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JUAN MIGUEL MUÑOZ CORBALÁN Universitat de Barcelona
«El ver mucho y el leer mucho avivan los ingenios de los hombres» Miguel de Cervantes
DE LOS APUNTES A LOS MANUALES
Una característica común de las iniciativas académicas impulsadas en el último período de los Austrias hispánicos, tanto en Flandes como en España, fue estimular la edición de obras impresas que permitieran reglar las enseñanzas y mejorar el nivel educativo de dichos centros. En la Academia de Matemáticas de Bruselas, su director Sebastián Fernández de Medrano polarizó esta dinámica pedagógica. Su amplia producción de tratados sobre diversos temas de geografía, matemáticas, fortificación, artillería, etc., facilitó la formación de los estudiantes activos en dicha institución. Bajo la prolífica actividad literario-científica del toledano subyacía el interés de ciertos personajes como los citados gobernadores y virreyes por impulsar la dignificación de la ciencia y la técnica españolas en torno al arte militar.
El funcionamiento de los cursos impartidos en dichas academias tenía como base las lecciones dictadas por parte del profesorado mediante sus propios conocimientos sobre cada materia, los cuales habían sido recopilados normalmente a partir de la bibliografía más prestigiosa y universalmente reconocida que había sido editada hasta la fecha 1 . El esfuerzo de síntesis de Medrano en Bruselas, con sus numerosos tratados, tuvo una repercusión relevante en la institución flamenca y en la Academia de Barcelona, junto a las obras de esos otros autores autóctonos referidos por el moracho en su manual El Ingeniero: Primera parte de la moderna Architectura Militar, aunque sin nombrarlos explícitamente. Los trabajos de los valencianos Bernardo José Zaragoza 2 , Tomás Vicente Tosca 3 y José Chafrión 4 , así como otros clásicos de la talla del ingeniero militar jienense
FIG. 1. F. LARRANDO DE MAULEÓN, Estoque de la Guerra, y Arte Militar. Primera, y segunda parte, que cada una contiene quatro Tratados… , Barcelona, en Casa Cormellas, por Thomas Loriente Impressor, 1699.
Cristóbal de Rojas 5 o del polifacético madrileño Juan Caramuel 6 , tuvieron un impacto de relieve en la construcción de esa conciencia nacional para ubicar la ciencia y la técnica española en el lugar merecido 7 .
Es muy escasa la documentación conservada de cara a conocer el funcionamiento de las academias establecidas para la formación militar en los siglos XVI y XVII, por lo que tienen una especial importancia para su estudio los libros que fueron publicados contemporáneamente por aquellos profesionales de la ciencia y la ingeniería militar, como es el caso del Estoque de la Guerra de Larrando de Mauleón [FIG. 1], a quien Francisco de Villarroel, capitán de Infantería, en su soneto laudatorio que precede el tratado del aragonés señalaba que este, «A la Escuela de Palas, y a Medrano, Sino exceden, igualan por perítos» 8 .
La creación del Cuerpo de Ingenieros, llevada a cabo de nueva planta en 1711, dio pie a reconfigurar la estructura de dicho colectivo, otorgándole una particularidad dentro del organigrama del Ejército 9 . Hasta la Real Ordenanza, e Instruccion de 22 de Julio de 1739 para la enseñanza de las Matematicas en la Real, y Militar Academia,
FIG. 2. A. R. DEL VALLE, Tratado VI de la Cosmographia, ms. (copia a partir del curso impartido por Pedro Lucuze en la Academia de Matemáticas de Barcelona), Orán, 4 de septiembre de 1761. Biblioteca Central Militar, ML-235-A, 1767/M-1, p. 1 y lám. 2ª, fig. 2ª.
que se ha establecido en Barcelona, no se contempló una política reglamentada para la constitución de una sólida biblioteca de dicho centro formativo, la cual hubo de nutrirse en un principio de los fondos que habían pertenecido a la Academia de los Austrias en la misma Ciudad Condal.
Una vez iniciada su actividad en unas dependencias del arsenal de la ciudadela erigida en Barcelona, la dinámica de la Academia borbónica también fomentó la producción de material educativo interno, tanto los apuntes de los estudiantes, ordenados a modo de libros de texto que ya habían sido objeto de evaluación, como los trabajos escritos por ciertos profesores o miembros del Cuerpo de ingenieros 10 .
Esté método “endogámico” para abastecerse del material pedagógico destinado a la impartición de los cursos reglados consistía en un sistema práctico que no dejaba de ser, aun recibiendo la supervisión de los profesores implicados, un recurso de fuentes de tercer nivel, como mínimo. Los manuales constituían, sin embargo, un instrumento a medida para satisfacer las necesidades docentes del centro académico.
La primera fase de la Academia de Matemáticas de Barcelona puesta en funcionamiento en 1720 bajo la dirección de Mateo Calabro estuvo caracterizada por esa inercia didáctica 11 .
Cuando éste fue cesado en 1738 bajo el nuevo ministerio del Duque de Montemar, el asturiano Pedro Lucuze ocupó su lugar al mando del centro, manteniendo grosso modo la dinámica heredada pero atendiendo mayormente al talante institucional de la Academia. El nuevo director asumió entonces reforzar sensiblemente la organización de los estudios mediante una concienzuda estructura del plan académico y la dinámica de provisión de materiales docentes y bibliográficos, en contraste con el espíritu más visceralmente personalista que había infundido Calabro [FIG. 2].
LA SOCIEDAD MATEMÁTICA DE INGENIEROS Y ARTILLEROS
Con la entrada del otoño de 1756 el Conde de Aranda lanzaba al secretario de la Guerra la propuesta de unificar y reorganizar los cuerpos de Artillería e Ingenieros en un misma entidad bajo su dirección 12 . Una de las nuevas iniciativas concebidas por el aragonés para la modernización de los mecanismos de formación disciplinar en las Academias de ingenieros y de artilleros fue la creación en Madrid de una Sociedad Mathemática cuya sede sería la denominada Casa de Geografía, en la plazuela de San Francisco. Los argumentos eran claros y determinantes:
Considerando el Rey que después de los principios tan bien dispuestos que logra la nación para instruirse en las Mathemáticas en las escuelas establecidas a cargo de los oficiales de Artillería e Ingenieros, necesitan de los Autores que han escrito en esta ciencia tan noble, infalible, instructiva, útil al bien común y precisa para la Guerra, cuyas edicciones, sobre ser antiguas, tampoco se hallan, de modo que carecen los dominios del Rey de las noticias conducentes a labrar los sujetos que tienen los precisos fundamentos, ha resuelto S. M. Se nombren cinco oficiales de artillería y otros tantos de ingenieros de los más sobresalientes en las Mathematicas, y que recogiéndose todas las obras que hay escrito sobre este asunto, en todas lenguas, se forme un curso matemático extenso y crítico en que se apruebe la fundado, y repruebe lo falsamente producido, el qual se ha de dividir en tres partes, que serán la Architectura Civil y Militar, Arte Tormentaria y Maquinaria. Para este efecto, compra de Libros, instrumentos Mathemáticos y gastos ordinarios ha destinado el Rey sobre la dotación de Artillería cien mil reales de Vellón más, y manda que con este mismo coste se forme una Galería Maquinaria con modelos de suficiente magnitud, para benir al perfecto conocimiento de cada pieza de por sí, destinando la casa que ya corre de quenta la Real Hazienda con nombre de Geografía 13 .
El Conde de Aranda propuso a Pedro Lucuze para dirigir la nueva institución, «por la particular inteligencia que posee en las Mathemáticas, acompañada de no menores circunstancias». El asturiano tomó inmediatamente las riendas de la Sociedad y se encargó de coordinar la redacción de los correspondientes cursos que deberían servir para ordenar las clases en los diferentes centros académicos. Simultáneamente se inició la compra del material bibliográfico adecuado para la preparación de dichas lecciones, estructuradas inteligentemente a modo de manuales de cada una de las disciplinas del plan de estudios. Los libreros establecidos en Madrid que suministraron material para nutrir la biblioteca de la institución fueron Ángel Corradi, con imprenta en la calle Carretas; los franceses Joseph Orzel, en su librería de la Puerta del Sol, a la entrada de la calle de la Montera, y Juan Barthelemy, librero de la Corte, también residente en la Puerta del Sol; así como Francisco Manuel de Mena, que proporcionó «otra porción de libros comprados de Authores Españoles» en su establecimiento.
También fue de relieve la misión que llevó a Jorge Juan a Francia e Inglaterra para realizar labores de información, es decir de espionaje técnico e institucional y de reclutamiento de personal cualificado que recalara en España para, básicamente, la mejora de la industria naval. Uno de los menesteres que desempeñó fue encargar «la
compra de diferentes Libros Mathematicos» para que fueran enviados a las Academias de Barcelona y Cádiz 14 . El propio Lucuze recalcaba la dificultad de obtener con inmediatez la bibliografía y otros documentos cuya adquisición en Londres y París le fue solicitada mediante sendas órdenes de 16 de diciembre de 1752 y 27 de mayo de 1753. A finales de abril de 1754 los materiales bibliográficos
se hallan ya en Cádiz y en esta villa; los primeros en poder del Intendente Don Julián de Arriaga y los segundos en la casa de la Geographia, aunque estos no se hallen completos; pues faltan todos los latinos, E ingleses, que creo no abra podido recoger aun el librero, de quien no tengo aviso, ni tampoco del thessorero del Rey que los recivió, y pagó en París 15 .
Otras fuentes sirvieron para aportar material impreso a la biblioteca de la Sociedad Matemática. Fueron los casos de libros en poder de ingenieros que engrosaron los fondos de ésta, como el monumental repertorio bibliográfico Bibliotheca Hispana, del sevillano Nicolás Antonio, comprada al ingeniero ordinario Miguel de Navalcerrada el 25 de junio de 1757, o varios volúmenes adquiridos a la viuda del recientemente fallecido ingeniero director Joaquín de Rado 16 .
Tras unos pocos años de funcionamiento la Sociedad madrileña fue cerrada el 12 de mayo de 1760. Lucuze regresó a su destino en la dirección de la Academia de Barcelona y sus fondos bibliográficos, guardados en la Casa de Geografía y consistentes en 249 títulos, fueron distribuidos entre el centro barcelonés (176) y la Academia de Cádiz (73). Dimitido el Conde de Aranda de su cargo a comienzos de 1758 bajo la presión del ministro de la Guerra Sebástián de Eslava, el sueño del aragonés llegó a su fin, y de nuevo ingenieros y artilleros siguieron vías corporativas diferentes.
LA BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA ENTRE LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA
Ya ubicada su nueva sede en dependencias del antiguo convento de los Agustinos Calzados de Barcelona, y tras su actividad durante varios años en unas salas del arsenal de la ciudadela, la Academia de Matemáticas fue ampliando sus fondos bibliográficos mediante la adquisición de libros apropiados para el plan de estudios consolidado a raíz de la Ordenanza de academias de 1739 y su confirmación mediante la Ordenanza de 29 de diciembre de 1751.
También se impulsó la edición de algún tratado que fue considerado de necesario uso para la formación de los aspirantes a ingresar en los cuerpos de Ingenieros y Artillería. Los títulos más destacados fueron el Tratado de Fortificación de John Muller (1746), traducido por Miguel Sánchez Taramas y editado en Barcelona en 1769 17 ; los Principios de Fortificación de Pedro de Lucuze 18 ; y las Nociones Militares de José Ignacio de March [FIG. 3], a modo de suplemento del tratado del asturiano 19 . Las necesidades de nutrir este ambiente disciplinar de títulos afines a las principales materias enseñadas en los centros académicos también movieron a algunos individuos pertenenecientes al Cuerpo a proponer traducciones de obras extranjeras, como fue el caso de Luis Marqueli,
FIG. 3. J. I. DE MARCH, Nociones militares, ó Suplemento a los principios de fortificacion del Excmo. Señor Don Pedro de Lucuze. Escrito para la instrucion de los Caballeros Cadetes del Regimiento de Dragones de Sagunto, Barcelona, Bernardo Pla Impresor, en los Algodoneros, 1781.
ingeniero extraordinario destinado en Ceuta, quien, tras realizar una traducción al castellano del Traité de la sureté et conservation des Etats, par le moyen des Forteresses, del ingeniero francés Philippe Maigret, propuso su publicación en 1767 20 . Curiosamente, el ingeniero leridano Ignacio Sala ya había estado trabajando en la traducción de este clásico francés veintiún años antes, sin tener tampoco éxito editorial. El propio Sala sí que había logrado publicar en 1743 su versión castellana del tratado de Vauban sobre la defensa de las plazas fuertes 21 , igualmente que otros colegas del Cuerpo como Jaime Conde con su Paralelo de los sistemas de fortificación más acreditados, y Manuel Centurión, con su Ciencia de Militares 22 .
A lo largo de los años fueron realizándose inventarios del material existente en el centro educativo barcelonés, los cuales permiten observar el incremento de los fondos de su biblioteca y la atención a determinados títulos indispensables para nutrir sus armarios. 23 La lista de las obras halladas en la biblioteca de la Academia de Matemáticas de Barcelona a fecha 16 de enero de 1790 alcanzaba los 2.030 volúmenes, correspondientes a 768 títulos, algunos de ellos presentes con más de un ejemplar. Agrupados por temas o disciplinas ésta es la relación efectuada en ese momento:
ÁREA TEMÁTICA
Pensamiento y conocimiento global
Humanidades
Conocimiento del espacio y del territorio
Ciencias naturales
Ciencia y técnica
Asuntos de Estado
Formación militar
DISCIPLINA ESPECÍFICA
Filosofía Teología, moral Enciclopedias, diccionarios enciclopédicos Lingüística, gramática, diccionarios de idiomas Repertorios bibliográficos Biografías Geografía histórica, diccionarios geográficos e históricos Antigüedad Historia de España Historia de la Corona de Aragón Historia de Francia Genealogía, títulos nobiliarios, blasones, heráldica Atlas, cartografía, geoestrategia Astronomía, cosmografía Viajes, expediciones Historia natural Maderas, botánica Entomología Medicina, terapias de salud Matemáticas (aritmética, geometría, bases numéricas, castrametación…) Física (teoría, mecánica, experimentación, estática, dinámica, hidráulica, termodinámica, electricidad…) Trigonometría, logaritmos, tablas Gnomónica Óptica, acústica Química, alquimia Geología, mineralogía Metalurgia Pesas, medidas, cuentas Instrumental técnico y científico, máquinas Anales, actas, disertaciones de academias de ciencias Política Derecho, leyes Economía, comercio Organización militar Táctica y estrategia militar Historia militar Ingeniería militar, poliorcética, fortificación Artillería Ordenanzas militares
TÍTULOS
59
57
44
7 26 1 8 21 3 5 20 5 9 12 1 5 8 31 5 3 2 1 1 155
313
18
197 62
9 5 13 6 3 19 9 14 18 5 3 10 32 32 6 74 30 23
PORCENTAJE ~
3,38 0,13 1,04 2,73 0,4 0,65 2,61 0,65 1,17 1,56 0,13 0,65 1,04 4,04 0,65 0,39 0,26 0,13 0,13 20,18 7,68
7,42
5,73
0,91
8,07
1,17 0,65 1,69 0,78 0,39 2,47 1,17 1,82 2,34 0,65 0,39 1,3 4,16 4,16 0,78 9,64 3,91 2,99 40,75
2,34
25,65
ÁREA TEMÁTICA
Formación naval
Bellas artes
Número total
DISCIPLINA ESPECÍFICA
Navegación Táctica naval Construcción naval Arquitectura, órdenes arquitectónicos, tipologías y morfologías arquitectónicas Arquitectura civil, arquitectura hidráulica Construcción, estereometría, estereotomía, carpintería Ornamentación arquitectónica Arte de tornear Ingeniería de caminos, canales, puentes, fluvial Dibujo, delineación Perspectiva Grabado Pintura
TÍTULOS
18 15 1 2 13
55
7 13 2 2 8 4 3 2 1 768
PORCENTAJE ~
1,95 0,13 0,26 1,69 2,34
0,91 1,69 0,26 0,26 1,04 0,52 0,39 0,26 0,13 7,16
Evidentemente, la mayor parte del material bibliográfico corresponde a libros de carácter científico y técnico, más de un tercio del conjunto de los fondos. Entre ellos, casi la mitad son obras de carácter matemático, en sus diferentes variedades, mientras que prácticamente una décima parte del total de la biblioteca corresponde a obras sobre física, tanto teórica como aplicada.
Una cuarta parte del volumen bibliográfico de la Academia se ajusta a obras de estricta formación militar, destacando casi un diez por ciento sobre temática directamente clasificable como ingeniería militar, poliorcética y fortificación.
El talante ilustrado que iba afianzándose en sectores influyentes del mundo intelectual fue calando en la propia estructura de gobierno del reino, y el interés por alcanzar el ritmo científico y técnico que otras potencias europeas ya venían desarrollando de forma institucional se vio reflejado en las iniciativas académicas dependientes de la secretaría de la Guerra. Contrastando el inventario de la Academia de Matemáticas de Barcelona de 1760 con el realizado en 1790, puede comprobarse cómo en un período de treinta años, los fondos bibliográficos se ampliaron casi en un cuarenta por ciento por lo que respecta al número de volúmenes. La política de adquisiciones se basaba en reunir los títulos más reconocidos en los ambientes académicos.
Sin embargo, aunque su biblioteca era la base para sustentar el trabajo pedagógico que los profesores debían llevar a cabo mediante la impartición de sus cursos, tanto en las primeras directrices del Conde de Montemar de 1724, como en el proyecto presentado por Diego Bordick bajo la dirección de Jorge Próspero Verboom según Real Orden de 18 de enero de 1730, o en el Formulario redactado por Pedro Lucuze en 1737, no se mencionaba de forma explícita la constitución y el mantenimiento de dicha colección bibliográfica. Los argumentos de Bordick/Verboom en su Proyecto o Idea sumaria ya entraban en cuestiones de mayor calado disciplinar, superando la retórica genérica del Conde de Montemar. Ambos ingenieros, que echaban mano de su experiencia formativa en la Academia de Bruselas, observaban la necesidad de una conciliación académica entre teoría y práctica, dándole a cada una su valor en el proceso de aprendizaje, «porque si la mente del aplicado se ampara de los preceptos especulativos, suele digerirlos tan confusa e insustancialmente, que faltandole la oportunidad y la practica del modo de su aplicazion viene, quando no sea a repugugnarlos [sic] del todo por abstractos, a servirse de ellos a lo mas, para solo oxepto [sic] de entretener la ociosidad» 24 . De forma muy sucinta, hacían breves referencias al peso específico del material teórico. En el capítulo XXV del Proyecto, los ingenieros flamencos se referían al «Tratado lineal y Geometrico de fortificazion regular e irregular», que debía ser dictado a los estudiantes,
pero de un modo tan sencillo y manual como lo demuestra el pequeño Tratado que corre bajo el nombre del Mariscal de Vauban, y tambien en el compuesto por el difu [sic] Don Sebastian Fernandez de Medrano, para evitar y apartar de las Ideas de los Academistas los soñados inutiles sistemas de los innumerables Autores que tratan desta Materia, a la excepcion en los menos modernos del Conde de Pagan y del Cavallero de Ville, los quales rectificados por las maximas y observaciones de aquel Ilustre Mariscal que ostentô la fuerça unida a la magnificencia del Monarca que sirvió, y a que añadiendo en ocasiones oportunas, y tal vez desde los principios de la Construccion algunas tan utiles como Cautelosas Invenciones de Coëhorn se pueden lograr maximas seguras para la devida permanencia y existencia practica de una fortificacion accomodada a la actual capacidad de los Europeos en la Guerra 25 .
La citación de otras autoridades reconocidas en las diferentes materias la realizaban Bordick/Verboom cuando se referían en el capítulo XXXXI [sic] al encargo docente que habría de recibir un «Ingeniero en Xefe de los Exercitos universalmente inteligente en todas las partes de la Mathematica, practico en ambas Architecturas, de sufficiente experiencia en las operaciones de la guerra, Attaque, deffensa y construcción de Plazas, versado en las lenguas
FIG. 4. S. LE CLERC, Traité d’Architecture, avec des remarques et des observations tres-utiles Pour les Jeunes Gens, qui veulent s’appliquer à ce bel Art, 2 tomos, París, Chez Pierre Giffart, 1714.
y erudito en la propia si fuesse posible, docto en la Especulación de las Cosas naturales, de condición affable, docil, benigna; aplicado y desinteressado de sana constitución y robustez por quanto se considera como el mobil efficaz desta enseñança» 26 . Tomando como base los libros de Euclides para la redacción del curso de matemáticas, «el mas compendioso que sea posible […], breve, methodico, fácil, practico y demonstrativo», los susodichos ingenieros remitían como modelos a las obras elaboradas por «los Señores de Port Royal en sus nuevos Elementos de Geometria, y despues excutado por el Señor Crousaz, Professor de la Academia de Lausana en su Geometria de las líneas», así como a la brillante aportación del «método del Curso del Padre Tosca, evitando lo curioso y abstracto de sus priolijas demonstraciones, las quales deveran conformarse al método de los citados Autores». Eso, en lo referente a cuestiones mayormente especulativas. En lo relativo a «la Geometria puramente practica, e Instrucciones practicas del Ingeniero y del Artillero, se servirá dicho Professor Real del Curso Mathematico del Señor Belidor, Professor Real de una de las cinco Academias establecidas en Francia al mismo fin». Bordick/Verboom observaban la adecuación del «breve Methodo del Cavallero Le Clerc, Architecto que fue de S.M. Christianissima» para lo referente a los temas de arquitectura civil, «por su desembarazo, claridad y fortaleza mas adequada a la fortificazion y practica execucion que otra alguna» [FIG. 4] 27 .
El espíritu que subyace en estas indicaciones de la Idea sumaria es la de ofrecer unos contenidos homogéneos y universales, «para que sea una misma Norma que en adelante se repita y enmiende successivamente hasta ponerla en su ultima perfeccion a fin de que se siga para la uniforme Instrucción de las Academias» 28 . Aparte de otras consideraciones disciplinares de gran interés sobre la conveniencia de los estudios
académicos para la profesión del ingeniero, el mensaje de fondo radicaba en la responsabilidad del personal docente encargado de los cursos en el centro barcelonés para formar, a partir de los fondos existentes en la biblioteca de la institución,
una selecta y quanto possible sea breve compilación destos Autores, de los quales se pueden construir un Curso regular y excelente y propio para la practica que se anhela, y la Inteligencia de todos los demas Autores antiguos y modernos, con la cual se lograran principios Theoricos breves, y practicos universales al posterior perfecto conocimiento de todo lo referido, persuadiéndose que por los medios de los citados principios del tiempo y de la Experiencia los Academistas movidos de la emulacion y del natural curiosa aplicacion se iran de por si perficionando en las partes a que su genio los inclinasse respecto de que se tiene por impossible en el breve termino de tres años que durará el Curso la possible entera inteligencia Theorica y practica (mayormente esta no siendo vivamente exercitada en obras de consideracion como en otras Monarquias) que no sea usando el más efficaz modo de obviar lo inutil por deleitoso (que siempre llega en tiempo) a favor de lo preciso e inexcusable que requiere la Profession de Ingeniero 29 .
DIVERGENCIA ENTRE TRADICIÓN Y DESARROLLO TÉCNICO-CIENTÍFICO
La inercia ideológica provocada por el control eclesiástico respecto de la difusión del saber en España, que en buena medida estaba en manos, paradójicamente, de los jesuitas, conducía a un perverso ejercicio de autocontrol a la hora de dictaminar la conveniencia de unas u otras fuentes bibliográficas. La Idea de Bordick/Verboom propugnaba una prudente posición para evitar enfrentarse a los estamentos fácticos que, con su ortodoxia teológica y la subsiguiente censura, estigmatizaban y prohibían aquellos autores y sus obras que se alejaban de lo estrictamente permitido por las estructuras eclesiásticas. La recomendación al respecto indicaba que «por quanto en lo que pertenece a las cosas Naturales y físicos Experimentos dellas la variacion de opiniones permite alguna altercacion en las Escuelas que emula y despierta los Ingenios se previene a los Professores deveran seguir (despues de las probables por experiencia y demonstración) en materia a dudosas las más aprobadas en la Santa Iglesia Catholica Romana, sobre cuias Experiencias y Supuestos podrán instruir los Academistas» 30 .
La introducción progresiva de un talante ilustrado durante el reinado de Fernando VI y las primeras décadas del de Carlos III, favoreció la incorporación a la biblioteca de la Academia de aquellos materiales cuya adquisición, no muchos años atrás, habría resultado imposible llevar a cabo. Tanto los fondos bibliográficos de la academia de matemáticas establecida en el cuartel de las Reales Guardias de Corps como los existentes en la Sociedad de la Casa de Geografía contribuyeron a nutrir las bibliotecas de las Academias de Barcelona y Cádiz. Desgraciadamente, la involución ideológica que se produjo durante el reinado de Carlos IV lastró la dinámica del progreso científico que los ambientes ilustrados habían favorecido. Las directrices inquisitoriales fueron contundentes para dictaminar la inconveniencia de determinados títulos que hasta entonces habían sido indiscutiblemente admitidos como obras de referencia internacional.
Agustín Rubín de Ceballos, obispo de Jaén e Inquisidor General de España entre 1780 y 1793, lideró una acción intransigente al respecto de la libre circulación de dicho material. Su dictamen partió del Índice Expurgatorio de 1747 y se explicitó en 1790 con el Índice Último de los Libros Prohibidos, un verdadero mazazo para el panorama intelectual y científico nacional de la época 31 . Con respecto a los fondos de la Academia de Matemáticas de Barcelona, las autoridades ordenaron, siguiendo sus directrices, que «aunque los Maestros tenían licencia para leerlos quiere S.M. se recojan no solo los de aquella escuela sino los que hubiere en las demás del exercito, y Marina, tanto de España como de las Indias, para precaver de esta suerte todo riesgo de que se esparza entre los militares la doctrina y maximas perniciosas que contienen semejantes libros en perjuicio de las buenas costumbres, sana moral, y verdadera religión» 32 . Pedro Lucuze intentó, con motivo del desmantelamiento de la Sociedad de Matemáticas de Madrid y de la Academia de Guardias de Corps, preservar de su pérdida aquellos ejemplares prohibidos por el Santo Oficio. El asturiano indicaba al secretario de la Guerra Ricardo Wall que «en el inventario de la Academia de Guardias se halló faltar sesenta y ocho volúmenes de las Actas de Lepsich, que parece están detenidos por el Tribunal de la Inquisición, sin cuyo permiso no pueden recogerse, ni conducirse a su destino de la Academia de Cádiz». Lucuze solicitaba que se mantuvieran las licencias otorgadas por el Inquisidor General el 20 de febrero de 1758 para que se extendiese la libertad de consulta, «porque las Academias Militares de Barzelona y Cádiz son de la misma naturaleza que la Sociedad, y que con los Libros e Instrumentos de esta quiere S.M. se completen aquellas». Hacía alguna concesión en su demanda al ministro al añadir que «para evitar todo inconveniente, basta prevenir se custodien separados, y reservados a los Maestros, sin que los Discípulos ni otra Persona forastera pueda usar de la lectura de ellos» 33 . Dos años más tarde, el Inquisidor General y Director de la Biblioteca Real autorizaba la petición de Pedro Lucuze 34 .
El endurecimiento de los criterios moralistas que cuajaron en los primeros años del reinado de Carlos IV condujeron a una actitud más represiva en cuanto a la libertad de prensa y a la difusión editorial. Así pues, libros como la Historia Civil de España de Belando 35 , las susodichas Actas de la Academia de Ciencias de Leipzig [FIG. 5] 36 , la Encyclopédie de Diderot y D’Alembert 37 (la cual, «el Señor Clemente XIII en su Bula, manda que esta obra se queme»), o de éste último sus Mélanges 38 , reflexiones ilustradas consideradas peligrosamente subversivas, fueron estigmatizados y prohibidos irremisiblemente.
Varios de los títulos de la lista salvaron alguna de sus partes, atendiendo a su utilidad en la formación profesional de los académicos, entre ellos, «los tomos en que está la colección de Instrumentos» de la Encyclopédie, obra de gran trascendencia universal 39 .
Con respecto al Cuerpo de Ingenieros militares, su Ordenanza de 1803, bajo el poder fáctico del ministro universal Manuel Godoy, definía el establecimiento del nuevo centro académico en Alcalá de Henares e intentaba, dentro de la continuidad, fijar con más detalle las competencias y responsabilidades de todo el escalafón corporativo. No introducía directrices novedosas en cuanto a las bibliotecas de las escuelas castrenses y mantenía la usanza de que «dispondrá el Ingeniero general se formen los tratados que falten para la enseñanza de las materias indicadas; y que ínterin se concluyen se adopten las obras que sean mas á propósito de las que en el dia exîsten». Para evitar un exceso en el gasto de constitución
FIG. 5. Acta Eruditorum, Leipzig, J. Grossii Hæredes, J.F. Gleditschium & Christophori Guntheri, 1682-1782. Volumen correspondiente a 1691.
de la colección bibliográfica, «a fin de que no sea costoso su establecimiento se formará su biblioteca con parte de los libros que exîsten en las de Zamora, Cádiz y Barcelona, de donde se conducirán también los instrumentos, modelos y demas efectos que no sean precisos en ellas», y en caso de precisar material complementario, «comprando los demás que sean necesarios á expensas de los fondos de las dos últimas Escuelas» 40 . El cierre de la Academia de Matemáticas de Barcelona supuso el desmantelamiento de su biblioteca, que fue dispersada básicamente entre la nueva institución alcalaína y la Academia de Artillería de Segovia, fundada en 1764, aunque algunos de sus fondos permanecieron en la Dirección General de Ingenieros del Principado 41 .
La especialización y diversificación de cada una de las ramas de la ingeniería condujo a una dinámica heterogénea en el devenir formativo del Cuerpo de Ingenieros del Ejército. Juntamente con los profundos cambios científicos y tecnológicos vinculados principalmente al desarrollo de la pirobalística y de la industria bélica, los sistemas tradicionales de poliorcética y fortificación fueron deviniendo obsoletos. La producción teórica y práctica en materia bibliográfica y hemerográfica, con la correspondiente difusión en los ambientes académicos, fue evolucionando notablemente según fue avanzando el siglo XIX hacia una mayor tecnificación 42 . De este modo, una parte importante de los fondos que albergaban las Academias de Ingenieros –cuya denominación acabó suplantando definitivamente a la antigua de Academias de Matemáticas– se convirtió en material casi de exclusivo valor museográfico, adquiriendo un papel más propio de la formación histórica de los profesionales de la ingeniería militar que de su educación técnica.
NOTAS
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2. 3. 4. 5. 6. 7.
8.
9. 10. 11. 12.
13. 14. 15. 16.
17. 18. 19. 20. 21. 22. 23.
24.
25. 26.
27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. Este texto forma parte de la actividad desarrollada como investigador en el proyecto El Dibujante Ingeniero al servicio de la Monarquía Hispánica. Siglos XVI-XVIII. II. Ciudad e Ingeniería en el Mediterráneo (DIHMCIM), dirigido por Alicia Cámara Muñoz (HAR2016-78098-P; AEI/FEDER, EU). Además, dentro del mismo proyecto, esta aportación se integra en un estudio más amplio bajo el título El ingeniero militar y su formación académica en el siglo XVIII, el cual, a su vez, estará incluido en la iniciativa personal de investigación que inicié con motivo de mi estancia como Visiting Scholar en el Office for History of Science and Technology de la University of California, Berkeley durante el curso 1992-1993, bajo el título Iconografía, cartografía, bibliografía científico-estratégica y mecanismos institucionales en la España de la época moderna. Producción y difusión para la seguridad del reino durante los siglos XVI, XVII y XVIII. «Para conseguir la enseñanza, segun esta idéa, deberá el Director General elegir los Tratados mas utiles de las Matematicas, ordenandolos con succesivo método para el pronto aprovechamiento de los Academicos, escribiendo las materias que se han de dictar, como doctrina suya, que ha de ser quanto en la Academia se explicáre, estendiendose en cada parte, segun lo halláre por conveniente». Ordenanza e instrucción para la enseñanza de las Mathematicas en la Real, y Militar Academia que se ha establecido en Barcelona, Barcelona, Francisco Suriá, 1739. PORTUGUÉS, 1764-1768, tomo VI (1765), p. 867. ZARAGOZA, 1674. TOSCA, 1707-1715. CHAFRIÓN, 1693. ROJAS, 1598. CARAMUEL, 1670; CARAMUEL, 1679. José María López Piñero indicó en su momento la existencia de una dicotomía endémica entre «la mentalidad positiva, progresista y laica», por un lado, y «la ideología conservadora, clerical y clasicista», por otro, a la hora de seguir determinados criterios de análisis por parte de la historiografía en España (LÓPEZ PIÑERO, 1979, p. 24). LARRANDO, 1699, “Soneto, que dedica el aficionado Don Fernando de Villaroel y Prado, Capitàn de Infanteria Española del Tercio de que es Maestro de Campo Don Francico Pimienta”. CAPEL, SÁNCHEZ y MONCADA, 1988; MUÑOZ CORBALÁN, 2015. MUÑOZ CORBALÁN, 2012. RODRÍGUEZ de la FLOR, 1991; MUÑOZ CORBALÁN, 2004. Conde de ARANDA a [Sebastián de ESLAVA]; Madrid, 21.9.1756. Archivo General de Simancas (AGS). Secretaría de Guerra (SGU), leg. 3005, 1-2-0001/0022. [Sebastián de ESLAVA] al Conde de VALPARAÍSO; Buen Retiro, 30.10.1756. AGS.SGU, leg. 3005-1-1-0008/0010. Francisco Ventura de LLOVERA al Marqués de la ENSENADA; París, 18.6.1753. AGS. SGU, leg. 572. Jorge JUAN al Marqués de la ENSENADA; París, 29.4.1754. AGS. SGU, leg. 572. Relacion de los Caudales que se han cobrado de Thesorería en los tres meses de Octubre, Noviembre y Deziembre del presente año â quenta de la dotación de cien mil Reales de Vellon, consignados por S.M. para gastos de la Sociedad de Mathematicas establecida en esta Corte, con su distribución por menor, y el caudal existente en caxa. Pedro de LUCUZE (director), Lorenzo LASSO de la VEGA (comisario extraordinario de artillería) y Juan GARLAND (ingeniero ordinario), con vºbº del Conde de ARANDA; Madrid, 31.12.1757. AGS. SGU, leg. 3005-2-1-1-0029/0034. MULLER, 1769. LUCUZE, 1772. MARCH, 1781. MAIGRET, 1725. Luis MARQUELI a Juan Gregorio MUNIAÍN; Ceuta, 26 de septiembre de 1767.AGS. SGU, leg. 3003. SALA, 1743; GUTIÉRREZ, 1991. CONDE, 1753; CENTURIÓN, 1757. CÁMARA, 2005, p. 249. RIERA, 1977; RIERA, 2009. Mi intención es realizar un seguimiento exhaustivo y razonado de la biblioteca de la Academia de Matemáticas de Barcelona y sus fondos bibliográficos dentro del susodicho estudio El ingeniero militar y su formación académica en el siglo XVIII. Proyecto o Idea sumaria para la formacion, Govierno y permanente establecimiento de Academias Reales y militares de Mathematicas y Fortificaciones en los parages que S.M. destinasse de sus Dominios… Madrid, 7 de agosto de 1730, p. 3. AGS. SGU, leg. 2994. Ibíd., pp. 21-22. Ibíd., pp. 43-44. Juan Tous Melià realiza un minucioso análisis de toda esta documentación existente en el Archivo General de Simancas. TOUS, 2018. Ibíd., p. 44. Ibíd., p. 45. Ibíd. Ibíd., p. 46. Índice, 1790. Minuta de despacho al Inquisidor General; Aranjuez, 8 de mayo de 1790. AGS. SGU, leg. 3004. Pedro LUCUZE a Ricardo WALL; Madrid, 12 de marzo de 1761. AGS. SGU, leg. 3004. Manuel QUINTANO BONIFAZ a Ricardo WALL; Madrid, 22 de abril de 1763.Ibíd. BELANDO, 1733-1740. Acta, 1682-1782. DIDEROT y D’ALEMBERT, 1751-1772.
38. 39.
40.
41. 42.
D’ALEMBERT, 1783. Lista de los Libros, que se hallan prohibidos, o mandados expurgar por el Santo Oficio de la Inquisición, entre los que se expresa la adjunta Relación en 19 foxas útiles, existentes en la Real Academia Militar de Mathemáticas de Barcelona. Agustín, Obispo de Jaén, Inquisidor General, 1790. AGS. SGU, leg. 5895. Ordenanza del Real Cuerpo de Ingenieros, 2 tomos, Palacio Real de Madrid, 11 de julio de 1803 (copia del original por Joseph Antonio CABALLERO), pp. 371-372. SEGOVIA, 2004. D’ORGEIX, 2013.
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5El esforzado camino de la Ilustración hacia una biblioteca de historia de las obras públicas *
DANIEL CRESPO DELGADO Fundación Juanelo Turriano
La Ilustración se mostró preocupada por la falta de una memoria propia, por la ausencia de un relato histórico que se adaptase a sus principios y horizontes. Todavía emociona la lectura del inicio de la Filosofía de la Historia (1756), en la que Voltaire, evocando un paseo a orillas del mar, se refirió a la necesidad de contar con un nuevo relato no sólo de la creación de la Tierra y sus accidentes, sino también del pasado y la evolución de las sociedades. Desde tales aspiraciones, se puso en marcha una revolución historiográfica que aportó renovados discursos, intereses y metodologías. Todo ello también afectó a las obras públicas, unas disciplinas que precisamente a lo largo del siglo XVIII y principios del XIX protagonizaron una interesante redefinición de su autonomía profesional e intelectual. Incluida tradicionalmente la construcción de puentes, caminos, canales, acueductos o puertos en el genérico ramo de la arquitectura, en el siglo XVIII se produjeron intentos de especialización que en España y en el caso de la ingeniería civil culminaron con la creación, en 1799, de la Inspección General de Caminos y Canales. Este fenómeno no se dio únicamente por un incremento de la complejidad técnica en la realización de dichas obras, sino también por la creciente importancia de las políticas de fomento. Esto estimuló un interés por compilar noticias sobre ingeniería civil, puesto que ya existían grupos profesionales y sectores intelectuales y políticos influyentes interesados en su promoción, en el prestigio y los contenidos ideológicos que podía aportar el relato histórico. De hecho, al final de las Luces, se contó con una incipiente biblioteca sobre historia de las obras públicas.
Estos impresos de la Ilustración no fueron los primeros en recoger noticias de puentes, acueductos, presas u otras obras públicas. Varios estudiosos han analizado cómo la literatura de los siglos XVI y XVII, desde un relativamente amplio abanico de fuentes como crónicas, corografías, tratados o escritos anticuarios, proporcionó referencias de tales construcciones 1 . No obstante, a pesar de su interés y del uso que de ellas se hizo con posterioridad, no hubo intentos de sistematizar dichas noticias y crear un relato global. Algo que sí se empezó a ensayar durante las Luces 2 .
Es bien sabido que el ingeniero militar Miguel Sánchez Taramas, en su edición anotada y aumentada del Tratado de fortificacion, o arte de construir los edficios militares, y civiles (1769) de John Muller, incluyó un capítulo dedicado a los puentes que se inició con una relación histórica de los españoles. Movido por la voluntad de demostrar que en España había muchos puentes y que en todas las épocas se habían levantado «magníficas» estructuras de este tipo, que «ofrecen admiración e instrucción a los más hábiles arquitectos» 3 , Sánchez Taramas describió una serie de ellos, que fueron desde el de Martorell, que consideró cartaginés, al recientemente erigido en Molins de Rei (Barcelona). Si bien citó más, los puentes descritos con algo de detalle –de algunos también proporcionó grabados de su planta y alzado– fueron estos dos y los de Alcántara (Cáceres), Badajoz, Mérida, Almaraz [FIG.1] y Aranjuez. Con ello, Sánchez Taramas ofreció información de estructuras de la Antigüedad, otras de la denominada restauración de las artes y, por último, de actuales. De ahí que podamos decir que ofreció una suerte de historia de los puentes españoles 4 . Sin negar la originalidad de este texto, cabría señalar que en la Histoire des grands chemins de l´Empire Romain, cuya primera edición data de 1622, el francés Nicolas Bergier se refirió a los puentes romanos españoles en uno de sus capítulos [FIG.2] 5 . En las primeras décadas del siglo XVIII, el alemán Carl Christian
FIG. 1. Plano, perfil y elevación del puente de Almaraz, en J. MULLER, Tratado de fortificación… aumentado por Miguel Sánchez Taramas, Barcelona, t. II, 1769.
FIG. 2. Frontispicio Les grands chemins de l´Empire Romain, en N. BERGIER, Histoire des grands chemins de l´Empire Romain, Bruselas, 1736.
Schramm, basándose en fuentes tan diversas como eran viajeros, geógrafos o eruditos, dedicó igualmente varias páginas a los puentes españoles (ya no solo de la Antigüedad clásica) en su Historischer Schauplatz in welchem die Merkwürdigsten Brüken (1735) 6 . La información que Sánchez Taramas manejó provino en ocasiones de fuentes impresas. Por ejemplo, para el puente de Alcántara citó el Supplement au livre de l´antiquité expliquée et representée en figures (1724) de Bernard de Montfaucon 7 . En el caso del puente de Martorell, la atribución cartaginesa se basó, según apuntó el propio Sánchez Taramas, en la información contenida en el pie de una lámina estampada en Viena a principios
FIG. 3.
Puente de Martorell, en C. C. SCHRAMM, Historischer Schauplatz in welchem die Merkwürdigsten Brüken, Leipzig, 1735.
del siglo XVIII por Matías Antonio Weiss 8 [FIG.3]. No obstante, la mayoría de las noticias que aportó las debió a informantes. Quien fuera profesor de la Escuela de Matemáticas de Barcelona, institución que apoyó la impresión del Tratado, no tendría demasiados problemas para recopilar información sobre los puentes de Martorell y Molins de Rei [FIG.3]. No sólo se encontraban cerca de la Ciudad Condal, sino que el primero fue restaurado por el ingeniero militar Juan Martín Zermeño, mientras el segundo fue proyectado por su hijo, el también ingeniero militar Pedro Martín Zermeño. De hecho, el Tratado se publicó siendo Juan Martín Ingeniero General de Su Majestad, por lo que se incluyó una carta suya al inicio del libro aprobando sus contenidos. Este apoyo oficial al Tratado facilitó a Sánchez Taramas tener colaboradores entre sus compañeros de profesión, es decir, entre los ingenieros militares. De ahí la abundancia de datos sobre puentes extremeños, que se explicaría por su relevancia constructiva e histórica, pero también porque contó, como el mismo Sánchez Taramas confesó, con la generosidad del Coronel de Infantería e Ingeniero Director Pedro Bordán, destinado en las plazas y fronteras de Extremadura. Bordán le envió noticias de los puentes de Alcántara, Almaraz, Mérida y Badajoz, encomendando a los también ingenieros Pedro Navas y Pedro Beaumont los diseños, respectivamente, de las dos primeras obras 9 . En cuanto al puente de Aranjuez, al haberse levantado en fecha reciente cerca de la capital y ser una suerte de contra-modelo de Molins, imaginamos que no le resultaría difícil hacerse con el material que incorporó a su libro. En todo caso, es interesante subrayar que Sánchez Taramas no estuvo tan interesado en proporcionar noticias eruditas sobre los puentes, como en las de tipo estructural: medidas, número y forma de arcos, tipología, materiales, etc. Algo que resulta comprensible en un libro escrito por un profesor de ingeniería y que aspiraba a convertirse en un libro usado por los profesionales, como sabemos que así fue 10 .
Un caso distinto fue el del valenciano Antonio Ponz en el Viaje de España. Compuesta por dieciocho tomos publicados entre 1772 y 1794, fue una obra que gozó de una
extraordinario prestigio y difusión entre un muy diverso público 11 . Sobrepasó con mucho el carácter de mera guía práctica para viajeros, proporcionando un completo fresco de España, tal vez el mayor de la época. En esta decisiva descripción de la España carolina, Ponz se mostró muy interesado en las noticias referentes a las bellas artes. De hecho, fue una de las preocupaciones prioritarias de quien llegó a ser secretario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 1776. Pues bien, desde esta perspectiva entenderíamos que Ponz no sólo describiese multitud de obras públicas (no estaría de más advertir que el otro gran tema del Viaje fue el fomento económico del país), sino que indagase en el pasado de las históricas. Su trabajo no fue una historia de las bellas artes –no podía serlo por el formato que escogió–, pero afirmó que una de sus intenciones era proporcionar materiales para cuando alguien decidiese abordar este trabajo. De ahí que respecto a las construcciones de ingeniería civil, recordemos que una rama de la arquitectura y que por tanto podía ser inscrita en el amplio paraguas de las bellas artes, Ponz buceó y registró con exhaustividad las fuentes impresas, las epigráficas y, si tuvo ocasión, las documentales referidas a ellas. Hablo sobre Ponz en singular, pero lo cierto es que el valenciano también contó con una amplia red de colaboradores. No obstante, los datos históricos en el Viaje fueron mucho más enjundiosos que los de Sánchez Taramas. No se redujeron a un puñado de puentes, a una tipología constructiva específica, sino que a lo largo de sus páginas se citaron presas, canales, acueductos, puertos [FIG.4] y hasta caminos. Además, aunque sus opiniones y consideraciones se fragmentasen a lo largo del Viaje, Ponz partió de una bastante bien perfilada idea de la evolución de las bellas artes españolas, con lo que sin ser una historia del arte propiamente dicha, de su lectura se deducía un sólido planteamiento sobre su evolución. Esto incluyó a las obras públicas. De manera genérica, Ponz se refirió a un periodo modélico de las construcciones y políticas de fomento durante el Imperio Romano; la Edad Media no significó un colapso total de las obras públicas pues subrayó el interés de las estructuras hidráulicas andalusíes y algunas construcciones (puentes ante todo) erigidas por las élites cristianas; bajo los Austrias se emprendieron empresas significativas pero su presunta ambición militar y conquistadora impidió acabarlas en muchas ocasiones. Según Ponz, la llegada de los Borbones habría significado la recuperación de este ramo, para el que auguraba, como para el propio país, un horizonte de optimismo 12 .
FIG. 4.
Playa artificial de Cádiz, en A. PONZ, Viaje de España, t. XVII, Madrid, 1792.
A pesar del interés del Viaje de Ponz, de sus noticias concretas y de su discurso historiográfico, sus aportaciones no fueron aisladas. El interés político en promocionar las obras públicas estimuló su multiplicación en la literatura, que en muchas ocasiones recurrió al pasado para reforzar sus argumentos. El caso de los canales de navegación es tal vez el más llamativo. Su construcción fue un objetivo prioritario de la Ilustración española, pues se confió en ellos para establecer una comunicación y un riego que se dijo sacarían a muchas regiones de la apatía en la que estaban sumidas. La importancia predicada de estas obras hizo que aumentasen las publicaciones, de muy diverso tipo, que las analizaron y defendieron. En no pocas ocasiones incluyeron referencias históricas más o menos extensas para mostrar que no eran empresas caprichosas, surgidas de las consideraciones efímeras de una generación, sino que su utilidad estaba sancionada por la memoria, por una preocupación sostenida en el tiempo 13 . No sólo la Razón desnuda sostuvo las Luces. Ya antes de ellas, en publicaciones como el Memorial… tocante a la proposición… de rendir navegable a Mançanares, desde la otra parte del Pardo hasta Toledo (1668) de los ingenieros militares Carlos y Fernando de Grunenbergh se incluyeron apuntes históricos sobre los intentos de llevar a cabo canales de navegación en España 14 . Pero como decía, fue durante la Ilustración cuando estas noticias engrosaron de manera notable. Hubo casos bien reveladores: Por ejemplo, el celebérrimo proyecto para hacer navegables los ríos peninsulares propuesto por el ingeniero militar italiano Juan Bautista Antonelli en 1581 a Felipe II, que se había mantenido manuscrito hasta la fecha, se publicó, respectivamente, por el matemático Benito Bails en su manual de Arquitectura hidráulica (1790), por el erudito Juan Sempere y Guarinos en el tomo I (1801) de su Biblioteca española económico-politica, por el ingeniero militar Francisco Xavier de Cabanes en su significativamente titulada Memoria que tiene por objeto manifestar la posibilidad y facilidad de hacer navegable el rio Tajo desde Aranjuez hasta el Atlántico (1829) y, ese mismo año, en las Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de España desde su restauracion de Eugenio Llaguno y Juan Agustín Ceán Bermúdez.
Otro caso destacado fue el del tomo VI, publicado en 1789, de las Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España de Eugenio Larruga [FIG.5]. Este tomo de tan enciclopédica aproximación a la situación económica y comercial del país (aparecieron 45 tomos entre 1788 y 1800) trató sobre los ríos de la provincia de Toledo. De un total de 336 páginas, Larruga dedicó más de 230 a proporcionar noticias de los proyectos de navegación y riego que se habían planteado en los ríos Tajo, Jarama, Manzanares y Guadarrama desde el siglo XV hasta la actualidad. Tal y como el propio Larruga advirtió y su extensa relación quería demostrar, «hace muchos años que en España» se era consciente de los beneficios de la navegabilidad de los ríos, de manera especial de aquellos que discurrían por el centro peninsular y cerca de la capital, puesto que además «de las ventajas que producirían sus riegos, facilitarían el tráfico y comercio a las Castillas, y especialmente a Madrid» 15 .
El interés por la memoria de los canales de navegación y riego en España hizo que en gran parte de los discursos más elaborados proponiendo su creación, se incidiese en su denso pasado. En el magnífico artículo sobre canales del Diccionario geográfico-estadistico de España y Portugal (1826-1829) de Sebastián Miñano, escrito por José Agustín de Larramendi, se desgranaron «las primeras ideas y proyectos de la navegación interior de
FIG. 5. E. LARRUGA, Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España, Madrid, t. I, 1787.
España», que el ingeniero Larramendi remontaba al siglo XVI 16 . Algunos incluso aprovecharon esta extendida y cada vez más ampliada memoria de los canales para advertir que si bien en la actualidad la situación de España era deficitaria respecto a los países más avanzados y envidiados de Europa (léase sobre todo Francia e Inglaterra), aquí siempre se había sido consciente de sus utilidades. Es más, a España se le podía otorgar un papel muy temprano en su promoción 17 . Este argumento se defendió desde un artículo aparecido en la prensa periódica, lo que revela, una vez más, que el discurso historiográfico de la Ilustración, también el de las obras públicas, se hizo desde formatos heterogéneos, por autores de perfil e intereses distintos.
UNA APORTACIÓN EXCEPCIONAL
A pesar de la relevancia de los textos citados anteriormente, el caso de mayor envergadura de aportación de noticias sobre obras públicas es el de las Noticias de los arquitectos y arquitectura de España de Eugenio Llaguno y Juan Agustín Ceán Bermúdez. Este libro, impreso finalmente en 1829 en cuatro tomos, sería el más sobresaliente de la biblioteca de ingeniería civil histórica que se fue conformado durante la Ilustración.
FIG. 6.
F. HOGENBERG, «Toledo», h. 1566, en Civitates orbis terrarrum. Liber quintus, Colonia, h. 1598.
La intrahistoria de las Noticias ya se ha explicado suficientemente 18 . Solo apuntaré que a la muerte de Llaguno en 1799, Ceán Bermúdez se hizo cargo de la continuación de esta historia de la arquitectura española que se había iniciado unas tres décadas antes. De hecho, Ceán ya había ido recogiendo noticias por su cuenta sobre los más importantes edificios antiguos 19 . Una vez se hizo cargo de esta empresa siguió el trabajo de manera afanosa, convirtiendo el manuscrito de Llaguno en la primera gran historia moderna de la arquitectura española. Como revelarán las siguientes líneas esto también afectó a las obras de ingeniería.
En el amplio abanico temporal durante el cual se fueron conformando las Noticias, la ingeniería civil española vivió sus primeras manifestaciones de autonomía profesional e intelectual con la creación de la Inspección de Caminos y Canales en 1799 y la apertura de la Escuela tres años después. No obstante, la separación entre este ámbito de la construcción y otros no se había ni mucho menos consumado. Incluso durante los años de existencia de la Inspección, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando siguió teniendo importantes competencias en cierto tipo de obras públicas que se hacían en el reino. No por casualidad, en los tratados y discursos de la época la hidráulica se seguía entendiendo como una parte de la arquitectura. Por este motivo, Ceán no consideró contradictorio incluir noticias sobre puentes, puertos, presas o caminos en las Noticias, junto a referidas a iglesias, palacios o castillos. Es más, al referirse a Juanelo Turriano, incidió en que lo trataría porque aun no siendo arquitecto, fue «uno
de los mejores matemáticos de su tiempo» y llevó a cabo el conocido como Artificio de Toledo, «que tiene tanta analogía con la arquitectura hidráulica» pues era una gran máquina que servía para subir el agua del río Tajo al Alcázar de la capital manchega 20 [FIG. 6]. La realización de una obra hidráulica resultaba por tanto suficiente para sumar a su autor a las Noticias. Llegó a explicitar este interés en un prólogo manuscrito a su historia que no llegó a imprimir pero que por fortuna se conserva en la Biblioteca Nacional de España. En él, Ceán subrayó que deseando abrazar «todos los ramos de la arquitectura, no se olvidó del hidráulico», recopilando las máximas referencias que pudo sobre ello. Afirmó que había elaborado un tomo por separado donde recogió «todos los documentos que pudo haber a las manos relativos a la navegación y riego de ríos, canales y pantanos proyectados en España» 21 . Proporcionó incluso un detallado índice de este tomo que queremos estudiar y publicar con detalle más adelante.
Pero el interés de Ceán por las obras públicas no solo respondía a una determinada comprensión de la naturaleza de la arquitectura. Reiteró la importancia que la ingeniería tenía para el desarrollo del país, haciéndose eco de una idea ampliamente extendida en la literatura de la Ilustración; hasta en su entorno más inmediato, en los círculos ideológicos en los que se movió, como puede ser el caso de Jovellanos, quien en su Informe sobre la ley agraria (1795) defendió la necesidad de las iniciativas que permitiesen superar los obstáculos –tal fue la palabra que utilizó– que la naturaleza imponía al fomento 22 . Por ello, según Ceán, dar noticias sobre el pasado de las obras de ingeniería podía ser, como pensaron otros, un efectivo estímulo para su impulso contemporáneo. Un caso significativo lo proporcionaría su referencia a la presa de Arguis, en Huesca, una construcción finalizada a principios del siglo XVIII. Ceán la puso como ejemplo del tipo de obra que, por su utilidad e incidencia en la mejora de las condiciones de vida de los individuos, debía realizarse frente a otras de carácter suntuario como «los grandes palacios» 23 . Jovellanos echó mano de un argumento muy similar en su citado Informe 24 .
A diferencia de otros autores anteriores a él, a algunos de los cuáles hemos citado, Ceán recogió sistemáticamente noticias de arquitectura (y por extensión de ingeniería) durante un largo periodo de años. Además, por su posición y por sus relaciones logró establecer una amplia red de colaboradores e informantes por toda España. De ahí que el volumen de información que recopiló fue inédito; también en relación a las obras públicas, extrayendo noticias de muy diversas fuentes, ya fuesen epigráficas, impresas, manuscritas o documentación de archivo. Conservamos por ejemplo la correspondencia de Ceán con algunos de estos colaboradores, donde se evidencia que las referencias a las obras públicas fueron materia de intercambio. Un ejemplo de muestra: el 27 de enero de 1819 Ceán escribió a Tomás González, comisionado regio en el archivo de Simancas desde 1815, agradeciéndole el envío de noticias sobre el puente gaditano de Zuazo [FIG. 7], en concreto sobre un reparo propuesto a principios del siglo XVI por Alonso Rodríguez, Maestro mayor de la catedral de Sevilla 25 . Por otras cartas sabemos que González le facilitó datos sobre arquitectos, pintores y escultores que habían trabajado en España, en especial bajo los Austrias. Sea como fuere, Ceán incorporó este apunte sobre Zuazo a las Noticias y transcribió el documento de la visita de Rodríguez al puente, fechado en 1509 y conservado en Simancas 26 . De hecho, Ceán llegó a solicitar a González noticias de las obras de ingeniería llevadas a cabo por los Reyes Católicos
FIG. 7.
M. SÁNCHEZ, Puente de Zuazo, óleo sobre tela, h. 1782, Patrimonio Nacional.
para un elogio que Diego Clemencín se encontraba redactando 27 . Señalar que en 1820 Clemencín publicó un Elogio de la Reina Católica Doña Isabel donde, entre encendidos elogios a su tarea de gobierno, subrayó que su «amor ilustrado y sabio del bien público» le llevó a dictar providencias «sobre construcción de caminos y puentes para facilitar las comunicaciones interiores y comerciales del reino» 28 .
Contamos con un par de casos de colaboradores mucho más sustanciosos. El primero que comentaré es el del marino José de Vargas Ponce [FIG.8]. Su estrecha relación con Ceán y la colaboración en sus proyectos historiográfico-artísticos es de sobra conocida 29 . No por casualidad, en el prólogo del Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las bellas artes en España (1800) Ceán citó a Vargas entre los «amigos y literatos» que le habían franqueado apuntamientos, en concreto sobre Murcia y Cartagena 30 . Tras la publicación del Diccionario, Vargas siguió en contacto con Céan. A principios del siglo XIX, Vargas fue destinado al País Vasco. Visitó distintas localidades y de muchas de ellas recogió y mandó a Ceán las noticias artísticas que iba consiguiendo, tanto por sus propias pesquisas como por las que le facilitaban eruditos o personajes locales.
En una carta firmada en Sevilla el 23 de marzo de 1803, Ceán le comentó a Vargas que le enviase las noticias arquitectónicas conjuntamente. Al mandárselas de manera escalonada le resultaba difícil integrarlas en su relato, que no era un diccionario sino un discurso histórico, siendo «harto difícil entremeter nuevos párrafos» 31 . A esta petición, Vargas le contestó que era imposible cumplirla, pues se las iba enviando según iba visitando pueblos e iba consiguiéndolas: «lo que está en mí… es ir enviando cuantas
FIG. 8. F. DE GOYA, José de Vargas Ponce, óleo sobre tela, 1805, Real Academia de la Historia.
hay en cada pueblo», lo que hacía «cuando acabo de visitarlo y reconocer sus papeles». La consulta documental queda probada en algunos casos. Por ejemplo en Motrico, donde señaló que no podía recoger más referencias sobre sus construcciones pues «en los libros [parece que se refiere a los del ayuntamiento pues está hablando de empresas municipales] no se conserva más noticia, porque de ellos se conservan pocos en Motrico, milenta veces quemado» 32 . Advertir que de Motrico, a pesar de estas dificultades, Vargas le remitió referencias sobre la construcción de su muelle y del puente de Mendaro.
Lo cierto es que de la mayoría de pueblos y localidades de las que conservamos cartas de Vargas informando de sus monumentos a Ceán, se encuentran referencias a obras de ingeniería civil. Entre otras razones porque la documentación sobre ellas, muchas veces vinculada a instituciones del gobierno local, no era difícil de localizar, o al menos no tanto como de otro tipo de construcciones. En Vergara le informaron a Vargas que los cinco puentes modernos de su jurisdicción fueron dirigidos por Francisco de Ibero 33 . Sobre
FIG. 9. F. DE GOYA, Bernardo de Iriarte, óleo sobre tela, 1797, Museo de Bellas Artes de Estrasburgo.
Deva anotó que Juan Ortiz de Olaeta levantó a principios del siglo XVII un puente de un solo ojo, volado en 1794 34 . Mayor enjundia tuvieron las noticias sobre Guetaria y su puerto, del que ofreció copiosas informaciones sobre su construcción en el siglo XVI 35 . De hecho, la calzada que unía la isla de San Antón con el muelle de Guetaria, realizada por Juan Ugarte Velsua, le permitió a Vargas referirse a la trayectoria de este maestro, a quien calificó de «hidráulico e infanzón vizcaíno» 36 . También le remitió abundantes noticias de las obras del arquitecto Manuel Martín Carrera (fallecido en 1804), entre las que se encontraban distintas obras públicas como el puente de Ibarra o el camino real en la provincia de Guipúzcoa 37 .
Ceán hizo buen uso de estas noticias, pues las incluyó en su historia sin prácticamente variarlas. Es más, en las propias cartas que mandó a Vargas expresó su interés en las relativas a las obras de ingeniería. Le agradeció las referencias al muelle de Guetaria y sobre las de Juan Ugarte Velsua le comentó «que producirán un buen artículo» (183). Así fue y en el tomo II ordenó los apuntamientos que le había facilitado Vargas sobre este maestro, anotando que «todo consta» en «los libros del ayuntamiento de aquella villa [Guetaria]» 38 . También le dedicó un artículo a Martín Carrera, incorporó las noticias
sobre las actuaciones en el muelle de Guetaria en la primera mitad del siglo XVI 39 o la construcción del puente de Deva en 1629 por Olaeta 40 .
La copiosa correspondencia que Ceán cruzó a principios del siglo XIX con otro de sus más destacados colaboradores, con Bernardo de Iriarte [FIG.9], también desvela su interés por recoger noticias sobre obras públicas. Político que llegó a ocupar altos cargos en la administración y gran coleccionista artístico 41 , se conservan una serie de cartas durante su estancia en Valencia en las que Ceán, desde Sevilla, le solicitó referencias relativas a edificaciones hidráulicas del Levante. Evidentemente, Ceán confió en que su amigo le consiguiese variadas noticias arquitectónicas. No obstante, en marzo de 1807, escribió a Iriarte diciéndole que al escribir la vida de Antonelli y referirse a su propuesta de navegabilidad de los ríos de España, quería hablar de los «mil proyectos de esta naturaleza en el reino» 42 . Contaba con un manuscrito que creía de Bails, pero le faltaban noticias sobre otras empresas. Por ejemplo de la acequia de Quart en Valencia, de la que le pidió información de manera expresa. Iriarte se la acabó mandando, en concreto podemos documentar que le remitió una copia del raro impreso del notario Juan Font Discurso breve con que se prueba la posibilidad de sacar agua del rio Xúcar para los llanos de Quarte, Liria, Morviedro y otros (1628), que parece ser tenía Nicolás Rodríguez Laso y copió para Ceán el arquitecto José Cascant 43 . Sea como fuere, en la biografía de Antonelli de las Noticias, Ceán se remitió a otras propuestas de navegación interior y canales artificiales que se habían ido sucediendo en España desde el siglo XVI hasta su época (incluido Quart), lamentando no se hubiesen realizado en la mayoría de casos 44.
Pero éste no fue ni mucho menos el único envío «hidráulico» de Iriarte a su amigo asturiano. En abril de 1807, Ceán le comunicó haber recibido una relación del azud y presa de Muchamiel, también escrita por Cascant 45 . De hecho, valoró muy positivamente estas noticias, que le dieron pie a rogar a Iriarte, un mes después, referencias sobre una de las grandes fábricas hidráulicas españolas: la presa de Tibi. Era tal la importancia de esta obra erigida en el siglo XVI en las afueras de Alicante, que Ceán apuntó que teniendo noticias sobre los canales de Castilla, Aragón o sobre la presa de Lorca, «convendría no carecer del [pantano] de Tibi» 46 . Iriarte puso en marcha sus contactos para conseguir los mayores datos fidedignos posibles sobre esta construcción, ya citada en textos como la Chronica de la muy ilustre y leal ciudad de Alicante (1640) de Vicente Bendicho. Sabemos que el político canario mandó a Ceán distintos materiales sobre Tibi como algún impreso (no sabemos cuál), una relación manuscrita de Cascant, otra de autor desconocido y notas de la crónica de Bendicho. Del mismo modo, se puede documentar que contactó con José de Villanueva (casado con la viuda del arquitecto Vicente Gascó), Antonio Ibañez, manejador de las aguas de Tibi, Cayetano de Urbina, Intendente de Valencia, o Juan Ignacio Goyeneche, con acceso al archivo de los dominicos de Alicante, para que le facilitasen noticias 47 . Nunca antes una obra pública moderna había despertado un interés así por su pasado.
Las Noticias revelan que, acabado el periodo ilustrado, las referencias sobre la historia de las obras públicas aparecidas en diversos medios se habían multiplicado. Su creciente importancia política, su predicada necesidad para el fomento, así como las pretensiones eruditas y profesionales respecto a la arquitectura en general y a la ingeniería en particular, estimularon el lento desarrollo de una biblioteca cada vez con mayor enjundia.
NOTAS
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.
8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43.
44. 45.
46. 47. Este trabajo se ha desarrollado en el marco del Proyecto de Investigación I+D “La creación de un nuevo relato: críticos e historiadores del arte (1772-1838). Escritos e imágenes”, ref. PID2019-107170GB-I00, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. CÁMARA, 2000 y 2008; ARCINIEGA, 2019; CRESPO, 2019, pp. 67-71. CRESPO y CERA, 2019. MULLER, 1769, t. II, p. 57. AGUILAR, 2012; CRESPO, 2017. BERGIER, 1736, t. II, pp. 287-291. SCHRAMM, 1735, pp. 188-194. MULLER, 1769, t. II, pp. 62-63. En la segunda parte del tomo IV de L´Antiquité expliquée et representée en figures, Montfaucon hizo una breve referencia al puente de Alcántara. Fue en el citado Supplement en el que incluyó una más extensa descripción (MONTFAUCON, 1724, pp. 91-95). MULLER, 1769, t. II, pp. 58-59. MULLER, 1769, t. II, pp. 65 y 71. CRESPO, 2017; LEÓN, 2019. CRESPO, 2012. CRESPO, 2008. CRESPO, 2019, pp. 103-107. ROMERO, 2015. LARRUGA, 1789, pp. 9-10. MIÑANO, 18126-1829, t. II, pp. 318-326. Gazeta de Madrid, 15 de mayo de 1809. CERA, 2019. CRESPO, 2018. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. II, p. 100. CEÁN, s.a., f. 12v. PERDICES y GOROSTIZA, 2019, pp. 157-158. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. IV, p. 92. JOVELLANOS, 1998. VARGAS, 1900, p. 303. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. I, pp. 139 y 284-285. VARGAS, 1900, p. 281. CLEMENCÍN, 1820, p. 32. ABASCAL y CEBRIÁN, 2010; GARCÍA, 2016 y 2020. CEÁN, 1800, t. I, p. XVI. VARGAS, 1900, p. 227. VARGAS, 1900, p. 204. VARGAS, 1900, p. 140. VARGAS, 1900, pp. 192-193. VARGAS, 1900, pp. 160-161. VARGAS, 1900, p. 164. VARGAS, 1900, pp. 219-220. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. II, p. 96. Respectivamente LLAGUNO y CEÁN, 1829, IV, p. 230 y II, p. 15. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. III, p. 191. JORDÁN, 2007. Carta de CEÁN a Bernardo de IRIARTE, Sevilla 18 de marzo de 1807. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13. Carta de CEÁN a Bernardo de IRIARTE, Sevilla 15 de abril de 1807. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13. Advirtamos que este impreso se reeditó en 1818 (Valencia, Benito Monfort). LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. III, pp. 10-15. Cartas de CEÁN a Bernardo de IRIARTE, Sevilla 8 de abril y 6 de mayo 1807. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13. Carta de CEÁN a Bernardo de IRIARTE, Sevilla 27 de mayo de 1807. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13.
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