EL VIENTO SUSURRANTE
DINERO y
BIENESTAR
JUAN MANUEL OCHOA TORRES
SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A.C.
Título original en español:
Dinero y bienestar
PRIMERA EDICIÓN: MAYO DE 2018 ISBN: 978-607-7944-16-4 Registro: 03-2018-021310251300-01 Copyright © Juan Manuel Ochoa Torres Correspondencia con el autor: Juan Manuel Ochoa Torres: mailjmot@gmail.com www.juanmanuelochoat.blogspot.mx/
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Impreso y hecho en los Talleres de CACTUS DISPLAYS, S.A. de C.V. 044 55 1953 7628 ap.loera@hotmail.com Tipografía y formación: Luis Tovar Carrillo tecnografica64@gmail.com Portada: Ana Sofía Ochoa Ricoux Distribución: Editorial Hiperlibro, S.A. de C.V. Tel: (55) 5705 2578 Prohibida la reproducción total o parcial de este libro sin autorización del autor.
Índice
Introducción..........................................................
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Primera parte........................................................... El pasado
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Capítulo I............................................................... El dinero, su creación y función Pasado remoto
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Capítulo II............................................................... El dinero Evolución y pasado reciente Fundamentos reales
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Capítulo III.............................................................. Inflaciones más entendibles España siglo XVI Inflación alemana 1921-1923............................... Capítulo IV.............................................................. Inflaciones casi imperdonables Inflaciones en el Siglo XX Motivaciones ideológicas.......................................
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Segunda parte. ........................................................ El presente
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Capítulo V.............................................................. Equilibrio monetario-precios estables Congruencia
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Capítulo VI.............................................................. Crecimiento con estabilidad Desarrollo real
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Capítulo VII............................................................. 107 Traviesas interferencias Y sus efectos negativos Tercera parte........................................................... 145 El futuro Capítulo VIII............................................................ 147 Un elemento integrador, bajo proporciones justas Reflexión ociosa Antecedentes. ...................................................... Historia reciente................................................... Medicinas erróneas...............................................
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Epílogo . ............................................................... 171 Apéndice................................................................ 177
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Este libro está dedicado a todos aquellos consocios de ahora y de siempre de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, que han realizado valiosas aportaciones al desarrollo de nuestra comunidad.
También a mi bella familia, conformada por mi esposa Lucía, mis hijos Juan Pedro (su esposa Carol), Ana Sofía y mis nietecitos Ben y Emma, así como todos aquellos que nos seguirán después, confiando que puedan contar con mayores oportunidades de desarrollo.
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Introducción
No sé si usted en algún momento se haya hecho una pregunta similar a la que surgió en la mente del autor de este libro cuando era pequeño: ¿Qué será —pensaba su servidor intrigado— lo que le da valor a estos cuadritos de papel, que comúnmente conocemos como “dinero”? ¿Por qué en la tienda de abarrotes de la esquina —como era la forma usual de comercialización de víveres de aquella mi ya remota infancia— los acepta sin chistar y además, se nos entregan a cambio otras mercancías diversas? Incluso en otra ocasión, mientras me dirigía a la citada tienda cercana, regenteada por una damita muy amable que todo mundo conocía como “doña Pachita”, seguí divagando: ¿en qué momento y cómo se habrá establecido una especie de convenio, mediante el cual, intercambiamos monedas de cobre o estos rectángulos de papel tan bien impresos por diferentes artículos? ¿Por qué doña Pachita jamás se niega a recibirlos, y, en vez de ello, tan de buena gana nos los intercambia por comestibles diversos cuando le entregamos esto conocido como “dinero”, siendo que estas monedas o papeles impresos ni siquiera se pueden comer?1 Pues qué cree, con el correr de los años, éstas y otras ideas parecidas, en lugar de irse olvidando, crecieron Si usted llegara a pensar que en algún momento consideré la posibilidad de ingerirlos, puedo asegurarle que nunca me parecieron apetitosos, y confío que al amable lector le haya producido la misma impresión.
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revoloteando a menudo por mi mente, con cuestionamientos cada vez más complejos, hasta que llegó el día en que afortunadamente pude asistir a la Universidad, donde también tuve la suerte de contar con un maestro de Economía —inglés por cierto— mucho muy capaz y hasta paciente para con quien esto escribe, y al ver mi gran interés e inquietud en la materia, aceptaba gentilmente platicar conmigo fuera del horario de clases. —Maestro… —le dije en una ocasión muy intrigado— usted nos dijo hoy en clase que la cantidad de dinero emitida por un gobierno a través de su banco central, debe estar sustentada y limitada por las reservas de divisas y oro que dicha Institución tenga en cada país, ¿es así? —Así es en efecto —me contesta—. —Pues considero que eso está mal —le dije mientras percibía su palpable incredulidad ante el hecho que alguien pusiese en tela de juicio semejante dogma de esa época—, no es posible que se le pueda impedir a un país crecer y desarrollarse por el hecho de no contar con reservas suficientes y oro en sus arcas. —Lo que estás diciendo —añade antes con cierta incredulidad— es una herejía en materia económica, en condiciones normales te reprobaría. ¿Qué le daría entonces valor a una moneda? —El valor de una moneda tiene que estar sustentado en la cantidad de bienes y servicios que cada país sea capaz de producir, dado que un ama de casa o cualquier ciudadano no utilizará su dinero mayoritariamente para acudir a los supermercados2 a adquirir oro o divisas, sino a comprar los bienes y servicios que requiera. Comenzaban a modificarse las formas de comercialización, en detrimento de las misceláneas y pequeñas tiendas de abarrotes de los años anteriores.
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—Por tanto y perdóneme maestro, pero —proseguí—, la moneda de todo país tiene que estar asociada más bien con la capacidad productiva que cada comunidad tenga. —Pero si fuera como dices —insiste mi paciente profesor—, y debido a que las condiciones productivas de cualquier país pueden modificarse por muchas circunstancias, su moneda debería variar también, o sea, tendría que “flotar”, lo cual sería una tontería. —Pues que flote —contesté—, en todo caso sería mejor esa alternativa a limitar su crecimiento, y que su gente no pueda contar con empleo e infinidad de cosas más. —Pero entonces, imagínate… —objeta de inmediato— ¿cómo se llevaría a cabo el comercio internacional ante semejante escenario de monedas flotantes o cambiantes? —En todo caso —le dije—, los porcentajes de variación anuales, no serían lo suficientemente significativos como para afectar el comercio internacional, y no sólo eso, si cualquier país actúa con responsabilidad y se salvaguarda un necesario equilibrio entre “masa circulante” y “bienes y servicios”, podría no haber inflación, ¿no le parece? Huelga decir estimado lector, que si bien en varias ocasiones tuvimos un muy interesante diálogo, no logramos convencernos el uno al otro. Aunque lo que jamás nos imaginamos ninguno de los dos, es que apenas cinco años después, aunque ya había egresado de la Universidad y perdido el contacto con mi apreciado y paciente maestro, ocurrió lo siguiente: A principios de los años setentas, el entonces presidente Richard Nixon anunció que el valor del dólar norteamericano ya no estaría ligado al precio del oro, y devaluó su moneda. Estoy convencido que mi consecuente maestro, 9
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donde quiera que haya estado, se acordó de nuestras pláticas, y además después, como era varias décadas mayor que su servidor, seguramente ya no le tocó vivir en el mundo actual, donde todas las monedas están sujetas al esquema de “flotación”, cosa que, dicho sea de paso, en nada afecta el creciente comercio internacional. Si bien los factores que incidieron sobre esta evolución en materia monetaria, usted mismo los irá descubriendo de manera sorprendentemente clara conforme avance con el libro, con esta pequeña anécdota sólo he pretendido describirle, por un lado, el cambiante criterio en materia económica y monetarista, y aparte, asegurarle que, si usted en algún momento consideró que esta materia era demasiado sofisticada y sólo al alcance de especialistas, debo decirle que no es así. Ésta tan importante ciencia que nos concierne a todos, obedece a principios básicos y tan del más elemental sentido común, que pueden y deben ser perfectamente comprensibles para todo público, cosa que, le reitero, a lo largo de este libro trataré de demostrárselo, usando un lenguaje deliberadamente sencillo y claro, e incluso, cuando se pueda, mediante el uso de ejemplos. En la primera parte, le describiré cómo, siguiendo ciertos principios o leyes que de forma invisible mueven la cuestión económica, desde hace milenios, se creó este tan importante recurso: Dinero; luego, en la segunda parte, verá la manera como es utilizado en el momento presente, y, en la última, uno de los caminos que podríamos seguir para aprovecharlo de una forma más completa e integral, en beneficio no sólo de toda la comunidad global, sino de cada uno de nosotros que la conformamos. Siendo así que, ya sea que usted esté involucrado en la materia o no, le aseguro que adquirirá una visión mu10
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cho más amplia sobre el tema, y se sorprenderá de las posibilidades reales con que este recurso puede influir en la vida de todos. Acompáñeme a lo largo de las siguientes páginas y capítulos y descubra el potencial que tiene ese recurso llamado “dinero” que, poco o mucho, ahora mismo trae en su bolsillo.
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Primera parte El pasado
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Capítulo I El dinero, su creación y función
Pasado remoto Si fuera posible, que mediante algún desconocido artilugio, alguien del siglo presente pudiese trasladarse hasta la época del Paleolítico,3 una vez que contemplase muy sorprendido a ese desaliñado caballero que viene por ahí con su lanza en una mano y con la otra trae con dificultad una presa que acaba de cazar, si acaso nuestro contemporáneo decidiese ofrecerle algo de dinero por ella, lo más probable sería que ese antecesor nuestro le arrojase a la cabeza sus monedas o billetes, si es que no acontece algo peor. La razón de su actuar hubiese sido entendible por la razón siguiente: todo parece indicar —aún en las épocas más “avanzadas” del Paleolítico— que el dinero como tal, aún no existía. No obstante, en el período siguiente —Neolítico— acontecieron una serie de transformaciones, mismas que a lo largo de muchos siglos se fueron desarrollando —con distintos grados de avance en varias regiones y continentes—, pero… ¿Cómo sobrevinieron tales cambios y qué consecuencias tuvieron? Paleolítico (del griego παλαιός, palaiós: ‘antiguo’, y λίθος, lithos: ‘piedra’) significa “Piedra Antigua”, (o “edad de piedra” como también le denominan algunos) es sin duda el período más prolongado de la existencia del ser humano, se extiende desde alrededor de 2.8 millones de años hasta los 12 000 años a. C. Enseguida ocurre un período de transición coincidente con una glaciación, para después sobrevenir el Neolítico, término que procede del griego (νέος, néos: ‘nuevo’, y λίθος, líthos: ‘piedra’), o “Nueva Edad de Piedra” o piedra más pulida, la cual es otro de los períodos en que se considera dividida la “Edad de Piedra”. El período Neolítico se estima llegó hasta alrededor de los 2 500 años a. C.
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En esos ya tan remotos años, seguramente mediante la simple observación, algunos de nuestros ancestros se percataron que una de esas semillitas que habían recolectado, al haberse caído accidentalmente al suelo, si llovía… ¡Oh sorpresa!, de ella germinaba una planta de naturaleza similar a aquella de donde procedía, y lo mejor de todo era, seguro debieron haber pensado, que ella a su vez producía más semillas similares. Eso habría hecho —también se les ocurriría— que si se cultivan varias de ellas de forma simultánea, ya no debían andarlas buscando por todos lados, sino que las tendrían ahí mismo y a la mano. Otros se habrán percatado a su vez, de las ventajas de la domesticación y fecundidad de ciertas especies animales —como de hecho ocurrió, entre otras, con las vacas, bueyes, ovejas y cabras— porque ya fueran ellas mismas o sus productos, podían ser aprovechados en cuanto a su piel, fuerza de trabajo, carne, leche y otras cosas. No faltó quien por ahí construyera una muy primitiva vivienda, y quienes lo observaron, se dieron cuenta que efectivamente, era mucho mejor guarecerse en ellas que cubrirse con enramadas o habitar las cuevas, y sobre todo ahora, que mediante el aprovechamiento de esas nuevas actividades, ya no necesitaban irse desplazando —como nómadas— de un lugar a otro, sino que, podían establecerse en lugares predeterminados, cerca de ríos y con otras ventajas. Eso a su vez les dio más tiempo disponible —al evitar caminar tan enormes distancias buscando sustento—, lo que hizo que unos se dieran cuenta de las ventajas de elaborar prendas muy rústicas para protegerse y vestirse mediante el hilado, proceder que pronto fue copiado por otros. 16
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Algunos más aprenderían poco a poco el proceso de elaboración de artículos de alfarería e incluso vieron la conveniencia de elaborar mejores herramientas, no obstante, esos que para ellos constituyeron significativos avances —al cabo de muchos siglos—, no sólo en realidad fueron determinantes para el desarrollo de la agricultura, pesca, ganadería, vivienda, textiles, alfarería y otros, sino qué cree, trajeron aparejados una serie de cambios secundarios que ninguno de aquellos nuestros heroicos ancestros pudo, ni de lejos, haberse imaginado. Cada uno de los distintos miembros de esas comunidades, necesariamente debieron comenzar a tener “excedentes” y “faltantes” de mercancías diversas. A alguien por ahí le sobraban —o faltaban— cereales, leche, textiles, herramientas, semillas, alfarería, paja, madera, carne, ladrillos y una muy amplia diversidad de cosas. Y con ello, de forma totalmente natural y espontánea, sobrevino la necesidad de intercambiar unos bienes por otros. ¡Ah caramba!, —quizá podría pensar más de alguno—. ¿No hubiera sido mejor que para no tener una especie de dependencia de unos hacia otros, que todos fuésemos “autosuficientes” en cuanto a la producción y consumo? Para ejemplificarle lo disparatado de una idea de esta naturaleza, imagínese por un momento que usted, amable lector, ya en el momento presente, de pronto decidiera seguir ese mismo principio de la autosuficiencia, y, como está muy convencido de semejante idea, tratase de elaborar o producir sus propios zapatos, relojes, ropa, anteojos, alimentos, automóvil, teléfonos y toda esa tan extensa gama de cosas que requerimos, ¿cuánto podría 17
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tardarse en elaborar cada uno de los artículos citados, si es que lo consigue?4 Pues un razonamiento parecido —aunque en mucha menor escala— le aseguro tuvieron aquellos nuestros esforzados ancestros, y además —de forma intuitiva y natural— se habrán percatado que los seres humanos pareciésemos tener una especie de inclinación o facilidad para ciertas actividades, y en cambio, se nos complicaría extraordinariamente la realización de otras. Entonces, ante ese hecho innegable —podríamos también pensar—, ¿se promulgó una especie de decreto de la autoridad —cuando ella hubiese existido— que reglamentó la “división del trabajo”, o dispuso mediante un primitivo edicto, que cada miembro de la comunidad se dedicase a cierta especialidad? No, no ocurrió así, sólo sobrevino de forma natural y casi sin darnos cuenta, y nos fuimos especializando cada uno —por llamarle de algún modo— en ciertas labores. De lo que no nos dimos cuenta, es que los humanos actuamos y procedemos bajo ciertas directrices invisibles, mismas que se las iré planteando a lo largo del presente libro. Por el momento sólo le cito una de ellas: una especie de eficientización en cuanto a la utilización de los recursos No es que pretenda desanimarlo o quitarle su iniciativa mi estimado lector, pero, si usted tratase de elaborar algo tan sencillo como su propio par de zapatos, no sé cuánto tiempo podría tardar en ese tan loable propósito, pero lo que sí considero, es que emplearía mucho más de 40 veces el tiempo real al de un experto en el ramo, y los resultados serían bastante dudosos. Casi le puedo asegurar que ni el autor de este libro ni la mayoría estaríamos especialmente interesados en adquirirle su flamante par de zapatos. Y además, como ése su tan encomiable esfuerzo y tiempo le habría impedido —entre otras cosas— la lectura del libro que ahora mismo tiene en sus manos, me atrevo a sugerirle que deseche de plano esa idea, y mejor continúe con esos profanos procedimientos “mercantilistas” —como dirán algunos— y siga intercambiando bienes.
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de que disponemos, la cual nos induce a que de forma intuitiva e inconsciente —dado que todo recurso con que contamos, es limitado o “finito”, entre ellos el tiempo— tratemos de darle a cada cosa el mejor uso posible. ¡Caray! ¿Y cómo ocurre eso? Creo que se lo puedo plantear mejor utilizando un ejemplo: supongamos que usted es un zapatero artesanal, y ahora mismo se dispone a elaborar su siguiente par, y tiene frente a sí y sobre su mesa de trabajo tres metros cuadrados de piel, me atrevo a apostarle que buscará eficientar ésa su materia prima y utilizará la menor superficie posible de la misma (quizás unos seis o siete decímetros cuadrados, o sea, cerca del dos por ciento del total) en cada par que elabore, en lugar de emplear por decir un ocho por ciento, cosa que, sin duda ocurriría, si no realizase los cortes sobre su lienzo de forma “eficiente” y óptima, ¿no lo cree? Pues esa misma directriz entrará en acción con todos los recursos que cada uno maneje, y además, de una forma tan imperceptible, que la inmensa mayoría —de entonces y de ahora— ni siquiera se percatará de cómo opera sobre todos ese incentivo invisible, y por eso, así como ese zapatero artesanal de manera automática fue inducido a proceder de esa forma, de manera similar habríamos procedido usted, su servidor y cualquiera, sin importar que hubiéramos tenido ahí, justo frente a nosotros un lienzo de piel de tres metros cuadrados, o incluso más. Un principio parecido de “aprovechamiento” o eficientización de los recursos disponibles —entre ellos el propio tiempo—, como le decía, debió haber impulsado de forma invisible a nuestros ancestros en la dirección siguiente: A la realización de aquellas actividades para las cuales cada uno de ellos hubiera sido más diestro, para poste19
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riormente, sólo intercambiar unos bienes por otros. Así de simple. Bajo ese mismo principio procedió un pescador llamado Simón5 —sin haber recibido mandato oficial o manual de operación alguno— y, de forma intuitiva, percibió que si él era bueno en esa actividad, y en cambio, menos diestro o quizás hasta desastroso en otras cosas, simplemente se dedicaría a tal oficio, y luego, intercambiaría los artículos “sobrantes” por los “faltantes”. Y para llevar a cabo semejante intercambio posterior… ¿cómo le hizo? ¿Colocó un pez en una garrocha sobre su barca? O más bien… ¿Llevó su cesta de peces a una especie de mercado primitivo —sitios que de forma también natural, y derivado del influjo de la misma directriz invisible debieron empezar a proliferar— para intercambiarlos por otra cosa? Obviamente ocurrió lo segundo, imagínese por un momento, que alguien no hubiera seguido un proceder eficiente o lógico, y, como debía intercambiar 3 litros de leche “sobrantes” por otra cosa, hubiera deambulado por infinidad de kilómetros cargando su mercancía, para ver, si acaso, se topaba o coincidía con otro que a su vez trajera justo lo que él deseaba. Éste hubiera sido un proceder no sólo ineficiente, sino hasta irracional, ¿no le parece? Por ello, de acuerdo con los libros de Historia —uno de los mejores medios de que disponemos para mirar al
5 Por favor no vaya usted a asumir que el autor tiene tantos años de vida como para haber tenido el gusto de haber conocido a ese de seguro muy esforzado pescador del período Neolítico, sólo estoy asignándole el nombre a “Simón” de manera arbitraria con propósitos ejemplificativos. Si gusta le puedo enviar una copia de mi acta de nacimiento para que compruebe que nací en el siglo XX (después de Cristo) y no en aquella remota época.
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pasado—6 veremos cómo ya se habla de la existencia de mercados y de algo similar al dinero como una especie de medio de cambio o común denominador de bienes, para poder facilitar, eficientar u optimizar el intercambio de los mismos. Sin embargo, si nos regresamos a las etapas tempranas del Neolítico, donde todavía no existía el dinero como tal, quizá no había más opción que el trueque directo y llano. Pero qué cree, el trueque tampoco era un procedimiento muy eficiente que digamos, porque imagínese, debían darse varias condicionantes para que hubiera podido funcionar bien para todos los participantes, ya que debía darse una especie de “coincidencia” entre las necesidades o deseos de cada uno: A unos que les “sobraban” peces deseaban tener pan, pero quien llevaba pan no quería peces sino herramientas, luego, quien tenía herramientas prefería mejor la leche y si acaso algo de lana o ropa.7 6 Aunque recordemos que la escritura como un medio más coherente y descriptivo, fue creada hace alrededor de 4 800 años (antes de esos años se dieron eventos aislados de protoescritura), por eso, a través de algunos libros mucho más recientes como Los nueve libros de la Historia, de Herodoto (historiador y geógrafo griego —vivió entre el 484 y el 425 a. C.—, quien es considerado como “el Padre de la Historia” en el mundo occidental, a quien le debemos el mérito de haber sido el realizador de uno de los primeros relatos razonados y estructurados de las acciones humanas). Este autor en el siglo V a. C., describe la existencia tanto de “mercados” como de dinero. En años muchísimo más recientes —ya en la América continental recién descubierta por los europeos— Bernal Díaz del Castillo (1496-1584, siglo XVI d.C.) nos narra la existencia de mercados muy sofisticados, como el de Tlatelolco.
Entre las cosas que hacían terriblemente ineficiente y costoso el “trueque”, era que, como le decía, se requería de una doble coincidencia: hacía imprescindible que cada individuo deseara el artículo del otro y en las cantidades deseadas, y aparte, que coincidieran ambos en todas las condicionantes básicas de cualquier operación comercial. Dicho de otra forma, dependía de una coincidencia entre oferente y demandante en cuanto a deseos, productos, calidades, necesidades y disponibilidad. De no presentarse todas y cada una de ellas —como debió haber ocurrido en la inmensa mayoría de las veces— se generaba ineficiencia, hecho que sin duda alguna perjudicaba al conjunto social de la época. 7
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Luego, ya una vez que después de mucha pérdida de tiempo —desperdicio o ineficiencia de ese valiosísimo aunque intangible recurso— se pudo encontrar por fin una posible concordancia de intereses para un eventual intercambio entre peces y madera, aparecía otro conflicto: ¿Qué cantidad de peces debía entregar Simón por esa tabla que él requería para reparar su barca? Fue así como —seguramente después de muchas experiencias fallidas— casi de forma espontánea debieron haber surgido, primero, una especie de “comunes denominadores”, o dicho de otra forma algo así como “mercancías-dinero”, las cuales, le aseguro, tuvieron como características principales: la mayoría las requería, tal vez fue el caso de los cereales, el ganado o herramientas, y aparte, que no duraran poco tiempo, como le sucedía a nuestro amigo Simón con sus peces, ya que, aunque si bien a casi todo mundo le gustaban, sólo duraban un día, y otra característica más de la “mercancía-dinero”, era que fuera fácilmente transportable o incluso almacenable. ¿Y eso? ¿Por qué diablos debían ser también “almacenables”? Si observamos con cuidado y por decir las necesidades particulares de Simón, veremos que si bien había días donde él obtenía una abundante pesca, él bien sabía que debía prevenirse, ya que también había días en que no lograba casi nada, algo parecido le sucedía a Miguel, quien al obtener su pequeña cosecha de trigo, más que intercambiar su cereal por toda aquella cantidad de bienes que sabía le durarían poco, mejor debía ser previsor y guardar todo el excedente o sobrante que pudiera para su siguiente siembra. Siendo así que, una vez que actuó de nuevo el influjo invisible de la eficientización, poco a poco fueron dándose cuenta que los metales preciosos reunían todas esas características mencionadas, por lo que podrían conver22
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tirse en unos de los mejores “comunes denominadores” o medios de cambio aceptados por todos.8 No fue coincidencia pues, que el proceso de “monetización” (ya como “dinero” o medio de cambio propiamente dicho) haya surgido precisamente en la edad de los metales, y más específicamente en la Edad de Bronce.9 No hay, tampoco, una fecha exacta en todas las regiones y continentes, a través de la cual podamos decir que se comenzaron a utilizar las monedas como común denominador o una especie de medio de cambio de los bienes. No obstante, si nos vamos a uno de los testimonios más confiables del siglo V antes de Cristo, nada menos que Herodoto, veremos que éste tan destacado personaje refiere que las primeras monedas10 con un uso general-
La misma acción imperceptible de la eficientización al cabo del tiempo, fue seguramente el factor principal que las fue haciendo redondas en vez de cuadradas, para facilitar su manejo y transporte. 8
La edad de los metales (se llevó a cabo de los 4 000 a. C. a los 500 a. C. puede ser clasificada a su vez como Edad de Cobre primero, luego de Bronce y posteriormente de Hierro, etapas que se llevaron a cabo en períodos diferentes, dependiendo del grado de avance de cada región específica. En su primera etapa sobreviene el empleo del cobre, ya que era de más fácil obtención dada su presencia en la superficie de la tierra, y aparte, podía fundirse a temperaturas un poco menores, luego el bronce, el cual si bien era más duro y resistente que el cobre, había que añadirle estaño (10%), al final resultó mejor el hierro, aunque requería de hornos capaces de elevar aún más la temperatura de fundición. El dominio de los metales, influyó de manera decisiva en los ya significativos avances que se habían logrado en agricultura, ganadería, orfebrería, vivienda, textiles, aunque desafortunadamente también se proyectaron en mejores y más eficientes armas. 9
Si desea conocer el origen del término “moneda”, le comento: proviene del hecho que el inmueble donde se acuñaban las monedas en la antigua Roma, estaba anexo al templo de Juno Moneta, el cual estaba construido en la cumbre norte de la colina del capitolio (una de las siete colinas de esta ciudad capital del Imperio Romano) y se suponía que dicho inmueble, al haber quedado adjunto al citado templo, quedaba bajo la protección de la mencionada diosa. (British Museum).
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mente aceptado como “dinero”, se acuñaron en Lidia en el siglo VI o VII a. C. Estas acuñaciones llevaron al parecer como símbolo heráldico un león representando a la dinastía Mermnada a la cual pertenecían los reyes. La pieza fue acuñada en electrum (aleación natural de oro y plata) y con un peso de 4.75 gramos y un valor de un tercio de estatero. Después, comenzaron a acuñarse monedas por orden de Darío de Persia, luego de la conquista de Lidia, y posteriormente en Grecia. ¿Habrán sido éstas las primeras experiencias con monedas como “dinero” propiamente dicho? Lo dudo. Aunque sería difícil o casi imposible establecerlo con certeza. Prueba de ello será que, si nos vamos a otro texto mucho más antiguo, por decir el Código de Hammurabi,11 veremos que en muchas de sus partes, ya se encuentran citas relativas al dinero como tal. Para tal efecto, le muestro una fracción de dicho código: “35 Si un hombre compra a un soldado el ganado mayor o menor que haya dado el rey al soldado, perderá el dinero que pague. 36 El campo o la huerta o la casa de un soldado o de un militar o de un colono no puede venderse”. Es una estela donde se hallan grabadas las 282 leyes del código del rey Hammurabi, quien supuestamente las recibe de manos del dios Shamash. La estela fue encontrada en Susa, donde en 1200 a. C. fue llevada como botín de guerra por el rey de Elam Shutruk-Nakhunte. Se conserva en París, en el museo del Louvre. El Código de Hammurabi es uno de los conjuntos de leyes más antiguos que se han encontrado y uno de los ejemplares mejor conservados de este tipo de documentos creados en la antigua Mesopotamia.
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Cabe mencionar que en dicho código no se hace mención al nombre, peso o valor del “dinero” referido, no obstante, lo más relevante es que ya se describe el concepto ése, o sea, el dinero como un medio de cambio o un común denominador de valores. ¿No le parece? Y la verdad, para efectos del presente análisis, no importa tanto si los hebreos le hayan llamado “siclos” a ese común denominador de valores, o si los griegos le llamaron dracmas, óbolos o estateros, qians en China, gins para los sumerios12 o con el nombre que hubiera sido, lo importante es que podemos darnos cuenta que la función de eso que conocemos ahora como “dinero”, ya se cumplía desde aquellos remotos años, y además, que su creación no fue sino una especie de producto, fruto o consecuencia de la necesidad de intercambiar bienes entre los miembros y las comunidades que nos precedieron de la forma más eficiente posible. No obstante, resultaría extraordinariamente importante hacer la reflexión siguiente: Desde los primeros siglos de nuestra era hasta el momento presente… ¿Habrá el dinero cumplido a cabalidad su función primordial? ¿Influyó para bien o en ocasiones El código de Ur-Nammu es un conjunto de leyes (lo que queda del texto original) escrito en sumerio —fecha probable 2100-2050 a. C.— y corresponde al período del renacimiento de este pueblo. Podrían haber existido otros conjuntos de leyes anteriores, no obstante, el código de Ur—Nammu es —quizás— el texto de este tipo más antiguo que ha llegado hasta nuestros días. La primera traducción de este código fue realizada por Samuel Noah Kramer y publicada en 1952. Kramer, Samuel Noah (1952). History begins at Sumer (“La Historia comienza con los sumerios”). Y observe estimado lector, lo que dice en una pequeña parte de este código que pudo conservarse: “Si un hombre priva (a otro hombre) de la libertad, ese hombre será hecho prisionero (y) pagará 15 gin de plata”.
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para mal sobre los precios de los bienes y servicios? Le invito a que nos siga acompañando en la lectura, y a través de diversas experiencias que los humanos hemos tenido, usted mismo podrá darse cuenta de inmediato. Ya que tratamos sobre aspectos monetarios, lamento decirle que no me sería posible terminar el presente capítulo sin compartirle algo más: ¿Le gustaría conocer el origen de la palabra “dinero”? No es sino una derivación de “denario” —moneda de plata de tiempos del Imperio Romano—,13 la cual originalmente tenía un peso de 4.5 gramos, no obstante, le pido que la próxima vez que acuda al supermercado —sin importar que el término dinero haya procedido de “denario”—, no trate de pagar su cuenta con esa antigua moneda, ni tampoco, pretenda realizar una especie de conversión respecto a ella —su rareza habrá elevado extraordinariamente su valor—, una mejor opción sería, utilizar el dinero acostumbrado o común de su país.
Denario (del latín denarius) fue una antigua moneda romana acuñada a partir del siglo III a. C., su peso, composición y equivalencias originales eran de 4.5 gramos de plata y tenía como su valor inicial la cantidad de 10 “ases” (como el símbolo del “as” era de “I”, el de un “denario” era por tanto una “X”, que significaba diez, así como el de un quinario equivalía a cinco “ases” y su símbolo era “V”). Desde el siglo III a. C., el denario se convertiría en la base del nuevo sistema monetario romano. Tito Livio (59 a. C.-17 d. C.) Historia de Roma desde su fundación, Editorial Gredos, Madrid.
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Capítulo II El dinero Evolución y pasado reciente
Fundamentos reales Como consecuencia de lo expresado en el capítulo anterior, podríamos decir que el dinero, a pesar de que muchos lo hayan considerado de manera distinta, como necesariamente obligado a poseer un “valor” intrínseco o en sí mismo, su verdadera función siempre se fue en otra dirección. Más que pretender pasar a formar parte de los bienes y servicios a los cuales sólo representaba, o, considerándolo lo suficientemente importante como para poseer un valor intrínseco, el dinero, desde su origen, tuvo como su objetivo fundamental el de convertirse en una especie de común denominador de los valores comercializables disponibles, lo que a su vez facilitaría de manera decisiva la trascendental función de intercambio de bienes. Cabe resaltar algo meramente circunstancial, mismo que en su momento debimos resolver: el hecho de haberle asignado una especie de valor intrínseco, no fue sino un sustituto provisional o temporal, dada una entendible falta de credibilidad del público hacia dicho medio de pago, a fin de que —mientras careciera de la confianza total del público— pudiese dicho medio de pago cumplir con ése que era, es y será su objetivo básico: constituirse en un común denominador universal de los valores intercambiables o comercializables. 27
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Así entenderemos mejor el porqué —circunstancialmente—, durante tantos siglos, se le tuvo que dar una especie de “valor intrínseco” provisional a ese elemento conocido en el idioma español como “dinero”: para asegurar su aceptación universal, ya que, una vez que fuimos, por decirlo de algún modo, influenciados —casi sin darnos cuenta— por el oculto e invisible móvil de la “eficientización”, tuvimos que garantizar, a como diera lugar, la universal capacidad de intercambio de semejante medio de cambio. Mas cabe añadir que —y para entender mejor el desenvolvimiento de este maravilloso proceso—, así como operaban a favor de la universal aceptación del dinero los invisibles influjos tanto de la “eficientización” como de la “mutua conveniencia”, también había factores que actuaban como “en sentido contrario”, y como prueba, le describo sólo algunos de ellos: La inmensa mayoría —incluso a menudo por parte de algunas autoridades en turno de los pasados siglos— no asimilaba a plenitud que, si la función del dinero no era tanto la de poseer un valor en sí mismo, sino más bien la de convertirlo en una especie de medio de pago universalmente aceptado, había que ser capaces de generar una confianza total de la ciudadanía hacia tal elemento monetario, lo cual dependería en buena medida del adecuado manejo de las finanzas públicas. Mas como esta visión no se daba, o al menos no en el nivel requerido, mucho menos se podrían haber establecido sus fundamentos. ¡Ah caramba! ¿Y cuáles son ésos? Si el dinero es sólo un medio de cambio, habría que haber volteado hacia lo que en realidad representaba... ¿Y qué era eso? Ni más ni menos que la totalidad de los valores comercializables, toda vez que el intercambio de bienes 28
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se había hecho imprescindible para todos los miembros de las comunidades del mundo, y después que se hubo supercomprobado que el trueque, como ya vimos, no era una opción “eficiente” o práctica en ese tan necesario intercambio. O sea, en esencia, el dinero no tendría por qué poseer un valor en sí mismo, aunque —atención—, algo que de plano se nos escapó muy a menudo, es que, si queríamos que cumpliera bien su cometido básico, debíamos salvaguardar ciertas reglas elementales. ¿Cómo cuáles? Si el dinero es una especie de “representatividad” de determinada cantidad de valores intercambiables —por simple lógica—, la cantidad de dinero que circulase, debía siempre ser un simple equivalente a la suma —lo más aproximada posible— de dichos bienes y servicios. Sorprendentemente sencillo el asunto, ¿no le parece? Pues bien, a pesar de la sencillez y aplastante razón de ser de este axioma, una gran cantidad de personas no lo consideraron así —incluso algunos pocos todavía hoy— y no cayeron en cuenta que la función real del dinero, en el fondo, no es otra sino la de convertirse en una especie de pagarés intercambiables y “a la vista” de lo que representan: los bienes y servicios comercializables y disponibles en la sociedad. Éste tan sencillo razonamiento nos induce a su vez a entender el porqué de la razón de ser de esa especie de ecuación14 o balance imprescindible que debemos conservar siempre, si realmente queremos, que ese tan importante recurso monetario, cumpla bien su cometido. El término ecuación significa igualdad, ya que en este caso y para efectos del presente análisis, nos estamos refiriendo a una igualdad matemática entre dos expresiones: “masa circulante de dinero” y “cantidad disponible de bienes y servicios”.
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Y no haber asimilado a plenitud a lo largo de la historia este razonamiento, nos hace comprender el porqué nos hemos equivocado tantas veces. Y no importará que el más convincente líder político o encargado de las finanzas públicas haya contado con las más excelsas intenciones, créame, toda vez que no se respetó la referida ecuación o igualdad entre “bienes” y “dinero”, sus efectos resultaron tan negativos a como se haya presentado la disparidad entre dichos factores. Ello explica el porqué, cuanta ocasión hayamos tenido una cantidad de circulante superior a su contraparte —bienes y servicios a adquirir con ellos—, se ha manifestado inflación, y al contrario, cuando la capacidad de pago del público fue inferior, sobrevino deflación o recesión. Poco a poco también aprendimos que no es conveniente situarnos tanto en un extremo como en el otro, ya que de la misma forma como la salud en nuestro propio organismo no se da en los extremos sino en una situación de equilibrio,15 exactamente lo mismo ocurrirá en cualquier comunidad del planeta en lo que ahora tratamos. Ante algo tan obvio… ¿Cómo es posible —podría pensarse— que las autoridades políticas o financieras de los pasados siglos, no se hayan percatado de eso, y, en muchas ocasiones, al no cuidar el balance de la ecuación referida en cuanto a “circulante” y “bienes”, hayan metido en serios aprietos a sus propios pueblos? Para una mejor comprensión del asunto, me gustaría exponerle enseguida —en los capítulos siguientes— algunos casos que ilustran cómo, a lo largo de la historia, Nuestra salud, por ejemplo, no sobreviene si la temperatura, glucosa, presión arterial, peso corporal, frecuencia cardiaca e infinidad de elementos más se salen de los rangos recomendados, tanto hacia arriba como hacia abajo, sino cuando se encuentran dentro de los parámetros adecuados.
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hemos incurrido en esos errores, aunque primero le mostraré aquellos que cuentan con un mayor grado de “justificación” en tales desfases, así como algunas de sus consecuencias. ¿Pero —dirá alguien con cierta razón—, cómo podría “justificarse” para las autoridades políticas o económicas el haber incurrido en semejantes errores? Aparte de cierta incapacidad en el pasado para comprender la importancia de salvaguardar la ecuación entre “dinero” y “bienes”, se presentaron otros atenuantes que explican mejor lo acontecido, mire usted: Así como en la antigüedad, hubo quienes asumieron que la Tierra era plana, otros sostenían que “el cielo es redondo mas la Tierra cuadrada”, y luego, le parecerá increíble, pero hace apenas pocos cientos de años —siglo XVII— si bien ya era generalmente aceptada la redondez de la Tierra, se dio por hecho que nuestro planeta permanecía inmóvil, y que era el Sol el que giraba a nuestro alrededor.16 Ello nos hará comprender por qué, sobre el tema monetario que hoy nos ocupa, no fue sino hasta ya bien entrado el siglo XX, como ya le referí en el prólogo, que las tesis de la mayoría de expertos en materia económica, comenzaron a evolucionar en el sentido correcto.17
Aunque por supuesto, hubo muchos científicos muy destacados que se dieron cuenta de otra realidad distinta, como ocurrió desde la antigua Grecia con Eratóstenes y Aristarco (siglo III a. C.), hasta épocas tan recientes como en los siglos XVI y XVII, tal y como plantearon Copérnico, Kepler y Galileo. 17 Cabe destacar que desde siempre hubo personas que vislumbraron de forma intuitiva —como veremos un poco más adelante— el efecto cuantitativo del dinero sobre el bienestar común, pero su pensamiento, por diversas razones, no pudo proyectarse de forma tangible hacia la comunidad completa. 16
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Otros atenuantes más, fueron los primitivos y a menudo casi inexistentes medios disponibles de control que había, ya que si bien, en el momento actual, casi cualquiera sabe que en todos los países existe una muy respetable institución que hace las veces de Banco Central, la cual estará encargada de emitir y controlar la cantidad de “dinero circulante” o medios de pago —para ubicarla en su nivel apropiado— sorpréndase, el surgimiento de tales instituciones clave, en la mayor parte de los siglos pasados, ellas ni siquiera existían.18 Una justificación más ante la falta de “controles” monetarios adecuados en los siglos que nos precedieron, fue la carencia de formas de medición e información institucional adecuados. No me quiero ni imaginar los tan primitivos cálculos con que se contaba, por decir, en la España del siglo XVI o XVII para evaluar la cantidad apropiada de circulante en poder de la ciudadanía, o, la suma de bienes producidos de esos años, lo cual en buena medida explica o justifica los errores graves en que se incurrió en esos ya no tan lejanos siglos. Por si fuera poco, le menciono otro atenuante más,19 quizás uno de los más poderosos, aunque en este caso le referiré un elemento de carácter sicológico, pero ni por un momento crea que eso lo hizo menos importante: Por ejemplo, la Reserva Federal de los Estados Unidos, y que funge como el Banco Central de ese país —el cual es uno de los más avanzados en el mundo en materia monetaria—, ya en su versión definitiva, fue creada el 23 de diciembre de 1913. Uno de sus objetivos primordiales fue: mantener una oferta monetaria flexible y adecuada a los intereses de su moneda y país. http://www.federalreserve.gov/faqs/about_14986.htm 19 No vaya usted a asumir estimado lector, que los encargados políticos o financieros de aquellos siglos, me están pagando algún tipo de honorario por defender su actuación, le aseguro que no tuve el gusto de conocerlos, le recuerdo que en esos años su servidor no había nacido, y le reitero mi ofrecimiento de enviarle copia de mi acta de nacimiento, donde podrá apreciar —como ya le comenté en el capítulo anterior— que nací en el siglo XX. 18
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Imagínese por un momento que usted, estimado lector que ahora se dispone a darle vuelta a la página, hubiera sido nada menos que el encargado de las finanzas del Imperio Romano en la época, por decir, de Constantino El Grande (Imperio Romano, siglo IV d. C.) y el mismísimo emperador le acaba de ordenar que se apersone en la plaza más concurrida de la ciudad capital, o, ante el mismísimo Senado, y que les explique, valiéndose de su gran capacidad de convencimiento, que, de ahora en adelante —con el objeto de poder utilizar los metales preciosos en otros fines—, que las monedas de todo el imperio ya no se acuñarán de plata, sino que, en lo sucesivo el dinero constará de monedas de níquel, bronce y papel impreso, aunque ello no alterará en absoluto su poder adquisitivo, dado que —si su audiencia le permite continuar—, usted mismo se encargará de garantizar o mantener un equilibrio perfecto entre los dos factores clave citados en las páginas precedentes, y que, en consecuencia, se compromete a evitar que la capacidad de compra de la ciudadanía se vea alterada en lo más mínimo. No quiero poner en duda estimado lector —momentáneamente convertido en ministro de finanzas— su tal vez muy notable capacidad oratoria, tampoco pecar de pesimista o menospreciar su convincente discurso, pero, estimo que los resultados de su intento no serían para nada exitosos, tanto en el aspecto político como en la realidad económica que se derive. A estos atenuantes, mi paciente lector, provisionalmente convertido en ministro de finanzas del Imperio Romano (espero no haya renunciado todavía), lamento decirle que habrá que añadirle otros elementos más, tales como las necesidades financieras de algunos políticos del momento, diversas campañas militares, pestes y otras calamidades circunstanciales. ¿Cómo fue entonces —podrían decir otros más con sobrada razón—, que ante tan formidables limitantes de los 33
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pasados siglos, y para colmo, al no haber contado con los elementos básicos de toda economía moderna para conservar la equidad necesaria en cuanto a “circulante” y “bienes”, no se hayan presentado muchos más eventos de hiperinflación, tal y como se dieron en épocas más recientes? Aquí sí, no me queda sino reconocerle cierto mérito al hecho de haberle asignado un valor específico a las monedas elaboradas a base de metales preciosos, principalmente por dos razones, una de tipo material y la otra de carácter sicológico. La de índole material deriva del significativo hecho siguiente: el nivel de “circulante” quedaba automáticamente restringido —de manera circunstancial— justo a eso, a la disponibilidad en sí misma de los metales preciosos (a diferencia de los billetes de papel), lo cual coadyuvaba, al menos parcialmente, a salvaguardar cierta equidad en la ecuación citada.20 Nunca debemos perder de vista —como ya le comenté— que el hecho de haberle asignado un “valor intrínseco” a las monedas, no fue sino un sustituto provisional y transitorio hacia el principal elemento que debió haber existido desde siempre: Credibilidad. ¿En qué? En las instituciones encargadas de la emisión monetaria, o sea, que ellas hubieran sido lo suficientemente responsables y conocedoras del tema como para salvaguardar la ecuación fundamental entre “dinero” en circulación y “bienes disponibles.” Ni de lejos se piense que añoro este fenómeno del pasado. La razón de fondo y lo que le otorga su verdadera solidez a cualquier moneda o medio de pago del mundo, insisto, es su capacidad de compra y equidad que guarde con los bienes y servicios disponibles que dicha moneda representa. Al surgir —como en épocas recientes— la credibilidad institucional en la mayoría de países, la anterior necesidad de asignarle un valor intrínseco a una moneda, simplemente queda sin efecto.
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Sin embargo, como tanto esas autoridades monetarias, mecanismos de control e información, así como los conocimientos básicos en la materia —como las conocemos ahora— brillaban por su ausencia, tuvieron que entrar en acción —aunque fuera de forma temporal— los metales preciosos. Ello nos llevará a entender el porqué, en la mayoría de las veces en los pasados siglos, a pesar de carecer de muchos elementos monetarios hoy considerados básicos, no se presentaron tantos eventos inflacionarios como pudieron haberse dado: el crecimiento de la masa circulante quedó necesariamente circunscrita a la disponibilidad de metales preciosos con que estarían compuestos. A manera de prueba de que en esencia, lo que le da la verdadera solidez a cualquier moneda no será tanto su valor intrínseco, sino su equivalencia con lo que en el fondo representa: los bienes y servicios disponibles, he elegido plantearle como el primero de los casos que le describiré en el capítulo siguiente, sólo uno —entre otros que se dieron a lo largo de la historia— que describe lo que ahora le menciono, lo que demuestra que toda abundancia circunstancial de metales preciosos que hubiera permitido la acuñación de más moneda de la de su contraparte —“bienes y servicios”— generó la tan temida inflación, lo que no hace sino refrendar la validez a la ecuación monetaria mencionada. Por tanto, puedo asegurarle que no habrá sustituto ni metal precioso que sea capaz de reemplazar la responsabilidad o sabia conducción de cualquier gobierno o banco central del planeta. El segundo aspecto —en este caso refiriéndome a la ya citada cuestión sicológica— que nos hace reconocer el papel que en el pasado desempeñaron los metales preciosos, se 35
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lo planteo ahora mismo, aunque deliberadamente asociándolo con un elemento muy importante que también entra en juego en la tan deseada estabilidad de precios: la velocidad en el consumo. ¿Qué diablos pretende decirnos el autor? Como no es mi deseo enloquecerlo estimado y paciente lector, considero prudente recurrir a un ejemplo, mire usted: Si una región cualquiera de su país o del mundo, se encuentra ante la inminencia de un evento catastrófico —como podría ser un ciclón—, una guerra o una calamidad cualquiera, sin importar que ese potencial riesgo no tenga la consecuencia negativa esperada, le describiré lo que sucederá: Apreciará usted que una gran cantidad de comestibles, agua y una diversidad de artículos básicos desaparecerán de los anaqueles del supermercado más próximo, algo similar ocurrirá con los combustibles y muchas cosas más… ¡Es cierto! Dirá más de alguno recordando lo que ya le sucedió ante la sola posibilidad de un evento de esa naturaleza, independientemente que esa supuesta calamidad se haya presentado o no. ¿A qué se debió eso? Sobrevino por algo muy simple: aumentó la “velocidad” de compra, lo que a su vez alteró la ya reiterada ecuación referida, pero…. ¿Cómo entraron ahí los metales preciosos en juego en los pasados siglos? Toda vez que el consumidor juzgó como una acción más sabia o previsora para él y su familia el hecho de atesorar o conservar sus monedas de plata u oro, en lugar de adquirir apresuradamente bienes que podría requerir —o quizá no— ésa su personal y sencilla decisión, qué cree, habrá contribuido en una pequeña proporción a 36
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atemperar o disminuir la velocidad en el consumo,21 lo que en consecuencia, coadyuvó —sin darse cuenta— a conservar la equidad citada. Con este sencillo ejemplo de un evento catastrófico e inesperado, quise poner de relieve primero, cómo el elemento “velocidad” influye también de forma determinante, cuando —circunstancialmente— se altera el patrón normal de consumo ciudadano y, además, reconocer el papel que desempeñaron en el pasado, los metales preciosos, y de alguna forma coadyuvaron a evitar que se hubieran desencadenado mucho más eventos inflacionarios. Le reitero que ni de lejos pretendo ponderar el hecho que el dinero contenga un valor intrínseco en sí mismo en el momento presente, dado que ahora, afortunadamente la situación es otra, y ya contamos con credibilidad institucional, mayores conocimientos económicos e infinidad de medios de control e información para salvaguardar el balance entre dinero y bienes, lo que hizo que el dinero con valor específico carezca de sentido, y sólo quise ponderar su importante labor en los pasados siglos. Ahora bien, con el objeto de dejar este asunto aún más claro, me gustaría exponer ante usted unos casos más palpables y didácticos, por ello me permitiré compartirle en el siguiente capítulo unas pocas experiencias que la historia nos muestra, en las que podremos darnos cuenta en qué nos equivocamos y cómo podemos —y debemos— prevenir tales desfasamientos, ya que, quien bien aprenda del pasado, siempre podrá contar con un mejor futuro. Nunca perdamos de vista que el resultado total de un país, no será más que una simple suma de todas las decisiones individuales de los millones de consumidores que lo conforman. Si un evento catastrófico como el descrito es regional, temporal o no representativo a nivel nacional, no tendrá mayores consecuencias, si no es así, las autoridades responsables encargadas de las finanzas públicas, inmediatamente tomarán en cuenta todo eventual incremento en la velocidad en el consumo para realizar sus análisis, evaluar sus efectos y tomar las medidas subsecuentes.
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Capítulo III Inflaciones más entendibles
España siglo XVI Haciendo uso de diferentes textos de Historia, me permito invitarle a que ahora mismo nos desplacemos nada menos que a la España de mediados del siglo XVI —como si estuviéramos haciendo uso de nuevo de la misma maravillosa aunque imaginaria máquina del tiempo—, y así, una vez ubicados en la época, podamos ser testigos privilegiados de un escenario único: Pocas naciones —en todo el planeta y en todos los siglos— tuvieron frente a sí un panorama tan promisorio como este país en tal momento... ¿Por qué? Algunas décadas antes, se había conjuntado en este reino europeo una serie de eventos tan relevantes e increíblemente favorables que, combinados, incidían muy a favor de España en lo que ahora tratamos. Justo después de haber logrado su unificación a finales del siglo XV, se habían sorprendido22 con el descubrimiento de un enorme y promisorio continente pletórico de recursos, donde además, se daba un muy a su favor contraste en cuanto al desarrollo y manejo de diversas armas, lo que casi les garantizaba de forma privilegiada su “conquista”.
22 Tuvieron conocimiento del hecho en España hasta comienzos del año 1493, al regreso de su primer viaje, y cabe mencionar que las dos carabelas sobrevivientes arribaron a la península Ibérica por distintas rutas, dado que se separaron entre ellas por una fuerte tormenta. El Almirante de la Mar Océano (Vida de Cristóbal Colón) Samuel Eliot Morison. Fondo de Cultura Económica.
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Y así como para facilitarles más las cosas, habían llegado a un arreglo con los portugueses para una singular partición de esas recién descubiertas tierras, lo que, asumieron, legitimaba tales posesiones para su explotación.23 Como consecuencia de ello, a mediados del siglo XVI, cuando ya casi habían consolidado su dominio no sólo sobre tal territorio sino sobre sus recursos, se puso ante sus ojos un panorama que ni en sus mejores sueños pudieron haberse imaginado. Por tanto, pronto empezaron a fluir hacia España tan enormes cantidades de metales preciosos, principalmente plata, que la inmensa mayoría hubiera apostado que tenían frente a sí un fenomenal porvenir en lo económico y de consecuente poderío en el contexto global… TRATADO DE TORDESILLAS. Firmado en Tordesillas (provincia de Valladolid, España) entre España y Portugal el 7 de junio de 1494 entre los representantes de esos dos reinos, en el que llegaron a un arreglo para dividirse el “Nuevo Mundo” de acuerdo con determinados límites, aunque no eran del todo precisos. El rey de Portugal (Juan II) aseguraba que derivado del anterior Tratado de Alcáçovas, firmado el 4 de septiembre de 1479, Portugal tenía ciertos derechos sobre el territorio recién descubierto (después denominado “América”). En virtud de lo cual, el rey Fernando de España, aprovechando que ya había realizado un intercambio de favores con el recién nombrado papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia), y tenía considerable influencia sobre él, solicitó y obtuvo su apoyo sobre la citada polémica con Portugal, mismo respaldo papal que se materializó a través de 4 bulas (Inter caetera I y II, Eximiae devotionis y Dudum siquidem) favoreciendo por completo a los españoles, decretando la excomunión para todos aquellos que cruzasen cierto meridiano. No obstante, para evitar mayores conflictos, se celebró el referido tratado, mismo que después fue confirmado por el papa Julio II mediante la bula Ea quae pro bono pacis en 1506. El Almirante de la Mar Océano (Vida de Cristóbal Colón), Samuel Eliot Morison, Fondo de Cultura Económica. The Events that Led to the Treaty of Tordesillas (Los eventos que condujeron al Tratado de Tordesillas), Lawrence Cohen; Terrae Incognitae 47 (2): 142-162. ISSN 0082-2884. Alexander VI and the demarcation of the maritime and colonial domains af Spain and Portugal, 1493-1494 (Alejandro VI y la delimitación marítima y colonial entre España y Portugal, 1493-1494), Vander Linden; (Oct. 1916) The American Historical Review. Vol. 22 (núm. 1). Pp. 1-20.
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No obstante… ¿El hecho de estar ingresando a España tan sorprendente cantidad de recursos financieros, en forma de una moneda “dura” (acuñada nada menos que en plata) significó en realidad que había llegado a España la riqueza, prosperidad y estabilidad suficientes, como para poder cimentar una expansión sin paralelos? De haber estado más avanzados en lo relativo a manejo financiero y económico, para, entre otras cosas, haber hecho posible lograr una equidad adecuada entre “circulante” y “bienes”, otra cosa hubiera sido, no obstante —de forma por completo entendible—, por las limitadas condiciones de aquella época en cuanto a conocimientos y medios de control, la situación derivó en otra cosa: Si bien esas nuevas posesiones hicieron de España la potencia de la época, dentro de ese reino se enfrentaron a un conflicto económico que jamás imaginaron, mismo que además resultó inexplicable para muchos en esos años. ¡Caramba! ¿Por qué? Ocurrió lo siguiente: Al haber hecho crecer anormalmente la masa circulante dentro de España con el ingreso de esa inusitada cantidad de plata, alteraron sin querer el obligado balance o ecuación entre “circulante” y “bienes disponibles”,24 hecho que, a su vez, generó efectos sumamente negativos para ellos, sin importar que sus perspectivas hubieran sido tan halagüeñas. Y note usted, el principal problema de una situación así, es que al presentarse semejante desfase entre los factores citados, sus nocivos efectos no se redujeron sólo a una aparente inofensiva inflación interna, sino que generaron O dicho de otra forma, de acuerdo con la ya más reciente teoría cuantitativa del dinero, tal y como lo mencionó en su momento el economista Irving Fisher (1867-1947): P (precios) = M (masa circulante de dinero) × VT (velocidad de las transacciones), fórmula parecida a la de su predecesor Alfred Marshall (1842-1924).
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unos desequilibrios de tal magnitud, que se dio inicio a una secuela de cosas sumamente perjudiciales: ¿No estará exagerando el autor del libro? ¿Podría acaso esa inflación que sobrevino en el interior de España —al haber sido superior a la del resto de Europa— haberlos perjudicado tanto? La cuestión no resultó tan sencilla como una simple elevación de precios dentro de ese país, sino que ello —como un pernicioso efecto dominó, repercutió en una serie de cuestiones que nunca imaginaron—. En sus primeras etapas ocurrió lo siguiente: Los artículos producidos en España, automáticamente resultaron más “caros” tanto para el consumidor español, como para los del resto de Europa y demás socios comerciales, hecho que frenó las exportaciones españolas —al haberlas encarecido con respecto a mercancías similares—, y en cambio, favoreció —competitivamente hablando—, las importaciones de parte de aquellos con quienes comerciaban. ¿Se habrá detenido ahí el problema? Ojalá hubiera sido así, pero eso sólo fue el principio, ya que tal alteración en los precios hispanos sólo le prendió la mecha a una especie de bomba de tiempo que continuó con una serie de eventos subsecuentes… ¿Cómo cuáles? Una situación así, como mencionaba, no se reduce a una aparentemente inofensiva pérdida de competitividad para el productor español, sino que, como sería lógico suponer, empujó al consumidor de ese país a optar, cuanta vez pudiera, por bienes importados. ¿Y que generó eso a su vez? No sólo incidió de manera decisiva en la desaceleración de la actividad económica española, sino fue necesariamente seguida de una disminución en el nivel de empleo y productividad internas —al haber perdido competividad 42
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sus productos—, sino además, éste no previsto fenómeno se tuvo que acompañar de algo no menos perjudicial: Todo flujo excesivo de bienes importados derivado de esa pérdida de competividad de sus propios productos, tiene como una de sus principales desventajas que, semejante déficit comercial —aparte de la diminución en su productividad interna y en el nivel de empleo—, debía pagarse de alguna forma. Ello condujo a un muy significativo y lamentable drenaje de dinero —plata recién llegada de América— hacia el exterior de España.25 A ese problema habría que haberle añadido otros agravantes más: conflictos bélicos con algunos países vecinos, salida importante de ciudadanos hacia América, y, por si fuera poco, contaban para colmo con un sistema bancario y financiero débil y atrasado, en gran medida como consecuencia de la injustificada expulsión de banqueros y ciudadanos judíos* iniciada desde finales del siglo an Este fenómeno de la inflación en España de los siglos XVI y XVII, fue adecuadamente analizado por el historiador y economista Earl J. Hamilton (1899-1989) quien aborda el tema en algunas de sus obras, tales como El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501-1650 (American Treasure and the Price Revolution in Spain, 1501-1650), Harvard University Press, (1934); Guerra y precios en España, 1651-1800 (War and Prices in Spain, 1651-1800), Harvard University Press, (1947). Sin embargo, ya desde el propio siglo XVI, este hecho singular fue bien observado por el sacerdote, filósofo, teólogo y economista español Martín de Azpilcueta (1492-1586), quien entre otras actividades académicas, impartía cátedra en uno de los centros del conocimiento más avanzados del mundo de esos años, la Universidad de Salamanca, en España, y fue considerado como uno de los más notables intelectuales de su época. Algunos consideran que Martín de Azpilcueta fue uno de los primeros formuladores de la teoría cuantitativa del dinero; ya que puso de relieve la repercusión sobre los precios de un eventual exceso o carencia de metales preciosos. (Recordemos que en ese tiempo, se le consideraba a la plata como estrechamente vinculada al “dinero circulante”).
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* El término “judío” para designar al pueblo hebreo es inapropiado. Tal utilización incorrecta se explica y llega hasta nosotros por la razón siguiente: en la...
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terior, derivada de la intolerancia religiosa que padecían por esos años. Esos factores combinados provocaron que en varias ocasiones —a pesar del extraordinario panorama que hacía apenas pocas décadas tuvieron frente a sí—, la corona española entró de plano en estado de insolvencia en varias ocasiones, y no fue sino mediante unos muy desfavorables arreglos financieros ante banqueros extranjeros, que su aún no muy desarrollado sistema financiero y económico pudo salir adelante. Es justo reconocer también, como decía unas líneas atrás, que este tipo de desfasamientos entre “circulante” y “bienes” tienen más atenuantes o elementos justificativos, dado que en aquellos años los conocimientos económicos y medios disponibles para conservar la equidad de precios estaba mucho más atrasada, y eso nos hace comprender en buena medida que aquella aparente y extraordinaria bonanza que tuvieron frente a sí, quedó reducida a sólo una posibilidad que duró relativamente poco tiempo, comparada con el extraordinario potencial que en su momento tuvo. Como un comentario adicional y al margen, si a los errores graves —aunque como decía, un tanto entendibles— en ...descripción de Hechos del Nuevo Testamento, la nación israelita —cosa que ocurrió después del reinado de Salomón— quedó dividida en dos secciones: Por un lado se encontraba la tribu de Judá (“judíos”, mismos que se asentaban en Jerusalén y alrededores) y, mayoritariamente al norte, permanecía el resto, o sea, las restantes once tribus, misma comunidad que se refería a los de la región de Jerusalén como “judíos”. Ello debemos asociarlo con otro hecho: quienes escribieron los importantes textos ya referidos, procedían del grupo más numeroso —las once tribus—, lo cual, a través de los siglos, derivó en la incorrecta denominación de la comunidad israelita. Un nombre más preciso para denominar a este importante pueblo de la comunidad global, sería “hebreos” o “israelitas”. Su servidor se ha referido a ellos como “judíos” porque así se consigna en muchos libros de Historia.
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materia económica, le añadimos otros más en el aspecto político y humanista, como fue el significativo hecho de haber desechado opiniones de personajes notables tales como la del conde de Aranda,26 quien con una sorprendente visión propuso desde el año 1783 que se le otorgase autonomía a casi todos los dominios americanos, creando a la vez una especie de mancomunidad hispana, entenderemos mejor la gran diferencia existente en cuanto a los resultados que se obtienen —o se pierden—, cuando se escogen caminos acertados, o, en su caso, erróneos. ¿Por qué menciono también este aspecto político y humanista en el caso de la España de esos siglos? ¿Acaso el autor del libro ya perdió la brújula, dado que ahora mismo estamos tratando sobre temas meramente económicos? Como veremos en la última parte del libro, si es que antes no lo arroja a la basura, los aspectos económicos, políticos y humanistas están estrechamente vinculados, Pedro Pablo Abarca de Bolea (X conde de Aranda, 1718-1798), fue un militar, diplomático y político español de corte liberal e ilustrado, contaba con una amplia cultura y era poseedor de una visión política muy avanzada para su época, lo que le hizo ser muy respetado entre muchos filósofos y enciclopedistas. En una ocasión Voltaire se expresó de él así: “Con media docena de hombres como Aranda, España quedaría regenerada”. Ocupó cargos como embajador, presidente del Consejo de Castilla (1766-1773) y secretario de Estado bajo el rey de España Carlos IV (1792). Se adelantó a su tiempo y en la penúltima década del siglo XVIII (1783), durante el reinado de Carlos III propuso —sin éxito—, la creación de una mancomunidad hispana que le otorgara autonomía a casi toda la América española, preponderando su libertad y unidad, junto con ciertos convenios de ayuda mutua entre sus miembros. Esta propuesta, que fue rechazada por la falta de percepción política y humanista de la corona española de esos años, se convirtió en uno de los factores más importantes que contribuyeron al desmembramiento de casi la totalidad de los dominios americanos desde comienzos del siglo XIX, de haber seguido tal directriz, pudo haber influido para que se evolucionara políticamente en una dirección universalista e integral de los países hispanos, como de hecho sucedió mucho más tarde con otro grupo: la originalmente denominada “Mancomunidad Británica de Naciones” creada a principios del siglo XX, en la que, si bien se respeta la libertad e independencia de sus miembros, existe una serie de ventajas recíprocas entre ellos. 26
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y en el momento actual, la disyuntiva mundial, ya no se limita a una incompleta “mancomunidad hispana”, sino a otra cosa con una dimensión mucho más avanzada. Aunque por el momento sólo le pido me siga acompañando en el análisis del siguiente caso.
Inflación alemana 1921-1923 El caso que le describiré enseguida, si bien desde un ángulo meramente económico podríamos considerarlo también como un tanto “entendible” —tomando en cuenta los desajustes monetarios que lo propiciaron—, los efectos sicosociales en los que influyó después, tendrían que ser considerados siempre como irracionales y por supuesto reprobables. Mas circunscribiéndonos primero al contexto económico, ¿qué sucedió en esos años que pudo repercutir de manera muy poderosa en otros eventos consecuentes? Tanto dentro de la Primera Guerra Mundial como en los años subsecuentes, en el interior de Alemania se había generado una todavía tolerable inflación, la cual hizo que hasta la primera mitad del año 1921, su moneda (marco alemán) tuviera un nivel —tratando de mostrarle sólo una cierta “referencia”— cercano a los 60 marcos por dólar estadounidense. No obstante, a partir de 1921, se desencadenó una hiperinflación tan pronunciada, que si bien no ha sido la más grande que se haya registrado, influyó de manera decisiva en los eventos devastadores de los años siguientes, por tanto, quizá no haya habido otro desequilibrio monetario que se haya proyectado en una forma tan negativa… ¿Pues qué diablos pasó? 46
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Aclaro —para situarnos mejor en el contexto de la época—, en las primeras décadas del siglo XX, ya teníamos un mayor nivel de conocimiento sobre la importancia de mantener una equidad entre “masa monetaria” y su tan importante contraparte: “bienes y servicios”, aunque, también es oportuno señalar, todavía en esos años, se pretendía de alguna manera “encadenar” el monto de la “masa circulante de dinero” a las reservas existentes de oro o divisas,27 en un entendible afán de evitar que un gobierno —producto de determinadas presiones socioeconómicas internas, justificadas o no— pudiera emitir más papel moneda del recomendado por la lógica económica. Las necesidades alemanas derivadas de la propia Primera Guerra Mundial, así como una serie de eventos que referiré enseguida, hicieron que, se emitiera mucho más papel moneda del que la prudencia económica aconsejaba, lo que hizo que no sólo su “masa circulante” excediera sus reservas existentes en metales preciosos y divisas, sino superara también algo mucho más importante: los bienes y servicios a ser adquiridos por el dinero en poder del público. Considero —como le decía— que no habrá sustituto para la responsabilidad o falta de ella, de cualquier gobierno del mundo. Cuando no se procede de forma sabia, no habrá oro, plata, petróleo, diamantes o lo que venga a su mente que evite las consecuencias de una conducción errónea. Si un metal, cualquiera, llegase a sobreexplotarse y superase la demanda existente, su precio disminuirá (junto con la moneda que “represente”) y su minusvalía será proporcional al desfase existente; y como prueba de ello —aprovechando que todavía no arroja a la basura el presente libro— le cito unas frases sacadas nada menos que de la propia Biblia, aunque circunscribiéndome al contexto histórico: (2a. Crónicas 9,20) “En los días de Salomón la plata no era apreciada.” (2ª. Crónicas 9,21) “…cada tres años solían venir las naves de Tarsis, y traían oro, plata, marfil, monos, y pavos reales.” (2a. Crónicas 9:27) “Y acumuló el rey plata en Jerusalén como piedras, y cedros como los cabrahígos de la Sefela en abundancia”. Dudo mucho que haya alguien que pueda proporcionarnos datos confiables sobre la cantidad exacta en circulación en ese reino en aquellos tan remotos años, y casi podría apostarle que dicha minusvalía, fue una mera consecuencia de un exceso de oferta con respecto a una demanda dada, lo que sólo tuvo como su manifestación el citado efecto.
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Y a todo esto, usted con toda razón podría preguntarse… ¿Cómo fue posible que hayan incurrido en semejante desajuste? ¿Qué acaso quienes conducían la economía alemana en ese tiempo, no conocían los riesgos de proceder así? Claro que lo supieron, aunque seguro asumieron que ésa era la opción menos perjudicial. ¿Y qué efectos produjo semejante desequilibrio monetario, primero, en el bienestar social de su país? Toda situación inflacionaria será dañina para cualquier comunidad en todos sentidos y bajo muy distintos ángulos, y dicho daño social y económico dependerá del nivel de desfase monetario que se lleve a cabo, tal y como ya le mencionaba: el desajuste que se haya dado entre el nivel de “circulante” y “bienes y servicios disponibles”. Por ello, desde el año de 1921, en Alemania los precios de los bienes y servicios —como es usual en este tipo de casos— empezaron a elevarse de forma cada vez más pronunciada, reduciendo en consecuencia el poder de compra de la ciudadanía. El precio del pan —por ejemplo— junto con toda la larga lista de comestibles, se fue elevando a pasos agigantados, y, entre otros efectos, durante la primera mitad de 1922, el tipo de cambio (marco alemán-dólar) ya se había modificado bastante, aunque pareciendo querer estabilizarse alrededor de los 320 por cada dólar estadounidense. No obstante, en una situación de esta naturaleza, de forma completamente entendible, se deberá necesariamente sumar —por si fuera poco— otro elemento de carácter sicológico, tal y como le describí en páginas anteriores respecto a la manera cómo reacciona el público ante otro tipo de eventualidad… Pero, ¿cómo es que, para empeorar las cosas, pueden entrar en juego también hasta factores relativos a la actitud humana? Créame, si no tomamos en 48
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cuenta la reacción ciudadana, nuestras previsiones fallarán. ¡Diantres! ¿Por qué? Observe usted: El consumidor, al percibir un rápido y creciente deterioro del dinero, y justificadamente preocupado por la disminución de su capacidad de compra, modifica su habitual patrón de consumo, lo que, dicho en términos económicos, acelera la “velocidad de gasto” lo que no hace sino exponenciar el desfase entre circulante y bienes, tal y como me permití mencionarle en páginas anteriores (ante la sola posibilidad de un evento catastrófico) derivado de un razonamiento en extremo simple… Al no estar interesado el público —con sobrada razón— en guardar un medio de pago que siente que cada día vale menos, opta por conservar mejor “bienes” que “dinero”, y, por ello, tan pronto como dispone de fondos, se dirige a toda velocidad a adquirir bienes y a deshacerse de su dinero. Como comprenderá, una vez combinados todos los elementos negativos de una situación como ésta, el daño comenzó a manifestarse a tal grado en la comunidad alemana completa, que a mediados del año 1922, hasta un banquero norteamericano muy prominente de aquellos años —de nombre J.P. Morgan—, trató, sin éxito, de intervenir para atenuar esa tan deplorable situación. No obstante, una vez que el proceso hiperinflacionario siguió su pernicioso curso, así como las causas que le dieron origen, para diciembre de 1922, el marco alemán ya se había disparado hasta los 8 000 por dólar estadounidense. Pero una situación como la descrita —sobre todo cuando se trata de un desequilibrio tan pronunciado—, como se imaginará, no se limitará a una mera pérdida del poder adquisitivo de toda la ciudadanía, lo cual de por sí ya es grave, sino que —como si se tratara de un gigantesco 49
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“tsunami”— se lanza una onda expansiva que alterará toda la estructura social y económica. Prueba de ello que hasta los agricultores alemanes, empezaron a negarse a vender sus productos recibiendo a cambio una moneda que iba en picada de esa forma tan estrepitosa, solicitando les pagasen con otro tipo de “bienes”, o sea, como si la sociedad completa se estuviera yendo de golpe en reversa respecto a lo ya expresado, en lo relativo a la “evolución del dinero”, cuando le decía que una de sus etapas intermedias, fue precisamente el “trueque” el que operaba, aunque con un muy alto nivel de “ineficiencia” —y por lo mismo fue desechado—, pero imagínese a qué grado estaban las cosas en ese momento, muchos ya lo preferían. A lo largo del año 1923, la situación socioeconómica llegó a un nivel tal, que un ahorrista que desease sacar dinero de una institución bancaria —incluso sumas modestas—, debía acudir a retirarla acompañado de una maleta para transportar sus recursos, aunque de hecho, no pudiera comprar gran cosa con esa voluminosa cantidad de billetes. No es difícil imaginarse estimado lector, que tal situación desincentivaba por completo algo crucial en toda economía: el ahorro, y qué cree, para colmo, el ciudadano común ni siquiera podía adquirir moneda extranjera con el objeto de poder ahorrar algo, ya que tal recurso lo estaba requiriendo el gobierno a fin de poder pagar indemnizaciones de guerra. Entre otros inconvenientes de esta hiperinflación, aquellos ciudadanos que habían logrado realizar ahorros a lo largo de su vida, previniéndose para su vejez, enfermedades y otros imponderables, casi de golpe vieron convertido en polvo el esfuerzo de toda su vida. 50
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Pero la perniciosa onda expansiva continuaba su curso: quienes deseaban llevar a cabo una inversión productiva mediante la creación de algún tipo de negocio, mismo que generaría empleo y contribuiría, en una pequeña proporción, a mejorar la economía, se veían imposibilitados para hacerlo, ya que poco o nada podían hacer —salvo empapelar un muro— al contar sólo con un montón de papel que les imposibilitaba para iniciar una modesta tienda o fábrica, lo que sólo contribuía a empeorar más la conflictiva situación.28 Por si fuera poco, ante una situación así, tan frágil y con el consecuente desempleo y desplome del poder de compra, el “mercado” potencial, resultaba poco o nada atractivo para un eventual inversionista —nacional o extranjero— que pensase en emprender cualquier tipo de actividad. A tal grado se fueron combinando e interrelacionando todos los factores negativos, que la situación llegó a un extremo tal, que para noviembre del año 1923,29 una libra de pan costaba 3 000 millones de marcos alemanes, y una libra de carne 36 000 millones.30 ¿Cómo es tan siquiera imaginable —con toda razón pensará el lector— que se haya permitido llegar a semejante situación, y se haya ocasionado ese tan monumental daño social y económico?
Como comprenderá, el desfase en la importante ecuación citada entre “circulante” y “bienes”, puede ocurrir principalmente por dos vías: no sólo cuando se presenta un anormal incremento en el primer factor (dinero) sino por una reducción del segundo (bienes), y, al disminuirse la actividad económica, se debilitó o bajó este segundo aunque crucial elemento de la ecuación, lo que alteró, aún más, su tan importante equilibrio. 29 Datos tomados de una Medalla conmemorativa de la inflación alemana de la época. https://www.pinterest.com/pin/270919733807671590 30 The great inflation, Germany 1919-23 (La gran inflación alemana de 19191923), William Guttmann; Patricia Meehan, Gordon and Cremonesi Ltd, 1976. 28
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En páginas anteriores, le comentaba que el aspecto político y humanista —para bien o para mal, dependiendo del enfoque acertado o erróneo que se tenga—, se proyectará siempre hacia él la cuestión económica. Siendo así que, en este particular caso, si algunos de los políticos del interior o exterior del país que incidieron sobre el asunto, tenían una visión excluyente y limitada, perfectamente se pudo haber gestado el problema… ¿Qué hubo pues detrás de éste tan desafortunado desajuste económico ocurrido en Alemania a principios de los años veinte? Primero le describiré algunas de las causas que tras bambalinas influyeron de forma decisiva en tal desajuste, y enseguida, algunos de sus efectos. Y, al final del presente capítulo —anticipándome por si lleva a cabo su propósito de destruir el libro— espero adelantarle algo sobre la razón por la cual he elegido de forma deliberada este referido desequilibrio monetario. Veamos por tanto el singular enfoque que desafortunadamente prevalecía en algunos personajes de la política europea inmediatamente después de terminada la Primera Guerra Mundial. Hago mención expresa que ni de lejos pretendo imputarle responsabilidad alguna a determinado país, en todos los pueblos del mundo, siempre ha habido, personas mucho muy valiosas, junto a otras que no cuentan con una perspectiva social completa,31 siendo sus acciones sólo una simple proyección o consecuencia de su particular forma de pensar. ¿Qué pensamiento pues prevalecía en algunos políticos del momento? Un breve comentario: el autor del presente libro por años estuvo en el ramo del comercio internacional, y tuve oportunidad de tratar a una gran cantidad de personas —más que desde una perspectiva “turística”, bajo un enfoque comercial o de negocios, ámbito donde, créame, es donde se puede conocer mejor a cualquiera— y le aseguro, que en todo el mundo existen personas de una gran calidad humana, visión incluyente e integral, y otras no tanto.
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Por una serie de revanchas y rencillas derivadas de otros conflictos bélicos anteriores,32 y tal y como quedó asentado en el Tratado de Versalles, en el cual no sólo se responsabilizó a las naciones vencidas de toda la culpa por tal guerra, sino se les obligó al pago de una indemnización que estaba muy por encima —en cuanto al plazo y condiciones exigidas— de su capacidad real de realizarla, a menos que —como sucedió—, lo hicieran en detrimento de su sano desarrollo. Eso hizo que la moneda “dura” (respaldada en oro y divisas) de que disponían en Alemania, tuviera que haber salido del país desde los primeros pagos a cuenta de las reparaciones exigidas, mientras que, para sus necesidades internas, se tuvo que recurrir a la impresión de papel moneda en una cantidad muy superior a su contraparte en bienes y servicios. Ese particular pensamiento que prevalecía en algunos políticos que intervinieron en la conformación del Tratado de Versalles de 1919,33 como es lógico suponer, se reflejó en la severidad de sus cláusulas, hecho que —una vez que
Mismas rencillas procedían de confrontaciones bélicas pasadas, como fueron las guerras napoleónicas, guerra franco-prusiana y otras, mismas que contaminaron de forma grave el pensamiento de algunos líderes a la terminación de esa denominada “Gran Guerra” (1914-1918), lo que hizo que se tratara de “castigar” y casi de humillar de forma muy especial a las naciones “vencidas”, tal y como quedó plasmado en los términos del Tratado de Versalles firmado el día 28 de junio del año de 1919. Habiéndose incluso escogido deliberadamente ciertas fechas coincidentes con diversos eventos pasados, como fue el haber escogido como día de la firma de tal tratado la misma de 5 años antes, cuando ocurrió el desafortunado asesinato del archiduque Francisco Fernando, el cual fue uno de los sucesos que condujeron a ese tan lamentable acontecimiento: la Primera Guerra Mundial.
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Uno de los políticos que influyeron más de forma negativa en los errores del Tratado de Versalles, fue George B. Clemenceau (político francés, 1841-1929), quien participó como uno de los más destacados negociadores de la Conferencia de Paz de París en 1919. 33
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produjo el tan desafortunado resultado socioeconómico en el interior de Alemania— no hizo sino hacer crecer con gran fuerza los sentimientos antagónicos que derivarían en una conflagración muchísimo peor: la Segunda Guerra Mundial.34 ...Durante la preparación del Tratado de Versalles, insistía de forma muy vehemente en castigar de manera ejemplar a Alemania, mediante el pago de elevadas reparaciones de guerra, la incorporación de Renania a la economía francesa, la extinción completa del imperio colonial alemán, expropiación de propiedades de los ciudadanos alemanes en dichas colonias, así como otros planes para debilitar decisivamente al bando vencido. Su posición extrema fue atenuada parcialmente tanto por el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson como por el primer ministro británico, Lloyd George, quienes se oponían a tal postura, evitando que los propósitos de Clemenceau se cumplieran a plenitud, aunque no pudieron evitar que se aprobaran diversas cláusulas destinadas a debilitar “definitivamente” a Alemania. Clemenceau, por el resto de su vida, mantuvo su creencia de que la derrotada Alemania había sido tratada de forma “demasiado benevolente”. Considero que su en extremo inflexible postura no era respaldada por la mayoría del pueblo francés, prueba de ello que en 1920, Clemenceau perdió las elecciones para la Presidencia de la República, pero el daño ya estaba hecho. La mayoría de historiadores, analistas y asesores de esos años, estimaron que los términos del Tratado de Versalles fueron demasiado duros. Por ejemplo, John Maynard Keynes, afirmó que ésta era una especie de “Paz Cartaginesa”. Término referido a la paz brutal y humillante, infringida a un enemigo que ha sido aplastado por otro en un conflicto bélico. Aduce a la paz impuesta por los romanos sobre Cartago tras la derrota de ésta en la Segunda Guerra Púnica (218–201 a. C.), en la cual, Cartago perdió todas sus colonias, fue obligada a desmilitarizarse y a pagar un tributo constante a Roma. Tal vez por eso el lord inglés George Curzon declaró con gran tino: “Esto no es una paz, es una tregua de 20 años”. “The Economic Consequences of the Peace (Las consecuencias económicas de la paz), John Maynard Keynes, London: Macmillan & Co., Ltd. Cabe mencionar que a lo largo de la década de 1920, la situación económica pudo atenuarse un poco —a pesar de la severidad de los pagos exigidos— gracias en parte a la oportuna intervención de un economista alemán (Hjalmar Schacht 1877-1970) quien logró ir aliviando ese tan deteriorado panorama socioeconómico, no obstante, para el año 1929, la gran depresión estadounidense repercutió de forma grave sobre todo el orbe, golpeando más a las economías más vulnerables, lo que provocó también en Alemania más quiebras y desempleo. Esta depresión en EU pudo haberse atenuado y sobre todo prevenido, de haberse contado con conocimientos económicos y monetarios más avanzados. Esto acabó de deteriorar la ya de por sí frágil situación alemana, lo que facilitó el acceso al poder de un líder populista y desinformado como Adolfo Hitler.
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Por ejemplo, y por citar sólo una de las facetas negativas propiciadas por ese pensamiento político y humanista tan limitado, le comento: Si en algún momento se ha preguntado… ¿De dónde surgió por ejemplo el antisemitismo previo a la segunda guerra? Podríamos decir que fue una mezcla de tres factores combinados: a) Desinformación de algunos periodistas y escritores que, con ligereza y desconocimiento, al apreciar la patética situación ya descrita de la hiperinflación referida, con cierta superficialidad atribuyeron la responsabilidad de ese lamentable estado de cosas a los “especuladores” entre los cuales, escogieron como sus villanos favoritos a los “judíos” y “banqueros”, b) La presencia misma de ese tan deteriorado trance, y c) El surgimiento de líderes populistas35 radicales, racistas y por supuesto también desinformados —como suele suceder en estos casos— tales como Adolfo Hitler. Más de alguno podría pensar…. ¿Cómo diablos pudieron haber aceptado firmar en 1919 el Tratado de Versalles los negociadores alemanes ante términos tan desfavorables? No tenían margen de maniobra, ya se les había advertido que, su negativa significaba la “reanudación de hostilidades” y, con la reciente incorporación de Estados Unidos en esa contienda bélica (cosa que ocurrió en 1917), el balance se había inclinado de forma definitiva hacia los aliados, lo cual fue lamentablemente aprovechado por algunos para endurecer los términos de tal tratado. ¿Por qué el autor revive este tipo de eventos? El propósito no es sino ponderar la repercusión de poseer —o 35 Por una serie de razones que veremos en los siguientes capítulos, el populista, por lo regular, está imposibilitado para ofrecer soluciones reales a las situaciones conflictivas, y sus soluciones son peores que los problemas mismos.
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adolecer— del enfoque acertado. Como prueba de ello, expongo ante usted una actuación y efectos diferentes en una situación parecida: Al término de la Segunda Guerra Mundial, no me lo creerá estimado lector, no faltaron políticos con una visión limitada en extremo36 —parecida a los que influyeron tanto en 1919 y 1920—, que pretendían, sorpréndase, volver a aplicar la misma receta fallida del Tratado de Versalles, o incluso peor, misma que por fortuna, no se aplicó. Para beneficio de todos, prevaleció la postura de personajes de la talla de George Marshall,37 quien se dio perfecta cuenta —con sobrada razón— que cuando los seres humanos incurrimos en el grave error de reaccionar ante una posición de irracionalidad, anteponiendo otra postura similar o incluso peor, descomponemos por completo el tejido social, y sólo agravamos mucho más las cosas. Por ello, George Marshall escogió seguir, en vez de la postura revanchista propuesta, una serie de principios y valores que deben prevalecer siempre en la comunidad global, coadyuvando e influyendo de forma decisiva a través de un plan para la reconstrucción europea, apoyando tanto a vencedores como a vencidos. Obviamente como comprenderá, esa diferente actuación generó unos resultados diametralmente opuestos, ya que, junto con 36
Como el estadounidense Henry Morgenthau Jr. (1891-1967).
George Marshall (1880-1959), general y político estadounidense (premio Nobel de la Paz), fue el principal impulsor de un plan denominado “European Recovery Program” (ERP), mejor conocido como el Plan Marshall, el cual influyó de manera muy importante (junto con otros personajes de pensamiento similar), no sólo en la propia recuperación europea, sino logrando que con esa visión diferente, se coadyuvara a la unificación europea, al haber impulsado la eliminación de barreras arancelarias, la creación de instituciones para mejorar su economía y propiciar un desarrollo compartido. Pudo llevar a cabo ese proyecto a pesar de la oposición de políticos de diversas partes del mundo.
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el apoyo de otros destacados personajes posteriores,38 los frutos de esta postura diferente se fueron en la dirección correcta y se proyectaron con los años en lo que hoy conocemos como la Unión Europea. Ésa fue la razón por la cual —aparte de analizar las causas y efectos de la hiperinflación citada—, me he permitido exponer ante usted precisamente este ejemplo ocurrido en la Alemania de los años veinte, para ponderarle, primero, los efectos negativos de la visión incorrecta, contrastando con los frutos de otra muy diferente postura al término de la Segunda Guerra Mundial, y, en la parte final del presente libro —si aún no lo ha destruido—, le platicaré por qué he procedido precisamente así. Pero la mala noticia del momento es la siguiente: el libro todavía no se acaba, y lo peor, es que lo invito a que continúe leyéndolo, para que así pueda conocer no sólo el caso de otras inflaciones con menor grado de justificación, sino las causas que los hicieron llegar a ellas.
Como Robert Schuman (1886-1963), quien por sus raíces luxemburguesas, francesas y alemanas, influyó de manera decisiva en la conformación de la Unión Europea. El 9 de mayo de 1950 pronunció un célebre discurso que se considera la primera declaración formal de dicha integración. Por ello, en la Cumbre de Milán de 1985, los jefes de Estado y de gobierno ahí presentes, decidieron establecer el 9 de mayo como el Día de Europa, en conmemoración de tal declaración.
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Capítulo IV Inflaciones casi imperdonables
Inflaciones en el siglo XX Le voy a describir ahora unas inflaciones —también un tanto representativas— ocurridas durante el siglo pasado, mismas que sería conveniente analizar en cuanto a sus orígenes y consecuencias. Si en alguna ocasión, se ha preguntado, cuál ha sido la inflación más pronunciada de que se haya tenido noticia en la historia, debo decirle que todo parece indicar que fue la que tuvo lugar en Hungría en los años 1945 y 1946, mismo fenómeno monetarista donde, circunstancialmente, fue consecuencia de una especie de “tormenta perfecta” en cuanto a sus orígenes, lo que como comprenderá, no sólo rompió todos los parámetros imaginables y convirtió en polvo su moneda, sino impactó de forma gravísima a la sociedad húngara que la requería como medio de cambio. ¿Qué sucedió y a qué nivel llegaron las cosas? Al término de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el desplome del poder de compra de la población húngara iba tan en picada, que poco tiempo después de terminada esa tan nefasta conflagración bélica, y una vez completada la ocupación soviética de su territorio, ya circulaban billetes (su moneda se denominaba “pengó”) nada menos que de 10 millones. Pero eso no era sino el principio, ya que su debilidad productiva era de tal magnitud, que en los siguientes meses, los precios de los productos comenzaron a elevarse a una velocidad pasmosa, y se duplicaban en períodos tan reducidos, que llegaron a doblarse cada 15 horas. Cual59
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quiera podrá imaginarse el desplome en la capacidad de compra de la ciudadanía.39 La tasa de inflación —por día— era ligeramente superior a 200 por ciento,40 hasta que llegó el momento en que se imprimieron billetes de 100 trillones de pengós,41 lo que nos da una idea de la pérdida del poder adquisitivo. ¿Y cómo puede remediarse una situación de este tipo, sobre todo cuando las cosas llegan a tal extremo? La solución, sobre todo en un caso como ése, no podría ser otra que ajustar la base monetaria al nivel real de producción de bienes y servicios, aunque cabe resaltar que, una medida de esa naturaleza —sobre todo en el corto plazo— haría entrar al país completo en estado de shock en el aspecto socioeconómico. En un país con libertades, un necesario ajuste así, generaría infinidad de marchas, huelgas, paros y multitud de problemas graves que provocarían un círculo vicioso
Peter Z. Grossman y János Horváth. “La dinámica de la hiperinflación húngara, 1945-1946: una nueva perspectiva”, Revista de Historia Económica Europea, vol. 29 Iss. 2 (2000) p. 405-427 (“The Dynamics of the Hungarian Hyperinflation, 1945-1946: A New Perspective”), Journal of European Economic History. 40 La inflación siguió creciendo a pesar de que el gobierno húngaro, como medida de emergencia, creó una nueva moneda: El “adópengó”. No obstante, como las causas que le dieron origen al desequilibrio económico persistían, el deterioro en el poder de compra siguió su curso. 41 Llegué a considerar la posibilidad de vender el presente libro en un trillón de pengós, aunque luego cambié de idea, principalmente por cuatro razones: 1. Esa moneda ya no está en uso, ya que fue sustituida primero por el adópengó, luego por el florín, y últimamente por el euro, 2. No vendería ni un solo ejemplar porque aparte que nadie cuenta con tal moneda, el precio ahuyentaría a todos los posibles compradores, 3. No cabría dicho precio en las etiquetas indicativas, y 4. En las tiendas departamentales no aceptarían mis libros, ya que asumirían que el autor no está en sus cabales, cosa muy alejada (espero) de la realidad. No obstante, qué cree, si un día me encontrara con un billete así, me encantaría conservarlo, como recuerdo de esa terrible experiencia que vivieron los húngaros. 39
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en cuanto a la recuperación de la salud económica de la sociedad de que se trate. No obstante, en una sociedad totalitaria como casi de golpe se convirtieron ellos bajo la tutela soviética, no tuvieron lo que podríamos llamar grandes opciones, lo que hizo que con los años, la “medicina” aplicada tendería hacia una cierta estabilidad, aunque obviamente, con las fenomenales limitaciones que un sistema económico como ése conlleva. Pero… ¿Cómo fue que se generó semejante situación, qué los hizo llegar a tal estado de cosas? Como le decía, se conjugaron varios elementos muy en contra, y le menciono los más relevantes. Primero, en la fase final de esa guerra, al haberse producido enfrentamientos importantes entre las fuerzas alemanas y soviéticas dentro de su territorio, se produjo una considerable destrucción de su infraestructura económica, lo que, como es lógico suponer, redujo a menos de la mitad su capacidad productiva en casi todos los órdenes.42 Y en lo relativo al aspecto político… ¿Cómo diablos se le pudo haber ocurrido a cualquier líder con el más elemental sentido común, colaborar en cierta forma con un dictador racista, fanático, agresivo y tan desinformado como Adolfo Hitler en semejante aventura bélica —aparte de otras consideraciones—, si su propio regente —Nicolás Horthy—43 tenía la convicción que las probabilidades de Como le mencionaba, una situación inflacionaria puede darse principalmente a través de dos vías: a) Al aumentarse indebidamente la base monetaria, o, b) Al reducirse la capacidad productiva por cualquier causa. O peor aún, cuando se presentan esas dos alternativas de forma simultánea. 43 Nicolás Horthy (Miklós Horthy de Nagybánya. 1868-1957) fue regente de Hungría de 1920 a 1944, y tenía entre sus facultades, el poner y quitar al primer ministro, y en la práctica, fue quien tuvo en sus manos la conducción política de ese país en el lapso indicado. 42
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ganar una guerra contra los aliados eran reducidas, sobre todo si volvía a intervenir en ella —como sucedió— Estados Unidos? No me lo creerá usted, pero entre otros elementos que contribuyeron para esa fatal decisión, influyó de forma determinante otro evento parecido al Tratado de Versalles, ya citado en páginas anteriores.44 Eso influyó de forma decisiva para que la decisión política de Hungría colaborase —aunque con reservas— con el aventurado camino de Hitler. Demasiado tarde se dieron cuenta de su fatal decisión, repercutiendo en contra de ellos al término de la Segunda Guerra Mundial. Otro elemento que contribuyó de forma adicional al desfase que se dio entre “dinero” y “bienes” —elemento clave de toda inflación— fue el aspecto sicológico, mismo que se proyectó de dos formas:
La versión para Hungría del Tratado de Versalles fue el Tratado de Trianon, firmado también en Francia el día 4 de junio de 1920, mediante el cual, no sólo sintieron los húngaros ver reducido su territorio de 325 000 kilómetros cuadrados a sólo 93 036, (muchas de las regiones separadas de Hungría, ya eran objeto de discordia, y en la actualidad, afortunadamente ya se integraron en una nueva comunidad que cuenta con un espíritu incluyente e integrista mucho más avanzado: la Unión Europea, no obstante, en los términos de dicho Tratado de Trianon, sólo se crearon antagonismos, revanchas y enemistades graves). Sintieron los húngaros también haber perdido 63 por ciento de su población (sin consulta ciudadana previa de la población segregada) la totalidad de sus minas de oro, plata, mercurio, cobre y sal, la mitad de las de carbón y casi todas las de hierro, 84% de sus recursos maderables, y 43% de su tierra cultivable. En virtud de lo cual, la percepción en Hungría en esa época, era que dicho Tratado de Trianon no sólo los había despojado, sino frenaba su recuperación económica, lo que generó un enorme sentimiento revanchista de consecuencias fatales, ya que hizo que la política del país en los siguientes años, se orientara hacia la revocación del mencionado tratado, cosa que ya se imaginará, como todo buen populista, les ofreció Adolfo Hitler. “Revolutionary Hungary 1918-1921” (Hungría revolucionaria 1918-1921), Szilassy, Sándor (1971). Danubian Press.
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Por un lado, la percepción de su población, ante un panorama político tan incierto y una vez completada la invasión y control soviético, se incrementó la incertidumbre, lo que aceleró el patrón ciudadano de gasto, hecho que en la práctica y dicho en términos económicos, aumentó la “velocidad del consumo” —como ya vimos en páginas anteriores—, hecho que alteró aún más el ya deteriorado equilibrio entre “dinero” y “bienes”, lo que incidió sin duda alguna sobre una mayor elevación de precios y menor disponibilidad de bienes, contribuyendo a hacer crecer la desconfianza ciudadana, exponenciando su efecto. El segundo y no menos importante elemento de tipo sicológico que también influyó fue que, ante la creencia ciudadana (fundamentada o no) de la casi inminente instauración forzosa de una economía “centralmente planificada” al estilo soviético, la ya de por sí limitada posibilidad de inversión privada en el renglón productivo y de servicios, se retrajo aún más, lo que contribuyó a reducir la ya de por sí tan exigua oferta de “bienes”. Todos estos elementos, al haber actuado de manera combinada, fueron precisamente los que provocaron que ese desequilibrio económico alcanzara las dimensiones descritas. Ahora le pido que volteemos en otra dirección, e incluso cambiando de continente, y analicemos otras inflaciones que, le advierto, ya le parecerán pequeñas comparadas con la que le acabo de referir. Sin embargo, considero que es importante analizar también no sólo las consecuencias de ellas sobre su población, sino sus verdaderos orígenes. En América Latina en la década de los años setenta del pasado siglo XX, se llevaron a cabo unos desequilibrios de tipo monetario sobre los cuales, cometeríamos una omisión importante si no arrojásemos un poco más de luz sobre ellos… ¿Qué fue lo que ocurrió? 63
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Bajo la influencia de determinada tendencia política y económica un tanto de moda en varios políticos de países latinoamericanos e incluso en ciertos organismos internacionales de esa época, y derivados de cierta dosis de ideología “progresista” —de acuerdo a la percepción de algunos— se consideró que quizá, para estimular más el crecimiento, desarrollo socioeconómico y redistribución del ingreso de la región, se debería impulsar el intervencionismo estatal. No tengo ni la más pequeña duda que en verdad estaban convencidos algunos que se podría convertir a la inversión “pública” en una especie de motor o elemento disparador de un mucho mayor crecimiento, mismo que transformase el panorama de toda la región. Sin embargo, a pesar de esas tan loables intenciones, los resultados fueron no sólo decepcionantes sino incluso contraproducentes,45 aunque reflejándose en diferentes niveles de daño en cada uno de los países latinoamericanos donde se optó por esta ruta. Analicemos por tanto, de forma ejemplificativa, lo ocurrido en México de 1970 a 1982.46 Cabe mencionar que este país había tenido un crecimiento estable desde la instauración de un solo partido político;47 y no sólo eso, en los doce años previos al experimento estatizador descrito, No sólo manifestándose en la cuestión estrictamente monetaria —que es el tema que hoy nos ocupa— sino reflejándose de manera muy negativa en el bienestar social de cada comunidad que llevó a cabo este experimento. 46 Período que comprende a dos administraciones públicas, la de Luis Echeverría Álvarez y la de José López Portillo. 47 Aunque ese partido tuvo diferentes denominaciones desde su creación, su último y actual nombre es Partido Revolucionario Institucional (PRI). Cabe destacar que muchas personas dentro de México y en el extranjero, consideran, erróneamente, que el hecho de haber tenido un solo partido por décadas, significó de alguna forma el continuismo de una sola tendencia política o económica, lo cual no es exacto. A lo largo de la permanencia de este partido en el poder, hubo presidencias y políticas económicas de casi todas las vertientes. 45
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México había tenido un crecimiento económico sostenido de alrededor del siete por ciento anual, mismo lapso en que además se tuvo una inflación inferior a la de sus principales socios comerciales, por ello, en los medios financieros internacionales se conocía este período como el “milagro mexicano”. No obstante, con el advenimiento de un nuevo grupo político dentro del partido dominante, influenciados por el sentimiento “estatizador” descrito, al observar ellos que, a pesar de haber tenido por muchos años —sobre todo de 1958 a 1970— un crecimiento económico de los más altos del mundo, y, a pesar de ello, continuaban habiendo rezagos sociales importantes,48 realizaron, a mi parecer, un diagnóstico un tanto erróneo y a la ligera: Estimaron que había que modificar el “modelo económico”, dado que —así lo manifestaron— el anterior ya era obsoleto. Y con la convicción propia de aquellos que se sienten poseídos de una iluminación especial, a la brevedad modificaron la política monetaria anterior denominada “desarrollo estabilizador”,49 sustituyéndola por otro modelo al que llamaron “desarrollo compartido”. Este nuevo proyecto monetario y económico incluía —sin previa consulta ciudadana— como una de sus principales características, el crecimiento y la canalización de importantes recursos financieros a las empresas estatales, lo que, creyeron, garantizaría un mejor y más seguro No llegaron a poner sobre la mesa de análisis estos caballeros, que una de las fuentes de rezago social era, que la población mexicana de esos años, estaba creciendo demasiado rápido, ya que se duplicaba en lapsos de 28 o 29 años (datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, INEGIMéxico), lo que imposibilitaba el poder doblar la infraestructura necesaria a ese mismo ritmo, lo que se manifestaba físicamente en multitud de carencias en vivienda, empleo, educación, dotación de agua y muchas otras cosas. 49 Aplicada magistralmente por quien considero ha sido el mejor secretario de Hacienda de México de todos los tiempos, don Antonio Ortiz Mena (1907-2007). 48
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retorno en forma de bienes, servicios, productividad y, en suma, bienestar hacia toda la colectividad. A pesar de esas tan loables intenciones, los resultados se fueron en otra dirección, aunque ni de lejos eran los esperados. Quizá los más sorprendidos con la decepcionante respuesta de semejante esquema productivo hayan sido sus propios creadores; y su negativo efecto se manifestó en que al final del primer período presidencial citado, la economía ya estaba en problemas, habiéndose deteriorado de forma notable la antes sólida situación económica, aunque sorpréndase… ¿cómo se imagina que reaccionó el grupo en el poder? ¿Dieron de inmediato marcha atrás en ése su aventurado proyecto? No sólo prosiguieron en esa misma dirección, sino incluso acentuaron más el intervencionismo estatal, asegurándose además que, quien continuase en la siguiente administración política (1976-1982), poseyese esa misma línea de pensamiento. ¡Ah! Y como se imaginará, atribuyeron los serios contratiempos económicos a “factores externos”, aunque con un elemento adicional: confiaron en algo que consideraron sería el factor decisivo que aseguraría su éxito: el petróleo, del que México poseía importantes reservas, asumiendo que con ello, la administración de la abundancia estaba justo a la vuelta de la esquina. Pocos años bastaron para que la economía de nuevo mostrase otro panorama tampoco esperado: a pesar de una entrada monumental de recursos petroleros en esa segunda administración pública,50 la realidad se manifestaba de otra forma: Calcularon mal las cosas, entre ellas, olvidaron que los precios del petróleo podrían estabi De 1976 a 1982 entraron a México 45 432 millones de dólares procedentes del petróleo. Y seguramente consideraron muchos: ¿Cómo no habría de alcanzar una cifra así? Fuente: Sector Energético Mexicano.
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lizarse de nuevo, lo que de hecho sucedió, aspecto inesperado que, junto con otros desaciertos, hizo que sobreviniera una hecatombe financiera: Se agotaron las reservas de divisas, el pago de la deuda externa se suspendió por cierto tiempo, en ese período de doce años, la inflación acumulada fue de 1 233.51 por ciento,51 el déficit fiscal y en la balanza de pagos se hizo insostenible, comenzaba ya a haber desabasto de algunos productos, las tarjetas de crédito de mexicanos ya no se aceptaban en el exterior, creció la desconfianza lo que se manifestó en fuga de capitales, la deuda externa e interna creció 1 204 por ciento,52 niveles nunca imaginados, y las empresas estatales,53 como se imaginará, continuaban con su sed insaciable de recursos financieros los cuales había que estar sacando de algún lado. ¿Cómo explicaron los creadores de tal proyecto económico esa lamentable situación? Nuevamente se volvió a culpar a los “factores externos” y a los “malos mexicanos”, de forma similar a como reaccionaría un mal ingeniero
Fuente: INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática; México) Índice nacional de precios al consumidor. 52 Sexto Informe de gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Septiembre 1, 1970/. Cámara de Diputados; Centro de Estudios de las Finanzas Públicas; ESTADÍSTICAS HISTÓRICAS DE LA DEUDA PÚBLICA EN MÉXICO, 1980-2002, p. 16. Súper tabla bicentenario México 1810-2016 53 Es importante mencionar que algunos defensores del intervencionismo estatal, están firmemente convencidos que las empresas estatales (como PEMEX en México) están prácticamente quebradas porque “el Estado les quitó los recursos”, la verdad es otra: el gobierno ni siquiera retiró de esa entidad estatal el valor del petróleo crudo y gas en sí mismos extraídos del subsuelo, los cuales no pertenecen a ella sino al país completo, PEMEX únicamente debió haber manejado desde siempre el costo directo e indirecto de la extracción, exploración, y de refinación en su caso, el resto debió haber ingresado completo a las finanzas públicas. Confío que no esté lejano el día en que una auditoría técnica especializada revele la cantidad de recursos que dicha empresa estatal desperdició. 51
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o arquitecto si se le acaba de desplomar su casa recién construida: culpando a la fuerza del viento o incluso a la gravedad, sin mencionar que simplemente no se respetaron las leyes de la física. ¿Qué fue lo que falló en ese deplorable experimento de 1970 a 1982? ¿Qué acaso las intenciones de ese grupo político no sólo eran buenas sino excelentes? La Historia está pletórica de ejemplos que muestran que ni de lejos es suficiente contar con las más loables intenciones, es indispensable sujetarnos a las leyes y condicionantes invisibles que mueven de forma digna de admiración el mundo que nos rodea. La forma específica como se descompuso por completo el proyecto económico de las dos administraciones políticas referidas, ocurrió a grandes rasgos de la manera siguiente: Por razones que referiré enseguida, las empresas estatales, en general, no tienen una tasa de retorno ni siquiera equivalente al monto invertido, aspecto aparentemente inofensivo, pero significa que la producción de bienes y servicios no sólo no crezca proporcionalmente al monto de “circulante” canalizado hacia ellas,54 lo que, dicho en términos prácticos, altera la ecuación entre “circulante” y “bienes” ya citada. Y además comienzan a endeudarse a una velocidad pasmosa, lo que no sólo incrementará su deuda interna y externa, sino que dicha suma deberá ser pagada, tanto en su monto principal como en los intereses, por la comunidad completa. Por ejemplo, PEMEX a marzo del año 2017, debía $ 181 118 millones de dólares. Para tener una idea de lo que significa esa cifra, equivale a que, si distribuyésemos dicho adeudo entre todas las familias mexicanas, le correspondería a cada una la cantidad de $ 96 325 pesos. Esta cifra y en sentido estricto estaría respaldada por los “activos” de PEMEX, no obstante, una gran parte de ellos son considerados como chatarra, y otros ya sobrepasaron su vida útil; pero la deuda de tal empresa deberá ser pagada de cualquier modo. Fuente: PEMEX; Balance General Consolidado, 31 de marzo 2017; INEGI número de familias. 2016.
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El paso obligado siguiente de semejante vacío productivo, se manifestará, primero, en la tan temida inflación, misma que, si es mayor a la de sus principales socios comerciales, habrá que ir devaluando año tras año por el “diferencial inflacionario”.55 ¡Diantres! ¿Y por qué a fuerzas deberá procederse así? De no hacerlo sucedería algo parecido a lo que le describí páginas atrás en la España del siglo XVI, así de simple. Dicho en otras palabras, la cosa no es tan sencilla como dicen los aguerridos defensores de la “empresa pública”, a quienes sólo les falta envolverse en la bandera nacional al pronunciar sus conmovedores discursos, ya que en términos generales, observe lo que en la realidad ocurre: Al trabajar este tipo de entidades con “costos más elevados” con respecto a otras empresas normales de la competencia nacional o internacional —hecho que además los obligará a operar como monopolios—, equivale en términos prácticos a lo que le describo enseguida… Ésa su menor eficiencia, se la estarán trasladando —de manera invisible— a la ciudadanía, que lo recibirá, casi sin darse cuenta, en forma de un “vacío productivo”, hecho que de forma imperceptible contribuye a alterar la equidad de los factores de la ecuación citada entre “cir-
O sea, si un país tiene una inflación de 12 por ciento, y, su principal socio comercial de 4 por ciento, necesariamente se deberá devaluar —a tiempo— la moneda (le recuerdo que en ese momento no se tenía un esquema de flotación) al menos en 8 por ciento. Ahora bien, si no se quiere afrontar el costo político de ello —atención—, ocurrirá lo siguiente: de forma parecida a la pérdida de competividad ocurrida en la España del siglo XVI, las exportaciones nacionales resultarán caras en el mercado internacional —lo que las disminuirá— abaratándose al mismo tiempo las importaciones, lo que las incrementará, hecho que abrirá un “boquete” en la balanza comercial que implicará salida importante de recursos financieros, desempleo y disminución de la actividad económica interna.
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culante” y “bienes producidos”, lo que sin duda empujará a los precios a la alza. Este aspecto aparentemente sin importancia, fue lo que dio inicio a la crisis del período 1970-1982, como ya le comentaba, manifestándose como un primer paso, en forma de inflación, eso acarrea una pérdida de competividad de los productos nacionales, posteriormente sigue déficit en la balanza comercial, necesidad crónica de recursos financieros y creciente endeudamiento de las entidades públicas, devaluaciones inevitables posteriores, desconfianza, salida de capitales y muchos otros problemas más.56,57 Ahora bien, como ya le adelantaba, los aspectos políticos, humanistas y económicos, estarán casi siempre muy vinculados, lo que nos obligaría a una crucial reflexión: ¿Qué motivaciones ideológicas hubo detrás de esas políticas que desembocaron —entre otras cosas—, en las inflaciones ocurridas en América Latina, y fueron también uno de los factores que influyeron en ese desajuste monetario tan grave ocurrido en Hungría en 1945-1946?
En el caso específico de México, los siguientes presidentes de ese mismo partido (Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari), a pesar de ser gente de su mismo equipo, al apreciar desde posiciones privilegiadas tanto el fenomenal descalabro económico ocurrido, como sus verdaderas causas, comenzaron a regresar al esquema anterior a este experimento fallido, cosa que tuvo que hacerse paulatinamente a lo largo de otros 12 años. Ello ocasionó: a) Reducción importante del crecimiento económico en los años posteriores a 1982, entre otras razones, por el pago de intereses de la monumental deuda que dejaron los anteriores, y, b) Una importante escisión en el partido gobernante (PRI), lo que hizo que, en 1988, quienes salieron, fundaron otro partido que continuase con esa misma línea de 1970-1982, a pesar de los desastrosos resultados obtenidos. 57 En el período citado del fallido experimento del intervencionismo estatal de 1970-1982, México devaluó su moneda en 1 094 por ciento. Fuente: México Mágico; Termómetro de la economía mexicana, indicadores históricos 1935-2017. 56
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Motivaciones ideológicas Uno de los elementos, entre otros, que influyeron en mayor o menor medida en políticos que impulsaron el intervencionismo estatal,58 proviene a su vez, de ciertos análisis —muy a la ligera aunque innecesariamente voluminosos— elaborados por estudiosos sobre el tema social, como fue el caso de Carlos Marx, lo que nos obliga a realizar un breve aunque mejor análisis a sus teorías. Este personaje expuso su muy singular punto de vista con una seguridad tan enorme en lo que afirmaba, y rodeándolo de una engañosa apariencia de erudición en sus palabras, que muchos —incluyendo a quien esto escribe, antes de cumplir los 20 años, y por supuesto sin haber realizado todavía un análisis más a fondo del tema— quedamos impresionados por las revelaciones que hacía. Otra cosa diferente —en mi caso– sobrevino una vez que analicé mejor el asunto, así como al haber intercambiado ideas y opiniones con diversas personas que habían experimentado ellas mismas la forma de vida, productividad, disponibilidad de bienes, burocratismo y demás aspectos de un país “socialista”. Si en alguna ocasión se ha preguntado… ¿A qué se deberá entonces esa abismal diferencia entre la voluminosa teoría y tan buenos propósitos de ese escritor citado del siglo XIX, con una realidad tan distinta al aplicar semejantes tesis? ¿Por qué si uno de los postulados de don Carlos, fue precisamente “liberar al pueblo de la pesada carga de la burocracia”, y ya en la práctica, sus seguidores sólo llegaron exactamente al punto opuesto, o sea, a la insCasi todos los defensores del esquema productivo estatal, sienten cierta animadversión al sistema de libre empresa, y no le conceden mucha legitimidad, hecho que los impulsa de algún modo hacia la empresa burocratizada.
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tauración de la burocracia de las burocracias, donde todos se convierten en empleados de un Estado torpe e ineficiente, manejado por una minoría corrupta, misma que para colmo, tiene que ser dictatorial a fin de poder salvaguardar la permanencia de semejante mamotreto socioeconómico? La razón es increíblemente sencilla: desde la misma base de esa nebulosa y tan rebuscada teoría, las cosas no estaban, ni de lejos, debidamente estructuradas o acordes a la realidad, tanto desde un punto de vista económico, sociológico, histórico o político, y, si me lo permite —dada su interrelación con el equilibrio monetario—, me gustaría exponerle mi punto de vista, pidiéndole juzgue por usted mismo sobre el porqué lo considero así. Aunque la buena noticia, es que no requeriré de las 1 441 densas páginas de los tres volúmenes de El Capital59 para planteárselo, sino que trataré de comentarle en pocas hojas los puntos relevantes, también con el propósito adicional de que, si al término de la lectura del presente libro, decide desecharlo, no le ocupe todo el espacio disponible de su cesto de basura. Mire usted, una de las afirmaciones de este escritor menos alejada de la realidad económica y social, es la del “Valor Trabajo”,60 aunque también debo comentarle Karl Marx (1818-1883). Aquí me refiero al libro El Capital en sus tres tomos (traducido al español) el primero de ellos se realizó en 1867, el segundo (1885) y tercero (1894) los escribió Federico Engels después del fallecimiento de don Carlos, supuestamente con base en los manuscritos del señor Marx. Se conocen poco más de 20 libros de don Carlos, algunos de ellos en coautoría con Federico Engels. El primero de ellos fue de ficción, los demás no. Los más conocidos son: Manuscritos económicos y filosóficos (escrito en 1844 y publicado póstumamente hasta 1932), El manifiesto comunista (junto con Federico Engels en 1848), El Capital, volumen I (1867), El Capital volúmenes II y III (escritos por Federico Engels en 1885 y 1894).
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En lo relativo al “valor trabajo”, Adam Smith (1723-1790) uno de los más grandes economistas clásicos, aunque señalado por algunos marxistas como...
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que sobre este punto, dicho autor no pudo resistir la tentación de envolverlo en una compleja terminología seudocientífica, misma que a menudo deslumbró a muchos, incluyéndome. Por ejemplo, cuando describió que el precio de un producto debería estar sujeto a su valor “de uso” y al “de cambio”. Hago mención que tal razonamiento, aunque contiene cierta validez, omitió, o quizá desconoció, que tales elementos, por un lado, no son sino sólo una parte —entre otros— de los componentes naturales de la demanda, aunque lo peor, es que en la práctica, créame, establecer los valores “de uso” y “de cambio” por cada artículo adquirido —sin considerar los demás elementos que también intervienen— requeriría una cantidad descomunal de personal especializado, para llegar a un resultado incierto e inservible, lo que convertiría hasta en ridícula la sola pretensión de establecer todo precio de ...quien sostenía que el valor del trabajo es un elemento inamovible, ésa no es una apreciación correcta, ya que él lo definía de forma clara como un factor variable, prueba de ello que, en su obra cumbre (La riqueza de las naciones, 1776) expone que el valor trabajo es un factor de la producción movible, entre otras menciones, cuando refiere que el empresario, buscando optimizar sus costos, tratará de elaborar cualquier producto en el país o región donde el precio de la mano de obra sea más competitivo; dinámica optimizadora que —esto no lo observa Adam Smith— contribuye de forma también invisible a diseminar o universalizar el desarrollo económico y social a áreas menos avanzadas y a reducir su precio de venta posterior en las más desarrolladas. Posteriormente, David Ricardo (1772-1823) añade otros componentes más; y Carlos Marx define después, que el valor trabajo está sujeto al tiempo de trabajo “socialmente necesario” para producir cada mercancía, aseveración que en la práctica no dirá gran cosa. En la actualidad, sabemos que el valor del trabajo estará sujeto a una combinación de elementos: calidad de la mano de obra, entrenamiento, educación o capacitación de la misma, demanda específica de cada mercancía, habilidad local del personal empleado, su productividad, avances tecnológicos, surgimiento de productos alternativos, factores demográficos (un país con un mayor crecimiento poblacional, incrementa demasiado en ocasiones la oferta laboral —por lo regular no capacitada—, lo que impulsa de forma anormal el valor de la fuerza de trabajo hacia abajo) así como muchos otros aspectos coyunturales más.
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esa manera, ya fuera referido al costo de cualquiera de los factores de producción o al de venta de toda mercancía. Adicionalmente, sería imperdonable no analizar mejor muchas otras de sus afirmaciones: en una porción considerable de su voluminosa obra El Capital —convencidísimo de sus tesis—, da a entender de forma reiterada que el trabajo del obrero siempre produce “plusvalía”, elemento vital que, el empresario, de una forma un tanto ventajosa —según su peculiar óptica— aprovechaba en su beneficio. Esa afirmación es inexacta. El trabajo humano no siempre produce “plusvalía”, por ejemplo y entre otros muchos aspectos, un empresario cualquiera —grande, pequeño o incluso hasta el propio obrero como dueño de un taller— si al elaborar productos o proveer servicios, no administra bien los recursos que maneja, entre ellos el tiempo del que dispone él o sus subordinados, vigila sus costos de producción, verifica con cuidado su calidad, materia prima utilizada, empaque, almacenaje, control de inventarios, diseño, ofrezca precios competitivos, buen servicio y muchas otras cosas… ¿Sabe qué pasará? Lejos de producir la tan traída y llevada “plusvalía”, generará en cambio otra cosa que podríamos denominar “minusvalía”, misma que estará a cargo ya sea del empresario, o del mismo obrero, si fuera él quien poseyera su propia miniempresa o taller. Y la pregunta clave sería: ¿Quién pagará por ello? La suma de todas esas “minusvalías”, queramos o no, serán a cargo precisamente del empresario, o del dueño del taller o negocio de que se trate. Excepto en el caso —atención— si se trata de una “empresa productiva del 74
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Estado”, o sea, una empresa burocratizada,61 en la cual, al ser generadora de “minusvalías” —como regularmente ocurre en ellas— el cargo por las minusvalías acumuladas, tendrá que ir de forma directa hacia el erario público. ¡Diantres! ¿Y por qué pasa semejante cosa? La razón es sumamente simple, y es derivada de una omisión grave en las teorías mencionadas, observe: Algo que le pasó por completo de noche tanto al señor Marx como a sus fieles seguidores, es que la Naturaleza, a todos los procesos que consideró vitales,62 los dotó de un cierto estímulo “primario”, mismo que, quien lo siguiese, sin siquiera darse cuenta, genera otra consecuencia “secundaria”, misma que, aunque casi siempre pasa desapercibida, produce algo que será lo verdaderamente importante desde un contexto social y económico. Siendo así que, el propietario de un negocio grande o pequeño, o como decía, hasta el propio obrero como dueño de un taller, si desea obtener una utilidad (estímulo primario) se sentirá impulsado —sin que exista ningún decreto al respecto— a realizar un cuidadoso empleo de “sus costos” —o sea los recursos de que dispone—, empezando por su tiempo, materia prima, calidad, ofrezca buenos precios, provea buen servicio y otros elementos más, ya que, si no operase así, lejos de obtener la ansiada Hago mención que no todas las empresas estatales son perjudiciales, hay algunos renglones educativos y de servicios, donde debidamente supervisadas, deben operar así. En el caso de empresas productivas la cosa cambia, principalmente si se trata de la explotación de determinados recursos naturales renovables o no renovables, donde es conveniente amalgamar una asociación exitosa entre empresa “pública” y “privada” para aprovechar las ventajas y minimizar las desventajas de ambos esquemas, aunque siempre también debidamente controladas en cuanto a su operatividad y resultados. 62 Entre los cuales podríamos citar la propia procreación humana, la paternidad, alimentación, cuidado de la salud y de la vida, desarrollo y esfuerzo personal, la optimización de recursos (como es el caso referido arriba) dado que todos los bienes son “limitados”, e infinidad de cosas más. 61
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utilidad, sobrevendrá de forma automática una “pérdida”, la cual iría directamente contra su bolsillo, lo que actuaría también como un invisible “castigo” dirigido hacia todo aquél que no proceda empleando correctamente aquello que ha quedado a su cuidado. Éste tan sencillo mecanismo, actúa en una forma tan imperceptible, que se les escapó por completo tanto a don Carlos como a sus aguerridos y en ocasiones fanáticos seguidores.63 Por un momento imaginémonos lo que sucedería si todos los conciudadanos de nuestro país o del mundo, no estuviéramos motivados por ese invisible y sorprendente condicionante creado desde siempre… ¿Qué cree usted que sobrevendría casi de inmediato? Acertó. Disminuiríamos de forma inconsciente aunque significativa nuestro nivel de cuidado en cuanto a la correcta utilización de los recursos, lo que haría que, entre otras cosas, toda aquella entidad o persona —así como sucede en la inmensa mayoría, o todas las “empresas productivas del Estado”— ya no cuidará con el mismo esmero el contratar al personal verdaderamente calificado para cada puesto, no se vigilase como se debe el que las compras de insumos y el otorgamiento de contratos se fueran a realizar a precios inflados,64 se descuidase el Si bien hay elementos como el descrito, que no fueron ni de lejos percibidos por todo seguidor de las tesis “socialistas” (o intervencionistas estatales) cabe reconocer que han tenido “aciertos” en cuanto a la estrategia de expansión de sus teorías, enfocando sus tesis hacia ciertos organismos clave: a) Institutos formadores de maestros (Escuelas normales se les dice en México), b) algunas universidades estatales y c) Ciertos organismos (pocos) gubernamentales o no gubernamentales. De esa forma —sobre todo en los institutos formadores de maestros y ciertas universidades—, como en su mayoría, al no ser sus alumnos grandes conocedores del tema, con ellos pueden lograr, por un lado, encaminarlos a la aceptación de esa doctrina, y además, la influencia que ellos a su vez proyectarán sobre la sociedad, será más significativa. 64 Por ello no es casual que la corrupción florezca precisamente en este tipo de esquema productivo. 63
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control de los productos en proceso o terminados, se desperdiciara parte de la materia prima,65,66 se operase con costos más elevados que la competencia e infinidad de aspectos fundamentales más. Una de las primeras manifestaciones de operar de esa forma, sería la siguiente: se reduciría de manera significativa —aun desde sus primeras etapas— la productividad de bienes y servicios, lo que contribuiría a la elevación de precios, siguiéndole una larga secuela de efectos negativos, y, si toda la economía estuviese bajo este artificioso esquema, se pondría en serio riesgo hasta la misma alimentación, y lo peor, en caso de prolongarse la utilización de esa no tan novedosa “receta secreta”, le parecerá increíble, pero habría problemas de abasto básico para amplios sectores de la población. De esa magnitud sería el problema —como de hecho ya sucedió en los países donde se aplicó— y todo por algo al parecer tan sencillo: el en apariencia inofensivo hecho de ignorar el real funcionamiento del sistema de libre empresa, creado por la naturaleza desde siempre para nuestro beneficio. Como ocurre con PEMEX en México, donde esa “empresa productiva del Estado” —entre otras cosas— quemó inútilmente casi todo el gas asociado de uno de los más grandes yacimientos de petróleo del mundo (Cantarell), arguyendo algunos funcionarios (que prefieren mantener el anonimato), que “no contaban con recursos” cuando una empresa que operase de otra forma, aun suponiendo no disponer de capital de trabajo, simplemente hubiese emitido bonos u obligaciones equivalente a un porcentaje de lo que obtendría con dicho gas, aprovechando el resto. Reitero: no se ha realizado —todavía, o al menos no se ha hecho público— un análisis técnico de una organización especializada, que indique de manera confiable la pavorosa cantidad de miles de millones de dólares que la ineficiencia de esta empresa estatal le ha costado al país, mientras existían carencias graves en infinidad de renglones. O quizá, dirán otros, ¿será mejor no saberlo? 66 Es muy importante destacar que dentro de muchas empresas estatales —como PEMEX—, colaboran a menudo personas sumamente destacadas, no obstante, su propia capacidad no puede alcanzar por lo regular su verdadero potencial, justamente por la burocratización que priva en este tipo de entidades. 65
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Otra de las cosas que sintió el señor Marx que era uno de sus trascendentales descubrimientos, fue el siguiente: que la propiedad era una especie de despojo a la comunidad, lo único malo, es que también aquí la realidad no estaba precisamente de su lado… ¿Por qué se lo digo? No sólo en cuanto a los resultados obtenidos de toda entidad económica, sino incluso hasta la misma conservación de una propiedad, ha estado desde siempre condicionada de forma invisible, natural y sencilla, ¿sabe a qué? A su correcta administración. Creo que se lo puedo plantear mejor mediante un ejemplo: vamos a decir que el señor Juan Pérez —un respetuoso saludo a todos aquellos que lleven tal nombre, aunque espero no me cobre regalías por citarlo— recibe como herencia un rancho, fábrica o hasta un pequeño taller, si el propio Juan no vigila con todo el esmero que pueda los recursos que han quedado a su cargo, perderá su propiedad. ¡Caramba! ¿Por qué? La misma conservación de ése y todo bien, está condicionada ni más ni menos que a su adecuado manejo, el cual no será sino una consecuencia de que Juan sea capaz de optimizar de la mejor forma que pueda todos los recursos que ahora están en sus manos. Y ya que hablamos de ejemplos, imaginémonos por un momento que le hacemos caso a don Carlos —o a sus discípulos actuales—, y que este mecanismo invisible lo eliminamos de golpe. ¿Cómo vigilaríamos e incluso estimularíamos el eficiente uso de los recursos que van a ser utilizados por todos y cada uno de los ciudadanos de la población económicamente activa? Si anduviera por todas las calles de su país un gigantesco e increíblemente costoso ejército de inspectores realizando millones de auditorías de todo tipo, incluso 78
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utilizando muy sofisticados procedimientos contables y administrativos de control, como “análisis de tiempos y movimientos” y muchos otros… ¿Qué lograríamos? Casi nada, aparte de disminuir con ello aún más la limitada productividad social, y mayoritariamente obtendríamos una verdadera catarata de justificaciones y pretextos que no serían sino explicaciones vanas para no sólo exponer una larga, ingeniosa y ocurrente lista de razones por las cuales no sólo no son productivos, sino tratando de fundamentar el poder recibir un cada vez mayor apoyo o subsidio de parte del gobierno en turno, o de quien estuviera a cargo de la actividad económica. ¡Diantres! ¿Y cómo podríamos evitar el empleo de semejante desfiguro? Guardando en un cajón los descubrimientos de don Carlos, y volteando hacia el sistema que de forma natural y sencilla estimula —o castiga en su caso— el nivel de productividad y eficiencia de todo lo que cada uno realice. ¿Le pediríamos a otro esforzado descubridor actual como don Carlos, que nos ayudara a encontrar un sistema así? Creo que lo mejor sería no molestarlos con eso, dado que además, ya contamos con uno que nos ha acompañado desde siempre: el sistema de libre empresa, mismo que sólo debemos circunscribirlo y canalizarlo en cuanto a todas sus facetas mediante una legislación adecuada de tipo sanitario, civil, penal, laboral, fiscal, mercantil, de cuidado al medio ambiente y al consumidor y otras cosas, para que la acción productiva ciudadana, se proyecte hacia el auténtico beneficio común. Mediante un sistema así —si alguien prefiere, podríamos denominarle “nuevo” para que sienta que descubre algo—, observe cuidadosamente una de las cosas que consigue: ¿Sabe qué hará si se nos descuidase Juan en 79
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cuanto al manejo adecuado de su rancho, fábrica o taller que acaba de heredar? Perderá su propiedad, y tendrá que vender lo que quede de ella a alguien que también estará sujeto a las mismas reglas. Aunque podría ocurrir lo contrario, si nuestro hipotético amigo Juan, se pone listo y actúa de forma esforzada, investiga, se rodea del personal adecuado, lo capacita y retribuye bien, se asesora con expertos, orientándose al mercado y varias cosas más… ¿Qué sobrevendría? No sólo conservará su nueva propiedad o negocio, sino lo acrecentará, generando con ello más empleo, contribuyendo en una pequeña proporción a incrementar la producción de bienes y servicios, lo que, aunado a los demás que procedan como él, aumentará la productividad y nivel de vida de todos. Pequeña duda: en todo aquel que se descuide, ¿no estará actuando el sistema de libre empresa de forma demasiado drástica contra él, ya que por el simple y sencillo hecho de no haber administrado bien algo, tenga que perderlo? Siento que la naturaleza no quiere correr riesgos, ya que lo que está realmente en juego es nada menos que el bienestar de la comunidad completa, y prefiere que el costo de toda ineficiencia sea pagado sólo por quien incurre en ella. ¿No estará exagerando el autor? Mire, aprovechando su paciencia y ya que tenemos algo por ahí llamado imaginación, le invito a que la dejemos volar un poquito… Vamos a suponer, que Juan se nos descuidó bastante con su heredad, y al no haber tenido el cuidado necesario en su manejo, y, como deseamos ser muy bondadosos con él, queremos evitar que se quede sin su propiedad… ¿No habría alguna manera por ahí de “protegerlo” para que no operase en él ese diantre de “castigo” automático que siempre entra en acción cada vez que alguien no maneje bien lo que posee? 80
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Y otra ayuda adicional para Juan, que esa “pérdida”, “minusvalía” y las consecuentes deudas que como es lógico suponer, él está generando, ¿cómo podríamos endosarle el costo de todo eso a alguien más? Bueno, existe por ahí una vía mi estimado lector, aunque le pido que nunca le vaya a decir a nadie que un medio extraviado autor de libros se lo sugirió: Si logramos que todo rancho, fábrica o taller, que se administre mal, pueda ser estatizado, el costo de todo inadecuado manejo, ya no le impactará a nuestro ahora protegido amigo Juan, aunque sobrevendrá el siguiente escenario… Una empresa estatizada —y casi por lo regular manejada con un menor nivel de cuidado, ya que sentirán quienes la administren que no “les cuestan los errores”— al haber desaparecido el estímulo “primario” del propio interés, eso no sólo reducirá significativamente el consecuente efecto “secundario”, que es la tan necesaria aportación de bienes y servicios, sino Juan tendría algo mucho mejor: Ya no se preocupará tanto por toda la deuda o déficit que genere, ya que eso estará a cargo del erario público.67 Además, si maneja bien sus relaciones públicas —ahí sí tendrá que ponerse muy listo—, ofrece puestos de trabajo a recomendados de ciertos funcionarios o grupos políticos clave, otorga los contratos a quien se le vaya indicando de arriba (aunque estén “infladitos” o “infladotes”), y Si estando el costo de una eventual mala administración a cargo del o los dueños, aun así hay descuidos y desperdicios importantes en el empleo de los recursos utilizados —prueba de ello que un porcentaje importante de empresas que inician deben cerrar—, ¿cómo incidiría sobre el nivel de eficiencia administrativa de cada negocio si toda “pérdida”, “minusvalía”, “déficit” —o como guste llamarle—, y sus consecuentes deudas, ya no estuviesen a cargo de los propietarios sino del erario público? ¿Y qué resultados comunitarios se producirían con ello?
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reparte pródigamente prebendas, Juan mismo podría continuar teniendo la posesión y administración de los bienes estatizados, casi como si fuera su dueño, y en cierto modo mejor que antes, ya que ahora, como le decía, ya no tendría las molestas preocupaciones normales de todo propietario, como la acumulación de deudas derivadas de las pérdidas generadas. Como un favor especial, le pido que todo aquel que siga este gran consejo gratuito del autor, no vaya a mencionar jamás, que la verdadera forma de perjudicar o despojar a la colectividad, no es poseyendo una propiedad, como decía don Carlos, sino siguiendo las nada originales sugerencias del confundido autor del libro que tiene en su mano. También aquí entre nos —mucha discreción por favor—, debe usted saber que si muchas empresas siguen esa mi nada original recetita, se reducirá de manera sustancial el aporte de bienes y servicios a la comunidad, lo que repercutirá —desde sus primeras etapas— en la tan temida inflación —después será peor—, siendo así que, le aseguro, el verdadero costo de los platos rotos se le estará traspasando de forma disimulada a la colectividad completa. Es más, pensándolo bien, creo que mejor corrijo: considerando que el daño de mi nada novedosa indicación sería tan desastrosa —incluyendo no sólo al lector, autor, familiares, conocidos y prácticamente todos, incluyendo al propio Juan—, que atentamente le pido arranque la página anterior, e incluso antes de tirarla, hágala trizas, no me gustaría que alguien fuese a llevar a cabo semejante disparate, ya que tal medida, si muchos se van por ahí, convertiría a cualquier país hasta en dependiente del exterior en casi todos los sentidos. Bueno, una vez que el autor ha recobrado su escaso juicio, continuemos, aunque ahora viendo las cosas 82
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bajo otra perspectiva… ¿Cómo es posible que operen estos mecanismos invisibles de forma tan imperceptible sobre el actuar humano? Desde los primeros capítulos, le comenté cómo los seres humanos nos movemos bajo el influjo de una serie de motivaciones que, si bien han pasado desapercibidas para la mayoría, no dejan de ser sorprendentes, una de ellas, como también le describí, es la búsqueda de la “eficientización” —entre otras cosas del tiempo personal—, cosa que junto con otros condicionantes, nos ayudó a llegar en su momento a lo que hoy conocemos como “dinero”. Ahora bien, algo digno de llamar la atención, es que, una de las características más notables de la acción de estos condicionantes invisibles, es que ellos actúen a veces de forma no sólo paralela, sino incluso a menudo hasta “encontrada” unos con otros… ¡Caramba! ¿Qué nos quiere decir el autor? Se lo describo: Una de esas condicionantes que influye en todos, es algo que podríamos denominar como la “ley del menor esfuerzo”, la cual nos obliga a proceder más o menos así: Si usted tiene que realizar un depósito en una institución bancaria, ¿acudirá a la sucursal más cercana, o a la que se encuentra en el otro extremo de la ciudad donde vive? Si gusta ya ni me conteste esta pregunta, aunque gracias de todos modos… ¿Sabe debido a qué pudo decidir de forma relampagueante? Exacto, decidió así bajo el influjo de la ley del menor esfuerzo.68 O sea, observe, actúan como si fueran unas minúsculas partes del más sofisticado carburador que conozca, donde Si en alguien no operase esta “ley del menor esfuerzo”, de la manera más atenta le pido que no me vaya a invitar a que lo acompañe en su auto cuando acuda a realizar un depósito al banco.
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muchas de sus piezas operan como si estuvieran “encontradas” unas contra otras, aunque actuando de manera sincronizada, buscando producir deliberadamente un determinado efecto posterior. Y no me lo creerá, pero en usted, en mí y todos, interactúan —al mismo tiempo— el “estímulo” del propio interés, y, sorpréndase, la “ley del menor esfuerzo”. Ahora bien, vamos a decir que nos convertimos todos en fieles seguidores de aquel ocurrente escritor don Carlos del siglo XIX, y tomamos como una gran verdad revelada que, el estímulo del propio interés es “ilegítimo”, y por tanto lo eliminamos… ¿Sabe qué sucedería? Simple, imperaría en cada uno el otro condicionante invisible: La ley del menor esfuerzo, la cual, actuando también de forma imperceptible, generará, se lo aseguro, resultados sociales y económicos devastadores. En cuanto a los postulados en el sentido económico del señor Marx, casi todas sus afirmaciones son más o menos por el estilo, aunque me gustaría hacerle una observación más en cuanto a la interpretación que él hizo del aspecto histórico: asumió como un hecho indiscutible que el sistema de libre empresa, no era sino una especie de invención artificiosa de unos para aprovecharse de otros. Tal apreciación también es inexacta. Cabe mencionar que para pretender los señores Marx y Engels darle algún sustento —incluso “científico” le llamaron algunos— a su particular interpretación histórica, integraron, gramaticalmente, en sus análisis (denominándolo “desenvolvimiento dialéctico de la Historia”) el término “dialéctica”,69 aunque no practicándola en cuanto Si se procede así, no respetando ni siquiera la conocida tríada dialéctica “tesis, antítesis y síntesis”, cualquier postura semejante, sólo podría ubicarse dentro del primer paso: una simple tesis sujeta primero, a su correspondiente análisis teórico, y posteriormente a su comprobación práctica...
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a su mecánica argumentativa para llegar a sus conclusiones, ya que el elemento fundamental de dicho proceso es precisamente la integración, valoración y comparación de las teorías divergentes o contrarias. Y cabe resaltar que los seguidores políticos de don Carlos, respetaron mucho menos los elementos básicos de la dialéctica, ya que para ellos existía una verdad: ¡la suya! Ahora bien… ¿Cómo podríamos considerar como válido el hecho que el sistema de libre empresa —contrariamente a las afirmaciones señaladas de don Carlos— ha estado presente y actuando junto al ser humano desde siempre, prácticamente desde que el hombre vive en sociedad? Todas las veces que un pescador, digamos de hace 20 o 30 siglos —ahora le llamaremos Santiago—, pasaba noches enteras tratando de obtener peces para llevarlos a vender al mercado, ni de lejos se imagine que él procedía así por una especie de profundo sentido social, y por ello sentía que debía contribuir al aporte de bienes y servicios que requiere toda comunidad, más bien, a Santiago lo impulsaba otra cosa: Deseaba obtener un “beneficio” o “utilidad” con ése su proceder, y créame, con ello, sin siquiera darse cuenta, tanto él como todos los demás, contribuían en una pequeña proporción al gran total de bienes producidos y a la vez demandados por la colectividad.
...Uno de los primeros y verdaderos conocedores de esa rama de la filosofía denominada “dialéctica”, fue el gran filósofo griego Heráclito (540-480 a. C.), quien afirmaba que las verdades humanas están en permanente movilidad, sujetas a la acción de los contrarios. Sostuvo que la contradicción es el origen de todas las cosas. Mucho más tarde, otro —entre muchos— de los también grandes filósofos, fue Hegel (1770—1831) quien exploró aún más sobre el tema. Con Marx ocurrió otra cosa diferente: se valió del término para tratar de darle sustento a su particular visión de la Economía, Sociología e Historia, interpretando el avance de los tiempos como una continua lucha o enfrentamiento de “clases”.
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De no haber sido tan fuerte ese invisible “estímulo” —característica básica del sistema de libre empresa—, simple y sencillamente, habría prevalecido en Santiago la “ley del menor esfuerzo”, y él hubiera permanecido dormido plácidamente en su vivienda. En cuanto a la consideración de algunos sobre don Carlos Marx como filósofo, le anticipo que nos encontraremos con más sorpresas, aunque me gustaría tratar el tema brevemente en los siguientes capítulos, si me lo permite. Un comentario al margen: más de alguno de los seguidores de las tesis marxistas, habrá afirmado a voz en cuello que su pensamiento es “progresista” o de vanguardia, toda vez que está de acuerdo con las tesis citadas. ¿Qué porcentaje de razón tendría esa percepción? Le contaré algo… ¿Sabe usted por qué en los barcos se le llama “estribor” al lado derecho —mirando hacia la proa— y “babor” al izquierdo? ¿Qué no sería más sencillo denominarle “lado derecho” e “izquierdo”?70 Qué cree, para evitar que un tripulante cualquiera, si está orientado de forma incorrecta o se desplaza hacia la popa, podría invertir los costados y crear confusiones, y algo parecido
70 Caminando hacia la proa —parte delantera del barco— babor está a la izquierda y estribor a la derecha, independientemente de si el barco avanza hacia adelante o hacia atrás. El motivo de una denominación específica así, es para evitar confusiones, ya que si un tripulante se desplaza hacia la popa, si le denominase “derecha” o “izquierda” a uno y otro costado, sería exactamente al revés de si se dirige hacia la proa. De esta manera no hay confusión posible. La palabra “babor” procede del holandés bakboord, y “estribor” a su vez procede del germánico steurobord (conformada por dos raíces), donde “steuro” significa “timón” y “bord” es “costado del barco”. En las antiguas barcas, no había timones fijos, sino que el timonel utilizaba un remo especial para guiarlo, el cual se situaba en el actual “estribor”. Diccionario de la Real Academia Española (RAE), “Starboard” Online etymology dictionary.
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podría sucedernos en la vida cotidiana, ¿cómo? Mirando también las cosas bajo otra perspectiva. Más de alguno ahora mismo asegurará que está adoptando una postura “progresista” al seguir unos descubrimientos como los descritos, cuando lo que en realidad está haciendo es yendo hacia atrás, y contribuyendo a crear una errónea versión postmoderna de los ahora anacrónicos señores feudales, con la diferencia que ahora el señor feudal estará representado por un Estado burocratizado, lento e ineficiente, mismo que necesariamente tendrá que ser manejado por una minoría que, en la inmensa mayoría de las veces, está impreparada para tal cargo, y quizá su único —aunque discutible— mérito consistió el haber tenido la “habilidad” de haber escalado o tomado por asalto el poder, atracción fatal para algunos, al grado que incluso —casi como regla— preponderan a un nivel tal las “ventajas” de un alto puesto político, que en la práctica lo sitúan muy por encima de sus propias convicciones y principios. ¿Cree que exagero? Si me lo permite, le cito una curiosa anécdota: en una ocasión participaba como colaborador en un importante programa de radio en cobertura nacional71 transmitido desde la ciudad de México, cuando de pronto, de forma inesperada entró al centro de información la noticia de que alguien le había hecho una curiosa pregunta a Fidel Castro, quien en ese momento todavía fungía como Presidente. —¿Cree usted —le dijo esa entrevistadora de otro país a Fidel— que el socialismo sería bueno para Latinoamérica? —El socialismo —contesta Fidel— no es bueno ni para Cuba. La conductora era Adriana Pérez Cañedo, y estábamos en el Núcleo Radio Mil.
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En ese momento le hice la siguiente observación a Adriana, que era quien conducía el programa: —El señor Castro —le dije— acaba de tener un inesperado acceso de honradez (quizá por su edad ya decía simplemente lo que pensaba, y ya no acomodaba su respuesta a la conveniencia política o del puesto), pero te aseguro Adriana —le seguí diciendo mientras estábamos al aire— que antes de una semana lo van a desmentir, arguyendo que los reporteros se equivocaron o algo así… Después me di cuenta que me fui muy lejos con mi estimación de una semana, ya que a los dos días no sólo lo habían desmentido, sino lo pusieron tras bambalinas, y en su lugar colocaron a su hermano Raúl. Mas lo importante es otra cosa: ¿Qué lectura podríamos hacer de ese evento? Que no sólo un político de esa naturaleza no se puede permitir el lujo de hablar con la verdad, sino observe: no debemos tener la menor duda que a los diez o quince años de “socialismo” en Cuba, necesariamente se tuvieron que haber dado cuenta que eso no funcionaba…72 Aunque, ¿qué justificación podrían haber tenido —de haberlo reconocido públicamente— para haberse convertido en una de las dictaduras más prolongadas de todos los tiempos? Ninguna. ¿Qué significación tenía entonces el haber procedido como lo hicieron? Aunque emplearon por mucho tiempo como un elemento justificativo para el público no informado, el argumento del “bloqueo” comercial de EU. Me consta de primera mano que dicho bloqueo comercial no les afectaba mayor cosa, ya que siempre pudieron comerciar con más del noventa por ciento de los países del mundo. Incluso quien esto escribe, en los años setenta trató de venderles atún, conservas, tomates, artículos de tocador e infinidad de cosas de las que adolecían, y jamás tuve el más leve impedimento para hacerlo. El verdadero problema era que, debido a su monumental improductividad, no contaban con recursos, y todo lo querían condicionado al otorgamiento de un crédito de muy dudosa recuperabilidad.
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Su apego al poder, en la práctica, estaba muy por encima tanto del bienestar de sus conciudadanos como de sus convicciones y principios. No sé si usted amable lector, pueda interpretarlo de otra forma. Otro aspecto ya menor: ¿Por qué este capítulo integró como parte de su título inicial el adjetivo de “imperdonables”? Algunos errores de los anteriores siglos tenían un mayor nivel de justificación, ya que se desconocían muchas más cosas, como también citamos, no obstante, con el cada vez mayor nivel de información y avance actual, automáticamente muchos aspectos y apreciaciones, ahora se convierten nada menos que en eso: en inexcusables. Incluso, no crea que solamente en el aspecto económico se produce este lamentable efecto, hay posturas y aventurerismos políticos y sociales también imperdonables, como prueba de ello y sólo a manera de ejemplo le cito otro: el prejuicio racial, ya que por decir, al día de hoy una postura segregacionista está totalmente fuera de lugar… ¿Por qué? Recuerdo cuando era pequeño, haber estudiado en unos textos como el de Geografía Política que expresaban de forma clara sobre las distintas “razas” que conformaban nuestro mundo, no obstante, al día de hoy, gracias a una serie de avances importantes en el campo de la ciencia, como fue el caso de esa extraordinaria investigación que se realizó sobre el genoma humano,73 se conoció otra reaEn el genoma humano se detectan más de 280 000 elementos reguladores. El Proyecto Genoma Humano, inició en 1990 y concluyó en 2005, aunque continúan las investigaciones. De alguna forma reconstruye la Historia humana en su proceso evolutivo y rastreó el primer genoma antiguo hasta el continente africano desde donde provenimos todos. “El genoma etíope antiguo revela una gran mezcla eurasiática en todo el continente africano” (“Ancient etiopian genome reveals extensive Eurasian admixture throughout the African continent”. Science 350, 820-822.
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lidad jamás maginada unas cuantas décadas atrás, lo que nos obliga a otro enfoque más realista y perfectamente fundamentado: Gracias a esa investigación científica, se sabe a ciencia cierta que todos los seres humanos vivos sobre el planeta hoy, procedemos del mismo ancestro genético, y las características físicas externas que creíamos nos dividían, no son sino producto de otros condicionantes tales como los diferentes niveles de exposición a los rayos ultravioleta del Sol, diversidad alimenticia, efectos del clima, educación, hábitos de vida y otros factores, mismos que, a lo largo de milenios, generaron ciertas características externas. Mas regresando al tema del libro, me he permitido compartirle en el presente capítulo este tipo de experiencias monetarias, donde influyeron entre otras cosas, las derivadas del intervencionismo estatal en sus diferentes niveles, ya que ellas —junto con otros elementos negativos que también interactuaron—, de alguna forma participaron en las vicisitudes y vaivenes económicos. Mas lo invito ahora a que pasemos a la segunda parte, misma que ya estará enfocada al tiempo presente, ¿cuál es la mejor forma de controlar una economía moderna desde un punto de vista monetario, de tal modo que se salvaguarde la equidad necesaria para lograr un bienestar generalizado? ¿Qué riesgos continuamos teniendo? Síganos acompañando.
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Segunda parte El presente
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Capítulo V Equilibrio monetario-precios estables Congruencia Tal y como podrá deducir de lo expresado en los pasados capítulos, todo Estado moderno —a través de la acertada conducción de su Banco Central y fundamentados en una sana política económica— no sólo puede, sino debe mantener la estabilidad de precios, valiéndose para ello —entre otros mecanismos clave— del imprescindible equilibrio entre su base monetaria74 y la cantidad de bienes y servicios disponibles. Mas en muchos podría surgir esta duda… ¿Podríamos en realidad conseguir semejante objetivo, considerando que, por un lado, todos los países ya utilizan una moneda o “dinero” que podríamos catalogar como “fiduciario”, y, por si fuera poco, bastaría el surgimiento de un gobierno desinformado en la materia, para dar al traste con el bienestar social y económico? En lo relativo al “dinero fiduciario”,75 le pido me permita comentarle algo: todo tipo de “dinero” de la historia, siempre ha sido, es y será dinero “fiduciario”… ¡Caramba! ¿Por qué dice eso, si por siglos nos valimos, entre otros, de También conocida por los economistas como “masa circulante de dinero”. Aunque es necesario puntualizar un poco más tal término —dados los cada vez más sofisticados medios de pago—, para que una “base monetaria” constituya todo aquello que tenga “capacidad de compra de bienes”. Dicho monto es razonablemente cuantificable por el Banco Central y organismos colaterales de información y control. 75 El vocablo “fiduciario” procede del latín fiduciarius (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, RAE), palabra asociada con “confianza”, “fe” o “fortaleza”, elemento fundamental para obtener su aceptación generalizada o universal. 74
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mercancías-dinero, artículos y luego grandes y pesadas monedas de plata y oro? Lo único que varió a lo largo de los años, es que, en el momento presente —afortunadamente—, esa indispensable “confianza” de un pueblo hacia su moneda —tenga el nombre que sea—, ya se trasladó hacia donde siempre debió haber estado: a instituciones sólidas y confiables. Lo que en esencia sucedía en los pasados milenios era que, precisamente en ausencia de organismos confiables, bien informados y responsables —o al menos no como ahora—, dicha “fide”, “fe” o “confianza” en determinado medio de pago, se tuvo que depositar transitoriamente en ciertos objetos físicos, que no eran sino meros sustitutos temporales de lo que siempre debió darle sustentabilidad a eso que conocemos como “dinero”: los bienes y servicios que pueden ser adquiridos con él,76 balance primordial que es precisamente el que salvaguarda todo Banco Central. Como ya vimos en los pasados capítulos, hace milenios operaba el simple, primitivo e ineficiente “trueque” (en cuyos artículos “intercambiados” se depositaba la “confianza” o la “fe”), luego se trasladó ella a las “mercancías-dinero” (cereales, ganado y otros), posteriormente, dicha confianza se desplazó hacia ciertos artículos o metales muy utilizados por la mayoría, como eran la sal, el cobre, bronce y hierro, más tarde se dirigió hacia metales preciosos, como el oro y la plata, después a simples certificados (como en última instancia pretendían ser los billetes o papel moneda) mismos que, en sus inicios, decían representarlo — aunque en la práctica y muy a menudo ni siquiera se mantenía una equivalencia real—, hasta que, a partir de una declaración del entonces presidente Richard Nixon en 1971, se llegó universalmente y para efectos prácticos, a lo que hoy tenemos, que no es otra cosa que dinero fiduciario, el cual está perfectamente respaldado por lo que siempre debió haberle dado sustento: los bienes y servicios que pueden ser adquiridos con él. Nunca olvidemos que el dinero no es sino una especie de “vale”, “pagaré” o “común denominador” de lo que realmente representa: bienes y servicios. Por ello le tengo una excelente noticia: no será necesario que recurra al trueque para intercambiar unos bienes por otros, ni ir caminando por la calle —salvo que vaya regresando del mercado— con ganado, fruta, carne, cereal, queso, un bidón de gasolina e infinidad de cosas más para intercambiarlas por algo más, sólo requiere llevar esos pequeños papelitos impresos por el Banco Central, “dinero plástico” u otro medio de pago en sus tan diversas formas actuales. Si observo por la acera a una persona portando en una carretilla voluminosos artículos para canjearlos por otros al “mercado”, tendré que deducir que ignoró por completo el consejo gratuito del autor.
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Esa institución sabe a la perfección que, si por cualquier circunstancia, no se conservase la mayor equidad posible en tal balance, no importará lo relucientes que puedan ser sus “monedas”,77 o incluso, si ciertos políticos le prometen que son poseedores de las más excelsas verdades reveladas, le puedo asegurar que toda vez que se pierda la congruencia entre esos dos factores, sobrevendrá algo que en la práctica, no será otra cosa más que aquel tramposo y disfrazado impuesto que lleva por nombre “inflación” —misma que será seguida por una larga serie de efectos negativos— y, por si fuera poco, golpeará principalmente a los sectores más desprotegidos de nuestra comunidad. ¡Diantres! ¿Y cómo podríamos atenuar entonces los riesgos de una conducción errónea? A reserva de extendernos un poco más sobre el tema en uno de los capítulos siguientes, le adelanto que ayudaría bastante a evitar ese tipo de descalabros, el hecho de que en el momento presente podamos contar —y siempre y cuando seamos capaces de analizarlas muy bien— no sólo con las opiniones de expertos en materia económica, ministros de Hacienda e investigadores que nos han precedido,78 sino Una de las posibles ventajas de no haber destruido todavía el presente libro, es que así podría cotejar de nuevo, si lo desea, la experiencia inflacionaria de España del siglo XVI, donde vería de nuevo cómo, a pesar de haber contado los españoles con grandes y relucientes monedas de plata pura, se desencadenó la inflación, al no haber conservado la equidad referida. 78 Entre los economistas más destacados en lo relativo a la “teoría cuantitativa del dinero”, sólo alcanzo a destacar a: Martín de Azpilcueta (español, 1492-1586), John Stuart Mill (inglés 1806-1873), Alfred Marshall (inglés, 1842-1924), Knut Wicksell (sueco 1851-1926), Irving Fischer (norteamericano 1867-1947), Ralph George Hawtrey (inglés 1879-1975), Ludwig von Mises (austriaco 1881-1973), John Maynard Keynes (inglés, 1883-1946), Clark Warburton (norteamericano, 1896-1979), Earl Jefferson Hamilton (norteamericano, 1899-1989), Friedrich Hayek (austriaco, 1899-1992), Antonio Ortiz Mena (mexicano, aunque más práctico que teórico, 1907-2007), Milton Friedman (norteamericano 1912-2006), Paul Samuelson (norteamericano, 1915-2009), Robert Mundell (canadiense 1932), John B. Taylor (norteamericano, 1946) y varios más que por falta de espacio no menciono; destaco también a los extraordinarios economistas clásicos como son los ingleses Adam Smith (1723-1790), David Ricardo (1772-1823) y tantos más que han hecho aportaciones valiosas que le dieron forma a lo que hoy sabemos. 77
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además, seamos capaces de evaluar con todo cuidado las experiencias fallidas, algunas de ellas han sido referidas en las páginas precedentes. Pero entremos un poco más ya en el terreno de la práctica, aunque tratando de plantearlo de la forma más sencilla y accesible que nos sea posible a todo público… ¿Cómo se puede conservar la trascendental equivalencia citada, así como todo lo que de ahí se puede derivar? Una vez que cada director o presidente —como se le llame en cada país— del Banco Central establezca el monto —lo más aproximado posible— de los “bienes disponibles”, así como de sus demás variables79 que también entran en juego… ¿De qué clase de mecanismos dispone tal institución para estar adecuando la cantidad de medios de pago —léase “dinero” en todas sus acepciones actuales— para así salvaguardar el legítimo bienestar del público? Al día de hoy se cuentan —para bien— con medios mucho muy eficaces para que los expertos y responsables en el tema mantengan dicho equilibrio monetario. De forma breve y sintetizada le describo con mucho gusto los más importantes:
Entre ellos son la competitividad del tipo de cambio, ya que, recordemos muy especialmente que dentro de los “bienes disponibles” para la ciudadanía de cualquier país, también intervienen y deben considerarse los artículos “importados” —ojo— (o sea, los fabricados en el exterior de cada país) y quisiera hacer énfasis en algo que muchos no toman en cuenta, o al menos no con la importancia que tiene: una moneda “sobrevaluada”, de forma automática e invisible “abarata” las importaciones y “encarece” las exportaciones, y a la inversa, una moneda “subvaluada” producirá el efecto contrario. Por tanto, hablamos de un factor crucial que, todo encargado del Banco Central debe vigilar de forma muy especial, ya que, un exceso de importaciones será un grifo abierto que “drenaría” de forma peligrosísima e irresponsable el recurso financiero hacia el exterior, reduciendo la productividad, empleo y perjudicando multitud de variables internas más.
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Si se ajusta el tipo de interés a la alza o a la baja del Banco Central, se puede incrementar —adicionalmente a otros aspectos citados a continuación— o en su caso reducir el monto del circulante en poder del público. Algo parecido ocurrirá si se modifica el encaje legal que debe conservar el sistema bancario. Otro medio también eficaz de control —algo muy conocido en los medios financieros— serán las operaciones en el mercado abierto… ¿Qué diablos es eso? No crea que es algo del otro mundo, mire, si el Banco Central —o las instituciones bajo su control— “venden” títulos al público, en la práctica, al momento de “cobrar” por ellos, eso equivale a que, están reduciendo la oferta monetaria —circulante—, y al contrario, si dichos títulos se “compran” de bancos o del público, toda vez que están “pagando” por ellos, significa o equivale a que están aumentando el “circulante” en poder del público. ¿No es tan complicado como parece, verdad? Cabe mencionar así mismo, que las “ventas” o “compras” de títulos en el mercado abierto del Banco Central, repercuten también sobre la tasa de interés natural, ya que, al reducir o aumentar los recursos financieros en poder del público, inciden sobre dicha tasa. Del mismo modo influye obviamente la propia emisión directa de dinero. En suma, estimado lector, lo que pretendo decirle es que, mediante el manejo de estas variables, llevadas a cabo por verdaderos expertos en la materia, toda vez que es viable aumentar, o, en su caso, disminuir el monto del circulante, con ello no sólo se podrá, sino por supuesto se deberá, mantener la tan necesaria estabilidad ya referida, evitando —salvo ante eventos verdaderamente catastróficos—, las temidas inflaciones o deflaciones. Siendo así que en el momento actual, en la práctica y en la inmensa mayoría de los casos, un eventual riesgo en ese 97
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sentido ya no procede tanto del campo de la economía sino de otro lado, para lo cual le invito a que continúe leyendo este tan calamitoso libro, para que así, en otro de los capítulos siguientes, pueda describirle mejor a lo que me refiero. Pero antes de llegar a tal punto, si me lo permite, quisiera abordar aunque sea de forma breve, un punto clave que tal vez ya vino a su mente: ¿Sería posible no sólo mantener la estabilidad monetaria —con el consecuente beneficio que conlleva— sino además, incentivar el crecimiento para incidir de forma favorable sobre el bienestar social, y poder así crecer más, aunque de forma sólida y sostenida? Por ello me permito pedirle de la manera más atenta, que aguarde un poco más en la destrucción que de seguro ya tiene programada sobre el libro que está en sus manos, y continúe con el tormento que su lectura implica.
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Capítulo VI
Crecimiento con estabilidad
Desarrollo real Ahora que el autor ha discurrido introducirnos en este tipo de vericuetos económicos y monetarios —aunque si bien ha tratado de hacerlo de forma entendible a todo público—, ¿sería pues factible, como dice, conjuntar esa tan anhelada estabilidad de precios con el no menos importante objetivo de un mayor crecimiento, para así coadyuvar de manera real hacia el bienestar social? Quien esto escribe considera que, si somos capaces de proceder de forma adecuada, sería perfectamente posible conjuntar ambos objetivos, siempre y cuando evitemos también la intromisión de otros aspectos que trataremos enseguida, y se actúe con toda la cautela, proporcionalidad, supervisión, responsabilidad y previsión que la salud socioeconómica de nuestros conciudadanos merece. En ese orden de ideas, la primera e imprescindible condición sine qua non80 para lograrlo sería: mantener siempre, lo más equilibrada posible, la ecuación entre “circulante” y “bienes”. Incluso, si se me permite —antes de continuar y a manera de ejemplo negativo—, le invito a que observemos cuidadosamente la forma, a mi juicio, errónea,81 como algunos procedieron en el pasado reciente: Glosario = Sine qua non, expresión latina que en español significa “sin lo cual no”. Hace referencia a una condición indispensable, imprescindible o esencial para que suceda algo.
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Varios de los economistas más acertados a mi parecer, tenemos el caso —entre otros— de Marshall, Keynes (en la mayoría de sus postulados), Friedman (uno de los principales impulsores de la escuela de la “oferta” de Chicago)...
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Por tanto le pido volvamos de nuevo al ya referido caso mexicano —dado que dicho experimento es altamente ilustrativo o representativo, al haber sido repetido en otros países latinoamericanos, con resultados similares—, cuando estaba tan de moda el intervencionismo estatal (en el período mencionado de 1970-1982 en México) en el que se procedió así: Aparte de canalizar muy significativos recursos hacia empresas estatales, se provocó con semejante actuar que, al no reconocer de facto que dichas entidades “públicas” no sólo estaban —por su ineficiencia intrínseca— imposibilitadas de realizar el crucial retorno tanto de “bienes y servicios” producidos como del consecuente reembolso propiamente dicho del dinero canalizado hacia ellas, y además, para colmo, generaban año tras año una astronómica deuda, ¿qué ocasionó eso? Ello seguro producirá en usted una muy importante duda, y por eso trato el asunto de nuevo —aunque ahora bajo otro enfoque, el “monetarista”—, ¿qué los habrá hecho proceder así, digamos bajo un contexto de teoría económica pura? Los impulsores de tal política pretendían, de forma ilusa e incompetente, la supuesta creación de un cierto componente de “demanda agregada”, la cual, juzgaron muy a la ligera, “estimularía el crecimiento” de forma importante. ¿Tenían razón? Tal y como fue expresado —bajo otra óptica— en capítulos anteriores, eso condujo al desastre mencionado, y lo ...y Ortiz Mena (más en el ámbito de su instrumentación práctica que en la teoría monetaria) quienes nos mostraron de diferentes formas —ya fuera con sus teorías o con hechos concretos— la factibilidad de obtener un crecimiento realmente sólido. Cabe mencionar también, en contrapartida, que hubo otros economistas latinoamericanos que, en gran parte influenciados por su corte ideológico, en los años setenta y ochenta del siglo XX, aplicaron de forma tergiversada y errónea las teorías de Keynes, combinándolas con una fuerte dosis de intervencionismo estatal, lo cual condujo a un completo desastre como ya fue brevemente expuesto páginas atrás.
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único que pudo evitar un daño mucho mayor, fue que, se produjo un entendible cambio de rumbo en los sexenios siguientes, aunque, cabe destacar que en los años donde se iba rectificando al origen del problema —o sea, en los posteriores a 1982—, no pudieron evitar el haberse visto seriamente restringidos en cuanto al crecimiento y desarrollo, dado que, entre otras cosas, el servicio de la monumental deuda heredada de ese desastroso experimento, les ataba las manos casi por completo. Y perdóneme que insista, pero las consecuencias de este experimento fallido, ¿cómo se manifestaron? Primero en inflación, luego pérdida de competitividad internacional, desajuste en la balanza comercial y de pagos, endeudamiento, fuga de capitales, mayor dependencia del exterior, devaluaciones y otros problemas más. Si alguien pretendiese “estimular la economía” de cualquier país de la misma forma descrita, en este momento le hago la más sincera súplica: de la manera más atenta le ruego se abstenga de proceder así, les haría un mucho mayor favor si se tomase unas muy largas, lejanas y merecidas vacaciones. Ése no es el camino. En todo caso, si alguien insistiera en repetir semejante experimento, una menos nociva vía sería simplemente dejar que la misma inercia o fuerza natural de su mercado y productividad vayan impulsando el crecimiento. No obstante, como le comentaba… ¿Habría alguna forma —sana— de incentivar el desarrollo? Quien esto escribe, considera que sí. Más que incentivar sólo la “demanda” —y sobre todo con semejante infantilismo económico como el descrito— lo conveniente82 sería, en todo caso, impulsar la “oferta” Aclaración importante: la presente sugerencia es sólo una de las opciones sanas, sustentables y viables. En cuanto al monto del fondo sugerido, procedi-...
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productiva de bienes y servicios, lo cual, de forma natural y paralela, también aumentaría la demanda —ya que, al tender esa comunidad hacia una situación de pleno empleo, lo que, consecuentemente induciría a un mayor consumo—, se lograría poder crecer un poco más, aunque de forma equilibrada y sana, ya que todos los “oferentes” de unas cosas, son —qué cree— a la vez mayores “demandantes” de otras. Lo invito a que analicemos su funcionamiento específico ya en la práctica: si se crea una especie de “Fondo” que opere como Banca de segundo piso —a través del sistema bancario—, canalizando recursos financieros a tasas preferenciales —sólo hacia el sector productivo de probada recuperabilidad, garantía y capacidad— podría lograrse que, todo aumento en la masa circulante, se viera compensado con un consecuente incremento productivo, lo que salvaguardaría —perdón mi insistencia, pero es un condicionante esencial— la tan necesaria equidad entre “dinero” y “bienes”.83 Ahora bien, en virtud que los fondos canalizados a través de esta vía, se otorgarían a tasas preferenciales, el propio sistema bancario debe convertirse en responsable tanto de su total recuperabilidad como de su adecuado destino, y, sólo para efectos de este fondo, tendrían que destinarse los recursos exclusivamente a quienes —mediante ...mientos e instrumentación dependerán de la coyuntura, potencial y circunstancias específicas de cada país y quedarán sujetas al buen juicio de la autoridad en turno. La presente es una de las formas —en lo general— para obtener un crecimiento sano con estabilidad de precios. De ninguna manera se pretende que —atención—, la existencia de semejante fondo, evite toda la obra pública, servicios sociales, educativos, hospitalarios y muchísimos renglones más, sólo que, las características exigidas en cuanto al destino de inversión, son exclusivas para el citado fondo. La amplia gama de los demás vitales renglones mencionados deben realizarse con estricto apego y dentro de un presupuesto normal y equilibrado de ingresos y egresos que toda nación debe tener.
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el adecuado estudio y análisis— posean un potencial comprobado de un incremento consecuente en “bienes”, demostrando que cuenten ya con capacidad instalada disponible, experiencia, capital humano, solvencia moral y económica, estudios de mercado y otros. Caso contrario la banca tradicional sería directamente responsable por todos aquellos recursos que se hubieren canalizado a otro renglón que no cumpliese con tales requisitos. Y para cuidar de ello, tengamos siempre presente la validez de aquel viejo adagio: Orden dada y no supervisada, vale para pura fregada, por tanto, sería absolutamente imprescindible que se supervise, y en su caso, se castigue de manera ejemplar todo dinero que se hubiese dirigido a otro destino, tal y como sería el caso de los recursos utilizados para pago de pasivos, gasto público, inversiones especulativas, bienes suntuarios o cualquier otro destino que no fuera el indicado —insisto, sólo en lo relativo al citado fondo—. Ahora bien… ¿En qué porcentaje se canalizarían los fondos descritos hacia cada renglón productivo en particular? Dependerá por supuesto del porcentaje “gastado” por la propia ciudadanía, o sea, en la misma proporción a como la población destine sus recursos: en turismo, ropa, vivienda, alimentación, salud, recreación, bienes de capital, educación, transporte y demás. Deben privilegiarse todos aquellos renglones cuyo crecimiento productivo y recuperabilidad sea a corto plazo, o sea, que no sólo cuenten con la garantía de recuperabilidad suficiente de su debido retorno en “bienes” sino su reembolso financiero, para lo cual, deberán demostrar ante la banca que efectivamente posean la experiencia, potencial real y capacidad instalada suficiente para realizarlo de forma comprobable. 103
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Es más, me gustaría citar un ejemplo: si por decir el sistema bancario —al ser responsable a fin de cuentas de su correcta utilización— está en conocimiento que debe invertir cierto porcentaje —para efectos de este proyecto específico— en determinado número de cuartos de hotel (en sus diferentes estratos socioeconómicos) al estar la banca en posición privilegiada para detectar no sólo a los empresarios capaces, sino con garantía suficiente y comprobada experiencia, de esa forma, se puede perfectamente cumplir con el requisito de que todo incremento en “circulante” se vea compensado con un aumento consecuente en “bienes”. Dicho retorno financiero —recuerde que no ha sido canalizado a “fondo perdido”, como ocurre por decir con muchos renglones del gasto público—, sino, al haberse dirigido a empresas o personas físicas de probada eficiencia, garantía y recuperabilidad, al irse cumpliendo el programa acordado de retorno, pasarán tales recursos automáticamente a reintegrarse y formar parte de nuevo del mismo fondo revolvente, y de esa forma, estarán en posibilidad de poder repetir el mismo ciclo de “inversión—recuperación” en el giro productivo que corresponda. Algo similar debe ocurrir con todos los demás renglones productivos que deban ser manejados por tal fondo, y, como mencionaba, justo en las proporciones y tendencias que el propio “consumo ciudadano” vaya determinando. En cuanto al armado de los recursos del fondo mencionado, pueden emitirse bonos u obligaciones por el propio gobierno federal —o cualquier otro medio que en su momento se determine como la fuente más conveniente—, mismo recurso que, le aseguro, para nada pondría en riesgo la salud financiera de país alguno, toda vez que tal aumento en la “deuda” se está canalizando hacia un 104
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seguro incremento en bienes, cuyo retorno al fondo revolvente productivo está prácticamente asegurado y bajo responsabilidad de la banca nacional, y dependiendo de los propios porcentajes y montos que cada institución utilice del presente proyecto. Dada la trascendencia del adecuado manejo de los recursos de dicho fondo, no sólo para su debida recuperabilidad, sino para el buen resultado de esta política mencionada, desde antes de su creación debe instrumentarse un adecuado mecanismo de control, auditorías y vigilancia completa a todas las etapas de su operatividad. Todo ello debido a que deben asegurarse los siguientes factores: la recuperabilidad de los fondos deberá estar plenamente garantizada, toda vez que el fondo operará como Banco de segundo piso y a través de la banca privada, y como citaba, el propio volumen del monto y condiciones a que serían canalizadas a “inversión productiva”, dependerá de la misma situación de empleo, potencial productivo y condiciones del mercado interno y externo, así como el crecimiento y equidad que se vaya observando entre el renglón de circulante y bienes y servicios producidos. ¡Caramba! Pues no suenan tan disparatadas a fin de cuentas las propuestas de este funesto autor, aunque entonces —dirá más de alguno—, ¿por qué diantres no se ha hecho eso que no suena tan mal? Le pido aguarde un poco más en su ya tan ansiada destrucción del libro, y mientras, sígame acompañando ahora al siguiente capítulo.
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Capítulo VII Traviesas interferencias Y sus efectos negativos Si me lo permite, me gustaría tratar de adivinar su siguiente pregunta: una vez que vimos el potencial que el aspecto económico y monetario tienen, así como su consecuente proyección social —su servidor en su momento también pensó lo mismo— (aunque confío no esté planeando acusarme de plagio mental), ¿qué diablos ha impedido que avancemos mucho más en ese tan importante tema? Antes de proseguir con lo que seguramente estimará como otra más de las insufribles explicaciones del autor, le comentaré algo que viene al caso: no crea usted que los últimos y más significativos avances en materia económica y monetaria, van mucho más atrás de unas ocho o nueve décadas,84 y es más, considero que todo economista sensato en el momento actual, estará más o menos de acuerdo con la mayoría de lo recién expresado. Entonces, ¿qué diantres se interpuso en su adecuada aplicación? Ya en el momento específico de la instrumentación y ejecución de lo planteado en páginas anteriores, quizá le parezca ilógico, pero, el campo de la economía, ha que Aunque hubo casos aislados de personajes con gran sentido común —como fueron, entre otros, Martín de Azpilcueta (español, 1492-1586) y Antonio Ortiz Mena (mexicano 1907-2007)— quienes de forma mayoritariamente intuitiva (aunque no por ello menos exitosa o valiosa), como sucedió con don Antonio Ortiz Mena cuando desempeñó el cargo de secretario de Hacienda, donde aplicó una política monetaria denominada “desarrollo estabilizador”, que no era otra cosa sino una variante de lo expuesto en el capítulo precedente, aunque su aplicación estaba adaptada a las condiciones de esa época. En un contexto de economía abierta y con tratados de libre comercio, estimo que su éxito hubiera sido aún mayor.
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dado supeditado en cuanto a su aplicación práctica a otro elemento: la administración pública en turno, y sujeta a la acertada —o a veces no tanto— dirección política. Incluso le confieso algo. Uno de los objetivos de elaborar un libro como el presente —por más que insista usted en quemarlo—, fue precisamente hacer extensivo el tema al mayor número posible de nuestros conciudadanos. El tema es demasiado importante. Mas surgen otras dudas… ¿Cómo es que éste tan desorientado autor diga semejante cosa? ¿Qué acaso insinúa que un político podría hacer algo que no estuviera dirigido a beneficiar a sus gobernados? En la inmensa mayoría de las veces —es más, le puedo asegurar que casi en todos los casos fallidos—, el principal personaje a cargo de la administración pública, aunque le parezca increíble, ha pretendido beneficiar a la ciudadanía, aunque en ocasiones —eso sí—, lo ha hecho a través de rutas falsas,85 significativo hecho que le da validez a aquel antiguo aunque certero adagio: “El camino del infierno, está empedrado de buenas intenciones”. ¿Será posible eso? Sin dejar de reconocer que afortunadamente ha habido políticos mucho muy capaces y con gran sentido económico, otros no lo han sido tanto. Nada más para que evalúe usted los alcances de lo que ahora pretendo decirle, me voy a permitir someter a su consideración algunas de las formas más comunes sobre cómo, una a veces pobre conducción política, ha influido en el campo económico. Le voy a presentar, pues, algunas de tales interferencias, agrupándolas —sólo para efecto de análisis— en tres Cito una frase de Milton Friedman que viene muy al caso: “Uno de los más grandes errores, es juzgar a las políticas y programas por sus intenciones, en lugar de por sus resultados”.
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grupos: a) Ejemplos de la Historia; b) Conveniencias aparentes, y c) Desinformación. ¿Me acompaña? a) Ejemplos de la Historia. Uno de los economistas capaces que —entre otras cosas— logró estabilizar la moneda en Alemania después del fenomenal embrollo inflacionario ya descrito de los años veinte del pasado siglo XX (inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial), fue, como ya le mencionaba: Hjalmar Schacht.86 Una vez resuelto ese fenomenal conflicto inflacionario, y ya bien entrados en la siguiente década —los años treinta—, estando Alemania bajo la “dirección política” de Adolfo Hitler, ¿considera usted que un economista de su talla, no se dio perfecta cuenta que el monumental rearme ordenado por Hitler, repercutiría en un rebote inflacionario, al producirse el temido desfasamiento entre circulante y bienes, al dedicarse un anormal esfuerzo financiero y humano a la producción de armas, en vez de orientarlo hacia la gran cantidad de cosas que la comunidad consumía? Por supuesto que lo supo, e incluso cada
Hjalmar Schacht (1877-1970), muchos le reprochan el haber sido ministro de Economía bajo el régimen nazi de1934 a 1937, aunque en opinión del autor, este economista fue también de alguna forma influenciado —anímicamente hablando— por los errores y perspectiva revanchista de los tratados de Versalles, Trianon y otros firmados en Francia después de la Primera Guerra Mundial, los cuales llevaban implícita una concepción sociológica que debe quedar superada —como veremos enseguida—, prueba de ello, que sembraron la semilla que desembocó, como bien señalaron muchos analistas en su momento, en la Segunda Guerra Mundial. Cabe mencionar en su defensa —aparte de que el análisis aquí expuesto, sólo es relativo a su desempeño como economista— que nunca se afilió de forma voluntaria al partido nazi, (aunque lo nombraron “miembro honorario”, tratando de hacerlo más de su lado) y este personaje estuvo en total desacuerdo con la política antisemita, y sobre todo, con el monumental gasto del rearme bélico, factor que derivó en su destitución en 1937. Aunque, por conveniencia del régimen y su gran capacidad, lo mantuvieron como asesor tanto en Economía como en el Reichsbank hasta 1943. Fue acusado por los nazis de haber estado involucrado en el atentado a Hitler en 1944, por lo que lo mantuvieron en un campo de concentración hasta el final de la guerra.
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vez que pudo, se lo expresó —en privado— al patético personaje descrito. Ahora bien, y sólo para poner de relieve la subordinación del aspecto económico al político… ¿Pudo en la práctica este destacado economista haber modificado en un solo milímetro la determinación obsesiva que ya tenía preestablecida ese tan nefasto dictador? Dudo que ni siquiera hubiera podido haber hecho pública la más leve observación. Entre tantos casos similares que exponen dicha subordinación económica a la conducción política en turno, le comento sólo uno más: otro de los más destacados economistas y conocedores del tema monetario, fue nada menos que Milton Friedman, quien tuvo la oportunidad privilegiada de haber asesorado a varios presidentes de Estados Unidos. Ahora bien, le voy a elaborar una importante pregunta a usted, estimado lector, que ahora mismo se dispone a darle vuelta a la página: tomando en cuenta que uno de los presidentes que tuvo oportunidad de asesorar fue nada menos que Richard Nixon… ¿Considera que este experto en materia económica no se dio perfecta cuenta que, por decir, la guerra de Vietnam —independientemente de su validez moral o falta de ella— estaba consumiendo una enormidad de recursos financieros y humanos, lo que sin duda alteraba el crucial balance entre “circulante” y “bienes” citado, y ponía en serio riesgo el buen desempeño económico de su país?87 No es casual el hecho que, justamente a principios de los años setenta —en plena guerra de Vietnam—, fue el inicio de una ya después crónica balanza comercial negativa de EU, misma que derivó en su creciente y entendible endeudamiento, dado que, una anormal cantidad de recursos humanos y financieros fueron empleados en un inusitado esfuerzo bélico, mismo segmento que fue disminuido de la normal productividad de bienes y servicios. https:// es.actualitix.com/pais/usa/estados-unidos-balanza-comercial-dolares.php
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Ni por un segundo tampoco dude que lo supo a la perfección, pero este notable economista quedó sujeto a una determinada dirección geopolítica, fuese acertada o no. Y ya que tocamos el tema, y como un comentario muy al margen sobre la validez moral de dicha guerra —ya que muchos asegurarán que estábamos en plena guerra fría, y “había que frenar el avance comunista a como diera lugar”— le comento que a mi parecer, a menudo los seres humanos seguimos rutas complicadas y a veces hasta inmorales, sin antes haber agotado hasta el extremo nuestra capacidad de diálogo y haber empleado de forma sabia, constructiva y correcta la capacidad transformadora de la verdadera dialéctica.88 Arriesgándome aún más a que considere que el autor está fuera de sus cabales, le compartiré una anécdota que me tocó vivir, ya que estimo que viene al caso… Cuando tuve oportunidad de escribir mi primer libro,89 mantuve la siguiente conversación con uno de los directivos de la editorial90 que lo publicó: Una de las acepciones de esta importante ciencia es el buen uso de la argumentación, tratando de mejorar la evolución social y desarrollo humano valiéndose del aporte de las ideas o fuerzas contrarias; aunque, para su mejor desempeño, se hace necesaria la adopción de una postura filosófica y humanista más acorde a la realidad, como pretenderé describirle en algunas de las siguientes páginas. 89 El Sistema que sigue —¿comunismo o capitalismo?—, Editorial EDAMEX (1984) ISBN 968-409-030-7. 90 Lic. José Manuel Colmenares Grünberger (subdirector) quien desempeñó un papel muy destacado e invaluable en la Editorial EDAMEX. No piense el lector que el autor estaba fuera de sus cabales (o tal vez, necesito acudir a un centro de verificación cerebral) sólo me sentía hasta cierto punto involucrado en ese proceso ideológico, ya que, en mi remota juventud, le concedí viabilidad a la postura “socialista”, situación que se modificó al analizar más a fondo el tema (tanto en la teoría como en su aplicación práctica), lo que me hizo sentir empatía por quienes veían eso como una alternativa viable, y consideré que la solución no era matarlos, sino sólo hacerles ver lo que en realidad significa para la ciudadanía un sistema así. 88
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—Tocayo —así le decía a tal ejecutivo— permíteme que vaya, como si fuera un vendedor o colaborador de tu empresa a promover este libro a Centroamérica, ya que la “revolución” cubana (principios de los años ochenta) acaba de ser trasplantada a Nicaragua, y están amenazando con extenderla a toda el área centroamericana… —Claro —me contesta— ojalá todos nuestros autores hicieran lo mismo con sus obras, pero… ¿Por qué haces eso? —La solución ahí —le insistí— no es matarlos, como pretenden hacer algunos, involucrando incluso a los “contras”, sino exponerles la verdad en el aspecto económico, sociológico y filosófico, las tesis marxistas ni de lejos son la solución, los van a perjudicar mucho más de lo que están ahora… y para colmo, perderán su libertad.91 —Acuérdate Juan Manuel —me contesta— que es probable que el mundo se vaya justo en esa dirección. —Ese sistema está tan mal estructurado en todos sentidos —le seguí diciendo— que se va a desfondar desde adentro, yo sé lo que te digo, los únicos que todavía creen en eso, son los que no lo han vivido, como nos sucede en Latinoamérica. Tuve oportunidad de distribuir el libro en toda el área referida,92 y afortunadamente continué publicando libros en esa editorial, y no habían transcurrido ni diez años de la conversación citada, cuando tanto Rusia como China Me permito citarle otra frase de Milton Friedman relativa al tema libertad: “Una sociedad que priorice la igualdad por sobre la libertad no obtendrá ninguna de las dos cosas. Una sociedad que priorice la libertad por sobre la igualdad obtendrá un alto grado de ambas”. 92 Excepto —como comprenderá— en Nicaragua, ya que como sucede en estos casos, sólo su verdad es la única que prevalece, las otras, no son sino meros complots imperialistas. 91
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rectificaron el rumbo, y meses después me llama este mismo ejecutivo por teléfono, cuando ya su servidor casi ni recordaba lo que en su momento hablamos… —He estado recordando tocayo lo que una vez me comentaste —me dijo— cambió por completo el panorama de la guerra fría… ¿Por qué he atormentado aún más al lector refiriéndole esta anécdota? Ahora que le he citado el caso de la guerra de Vietnam, me hizo reflexionar… ¿Cuántas veces nos habrá sucedido en la historia, que hemos sentido la “imperiosa necesidad” de imponer por la fuerza nuestras particulares verdades, provocando infinidad de muertes y gastando cataratas de recursos que nos estaban haciendo falta en otras necesidades básicas? Considero que algo de lo que hemos carecido —y nos sigue haciendo falta— es que, más que buscar “vencer”, debemos pretender “convencer” —o, en su caso, que los otros nos persuadan— sobre determinado punto de vista.93 Antes que considere que el autor perdió de nuevo la brújula y se nos fue en otra dirección, dado que nos estaba hablando de la supeditación del aspecto económico al político,94 y además, considerando que el lector me hizo Hay un sabio refrán anglosajón que dice: “El que trae un martillo en la mano, todos los problemas le parecerán clavos”. Y le añado: lo peor no es tanto eso, sino que a menudo olvidamos que antes de portar martillos, fuimos dotados de boca para expresar nuestros argumentos, y oídos para escuchar los de nuestros semejantes, y más aún, de cerebro para escoger la mejor opción. El martillo, mi estimado y paciente lector, no es sino un elemento artificioso apropiado para un limitado grupo de actividades, y no adecuado para el trato entre seres que nos autodenominamos racionales. Es cierto que hubo guerras —muy lamentablemente lo reconozco— casi inevitables y como una mera respuesta a una agresión (como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, aunque sin dejar de evaluar los hechos que incidieron en ella como fue expuesto), pero, las de Vietnam, Irak y muchas otras, fueron sólo producto de la irracionalidad y limitación sociológica que nos ha caracterizado desde siempre.
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Cabe mencionar que ha sido precisamente por eso, para evitar la dependencia económica al aspecto político, que ha tratado de minimizarse eso en muchos...
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prometerle ante notario público que no iba a requerir de las poco más de 1 440 densas páginas de El Capital para plantearle mi punto de vista, por tanto despreocúpese, no le describiré la multitud de casos donde queda palpable que, todo responsable —en sus diferentes niveles y épocas— de la cuestión económica, quedó siempre sujeto a una —buena o mala— conducción política. Pero veamos ahora a otro tipo de interferencia no menos dañina: b) Conveniencias engañosas. ¿Será posible que el interés de cierto político no sea coincidente con el interés comunitario? En el fondo —como veremos enseguida— todo interés humano sobre el planeta está irremisiblemente asociado al del resto, mas le pido analicemos estos curiosos aspectos. El problema surge, como también veremos, a partir del momento en que alguien interpreta mal o no percibe a cabalidad el proceso de interrelación social —cosa sumamente común—, y por tanto, discurre pasarse de listo, pero, con tal proceder, no sólo perjudicará a los demás, sino el daño que genere, se le regresará a sí mismo. ¡Caramba! ¿Cómo podría darse eso? Creo que ya vino otra vez este enfadoso autor con sus rollos… ¿Qué está pretendiendo decirnos? Se lo puedo plantear mejor con una anécdota que me tocó vivir, si le parece. No hace muchos años, alguien tuvo la atención —o la desgracia, confío no vaya a decir algún lector— de invitarme a un Foro de Productividad Agropecuaria, tema que me interesa sobremanera, motivo por el cual acepté de inmediato… ...países, precisamente otorgándole autonomía al manejo del Banco Central, no obstante, ya en la práctica, no puede evitarse del todo una cierta interferencia del elemento político sobre la cuestión económica, sobre todo en aquellos países con una institucionalidad más frágil.
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Antes de comenzar el evento, al que asistieron algunos legisladores, diversos especialistas en la materia, funcionarios y exfuncionarios de la cuestión agraria; entonces, como una de las primeras acciones, acudí con uno de los organizadores y le pregunté: —¿Puedo hablar sin cortapisa alguna? —Claro —me dice convencido—, para eso te invitamos. Una vez que estuve escuchando con mucha atención las otras interesantes palabras que, en su mayoría, más bien destacaban la “gran importancia” del tema, pronto me llegó el momento de subir al pódium. —Señores —manifesté—, la productividad relativa95 más reducida que en algunos renglones tenemos, como es el caso del maíz, no sólo nos hace más vulnerables y dependientes del exterior, sino produce una innecesaria fuga de divisas y hasta ciertos problemas de salud, y qué creen, la culpa no es de la población, sino nuestra, les explicaré por qué lo considero así… —Estamos cometiendo —proseguí— un error grave con el otorgamiento de subsidios al campo; siento que si bien es indispensable seguir apoyando a nuestros compañeros campesinos, e incluso de una forma aún mayor, no es conveniente hacerlo así, ya que, actualmente otorgamos dichos apoyos de forma generalizada, sin asociarlos con los niveles de productividad que cada uno de ellos obtenga. —Me referiré concretamente —continué mientras observaba la mirada sorprendida de algunos— al caso del maíz, tenemos una productividad promedio cercana a las 2.9 toneladas por hectárea, mientras que nuestros vecinos del norte, con quienes más comerciamos ese producto, casi Glosario: La “productividad relativa” es aquella que está asociada o interrelacionada con la de otros países, principalmente con quienes comerciamos.
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la triplican, con alrededor de 9 toneladas por hectárea, y cosa curiosa, por eso, muchos de nuestros propios campesinos se quejan de que “del extranjero” vienen con un precio mucho más reducido que el nuestro, a pesar que cuentan ellos con una mano de obra más cara, y lo peor es que, los líderes de nuestros compañeros campesinos para nada les explican la verdadera causa de tal contraste: El origen de ese precio más competitivo, se debe a que la productividad de nuestros vecinos es mucho más elevada, cosa que les permite comercializarlo en el mercado internacional a precios más accesibles. Pero, ¿por qué la productividad allá es más alta, si incluso las condiciones climáticas aquí son mucho mejores, e insisto, el precio de la mano de obra es más reducido? —Es cierto que en parte influye —les seguí diciendo— que el minifundio es significativamente menos productivo, y sobre todo para ese tipo de cultivo, que tiene una incidencia menor de mano de obra que la hortaliza, pero, uno de los principales culpables de tal fenómeno, es la forma generalizada y politizada en el otorgamiento de subsidios. —Es imprescindible apoyar —recalqué— incluso aún más a los campesinos y agricultores, pero condicionando dicho subsidio a cierta productividad mínima, aunque creciente, dependiendo de su esfuerzo, partiendo de un mínimo de 5 toneladas por hectárea, de otra forma, no sólo los dañamos a ellos sino al país completo. —Voy a recurrir a un ejemplo96 señores —continué—, imagínense que el dueño de un negocio,97 como quiere aparentar ser muy magnánimo ante su personal, decide Aclaración ociosa: este infausto autor tiene la costumbrita (por si no lo ha notado) de incluir ejemplos en sus barbaridades. Sólo confío que el desgaste ocular derivado del exceso de lectura por tal motivo, no derive en una demanda judicial por parte de algún lector molesto. 97 Nótese que ya no recurrí a don “Juan Pérez”, en virtud que todos aquellos que lleven tal nombre, seguramente ya me andan buscando para apedrearme, por haberlos mencionado en un tan irrespetuoso libro. 96
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que les pagará el sueldo a sus colaboradores, sin importar si van o no a laborar, ¿qué se imaginan que comenzará a suceder? Exacto. Ese negocio cada vez empezará a estar más carente de personal, incrementándose la cantidad de clientes quejosos, bueno, mientras quiebre esa negociación por completo… ¿No les parece? Pues les tengo una mala noticia, el país, no es más que una simple suma de todos, y si las individualidades son improductivas, sólo habrá que sumarlas todas y así de simple será el resultado. —Tenemos que buscar la forma —proseguí— de otorgarlos mediante un sistema ágil —incluso con un poco más de recursos que ahora— pero sólo a los productores esforzados y eficientes. Observen por favor lo que ocasionamos en la práctica: conozco muchos conserjes, albañiles, pintores y otros que están desempeñando otras actividades en las ciudades, pero qué creen, esos que se dedican a otras labores, cuentan con una, dos o tres hectáreas en zonas rurales, cuyo principal propósito es seguir recibiendo subsidio del programa de apoyo, sin preocuparles en lo más mínimo si están obteniendo unas míseras y lastimosas cosechas, y quizá la culpa no sea de ellos, sino nuestra… —Si consiguiéramos —les seguí diciendo— elevar la productividad promedio por hectárea a cinco toneladas o más,98 hagan cuentas, no sólo no necesitamos importar maíz, sino podríamos exportar excedentes… El autor tuvo oportunidad por años de llevar la contabilidad en un rancho de riego, donde se obtuvo en ocasiones una productividad (en maíz) hasta de un 25 por ciento superior al promedio de nuestros vecinos del Norte. Pero eso sí, cuidábamos de forma minuciosa la proporción y el contenido de nutrientes del suelo, PH, riego oportuno, atención inmediata a todo tipo de eventuales plagas, empleo de semilla de calidad y otras cosas. No piense el lector que la relación de la superficie agrícola en México y EU de “riego y temporal”, es muy divergente, en ambos países hay una proporción cercana a una de riego por cada cuatro de temporal. Fuente: En México: INEGI; Encuesta Nacional agropecuaria 2014; en EEUU: https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_irrigated_land_area y https://en.wikipedia.org/wiki/Land_use_statistics_by_country
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—El actual sistema —añadí— de otorgamiento generalizado de subsidios, no sólo afecta gravemente al país en lo económico, sino influye hasta en la salud. El maíz blanco criollo, el nuestro, tiene un contenido menor de carbohidratos y es más apropiado para el consumo humano. El maíz amarillo genéticamente modificado es preferido en el extranjero —por sus componentes específicos—, y precisamente por eso, debido a su mayor potencial para engordar al ganado. Cabe resaltar que también por eso, los industriales foráneos —al procesarlo—, obtienen una cantidad superior de fructosa,99 razón por la cual, los fabricantes de alimentos y bebidas azucaradas locales y del exterior, casi siempre prefieren la fructosa a la sacarosa, ya que tiene un mayor potencial endulzante, a pesar que bien sepan que hace mucho más daño, e influye de manera determinante en la genealogía de multitud de enfermedades crónico-degenerativas,100 pero qué creen, les genera más utilidad. Una vez que concluí mi participación, se abrió de inmediato un espacio de preguntas y respuestas, mismo en el que, confieso, pensé recibir una abrumadora cantidad de objeciones. Pero sorpréndase, todos los presentes estuvieron de acuerdo. La fructosa, a pesar de su “dulce” nombre (jarabe de maíz de alta fructosa o JMAF), influye en su forma refinada muy negativamente en una larga serie de padecimientos crónico-degenerativos como son, entre otros, la diabetes, hipertensión arterial, cardiopatías, problemas renales, digestivos y oculares. Se le añade a muchas de las bebidas gaseosas e infinidad de productos procesados dulces. Puede conocer mucho más sobre el tema en otro de los nefastos libros del autor: El futuro Chatarra del Dr. Gustavo Cruz Santiago y Juan Manuel Ochoa Torres. Editorial SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A.C., es posible descargarlo de la pág.: www.juanmanuelochoat.blogspot.com La sacarosa (azúcar común) es perjudicial para la salud, la fructosa es peor. 100 Si desea saber la razón por la cual las enfermedades crónico-degenerativas derivadas de una mala alimentación, se han convertido en el problema de salud número uno del planeta —y sus efectos—, le invito a que descargue el libro antes citado: El futuro chatarra del Dr. Gustavo Cruz Santiago y Juan Manuel Ochoa Torres, de la editorial de la SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A.C., de la página ya descrita. 99
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Sólo confío ahora, que no me vaya a preguntar usted si se hizo algo al respecto, ya que le fallaré de forma rotunda, porque no se hizo absolutamente nada en ese sentido.101 Y otro favor adicional: no me vaya a preguntar la razón, ya que tendría que responderle: estimo —desde mi particular óptica— que se consideró por alguien como “políticamente inviable”, o sea, no convenía modificar tal esquema, así de sencillo.102 Se perdería clientelismo político. Justo a eso me refiero cuando considero que una indebida y mal enfocada conveniencia política personal, no es sino una mera interferencia en el proceso económico. Imagínese por un segundo que el encargado del aspecto económico, le plantease a su líder político la necesidad de condicionar el otorgamiento de apoyo al renglón agrícola y forestal —aunque fuera incrementándolo—, pero, dependiendo de la productividad que cada uno logre. Si se condicionase por decir, en el aspecto forestal, el apoyo dependiendo del número de árboles sobrevivientes por predio… ¿Podría aceptarlo un líder, si quizá, ganó la elección debido a la gran cantidad de dádivas que ofreció a fin de ganar la elección? ¿Consideraría usted por tanto que éste sería un caso de “interferencia” política desafortunada en el proceso económico que busca generar bienestar generalizado?
De ninguna manera pretendo señalar como responsables a los organizadores de tal evento, ellos actuaron de manera profesional y con excelente buena voluntad, y seguramente la decisión política (o falta de ella) se tomó en otro sitio, aunque, desde mi particular punto de vista, quizá sólo se diluyó en el a menudo complejo engranaje burocrático. 102 Todo político de corte populista, será mucho más vulnerable a no modificar un esquema como el descrito, ya que ellos estarán aún más inclinados a ser considerados como seres extraordinarios e increíblemente generosos, aunque en la práctica, bien sepan (espero) que dañan más de lo que benefician. 101
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Cambiemos de escenario, y vayamos ahora, aunque de forma imaginaria al caso del presidente de una nación desarrollada —donde también se dan estos casos, aunque en menor medida—, cuyo líder hubiera realizado su campaña sobre postulados un tanto inexactos o incompletos. Aprovechando que estamos haciendo un mero ejercicio mental ficticio, vamos a imaginarnos que, en la mismísima oficina del jefe máximo de esa nación, de pronto, uno de los más importantes asesores externos, tiene la osadía de hacerle ver a su presidente, que la elevada migración ilegal que ese país recibe, no es sino una mera y simple consecuencia de otro problema, cuya genealogía esa administración ha soslayado de manera deliberada. Y dicho consejero, en un gesto de gran temeridad política —sabedor que lo que diga a tal personaje no le agradará en lo más mínimo, lo que quizá lo hará perder su cargo de asesor—, le hace ver, aunque con toda la cortesía que puede, que su postura migratoria es incorrecta, ya que ese fenómeno no es sino un simple efecto de esa cuestión demográfica que él ha decidido no tocar. Le sigue diciendo éste tan atrevido e imaginario consejero, que en la mayoría del mundo subdesarrollado, la tasa de crecimiento poblacional es aún un poco más elevada de lo normal, y que, en consecuencia, en muchos de esos países, el período de duplicación poblacional se realiza en períodos que van de los 25 a los 45 años, espacio de tiempo demasiado corto que no les permite poder doblar toda la infraestructura necesaria en renglones clave como sería educación, empleo, agua potable, drenaje, vivienda, policía, transmisión de valores e infinidad de aspectos más, ni tampoco abatir los déficits acumulados a lo largo de las décadas o reponer parte de ella que ya sobrepasó su vida útil, hecho que, a su vez generará, de forma un tanto imperceptible, lo siguiente:* * Si cualquiera de los lectores desea ser atormentado aún más por este tan irreverente libro, recomiendo la lectura del apéndice.
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—Observe usted señor presidente cómo —le dice de la forma más respetuosa que puede—, al enfrentarse tales naciones a una amplia gama de necesidades insatisfechas —que además se interrelacionarán perniciosamente dichas carencias entre sí—, no sólo produce deficiencias graves, sino influye en crecimiento de violencia, genera descontento social hacia el gobierno en turno, ahuyenta la inversión que tanto requieren, y para colmo, repercute sobre nosotros también, ¿por qué? Un cierto porcentaje de su población, como sería lógico suponer, buscará emigrar. —Y le recuerdo señor —prosigue— una cierta cantidad de inmigrantes legales podrían ayudarnos en muchas labores productivas clave, aunque, usted lo sabe, si ese flujo es ilegal y sobrepasa determinados límites, y para colmo, se trata de personas sin la debida formación educativa y cívica, coincido que eso generará problemas. En este tan imaginario y casi impensable escenario, seguramente el líder político de ese país desarrollado, es probable que no haya tenido nunca ni la más remota idea del enfoque diferente que le está planteando ahora ese asesor externo suyo, no obstante, en parte está reconociendo en su interior, que jamás tuvo la curiosidad suficiente para investigar sobre el tema, dado que estaba ocupado en sus negocios personales. Y, por más que de forma interna y parcialmente acepte lo que se le acaba de plantear, también reconsidera un poco su postura anterior sobre el tema, y comprende mejor que, el hecho de haber interpretado multitud de carencias de países subdesarrollados como mera ineficiencia gubernamental, en efecto, podrían haber estado influidos ellos en gran medida por lo que acaba de escuchar. Calladamente reconoce que en efecto, la migración podría ser sólo una —entre otras— de las consecuencias 121
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de eso, aunque el tema no deja de incomodarlo, ya que la perspectiva que mantuvo durante toda su vida, no puede ser modificada de golpe. Pero lo que de plano no esperaba ese importante político, es que ese tan atrevido consultor externo aún no termina. Sigue diciéndole de la forma más cortés que puede, que en virtud que esa animadversión a la migración que ha planteado ante la ciudadanía, está mal enfocada, y que, si acepta que ella no es sino una más de las manifestaciones externas o efectos negativos del desfase sociodemográfico referido, debe considerar muy bien que, desde que inició su mandato, canceló todo tipo de programa informativo en tal sentido en los países en vías de desarrollo, hecho que hubiera coadyuvado a eso que ahora su país padece, cosa que en cierto momento —enfatiza—, la ciudadanía se dará cuenta, lo que le afectará a él en lo personal de forma muy negativa. Semejante planteamiento cada vez le desagrada más al señor presidente, aunque decide de momento no expulsarlo de su despacho, en cierta forma para ver hasta dónde llega su atrevimiento. Por tanto, intuyendo ese consejero que su labor de asesoría terminará pronto, y dado que él en su fuero interno sabe que debe decir las cosas por su nombre y siguiendo su propia convicción, aprovecha ese breve espacio de tiempo y prosigue: —Si efectivamente construye un muro —sigue diciendo ante la mirada atónita de su jefe—, eso no sólo se convertirá en un costosísimo, antiecológico e inservible monumento a la irracionalidad, sino algo peor, en su momento, la mayoría del pueblo se dará cuenta que los problemas sólo se resuelven cuando se atienden las causas que los originan, y no sólo cuando se le da atención a los efectos que producen… 122
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—Por lo tanto —prosigue— lo más sensato en lo relativo a la migración, sería propiciar la difusión de mensajes claros, entendibles y perfectamente fundamentados que hagan ver en todo el mundo y los propios países subdesarrollados, los alcances y enorme repercusión socioeconómica real que un perfil demográfico más equilibrado y manejable tendría sobre ellos mismos y el entorno global. —La población mundial, señor presidente —añade— es capaz de reaccionar de forma adecuada, pero a condición que esté debidamente informada, y, si nosotros no ayudamos en tal sentido, sólo le seguimos el juego a los grupos ultraconservadores que se oponen a ello, por la simple razón que no se han tomado la molestia de analizar a fondo el tema, y le aseguro, las consecuencias serán nefastas para todos… —Algo muy similar —diplomáticamente agrega mientras se le permite hablar— sucederá con las drogas, la sola idea de resolver ese gravísimo problema con muros, es hasta ridícula, mire, si hiciéramos diez muros por los cuatro costados, mientras continuase el consumo, le puedo asegurar que las drogas se continuarán produciendo, quizá desde dentro de nuestro propio territorio, aunque tal vez de forma sintética. —La única alternativa —sigue diciendo este insistente aunque imaginario asesor— para acabar con ese terrible problema, sería conveniente irnos al fondo del asunto y la estrategia tiene que ser otra. No olvidemos —sostiene— que nos enfrentamos a una adicción sumamente grave y extendida en ciertos sectores de la comunidad, pero, nuestro gran pueblo ha sido capaz de reaccionar y salir triunfante en otros problemas peores, y estoy convencido que saldrá victorioso también en esto, siempre y cuando, eso sí, nos enfoquemos al verdadero origen del problema, y no sólo a sus manifestaciones externas: 123
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producción y tráfico, sino más bien, al consumo, y a las causas sicosociales que actúan sobre él. Cuando estaba el presidente de este tan ficticio escenario a punto de solicitar el apoyo del personal de seguridad para sacarlo del recinto, éste nada sutil consejero aprovecha sus últimos momentos ahí y prosigue: —Sólo podríamos triunfar en esto señor presidente, hablándole a nuestra gente no tanto con soluciones simplistas o aparentemente fáciles de realizar, por más que sean redituables desde un punto de vista electoral, créame, nuestra comunidad es perfectamente capaz de reaccionar de manera extraordinaria, si se le habla con la verdad, exponiéndole de manera clara los riesgos a que nos enfrentamos y sus terribles consecuencias. Eso podría acabar con el consumo, que es el verdadero problema de fondo. —Por ello —continúa—, sugiero mejorar mucho más la estrategia y apoyarnos en medios, escuelas, padres de familia, organizaciones de toda índole, expertos y además, hacer ver la importancia de retomar los valores que hicieron grande a nuestra nación, lo demás, son paliativos que sólo nos harán perder más tiempo valioso. El pueblo, mi estimado señor, es capaz de reaccionar de una forma que usted no se imagina, y al contrario, si se dan cuenta después, como creo que sucederá, del mal manejo que se hizo en su momento del asunto, tendrá resultados políticos adversos. Cuando este osado asesor observa que su ahora exjefe oprime un botón para ordenar que lo acompañen a la puerta principal, decide salirse por sí mismo. Momentos después, en éste tan imaginario escenario, un hipotético líder así, no podría evitar reflexionar en su sillón: 124
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—¿Qué tal que tuviera cierta razón este tipo? —Se diría muy pensativo— Pero, toda mi campaña, estrategia y proyecto político se fue en otra dirección... ¿Valdría la pena modificarla? Aunque en tal caso… ¿Qué pensaría el sector que aún me apoya? Y luego… ¿Cómo reaccionarían los grupos ultraconservadores que me siguieron, si les dijera ahora que debemos volver a impulsar las campañas de estabilización poblacional para beneficio de todo el planeta, y que el calentamiento global sí es una realidad? Aunque —medita también—, quizás otros aciertos que pudiera tener, como la modificación tributaria, podrían incrementar la productividad y el empleo, lo que minimizaría otras cosas… En fin, creo que necesito dialogarlo con mis asesores personales, ellos sí son listos y están de acuerdo conmigo en todo, no como este tipo que acaba de salir. ¿Considera posible estimado lector, que se diera un tan disparatado escenario como el descrito? Y en caso de ser factible tal situación, ya que estamos dejando volar la imaginación… ¿Podría rectificar su estrategia un líder como ése? Difícilmente, ya que, simplemente, no sería conveniente desde una limitada perspectiva política. Ahora bien, ya sólo para efectos de análisis de unas eventuales “interferencias”, derivadas a su vez de supuestas conveniencias o hasta errores personales… ¿influirían ellas —de darse—, de forma negativa en un determinado rumbo económico? Considero que la respuesta es obvia. ¿No le parece? Pero dejemos de imaginarnos cosas, y volvamos a este terrenal mundo, antes que uno de los ya tan atormentados lectores vaya a solicitar el ingreso del autor en un centro siquiátrico. 125
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Por ello, ya en el campo de la realidad, podríamos tener otra duda más: ¿Este tipo de “interferencias” podrían para colmo asociarse con otro elemento sociológico? Le pido juzgue por sí mismo: c) Desinformación. Por si fuera poco lo anteriormente dicho, el elemento que a continuación describiré, afecta también de manera muy especial todo buen desempeño económico. ¿Si un sociólogo o supuesto filósofo cuenta con una perspectiva falsa, podría influir en el terreno económico, toda vez que eso repercutiría en la forma de actuar de algunos? Antes de irme un poco más al fondo del asunto, le pido una breve pausa para plantearle algo a manera de antecedente sobre lo que le diré enseguida: Quizá le parezca increíble, pero existe una cierta cantidad de líderes que, todavía en la actualidad, creen a pie juntillas —si bien no lo reconozcan de forma abierta—, en la validez, con ciertas variantes, de los ocurrentes postulados de aquel señor Marx ya descrito del siglo XIX. Ése ya referido don Carlos, a pesar de haberse considerado a él mismo y por otros como un destacado economista, sociólogo y filósofo, desde mi modesto punto de vista, simplemente estaba un tanto fuera de la realidad. ¡Válgame Dios! Para colmo irrespetuoso este funesto autor, ¿no? Le describo por qué lo considero así… Primero, desde una perspectiva meramente económica, este inquieto caballero dio a entender que, toda vez que un ciudadano buscase su propio interés, eso no era sino producto de un proceder incorrecto, originado por un sentimiento “egoísta”, y como consecuencia de un artificioso sistema creado para la explotación de unos seres 126
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humanos por otros. Lamento de verdad no haber sido contemporáneo suyo, ya que considero haber estado en posibilidades de demostrarle que la realidad no es como la ha planteado. Como ya le refería, en una forma increíblemente sabia, la Naturaleza, a todos los procesos que consideró vitales, incluso no sólo dentro de la actuación humana, sino en el ámbito del mundo animado que nos rodea, fueron dotados, de forma deliberada, con cierta clase de “estímulo” primario (el propio interés) para que, quien lo siguiese, generase —sin siquiera dase cuenta— de forma invisible y automática, otro objetivo secundario, que casi siempre es el realmente importante. Eso lo veremos en todo estimado lector, dado que, como ya le refería, se aprecia no sólo en el aspecto económico y humano, como le comentaba en algunos capítulos anteriores, sino hasta en la propia Naturaleza: ¿Qué se imagina que induce a crecer a un árbol hacia arriba? Que nos disculpe el travieso de don Carlos, pero, lo que lo impulsa a irse hacia arriba, es un “egoísta” y primario interés de él mismo103 de poder captar más energía solar, para desarrollar mejor la labor de fotosíntesis, Aclaración pertinente aunque necesaria: no faltarán quienes nos digan que los componentes de un árbol y todas sus minúsculas partes “no piensan” ni deciden, puesto que no cuentan con cerebro, y aunque en sentido estricto tienen razón, considero que en infinidad de aspectos del mundo animado que nos rodea, sus células tienen alguna forma aún no conocida a plenitud de poder ir “decidiendo” sobre ciertas cosas. Si lo duda, le invito a que realice el siguiente experimento: plante un árbol pequeño demasiado cerca de otro grande, ¿sabe cómo “decidirá” desarrollarse el chico? Crecerá por completo de lado y torcido, tratando de evitar la “sombra” del mayor, y desplazando su crecimiento hacia el área de más luminosidad solar, aunque por ello, su tronco quedará muy inclinado y poco estable, incluso hasta con cierto riesgo de caer. Lo notable de semejante proceder, es que algo en su interior lo hizo actuar así, y haberse ido en pos de la energía solar. Pareciera en ocasiones que somos precisamente los humanos quienes no aprovechamos bien el cerebro del que nos preciamos tanto.
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para lo cual, extiende su tronco y ramas hacia arriba y los costados para, de esa forma, lograr ése su “propósito primario” (le pido observe cómo, si está entre otros de su género, notará que crecerán aún más, pero principalmente hacia arriba, dado que sienten como que están en cierta competencia con los que están a su lado, y todos ellos tendrán un fuste —tronco— más alargado) pero qué cree, ése en apariencia “egoísta” interés del árbol, —mismo que tanto le preocupaba a don Carlos— genera otro beneficio secundario e invisible: desarrolla de forma adicional o añadida multitud de objetivos consecuentes básicos, sin los cuales, hasta la sobrevivencia humana y la ecología, no podrían salir adelante como se debe. ¿Qué será lo que hace que las abejas estén tan atareadas trabajando? ¿Seguirán una especie de misterioso protocolo secreto o instructivo invisible que les señaló la importancia de la polinización? Lamento decirle que no fue así, actúan de esa forma porque van detrás de ese mismo “egoísta” objetivo primario: su nutrición y el posterior almacenaje de excedentes de una serie de azúcares vitales para su sobrevivencia. No obstante, con su actuación, sin siquiera darse cuenta, consiguen algo mucho más importante y crucial para la Naturaleza toda: realizan ese otro objetivo secundario que es nada menos que la polinización. Así le podría citar infinidad de casos similares. ¡Pero se olvida este tonto autor de la búsqueda de la igualdad humana! —Seguro me dirán otros— por lo que le añado algo que, a primera vista, le podría parecer ilógico: si buscamos la igualdad como un objetivo primario, echamos a perder la sopa. ¿Qué? ¿Cómo puede atreverse a decir semejante cosa? Sin una cierta desigualdad en todo lo que nos rodea en el Universo, ¿sabe que sucederá? No funcionaría absolutamente nada, de ese tamaño son las cosas… 128
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Le cito un ejemplo: cuando tomamos una ducha hoy por la mañana, ¿sabe qué fue lo que hizo salir el agua por su regadera? Había una especie de “desigualdad” entre la presión del tinaco de la azotea de su casa con la de esa pequeña pieza que le arrojó el agua sobre su cuerpo, de haber trabajado en su vivienda algún genial plomero o técnico “igualador”, como el vivaracho de don Carlos, se hubiera quedado sin su proyectado baño, ya que, al girar usted su llave, podrían haber caído sólo tres gotas… (mismas que considero hubieran sido insuficientes, a menos que usted fuera un extraordinario economizador de ese vital líquido). ¿Pero por qué?, ése su también travieso plomero “igualador” dejó las presiones iguales, y así, le aseguro, el agua nunca correrá por la tubería. Lo que hace caer la lluvia, no lo creerá, también es producto de una larga serie de desigualdades: Primero, diferenciales de calor y presiones, evaporaron el agua del océano, otras disparidades físicas como el movimiento del viento, rotación del planeta y otras, trajeron las nubes hasta acá. Más tarde, otras de tipo eléctrico, presión y temperatura se encargaron de hacer caer ese vital líquido sobre ese lugar donde se encuentra. Si hubiera igualdad absoluta en nuestra comunidad, también se paraliza todo… ¿Sabe qué es lo que hace que ese taxista conocido suyo de la esquina lo lleve a su destino? Hay una invisible “desigualdad” no sólo en cuanto a sus actividades, profesiones, capacidades, tiempo e infinidad de cosas, sino también esa desigualdad se dará hasta entre el contenido de la cartera de usted con la de él, cosa que ese compañero taxista buscará subsanar en parte mediante la prestación de un servicio. Por un momento imagínese (ojalá que así suceda) que ese eficiente conciudadano nuestro y amigo suyo ganase el premio mayor de la lotería, y se convirtiera de golpe en un 129
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personaje inmensamente rico. Al día siguiente de haber cobrado su premio, ¿lo llevaría de nuevo a su destino? Considero que no, dicha “desigualdad”, tal como estaba, desapareció, aunque hora ya está en otro sentido, y quizás ahora sería él —como ya lo conoce y usted fue su cliente y amigo por años— quien le solicita su asesoría en inversiones —valiéndose de esa misma aunque diferente “desigualdad”—, y qué cree, podría usted aceptar proporcionársela, valiéndose de ese mismo diferencial actual entre los recursos, experiencia, conocimientos de ese extaxista amigo suyo y usted. ¿Curioso, no? ¡Vean nada más lo que está diciendo este atolondrado autor! ¿Entonces pretende usted que la igualdad no deba buscarse? ¡Por supuesto que es imperativo perseguirla siempre! Aunque por la vía correcta: buscando más bien una sociedad con igualdad de oportunidades. No obstante, eso sí, es imprescindible ver las cosas bajo la óptica de la realidad: La pobreza no es una causa en sí misma, sino un mero efecto o consecuencia de otras cosas, entre ellas, falta de educación o capacitación, inadecuada actitud a veces, incorrecta utilización de los recursos disponibles —a menudo el propio tiempo—, falta de planeación familiar en ocasiones, desfavorable entorno económico y otros factores. Y deberán ser las causas reales las que, sin duda alguna, debemos tratar de modificar con el mayor de los empeños de que seamos capaces. Ahora bien, no debemos sorprendernos cuando veamos a muchos políticos —sobre todo los que podríamos catalogar como populistas, de los cuales encontraremos más en los países en proceso de desarrollo—, mismos que, casi como regla, al tener una visión más limitada, atacarán de manera incorrecta el efecto, dejando casi intactas las causas que son las que en realidad le dan origen a graves problemas socioeconómicos. 130
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Ahora sí, mi paciente lector, pasemos al aspecto sociológico o filosófico ya citado —mismo que estará irremisiblemente interrelacionado en todo tipo de actuar humano—, ¿será verdad, como afirman algunos, que los intereses humanos están de alguna forma contrapuestos, y se da en realidad una especie de disociación, enfrentamiento o “lucha de clases”? Desde el punto de vista del autor, semejante postura sólo es producto de una percepción por completo superficial, limitada y casi podríamos decir un tanto infantil, aunque sin pretender culpar tampoco a los autores que han sido víctimas de ella. ¿A qué me refiero? Ha habido infinidad de autores en el aspecto sociológico, o incluso “filosófico” —de forma muy trivial a mi parecer— que han dado por sentado que existen dos clases de intereses en todo tipo de interrelación humana: los intereses “racionales” (que van paralelos, como los de un padre y su hijo, o esposo-esposa) y, en contrapartida, los “irracionales”, los cuales están de alguna manera enfrentados, son “contrarios” o contrapuestos (como supuestamente serían los de un patrón y un obrero, o los del ciudadano de una sociedad cualquiera con los de otro país vecino o lejano) ¿Qué hay de cierto en esto? En el fondo, todos los individuos y naciones del globo estamos sujetos a intereses “racionales” —usando esa misma terminología— y van perfecta y absolutamente de la mano unos con otros, aunque, el significativo hecho de no haberlo percibido así, no quiere decir que no haya operado desde siempre este mecanismo, lo único que sucedió, fue que la superficialidad y limitación tan grande en nuestro juicio —sociológico en este caso— nos impidió visualizarlo de manera correcta y completa. Ello generó a su vez, el que hayamos producido todo ese fenomenal daño recíproco y autoinfligido que nos hemos causado unos a otros, limitando extraordinariamente el 131
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desarrollo universal y generalizado de forma brutal y vergonzosa para el género humano. ¡Diantres! ¿Tendrá algo de razón este despistado autor que tanto nos atormenta con sus teorías? Le añado algo más: esa tan reducida y pobre visión sociológica y filosófica humana, hizo que ni siquiera nos diéramos cuenta de algo sumamente grave: la mayor parte de nuestros congéneres regresan a la tierra con su potencial casi intacto y sin haberlo explotado, mayoritariamente como consecuencia de éste en apariencia inofensivo —aunque erróneo— enfoque sociológico y filosófico. No me explayo más en el tema dado que el presente libro es de naturaleza económica.104 Sin embargo, no puedo resistirme a plantearle tan sólo tres ejemplos, donde creo que quedará un poco más claro lo que pretendo decirle: Asad siempre fue un ciudadano como tantos de un país árabe, lamentablemente, debido a la muy negativa influencia de un grupo fanático y violento, creyó que era casi su deber forrar su cuerpo de explosivos y hacerse explotar en un concurrido centro comercial europeo. Ese grupo le había convencido de algo que usted no creerá: que tal acción no sólo le daría a Asad acceso inmediato a un encantador lugar celestial, sino que además, con ello castigaría de forma justa —le aseguraron— a quienes debían ser considerados como “enemigos” de su propio pueblo y creencias. En otro de los libros del autor llamado Violencia o desarrollo, podrá apreciar en una forma un poco más amplia a lo que me refiero. Tal libro lo puede descargar de la misma página citada www.juanmanuelochoat.blogspot.com Y, en su segunda parte, donde se alude el tema “sociología” podrá apreciar de manera un poco más amplia a lo que ahora me refiero, incluyendo un mucho mayor número de ejemplos que demuestran de manera fehaciente lo que afirmo.
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Lamentablemente si bien Asad llevó a cabo su propósito, las consecuencias reales de tal acción produjeron otros muy diferentes efectos a lo que él pensó, mismos que no eran para nada coincidentes con lo que le dijeron a él con tanta seguridad. Lejos de haber sólo perjudicado a un “enemigo” de su país, el daño que ocasionó Asad, al haber disminuido en una pequeña proporción la capacidad productiva europea, ello a su vez redujo en otro leve porcentaje el potencial de compra, empleo y turístico de dicha zona, lo cual hizo —jamás se imaginó eso— que repercutiera de cierta manera también sobre el mismísimo lugar de origen de Asad, ya que redujo en el área dañada, aunque de manera invisible, los eventuales visitantes hacia su propio lugar de origen, su capacidad de adquirir los productos elaborados en su tierra natal y para colmo, la posibilidad de recibir otros inmigrantes paisanos suyos, aparte de muchos otros efectos que se le vinieron de regreso a su país, amigos, familiares y descendientes. En la dimensión donde ahora se encuentra Asad —aunque ya nada puede hacer al respecto—, descubrió horrorizado —pero demasiado tarde— otra realidad completamente distinta: el Dios de su grupo, de cristianos, hebreos, hindúes y absolutamente todos los habitantes del planeta Tierra y del Universo, es exactamente el mismo, y ahora acaba de darse cuenta, para su sorpresa, que ese Ser Supremo jamás quiso la realización de semejantes actos. También se acaba de enterar Asad que, en la dimensión que dejó irremisiblemente atrás, no sólo efectivamente perjudicó a los europeos, segando tontamente la vida de personas inocentes, algunos de los cuales hasta simpatía tenían por la nación de Asad, sino lo peor fue, que el daño se le regresará de muy diferentes maneras a todos los suyos. Ahora que muy tardíamente se enteró de otra realidad, 133
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comprende extraordinariamente angustiado que sólo fue víctima del mismo y vulgar engaño en que desde siempre hemos caído los humanos. Le comparto ahora el ejemplo de dos empresarios que de alguna forma tuve oportunidad de conocer en el desempeño de mi labor profesional: el empresario “A” trataba de retribuir a sus colaboradores de la forma más reducida que pudiera, jamás pensó en capacitarlos, no cuidaba como se debe la calidad, y siempre trataba de pasarse de vivo en cuanta cosa pudiera. En cambio, el empresario “B” actuó exactamente al revés, trató siempre de retribuir a su personal de la mejor forma que le fuera posible, implementó una ingeniosa serie de estímulos a quienes tenían un mejor desempeño laboral, capacitaba a su personal, se mantuvo al día con estudios de mercado y técnicos para irse adaptando a lo que el público demandaba, y se esmeró en que sus productos estuvieran a la vanguardia en lo que a calidad se refiere, así como a una a veces cambiante preferencia ciudadana. Ya ni le digo de los resultados tan diferentes que tuvieron ambos: el primero no sólo tenía una rotación de personal elevadísima y contraproducente por las condiciones laborales que ofrecía, la calidad en sus productos (elaboraba calzado) fue decreciendo hasta el grado que muchas zapaterías ya no los aceptaban por las continuas quejas de clientes, se fue atrasando con los pagos a proveedores, hasta que desapareció del mercado. Y, en el caso de ese mismo empresario “A”, aunque bajo un contexto social más amplio… ¿se dañó sólo a sí mismo? Por supuesto que no, aparte de lo que en primera instancia se autoinfligió de forma casi inmediata, el perjuicio se extendió hacia sus colaboradores, clientes, familia, proveedores y descendientes, y más tarde, se le vino otra acción secundaria —invisible— que ni de lejos percibió: 134
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Contribuyó en una pequeña proporción a que la productividad de la comunidad a la que pertenecía decreciera, aunque fuera en una ínfima proporción, disminuyendo el gran total de bienes y servicios, lo que a su vez, también en otro minúsculo porcentaje —aunque él ni se enteró—, repercutió un poco hasta en la marcha de la economía de su país, imagen colectiva y otras cosas de las que él tanto se quejaba respecto a su comunidad. Jamás se imaginó que el gran total producido de su país, no es sino una mera resultante de la forma de actuar de todos. En el caso del empresario “B” sucedió exactamente lo contrario, lo que redundó en algo por completo distinto: Sus colaboradores, clientes, proveedores, familia, y muchos más, recibieron diversos efectos favorables, mismos que, aunque fuera en una minúscula proporción llegarían hasta a los descendientes de ellos. ¿Considera usted posible, estimado lector —como sostienen algunos—, que los intereses humanos están de alguna forma disociados, enfrentados, o en una permanente “lucha”? Una manera de interpretar la interrelación social de tal forma, como le decía, no es sino producto de una superficialidad extrema, y lo peor es que esa idea aún prevalece en muchos. Podría plantearle algo similar en todo tipo de acto humano: en la relación padre-hijo, esposo-esposa, patrónobrero, profesor-alumno, líder político-ciudadano, productor-consumidor y en cuanta relación social venga a su mente, y en ellos vería cómo —para bien o para mal—, la más pequeña o grande acción, se proyectará irremisiblemente de una forma u otra no sólo hacia los demás, sino, se le regresará al propio emisor con todo cuanto haga. Le aseguro sin temor a equivocarme: no existe forma de actuar sobre el planeta Tierra que pueda eludir un determinado y consecuente efecto sobre los demás, y luego, sobre sí mismo de regreso en muchas y muy diversas formas. 135
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No me extiendo más, ya que usted me hizo —como le decía— declarar ante Notario Público que no lo iba a atormentar con un libro demasiado extenso. No obstante, como me encanta afligir al lector con cuanta cosa pueda, le amenazo —perdón— con sólo un ejemplo más, aunque ahora recurriendo a un inexistente aunque ilustrativo caso, pero de tipo antropomórfico:105 En un caballero —hipotéticamente hablando— que va caminando por la calle, de pronto, en su interior, sin que él ni de lejos se percate, de entre todas las miles de millones de células de su organismo, unas de ellas dijeron haber hecho un descubrimiento asombroso: Aseguraron —pertenecían al tejido muscular— que estaban siendo víctimas de una irracional explotación, ya que, afirmaban muy convencidas —aparentando mucha erudición y seguridad en lo que decían—, que habían realizado un profundo estudio “científico” sobre la interrelación celular, el cual mostraba que, como eran ellas las que movilizaban al cuerpo, en consecuencia, tomarían control total del organismo, dado que, sólo ellas trabajaban,106 y además, para colmo, sostenían indignadas, la distribución de sangre, nutrientes y oxígeno, se llevaba a cabo de forGlosario: Antropomórfico significa “de forma relativa al ser humano”. Hago uso de este tipo de ejemplo sólo con propósitos didácticos, ya que como bien me podría decir alguien: las células no cuentan con capacidad de decisión, aunque como también le mencionaba, podemos deducir que ellas cuentan (elemento aún no suficientemente estudiado) con algún tipo de directriz de actuación que, con los años, iremos conociendo. 106 El tejido muscular forma parte del cuerpo humano en alrededor de 40 por ciento de su masa, sus células —de muy diversos tipos— se especializan, entre otras cosas, en actividades de tipo “contráctil”, lo que hace que muchas de ellas tengan una forma alargada, significativo hecho que nos permite movernos. Este tejido está estratégicamente distribuido e integrado en diversas partes del organismo de los seres vivos pertenecientes al reino animal. Anatomía humana, Alfredo Ruiz Liard y Michel Latarjet, Editorial Médica Panamericana. 105
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ma desigual, ya que había partes como el cerebro, ojos, pulmones, corazón, bazo, riñones y otros, que recibían esos cruciales elementos en un porcentaje mayor. Era tan grande su determinación y convencimiento, que pronto emitieron un manifiesto, cuyo lema final decía: “Uníos compañeras, no tenéis nada más que perder que vuestras cadenas”, acción con la cual, llamaron la atención de muchas. En ése que creyeron era un fenomenal descubrimiento, no consideraron que en realidad, todas las partes del cuerpo trabajan, aunque de diferente forma, y que, el bienestar o malestar de todas sus partes, estaba irremisiblemente asociado con el resto, y aparte, el hecho de pretender disociar o enfrentar el interés de unas contra otras mediante la “lucha de clases de células”, era un disparate mayúsculo. Además, dijeron las que no compartían esa “revolucionaria” visión, que si bien parecía ser el tejido muscular el de mayor volumen, el buen desempeño —o deficiente— de cualquiera de las partes, repercutirá de una forma palpable sobre el resto, cosa que —dijeron— les pueden probar de manera fehaciente. Ése supuestamente innovador y ocurrente grupo de células, insistía en que, además, el organismo estaba fraccionado en muchas partes —ellas pertenecían al tejido muscular del antebrazo izquierdo—, por tanto, dijeron, eso ponía de relieve que había “insalvables diferencias” entre ellas, y que, como todas poseían características únicas, al ser distintas a las de los ojos, nervios, sangre, huesos y otras, era imprescindible ser respetuosas de los usos y costumbres de cada una, y debían establecerse divisiones, barreras y autonomías a todo lo largo y ancho del cuerpo. Las más conocedoras mantenían una visión completamente opuesta, asegurando que en realidad formaban 137
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parte de un conjunto indivisible que debía mantenerse integrado, ya que, sólo de esa manera, podrían hacer un frente común ante todo tipo de adversidades, ya que, de otra forma —percibían con cierta angustia— hasta la misma sobrevivencia corpórea estaría en juego. Hacían hincapié en que todas tenían el mismo origen, al haber sido producto de la integración de los cromosomas de sólo dos células haploides107 —espermatozoide y óvulo—, y que, si se habían dividido después en muy diferentes funciones, ello fue sólo para especializarse en diferentes áreas, ya que sólo así, consiguieron optimizar la eficiencia del conjunto. Pero las células que se consideraban a sí mismas como grandes reformadoras, desechaban por completo tal postura, asegurando que esos argumentos no eran sino prueba palpable de una especie de complot opresor para mantener la explotación y hegemonía de unas por otras. Manifestaron además esas revolucionarias células que, el funcionamiento orgánico estaba mal diseñado, ya que toda célula, órgano o tejido —sostenían—, perseguía un “egoísta” interés particular, actitud incorrecta que debía sustituirse de inmediato por otro mecanismo y control centralizado, mismo que ellas implantarían. Las otras respondieron que semejante punto de vista, era una de las tonterías más grandes que jamás escucharon, ya que, sostenían, fue a través de millones de años de Célula haploide es aquella que sólo posee la mitad de los cromosomas (en los organismos superiores como los mamíferos) como sucede con el espermatozoide masculino y el óvulo femenino, la concepción humana se realiza precisamente mediante la integración de ambas células y la consecuente integración de los dos juegos de cromosomas de cada una de ellas. El resto de las células (denominadas también diploides) de un organismo superior, suelen ya contar con los dos juegos de cromosomas (o sea 46). Embriología Médica con orientación clínica, Sandler y Lagman, Editorial Panamericana.
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evolución como se llegó a ese ingenioso y sorprendente mecanismo, el cual, producía entre otras cosas el efecto siguiente: Al perseguir cada célula o grupo de ellas ese estímulo primario, como tal objetivo o “beneficio” individualizado sólo se lograba cuando cada minúscula parte optimizaba o hacía buen uso de los diferentes nutrientes y oxígeno que recibía, eso, de forma automática e invisible inducía algo de extraordinaria relevancia para el resto: la productividad corpórea generalizada, lo que generaba un maravilloso efecto multiplicador y de regreso sobre todas. Y que, el significativo hecho que ni se dieran cuenta de algo tan elemental, indicaba que sus tesis eran inviables y demasiado superficiales. Añadieron que, si quitaban el estímulo primario a cada célula o grupo, de inmediato se desplomaría la productividad y buenos resultados de la labor cerebral, ocular, renal, pulmonar, cardiaca, digestiva, muscular, nerviosa, reproductiva, inmunológica, hormonal y todo lo demás, lo que con toda seguridad haría que la cantidad de beneficios recíprocos hacia el conjunto —incluyendo lo que le llegaba al tejido de ellas, el muscular— cayera mucho más abajo de los niveles mínimos de subsistencia. No obstante, este tipo de argumentos —por más convincentes que pareciesen ser— para nada persuadían a las células revolucionarias, mismas que, más que tratar de analizar la razón que pudieran tener las de pensamiento incluyente, pretendían, a como diera lugar, adueñarse del control total del organismo, para así poder llevar a cabo ésas que consideraron eran sus tan destacadas teorías. Otras células que estaban a la expectativa ante los argumentos de ambos grupos, llegaron a la conclusión que quizá, las reformadoras células ni siquiera estaban tan 139
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convencidas de esos sus argumentos frágiles, sino que, sólo se valían de ellos como un medio o pretexto para conseguir el control total del cuerpo. Mientras, en el exterior, este caballero citado que vimos en la calle, llega despreocupado a su domicilio, disponiéndose a realizar otras actividades. Nunca se hubiera imaginado la curiosa y quizás absurda batalla que se libra en su interior, y por el momento, lo único que podríamos dilucidar desde afuera, es que su sobrevivencia misma dependerá de que la razón prevalezca en todas sus tan pequeñas partes, y se den cuenta que, efectivamente, están integrando el mismo conjunto, y perciban a plenitud que, el bien o mal de unas, estará irremisiblemente asociado al resto. Mas regresando al tema principal del libro, y antes que el autor discurra otro de sus atroces ejemplos… ¿Podríamos decir que, si los ciudadanos de cualquier país, estamos sujetos a éstos y otros tipos de interferencias más, qué clase de defensa podríamos anteponer, si queremos lograr un mejor desempeño de la economía? Ése y cualquier otro riesgo, es posible atajarlo con un creciente conocimiento e información de parte del público sobre los temas cruciales. Mire usted, con toda razón se dijo: “La democracia no es perfecta, pero es el mejor sistema que existe”. No obstante, en ocasiones olvidamos que, para su óptimo desempeño, se requiere de una en ocasiones minimizada contraparte: El adecuado discernimiento y capacidad de juicio de la comunidad completa, ya que, de otra forma, sólo bastaría un planteamiento engañosamente atrayente, simplista o en ocasiones irreal de algunos, para meter a países completos en complicaciones brutales. 140
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Algo más, para lograr ese indispensable desarrollo informativo, es determinante también mantener plena libertad de prensa, ya que, una de las primeras cosas que casi como regla hará todo líder extraviado, que en ocasiones se puede hasta convertir en dictador —sabedor quizá de forma inconsciente de su fragilidad ideológica—, será silenciar, bajo cualquier pretexto, todo tipo de opiniones contrarias. Vea usted el lamentable ejemplo —entre tantos— de Hitler, recordará cómo fue una de las primeras cosas que hizo. Puedo asegurarle que, de haber “permitido” la libertad de prensa, todos sus postulados racistas, antisemitas, beligerantes, de expansión territorial, odio y demás extravíos, jamás hubieran prosperado, una vez que hubieran surgido —incluso dentro de su propio país—, argumentos superiores, sólidos, sensatos y posturas ideológicas contrarias, mucho más apegadas a la razón. ¿No lo cree? Algunos podrían afirmar: pero también pueden surgir ideologías sin sentido, como las de las células “revolucionarias” del último ejemplo. Es cierto, aunque —atención— ante tal eventualidad, sólo se pondría de relieve aún más la necesidad de poseer un mayor nivel de conocimiento: un público que examine bien y a fondo todo tipo de opciones, le aseguro, es capaz de decidir de manera apropiada la procedencia o falta de ella de cualquier alternativa. Y una tesis disparatada será atajada y expuesta ante la comunidad en menos de lo que canta un gallo tartamudo.108 Disculpe usted por esta broma, utilizo este término por la simpática y distintiva forma de cantar de los gallos. Hago hincapié también en algo curioso: todos aquellos de ideas similares a las células “revolucionarias” que han surgido a lo largo de la historia, emplearon un proceder que vale la pena resaltar: se valieron primero de la libertad de prensa para la difusión de lo que consideraron eran unos sorprendentes descubrimientos, y luego, una vez que consiguieron el poder, eliminaron toda posibilidad de argumentación contraria.
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Adicionalmente, algo digno de resaltar es que, esa misma libertad y mayor conocimiento generalizado, también nos permitirá arrojar mucha más luz sobre el mejor camino a seguir, lo que, entre otras ventajas, nos hará darnos cuenta que todos los muros y barreras que hemos arbitrariamente fabricado a lo largo de la historia entre los pueblos, no son más que divisiones artificiales que no tienen razón de ser, y fueron sólo producto de la misma superficialidad sociológica y filosófica con que hemos actuado. Nos hará darnos cuenta del mismo modo que, el futuro podrá ser perfectamente manejable, si somos capaces de integrar lo que nunca debió desintegrarse, y que, sólo así, podremos hacer extensivo el desarrollo socioeconómico a todos nuestros demás hermanos del mundo, así como darnos cuenta de un pequeño detalle que se nos ha quedado olvidado: que formamos parte de un equipo llamado mundo. Con un mayor nivel de conocimiento, podríamos darnos cuenta de igual forma, de otra cuestión que pretendemos hacer como que no existe: que el mayor crimen humano de todos los tiempos, ha sido, el haber permitido que los recursos que en muy diferentes áreas el Ser Supremo colocó en todos —en muy diferentes áreas—, se esté regresando, en su inmensa mayoría —de forma vergonzosa— al polvo, sin haber podido proyectar su potencial y beneficio, primero, a la propia persona, luego, como ya decía, en una maravillosa acción de regreso, hacia la comunidad completa, y posteriormente de nuevo, hasta el emisor del acto en muchas y muy diferentes formas, lo que a su vez —en un extraordinario efecto multiplicador—, incidirá de forma contundente en un auténtico bienestar y desarrollo universal. “¿Y qué le parece —me diría más de alguno— si le recordamos a éste a menudo extraviado autor, que en este libro 142
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estamos hablando de economía? Por tanto, ¿podría por favor ser tan amable de regresarnos al aspecto monetario con el que tanto nos ha aburrido? Y además, aclararnos… ¿Sería capaz la cuestión económica de coadyuvar, aunque fuera en una pequeña proporción a lo que nos acaba de decir páginas atrás, e incluso en cierto modo hasta en una integración económica paulatina? Lo más importante para un ambicioso objetivo como ése, será sin dudarlo, como ya le mencionaba, percibir el tan importante factor sociológico y filosófico en su dimensión correcta, integral e incluyente, lo cual se logra haciendo crecer el nivel de conocimiento y educación de todos en muy diferentes áreas. Ello a su vez nos haría descubrir —entre muchas otras cosas— que el aspecto financiero, adecuadamente manejado, puede en efecto coadyuvar poco a poco y de diferentes formas a la tan necesaria integración. Una de ellas, me permitiré describírsela en las siguientes páginas, no sin antes darle una buena noticia: ya falta muy poco para terminar el libro, lo que haría que el tormento derivado de su lectura concluya pronto. Mas no se precipite estimado lector, aún no lo arroje a la basura, falta un capítulo.
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Tercera parte El futuro
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Capítulo VIII Un elemento integrador, bajo proporciones justas
Reflexión ociosa En las pasadas páginas, habrá encontrado comentarios sobre experiencias de la historia, anécdotas, ejemplos, opiniones de expertos y diversas observaciones hechas bajo un enfoque lo más objetivo posible. Pero lo malo del asunto es que, aunque el autor no parezca tan inclinado a reflexionar, ahora se le ha ocurrido realizar una, misma que, él dice, es alusiva al tema tratado, por lo que —no se asuste— se la planteará en lo que resta de éste ya tan aborrecido libro. Por ello, con su venia, le propongo que le permitamos al autor hacer una breve exploración —a manera de prueba, a ver qué clase de disparates dice— y veamos qué tiene que comentarnos sobre un posible avance en la cuestión económica y monetaria en los tiempos que sigan… Aclaro antes: cuando coloquemos sobre la mesa de análisis un tema no lo suficientemente explorado, y considerando que al mirar hacia adelante, no podemos dejar de advertir que, es requisito indispensable ser muy cautos, e ir conformando nuestro pensamiento y pasos a seguir, no sólo bajo la limitada óptica o visión de una sola persona, sino ir conformando y mejorando nuestras particulares perspectivas a través de las aportaciones de todos, ya que, pareciese como si el Ser Supremo, o la Naturaleza, como prefiera llamarle, ha intencionalmente dotado a cada uno con una especie de partecita de verdad, para que, sólo mediante la aportación, análisis y argumentación de todos, vayamos accesando a mayores estadías 147
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de conocimiento, ya que sólo así podemos y debemos ir avanzando de forma real. ¿Sería posible, utilizar el dinero no sólo como un elemento generador de bienestar, sino integrador, de intercambio justo, y, que contribuyese en ese tan esperado desarrollo generalizado?
Antecedentes Veamos primero la cuestión estrictamente económica. En uno de los aspectos planteados en las anteriores páginas, puse de relieve cómo, el comercio internacional, de forma un tanto imperceptible —sin haber pedido permiso—, incide de forma creciente en cada uno de los países del mundo. Es verdad… pero ¿por qué sucede así? Y además, ¿qué diablos tiene que ver un aspecto de naturaleza “mercantil” o de simple intercambio de bienes entre países, si la economía y la política monetaria pareciesen ser algo de competencia exclusiva del gobierno de cada nación? No crea que el autor está especialmente interesado en atormentar aún más a los ya de por sí castigados lectores, no obstante, le pido considere lo siguiente: todo aquello que modifique en algún sentido la tan imprescindible ecuación o balanza entre “bienes” y “circulante”, qué cree, ello automáticamente nos obligará a insertar al comercio con el extranjero en un libro como el presente, ¿por qué? Tal y como le describí, sin pedir permiso ese tema ya se incluyó solito en la crucial ecuación o balanza citada, y casi me atrevo a decirle que un libro como el que tiene en la mano, hubiera quedado incompleto, si no hubiésemos abordado el tema. 148
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¡Válgame Dios! ¿No estará exagerando el autor? Juzgue por usted mismo si un exceso de importaciones o exportaciones inciden sobre el tan necesario “equilibrio” entre “circulante” y “bienes”, y aparte, si repercute en la cuestión monetaria. ¿No será que el autor —como es tan necio— se esté aferrando en incluir un tema inadecuado? O quizá… ¿Sucederá como dice, y se trata de algo que, sin siquiera preguntarnos, ya de plano se metió en la vida económica de cada país? No dejo de advertir tampoco que —en sentido estricto o meramente aritmético—, toda importación “excesiva” de bienes estaría de alguna manera autocompensada con su contraparte: su pago o la correspondiente remesa de “dinero” hacia el exterior para pagar por ella. Algunos no perciben a cabalidad que no necesariamente ocurrirá siempre así, ya que, el natural flujo comercial “normal”, muy a menudo se verá influenciado por otras variables… ¡Diantres! ¿Otra vez nos salió el autor con sus complicados rollos? ¿Qué clase de variables intervienen? En realidad, no es tan complicado como parece, créame, lo expresado obedece a principios sumamente simples, mire usted: Utilizaré de nuevo otro de mis tan temidos ejemplos —por si acaso no hubiera tenido suficiente con ellos— vamos a imaginarnos que un país cualquiera, tiene un anormal déficit en su balanza comercial (mayores importaciones que exportaciones), eso automáticamente hará que (si las demás variables económicas permanecen iguales, o céteris paribus109 como dirían los expertos) ese “faltante” Ceteris paribus: (o caeteris paribus) es una locución latina que significa “siendo las demás variables iguales”. Es un método utilizado en algunas ciencias, mayoritariamente para efecto de análisis. Isolation and Aggregation in Economics (Agregados aislados utilizados en Economía) Schlicht, E., Editorial Springer.
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financiero, derivado de que ese país “compró” más del exterior de lo que “vendió” —entre otros inconvenientes—, es que, deberá pagarlo de alguna forma. Pero observe cuidadosamente la diferencia en lo que sucede cuando entran en juego otras variables: una “balanza comercial” puede terminar el año con un saldo “superavitario” o “deficitario”, en cambio, en la “balanza de pagos” no podrá suceder lo mismo, ¿y eso? En ese mismo período, el saldo siempre tiene que terminar en “cero”, ¡diantres! Pero entonces… ¿contra qué diablos se le ocurre que podremos ajustarlo, ya que siempre tendremos un “sobrante” o un “faltante” en cuanto a comercio se refiere? Todo “sobrante” o, en su caso, “faltante”, deberá forzosamente reflejarse en uno o varios de los siguientes renglones: a) En un aumento o disminución de sus reservas de divisas, b) Compensarse con transferencias de capital que se hubiesen realizado, o, también, c) Se manifestará en fluctuaciones en cuanto al monto de la deuda. No hay de otra sopa.110 Sin embargo, esto que en primera instancia pareciera limitarse a un simple “ajuste” en uno o varios de los renglones descritos, un descuido de parte de la autoridad política o financiera de un país, podría conducir a pro-
De aquí se desprende la extraordinaria importancia de que todo líder político realice un excelente manejo de las finanzas públicas, ya que de otro modo, un mal resultado se reflejará, entre otras cosas, en un inevitable incremento de la “deuda”, tal y como ocurrió en el desafortunado caso de dos sexenios abiertamente populistas de México ya descritos (1970-1982), en los cuales, parte de sus negativos efectos se reflejaron en un extraordinario incremento de la deuda mexicana en ese mismo período: 1 204 por ciento. Fuentes: Sexto Informe de Gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Septiembre 1, 1970/. Cámara de Diputados; Centro de Estudios de las Finanzas Públicas; Estadísticas Históricas de la Deuda Pública en México, 1980-2002, p16.
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blemas realmente graves. Como prueba de ello, le pido ahora que interrelacionemos este hecho con lo siguiente.
Historia reciente Le invito a un pequeño aunque ilustrativo viaje en el tiempo: haciendo uso de nuevo de aquella misma desvencijada e imaginaria “máquina del tiempo” que ya usamos para trasladarnos al Paleolítico al comienzo de éste su tan odiado libro —y más aún al autor del mismo—, y desplacémonos sólo pocas décadas atrás, digamos a los años cuarenta del pasado siglo XX, un poco antes de los acuerdos de Bretton Woods.111 No me atrevo a pedirle que nos vayamos más atrás, ya que como dicho artefacto es accionado por baterías, y ellas ya se encuentran un tanto Los acuerdos de Bretton Woods son las resoluciones de la conferencia monetaria y financiera de las Naciones Unidas, llevadas a cabo en Bretton Woods (Nueva Hampshire, EU), del 1 al 22 de julio de 1944. Ahí se establecieron las bases de las relaciones comerciales y financieras entre los países del mundo, tratando de eliminar el proteccionismo que había prevalecido desde 1914. Se estimó que la política librecambista sería un coadyuvante del desarrollo, lo que contribuiría a la paz mundial. Se decidió ahí la creación del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), empleando al dólar estadounidense como moneda de referencia internacional, habiendo empezado a operar dichos acuerdos a partir de 1946. Uno de los precursores de tales acuerdos, fue la Carta del Atlántico firmada por Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill en 1941, al reunirse en un navío en el Atlántico Norte. Roosevelt tenía una percepción muy clara y visionaria sobre el mundo de la posguerra, por lo que, en dicha carta, se estableció el derecho de todas las naciones al acceso al comercio y librecambismo; y, en cierta forma, los acuerdos de Bretton Woods, no fueron sino una especie de culminación del sentido de dicha Carta del Atlántico. En Bretton Woods se planteó también la conveniencia de crear un tercer organismo económico mundial, que se denominaría Organización Internacional de Comercio, misma que fue sustituida después por el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT), el cual a su vez fue absorbido por la Organización Mundial de Comercio (OMC). “States and the Reemergence of Global Finance: From Bretton Woods to the 1990’s”. (“Los Estados y el renacimiento de las finanzas globales: de Bretton Woods a los años noventa”), Eric Helleiner, Cornell University Press.
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agotadas, no me gustaría que no pudiésemos retornar al tiempo presente. Una vez ubicados en el contexto de esa época, veremos que Estados Unidos producía un poco más de 50 por ciento del PIB mundial, y como la guerra había sido catastrófica en distintas partes del globo, tenía dicha nación norteamericana una balanza comercial favorable, lo que hacía que acumulasen reservas año tras año, y, por si fuera poco, contaban ellos con una institucionalidad y líderes muy destacados,112 lo que les permitía contar con una entendible credibilidad y respetabilidad a nivel global. Por ello, no será difícil entender por qué, en los acuerdos mencionados de Bretton Woods, prevaleció la postura política y económica norteamericana, misma que —afortunadamente—, era muy razonable para la época. No podemos dudar tampoco que, para fines prácticos, lo más entendible e incluso lógico, fue que —para esos años— se hubieren tomado dichos acuerdos comerciales y financieros referenciados al dólar norteamericano, estableciéndolo como un común denominador universalmente aceptado en las transacciones mundiales, cosa que de hecho funcionó de manera eficiente por décadas. Cabe mencionar también, que había el compromiso que dicha moneda norteamericana conservaría la equivalencia de 35 dólares por onza de oro. Quisiera recordarle a cada uno de nuestros castigados lectores que, en sentido estricto, no es necesario el que un medio de pago tenga que estar “asociado” con cierta cantidad de plata u oro, Como fue el caso de Franklin D. Roosevelt (1882-1945), quien fue el único en esa nación en haber ganado cuatro elecciones presidenciales: en 1932, 1936, 1940 y 1944, misma que no pudo concluir. Página: “Los presidentes de Estados Unidos” http://presidenteseeuu.blogspot.mx/2009/10/franklin-droosevelt.html
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ya que, en realidad, lo que en el fondo le otorga sustentabilidad a cualquier moneda, son los bienes y servicios que ella represente. En el pasado, dicha “equivalencia” con cierto metal precioso, fue realizada básicamente con dos propósitos: uno de carácter sicológico, lograr credibilidad del público y su consecuente aceptación universal; y el otro, pretendía evitar un eventual desorden o irresponsabilidad de parte de cualquier gobierno del mundo. Ahora bien, una vez que ya pudimos apreciar en la década de los cuarenta esa auténtica catástrofe mundial de la Segunda Guerra Mundial, así como la esforzada recuperación de los años siguientes, y previendo que la batería de nuestro vetusto y ficticio artefacto viajero del tiempo se agote más, trasladémonos ahora dos décadas y media más hacia el tiempo presente, o sea, a comienzos de la década de los setenta. ¿Qué tendremos ahora? Nos sorprenderemos que en esos relativamente pocos años, el contexto mundial se ha transformado por completo: Estados Unidos comienza a tener un saldo negativo en su balanza comercial —mismo que después se convertiría en crónico—, y muchas otras regiones, tanto del mundo desarrollado como en proceso de serlo, han recuperado —o crecido, respectivamente—, en cuanto a su capacidad productiva. ¿Pero cuál es el problema con ello? De hecho ninguno, sólo que eso ya modificó por completo el escenario. Aunque pensándolo mejor, el único problema de fondo de un cambiante entorno como el descrito —y casi en cualquiera—, no sería tanto enfrentarse a una nueva situación en sí misma, sino más bien, cómo se reacciona ante ella. Por tanto… ¿Procedió Estados Unidos de forma acertada ante ese diferente panorama? El entonces 153
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presidente Nixon, adopta ciertas medidas: abandona la equivalencia del dólar con respecto al oro, lo que deriva en una depreciación de dicha moneda en su valor relativo con respecto a otras divisas, y, se grava con ciertas tasas la importación de diversas mercancías.113 Y, como preferimos que los hechos hablen por sí solos, además, dado que continuamos preocupados con la vetusta máquina del tiempo con que contamos, y antes que nuestros acreedores —espero que ellos también sean imaginarios— comiencen a dilucidar que sólo nos valimos de dicha maquinita para escaparnos de nuestros compromisos de pago, retornemos al momento presente. ¿Qué sucedió desde los años setenta hasta ahora? ¿Se resolvió de forma radical y definitiva la balanza comercial norteamericana? Y aparte… ¿Qué pasó con su moneda? ¿Siguió siendo referente mundial en el comercio mundial? El problema de su balanza comercial, no sólo no se resolvió sino empeoró. La iniciada depreciación del dólar norteamericano no condujo a dicha moneda a situarse en sus niveles reales, el propio flujo de su comercio exterior nos lo está indicando. ¿Qué sucedió? ¿Por qué no se depreció su moneda a un nivel tal que hubiera hecho más competitivos a sus productos? Entraron en acción de forma invisible las disimuladas variables ya mencionadas, a las cuales, créame, les enEn opinión del autor y aventurando un juicio —no cuento con los elementos suficientes para fundamentar esta afirmación— siento que fue asesorado (sobre todo en los dos primeros puntos citados) por un economista muy capaz, como pudo haber sido Milton Friedman, quien tuvo la privilegiada oportunidad de asesorarlo. Aunque también estimo que dicha “depreciación”, no se llevó a cabo en la proporción requerida, dado que se dejó su fijación a las fuerzas del mercado (mecanismo en el cual creía firmemente —con fundada razón— Friedman) aunque —atención—, no tomaron bien en cuenta que éste (el mercado) a su vez estaba indebidamente influenciado por un elemento más de fondo que mencionaremos enseguida.
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canta hacer diabluras: un inusitado afán internacional de “compra” de esa divisa, la situó en un cierto porcentaje arriba de su valor real, paralelamente, esa inusual entrada de recursos, les permitió solventar cómodamente el creciente déficit de su balanza comercial… ¡Ay caramba! ¡De veras que son traviesas esas variantes que ya tanto nos decía este insufrible autor! ¿Pues qué se nos coló por ahí que hizo que llegáramos a todo eso?
Medicinas erróneas Si usted o su servidor fuéramos médicos —en el caso del autor, no se asuste, no lo soy, así que no corre el riesgo de entrar en mi consultorio— y nos diéramos cuenta que, con cierta prescripción nuestros pacientes empeoran, estoy convencido que eso habría hecho modificar casi de golpe la indicación de cualquier especialista, ¿no lo cree? Pues con lo recién expuesto no sucedió así, y ello tal vez se haya debido precisamente a la interferencia de aquellas solapadas variables mencionadas, las cuales, de manera disimulada se introducen en cierto escenario sin permiso —o a veces hasta con él—, y, en el mejor de los casos, ocasionan distorsiones, ¿a qué me refiero? Someto a su consideración mi particular percepción. Lo pactado en los acuerdos de Bretton Woods, si bien en su momento fueron acertados —viéndolo bajo el entorno de ese momento—, al paso de los años se nos fueron quedando atrás. La razón del porqué lo considero así es simple: no es conveniente fundamentar o interrelacionar un medio de pago internacional, primero, sobre ningún bien específico —llámese oro, plata, brillantes, petróleo o lo que venga a su mente—,114 ya que quedaríamos suComo comprenderá, no han faltado quienes han sugerido —de forma por demás superficial— una hipotética moneda mundial basada en “el petróleo”, lo cual no es conveniente. Un economista realmente conocedor como...
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peditados a las modificaciones —accidentales o intencionales— derivadas de las entendibles oscilaciones de su oferta o demanda, o de ambas, lo que a su vez, acarrearía variaciones no deseadas no sólo en la propia moneda, sino en los bienes que a su vez ella representa. Tampoco sería una buena opción utilizar la moneda de ningún país o región como medio de pago internacional, por más “sólida” que nos pudiera parecer… ¿Por qué? Pasaría justo lo que ahora mismo sucede… ¿Y eso? ¿Nos puede explicar un poco más la razón por la cual lo considera así? Toda moneda está sujeta a sus propias necesidades, políticas internas, conveniencias, aciertos o desaciertos, productividad y demás particularidades de cada país o grupo, lo que influirá no sólo en su desempeño económico interno, sino repercutiría sobre el consecuente comercio global, y quizá los primeros perjudicados con ello fuesen los poseedores de tal moneda usada como referente mundial. ¡Caramba! ¿Y cómo no nos dimos bien cuenta de eso? No me lo creerá estimado lector… ¿Sabe por qué en parte no lo invité en este capítulo con mi vilipendiada e inexistente máquina del tiempo a desplazarnos más hacia atrás en la historia? Le parecerá increíble, pero debido a la irracional y hasta primitiva postura sociológica que hemos padecido —tal y como le describí en pasados capítulos—, ello produjo, entre otros inconvenientes, el siguiente efecto: El extraordinario potencial humano —también en el aspecto económico y monetario— que subyace en la ma...John Maynard Keynes, en su momento sugirió un medio de cambio global asociado al precio de 30 artículos. En mi modesta opinión, sería más preciso y sencillo interrelacionarlo no con un limitado número de activos, sino con todos, cosa que de manera natural obtenemos con “la suma de los bienes y servicios” disponibles.
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yoría de nuestros congéneres, no ha podido salir a flote como debería, y le aseguro, nos está haciendo una enorme falta, por más que ni siquiera nos demos cuenta de ello. ¡Ya salió otra vez el autor con sus rollos! Ello explica, mi tan paciente lector, la grave carencia de muchos más avances no sólo en materia económica, sino en las demás ciencias, y semejante ausencia, vacío o “hueco” se siente de manera palpable. ¡Un momento señor autor! Antes que se nos vaya en otra dirección, díganos… ¿Qué nos hizo falta y por qué? ¿Qué acaso dentro de ése que dice tan limitado sector humano que sí ha podido desarrollarse en materia económica y política, está usted sugiriendo acaso, que no hubo quienes advirtieran semejante falla en la cuestión monetaria? Claro que los hubo —limitados aunque valiosos, mas perdóneme que insista, nos hace falta mucho más, nada menos que la trascendental aportación de la mayoría—, pero le citaré lo que sí se dijo al respecto. Específicamente sobre la pertinencia de una moneda supranacional, o común denominador de todas las monedas del mundo —misma que hubiese evitado distorsiones como las descritas—, le menciono cuatro opiniones que de alguna forma hicieron señalamientos sobre el tema. El muy destacado presidente liberal de Estados Unidos —ya mencionado— Franklin Delano Roosevelt, trató de crear una especie de moneda única global, e incluso le puso un nombre: “Unitas”.115,* Quizás, en parte —difícil 115
https://es.wikipedia.org/wiki/Bancor
* Otra de las razones por las cuales el autor siente una admiración y reconocimiento especial por Franklin Delano Roosevelt, es que, en su cuarta reelección (1944), este personaje ya tenía una salud mucho muy quebrantada, y, entre otras cosas, estaba casi inválido, lo que le dificultaba extraordinariamente la realización de todas sus actividades. No obstante, preponderó el beneficio de su país y del mundo, y continuó en el cargo hasta su muerte, acaecida en abril del año siguiente.
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saberlo a cabalidad—, por su cada vez más limitante padecimiento físico, los mucho menores avances tecnológicos, financieros y de operatividad de la época, o, tal vez, sólo siguiendo la ruta más “sencilla” o “segura”, no se implantó dicha moneda supranacional en los acuerdos de Bretton Woods de 1944.116 No obstante, otro destacado economista de nombre John Maynard Kenes, quien acudió a los acuerdos de Bretton Woods en 1944 en representación de Inglaterra, puso sobre la mesa la conveniencia de una moneda supranacional, también sugiriendo un posible nombre: Bancor. Años más tarde, ya en 1960, un muy notable economista belganorteamericano —Robert Triffin—117 nada menos que ante el Senado de Estados Unidos, expuso la inconveniencia —hasta para esa nación—, de utilizar esa moneda como medio de pago mundial, dado que, ya desde 1960, consideró que la cantidad de dólares circulando en el exterior era excesiva, lo que conducía a una curiosa paradoja que fue conocida mundialmente como el “dilema de Triffin”, el cual, entre otras cosas, obligaba a mantener al dólar como una moneda “sólida” —demasia“Finance & Development” (Finanzas y desarrollo). Revista trimestral del Fondo Monetario Internacional, septiembre 1998, volumen 35, número 3. http://www.imf.org/external/pubs/ft/fandd/1998/09/boughton.htm 117 Robert Triffin (belganorteamericano, 1911-1993). Ocupó cargos en la Reserva Federal de los Estados Unidos (1942-1946), Fondo Monetario Internacional (1946-1948) y la Organización para la Cooperación Económica Europea (1948-1951), hoy la OCDE. Desde 1951 impartió cátedra de economía en las Universidades de Yale y Berkeley. En 1960, testificó ante el Congreso de EU, advirtiendo sobre serias deficiencias en el sistema financiero de Bretton Woods, ya que ocasionaba un exceso de dólares norteamericanos en el extranjero, cuya cifra excedía la cantidad de oro se suponía debía respaldarlo. Retomó su nacionalidad belga en 1977 y regresó a Europa, donde se convirtió en un férreo defensor de la integración europea, colaborando en la formación del sistema monetario europeo y apoyando la creación de un Banco Central Europeo. Macroeconomía, Dornbusch, Rudiger y Fischer, Stanley; Mc Graw Hill. “III Jornadas de Economía Política”, Roberto J.A. Kalauz, Buenos Aires. http://www.ungs.edu.ar/ms_idh/wp116
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do, en opinión del autor—, y, por otro lado, dicha solidez dañaba su propio comercio exterior, ya que “encarecía” sus exportaciones y “abarataba” las importaciones. De no haber existido esa situación, considero que una vez que se hubiera presentado y acrecentado el déficit comercial de esa nación, eso hubiera presionado de forma natural, aunque sana, al dólar hacia abajo, hecho que, de forma automática, lo habría colocado en una posición más competitiva de nuevo a nivel internacional. Cabe una reflexión: ¿Dónde se interfirió de forma artificial en dicho proceso? Un anormal ingreso (o digamos adquisición) de dólares norteamericanos, tanto por su rol actual que representa al ser una especie de “moneda global”, como por la respetabilidad o credibilidad que aún mantiene, qué cree, ésa su excesiva entrada de otras divisas del mundo hacia ellos, no sólo eleva su valor, sino que ese hecho —una divisa un poco más alta de lo “normal”— les perjudica a ellos mismos en cuanto a su competividad internacional, lo que a la vez permite —atención— que con esa anormal entrada de recursos, estén financiando su astronómico déficit comercial. Dicho sea en otros términos, no sólo están reduciendo su enorme capacidad productiva interna con esa descomunal entrada de bienes procedentes de todas partes, mismos que, si bien están generando empleos y beneficios en otras latitudes —ojo—, el lado negativo del asunto, es que ello lo están haciendo lanzando hacia abajo una gran bola de nieve —llamada deuda— misma que se va haciendo cada vez más grande. Otro analista que también expuso la conveniencia de ir sustituyendo al dólar norteamericano mediante los Derechos Especiales de Giro (DEG)118 fue Dominique Strauss Los Derechos Especiales de Giro (SDR’s o “Special Drawing Rights” por sus siglas en inglés) son un medio de pago o de intercambio financiero entre...
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Kahn,119 misma postura que no prosperó, debido principalmente a su intempestiva salida del Fondo Monetario Internacional (FMI). Dada la magnitud del problema, cabría hacer unas importantes reflexiones. La primera de ellas sería: ¿estuvieron mal planteados los acuerdos de Bretton Woods? En su momento y dado el entorno y limitantes inherentes a la época, creo que fueron un excelente avance para el comercio internacional, lo que propició de una manera real y efectiva el desarrollo. Pero esos acuerdos debieron
...los países miembros del Fondo Monetario Internacional (FMI). En este momento el monto de los DEG se conforma en alrededor de 42% por dólares norteamericanos, 31% por euros, 8% por yenes japoneses, 8% por libras esterlinas de Inglaterra y 11% por yuanes chinos. Durante la gestión de Straus-Kahn en el FMI, el volumen de DEG se incrementó de manera sustancial, ya que debido a la crisis financiera global del 2008, se pretendía que los DEG fueran desempeñando un rol mucho más activo en las transacciones internacionales, disminuyendo la gran dependencia al dólar en ellas, no obstante, luego de su renuncia en marzo del 2011 debido a una acusación de tipo personal. En una reunión posterior del FMI de octubre de ese mismo año, se dio marcha atrás, considerando que no debía incrementarse el tamaño de la canasta en DEG, a fin de evitar costos excesivos y posibles confusiones. Es importante resaltar que si bien el economista norteamericano Henry Dexter White (18921948), quien representó a EU en Bretton Woods, inicialmente insistía en situar al dólar como referente mundial, después rectificó su postura mediante una carta que circuló internamente en el FMI, y se logró que dos décadas después se hiciera la primera enmienda en el FMI, permitiendo la inclusión de otras monedas en los DEG, no obstante, el uso del dólar de EU en el comercio mundial —para fines prácticos— se está empleando en un nivel más alto de lo deseable, perjudicando —de acuerdo al autor del libro— su propia competitividad por las razones expuestas. “Finance & Development” (“Finanzas y desarrollo”), Revista trimestral del Fondo Monetario Internacional, septiembre 1998, volumen 35, número 3. Dominique Strauss-Kahn, (francés, 1949). Se desempeñó como director del Fondo Monetario Internacional (FMI) desde 2007 hasta el 19 de mayo del 2011 (fecha en que terminó abruptamente su gestión en tal organismo debido a una acusación de tipo sexual en un hotel en Nueva York, EU). Fue profesor de Economía en la Universidad de Nancy, ministro del Comercio Exterior primero y luego de Economía en Francia. http://www.imf.org/external/pubs/ft/fandd/1998/09/boughton.htm
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haberse ido perfeccionando desde la década de los años cincuenta o cuando mucho los sesenta. ¿Era buena la propuesta de John Maynard Keynes? Sin duda fue visionaria y digna de reconocimiento, aunque hay algunos puntos en ella que no comparto por completo, como su sugerencia de establecer un cierto impuesto o cobro a las naciones “superavitarias” (en cuanto a su balanza de pagos), mismo que, junto con otros excedentes, deberían canalizarse hacia las naciones “deficitarias”.120 El señalamiento de Triffin era acertado, quizá no haya tenido la debida respuesta dado que la balanza de EU en esos años era superavitaria, y en cuanto a la propuesta del señor Strauss, entonces director del Fondo Monetario Internacional, de ir usando de forma creciente los Derechos Especiales de Giro como un medio de intercambio global alternativo al dólar norteamericano, no hubiera sido mala, aunque quizás habría mejores alternativas. Otra reflexión sería: una eventual eliminación o disminución del dólar norteamericano como referente en el comercio internacional, ¿podría perjudicar a EU? Como comprenderá, difícilmente habrá una sola ciencia donde todos los conocedores del tema coincidan. Seguro habrá quienes por un lado estimen que, una disminución así les perjudicaría, toda vez que una menor Aunque sus intenciones hayan sido excelentes, considero que no hubiera sido la mejor opción “castigar” a los productivos y “premiar” a los que no lo sean, la forma de ayudarlos sería otra. Imaginémonos al catedrático de una universidad, el cual, como dice que la actual forma de calificar es injusta y “regresiva”, no la usará más. Él —manifiesta orgulloso—, es progresista y justo, por lo tanto, les quitará puntos a los aplicados, mismos que se los dará a los que se esfuerzan menos, ¿qué efectos producirá este tan justiciero maestro? Exacto. Hará que se esfuercen menos tanto los aplicados como los que no lo sean tanto. Le aseguro que si en un contexto familiar, empresarial, nacional o mundial no tratamos de aplicarnos y esforzarnos todos, el resultado final se revertirá sobre el conjunto de muchas y muy diversas formas.
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demanda mundial de dólares norteamericanos reduciría de forma sustancial, primero, su valor, al disminuirse la entrada de divisa extranjera hacia ellos, aparte, bajaría el importante flujo financiero mundial que actualmente se canaliza hacia sus Bonos del Tesoro, inversiones en Bolsa y otros importantes activos. También dirían que si se reduce la actual entrada de capitales, se les dificultaría más el poder estar cubriendo su déficit comercial actual, lo que les obligaría en el mediano plazo a tener que estabilizar su balanza comercial. No estaría alejada de la realidad una percepción como ésa. Aunque habría también otra perspectiva, misma que comparto más: una disminución sustancial en el valor relativo del dólar norteamericano —derivada de lo mencionado—, encarecería sus importaciones, lo que las disminuiría, y al mismo tiempo, haría más competitivas sus exportaciones, lo que a su vez las incrementaría, hecho que favorecería su productividad interna de manera notable, y, hasta entre otras cosas, facilitaría el turismo que ingresa a EU y encarecería el de ellos hacia el exterior —todo eso ocurriría en la misma proporción a la oscilación que tengan de su moneda—, eso, a mi parecer elevaría no sólo su potencial económico, sino su empleo y desarrollo de manera sustancial, influyendo a su vez en su balanza comercial, más que cualquier medida proteccionista que pretendieran tomar. Alguien podría pensar… ¡Qué bueno que este entrometido autor no es médico, ya que sus prescripciones son demasiado amargas! Puedo asegurarle que hay medidas que resultan peores cuando no se aplican, que el supuesto sacrificio de hacerlas. Y además, tome usted en cuenta que las correcciones no tomadas en las pasadas décadas, quizá se tengan que llevar a cabo ahora. Aparte de todo, considere igualmente, que no se pretende una intromisión artificial en las fuerzas naturales 162
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del mercado o flujo monetario mundial, sino más bien al contrario: quitar la indebida interferencia de algo que erróneamente se metió en el escenario financiero global, para que así, el concierto comercial internacional funcione como se debe, en beneficio no sólo del conjunto, sino incluso del gran pueblo norteamericano. No faltarán tampoco quienes llegasen a considerar —de forma un tanto ligera— que quitar, o más correctamente dicho, ubicar al dólar en su posición correcta, afectaría la “preeminencia” de una tan importante nación. Con su venia no sólo también diferiría de una posición así, sino insisto, quizás un escenario como el actual podría afectarle en sentido contrario, ya que realizando los ajustes necesarios, no estaremos creando una burbuja que podría tener consecuencias no deseadas. Lo malo de recapacitar sobre del asunto estimado lector, es que eso propició otra de las atroces reflexiones de este tan irreflexivo autor: un error humano desde siempre, ha sido el buscar una supuesta —e indebida— preeminencia —o hasta “grandeza”, le llegan a llamar algunos— ya sea de una persona o pueblo, cuando un enfoque más realista nos haría ampliar la perspectiva y, ciertamente aspirar a lograrla, pero bajo un contexto universal o generalizado, como miembros todos de un equipo que se llama mundo. Traigo a colación una frase atribuida a Henry Dexter White:121 “Sólo mediante la cooperación internacional será posible que los países apliquen con éxito medidas dirigidas a alcanzar y mantener un alto nivel de empleo y prosperidad real, por tanto, ése tiene que ser el objetivo de toda política económica”. Creo que no sólo coincidiremos con ello, sino que del mismo modo estaremos de acuerdo que sólo con una visión común, y adquiriendo un enfoque sociológico ya no digamos correcto, sino hasta podríamos decir “rea121 Henry Dexter White (1892-1948), quien como le comenté, fungió como representante de EU en los acuerdos de Bretton Woods.
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lista”, podremos conseguir que ése tan deseado desarrollo global, sobrevenga, tal y como me permití describirle en los capítulos precedentes. Y ya que anda de entrometido el autor de este insufrible libro, a ver, ¿qué diablos sugeriría usted? Como comprenderá, la dimensión del problema requiere de la participación de muchos expertos en la cuestión económica, monetaria y financiera, no obstante, tampoco podría dejar de aportar mi modesta opinión: Definitivamente sería indispensable la creación de una moneda supranacional, misma que —sobre todo en sus primeras etapas—, deberá limitarse solamente al ámbito del comercio internacional, aunque manejada al comienzo y groso modo —y sujeto a perfeccionamiento por parte de expertos— de la siguiente forma: 1) Que fuera manejada por personal altamente especializado en materia financiera y monetaria de la propia Organización Mundial de Comercio, 2) Que cada moneda “nacional” tenga un valor flexible con respecto a ella, dependiendo básicamente —a juicio de los especialistas de la OMC— del comportamiento de la balanza comercial de cada país (o también, en ocasiones, por movimientos anormales en su balanza de pagos, si interviniesen otras variables no deseadas), 3) En un país “superavitario” su moneda tendría que irse “apreciando” con respecto a dicha divisa mundial, y a la inversa, una divisa “deficitaria” debería irse “depreciando”. 4) Las reservas financieras globales que, en última instancia serán las que le darán respaldo y sustentabilidad real a tal moneda global, se distribuirán equitativamente sobre todo el orbe,122 dependiendo a su vez de varios factores: Respecto a una eventual o posible objeción de parte de alguien opuesto a la creación de una divisa mundial, en el sentido de que una moneda así eliminaría principalmente el flujo financiero hacia EU, hago mención expresa ...
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A) Su importancia en el contexto mundial y dependiendo de su proporción o importancia relativa en cuanto al comercio mundial, B) Solidez financiera y política acertada de sus instituciones, de acuerdo al dictamen de un reconocido panel de expertos, C) Situación sociodemocrática, de respeto a los derechos humanos y de libertad de prensa que guarde, ya que, eso se convertiría en un factor coadyuvante que incidiese en un mayor desarrollo humano para cada pueblo; así como otros condicionantes que en su momento surjan, y dependiendo del buen juicio de las autoridades financieras a cargo. Ahora bien, en cuanto a la “apreciación” o “depreciación” de cada moneda respecto a esa hipotética moneda supranacional, eso produciría el siguiente —y a mi parecer— efecto benéfico: Si el país “A” tiene un reiterado superávit comercial, dicha moneda, al irse apreciando con respecto a la moneda que sirva de intercambio global, ello iría encareciendo sus exportaciones, y haciendo más accesibles las importaciones, lo que iría paulatinamente traduciéndose en un incremento del nivel de vida —por el acceso agregado de bienes importados— hacia su propia gente. En contrapartida, si el país “B” es regularmente deficitario, una vez que año tras año su moneda se vaya depreciando con respecto a esa proyectada moneda global, sus propias exportaciones irán convirtiéndose cada día ...que no sucedería así, ya que, dado que las reservas reales o respaldo de tal medio de pago internacional, necesariamente deberá distribuirse en todas las economías confiables del mundo, y, al ser EU —afortunadamente para ellos y los demás— uno de los países más confiables en materia financiera, aun con su problemática actual, ciertamente dicho flujo disminuiría hacia ellos, mas no se “eliminaría”, repartiéndose de manera equitativa entre todas las economías “confiables” del orbe, por tanto, una medida así beneficia hasta al propio EU por las razones ya expuestas.
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en más competitivas, y, paralelamente, se irían encareciendo las importaciones, cosa que, de forma natural y automática, tenderá —de manera paulatina y al paso de los años— no sólo al equilibrio global, sino coadyuvaría a evitar un a veces irracional drenaje de recursos financieros y fuentes de empleo de algunos países hacia otros. ¡De verdad que está loco este autor! —Podría decir más de alguno— ¡La “apreciación” de la moneda de un país superavitario, representaría una especie de “castigo” implícito para toda nación altamente eficiente y organizada del mundo! ¿Cómo se le ocurre semejante cosa? No necesariamente pasaría eso, observe: si el país “C” es reiteradamente “superavitario”, y además, es lo suficientemente listo como para no desear ser “castigado” con una eventual “apreciación” de su moneda, su camino a seguir sería muy simple: comprar más del exterior —tendiendo al “equilibrio”—, con lo que elevaría el nivel de vida y bienestar de su propia gente (con un mayor volumen agregado de bienes importados), y perfectamente puede continuar con su elevado nivel de eficiencia, a la vez que sigue siendo productivo y eficiente. No encuentro dónde podría estar el “castigo”, ¿no le parece? Ahora bien, en cuanto a la mecánica operativa, instrumentación práctica y demás aspectos específicos de un sistema monetario como el descrito, como sería entendible, las reglas y procedimientos a seguir no podrían ser fijadas —ni conveniente que se hicieran—, siguiendo las indicaciones o normas establecidas por un reducido grupo, prueba de ello, que dos de los más destacados economistas que en aquel momento intervinieron en los acuerdos de Bretton Woods —como fueron John Maynard Keynes y Henry Dexter White (de Inglaterra y EU respectivamente)—, incurrieron en algunas imprecisiones involuntarias.123 123 Note usted lo siguiente: el propio doctor en Economía Henry Dexter White, a pesar de haber sido una de las personas más capaces del tema monetario de la...
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Por ello, una tan necesaria reforma en el sistema monetario global, tal como fue enunciado, una vez analizada y bien definida su procedencia, quizá lo más recomendable para un funcionamiento expedito y sencillo, lo mejor sería proceder así: Establecer antes de todo las bases específicas y fundamentales de lo que se pretende, y el mejor camino sería someter su operatividad práctica y concreta a una especie de concurso mundial hacia todos los especialistas del globo que estén relacionados con el tema, ofreciendo una especie de reconocimiento importante y una cierta remuneración financiera a la mejor elaborada, funcional y práctica… ¿Le anticipo el resultado? Nos sorprenderemos no sólo de la amplitud y variedad de las propuestas —muchas de ellas valiosas en extre...época —motivo por el cual lo enviaron a tales acuerdos— originalmente estimó que el dólar norteamericano era el que debía ser establecido como referente mundial, aunque poco tiempo después, reconsideró su postura a través de una carta que sólo tuvo circulación interna dentro del FMI como ya fue referido. En lo personal, considero que el corto período de su vida (55 años) le impidió el haber podido realizar muchas más contribuciones sobre el tema monetario, de desarrollo y comercio internacional. “The Battle of Bretton Woods” (“La batalla de Bretton Woods”), Benn Steil, Princeton University Press. Paradójicamente, Henry Dexter White, fue acusado tanto de “comunista” durante la cacería de brujas, similar a la macarthista posterior de 1950-56, y a la vez defendido por miembros del FMI, tal y como ocurrió con James M. Boughton en su artículo “The Case against Harry Dexter White: Still Not Proven” (“El caso contra Henry Dexter White, aún no ha sido probado”) publicado el 1 de junio del 2001 en la revista History of Political Economy (“Historia de la política económica”) (2001) 33 (2): pp. 219-239. https://doi.org/10.1215/0018270233-2-219. Bajo la un tanto limitada perspectiva del autor —disculpe usted, no tengo acceso a toda la información vital para poder emitir un mejor juicio—, considero que su acertada postura internacionalista e incluyente, le hizo buscar acercamientos con autoridades del bloque soviético tratando de atraerlos hacia el organismo que se crearía (FMI) —inclusión de los rusos que de todos modos fue rechazada en esos años, debido a la incompetencia, desinformación y tozudez propias de un dictador como Stalin—, sin embargo, ello desencadenó un enorme recelo de grupos ultraconservadores de EU.
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mo— sino del enorme potencial pensante que podríamos tener los miembros de este gran equipo llamado mundo, cuando decidimos de forma sabia, y además, nos haría ver lo absurdo de la forma limitada como hemos procedido: Tomando decisiones que podrían ser —como en este caso— trascendentales, sólo por un pequeño grupo, por más capaz que pudiera ser, cuando tenemos que abrir el abanico prácticamente a todos los especialistas en la materia del planeta, aunque eso sí, la decisión final debe tomarse sólo por el panel de expertos y conocedores del tema que hayan quedado a cargo de tan importante asunto. Como percibo en el lector un creciente deseo de colocar a este tan enfadoso autor en su desvencijada máquina del tiempo —a sabiendas que las baterías del mismo se estén agotando—, y además direccionen dicho aparato hacia alguna muy lejana época del Paleolítico —con el oscuro e inconfesable deseo que las baterías se agoten por completo allá—, me parece que lo más prudente sería concluir la escritura de éste para usted tan fastidioso libro. Por otro lado, como no dudo que esa moneda única sería una medida que, más tarde o más temprano se tendrá que implantar, y dado que confío que su nombre sea escogido por la mayoría, asociando eso con el que espero sea un remoto riesgo —el envío del autor al Paleolítico—, aprovecho para expresar mi última voluntad —ahora que todavía puedo—, como se les concede a los condenados: que el nombre que a ella se le asigne sea “denario”, primero, por el papel que desempeñó en la historia, al haber sido nada menos que la base del sistema monetario del Imperio Romano, que tanta importancia tuvo, y además, por su significado: “diez ases”. ¡No nos cabe duda que el autor está fuera de sus cabales! ¿Qué diablos tiene que ver eso? El verdadero desarrollo 168
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de un gran equipo —el nuestro, el mundo— le confieso, no puede sobrevenir por sólo el desarrollo o crecimiento de un solo elemento, el aspecto económico. Si sólo consiguiéramos eso, no lo creerá y no se asuste, pero muchos problemas podrían aumentar.124 Un crecimiento real en la cuestión económica, debe necesariamente ir acompañado de los otros no menos valiosos “ases”: crecimiento importante en el aspecto educativo, sociológico, de investigación, valores humanos e incluso espirituales para aquellos que en ellos crean, estabilización poblacional,125 adecuado sentido cívico, ecológico y otros trascendentales factores clave más. Agradezco de verdad el que me haya permitido atormentarle con el presente libro.
Uno entre otros: las drogas, ¿ha observado usted, mi estimado y tan paciente lector, las regiones donde su consumo crece? En los países o regiones con más elevado ingreso. Un mayor desarrollo sólo en el aspecto económico, sin un crecimiento paralelo en valores humanos y morales, tendría resultados desafortunados en diferentes aspectos sociales. 125 Sobre la importancia de la estabilización poblacional, recomiendo el Apéndice. 124
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Epílogo Aprovecho este último espacio para hacerle una muy breve reflexión adicional… ¡No es posible! ¿Otra barbaridad más del autor? Qué cree, que sí, y lo peor, es que se la plantearé a través de una anécdota de tipo personal: En el año 1999, cuando ascendió al poder Hugo Chávez* (quien permaneció en el cargo hasta su muerte, ocurrida en 2013), un amigo escritor que tuve el gusto de conocer126 —ya fallecido—, expresó en una columna periodística diaria que tenía lo siguiente: —Vaya… ¡Hasta que subió al poder alguien preocupado por su pueblo y los pobres! No pude evitar el ponerme en contacto con él —como habrá podido apreciar estimado lector, no soy nada de entrometido—, y después de saludarlo, recuerdo muy bien que le mencioné un por demás ocurrente y conocido refrán popular: —Calmantes montes, alicantes pintos, pájaros cantantes… (Enunciado de la jerga popular mexicana, alusivo a la conveniencia de no anticipar juicios, sino más bien esperar los resultados) y añadí: —Cualquiera puede decir ser poseedor de las mejores intenciones, o incluso pronunciar las más impactantes * Quien permaneció en el poder en Venezuela por 13 años, hasta su fallecimiento, ocurrido en el año 2013. Aunque él pretendía quedarse mucho más tiempo. Preferiría no mencionar de quién se trata, dado que tuvo aciertos importantes en muchos otros aspectos, y el hecho de citarlo no me parece adecuado, dado que además, no tiene ya manera de expresar él a su vez sus argumentos. Aparte, le confieso, no tomé la precaución de conservar el recorte periodístico donde mencionaba lo referido. No obstante, estimo que no es relevante para el caso la mención de su nombre.
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frases y deseos. Es más, quizá no habrá un solo político que, en mayor o menor medida no lo haya hecho… Sin embargo, creo que la clave para la ciudadanía está en otro sitio: en vez de “calificar” o comparar a los candidatos por la excelsitud de sus metas, tenemos que evaluar la factibilidad de sus dichos, o mejor aún, analizar los medios concretos que utilizarán para cumplirlos. Si no le hacemos así, en muchos casos el remedio podría resultar peor que la enfermedad misma. —Creo —me dijo— que estás siendo muy pesimista… —Sería el primero —proseguí— en desear que todo resulte como ese señor ofrece, pero mira, si aun cuando se procede bien, planeando y evaluando las cosas como se debe, no existe garantía absoluta de que todo resulte de acuerdo con lo esperado —porque habrá que estar mucho muy atento en cuanto a su ejecución y circunstancias que rodean todo—, pero mira… ¿Qué pasaría si desde el mismo principio las cosas están mal configuradas? —Si este señor aplica, como todo parece indicar, su ya tan conocida recetita de estatizar empresas, exacerbar el burocratismo, corporativismo gubernamental y medidas parecidas, entre otras cosas van a hacer descender la producción de bienes y servicios, lo que se manifestará, primero, en inflación, lo cual será seguido por una larga secuela de inconvenientes graves. Y créeme, no habrá recursos que les alcancen, si no lo crees, espérate tantito. Mi amigo, si bien no tocó más el tema en su columna, ya no pudo apreciar127 a lo que llegaron, dado que los nefastos resultados —aunque lógicos— si bien se tardaron un poquito más de lo normal, en virtud que durante Falleció de cáncer en el año 2010 después de una vida brillante, fructífera y de extraordinaria participación social. Siempre le agradeceré la paciencia y comprensión mostrada para con mi limitada opinión.
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la primera década del nuevo siglo XXI, se mantuvieron inusitadamente altos los precios de los hidrocarburos, lo que les permitió —mientras pudieron— suplir mediante grandes importaciones de bienes y servicios su creciente vacío productivo, el colapso hizo acto de presencia. Y perdón que enfatice mi paciente lector, pero estimo que de todos modos, su petróleo no les hubiera alcanzado. Puedo asegurarle que, si hubiera permanecido el mismo don Hugo, sus descendientes, sucesores, uno de los apóstoles128 o el más exitoso y capacitado funcionario traído de alguna región del planeta,129 con una política económica como la descrita, el resultado hubiera sido el mismo, o peor, de no haber podido contar, como le decía, con tantas decenas de miles de millones de dólares procedentes del petróleo. No lo dude ni por un segundo. ¡Ah! ¿Entonces pretende usted que no tratemos de mejorar al pueblo? Por supuesto que sí, pero por la vía correcta, ¿y cuál sería esa? Primero, basarnos en las leyes económicas, sociológicas, educativas y muchas otras que inciden sobre el actuar humano, y luego, enfocarnos hacia las causas de fondo que son las que a su vez se proyectan en determinadas manifestaciones externas, mismos efectos o consecuencias que son, desafortunadamente, las que algunos malos líderes, de manera por demás superficial, tratan de atender.
Para efectos de este libro, este vocablo no se asocia a religión o creencia alguna, es un término que proviene primero del griego (apóstolos) y está conformado por el prefijo (apo) “lejos” y “stelló” que quiere decir “enviado”. Del griego se trasladó al latín “apostōlus”. Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, Joan Corominas, Editorial Gredos. 129 Aclaración pertinente: ante la hipotética “importación” de un funcionario así, de haberse tratado en realidad de alguien capaz, considero que tal personaje no habría aceptado la aplicación de semejante “receta secreta” —bueno, de hecho ya no es tan secreta, es mundialmente conocida—, y hubiera condicionado su labor a la implementación de una política económica más realista. 128
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Por decir, si un ingeniero se dispone a construir un muy importante puente… ¡Dios bendito, ahora una analogía de parte del autor! ¿A qué hora se terminará este maldito libro? Le decía… ¿Qué requeriría ese ingeniero para realizar esa obra? Primero, basarse en las leyes de la Física, elaborar un buen proyecto, considerar los estudios confiables de los factores que intervienen, poner un especial cuidado en los materiales empleados, vigilar los costos, manejar de forma impecable, transparente y clara el origen y destino de los recursos económicos, supervisar bien todo, y rodearse de personal capacitado... ¿No lo cree? Además, ante la desafortunada posibilidad de que apareciera una grieta en la estructura… ¡Imagínese nada más! ¿Convendría sólo atender la manifestación externa, — como hacen los populistas, orientándose más bien a los efectos que a sus verdaderas causas— o sea, “resanarla” y pintarla, o más bien, que se fuera al fondo del asunto, para analizar qué la está causando, y poder corregir el verdadero origen del problema? Asumiendo —para efectos ejemplificativos— que no se procede como se debe, dígame… ¿Ayudaría el más elocuente discurso? La respuesta es obvia. Ese hipotético profesionista —que ojalá no hubiera ninguno así— no sólo pondrá en serio riesgo a sus trabajadores y futuros usuarios, desperdiciará recursos, tiempo, incurrirá en responsabilidades y perjudicará su credibilidad personal. ¿No le parece? Es imprescindible analizar también el otro extremo: si nos percatamos que ese encargado de la obra está haciendo todo como se debe, lo menos que debemos hacer es respaldarlo de forma total, a fin que pueda realizar bien su labor —sin importar que quien haya quedado 174
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a cargo, no hubiera sido aquél en quien pensábamos—, ya que, el divisionismo es una de las peores cosas que le pueden sobrevenir a toda familia, empresa, proyecto, organización, país o al planeta mismo. Regresando al ámbito económico y monetario, éste tan enfadoso autor, sólo ha pretendido aportar su muy modesto y pequeño granito de arena en la construcción de una especie de simbólico puente, mismo que confío, pueda facilitarnos el acceso a una estadía mejor, donde hubiera mayores posibilidades de un desarrollo integral tanto para usted como para los demás miembros de ese equipazo que conformamos. Le anticipo: con su ayuda y la de todos, podemos lograrlo. Antes de que el autor continúe diciendo atrocidades, y que, por tal motivo, siga acrecentándose en más de alguno la malévola idea de enviarlo a épocas prehistóricas, sólo se me ocurren dos soluciones posibles para evitarlo: una, desmontar y transformar mi traviesa y tan odiada máquina del tiempo en una licuadora, o quizás, en un horno de microondas —al cabo como semejante artefacto es imaginario, creo que puedo lograrlo— y, la segunda, colocarle estratégicamente un punto final a este tan insufrible texto.
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Apéndice Reflexiones poblacionales Por si no hubiere atormentado lo suficiente al lector, me voy a permitir afligirlo con una última aunque muy breve reflexión de tipo poblacional. ¿Otra vez usted? Aunque pensándolo bien, ya hemos tolerado tantas barbaridades del autor que, si ésta es breve, quizá la leamos, además, aprovecharemos que aún no hemos tirado el libro, dado que el cesto de basura estaba un poco lejos… no obstante ¿Por qué ha escogido ese tema en particular? No lo creerá, pero todavía hay quienes consideran que no hay relación alguna entre esa materia y el bienestar humano, por ello, me gustaría tratar de forma en extremo corta el asunto… ¿No habrá otra vez perdido la brújula éste tan enfadoso autor? Y aparte, ¿por qué mejor no le dejamos ese asunto a la naturaleza, y renunciamos a hacer interferencias sobre la procreación humana? Le parecerá increíble lo que le contaré: la interferencia de hecho ya la realizamos desde hace mucho, como prueba de ello, antes de exponerle mi punto de vista relativo al tema, le comentaré algo que ya hicimos desde principios del pasado siglo XX hasta el momento presente. ¡Está usted soñando! ¿A qué hora hicimos eso, si hace un siglo casi nadie trataba el tema? Mediante el exitoso y afortunado empleo de la medicina, disminuimos de forma drástica la tan elevada tasa de mortalidad infantil que existió a todo lo largo de la Historia, por ello, para efectos del proceso de procreación humana, influimos de manera contundente. Y una vez que realizamos semejante intervención, fuimos paulatinamente abatiendo —con diferentes grados de avance en todos los países del mundo— algo que nivelaba e influía de manera determinante sobre la procreación: la tasa de mortalidad infantil, junto con una drástica elevación en la expectativa de vida. Semejante intervención —un tanto “artificial” podría decir más de alguno— consiguió que —entre otros beneficios—, aquella tan elevada mortandad infantil que padecimos desde siempre hasta hace alrededor de un siglo, la cual antes provocaba cerca de 700 decesos infantiles130 “El libro de los sucesos, eventos, hechos, casos, cosas…” Isaac Asimov, Editorial Lasser Press.
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Juan Manuel Ochoa Torres por cada 1 000 nacimientos, pudiésemos conseguir algo por completo inimaginable para nuestros ancestros: tener sólo 32 muertes de niños por cada 1 000 nacimientos en promedio en el globo,131 y seguimos avanzando, ya que debemos poder llegar a poco menos de 5 en todo el mundo.132 Paradójicamente, cuando se llevó a cabo dicha intervención, muchos no percibieron a cabalidad que, al intervenir en la procreación por un lado en dicho proceso en la forma descrita, ello casi nos obligaba también a hacerlo en el otro lado de la balanza: generalizando los métodos de planeación familiar.133 Cabe reconocer y destacar, que una gran cantidad de especialistas e investigadores del tema en el mundo, una vez que se percataron de la obligada repercusión que tendría el abatimiento de la tasa de mortalidad infantil, así como la también afortunada elevación en la “expectativa de vida”, no sólo anticiparon, sino advirtieron de manera oportuna las La tasa de mortalidad infantil promedio actual en el mundo, es de 32 fallecimientos infantiles por cada 1 000 nacimientos, de los cuales, 5 de ellos ocurren en el segmento considerado como “desarrollado”, y 35 en el que aún está en proceso de desarrollo. Population Reference Bureau (PRB) Data Sheet 2017.
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Este aparentemente inofensivo diferencial en este punto, está todavía provocando una cantidad irresponsablemente elevada de infantes muertos cercana a los 4 millones por cada año transcurrido, cifra que —atención—, tan sólo en el siglo XX supera con creces a los fallecimientos ocurridos en todas las guerras que padecimos en ese mismo período. Population Reference Bureu (PRB) Data Sheet 2015. Gran parte de la responsabilidad que ello implica, recae en aquellos quienes se niegan a reconocer la influencia del aspecto demográfico sobre el bienestar socioeconómico.
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Ello no significa tampoco que debemos situarnos en el otro extremo, o sea, por debajo del nivel de “reemplazo generacional” como sucede en una minoría de países. No obstante, es casi seguro que en esos sitios están considerando que, como únicamente alrededor de 15 por ciento del planeta se encuentra en tal condición, y, en cambio, la mayoría en el mundo aún tiene una tasa de crecimiento más alta de lo deseable, estiman —con razón— que la migración compensa con creces tal diferencial. Lo ideal en este tema, como en casi todo lo que nos rodea, es mantener una situación de equilibrio o estabilización. Y, en la medida en que se puedan ir solucionando los aberrantes y casi criminales déficits en tan diferentes renglones que se tienen ahora, en ese momento se podría pensar en una ligera modificación o crecimiento en este sentido, pero, actuar a la inversa, creando primero las necesidades y carencias, para luego buscar a quién culpar o cómo solucionarlas, es un proceder irresponsable e indigno de toda persona que se precie de tener uso de razón.
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Dinero y bienestar consecuencias sociales, económicas y ecológicas que se proyectarían sobre la comunidad global y el ecosistema. Gracias a tal información —en franca oposición a algunos grupos ultraconservadores—, se pudo parcialmente evitar que el deterioro socioeconómico, ambiental y humano se hubiera realizado en una forma muchísimo más grave, exponenciando los inconvenientes sobre todo el globo. Mas debemos resaltar que aún nos falta avanzar más en este sentido, y, si me lo permite, me gustaría comentarle por qué lo considero así. ¡Qué barbaridad! ¡Cada vez me convenzo más que este autor está fuera de sus cabales! ¿Qué diantres tiene que ver eso con el tema del bienestar con el que tanto nos ha aburrido a lo largo de éste su tan enfadoso libro? ¿O qué acaso ya a se le olvidó que el tema del mismo era otro? No culpo a quienes consideran que la cuestión poblacional pareciese pertenecer a otra especialidad, más si analizamos el asunto con un poco más de detenimiento, veremos que está en cierta forma —junto con otros elementos clave— vinculado con lo que ahora tratamos. Y por si fuera poco, puedo asegurarle que no es que este servidor lo haya insertado de forma indebida, ya que, en la práctica, este asunto se introdujo solito en nuestro entorno socioeconómico de forma completa, aunque lo realmente preocupante es que muchos no se percataron de ello. Si nos interiorizamos un poco más a fondo en este proceso, creo que lo veremos todos de una forma sorprendentemente clara, observe: una vez que abatimos el índice de mortalidad infantil, la tasa de crecimiento poblacional se elevó de manera sustancial de forma automática. ¿Y qué diablos importa eso? Ello hizo a su vez que el período de duplicación poblacional se “acortara”, cosa que de hecho sucedió en la mayor parte del mundo.134 ¡Pero el elemento humano es el más importante! ¿O acaso ya se le olvidó eso? Totalmente de acuerdo mi estimado lector, nada más que insisto, si el aspecto humano es precisamente lo más valioso que conocemos, ello nos obliga a ser mucho más cuidadosos al respecto, y le pido me permita le comente por qué lo considero así: Y como le indicaba, hubiera sido muchísimo peor, de no haber advertido tales especialistas en su momento sobre semejante riesgo, y eso hubiera convertido a la mayoría de países en zonas increíblemente caóticas, por las razones expuestas a continuación.
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Juan Manuel Ochoa Torres Cualquier cosa en nuestro mundo y en el universo, que interactúe de forma desincronizada con el resto de factores que intervienen, ello tendrá efectos nocivos, y las consecuencias, serán tan perjudiciales a como se presente un eventual desfasamiento de los factores que entran en juego. ¡Diantres! Creo que el obcecado autor no nos acaba de entender… ¡Estamos tratando de hacerle ver que el elemento poblacional es un elemento no sólo “positivo”, sino algo en extremo valioso, como usted mismo reconoce! ¿Alguien se lo puede explicar a éste tan enfadoso escritor? Qué cree mi estimado y paciente lector, aun los elementos considerados como “benéficos”, si ellos sobrevienen o interactúan a una velocidad inapropiada, ese factor positivo, en automático se transforma el algo que puede tener efectos adversos. Se lo expongo de otra forma: Cuando alguien por decir está buceando, una vez que decide salir a la superficie, si asciende desde donde se encuentra a una velocidad superior a como van subiendo las burbujas, ése al parecer tan inofensivo acto, podría costarle la vida a cualquiera…135 ¡Caramba! ¿Por qué sucede eso? ¿Qué acaso no es benéfico “el aire” o algo tan sencillo como salir a la superficie? Justo a eso me refiero, lo peligroso sería hacerlo a una velocidad superior a lo recomendado, ya que, por más bueno o incluso indispensable que sea el oxígeno, todo aquel que proceda de forma incorrecta, le sobrevendrá una descompresión, misma que puede resultar mortal. Veamos otro caso: pocas cosas serán más valiosas para la existencia que el alimento ¿no es así? Pues aún en el caso de algo tan importante, si cualquiera de nosotros la ingiere cada día en una cantidad superior a su capacidad y velocidad de absorción y asimilación, tendrá una serie de complicaciones. Y, si dicho desequilibrio es realizado de forma repetitiva, esa persona padecerá muy importantes problemas de salud, sin importar lo intrínsecamente bueno que el alimento sea. Bastante he castigado al lector con mis atroces ejemplos, como para seguirle planteando más, por tanto, sólo le pido veamos ahora el asunto demográfico bajo una perspectiva un poco más clara:
Esa persona tendría una posibilidad muy grande de sufrir una descompresión que podría resultar fatal. Fenómeno descrito en la Ley de Boyle-Mariotte.
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Dinero y bienestar Tan pronto como un país crece poblacionalmente demasiado rápido, observe lo que sucede: para empezar, el período de “duplicación poblacional” se acorta de manera anormal, lo cual —aunque a más de alguno eso le tenga sin cuidado— nos llevará a otra situación posterior: en ese mismo lapso inusualmente corto, no se podrán doblar también los satisfactores básicos vitales a ese mismo ritmo, dado ése su tan breve espacio de tiempo. Esta “desincronización” generará, de manera un tanto solapada y silenciosa, multitud de carencias o déficits en la mayoría de los renglones sociales básicos… Ante ello, puedo apostarle que muchos llegarán a una conclusión como ésta: ¡Lo que pasa es que los gobiernos ineptos no pueden hacer algo tan obvio! Ni de lejos pretendo defender a gobierno alguno del mundo, que ellos lo hagan por sí mismos, sólo le pido considere lo que en la práctica se lleva a cabo: Si un país dobla su población por decir en sólo 35 años (el mundo “subdesarrollado” se dobló en poco más de ese tiempo) eso significa, para fines prácticos, que debieron haber sido capaces de crear la infraestructura completa que hicieron a lo largo de toda su historia en el mismo lapso indicado, así como reponer parte de ella que ya sobrepasó su vida útil, o, simplemente, ya se hizo obsoleta, y, por si fuera poco, debieron haberle dado solución a los déficits acumulados por siglos. Su servidor no sabe de algún país que haya podido conseguir semejante meta, y sobre todo con una comunidad que ya traía arrastrando multitud de carencias en casi todos los órdenes. Ahora observe el escenario que se manifestará ante la ciudadanía: Todo sitio así, padecerá déficits en el abastecimiento de agua potable y drenaje, un gran número de personas carecerá de empleos remunerativos, muchos otros adolecerán de la debida educación, capacitación y no habrán podido recibir la suficiente transmisión de valores necesarios, la capacidad médica y hospitalaria estará rebasada por las necesidades de su comunidad, y algo parecido sucederá con su policía, jueces y personal de investigación de delitos, habrá vías de comunicación insuficientes, crecerá la necesidad energética, la superficie cultivable, forestal y de áreas verdes, las cuales parecerán haberse empequeñecido, así como multitud de complicaciones importantes más. Si interrelacionamos ahora dichas carencias entre sí, y para colmo, le añadimos el consumo de estupefacientes de algunos sectores sociales, no sólo tendremos cuadros patéticos llenos de injusticias graves, sino hasta la violencia crecerá a niveles inaceptables.136 La sola elevación en la tasa de crecimiento poblacional, si bien producirá una larga serie de lastimosas carencias, no será factor suficiente para la elevación de la violencia, pero, tan pronto aparezcan otros elementos negativos...
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Juan Manuel Ochoa Torres En este punto, como ya le adelantaba, incurrirán en un cierto riesgo adicional: tan pronto como entre en juego el ya citado aspecto de tipo sicológico —gran malestar ciudadano ante las autoridades en turno—, eso puede contribuir a empeorar las cosas en cualquier lugar del mundo, por la razón siguiente: Una vez que un elevado porcentaje de la población haya “concluido” o interprete que la razón de fondo de las carencias existentes, no es sino una manifestación palpable de incompetencia gubernamental, eso incrementará las probabilidades del surgimiento de líderes políticos insuficientemente informados, mismos que ofrecerán soluciones simplistas, mismas que a menudo no serán identificadas como inadecuadas por amplios sectores, precisamente por la patética condición en que se encuentran. A quien esto escribe le parece inconcebible que una en ocasiones ligera percepción sobre el tema de este apéndice, aún prevalezca en ciertos sectores sociales, políticos, grupos ultraconservadores y otros,137 incluso, más imperdonable resulta cuando, un pensamiento así proviene del segmento mundial considerado como “más desarrollado”. Algunos de ellos, curiosamente, serán quienes a menudo se quejarán de los inconvenientes de la “excesiva migración” hacia ellos procedente de las regiones con elevadas tasas de crecimiento. “Cosas veredes” de seguro nos diría casi de inmediato don Quijote si estuviera con nosotros, mas no puede hacerlo, ya que ahora mismo anda “deshaciendo entuertos” en otras dimensiones. Por lo tanto, tomando en cuenta que él no puede decirlo por las razones expuestas, le pido permitamos entonces que, en su lugar, sean las propias cifras quienes de forma sumamente breve puedan decirnos algo más, dado que aunque parezcan ellas tan calladas y discretas, creo que son también capaces de expresarnos cosas; y si bien su lenguaje sea en extremo silencioso, quizá su juicio podría ser más sólido que las propias rocas.
...colaterales, tales como actitudes inadecuadas, consumo de drogas, insuficiente transmisión de valores y otros, la elevación en los índices de homicidios dolosos será algo que habrá que esperar. Muchas de las objeciones de tales grupos, han sido respondidas por el autor bajo otra perspectiva y de forma un poco más amplia en el libro VIOLENCIA O DESARROLLO, mismo que se encuentra en la página: www.juanmanuelochoat.blogspot.com
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Dinero y bienestar Las cifras dicen —también de forma callada— que lamentan el que en el presente texto no se les permita expresar todo lo que ellas quisieran, pero no se preocupe, ya les he explicado a ellas que usted me hizo prometerle ante notario público no aburrirlo con un libro demasiado extenso. Pero aun con la limitación expuesta… ¿Qué podrían decirnos ellas sobre el tema? Hay zonas que duplicaron su población en 63 años, como aconteció de hecho en América del Norte,138 período en el cual, les fue posible duplicar los satisfactores a la velocidad requerida, o, como ocurrió en Europa,139 región que, poblacionalmente hablando, se dobló en un lapso algo superior a los 200 años. No obstante, en la mayoría del planeta la situación fue otra. Asia por decir, dobló su población en 43 años, América Latina lo hizo en 41, y África en 27.140 Pero si acaso duda usted que las cifras sean capaces de comunicarnos cosas, le pido observe, sólo como una especie de botón de muestra, los diferentes resultados de una región con características socioculturales parecidas: América Latina. Para un mejor aunque conciso análisis, veamos cuatro aspectos clave en diez países de dicha región: a) Índice de Desarrollo Humano (IDH),141 b) Índice de Crecimiento Poblacional, c) Producto Interno por Habitante, y d) Mortalidad infantil.142 De esos diez países —como le decía, tomados del mismo continente y parecido antecedente sociocultural— cinco de ellos estarán poblacionalmente creciendo de manera más rápida: Haití, Guatemala, Bolivia, Honduras y El Salvador. Y los otros cinco de forma un poco más estable: Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Costa Rica. Le pido que aprecie cómo, no sólo en estos diez países, sino en prácticamente todo el orbe, cuando su crecimiento poblacional es más
Hago mención especial que, en América del Norte, un porcentaje importante de su población provino de inmigración.
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No es posible conocer el lapso preciso de duplicación poblacional en la zona europea, dado que los censos de algunos de los países de esa zona —de unos años tan lejanos—, no son del todo confiables, mas considero que la duplicación poblacional se llevó a cabo en una cifra cercana a la indicada. 140 ONU (población 2015). Population Pyramids of the World from 1950 to 2100 139
(IDH) Es un índice importantísimo y muy revelador sobre la situación social y económica de un país, indicador que fue creado por la ONU para evaluar el nivel de desarrollo socioeconómico que cada país posee.
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Número de fallecimientos infantiles por cada mil nacimientos.
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Juan Manuel Ochoa Torres elevado de lo recomendado, casi como regla su “índice de desarrollo humano” (y lo que ello implica) desciende de manera significativa, lo cual está íntimamente asociado con su ingreso económico y bienestar general por persona, y, al mismo tiempo, permanece más alto su índice de mortalidad infantil, siendo esas situaciones a menudo acompañadas por un inusualmente alto nivel de violencia.143 Todo ello nos hace reflexionar que, aparte de priorizar como decíamos otros aspectos de tipo educativo, económico, monetario, sociológico, político y otros, el elemento poblacional deberemos tomarlo en cuenta también de manera muy especial. Ahora bien, para aquellos pocos a quienes las opiniones de expertos y conocedores del tema no les importen mayor cosa, ni les convenzan tampoco lo que las cifras muestren, quizá no quedará para ellos sino una tercera aunque lamentable opción: que sigan pretendiendo como que no saben del asunto, o como si no existiese vinculación alguna del aspecto poblacional sobre el bienestar humano. Pero me siento obligado a advertirles a ellos que, tanto quienes nos seguirán en los tiempos, como quien en su debido momento juzgue los humanos procederes, no les creerán que no se enteraron del daño que causaron. Economistas como David Ricardo (1772-1823), apreciaron el efecto de una excesiva “oferta” laboral (a menudo no bien capacitada) sobre su propio salario —lo deprime—, otros sólo interesados en el tema, como Carlos Marx, no lo percibieron así, hecho comprensible dado que, si bien estudió Filosofía, Literatura e Historia en Bonn y Berlín, y aunque algunos lo consideraron como un gran economista, su comprensión sobre el tema era escasa, obtenida por algunos estudios de manera autodidacta —en su exilio en Londres, en el Museo Británico—, y, no sólo nunca llegó a interiorizarse lo suficiente en Economía, sino ella le disgustaba. En una ocasión escribió a Engels: “…en cinco semanas, he terminado con toda la basura económica.” (Werner Blumenberg “Marx”, p. 121 —obra basada en su propia correspondencia— Editorial Salvat 1962) en otras cartas repite “basura económica” y “esta porquería”. Posteriormente, aparentando, eso sí, una enorme erudición, —impresionando a muchos, incluyéndome—, “forzó” ése su tan limitado enfoque económico hacia su también atrasada conceptualización filosófica y sociológica, lo que derivó, como era de esperarse, en los resultados que el mundo conoció. Valoro sinceramente su buena intención, aunque, espero coincida usted conmigo, quien pretenda beneficiar a otros, primero debe fundamentarse en leyes y principios sólidos. En el área social y económica, había que —entre otras muchas cosas—, conocer al menos los móviles que de manera natural, automática e invisible inciden sobre el actuar humano y la productividad. Su percepción sociológica y filosófica era tan anacrónica, que ni siquiera conceptualizó a la comunidad como lo que es: un ente indivisible, interrelacionado e incluyente, sino la fragmentó en “clases” un tanto antagónicas. Aclaración pertinente: Todas las tesis humanas son perfectibles, incluyendo por supuesto las barbaridades de este tan irrespetuoso autor.
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Dinero y bienestar CUADRO 1 CINCO PAÍSES LATINOAMERICANOS CON MÁS ELEVADO CRECIMIENTO POBLACIONAL144 % Crec. PIB MORT PAÍS IDH Poblac. HAB INFANT. Haití 0,493 1.5 1,790 48 Guatemala 0,640 1.9 7,750 26 Bolivia 0,674 1.7 7,050 39 Honduras 0,625 1.7 4,420 26 El Salvador 0,680 1.3 8,220 17 CUADRO 2 CINCO PAÍSES LATINOAMERICANOS CON CRECIMIENTO POBLACIONAL MÁS LENTO % Crec. PIB MORT IDH Poblac. HAB INFANT.
PAÍS
Argentina Brasil145 Chile Uruguay Costa Rica
0,827 0,754 0,847 0,795 0,776
0.9 0.7 0.8 0.5 0.9
19,480 10 14,810 14 23,270 7 21,090 12 15,750 8
Los datos del Índice de Crecimiento Poblacional, PIB por habitante, y mortalidad infantil proceden de PRB Data Sheet (Population Reference Bureau) 2017, los de IDH (Índice de Desarrollo Humano) fueron elaborados por el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Algo digno de tomar en cuenta, es que una eventual reducción en la tasa de crecimiento poblacional, no se proyecta de manera favorable de forma inmediata, sino a lo largo de los años siguientes, como podríamos apreciar en el caso particular de Brasil, ya que su reducción en el “índice de crecimiento”, es relativamente reciente, y pocos años atrás, tenía un crecimiento demográfico más elevado. Population Reference Bureau (PRB) 2010.
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Cabe mencionar también que Argentina y Brasil casi acaban de salir de unas experiencias populistas no especialmente afortunadas, y estimo que, de no haber sido por ello, su situación económica estaría mejor.
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Agradecimiento La realización de este libro no hubiera sido posible sin la valiosa colaboración de las siguientes personas: La diseñadora gráfica ANA SOFÍA OCHOA RICOUX, el apoyo en la obtención de datos estadísticos de JUAN GERARDO SALAZAR PARADA y el trabajo tipográfico y formación de LUIS TOVAR CARRILLO.
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Este libro se terminรณ de imprimir en el mes de mayo de 2018 en los talleres de Cactus Displays, S.A. de C.V.
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