Karukinka - Relatos de los Selk'nam

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KARUKINKA

RELATOS DE LOS SELK’NAM

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Relatos de los Selk’nam

KARUKINKA

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Karukinka Relatos de los Selk’nam Montecristo Cartonero 2017 Diagramación a cargo de Juan Cifuentes Diseño por Juan Cifuentes Ilustración: “Espíritus de Kosmenk y Ullem”, Manuel Peris, 2011 Impreso en los talleres de Montecristo Cartonero Corregidor Fernando de Alvarado 8, Hacienda Los Fundadores, Chillán Viejo, Chile Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Se permite la reproducción parcial o total de la obra sin fines de lucro y con autorización previa del autor.

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KARUKINKA

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¿QUÉ ES KARUKINKA? La primera respuesta en la que pensamos ante esta pregunta es, sin dudas, que Karukinka es nombre. Nombre que los Selknam daban a Tierra del Fuego. Sin embargo, tomar el camino de lo inmediato no garantiza encontrar el sentido de la verdad sino más bien extraviarlo. Porque al decir que Karukinka es nombre y que nombra a la isla en la lengua de los primeros que la habitaron, puede creerse que el término designa simplemente una cosa en un idioma extraño y extinto. Pero Karukinka, antes que nada, es la palabra originaria del lugar y por lo tanto no puede entenderse como topónimo. No puede serlo, ya que la idea misma de la palabra como etiqueta de las cosas y del lenguaje como instrumento es una tardía invención de la modernidad europea. En cualquier cultura primitiva la palabra precede al sistema idiomático. En consecuencia, el nombrar de Karukinka no es la denominación de un ente ya identificado de otro modo. La palabra originaria trae a la cosa a lo abierto, la hace aparecer, acontece como fundación y apropiación del mundo, porque nos interroga acerca de la cosa nombrada y busca develar lo que la cosa es. Karukinka no puede pensarse tampoco, entonces, como un término o concepto convencional, es decir, como un segmento delimitado dentro de una cadena de habla. Siendo una lengua primitiva, la lengua selknam también es una lengua de partículas dentro de un universo en formación y Karukinka es una contracción inestable de algunas de esas partículas. Tal y como se desprende de los estudios y registros que hizo el Dr. Carlos Gallardo en los primeros años del siglo XX, los selknam nombran a su tierra Karukinka al fusionar las partículas kar (extremo/muy) huhin (tierra/terreno) y ka (propio/nuestro). De tal suerte que, si quisiéramos apegarnos a la literalidad que proporciona la precaria etnolinguística de Gallardo, diríamos que Karukinka significa “extrema tierra 7


nuestra”, donde la condición de lo “extremo” ya se instala como la singularidad problemática de un sentido potente pero a la vez velado y opaco. Sin embargo, la literalidad puede ser otra forma de extraviarse, ya que pensar en definiciones y significaciones exactas de los términos resultaría tan equivocado como pensar que los selknam llevaban un diccionario. Preguntar por lo que es Karukinka significa más bien experimentar el despliegue propio de una “palabra” originaria; aquella que trae a la comparecencia la cosa, en este caso la isla que ahora habitamos nosotros. Dice Heidegger en este sentido, que todo nombrar genuinamente originario aparece e invoca bajo el sentido de las tres voces que los griegos tenían para decir “palabra”, esto es, como mhytos (relato), logos (razón) y epos (épica). Y efectivamente así aparece Karukinka, cuando la palabra originaria es relatada, razonada y narrada en son de gesta por Ángela Loij, una de las últimas selknam. “Karukinka esa tierra que está por allá lejos. Sí, esa es Karuk”, le dice Ángela Loij a Anna Chapman (la antropóloga que registra). “Estaría junta la tierra” continúa. “Sí, porque estaban cazando guanaco esa gente, venían unas cuantas familias y llegarían donde estaba la tierra, creo aquellos tiempos, años, siglos ya.” Y luego agrega “Quedaron aislados ahí. Por un terremoto habrá sido que quedaron aislados en esta tierra. (…) Quedaron, hasta que aumentaron mucho. Sí, mucha gente. Ahí quedó Karuk, sola sí. Karuk” concluye. En la voz viva de Ángela Loij, Karukinka se revela, más allá de lo denotado y la etimología, desde la singularidad que sutura una serie de sentidos cósmicos, en tanto involucra a la tierra y los ancestros, el cielo y los vivos. Es en esa trama narrativa que Karukinka se muestra más que como una idea de lugar como una noción de distancia. Y como una forma de relacionarse con esa distancia que se presenta en múltiples dimensiones. Karukinka es distancia temporal porque el 8


nombrar evoca un tiempo mítico, arcaico y legendario “aquellos tiempos, años, siglos ya”. Pero también es distancia espacial ya que extrañamente Karukinka es para Ángela Loij (como si hablara desde otro lugar) “esa tierra que está por allá lejos” “sola”, periférica, entonces, y necesariamente por lo tanto, alejada de algún centro del que la narración conserva misteriosamente la conciencia de haberse desprendido. Pero Karukinka es sobre todo, distancia cultural, porque el sujeto de la enunciación del relato de Ángela Loij, atesora en esas otras distancias una memoria. Memoria de un tránsito que se hace presente. Un tránsito nómade. Dice Loij, “ellos venían persiguiendo guanacos” y “quedaron aislados en esta tierra” por un “terremoto”. Karukinka es entonces la narración explicativa de esa tierra “lejana”, “extrema” en el sentido de “final” o “terminal” podemos suponer. Última tierra donde un pueblo desplazado más allá de los límites conocidos fue encerrado por el destino fortuito de un evento natural de grandes proporciones. Es en este punto, donde el cataclismo que confina a los selkman en la isla (idea que Chapman describe como parte de la tradición cultural de este pueblo) se muestra como el primer eslabón olvidado en la larga cadena significante del “encierro” para “lo fueguino”. “Encierro” del cataclismo que se une al “encierro” del presidio y de la ley 19640, por ejemplo, en el poblamiento moderno de Tierra del Fuego. Es en ese encadenamiento que Karukinka pasa a hablar de nosotros y a ligarnos a la cultura de un pueblo paleolítico. Ellos no eran “originarios” ni “naturales” y eso nos iguala. Vinieron a una tierra que forzosamente hicieron propia, como nosotros, dentro de un proceso cultural épico de apropiación. Karukinka muestra, con su potencia narrativa, la interesante idea de la catástrofe original que impuso un confinamiento y ofició de principio de comunidad.

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Ese mismo sentido, aunque sacralizado sacrificialmente, es el que también atesora el mito selkman de Taiyin. Para explicar brevemente lo que nos interesa aquí de un mito de gran complejidad, destaquemos que Taiyin es el héroe cultural que mata a la Taita, la nefasta arpía que, en los tiempos en que la tierra era una, tenía sometida a toda la gente al acaparar el agua y monopolizar la caza de guanacos. Taiyin le da muerte a esta bruja malvada lanzándole una piedra a la cabeza. Sin embargo, la sangre que produce el crimen contamina el agua, con lo cual Taita (una suerte de superyo materno) continúa sojuzgando al pueblo aún después de muerta, ya que la gente sigue sin poder beber incluso con ella desaparecida. Entonces Taiyin inicia un segundo acto heroico: después de intentar limpiar las aguas sucias y ver que la tarea era imposible, comienza a lanzar grandes rocas en todas direcciones para abrir nuevos pozos y cursos de agua limpia. El impacto de la roca más grande lanzada hacia el norte es la que abre la tierra y crea el estrecho, dejando convertida en isla la tierra de los Selknam: Karukinka. De este modo, el aislamiento es el precio que los selknam pagan por la liberarse del yugo de un perverso matriarcado. Así, Karukinka, en tanto extremidad geográfica, histórica y antropológica, resuena y se inscribe plenamente en la dimensión de palabra originaria, no por ser parte del pasado remoto sino por tener la capacidad de seguir nombrando a la isla y reflejando la cosa como en un espejo donde nuestra propia identidad de habitantes puede seguirse pensando. Fabio Seleme Extraído de http://www.radiouniversidad.com.ar/2015/05/30/el-significado-karukinka/

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EL MITO DE LA CREACIÓN DEL MUNDO Kenos era un Howenh, un “antepasado”, que fue enviado por Timaukel a organizar la tierra de los Selk’nam y se estableció al sur de Karukinka, actualmente Tierra del Fuego. Recorrió y observo todos los rincones y comenzó a repartir todo el ancho mundo, asignando esta tierra a los Selk’nam. Kenos venía con la misión de crear los tres reinos de este mundo, creo montañas, lagos, ríos, todo aquello que hoy existe. La luz era escasa y uniforme y todas las horas pasaban en un alba perpetua. Entonces Kenos creo a luna (Kreeh) y a Sol (Kreen) ordenando a este ultimo que brillara más fuerte a mediodía y que se retirara por la tarde para ser reemplazado por la blanca luz de Kreeh. En aquel tiempo el cielo estaba muy cerca de la tierra y aplastaba todo en su magnificencia, por lo cual Kenos empujó la cúpula hacia arriba y la dejó allí, para que todo creciera alto y hermoso. Sin embargo Kenos se sentía solo pues era el único sobre la tierra. Miro alrededor suyo y fue hacia un pantano de donde extrajo un haruwenthos (mata de pasto con tierra adherida) exprimió el agua obscura, la deposito sobre la tierra y formo un Sees (genital masculino ) Luego extrajo otro terrón húmedo y formo un Asken ( genital femenino ) para luego partir y dejar juntos estos dos terrones. Cada vez que se ponía el sol, Sees y Asken se unían y un nuevo ser humano nacía. Estos seres humanos crecieron y a la noche siguiente se unian para hacer nacer un nuevo antepasado y así sucedió todas las noches, durante mucho tiempo, cada noche surgía un nuevo antepasado y rápidamente se pobló Karukinka, Tierra del Fuego. Pronto la región estuvo llena de hombres y mujeres, los primeros Selk’nam. Kenos, el creador, les enseño la palabra, señalando que hombres y mujeres deben vivir juntos y dispuso cual sería el trabajo de cada uno. Padre y Madre

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deben enseñar a los niños lo establecido por Kenos y de acuerdo a eso han de actuar. Kenos habitaba la tierra hacia ya mucho, y junto a él, tres antepasados lo acompañaban a todas partes. Pasado un largo tiempo Kenos envejeció y trato de conciliar un sueño de metamorfosis con mucha dificultad, es por ello que los cuatro antepasados iniciaron una larga caminata hacia al norte, pues en el sur no habían logrado dormir. Completamente agotados alcanzaron el norte donde pidieron a otros antepasados que los envolvieran en sus capas y los depositaran en la tierra. Así quedaron totalmente inertes viviendo un largo sueñomuerte. Los demás antepasados continuaron esta rutina milenaria de sueños de vida-muerte y aprendieron que al envejecer debían envolverse en una capa, quedarse completamente quietos, para luego de un tiempo eterno, despertar frescos y de aspecto juvenil. Pero la muerte no era eterna, de modo que después de yacer un largo tiempo todos vieron que Kenos y los demás comenzaban a suspirar y a recuperar los movimientos. Entonces se irguieron, se miraron unos a otros y comprendieron que eran jóvenes otra vez. De modo que todos los Selk’nam decidieron hacer lo mismo que Kenos. El que se sentía tan viejo y que había perdido las ganas de vivir se envolvía en su capa y se tendía en el suelo y yacía como si estuviese muerto. Los que tenían la suerte de rejuvenecer iban entonces hasta la choza de Kenos para ser bañados y quitarles el desagradable olor del que estaban impregnados para nuevamente recomenzar. Pero con el tiempo la vejez se adueñaba de los cuerpos y de los corazones y a veces sucedía que alguien ya no se levantara más. Sin embargo, no desaparecía, sino que se transformaba en un cerro, en un pájaro, en una cascada.

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Cuando a Kenos le llegĂł la hora de volver por fin a su casa celeste, los que tuvieron el privilegio de acompaĂąarlo se convirtieron en las estrellas y los planetas que pueblan el luminoso cielo de la Tierra del Fuego.

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ORIGEN DE CALAFATE Cuenta una antigua leyenda Selk’nam, que cuando esta tribu ocupaba Tierra del Fuego , estos se agrupaban en diversas tribus más, estando dos de ellas en conflicto, ambos jefes se odiaban hasta la muerte. Uno de ellos tenía un hijo, el joven tenía como costumbre recorrer las pampas de la isla, así fue como se encontró con Calafate una bella joven, que tenía los ojos negros más hermosos que haya visto, más intensos que la misma noche y perdidamente se enamoró de ella. Lamentablemente esta hermosa joven era la hija del Jefe de la tribu rival, el mayor enemigo de su padre, la única manera de verse, era a escondidas en la pampa, al anochecer, pero fueron descubiertos por el chamán, quién no dudó en contarle al padre de la niña. Estos usaron todos sus esfuerzos por sepáralos, pero el amor era tan fuerte y tan intenso como aquellos ojos negros, que el padre le pidió al chamán que nadie tocara a su hija, menos aquel enemigo suyo y que hiciera lo que sea, aunque el costo sea perderla. Calafate fue convertida en un arbusto que conservó toda la belleza de esos ojos negros, pero tenía espinas, para que el joven amante no pudiese tocarla, pero cada cierto tiempo aquellos ojos negros se asomarían para poder contemplar aquel lugar que la vio nacer. Él, jamás se separó de ella, el amor era tan fuerte que ni las mismas espinas podían separarlos y así el joven murió a su lado. Por eso quien que logre comer el fruto de este arbusto estará destinado a regresar a la Patagonia, pues uno no puede separarse del poder de amor que hay en el calafate y nos atrae a él, no nos permite que nos marchemos por mucho tiempo.

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LA LUNA Y EL SOL En la era de los (Hoowin), del tiempo sin tiempo, las mujeres dominaban a los hombres. Así lo creían profundamente los Ona selknam (los ONA como los denominaron los Yamana, luego los ingleses y la historia. Los hombres cazaban y proveían lo necesario, pero además eran obligados a atender a los niños, cargar y hacer la vivienda desmontable, recoger agua , preparar fuego y comida . Ello en virtud de la alianza que las mujeres tenían con los dioses, el origen del poder cuando correspondía las mujeres organizaban un (HAIN) para iniciar a los jóvenes. Los hombres, a la distancia veían como los dioses salían de los bosques, bajaban del cielo o emergían de la tierra, para renovar su alianza con las mujeres en su domino sobre los hombres. Hasta que en una ocasión, KREN (sol) paso cerca de la gran cabaña y escucho reír a dos mujeres a las que pudo ver cuando se estaban disfrazando de dioses. Aviso a sus compañeros y pronto, al constatar el engaño, decidieron eliminar a todas las mujeres. Así lo hicieron. Solo se salvo KRE (luna), La más famosa de las mujeres sabias, la más poderosa de las XOHON UHANTE (chaman de alto rango), a quien su marido KREN apenas si pudo arrojar a las brasas del fuego central del HAIN, antes de que escapara a los cielos. Por eso KRE (luna) tiene la cara quemada y su esposo Kren (sol) eternamente la persigue sin poder alcanzarla. Los hombres tomaron a las niñas no iniciadas y se fueron por el este, Lugar de TEMAUKEL (dios creador del todo). Pasaron por el norte donde recogieron a la muerte, y regresaron por el sur. Para entonces los HOOWIN se habían convertido en elementos: SHENU (viento), HOSH (nieve), KOX(mar),CHALU(lluvia) y animales TANTAN (canario), TELIL (flamenco),SHEIF (bhuo), KEYAISHK (cormorán) y los Selknam , eran ya los seres humanos los seres del tiempo. Un día en que los hombres gobiernan, 15


cazan y proveen de recursos, en tanto las mujeres transportan los bienes, erigen la casa, crían a los niños, buscan agua, preparan ropa y comida. Cuando corresponde las mujeres a la distancia miran como en el hain organizado por los hombres, los dioses emergen del bosque, las rocas, la nieve, para renovar su alianza con los varones, como parte ritual del KLOKETEN (jóvenes iniciados), quienes en esos meses o años aprenden todo lo necesario para su vida, entre ellos que los dioses no son más que hombres disfrazados enmascarados y pintados disfraces para sustentar el poder. El Hain tenía siete grandes partes de troncos; cuatro, ritualmente poderosos, correspondientes a los cuatro puntos cardinales; tres menos relevantes consignables a los pueblos vecinos,:( yamanas del sur , los Kauashkar o Alacaluf, que eran pequeños como los yamana, sus parientes en lengua y algunas costumbres canoeros también en este caso de las caletas , las islas y los canales del archipiélago del oeste (hoy chile), los Haush del sudeste.Estos Haush eran parientes de los Selknam (ONAS), hablaban una lengua similar , eran altos y esbeltos como ellos , pero se diferenciaban entre otras costumbres por ser comedores de algas, localizados en el extremo sur este de la isla grande(península Mitre, en territorio argentino). Selknam y haush tenían a su vez parentesco lingüístico y cultural con los Aoniken o tehuelches del sur los Haush parecen haber llegado antes que los ONAS a su KARU-KINKA (Tierra del Fuego) o la ultima tierra Habitada.

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PATAGONIA: IMPRESIONES DE UN NEOZELANDÉS El autor de esta carta (sólo tenemos sus iniciales, G.H.C.) es un ovejero experimentado, oriundo del norte de la isla sur de Nueva Zelanda.

Punta Arenas Por fin llegamos al Estrecho de Magallanes, pero en vez de ser terreno montañoso, como yo creía, es plano, sin nada de vegetación, similar a las Llanuras de Canterbury. El primer arbusto que vimos fue en Punta Arenas. Llegamos un domingo. La gente en Sudamérica trabaja los domingos, como si fuera cualquier otro día. Creo que nunca había visto tanta gente de tan mal aspecto: de todos los colores e idiomas; muchos podían hablar inglés. La ciudad parecía la más sucia del planeta. Cada recinto es un bar, y gran número, mucho más que eso. Después de una concienzuda mirada a este lugar, me dije "Bueno, mi viejo, es el fin; tocaste fondo, esto debe ser el infierno." Me quedé diez días, pero estaba tan asustado, que me puse abstemio y no salía de la casa de noche. De alguna forma, fui tratado con mucha amabilidad y tuve algunas curiosas aventuras. Después de diez días, justo cuando estaba por poner la mochila al hombro y partir para Patagonia, me ofrecieron un trabajo de mayordomo [subadministrador?, Ed.] en una estancia de Tierra del Fuego, en la entrada oriental del Estrecho. Fuimos en un pequeño vapor. Éramos cuatro en una cabina de 6 x 8 [piés, Ed.]: dos españoles y un alemán que sabía un poco de inglés, y que estaba a cargo de 12 trabajadores que iban a desarmar un barco naufragado. En el Estrecho, el tiempo estaba hermoso, así que tuvimos un viaje muy agradable. Finalmente, llegamos al barco accidentado; era un navío grande, de unas 6000 toneladas, con la quilla rota ['Corocoro', 4.000 toneladas, Ed.]. Pero, una pandilla ya había llegado a bordo y tomado posesión; hablaron en inglés con el alemán a cargo de los trabajadores y se opusieron firmemente a que él o su gente subieran al 17


barco. En un punto, pensé que se iban a poner a pelear, especialmente, dado que había circulado bastante whisky. Estaba esperando que se agarraran, ya que me daba exactamente lo mismo quien ganara; pero, después de cuatro horas de arduo debate, los de nuestro lado tuvieron que retirarse; uno descendió en Tierra del Fuego. A todo esto, ya había anochecido, y (el vapor) regresó a P(unta) A(renas). Cuando bajé a tierra, me dijeron que encontraría un asentamiento como a tres millas hacia el interior, lo que resultó ser cierto. El lugar pertenecía al hermano de mi jefe. Me quedé allí un día o dos, y los vi marcar 12.700 corderitos, de 13.000 ovejas madres. Por lo que se ve, es un hermoso territorio plano; se podría manejar un calesa [coche, Ed.] por cualquier parte. En esta época es cuando luce mejor. Aquí el asunto de los indios surgió con fuerza. Había escuchado muchas fantásticas historias cuando estaba en Punta Arenas. El Sr. W [Montague E. Wales, Ed.] no estaba, y yo vivía con el mayordomo, o sea, el ovejero jefe, o capataz, y el cadete [aprendiz de administración, Ed.], Blair [William Blain, Ed.] y Davis [Campbell Davis, Ed.]. Blair (sic) había llegado al lugar, cuando recién se arrendó, hacía siete años atrás. Parecía un típico astuto viejo pastor escocés, lo que es en realidad. Historias de "indios" Conversando con él una tarde, le expresé mi sorpresa de ver que un territorio tan bueno haya permanecido desocupado tanto tiempo. Él dijo que la razón por la cual el territorio era desconocido, era porque si alguien se animaba a dejar la costa, seguramente era matado por los indios [Sélknam, Ed.]. Me dijo que eran 35 los hombres blancos que habían muerto así desde que él estaba, y nosotros hemos tenido que matar indios." Agregó: "Las primeras 4.000 ovejas madres que trajimos — los indios vinieron una noche con luna (parece que ellos hacen sus saqueos en noches de luna, tres o cuatro noches antes o después de la luna llena) y se las llevaron; 18


cuando los alcanzamos, tuvimos una gran pelea antes de que las devolvieran, pero había sólo 1600 que pudimos rescatar y devolver a la playa. El Sr. D. [W.?, Ed.] me dijo: "Blain, no quiero que se maten mujeres o niños." Le dije que las mujeres ("chinas") eran las peores; ahora está más enterado. La historia del Sr. Davis es que él sólo ha estado aquí tres años; ya fue una vez a la caza de indios, y no quiere hacerlo de nuevo. Los indios habían estado sacando provecho de las ovejas y se decidió ver si no se les podía hacer retirarse al interior, o si se podía capturar los que hubieran para enviarlos a la Misión Católica [de los Salesianos, Ed.] en la Isla Dawson en el Estrecho [al sur de Punta Arenas, Ed.]. Por cada indio, adulto o pequeño que se manda a la isla, hay que pagar 20 chelines [una libra esterlina, Ed.], para que los mantengan allá. Tienen una estancia con ovejas y ganado y un gran aserradero, de cuyos negocios deben sacar beneficio. Nuestros ganaderos se quejan a gritos por tener que pagar 20 chelines, además de los gastos de captura y transporte a Dawson. Más tarde, me enteré de otra versión de la historia de Davis, aunque los hechos coinciden. My jefe y el Sr. W. [probablemente Clarence F. Wood, Ed.], inversionista en esta propiedad, y administrador de un lugar llamado Spring Hill, y dos argentinos cazadores profesionales de indios salieron por quince días, y no pillaron casi nada. Al volver, ya a un día de jornada del asentamiento, se encontraron con una multitud de indios. El Sr. W no estaba ahí porque andaba buscando agua en otra parte; mi jefe y Davis partieron corriendo hacia los indios; los argentinos, al tratar de sacar los rifles del caballo de carga, lo hicieron corcovear, y no pudieron hacer nada. Los indios varones y muchas de las mujeres cruzaron por un pantano. Mi jefe trató de seguirlos, pero su caballo estaba fuera de su alcance, así que cruzó a pié y comenzó a disparar a los hombres. W. regresó y aceptó formalmente la rendición de 22 chinas y los bebés que muchas de ellas 19


tenían, y le pidió a Davis mantenerlas a raya con su rifle hasta que regresaran los argentinos con el caballo de carga. Davis dijo que él había prendido un cigarrillo, mientras los vigilaba, pero el Sr. W. me dijo que en su vida había visto a un hombre en tal estado de pánico. Le dijo que no había peligro, mientras se mantuviera a caballo y no dejara que los indios se le acercaran. Él no podía detenerse pues quería ir y ayudar con los hombres -- chunkes, les dicen. ['chunke', varón adulto; quizá derivado de 'chonkóuika', término usado anteriormente para identificar el grupo norte de los Sélknam, Ed.] Sin embargo, aparecieron los argentinos y ayudaron a Davis. Yo estuve en el mismo lugar después, y el Sr. W. me mostró donde habían acampado. Dijo que había sido una noche infame. Hicieron una gran fogata con matorrales que los prisioneros recolectaron, y los hicieron sentar alrededor, en dos círculos, y hacían turnos para cuidarlos. Durante su turno y el de Davis caía aguanieve y llovía sin parar; podían escuchar a los chunkes llamando a los prisioneros, y los niños que todavía permanecían con ellos lloraban al tener que partir en la oscuridad y el frío. Entonces, él fue a la carpa a tomarse un trago; estuvo ausente sólo un minuto, cuando regresó, 11 mujeres se habían zafado de la vigilancia de Davis. Él llamó alerta general, pero nunca más las volvimos a ver. Los que quedaron, fueron enviados a Isla Dawson. Davis me contó que algo cómico había sucedido durante la mañana siguiente. Cuando comenzaron la marcha, las mujeres llevaban sus guaguas. Había sólo una mujer mayor en el grupo, y tenía una tremenda criatura bajo su capa. Apenas podía caminar, tambaleándose con ella. W. le dijo que la soltara, obligándola a hacerlo, y encontró que llevaba en vez de un infante, a un gran niño de 12 años más o menos. Ella tenía miedo que si lo pillaban los blancos, lo matarían; por eso, lo había estado llevando bajo su capa, pretendiendo que era una guagua. Ahora último han encontrado una forma más barata de capturarlos. Dan 20


contratos de £1 por cabeza — las mujeres, vivas. El arco y flechas de un hombre son considerados prueba suficiente de haberlo despachado. A juzgar por las historias que uno oye, que siendo de diversas fuentes, deben ser verdad, hay un hombre — un señor S. H. [Sam Hyslop, conocido cazador de indios, Ed.] — que parece ser un genio en este negocio. No he tenido el placer de conocerlo todavía. Cuentan que tiene un par de bellas maneas, esas ataduras para los caballos, hechas de piel de un chunke que había matado. Este tipo de historias me dejaban muy conmocionado, y empezaba a preguntarme si estaba yo, loco o soñando; en verdad, creo que todo es cierto; parecía haber sido una guerra cruel en ambas partes. El párroco de Punta Arenas estuvo por aquí hace una o dos noches y dormimos en el mismo cuarto; también él me contó unas cuantas historias de indios. De hecho, como tema de conversación, los indios toman aquí el lugar de los conejos en Nueva Zelanda. El Sr. Williams [Rev. John Williams, Ed.] ha sido misionero cerca del Cabo de Hornos [en la Misión Anglicana en Tekenika, Hoste Island, Ed.]. Me contaba que los indios allá eran de una raza diferente [Yámana / Yagán, Ed.], pero igualmente traicioneros. Ahora estaban bastante tranquilos, por la sencilla razón de que habían sido casi exterminados. Decía que no cabía duda que había habido muchos naufragios — por cierto, uno ve los restos de ellos — y la costumbre de los indios era, cuando podían, torturar y matar a la tripulación menos uno, al que desnudaban y pintaban, y le permitían escapar en algún navío que pasara; al parecer, la idea era enviar uno de vuelta para advertir a otros de no desembarcar y, parece haber tenido éxito, pues el territorio permanece aún desconocido. Me dicen que el hombre blanco no conoce ni siquiera una cuarta parte. Pido disculpas por escribir de forma un tanto mezclada. Tengo oportunidad de escribir al fin del día de trabajo, durante estas últimas tres noches, y mañana es el día de la 21


correspondencia, así que debo cerrar, aunque he dado pocos detalles y no he terminado el resumen. Se supone que estoy a cargo del galpón de esquila, lo que incluye ir a buscar las ovejas, entrarlas, ver el almacén, y la poca contabilidad que se lleva. Gracias a Dios, lo que hay que hacer sobre este tema es bastante primitivo. Me encantaría ver al General de División y a Short examinando nuestros libros. Puede decirle a S. que me escriba, y recibiría con gusto cartas de cualquier otro hombre decente, no he sabido de ninguno de ellos desde que salí de Nueva Zelanda. Bueno, debo apurarme y terminar la historia de los indios, porque estoy seguro le interesará. Cuando llegué aquí, mi cabaña no estaba lista, así que mi jefe, un hombre de más o menos 30 años, simpático y agradable, pero que no tiene idea del trabajo de estancia, me invitó a quedarme en su casa; acababa de llegar de Inglaterra con su flamante esposa, una jovencita inglesa. [Ruth Waldron, ver Ernest Wales, Ed.] Por lo que he sabido, este lugar y muchos otros en Patagonia y Tierra del Fuego pertenecen a una compañía de 15 ingleses, más o menos todos relacionados entre ellos. Son grandes propiedades; este lugar tiene más de 500.000 acres y no es, ni con mucho, el más grande. No hay propiedad particular en Tierra del Fuego, pero hay muchas en Patagonia, y allá no hay problema con los indios. Encuentro con Indios Después de estar aquí un día o dos, el jefe me pidió ir con él a una cabaña a unas 10 millas al interior, donde había un grupo de indios, quienes habían entregado su arco y sus flechas y acordado cambiar sus malas costumbres, como la de robar ovejas y ganado, a condición de que se les diera tanta carne como pudieran consumir. Así las cosas, dos blancos (campañistas) permanecieron con ellos, para faenar ganado y ver que los indios no se apropiaran de las ovejas; 22


pero, llegó noticia que estaban dispersando las ovejas, y lo que era peor, se sospechaba que estaban en comunicación con otra tribu del bosque: por lo que se pensó si no sería mejor capturarlos a todos y mandarlos a Isla Dawson — así que partimos y ahí estaban los benditos indios. Alrededor de la estancia, había visto muchos indios sometidos y semisometidos, pero aquí estaban los auténticos, grandes y robustos, el jefe me dijo que cuando había ido a ponerle esposas la primera vez, no se las podía poner porque no les cabían, y tuvieron que mandar a hacer unas de tamaños especiales. Muchos de los hombres estaban parados cerca de la cabaña, y justo al frente mío, con su espalda hacia la pared había un joven de unos 18 años; yo estaba preparando tabaco y con mi cuchillo hice una marca en la pared sobre su cabeza y medí su altura: era de 5 piés 10 pulgadas [1,78m, Ed.]. Sus piernas y muñecas eran el doble de las mías; en color y apariencia, eran muy parecidos a nuestros maoríes [nativos de Nueva Zelanda, Ed.]. Me fijé particularmente en uno que se veía como un típico Tauhu, con la nariz alta, labios rectos y gruesos; las damas que aparecieron después de un rato, no eran tan buenas mozas, se reían y bromeaban por mi barba blanca. Todos iban pintados con rayas rojas a lo ancho de la cara; los varones tenían el pelo chamuscado cerca del cuero cabelludo, excepto por un flequillo alrededor de la cabeza, y cuando el cabello cuelga sobre la cara, les da una expresión feroz. La única prenda de vestir que usan, lejos de nuestra idea de decencia, es un pedazo pequeño de piel de guanaco; pero, el frío de la mañana parece molestarlos. Indios capturados El informe de los dos campañistas fue desfavorable, así que se decidió que todo el grupo debía ser capturado y enviado a Spring Hill, hasta que surgiera la oportunidad de enviarlos a Isla Dawson. Días después, acampamos a más o menos dos 23


millas de los indios, y oímos que cuatro cazadores profesionales, el hermano de nuestro jefe y un vecino, el Sr. A. H. [no identificado aún, Ed.], con la ayuda de indios amigos habían logrado esposarlos. Les tomó tres horas; hicimos caminar a los 45, hasta este lugar, y al día siguiente a Spring HIll, donde están ahora vigilados por hombres armados durante el día y en grilletes de fierro, por la noche, hasta que puedan ser transportados. Creo que nunca había visto algo tan curioso como lo que vi un par de días después cuando nuestro jefe y yo nos encontramos con el Sr. A. H. que volvía de su correría. Estaba montado en un caballo blanco, de fiera presencia, que estaba medio tapado por toda la parafernalia que esa gente considera necesaria poner sobre un caballo, y detrás de su montura, sentada en una piel de cordero venía una indiecita de 12 o 14 años, de las que habían capturado, totalmente desnuda salvo por un pedazo de tela alrededor de sus hombros, y luciendo muy asustada, lo que no era sorpresa ya que era la primera vez que estaba sobre un caballo, y habían andado ya 35 millas esa tarde. El Sr. A.H. dijo que él la había lavado y metido en desinfectante [usado para eliminar insectos del ganado, Ed.], y ahora la llevaba donde su señora para hacerla su sirvienta. Expedición para capturar más Indios También nos contó que uno de los espías indios había informado que cerca de 100 indios del Boquerón, estaban en nuestra retaguardia y que sin duda tenían intenciones de apoderarse de nuestras ovejas, y que él creía que sería una estupenda oportunidad de capturarlos y enviarlos con los otros a Isla Dawson, aunque realmente no entendía quién querría gastar 20 chelines en mandarlos a Isla Dawson, cuando las balas eran tan baratas.

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Al día siguiente, el Sr. W. llegó con los cuatro campañistas que habían ayudado a capturar el último grupo de indios. Los indios habían dejado su marca en algunos de ellos y, por lo que pude entender, los indios no habían salido ilesos. Decían que un par de esposas en las manos de alguien como McB [no identificado, Ed.] pasaban a ser armas eficientes en un encuentro de cerca. El jefe dijo que no quería dejar solas a las mujeres de la casa cuando andaban indios por ahí, y me preguntó si querría ir con la expedición, ya que estaban cortos de hombres, por no contar con los que estaban vigilando a los cautivos en Spring HIll. Los indios de Tierra del Fuego parecen estar divididos en tres grupos diferentes. Los carive (sic) [de las Canoas, Ed.], un pobre grupo miserable, pero muy cruel, que habita la costa del sureste y las islas vecinas. Los indios de a pié, una buena raza guerrera, que vive en las pampas en la costa noreste, donde tienen cualquier cantidad de comida, se podría decir que al alcance de la mano; y, los indios del bosque o del monte, de los que se dice son aguerridos, pero poco o nada se sabe de ellos, ya que poca gente que ha tenido comunicación con ellos, ha tenido la oportunidad de regresar. Le contesté que estaría dispuesto a ir, pero que hasta ahora había tenido muy poca práctica en matar indios, sin embargo, podría ver cómo se hacía — así que partimos. El Sr. W, los cuatro campañistas y yo, estos cinco eran expertos guerreros. Teníamos un caballo de carga, que llevaba unas cuantas cosas. La primera noche acampamos al borde del territorio indio en un río llamado Río de Loska ['Río Oscar', Ed.]; casi al ponerse el sol, el Sr. W., yo y uno de los campañistas fuimos a echar una mirada desde una colina vecina, por si veíamos señales de humo, ya que generalmente los indios cocinan antes del anochecer. Era un terreno abierto y despejado, con colinas bajas, y un tipo de arbusto pequeño que crece hasta dos a tres piés de alto en algunas de las quebradas — muy 25


similar al terreno cerca de Waihopai [valle en la región de Marlborough, Isla Sur, Nueva Zelanda, Ed.] W. estaba mirando con sus binoculares, sin mayor resultado, y dijo a lo descuidado "Mira, W., no va a haber una carnicería mañana, recuerda." "Por la ___," dijo él, " si alguna china o chunque me tira flechas, yo voy a tirar balas de vuelta." No hubo respuesta de W., pero cuando regresábamos al campamento, me dijo: "Ese tipo es una bestia sanguinaria." Me olvidaba de decirle que todos estos tipos están armados con un Winchester de repetición, un revólver y un tremendo cuchillo, además de un lazo. Yo tenía sólo un rifle. Querían darme un revólver, pero les dije que no era necesario, porque podría matar tantos indios como fuera necesario con el rifle. Empezaba a darme cuenta que estaba en un negocio que apenas entendía, así que le dije a W.: "¿Cuál es el programa, suponiendo que encontremos a esta gente? Él contestó: "Tienen que rendirse — o sea, entregar sus arcos y sacarse sus gorros de guerra (teníamos una cantidad de esposas con nosotros.) "Bueno, suponiendo que no entregan sus arcos..." "Entonces, debe disparar, y disparar rápido, si no quiere recibir una flecha en sus costillas a sangre fría. Le pueden alcanzar con una a 100 yardas, pero el tiroteo los inquieta, especialmente si ven uno o dos de sus varones caer, y si no hay un pantano al que se puedan escapar y los podemos rodear, probablemente se entregarán; el caballo que Ud. monta tiene tres flechas en él; "tiene" dije, y pensé para mí mismo, y ninguna más, si puedo evitarlo. Bueno, montamos esa noche a las 12:30 y fuimos donde los indios debían estar antes del amanecer; nos deben haber visto, porque se fueron antes de que llegáramos; vimos un campamento reciente y una trampa para guanacos, pero no vimos indios. En la tarde, vimos una fogata en una colina muy adelante de nosotros; partimos hacia allá; cuando llegamos, vimos una línea de fogatas 10 millas más adelante, y como eran ya las 4 de la tarde, nos declaramos vencidos. No puedo 26


decir que lo sentía, porque apenas podía entender por qué razón yo tenía que matar a tiros a esta gente; pero, de todas maneras, qué mundo extraño es éste, pensaba cuando W. me daba instrucciones, (las circunstancias cambian los casos), aquí está este hombre, al que he visto sólo dos veces, seriamente diciéndome cuál es al mejor forma de matar a otro hombre, con el que no tengo problemas y a quién nunca he visto. Resumen Tengo una buena impresión de este territorio, pero actualmente no es un buen lugar para vivir y, a no ser que vea algo mucho mejor de lo que hasta ahora he visto, no me quedaré por mucho tiempo. Si tiene tiempo para escribirme, envíe la carta a cargo del Cónsul Británico, Punta Arenas, Estrecho de Magallanes, S. A. [América del Sur, Ed.]. Agrego una carta que recibí, hace unos pocos días, de B, mi compañero de camarote. Le va a interesar. Llevo ésta para su envío en una hora; la casa está a dos millas de aquí. Estoy invitado a comer los domingos. La señora de mi jefe es una joven inglesa, y es muy amable; pero, no puedo evitar notar que está sumamente asustada; sin vecinos, sin un alma con quien hablar excepto los sirvientes — tienen dos. Debe ser terrible para ella. Me decía el otro día que ella debería practicar un poco con el rifle. Creo que con más ganas tomaría una serpiente cascabel que un rifle. Fauna Hay gran número de guanacos en este lugar, muchos perros salvajes, cantidad de zorros — lindos animales — y millones de karooras ['coruros', Ctenomys magellanicus, un tipo de roedor, Ed.] — un animalito herbívoro, de tamaño entre un conejo y una rata. Tienen el terreno totalmente lleno de galerías, peor que cualquier madriguera de conejos que haya visto; pero, dicen que cuando llega el ganado, desaparecen. 27


Les hubiera tenido miedo, pero, me dijeron que no había por qué. Esta es toda la vida animal. Pero, es un gran lugar para pájaros, y tan mansos. He visto tres tipos de gansos; cisnes blancos con cabeza negra; cualquier cantidad de patos, becacina, perdices; y, algo curioso de encontrar en un clima frío como éste — flamencos. Es el mejor lugar para la caza que he visto. Cuéntele a G.C. No tengo dudas que a él le gustaría este negocio de cazar indios. Firma: Enero/Febrero 1898 Estoy seguro que ya está harto de mí y de los indios, pero piense cuántas veces trataba duramente a la gente por los malditos conejos, y sea justo. Saludos cordiales a toda la buena gente, y estaré feliz de recibir carta de alguno de ellos. Uno se pone hambriento de tener noticias. En cuanto a mis "no amigos", a quién le importa. Sé que le complacerá saber que he recuperado la salud, al punto de sentirme más fuerte y mejor que hace veinte años. Con cordiales saludos para Ud. y todos los viejos amigos — Atentamente, G.H.C.

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KAMSHOUT Y EL OTOÑO Hubo un tiempo en que las hojas del bosque eran siempre verdes. En ese entonces el joven selk’nam Kamshout, partió en un largo viaje para cumplir con los ritos de iniciación de los klóketens. El joven iniciado tardó tanto en volver que el resto del grupo lo dio por muerto. Cuando nadie lo esperaba, Kamshout volvió completamente alterado y empezó a relatar su sorprendente incursión en un país de maravillas, más allá en el lejano norte. En ese país los bosques eran interminables y los árboles perdían sus hojas en otoño hasta parecer completamente muertos. Sin embargo, con los primeros calores de la primavera las hojas verdes volvían a salir y los árboles volvían a revivir. Nadie creyó la historia y la gente se rió de Kamshout quien, completamente enojado, se marchó al bosque y volvió a desaparecer. Luego, al poco tiempo, Kamshout reapareció convertido en un gran loro, con plumas verdes en su espalda y rojas en su pecho. Era otoño y Kamshout -a partir de entonces llamado Kerrhprrh por el ruido que emitía, volando de árbol en árbol fue tiñendo todas las hojas con sus plumas rojas. Así coloreadas, las hojas empezaron a caer y todo el mundo temió la muerte de los árboles. Esta vez la risa fue de Kamshout. En la primavera las hojas volvieron a lucir su verdor, demostrando la veracidad de la aventura vivida por Kamshout. Desde entonces los loros se reúnen en las ramas de los árboles para reírse de los seres humanos y así vengar a Kamshout, su antepasado mítico.

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NACIMIENTO DE LOS DELFINES Muy al sur del mundo unos antiguos habitantes que se llamaban selknam o onas, cuando veían a los lejos, en el mar, acercarse lentamente una ballena, acampaban en la playa durante muchos días, porque esto le significaba comida y alegría por mucho tiempo. Para calentarse por el frió intenso, prendían fuego. A lo lejos divisaron una silueta y pensaron que era una ballena. Pero esta vez no se trataba de una ballena, sino de un barco. Eran unos marineros, que estaban dando la vuelta al mundo por primera vez y mirando hacia la playa no dudaron al poner el nombre a la nueva tierra " Tierra del Fuego". Desde la costa, una familia selknam decidió acercarse a los navegantes en sus canoas a darles la bienvenida. ¿ Atrapadlos ! grito el capitán del barco, servirán para la diversión de los reyes en la corte. Y así la familia ona fue hecha prisionera. Pero no todos en el barco estaban felices con esto, y, en medio de una gran tempestad, un grumete los ayudo a escapar, y mientras los marineros temblaban de miedo porque creían haber llegado al fin del mundo, los selknam se arrojaron al mar para llegar nadando hasta sus playas.- Preferimos nadar, antes de ser esclavos... Pero el mar es inmenso, y por más que nadaran muy bien, nunca llegarían. Así que pasó, algo fantástico, algo increíble: ¡Los onas se transformaron en delfines! Así nacieron los primeros delfines. Nadan como peces, pero respiran y piensan como personas, y, como los onas, viven y crecen juntos, ayudándose en una gran comunidad.

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ÍNDICE ¿Qué es Karukinka? El mito de la creación del mundo Origen de Calafate La luna y el sol Patagonia: impresiones de un neozelandés Kamshout y el otoño Nacimiento de los delfines

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Karukinka Relatos de los Selk’nam

Se terminó de diseñar en el mes de febrero del 2017 En los talleres de Editorial Montecristo Cartonero

Tiraje según demanda

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EDITORIAL MONTECRISTO CARTONERO ESTÁ COMPROMETIDA CON EL DESARROLLO LIBRE DEL ESPÍRITU, LA CULTURA Y EL CONOCIMIENTO DEL SER HUMANO COMO VALUARTES DE NUESTRA SOCIEDAD. CADA LIBRO PUBLICADO POR NUESTRA EDITORIAL ES EN SÍ UNA OBRA DE ARTE CUYO TRABAJO ES MANTENER VIVA LA LLAMA DE LA SABIDURÍA.

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¿Cómo explicar que uno de los pueblos aborígenes más antiguos de nuestra civilización haya caído cruelmente en el genocidio y exterminio por el progreso económico del ser humano?. Los selk’nam (onas) fueron un pueblo que habitaron la Patagonia chileno-argentina de una cultura vinculante con la naturaleza que terminó con la muerte de esta tribu a fines del siglo XIX. A través de una incansable investigación se ha podido ir descubriendo las maravillas de esta cultura ancestral que habitó Karukinka (Tierra del Fuego). Karukinka es una breve recopilación de leyendas y relatos de los selk’nam que han pasado de generación y generación, en un intento por conservar una cultura extinta debido a nuestros errores.

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