me habían dicho muchas


153 veces que desde que era chico (nueve, diez años) siempre veía como se celebraba Misa y estaba todo el día en la Iglesia, y que ellos habían visto en mí algo que les hacía pensar que iba a ser sacerdote, yo no me había definido para vivir un sacerdocio como el que estoy viviendo ahora. Mi vida siguió con normalidad. En varias oportunidades, cuando volvía a mi casa para pasar las vacaciones, pasaron cosas que me marcaron pautas para descubrir el camino de la vocación sacerdotal. En más de una ocasión, mientras acompañaba al sacerdote de mi pueblo a visitar los enfermos para rezar por ellos, pasaron cosas increíbles. Era como que Dios me estaba diciendo: <<Tu vocación es dar afecto y cariño a los demás, especialmente a los enfermos>>. Al principio me asusté muchísimo. Jamás pensé que tenía capacidad para acompañarlos. Recuerdo que, un día, el sacerdote se había quedado charlando (fuera de la casa) con los familiares de una abuela ciega a la que habíamos ido a ver. Yo entré directamente y me acerqué a ella. Estaba muy mal, moribunda. Tomé su mano y le pregunté: <<Abuela, ¿Cómo está?>>. Me respondió: << ¡Padre, padrecito! ¿Cómo está usted?>>. Sentí mucho miedo. Esa señora me conocía desde chico y quise explicarle quién era yo, aclararle que no era el sacerdote. Y reitero, sentí miedo porque pensé que si el párroco se enteraba, podía llegar a pensar que yo me estaba haciendo pasar por él. Tenía miedo de que se enojara y de perder su amistad. Rápidamente le dije: << ¡Abuela, abuela! ¡Yo no soy el sacerdote, él todavía está afuera!>>.


154 Ella me respondió: <<No. Tenés en tus manos un calor sacerdotal>>. Quedé paralizado. Llegó un momento en que no quería acompañar más al sacerdote por el miedo que tenía. Uno o dos años después, se repitió la historia: Habíamos ido a ver a un enfermo (un hombre anciano que me conocía de chico). Esta vez el que se quedó afuera fui yo. Me quedé esperando a que el sacerdote terminara de rezar. Sólo cuando ya estuvo a punto de irse, entré a la casa. Me acerqué al abuelo que, aunque veía poco, no estaba totalmente ciego. Le dije: << ¡Chau, abuelo!>>. El viejo me tomó la mano y repitió lo que había dicho aquella anciana ciega: << ¡Chau, padrecito!>>. Nuevamente...<<No. ¡No soy sacerdote!>>. El viejito dijo: <<En tus manos se encuentra calor sacerdotal>>. Como el sacerdote había escuchado, le dije: <<Padre, esto ya me pasó anteriormente>> Y él me respondió: <<Posiblemente, por tu ganas de dar a los demás, Dios te está llamando para que, como sacerdote, seas instrumento suyo>>. Su respuesta fue muy profunda y, si bien me calmó, también me dejó pensando sobre mi vocación. Comenté todo esto a mi novia y ella me dijo: <<Si Dios te llama, también te va a marcar el camino. Contá conmigo, yo te ayudo>>. Un día, tomé la decisión de hacer un encuentro vocacional para aclarar mi camino. Fui a varios seminarios. Intenté con jesuitas, franciscanos, oblatos de María, carmelitas descalzas, sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús... estudié todo, pero ninguno me llamó la atención. Incluso, mi obispo diocesano me dio


155 la posibilidad de conocer el seminario y quedarme. Siempre les dije a todos: <<Yo no quiero entrar a ninguna congregación, sólo quiero conocer>>. El obispo, como les decía, me lo permitió. Viví allí casi seis meses, pero aún sentía que algo me faltaba. El obispo de mi diócesis era un hombre maravilloso. Un día le dije: <<Monseñor, yo tengo ganas de ser misionero>>. (Les juro, en ese momento ni siquiera sabía lo que significaba ser misionero. ¡No sé por qué lo dije!). Él me respondió: <<Si yo me entero de alguna congregación, te aviso>>. Pasó bastante tiempo, hasta que un día me llamó y me dijo: <<Conocí a un sacerdote en Estados Unidos que tiene mucho interés en que, alguien de Ceilán, vaya y pruebe cómo se siente. Si vos querés, yo te recomiendo y podés ir>>. El sacerdote al que se refería el obispo era el Padre Thomas Walsh. Fue ese un momento decisivo, difícil. Yo no sabía ni adónde iba pero dije: <<Sí, ¡¿cómo no?!>>. Y aquí quiero resaltar la actitud del obispo porque fue maravillosa, me dijo: <<Andá, mirá, si no querés estar allí recordá que mi seminario está abierto para vos y para cuando quieras>>. Esas palabras me dieron una gran tranquilidad, pensé: <<Bueno; si no me sale bien, vuelvo a mi pueblo, a mi lugar. Allí siempre me recibirán con cariño>>. El día en que tuve que dejar mi país fue un momento muy difícil. No podía imaginar lo que iba a pasar. Además ¡jamás había subido a un avión...! Uno, a veces, imagina un montón de cosas, pero nunca imagina la realidad. El día de mi partida había mucho entusiasmo. Todo el


156 pueblo vino a despedirme. (Imaginen todo lo bueno, imaginen también ¡los preparativos...!). Lo que no van a poder imaginar fue lo que ocurrió: Aunque no lo crean ¡perdimos el avión!: Nos dirigíamos al aeropuerto en el auto de mi cuñado (un auto casi 0 Km; además mi cuñado: mecánico de autos). Al rato de andar el auto se paró y, sin explicación, ahí quedó. Mientras yo rezaba pidiendo a Dios que me ayudara a no perder el avión, llegó un taxi. Viajamos en él sólo unos minutos porque... ¡se reventó una goma! (¡Ni goma de auxilio tenía!). Recuerdo que recé a todos los santos (creo que no se me escapó ninguno). Repetía mirando al cielo que Dios detuviera el avión hasta que yo llegara al aeropuerto. Allí quedamos esperando hasta que llegó otro taxi: No sé que modelo era pero estoy seguro que no iba a más de 40 Km. por hora. Yo rezaba diciendo: <<Señor, ¿no será posible que vaya un poquito más rápido?>>. Pero el auto seguía haciendo más ruido que velocidad. Mientras entrábamos al aeropuerto... el avión despegaba. Pensé que Dios no quería que yo fuera misionero. Pensé... ¡pensé tantas cosas! Hasta que entendí que Dios tenía otro proyecto para que definiera mi vocación.


157 MI LLEGADA A LONDRES

E

l avión al que yo tenía que subir fue secuestrado. (El secuestro duró 15 días). Al enterarme de esto mi ánimo se levantó. Ahí entendí la gracia que Dios tenía conmigo. Ahí entendí que Dios realmente me quería elegir para una vocación muy especial y que iba más allá de lo que yo había experimentado en mi vida. Después de muchos trámites y peleas, conseguí pasaje nuevamente. Llegué al aeropuerto un día antes (¡por las dudas!). Fue muy difícil: saludos, abrazos... llantos. Mi familia lloraba porque yo iba solo, a un lugar en donde no conocía a nadie, con costumbres diferentes... Yo sólo sabía hablar inglés. Recuerdo que mi hermanita más chiquita se desmayó llorando, pidiendo que no me fuera, son sentimientos muy profundos... El avión despegó. Yo quedé mirando hacia abajo, tratando de ver cómo estaba mi familia... mi hermana... no pude ver nada. Me encontré solo, en un avión que volaba en medio de las nubes. Me parecía que estaba en otro mundo. Pensé: << ¿Adónde voy? ¿Adónde me está llevando Jesús? ¡No sé lo que es Inglaterra! ¡No sé lo que es otro país! Bueno, Dios sabrá. >>. Así fue como, en medio de grandes neblinas, volví a ver tierra.


158 Alguien dijo: <<Estamos listos para aterrizar en el aeropuerto de Londres. Abrochen sus cinturones de seguridad>>. Había llegado a destino, para comenzar. ¡Fue duro!... la pobreza... no conocía a nadie... ¡fue bastante difícil comenzar! Y lo fue desde el aeropuerto. No sabía quien me venía a buscar, no sabía cómo tenía que hacer... Gracias a Dios, la aerolínea que me llevó, me atendió muy bien, buscó a la persona que me estaba esperando para llevarme a la Casa de Formación de la Cruzada del Espíritu Santo y... ahí comenzó. Llegué en el mes de enero. (En ese mes, habitualmente, no hay nadie en la Casa). Estuve casi un mes acompañado sólo por un diácono. Hacía mucho frío (la ropa que yo había llevado no me servía, era ropa de clima tropical), no conocía a nadie, no tenía un peso en el bolsillo. Necesitaba ropa de abrigo. Yo jamás me había puesto ropa usada pero... tuve que elegir, me moría de frío o usaba ropa ajena. Muchas veces pensé: << ¿Qué hago? ¿”Pego la vuelta” o sigo luchando?>>. Como les decía, necesitaba ropa de abrigo: con unos pesitos que me habían regalado algunos que me conocían y otros que querían ayudarme, fui a un lugar que vendía ropa usada. Para mí fue algo increíble, yo jamás había imaginado que me pondría ropa usada por otro. Pero... Dios me enseñó: En la pobreza, en la riqueza, uno siempre tiene que adaptarse si es que quiere lograr, en algún momento, la meta más alta, la meta más bella. Siempre sentí: “Yo no elegí la ropa usada. Elegí a Cristo”. Yo estaba acostumbrado a que en mi casa me lavaban y me planchaban la ropa... Ahí empecé a hacer todo esto yo solo.


159 Por supuesto, no tenía dinero para enviar la ropa a un lavadero, lo hacía con mis manos. Además, en donde vivía no había ni calefacción ¡era una heladera! Para sentarme a estudiar me ponía dos o tres frazadas encima (Londres en invierno... ¡hacía tanto frío!). Muchas veces pensé: << ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Sigo o me vuelvo?>> Pensé que si Dios me estaba probando por algo sería (no me equivoqué en la elección). Así, poco a poco, comencé a adaptarme. Luego el Padre Peter Feeld me presentó a una familia que me adoptó como a un hijo. Ahí mi vida cambió totalmente. Volví a tener una casa, una familia a quien recurrir, un hogar adonde llegar y en donde sentirme como uno de ellos. Era la familia Solaravich. Tenían una única hija: María, que me trataba como si yo fuera su hermano. Lorna, su mamá, siempre estaba dándome para mis estudios, para que me comprara ropa o lo que necesitara. Gracias a ellos, que me mimaron y me dieron todo lo que consideraron mejor para mí, mi vida retornó a la normalidad. Quisiera recordar, en este momento, a otra mujer también llamada María (nosotros la llamábamos “Me”), era la señora que cuidaba la casa parroquial. Tenía unos setenta años. Todas las semanas me daba la mitad de su sueldo para que yo lo utilizara en comprarme lo que necesitara. Más que una madre fue una protectora tremenda para mí.


160 MI ORDENACIÓN

I

ncluso, antes de hacer la comida para todos, me preguntaba qué tenía ganas de comer; según eso, cocinaba. ¡Me quería tanto! Otra cosa que quiero mencionar y agradecer fue el ejemplo que recibí de los sacerdotes de aquella Parroquia de Swansea y de los sacerdotes de la Cruzada que siempre estaban a mi lado. Fueron ejemplo de muchas cosas. ¡Fue hermosísimo tener la alegría de estar con ellos! ¡Nunca se cansaban de hacer cosas para la gente! Eran puntuales, dedicados, ponían amor en todo lo que hacían. Muchas veces me dijeron: <<Vos no celebrás los Sacramentos para vos sino para los demás. Entonces, dáselos de corazón. ¡Hacé que “sientan” los Sacramentos!>>. Fue el mejor consejo que recibí en mi vida de parte de ellos. Durante años viví en medio de aquellas personas que me enseñaron a “dar”: María, la hija de Solaravich; María, la de la Parroquia; Padre Peter y todos los sacerdotes de la Cruzada, los sacerdotes benedictinos de Bellmont. Siempre vi en ellos, la hermosura y la alegría de “dar”, “dar” y “dar”. Y me formaron con el mismo sentimiento. Así fue llegando el día de mi ordenación. Yo no había planificado nada pero el Padre Peter tenía todo preparado.


161 Se decidió que mi ordenación sería en Swansea, una ciudad de Gales en Reino Unido. El día se presentó brillante. (El sol brillaba del mismo modo que en Ceilán) Fueron muchos los que trabajaron en los preparativos. Lamentablemente, ninguno de mi familia podía asistir porque no tenían dinero para pagar ningún pasaje. Además, yo tampoco quise que ellos gastaran lo que no tenían. Era un momento importante... pero... la pobreza puede más que todo lo que a uno le gustaría tener... ya después podríamos compartir la alegría de mi primer Misa. Además, mi papá y mi mamá me habían dicho: <<En lugar de gastar en nuestros pasajes, vení vos; así podés compartir con todos nosotros y con todo el pueblo>>. Fue ese un gran gesto de amor y de humildad por parte de mis padres. A veces, uno se siente vacío, siente dolor por no poder compartir, con los más queridos, un momento tan lindo... tan sublime... pero... Dios sabrá... Dios tiene su manera de hacer las cosas... Como les decía, no estaba en mí el proyecto de festejar aquel día porque yo no tenía a nadie. En mi familia pensaban que, luego de la ordenación, iría a la casa de la familia Solaravich, comería algo y así terminaría el día. Una semana antes, había llegado un matrimonio a la Parroquia preguntando detalles sobre mi ordenación, querían saber a cuántas personas esperaba. Ante mi sorpresa, me dijeron: <<Nosotros queremos agradecerte por todo lo que hiciste por nuestro matrimonio>>. Entonces recordé que ellos habían tenido muchos problemas para casarse (por un asunto de papeles mal hechos) y


162 que yo había intervenido para solucionarlos. Es por eso que este matrimonio, de alguna manera, quería darme las gracias. Ahí me enteré que eran dueños de un hotel. Me dijeron: <<El 29, a la noche, nuestro hotel está a tu disposición. Invitá a los que quieras. No importa cuántos sean. Todo corre por nuestra cuenta: comida, bebida... ¡Todo! Ese día el hotel es sólo para vos y tus invitados>>. ¡Fue algo sorprendente! Recuerdo que el obispo que me ordenó me dijo: << ¡Qué cosas hermosas te pasaron en la vida! Viniste de Ceilán, estudiaste en Londres, fuiste ordenado en Gales por un obispo irlandés. ¡Qué hermosa mezcla! ¡Qué hermosa señal para un sacerdote misionero!>>. Aquel día, 29 de Julio, compartimos un momento hermosísimo. Así comenzó mi vida sacerdotal en Gales (Reino Unido), en medio de todos mis amigos ingleses. Poco después, el Padre Peter y toda la gente de la Parroquia me regalaron un pasaje para que fuera a festejar con mi familia. Viaje a Ceilán y, después de festejar y de agradecer a mis padres y a todos los que me habían ayudado, pensé que iba a ir a Australia, África o Venezuela. Finalmente, me avisaron que iría a Venezuela. Me despedí de mi familia para ir donde me habían destinado. Cuando llegué a Londres, escuché con sorpresa: <<Tu destino es Córdoba, Argentina>>.


163 MI LLEGADA A ROSARIO

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tra vez me encontré viajando solo y pensando en qué iba a pasar. La hermana Mary me recibió en el aeropuerto de Córdoba junto con el Padre Juan, el Padre Jefri, el Padre Bernardo... Fue un encuentro muy lindo. Pensé que iba a trabajar en Embalse Río Tercero (Córdoba) pero, me mandaron a Rosario, por dos o tres semanas. Después de ese tiempo volví a Embalse para seguir estudiando castellano. Pero volvieron a mandarme a Rosario por “dos o tres meses”. (No sé si me engañaron o no. Yo no quería quedar en Rosario ¡para nada!). Me dijeron: <<Andá “tres meses” y estás de vuelta enseguida>>. Yo contaba los días para volver a Embalse, quería que ese fuera mi destino. Un día fuimos con el Padre Thomas a despedir al Arzobispo de Rosario, Monseñor Bolatti. Monseñor Bolatti no quería sacerdotes con barba; a todos los que tenían barba les decía: <<Te cortás la barba o te vas>>. Piensen que, en aquel tiempo, estaba el gobierno militar. (¡Yo pasé las mil y una con el gobierno militar! Seguramente, Pepita Tourn, Norma Herrera, Alberto Aronna, Hugo


164 Miñón pueden contar alguna de las cosas que pasaron en aquel tiempo con mi barba... los militares...). Bueno, al saber que Monseñor Bolatti no quería sacerdotes con barba pensé: <<La mejor manera de dejar Rosario es dejarme la barba. Monseñor Bolatti va a decirme “¡Te vas!”>>. La sorpresa fue que cuando me vio dijo: << ¡El barbudo queda!>>. Quedé triste y con bronca. El padre Thomas me dijo: <<Mirá, Monseñor Bolatti es muy bueno con nosotros; quedáte uno o dos años y después te llevo>>. ¡Y aquí estoy! ¡Y no me arrepiento porque fue hermoso! Fue mucha gente la que compartió conmigo desde el comienzo ¡muchísima! Aquellos que han venido desde el principio recordarán que, a Natividad, no venían más de 25 ó 30 personas. (Durante la semana no venía prácticamente nadie y, los fines de semana, 50 ó 100). Además, en aquel tiempo, desde Avenida Alberdi (donde está el Sagrado Corazón de Jesús) hasta Iberlucea, no había ningún sacerdote. Más aún, cuando yo llegué comenzó el problema de los sacerdotes tercermundistas y Rosario quedó sin sacerdotes. Se habían ido 40. Monseñor Bolatti me pidió que yo diera Misa y recuerdo que tenía nueve Misas dominicales (cuatro los sábados por la tarde y cinco los domingos). ¡Corría de un lado al otro como un loco! Pero siempre tuve el apoyo de la gente. En el barrio Cristalería, por ejemplo, había un grupo de entrerrianos - de Victoria- (¡Aún hoy me invitan a comer cordero!). Con ellos hicimos, desde la nada, una Iglesia. A esa gente hermosísima la siento como si fueran mis hermanos (¡Y todavía


165 me deben un cordero!). Familia Pasetto, familia Azanabria y Don Domingo, familia Amaduri, Casco, Orlando, y Cantero Roque. También quiero recordar a la gente del barrio Fonavi, al grupo hermoso de Montequín Olmedo, a toda esa gente que trabajó, apoyó y se sacrificó muchísimo para que allí hubiera una Iglesia. No puedo olvidar a Nuevo Alberdi, a la familia Forti, a la familia Chau y a muchos otros que estuvieron incondicionalmente con su apoyo, su fuerza, para hacer todo lo que hicimos. Ana María, Rosita Castegnani (Rosa de lejos), Rosa Paiva, familia Viarnes. Lo mismo en Santa Ana y San Joaquín: la gente del barrio Municipal y la que está del otro lado de Nuevo Alberdi, respondieron de un modo maravilloso (gente muy humilde, con un corazón grandísimo y abierto). Familia del señor Ángel y Ester. Y Cerámica Alberdi. Allí no tenían a nadie. La hermana Ángela ayudó mucho en ese lugar. No puedo dejar de expresar un gran agradecimiento a San Patricio y a todos los irlandeses, especialmente a la familia Keohe, Campbell, Ana Mancheli, Martín Santi, Roberto Donelli y a todos los que brindaron su ayuda incondicional para que pudiéramos construir nuestras parroquias y mantener a nuestros sacerdotes (especialmente a mí; muchas veces comí gracias a ellos). Hay mucha gente a la quiero recordar: Antonio Herrera, Norma Felicia, familia Saperi, familia Maino, familia Isaguirre, Miguel Castro y su familia, familia Orsi, familia López, familia Ahorna, familia Bosso, familia Calichio, familia Miñón, familia Bolognesi, familia Meroi, familia Der, familia Roth, Sra. Mary Dalle, Edgardo Díaz, Alfredo Raschia, Roberto Zuchetti, el “gordo” Puchi, Sra. Eve, Sra. Eve de Borruat, Padre Ignacio Aparicio, Padre José Maggi, Elba Gorriz, Norma Ramos, familia Lujambio, familia Saenz, familia Zamora, familia Ambrosino, familia Rojo y familia Retamar.


166 Y un agradecimiento muy especial a todos los Obispos que permitieron cumplir mi Misión en estos años: Monseñor Bolatti, Monseñor Atilano Vidal, Monseñor López, Monseñor Oscar Villenas, Monseñor Cardelli, Monseñor Maulión y Monseñor Eduardo Vicente Mirás. Estos fueron los comienzos de la hermosa vida sacerdotal que he tenido y que ya lleva 30 años. Como ven, fueron muchas las personas que ayudaron a construir la Iglesia y que nos cuidaron. Y aquí quiero mencionar, muy especialmente, a Pepita Tourn y a su familia; ellos nos cuidaron y dieron todo lo mejor para nuestros sacerdotes. (Pepita, con siete hijos - al igual que aquella viuda del Evangelio - nunca dejó de atendernos y de darnos lo mejor). Así se cumplen 30 años de sembrar amor y paz en esta zona. Como dije antes, al principio fue duro (exceptuando Barrio Rucci y Parquefield, el resto era todo villa), pero gracias a Dios, gracias a la gente que compartió tanto, cambiamos muchísimo: San Guillermo, Nuestra Señora de la Esperanza, Cerámica, Itatí, Santa Ana y San Joaquín, Sagrada Familia (Reitero, antes no tenían sacerdote y, muchas veces, los enfermos de estos lugares fueron atendidos en Natividad). Un especial agradecimiento a Televisión Litoral S.A. y a su Presidente Sr. Alberto Gollán quien hace más de 15 años nos permite llegar a los distintos hogares mediante la transmisión de la Santa Misa, los mensajes del cierre de transmisión, como así también el Vía Crucis de la Parroquia llegue a distintos lugares del mundo a través de Radio 2. De esta manera muchos enfermos tienen la posibilidad de recibir la fe, esperanza y el amor de Dios que da vida. Y también a Canal 6 de Rosario, Multicanal y Cablevisión por su generosa colaboración que brinda a nuestra Parroquia.


167

Sí, fue una misión muy grande; pero si tuviera que elegir nuevamente ¡la elegiría sin ninguna duda! A veces me canso porque hago muchas cosas, pero nunca me cansaré de hacer feliz aunque sólo sea a una vida, a través de mi sacerdocio. Gracias a todos los que me acompañaron, gracias por estos hermosos 30 años compartidos, gracias por enseñarme a ser “un sacerdote feliz” para Cristo, para el mundo y especialmente para ustedes. Podría seguir hablando de muchas personas más, personas que actualmente me rodean y que cada día me dan la fuerza, la alegría y la firmeza para ser sacerdote. (Por eso, muchas veces digo que si no fuera por ustedes no sé si podría descubrir la felicidad de serlo). Puede ser que yo haya hecho mucho, pero también ustedes lo hicieron al quererme, ¡al aguantarme! y al demostrarme cada día que, con paciencia y amor, podemos hacer muchas cosas juntos. Si no fuera por tantos laicos, por tantos chicos y chicas, por tantos “viejos y viejas” (como los llamo siempre, con mucho cariño), si no fuera por todas las personas que me rodean para organizar las cosas en la Parroquia, no sé si sería tan feliz como soy. ¡Gracias! Que Dios los bendiga.


Historias


169 nuestra parroquia

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n el año 1966, los habitantes de Parquefield asistían a la Santa Misa en diversos lugares: “La Medalla Milagrosa” (por entonces, estaba en construcción), “Sagrado Corazón”, “San José Obrero”, Capilla “San Lucas” del Hospital de Granadero Baigorria... Esto era porque, en el barrio, no existía un lugar en donde pudiera oficiarse. En ese año, un grupo de niños fue preparado para el catecismo en una casa de familia. Allí, todos los sábados por la tarde, asistía un seminarista mayor: Maulión (primo del Monseñor) quien completaba las clases que se impartían. Estos chicos estuvieron preparados para el 8 de Diciembre de 1967. Como el barrio no tenía Parroquia en donde pudieran tomar su Primera Comunión, se pidió autorización a Monseñor Guillermo Bolatti para que la misma se hiciera con una Misa de Campaña. La Santa Misa se realizó en el terreno que estaba destinado para la escuela (la tierra estaba recién removida ya que se había rellenado el lugar para hacer la construcción). Los chicos se confesaron con el Padre Isidoro Toledano (Vicario español de la Vicaría de “la Medalla Milagrosa” de la calle Molina). Al atardecer del 8 de Diciembre se celebró la primer Misa en el barrio Parquefield con: Celebrante, Predicador, Coro del Seminario Mayor y “piso de tierra con alfombra blanca”. Presidió la ceremonia una gran cruz de palo. Fue tanta la gente que asistió que, llegando Navidad, se


170 volvió a pedir autorización al Señor Arzobispo para celebrar, del mismo modo, la Misa de Gallo. Los mismos sacerdotes que oficiaron en el Día de la Virgen, lo hicieron la noche de Navidad. En esa oportunidad, los vecinos habían formado un coro el cual, después de haber cantado en la ceremonia (y después del brindis), cantó villancicos, por las calles del barrio, hasta la salida del Sol. La respuesta de los vecinos fue tan grande que se solicitó autorización para celebrar Misa en Año Nuevo, y lo mismo sucedió el 6 de Enero. De ahí en más siguió celebrándose todos los fines de semana en los garajes que algunas de las familias del barrio ya habían construido. En Parquefield había varias familias pertenecientes a la Acción Católica de distintas Parroquias. Monseñor Bolatti les expuso que el Nuncio Apostólico le había ofrecido sacerdotes misioneros que habían sido retirados de África debido a la guerra. Preguntó si en el barrio se animaban a “sostener” a uno de ellos. Como la respuesta fue afirmativa, el Arzobispo mandó al Padre Jorge De Diego para que organizara la comunidad. La Compañía Field había prometido levantar dos aulas y dos baños, en la escuela, para el comienzo del año escolar y, en 1968, el Padre De Diego organizó la primera “Comisión proobras” y la construcción de la escuela siguió con lo recaudado en kermesses y polladas. Para el mes de Abril llegó el Padre Daniel Barret Fisheral, un irlandés que venía del África. Fue él quien organizó la Liturgia. En el salón de la escuela se había construido una parte para el presbiterio (actualmente es la Capilla del colegio) que se cerraba con una cortina cuando había que dar clases y se corría para celebrar la Santa Misa. La familia Zaperi prestó una casa para que vivieran los


171 sacerdotes, quienes la usaron hasta que la comunidad compró una propiedad, en el barrio, que es donde actualmente vive el Padre Ignacio. Luego llegó el Padre John Healy (también misionero para el África) quien, con su guitarra y sus cantos nuevos, atrajo mucho a los jóvenes (y a los no tan jóvenes). Él puso en práctica una nueva manera de dar catequesis: “Las mamás catequistas”. Cada mamá tenía a su cargo un grupo de niños que reunía en su casa y, con un método muy agradable, los chicos aprendían las primeras nociones de nuestra fe. El Padre Healy tuvo que irse a Irlanda debido al fallecimiento de su mamá. Vino a suplirlo otro John, también irlandés: el Padre Sean (se pronuncia Shon) John O´ Mahoney (los vecinos lo llamaban John – John). Cuando John – John se fue al África, llegó a la Vicaría un sacerdote español: el Padre Ortiz de Guzmán, de la “Cruzada del Espíritu Santo” y, al poco tiempo, llegó el Padre Bernardo Kelly, irlandés, de la misma Cruzada. El Padre Bernardo “caló hondo” en el corazón de los que lo conocieron. Con su andar pausado y su mirada penetrante, llegó a todos los ambientes sociales llevando su palabra certera y amable. Quería que la comunidad estuviese bien preparada para poder organizar las distintas instituciones. En Marzo de 1978 se terminó la construcción de la Capilla, dentro del barrio “1º de Mayo”. (Originalmente, estos terrenos iban a ser la continuación de Parquefield; como ese proyecto quedó trunco, el lugar de la Capilla quedó donde hoy está). La noche anterior a la bendición de la Capilla surgió un grave conflicto: Un grupo de personas quiso cambiar el nombre de “Natividad del Señor”, por otro. Esa misma noche hubo que ir a buscar a Monseñor, quien calmó los ánimos y explicó que debía llevar el mismo nombre del colegio que dependía de esa Vicaría


172 (él le había impuesto ese nombre). Al día siguiente, 18 de Marzo, con una lluvia torrencial y una ceremonia muy emotiva, Monseñor Bolatti bendijo el nuevo Templo, confirmando el nombre de “Natividad del Señor”. El templo era muy pequeño, y poca la ventilación. Se necesitaban ventiladores y no había plata. Se organizó una rifa que tenía como premio una pelota de fútbol firmada por los integrantes de la Selección Argentina que ese año jugó la Copa Mundial 1978, que estuvo concentrada en el Campo de Deportes de Rosario Central y a quienes visitó el Padre Bernardo con todo éxito. Ese fue el origen de cuatro ventiladores que aún hoy están en funcionamiento en el templo grande. Luego se comenzó a formar el Centro de hombres de Acción Católica que sería oficializado dos años después. En 1980 se realizó, en Rosario, la Asamblea Federal de la Acción Católica. El acto se llevó a cabo en el estadio del Parque Independencia, con la presencia del entonces asesor nacional: Monseñor Moledo. A dicha Asamblea asistieron los vecinos integrantes de Acción Católica, acompañados por el Padre Bernardo. Luego de esto, se organizó el Círculo provisorio de Mujeres de Acción Católica. (Sería oficializado el 15 de Agosto de 1982). El Padre Bernardo comenzó la construcción del Salón Parroquial. Fueron muchos los que trabajaron para esto: Las señoras pedían regalitos, casa por casa, para las kermesses que se hacían. Se hizo la campaña “un bloc, una esperanza”, en ella se pedía el importe de un bloc para el salón. Luego se lanzó una rifa de 10.000 boletas ¡fue un éxito! (se sorteaba un televisor y fue vendida, casi en su totalidad, en 2 meses). Se escribió a Alemania, a la organización “Adveniat”, solicitando colaboración, para lo que se sacaron fotografías desde la cúspide del tanque de agua frente a la Parroquia y se envió el pro-


173 yecto acompañado por los planos que elaboró el Ing. D’Assoro. Gracias a la colaboración que mandaron los católicos alemanes, el Padre Bernardo Viendo que se había perdido mucho tiempo y que la obra no comenzaba, el Padre Bernardo firmó un contrato con una empresa para que levantara el techo del Salón. Se hizo una entrega y el resto debía ser abonado al finalizar el trabajo. Llegó el mes de Agosto, había que hacer el último pago y el dinero no alcanzaba. La situación era alarmante: se pagaba lo que figuraba en el contrato o el Padre la pasaría mal. Rápidamente, la comunidad se movilizó. Se hizo una reunión con todos los grupos y se pidieron ideas. Algunos propusieron donar sus joyas, otros propusieron hacer una rifa y alguien lanzó la idea: << ¡Hagamos una sopa!>>. Se hizo. Los señores consiguieron los cubitos de caldo, los fideos y algunos huesos. Se corrió la voz y todos colaboraron pagando una tarjeta “para tomar sopa”. Las señoras prepararon postres, los unieron y formaron una inmensa torta que decía: “Feliz Cumpleaños, Padre Bernardo” (así, se aprovechó para homenajearlo). La reunión fue en el colegio. A cada comensal se le sirvió un abundante plato de sopa y un rico pedazo de torta. El dinero se juntó (nadie supo cómo). Fue también en 1980 que llegó el Padre Ignacio Peries. Las obras del Salón Parroquial recién se habían comenzado. Durante muchas noches, un nutrido grupo de hombres colaboraron en la construcción del contrapiso. Al término de cada noche se hacía una “chorizeada”, y el Padre Ignacio decía que él iba nada más que por los “chori – chori”. El Salón se fue construyendo y cada vez eran más los vecinos que se unían a este par de sacerdotes. En 1982 se fue el Padre Bernardo. La última imagen de su despedida...: subido a un caballo, con un poncho rojo. Atravesó el patio de la escuela mientras saludaba a todos. (Amaba nuestro país y se había identificado mucho con nuestras costumbres).


174 Luego de su partida, el Padre Ignacio quedó como responsable de la Vicaría. El 7 de Octubre de 1989, Monseñor Jorge Manuel López declaró Parroquia a “Natividad del Señor” y Párroco al Padre Ignacio Peries, cuya obra, más reciente, todos conocemos. “Una cruz de palo y un terreno baldío fue el comienzo... Y todo fue posible por el amor, la fe, la esperanza y la caridad” Esto, lo saben muy bien las familias: Tourn, Bolognesi, Burly, Pérez Jimeno, Torrá, Roth, Meroi, Arfeli, Felicia, Terenghi, Isaguirre, Orsi, López, Sanz, Zamora, Zaperi, Aronna, Claus, Calichio, Bozzo, Miñón, Maltana, Ramos, Retamar, Rueda, Soberano, Alonso, Celiman, Gómez, Faggi, Bragagnolo, Rebori, Lujambio, Misischia, Maino, Masramón, Kury, Denis, Burlli, Carmona, Gabandí, Schinoff, Herrera, Basaldella, Rodriguez, Chazarreta, Dalle, Zeinklusen ... y tantas otras que, desde el principio, creyeron, pusieron el hombro y dieron testimonio para que fuera realidad todo lo que hoy encontramos en la Parroquia. ¡Que Dios los bendiga a todos!


175 la imagen de “natividad”

C

uando llegué a “Natividad del Señor”, recién se había terminado el gran conflicto que significó poner un nombre a nuestra Parroquia (cada una de las personas que había contribuido a construirla había propuesto uno, y esto fue lo que generó el conflicto). Como todos saben, fue Monseñor Bolatti quien puso fin al mismo, dándole el hermoso nombre de “Natividad del Señor”. La gente sentía la necesidad de tener una Parroquia en la zona y fue gracias al Padre Bernardo y a la familia Zamora que se iniciaron los primeros pasos para lograrlo. Prácticamente, comenzaron desde la nada. La familia Zamora consiguió y restauró la hermosa cruz que se encuentra ahora en la Iglesia nueva (fue rescatada de una pequeña capilla que estaba en ruinas). En donde ahora damos Misa, se comenzó la construcción de un Salón Parroquial “multiuso”. Con el paso del tiempo nos dimos cuenta de la urgente necesidad de contar con un espacio amplio. Fue entonces que el Salón Parroquial se convirtió en el centro de la actividad comunitaria (allí se realizaron hasta actos escolares por ser el único lugar de grandes dimensiones con que se contaba en la zona). Con el crecimiento de la comunidad creyente, surgió la idea de que la Parroquia tuviera imagen patronal: Todo el mundo pensaba y opinaba pero… Desde pequeño tuve en mi mente la idea de hacer una imagen de María ofreciendo al Niño Jesús al mundo. Cuanto más lo pensaba, más coincidía con la misión que Dios me había


176 dado: Servirlo bajo la invocación de “Natividad del Señor”. Natividad es el momento en que Dios nos regala su propio Hijo y es también el “Sí” de María quien acepta traerlo (no para ella, sino para los demás. Con esto, mi idea se afianzaba. Comenzamos a imaginar cómo llevarla a cabo y, entre todas las opiniones que surgieron, me pareció que la mejor era: María “en cuclillas”, rezando, entregando a su Niño-Dios, en nombre de Dios, al pueblo de su Dios. Si, la imagen debía expresar la mediación de María en esta hermosa vocación. (Si observan con atención, verán que las manos de María toman al Niño de manera tal que, al contemplarlas, uno tiene la sensación de que está diciendo: << ¡Aquí está el Niño! ¡Aquellos que lo quieran pueden tomarlo! En Él encontrarán la Salvación, el sentido de la Vida, la Liberación y la Luz que iluminará sus caminos>>. Otro detalle es que la imagen del Niño no está adherida a la de María. Jesús Niño puede ser separado para ser entregado a quien lo necesite. Así, el Niño llega “a todos” en cualquier momento, no sólo en Navidad). En esto consistía mi idea y había llegado la oportunidad de plasmarla, aquí, en “Natividad del Señor”. El desafío fue entonces encontrar quien pudiera hacer la imagen con el rostro de María que yo había imaginado desde niño. En él tenía que estar reflejada la serenidad, la ternura, la paz, la alegría. Quien mirara su rostro tenía que sentir su maternal compañía. (Muchos piensan que la Iglesia Católica adora las imágenes. Esto no es así. Lo cierto es que hay un gran respeto por las personas que han pasado, de este mundo al Cielo, y que han dejado grandes ejemplos; como María. Ella es modelo de entrega, de humildad y de servicio perfecto. Es este un modelo que nosotros


177 y el mundo entero necesita). Fue muy difícil encontrar a quien hiciera el trabajo. Viajé de un lugar a otro para hallarlo: Catamarca, Salta, Córdoba, Buenos Aires… ¡hasta busqué en el exterior! Vi muchas imágenes hermosas pero en ninguna encontré el rostro que buscaba. Luego de tres años de búsqueda, y gracias a la familia Mulet, encontré a alguien que hacía imágenes maravillosas. Este señor, no era alguien a quien pudiera calificarse de “muy creyente”, por lo que no estaba totalmente convencido de realizarla. Por otra parte, nunca había hecho una imagen religiosa y, al no tener mucha práctica en esto, temía no tener la capacidad para transmitir en ella un mensaje tan hermoso como el de Natividad. Una de las excusas que este hombre ponía era que no tenía tiempo y que no contaba con el espacio físico necesario para realizar una obra de tamaño natural como la que yo pedía (sin dudas, para él era este un desafío muy grande, no solo desde la fe, también desde el arte). Pasó el tiempo y, un día, me dio la grata noticia de que iba a realizarla. Cuando le pregunté cuánto dinero iba a costar, la sorpresa que me llevé fue muy grande, me dijo: <<No tengo ningún interés en obtener ganancias. Sólo espero que me cubra el tiempo que me lleve el trabajo>>. (Tanta generosidad merece ser destacada. En ese momento se encontraba sin trabajo. La realización de la imagen llevó mucho tiempo y este hombre ¡jamás habló de dinero! Siempre pido a Dios que le dé, a él y a su familia todo lo que necesiten para vivir). Así comenzamos: él me pidió que le diera ideas, yo le mostré la figura de una mujer “en cuclillas” y le expliqué lo que quería. El desafío siguiente fue conseguir los materiales que él solicitó para realizar la obra. Gracias a la colaboración de muchas


178 familias se logró. Como dije antes, este hombre no tenía un taller con suficiente espacio para hacer una imagen de tamaño natural por lo que comenzó a construirla en la cocina de su casa. Fue su esposa (no muy creyente, en aquel tiempo) quien ofició de “modelo”. Un día, en que fui a visitarlo, me dijo riéndose: << ¡Hoy mi mujer casi me mata! ¡La tuve de rodillas, durante horas, hasta que pude captar la imagen!>> (¡Merece destacarse, también, el sacrificio de esta señora! ¿No?). ¡La cocina era un desastre! ¡Había arcilla por todos lados!... Como ven, la “la Virgen empezó en una cocina, como cualquier mujer” (¡Qué hermoso! Teniendo un comienzo tan sencillo y humilde, hoy trae un montón de personas hacia Ella… hacia Dios. Durante el tiempo que llevó la obra (fueron meses, ya que se necesitaba tiempo para el secado) me maravilló la capacidad de aquel hombre. Cuando pedía mi opinión sobre alguna cosa y yo sugería algo, él, en segundos, modelaba con sus manos lo que le pedía. Mientras tanto, la Virgen obró su primer milagro: la familia entera se convirtió. Todos, de alguna manera, habían contribuido para hacer la imagen y, cuando se dieron cuenta… ¡ya se habían enamorado de María y se emocionaban al mirarla! (¡Fue algo maravilloso!). Cuando la imagen estuvo terminada, el mismo señor, con todo amor, se ofreció para pintarla. Quedó lista el 14 de Diciembre de 1999 y, al día siguiente, decidimos traerla a la Parroquia para empezar la Novena. ¡Fue un momento hermoso! La peregrinación comenzó en Baigorria y Avenida de los Granaderos. La imagen estaba cubierta. Al llegar a la Parroquia, hicimos la Novena.


179 Fue en la Misa de medianoche, del 25 de Diciembre que, llenos de emoción, descubrimos la imagen de la Virgen. Fue entonces que mucha gente comenzó a pedir imágenes pequeñas de “Natividad”. Me daba “apuro” pedirle al autor de la obra que hiciera réplicas de la misma, en tamaño pequeño. Sin embargo, con toda humildad, sin pensar nunca en la parte comercial, él mismo se ofreció a realizarlas junto con sus hijos, y así lo hicieron. La voluntad que pusieron fue maravillosa pero, por más que se esforzaban, no podían responder a la gran cantidad de imágenes que se necesitaban para satisfacer la demanda (no olvidemos que las realizaban “a mano”). Fue necesario pedir las réplicas a una fábrica de Roma, Italia. Así nacieron las nuevas imágenes. De esta manera, la Virgen empezó su hermosa misión entre nosotros. Espero que muchos encuentren, a través de ella, paz y felicidad (no sólo en Navidad, también en cada momento que deseen descubrir la presencia de Jesús). María está ahí, simplemente, para ofrecernos a su Hijo; para que nosotros podamos encontrar el camino de la felicidad a través suyo. La imagen original se encuentra actualmente en la Parroquia nueva. La imagen de la Virgen hecha en madera (muchos la llaman “Morenita” y sienten un gran cariño por ella) fue idea de muchas personas de la Parroquia que buscaron quien pudiera realizarla. Actualmente preside la Santa Misa. Una tercera imagen fue realizada en Italia. También ella llegó a nuestra Parroquia dándole sentido e identidad.


180 EL CUADRO DE NATIVIDAD

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espués de la llegada de la imagen, la concurrencia aumentó. La falta de trabajo, la necesidad de paz y de salud, hicieron que la gente buscara la gracia de Dios a través de “Natividad”. Muchos familiares de personas privadas de su libertad venían a pedir por la conversión de los que estaban presos, para que reconocieran sus errores, para que fueran liberados y pudieran volver a sus hogares a vivir dignamente y en familia. (Los que están en la cárcel sufren mucho. Algunos son inocentes y otros están dispuestos a corregir los errores cometidos. Son muchos, también los niños que extrañan a papá y a mamá anhelan su regreso a casa). Un día llegó una familia pidiendo oración por la conversión de varias personas que estaban presas (por respeto a ellos omitiré sus nombres, pero quiero que sepan que, aún hoy, concurren a la Parroquia). A través de esta familia, los presos me pidieron autorización para pintar un cuadro de “Natividad”. Saben ustedes que, en la cárcel, los privados de su libertad realizan tareas para mantenerse ocupados y para aprender algún oficio; pues bien, este grupo de presos solicitó permiso al alcalde (responsable de la prisión) para realizar la pintura. Con mucha generosidad, éste no sólo accedió al pedido sino que, además, facilitó los óleos y todo lo necesario para la obra. Mientras el tiempo pasaba, cruzaban por mi mente estos pensamientos: <<Bueno, debo tener presente que no son profesionales y


181 quizás la pintura no esté muy bien hecha. Lo importante es que quizás esto sirva para la conversión de estas personas>>. Al ver la obra, comprendí lo equivocado que estaba. No sólo habían hecho una auténtica conversión de sus vidas, lo que habían logrado en la pintura me sorprendió muchísimo. ¡El cuadro era una maravilla! (seguramente coincidirán conmigo al verlo. Está colgando a la izquierda del altar, en el Salón Parroquial). La forma en que me lo entregaron fue algo hermosísimo: Los autores de esta obra solicitaron permiso para venir caminando desde la cárcel hasta la Parroquia (como arrepentimiento, como penitencia) y fueron autorizados. Un miércoles, de mañana, llegaron caminando, acompañados de sus custodias (¿Saben? Los guardias estaban vestidos “de civil”). Con muchísima emoción llevaron el cuadro hacia el altar, ofrendándolo en la Misa. Después de ésta, nos quedamos charlando un rato. Luego regresaron a la cárcel (ninguno intentó escapar. Ninguno hizo inconvenientes). “Natividad” sigue haciendo que muchas personas privadas de la libertad puedan encontrar el camino hacia Dios y sean protagonistas de testimonios como éstos. Ella es nuestra imagen parroquial y está siempre dispuesta a ofrecer al Niño a todos aquellos que buscan paz y esperanza.



Impone tus manos suavemente sobre nosotros, que su contacto te de la paz, que traigan el perdón y la sanación. Impone tus manos suavemente, impone tus manos, te enviaron para liberar a los abrumados por el dolor, te enviaron para darle vista a los ciegos. Tu deseo de curar todas nuestras enfermedades. Impone tus manos suavemente sobre nosotros. Señor, llegamos a Ti a través de cada uno de nosotros. Señor, llegamos a Ti por nuestras necesidades. Señor, llegamos a Ti buscando la entereza. Impone tus manos suavemente, impone tus manos…



FotogalerĂ­a



MIS COMIENZOS

Mi Familia. 1950


Mi Escuela Primaria

Mi Escuela Secundaria


Yo, Monaguillo

Mamรก Margarita

Mis Hermanas Olivia y Teodora

Mi Hermano Alejandro

Mi Hermano Donald

Mi Hermano Sebastiรกn


Mamá, Donald, Olivia, Asitha (mi cuñado) y Papá

Papá Mateo

MI llegada a londres

Mamá Lorna e Hija María

Mamá Anne y Hermana Mary

Mamá Lorna


MI ORDENACIÓN

Padre Thomas Walsh

Mi Hermano ...

Obispo Mullins

Obispo Mullins

Padre Thomas Walsh

Iglesia de San David, donde me ordené


Misa De Ordenación

Casa De Formación (Londres)

Obispo Mullins y Padre Peter

Con Padre Peter

Hna. Ceferina, Hna. Mary, Padre Thomas, Padre John y Padre Jeffrey

Postración (“Morir a lo terrenal, para empezar a vivir en lo celestial”)


Misa de Ordenaci贸n


Mi Tarjeta de Ordenaci贸n












Mi “Barba”


MI llegada a CĂ“RDOBA

MI llegada a ROSARIO

Mi Primera Capilla en Rosario

Padre Peter en Natividad


El Gordo Puchi

Chocho y Tita Bolognesi

Primera Ordenaci贸n de Nuestros Hombres de Acci贸n Cat贸lica


Etel, Alberto Aronna, Gordo Puchi y Delia Gobbi

Don Castro

Don Miguel en la Escuela

Ana María Chau de Provens

Norberto Saenz

Señor Donelli (Iglesia San Patricio)


Mary Dalle

Pepita Tourn

En la tierra, primera misa en Natividad del Señor

Sr. Ambrosino y Sra. Edgardo Díaz

Alberto Aronna, Hugo Miñón y Luis Abruzzese (Gordo Puchi)

Hugo y Patricia Miñón


NUESTRA PARROQUIA


la imagen de “natividad�


EL CUADRO de “natividad”


Papรก Mateo Mamรก Margarita


obispos Con Obispo Cardelli

Con Obispo Bolatti Con Obispo L贸pez

Monse帽or Eduardo Mir谩s

Obispo Mauli贸n


PAPAS

Papa Juan Pablo II Papa Benedicto XVI


ยก Hasta siempre !


AnĂŠcdotas



219 En esta vida, nada es fácil

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l tiempo pasa y, al reflexionar sobre lo vivido, no sólo le encuentro sentido, en todo y a todo, también me doy cuenta, por sobre todas las cosas, que siempre he vivido confiando en Dios, y teniendo presente que: “… los pájaros del cielo ni siembran ni cosechan; sin embargo, Dios Padre nunca se olvida de ellos”. Reconozco también que no ha sido fácil vivir con este pensamiento, con este sentimiento, cuando los tiempos difíciles se presentaron. Recuerdo cuando recién comenzaba todo… ¡No tenía ni para comer! En los primeros años, había varias familias encargadas de sostener y manejar todo en la parroquia. No sólo nadie me dejaba la colecta, tampoco me daban las llaves de la misma. Me sentía como un empleado sin sueldo que sólo estaba para hacer lo que la gente requería. ¡Me era muy difícil! Yo celebraba la Misa pero, después, era totalmente ignorado por la mayoría (con todo el respeto que me merecen aquellas personas). Y digo la mayoría porque Dios también me dio algunas familias muy cariñosas que se preocupaban por mí, haciéndome sentir cómo Él me cuidaba a través de ellos. Si bien, por un lado, encontraba competencia en muchos; por el otro, sentía el cuidado paternal que Dios tiene para todos


220 aquellos que confían en Él. Les decía que, durante los primeros cinco años jamás me dieron las llaves de la Parroquia. El encargado o responsable de turno era el que decidía, no yo. Tal vez era porque estaban confundidos: un sacerdote morocho… asiático… que hablaba más en inglés que en español (¡no me entendía nadie!) Sí… debe haber sido muy confuso todo… (A ellos también les costaba expresar lo que querían) Reitero: en aquellos tiempos, muchas veces, no tenía ni para comer. Esto me llevó a confiar más aún en el amor y la misericordia de Dios. Cuántas veces ocurrió que, al llegar a mi casa… ¡la heladera vacía! Entonces… agua…un saquito de té… y mi oración: << ¡Señor, vos sabés lo que necesito! Estoy dispuesto, mientras tanto, a “sobrevivir”>> Y sucedía: Un vecino golpeaba a la puerta y…: << Padrecito, recién lo vimos pasar… aquí le traigo un pedacito de asado ¡el pan todavía está calentito! Acá tiene ensalada y postre… ¡Que lo disfrute!>>. (¡Qué bárbaro! ¿No? ¡¿Cómo no confiar en Dios?! ¡De la nada, me mandaba un asado a casa!) Yo sólo atinaba a reír sin encontrar las palabras que expresaran mi agradecimiento. ¡Dios nunca me dejó con hambre! Pero… claro... por otro lado, también me mandaba “pruebas”…: Al tiempo, algunas familias comenzaron a invitarme a comer a sus casas y, como todos sabemos, los argentinos siempre quieren ofrecer lo mejor para agasajar a sus visitas. Alguien me preguntó si había alguna comida argentina que fuera similar a la de Sri Lanka. Les cuento que allá también comen carne de vaca asada. De hecho, la comida tradicional de nuestros antepasados origi-


221 narios (los Veddas o Veddah) era, justamente, carne asada “a la estaca” de cualquier “bicho” que pasara por ahí. ¡Y, actualmente, lo sigue siendo! (¡Por supuesto! ¡Nada se compara con “el manjar” que es el asado argentino!) Como les decía, me preguntaron si había alguna comida parecida a la de “mis pagos” y contesté: <<Sí, el arroz con pollo>> ¡¿Para qué lo habré dicho?! Se corrió la voz entre los vecinos y, de ahí en más… De lunes a lunes, almuerzo y cena, fui invitado a comer… ¡arroz con pollo! El primer día me encantó pero, luego de una semana… ¡No podía ni ver a una gallina! ¡Sentía que tenía pollo en la garganta! ¡Por tres años no pude volver a comerlo! Dios me mostró que hasta la abundancia puede hacernos mal. (¡Qué lindo para aprender a vivir! ¿No?). De a poquito, cada vez era más la gente que se iba acercando a la parroquia. ¡Podría nombrar a tantos para quienes no alcanzarían las palabras de agradecimiento! Recuerdo, muy especialmente, a una persona muy humilde que siempre se preocupó por mí: Don Castro. Era dueño de una pequeña rotisería con reparto a domicilio. Un hombre anciano que había sido monaguillo durante mucho tiempo. Todos los días, con mucho amor, se “escapaba” de su negocio para traerme algo de comer. ¡Me trataba como a un hijo! Ya falleció, pero quedó en mi memoria por su gran humildad, su sencillez, su fe y por el cariño con que me cuidaba. ¡Jamás olvidaré su caridad para conmigo, cuando yo no tenía nada! También, en esa época, muchos me invitaban a que fuera con ellos “a tomar algo” (Y… ¡Uno aprende! ¿No?). Recuerdo a un señor de Barrio Rucci que ayudaba muchísimo en el mantenimiento de la parroquia. Se apellidaba Limbe. Una noche, cuando ya había terminado mis actividades, fui con un amigo hasta su departamento a dejarle un mensaje.


222 (No recuerdo bien si vivía en el 2º ó 3º piso). Lo encontré sentado, mirando televisión. Me recibió muy amablemente: << ¡Qué lindo que haya venido! ¡Siéntese! ¿Un poquito de whisky, Padre?>>. Yo no estaba acostumbrado a tomar alcohol. Le dije: << ¡Noooo! Recién termino. Ni siquiera he comido. Todavía tengo que ir a mi casa>>. El insistió: << ¿Ginebra? ¿Cognac? ¿Cerveza?>>. Y, ante mi negativa, dijo: << Pero… ¡qué lástima! ¿No va a festejar mi cumpleaños? ¡¿Cómo no va a brindar conmigo?! Me quedé solo, mi familia ya se fue a dormir…>> ¡Y acepté!: << ¡Está bien, brindemos para festejar su cumpleaños!>>. Me sirvió medio vaso de “un líquido transparente”. Brindamos y, como yo estaba apurado por volver a mi casa… hice lo que se llama “fondo blanco” (lo tomé todo de una sola vez). ¡¡¡Madre mía!!! ¡Me salía el aire por la nariz, los ojos, los oídos! ¡¡¡Impresionante!!! Pregunté: << ¡¿Qué me dio?!>> . Respondió: <<Grapa>> (¡Así aprendí que era “la grapa”!). Y, por primera vez en mi vida, me emborraché. ¡No veía nada! Por suerte, había ido con mi amigo: Alfredo Raschia (alguien que me acompañó en muchas cosas). Alfredo me “cargaba” gritando: << ¡Cura borracho! ¡Mirá cómo quedaste!>>. Y digo que “por suerte” estaba con él, porque tuvo que casi cargarme sobre sus hombros para poder bajar los pisos en donde estábamos. ¡Nunca me había sentido así! Alfredo me llevó a su casa, me dio de comer y luego me acompañó hasta la mía. (Lo que les cuento me lo contó él. ¡Yo nunca me acordé de nada!). ¡Qué bárbaro! ¡Así aprendí lo que se siente cuando uno se emborracha! Al día siguiente, todo el mundo se burlaba de mí


223 ¡La “cargada” duró años! Y así, con el tiempo, las cosas fueron cambiando. Las personas que tenían las llaves de la parroquia empezaron a conocerme y, prácticamente, llegaron a pedirme disculpas. Me dieron las llaves, comenzaron a apoyarme en todo y dejaron las colectas en mis manos (aunque algunos, aun, no estaban de acuerdo). Las misas, en aquel entonces, eran simples pero llenas de amor, de fe y… cómo decirles… un poco “solitarias”. De lunes a viernes sólo había tres o cuatro personas. De aquel tiempo, recuerdo a Norma Ramos (una mujer que mantenía la parroquia como si fuera de ella, limpiaba y cuidaba todo con mucho amor). Norma junto con Elsa Pérez se pusieron de acuerdo y, como la gente comenzaba a venir, contribuyeron mucho a organizar la comunidad ¡Y las cosas cambiaron! También quiero agradecer a Norma Herrera y a su familia. Siempre me mandaban mercadería para que la comida no faltara. Lo mismo para la familia Tourn. ¡Increíble cómo Pepita me ha cuidado! Recuerdo también, con mucho agradecimiento, a Norma Felicia, a la Sra. Pere, San Palo, familia Calichio, Rona, Bosso y tanto otros que ayudaron a construir esta hermosa comunidad. ¿Cómo siguieron las cosas? Teniendo un poquito de dinero, ya podía empezar a comprarme algo, claro que… ¡tampoco fue fácil! La dificultad que tenía con el idioma me impedía adquirir lo que “realmente” quería. ¡No imaginan cómo se divertía el verdulero cuando iba a comprarle algo! Yo entraba a la verdulería y él me decía: << Bueno, dale, señalame lo que querés así ganamos tiempo>>. Recuerdo que, un día, el Padre Bernardo me pidió que fuera a comprar “un poco” de lechuga. (Y… mi dificultad con el idioma…) Así fue que pedí “un kilo”. El verdulero me miró extrañado y preguntó: << ¿Un kilo?


224 ¿Cuántos son ustedes?>>. Respondí <<Somos dos>>. Insistió: << ¡¿Y van a comer un kilo?!>>. <<Sí, sí>> dije con seguridad. ¡Y así fue! ¡Comimos lechuga durante tres días! ¡Bernardo me quería matar! Recuerdo también el día que me pidió que fuera a comprar cebollas. De camino a la verdulería iba repitiendo: << cebollas, cebollas, cebollas…>>. Cuando el verdulero me preguntó qué quería dije: << Un kilo de “caballos”>>. El hombre comenzó a saltar y a imitar un relincho mientras repetía: << ¡Acá no vendemos! ¡Acá no vendemos!>>. La verdulería estaba llena de gente y yo no sabía qué hacer de la vergüenza que sentía. Entonces, como siempre, me dijo: << ¡Mostrame qué querés…!>>. Cuando señalé el cajón de cebollas… ¡todos estallaron en carcajadas! ¡Casi muero de la vergüenza! ¡Pero aprendí! Si aún hoy me equivoco en el acento de algunas palabras ¡imaginen lo que era antes! Más de una vez, la palabra que quería decir se convertía en “mala palabra”. Entonces venían los chiquitos y me decían: << ¡Padre, eso no se dice!>> y me enseñaban. Hay algo que tengo que agradecerles: Nunca, ninguno de ellos se río ¡Jamás se burlaron de mí! (¡Qué lindo! ¿No?). ¡Y no sólo los chicos! La gente de la parroquia, en general, siempre esperó a que terminara la Misa para corregirme y enseñarme. ¡Qué lindo gesto! Ahí empecé a sentir el amor que me tenían. Me decían: << Padrecito, si sigue diciendo malas palabras… ¡no venimos más! ¿Eh?>> Y, por supuesto, fue al contrario. Cada día aumentaba esa comunidad que compartía conmigo “de una forma tan particular”. En este año he celebrado mis 30 años de sacerdocio. Cuando pienso en lo que viví desde el comienzo hasta ahora y


225 veo todo lo que he sembrado, logrado, sentido y vivido… ¡Qué hermoso! ¿No? Los comienzos fueron duros. Esta era una zona muy carenciada. La gente de los distintos barrios estaba muy dividida. Algunos decían: << ¡El cura “pertenece” a Parque Field!>> Otros: << ¡La iglesia es de Barrio Rucci!>>. ¡Ninguno quería compartir nada! Cada barrio quería tener su propio sacerdote y su propia parroquia y nadie se daba cuenta que, económicamente, no podían mantener ni siquiera una. ¡En medio de esos conflictos comenzó mi vida sacerdotal! Recuerdo que, en las primeras misas, escribía el sermón para luego leerlo. En una de ellas me equivoqué muchas veces y, cuando llegó la oración de los fieles (en aquel tiempo no había libros para rezar) dije: << Bueno, recemos por las intenciones particulares>> Y, ante la sorpresa de todos, se levantó un chiquito llamado Santiago Arfeli (hoy es un hombre casado y con hijos) diciendo: << Señor, oramos para que el Padre Ignacio hable bien y ¡pronto!>>. Todos se largaron a reír y yo… ¡casi me muero de un infarto! Lo primero que pensé fue: << ¡Dejo todo y vuelvo a Londres! ¡Ni los niños me entienden!>>. Después me di cuenta que hasta los niños estaban dispuestos a acompañarme con su oración para que pudiera cumplir con mi misión. Y así, con mucho amor, en medio de risas y muchas veces “pasando vergüenza” fui aprendiendo a hablar este idioma. Justamente, fueron los chicos mis primeros maestros ya que, gracias a la dirección del Colegio Natividad, tuve la posibilidad de trabajar con ellos. Comencé con grupos juveniles (¡tenía el grupo más grande de Rosario!) Y fue gracias a las fuerzas que me dieron Roberto Meroi y Martin Roth que pude integrarme e integrar a tantos jóvenes. Por supuesto, también fue gracias a aquellos chicos (hoy


226 casados y padres de familia) que me aceptaron y me dieron la posibilidad de compartir con ellos. Mi mayor anhelo en aquel entonces, era integrar a los barrios y aquellos jóvenes eran de Parque Field, Rucci, Fonavi y Nuevo Alberdi. Fue gracias a ellos que pude construir una parroquia sin divisiones. ¿Cómo hice? (¡Sólo Dios sabe!) Llegó el momento en que los chicos y las chicas comenzaron a enamorarse unos de otros y, como dije pertenecían a distintos barrios… ¡Eso ayudó a que se terminaran las divisiones y los problemas! Recuerdo el “primer campamento”: No había duchas y las fabricamos con coladores de fideos. ¡Qué experiencia maravillosa! (¡Había momentos en que sentía que no podía continuar de tanto cansancio!). Seguramente, al leer esto, Adriana Faggi, Fabian Churriguera, Martín Zuchetti y Patricia Orsi (entre otros), recordarán con muchos más detalles aquellos días ¿no? (Siempre temo dar nombres porque sé que hay mucha más gente y mi memoria ha olvidado muchos apellidos. Pero les aseguro que sus rostros están presentes, así como el amor y la colaboración que me brindaron en los primeros pasos de mi sacerdocio; están intactos dentro de mi corazón) En aquel tiempo vivía para aquellos jóvenes. Aún recuerdos sus grandes abrazos y cómo me enseñaban a hablar. Gracias a ellos pude conquistar el corazón de los adultos ¡Y la parroquia comenzó a crecer! Las mujeres empezaron a colaborar: Mary Dalle, Pepita Tourn, Norma Felicia, Norma Herrera, Sra. Santavini, Sra. Zaperi y tantas personas que me ayudaron a comenzar “esta nueva historia”. Se formaron distintas Asociaciones: “Virgen María” y


227 “Liga de madres de familia” fueron de las primeras. Comenzaron los “grupos de oración” y empecé a ir casa por casa a bendecir. (Los hogares de Barrio Rucci y Parque Field están bendecidos 2 ó 3 veces) Esa también fue una experiencia maravillosa: Al principio, algunos me recibían y otros no porque decían que no tenían interés pero… ¿saben? pasado el tiempo, aquellos que habían cerrado sus puertas las abrieron pidiéndome disculpas: << No te entendía, no te comprendía… ¡te necesito!>> ¡Qué lindo! ¿No? Ante cada puerta que se cerraba, pensaba: << ¡Dios sabrá! Yo cumplo mi misión llegando a aquel a quien debo llegar… Ya les llegará “el tiempo de Dios” para que se conviertan y lo busquen. Por mi parte, al llegar a cada casa dejaba la invitación. No me preocupaba por la cantidad de personas; no me importaban los números, ni los aplausos, ni las críticas. Siempre “lleve la cruz” con paciencia y amor para poder sembrar lo mejor de mi corazón: La Palabra de Dios en el corazón de los demás”. Con el tiempo, las Asociaciones crecieron y dieron frutos. Empecé a tener amigos que, a decir verdad, fueron para mí otra familia: Alberto Aronna, familia Orsi, López, Minon, Norberto Sanz; ellos me acompañaron desde el principio y de una manera hermosa. También recuerdo que, cuando llegué a esta ciudad, Rosario se había quedado sin 40 sacerdotes (algunos habían dejado el sacerdocio y otros se habían ido de la Diócesis hacia distintos lugares). Monseñor Bollatti me pedía 9 misas dominicales (4 los sábados por la tarde y 5 los domingos) Esto fue hasta que se normalizaron las cosas. ¡Hasta hoy no sé cómo hice! Con tantas dificultades para hablar el castellano ¡fue todo un desafío! Tal vez fue una prueba que Dios me puso “para que le-


228 vantara la cabeza”… tal vez fue una gracia…quizás ambas cosas ¡No sé! De lo que sí estoy seguro es que, de alguna forma, cumplí con la necesidad pastoral de aquellas personas. Sí, comencé con muchas dificultades, pero todo fue floreciendo a través de las Asociaciones. Nunca terminaré de agradecer a las mujeres de Acción Católica, Virgen María y Liga de madres de familia ¡Me acompañaron desde el principio y de una manera increíble! Y seguimos creciendo… hasta que llegamos a dar fruto de la gracia de Dios. Muchísima gente se acercó a la Iglesia y, luego de un tiempo, el Vía Crucis ¡con 5000 personas! Después… lo increíble: ¡300.000! ¡Jamás estuvo en mis cálculos ni en mis sueños! ¡Sólo Dios sabe! ¡Sólo Él sabe cómo es su obra para conquistar a tantas almas! Como ven, a veces, la vida “aprieta” mucho, pero también “enseña” mucho ¿no? En estos 30 años de sacerdocio he aprendido que “nada vale si uno no sabe convivir y compartir con la gente”. Quiero decirles que los pensamientos que comparto con ustedes en esta obra, son “de la vida”, no “de los libros”. Son de la realidad vivida en esta tierra. (Estoy convencido que Jesús vino para esta misión). Cuando ingresé al seminario, comencé a aprender lo que era la vida. Hasta que salí de mi casa, en Sri Lanka, jamás había lavado ni siquiera un plato; jamás había cocinado y… Durante los tres primeros años, en el seminario, mi tarea fue lavar los baños. ¡Para mí fue algo terrible! A cada rato me decían: << El baño se ensució, andá a limpiarlo>>. Entonces, tenía que interrumpir mi estudio, dejaba el libro que estaba leyendo y allá iba, pensando: << ¿Para que entré


229 aquí? ¿Para limpiar baños o para predicar el Evangelio?>>. Más de una vez he llorado de impotencia porque, a veces, los ensuciaban a propósito y ni siquiera me daban guantes para que los limpiara. (¡Qué prueba de Dios! ¿No?) Después entendí que Dios me elegía para limpiar los corazones de los hombres. Aprendí que, así como es necesario lavar los baños, dejándolos brillantes y con perfume a limpio, para poder disfrutarlos; también es necesario que el corazón del hombre encuentre la belleza y el “perfume a limpio”, para disfrutar la vida. ¡La vida es así! Y creo que lo que más aprendí es a no perder nunca la esperanza ni la alegría de vivir. Pienso que, de alguna forma, tenemos que tratar de aprender a limpiar de impurezas nuestro corazón, para poder encontrar la mejor manera de vivir cada minuto: Cuando tengamos que llorar ¡no tengamos vergüenza de hacerlo! Cuando tengamos que reír ¡mostremos nuestra mejor carcajada! Cuando tengamos que sorprendernos ¡hagámoslo! ¡Ojalá Dios nos ayude a lograrlo! Recordemos que Él nos enseña, a cada uno, desde nuestra propia realidad. Y siempre ¡siempre! Tengamos presente ese “hilito de esperanza” que nos une al Padre. Confiemos porque Él nunca nos abandona. Si hay una alegría en mi corazón es la de haber soportado tantas cosas (justas e injustas, dolores y alegrías, comprensión y rechazos), es la de haber sostenido mi sacerdocio durante 30 años. Si alguien me preguntara si soy feliz en mi sacerdocio, respondería: <<No. No soy feliz. ¡Soy “re-feliz”! porque Dios me dio la gracia de lograr mi misión. Como miembro de la Cruzada del Espíritu Santo, esa


230 misión es la de conquistar almas y, gracias a Él he conquistado muchísimas almas para Cristo. Esto me llena de felicidad y es lo que me da alegría para vivir y seguir viviendo mi sacerdocio: 30 años de vocación compartiendo el anuncio del Evangelio. Con este libro quiero compartir la maravillosa experiencia que Dios me dio: Llevar paz y esperanza a los enfermos, a los sufrientes, a aquellos que necesitan convertir su corazón para encontrar la felicidad de la vida. Hay en él homilías, pensamientos, sentimientos e ideas que, quizás, puedan ayudar a sembrar la Palabra de Dios en tu corazón de una forma particular, de una manera muy silenciosa, para que puedas encontrar sentido a tu vida. Quiera Dios que tu corazón se alegre con estos pensamientos; que te ayuden a encontrar la fe. Que tengas una vida feliz y digna, con muchos frutos para ti y para todos. Que puedas hallar la gracia de Dios en esta vida. Dios los bendiga. Los quiero mucho. Hasta siempre.


Ă?ndice


PRÓLOGO de Ana María Chaú ....................................... 7 HOMILÍAS 1. Aprender, fortalecer y avanzar .......................................... 15 2. Fortalecerse en la vida ...................................................... 20 3. Problemas de la vida ........................................................ 24 4. El poder de escuchar, el poder de hablar .......................... 30 5. La aventura de vivir ......................................................... 35 6. ¿Quién gana? ¿Quién pierde? .......................................... 40 7. El camino de la vida ........................................................ 45 8. Pidan y se les dará ........................................................... 50 9. Destino: “Felicidad” ......................................................... 55 10. 2008: “Paso a paso”… “Nota a nota”… .......................... 59 11. La vida es un proyecto ambicioso .................................. 64 12. Sólo el grano que muere produce frutos ........................ 68 13. Equilibrio ...................................................................... 72 14. Amar de corazón ........................................................... 75 15. Con el espíritu de Dios .................................................. 79 16. Amar de verdad ............................................................. 84 17. <<Maestro, que yo pueda ver>> ...................................... 89 18. Con un corazón sincero ................................................. 94 19. Pocas palabras y hechos reales ........................................ 99 20. <<Te amo como sos, te acepto como sos>> .................... 103 21. Viviendo en sociedad ..................................................... 107 22. Tesoros de Dios ............................................................. 111 23. ¿Estar solo o sentirse solo? ............................................. 114 24. Démosle tiempo a la vida .............................................. 119 25. La fe va más allá de cualquier análisis humano .............. 124 26. Tengamos paciencia y confiemos .................................... 127 27. Paz interior: Un secreto personal ................................... 133 28. Mi fuerza es la eucaristía ................................................. 138 29. Una luz brilla en nuestro corazón .................................... 143


CRONOLOGÍA Mis comienzos ......................................................... 153 Mi llegada a Londres ............................................... 161 Mi Ordenación ......................................................... 164 Mi llegada a Rosario ................................................ 167 FOTOGALERÍA ANÉCDOTAS En esta vida nada es fácil ......................................... 177

Agradecimientos Sra. Directora Prof. Ana María Chaú; Dra. Nora Martin; Dra. Claudia Marcela Naim; Sr. Hernán Bertolotti; Prof. Elba Chuda.





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