Mosca pulga en el oido - Claudia Readi Silva

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MOSCAPULGA EN EL OÍDO

CLAUDIA READI SILVA

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Claudia Readi Silva

MOSCAPULGA EN EL OÍDO

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Mosca pulga en el oído Claudia Readi Silva

Montecristo Cartonero 2017 Diagramación a cargo de Juan Cifuentes Diseño por Juan Cifuentes Ilustración: “La mosca y la miel”, Tomás Castaño, 2015 Fotografía interna: Diego Cerón Rojas Impreso en los talleres de Montecristo Cartonero Corregidor Fernando de Alvarado 8, Hacienda Los Fundadores, Chillán Viejo, Chile Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

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Se permite la reproducciรณn parcial o total de la obra sin fines de lucro y con autorizaciรณn previa del autor.

MOSCAPULGA EN EL Oร DO

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Agradecimientos

Agradezco a mi amigo y lector, Hernán López Bustos, su constante (y tan necesario) ánimo. Quien además, dedicó su tiempo con excelente voluntad para colaborar en la revisión de ésta novela corta, la que revindica el valor que poseen los seres no humanos de éste mundo.

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Lo que siempre me ha molestado de mi existencia es que, es muy corta, tanto que en rebeldía a esta injusticia impuesta, haré lo que nunca ninguno de nosotros ha hecho. Registraré cada recuerdo importante y trascenderé, doblándole la mano al destino. Y sacando, además, el máximo provecho a nuestra capacidad más desarrollada; la visión. Más de alguien se reirá, al pensar ¿qué tan importante tendrá que contar una simple mosca? La verdad no sé si es importante, pero para mí sí. Por lo demás, como soy macho no tengo la suerte de traspasar mi memoria en los genes a mis descendientes, así es que, con mayor razón necesito hacerlo… ¡Alguien debe advertirles tantas rarezas que hay! Me han pasado cosas que no he podido entender todavía, y debo apresurarme, ya que me deben quedar como 2 días, nada más. Y eso es, en el mejor de los casos, en que no me atrape una araña o el demonio vengador, que por lo que escuché, puede aparecer en forma de mano humana, sola o con una espátula gigante. De todos los seres de la naturaleza, el instrumento favorito del demonio es el hombre. Aunque también hay varios otros obstáculos, que todos nosotros debemos sortear… Siempre he pensado que el universo debe tener como misión exterminarnos… No sé de donde tanto rencor, aunque según un amigo debe ser porque varios de nuestros parientes hacen enfermar a otros seres o les salen unos cerros rojizos después de alimentarse. Al parecer, darles de nuestra sustancia contra el dolor antes de comer, al universo no le vale… Si alguna vez me toca la oportunidad, no pienso compartirla entonces, si nadie lo valora, no tiene sentido. Aunque las de mi tipo, sólo succionamos sangre cuando la alimentación es una real emergencia. Mi trompa bucal, no es muy útil para penetrar capas duras, como la piel de un mamífero. En todo caso, 9


como sabrán más adelante, durante mi vida vi a varios que se merecerían una dolorosa picadura, y mucho más. Como es de esperarse, de todos los seres que he alcanzado a conocer, el más extraño es el humano. Yo estoy seguro, que ni ellos mismos se entienden, digo por lo que he visto… Seguro el demonio vengador tiene mucho que ver con eso. Bueno, comenzaré del principio… Nací hace dos semanas, en un principio fue todo muy fácil, sin ningún esfuerzo sabía qué hacer; como volar, asearme, alimentarme y beber de la carne descompuesta o fecas. Pero lo mejor de todo, era que uno siempre estaba acompañado por muchísimos mosquitos y moscas, como uno. Era todo automático… ¡Benditas las hembras que nos transmiten la sabiduría!… Y bueno, era que no, ya que uno no alcanza ni a ver a su madre. Algunos de mis amigos dicen que, todas se tiran al lago en cuanto vamos a nacer… ¿Será depresión post parto o simple ataque de nervios?, es una pena que no hayan mosquitos siquiatras. Ya más grande, con cinco días de vida, todo cambia obviamente, porque eres un adulto y debes salir por tu propia cuenta a procrearte, la mayor cantidad de veces que puedas mientras sigas con vida, tarea que en verdad a mí no me ha tenido muy ocupado. Debería haberlo realizado muy afanado, ya que si todo salía bien, en dos semanas me llegaría el viejazo 1 , y ahí de nuevo todo vuelve a cambiar… Como podrán deducir, yo ya me encuentro en esa última etapa. ¿Sí o no que es muy corto?, seguro no es sólo idea mía… Debo aprovechar al máximo ésta última etapa, para alcanzar a terminar éstas memorias. Recuerdo que. mi primera parada en búsqueda de alguna hembra, fue el vidrio de un autobús. No porque haya querido, si no que hasta ahí llegaron mis energías, 1

Término coloquial, sobre recibir rápidamente la vejez.

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necesitaba descansar. El problema fue que, cuando el trasporte comenzó a avanzar no tuve fuerzas para seguir afirmado, el viento era nefasto. En cuanto se volvió a detener, entré por una ventana abierta. ¡¡El olor ahí me pareció maravilloso!!, nunca lo había sentido (obviamente, porque era mi primer día fuera de mi pantano de nacimiento). Inmediatamente, me vino un hambre feroz. ¡¡Éste olor nauseabundo sí que era perfecto!! Aunque incluso para mí, estaba el ambiente muy cargado, demasiado caluroso. En mi pantano no había nada que encerrara el lugar. De haber podido, habría abierto unas cuantas ventanas más… Así comenzó mi relación de amor y odio con los seres humanos, eran exquisitos pero tan peligrosos a la vez. Volé entre ellos, eran muchos, tantos que sólo yo, por mi tamaño, podía moverme a su alrededor. Hasta que sentí a uno especial que desprendía un olor ácido y amargo, no lo pude evitar y me posé en su nuca, reponiendo así las energías de tan largo viaje. Quedé tan satisfecho con la sustancia que estaba sobre su piel calentita que, sin darme cuenta me dormí. No supe cuánto rato pasó, pero comencé a espabilarme cuando el hombre ya se había bajado y el viento frío caló mis membranas, así es que me escabullí un poco en el cuello de su camisa, áspera por una capa amarillenta, que tampoco supe que era, pero se agradecía enormemente. No podía creer que había que temerle tanto a los humanos, ¿cómo?, si eran perfectos, ¿no? Ya que él estaba en movimiento seguí ahí, seguro con su olor atraería a más de alguna hembra para mí. Entró a un lugar bien oscuro y húmedo, claramente había mucho moho por ahí. Era la versión de nuestro lago, pero mejorada. Que afortunado me sentía de haber llegado ahí, todo por casualidad… Bueno, aunque dicen que con cada generación nuestro GPS se va actualizando, pero nunca he sabido dónde lo llevamos exactamente. Todo mi goce llegó a su fin, cuando el hombre gritó: 11


- ¡Marta la comida! – dejándose caer en una silla. Entró una mujer robusta y baja, dándole al hombre una mirada molesta y con miedo al mismo tiempo. - Saluda que sea po – Le dijo ella, pero él ni se inmutó. Le sirvió algo que botaba un exquisito vapor, y de puro glotón quise probar, pero estaba muy caliente y la señora casi me mata con un paño… De ése artilugio sobre la tela, no sabía, pero menos mal uno es más rápido… la mayoría de las veces. No alcancé ni a llegar a una pared, cuando el hombre golpea fuertemente la mesa: - ¡Tan caliente que lo sirves! – Gritó enojado. De a poco iba entendiendo, porqué era mejor hacerles el quite a los humanos. Hasta el momento, todos los que había visto se notaban mal genio, tanto los del autobús, como ellos dos ahí. Me pasee por la casa buscando una salida, para encontrar un lugar más tranquilo para dormir, porque la verdad ellos lo poco que se decían, era gritando, y uno muy mosca será, pero con esa mala onda, no. La verdad casi todos los mosquitos y moscas somos muy pacíficos por naturaleza. A los momentos, en la habitación contigua a la cocina, vi un plástico que tapaba un agujero en la pared, pero algo suelto, por lo que el viento lo empujaba cada cierto rato. Me quedé observando para calcular en qué momento podría pasar por ahí, cuando de pronto, la señora entra corriendo y gritando: - ¡¡¡Bráyatan 2 , llama a los pacos 3 !!!... Tú papá de nuevo… Y no alcanzó a terminar, porque el hombre sacándose un zapato comenzó a pegarle en la cabeza, aprovechando que ella había tropezado. 2

Nombre resultado de la mezcla de Bryan y Jonathan, usado por la clase humilde de escasa educación. Nombre para referirse a carabineros o policía. Aunque es coloquial, también tiene una connotación peyorativa. 3

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Yo ya no quise saber más del tema, no podía entender porque se trataban así, por lo que, en cuanto pude arranqué volando. Claro que no llegué muy lejos, porque estaba oscuro y frío, así es que me posé en un sector de una pared, que coincidía con el lomo de un perro. Él dormía tan plácidamente que, ni sintió o no le importó que me pusiera tan cerca para entrar en calor. Me costó unos minutos entrar en la fase de sueño, aunque estaba todo muy tranquilo, sólo un par de voces de niños a lo lejos, una sonajera de cosas en la casa que había dejado y uno que otro auto que pasaba, pero la verdad es que, intenté primero analizar lo que había visto hasta el momento sobre los humanos, concluyendo que, al parecer, tienen bien puesto el nombre de instrumentos del demonio vengador, y me dormí. Desperté cuando estaban ¡¡a punto de matarme!! El perro le dio por rascarse justo donde yo estaba, menos mal que sus garras toparon primero la pared, así tuve tiempo de reaccionar. Cuando ya me había alejado lo suficiente, lo miré con enojo, pero él se veía tan tranquilo, que seguro ni se había dado cuenta que yo había estado ahí. Me pareció mucho más amigable y sereno que los hombres. Comencé mi vuelo en busca de comida o una hembra, lo que llegara primero. De pronto vi una casita que emanaba un rico olor y cerca de una ventana divisé muchas moscas, ¡qué alegría me dio! Me apresuré, pero un poco antes de poder llegar donde ellas, una señora roció algo sobre mis parientes, algunas cayeron y otras alcanzaron a huir. Desconcertado paré en seco y me detuve sobre la reja. En eso entró la mujer de la noche anterior, ésta vez iba con la cabeza gacha, un parche en su cabeza y moretones en sus brazos. - Hola Jesenia, ¿ya sacaste pan? Debo llevar a la casa rápido – Dijo al entrar a la casa. - Hola… ¿¡Pero que te ha pasado… de nuevo?! – Le respondió la asesina del rociador con un tono de molestia… 13


Lo que ya me convencía que el mal genio lo traían en la sangre… ¡Oh, no! ¿Será contagioso? Deberé averiguar para poder advertirles a los picadores. Luego agregó, ya un poco más amigable - ¿Supongo llamaste a los carabineros? - Sí – Dijo ella, y agachando la cabeza agregó en tono más bajo – Pero está en la casa. - ¡¡¿Pero cómo, cabra lesa?!! ¿Hasta cuándo aguantai4 eso? - Ay, Jesenia, no me vengas a retar – Dijo también más fuerte – Tu sabes que la plata que hago, no me alcanza ni para la locomoción. No puedo echarlo… Además, por lo menos, el Juan trabaja y me da plata para la comida de la casa, hay otros que ni eso. No sé qué más siguieron conversando, porque de pronto, vi parada en el marco de la puerta a una hembra maravillosa, ¡¡quien me estaba enviando señales!! Y me entró el pánico, aunque sabía que debía hacer, me llené de dudas, ¿tendría que decirle algo? ¿Y si es así, qué?... o ¿debería tratarla fríamente no más? Estaba tratando de decidir mi perfecto movimiento, cuando de repente, tuve que salir volando, antes que mi existencia fuera más corta aún. - ¡¡Me cargan las moscas, me tienen aburrida!! – Exclamó Jesenia, agitando una espátula – La gente me mira raro el pan al verlas. Llegué al marco de la puerta, nos quedamos mirando con esa preciosura. Esperaba que ella me dijera o hiciera algo, una sonrisa por lo menos, pero nada, sólo me seguía enviando la señal. Así es que tuve que asumir que la cosa debía ser fría. - Es mi primera vez – Me nació decirle. Ella sólo se puso en posición y comencé mi labor.

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Término coloquial de aguantas.

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Al terminar, me dio un hambre feroz, y como ella no era muy comunicativa me despedí sin más y salí a buscar lo que comemos las moscas adultas, pero ésta vez tenía que ser algo que realmente me gustara, ya que era una ocasión especial para festejar, así es que debía ser algún material orgánico en descomposición y de postre algo azucarado como néctar o fruta descompuesta. Con sólo pensarlo me salivó mi trompa succionadora. Mientras volaba en busca de mi festín, pensé en la experiencia que recién había tenido. Los primeros segundos había estado algo nervioso, pero después pude notar un extraño placer, el que aumentó mucho más al final, aunque sentía que moría, había sido la sensación más rica y extraña que había tenido. Justo después, la hembra me miró sin ningún tipo de expresión, lo que me hizo volver a la realidad bruscamente, más que nada por la vergüenza de pensar que ella alcanzó a ver mi cara, que seguro era ridícula, pero imposible de evitar frente a tanto éxtasis. De pronto percibí un pajarito muerto y me apresuré, ya que desfallecía del hambre. No había nadie más cerca, así es que pude disfrutar tranquilamente de aquel tan preciado manjar, que aunque estaba muy fresco, me hice caca encima y santo remedio, ¡¡quedó exquisito!! Es maravilloso llevar siempre nuestro aderezo, esa característica sí que la agradezco, aunque no tanto como para compensarlo con una vida tan corta. Comí hasta no poder más, y como había sobrado mucho, recé para que estuviera en un par de días más… Seguro iba a estar aún más sabrosa. Descansé unos minutos mi empacho, sobre algunas de sus plumas. Estaba disfrutando mi maravillosa y corta existencia, cuando llegaron cuatro moscas más, entendiendo que ya no iba a paladear la paloma en unos días más, pero no me importó tanto, me hizo feliz encontrarme con ellos. Tuvimos una amena conversación mientras ellos succionaban la carne. Uno de ellos, era de la alta alcurnia, 15


había tenido la suerte de haber nacido en el mejor lugar de todos, el estiércol de caballo… Espero que algunos de mis hijos, tengan la misma suerte. - ¿Qué te pasa? – Me preguntó uno que ya había quedado satisfecho, al parecer. - Nada, estaba pensando en nuestras larvas. - ¿Qué tienen? - No sé, siento que eso debería ser diferente… Me gustaría que con las mías pudiera estar en el momento que salen de los huevos… Y algo me dice que sería mejor aún, si también la hembra se queda con ellos, por lo menos hasta que sean pupas5. - Mmm – Respondió la otra mosca, con cero interés en el tema. Pero como le había caído bien, agregó lo único que se le ocurrió – El problema es que, perderíamos varios días en eso, y no nos podemos dar ese lujo. - Si, lo sé – Dije, pensando que en el fondo sentía que ese tiempo “perdido” valdría la pena igual. A mí, me hubiese gustado mucho haber conocido a mis padres antes de emprender el viaje y agradecerles la vida. - Quizás los que nacen en invierno podrían – Agregó otra mosca que había estado escuchando la conversación, mientras frotaba sus patas. - ¿Por qué? – Pregunté muy interesado. - Porque los que vivimos con calor, somos los que morimos a las tres semanas, y eso es con suerte. He sabido de algunos que, en otros lugares más frescos, incluso han llegado a los tres meses de existencia. Quedé maravillado con lo que me decía, mi corazón saltaba de entusiasmo, ya que pensé que, si me iba a un lugar más frio podría vivir mucho más. - ¿Y a dónde tendría que ir?

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Estado en las moscas, que va entre medio de ser larvas a convertirse en adultas.

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- No sé. La verdad puede ser que eso sea un mito nada más. En todo caso, aun así te tomaría tanto tiempo que, quizás mueras antes de llegar. Esa opción no me desanimó, tendría que averiguar cuál era el lugar frío más cerca de ahí. Me despedí de ellos y tomé vuelo en busca de mi merecido postre. No encontré ninguna fruta en descomposición, así es que me acerqué a algunas flores naranjas para comer néctar. Primero, saboreé el polen con mis sedas de las patas, y no estaba para nada mal, así es que bajé mi aparato bucal para succionarlo. Llevaba pocos segundos disfrutando, cuando de pronto se posa una abeja en la flor del lado. Nos miramos unos segundos. Vi que llegaban otras dos y me asusté. Pero al parecer no tenían ningún problema conmigo y comenzaron a sacar el néctar de otras flores. Aliviado, seguí deleitándome, tan concentrado que, ni mi naturaleza reaccionó y sin previo aviso sentí un mordisco en mi trasero. - ¡Aayy! – Grité, chorreando gotas de mi postre – Me di vuelta y había una camiseta amarilla. No era muy fea, pero me miraba con tanto enojo que parecía un demonio. Miré alrededor, cosa que las moscas hacemos constantemente, menos hacia un segundo atrás, y las abejas no se veían por ningún lado, seguro se habían percatado antes que yo, “¿qué les habrá costado avisarme?”, pensé, “bueno, seguro esperaban, igual que yo, que mi visión de 360 grados me hubiera servido”. Sabiendo que reacciono más rápido que ella, estudié hacia donde volar, ya que una vez en vuelo las dos, podría alcanzarme. Una vez que decidí ir hacia unas ramas de un árbol, tenía que esperar su primer movimiento, para así ganar ventaja. Pero justo cuando se iba a abalanzar encima para volver a morderme, algo gordo y peludo chocó contra la camiseta amarilla y la derribó hacia el pasto.

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- Hola – Me dijo animado con voz sonsa, parándose en mi misma flor, lo que hizo que nos tambaleáramos unos segundos. - Hola – Respondí analizándolo. - Que bueno que andaba cerca – Agregó, también alegre, indicando la camiseta amarilla que ya se había puesto en sus cuatro patas, pero sin moverse – Esos tipos nunca me han caído bien, muerden sin ningún beneficio para ellos, de puro gusto será. - Gracias, pero no era necesario… ¿Por qué me eres conocido? - Quizás porque somos primos… Soy un tábano – Dijo haciendo zumbar sus alas, con un ruido totalmente aterrador. - ¿Te gusta?, me sirve para que me respeten. Dice mi mamá que es para compensar que no somos muy inteligentes. - ¿Hablas con tu madre? – Pregunté sorprendido, ya que éramos parientes. - Sí, a veces nos vemos – Respondió sin tanto entusiasmo como a mí me producía, y me cambió el tema ¿Cómo te llamas? - ¿Llamarme? – Pregunté desconcertado – No tengo nombre… Las moscas no tenemos. - Que pena, deberían tener… porque se parecen mucho entre ustedes. Yo si tengo, me llamo Bruno. Me limpié los ojos con mis patas, porque si hay algo que no nos gusta a nosotras las moscas, es tener los ojos sucios. Y con el polen de la flor ya estaba incómodo. - Deberías llamarte Gastón. - ¿Por qué Gastón? – Pregunté, aunque no le veía ningún sentido tener un nombre. - No sé, siempre quise tener un hermano que se llamara así. - ¿Sabes?, necesito salir de ésta flor, me está dejando un olor que no aguanto. Me dio mucho gusto conocerte Bruno. 18


- Igualmente, Gastón, que te vaya bien. Sin hacerle caso a que me había impuesto un nombre, volé hasta uno de los árboles que había por ahí, para pensar con claridad cómo poder sacarme el olor a flor que me había impregnado. Recordé el olor del autobús, seguro que con el encierro ahí en un par de minutos volvería a estar presentable. Me acerqué a la calle y esperé que pasara alguno. Sentí que no muy lejos volaba Bruno, con el ruido que metían sus alas, era imposible pasar desapercibido. Después, pensé que quizás tener un nombre no era tan mala idea, más aun si quería escribir mis memorias. Vi venir a Bruno hacia mí, un minuto antes prácticamente, lo que me hizo volver a pensar en porqué no había visto a la camiseta amarilla antes de su mordida. - ¿Qué haces? – Me preguntó una vez a mi lado. - Espero el autobús. Y se largó a reír. Yo no lo encontré chistoso, pero al verlo me contagió, era un gordito simpático. - Eso deberías dejárselo a los humanos que no les queda de otra… Además estás a todo sol y eso no es bueno para tu salud. Era cierto, la otra mosca ya me había dicho que nos hacía vivir menos… Tan tonto no era Bruno, como decía su mamá. - Tienes razón – Le dije y emprendí vuelo hacia la sombra más cercana, seguido por él. Así es que, aproveché a comentarle sobre mi problema. Vería que tan inteligente era. – Cuando me mordió la camiseta amarilla no la vi venir, y no entiendo por qué. - Seguro que por el polen de la flor… la verdad, eso hay que dejárselos a otros insectos mejor. Si el hambre fuera mucha y no hubiera nada más, puede servir. Si no, no lo recomiendo… Si tuvieras párpados podría ser buena idea. - Eso tuvo que haber sido – Respondí, pensando en lo mucho que me terminó molestando el dichoso polvillo – 19


Gracias… La próxima vez que alguien te diga tonto, no le creas, aunque sea tu mamá. - ¿Tú crees?... Eres muy amoroso, con razón te llamas Gastón. Ahí fue a mí, a quien le dio risa. Había pasado mucho rato sin que pasara algún autobús, y no me podía dar el lujo de perder más tiempo, aunque estuviera en la sombra. Me despedí de lejos de Bruno, quien seguía dando vueltas por ahí y me metí en el primer auto que pasó. De todas formas ya no me sentía tan mal olor a flor, con cualquier espacio caldeado me bastaba. Me acomodé en un rincón del asiento trasero, conducía un hombre, distinto a los que había visto hasta el momento. No me daba buena espina, pero daba igual, seguro no me vería. Iba muy concentrado tratando de sacarse unas marcas rojas del cuello de su camisa, me fijé muy bien, porque esperaba poder meterme ahí en cualquier momento. Aunque no olía como a mí me gustaba, se notaba sudoroso y tan exigente no soy. Justo cuando había logrado meterme por su nuca, se bajó del auto. Entramos a una casa de lo más denigrante que hay; Iluminada y ventilada, a más no poder, con un olor que ni en mis pesadillas pensé existía. Pero no pude arrancar, porque el hombre estaba justo de frente a una mujer, a quien saludó de beso, así es que más me escondí, por si las moscas, digo. - Estuviste en casa de tu secretaria – Le dijo ella muy molesta. - No… ¿por qué? – Titubeó él. - No sé para qué me mientes… Desde que me engañaste con la gerente de marketing, rastreo el GPS de tu celular. Ahí se armó una bataola. Él furioso por la intromisión de su mujer y ella con mucha impotencia por el engaño… ¿Para qué hacen eso, digo yo? Si quieren estar con otra, ¿para que 20


siguen con las dos? Agradecí que a nosotras, las moscas, no nos pasara eso. En el momento donde ella se tapó los ojos para llorar, salí de la camisa raudamente hacia la esquina de una cornisa. - ¿Hasta cuándo vas a estar actuando como una celópata? Mira que monitoreando mi GPS. Seguro ni lo sabes hacer bien, porque yo no estuve ahí – Le dijo muy enojado, pero sin gritar. – No sé cómo te aguanto – Y le pegó un tremendo puñete que hizo que ella cayera al suelo, llorando más aún. – Si crees todo eso de mí, ándate, total ganas un buen sueldo, cosa que te encanta pregonar, ¿no?... En todo caso, si sigues así, seré yo quien me vaya. No estoy para tus escenas de celos – Agregó, tirando una de las sillas al suelo. Cosa que tampoco le encontré sentido. Que ganas de haber podio gritar; “Bráyatan, llama a los pacos”, para poder ayudar a esa pobre mujer, como lo había hecho Marta. Salí inmediatamente hacia la calle, no quería arriesgarme a recibir una chuleta6 yo también. Me quedé a la sombra en un tronco, y al ver que todo ahí estaba tranquilo, sentí lástima por el ser humano. Había muchas casas ahí y se notaba gente, aunque no tanto como la otra noche, pero igual también nadie hizo nada. Nosotras, las moscas y las especies que conozco, o que me han contado, por lo menos nos avisamos del peligro, aunque ni hayamos visto alguna vez a nuestro pariente. Igual, de vez en cuando hay seres desagradables que nada les importa, pero son los menos… ¿Será por eso que el demonio vengador los usa tanto?... Qué pena, porque hasta lo que he visto, aunque son muchos, están solos en verdad. Estaba divagando en éstos pensamientos, mientras me aseaba con mis patas, cuando de pronto, percibí a un par hembras, que estaban disfrutando del excremento de alguna mascota del barrio. Volví a quedar congelado, pero ésta vez 6

Término coloquial de golpe.

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no de inseguridad, sino de emoción, porque una de ellas, era maravillosa, tenía el trasero más grande que había visto. Su amiga fue la primera en notarme, y comenzó a enviarme señales con una actitud tal, que estaba clarito que le gustaba la acción. Pero a mí eso no me importó, aunque era linda también. Me acerqué para comprobar que mis sentidos no me estaban engañando, y no era así, ella era encantadoramente coqueta. Muy sutilmente me sonreía, pero se notaba cohibida. - Hola, soy Gastón – Dije, una vez al lado de ellas, provocándoles unas risitas. - ¿Gastón? ¿Y por qué tienes nombre? – Preguntó la más osada. - Porque soy especial – Respondí mirando a la que me interesaba – Tú también lo eres, así es que necesitas un nombre. Ella bajó su cabeza avergonzada, pero se notaba contenta con mis palabras. La amiga en cambio, llegó a echar chispas por los pelos, seguro de envidia. Tan buenas amigas no eran, entonces. - Mariana – Le dije, acercándome aún más, sintiendo con cada una de mis sedas sensoriales su exquisito olor y sabor. - ¿Quieres ponerme Mariana? – Me preguntó tratando de no mirarme. - Si, y te pondría otras cosas más también – Dije, quedando en claro que mis sensaciones por ella, nublaban en cierta medida mi delicadeza… Pero por lo menos, mi trato con las hembras era muchísimo mejor que, el que tenían los seres que se suponen más poderosos e inteligentes. Ella se sonrojó sonriendo. Era tan magnifica que, ni había notado que su amiga se había marchado, seguro muy molesta. No me enviaba las señales que exigen nuestra naturaleza para dar el primer paso, pero tampoco se notaba 22


que me rechazara. Lo que aumentaba más mi nerviosismo, pero de esos ricos. Hasta que de pronto dijo: - ¿Podría ser Josefina, en vez de Mariana? No me esperaba un comentario así, por lo que me demoré unos segundos en responder que se podía llamar como quisiera. - Gastón y Josefina – Pensó en voz alta. Al darse cuenta, más se sonrojó. - ¿Quieres ir a dar una vuelta Josefina? – Pregunté, sin saber qué más hacer- ¿Terminaste de comer? – Agregué apuntando el excremento... - Si quieres buscamos otra cosa por ahí. - Vamos a pasear… ya se me quitó el hambre. Conozco un lugar muy lindo. La seguí ansioso. De vez en cuando nos dedicábamos unas sonrisas, porque la verdad ninguno habló nada. Una vez que llegamos, me di cuenta que tenía razón, era maravilloso ahí. Muchos árboles y malezas, la mayoría secos, por lo que los charcos de agua descompuesta, tenían muchas hojas putrefactas. Se notaba que el sector era popular, había muchas moscas y mosquitos de distintas especies. Los más pequeños disfrutaban de los montones de basura que seguro habían dejado los humanos. Otra razón más, para mi relación de amor y odio con ellos… Bueno, nadie es perfecto… Excepto Josefina. Se veía más hermosa ahí, se notaba contenta. - ¿Vamos a la sombra? – Le pregunté. - Bueno. Más allá hay un lugar oscuro y húmedo… Me gusta ir ahí a veces a pensar o descansar. Cuando nos introdujimos en ese lugar que, parecía una cueva entre las ramas de un árbol, me costó unos segundos acomodar la visión, a la falta de luz. - No lo recordaba tan helado – Dijo ella. Me acerqué para darle calor, ya veía con nitidez, cosa que agradecí para poder seguir disfrutando de la hermosa 23


Josefina. Ella comenzó a temblar, así es que prácticamente me pegué a ella… ¡¡Y al fin me enviaba las señales!! No lo podía creer, pero no sabía bien como comenzar, curiosamente no tenía ganas de montarla inmediatamente. Por primera vez, no me importó que el tiempo pasara. No era tiempo perdido. Comencé a tocarla con mis sedas bucales. Era lo mejor que había saboreado en toda mi vida. La acaricié con mis patas, percibiendo que ella seguía temblando, pero no de frío, sino que de pasión. Ni en mis genes, ni en conversaciones, nadie me había dicho que uno podía vivir algo así. Era la experiencia más hermosa que haya tenido, con muchísimo más placer que mi vez anterior... Algo potente era diferente, pero no sabía qué… Pude ver su expresión cuando ambos sentimos que nos moríamos de gozo, y mayor fue mi éxtasis. Al carajo si nuestros movimientos y caras eran ridículos, al contrario… Me dio un fuerte deseo de no dejarla nunca. No podría tener procreación con otra, después de esto. Al terminar, nos dejamos caer uno al lado del otro jadeantes, para recobrar el aire. Me acerqué a ella lo más que pude y puso una de sus alas sobre mí. ¿Cómo le decía que quería que pasáramos el resto de nuestra existencia así?, seguro me tomaría como un loco. Pero no alcancé a decir nada, cuando ella comenzó a refregarse los ojos con sus patas insistentemente. Era evidente que algo le pasaba, porque es verdad que los aseamos seguido, pero no de esa forma. Miré si alrededor había alguna flor o algo parecido, pero sólo había hongos. - ¿Qué te pasa, estás bien? – Pregunté. - No sé… - Respondió, pudiendo ver que sus ojos estaban irritados. - No te friegues tanto, parece que te hizo daño.

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- Si, se me nubló la visión un momento y sentía que me salía un líquido… Debe ser parte del proceso… Es mi primera vez – Dijo, volviendo a bajar la cabeza tímidamente. - Debe ser – Le dije, ahora yo colocando una de mis alas en su cuerpo. Nuestras sedas sensoriales seguían elevadas, bastaba con nuestro contacto para que ambos sintiéramos esa maravillosa sensación, indescriptible. Alguna razón debe haber, para no saber que éste tipo de experiencias pueden pasar… Algo así, es imposible que no se transmita a las futuras generaciones… ¿Será que somos los primeros?, por lo menos en mi familia… Sea lo que sea, debo colocarlo en mis memorias. Nos quedamos un momento acurrucados en silencio, hasta que ella comentó: - Ahora entiendo porque vivimos para procrearnos… Tiene sentido… Lástima que dure tan poco. Me lo dijo tan cariñosamente, que era evidente que no se refería a una performance deficiente por mi parte, así es que me animó a decirle que no tenía por qué ser así. - ¿A qué te refieres? – Preguntó ilusionada. - Que podemos estar siempre juntos. – Ella me miró muy extrañada. – Incluso nos podemos quedar acá mismo, en éste lugar que tanto te gusta. Afuera vi estiércol de caballo, ideal para nuestros huevos. Josefina rio, pero de forma comprensiva. - Eso no se hace… Nadie lo ha hecho. - ¿Y esa es razón para que nosotros tampoco?... Siempre debe haber alguien que sea el primero en todo, ¿no? – Dije envalentonado. - Sería maravilloso, en verdad… Pero, no es correcto… Es más, ya debo irme. - ¿En verdad te quieres ir? - No dije que quisiera, dije que debo – Nuevamente se le irritaron los ojos, nos miramos unos segundos y agregó – 25


Muchas gracias por todas las cosas lindas que me diste. Sobre todo por mi nombre. - Podría darte muchas más, si quisieras. Nos quedamos mirando un momento, ambos nos comprendíamos, pero yo no me sentía convencido, aunque la lógica indicaba que ella tenía razón. - Adiós Gastón. De verdad que eres especial – Dijo suspirando y dio media vuelta. - Adiós Josefina. No tuve más remedio que dejarla ir. Me quedé en la entrada de nuestra cueva, mirando cómo se iba y sentí que, algo dentro de mí se rompía en mil pedazos. Por un momento, percibí que ella también se sintió igual, pero tuvo que ser idea mía nada más, ya que ella ni siquiera vaciló en seguir su vuelo. Pasé la noche ahí mismo, ni quise comer, ¿cómo iba a hacerlo si sólo por unos minutos mi existencia tuvo sentido? Recordé cuando dijo que, ella solía estar en esta mini cueva y, me hubiese gustado haber tenido párpados para concentrarme mejor en percibir su olor impregnado. Pensé que quizás si me quedaba ahí, la volvería a ver cuando ella regresara a pensar y estar tranquila. - Bah! Perdón. No sabía que había alguien durmiendo acá – Me interrumpió de pronto una polilla, pero que ni me asustó, ya que me encontraba totalmente sin vitalidad. - No estoy durmiendo. - Deberías, ya es tarde para alguien como tú. – Fijó sus ojos y antenas en mí, para después decir – No te vi en la fiesta de ahora. - No, no estuve, ni tengo ánimos de fiestas. - También deberías. La vida es muy corta. - No quiero ser grosero, pero quiero estar solo. - Si, se nota que no andas bien… Cualquier problema que tengas, si no puedes solucionar, olvídalo y a otra cosa

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mariposa – Rio. – Insisto que la vida es muy corta para quedarse pegado en algo. - Es fácil decirlo. - Empieza por salir, conoce el mundo lo que más puedas y la mayor cantidad de seres también… Debe ser maravilloso todo con la luz del día. Hasta nosotras somos más lindas si estamos hechas para eso. - Eres linda tú también. Tu polvo te da un toque dorado con los pocos reflejos que hay en la noche. - Gracias, eres muy dulce… Como veo que lo que te digo no te anima, ven te mostraré algo. Ojalá haya sobrado de la fiesta. Sígueme. La verdad no tenía ganas de nada, pero como tampoco podía pasar la semana y algo que me quedaba, ahí sin hacer nada, la seguí. Habían muchos mosquitos tirados en el suelo, literalmente, cosa que me sorprendió mucho, ya que sé, no es natural en ellos. La mayoría eran de los que tenían que aprovechar a comer en la noche. Un par, parecía que buscaban algo entre la basura y desechos, pero sólo conseguían caer de vez en cuando. Uno de ellos, no se movió más. - Acá hay – Exclamó la polilla con alegría. - ¿Qué es? - Papa descompuesta por el sol. El mejor secreto de todos. Succiona. - No tengo hambre, gracias. - No es para el hambre del cuerpo. Anda, no te vas a arrepentir… Tu espíritu se sentirá más liviano. - Bueno, total ya no tengo nada que perder. Me posé sobre la papa, para primero saborearla con las sedas de mis patas. La verdad me pareció extraña, era una mezcla entre dulce y ácido. La polilla me esperaba ansiosa con una gran sonrisa. Bajé mi aparato bucal y comencé a succionar. Al principio el brebaje me ardió y luego ya sólo pude sentir el dulzor amargo. De pronto, mis sedas 27


comenzaron a erguirse y bajarse, sin que yo lo controlara ni viera alguna explicación para tal reacción. Comencé a marearme, tanto que la polilla no era sólo una, ¡eran cientas! Cada vez que quería fijar la vista en algo, esa misma imagen se repetía en todos mis compartimentos visuales. - ¿Y cómo te sientes ahora? - Mareado… pero bien. - ¿Ves? Seguro ya ni piensas en lo que te apenaba… Todo está en la mente. La verdad, que ni siquiera podía entender bien todo lo que ella me decía, menos podría pensar. - Ya conociste la papa fermentada… No le cuentes a los chicos… ¿Viste? Cada momento puede ser interesante si conoces algo nuevo… Bueno amigo, ya me tengo que ir, estoy hambrienta. - Gracias, que te vaya muy bien. – Fui incapaz de decir algo más y de entender que dijo justo antes de irse. Pero me sentía aliviado… Estaba disfrutando de ese confuso relajo, cuando de pronto una mosca se posa a mi lado y comienza a darme señales de apareamiento. Yo sólo la miré y comenzó a saborearme con su aparato bucal, mientras me rozaba con sus sedas, justo en las partes que más me gustaba, ¿cómo sabía eso? Debe ser una mosca experimentada como la amiga de mi Josefina… Sentí la misma irritación en los ojos que había tenido ella y sin darme cuenta la mosca se había ingeniado para usar mi excitación. Al principio quise desistir, pero la verdad era tan placentero que, seguí montándola enloquecido. No supe en que momento me dormí. Pero al despertar, gracias a los intensos rayos de sol, noté que llevaba mucho rato bajo esa inclemencia, por cómo me sentía. Quise levantarme, pero algo retenía una de mis patas. Miré hacia atrás ya más lúcido y veo la mosca de anoche, acordándome de lo sucedido. Obviamente era mejor salir de ahí antes que ella despertara, así es que utilicé mi mayor delicadeza para 28


poder zafar mi pata con el menor movimiento. Al parecer mis esfuerzos la molestaron, porque giró para el otro lado, pero sin despertarse. Aunque eso me liberó, me quedé quieto por varios segundos antes de arrancar, ya que como no cerramos los ojos nunca, es muy difícil estar seguro. La miré fijamente ¡¡y me quise morir!! No podía ser cierto, ¿será que todavía estoy bajo el efecto de la papa fermentada? Restregué mis ojos, pero seguía viendo lo mismo… ¡¡No era ella, era un él!! Entré en pánico, pero aun así salí volando, creo que nunca había volado tan rápido y daba lo mismo a donde. No sé cuánto rato volé. Pero ya cansado, me detuve en un excremento de perro que había en la sombra. Era uno de los platillos menos valorados en la ciudad, seguro debía ser porque es lo más común que uno encuentra, pero honestamente me saben muy ricas. Así es que disfruté hasta que me harté. Justo cuando había terminado, sentí un ruido intenso y a los segundos comenzaron a pasar una trácala de niños más bulliciosos que el timbre que los anunció. Mi instinto de supervivencia me llevó a volar hasta la mochila de uno de ellos, encontrando un lugar perfecto para protegerme del sol y reposar mi almuerzo, cosa más necesaria ahora, después de esa estrepitosa irrupción. El movimiento ahí era constante, pero aun así no me costaba asear mis ojos y patas, para después descansar. Cuando terminé estaba en una habitación, con muchas cosas de colores. Divisé al niño, quien jugaba con unos pequeños autobuses. Mientras más pequeño es el humano, más agradable me parecían. Busqué alguna forma de salir, y entró una mujer. El niño gritó de felicidad, dando un brinco para abrazarla. - ¡Mamá! - Hola mi amor – Le respondió con cariño, mientras recibía el abrazo con una sonrisa. Si la mirabas bien, en el

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fondo estaba cansada y desanimada, pero al parecer su niño lograba contrarrestarlo. “Al parecer, también hay adultos agradables”, pensé. Iba a comenzar a lamentarme por qué las moscas no podemos compartir con nuestras larvas, pero preferí concentrarme en alguna salida. Por muy amables que ellos se veían, si me llegaban a encontrar, seguro querrían deshacerse de mí. Y aunque todo ya me parecía sin sentido, todavía me quedaba una misión, la de escribir éstas memorias. Estuve mucho rato volando dentro de la casa, con cautela para sobrevivir. Pero no había encontrado ni un mísero espacio donde escabullirme. Mientras tanto, me daba cuenta que, era la primera vez que encontrándome bajo el mismo techo que los humanos, no presenciaba algún tipo de mal trato. Ahí aprendí que, nuestra existencia es tan corta y limitada, que es difícil llegar a conocer todo, así es que es más acertado, no hacerse creencias a priori. El chico era juguetón y bullicioso, me lo topé prácticamente en todas las habitaciones. Su madre de vez en cuando le llamaba la atención, pero nada que me dieran ganas de gritar “¡Brayatán, llama a los pacos!”. El único problema para mí, era que a excepción del baño, no había nada ahí muy llamativo para mis sedas sensoriales, e incluso ahí nunca encontré la fuente de aquel exquisito olor. Al final, no me quedó más remedio que quedarme en una esquina del techo de la cocina, ya que era el único lugar que comenzó a tener, por lo menos, una tibia humedad y sensación de encierro. Refregando mis patas, vi unas frutas encima del mesón, pero estaban muy frescas para mí. Tuve fe que, el vapor apurara el proceso. Me encontró la noche y yo ahí sin haber podido salir. Más que hambre, tenía sed, pero no encontraba nada. Recordé que en casos de emergencia, podría succionar sangre. Me costó decidirme a hacerlo, ya que sabía que corría el riesgo de echar a perder mi trompa bucal, que no 30


estaba hecha para traspasar piel. Volé por encima del niño un momento, me posé en su almohada y la verdad es que por mucha sed que tuviera no podría hacerle eso, ni a mí tampoco. Así es que decidí hacer el último intento para encontrar alguna salida. Para nosotros las noches pueden ser peligrosas. Llegué al cuarto de la mamá y pensé que quizás como era más grande, no le traería malas consecuencias una picada. Además, contaba con mi sustancia para evitar dolor. Me posé sobre su cuello, pero al final tampoco me atreví a hacerlo. Volví a la pieza del chico y me acomodé en su mochila, rogando que ya que había llegado en ella, pronto podría salir igual. Buscando el espacio adecuado para pasar la noche, encontré una mancha de algo que no supe qué era, pero al saborearlo con mis sedas de las patas, me pareció suficiente, dada la emergencia, ya que, era evidente que eso llevaba varios días ahí. Al día siguiente, comencé a intranquilizarme, ya que la mochila nunca se movía, así es que la dejé para encontrar por donde salir, pero las ventanas que habían abierto, tenían unas persianas que me fue imposible traspasar. Incluso en esos intentos, la madre estuvo a punto de matarme varias veces, pero menos mal, dijo estar muy apurada, así es que en cuanto me perdió de vista, siguió con sus cosas. Resignado me volví para estar cerca de la mochila, algo me decía que esa era la única solución. Al poco rato, la mujer le colocó la mochila al niño, y mientras caminaban los seguí con el corazón acelerado, porque al fin tendría mi libertad y mi intuición había sido cierta. El único problema fue que, en cuanto abrieron la puerta, un viento fuerte y helado como témpano, me obligó a resguardarme una vez más en la mochila. No me quedó más remedio que volver a estar encerrado en el auto, muy quieto para no ser visto. Por lo que iban hablando, el que manejaba era su papá, quien lo iba a buscar todos los días, para llevarlo al colegio. En cuanto el señor abrió la puerta al llegar, 31


al fin volé a mi independencia, muy agradecido de mis excelentes reflejos, ya que él fue rápido y brusco para volver a cerrarla. Como el frío era intenso, por mucho que a nosotras las moscas, el calor nos jugara en contra, tuve que encontrar un recoveco entre las grietas de una pared. Con tanto aburrimiento, ya me estaba siendo difícil mantener mi espíritu en alto. Tanto que, al final mandé todo al carajo y salí en busca de alguna hembra o papas fermentadas, lo que apareciera primero. Total a lo más encontraría la muerte por el frío extremo. Cualquier alternativa era buena, con tal de no seguir pensando en mi Josefina y nuestros futuros hijos. Encontré la opción que menos me entusiasmaba, pero bueno, como dijo Josefina, hay que hacer lo que se debe hacer. Me acerqué un poco a la hembra, sólo para darme tiempo a realizar mi labor con más ganas y dejar de pensar de una buena vez en mi desilusión. La hembra todavía no se fijaba en mí. Estaba bien como para procrearme, pero a estas alturas todas me parecían iguales… menos una obvio… ¡¡Y él de antenoche!!, recordé abruptamente, así es que me acerqué más, analizando bien si ésta mosca era efectivamente hembra. Nos sonreímos al procesar nuestras imágenes, y como ya era seguro que era “una” y no “uno”, iba a enviar mis señales, pero de pronto me di cuenta que era la amiga que acompañaba a Josefina cuando la conocí. ¡¡No podía ser!!, de entre todas las hembras, tenía que encontrarme justo con ella. Estoy seguro que ella también me reconoció, pero igualmente comenzó a enviarme sus señales de cortejo. Mi primera sensación era la de la de salir arrancando, pero al darme cuenta que aquello no tendría ningún valor para nadie, la sobrevolé para montarla, lo que a ella notoriamente le provocaba una gran satisfacción. Al quedar frente a ella, antes de mi último movimiento, vi su mirada perversa y ansiosa.

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- Para mí, si tiene valor – Dije, sabiendo que ella no entendería de que hablaba y me fui. No sé porque regresé al colegio del chico de la mochila. A lo lejos lo divisé, estaba jugando en el patio. Ya estaba algo cansado y como él había sido la primera persona agradable que conocí, me posé cerca de él aprovechando de refregarme las patas. Al verlo tan entretenido y con los ojos llenos de vitalidad, por primera vez, sentí envidia de los humanos. Tomé conciencia que todo lo que anhelaba tanto, ellos si lo tenían… Bueno, todo menos esa estrecha relación con el demonio vengador. Pero si fuera hombre, eso tampoco me importaría, supongo. Y también, ya sabía que no era estrictamente necesario ser uno desagradablemente individualista. A falta de una buena porción de papas fermentadas o alguna polilla sabia, decidí pasar el resto de mis días (que harto pocos eran), con él y su familia, registrando mis memorias. Así, además estaría lo más cerca que podría estar de mi tan deseada fantasía familiar. Total, si la comida era escaza o me agarraban a mangazos, no importaba mucho a esas alturas. Ya ni siquiera tenía sentido, ir en busca de un lugar con clima fresco constantemente… La verdad, ya no quería alargar mi existencia. Eran muchos los niños en el patio, así es que mantuve una distancia prudente, sin perder de vista al chico de la mochila, mientras trataba de encontrar lo último que fuera útil para mis memorias. La verdad es que no veía nada memorable, hasta que me fijé en una niña que sonreía con mucho cariño a algo que tenía entre sus pequeñas manos. De curiosidad y no tener nada más que hacer, me acerqué un poco y desde las alturas logré ver que, para mi sorpresa, tenía un gusano. Volví a posarme, más cerca ésta vez, para ver que pasaría o si tendría que hacer algo para ayudarlo. Él me transmitió que quería salir de ahí, tenía miedo, no sabía que podía sucederle, pero yo si era capaz de notar que en ella no había ningún sentimiento de rabia o enojo, sino que 33


todo lo contrario. Lo acariciaba suavemente, haciendo que el gusano luchara más por escapar. Busqué un lugar más cerca, uno que me permitió estar atento y darle más tranquilidad al gusano. De pronto otra chica se le acerca, quien no mostró ningún interés en mi nuevo amigo gusano, sino más bien asco. Algo le dijo que la convenció para ir jugar con algo que estaba más allá. Ahí yo pensé que el pobre gusano iba a morir de un tremendo golpe, o por lo menos, saldría magullado por una caída, pero nuevamente me sorprendió y con mucho cuidado lo dejó sobre la tierra y hasta se despidió de él. Nos miramos con el gusano, él me dio las gracias por la preocupación y me fui en búsqueda de mi chico, que ahora si había perdido de vista. Mientras lo hacía, pensé que era fácil encontrar un niño humano amable, pero de golpe cambié de opinión. Había un gordito burlándose de otro niño, otros tantos estaban alrededor riéndose, y otros pocos visiblemente asustados. El niño a quien le gritaban, se aburrió y se abalanzó sobre el gordito, comenzando una pelea. Nuevamente quise gritar “Brayatán, llama a los pacos”, pero menos mal llegó una señora de avanzada edad y con muy mal genio los separó y se los llevó adentro. Seguí buscando a mi chico, pero no estaba y al poco rato, tampoco había ninguno por ahí. Como ya me había dado cuenta, que después de un ruido ellos aparecían o comenzaban a desaparecer del patio, esperé la señal, sobrevolando el colegio y alrededores. Menos mal no me alejé mucho, ya que sin el ruidoso aviso vi al niño gordito que salía con otra señora. Como estaba aburrido me acerqué, pero él notó inmediatamente mi presencia y me miró con mucho odio, entonces, preferí realizar una pequeña venganza. De todos modos mi fin ya estaba cerca y, tenía que por lo menos desahogar una vez mi impotencia frente a tanta injusticia. Picaría por primera vez, y supongo que última, sin verter la sustancia contra el dolor, poniendo a 34


prueba la resistencia de mi trompa bucal. Experiencia que además sería un tesoro para mis memorias. Aprovechando mi agilidad y delicadeza a la vez, salí de su vista y ni su mamá se dio cuenta que me posé en la oreja del gordito, aprovechando sus recovecos. Ella claramente estaba molesta con el chico, se notaba que no era una mujer paciente. El niño no paraba de explicar su versión de lo que había pasado en el patio hace poco, mientras trataba de seguirle el apurado paso a la madre. - Con todo lo que tengo que hacer, una vez más, debo venir al colegio por tu mal comportamiento – Le gritó ella, interrumpiendo los fallidos intentos del niño para que lo entendieran. Él se calló por unos segundos, pero al minuto volvió a la carga con su discurso. Se movían tanto y rápido que no podía introducir mi trompa, ésta operación debía hacerlo con cuidado. Pensé que quizás debía estar en otro lugar del cuerpo del niño, pero antes de moverme se detuvieron al lado de un auto. - Pareces una pulga en el oído – Le gritó ella, abriéndole la puerta del automóvil. Quedé congelado, al pensar que me había visto y que me había confundido, pero menos mal fue sólo un susto. No alcancé a reaccionar, cuando ya me hallaba adentro del automóvil. Como ella todavía no se subía, aproveché de esconderme detrás de la cabecera del asiento del gordito. Su mamá se subió al lado, hablando por teléfono. No sabía con quién obviamente, pero si noté que le hablaba mucho más amable que a su hijo. “De tal palo, tal astilla”, pensé. Aproveché la calma para decidir cómo iba a hacer justicia, cuando de pronto, la madre cuelga el teléfono y le dice muy enojada a su hijo: - ¡¿Viste, estás contento ahora?! Acabas de hacer que pierda una venta – Y le dio una bofetada, que hasta yo pude sentir dolor por el gordito, que aunque fuera harto desagradable, tenía justificación por la madre que tenía. Él se 35


puso a llorar colocando sus manos sobre la mejilla golpeada – Ya corta tu cantaleta – Le volvió a gritar mientras ponía en marcha el motor. Me enfurecí, ¿qué Bráyatan o qué paco?, que además por lo que he visto, nunca aparecen (debe ser un mito entre los humanos, nada más). Tomé impulso y con todas mis fuerzas sin medir ningún movimiento, le piqué la nuca a la abusadora mujer, ¡sin ni una gota del adormecedor!, se merecía eso y mucho más. En cuestión de segundos, sentí un gran dolor en mi trompa también, y la mujer de un solo manotazo me tiró hacia la calle, sin si quiera haberme visto. Ahí quedé yo, tirado y adolorido, con mi gran venganza consumada… Más que mis dolores físicos, sufrí por sentirme totalmente inútil contra las injusticias. Atontado, como pude me resguardé en un rincón de la vereda. No podía entender, ¿cómo es qué, siendo más inteligentes que los humanos, no podamos conseguir un poco de equidad?, porque está claro que, nuestro cerebro tiene que ser mucho más veloz, dado que debemos procesar constantemente muchísimas imágenes simultáneas, cosas que ellos ni logran ver, y menos a la velocidad que nosotros si lo hacemos… Es cuestión de tamaño, concluí, desmotivándome aún más, frente a tal sin sentido. A pesar de mi desesperanza, volví a decidir que me dedicaría sólo a mis memorias, que aunque no eran las que pensé acumular, la idea seguía siendo mi mejor opción, para darle valor a mi corta existencia. Con lo mal traído que había quedado, seguro me quedaban menos días de vida y como había perdido la cuenta, quizás me quedaban sólo horas. Como pude, regresé al colegio y comencé a buscar, sólo de vista, al chico de la mochila, de entre todos los que salían. Me dolía todo el cuerpo así es que, tampoco podía malgastarlo volando en su encuentro. Su casa era el lugar ideal para registrar tranquilo mis experiencias y esperar mi muerte. Pero ya prácticamente se habían ido todos los niños 36


y nunca pude ver al mío… Quizás por mi vejez o por el golpe que me hizo caer, o ambas, como fuera, nuevamente no pude permanecer con quien quería… ¿De eso se tratará la vida? ¿De enseñarte que puedes estar por tu propia cuenta? De todas formas, no me gustaba la idea, desde siempre adoré las conexiones emocionales. Cabizbajo quedé, sin saber dónde podría realizar mis memorias, hasta que de pronto apareció el papá del chico, entrando al colegio muy rápidamente. Permanecí en alerta, para poder escabullirme en ellos al salir. Para mi sorpresa cuando regresó lo hacía solo, pero igualmente preferí seguirlo, deseando que fuera pronto a la casa del niño. Al ver que detuvo su auto en la casa, me puse muy feliz, que por lo menos al final las cosas me resultaban como planeaba. Me posé en el cuello de su chaqueta al caminar hacia la puerta. Abrió la mamá, quien le dio gracias por un delantal que el hombre le llevaba. Por lo más alto que pude entré a la casa y busqué un lugar donde seguro nadie me podría ver. No sé cuánto tiempo me tomó, pero conseguí terminar. En ese tiempo, había encontrado la forma de llegar a la basura, así es que tampoco desfallecí del hambre. ¿Y ahora qué?, me pregunté. Debo transmitirlo, lógicamente, para que tenga un real sentido. Así es que decidí ir al lugar favorito de Josefina, seguro ahí habría muchos que quieran oírme, siendo por lo demás un hermoso lugar para morir. El vuelo, me tomó más de lo que esperaba, ni mi GPS interno funcionaba como antes. Pero lo conseguí, justo cuando se estaba haciendo de noche. Y fue la mejor de todas en mi corta vida. Había una fiesta con todo tipo de insectos, papas y otros frutos fermentados por doquier, y otros tantos manjares también. Pregoné hasta el cansancio mis experiencias, aunque con el efecto del fermentado, no estoy seguro si recibí atención. Pero ¿qué importaba?, me divertí mucho, bailé por primera vez y hasta canté. Los de ahí eran 37


todos muy amables e ingeniosos para los chistes. Llegué a terminar con dolor en mi trompa de tanto reír. A ninguno de ellos le importaba que su vida fuera tan corta, y era maravilloso, sólo disfrutaban el momento sin preocupaciones. Me hubiese gustado darme cuenta antes, pero por lo menos, todavía estaba a tiempo de agregarlo en mi legado. De pronto, alguien me topa con sus antenas, a quien no percibí hasta que estuvo a mi lado, dado mi estado. ¡¡Era la polilla!!, qué alegría, ambos nos alazamos 7 riendo de alegría, y seguimos succionando y conversando lo que restó de la noche. Ya en la madrugada, la mayoría dormían, me daba gusto ver a todos esos seres tan cordiales, tirados o tratando de avanzar mareados. Tenía la sensación que en algún momento también estuve dormido, y aunque me sentía con sueño, no quería perder así el poco tiempo. De pronto, mi mirada se cruzó con la de la mosca que no era “ella”, me extrañó no haberlo visto en la fiesta, pero la verdad muy lúcido no estuve. Quise seguir mi camino como si nada, lógicamente, pero él me cerró el paso. Agradecí que nadie estuviera pendiente de nuestro encuentro. - Hola, ¿te acuerdas de mí? – Preguntó sonriente. - Eeeh… éste… si… creo – Respondí, claramente incómodo. - Yo también me acuerdo de ti – Dijo con una sonrisa más coqueta que, la de la amiga de Josefina. “¡Trágame tierra!”, grité por dentro. Y a los segundos agregó – No te preocupes, no cuento ese tipo de cosas… Si hablara, más de la mitad de los machos tendrían problemas acá – Dijo con una risita marcadamente femenina. - ¿Seguro?... De todos modos, yo nunca supe hasta que desperté – Dije lo más calmado posible.

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Término inventado por la autora, como equivalencia al abrazo, pero con alas.

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- Si lo sé. Discúlpame, porque yo tampoco sabía que no sabías, hasta ahora que veo tu reacción incómoda al verme. - Está bien – Respondí, sin tener nada más que decir. Y la verdad, sentí que era alguien en quien se podía confiar… Por algo, nunca oí hablar de alguna historia al respecto, y eso que anoche se dijeron unas cosas inimaginables. Seguí avanzando tranquilamente hacia el valle, que era el lugar entre el de las fiestas de la entrada y la cueva de Josefina. Ya no sentía que el asunto me apenara, ya había aceptado que las cosas fueron así nada más y que fui afortunado por haber vivido esa experiencia, que sigo pensando no le sucede a los insectos como yo, sino de alguna manera se sabría. Adrede no quería volar, ya lo había hecho la mayor parte de mi vida, ahora quería ir saboreando con mis patas el camino hacia la cueva y sin prisas. Procesé las imágenes lo más lento que pude, “seguro así piensan los humanos… y menos mal, sino nos hubiéramos extinguido hace mucho tiempo”, pensé. Primera vez que me tomaba el tiempo de admirar el entorno, y seguro sería la última también. De pronto, noté que sobre algunos de los estiércoles de caballo, habían unos huevos de mosca. Me llené de alegría y tristeza a la vez… Unos días atrás, desee que mis hijos con Josefina nacieran ahí, junto a nosotros. Obviamente no sabía de quien eran esas futuras larvas, al igual que su padre biológico. Lo que me hizo detener mi marcha, pensando que si me quedaba ahí podría vivir lo que siempre quise, si daba lo mismo quien era el padre, perfectamente podía ser yo. ¿Qué sería lo peor que pudiera pasar, si mi hora llegaría en cualquier momento?, bueno, eso podría ser lo peor, que no alcanzara a ver el nacimiento de esas larvas. Pero también quería terminar mi existencia, en el lugar donde viví lo más profundamente maravilloso; en la cueva… La que alcanzaba a ver a lo lejos. 39


Me quedé pensando un momento. Honrar un recuerdo, por muy especial que haya sido, debe ser menos valioso que vivir una nueva experiencia, ¿no? Además, por cualquier cosa, estoy muy cerca. Así es que aliviado, emocionado y contento me quedé ahí, a esperar que nacieran mis larvas adoptadas, y ya que eso parecía un milagro, en una de esas podría verlas hasta de pupa… porque poder estar ahí hasta cuando se convirtieran en adultas, era exagerado. Me acerqué más al estiércol que más huevos tenía y los observé con mi mayor concentración, quería grabarme en la memoria la imagen de cuando se estaban gestando. Cuando lograra contarles cómo eran, se iban a sorprender. Comencé a imaginar cómo iba a ser todo, cuando ellas salieran de los huevos… No me di cuenta en que momento me dormí. Me despertó un mosquito, el más viejo que había estado en la fiesta la noche anterior, pero no por eso el menos vital e interesante. - Gastón, anda, ven a comer algo amigo – Me dijo. La verdad sentía mucha hambre, pero por el valle lo único que había era el excremento para las futuras larvas, así es que le pregunté donde era lo más cercano para comer y me hizo seguirlo. - ¿Qué hacías durmiendo ahí? – Me preguntó en el camino. - Quiero ver a esos huevos, como si fueran los míos – Le respondí sin problemas, ya que sabía toda mi historia, la cual recuerdo le gustaba. - Que bien viejo. Me alegro que realices tu anhelo. – Dijo muy sinceramente, entendiendo el sentido de eso, que para casi todos los insectos, sería una ridiculez carente de valor. Succioné lo suficiente de entre la basura, mientras el viejo mosquito me acompañaba. Me había contado que recién había comido, de la sangre de uno de los ratones que

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viven cerca. Claro, él no era de mi misma especie. Cuando ya me estaba limpiando las patas y ojos me dijo: - Quiero agradecerte en nombre de todos y mío también. - ¿Por qué? - pregunté extrañado. - Por darnos un sentimiento de fraternidad al compartir tus memorias, y sobre todo darnos un gran sentido de vida, ya que nos encargaremos de contárselas a todos los que conozcamos… Es emocionante pensar que, así será de generación en generación, habiendo sido nosotros los pioneros… Eso es algo maravilloso, que nunca se le había ocurrido a nadie. - No sé qué decir – Respondí, conmovido por la calidad de aquellos seres, a los cuales había llegado a conocer – Sólo decirte que yo también debo agradecerles a todos, y profundamente, ya que sin su ayuda no podría concretar esa misión también. - Ten por seguro que lo haremos. No sé cuánto tiempo transcurrió, cuando de pronto, veo que dentro de los huevos, las larvas comenzaban a comérselo. ¡¡Iban a salir al fin!! Comencé a gritar de alegría y los que alcanzaron a escucharme se acercaron a disfrutar conmigo el momento. Estábamos todos contentos y emocionados, era nuestra primera vez que nos permitíamos maravillarnos por tal acontecimiento. Quería poder tocarlas con mis sedas de las patas a todas, para poder sentirlas y ellas a mí, pero eran tantas que seguro me faltó más de alguna. Eso sin contar, que la mayoría al sentir mi tacto trataban de huir. No estaban acostumbradas, obviamente. Para mi sorpresa hubo tres que se me acercaron y podría jurar que tenían la intención de estar en contacto conmigo también, así es que las comencé a acariciar y se quedaron junto a mí, muy tranquilas. Al rato me moví sólo para acercarles un trozo de estiércol.

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Era la mosca más feliz de la historia. Había visto nacer a “mis” hijos, y por lo menos tres, eran capaces de sentir amor por mí también. Por no despegarme de ellas, aprovechando al máximo lo poco que me quedaba, cuando ya no daba más del hambre, sacaba un poco de la bosta de caballo, pero sólo lo justo y necesario, siempre cuidando que la cantidad que quedara, fuera más que suficiente para todas, para que todas llegaran a ser unas pupas y moscas sanas y felices. Y así, mientras veía maravillado su desarrollo, les fui colocando nombres a cada una de ellas, pero como eran tantas y no conocía tantos nombres, tuve que inventar varios. Mi deterioro era evidente, es más, me extrañaba que no me hubiera muerto aún. Ya ni olfato me quedaba… ¿O será que morí en casa del niño de la mochila y todo esto es producto de mi conciencia?... Esto último no me sonaba tan loco, ya que lo que había vivido desde que había llegado a la fiesta ahí, era literalmente increíble. Pero bueno, ¿y qué si es ficticio?, como decía el viejo mosquito, nuestra realidad está en lo que percibimos, en nuestras mentes. Así es que, seguí disfrutando de lo afortunado que era, me acurruqué con mis tres regalones; Flo, Jose y Bruno. Después de un momento, lamenté con un suspiro que no hubiera terminado extremadamente perfecto, con Josefina a nuestro lado… Nos dormimos. Ay, mi querido viejo amigo Gastón, me veo en la obligación de terminar tus memorias. Aunque te conocí en una de tus últimas noches, eres el ser que, mejor me conoció, al igual que yo a ti. Un pulgón nos avisó que estabas ahí tirado en el estiércol y que no respondías. Los que estábamos ahí fuimos de inmediato y te encontramos muerto bajo tus tres hijos regalones. Nos dio muchísima pena, pero con el espíritu en

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alto para honrar tu forma distinta y sabia de ser, decidimos dejar descansar tu cuerpo en la cueva que nos habías dicho. Esperamos a que comenzara a anochecer, así tuvimos tiempo de avisarle a todos y que asistieran incluso los nocturnos que, obviamente sin reclamar, tuvieron que despertar más temprano que habitualmente. Ninguno se hubiera perdonado perderse tu despedida. Porque para todos, te transformaste en nuestra voz de la conciencia. Nunca habíamos tenido que llevar un cuerpo en procesión, hacia arriba de un árbol. - Creo que es mejor si la polilla sabia y el viejo mosquito lo cargan, mientras los demás los seguimos – Dijo la mosca, que no era “ella”, sino “él”. – Los que no pueden volar, los suben los que si lo hacen. - Pero la cucaracha es muy grande – exclamó una de las moscas. - Puedo trepar, no se preocupen, lo hago muy veloz – Intervino la aludida. Una vez organizados, subimos contigo a tu tan especial cueva. No nos costó tanto como pensamos. Una vez que entramos, la polilla fue la primera en exclamar: - ¿Y quién es ella? – Dejando en el suelo con mi ayuda, lo que quedaba de ti - ¿Estará profundamente dormida o muerta? Nos acercamos a esa mosca que parecía inerte. Éramos tantos los que te despedíamos, que todavía seguían entrando más amigos. La movimos suavemente con nuestras patas, pero nada. - Si, está muerta – Confirmé- Hace un par de horas, nada más. - Puso huevos hace poco – Hizo notar la polilla. – Quizás son los que cuidó Gastón allá afuera. Entre los insectos se abrió paso el pulgón y la observó. - No puede ser – Exclamó conmocionado – ¡Es Josefina! - ¿Pero cómo? ¿Cómo sabes que es ella? 43


- Porque una vez que hablé con Gastón sobre Josefina, supimos que yo los había visto entrar y salir a ella, de esta cueva, el día en que ellos se conocieron… Es la misma – Dijo profundamente afectado. - Pero se ve joven, como para haber muerto después de la postura de huevos – Comenté. - Si, tuvo que haberse dejado morir… Qué pena más grande – Decía la polilla – Quiso quedarse cerca de sus hijos y del lugar que cobijó su amor por Gastón. - ¡Estaban tan cerca y ninguno supo! – Exclamó, rompiendo en llantos la mosca que era “él”. A medida que la cueva se iba llenando de insectos, unos les iban contando a los otros. Tocándoles compartir la historia más triste jamás vivida… y la más recordada.

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ÍNDICE Agradecimiento Mosca Pulga en el oído

07 09

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CLAUDIA READI SILVA Nacida

en

Chile,

titulada

de

ingeniería

en

administración de empresas, mención marketing. Con algunos estudios en psicología y narrativa audiovisual. En el último tiempo retomó más seriamente su pasión por escribir, la que seguramente heredó de su abuelo y madre, quienes también desarrollaron ésta actividad. Consiguiendo en un solo año publicar una de sus novelas, “¿Así cómo perfecto, perfecto?”, y ser seleccionada en tres oportunidades en concursos, con diferentes temáticas, de microrrelatos en España, los que fueron incluidos en los libros “Porciones del alma III”, “Universo de libros” y “Pluma, tinta y papel V”, respectivamente. Actualmente, se encuentra gestionando la publicación y distribución de su novela de suspenso: “Familias que matan”.

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MOSCA PULGA EN EL OÍDO Claudia Readi Silva

Se terminó de imprimir en el mes de Marzo del 2017 En los talleres de Editorial Montecristo Cartonero

Tiraje según demanda

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EDITORIAL MONTECRISTO CARTONERO ESTÁ COMPROMETIDA CON EL DESARROLLO LIBRE DEL ESPÍRITU, LA CULTURA Y EL CONOCIMIENTO DEL SER HUMANO COMO VALUARTES DE NUESTRA SOCIEDAD. CADA LIBRO PUBLICADO POR NUESTRA EDITORIAL ES EN SÍ UNA OBRA DE ARTE CUYO TRABAJO ES MANTENER VIVA LA LLAMA DE LA SABIDURÍA.

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COLECCIÓN MONTECRISTO VERANO 2017

1- EL ATAÚD Juan Pablo Cifuentes

2- EL ÚLTIMO QU MUERA QUE APAGUE LA LUZ Juan Pablo Cifuentes

3- TERESA Rosario Orrego

4- LOS PÁJAROS HUYERON DEL NIDO Los Señores Anónimos

5- DIARIO DEL PRIMER VIAJE Y OTRAS CARTAS Cristóbal Colón

6- TITIVILUS Héctor Navarro Cabello

7- EL MAESTRO Y LAS MAGAS Alejandro Jodorowski

8- REVOLUCIÓN EN CHILE Sillie Utternut

9- TRISTÁN E ISOLDA Richard Wagner

10- WABI-SABI Miriam Leiva Garrido

11- KARUKINKA Relato de los selk´nam

12- CANTAR DE LOS CANTARES Salomón

13- CANTO A MI MISMO Walt Whitman

14- BICHO RARO José Luis Escobar

15- EL EVANGELIO AMERICANO Francisco Bilbao

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COLECCIÓN MONTECRISTO VERANO 2017

16- BESTIA DAÑINA Marta Brunet

17- CANTO DEL MACHO CABRÍO Pablo de Rokha

18- EL CARTÓGRAFO: EL BARRIO DE LA GENTE MEDIANA Christian Gutiérrez

19- CLORODIAXEPÓXIDO Jorge Etcheverry

20- RELATOS DE INSANIA Daniela Páez Rueda

21- UNA NOCHE PINTADA EN LA ROCA Lila Calderón

22- SURCOS DE VENDAVAL Catalina Potocnjak

23- LA REINA DE RAPA NUI Pedro Prado

24- EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON F. Scott Fitzgerald

25- FUERA DE TIEMPO Lilian Elphick

26- DEL CUERPO DE TODAS Amanda Varín

27- MALDIGO EL PARAÍSO DE TU ABANDONO Margarita Bustos Castillo

28- EL FLAUTISTA DE HAMELIN Robert Browning

29- LOS LADRONES DE CADÁVERES Robert Louis Stevenson

30- BOLA DE SEBO

Guy de Maupassant

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COLECCIÓN MONTECRISTO VERANO 2017

31- CIUDAD PROHIBIDA Claudia Vila Molina

32- LA FAMILIA VURDALAK Aleksei Konstantínovich Tolstoi

33- EL EMISARIO SECRETO Jorge Calvo

34- MAL AGESTÁ MALA GESTA MAL GESTÁ Ingrid Escobar

35- HISTORIA DE UN MUERTO CONTADA POR EL MISMO Alejandro Dumas

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¿De qué forma se debe situar como protagonista de un relato un insecto? La memoria recuerda de inmediato a Gregorio Samsa, ese metamorfoseo protagonista de Kafka que se ha convertido de humano a escarabajo. Sin embargo, cuando se es una vil y vilipendiada mosca, cautivar al lector es todo un desafío. Claudia Readi Silva es una escritora chilena que se sumerge en la ambición de la búsqueda por la originalidad narrativa entregando un relato sutil, honesto y dispuesto a entretener y conmover al lector. Mosca pulga en el oído es una novela breve destinada a cautivar a través de sus páginas que nos interiorizan en el devenir y la rutina de una mosca, en donde el verdadero monstruo, el insecto destructor es el ser humano.

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