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3La biblioteca como autobiografía: Los libros de Teodoro Ardemans, Maestro y Fontanero Mayor de Obras Reales

BEATRIZ BLASCO ESQUIVIAS Universidad Complutense de Madrid

UNA BIOGRAFÍA Y UNA LIBRERÍA MODÉLICAS

Cada día se publican y estudian más bibliotecas de artistas, un material de extraordinaria utilidad para conocer la formación del propietario, sus gustos y anhelos y ciertos rasgos de su personalidad que apenas afloran en otros documentos. El inventario y tasación de los libros que atesoró un individuo a lo largo de su vida y que se registran al morir, como parte de su testamentaría, nos alerta sobre los temas y asuntos que despertaron su interés, sobre la índole de su cultura y sobre su grado de curiosidad, al tiempo que nos informa sobre sus ideas artísticas o nos proporciona algunas claves para entender la evolución profesional del personaje, del que nos ofrecen un perfil desusado. Del mismo modo, el proceso de formación de una «librería» y sus eventuales modificaciones pueden orientarnos sobre las circunstancias personales, profesionales y, desde luego, económicas que marcaron la vida de un artista y quedan reflejadas en los sucesivos inventarios de bienes que pudo realizar al casarse, enviudar, enfermar o, simplemente, para respaldar con sus pertenencias un contrato de obra, responder con ellas a una demanda judicial, etc.

Entre todas las librerías conocidas, la del pintor, arquitecto, ingeniero y tratadista Teodoro Ardemans (1661-1726) es, sin duda, una de las más importantes de su círculo, tanto por el número de ejemplares como por su contenido, que sirve para conocer las inquietudes intelectuales del propietario y es, a la vez, un claro exponente de su interés por suplir con estos libros un modelo ideal de formación colegiada al que no pudo acceder por sus circunstancias personales 1 . Hijo único de una napolitana y un Guardia de Corps luxemburgués, afincados en Madrid en fecha indeterminada, Ardemans se crio

en una familia humilde y sin relación con las artes, aunque su incipiente destreza en el dibujo le llevó a entrar como aprendiz en el taller de Antonio de Pereda (1611-1678), un artista culto de quien Palomino dijo «que tuvo el mayor estudio de la Pintura, que se ha conocido, no sólo en estampas, papeles, y borroncillos, originales, modelos, y estatuas excelentes, sino una librería admirable; y especialmente de la Pintura, en varios idiomas, tenía libros excelentes» 2 . En enero de 1678 Ardemans actuó como testigo testamentario de su primer maestro, señal de que sabía firmar y tenía formación en primeras letras.

A la muerte de Pereda, pasó al taller de Claudio Coello (1642-1693), pintor que dominaba entonces el panorama artístico madrileño gracias a su pintura ornamental y escenográfica; durante dos años (h. 1679-1681) aprendió con Coello matemáticas, perspectiva, óptica y otras materias afines que serían decisivas para la instrucción teórica de Ardemans. En 1683 aprobó el examen de maestro pintor de la Villa de Madrid y realizó su primera obra para el Hospital de la V.O.T. de San Francisco, que le encargaría también la pintura de la sacristía de su iglesia de San Francisco de Asís (vulgo, San Francisquín) en 1694. En 1686, ya casado en primeras nupcias con Isabel de Aragón, se trasladó a Granada para completar las bóvedas del coro de la catedral, aún inconclusas, resultando vencedor en el concurso de trazas que convocó el cabildo catedralicio a tal efecto. Tras las huellas del gran Alonso Cano, el 23 de julio de 1688 solicitó sin éxito que le dieran una habitación dentro del templo, en la torre donde pintaba Cano, y antes de regresar a Madrid, ese mismo año, pidió que le nombrasen Maestro Mayor de la Catedral, lo que le concedería finalmente el cabildo con carácter honorífico. Ya en Madrid, y avalado por este flamante título, logró los empleos de alarife municipal, en 1689, y teniente del Maestro Mayor de la Villa, en 1692, poco después de ser nombrado también Maestro Mayor de la catedral de Toledo [FIG. 1]. Comenzaba así una fulgurante carrera, que le encumbraría a los empleos más codiciados de la Villa y de la Corte de Madrid, en un momento especialmente difícil por el turbulento reinado de Carlos II y el ulterior cambio dinástico. Entre 1683 y 1726, Ardemans obtuvo los siguientes títulos, que desempeñó hasta su muerte, describiendo una trayectoria tan modélica como su propia biblioteca:

1683: Maestro pintor de la Villa de Madrid. 1688: Maestro Mayor de la catedral de Granada, honorífico. 1689: Alarife de la Villa de Madrid. 1691: Maestro Mayor de la catedral de Toledo. 1692: Teniente del Maestro Mayor del Ayuntamiento de Madrid. 1702: Maestro Mayor del Ayuntamiento de Madrid y su Fontanero Mayor. 1702: Maestro y Trazador Mayor de Obras Reales, Fontanero y Veedor Mayor de Obras Reales. 1703: Arquitecto Real de Felipe V. 1704: Pintor de Cámara de Felipe V, «con la llave de furriera, y de la Noble Guardia de Corps Jubilada» 3 .

Una vez afianzado en esta posición hegemónica, publicó a su costa dos tratados, eminentemente técnicos, en los que alardeó de erudición y de referencias bibliográficas, incluyendo en el primero de ellos una laudatoria autobiografía que confundió a los

FIG. 1. T. ARDEMANS (1661-1726), Proyecto de portada para la Casa de la Villa de Madrid, ca. 1690. Alzado. Lápiz, carboncillo, tinta negra y aguada sobre papel, 613 x 338 mm. Colección particular.

académicos y contribuyó a difundir la idea de que se había formado en el Colegio Imperial de Madrid, con los jesuitas 4 . En 1719 editó su exitosa Declaración y extensión sobre las Ordenanzas que escribió Juan de Torija (Madrid, Francisco del Hierro), y en 1724 un texto más raro sobre Fluencias de la Tierra y Curso Subterráneo de las Aguas (Madrid, Francisco del Hierro) 5 [FIG. 2]. ¿Formaban parte de su haber los numerosos libros que citó en estos dos suyos? De no ser así, bien podría haber utilizado los de la

FIG. 2. T. ARDEMANS (1661-1726), Monte Parnaso, 1701. Fiestas por la entrada en Madrid de Felipe V. Dibujo sobre papel amarillento verjurado, a pluma, pincel, lápiz negro, tinta parda y aguada de tinta china, 310 x 270 mm. Madrid, Biblioteca Nacional de España.

Real Biblioteca, a la que tenía acceso en función de sus cargos, o los de otras colecciones de amigos y colegas, pues no era raro que los vínculos familiares con los que se fortalecían los talleres profesionales reportasen al grupo el considerable beneficio de nuevas trazas, estampas, herramientas y libros, que pasaban a disposición del colectivo cuando éste se ampliaba mediante el conveniente matrimonio de uno de sus miembros con otro perteneciente a un taller afín.

ORIGEN Y FORMACIÓN DE LA BIBLIOTECA

No fue éste, sin embargo, el caso de Ardemans, pues ninguno de sus matrimonios le procuró lazos profesionales con otros obradores ni grandes bienes, así como ninguno de sus dos hijos varones siguió sus pasos por el camino de la arquitectura u otro oficio artístico 6 . En su primera boda no se hicieron cartas de pago ni recibos de dote y se consideraron gananciales todos los efectos y propiedades que adquiriese el matrimonio de aquí en adelante. Diez o doce años después, en 1697, la economía de los contrayentes parecía ir bien, pues Ardemans compró entonces los libros de su colega José de Arroyo, en la almoneda pública que siguió a su muerte, por un ventajoso precio de 1.800 reales frente a los 4.000 en que se habían tasado. En 1707, cuando falleció Isabel, tampoco se inventariaron los bienes de la pareja, aunque la familia vivía desahogadamente gracias a los empleos de Ardemans, que ganó sumas considerables de dinero e invirtió en negocios vinícolas, bienes raíces e inmuebles, entre ellos la casa donde vivió hasta el fin de sus días. Un año después, para su boda con Felipa de la Lastra, además de otros muchos bienes dotales, Teodoro aportó 300 libros al matrimonio y, aunque no se hizo un recuento detallado, se especificó que eran «trescientos cuerpos de Libros de Arquitectura, matemáticas e Historia de diferentes tamaños, tasados todos en cuatro mil y ochocientos reales de vellón», algo más que el precio en que se tasó la librería de Arroyo en 1697. Esta segunda unión tampoco amplió el círculo profesional de Ardemans ni aumentó su biblioteca, basada en la de Arroyo, quien al morir tenía 237 títulos en 249 volúmenes, es decir, 50 menos de los que declaró Ardemans en 1708. Sobre este punto, no es posible determinar si los tenía antes de comprar la librería de Arroyo o si los adquirió después, aunque parece improbable que un arquitecto con sus inquietudes y su trayectoria no dispusiera de una biblioteca básica, que debió ir formando según lo permitieron sus ingresos [FIG. 3].

Desde 1708, los únicos datos sobre su librería aparecen en el inventario póstumo de bienes, 1726, y en la tasación que se hizo, en 1733, para adjudicar la herencia, cuantificando aquí el valor de cada libro y eliminando aquellos que tenía en su poder cuando murió, pero no eran suyos. Como Maestro Mayor de Obras Reales, Ardemans tuvo acceso a ciertos libros y útiles de trabajo propiedad de la corona, como los veintiún libros manuscritos del Pseudo-Juanelo Turriano, que sólo se anotaron en 1726 y luego se restituyeron a la biblioteca real. Otros registros eliminados en 1733, hasta un total de 15, se devolverían asimismo a sus dueños antes de la tasación y reparto, aunque su posesión circunstancial por Ardemans indica un interés específico, que debe tenerse en cuenta; por ello, en su momento analicé el monto global de autores y títulos, que sumaban un total de 244 títulos o registros, excluyendo los volúmenes de sus propios tratados (Ordenanzas y Fluencias) y varias colecciones de estampas y dibujos indeterminados. Descontando estos, sólo se contabilizaron en su librería siete entradas más que en la de Arroyo, aunque ambas colecciones eran distintas entre sí 7 .

En la librería del arquitecto José de Arroyo –que Ardemans adquirió a buen precio y le sirvió para formar la suya propia, intercambiando y vendiendo ejemplares para comprar novedades y libros de su interés– predominaban los de tema literario, histórico y religioso, con una representación digna de tratados de arquitectura y materias afines,

FIG. 3. H. Y P. VREDEMAN DE VRIES (1526-1609), «Dorica Avditvs». Lámina 2 de Les cinq rangs de l’Architecture a scavoir Tuscane, Dorique, Ionique, Corinthiaque, et Composée, La Haya, Hendrick Hondius, 1606.

que Ardemans, en general, conservó: Arroyo tenía tres ejemplares de Vitruvio, dos Palladio, un Serlio, Scamozzi, Vignola, Dietterlin, Lorenzo de San Nicolás y los Torija de bóvedas y ordenanzas; varios tratados de matemáticas, geometría y perspectiva (Euclides, Oronzio Fineo, Pérez de Moya, Marolois y Zaragoza); los escritos sobre fortificación y arquitectura militar de Collado, Santans y Tapia, Cassani y tres más sin autor; cuatro textos sobre ingeniería y máquinas, entre los que destacan el de Fausto Veranzio y el de Domenico Fontana; las cartografías de Ortelio y media docena más sobre geografía, navegación, astronomía y cosmografía, que interesaron parcialmente a Ardemans. A partir de estos libros y asumiendo como propio el ideal del arquitecto moderno descrito por Leone Battista Alberti, Teodoro formó su propia biblioteca, tratando de cubrir con ella todas las áreas de conocimiento relacionadas con su actividad artística y profesional, y supliendo, mediante la lectura y el análisis de textos e imágenes antiguos y modernos, una formación superior y colegiada que no tuvo y que, sin embargo, insinúa en la autobiografía intelectual y académica que incluyó en las Ordenanzas 8 . Su empleo en la Villa de Madrid le mantenía anclado a la tradición artística local, sumida ahora en un debate ideológico entre arquitectos especulativos y prácticos en el que Ardemans participó activamente 9 , pero su protagonismo en las Obras Reales, donde era Maestro y Trazador Mayor y Arquitecto Real, le aproximaba también al nuevo gusto artístico importado por Felipe V de Borbón y por los arquitectos y artistas (primero franceses y después italianos) que cada día llegaban a la corte de Madrid, lo que le animaría a adquirir, sin dejar de mirar a la Roma Antigua y Moderna, algunas novedades de Francia

y otros países de Europa sobre arquitectura y artes suntuarias, perspectiva, libros de fiestas y ceremonias y una útil e interesante colección de dibujos y estampas 10 .

DESCRIPCIÓN DE LA BIBLIOTECA

La biblioteca de Ardemans, muy especializada, puede organizarse en las siguientes categorías: 1) Tratados de arquitectura. 2) Tratados de geometría, perspectiva y óptica. Su fundamento matemático y sus implicaciones científicas en ingeniería, fortificación, astronomía y astrología, geografía, cosmografía y navegación. 3) Las ciencias naturales y otras materias afines: Tratados sobre las propiedades de las cosas, agricultura, mineralogía y ensayo de metales. Las ciencias médicas y la farmacopea. 4) La seducción de Roma: Libros y guías de la ciudad. La historia próxima y lejana. Literatura simbólica, emblemática y trascendente. Repertorios de imágenes, dibujos y estampas. 5) Textos sobre el Arte de la Pintura. Teoría artística, iconología y repertorios de imágenes. 6) Estampas y diseños sin catalogar. 7) Libros de devoción, doctrinales, teológicos y filosóficos. 8) Lecturas de ocio y entretenimiento: novelas, poesía y teatro, y 9) Libros de carácter jurídico y otros.

Su nutrida biblioteca de arquitectura contenía, desde luego, varios ejemplares de Vitruvio y todos sus exégetas, incluido su admirado Alberti y los habituales Serlio, Palladio, Vignola y Scamozzi, algunos procedentes de la librería de Arroyo, aunque poseyó también (por orden de registro) los más raros de Giovan Antonio Rusconi (Dell’Architettura... Libri dieci. Venecia, 1590), Ioannes Blum (Quinque columnarum exacta descriptio atque deliniatio, Zurich, 1550), Dietterlin (del que se hablará después), Vredeman de Vries (Architectura, Amberes, 1577), profusamente ilustrado y máximo exponente del vitruvianismo neerlandés, así como los más eruditos y completos de Du Cerceau (De Architectura opus, París, 1559) y De L’Orme (Le premier tome de l’architecture, París, 1567) 11 . Todos ellos fueron divulgadores locales de las modernas teorías italianas, en especial de Serlio, y estudiosos de las particularidades nacionales de sus respectivos países, con intención de formar un modelo arquitectónico independiente del italiano, con la misma base vitruviana pero utilizando procedimientos distintos en cada caso. L’architecture de Philibert de L’Orme, formado en la cultura de Roma, era un libro obligado en las librerías especializadas, tanto por su aporte gráfico de elementos, órdenes y tipologías arquitectónicas antiguas y modernas, como por sus reflexiones y enseñanzas sobre la formación del arquitecto y la práctica profesional de esta disciplina, que completaba el camino abierto por Vitruvio y Alberti y se emparejaba con los textos de Serlio. De l’Orme concedió gran importancia a los problemas que conllevaba la construcción de un edificio, incluyendo las relaciones del arquitecto con el comitente, el acopio de materiales, la estimación del coste general de la fábrica, etc., lo que no menoscabó el carácter humanista del tratado, bien distinto al libro sobre tipologías arquitectónicas de su compatriota Du Cerceau, quien siguió los pasos del Libro VI de Serlio, dedicado a la arquitectura doméstica y por entonces manuscrito, para formar un repertorio de inmuebles urbanos domésticos o de habitación, de diversa entidad y categoría. Sobre este asunto en particular, Ardemans había adquirido otros

FIG. 4. P. LE MUET (1591-1669), Château, planta y alzado. Manière de bastir, pour touttes sortes de personnes, París, Chez Melchior Tavernier, 1623.

libros: tras los pasos de Du Cerceau, el «architecte du roi» Pierre Le Muet (Manière de bastir, pour touttes sortes de personnes, París, 1623) quiso ofrecer distintos modelos de viviendas urbanas, adecuados en planta y alzado a la categoría social del propietario, para ofrecer una respuesta adecuada a las circunstancias de cada comitente [FIG. 4].

El descenso que emprendió por la escala social constituyó la parte más original de su obra, pues permitía conocer las soluciones que se estaban ensayando en la Francia de Enrique IV para incorporar, sin desdoro, las viviendas más sencillas a la trama urbana. También tuvo Ardemans dos de los libros del tratadista alemán Josef Furttenfach, subyugado por Roma y más preocupado por la práctica que por la teoría arquitectónica (Architectura civilis, Architectura universalis, Architectura recreationis y/o Architectura privata, 1628-1641) 12 . Al igual que Du Cerceau y Le Muet, Furttenbach quiso dar una respuesta tipológica adecuada a las construcciones modernas a partir de la Antigüedad romana; sin embargo, su preocupación rebasó los límites de la edificatoria doméstica y se extendió también a las construcciones religiosas, recreativas y sociales, por lo que propuso numerosos modelos de iglesias, monasterios, fuentes, villas, parques, hospitales y un largo etcétera, con intención de solucionar las necesidades de habitación, devoción y uso de la sociedad alemana contemporánea. La relación de tratados de influencia vitruviana se completa aun con el repertorio de estampas de Antonio Labacco sobre la Antigüedad romana (Roma, 1552) y el más raro y científico de Antoine Desgodetzs (Les edifices antiques de Rome dessinés et mesurés très exactement, París, 1682), que desafiaba la autoridad de Serlio, Palladio y Freart de Chambray y cuya publicación supuso la primera representación minuciosa de la arquitectura de la antigua Roma, iniciando en Francia una larga tradición de dibujos medidos [FIG. 5].

Con todo, el favorito de Ardemans debió ser el controvertido tratado del alemán Wendel Grapp «Dietterlin» (1550-1599), pintor, grabador y arquitecto, responsable del famoso libro sobre la arquitectura de los órdenes Architectura von Ausztheilung, Symmetria und Proportion der Fünff Seulen, und aller darauss volgender Kunst Arbeit, (Stuttgart, 1593). En el inventario de 1726 se registra «Un Thomo de Arquitectura su Autor Viandolino Viatterlin en lattín y en francés», tasado en 75 reales. Este libro había pertenecido a José de Arroyo, que quiso legárselo a Teodoro en reconocimiento de su amistad y del interés que había mostrado por esta obra; en su inventario consta «Otro libro de arquitectura de Diatterlin», en 120 reales, y al margen: «Theodoro». Por los datos que se ofrecen, Ardemans poseyó un ejemplar de la edición bilingüe, latín-francés, del libro de los órdenes, que publicó el autor en 1595. En sólo cinco años (1593-1598), Dietterlin promovió la impresión parcial o total de su libro siete veces, cuidando la calidad de las ediciones y traduciendo sus textos al francés y al latín para garantizar su utilidad y su difusión, procurando que su obra llegase a un número elevado y diverso de potenciales lectores, entre quienes –según las dedicatorias y el argumento del tratado– hemos de incluir a príncipes y mecenas, marchantes, arquitectos prácticos, arquitectos inventivos, pintores, artistas en general y hombres cultos y diletantes interesados en arquitectura. A todos se ofrecía una obra eminentemente gráfica, con ilustraciones de alta calidad y poco texto, en las que Dietterlin hace gala de una desbordante fantasía y una portentosa audacia para la invención compositiva y ornamental 13 . Todo ello repercutió negativamente en la valoración del tratado, que con frecuencia ha sido infravalorado por la historiografía artística, si bien la proliferación de grabados y la complejidad de los mismos, así como su acusado sentido escenográfico, hace que el libro no sea solamente un repertorio formal sino una obra sugerente que ofrece múltiples interpretaciones al lector. Cada estampa podía ser, simultáneamente,

FIG. 5. A. DESGODETZS (1653-1728), «Du Portique du Pantheon, a Ròme». Lámina 32 de Les edifices antiques de Rome dessinés et mesurés très exactement, París, Iean Baptiste Coignard Imprimeur du Roy, 1682.

FIG. 6. W. DIETTERLIN (ca. 1550-1599), Estructura arquitectónica con tema de caza. Lámina 74 de Architectura de constitutione, symmetria, ac proportione quinque columnarum, Nuremberg, Hubert and Balthasar Caymox, 1598.

un diseño arquitectónico, una escenografía teatral o un repertorio decorativo para un orden arquitectónico 14

[FIG. 6].

También reunió Ardemans manuales sobre técnica constructiva, como los de Giovanni Branca 15 , concebidos con una finalidad y una concepción eminentemente didácticas, que

aseguraron su aceptación inmediata y su difusión durante los siglos XVII y XVIII. La claridad expositiva de Le macchine, su estructura tradicional y las nociones sobre canalización de ríos justifican su presencia en esta biblioteca. No faltaron tampoco las Nouvelles Inventions (París, 1561) de Philibert de L’Orme (15 rs.), el popularísimo Arte y Uso de Architectura (Madrid, 1639) de fray Lorenzo de San Nicolás 16 , que sólo se valoró en 6 reales, o el Breve Tratado de todo Género de bobedas (Madrid, 1661), que se tasó en 14 reales cuando murió Arroyo y ahora sólo en 8, quizá por el deterioro causado por el uso. La obra de De l’Orme se dedicaba íntegramente a la práctica constructiva de tejados, bóvedas y cubiertas con estructura de madera, mientras que Torija se ocupaba de la proyección geométrica, formación y despiece de todo tipo de bóvedas de fábrica, resultando ambos de gran utilidad.

Interesado por las matemáticas y la geometría euclidianas, Ardemans poseyó –por orden de registro– la traducción de los teoremas euclidianos que hizo en 1585 Pedro Ambrosio de Ondériz para la Academia de Matemáticas de Madrid; los tratados del bachiller J. Pérez de Moya, incluida la esencial Aritmética práctica y especulativa (Alcalá de Henares, 1573), los del jesuita Cristóbal Clavi (Magunzia, 1611-12), las obras completas del novator, matemático, astrónomo y geógrafo, el también jesuita José de Zaragoza (1627-1679), y los nueve tomos del Compendio matemático de Tomás Vicente Tosca (S.I.), publicados en Valencia entre 1707-15. Antes había adquirido otros muchos libros afines, como el Tercer tomo del general tratatto di numeri e misure (Venecia, 1556-1560) de Niccolò Tartaglia, traductor al italiano de la obra de Euclides; la Geometria prattica (Roma, 1603) y euclidiana de Giovanne Scala; las obras sobre filosofía matemática y geometría descriptiva de Mario Bettino (Bolonia, 1642 y 1648), también fundada en los teoremas euclidianos; Los seis primeros libros, onze y doze de los Elementos geométricos del famoso philosopho Euclides (Bruselas, ¿1701?), ampliados y comentados por el académico militar Sebastián Fernández de Medrano; el Libro de instrumentos nuevos de Geometría (Madrid, 1606) del cosmógrafo y navegante Andrés García de Céspedes, interesado fundamentalmente en la medición; el Libro de Geometría, Práctica y Traça (Madrid, 1580) de Juan de Alcega, que incorporaba los saberes matemáticos a la práctica artesanal de la sastrería; el tratado elemental sobre aritmética (Zaragoza, 1559) del «maestro de escribir y contar» Juan de Iciar, y, por último, la Geometría militar (Nápoles, 1671) de Pedro Antonio Folch de Cardona, que aplicaba los conocimientos de la ciencia matemática a las fortificaciones regulares e irregulares. Disponía, además, de otro tratado sobre geometría de imposible identificación y de un manuscrito sobre la fábrica y uso de la pantómetra –o compás de proporción– cuyo manejo era obligado para los geómetras.

En cuanto a la perspectiva y su aplicación a la delineación objetual y la proyección arquitectónica, Ardemans reunió los tratados de Vignola/Danti, Barbaro, Du Cerceau, Sirigatti, Vredeman, Andrea Pozzo y Galli Bibiena, así como un trabajo sobre óptica del jesuita F. D’Aguilon y el escrito teórico y práctico sobre perspectiva de Samuel Marolois, matemático y tardío anotador de la obra de Vredeman. De entre todos, los más apreciados fueron los «Dos Thomos de la Prespectiva del Padre Poza» (tasados en 240 rs.) y el «Primero y segundo tomo de Arquitectura de fernando Galibuna Volonés en Ydioma toscano» (300 rs.) 17 , ambos monumentales y con profusión de estampas de extraordinaria belleza y calidad, que justifican su valoración [FIG. 7].

FIG. 7. F. GALLI BIBIENA (1657-1743), Perspectiva arquitectónica. Lámina 23 de L’Architettura civile preparata sú la Geometria, e ridotta alle Prospettive, Parma, Paolo Monti, 1711.

La ingeniería civil y militar también estaba muy presente, con los Veintiún libros manuscritos en cinco volúmenes del Pseudo-Juanelo Turriano, que anotó Ardemans en sus márgenes aunque pertenecía a la Real Biblioteca; el Spiritalium liber (Urbino, 1575) de Herón de Alejandría sobre sifones hidráulicos y otros mecanismos relacionados con la fluencia de los líquidos; el tratado de Domenico Fontana sobre la Trasportazione dell’obelisco vaticano (Roma, 1590), obra insigne por su contenido técnico y por las noticias que aporta sobre la arquitectura de Roma en la época de Sixto V, con estampas de gran belleza y precisión; las Quesiti et inventioni diverse (Venecia, 1546) de N. Tartaglia, sobre artillería, cálculos de tiro, balística, estrategia militar, fortificación de ciudades, pesos y medidas, geometría aplicada, almucábala o álgebra y otras materias afines; las Machina Novae (Venecia, 1595-1616) de Fausto Veranzio, con noticias sobre construcción y funcionamiento de relojes, muelas de molino, utensilios agrícolas, puentes, cañones, máquinas para volar y para limpiar los fondos de los mares, sierras o carros de tracción animal, entre otros, todo ilustrado con espléndidas y pedagógicas imágenes [FIG. 8]; el también didáctico Teatro de instrumentos y figuras matemáticas (Lyon, 1602) del especialista Jacob Besson, que presentaba aquí los utensilios mecánicos para la arquitectura, ingeniería y construcción; la Architettura Nova Curiosa (Núremberg, 1664) del alemán A. Böckler, un tratado sobre hidrología, fuentes y organización de jardines, ricamente ilustrado; y otro más sin identificar que describe el inventario como «de máquinas bélicas de Francisco Berroquio» (¿otro ejemplar del «teatro de máquinas» de Veranzio?). Y, en cuanto a fortificación, reunió la Plática manual de artillería (Milán, 1592) de Luis Collado, sobre técnicas militares, artillería, ingenios bélicos y, sobre todo, balística. El tratado de Rojas sobre Teoría y práctica de fortificación (Madrid, 1598) con nuevos sistemas defensivos, presentados en la Academia de Matemáticas de Madrid; el Breve compendio di fortificatione moderna (Bolonia, 1643) de G. Barca y los Avvertimenti (Milán, 1620) de Pietro Antonio della Barca, que, además de ocuparse de los órdenes arquitectónicos, escultura y pintura, añadía una cartilla breve sobre fortificación; el Tratado de fortificación militar (Bruselas, 1644) de Santans y Tapia, donde se disociaba esta profesión de la del arquitecto; la Arquitectura militar (Mallorca, 1664) de Vicente Mut, El Architecto Perfecto en el Arte Militar (Bruselas, 1700) de Sebastián Fernández de Medrano y la Escuela Militar de J. Cassani, publicada en Madrid en 1704.

A todo esto hay que añadir aún varios libros sobre navegación, algunos atlas y mapas monumentales (incluidos dos ejemplares del Theatrum Orbis Terrarum de A. Ortelio, Amberes, 1588 y 1612) y un grupo interesante y heterogéneo de libros sobre astronomía y cosmografía, que incluía desde la Summa Astrológica (Lisboa, 1632) de Nájera –una extemporánea defensa del sistema ptolemaico aplicado a la pronosticación y a la astrología práctica, es decir, a la relación de los movimientos celestes con los fenómenos físicos–, hasta la más moderna Esphera en común, celeste y terráquea (Madrid, 1675) de José de Zaragoza, que supuso una ruptura con los esquemas tradicionales y la asimilación sistemática de la ciencia moderna sobre astronomía y sobre geografía matemática y física. También le interesaron las ciencias naturales, por lo que reunió modernos tratados sobre las leyes y propiedades de los cuerpos, agricultura, mineralogía y ensayo de metales; estos últimos, además de por sus ilustraciones, debieron servirle para redactar la Descripción de las minas de Almadén, de la del Pozo y Castillo, Grageras y Almadenejos, y sus Buitrones, donde se benefician las

FIG. 8.

F. VERANZIO (1551-1617), «Homo volans». Lámina 38 de Machinae Novae, Venecia, s.i., s.a. (1595-1616).

piedras minerales que se sacan de las minas; previniendo que el humo que de dichas piedras minerales que se cuecen en los hornos resulta, es el que se coagula en el medio mineral del azogue…, que hizo en enero de 1718 y hoy se encuentra en paradero desconocido 18 . Llama la atención el gran número de libros que tuvo sobre medicina y farmacopea, algunos de los cuales quedaron en manos de su médico particular tras su muerte; Ardemans pudo

FIG. 9. P. FERRERIO (¿?) y G. BATTISTA FALDA (1643-1678), «Parte di dentro del Palazzo di Farnese, disegno di Michelangelo Buonaroti…». Lámina de Palazzi di Roma de›piú celebri architetti, Roma, Giovanni Giacomo Rossi, s.a. (1655-1670).

servirse de ellos para aliviar una dolencia fastidiosa y satisfacer su curiosidad en el campo de la medicina práctica, pero también supo encontrar en algunos (Laguna, Semedo, Limón y Henríquez, etc.) aportaciones interesantes para su tratado sobre Fluencias de la tierra, en el que incluye un importante plan de saneamiento integral para Madrid, redactado en 1717, y varias noticias sobre el abastecimiento y calidad de las aguas de la Villa y Corte.

Poseía, además, numerosos libros y guías de la Roma antigua y moderna, algunos monumentales como los de Lafrery, Pittoni, Ferrerio/Falda y Angelis 19

[FIG. 9]; muy pocos sobre pintura, entre los que destaca el tratado de Antonio Palomino, cuyo segundo tomo elogió en un laudatorio prólogo fechado a 20 de septiembre de 1723 20 , y algunos más sobre literatura emblemática, simbólica y trascendente, así como otros varios relativos a la filosofía y la historia. Más interesantes son los libros sobre fiestas y ceremonias, algunos de difícil identificación, pero con una tasación tan alta que alerta sobre su gran formato y la profusión y calidad de sus imágenes; entre los identificables destacan las Fiestas de la Santa Iglesia Metropolitana y Patriarcal de Sevilla (Sevilla, 1671), de Fernando de la Torre Farfán; dos libros de exequias de Felipe IV (Milán y Madrid, 1666), este último con el famoso y revolucionario catafalco de Sebastián Herrera Barnuevo; el de las honras fúnebres de María Luisa de Orleans (Juan de Vera Tassis y Villarroel, Madrid, 1690), con el estremecedor y moderno túmulo de José de Churriguera, y un ejemplar de Gasperius Gevarius, Pompa introitus honori Serenissimi Principis Ferdinandi Austriaci (Amberes, 1635), con las fabulosas estampas iluminadas de Rubens, que sólo mereció en 1733 una insólita tasación en 15 reales 21 ; también

se registró el extraordinario e inusual libro de André Felibien, Tapisseries du Roi, ou sont representez les Quatre Elemens et les Quatre Saisons (París, 1670), que obtuvo la tasación más alta de la colección, 600 reales, en virtud de su rica encuadernación y de la extraordinaria calidad de sus estampas de gran formato. Junto a éste aparecían otros de difícil identificación, asimismo monumentales y encuadernados en piel, que merecieron también una alta estimación: «Otro libro de diferentes fiestas hechas al Rey Christianisimo también forrado en tafilete», en 300 rs., y «Otro de Mutaziones de Comedias francesas, también forrado en tafilete», en 200 rs.

Ardemans, como era habitual entre sus colegas, se procuró un nutrido grupo de estampas, repertorios y dibujos de otros artistas, no tanto por afán coleccionista como por disponer de modelos compositivos y ornamentales para sus propias obras de pintura y de arquitectura. Los amanuenses encargados del registro solían despachar estas entradas de manera lacónica e imprecisa, sin especificar el autor y realizando «a ojo» una estimación global, no pormenorizada, de cada conjunto de obras, cuya identidad y entidad quedaban así ocultas para siempre. Ardemans tuvo una buna colección, formada por un tomo de «diferentes Estampas de varios autores», en 120 reales; un «libro con zien retratos de diferentes eroes», en 100 rs; un «diseño de flores su Autor Adriano Colaet», en 24; un «libro de Monumentos de esclarecidos varones», también en 24; «Quatro Libros Grandes, los tres de Estampas de diversos autores en ochenta reales de vellón, y el otro en veinte y quatro»; «Un libro del mismo tamaño de los antezedentes de Adornos y tarjettas de los Colonas», en 100 reales; «tres Libros, el uno de Marca Imperial, el otro de Marca mayor, y el otro de Marquilla, todos tres de Dibujos originales, los más de Dominico Piola y de Jordán y otros Autores en ochocientos reales»; «Ottro Libro de Marca Mayor todo de Demostraziones de Arquitectura y Prespectiva, original de Autor no conocido en treinta reales de vellón»; «Un libro de Marca mayor de estampas con Demostraziones y templos y variedad de trofeos de Guerra», en 24; «Varias estampas, Adornos franceses y algunos Dibujos y trazas», en 360; «Más se ponen por cuerpo de Hazienda Variedad de Dibujos de Diversos Autores y algunas trazas de Máquinas que se hallaron en un caxón mediano» y se tasaron en 360 reales. Para terminar, se indica que «En Distintos Caxones y Paraxes se hallaron Arrollados y sueltos muchos Papeles y trazas de Arquitectura que por su confusión no se expresaron en la tasazión, y todo se redujo a un cajón y fue tasado en Mil y Quinientos Reales».

La presencia de Adriaen Collaert (1560-1618), prolífico dibujante, grabador y editor flamenco, dedicado especialmente a temas religiosos y alegóricos, aunque realizó también compendios de animales y flores, como los que tuvo Ardemans, está más que justificada por la fama y el prestigio del autor, cuya obra tuvo una difusión extraordinaria. En cambio, los nombres de Michelangelo Colonna (1604-1687), Domenico Piola (1627-1703) y Luca Giordano (1634-1705), todos ellos fresquistas, nos remiten a la pintura decorativa de quadratture y arquitecturas fingidas, que triunfó en la corte madrileña de Felipe IV, por mediación de Diego Velázquez, y fue renovada y modernizada en las postrimerías del siglo XVII gracias a las audaces perspectivas, el sentido escenográfico y la agilidad pictórica de Giordano y del madrileño Coello (1642-1693), cuyo estilo aprendió y siguió Ardemans en sus primeras obras. Y la referencia a «demostraziones y templos y variedad de trofeos de Guerra» pudiera aludir a los ornamentados dibujos y estampas de Jean

FIG. 10. G.-M. OPPENORD (1672-1742), Dibujo ornamental [con triunfos militares] para la letra B, ca. 1720. Lápiz y tinta negra sobre papel. Cooper Hewitt, Smithsonian Design Museum.

Lepautre (1618-1682) y Gilles-Marie Oppenord (1672-1742) [FIG. 10], con profusión de trofeos militares y decoraciones con armas, que circularon por Madrid desde finales del siglo XVII y alcanzaron un inusitado auge tras la llegada de Felipe V, cuando estos motivos se incorporaron también a los repertorios ornamentales de arquitectos locales como Churriguera o el propio Ardemans, que los utilizó en alguno de los catafalcos que trazó para la corte. Los registros de trazas, estampas y dibujos, casi todos inespecíficos, solían cerrar los inventarios de libros y también pusieron el colofón a este, evidenciando la actividad y el interés de Ardemans por las Artes hasta el fin de sus días.

NOTAS

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20. 21. Este estudio deriva de otro, mucho más amplio y publicado en dos partes, donde analicé pormenorizadamente la librería de Ardemans, BLASCO, 1994 y 1996-1997, pp. 7-8 y pp. 155-175, en https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=193211. En la primera parte pueden consultarse todos los registros del inventario de libros y sus respectivas identificaciones. Sobre la cultura y formación libresca de Teodoro Ardemans, véase también BLASCO, 2013a. AYALA, 1986. Así lo especifica el propio Ardemans en su «Elogio a Don Antonio Palomino y Velasco», en PALOMINO, Antonio, El Museo pictórico y Escala óptica, t. II, Madrid [1724], 1988, pp. 34-35. CEÁN, 1829, t. IV, p. 111 y RODRÍGUEZ, 1971. BLASCO, 2020. Para la biografía, véase BLASCO, 1991. En BLASCO, 1994, pp. 76-90, se describen las 244 entradas que componían la librería de Ardemans en 1726 y 1733. El registro –a menudo muy somero y a veces incomprensible– de cada título y su autor dificulta la identificación de algunos tratados y, mucho más, de la edición que pudo manejar Ardemans, a lo que nos ayuda la tasación del libro, el tamaño y, si consta, su estado de conservación. La biblioteca de Arroyo fue publicada por BARRIO, 1978. «Habiendo la divina providencia destinado mi inclinación, desde la primera edad, a las Artes Liberales de la Pintura, y Arquitectura, me hallé de edad de diez y seis años [1677], con no pequeños rasgos de aquella, empezando a estudiar Matemáticas, en que proseguí hasta los diez y ocho [1679], y hasta los veinte [1681] en el estudio de la Arquitectura, Perspectiva y Óptica, continuando en la práctica de varias trazas doctrinales de esta Arte…», Declaración y extensión sobre las ordenanzas que escrivió Juan de Torija, Madrid, Francisco del Hierro, 1719, «Dedicatoria», s. p. BLASCO, 2013. Sigue siendo muy útil a este respecto, el ya clásico libro de BOTTINEAU, 1986. Por la forma de registrar el título y su tasación: «Otro Thomo de Arquitectura de feliberto del Olmo en francés», en 45 rs., el ejemplar de Ardemans podría corresponder a la edición ampliada, Architecture, Rouen, 1648. Dos tomos de Arquitectura de frutembaq, en 90 rs. Obra rara en las bibliotecas españolas. SKELTON, 2007. BLASCO, 2013c, pp. 99-108. Valorados en 15 rs., BRANCA, Giovanni, Le macchine, Roma, 1629 y Manuale d’Architettura, Ascoli, 1629. DÍAZ, 2004, pp. 157-179. POZZO, A., Perspectiva Pictorum et Architectorum, Pars Prima, Romae, Joannis Jacobi Komarek Bohemi, 1693. Pars Seconda. S.l., s.i., 1700, y GALLI BIBIENA, F., L’Architettura civile preparata sú la Geometria, e ridotta alle Prospettive. In Parma, per Paolo Monti, 1711. Su contenido fue extractado por sus divulgadores, que alabaron la precisión gráfica y descriptiva del autor mediante estas palabras: «es tan exacta la opinión que formó Ardemans de las minas de Almadén y Almadenejos, que no podemos menos de trasladar algún párrafo respecto de este punto...», MAFFEI y RÚA, 1871, 36-37. LAFRERY, A., Speculum Romanae magnificentiae, omnia fere quaecumque in urbe monumenta extant, Roma, s.a. (1575); PITTONI, B., Praecipus Aliquot Romanae Antiquitatis Ruinarum Monumenta..., Venetia, Girolamo Porro, 1575; FERRERIO, P., Palazzi di Roma de’piú celebri architetti, disegnate da..., Libro I, e Gio. FALDA, B., Nuovi disegni, architetture, e piante dei Palazzi di Roma, Libro II, Roma, per Gio. Giacomo Rossi, s.a. (1655); ANGELIS, P., Basilicae Sanctae Mariae Maioris de urbe a Liberio Papa I usque ad Paulum V Pont. Max, Romae, Bartholomai Zancretti, 1621. PALOMINO, 1715 y 1724. En el inventario consta: «Un libro de la Pompa de la entrada del Sr. fernando de Austria Su Autor Solís», en 15 rs. En la librería de Arroyo había un «libro grande Pompa del ynfante Cardenal con láminas», valorado en 250 reales. Aunque es lógico que Ardemans conservara esta monumental obra, donde se reproducían los arcos y tramoyas inventados y delineados por Rubens para festejar la entrada del Cardenal Infante don Fernando, el dato del autor (¿Solís?) y la baja estimación que merece el libro en 1733 parecen contradecir esta idea, a no ser que se hubiesen desprendido gran parte de las estampas. Entre los editores, recopiladores, grabadores o demás personas implicadas en las distintas ediciones de la Pompa no aparece nadie con el nombre mencionado, ni existe ningún otro indicio para relacionar a este incógnito Solís con dicha obra. Cfr. MARTIN, J. R., The decorations for the Pompa Introitus Ferdinandi, t. XVI del Corpus Rubenianum Ludwig Burchard, Bruselas, 1983.

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