CONTINGENCIA Y UNIVERSALIDAD: MÁS ALLÁ DE LA DUALIDAD Julián Varas Ensayo publicado en SUMMA+ n. 116 Agosto de 2011
Abstract
Este ensayo revisa la polémica autonomía-heteronomía, como expresión de la oposición entre lo universal y lo contextual en el discurso de la arquitectura de la segunda mitad del siglo XX; lo hace desde un interés en las posibilidades que se han abierto para la disciplina en relación con el advenimiento de la digitalización. El ensayo sugiere la emergencia de un nuevo paradigma en la relación entre el proyecto y su contexto, en el cual este último es entendido de manera no figurativa, e incorporado informacionalmente en el proyecto, como medio para producir complejidad formal. El argumento central del texto es que este paradigma emerge como una síntesis de la polémica entre las teorías arquitectónicas que Christopher Alexander y Peter Eisenman proponen a comienzos de los años 1960. El paradigma toma las ideas de Alexander acerca de la forma como “composición de fuerzas” y las pone en relación con el concepto Eisenmaniano de “forma genérica”. Los trabajos de Greg Lynn, Reiser&Umemoto y Foreign Office Architects, son algunos ejemplos de prácticas que han llevado esta síntesis teórica a su concreción.
Introducción: Digitalización y Heteronomía1 Según escribía Christopher Alexander en Ensayo sobre la Síntesis de la Forma (1964), en el período anterior a la modernidad2, las preocupaciones vinculadas a los procesos de diseño eran irrelevantes ya que sus mecanismos estaban definidos dentro de una tradición estable. La modernidad, en cambio, había significado el advenimiento de un período “autoconsciente”, caracterizado por la desestabilización de los referentes arquitectónicos, y con ello, de la actividad misma de dar forma. Alexander describía el rol del arquitecto en la modernidad, en sintonía con lo expuesto por Emil Kaufmann en los años 1930: se trataba de una actividad apoyada en la autonomía de la voluntad y en la posibilidad de la crítica. En estas condiciones, el arquitecto acrecentaba su responsabilidad, pues debía articular una serie de requerimientos externos con arreglo a una interpretación o escala de valores de orden netamente personal. La concepción autónoma de la arquitectura a la que alude Alexander en su famoso libro, sin embargo, había comenzado a recibir cuestionamientos a partir del siglo XVIII. Desde el surgimiento de las teorías de Carlo Lodoli y Claude Perrault, hasta llegar a su eclosión definitiva a fines del siglo XIX -cuando Louis Sullivan escribe el famoso dictum, “la forma sigue a la función”3- la irrupción del funcionalismo había significado la institucionalización gradual de las procesos de determinación formal vinculados al exterior de la disciplina: en otras palabras, la aceptación e instrumentalización de un principio de heteronomía. A lo largo del siglo XX, el principio de heteronomía fue recogido repetidamente por la teoría arquitectónica y esgrimido como argumento contra las posiciones llamadas “formalistas”, a las que se consideraba ajenas a toda problemática extra disciplinar. En este contexto pueden entenderse, por ejemplo, las búsquedas que, a partir de los años 1960, intentan subordinar el discurso de la arquitectura a las nociones de usuario, comunidad, participación, ecología, etc. Esta breve reseña puede ayudarnos a encuadrar históricamente un dilema que hoy reaparece en el debate arquitectónico. Si el postmodernismo miró con incredulidad las ambiciones de la arquitectura por involucrarse directamente en la producción del campo social - reduciendo su acción a la esfera del comentario-, los últimos veinte años han sido testigos de la aparición de diversos esfuerzos por definir una teoría referida a las capacidades operativas de la arquitectura, que parecían haberse debilitado4.
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Agradezco especialmente los comentarios de Wren Strabucchi y Fernando Diez en la preparación de este artículo. 2 Alexander utiliza el concepto de cultura no-autoconsciente para referirse a las sociedades tradicionales. A pesar de que ello no está explicitado con precisión en el texto, se desprende de sus observaciones que este período se termina aproximadamente en el renacimiento, con el establecimiento de las academias y la proliferación de los tratados de arquitectura. 3 En „The Tall Building Artistically Reconsidered“ (1896). 4 Quizás el primero de estos esfuerzos haya sido Delirious New York de Rem Koolhaas (1978). Mediante este libro Koolhaas reivindica la posibildad de una operatividad real de la arquitectura en la metropolis, aunque advierte que la condición para hacer efectivo este proyecto es que no puede ser manifestado: “Manhattan es el producto de una teoría no formulada, el Manhattismo, cuyo programa -existir en un mundo totalmente fabricado por el hombre, es decir vivir dentro de la fantasía era tan ambicioso que no podía ser enunciado abiertamente si pretendía ser realizado.”
Foreign Office Architects, Terminal Portuaria de Yokohama 1995-2002
Este escenario representa la posibilidad de un nuevo jucio para el desacreditado concepto de heteronomía. La idea de una heteronomía informacional podría servir a tal efecto: proviene de la necesidad de definir las características de uno de los modos de pensamiento dominantes durante los últimos veinte años en arquitectura. El concepto emerge en la intersección entre un contexto ideológico post-utópico y el contexto tecnológico de la digitalización. Por ello, se diferencia claramente del modo en que fuera formulado previamente, tanto en el paradigma funcionalista, como en el contexto de los movimientos democratizadores de los años 1960 y 1970. En contraposición con estos, las formas recientes de la heteronomía5 no intentan construir métodos científicos de diseño, ni amenazan con la disolución de la disciplina, como lo hicieran los pensadores asociados a la teoría de sistemas y a la cibernética6, sino que pretenden redefinirla subsumiendo los conceptos de coherencia interna – una noción constitutiva de la vanguardia formalista – y coherencia externa – la capacidad desestabilizadora, renovadora y transformadora encarnada por el exterior de la disciplina -la sociedad y 5
Estas formas se vinculadan al establecimiento de la tecnología digital. Los ejemplos más notorios son el trabajo de Foreign Office Architects, UN Studio y Greg Lynn. Ver el apartado final del ensayo para mayores precisiones. 6 Principalmente Christopher Alexander, Nicholas Negroponte y Yona Friedman.
sus tradiciones, el sitio, las formas de producción, etc – en la construcción de un paradigma computacional. Esta posición supera el encierro del posmodernismo abriéndose a una interacción con la ciudad, el paisaje y la técnica contemporánea, aunque evita también la trampa de la utopía y el reformismo que caracterizaron a las vanguardias modernistas. La posibilidad de una arquitectura sistémica, es decir, internamente consistente y con referencia al mundo de la forma genérica, que simultáneamente demuestre sensibilidad hacia su contexto, constituye unos de los proyectos de mayor relevancia en el panorama arquitectónico de los últimos años. Es por ello que resulta especialmente interesante explorar sus bases conceptuales. Su novedoso modo de entender el rol del arquitecto en relación con la obra misma, y con la sociedad en su conjunto, requiere para su comprensión una revisión del concepto de coherencia, tal como fuera elaborado inicialmente por Peter Eisenman y Christopher Alexander en sus respectivas tesis doctorales de principios de comienzos los años 1960: Notes on the Synthesis of Form (1964) y The Formal Basis of Modern Architecture (2006 [1963]). Estos textos dieron una formulación consistente a las nociones de determinismo arquitectónico en las que se encuadra el debate contemporáneo, y por ello se han convertido en referencias teóricas canónicas del último medio siglo.
1. ¿Heteronomía Radical o Neovanguardia Autónoma? Entre las décadas de 1900 y 1950 el funcionalismo modernista estableció un claro principio de determinación externa de la forma arquitectónica, dentro de un contexto que insinuaba que el nuevo problema disciplinar era el de la masividad, la producción en serie, y la economía. El lema de Louis Sullivan la forma sigue a la función condensó una incipiente tradición disciplinar7 que cuestionaba la dependencia de la arquitectura respecto de los requerimientos representacionales de las élites monárquicas, aristocráticas o eclesiásticas. El problema de la forma no estaba ya condicionado por el carácter o el estilo, los cuales habían constituído el núcleo del conocimiento disciplinar, sino que repentinamente se abría al mundo industrial, de la producción en serie, de la tecnología, es decir, de la transformación del mundo material en el sentido más directo del término. Hacia fines de la década de 1950, sin embargo, el contexto de la arquitectura comienza a plantear unas condiciones y unas demandas nuevas, que ponen en crisis los criterios operativos del funcionalismo. Tal como lo atestigua la caricatura de un París mecánico e inhumano que retrata Jacques Tati en el film Playtime, el funcionalismo ha creado un mundo incapaz de dar cuenta de las complejidades psicológicas y existenciales del ser humano. El problema emergente para la arquitectura ya no se centra en la masividad, sino que apunta a la necesidad de personalización, es decir la diferenciación del individuo frente a la masa. Los nuevos principios operativos deberán ser capaces de producir heterogeneidad. Pero ¿Debe esta diferenciación provenir del mundo exterior a la arquitectura? Y si fuera así, ¿mediante qué mecanismos puede incorporarse esa 7
Véase: Edward De Zurko, La Teoría del Funcionalismo en Arquitectura (Nueva Visión: Buenos Aires, 1970). Publicación original: Origins of Functionalist Theory (Columbia University Press: New York, 1957).
cualidad? Cuando estas preguntas comiencen a ser respondidas, a partir de los años 1960, se pondrán en evidencia concepciones profundamente divergentes acerca del valor y el sentido último del funcionalismo. Una de estas posturas, representada por el pensamiento de Christopher Alexander, entiende al funcionalismo como una suerte de identificación entre arquitectura y ciencia. Para Alexander la crisis del funcionalismo se debe principalmente a una formulación inicial demasiado angosta que finalmente no le ha permitido adaptarse a las condiciones de una nueva realidad social y tecnológica. Alexander postula la necesidad de una ampliación del concepto funcionalista hasta convertirlo en una teoría general de la determinación arquitectónica. Al producir una codificación total del proceso de diseño mediante un lenguaje basado en la teoría de conjuntos, el funcionalismo radical de Alexander puede verse como un intento de pasar de una teoría especial a una teoría general de la heteronomía arquitectónica. Esta formulación encontrará su referente principal en el concepto del usuario, y buscará reducir - o eliminar - la mediación de la disciplina entre este y su entorno. La posibilidad de una relación directa entre usuario y entorno sugiere a su vez la superación de la homogeneidad y anomia de las que se responsabilizaba al modernismo, ya que estas eran consideradas consecuencia de la incapacidad del arquitecto para interpretar “correctamente” las condiciones del contexto en que debía actuar.
Imágenes del film Playtime, Jacques Tati (1967).
Christopher Alexander, Notes on the Synthesis of Form (1964).
Peter Eisenman, The Formal Basis of Modern Architecture (1963).
Peter Eisenman, coetáneo de Alexander en la Universidad de Cambridge, es también conciente de las limitaciones de la teoría funcionalista. Sin embargo, frente a una percepción similar de crisis, sugiere una lectura diferente del movimiento moderno; se aleja de la noción de arquitectura como actividad orientada a la resolución de problemas, y privilegia su relación con las prácticas artísticas y comunicativas. Según esta, la arquitectura moderna no se basa en el determinismo de la función sino que constituye un lenguaje formal, organizado por reglas precisas que no responden directamente a estímulos externos, sino que buscan transmitir un concepto o una intención del autor. El uso deliberado de sus reglas generativas es entendido por Eisenman como una gramática capaz de producir la diferenciación formal interna de la obra. Si la obra ha de exhibir una alto grado de heterogenidad, esta será el resultado de una articulación precisa de la forma con arreglo a un concepto propuesto por el arquitecto. Será este quien dará coherencia formal a una serie de demandas externas que en sí mismas son meramente contigentes –y, en última instancia, irrelavantes. La diferenciación y heterogeneidad formal como proceso autónomo plantea una alternativa categórica al paradigma funcionalista. Durante los años 1970, esta postura cobrará fuerza, relegando al proyecto de la heteronomía a un segundo plano. Eisenman intentará durante este período construir una posición de vanguardia posmoderna; una postura novedosa, en tanto recoge el ideario autonomista de la vanguardia moderna,
pero lo disocia sus ambiciones de transformación política y social radical. Aceptando que su capacidad crítica queda circunscripta a la esfera del discurso formal de la arquitectura, Eisenman se aboca al estudio de la “interioridad de la disciplina”. Le Corbusier, Cuatro Composiciones (1929). Eisenman considera este esquema de Le Corbusier como la demostración de que la base del movimiento moderno es un lenguaje formal.
2. El diseño arquitectónico y la estructura objetiva del contexto Christopher Alexander se ha esforzado, a lo largo de su extensa carrera, por elaborar concienzudamente una teoría normativa de la buena forma arquitectónica. La calificación buena no es casual. El elemento central de su teoría, expresado en Notes on the Synthesis of Form (1964) es la noción de goodness of fit, es decir, adecuación al medio8. Por lo tanto, para Alexander, el objetivo del diseño será el de optimizar la relación entre la forma y su contexto, entendiendo a este último en un sentido amplio que involucra la noción de función; se trata de una teoría arquitectónica exodeterminista. Alexander entiende que este proceso de optimización requiere de nuevos métodos lógicos, capaces de enfrentar sistemáticamente la complejidad de los desafíos que presentan las tareas de diseño en el mundo contemporáneo. El diseñador moderno se enfrenta a un problema cuya complejidad es de tal magnitud que ya no puede ser resuelto mediante la utilización de un lenguaje conceptual. Alexander argumenta que en las culturas no autoconscientes la asociación de la forma con el mito y la tradición disminuye la velocidad de los desarrollos, permitiendo que los procesos de prueba y error vayan definiendo una adecuada adaptación a esos cambios. En cambio, la institucionalización de la arquitectura durante el período autoconsciente significa la creación de conceptos abstractos que comenzarán a transmitirse y reproducirse en una esfera académica autónoma. La dificultad a la que se enfrenta el diseñador moderno es, en este contexto, la de estar equipado solamente con estos conceptos abstractos para resolver los problemas de la forma. Sin embargo, sigue Alexander, la experiencia de las culturas no autoconscientes demuestra que una forma 8
La producción teórica de Alexander durante los últimos cuarenta años es vasta. Muchas de sus posturas iniciales han sido superadas e invalidadas por su propias investigaciones de años posteriores. Sin embargo, un cierto realismo filosófico de inspiración mediterráneo-californiana aparece como una invariante que ha perdurado a través de toda la obra. Esta filosofía opera mediante el recurso a una antropología humanista que objetiviza comportamientos universales -patrones trascendentes de orden cosmológico- a los cuales, sugiere, debe adaptarse toda intervención en el medio ambiente. Su particularidad consiste en radicalizar la heteronomía funcionalista, hasta volverla contraria a los principios de la modernidad.
bien adaptada a su entorno solamente puede emerger si el proceso de diseño es capaz de “captar” la estructura profunda del contexto; para ello, el pensamiento conceptual del arquitecto moderno representa un estorbo. Incluso las categorías empleadas por los arquitectos funcionalistas para definir una problema arquitectónico no sirven para establecer una relación adecuada con la estructura del entorno. Mediante sus famosos diagramas de nodos y lineas, Christopher Alexander retrata la existencia de un contexto “objetivo” entendido como un juego de restricciones y sus interacciones, a las que debe adecuarse el proyecto. El éxito del proyecto estará en la posibilidad de conocer con precisión esta estructura, o grafo, y adecuarse a ella, tarea a la cual estará abocada principalmente su teoría. El procedimiento consistirá en determinar las “articulaciones naturales” del grafo, es decir, las interacciones más débiles entre los distintos grupos de restricciones del contexto, de manera tal que el problema de diseño pueda descomponerse en subconjuntos de restricciones fuertemente interdependientes, o problemas menores, pasibles de ser abordados de manera relativamente autónoma. Representación gráfica de la estructura profunda de un problema de diseños: un conjunto de "restricciones" o requerimientos de diseño (los nodos) y sus interacciones (las líneas).
Subdivisión del problema en sub-problemas de resolución más simple. Esta subdivisión se realiza a través de las "articulaciones naturales" del problema, es decir, separando grupos de requerimientos allí donde sus interacciones son más débiles.
Representación de las aporías del método de diseño "conceptual" utilizado por los arquitectos modernos. Las descripciones conceptual del lenguaje oral no logran captar la verdadera estructura profunda del problema a resolver, por ende nunca logran producir formas bien adaptadas.
Complementariamente a este proceso analítico, en el cual se centra la teoría, Alexander presenta un proceso inverso que consiste en la integración jerárquica de pequeños diagramas, cada uno de ellos vinculado a la resolución de un “problema” puntual. Este proceso representa la síntesis a la que alude el título del libro. Aunque la producción teórica de Alexander atraviesa momentos diferenciados, la noción de que pueda existir un conocimiento positivo, atemporal y universal de la forma arquitectónica funciona como factor de continuidad. Esta convicción lleva a Alexander a proponer la idea de que el usuario de la arquitectura, en poder de ese conocimiento, será capaz de dar forma a su propio entorno sin necesidad de la mediación del
arquitecto profesional. Por ello el discurso de Alexander se constituirá como un rechazo radical a la disciplina arquitectónica moderna y al concepto mismo de que la arquitectura pueda tener varias dimensiones de instrumentalidad; especialmente queda invalidada la idea de una acción “afectiva” de la arquitectura. El hecho de que los libros de Alexander recurran ocasionalmente a fotografías de lugares y arquitecturas vernaculares para ilustrar las cuestiones de que trata parecería indicar la convicción de que puede existir una escisión tajante entre baja y alta cultura, entre lo que la gente, el usuario, "el otro" de la arquitectura, produce y consume "de manera natural", y lo que el arquitecto reproduce a través de un armazón estético e ideológico contaminado de valores de clase. Los procesos de naturalización del usuario y del contexto representan una invariante en el trabajo de Alexander, que se manifiestan de la manera más temprana y general en su concepción de que la arquitectura es una actividad cuyo objetivo es la “resolución de problemas”9.
3. La arquitectura moderna como discurso formal Peter Eisenman reconoce que algunas de las ideas centrales de su tesis doctoral, presentada en la Universidad de Cambridge en 1963, surgieron como intento de responder al trabajo que había desarrollado Christopher Alexander en la misma institución unos años antes. En consonancia con las ideas de Alexander, Eisenman reclama un enfoque lógico frente a los problemas de generación de la forma arquitectónica. Ambos sospechan tanto del funcionalismo estéril y mecánico de la postguerra, como de sus alternativas expresionistas que “transforman valores utilitarios en valores simbólicos”. La necesidad de definición de mecanismos racionales de control de la forma queda expresada incluso en el uso de una terminología similar, como cuando Eisenman declara que “no puede enfatizarse demasiado que el producto final solo puede ser una síntesis de la forma con otros elementos de la ecuación arquitectónica”.10 La tesis de Eisenman, sin embargo, establece como punto de partida una separación categórica entre lo que define como “fines relativos” y “fines absolutos”; luego argumenta la superioridad jerárquica de los últimos frente a los primeros11. Los fines relativos, con los cuales se identifican todas aquellas decisiones arquitectónicas que se originan en “condiciones ambientales”, constituyen la base de la teoría funcionalista. 9
Al respecto cabe citar la advertencia del sociólogo francés Bruno Latour sobre la idea de naturalización: “La naturaleza, como sabemos, no se refiere a un dominio de la realidad, sino a una función particular de la política carente de legitimidad, a una cierta forma de construir la relación entre necesidad y libertad, multiplicidad y unidad, a un procedimiento oculto para subdividir el discurso y la autoridad, separando los hechos de los valores.” Bruno Latour, Politics of Nature. How to bring the sciences into democracy. p 133. Traducción del autor. 10 “…no es posible sobre-enfatizar el hecho de que el producto final solo puede ser una síntesis de la forma con otros elementos de la ecuación arquitectónica”. Peter Eisenman, The Formal Basis of Modern Architecture. pp 53. Traducción del autor. 11 “[la] necesidad de expresión individual es legítima, pero si ha de satisfacerse sin perjuicio de la comprensibilidad del ambiente como una unidad, un sistema general de prioridades debe ser propuesto; y se argumentará aquí que ese sistema debe dar preferencia necesariamente a los fines absolutos por sobre los temporales.” Op. Cit. pp 29. Traducción del autor.
Esta teoría, sostiene Eisenman, es capaz de producir formas específicas derivadas de una serie de condiciones de contexto (la función es para Eisenman, al igual que para Alexander, una condición de contexto), pero no tiene la capacidad para establecer una relación entre éstas y el mundo más abstracto de la forma genérica. Esta, en cambio, por no depender de condiciones personales o temporales para su identificación, pertence al dominio de lo absoluto. La forma genérica, apunta Eisenman, debe ser pensada “en un sentido platónico, como una entidad definible según sus propias leyes inherentes”.
Peter Eisenman. Análisis de la relación entre forma absoluta y forma relativa en Le Corbusier. The Formal Basis of Modern Architecture, página 55.
El funcionalismo consiste, en definitiva, en la negación de la existencia de un dominio de coherencia interna de la forma. Su tesis, en cambio, avanza la idea de que existe una prioridad de lo absoluto ya que solo de esa manera pueden ordenarse jerárquicamente los elementos de la arquitectura. Desafiando las interpretaciones de algunos de los historiadores de mayor influencia, tales como Reyner Banham y John Summerson, Eisenman sostiene que la base de la arquitectura moderna no la constituyen los fines sociales, ni el programa del arquitecto, sino que es, en esencia, un orden formal sistémico. Dado que “ninguna forma puede hacer más que sugerir una función específica (es decir, no puede determinarla), en otras palabras, no existe una forma para ninguna función, la forma específica debe ser considerada de una naturaleza relativa (es decir, relativa a una interpretación particular del programa) y por ende de un menor grado de importancia jerárquica que la forma genérica”. El modelo teórico que propone Eisenman supedita los fines relativos a la existencia de un lenguaje formal compuesto por reglas sintácticas y gramáticas, capaces de producir forma específica a partir de mecanismos de diferenciación de la forma genérica. Eisenman llama a estos mecanismos “sistemas”, argumentando que su función no consiste en limitar el proceso de diseño, sino en disciplinarlo: los sistemas son un “orden en el vocabulario de la forma, proveen el marco en el cual se despliegan la sintaxis y la gramática de este vocabulario.”12
12
Peter Eisenman, op. Cit.
Peter Eisenman. Análisis de las deformaciones geométricas del pabellón suizo de Le Corbusier. The Formal Basis of Modern Architecture, página 98
Contexto, Forma Genérica y Computación Digital Quizás la teorización más influyente de una nueva relación entre forma y contexto sea la que desarrolla Greg Lynn en sus ensayos, específicamente en Architectural Curvilinearity (1993) y Animate Form (1997), y Foreign Office Architects13 en sus proyectos y escritos14. Esta concepción de la forma se emparenta con la que expresaba Alexander en Notes. Tanto Lynn como Alexander se refieren al seminal trabajo de D´Arcy Thompson On Growth and Form, para ilustrar la noción de forma como resultado de una composición de fuerzas, más que como lenguaje representativo15. Las diferencias de énfasis que existen entre ambos (y sus respectivas generaciones) a partir de allí residen en los modos en que esa intepretación de la forma se instrumentaliza como proceso de diseño. Mientras que para Alexander esta definición sirve como marco para el desarrollo de una teoría de la buena forma, es decir, una teoría moral de la forma arquitectónica, para Lynn y sus coetáneos, la idea de la forma como composición de fuerzas tiene como objetivo engendrar un nuevo modelo de 13
Alejandro Zaera-Polo y Farshid Moussavi. Véase, por ejemplo, “FOA Code Remix 2000” en 2G n. 16 (2001) y "Rollercoaster Construction", Verb 1 (Barcelona: Actar, 2001), 14. 15 “Si el mundo fuera totalmente regular y homogéneo, no existirían fuerzas ni formas. Todo sería amorfo. Pero un mundo irregular intenta compensar sus propias irregularidades, ajustándose a ellas, y así adquiere forma. D´Arcy Thompson ha llamado a la forma ´el diagrama de fuerzas´ de las irrgularidades”, Notes on the Synthesis of Form, página 15. 14
complejidad formal. Lynn entiende que si la teoría computacional de la forma ha de ser traducida en principios operativos, el énfasis no debe ponerse (como Alexander) en un proceso de modelización “correcta” o “adecuada” del conjunto de restricciones que constituyen el contexto de la forma, sino que debe establecerse una relación mucho más directa, lineal, e interactiva entre el campo y esta. La operación no busca necesariamente un incremento de la performance objetiva del proyecto (el “goodness of fit” de Alexander). Más bien pone los mecanismos de modelado dinámico que normalmente se utilizan para incrementar las prestaciones – como en la industria naval o aeronáutica -, al servicio de la producción una retórica arquitectónica vinculada a procesos industriales que cuestionan las tradiciones formles y constructivas de la arquitectura. D´Arcy Thompson. Transformaciones cartesianas de formas animales. On Growth and Form,
Para ello tanto Greg Lynn como Alejandro Zaera-Polo introducen la idea de un “mediador material”, asimilable a lo que en matemáticas se denomina una “función primitiva”, capaz de absorver e indexar computacionalmente el entorno, entendido como un sistema de fuerzas en composición dinámica. Este modelo de complejidad formal reconoce antecedentes en la obra de Antoni Gaudí, Frei Otto, Robert Le Ricolais y Pierluigi Nervi, entre otros. Sin embargo los “mediadores materiales” de Lynn y ZaeraPolo, son materiales solamente en el sentido de que presentan cararterísticas dinámicas y formas de comportamiento objetivas, pero su forma de computación es, en realidad, digital. Lo que ello demuestra, en el fondo, es que su trabajo se fundamenta en una comprensión abstracta y genérica del significado de la materialidad; una concepción que no reduce a lo material a sus características fenoménicas, a su tangibilidad, sino que lo define en función de su sensibilidad frente a los cambios del entorno y su capacidad para adptarse a este. Para estos arquitectos los materiales no
son solamente un medio para la producción de obras o de efectos perceptibles mediante los sentidos, sino que constituyen el objeto mismo de la producción arquitectónica. El medio digital, en ese sentido, funciona como un laboratorio en el que resulta posible, como en un experimento de ingeniería genética, abstraer características y prestaciones de los materiales “reales” para sintetizar nuevos compuestos arquitectónicos.
Formas modeladas en entornos hidro o aerodinámicos.
Foreign Office Architects Terminal del Puerto de Yokohama 1995-2002 Esquema seccional isométrico.
Greg Lynn Pabellón H2, Austria
En conclusión, puede afirmarse que dentro del amplio campo de experimentación que se ha abierto como consecuencia del proceso de digitalización de la arquitectura, las propuestas de Zaera-Polo y Lynn llevan a la práctica la teoría de la forma expresada por Christopher Alexander gracias a unas condiciones tecnológicas más apropiadas, pero quizás, más sustantivamente, gracias a su habilidad para conjugarla con la idea Eisenmaniana de la diferenciación de la forma genérica. Si bien otros investigadores16 han trabajado en los últimos 20 años sobre el problema morfogenético desde el punto de vista evolutivo – es decir los procesos de producción de la forma –, pocos han logrado articular exitosamente la cuestión de la forma genérica con el problema de la expresión del contexto local, la especificidad del usuario, etc. Esta articulación representa probablemente el modo de operación mejor adaptado al contexto cultural de la globalización. 16
Una referencia central la constituye el libro de John Frazer, An Evolutionary Architecture (Architectural Association: Londres, 1995).
Bibliografía Christopher Alexander, Notes on the Synthesis of Form (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1964). Peter Eisenman, The Formal Basis of Modern Architecture (Baden: Lars Muller Publishers, 2006). Tesis doctoral presentada en la Universidad de Cambridge en Agosto de 1963. Peter Eisenman, “Post-funcionalism”, en Michael Hays, Architecture Theory Since 1968 (Cambridge, MA: MIT Press, 1998). Publicado originalmente en Oppositions 6, otoño de 1976. Greg Lynn, Animate Form (New York: Princeton Architectural Press, 1999). Greg Lynn, “Architectural Curvilinearity: The Folded, The Pliant and the Supple”, en Folds, Bodies and Blobs (Bruselas: La Lettre Volée, 1998). Publicado originalmente en Architectural Design 102 (1993). Foreign Office Architects, “FOA Code – Remix 2000”, en Revista 2G N. 16 (2000). Alejandro Zaera-Polo, “Roller-Coaster Construction”, en Verb 1 (Barcelona: Actar, 2001).