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LOS MUSEOS MILITARES

LOS MUSEOS MILITARES

EL REAL MUSEO MILITAR

La historia del Real Museo Militar, creado en virtud de una Real Orden de 29 de marzo de 1803, se convierte en una verdadera odisea al intentar seguir su origen y posterior trayectoria no solo como institución sino al rastrear la génesis, traslados e identificación de sus fondos, todo entreverado con tiempos y fechas muy complicadas en general, y de muy especial alcance en el ámbito militar, comenzando por el descalabro de la Guerra de Independencia y siguiendo con los vaivenes políticos bajo Fernando VII, de tal modo que hasta los años de Isabel II no se hallará una cierta estabilidad en los asuntos que aquí nos conciernen. Añádase a ello la incorporación, a lo largo del siglo XIX, de otros fondos de modelos muy importantes procedentes de instituciones tan dispares como el Real Gabinete Topográfico, la Biblioteca Nacional de España, la Real Academia de Caballeros Cadetes del Regimiento de Guardias Españolas o el Gabinete de Fortificación de la Academia del Cuerpo de Ingenieros en Guadalajara, entre otras.

Aquel primer Real Museo Militar estuvo instalado en la casa del marqués de Monteleón, en el barrio de Las Maravillas de Madrid, en cuya posesión estuvo el Parque de Artillería en condiciones muy precarias pero agravadas por la guerra. Tenemos pocas noticias de los primeros años tras la guerra, pero uno de sus objetivos más urgentes fue el de recuperar los objetos sustraídos de sus colecciones como las “planchas de cobre en que están grabadas algunas de las láminas correspondientes al tratado de artillería de D. Tomás de Morla”46. Para estas cuestiones se contaba en 1812 con un Pagador, Prudencio Ventura Gómez47 que, entre otras cosas, se hacía cargo del abono de gastos y recompensas por hallar las piezas robadas, al tiempo que desde el propio museo atendía

46 “Habiéndose notado la falta de varias planchas de cobre en que están grabadas algunas de las láminas correspondientes al tratado de artillería de D. Tomás de Morla, se espera que las personas a cuyo poder hayan ido a parar las entregarán desde luego en el museo militar de esta corte (casa del marqués de Monteleón) al encargado D. Prudencio Ventura... Estas planchas son de suma importancia empleadas en su objeto, y muy poco servicio pueden hacer a un particular, aun cuando un miserable interés le hiciese olvidar que son una propiedad nacional dedicada a la instrucción de nuestra juventud militar“ (Diario de Madrid, 26 de septiembre de 1812, nº 269, pp. 358-359. 47 Este Prudencio Ventura Gómez tendrá luego una interesante trayectoria administrativa en el Cuerpo de Artillería. Su nombre figura en la “Lista general por antigüedad de los individuos del Ministerio de Cuenta y Razón de Artillería que sirven con Real despacho en la Península y Ultramar...”. Pertenecía al Departamento de Valladolid, pero estuvo destinado en el Museo Militar de Madrid, al menos hasta 1835, llevando entonces poco más de 29 años de servicio (Real Cuerpo de Artillería. Estado general, 1836, Madrid, Imp. Eusebio Aguado, p. 110).

Para los primeros pasos del Real Museo Militar vid. HERRERO, María Dolores (1996): Orígenes del Museo del

Ejército. Aproximación histórica al primer Real Museo Militar Español, Madrid, Ministerio de Defensa.

otros muchos trámites referidos al Cuerpo de Artillería48 que nada tenía que ver con el que entonces se conocía como “museo de artillería”. El hecho es que, en 1814, hubo que replantear de nuevo el museo que, inicialmente, estuvo bajo el mando del Cuerpo de Artillería49, auxiliado por un oficial del de Ingenieros, estando ambos de acuerdo en la necesidad del traslado urgente del Museo “a otro local, pues habiéndose observado con insistencia crujidos en la armadura y notable ensanche en las grietas de las paredes del edificio, y reconocido este por el Arquitecto Don Antonio Cuervo en 6 de febrero de 1816”50, se encontró que el viejo palacio de Monteleón estaba prácticamente en ruina. Después de tantear varios edificios en Madrid se trasladó el Museo al Palacio de Buenavista, en la calle de Alcalá y aún por concluir, teniendo ante sí una larga etapa de obras constantemente interrumpidas por falta de liquidez, y definitivamente suspendidas con la llegada de las tropas francesas en 1823. Al año siguiente, después de un primer intento de división del Museo entre artilleros e ingenieros, Fernando VII ordenaba que “los Museos de Artillería e Ingenieros sigan en la forma y el estado que tenían en 7 de marzo de 1820, que era la de un Museo único militar”, y que los directores propusieran “un reglamento sucinto en conformidad con las leyes vigentes”. Pero en 1827 otra Real Orden, que no era sino una real contraorden, mandaba que el Museo “se dividiese en dos departamentos,” y establecía el procedimiento para repartir el contenido de sus fondos dando lugar a dos museos diferentes, el de Artillería y el de Ingenieros continuando, como refiere Adolfo Carrasco, “los dos Museos en el mismo edificio, pero con entradas separadas, necesitándose permisos diferentes para visitar cada uno, lo que era motivo de queja para el público”. El Museo de Ingenieros se quedó con todo lo referente a las construcciones militares (planos, modelos de fortificación, puentes, etc.), mientras que en el Museo de Artillería permanecería todo lo específico de su Arma, lo cual entraba en conflicto cuando el objeto podía considerarse como apropiado de ambos Cuerpos. Lo que no se podían imaginar unos y otros es

48 En la misma fecha y páginas del Diario de Madridcitadas en la nota 46 se puede leer: “Las personas que quieran facilitar ganado para el arrastre de la artillería nacional, o para transportar varios efectos a Sevilla o Badajoz, ya sea con carruage o sin él se presentarán en el museo militar, barrio de Las Maravillas, al encargado de dicho establecimiento D. Prudencio Ventura...”. A él se debe en buena parte el cuidado y conservación de los modelos en las circunstancias más críticas de la colección, al tiempo que atendía otras cuestiones muy dispares como cuando, más adelante, el 29 de agosto de 1821, se le libraron 36.550 reales de vellón “para el empaque y conducción de 2.500 fusiles” para la Milicia Nacional (PÉREZ GARZÓN, Juan Sisinio (1978): Milicia Nacional y revolución burguesa: el prototipo madrileño, 1808-1874, Madrid, CSIC, pp. 531-532 y 635). 49 En 1816, después de la Guerra de Independencia, volvió a ser Director del Museo Militar por segunda vez el teniente general Don Joaquín Navarro, conde de Casa Sarriá, coronel del Cuerpo de Artillería. Vid. Estado Militar de España. Año de 1816. [Madrid], Imprenta Real, [1816], p. 98. 50 CARRASCO, Adolfo (1876): Memoria histórico-descriptiva del Museo de Artillería escrita en 1874, Madrid, Vda. de Aguado e hijo, p. 14. Esta es una obra fundamental por la documentada información, probablemente la más completa que existe, sobre los antecedentes del Museo de Artillería, pues no en vano este artillero fue también historiador, como se dice más adelante.

que prácticamente un siglo después, en 1932, un decreto de la Segunda República, firmado por Niceto Alcalá-Zamora, Presidente del Consejo de Ministros y al tiempo Ministro de la Guerra, volvería a refundir aquellos museos en un único museo militar: “Con los actuales Museos militares de las distintas Armas y Cuerpos se crea en Madrid el Museo histórico militar, que se instalará en el edificio del actual Museo de Artillería…”51 .

Entre aquel movido despertar del siglo XIX y el agitado periodo de los años 30 del siglo XX se hizo un esfuerzo verdaderamente notable cuya huella impresa y obras conservadas permiten seguir e interpretar, en parte, la prodigiosa colección de modelos reunidos hacia 1900, sin duda una de las primeras de Europa, cuyo valor histórico y documental no hemos apreciado aún de modo suficiente. El seguimiento documental de las fuentes impresas y el conocimiento directo de algunos modelos y maquetas conservadas, permiten esta aproximación recordando los hechos más notables. Por una parte, es de justicia reconocer el ilustrado proyecto de la formación del Real Museo Militar que, muy probablemente, tiene a Godoy como motor principal en su vuelta al poder reforzada por la “Real cédula de S. M. [Carlos IV] y Señores del Consejo por la qual se manda guardar y cumplir el Decreto inserto, en que para la uniformidad necesaria en la providencias que exigen el gobierno del Exército y Armada y su regeneración, se declara al Príncipe de la Paz Generalísimo de las Armas de mar y tierra…”52 .

Quienes dieron los primeros pasos fueron militares como Joaquín Navarro Sangrán (1769-1844), capitán de Artillería que con el grado de Coronel de Infantería fue, en 1803, “comisionado para el

José Aparicio e Inglada, Joaquín Navarro Sangrán, h. 1815, primer director del Real Museo Militar. Óleo sobre lienzo, 62 x 52 cm. © Museo Nacional del Prado, Madrid.

51 Gaceta de Madrid, 17 de diciembre de 1932, nº 352, p. 1932. Decreto de 16 de diciembre de 1932: “Artº 1º

Con los actuales Museos militares de las distintas Armas y Cuerpos se crea en Madrid el Museo histórico militar, que se instalará en el edificio del actual Museo de Artillería...”. En su artículo 4º encarga la conservación y custodia de este nuevo Museo al “Cuerpo de Inválidos Militares, mientras subsista”. 52 Real Cédula de S. M. y Señores del Consejo por la qual se manda guardar y cumplir el Decreto inserto, en que para la uniformidad necesaria en las providencias que exigen el gobierno del Exército y Armada y su regeneración, se declara al Príncipe de la Paz Generalísimo de las Armas de mar y tierra, con los honores, distinciones y facultades que se expresan, Madrid, Imprenta Real, 1801 [San Lorenzo, 10 de octubre de 1801].

Detalle de la portada manuscrita del Estado de el Exercito y Armada de S.M.C. / por el Teniente Coronel del Rl. Cuerpo de Ingenieros Encargado del Museo Militar y Coronel del Exercito Dn. Juan Josef Ordovas. Año de 1807. Biblioteca Central Militar (Madrid), Sign. MS-1450 (Sign. antigua: 1807-8).

establecimiento del Museo Militar”, siendo su primer director hasta 1808, para serlo por segunda vez entre 1814 y 1817, cuando ya era Teniente General del Ejército53. Aunque el Museo dependía de Artillería, contó desde el principio con el también capitán de Ingenieros Juan Ordovás (17601833), y luego teniente coronel de Ingenieros y coronel del Ejército, encargado al menos entre 1803 y 1807, de la dirección del ramo de Ingenieros del Real Museo Militar, “para inspeccionar y dirigir la construcción de modelos correspondientes á este instituto, en un pequeño taller que se montó anexo al Museo, y servido por cuatro operarios de habilidad escogidos en las maestranzas de Artillería”54 .

En este periodo inicial se hizo en 1805 un primer inventario de las piezas que constituyeron el primer fondo del museo, inventario aún sin localizar y que, según Castrillo, hizo el capitán de Artillería Alejandro Rivacoba, quien, en palabras de Navarro Sangrán, era “un mozo juicioso, laborioso y a propósito para el encargo”55. Rivacoba debió de inventariar, por una parte, los modelos remitidos

53 ALONSO JUANOLA, Vicente (2010): “Los uniformes y los retratos de los hermanos Navarro Sangrán”, Revista de

Historia Militar (Ministerio de Defensa, Madrid), nº 107, pp. 11-40, especialmente pp. 21-24. Sobre su personalidad como artillero vid. FRONTELA CARRERAS, Guillermo (2010): “Don Joaquín Navarro Sangrán y la artillería española en la batalla de Bailén”, El General Castaños y su época (1757-1852). Actas de las XIV Jornadas Nacionales de Historia Militar, Sevilla, Cátedra “General Castaños”, pp. 60-134. 54 Juan José Ordovás y Sastre (1760-1833). En la obra manuscrita de Ordovás Sobre el estado del Ejército y de la

Armada(1807) el autor figura como “Encargado del Museo Militar” (Estado de el Exercito y Armada de S.M.C. / por el Teniente Coronel del Rl. Cuerpo de Ingenieros Encargado del Museo Militar y Coronel del Exercito Dn.

Juan Josef Ordovas. Año de 1807.(Ms.) Biblioteca Central Militar (Madrid), sign.: MS-1450 (Signatura antigua: 1807-8). Sobre esta obra vid. ALÍA PLANA, Jesús María, y GUERRERO ACOSTA, José Manuel (2002): El “Estado del ejército y la Armada” de Ordovás: un ejército en el ocaso de la Ilustración, Madrid, Ministerio de Defensa,

Secretaría General Técnica. 55 CASTRILLO MAZERES, Francisco (1997): “Historia de los Museos: El Museo del Ejército”, Militaria. Revista de

Cultura Militar, nº 9 (Servicio de Publicaciones de la UCM), pp. 29-47.

por los cuatro arsenales de Artillería creados a propuesta del Conde de Aranda, Director General de Artillería e Ingenieros, según recoge el Real Decreto de 19 de octubre de 1756 y comunicado a Sebastián Eslava, Secretario de despacho de Guerra:

“…he resuelto, que, sin preferencia de destinos, sean los quatro siguientes [arsenales]. Barcelona, que incorporará la Cataluña, Reynos de Valencia, y Murcia, Islas de Mallorca, e Ibiza. Zaragoza, los Reynos de Aragón, Navarra, Castilla la Nueva, Provincias de Vizcaya, Alava, Guipuzcoa, y Costas de Santander. Sevilla, todas las Andalucias, Estremadura, y Presidios de Africa. Coruña, la Galicía, Asturias, Reyno de Leon, y Castilla la Vieja, y en cada uno de ellos se forme un Arsenal de Artillería. Para poder tener noticia de los adelantamientos, y novedades que hubiere en los quatro referidos Arsenales, se establecerá otro pequeño en Madrid, al qual se han de remitir, y quedar las Muestras, y Modelos de las ideas que se propongan, para que puedan determinarse con vuestro conocimiento, del Director General de mi Real Artillería, y otras inteligentes personas. Tendreis lo entendido para su cumplimiento. Señalado de la Real mano de S. M. en San Lorenzo el Real a 19 de Octubre de 1756”56 .

Aquel arsenal “pequeño” madrileño fue el Arsenal Central y debió de recibir pronto algunos modelos procedentes de los arsenales de artillería de Barcelona, Zaragoza, Sevilla, Coruña, pudiendo rastrearse la existencia de algunos de ellos a través de posteriores Catálogos del Museo de Artillería en los que se registran varios modelos procedentes del arsenal de Barcelona, todos construidos entre las fechas de 1804 y 1806, si bien se refieren a máquinas, armas y aparatos de precisión relacionados con la artillería, desde “el modelo de culebrina muy antigua, llamada Nancy fundida en Barcelona en 1804” y la “cureña de batalla del sistema antiguo... hecha en Barcelona en el reinado de Carlos IV”, hasta la “preciosa romana de metal primorosamente cincelada con un arco de círculo graduado sobre un tablero de caoba construido en la Maestranza de Barcelona, año de 1805”57. De la Maestranza de Sevilla llegaron piezas como el “Modelo general del magnífico edificio de orden toscano, de la fundición de Artillería de Sevilla... y hacia 1790 se principió a concluir el edificio bajo la forma que tiene el modelo, terminando la obra en 1793” y el “Modelo

56 El decreto lo reproduce íntegro Enrique DE LA VEGA en su artículo “Dos fábricas sevillanas de aplicación militar (siglos XVIII y XIX), Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla, 1991, pp. 157-209. 57 Otros muchos modelos se refieren a objetos tan diversos como los siguientes: “Modelo en hierro y metal de un martinete vertical construido en la Maestranza de Barcelona en 1805, para romper bombas y granadas”; “Modelo de coclea construida en la Maestranza de Barcelona, año de 1805, para levantar grandes pesos”; “Fusil sin bayoneta ni abraxaderas, con llave a la catalana... construido en la Maestranza de Barcelona, año de 1806…”.

de horno grande de la fundición de artillería de Sevilla, de la capacidad de 700 quintales de bronce”. Nada digno de mención referido a los arsenales de Zaragoza o de La Coruña en estos primeros pasos.

LA COLECCIÓN MONTALEMBERT

Pero el grupo de modelos más importante que recogería el inventario de 1805 sería el de la colección del marqués de Montalembert (1714-1800), ingeniero militar, mariscal de campo y miembro de la Academia de Ciencias de París y San Petersburgo, que, adquiridos en París por Nicolás de Azara, llegaron a Madrid el 29 de abril de 1803, en 15 cajones, “junto a 4 ejemplares de los 11 tomos de su obra”. Los modelos debieron de sufrir en el viaje y fueron reparados por “dos obreros hábiles de la maestranza de Segovia”, de tal modo que el 4 de septiembre de aquel mismo año ya se habían restaurado los ciento siete modelos de la colección, que permaneció unida por lo menos hasta 1911, según el Catálogo del Museo de Ingenieros, donde la colección de Montalembert cuenta con ciento un modelos58. La diferencia con los ciento siete restaurados por los artífices segovianos no tiene mayor importancia, pues además, en la futura partición de los fondos del Museo Militar, los artilleros se llevaron a su museo otros diez “Modelos de fortificación del sistema de Montalembert”59, lo que permite pensar, a falta de un inventario preciso de aquel momento, que la colección Montalembert contaba con un centenar de modelos, aproximadamente, con independencia de la relación hecha en París en vida de Montalembert, como se dice más adelante.

El teniente coronel de Ingenieros, Joaquín de la Llave, profesor que fue de Fortificación en la Escuela Superior de Guerra y en la Academia de Ingenieros entre 1877 y 1885, resumió en sus interesantes Lecciones de Fortificación la repetida información sobre la adquisición de estos modelos que él debía de conocer muy bien, pues Montalembert era una referencia obligada para sus alumnos, aunque, naturalmente, ya obsoleta en aquellos días60. Llave comenta cómo “Montalembert

58 [GARCÍA ROURE, Jacobo] (1911): Ingenieros del Ejército. Catálogo del Museo, Madrid, Imp. Alemana, pp. 148-160. 59 Museo Militar de Artilleria de Madrid: breve relación de los efectos que contiene, formada e impresa de orden del Excmo. Sr. Conde de Almodóvar, Director, Inspector y Coronel General del Arma (1843),Madrid, Imp. del

Colegio de Sordo-Mudos, p. 45. 60 LLAVE Y GARCÍA, Joaquín de la (1898): Lecciones de Fortificación, Madrid, Imp. del Memorial de Ingenieros, pp. 121-122. En las páginas 538-539, Llave comenta los reductos de campaña, sobre la que había escrito en la

Revista científico militar de Barcelona(enero-febrero, 1879), y se refiere a los “dos modelos en relieve, uno en el Museo de Ingenieros en Madrid y otro en el gabinete de Fortificación de la academia del mismo Cuerpo en

Guadalajara”, evidenciando el carácter vivo y didáctico de estos modelos.

gastó casi toda la fortuna que poseía en la publicación de su obra61, que contiene en total nada menos que 165 láminas soberbiamente grabadas, y en mandar construir los modelos en relieve de todos sus proyectos de fortificación”. A continuación, se refiere a la emperatriz Catalina II de Rusia, quien, al parecer, quiso adquirir la colección de modelos por cien mil escudos, pero cuya oferta rechazó Montalembert que ofreció sus modelos de fortificación a la Asamblea Nacional de Francia “con la esperanza de que esta consideraría la fortificación abaluartada como formando parte del antiguo régimen y decretaría la adopción de la fortificación perpendicular”, resumiéndose en este gesto todo un trasfondo político y académico del máximo interés que no cabe abordar en estas páginas62. Pero nada de esto sucedió, de tal modo que la viuda de Montalembert reclamó a la Asamblea la devolución de los modelos “que permanecían arrinconados en un desván”, y los vendió a nuestro embajador en París, Nicolás de Azara, previa autorización real de Carlos IV, fechada en 31 de marzo de 1803, en la que probablemente deberíamos ver la mano de Godoy. La llegada de estos modelos fue la chispa que encendió la creación del Museo Militar en 1803, si bien hoy solo nos quedan de la colección de Montalembert su relación en diferentes catálogos y algunas fotografías63, pero sin perder la esperanza de encontrarlos algún día almacenados en una dependencia militar, pues sabemos que en “1941, esta colección fue trasladada a la Academia de Ingenieros en Burgos”64, donde ocupaba el antiguo Convento de la Merced desde 1940. Allí debieron de estar hasta que, en 1986, la Academia de Ingenieros se trasladó de nuevo a Hoyo de Manzanares (Madrid), desconociendo desde entonces su paradero.

61 El propio Joaquín de la Llave hizo un largo comentario a la obra escrita de Montalembert en “Montalembert. (1714-1800)”, Memorial de Ingenieros del Ejército (1900), marzo, nº III, pp. 70-74. Las obras del mariscal de campo Marc-René de Montalembert son muy conocidas y de compleja estructura y título que podemos resumir del modo siguiente: La fortification perpendiculaire ou Essai sur plusieurs manières de fortifier la ligne droite… (1776-1796), París, Barrois aîné (12 volúmenes). 62 Lo recoge muy acertadamente Jânis LANGINS en “Un discours prérévolutionnaire à l’Académie des sciences:

L’exemple de Montalembert”, Annales historiques de la Révolution française (2000), nº 320, pp. 159-171. 63 En el citado Catálogo del Museo de Ingenieros (1911), se reproducen los siguientes modelos: 3.349, “Modelos de dos ángulos entrantes”; 3.361, “Modelo de un frente de Neuf-Brisach”; 3.369, “Modelo de una caponera acasamatada”; 3.381, “Modelo de un fuerte triangular”; 3.389, “Modelo de un fuerte con dos recintos acasmatados”; 3.403, “Modelo de un fuerte con dos recintos”; 3.408, “Modelo que manifiesta las comunicaciones acasamatadas del fuerte avanzado de Cherbourg”; 3.417, “Modelo de un fuerte triangular para colocarlo en un recodo”; 3.421, “Modelo de una batería con su muro de máscara”; 3.430, “Modelo de dos fuertes, uno mixtilíneo...”; y 3.437, “Modelo de un fuerte de figura de ala de pichón...” de Pondichery. Antonio BRAVO NIETO, en su trabajo sobre “La influencia de los modelos de Montalembert en la fortificación española del siglo XIX. Varios ejemplos en el norte de África”, en Alicia CÁMARA y Bernardo REVUELTA (coords.) (2015): Ingeniería de la Ilustración, Madrid, Fundación Juanelo Turriano, pp. 93-115), reproduce en la fig. 5 una fotografía de 1911 con dos maquetas de la colección de Montalembert. 64 CASTRILLO MAZERES, op. cit., p. 36.

“Plan d’une partie de l’ile d’Aix, avec les projets relatifs à sa défense par Mr le Marquis de Montalembert” (1781). Bibliothèque nationale de France. Departamento de Mapas y planos GE C-1282.

El aspecto físico de los modelos cabe deducirlo de las ilustraciones que acompañan al mencionado Catálogo de 1911, donde tan solo se reproducen once modelos de un total de ciento uno que componían en aquella fecha la “Colección Montalembert”, dentro del apartado “Historia de la fortificación (Sistemas)”65. La escala de los modelos varía desde la 1:10, dada a los modelos de las diferentes baterías, hasta la de 1:4.000 del “Modelo de un cuadrado semejante comparado á los proyectos hechos para la isla de Aix” (nº inv. 3.374), que recuerda la obra hecha entre 1779 y 1783 por Montalembert en esta pequeña isla cerca de la desembocadura del río Charente en el Atlántico, de gran valor estratégico para proteger la rada de Rochefort de los ataques ingleses.

65 Ingenieros del Ejército. Catálogo del Museo (1911), pp. 145 y ss. La “Colección Montalembert” está recogida en las páginas 148-160.

El complicado manejo de la obra escrita por Montalembert, más allá de sus tres primeros volúmenes de La fortification perpendiculaire, las sucesivas adiciones y ampliaciones, las memorias añadidas, la constante interrelación y referencias cruzadas entre unos y otros volúmenes, así como la amplia literatura que suscitó Montalembert poniendo en cuestión la obra de Vauban, como las Mémoires sur la fortification perpendiculaire, par plusieurs officiers du Corps Royal du Génie, atribuidas a Fourcroy de Ramecourt66, dieron lugar a nuevos textos por parte de Montalembert, quien los incluyó en los tomos finales, junto a las repuestas de la correspondencia que suscitaron sus propuestas de fortificación67. En este verdadero laberinto, pleno de información, es posible espigar interesantes noticias indirectas que permiten hacer una lectura nueva e inédita de los modelos de la Colección Montalembert que llegó a Madrid en 1803. No podremos o no sabremos ponderar de modo suficiente tanto la colección como la importancia de este primer y Real Museo Militar que comenzó con una fuerza sorprendente, de tal modo que podemos afirmar con seguridad que la Colección Montalembert no tuvo nunca igual en la historia de la fortificación europea, pues es la expresión tridimensional en la que culmina el pensamiento estratégico militar de la Ilustración.

Naturalmente, no se nos olvida la existencia del Musée des Plan-Reliefs de París68, colección histórica excepcional donde las haya, con una larga serie de modelos construidos entre 1668 y 1773, es decir, coincidiendo su final con el comienzo de los modelos de Montalembert, y cuya finalidad estratégica y militar es de todos conocida. Sin embargo, su vinculación al territorio, las implicaciones urbanísticas y paisajistas, el documentado relato de todas y cada una de las ciudades recogidas en las aproximadamente doscientas cincuenta maquetas, sus dimensiones, la escala empleada y, por encima de todo, su carácter, distancia estas “maquetas”, que reproducen la realidad visible, de los “modelos” teóricos por construir de Montalembert, ceñidos a la fortificación misma, y que dibujados en dos dimensiones en su tratado alcanzan una realidad tridimensional que ayudan a su mejor entendimiento. Probablemente es el ejemplo que mejor ilustra la distancia existente entre la “maqueta” y el “modelo”. No obstante, debemos recordar que en el museo parisino de plansreliefs se conserva medio centenar de maquetas, francesas y alemanas, referentes a distintos mo-

66 FOURCROY DE RAMECOURT, Charles-René (1786): Mémoires sur la fortification perpendiculaire, par plusieurs officiers du Corps Royal du Génie, París, Nyon l’aîné. El autor defiende a ultranza los sistemas de ataque y defensa de Vauban y responde ofendido a Montalembert en nombre de todo el Corps Royal du Génie de Francia. 67 Sirva de ejemplo la “Épître à Messieurs les Officiers du Corps Royal du Génie”, incorporada al vol. 8 de su Fortification Perpendiculaire. 68 WARMOES, Isabelle (1997): Le Musée des plans-reliefs, París, Editions du patrimoine. Con frecuencia se realizan exposiciones temporales en el museo con sus fondos como la que, durante los meses de abril a mayo de 2017, acaba de tener lugar en el Hôtel des Invalides sobre una maqueta hecha en el siglo XVII en la abadía del Mont-

Saint-Michel, y obsequiada a Luis XIV: “Le Mont-Saint-Michel au temps de Louis XIV”.

delos teóricos de fortificación y de diferentes épocas, entre las que se cuentan dos maquetas magníficas de la isla de Aix69, con el proyecto para su defensa de Montalembert, de 1779, pero ejecutadas hacia 1785, muy distintas de los modelos de la Colección Montalembert de nuestro Real Museo Militar.

El discurso teórico de Montalembert desborda lo recogido hasta entonces por la Encyclopédie de Diderot, donde la arquitectura militar se incluye dentro de las Matemáticas puras en el apartado de la Geometría, pero sin olvidar que participa de los conocimientos que dan contenido a la Mecánica, tanto estática como dinámica. Si a ello se añade la experiencia personal de Montalembert en el campo de batalla y en el asedio a distintas plazas fortificadas en Suecia y Rusia, entre otras, resulta sencillo concluir que estamos ante una obra ciertamente singular que reúne ciencia y experiencia.

Por último, y tras recorrer el laberinto literario de la obra de Montalembert, podemos decir que el esfuerzo tuvo un final feliz al hallar la relación completa de los modelos que, en su día, formaron parte de “les Cabinets de Fortification de M. le Marquis de Montalembert” en su casa de París, donde se publicó en 1783 una relación de los ochenta y nueve modelos que la componían, formando “un Cours complet de Fortification et de Artillerie, depuis les anciens systémes jusqu’aux nouveaux ”70. Montalembert tenía organizada su colección en ocho “divisiones” con distintas letras, adjudicando a cada modelo un número de orden y un estante. Así, “La primera División, marcada con la letra A, comprende los modelos, pertenecientes a la rehabilitación y mejora de los recintos abastionados en uso. La segunda, con la letra B, comprende los modelos pertenecientes al sistema angular o de polígonos, siguiendo los métodos de Mr. el Marqués de Montalembert...”. Y así sucesivamente, la letra C agrupaba los modelos de los Fuertes cuadrados, mientras que la letra D recogía los Fuertes triangulares; la letra E, los Fuertes redondos “bien en llano, bien ocupando lo alto de las montañas”; y la letra F, “los fuertes apropiados para la defensa de las Radas, ofreciendo nuevas formas”. La séptima división, con la letra G, comprendía “los modelos pertenecientes a distintas baterías de costa, baterías de plazas amuralladas, y la construcción de troneras o cañoneras,

69 “Nouveau fort de l’île d’Aix” (1779) y “Fort de l’île d’Aix par le Général Montalembert” (1779), Ile-d’Aix. Ambas maquetas, coetáneas de Montalembert, son magníficas y tienen en sí mucha información que desconozco si está estudiada y publicada. Entre las maquetas de este grupo se encuentra una maqueta del siglo XVIII sobre tablero, mostrando una solución abaluartada que responde al siguiente título: “Système anonyme espagnol 1780”. Una segunda maqueta de tema español muestra a escala 1:600 la población de Rosas, y una tercera del

Sitio de Zaragoza, construida hacia 1810 por Martin Boitard, l’aîné. 70 “État des plans en relief qui composent les Cabinets de Fortification de M. le Marquis de Montalembert, a Paris, au mois de Septembre 1783”. Se trata de un cuaderno con paginación propia (8 páginas) incorporado al final del L’Art défensif, supérior a l’offensif, ou la forification perpendiculaire... (1773), t. VIII, París, F. Didot.

Montalembert, La fortification perpendiculaire, t. III, plancha XV (París, 1793).

Ilustración de la p. 157 de Ingenieros del Ejército. Catálogo del Museo (Madrid, 1911).

de diferentes maneras enteramente nuevas”. La octava división, con la letra H, comprendía “todos los Modelos relativos a la Artillería, tanto a la antigua como a la actual en uso, con la construcción de todos los nuevos puestos, siguiendo los métodos del Marqués de Montalembert”, como en todos los casos anteriores. Una nota final añade que “En el número de estos planos se encuentra en relieve el Fuerte y baterías que se han ejeccutado en la isla de Aix bajo las órdenes de Montalembert desde 1779 hasta 1783”.

Este verdadero inventario, unido al cotejo de los Catálogos de 1911, del que sería luego Museo de Ingenieros, y de 1917, del Museo de Artillería71, al análisis de las pocas fotografías existentes que se reproducen en ellos, y la consulta de la Fortification perpendiculaire en sus distintos tomos y grabados, permiten hacer una incursión para identificar algunos de los modelos, sin poder ser aquí exhaustivos. Con carácter general, cabe decir que el grueso de los modelos llegados a Madrid responde a la relación de 1783, coincidiendo los nombres propios de plazas y fuertes como las de Orleans, Delfín, Real, Louisville, etc., pudiéndose acomodar todos en aquellas ocho divisiones. Nuestros Catálogos tradujeron de un modo más o menos ajustado, aunque de manera sobria, el texto francés y convirtieron en metros las toesas, pulgadas y líneas con las que estaban contempladas sus medidas y escalas originales.

En muy pocos casos podemos visualizar el modelo, pero utilizaremos dos ilustraciones del Catálogo de 1911 para poner en relación directa el modelo que llegó en 1803 al Real Museo Militar con la obra de Montalembert. Sea el inventariado con el nº 3.417, que cuenta con una amplia descripción en los siguientes términos: “Modelo de fuerte triangular para colocarlo en un recodo de poca extensión, que estrechándose hacia tierra obligue a suprimir las obras destinadas a la defensa de este lado (situación análoga a la de la punta de la isla de Aix): este fuerte consta de dos torres angulares de 43 metros de diámetro; cada torre tiene tres batería cubiertas y una cuarta sobre el terraplén superior; están unidas por una cortina de mampostería de dos baterías acasamatadas; el triángulo se completa por dos caras de la misma construcción que la cortina de 140 metros de longitud; una batería baja acasamatada rodea todo el fuerte: otra torre colocada en el centro del triángulo con dos órdenes de fuegos descubiertos puede contener el faro. Escala 1:350”72 .

Esta descripción coincide con la que Montalembert dio del modelo XXXVI, F 1, dentro de sexta División de sus “cabinets”, que agrupaba a los fuertes concebidos para la defensa de las radas:

71 Catálogo General del Museo de Artillería (1917), t. IV, Madrid, Imp. de Eduardo Arias, pp. 139-140. 72 Ingenieros del Ejército. Catálogo del Museo (1911), p. 157.

Caponera acasamatada. Colección Montalembert. Antiguo Real Museo Militar. Paradero desconocido. Ilustración de la p. 151 de Ingenieros del Ejército. Catálogo del Museo (Madrid, 1911).

“Este fuerte consiste en dos Torres angulares de 18 toesas y 4 pies de diámetro, teniendo cada una tres baterías cubiertas y otra sobre la terraza superior, unidas por una cortina de fábrica.... tal como se encuentra recogido en el Tomo III, planches XV y XVI”73. Con esta última observación se pone de manifiesto la íntima vinculación de los modelos con la obra escrita, por lo que se entiende bien que cuando la viuda de Montalembert vendió a Azara la colección de modelos, estos fueran acompañados de los tratados de la La fortification perpendiculaire, formando un todo difícilmente separable e inteligible. De tal modo que si consultamos el tomo III de dicha obra, al describir la plancha XV, referida a este mismo fuerte de la isla de Aix, dice “c’est un triangle équilatéral, dont les deux points, du côté de la mer, sont termineés par deux tours angulaires de dixhuit toises, quatre pieds de diamètre; ces tours et la partie du Fort du côté de la mer, sont couverts par une batterie basse environnante casmatée, comme il est exprimé au Plan…”, esto es, el original en francés que luego se traduce en la ficha del mencionado modelo 3.417 de nuestro Museo Militar.

Algo análogo podemos hacer con el resto de las once reproducciones que conocemos, pero baste con un ejemplo más, como el del “Modelo de una caponera acasamatada con todos los detalles: tiene dos órdenes de fuegos cubiertos y otro superior al descubierto con cañoneras”74 que, en la relación de 1783, Montalembert lo tenía clasificado como “VII, C 5” en su cabinet o armario: “Caponniere casematée en grand, avec ses détails et développement par étage, ayant trois batteries, dont deus couvertes et une supérieure à merlon, telle qu’elle est exprimé au premier Volume Planches XII et XIII. Cette caponniere casematée est garnie de 40 pieces de canon de cuivre montés

73 Luego, Montalembert añade que la base del modelo es cuadrada de dos pies de lado, es decir, nos da la escala de 1 pulgada por 5 toesas, y además las medidas del soporte que, en este caso, es de unos 60 centímetros. 74 Modelo nº 3.369 del Catálogo… (1911). Escala 1:125.

Montalembert, La fortification perpendiculaire, t. I. detalle de la plancha XIII (París, 1776).

sur affuts à aguille. L’ échelle est de 9 pouces 2 lignes 3 points, pour 15 toises. La grandeur de la table est de 16 pouces 9 lig. sur 3 pieds 2 pouces 9 lig.”.

Esta caponera, de interior fuertemente abovedado, deja ver en sus flancos unos orificios grandes coincidiendo con la posición de los cañones, y otros más pequeños y más numerosos para los puestos de los fusileros, concordando así la descripción de Montalembert en el tomo I de La fortification perpendiculaire (1776)75, la descripción del modelo en su cabinet (1783) y la fotografía del modelo publicado por el Museo de Ingenieros (1911).

En otros casos en los que no conocemos físicamente el modelo, pero sí la ficha de su catalogación, podemos afirmar con seguridad su directa vinculación con las propuestas de fortificación de Montalembert, como sucede con el “Modelo de un fuerte triangular, denominado de Borgoña, con torre en el centro, una torre circular, doble recinto de murallas, dobles casamatas en los ángulos

75 Texto largo referido a esta caponera en las páginas 144 a 168.

Montalembert, La fortification perpendiculaire, “Fort de Bourgogne”, t. II, plancha XXVIII (París, 1777).

Montalembert, La fortification perpendiculaire, “Torres angulares”, t. I, plancha VIII (París, 1776).

salientes y caponera de tres salientes en el centro de los lados. Escala 1: 350”76, que no es otro que el “Fort de Bourgogne” del que habla Montalembert en el segundo volumen de La fortification perpendiculaire, en el que incluye un magnífico grabado que permite recrear mentalmente la imagen del perdido modelo de madera77 .

En otros casos los propios grabados parecen transmitir la idea y corporeidad de los modelos de madera hoy perdidos, pues su nítido dibujo sombreado y las secciones nos recuerdan, incluso, que muchos de estos modelos eran desmontables para ver la distribución interior. Pocos ejemplos tan expresivos como las llamadas torres angulares que forman verdaderas series de las que el antiguo Museo de Ingenieros tenía una muy completa colección, advirtiendo, como lo hace Montalembert, que su nombre, algo equívoco, nada tienen que ver con su posición, sino con la forma estrellada de su base formada por ángulos78, que sirve de soporte y defensa de estas torres fuertes cilíndricas.

LOS MODELOS TOPOGRÁFICOS

No entra en nuestro propósito hacer una historia puntual de los museos militares79 sino tratar de los modelos que ellos lograron reunir durante su largo proceso de gestación a través del siglo XIX, en el que se hizo un esfuerzo notable por buscar nuevas piezas, redactar los Catálogos, montar los talleres de modelos y, en fin, poner al frente a personas capacitadas y afines a este mundo que nunca llamaríamos de miniaturas sino de construcciones a escala con unas determinadas dimensiones que exigían, al margen del tamaño, el rigor científico más estricto. ¿Alguien diría con propiedad que el conocido modelo de Madrid es un Madrid en miniatura? ¿No es esta una paupérrima apreciación del modelo en relieve sobre el perdido plano topográfico de Madrid que previamente, tras “minuciosas operaciones geodésicas”, levantó en escala 1:432 el artillero León Gil de Palacio80? Esta figura, absolutamente central en el ámbito de los modelos topográficos, autor del mencionado y conocido modelo de Madrid, sin rival en Europa como imagen fiel de la ciudad bajo todos los órdenes posibles, topográfico, histórico, urbanístico, arquitectónico, paisajístico, etcétera, fue no

76 Ingenieros del Ejército. Catálogo del Museo (1911), modelo nº 3.383. 77 MONTALEMBERT, Marc-René (1777): La fortification perpendiculaire, t. II, París, P.-D. Pierres, pp. 298-304 y plancha XXVIII. 78 MONTALEMBERT, Marc-René(1776): La fortification perpendiculaire, “Torres angulares”, t. I, París, P.-D. Pierres, pp. 117 y ss.: “Des Tours angulaires. Ces fortes de tours, d’une construction tout à fait nouvelle, tirent leur dénomination de leur bâse, formé d’angles, dont les côtés se flanquent mutuellement à angle droit...”. 79 CASTRILLO MAZERES, op. cit., pp. 29-47. 80 LÓPEZ GÓMEZ, Antonio (1999): “La percepción histórica del relieve de Madrid”, en Madrid. Estudios de geografía histórica, Madrid, Real Academia de la Historia, p. 89.

Maqueta del edificio del Museo Nacional del Prado, h. 1785. Madera. © Museo Nacional del Prado. Procede del Real Gabinete Topográfico, de donde pasó al antiguo Museo Municipal de Madrid y de allí al Museo del Prado.

solo el director del Museo Militar de Artillería, sino que por necesidades del servicio lo compatibilizó durante un tiempo con la dirección del Real Gabinete de Modelos Topográficos81. Aunque es bien conocido y está muy recientemente estudiado82, no me resisto a transcribir la impresión de un visitante y conocedor directo tanto del Gabinete topográfico como de Gil de Palacio, esto es, Ramón de Mesonero Romanos, quien hace la siguiente descripción tan abreviada como certera, plena de observaciones aún por resolver adecuadamente, y al margen de alguna leve imprecisión. Oigamos a quien lo vio y leamos en sus palabras lo que la erudición silencia:

“Por los años de 1832 tuvo su origen la formación de este precioso gabinete, compuesto por su mayor parte de los modelos o planos en relieve de varias ciudades, debidos a la inteligencia y laboriosidad de su celoso director, el brigadier de Artillería D. León Gil Palacio [sic.]. Colocáronse estos en un principio en las salas del museo militar; pero ocupando bastante espacio y no siendo tampoco objetos propios de aquel sitio, dispuso el rey la formación por separado de este gabinete y su colocación en el gran salón llamado de los reinos; pero habiéndose destinado este posteriormente, al Museo militar de artillería, ha pasado el gabinete topográfico a ocupar el Casón o sala de bailes del mismo real sitio, que había sido compuesto para servir en 1834 de salón de sesiones del Estamento de Próceres...

81 QUIRÓS LINARES, Francisco (1994): “Las colecciones militares de modelos de ciudades españolas, y el Real Gabinete Topográfico de Fernando VII. Una aproximación”, ERIA. Revista de geografía, nº 35, pp. 203-224. 82 Sobre Gil de Palacio, el Gabinete Topográfico y el modelo de Madrid, han escrito muchos autores (incluso el autor de estas líneas en su “Introducción al desarrollo urbano de Madrid hasta 1830”, en Madrid hasta 1875.

Testimonios de su historia, Madrid, Museo Municipal, 1980, pp. 15-26), incorporando cada uno aspectos iné ditos sobre este apasionante tema que tiene su última aportación, con la bibliografía al día, en el muy completo y documentado trabajo de Joaquín ÁLVAREZ BARRIENTOS (2017): “La maqueta de Madrid (1830) de León Gil de

Palacio y el Real Gabinete Topográfico: Nación, Memoria y Urbanismo”, Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, Revista Digital del Grupo de Estudios del siglo XVIII, nº 23, Universidad de Cádiz, pp. 1-33.

Museo de Artillería. Vista de la Primera Sala, h. 1872. Fotografía de Jean Laurent y Cía., hoy en el Archivo Ruiz Vernacci, IPCE © MECD. En primer término el modelo topográfico del Alcázar de Segovia y su entorno inmediato, con la Casa de la Química y la gran explanada sin ajardinar, hoy en paradero desconocido. Detrás, el modelo de Madrid, hoy en el Museo de Historia de Madrid.

La colección de modelos que forman el gabinete es primorosa y uno de los objetos de mayor curiosidad que hay en Madrid; campea en primer lugar el famoso modelo que trazó el arquitecto D. Felipe Jubarra, de un magnífico palacio, cuando se trató de construir el nuevo de Madrid, el cual está prolijamente ejecutado en madera fina y ocupa un grande espacio. La descripción de este modelo la dejamos hecha ya, tratando del Real Palacio.

Hállase también en este gabinete el precioso modelo general de Madrid, construido de real orden en 1831 por el mismo señor Palacio. Ocupa un espacio de 272 pies superficiales, y en él se ha reducido el natural a la proporción de media línea por vara. Es admirable la exactitud y delicadeza de este trabajo, en el que se ha representado todo el pueblo de Madrid con la más minuciosa prolijidad, tanto en sus niveles y alturas, como en la forma de sus casas, palacios, terrenos, y demás, sin que falte lo más mínimo para una copia exactísima: por esta razón, este modelo es mirado como un esfuerzo del arte, y causa la admiración de cuantos lo miran. Lo mismo decimos de los otros modelos del señor Palacio, que reproducen en pequeña escala, la ciudad de Valladolid, el real sitio de Aranjuez, la Casa del Campo, y sobre todo el primoroso del monasterio del Escorial.

El modelo topográfico del Alcázar de Segovia muestra la orografía en la que se asienta y su composición geológica, que son el objeto último del modelo. Museo de Artillería. Sala de planos en relieve, hacia 1920. Fototipia de Hauser y Menet, Madrid. Postal de la colección del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.

Hay otros muchos modelos, del museo del Prado, del monumento del Dos de Mayo y de otro proyectado para la plaza de Palacio, de Teatro de Oriente, con otros muchos objetos que hacen muy interesante la visita a este gabinete”83 .

Lo que llegó a ver Mesonero Romanos no debía diferir mucho del montaje de la Sala primera del Museo de Artillería que fotografió Jean Laurent hacia 1870, si bien para entonces el Real Gabinete Topográfico como tal, había desaparecido administrativamente aunque no sus modelos que se dividieron en tres partes, como en 1874 señalaba Adolfo Carrasco: “La supresión del Gabinete Topográfico de S. M., de que era a la sazón Director el Coronel Teniente Coronel del Cuerpo D. José Zizur, se verificó por Reales órdenes de 30 de octubre y 2 de noviembre de 1854, en las que se mandaba repartir sus efectos entre los Museos de Pintura, Artillería e Ingenieros, debiéndose poner de acuerdo los respectivos Directores. Al nuestro correspondieron los modelos de Madrid y Aranjuez, y uno de un navío, obras las dos primeras de D. León Gil de Palacio, según queda manifestado”.

83 MESONERO ROMANOS, Ramón de (1844): Manual histórico-topográfico, administrativo y artístico de Madrid,

Madrid, Antonio Yenes, pp. 274-275.

Modelo de ciudad abaluartada siguiendo distintos sistemas de los siglos XVII y XVIII.Procede del Gabinete de Antigüedades de Felipe V, de donde pasó a la Biblioteca Nacional de España, y de esta al Museo de Artillería, a cambio de la antigua librería de Godoy, compuesta de 5.046 volúmenes. Actualmente en el Museo del Ejército de Toledo. © Museo del Ejército. Ministerio de Defensa.

En este punto debemos recordar que los museos de Artillería e Ingenieros se encontraban en el Palacio de Buenavista hasta que, en 1841, al poco de iniciarse la Regencia de Espartero, este dio órdenes tajantes para que el Museo de Artillería saliese de Buenavista “inmediatamente, sin pérdida de tiempo”, y que pasase a ocupar el Salón de Reinos que, en el Palacio del Buen Retiro, dejaba libre el Real Gabinete Topográfico por trasladarse este, a su vez, al edificio del Casón. En octubre de aquel mismo año de 1841, se abrían al público algunas salas del Museo de Artillería gracias a la diligencia de Gil de Palacio quien, al mismo tiempo, aprovechó para hacer una verdadera campaña entre instituciones y particulares, para aumentar los fondos del museo, como los modelos topográficos de Fuenterrabía y Melilla. En 1849 Gil de Palacio publicó el primer Catálogo del museo, coincidiendo con la renovación del cargo de director que ahora recaería en el coronel Santiago Piñeiro. Al Gabinete Topográfico apenas si le quedaban cinco años de vida pero nos detendremos aquí para destacar la exitosa gestión de Gil de Palacio en 1841, que seguramente era la compensación por el precipitado desalojo exigido al Museo de Artillería del Palacio de Buenavista. Me refiero a la adquisición, según Carrasco, de “las armas y objetos del arte de la guerra que existían en la Biblioteca Nacional, y fueron concedidas por Reales órdenes de 4 de septiembre y 22 de diciembre de 1841, entre estos la primorosa plaza de armas de bronce con figuras de plata esmaltada, que ha pertenecido personalmente a Carlos IV por regalo del Emperador de Austria”.

Es el extraordinario modelo, del que dudo que exista otro igual y que formó parte del Gabinete de Antigüedades de Felipe V, en el que se hace un sorprendente resumen de los sistemas de fortificación de los siglos XVI y XVII, sumados en una única imagen en la que, el maestro, el taller y el ingeniero militar que dirigió el trabajo hicieron un alarde de composición y conocimiento de dichos sistemas, y del asedio y ataque a una plaza fuerte. Los materiales son de una riqueza máxima (ébano, plata, latón dorado, bronce y esmalte) tal y como hoy puede verse en su actual destino, el Museo del Ejército en Toledo84 faltando tan solo el riquísimo mueble que en otro tiempo sirvió de asiento85. El hecho de que estuviera en la Biblioteca Nacional se explica porque esta procede de la Biblioteca Real, a la que estaba unida una serie de antigüedades y curiosidades, entre las que se encontraba este espectacular modelo, animado por miles de pequeñas figuras. Cuando Basilio Sebastián Castellanos hizo en 1834 una descripción de la Biblioteca Real, que entonces contaba con diecisiete salas, al llegar a la quinta dice que además de la bella estantería que fue de la biblioteca del Príncipe de la Paz y de otros enseres, en “esta sala se halla encerrada en una grande mesa de nogal una bonita plaza de fortificación, toda de plata”86. En un guiño histórico que nos advierte del modo de proceder tantas veces disparatado, el Museo Militar, esto es, Gil de Palacio, a cambio del modelo de la Biblioteca Nacional entregó a esta la librería del Príncipe de la Paz que se componía de 5.046 volúmenes y que tenía el Museo de Artillería por haberla encontrado en los locales que le cedieron para su instalación en el Palacio de Buenavista87 .

MAESTROS Y TALLERES MILITARES

Finalizamos estas colecciones militares con un recuerdo hacia el oficio del modelista y los artífices materiales de los modelos, cuya preparación resulta cada vez más exigente desde los años del Gabinete de Máquinas hasta el final del siglo XIX. La figura de modelista, salvo que haya incorporado su nombre al modelo, pasa inadvertida al entenderse que su obra se ciñe al anónimo oficio desa rrollado en el ámbito de un taller donde, en todo caso, se recuerda el nombre del maestro. Esto sucede con el nombre de Antonio Álvarez que todos los estudiosos citan como “maquetista” o “como ebanista-maquetista”, nombres inexactos donde los haya para el caso y tiempo, que aparece vinculado a Betancourt y al Gabinete de Máquinas, pero nada más. Es un hombre y nombre fan-

84 Medidas del modelo: 120 x 86 x 16 cm. 85 Gil de Palacio menciona escuetamente en el Catálogo del Museo Militar de Artillería (Madrid, Imp. del Colegio de Sordo-mudos, 1849, p. 95), con el nº 537, el “Modelo de metal con los sistemas de fortificación hasta la época del Mariscal Bauban, sobre una mesa de maderas finas”. 86 GARCÍA EJARQUE, Luis (1997): La Real Biblioteca de S.M. y su personal (1712-1836), Madrid, Tabapress, p. 354. 87 CARRASCO, op. cit., pp. 31-32.

tasma del que, sencillamente, desearíamos saber algo. De dónde era, quién le enseñó el oficio, si pertenecía al ámbito militar o civil, etcétera, pero la documentación y los documentalistas nada aportan y los historiadores repetimos lo ya dicho sin siquiera plantear alguna hipótesis. Añádase a esto el que los modelistas eran también los conserjes que custodiaban las colecciones de modelos, o al revés, los conserjes eran artesanos que también hacían de vigilantes de los modelos en una interminable confusión de funciones, como ocurre igualmente con el nombre del maestro ebanista Manuel Rioboo, vinculado al Gabinete de Máquinas, es decir, reconozco que sabemos poco o nada de este escalón gremial. Sin embargo, los modelos que alcanzaban un determinado grado de exigencia por su carácter experimental o como prototipo industrial, bien por su destino pedagógico, bien por su objetivo museístico, obligaron al modelista a tener una preparación específica que iba más allá del simple oficio para entrar en una determinada categoría profesional, pues experiencia, conocimiento y arte se trenzaron en su formación.

De ello se encargaron algunas instituciones como el Real Conservatorio de Artes (1824-1850) que, inspirado en el establecimiento homónimo francés Conservatoire des Arts et Métiers de París, se transformó en el Real Instituto Industrial, en 1850, que, a su vez, deseaba seguir los pasos de la École Centrale des Arts et Manufactures, donde se prepararían los que hoy llamamos ingenieros industriales. Si se mencionan estos establecimientos no es porque allí se formaran específicamente los modelistas, pues sus enseñanzas superaban con mucho las necesidades del oficio, sino porque tanto en París como en Madrid, más modestamente, los modelos fueron el terreno común de encuentro entre profesores, alumnos y materias. Nuestro Real Conservatorio de las Artes, que dirigió desde el comienzo López de Peñalver, tomó literalmente como modelo los programas y cursos del Conservatoire des Arts et Métiers, hasta el punto de traducir sus principales textos y programas como el Programa de un curso de geometría y mecánica, aplicadas á las artes, para uso de los artesanos, y los maestros y demás personas que dirigen talleres o fábricas, de Pierre Charles François Dupin88, que realmente presentaba un plan de trabajo verdaderamente interesante, donde aparece el modelo como una referencia constante que exigía conocer bien la geometría, la mecánica y la física, aunque no fuera este el objetivo final de su formación pero sí indispensable para su preparación. Si recordamos aquí las reflexiones de Dupin sobre estos temas, vería mos que algunas de las ideas básicas de Betancourt reflejadas en su Discurso sobre la construcción de máquinas en grande, donde el asunto de la dimensión y proporción con

88 Programa de un curso de geometria y mecánica, aplicadas á las artes, para uso de los artesanos, y los maestros y demás personas que dirigen talleres o fábricas explicado en el Real Conservatorio de Artes y Oficios de París por el Barón Carlos Dupin (1827), Madrid, Imp. Real.

relación a las escalas, se aborda igualmente en varias ocasiones en el programa de Dupin. Él mismo, en el aviso o prólogo de su obra, declara que admira el aprendizaje de las artes y oficios en Inglaterra e Irlanda por su seria preparación en los campos de la geometría, mecánica, física y química, resumiendo las metas del Conservatorio con comentarios generales pero directos al exigir “elegancia y hermosura de dichas formas [de los productos], resultando de una elección atinada de las justas proporciones que han de tener cada parte para concurrir a la perfección del todo” y “exactitud de los dibujos, la continuidad bien distinta de los contornos y superficies, la exactitud de las uniones, la solidez de ellas, y el hermoso pulimento de las superficies”. Los alumnos debían aprovechar “los procederes que la ciencia suministra para dar, a los productos de las artes, las formas y los movimientos que se necesitan que se adquieran”, utilizando “los medios para emplear con más ventaja las fuerzas del hombre y de la naturaleza con las herramientas, los instrumentos y las máquinas”. Después, el propio López de Peñalver traduciría los dos volúmenes que Dupin había dedicado a la Geometría y a la Mecánica89, que se editaron entre nosotros en 1830 y 1835, sin que debamos pasar de aquí en relación con los modelos, pero deseaba dar a conocer el grado de conocimiento técnico que por vez primera y de modo reglado recibían los artesanos y que, andando el tiempo, daría lugar a las nuevas promociones de los que más tarde llamaríamos ingenieros industriales. Y lo hacemos con la intención de poner en relieve la exigente formación y conocimientos que los modelistas, como artesanos que eran, debían tener en las maestranzas y academias militares donde fue una especialidad, y muy específicamente en el Cuerpo de Ingenieros en la segunda mitad del siglo XIX, habiendo sido ya importante en anteriores etapas, de los que podría ser un buen ejemplo la maqueta del Castillo San Felipe del Morro, en Puerto Rico, hecha en 1835 por Manuel Sicardo, "Maestro Primero de Obras de la Comandancia de Ingenieros Militares de San Juan de Puerto Rico", hoy en el Museo del Ejército de Toledo.

La formación militar en los distintos establecimientos fue preocupación común en Europa, siendo frecuentes las visitas mutuas entre determinados países para ver la orientación y medios pedagógicos de la enseñanza castrense. Entre nosotros y ahora solo en la relación con los modelos conviene citar al teniente coronel del Cuerpo de Ingenieros Celestino del Piélago y Fernández

89 DUPIN, Carlos (1830 y 1835): Geometría y Mecánica de las Artes y Oficios y de las Bellas Artes. Curso Normal para el uso de los artistas y menestrales, y de los maestros y veedores de los talleres y fábricas. Esplicado en el

Conservatorio Real de Artes y Oficios por el barón Carlos Dupin, miembro del Instituto (Academia de las Ciencias), oficial superior del cuerpo de ingenieros de marina, oficial de la legión de honor y caballero de San Luis.

Traducido al castellano de orden del rey nuestro señor, por don Juan López Peñalver de la Torre, del consejo de S. M. y su secretario honorario. (Tomo I. Contiene la geometría. Texto y 8 láminas. Madrid: Imprenta de don

José del Collado, 1830. Tomo II. Contiene la mecánica. Texto y 8 láminas. Madrid: Imprenta de los herederos de Collado, 1835).

de Castro (1792-1880), cofundador en 1847 de la Real Academia de Ciencias Físicas, Exactas y Naturales90, autor de una Arquitectura hidráulica para la Escuela de Caminos91, etcétera, que hizo un largo viaje por Europa, en 1844 y 1845, por encargo expreso del Gobierno, para visitar los principales establecimientos militares92. De todo el viaje deseo entresacar algunos comentarios que afectan de lleno a nuestro objetivo, pues describe el Cuartel de Inválidos de París y si bien admira el magnífico edificio desde fuera, lamenta que el museo se encuentre en el desván, ya que su

“interior no se corresponde ni con mucho a la magnificencia de las fachadas por lo bajo de sus techos y lo lóbrego y ruin de la crujía del medio de sus triples cuerpos de habitación. En los talleres del Museo se trabajan los modelos con primor y completa exactitud. Dado el plano acotado con sus curvas horizontales, si el modelo ha de ser pequeño, en un zoquete prismático de madera se abren cierto número de perfiles después de marcar en las caras verticales extremas los puntos y trazas de las curvas de nivel y haciendo igual operación en los puntos intermedios. También señalan por procedimientos geométricos los puntos que desean, comprendidos entre dos curvas horizontales. Se abren después de unos perfiles a otros, escalones cuyas aristas entrantes corresponden a dichas curvas.

En los modelos grandes y de alturas muy variadas no hacen uso de estos de madera. Sobre la tabla, proyección horizontal del modelo, se levantan verticalmente en la dirección de los perfiles el número necesario de pies derechos de las alturas que corresponden a sus respectivos puntos, y a sus cabezas se aplican gruesos tableros hasta cubrir todo el espacio en forma de diversos planos inclinados. Se socava después en el sentido de cada perfil, y se prosigue como queda dicho. Cuando el modelo no cabe en una sola tabla, se terminan estas con contornos curvos irregulares para disimular en lo posible las juntas de unos trozos con otros. Una vez labrado el modelo se le cubre con sedas, estambres o serrín, etc. Las fortificaciones, edificios, etc., se labran aparte y se fijan después.

90 Llevó la medalla número 13, adscrita a la sección de Ciencias Exactas, cuando el también ingeniero militar Zarco del Valle fue el primer presidente de la Academia. Piélago perteneció igualmente a la Real Academia de Bellas

Artes de San Fernando, como académico de mérito. 91 PIÉLAGO, Celestino del (1841): Introducción al estudio de la arquitectura hidráulica para el uso de la Academia

Especial de Ingenieros, Madrid, Imprenta Nacional. 92 PIÉLAGO, Celestino del (1847): Relación del viaje a Francia, el Rhin, la Bélgica é Inglaterra, que de órden del gobierno de S. M. hizo en 1844 y 1845 el coronel Don Celestino del Piélago...,Madrid, Imprenta Nacional. El texto que a continuación se transcribe se encuentra en las páginas 78-79.

Los modelos, principalmente los nuevos, son bellísimos. La variedad de verdes conforme al natural, el color de los caminos, los árboles y hasta las casas particulares copiadas todas individualmente, hacen un efecto encantador. En los perfiles extremos se expresan también las diversas capas del terreno. Habiendo modelos antiguos hechos a escala de 1/600, se continua en usar la misma para conservar la uniformidad y facilitar la comparación de magnitudes”.

De todo lo anterior se deduce que se trata de una colección de modelos topográficos que a León Gil de Palacio le hubiera gustado conocer, aunque él tenía una formación y una capacidad más que probada, y bastaría recordar de nuevo el modelo de Madrid para no necesitar añadir nada más, ya que en su obra se daban cuantas circunstancias técnicas ha comentado Piélago, sin ser ajeno a la delicadeza formal y cromática detectada en los modelos de París. Pero Gil de Palacio, que orientó y dirigió el taller de modelos, no tuvo discípulos de su altura y eso hizo que Piélago se hiciera acompañar del “Maestro de nuestro Museo Don Sebastián García” y de los “Zapadores enviados a aprender este arte”. Con ese motivo conocieron a Mr. Botard, “hombre de inteligencia, carácter francamente alegre, y sobre todo de mucha bondad”, maestro del taller quien no solo les acompañó en la visita y comentó la técnica seguida sino que se ofreció a mostrarles otros modelos distintos y menos pintorescos que tanto interesaban a un profesor de arquitectura hidráulica, lo que recogió igualmente Piélago recomendando que: “Si alguno de los que lean este escrito va a París pasará un rato muy agradable en ver los dos modelos de l’Ecluse ejecutados primorosamente bajo su dirección”.

Dejando ahora al margen la concreta historia de cada una de las Academias en las que siempre había un Gabinete de Modelos inmediato a las clases donde se enseñaba fortificación, topografía, mecánica, armamento y demás asignaturas que exigían unas clases prácticas de aquellas materias, el hecho es que los talleres militares llegaron a un nivel envidiable en la ejecución de modelos y difícil de encontrar fuera del ámbito militar, hasta fechas muy recientes y de discutible resultado93 . Esta realidad animó al Ministerio de la Guerra a presentar sus trabajos en las distintas Exposiciones Universales, cuyos Catálogos revelan no solo el detalle de los modelos presentados, sino otras circunstancias que hacen de cada modelo una historia distinta y cuyo rastreo exigiría un trabajo monográfico. Así, por ejemplo, el Museo de Ingenieros del Ejército había acudido como tal museo

93 Seguramente habría que esperar al Real Decreto 1388/1995, de 4 de agosto (BOE, 19 septiembre 1995, nº 224, pp. 27957-27972), en el que se establece el título de Técnico superior de Artes Plásticas y Diseño en Modelismo y Maquetismo, dentro de la familia profesional del diseño industrial.

militar a las Exposiciones Universales de Viena de 187394, donde recibió una significativa “Medalla de progreso”, y a la Universal de Filadelfia de 1876, en la que también fue premiado por la presentación de “Modelos diversos de puentes, plazas fuertes, etcétera”95, con independencia de que concurriera a otras exposiciones de ámbito nacional como la de Madrid, de 1874, donde el Museo recibió una medalla de plata. Parece oportuno insertar aquí un comentario del corresponsal de La Época en la Exposición Universal de Filadelfia, Alfredo Escobar, que el 7 de agosto de 1876 escribe en sus “Cartas de Filadelfia”:

“España, que bien puede presumir de potencia militar, ha hecho en esta materia una bonita exposición. Nada de máquinas infernales y asombrosos descubrimientos guerreros y cañones gigantes; pero mucho y bueno de fortificación y de modelos de la sección de campaña, preciosas muestras de nuestros Museos militares y estudios y publicaciones que pertenecen casi en su totalidad al cuerpo de ingenieros.

Mucha parte de esta todos la hemos podido ver en dicho Museo, y en el de artillería, y hasta en la Exposición de Madrid que tuvo lugar en el palacio Indo, y todos la hemos oído elogiar en la de Viena; pero si algún lector curioso quisiera saber lo que ha venido, le diré que ocupando la parte principal del pabellón... aparecen los modelos de fortificaciones, según los sistemas de D. Félix Prósperi y D. Ángel Rodríguez de Quijano y Arroquia, un perfil acasamatado de fortificación, y baterías de costa, y torres de mampostería, le diré que aparece también, modelos que representan las cercanías de Zaragoza, fortificada provisionalmente ante los ejércitos invasores del Gran Capitán del siglo, y otro del terreno recorrido por nuestro ejército durante la última campaña de África, y otro de la Isla de Tenerife en Canarias y varios más, del hospital de la ciudad de Manila, del cuartel nuevo de infantería de la Coruña, del castillo de San Juan de Ulúa situado en el bajo de la Gallega a mil varas de la plaza de Veracruz, del acueducto de Segovia [expuesto en la presente muestra, cat. 10], de la plaza del puerto de San Sebastián, del puente de Alcántara en Extremadura, cortado en la guerra de 1810 y habilitado su paso con un puente de cuerdas [expuesto en la presente muestra, cat. 3], de la plaza de Barcelona y fuertes de costas con baterías acorazadas, y fuertes triangulares y torres angu-

94 Documentos relativos a la concurrencia de España a la Exposición Universal de Viena, que ha de celebrarse en el año de 1873 (1872), Madrid, Imprenta Nacional. 95 Lista alfabética de los premios concedidos á España y sus provincias de Ultramar en la Exposición Universal de

Filadelfia en 1876 (1877), Barcelona, Establecimiento tipográfico de Narciso Ramírez y Cía., p. 32.

lares [procedentes, sin duda, de la colección Montalembert], etc.; todo construido admirablemente en los talleres de sus respectivos museos...”96 .

Ante este reconocimiento generalizado hacia los modelos militares presentados, decidieron algunas Academias a concurrir por ellas mismas y no como museo militar a las Exposiciones Universales, como lo hizo la Academia de Ingenieros del Ejército que presentó sus trabajos en la de París de 1878, cuyo Catálogo General recoge lo siguiente: “Los objetos que por primera vez remite la Academia a esta clase de certámenes, pues no concurrió a ninguna otra Exposición Universal, consisten en trabajos hechos por los Alumnos, algunos de los modelos de los que constan los gabinetes, modelos que han sido construidos por operarios de las clases de tropa del Cuerpo, dirigidos por los Profesores de las clases respectivas, y las Memorias, Catálogos y libros de texto que a continuación se detallan”97. Por las descripciones de los distintos modelos se observa que estamos ante una nueva generación de modelos que no mira tanto hacia atrás como a las novedades exigidas por los sustanciales cambios producidos en el arte de la guerra. Sirvan de ejemplo los dos primeros modelos expuestos en París, donde el inicial respondía al “Modelo del frente de fortificación de Prósperi”, seguido del siguiente comentario: “Este sistema de fortificación fue propuesto en 1744 por el ingeniero español D. Félix Prósperi, en su notable obra titulada La gran defensa, publicada en Méjico en dicho año de 1744, y en que presenta la idea del trazado poligonal preconizado 33 años después por el Marqués de Montalembert y al que dan la preferencia los autores modernos”. El segundo modelo expuesto y, como el anterior, hecho en los talleres de la Academia, decía “Modelo del frente de fortificación de Arroquia, como ejemplo práctico de aplicación de sus ideas emitidas en su libro titulado La fortificación en 1867 98; es de trazado poligonal con caponeras en los ángulos”. Recordemos que Ángel Rodríguez de Quijano y Arroquia fue un ingeniero militar y geó grafo99 que estuvo al frente del Museo de Ingenieros, museo que conocía bien y del que detalla algunos modelos en su trabajo sobre la fortificación, llegando a decir sobre la colección de Montalembert arriba comentada que “existe cuidadosamente conservada en nuestros Museos de Artillería y de Ingenieros” …

96 ESCOBAR, Alfredo (1876): “Cartas de Filadelfia”, La Época. Diario político, 26 de agosto de 1876, p. 1. 97 Exposición Universal de París de 1878. Catálogo español de las colecciones presentadas por el Ministerio de la

Guerra (1878), Madrid, Imp. del Memorial de Ingenieros, pp. 83 y ss. 98 RODRÍGUEZ DE QUIJANO Y ARROQUIA, Ángel (1868): La fortificación en 1867. Memoria premiada con la medalla de oro, escrita por el coronel de ingenieros..., Madrid, Imp. del Memorial de Ingenieros. 99 MARTÍNEZ, Esther (1989): “El general Rodríguez de Quijano y Arroquia y su colección de signos convencionales”, Revista de Geografía, vol. XXIII, Barcelona, pp. 75-86.

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