El flautista de Hamelin - Robert Browning

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EL FLAUTISTA DE HAMELIN

ROBERT BROWNING

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Robert Browning

EL FLAUTISTA DE HAMELIN

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El flautista de Hamelin Robert Browning

Montecristo Cartonero 2017 Diagramación a cargo de Juan Cifuentes Diseño por Juan Cifuentes Pintura portada: Joven tocando la flauta, Judith Leyster, 1605. Impreso en los talleres de Montecristo Cartonero Corregidor Fernando de Alvarado 8, Hacienda Los Fundadores, Chillán Viejo, Chile Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Se permite la reproducción parcial o total de la obra sin fines de lucro y con autorización previa del autor.

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EL FLAUTISTA DE HAMELÍN LLEVÓ A LOS NIÑOS A MORAVIA

Cada vez más pruebas, incluyendo las arqueológicas, muestran la posibilidad de que los niños de Hamelín fueran a parar a alguna parte entre las ciudades de Vyskov y Blansko. La historia sobre el flautista de Hamelín aparece en crónicas y registros viejos desde la edad media. En la ciudad de Hamelín aparece un día un hombre misterioso vestido con ropas relucientes. Por cierta suma promete liberar a la ciudad, con ayuda de su flauta mágica de plata, de los repugnantes roedores. Cumple su promesa, pero los concejales se niegan a entregarle la suma acordada. El flautista, enojado y decepcionado, se retira de la ciudad. Pero vuelve, y en la fecha de su regreso coinciden todas las versiones de la leyenda. Fue el 26 de junio de 1284. En el año 1284 después del nacimiento de Cristo En el lejano Hamelín Ciento treinta niños, nacidos en este lugar Se fueron con un flautista a la montaña. Estas palabras están grabadas en un muro de la iglesia de Hamelín. Sí, fueron ciento treinta niños a los que el flautista encantó con su instrumento y se llevó consigo por la puerta municipal del Este. Los niños lo siguieron hacia el lugar denominado Calvario, donde se celebraban las ejecuciones. Allí se perdió su rastro. Las madres desesperadas buscaron a sus hijos por todas partes, andando de una ciudad a otra, pero en vano. Nadie más volvió a ver a aquellos niños. Probablemente en el siglo dieciséis el flautista se convirtió en cazador de ratas y esta figura aparece también en la narración literaria de los hermanos Grimm. Del tema se apoderó asimismo el escritor y poeta checo Viktor Dyk.

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En su relato el cazador de ratas se enamora de la joven Agnes, en cuya casa encuentra refugio después de su llegada al pueblo de Hamelín. El amor es mutuo, pero posteriormente Agnes se da cuenta que está embarazada por sus relaciones íntimas con su antiguo novio. El cazador de ratas se enfada y decide abandonar el pueblo. Antes de hacerlo visita aún la taberna local. Allí se encuentra con el ayudante del Diablo quien le ofrece vida eterna si utiliza su flauta para hacer daño a la gente. El cazador de ratas lo rechaza resueltamente y se retira del pueblo. Pero su amor hacia Agnes es más fuerte que su voluntad y lo obliga a regresar. No encuentra a su amada y cuando se entera de que Agnes se ahogó de pena y que su madre se volvió loca, decide con la ayuda de su flauta llevar a todos los habitantes de Hamelín al borde del precipicio de la montaña de Koppel. No lo hace porque no se la haya pagado el dinero prometido, sino por desengaño amoroso. Al tocar su melodía, en la gente se despiertan los olvidados pecados. Los habitantes de Hamelín lo siguen hacia la montaña de Koppel donde terminan su vida con la esperanza de partir para una tierra donde haya abundancia de todo y donde les sean perdonados sus pecados. El cazador de ratas espera que volver a encontrarse con su amada Agnes, la única persona en su vida que fuera capaz de despertar en su alma algún sentimiento. Sin embargo, no fueron sólo los artistas a los que atrajo la historia del flautista o cazador de ratas de la ciudad de Hamelín. A los historiadores les sorpendía sobre todo exactitud con qué se hablaba de la fecha del suceso. Todo parecía indicar que la leyenda se basaba en hechos reales. En el medioevo las tierras de Europa Central y Oriental fueron "conquistadas" por colonizadores de los entonces sobrepoblados territorios del Oeste europeo, ante todo de Alemania y del norte de Francia. La colonización tenía su 8


ordenamiento fijo. El que deseaba poblar algún territorio, ya fuera noble o religioso, tenía que contratar al denominado "localizador". Su cometido consistía en adquirir un número suficiente de colonos jóvenes y traerlos al lugar indicado. Allí tenían que tallar el bosque y fundar un pueblo. En recompensa quedaban liberados durante los siguientes diez años del pago de impuestos. El flautista de Hamelín fue un "localizador" que trajo a los niños " como futuros colonos - de la ciudad alemana de Hamelín a Moravia. Se supone que su nombre era Body. Según éste fue denominado también un pueblo en la región de Vyskov en Moravia del Sur " Boden, nombre que fue adaptado más tarde al checo como "Podomí". Justo a su lado se encontraba otro pueblo " Hamlíkov, o según algunos registros también Hamakov o Hamlínkov, nombre checo procedente del nombre de origen alemán Hämlingen. Su parentesco con Hamelín está más que claro, afirman los investigadores. El pueblo Hamlíkov ya no existe. Hasta hoy en día quedaron de él sólo restos de casas medievales. Estos fueron descubiertos por Ervin Cerný-Kretínský, renombrado experto en medicina, oriundo de esa región. Ervin Cerný-Kretínský, quien murió el año pasado a los 88 años de edad, se dedicaba también a estudiar la historia. Fue autor de más de 70 publicaciones científicas y de seis libros. Se ocupaba ante todo de la geografía histórica. En el planalto de Drahanská vrchovina descubrió 62 extintos pueblos medievales, y entre ellos Hamlíkov. ¿Pero cómo es posible que los colonizadores de la ciudad lejana de Hamelín, ubicada en el extremo noroccidental de Alemania, llegaran a Moravia del Sur, a la región de Vyskov? Una explicación al respecto se puede encontrar en la obra del historiador alemán, Wolfgang Wann, publicada hace 18 años.

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Wolfgang Wann, quien dedicó a la leyenda del flautista de Hamelín prácticamente toda su vida, llegó a la conclusión de que los colonizadores habían sido invitados a Moravia en el siglo 13 por el obispo de Olomouc, Bruno. El obispo Bruno, diplomático y consejero del rey checo Premysl Otakar II, provenía de Schaumburg, localidad a sólo unas decenas de kilómetros de distancia de la ciudad de Hamelín. Bruno era hombre del gran mundo. Durante su actuación en Moravia creció el número de pueblos en su diócesis de 200 a 400. Según estiman los historiadores, atrajo a Moravia a más de 25 mil colonizadores. Al servicio del obispo Bruno de Schaumburg estaban aproximadamente 300 "localizadores", y entre ellos unos 150 alemanes. También sus nombres parecían a menudo ser derivados de Hamelín. Hamel, Hamal, Haemler, Hamelius... El destino del flautista o cazador de ratas de Hamelín, el pueblo moravo Hamlíkov, no sobrevivió a la edad media. Por primera vez fue destruido durante las guerras de los husitas en el siglo 15. Posteriormente fue poblado nuevamente, esta vez ya por los checos, pero a finales del siglo 16 volvió a quedar abandonado. La causa fue probablemente la peste. La última mención sobre el pueblo Hamlíkov procede del año 1596 y consta en el Registro de la Propiedad de Moravia. Quien hoy desee ver el pueblo del cazador de ratas no encuentra en su lugar más que un denso bosque, y si tiene suerte alguna seta. Extraído de: http://www.radio.cz/es/rubrica/legados/el-flautista-de-hamelin-llevo-a-los-ninos-a-moravia

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El pueblito de Hamelin está en Brunswick, cerca de la famosa ciudad de Hanover, y el profundo y anchuroso Weser baña su flanco sur. Jamás se vio un lugar tan placentero pero, para la época en que comienza nuestra historia -hace casi cinco siglos-, los pobladores soportaban una horrible peste. ¡Ratas! Desafiaban a los perros y mataban a los gatos; mordían a los bebitos en sus cunas; se comían los quesos de los moldes y sorbían la sopa del mismísimo cucharón del cocinero; abrían los toneles de sardinas en salmuera, anidaban en los sombreros de paseo de los hombres y hasta estropeaban las charlas de las mujeres, ahogando las voces con chillidos estridentes que cubrían una gama de cincuenta sostenidos y bemoles. Finalmente la gente acudió en manifestación a la alcaldía. -Es evidente que nuestro alcalde es un papanatas -gritaban-. Para no hablar de la Corporación. ¡Pensar que gastamos en trajes de armiño para unos bobos que no son capaces de librarnos de esta peste! ¿Acaso esperan ampararse en sus pieles de magistrados, sólo porque son viejos y gordos? De pie, señores. Exprímanse los cerebros para encontrar una solución, o no les quepa duda de que los vamos a echar. Al oír esto el alcalde y la Corporación se pusieron a temblar, muy preocupados. Estuvieron reunidos en consejo durante una hora y por fin el alcalde rompió el silencio. -Remato mi investidura al mejor postor. Querría estar bien lejos de aquí. Es fácil pedir que uno se exprima el cerebro. Ya me duele la cabeza de tanto rascarla. Y nada. ¡Si se nos ocurriera alguna buena trampa! Mientras decía esto tocaron suavemente a la puerta del recinto -¡Santo cielo! -exclamó el alcalde-. ¿Qué es eso? 13


(Allí sentado con la Corporación parecía pequeño pero asombrosamente gordo. Su mirada no era más lúcida ni más húmeda que la de una ostra muerta, aunque hay que admitir que cobraba un poco de vida al mediodía, cuando la panza clamaba por un guiso de tortuga verde y gelatinosa.) -¿Alguien se está sacudiendo los pies en el felpudo? preguntó, y agregó-: Cualquier ruidito que me recuerde el de las ratas y el corazón me da un vuelco. -¡Adelante! -gritó finalmente el alcalde, y pareció que había crecido. Entonces hizo su entrada el tipo más raro que pueda uno imaginar, con un extravagante abrigo que lo cubría de pies a cabeza, mitad amarillo y mitad rojo. Era un hombre alto y muy delgado, con ojos azules y penetrantes, chiquitos como dos alfileres, cabellos claros y lacios pero tez morena, sin bozo en las mejillas ni barba en el mentón pero con muchas sonrisas en los labios. Nadie imaginaba quién era ni de dónde venía y todos contemplaban absortos al hombre altísimo y su extraño atavío. Uno dijo: -Es como si mi tatarabuelo hubiese vuelto de la tumba al oír las trompetas del día del Juicio. El hombre avanzó hasta la mesa de deliberaciones y dijo: -Con su permiso, honorables. Por obra de un poder secreto, estoy en condiciones de hacer que me sigan todas las criaturas vivientes, las que se arrastran, las que nadan, las que vuelan y las que corren. Suelo utilizar mi poder sobre los bichos perjudiciales al hombre, como los topos, los sapos, los tritones y las víboras. La gente me llama el Flautista. Y sólo entonces notaron que alrededor del cuello tenía una banda roja y amarilla (para hacer juego con el saco), de cuyo extremo colgaba una flauta. También notaron que los dedos se le escapaban, como si estuvieran ansiosos por tocar esa flauta que se bamboleaba sobre el anticuado traje. 14


-A pesar de ser sólo un pobre flautista -dijo-, en junio pasado liberé al Chan de Tartaria de unas gigantescas nubes de mosquitos y en Asia le quité de encima a Nizam una ola monstruosa de murciélagos vampiros. Y en cuanto a lo que les preocupa a ustedes ¿me darían mil florines si libero a la ciudad de las ratas? -¿Mil? ¡Cincuenta mil! -exclamaron sorprendidos el alcalde y la Corporación. Entonces el Flautista salió a la calle, algo son- riente, como si supiese qué magia dormía en su flauta, y, como un músico experto, frunció los labios para soplar el instrumento. Los ojos despedían destellos azules y verdes, como cuando se arroja sal sobre la llama de una vela. Y antes de que la flauta hubiese emitido tres notas agudas, se oyó algo que recordaba un ejército en marcha. El murmullo se convirtió en gruñido, el gruñido en rugido y las ratas comenzaron a precipitarse atropelladamente a la calle. Ratas grandes, ratas chicas, ratas enclenques, ratas robustas, ratas marrones, ratas grises, ratas negras, ratas rubias, viejas ratas solemnes y rengas, ratitas alegres y juguetonas, padres, madres, tías, primos, colas en alto y bigotes en punta, decenas y docenas de familias, hermanos, hermanas. esposas y esposos, todas detrás del Flautista. El Flautista tocaba y caminaba y las ratas lo seguían bailoteando, hasta que llegaron a orillas del Weser, donde todas se zambulleron y murieron. Todas salvo una, intrépida como Julio César, que atravesó el río a nado y vivió para llevar sus Comentarios al País de las Ratas, tan cuidadosa como el conquistador romano de preservar el manuscrito. Su historia decía así: "En cuanto sonaron las primeras notas agudas en la flauta, me pareció oír que cortaban lebrillo, que colocaban manzanas, maravillosamente maduras, en la prensa de hacer sidra, que corrían barriles de embutidos, que dejaban entreabiertos armarios con conservas y que quitaban los 15


corchos a los frascos de aceite, que hacían saltar los flejes de los toneles de manteca. Era como si una voz (más dulce que el arpa o el salterio) gritase: "¡Alégrense, ratas! El mundo se convirtió en una enorme despensa. Así que masquen, tasquen, desayunen, almuercen, merienden y cenen." Y cuando me pareció ver un gran barril de azúcar, ya abierto, brillante como el sol, a pocos centímetros de mis narices, como diciéndome: "Ven a perforarme", me encontré revolcándome en el Weser". Tendrían que haber escuchado a los pobladores de Hamelin haciendo repicar las campanas hasta doblar los campanarios. -¡Vamos! -gritaba el alcalde-. ¡Agarren palos largos y arranquen los nidos; tapen los agujeros! ¡Consulten con carpinteros y albañiles y no dejen ni rastros de las ratas en el pueblo! De pronto asomó la cara del Flautista en el mercado y se oyó: -¡Primero páguenme mis mil florines, por favor! ¡Mil florines! El alcalde se puso verde y también, los miembros de la Corporación. Las cenas del Con- cejo hacían estragos con las reservas de Clarete, de Mosela, de VindeGrave y de vino del Rin, y la mitad de ese dinero bastaría para volver a llenar con vino el tonel más grande de la bodega. ¿Cómo iban a pagarle esa suma a un vagabundo vestido de amarillo y rojo, como un gitano? -Además -dijo el alcalde con un guiño malicioso-, fue obra del río. Todos vimos con nuestros propios ojos cómo se hundían las ratas. Y lo que está muerto no resucita, según creo. Así que, amigo, no somos gente que vaya a negarle un vaso de vino ni tampoco algún dinerito, pero en cuanto a los florines, lo que dijimos lo dijimos en broma. Por otra parte, hay que tener en cuenta que sufrimos graves pérdidas y que debemos ahorrar. ¡Mil florines! ¡Por favor! Contén- tese con cincuenta. El Flautista cambió de cara y gritó: 16


-No acepto regateos y, además, estoy muy apurado. Prometí estar en Bagdad para la hora de la cena: tengo que probar la primicia de un guiso del cocinero en jefe, un hombre muy rico, que está agradecido de que haya exterminado los escorpiones de la cocina del califa. No regateé con él y no voy a ceder ni un centavo con ustedes. Además, tengan en cuenta que tengo otro modo de tocar la flauta para la gente que me pone furioso. -¿Cómo dice? -gritó el alcalde-. ¿Cree usted que puedo permitir que me trate peor que a un cocinero? ¿Qué me insulte un asqueroso haragán, un flautista vagabundo vestido de todos colores? ¿Es eso una amenaza? Adelante, entonces, y sople su flauta hasta reventar. El Flautista salió una vez más a la calle y una vez más acercó a sus labios la larga flauta de caña lisa y recta. Y antes de que hubiese sonado la tercera de esas notas dulces y suaves como no había emitido hasta entonces ningún músico en el mundo, se oyó un murmullo de bullicio, de muchedumbres alegres que se empujaban y se atropellaban, piecitos que pataleaban y zuecos que golpeteaban, manitos que aplaudían y lengüitas que parloteaban y, como las aves del corral cuando les tiran el alpiste, salieron corriendo los chicos. Todos los chicos y las chicas de mejillas sonrosadas y rulos rubios, de ojos brillantes y dientes de perlas, tropezándose y brincando corrían en pos de la música maravillosa entre gritos y carcajadas. El alcalde se quedó mudo y los consejeros se quedaron duros como estacas. Incapaces de dar un paso o de gritarles a los chicos que pasaban saltando alegremente, sólo podían seguir con los ojos a esa multitud gozosa que perseguía al Flautista. Pero ¡qué angustia sintió el alcalde y cómo palpitaron los corazones de los consejeros cuando el Flautista se desvió de la calle principal y se dirigió hacia el Weser, que les saldría al paso a sus hijos y sus hijas!

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Sin embargo, el Flautista cambió de rumbo y, en lugar de dirigirse hacia el sur, se dirigió hacia el oeste y rumbeó hacia la colina de Koppelberg, con los chicos siempre pegados a la espalda. Todos se sintieron aliviados. -Nunca podrá atravesar ese pico. Tendrá que dejar de tocar y nuestros hijos se detendrán. Pero sucedió que, al llegar al pie de la montaña, se abrió de par en par un portal maravilloso, como si de pronto hubiese surgido una caverna. El Flautista avanzó y los niños lo siguieron. Y cuando habían entrado todos, hasta el último, la puerta se cerró de golpe. ¿Dije todos? Me equivoco. Uno de ellos era rengo y no había podido bailotear como los otros. Cuando, muchos años después, le reprochaban su tristeza, solía decir: "Es muy sombrío el pueblo des- de que se fueron mis compañeros. Y no puedo olvidar que estoy privado de contemplar todos esos maravillosos espectáculos que también a mí me prometió el Flautista. Decía que nos conducía a una tierra de gozo, que estaba muy cerquita del pueblo, allí nomás, donde brotaban fuentes y crecían árboles frutales y las flores desplegaban matices más hermosos y todo era extraño y nuevo, donde los gorriones eran más brillantes que los pavos reales y los perros más veloces que las corzas, y las abejas habían perdido sus aguijones y los caballos nacían con alas de águila. Y justo cuando me sentí seguro de que en ese lugar iba a curarme de mi renguera, la música se de- tuvo y yo me quedé allí parado, del lado de afuera de la montaña, abandonado muy a pesar mío y obligado a seguir rengueando en este mundo y a no volver a oír nunca más hablar del hermoso país". ¡Desdichado Hamelin! A muchos vecinos les vi- no a la mente eso de que es más fácil que un camello pase por el ojo de un aguja que un rico entre en el cielo. El alcalde mandó mensajeros hacia los cuatro puntos cardinales para ofrecerle al Flautista, donde quiera que se lo 18


hallase, todo el oro y toda la plata que pidiera si regresaba como se había ido y traía con él a los niños. Pero cuando vieron que todo era en vano y que el Flautista y los niños que bailoteaban a sus espaldas se habían ido para siempre, lanza- ron un decreto por el cual los abogados debían fechar sus documentos según esta fórmula: "A tan- tos años, meses y días de lo que sucedió aquí el 27 de julio de 1366". Y para no olvidarse jamás de la calle por donde habían desaparecido los niños la llamaron Calle del Flautista y cualquiera que pasase por ella tocando la flauta o el tamboril podía estar seguro de que no volvería a encontrar trabajo en Hamelin. Tampoco permitieron que ninguna hostería ni ninguna taberna perturbase con el bullicio una calle tan solemne. Y frente al lugar en que se había abierto la caverna levantaron una columna y en ella escribieron esta historia y también la pintaron en el gran vitral de la iglesia, para que el mundo se enterase de que les hablan robado sus hijos. Todavía hoy están allí esos recuerdos. Me olvidaba de mencionar que en Transilvania hay una tribu de gente muy especial que asegura que las ropas tan extrañas que usa, y que tanto llaman la atención de sus vecinos, son una herencia de sus antepasados, surgidos de una prisión subterránea en la que se los había sepultado hacía largo tiempo después de haberlos arrebatado del pueblito de Hamelin, en el condado de Brunswick, sin que supieran decir cómo o por qué. Así que, Guille, saldemos nuestras deudas con todos los hombres... ¡sobre todo con los flautistas! Y sí llegan a liberarnos con su música de ratas o de ratones cumplamos nuestra promesa y paguémosles lo que hayamos convenido.

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ÍNDICE El flautista de Hamelin llevó a los niños A Moravia El flautista de Hamelin

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ROBERT BROWNING (Camberwell, Surrey, 1812-Venecia, 1889) Fue un poeta y dramaturgo inglés. En 1868 Browning completó y publicó por fin el largo poema en verso blanco inglés The Ring and the Book, que finalmente le traería riqueza, fama y éxito en su época y lo pondría en primera fila de la poesía inglesa. Basado en un complejo caso de asesinato en la Roma de la década de 1690, el poema está compuesto por doce volúmenes que comprenden diez extensos poemas dramáticos narrados por los diferentes personajes de la historia, quienes van revelando su participación en los hechos. La historia se extiende entre un prólogo y un epílogo del propio Browning. Su extrema extensión, incluso para las pautas del poeta (más de veinte mil versos) declara que esta obra fue su proyecto más ambicioso, y, en efecto, ha sido aclamada como un tour de force de la poesía dramática. Fue publicada por separado en cuatro volúmenes entre noviembre de 1868 y febrero de 1869 y obtuvo un inmenso éxito, tanto crítico como de público, lo que le valió el prestigio contemporáneo que tanto había perseguido (y merecido) durante casi treinta años de trabajo. 22


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El flautista de Hamelin Robert Browning

Se terminĂł de diseĂąar en el mes de marzo del 2017 En los talleres de Editorial Montecristo Cartonero

Tiraje segĂşn demanda

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EDITORIAL MONTECRISTO CARTONERO ESTÁ COMPROMETIDA CON EL DESARROLLO LIBRE DEL ESPÍRITU, LA CULTURA Y EL CONOCIMIENTO DEL SER HUMANO COMO VALUARTES DE NUESTRA SOCIEDAD. CADA LIBRO PUBLICADO POR NUESTRA EDITORIAL ES EN SÍ UNA OBRA DE ARTE CUYO TRABAJO ES MANTENER VIVA LA LLAMA DE LA SABIDURÍA.

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COLECCIÓN MONTECRISTO VERANO 2017 1- EL ATAÚD

Juan Pablo Cifuentes

2- EL ÚLTIMO QU MUERA QUE APAGUE LA LUZ Juan Pablo Cifuentes

3- TERESA

Rosario Orrego

4- LOS PÁJAROS HUYERON DEL NIDO Los Señores Anónimos

5- DIARIO DEL PRIMER VIAJE Y OTRAS CARTAS Cristóbal Colón

6- TITIVILUS

Héctor Navarro Cabello

7- EL MAESTRO Y LAS MAGAS Alejandro Jodorowski

8- REVOLUCIÓN EN CHILE Sillie Utternut

9- TRISTÁN E ISOLDA Richard Wagner

10- WABI-SABI

Miriam Leiva Garrido

11- KARUKINKA

Relato de los selk´nam

12- CANTAR DE LOS CANTARES Salomón

13- CANTO A MI MISMO Walt Whitman

14- BICHO RARO

José Luis Escobar

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COLECCIÓN MONTECRISTO VERANO 2017 15- EL EVANGELIO AMERICANO Francisco Bilbao

16- BESTIA DAÑINA Marta Brunet

17- CANTO DEL MACHO CABRÍO Pablo de Rokha

18- EL CARTÓGRAFO: EL BARRIO DE LA GENTE MEDIANA Christian Gutiérrez

19- CLORODIAXEPÓXIDO Jorge Etcheverry

20- RELATOS DE INSANIA Daniela Páez Rueda

21- UNA NOCHE PINTADA EN LA ROCA Lila Calderón

22- SURCOS DE VENDAVAL Catalina Potocnjak

23- LA REINA DE RAPA NUI Pedro Prado

24- EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON F. Scott Fitzgerald

25- FUERA DE TIEMPO Lilian Elphick

26- DEL CUERPO DE TODAS Amanda Varín

27-. MALDIGO EL PARAÍSO DE TU ABANDONO Margarita Bustos Castillo

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¿Es posible originar un relato infantil a partir de una misteriosa historia real?, la convivencia entre el crimen y la inocencia se determina desde el punto de vista en el cual se quieran mostrar los acontecimientos. Robert Browning es un escritor inglés que a través de sus prosas y diálogos va configurando leyendas del pasado para insertarlas en la magua del mundo infantil maquillando muchas veces la realidad caótica por finales valóricos y educativos. El flautista de Hamelin es una conmovedora historia sobre secuestros, manipulaciones, música y estrategias cuya lectura es imprescindible tanto para infantes como para adultos.

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