Cochasquí, encuentros itinerantes de creación

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Cochasquí, historia, arte, soberanía El Parque Arqueológico de Investigación Científica Cochasquí (PAC), se encuentra ubicado en la Provincia de Pichincha, Cantón Pedro Moncayo a las faldas Sur del Mojanda, en la cuenca del río Guayllabamba. El parque tiene una extensión de 83,9 hectáreas las mismas que fueron expropiadas en 1981 para su adecuada protección, a la Hacienda Pirela. El complejo arqueológico se encuentra en el “círculo cultural” denominado por algunos investigadores como Sierra Norte, que comprende las Provincias de Carchi, Imbabura y parte de Pichincha en Ecuador y el Departamento de Nariño en Colombia; posee una gran riqueza arqueológica, con una tradición cultural muy homogénea reflejada en la cultura material encontrada. (Molestina, 1987). El 26 de mayo de 1979, mediante la Carta de Pichincha se declaró a Cochasquí, Patrimonio Cultural del Ecuador y al Honorable Consejo Provincial de Pichincha su custodio desde 1981. Su función es velar por la conservación del mismo, a través de su mantenimiento periódico, restauración de las edificaciones existentes, la promoción de estudios científicos de índole arqueológica, histórica, etnográfica, además de su puesta en valor para la apropiación por parte de la ciudadanía, incentivando el desarrollo cultural del sector y de la provincia. El alcance del encuentro artístico de creación, partió de la interpretación de la noción de patrimonio e identidad con el fin de rescatar la valoración simbólica y el contexto histórico que se desarrolla a través de un hallazgo arqueológico y su entorno ilimitado en dimensiones no solamente físicas, sin enfocarse en el objeto como eje central de estudio. Esto es relevante en la medida en que la práctica de identificación y apropiación de la comunidad y la ciudadanía en general, con el sitio, cobrará importancia desde lo social, lo sensible, lo simbólico, fluido y vivo, alrededor del hecho material. Así, intentamos generar desde Cochasquí, una plataforma no solo arqueológica, sino, multidisciplinaria, abriendo espacios para que el arte contemporáneo tome nuevas responsabilidades al vincularlo a la construcción de sentidos histórico, social, antropológico, político. Abordando nuevos imaginarios, resultado de una lucha histórica-social que nos lleva desde un pensamiento holístico a la construcción del Buen Vivir. Gustabo Baroja N



Encuentros itinerantes de creación El primer laboratorio-encuentro de creación Cochasquí, significo para La Karakola, un espacio de construcción estética en relación al Parque Arqueológico Cochasquí intentando vincular las construcciones en arte contemporáneo con el lugar (historias, significantes, cosmovisión andina). La temporalidad de las culturas andinas abordan una manera de pensar el mundo como un espacio de relación constante. Encontrándonos con el pasado, adelante, caminando sobre él. El futuro permanece a las espaldas, pues no lo vemos, no sabemos de él. Construyendo entonces espiralada, holísticamente, nuestra cosmovisión, nuestro tiempo, nuestro arte. La idea del yo, se crea desde la triangulación uno, el otro/a y el contexto, generando una relación que rompe el imaginario semiocapitalista del yo individual. La posibilidad del arte contemporáneo como herramienta de construcción estético-político, donde desde la investigación sensible proponer relaciones simbólicas de acuerdo a cada espacio subjetivo (lugar), llevo a abordar el primer encuentro laboratorio desde el contextualísmo como metodología de trabajo, entendiéndolo como las relaciones cuerpo-lugar para realizar acciones sin elementos físicos foráneos. Generando un vínculo espacio-temporal desde las experiencias y saberes previos en armonía con lo que se encontraba, sin violentar ni agredir el espacio, física o simbólicamente. Donde las acciones partieron necesariamente desde el vínculo cuerpo-tiempo-lugar. Desde los elementos, sensaciones, saberes con los que nos encontrábamos. Las acciones realizadas abordaron composiciones, instalaciones, performance,trabajos sonoros, video-performance, fotografía entre otras. Así, La Karakola, intenta generar nuevas plataformas de creación donde vincular procesos creativos en relación y reflexión con prácticas de descolonización del pensamiento, tomando al arte, bajo necesidades específicas, hondas, enteramente nuestras. Entendiéndonos como parte del todo, ese todo físico e intangible que desde nuestras acciones, gestos, micro gestos, modificamos con la presencia del cuerpo (no cartesiano) en el lugar donde nos detenemos para respirar y crear. Juan Montelpare





Gabriela Santander Te vi llevar tu mano hacia tu nariz. Mi mano encuentra en el bolsillo algo, y sí, era una planta. Te la doy y no digo nada, y tu mano la recibe, directamente la llevas hacia tu nariz, justo lo que buscaba que hagas. Fue ese gesto que me hizo sentir en casa, no una física, sino en casa, de ser parte de un todo. Oler, conocer, re-conocer, buscar, probar, curiosear, des-cubrir, transformar. Re - cordar ó re – cuerdo: a esta palabra la tomo como despertar, así la usa mi abuela: “cuidado le haces recordar, que está dormida”. Y para mí tiene sentido, pensando la parte de cuerdo, como lúcido, y es como volver a esa lucidez, entrar ahí. Despertando a un saber, enmarcado en un lugar y un tiempo. Así el olor despierta un saber mediante una sensación. La trayectoria de transformación sería la siguiente: 1.- La planta como transportadora de olor, además de forma y color, es el detonante de una acción, un gesto inicial, que es el de la exploración al llevársela cerca de la nariz. 2.-El olor como código entra por el conducto respiratorio, es descifrado por el cuerpo, llega al cerebro y activa el saber, o la curiosidad en su defecto, además del placer o rechazo. 3.- El olor sale transformado en palabra y gesto, generadores de conocimiento, al compartirlo desde el recuerdo – saber, o al encontrar preguntas que darán respuestas, en la misma mente o en los demás. Por lo tanto, se evidencia la necesidad de saber, la curiosidad que lleva a explorar y el placer de compartir, mediante el saber que lleva a re-cordar, a volver a saber. La de el de

mayoría de las plantas recolectadas tenían olor, y eran medicinales, por lo tanto tenían un poder. Y luego recibir varios recuerdos, llegué a un cuestionamiento que detonó mi accionar: si una planta puede curar cuerpo, mediante otra aplicación, ¿podría curar el alma? Y sí, de muchas formas, las plantas son utilizadas manera ritual, con fines curativos.

Mi acción consistió en retomar la trayectoria de transformación, como una ecuación, para sublimar re-cuerdos. Mi cuerpo como el aparato transformador e instrumento para la cura. El olor despierta una vivencia, un saber, una pregunta. Se recibe el olor transformado en palabra, la que entra para ser transformada en soplo y liberarlo al viento, intentando “limpiar” el cuerpo, o de aligerar su carga.





“Un Clamor” Andrés Silva Arias Esta acción parte desde la comprensión del arte como pretexto, convirtiéndose en una herramienta adorativa de expresión espiritual. Tocar el suelo a pie descalzo y sentir el pasto y sus espinas, mientras el viento golpea sobre mi torso desnudo y el frío no es razón para frenarse; el inclinarse en entrega, sumisión, obediencia, deseo reverente solidificado al ser levantado por fuerzas máximas, se convierte en más que una forma que adopta el cuerpo. Estoy descubierto ante su presencia sin importar lo adverso, sin importar un texto premeditado, donde existo yo y existe Él, a través de la acción que convierte lo íntimo en público, suelo santo toco al reconocer que Él está y me dejan de importar los prejuicios, justificando con el arte, lo que se llama adoración, y converso lo secreto, que finalmente convierte el silencio íntimo en grito, en grito desde lo interior hacía lo externo y extremo, hacía un pretexto de obra que no habla de la vida del arte o de su muerte pues me atrevo a decir que de arte ya se ha hablado suficiente, esta obra si cabe la palabra,habla de amar habla de Dios.









Las entrañas a ras de tierra Patricio Estévez Trejo La bóveda azul azulada descubre a los ojos citadinos un horizonte impensado, donde no hay más límite que la curva fémina de la Tierra. Huele a hierba recién pisada y a rocío que calienta para volar, así como se hizo, casi en silencio. Viajan a nuestro lado varios artistas, profetas poéticos de nuestro tiempo ¿Dónde pudieran abstraerse más que en este paraje serrano que, acaso, se ha salvado de la vorágine de la modernidad solo porque no se tuvo conciencia de su trascendencia? Estamos en Cochasquí. A lo lejos, millones de bombillas de neón, gas de mercurio, filamento o LED inundan la esfera que refulge como un inmenso incendio: es la ciudad; allá no hay más luceros, no hay más estrellas que el Sol, ni más lunas que la selenita Luna… en esta tierra fría y de sol ardiente todo es destello mínimo, delicados potajes para los conos y bastones de las ventanas del alma. Miles de pitos suenan al unísono: ruge la ciudad; en Cochasquí, suenan el ágil reptar aéreo de una libélula, el viento entre los juncos, el polvo que choca con las hojas mansas y resignadas y por la noche, ese tremor vegetal de los inmensos eucaliptos y su aroma. Aquí no hay más ese hollín que lo inunda todo: las cortinas de visillo plástico, las catedrales, los panes. Aquí no huele a diesel ni metano. El viento lleva el aroma a cedrón y hierba buena, a níspero y alpaca. Una jícama dulce sale del fino talco de esta tierra, refresca las entrañas y hace lamentar la industria que arremete al humano como a una cifra. En Cochasquí la papa sabe a papa, el queso a vaca; y la gente sabe a gente. Enfrentar la creación puede ser aterrador: el pánico a la hoja en blanco, a la piedra bruta, al visor de mi cámara, al si bemol; y es que, en mucho, el medio nos agobia. En Cochasquí, la soledad, la reflexión y el contacto prístino con los elementos nos regalan honestidad intelectual.Pero este paraje no solo es campo… es historia. Hasta aquí llegaron lejanos habitantes que prefirieron el silencio vital al murmullo del mar, amaron y crecieron para construir una compleja amalgama social reseñada en monumentos a no se sabe qué –aunque ahora digan que eran rituales–: esas pirámides nos llegan como men-sajes irrefutables del músculo y la neurona. Se pudiera hacer de este fósil vivo un crisol para el arte: creación, tertulia y nuevos derroteros comunes. La Karakola –más allá de su nombre, de su ortografía posmoderna– ha empezado el camino.







Mi vida en pedazos Yamine El Rhorba Lo que no sirve para los arqueólogos, en uno de los lugares fantásticos, espirituales y misteriosos, sirve para los artistas como herramienta de trabajo. Después de muchas visitas a las pirámides de Cochasquí, lo más remarcable para mí son los restos fragmentados de recipientes de barro de aquella cultura. Alrededor de la zona se los puede encontrar, visibles o invisibles, y para saberlo solo se necesita de una mirada antes de pisar, y a veces, lo más lejano puede estar más cerca. En paralelo, la coincidencia y la necesidad me empujaron a tocar lo que no es mío pensando que lo es , y sin dudar mucho empecé a buscar los fragmentos en todos lados usando el azar y la intuición hasta lograr acumular lo necesario para mi trabajo. Con el peso de los fragmentos acumulados, mi mochila se rompió y mis pasos se volvieron lentos. Esto me hizo pensar cada vez más. La energía de este espacio místico no dejó llevarme ningún pedazo fuera de esta zona. Después de largo tiempo, lento y sagrado, que aproveché durante el encuentro para la acumulación de materiales me di cuenta de que mi vida reflejaba lo que tenía en mi mochila: un mundo fragmentado, abstracto, duro y complicado que necesita arreglos y uniones. Ubiqué un espacio despejado. Arrojé lo que acumulé, tratando, con ese acto, de vaciarme de toda la carga negativa que llevé conmigo a este lugar y con amor y tranquilidad traté de unir lo destruido, dándole nueva forma, jugando con la horizontalidad del piso y después con el volumen de mi rostro que, desde fragmentos de barro, se re-construía con la ayuda de otras manos, un nuevo rostro. Pensé en mi vida. Dejé el todo como huella en la tierra y salí con una satisfacción moral y alivio espiritual más allá del trabajo en sí mismo.





Cochasquí, Desnudando Racionalidad Esteban Ruiz Tapia Desde la soledad del viento,los recuerdos y el chaguarmishqui milagroso inquieta a las travesuras creativas. “La pirámide del amor” despierta ciertas sonrisas bañadas de complicidad, es Cochasqui, el reto creativo; la soledad, el viento y la nostalgia van marcando su huella al proceso, al camino de la representación a la plástica, al performance, ahí estoy Cochasqui. No es para menos ese terreno desconocido pero familiar, el performance me espera entre naturaleza y ser, entre naturaleza y racionalidad, entre llamas, pirámides y temor creativo. El qué hacer? se presenta junto al desconcierto y paso a paso voy imaginando las voces y juegos de padres y madres de las pirámides, tolas o tumbas. Su presencia pesa y su magia late. Cómo serían, como vivirían allí, hoy tierra de llamas. La racionalidad marca más aun los pasos creativos y temo sufrir un “bloqueo artístico” (bloqueo al fin) hasta que vislumbro una luz a lo lejos, miro mi balsa artística salvadora, un solitario, estoico y energético árbol que a lo lejos grita presente y he ahí la puerta de explosión creativa, la llave de esta válvula de escape jamás abierta a la plástica y ¿Qué hacer? me pregunto, una vez ya encontrado el “leitmotiv” me respondo a brindar su homenaje a tan respetable ser, a ese ancestral árbol. La racionalidad nos determina a menudo el accionar artístico,buscamos(por lo menos en el caso específico) el gran efecto creativo dejando de lado ese rico proceso del caminar hacia ese efecto, hacia la producción del sentido creativo, hacia la variación del símbolo, hacia la producción plástica del sentir, del influenciarse de naturaleza. Cochasquí fue ese golpe a la racionalidad, fue ese desnudar la mente de esos esquemas determinados por la formalidad, Cochasqui fue el paso sin piso firme,el volver a sentir desde la incertidumbre muy cierta de la alegría y nostalgia de este titiritero. Empiezo a recorrer las pirámides y encuentro cada vez más estímulos creativos y retos, ¿desnudarse? Por qué no, y ahí voy, a despojarme simbólicamente de la racionalidad. Día dos,5 minutos faltan para las 6 de la mañana, frío,muchísimo frío, los compas listos a disparar las cámaras mientras permanezco parado sobre la “pirámide del amor”, doy la bienvenida al sol mirándolo desnudo con mi piel de frente y saludando al solitario árbol que yace a sus pies,pensando únicamente en librarme de la racionalidad y sentir acaso en que se cumpla la leyenda que dice:“a quien vaya a la pirámide del amor se cargara de energía amorosa ya que es una pirámide afrodisiaca”,no lo sé,por el momento Cochasquí me despojó de racionalidad.





Estar siendo Carlos Terán Vargas Ante todo siempre he pensado que el lenguaje y su traducción son el principal mecanismo de representación de lo real ¿Cómo representar y pensar en castellano una manifestación ancestral que se aleja de nuestra conjugación lingüística? El castellano puede generar una única conjugación que los distancia de otros idiomas: estar-siendo. El tiempo y el espacio se conjugan en un lenguaje que puede manifestar el diálogo y la conexión con un espacio histórico. Estar-siendo aborda la idea de una obra a partir de un registro ¿Puede un registro ser una obra? Estar siendo apela, desde un registro audiovisual, generar una conexión con el espacio y tiempo del sonido y la imagen. Es el registro de una manifestación constante del silencio, la meditación y los residuos de una historia. Momento en el que un registro se convierte en traducción, en obra, en manifestación histórica con sus propios sonidos, con sus propias imágenes.







Equidistancias: Dos acciones para explorar lo ecuatorial José Luís Macas Partiendo del nombre del Lugar Cocha = Laguna ki=mitad; Laguna que pasa por la mitad. La ubicación geográfica de este sitio está ligada al conocimiento y práctica astronómica así como al cero ecuatorial (0°0´0´´) situado en la cima del monte Katekilla. En el conjunto de las 14 pirámides algunas de ellas tienen una alineación más precisa con respecto a otros centros astronómicos de la zona e igualmente otras connotaciones simbólicas a considerar. Las dos acciones propuestas toman este hecho como referente: La primera consistió en plantar una vara de madera en la pirámide 5 cuya condición de centro de observación y punto ceremonial para observar los fenómenos de luz en los días de equinoccios y solsticios conllevó a que sea el sito justo para realizarla. Esta vara fue plantada con el objeto de ver la proyección de su sombra y en un gesto de unión, marcar con el dedo ensangrentado el círculo que proyecta esta sombra con respecto a su eje. La segunda acción ocurrió en todo flanco izquierdo de la pirámide 14, pirámide de la fertilidad como se la conoce, pues las uniones y bodas andinas se siguen celebrando en ese lugar. Teniendo en cuenta la condición de equidistancia que genera la línea ecuatorial mi afán fue evocar qué tan estática es la noción de equilibrio. Si sabemos que estamos en constante movimiento, cómo puedo vivir y experimentar el equilibrio sobre mi cuerpo en desplazamiento. Con una vara en la cabeza la acción propone dibujar un recorrido por la arquitectura que se mimetiza con el relieve. En este “estado de frontera” el cuerpo tiene que reinventar su ritmo a cada instante para no dejar caer lo que porta sobre él. La marcha y su cadencia se ven afectadas por esa presencia y condición. El recorrido deviene la obra y el cuerpo el vector entre el objeto explorado y la acción. Cochasquí ofrece un gran espectro de investigación y práctica en lo referente a arte, territorio y geografía que puede sin duda potenciar su valoración y conocimiento por parte de las comunidades locales y externas. Gracias compañeros y compañeras de la Karakola por su generosa gestión e invitación.





Ejercicios poéticos Juan Montelpare Abordando el cuerpo desde posiciones no cartesianas,intento llegar a él desde una mirada holística que permita vincular mis sentires, imaginarios, como un todo que se integra en lo físico y espiritual, en el espacio-tiempo (lugar). Desde este lugar creo mis investigaciones de cuerpo-acción-lugar, mi búsqueda, mi estética, mi cuerpo. Trozos de cerámica sobre la super�cie del Parque Arqueológico Cochasquí, construcciones arquitectónicas, calles que se intuyen, el viento, los olores, el frío, las plantas, la historia, como punto de partida para relacionarme,dislocar y dislo-carme, reconstruir, unas otras imágenes que me lleven no a definir, sino a preguntar. A realizar con mi cuerpo ejercicios poéticos, simples, pequeños, con el afán de quedarme en la pregunta y recorrerla. Diciendo nada, generando todo desde el cuerpo que se funde y comienza a ser otro en Cochasquí.












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