Una vez, en las arenas de una playa, estaba un Cangrejo y una Serpiente que vivían juntos en gran armonía y amistad. Con frecuencia el Cangrejo quien tenía gran sencillez, hacia contrastar los malos instintos de la Serpiente, y siempre la aconsejaba abandonar aquella mala conducta. Un día por la mañana, la Serpiente se enroscó cautelosamente bajo un Joven veraneante que descansaba echado en la arena. Al sentirse este tocando, se levantó rápidamente y le dio un fuerte golpe con una vara a la Serpiente dejándola noqueada. El Cangrejo al ver en problemas a la Serpiente, acudió a su auxilio de inmediato. Cuando llegó, la vio tendida estirada y con tono compasivo, le dijo: "Puedo asegurar amiga Serpiente, que aquel Hombre no te hubiera golpeado, si en vez de encontrarte enroscada bajo su cuerpo, te hubiera visto ir tranquila y recta como lo estás ahora ahora, hacia otro lado."
Una vida recta y sincera, es larga y placentera.
Una vez, una Gata se enamoró perdidamente de un apuesto Príncipe, pero viendo su estado, rogó a una Hada que le convirtiera en Mujer. El Hada, apiadada de su pasión, la convirtió en una bella adolescente. Cuando el Príncipe la vio, de inmediato se enamoró, y se casó con ella. Hallándose los recién casados en su palacio, el Hada quiso saber si la Gata, al mudar de cuerpo, había cambiado asimismo de instinto. Para ello, soltó a un ratoncillo en el tranquilo salón. La Gata, olvidando su nuevo estado, se levantó precipitadamente y corrió tras el asustado ratoncillo. La Hada muy enfadada con su protegida, como castigo la devolvió a su primera condición.
La cabra siempre tira al monte.
Había una vez, Ratoncito que por la vanidad de parecer "guapo y elegante", se había dejado crecer su cola desmesuradamente. Sus amigos ratones al observar tan larga cola, le repetían constantemente: "Ten cuidado amigo mío, que tarde o temprano tu descomunal cola te dará un disgusto colosal." Pero el Ratoncito no hacía caso a los consejos de sus sensatos amigos, mas "bien", el Ratoncito estaba más que satisfecho con su singular "colita", paseaba durante el día fuera de su madriguera y cuando se encontraba nuevamente con sus colegas, este les decía cantando: "Miren hermanos, no tenga envidia de mi colita, que a mucha honra me acompaña, pero no se acerquen mucho a ella, que es signo de grandeza." Así, paso el tiempo. Hasta que un día, mientras se paseaba cerca de su hogar, el Gato apareció, y el vanidoso Ratoncito viéndose en peligro, se dio a la fuga de inmediato y se lanzó hacia una puerta entreabierta. Desgraciadamente, el Gato logró alcanzar su cola y sin rodeos, se comió al Ratoncito de un solo bocado.
Dios al humilde levanta, y al orgulloso quebranta.
Una vez, un hombre compró un Loro en el mercado, y lo dejó suelto en su casa. El Loro domesticado por su anterior dueño, se subió tranquilamente a un mueble y muy alegre, se puso a repetir y repetir todo cuanto había aprendido. La Gata de la casa, lo oyó y se acercó a el. Le preguntó quién era y de dónde venía. El Loro respondió: "Tu Amo, acaba de comprarme." La Gata contestó: "¿Y cómo te atreves, descarado animal, a lanzar semejantes gritos siendo recién llegado?. A mí no me dan tanta libertad, y mi desgracia es tal, que ni siquiera puedo maullar a pesar de haber nacido en esta casa." El Loro nuevamente le respondió: "Amiga mía, será porque no hay punto de comparación entre los dos. Mi voz alegra al Amo, en cambio la tuya, lo fastidia."
Lo que remedio no tiene, olvidarlo es mejor.
Cierta vez, un niño robaba en la escuela los libros de sus compañeros, y como si fuese una buena acción, los llevaba a su Madre. Esta, en vez de corregirlo aprobaba su mala acción, y este pequeño pillo, continuando con lo mismo robó esta vez un reloj que también entregó a su Madre. Ella, a ver dicho objeto no lo reprendió mas solo lo aceptó. Conforme fueron pasando los años, este niño se volvió un ladrón muy peligroso, pero como sabemos, este tipo de acción no siempre termina bien, y un día, atraparon a este ladrón, lo esposaron de manos a la espalda y lo llevaron la cárcel. Su Madre lo seguía, golpeándose el pecho por tal decepción. Cuando el ladrón llamó a su madre para decirle algo al oído, este le dio un mordisco a la oreja de su madre arrancándole el lóbulo de la oreja. La madre, indignada le dijo: "¡¿No estás conforme con tus delitos que ahora me hieres a MI, a tu Madre?! A lo que el hijo ladrón le dijo: "Si la primera vez que te dí aquellos los libros que robé en la escuela, me hubieras corregido, hoy hubiera sido otra persona y no me encontraría en esta lamentable situación."
Lo que no se corrige en la niñez, crece y se agranda después.
Un día, unas fieras eran perseguidas por un hábil Cazador. Estas huían llenas de terror pensando en la muerte segura que este les iba a dar. Sin embargo un Tigre, queriendo despertar su valor, dijo a sus compañeros de infortunio, que traten de defenderse, y que él personalmente también estaba decidido a hacerlo. Esa valentía y decisión, de poco o nada le sirvió al Tigre, ya que el tenaz Cazador, lo alcanzó hiriéndolo de muerte. La Zorra, viendo al tigre echado, preguntó cómo lo habían herido tan lamentablemente. El Tigre contestó: "No sé quién me ha herido, pero reconozco que mi herida ha sido hecha por uno que puede más que yo."
Los fuertes, muchas veces se baten con temeridad, pero muy a menudo, también pueden más que ellos el arte y el ingenio.