Mirando al sur - Alejandra Basualto

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MIRANDO AL SUR ANTOLOGÍA POÉTICA

ALEJANDRA BASUALTO

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Alejandra Basualto

MIRANDO AL SUR

ANTOLOGÍA POÉTICA

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Mirando al sur. Antología Poética Alejandra Basualto

Montecristo Cartonero 2017 Diagramación a cargo de Juan Cifuentes Diseño por Juan Cifuentes Ilustración: “Pentagrama en el puente”, Luis Ladrón de Guevara. Fotografía de la autora: Magdalena Ladrón de Guevara Impreso en los talleres de Montecristo Cartonero Corregidor Fernando de Alvarado 8, Hacienda Los Fundadores, Chillán Viejo, Chile Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Se permite la reproducción parcial o total de la obra sin fines de lucro y con autorización previa del autor.

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MIRANDO AL SUR

ANTOLOGÍA POÉTICA

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LOS AÑOS QUE NOS (A)CERCAN O RECOBRADO”

“EL TIEMPO

Hace treinta años conocí la poesía de Alejandra Basualto. También conocí a la autora, con quien compartimos años extraordinariamente productivos y difíciles en el Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación (hoy Filosofía y Humanidades) de la Universidad de Chile, junto a otros poetas y escritores de primer orden como Rodrigo Lira, Mauricio Electorat, Bárbara Délano, Armando Rubio Huidobro, Lilian Elphick, Juan Ignacio Siles (de Bolivia), Gregory Cohen, Francisco Zañartu, Margarita Niemayer, Roberto Rivera, Roberto Brodsky y tantos otros, privilegiados exponentes de, en ese entonces, la naciente «Generación de los Ochenta» o, también llamada «Generación N.N.», o Generación de 1987. Sólo unos meses antes de iniciar nuestros estudios de literatura, conformábamos la primera promoción de escritores del ya mítico «Taller Nueve de Poesía», dirigido por el gran poeta, ensayista y escritor, Premio Nacional de Literatura, Miguel Arteche. Allí, junto a Luisa Eguiluz, Mario Rodríguez, Violeta Camerati, Ivonne Grimal, Gémina Ahumada y otros muchos más vivimos jornadas duras pero fundamentales para encontrar y utilizar las herramientas esenciales del complicadísimo arte de la poesía. Arteche dirigía con imprescindible rigor y, a veces, con generosidad, las sesiones donde no sólo nos formó como poetas -jamás discípulos, según sus propias palabras- sino también como avezados críticos. Nada de concesiones, nada gratuito, nada superfluo. Estos dos primeros encuentros con la autora y, fundamentalmente, con su obra, me hicieron sorprenderme desde un primer instante con la extraordinaria imaginación, la dulzura contenida aunque intensa, la mirada inquisidora y la

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solidez absoluta de la palabra de Alejandra Basualto. Ojalá hoy, y lo digo sin tapujos, pudiésemos tener una «máquina del tiempo» para poder apreciar cuánto trabajo hubo y hay en la obra de esta poeta. Ojalá, insisto, tuviesen, muchas autoras y autores, la mitad de la perseverancia, del talento y del oficio de quien hablamos hoy. Pero no todo fue mérito del sacrificio o de las enseñanzas del maestro (o, en lunfardo, «troesma») Miguel Arteche. Alejandra Basualto supo volar sola y con gran, pero gran, autonomía de vuelo. Supo finalizar etapas, construir su propio imaginario, hacer como una «maga» que la palabra fuera una llave, una puerta, un océano de referencias, estímulos, emociones y de profundo pensamiento. Su poesía fue creciendo en intensidad, agrandándose en hondura y perfección. A tal punto me parece una tan notable evolución que, hoy, cualquier antología de la poesía chilena debe incluir su producción o de lo contrario estuvo, está o estará incompleta. Y aquí, una breve reflexión: me parece, y lo digo sin el entusiasmo desmesurado del amigo, del colega o de lo que sea, que su obra merece un reconocimiento mayor no sólo dentro de lo que se ha llamado «la poesía femenina», sino, en todo este vasto universo, estrecho pero intenso, que es la poesía chilena. A tal punto es esencial su producción literaria que Basualto ha formado lectores, poetas y narradores (ella misma es una importante narradora) a la luz de su obra publicada, que ya suma muchos e imprescindibles libros, como también al alero del taller de escritura «La Trastienda» que ella fundase hace ya años y que posee, incluso, su propio sello editorial. En este sentido, tanto su poesía como su prosa han conformado un crisol que ha ido forjando nuevas generaciones y que ha mantenido, con entusiasmo y gran profesionalismo, el fuego prometeico de la verdadera creación literaria: no aquella que hace guiños al

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público o a la academia (léase universidades) para sumar adeptos; no la que se forja en la página de sociales de los periódicos o en alguno que otro infame suplemento literario o revistilla o, peor, en esas cátedras y camarillas herméticas que consagran y desautorizan sin ninguna seriedad y que conocen nada o sólo de forma parcial lo que es auténticamente el género poético. Pero vamos a la obra. Desde su inicial y precoz Los ecos del sol de 1970, Alejandra Basualto, como he dicho, ha ido construyendo, de puntillas, una obra poética consistente. Si bien estos primeros poemas más que concretar, «anuncian» a la poeta que está por venir, hay textos (que se antologan aquí) que merecen toda la atención del lector. Nos hablan del futuro de esta escritura, sí, pero también nos hablan por sí mismos. «Tu puerta», texto central en este poemario es una muestra de lo que afirmo, asentando desde un comienzo la conciencia de la propiedad de una «voz»: (…) «Y yo, desde el amanecer, arrastrando mi carga de estrellas me allegué a tu puerta y llamé desde el fondo de mi voz» (…) Ejercicio en sol (Antología del Taller Nueve de Poesía, 1980) reúne los poemas que la autora trabajó en el ya mencionado taller de Miguel Arteche. La, digamos, «gracia» de este libro es que cada autor posee su propio estilo. El director del taller nunca quiso que sus integrantes fueran «acólitos» o seguidores de la escritura de quien, más que señalar, descubría las distintas voces que se encumbraban poco a poco con todos sus defectos y sus virtudes. La poeta, en esta

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selección, demuestra que ya posee el oficio, pero más que eso, que es capaz de adentrarse y ver lo que otros no ven. Es el primer amanecer de la madurez en el arte poética, donde se encuentran objetos, situaciones o personas que transmiten experiencias, historias o símbolos y donde se conmueve al lector que también «encuentra» estos asuntos o cosas como si nunca las hubiese conocido. Los poemas «1954», «Ella duerme» o «La gota» bien pueden representar lo que afirmo. En 1983 ve la luz, bajo el sello del Taller Nueve, El agua que me cerca, segundo libro de la autora que, en más de una ocasión, ella misma afirma que reconoce como su primer libro (olvidando sus Ecos del sol). En este poemario Alejandra Basualto emerge como la gran poeta que es. Es un libro decantado, limpio, finísimo, pleno de referencias y de resonancias, pero, fundamentalmente, es el libro que la consagra en esa mirada única que hace transmutar, transformar y rehacer las cosas que ven esos ojos tan particulares de la autora. Aquí se puede hablar con toda propiedad de una voz indispensable, como he repetido varias veces, en la poesía chilena. Una poeta «de tomo y lomo» que logra, misteriosamente, extender en la palabra un abrazo conmovedor e inteligente hacia el desocupado lector. Léanse «Guayacán», «Lluvia», «Fantasmas de Nueva Inglaterra», «Orestes», «Electra» y tantos otros poemas: (…) «Es tarde, madre Hoy me ha parido la tierra» (…) dice la autora en el ya mencionado «Orestes». «La ha parido la tierra»… ¿qué otra señal se necesita para entender su conexión con el mundo? Alejandra Basualto está cercada por el agua, como una isla en medio del Océano Pacífico, pero es tierra, es de tierra, de la tierra.

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Su poesía, sin caer en la moda de los coloquialismos baratos «aprés la lecture de Nicanor Parra» es tan natural, espontánea y libre como es el espíritu de quien tiene los pies en la tierra y la cabeza en el cielo… Con todo lo extraño que esto pueda sonar, pero es la «pura verdad». Todo gran poeta posee esa imaginación que desborda y construye, pero todo gran poeta es testigo y crítico de su tiempo. Alejandra lo es desde su obra que se fundamenta en las palabras que la constituyen y no en los halagos vacíos de una crítica que poco ha dicho, en general, de la generación de los ochenta y de la poesía chilena de los últimos cuarenta años. En la década de los ochenta se suceden diversas antologías (1984, 1987, etc.) que recogen la obra de la autora. Aquí, Basualto continúa su firme andadura. En estas compilaciones la poeta aprovecha de publicar textos nuevos (hay que recordar las grandes dificultades para publicar poesía en esos años de la dictadura) y desenvuelve nuevos temas y preocupaciones. Dos temas se profundizan en los poemas de esta época: por un lado, el «viaje interior», el recorrido que cuestiona el propio ser y que, ansioso, busca respuestas a las grandes preguntas de todos los tiempos; por otro lado, la conciencia del ser femenino, pero no en un combate estéril en la consabida «guerra de los sexos», sino el descubrimiento de la diferencia de perspectiva que se asienta en el mundo de una manera distinta. Si bien, Basualto escribe algunos poemas desde lo que se ha llamado el «género», ésta es sólo una etapa para consolidar la universalidad de su voz. El año 1993 es la fecha de aparición de su tercer volumen de poemas, Las malamadas. La mirada crítica se aúna con la madurez del espíritu. Los poemas nos hablan, desde el título, de una franca desilusión de todos aquellos fetiches o concepciones clisés de la vida y la literatura. Hay un dejo de amargura, pero siempre combinado con una dosis de

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desmitificación e ironía que eleva el canto y lo aleja del gemido y del llanto. Se toma conciencia de todo y se ve al mundo desde múltiples caleidoscopios que deforman intencionalmente la realidad. La autoironía, también, es un elemento central, como queda en evidencia en este excelente poema: Acúsome de intolerancia en materia de mal de amores y que no vengan después a hablarme de altos o bajos umbrales de dolores Acúsome de inconsciencia e incongruencia pero no puedo dejar de respirar la contaminada niebla tuya que me verduga Por otra parte, este libro juega con la gráfica, se abre, se despliega, dibuja con la «mancha» del poema. La autora experimenta en el tono y en la apariencia del poema, pero siempre con el cuidado de la orfebre que sabe perfectamente lo que hace. Altovalsol, editado en 1996, nos lleva al pueblo del Valle del Elqui donde la autora pasó años de su infancia (a la que le desea «descanse en paz»). Habla la mujer vestida de niña, habla la niña vestida de mujer. El lenguaje se aclara y resbala en los años mozos y en la noria del recuerdo. Es el «tiempo recobrado», al decir de Marcel Proust… Basualto trabaja con la memoria dando vuelta, muchas veces, la aparente dulzura hacia un discurso agraz con la clara idea que todo aquello no volverá y, en varias ocasiones, es mejor

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que sea así. En otros momentos, la aparición de la poesía es clave, como en el poema «XVII» en un recuerdo de la premonición de aquellos años idos: (…) «La pluma y la tinta luego para escribir palabras azules redondas flamantes de par en par» Palabras escritas «de par en par», como ventanas que se abren a mundos insospechados. La poesía ha habitado en Alejandra desde los días en que aún no imaginaba sería poeta. El año 2000, Basualto renueva su escritura con Casa de citas, libro que aquí se entrega en versión bilingüe. Este es, quizás, el libro más «metapoético» de la autora. Como dice en su «Invitación», la poeta ha habitado muchas casas que han sido fundamentales en su vida, pero aquí, estas casas son también la multiplicidad de autores que ha leído y que le han acompañado a lo largo de su trayectoria literaria. Desde William Blake hasta Juan Carlos Onetti, desde Blanca Varela a Dylan Thomas… No se trata de un «ejercicio cultista» como alguno pensaría, sino de entender, al decir de Jorge Luis Borges, que la poesía es un entramado, un tejido o un palimpsesto donde siempre hay un origen y una continuidad. La poeta se inserta en la tradición para sacar de ella lo que le interesa. Utiliza esta cantera como elemento vital de su propia escritura: juega, coquetea, reflexiona sobre lo que otros han escrito para construir su propio discurso. Este poemario es probablemente uno de los más interesantes para conocer el «lado oscuro» de su poesía, para asumir de

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dónde viene Alejandra Basualto y hacia dónde se dirige. En el poema «Babel», hay claves importantes: (…) «pero Babel nos tuerce las palabras nos vuelve extranjeros de por vida.» La autora se siente extranjera (como Gabriela Mistral a quien menciona con frecuencia), pero esa «extranjería» es «de por vida» y Babel (el mundo, la realidad, la vida) «nos tuerce las palabras». El lenguaje no es suficiente, no basta para contener ni a la experiencia ni a la poesía. El ejercicio maravilloso de la escritura puede ser, a veces, tremendamente insatisfactorio. El «canon» que presenta este libro es el canon de Basualto. El despliegue del decir hace el resto: lo hila y lo condensa en apretada síntesis donde el objeto cantado (la escritura o la existencia) es el centro articulador del poema. En su «poesía inédita» es posible constatar no sólo la continuidad de un oficio o de un arte que ya es un elemento irrenunciable en la vida de la autora, sino, esencialmente, la búsqueda de nuevas vías para expresar su verbo. Desde los «ejercicios» sobre la base de poemas de Pablo Neruda, por ejemplo, a textos como «El ángel» (¡qué extraordinario poema!) donde se alternan el texto largo y el texto breve, el descriptivo impresionista y el cargado de sentidos, ideas y emociones que, en ocasiones, colindan también con la rabia y esa fuerte crítica al mundo a la que me he referido repetidas veces. Basualto, es posible adivinarlo, prepara otro poemario para conjugar nuevamente la realidad y la magia, la ironía y la sapiencia. Finalmente, quiero reiterar lo que dije más arriba: la poesía de Alejandra Basualto es una pieza central en la literatura escrita en Chile dentro de su generación y fuera de la misma. No me equivoco al demandar que su obra sea más difundida, más

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leída, más discutida (como tiene que hacerse con la producción de los grandes poetas). Quede el lector avisado: Basualto siempre va por más, y su caza, como la de la diosa Diana, es siempre provechosa. Andrés Morales Santiago, julio de 2010

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MIRANDO AL SUR ANTOLOGÍA POÉTICA

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ELLA DUERME

Ella duerme con su corazón en la punta de los dedos cuando la noche resplandece en el jardín: la savia late en la madeja de los tallos y más allá del verde la luna golpea. Ella ha cerrado todas las puertas, y en la penumbra se queda sola con sus sueños sin sueño. Su corazón se escurre como un pájaro con un temblor de sábanas, y cae entre la hierba. Ella duerme, su mano tendida al aire, y en el jardín silenciosamente la luna se ha ido.

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GUAYACÁN

Esos días se me van quedando a oscuras, ocultos bajo el polvo, diseminados por nueva servidumbre. Otra luna esparce hoy las cenizas de su vieja mano.

La noche traía caballos repentinos que me llamaban desde la ventana: sus terribles ojos horadando los postigos y su respiración sobre mi almohada.

Tras el muro un jinete sombrío desvelaba los sueños de la medianoche y en el viento sembraba los signos que en la niñez las penumbras recogen.

A veces los piratas rondaban por la casa y un olor a barcos subía las colinas y yo sabía -y sé- que allá en la playa todavía buscan la luz escondida.

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Entonces despertaban los naranjos y el perfume de diez mil estrellas me temblaba en la palma de la mano, cuajando en el lecho mi mitad de tierra.

Las madrugadas son ahora silenciosas, los รกrboles dialogan en secreto; pero a veces, debajo de las sombras, vuelvo a encontrar aquel antiguo miedo.

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MUJER 1

La mujer del espejo demorada en amorosas tentaciones comprueba el lenguaje de su cuerpo. Los avaros ojos rescatando la voz de la tristeza: como forajidos caen las palabras.

Un hombre yace en el centro de su boca entreabierta.

La furia de las sรกbanas apresa la desnudez de su vientre y anochece.

Despiertan las yemas de la buganvilla ante la suave doctrina de sus pechos.

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PRÍNCIPE AZUL

no desmontes de tu brioso corcel ni me tomes en tus brazos ni roces mis labios con tu boca delicada porque si te miro de frente con mis ojos de bruja verde y te beso como se debe y me sueño todo el cuento entre tus sábanas de holanda mucho me temo QUE DESAPAREZCAS

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SI MUERTE FUERA De manera que soñé capitanes y ataúdes de colores deliciosos… ALEJANDRA PIZARNIK

Si la palabra MUERTE abrigara un hombre bajo el poncho manso de actitudes / dulce de palabras / bello como los caquis en otoño / que me endulzara la boca con su áspero sabor a macho en celo;

si MUERTE fuera un muchacho fuerte y juguetón como un cachorro sin destetar, que mordiera mis tobillos y me robara la ropa interior, los zapatos y las medias;

si ese MUERTE que tal vez ya me observa -centinela del siglo que asoma sus encías inmadurasmostrara un rostro de barba negra y cariciosa, un resuello de varón maduro y sienes clareando en la penumbra;

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entonces sí me gustaría encontrármelo de frente aunque fuera en un callejón oscuro, o en la mitad de un verano bajo los árboles de mi casa en un domingo cualquiera de ésos que nadie haya motivos para recordar.

Me abrazaría entonces al mentado MUERTE convencida de que es mi último caballero andante, el olvidado príncipe azul o un valiente filibustero que viene a rescatarme / a seducirme a llevarme consigo para que por fin juguemos un último juego de esperanza.

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LA CAJA DE LA CONFIANZA La palabra DESEO está desnuda / Pero cuando avanzamos para tocarla / ella nos da la espalda y se pierde en la sombra José Emilio Pacheco

Herramienta de los híbridos derecho a pernada de los hambrientos éste / mi deseo irremediable ya no resplandece La garra del que multiplica su destino a ojos vistas roe mis helechos depositados dulcemente en la caja de la confianza Qué mal habría en cobijar tanta lujuria y desnudez entre lengua y paladar si mis tierras saqueadas y mi pobre casa han de quedar a la orilla del camino siempre siempre

Si me untaras la boca para reemplazar el desdentado corazón

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CANCIÓN PARA CAPERUCITAS No le digan a los carniceros / que en cada vaca hay un cisne. Hernán Rivera Letelier

Muchacha, huye del cuchillo cuando aún sea posible, cada seductor es un larvado carnicero.

No permitas que sus dedos terroristas se cobijen en tu espalda, sólo quieren arrancarte las plumas.

No dejes que su boca besadora deslumbre de algas tus pezones o derrame aromáticas especias sobre tu vientre acurrucado.

Jamás cultives en tu Monte de Venus perfumados verdores de perejil de albahaca ni tomillo que sólo despertarás sus apetitos.

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Arranca de tu jardĂ­n todo asomo de laurel y oculta el oloroso diente del ajo campesino; no vaya a ser que hierva la avaricia en el fondo oscuro de la olla y el seductor no pueda contenerse e introduzca en el agua alborotada el bello cuerpo implume que entonces ya serĂĄs.

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PRIMAVERA Y se reía de mí / dulce embustera / La maldita primavera… Canción popular, versión de Javiera Parra

Rayos incestuosos castigan la desnudez de la mañana las corolas oscilan en su preñez insaciable embotellados a medio abortar se descoloran los tétricos labios

Llueve un olor a glicinas recién paridas

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ORESTES

Madre, tan hondo resbala el silencio. Tus labios están presos del principio de la tierra. Frío y seco has de dormir tu sueño para que yo pueda levantar los ojos. Madre, me has hecho extranjero y dentro de mi cabeza una enorme roca crece. Soy hijo del desconcierto, un rostro ajeno bajo el sol de Argos, un soñador de islas: ¿recuerdas cuando tú y yo y las islas…? Pero hay en tu lecho un rebullir de sombras y en tus pies la sangre no puede secarse. Negros augurios tiñen los muros de palacio. ¡Hijo, las lágrimas de tu madre han de lavar las tinieblas! Es tarde, madre hoy me ha parido la tierra.

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ELECTRA

Mi padre ha plantado su cetro en el fondo mismo de la casa: tú ves cómo le crecen sombras todas las mañanas. Yo no temo a los muertos que no ha sembrado mi mano. Tú, el origen de la negra fortuna, vives el fuego de las bodas felices y tus besos ya olvidaron al que yace trizado en su leyenda. Guardo ramos de hierro en mi garganta, secretos como los infortunios de mi hogar, y en las noches, los cuerpos del cortejo abriremos puertas en la espera: lentos los pasos de mi venganza.

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VALLE DE LA LUNA

Hemos dejado absortos relojes y empujamos el gesto hacia la sal. El sol ahueca pisadas sobre un lecho de pรกjaros inmรณviles. Las manos yermas deslizan sombras divididas sobre la piedra. Avanzamos sobre un fuego que nos absuelve sin levantar los ojos. El silencio asciende como una vela y dejamos de ser y navegamos.

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SAN PEDRO DE ATACAMA

Sólo que para entrar al mediodía con el sol renegando y la muerte por ahí que destila oquedad, hay que sentirlo, dicen. Porque ya no están los ojos y sí la negra masa de los siglos sobre la frente. Aquello se mueve detrás de las tablas de madera de cactus atisbando por los agujeros o debajo de la cama que guardaba sus últimos secretos. Y afuera un día terso sobre la arena ciega. Pero entrar de noche no se puede: ya las sombras recuperan colores y las pequeñas momias tuercen la cabeza. Entonces la noche sonámbula proscribe todas las lámparas. Los sobrevivientes elevan plegarias en cuartos pintados de azul y una hilera de pimientos tiembla junto a muros calcinados.

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PÁJAROS

El cielo está sangrando pájaros. Muchos pájaros de un raro color, desmadejados, las alas yertas, los picos deshechos. Sólo soplos grises cayendo desde lejos. Pájaros de dónde. Tal vez despojos de ciertos ángeles caídos de la secreta casa. Cientos de pájaros con el grito roto en la garganta y los ojos vueltos. Todos serán sombras. Para que los olvidemos.

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VIAJE

RayĂł con el dedo el cristal para ver pasar el cortejo de pies desnudos: una mujer que arrea sus cabras y esconde la mirada oscura por el camino del cerro. El tiempo es una flecha prolongada en todos los ojos. A la una de la tarde el sol ha blanqueado las piedras para caer dormido en el techo de barro de una casa solitaria. Afuera la madre barre el desierto. El tiempo se recuesta en la ventana dejando escurrir la tarde. Delante corre la cinta de asfalto. Un ciclista sale de una nube (pero no hay nubes en los cielos del norte) y pedalea sin apuro quiĂŠn sabe hasta cuĂĄndo.

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Otra casa, un molino y ropa blanca echando a volar el viento en un cรกlido cielo sin pรกjaros. El polvillo chorrea hilos rojizos por las ventanas y los cerros voltean sombras. Y el tiempo es un deseo de silencio.

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LABERINTO

Hacia adentro me viajo en el puntero de las cinco de la tarde: sumando fragmentadas evidencias reaparezco por las escaleras y tiemblo. Pisadas son las hojas inquietas las ventanas de tu laberinto. En mi mano el hilo del regreso y un beso que no le teme a los muros. Afuera la que aguarda se ciĂąe su cencerro. La torre en la penumbra, los ojos fosforecen y engrana tu distancia la taza de cafĂŠ. La palabra vino del dorado minotauro hasta mi verde boca; el fuego a mis espaldas

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trepando sobre el tiempo tan breve del decir. Y en tanto que te busco en la escritura se me ha perdido la hebra de lino.

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Y TE SIENTAS SUAVEMENTE

Me susurras con estiletes de plata y delicados mandobles y cimitarras con olor a humo. Y te sientas suavemente a cortarme la cabeza.

La flecha clava en un punto precipitada. Tiembla la herida que inaugura como un reloj de campanillas. Tu risa en otro cuerpo, tu frágil desarraigo.

Ahora danzo por las calles con la cabeza en la mano, vacilando lento sobre las escaleras, y el día que me mandes llorar entre grandes pañuelos blancos se deshará en cáscaras de un tiempo desconocido.

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Mis orejas regresan por nuevos horizontes aprendidos de memoria, tibias lunas ceremoniosas que van muriendo en oscuro compás. Veo los sucios crepúsculos corrompiendo jueves de soleados cumpleaños, los brazos destilando orines en la tarde ya sin nombre.

El aire pasa en vano. Noches de nadie en mi garganta no respiran, y yo presiento tus gestos invisibles con una mirada que arde y una boca inmóvil.

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VIAJERO

Un velero surca el cielo de leopardos en la noche enguantada, los abismos florecen bajo la quilla de los vientos errantes. Un viajero de peltre a la luz de la ventana con un antifaz de hule desmantela el fondo de la casa: la casa que el mar desconoce. Sus pasos dejan chispas en la niebla de la noche sin corona y toda la oscuridad del viaje sobre mis ojos desciende.

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POETA JORGE TEILLIER (Noche de la presentación de «Cartas para reinas de otras primaveras»)

Llegas con tu traje dominguero y un toque manierista en la manga derecha. Antes de subir te vas al bar por otro toque que te amarre a la cordura y te plante una sonrisa para el público. Ya estás aquí: la bella mansedumbre en el rostro compuesto ante el aplauso. Escuchas la palabra del amigo y observas la escena pronto al sacrificio. Lentamente el sacramento se sucede y tu sonrisa abre una página: la primavera se nos entra a codazos con esos ciegos vagabundos tuyos del número once.

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LAS MALAMADAS

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Tienes todo lo que hace falta abrasadores brazos vellos candeales hasta donde alcanza la mirada segadora y una dosis razonable de angustia FETICHES que guardo de ti

Emites todas las seĂąales pero cuando recojo el guante de tu corazĂłn se escurre un conejo

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AcĂşsome de intolerancia en materia de mal de amores y que no vengan despuĂŠs a hablarme de altos o bajos umbrales de dolores AcĂşsome de inconsciencia e incongruencia pero no puedo dejar de respirar la contaminada niebla tuya que me verduga

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Has hecho de mi corazón un buey oscuro que muge con lengua rigurosa y madruga su agonía entre los pastos Ya no hay toro que embista soleado capote Sólo p e r f i l lame h e r i d a

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PodrĂ­a morir de inviernos como ĂŠste si no supiera que existes

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Hoy que ha bajado la temperatura y el cielo encanece fuera de estación despierto pensando en ciertos trenes en viajes levemente grises donde todo se encoge y todo se hace un poco apenas Roída por el día triste me dejo llevar hasta ese territorio de carboncillos y botellas donde el mundo está deshabitado pero parece que aún me llaman esos tus cantos de sirena

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De ti tramposa transparencia De mĂ­ sesgada maravilla brotan revientan enceguecen el brillo de la hoja el filo el frĂ­o de todos los cuchillos revolcĂĄndose en la herida

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7

Te prefiero Los amores IMPOSIBLES son mรกs

S E G U R O S

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(Voces para un hombre de humo) TĂş me crees la incrustada la mujer sin brazos la que llora Me quieres silenciosa clausurada pero yo soy la mujer que grita y no se guarda la que recorre la casa encendiendo luces la explorada la dadora y la avara Voy a aventar el humo donde yergues tu cabeza enmascarada voy a sorprenderte y borrar impunemente tus colores

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Capaz que pueda acostumbrarme a sembrar cicatrices en los sueĂąos capaz que crezcan nuevas raĂ­ces en mi tierra extendida y me broten brazos o plumas

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Cae la pedregosa la luminosa cae y es una sola en la frรกgil cascada que cae

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Desperté con su mano tibia acariciando mis muslos y tus ojos de avellana se evaporaron de mis sueños Besé su mano y añoré tus ojos Ahora me debato entre la culpa de la doble traición y el intenso goce del doble amor

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(A Stella Díaz Varín)

Las trágicas migas de la gran señora envuelven su cara de papier maché silencioso pan que está sobre la mesa le da calor a su hambre le da colores a sus mejillas mustias a sus pupilas de colorina vieja de golondrina que va al garete luego de naufragar

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EN ESA ESQUINA La muerte está sentada a los pies de mi cama Óscar Hahn

La muerte estuvo sentada en esa esquina desde antes que yo naciera. Silenciosa aguardaba resultados con un ojo rojo y el otro colorado de puro cansancio. Cuando vio que mi madre no estaba dispuesta a entregarme tan fácil echó un par de ojeadas más y se durmió. Luego se conformó con un gato blanco.

La muerte ha estado sentada toda mi vida en aquella esquina. A veces cabecea y murmura cosas raras, otras, bosteza y se estira como queriendo despertar, más tarde se hunde en la oscuridad de su rincón torcido, satisfecha de oírme llorar.

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Cuando mi padre se despidió la muerte me besó en los labios. Años después me miró muy hondo desde los ojos amarillos de mi madre y pude verla sonreír con ella. Comadres de viaje / me dije, qué bueno, mi vieja no va tan sola. En noches como ésta vuelvo a verla, atisbando desde la esquina / en su sillita pintada y con el sombrero bien calado sobre los ojos negros.

No es hora / le digo afectuosa, todavía no puedo viajar, pero no te preocupes: aquel domingo cuando por fin decidas abandonar tu esquina y acompañarme hasta la puerta, tendré mi maleta lista, también un bolso de mano por si hay encargos de última hora.

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ÚLTIMA PRIMAVERA Sé que un día de éstos / acabaré en la boca de alguna flor Blanca Varela

Cegadora y arbitraria entró como un torbellino para destriparme, la primavera. Me succionó la médula, forcejeó con mis aprensiones hasta metérseme dentro y tuve que verla en su verdor inexcusable, tuve que olerla hasta la náusea, y ella hubo de arrebatarme hasta mis nubes más ocultas.

Quedé con el corazón en descampado, desprovisto de telarañas y puñales / calato en su calabozo.

Engañosa, luminosa me humilla con su mascarita de flores y sus pajaritos recién brotados, pero el memorioso que llevo dentro no cesa de gritarme que no le crea / que se irá de un día para otro con su risueña costumbre de madreselva.

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Y luego tendrĂŠ que construirme pabellones y huesos y costillares y verjas de feroz apariencia para guardarme y protegerme de sus besitos pintados.

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BASURAL Es imprudente tocar campanas durante una tormenta Gonzalo Millán

Quedémonos en silencio que duerme la ciudad. No habrás olvidado las noches en el vacío pavoroso vanamente estrelladas, el ciego retumbar de la nada en nuestros tímpanos, la calle muerta, ni un perro / ni una rata / ni siquiera un hombre o una mujer buceando en la basura. El miedo roía los intestinos con más eficacia que el hambre.

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DE LA IMPORTANCIA DEL LUGAR EN UNA FILA

Lo juro nunca quise ser la primera en la fila ni la última Prefería un lugarcito entremedio donde nadie me hallara para el salto sobre el caballete la voltereta ni el trampolín Tampoco quería ostentar la bandera ni llevar estandarte ni apurar los pies para llegar primera a parte alguna Palabra de mujer que siempre quise esconderme en el montón la masa el pueblo los anónimos paseantes y sin embargo no fui la primera ni la última ni siquiera -me temo- la del medio (todo lo demás fueron circunstancias momentáneas u obligaciones oficiales para salvar el pellejo)

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Descubro ahora que no había un lugar determinado para mí porfiada gallina ciega picoteando siempre en gallinero ajeno Tenía que encontrarlo yo sola Escogerlo tomarle el peso el equilibrio y3 la distancia ni tan cerca que te queme ni tan lejos que te hiele Ardua tarea la de escoger un travesaño firme para confiar el sueño más complicado aún armar el nido y empollar

En los sueños infantiles parecía más fácil bastaba (creía yo) quedarse en cama con paperas peste cristal o gripe y cinco huevos dorados bien abrigaditos entre el regazo y las piernas Después de veintiún días los pollitos romperían por su cuenta la calcárea caparazón sacudirían plumas y se alimentarían sin problemas de dependencia materna y la gallinita ciega volvería a ser libre para escarbar la tierra y retozar bajo el interminable sol con sus lombrices

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Pero nada resulta luego tan inocente ni dulce ni perfecto (esos son cuentos de mamas viejas que se creyeron el cuento que les contaron sus mamas viejas que oyeron el mismo cuento de sus abuelas viejas)

DescubrĂ­ entonces que los cuentos sĂłlo se tragan en la niĂąez junto con la obligada leche la sopa y las cuatro operaciones pero ya no a menos que los escriba yo misma con mis propias leyes y mi prosa cuidada relamida cepillada y bien peinada contrariando todo lo que soy o creo ser.

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BOCA DE LOBO

Cuando busco la razรณn de ciertas cosas me encuentro contigo, antigua seguridad de los lugares comunes, y tengo que dar vueltas tres veces a la manija de mi cabeza que tiende a olvidarse.

Busco entre los fuelles, la testa vacila, hurgo entrecortadamente con los dedos en los bolsillos del viejo crรกneo. A primera vista todo estรก oscuro, revuelvo mil veces, trato de encender una linterna.

Boca de lobo el cerebro se inquieta (no es cosa de andar intruseando por las puras), de buenas a primeras se opone ante investigaciรณn tan rigurosa.

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ÂżQuĂŠ se creen? No tienen derecho a interrogarme. Soy inocente. No guardo papeles. ni vestigios de cosa alguna que me incrimine. No hay nada, solo el tiempo que vaga transparente.

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EL ÁNGEL El inconsciente es un árbol lleno de pájaros muertos que se echan a volar cuando uno menos lo espera Óscar Hahn

Toma de mi leche dijo el ángel y yo, que no sabía dónde estaba lo miré y lo seguí mirando con la perplejidad de los recién nacidos.

Era una noche negra y escondida, nadie nos podía ver, solo cabía la disculpa de venir de lejos sin resuello remontando río arriba hasta el amanecer.

El ángel me miró y yo no supe si sonreír o llorar y me quedé ahí, desbocada, como quien no tiene horizontes a la vista, ni bordes, ni caminos, ni siquiera, el destello de algún amanecer en perspectiva.

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Soy yo, dijo el ángel, ¿no me reconoces? y perdida en la locura, no pude responder, solo miraba su larga cabellera rubia, ahí sus ojos, los ojos de aquel que hace ya mucho voltearon mis sentidos, dieron rumbos a mi sangre, percibieron que mi toda yo estaba dispuesta.

Y entonces comprendí que era un fantasma del pasado una voz huera que intruseaba en el temido recordar de los ancianos sola sombra de los huesos porvenir.

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EL PIE El pie del niño aún no sabe que es pie, y quiere ser mariposa o manzana. Al pie desde su niño. Pablo Neruda.

El pie sometido parte siempre a media marcha como si algo impredecible le humedeciera los zapatos, le fuera amarrando los pasos, como si los huesos resquebrajados de tanto soñar guardaran en lo recóndito un pequeñito deseo de huir imperdonable, de correr libremente por senderos desmalezados a campo traviesa por los claros

El pie encadenado no conoce de pisadas repentinas ni zapateos en el ruedo. El pie prisionero está cesante

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de encargos o requerimientos apresurados.

Sabe que su condena es mantenerse apenas arrimado a una mesa vacĂ­a restregĂĄndose en las patas de la silla como un perro con muchas pulgas

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EL POETA Quedé solo en medio de un bosque. / El bosque ya no me reconocía. Hermanos y amigos partieron / hacia los cuatro brazos del horizonte. Crónica del forastero. Jorge Teillier

¿Adónde van, adónde van?, gritaba el poeta. No me dejen aquí, que me muero de frío. Y nosotras desde lejos veíamos cómo trataba de seguirnos pero no tuvimos conmiseración.

¿Qué podíamos hacer con un poeta a cuestas? ¿Para qué sirve un poeta? dijo alguien. ¿Podrá cortar la leña, podar los árboles, hará la comida, tal vez, lavará los platos, vigilará a los hijos, cuidará los animales, acaso? preguntamos a coro.

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Desde el puente lo mirábamos pequeñito caminando por la llanura con su bolsón lleno de libros y de lápices. Pero traíamos el corazón aterrizado firme sobre los pies pegados al suelo y no logramos vislumbrar ningún uso posible para tal personaje.

Dimos la vuelta y regresamos despreocupadas a nuestras casas cantando.

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ELEGĂ?A DEL AGUA

cinceles sobre la materia ilegible de los cuerpos

gotas pura filigrana corroen ladrillos huesos hĂşmeros hebillas

ahora

tallos remiendos botones

basural el viento que susurra y poco mĂĄs

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ESPEJO

abro la ventana para que alumbre el sol

y veo cรณmo envejece el espejo

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ÍNDICE Los años que nos (a)cercan o El tiempo recobrado

Ella duerme Guayacán Mujer 1 Príncipe Azul Si muerte fuera La caja de la confianza Canción para caperucitas Primavera Orestes Electra Valle de la luna San Pedro de Atacama Pájaros Viaje Laberinto Y te sientas suavemente Viajero Poeta Jorge Teillier Las malamadas (A Stella Díaz Varín) En esa esquina Última primavera Basural De la importancia del lugar en una fila Boca de lobo El ángel El pie

07 19 20 22 23 24 26 27 29 30 31 32 33 34 35 37 39 41 42 43 54 55 57 59 60 63 65 67

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El poeta ElegĂ­a del agua Espejo

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ALEJANDRA BASUALTO (Rancagua, Chile, 1944). Poeta y narradora. Licenciada en Literatura y egresada de Doctorado en Literatura Latinoamericana, Universidad de Chile. Dirige el taller literario y la Editorial La Trastienda desde 1988. Traducida al inglés, francés, italiano, danés, mapudungún y bengalí. Publicada en antologías en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, España, Francia, Italia y Dinamarca y ha obtenido varias distinciones tanto en Chile como el extranjero. Obras: Los ecos del sol, poesía, 1970, El agua que me cerca, poesía, 1984, La mujer de yeso, cuentos, 1988, Territorio exclusivo, cuentos, 1991, Las malamadas, poesía, 1993, Desacato al bolero, cuentos, 1994, Altovalsol, poesía, 1996, Casa de citas, poesía, LOM Ediciones, 2000, Antología personal (1970-2010), poesía, Ed. La Trastienda, Santiago, 2010, Invisible, viendo caer la nieve, novela, Ed. La Trastienda, 2012, Cuchillos, poesía, Ed. La Trastienda, Santiago, 2017.

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MIRANDO AL SUR. Antología poética ALEJANDRA BASUALTO

Se terminó de imprimir en el mes de Abril del 2017 En los talleres de Editorial Montecristo Cartonero

Tiraje según demanda

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EDITORIAL MONTECRISTO CARTONERO ESTÁ COMPROMETIDA CON EL DESARROLLO LIBRE DEL ESPÍRITU, LA CULTURA Y EL CONOCIMIENTO DEL SER HUMANO COMO BALUARTES DE NUESTRA SOCIEDAD. CADA LIBRO PUBLICADO POR NUESTRA EDITORIAL ES EN SÍ UNA OBRA DE ARTE CUYO TRABAJO ES MANTENER VIVA LA LLAMA DE LA SABIDURÍA.

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COLECCIÓN MONTECRISTO VERANO 2017

1- EL ATAÚD

Juan Pablo Cifuentes

2- EL ÚLTIMO QU MUERA QUE APAGUE LA LUZ Juan Pablo Cifuentes

3- TERESA

Rosario Orrego

4- LOS PÁJAROS HUYERON DEL NIDO Los Señores Anónimos

5- DIARIO DEL PRIMER VIAJE Y OTRAS CARTAS Cristóbal Colón

6- TITIVILUS

Héctor Navarro Cabello

7- EL MAESTRO Y LAS MAGAS Alejandro Jodorowski

8- REVOLUCIÓN EN CHILE Sillie Utternut

9- TRISTÁN E ISOLDA Richard Wagner

10- WABI-SABI

Miriam Leiva Garrido

11- KARUKINKA

Relato de los selk´nam

12- CANTAR DE LOS CANTARES Salomón

13- CANTO A MI MISMO Walt Whitman

14- BICHO RARO

José Luis Escobar

15- EL EVANGELIO AMERICANO Francisco Bilbao

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COLECCIÓN MONTECRISTO VERANO 2017

16- BESTIA DAÑINA Marta Brunet

17- CANTO DEL MACHO CABRÍO Pablo de Rokha

18- EL CARTÓGRAFO: EL BARRIO DE LA GENTE MEDIANA Christian Gutiérrez

19- CLORODIAXEPÓXIDO Jorge Etcheverry

20- RELATOS DE INSANIA Daniela Páez Rueda

21- UNA NOCHE PINTADA EN LA ROCA Lila Calderón

22- SURCOS DE VENDAVAL Catalina Potocnjak

23- LA REINA DE RAPA NUI Pedro Prado

24- EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON F. Scott Fitzgerald

25- FUERA DE TIEMPO Lilian Elphick

26- DEL CUERPO DE TODAS Amanda Varín

27- MALDIGO EL PARAÍSO DE TU ABANDONO Margarita Bustos Castillo

28- EL FLAUTISTA DE HAMELIN Robert Browning

29- LOS LADRONES DE CADÁVERES Robert Louis Stevenson

30- BOLA DE SEBO

Guy de Maupassant

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COLECCIÓN MONTECRISTO VERANO 2017

31- CIUDAD PROHIBIDA Claudia Vila Molina

32- LA FAMILIA VURDALAK

Aleksei Konstantínovich Tolstoi

33- EL EMISARIO SECRETO Jorge Calvo

34- MAL AGESTÁ MALA GESTA MAL GESTÁ Ingrid Escobar

35- HISTORIA DE UN MUERTO CONTADA POR EL MISMO Alejandro Dumas

36-MOSCA PULGA EN EL OÍDO Claudia Readi Silva

37- LA MUJER LOBA Frederick Marryat

38- POEMAS DE MEMORIA Juan Cameron

39- LOS CRÍMENES DE LA RUE MORGUE Edgar Allan Poe

40- TODAS ÍBAMOS A SER REINAS Gabriela Mistral

41- MONUMENTO AL MAR Vicente Huidobro

42- QUEDESHÍM QUEDESHÓT Gonzalo Rojas

43- PINTOR DE VIDRIOS ROTOS Carlos Leyton

44- EL REY RANA Hermanos Grimm

45- POEMAS BESTIALES Milko Cepeda Guerra


¿De qué forma se puede evocar al universo íntimo, mágico y deslumbrante de la escritora chilena Alejandra Basualto a la hora de vislumbrar una selección de sus poemas? Una misión complicada ya que la variedad de la obra poética de la poeta es una de las más apreciadas por el goce estético en el ámbito nacional y latinoamericano. Alejandra Basualto se eleva como una figura indiscutible de la poesía chilena de las últimas décadas que ha permitido mostrar versos en sincronía con la realidad del país, con la condición de mujer y con el rescate a los poetas que se niegan a caer en el olvido. Mirando al sur es una antología poética en la cual el lector encontrará distintas visiones sobre el universo creado por Basualto invitándolos a una lectura ágil y conmovedora, destinada a representar a la vida, a la muerte, a la mujer y a la literatura.


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