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Prefacio
La Covid-19 ha dejado una estela trágica y sombría en la humanidad desde que fue detectada por primera vez a fines de 2019: sobre dos millones de fallecidos, más de cien millones de contagiados y con la economía sumida en una profunda recesión, la infección por este virus ha impactado las vidas de todos y modificado las conductas y formas de cómo socializan y se relacionan las personas. El país más poderoso del mundo, Estados Unidos, encabeza ambos ominosos rankings mundiales a comienzos de 2021: una de cada cuatro víctimas fatales e igual proporción de los contagiados totales por este virus es de esa potencia, que a pesar de sus vastos recursos tecnológicos, sanitarios, económicos y militares, ha sido derrotada sin apelación por un cuerpo minúsculo, cuyo tamaño se mide en nanómetros, una mil millonésima parte de un metro. Las vacunas que comenzaron a aplicarse a fines de 2020 después de un esfuerzo científico mundial sin precedentes en la historia y que se inocularán durante este 2021, parecen indicar que en algún momento habría un punto final a esta crisis. Pero todavía el futuro es incierto: como la pandemia es global, basta que con que los brotes persistan en un país para que puedan propagarse en forma acelerada en cualquier momento. Eso, sin considerar que, además, el virus seguirá mutando, tal cual lo ha hecho hasta el presente. Y como dijo la Organización Mundial de la Salud, la distribución de las vacunas en el mundo ha sido hasta ahora tan desigual como lo es la repartición de la riqueza y las oportunidades. A pesar de su lejanía de los grandes centros económicos y poder mundiales, Chile ha sido golpeado con particular intensidad, en relación a su población. Al escribir estas líneas, a fines de enero de 2021, cuando todavía no se cumple un año desde el 3 de marzo, día en que fue detectado el primer caso de Covid-19
en el país, han fallecido más de 18.000 personas por este virus –23.755 si se incluyen los casos sospechosos– y sobre 700 mil se han contagiado, la economía cerró 2020 con su mayor caída desde la recesión de 1982–1983, el desempleo se derrumbó, y regresaron el toque de queda, las ollas comunes y el control policial –en ocasiones también militar– en las calles. En términos comparables de fallecidos por Covid-19 cada 100 mil habitantes, según datosmacro.com, el 27 de enero de 2021 Chile estaba en el lugar 27° del mundo, con mejores cifras que países como Estados Unidos, Brasil, México, Reino Unido, Italia, España y Francia, entre otros, pero peores que las de Alemania, Australia, Canadá, Cuba, Ecuador, Israel, Japón, Nueva Zelanda, Palestina, Paraguay y Uruguay, por ejemplo. Si un chileno hubiese permanecido un año aislado, sin contacto con otras personas, ni enterarse de lo que ocurre y reapareciera hoy, en plena pandemia, no reconocería el país: la sola imagen de miles de personas –ojalá fueran todos– deambulando con mascarillas y conservando distancia del resto, o la de calles solitarias en las urbes durante el primer período de las cuarentenas, le causaría asombro y estupefacción. Sin duda, la emergencia sanitaria y económica que ha provocado el coronavirus es la noticia nacional y mundial más importante que ocurrió en 2020. Es más: se trata del suceso noticioso más relevante en lo que va del siglo XXI. En la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez, alumnos y docentes lo advertimos en forma temprana. Bajo todos los criterios clásicos de jerarquización de una noticia, la crisis provocada por este virus se debería situar en el primer lugar de cualquier ranking. Esta percepción operó casi como un mandato para los cursos de nuestra escuela, que incluyeron ejercicios y debates sobre el tema, en el formato de clases online, a distancia, como se desarrolló la docencia durante 2020. Los autores de este prefacio, ambos periodistas y docentes, impartimos el curso de Periodismo Avanzado a alumnos del octavo semestre en las sedes de Santiago y Viña del Mar de nuestra unidad académica. Ellos se encuentran en una intersección de la carrera de Periodismo: el último semestre de pregrado, justo antes de que obtengan su Licenciatura en Comunicación Social, si aprueban
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todas las asignaturas y su primera práctica profesional, y próximos a avanzar hacia los estudios conducentes al Magíster en Comunicaciones del quinto año. Resolvimos acometer el mayor desafío que nos hemos propuesto en tanto docentes: que los alumnos de ambos cursos, trabajando grupalmente, hicieran un libro sobre la evolución del coronavirus en el mundo y Chile en los algo de más de cuatro meses lectivos de duración del semestre. El primer paso fue estructurar y reorientar los programas de los cursos de Periodismo Avanzado en las dos sedes hacia el logro de este propósito de forma tal que se cumplieran los objetivos de aprendizaje de la asignatura. El segundo aspecto fue definir los temas de los capítulos que investigó cada uno de los 17 grupos de trabajo en que se dividió el curso. Como los alumnos propusieron hacer un tema adicional, un capítulo quedó sin un equipo que lo desarrollara. ¿La solución? Uno de los ayudantes de la asignatura lo asumió. Así llegamos a los 18 capítulos que conforman este texto. El hilo conductor del libro es la ruta que ha seguido esta pandemia en el mundo y en Chile, relatada a través de historias que le ocurrieron a personas. Con los objetivos definidos, los 17 grupos, de tres o cuatro alumnos cada uno, investigaron el tema que les correspondió: reunieron antecedentes, buscaron datos, leyeron bibliografía, construyeron archivos de prensa, definieron posibles fuentes, las ubicaron y entrevistaron en pos de historias que constituyeran la columna vertebral de cada capítulo. Transcribieron las entrevistas y fueron entregando informes periódicos de avance, chequeando cada dato, para después organizar periodísticamente el material. Se revisaron mutuamente sus trabajos y los mejoraron hasta culminar el curso con la entrega de sus originales. Los profesores corregimos sus textos y después que terminó 2020, los editamos. Al hacerlo, respetamos hasta donde fue posible los estilos individuales, en aras de la unicidad del texto y para facilitar su lectura. La mayor parte de los originales cerraron a fines de 2020; unos pocos incluyeron información hasta enero de 2021. El resultado de este enorme esfuerzo colectivo, realizado además en el contexto de la pandemia y con las medidas de restricción de libertades tomadas por las autoridades para contenerla, es este libro que sus lectores
pueden hoy sopesar. Reúne historias que sus protagonistas contaron a los autores, pero también conjuga algo del espíritu de registro de un almanaque. No podemos negarlo: los dos profesores estamos orgullosos de nuestros alumnos. Sin su compromiso, esfuerzo y tesón, este trabajo jamás habría culminado. El libro fue estructurado en dos partes. En la primera, titulada “La ruta del coronavirus”, los reportajes se ordenaron siguiendo la ruta geográfica que propagó la infección en el mundo, desde su origen en China (capítulo 1, Víctor Donoso, Rocío Fonseca, Fabián Garrido, Tomás Thomas), el tránsito por Europa (capítulo 2, Giovanni Molinari, Andrés Palominos, Ignacio Riveros, Matías Venegas) y después a Estados Unidos (capítulo 3, Sebastián Haddad). La trayectoria prosigue posteriormente por América Latina; aquí se abordan los dos casos emblemáticos de países cuyos gobiernos han minimizado la gravedad de la crisis, Brasil y México (capítulo 4, Miranda Aspee, Trinidad Amigo, Marianne Mathieu, María Eugenia Soto), para examinar en seguida el caso de Uruguay, que ha tenido resultados mejores que el resto de la región (capítulo 5, Agustín Bianchetti, Josefina Concha, Iván Reinoso, Javier Tobar) y continuar con Argentina, cuya población ha sufrido las cuarentenas más extensas del mundo, pero sin respetarlas (capítulo 6, Laura Cabello, Ignacia Canales, Florencia Couyoumdjian, Sofía Macchiavello). También en esta primera parte, y a modo de bisagra con la sección que viene a continuación, se presenta al responsable de esta crisis, el virus y las vacunas desarrolladas para frenarlo (capítulo 7, Camilo Barrios, José Tomás López, Nicolás Riveros, María Jesús Rodríguez). En la segunda parte, titulada “La batalla en casa”, los reportajes abordan con mayor detenimiento lo que ha ocurrido en Chile. Se abre esta sección con el capítulo dedicado al trabajo de los dos ministros de salud que les correspondió enfrentar la emergencia en 2020 (capítulo 8, Francisca Álvarez, Jim de la Rosa, Nicole Iporre, Sara Sorza). A continuación, se relatan historias de quienes han combatido en primera línea contra la infección, arriesgando sus vidas y las de sus familias, los trabajadores de la salud (capítulo 9, Bastián Aguirre, Fernanda Aros, Constanza Grau, Francisca Mora). Luego, se cuentan casos dramáticos de quienes han estado en ese umbral que separa la vida de la muerte y que muchos,
lamentablemente, cruzaron (capítulo 10, Nicole Beretta, Valentina Bermedo, Isidora Fuenzalida, Elisa Pérez). En seguida, los rompecuarentenas, aquellos que nunca han creído en la gravedad de esta enfermedad y explican los hechos con tesis conspirativas (capítulo 11, Fernanda Ávila, Justine Bordachar, Valeria Suárez). Posteriormente, el impacto brutal de la crisis en la microeconomía, y por ende en las personas, que persiste hasta el presente (capítulo 12, Lucas Abuhadba, Josefa Alfaro, Nataly Huerta, José Manuel Ternicien). El resurgimiento de las ollas comunes y el modo como se organizan se relata en el capítulo 13 (Agustín Álvarez, Tomás Borrowman, Phillip Pollmann). El siguiente reportaje aborda los retiros de fondos de las AFP y cómo estos recursos han sido fundamentales para que muchos hogares puedan sobrevivir (capítulo 14, María José de la Barra, Sabrina Gómez, Gabriela Ortega, Natalia Valdebenito). Después, se examina el impacto desigual que ha tenido la pandemia entre Santiago y regiones y, en especial, que las personas de menores niveles de ingreso han sido más afectadas que el resto (capítulo 15, Matías Boettcher, Ignacio Donoso, Catalina Medo, Ignacio Videla). Sigue un reportaje que se dedica a describir el contexto en que ocurrió la crisis, el estallido social y el histórico plebiscito de 2020 (capítulo 16, Raimundo Irazabal, José Pinto, Andrés Puig). El penúltimo reportaje se interna en un problema que inicialmente permaneció en sordina, sobre el que la sociedad está recién cobrando creciente consciencia: la salud mental de la población en medio de la crisis (capítulo 17, Rosario Carcavilla, Alberto Cobo, Benjamín Ponce, Sally Vargas). Finalmente, el último reportaje escruta el drama de la violencia intrafamiliar, estimulado por el estrés, el miedo y el confinamiento durante las cuarentenas (capítulo 18, Mauricio Latrille, Brian Miranda, Francisca Moya, Josefina Piddo). Es cierto: los reportajes se asoman con frecuencia a historias trágicas, experiencias límite y a momentos íntimos de muchos de sus protagonistas. Pero también a anécdotas, gestos de solidaridad, cariño y amor. Vaya nuestro primer agradecimiento a todos quienes accedieron a compartir estas vivencias con ustedes, los lectores. También, a los ayudantes del curso, Sebastián Haddad y Camilo Pérez, que trabajaron con todo el ahínco y pasión que el libro requería, y en el caso de Sebastián, por apoyar también en la labor de edición.
A Juan Pablo Herrero, que diagramó estas páginas y diseño la portada. A las autoridades de nuestra Escuela de Comunicaciones y Periodismo por generar las condiciones que han permitido esta innovadora experiencia académica. Y, por cierto, a los 66 autores de estas páginas, 39 alumnos de la sede Santiago, 26 del campus Viña del Mar y un ayudante, por atreverse a hacer esta travesía inolvidable. Queridos lectores, este libro queda a su disposición. Lo dedicamos, con mucha emoción y cariño, a todas las víctimas del coronavirus y sus familiares.
MANUEL DÉLANO, KAREN TRAJTEMBERG PROFESORES PERIODISMO AVANZADO ESCUELA DE COMUNICACIONES Y PERIODISMO UAI