ESTRELLAS Y LUMINARIAS No. 180 Director editor: Julio Lira Ch. Directora: Lina Chávez R. editada en el país de India.... Junio, Julio 2018
Los Sonideros una leyenda en la CDMX 1er Entrega de reconocimientos del programa Estrellas y Luminarias
Tigres del Norte se unen para recorrer 19 ciudades de Estados Unidos “Rompiendo Fronteras Tour”. La primera fecha es el jueves 23 de agosto en Newark, NY.
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Los Sonideros una leyenda en la CDMX La Real Academia Española no tiene una definición de lo que es un sonidero, algunas fuentes se aventuraron a definirlo de la siguiente manera: “Sonidero es un término utilizado en México para designar al animador, propietario de equipos de audio y programador de temas musicales de extracto popular que realizan eventos bailables, tanto en exteriores como en interiores de inmuebles, es una variante de DJ, se caracterizan por estar mandando saludos durante todo el evento; se especializan en la música tropical y otros ritmos latinos. Su principal escenario es la calle”. Al igual que su definición, sus orígenes son algo inciertos, sin embargo te contaremos una de las versiones que conocimos a cerca de este género, por llamarlo de algún modo, ya que hay muchos sonidos e historias de éstos en la Ciudad de México; nombrarlos a todos sería imposible, pero ahí te va.
Peñon de los Baños sonido Todo inició en Peñón de los Baños, una colonia reconocida debido a que a lo largo de los años vio nacer a un sinfin de sonidos que se han destacado de entre los demás, todo ello fue en los años cincuenta, en esa época empezó a tomar fuerza el ambiente sonidero, fue tan grande el impacto que a este barrio se le conoció como la “Colombia chiquita”. De este lugar destacó el nombre de Pedro Perea, quien proviene de una familia sonidera por tradición, se cuenta que ellos mismos viajaban a lugares como: Colombia, Venezuela, Perú y Ecuador, con el propósito de conseguir música que no fuera conocida en México para después convertirla en éxitos. De esta familia destacan sonidos como el Arcoiris, Fascinación, Cristalito Porfis y Estereo Rumba 97; posteriormente nace uno de los sonidos favoritos del público: La Conga.
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Otro de los barrios que impulsó este “genero musical” fue Tepito, ahí nació uno de los sonidos más representativos de nuestro país: Pancho; todo comenzó cuando Francisco González escuchaba una antigua consola a todo lo que daba; ese día llegó una visita solicitando a la señora Panchita (madre de Francisco) le prestará su instrumento con todo y los discos, en aquella época de acetato, ya que celebraría unos quince años para el 12 de diciembre de 1968. Desde entonces, Sonido Pancho se convirtió en una identidad del barrio, tanto, que participó en la película Chin chin el teporocho, además de que televisoras nacionales como internacionales los han puesto de referencia cada que mencionan al barrio. La música de este sonido logró trasladarse a otros países como: Perú, Colombia, Cuba, Panamá, Venezuela y Ecuador, por mencionar algunos. De este fenómeno surgieron infinidad de sonideros, llegando a barrios populares de nuestra ciudad con el único remedio para todos los males: la música. A continuación te presentamos algunos de los sonideros más populares. Sonido la Changa Con más de 40 años de experiencia, este sonido tepiteño fue fundado por Ramón Rojo Villa, a quien también se le conoce como El Rey de Reyes. Colonias como la Anáhuac, Guerrero, La Merced y toda Ciudad Neza conocen su voz. El Sonido La Changa está avalado por La Sonora Matancera, quienes fueron los que lo incitaron a comprar su propio equipo
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Sonido Sonorámico l lema de este popular sonido es el siguiente: “Imponiendo Ritmo y Música de Barrios”, cuenta con un gran repertorio de música latina, fue fundado en 1974 por los hermanos Raúl y Manuel López. La música Tropical es lo que caracteriza a este sonidero, pero no cualquier tipo de música, sino aquellos clásicos cubanos de los 20, pero sobre todo la cumbia colombiana.
Sonido Siboney Cuenta con 30 años de experiencia, Neza lo vio nacer, fue fundado por Mario Lonares Ortega. El nombre de Siboney es por una ciudad al este de Santiago, Cuba. Poco a poco se apoderó del gusto del público, convirtiéndose en uno de los favoritos.
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Así empezó el sonidero: cuando el primer apasionado de barrio sacó su tocadiscos a la calle. El sonidero es un apasionado enorme de la cultura musical de la Ciudad de México. Viene de la tradición del DJ de barrio hay similitudes con los sound systems de Jamaica o con la tecnobrega brasileña. La historia va más o menos así: a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, el El sonidero es un fenómeno enorme de la cultura musical de la Ciudad de México. Viene de la tradición del DJ de barrio hay similitudes con los sound systems de Jamaica o con la tecnobrega brasileña. La historia va más o menos así: a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, el melómano del barrio saca su tocadiscos a la calle y se arma una fiesta. Después se obsesiona y cada vez busca tener un equipo de mejor calidad y más potencia; construye sus propias bocinas, del tamaño de un ropero —“el poder”, les dicen los sonideros a sus equipos—, y la fiesta ya es de todo el barrio. Empieza a ser un oficio. En los setenta aparecen los micrófonos para anunciar las canciones y animar a la gente a bailar, hasta llegar al actual sonidero, que distorsiona la música, pasa los saludos que le manda el público constantemente, tiene sus propios discos de recopilaciones, playeras, logo, seguidores, clubes de baile, luces y un pequeño ejército de asistentes.
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Hay algunos sonideros (Sonido la Changa, con más de 25,000 seguidores en Facebook, Sonido Divanny, Sonido Siboney, Sonido Berraco, Sonido Duende) que atraen a miles de personas en enormes eventos. Tienen clubes de baile que los acompañan a cada tocada. Desde hace unos años, perseguidos por la implementación de leyes que regulan el volumen del sonido en el espacio público, hay muy pocos bailes en la ciudad y se han adaptado para tocar en deportivos y explanadas delegacionales, o de plano en salones. Pero no les gusta. Aunque la mayoría de los sonideros son campeones de la música tropical ellos tienen la culpa de que la cumbia esté en todas partes, no todos se limitan a ese género. Sonido Polymarchs es un espectáculo faraónico de música high energy, baile y luces.
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Hay sonideros versátiles que tocan diferentes géneros, de acuerdo con la ocasión. Otros se apegan a la música que les gusta, sin concesiones, como Óscar Solórzano, Sonido El Pato, que desde 1969 hace sonar la guaracha con su equipo retro (tornamesas Garrard y roperos que él mismo construye). Como en todo, de nuevo, otra vez, insistimos, hay una gran variedad sonidera y una discusión candente acerca de qué es el sonidero (quién es un verdadero sonidero y quién le está haciendo al payaso). Lo que nadie pone en duda es que nació en las calles de la Ciudad de México y que de ahí se expande a Puebla, Monterrey, León y otras ciudades, donde toma un carácter propio. La influencia que ha tenido en la difusión de la música tropical es enorme y, en algunos casos (con artistas de la salsa como Gilberto Santa Rosa, Maelo Ruiz o Víctor Manuelle), más grande que la de la radio.
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La Ciudad de México una tradición de DJs callejeros que, desde la década de 1950, ha definido la vida musical de sus barrios. “Damas y caballeros, buenas noches y bienvenidos", retruena una voz masculina desde la torre de bocinas detrás de mí. Por encima de la música suena una cacofonía de efectos sonoros: lásers, sirenas, explosiones, motores de jet. Un arcoíris de luces se refleja en las densas nubes de humo por sobre las cabezas de las 1,000 personas que se amontonan bajo la gran lona. A mi izquierda, un círculo de gente. Un hombre en camisa blanca de vestir hace girar a su pareja bajo la luz amarilla de un reflector. Están bailando al éxtasis de la cumbia "En la lejanía", un clásico de 1969 del legendario grupo de música tropical los Wawancó. Frente a mí, un grupo de jóvenes logra llegar hasta la barrera de metal que está delante del escenario. Compiten por la atención del sonidero, Sonido la Conga, la estrella de la noche. Le pasan a su asistente papelitos con mensajes escritos a mano, quien los lleva hacia el escenario y los sostiene en el aire frente al sonidero para que los lea. El DJ baja el volumen de su mezcladora, toma el micrófono y lee uno: "Un saludo para Luis y Daniela de su papá, Edgar, ¡quien nos visita desde Toluca!" Presenta la siguiente canción, dispara algunos efectos sonoros y el baile sigue.
La fiesta tiene lugar en una calle que los vecinos cerraron. Desde los techos y balcones de los alrededores algunos niños observan. No hay cover ni guardias de seguridad y la lona está rodeada de puestos de micheladas gigantes. A lo lejos, y de vez en cuando, se ven aviones despegando o aterrizando en el aeropuerto internacional de la Ciudad de México, que está a tan sólo seis cuadras. Peñón de los baños, colonia proletaria, es uno de los lugares esenciales de la cultura sonidera de México, con una tradición de DJs que se remonta a la década de 1950. No todas las fiestas de sonideros son espectáculos apabullantes. Hay DJs sonideros grandes y pequeños; algunos tocan en fiestas de cumpleaños locales y otros hacen tours por todo el país en camiones de 16 llantas retacados de bocinas. Algunos de los DJs jóvenes tocan más música moderna y electrónica que los sonideros tradicionales, mientras que algunos puristas mayores sólo tocan música de los años cincuenta y sesenta. Hay coleccionistas de discos obsesivos que reparan sus propias tornamesas y fans casuales que ni siquiera tienen un controlador de DJ. Como en cualquier entorno musical, el universo sonidero abarca multitudes.
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¿Qué es lo que hace que un sonidero sea un sonidero? Los gustos musicales varían pero suelen compartir algo en común: la cumbia. El género, nacido de la mezcla de músicas africanas e indígenas de Colombia en la primera mitad del siglo XX, ha generado innumerables variedades por todo el continente americano. Tenemos el tañido psicodélico de la cumbia peruana de la década de 1970, a veces llamada chicha, que empalma guitarras de surf rock con ritmos más tradicionales. También está el antiguo sonido folclórico de grupos colombianos como los Gaiteros de San Jacinto: un estilo que regresa a las raíces con flautas de madera y tamborines. Está la cumbia villera de los suburbios argentinos, una variación con exceso de sintetizadores que, al igual que el rap de gánsters o el reggaetón, tiene mala reputación por sus letras vulgares. El término cumbia sonidera suele referirse a varias generaciones de música mexicana, pero su iteración actual incluye más software que instrumentos en vivo. Esta ramificación particular, caracterizada por melodías de sintetizador tan coloridas que rayan en la caricatura, se captura perfectamente en la excelente compilación del año pasado: ¡Un Saludo!—Mexican Soundsystem Cumbia In Los Angeles. Algunos sonideros tocan más salsa cubana que cumbia colombiana. Algunos sólo tocan rolas de bandas de cumbia mexicanas. Otros tocan remixes de música electrónica con samples de clásicos de la cumbia. Sin embargo, como regla, la médula de esta tradición es el inconfundible ritmo de cumbia de la guacharaca, un tubo vacío que se raspa con un tenedor para generar la base rítmica del género: chun-chaca-chun-chaca. Las melodías, dulces y potentes, como un postre
empalagoso, son lo suficientemente sencillas como para que uno las termine silbando después de haberlas oído una sola vez. Normalmente, la cumbia no se vincula mucho con el virtuosismo, o siquiera con la originalidad, sino con una tremenda cualidad de irresistible. A diferencia de la salsa, no requiere la musicalidad de un jazzista, sino melodías pegajosas, carisma y la habilidad de mantener el ritmo.
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No hay regla que diga que uno no puede bailar solo, pero alguien que baila bien en pareja merece tanto respeto como un buen DJ . Ambos tienen su lugar en la escena y se fortalecen mutuamente. Justo como en el juego de damas, el paso básico es sencillo y fácil de aprender, pero perfeccionar las vueltas, los giros y los variados acentos estilísticos toma una vida entera. Los sonideros que no cuentan con sus propio equipo de audio aspiran a tenerlo, y aquellos que ya cuentan con uno lo actualizan frecuentemente para sacarle más jugo. A veces los ajustan para resaltar la nitidez, pero normalmente no lo considera esencial; lo que los sonideros quieren es que suene fuerte. De entrada no es tan distinta de la cultura sonidera jamaiquina pues se trata de hombres compitiendo por ver quién tiene las bocinas más altas y quien reúne más gente. Uno se encuentra los mismos egos gigantes y las mismas broncas que generan rivalidades eternas. Y, además, está lo que dicen: un sonidero no es sólo un DJ, también debe ser un excelente orador, un animador con el carisma necesario para mantener entretenido al público desde el principio hasta el fin del evento. Una cuestión esencial de este fenómeno son los saludos que la gente solicita por escrito. Algunos van dirigidos a personas que se encuentran en la
fiesta, normalmente fans dedicados que van a las tocadas de sus sonideros favoritos en distintas ciudades. Pero la gente también manda saludos a sus amigos y familia en Estados Unidos o Canadá. Graban el saludo en sus teléfonos y lo mandan en mensajes de audio para compartir, para decirles a sus seres queridos que están en sus pensamientos aunque estén separados por la frontera. Los promotores queman CD de las presentaciones en vivo y los venden a la salida para que los asistentes puedan enviar sus saludos por correo.
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Los hijos, las hijas, los sobrinos y las sobrinas suelen integrarse al equipo del sonido de la familia antes de alcanzar la edad mínima para trabajar en Walmart. Por supuesto que también hay padres protectores que quieren mantener a sus hijos lejos de los bailes y los barrios peligrosos donde la cerveza fluye sin parar y el humo de marihuana inunda el ambiente. Pero siempre suele haber un primo mayor, o algún tío, que necesita que lo ayuden a cargar las cajas de discos y los cables. Así es como Danny Alvarado se convirtió en Sonido Confirmación: "Al lado de casa de mi abuela tengo un tío que, desde los 13 años, empezó a trabajar con sonideros de la zona, con Sonido Bacardí, específicamente". El sonidero de 30 y tantos años y yo estamos en la plaza principal de una colonia residencial llena de árboles llamada Santa María la Ribera, justo a las orillas del centro de la ciudad. Detrás de nosotros está el kiosco de Santa María, ícono del vecindario. Imagine un templete enorme con una cúpula de vidrio, arcos y columnas pintadas de rojo ladrillo y azul pastel. Hay un águila de bronce en la cima del domo. "Mi tío iba a tocar allí afuera de casa de mi abuela", dice. "Yo veía las fiestas desde el techo y recuerdo que siempre me llamaban la atención. Una de mis cumbias favoritas era de los Mirlos, 'La cumbia de los pajaritos'. '¡Órale!', dije, '¡esas guitarritas!' Cuando la escuchaba en otros barrios me acordaba de la casa de mi abuela porque allí fue la primera vez que la escuché". Su madre le dejó claro desde temprano que no debía ir a esas fiestas. "Me decía mi madre de no, 'no salgas porque llega gente muy mala en esas fiestas'", comenta. Sin embargo, para cuando cumplió 18, ni su madre pudo detenerlo y comenzó a acompañar a su tío a los bailes y a las fiestas callejeras. Unos años después, cuando estudiaba en la universidad, Danny eligió el nombre Confirmación y decidió probar suerte como sonidero. Para su primera fiesta, su tío Chucho le llevó el equipo de sonido completo: "Estoy consciente de que fue un público bien diferente porque toqué en la escuela de Artes Plásticas, una fiesta de fin de semestre, un pedo así. La verdad es que nunca me he sentido incomodo trabajando en los dos ambientes".
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La tradición sonidera es familiar y multigeneracional. Danny es una de las pocas personas del mundo sonidero que se mueve con facilidad entre ámbitos distintos. Puede tocar en una galería en una colonia de moda o en un festival de música para bailar para un montón de veinteañeros, y se siente igual de cómodo en los barrios proletarios que vieron nacer la tradición a la que pertenece. "En un principio, yo quería tocar en el barrio, pero ya después se volvió otra cosa". Y añade: "Y me parece chido también poderme llevar un cacho de ese ambiente sonidero a otro tipo de público que no está tan familiarizado con esto pero que igual le gusta un chingo."
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Por décadas, la música tropical, como la cumbia, estuvo estigmatizada. Tradicionalmente se le considera la música de las masas. Las clases altas, que suelen considerar más sofisticada la música extranjera, la desprecian. Apenas en los últimos 10 años ha resurgido un interés por ella en los jóvenes universitarios, que antes quizás escuchaban rock importado. Este lento proceso de desagravio da cuenta de muchos de los nuevos estilos híbridos que mezclan la cumbia con música moderna o electrónica. Danny ha logrado integrar estos cambios sin perder la esencia de la tradición. Cuando algún promotor joven lo contrata para una tocada en algún club, suele mezclar la salsa y la cumbia de siempre con elementos menos tradicionales: Afrobeat, chicha peruana, cumbia electrónica y joyas raras de la psicodelia sudamericana. Pero, tal y como él lo explica, la tradición sonidera, así como se vive en una fiesta de barrio en Peñón de los baños, no es nada más ir a tocar tus rolas favoritas para un montón de gente. Un sonidero de cepa tiene una función más compleja y con más códigos. Tanto en su papel como maestro de ceremonias como de DJ (y como anfitrión de la fiesta, en cierto sentido), el sonidero está a cargo de reunir a la comunidad. Es muy importante para un sonidero que, cuando llega una persona conocida en el barrio, le mandes un saludo", explica, "y eso los mantiene en la fiesta. Ya hiciste saber que ellos están allí, es como brindarles esa atención de bienvenida".
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Se espera que los DJs de house y techno interactúen con la gente para mantenerla a gusto. No obstante, un sonidero tiene que mostrar mayor deferencia a las predilecciones de su audiencia. Si no bailan con la música que elige, si no les gusta cómo habla y lo que dice, si no manda suficientes saludos a quienes lo solicitan, podría enfrentar un desastre que acabe con su carrera. Danny explica la diferencia entre un DJ y un sonidero: "El DJ a veces nada más selecciona música, y a veces no le importa si les gusta o no, como que va y pone lo que quiere, pero el sonidero tiene una conexión más fuerte con su público. El sonidero es la voz del barrio. Los temas que trabaja son temas que sabe que le van a gustar a la raza, cabrón". Algunas personas con las que hablé se quejaron de que hay mucha rigidez en la escena sonidera de la Ciudad de México. Dicen que los mejores sonideros siempre tocan las mismas canciones; dicen que no tienen un estilo personal ni un gusto distintivo, que no se arriesgan. Claro, uno puede llamarla conservadora, es una cultura que prioriza la tradición sobre la innovación y, en muchos sentidos no ha cambiado desde la década de 1980. Está comandado por unos cuantos hombres (y unas pocas mujeres) de entre 50 y 60 años, que llevan metidos en esto hasta 50 años. Son figuras enormes, colosales, que se han ganado el respeto en los barrios proletarios de México.
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encuentro 40 minutos más tarde. Hace calor y el sol brilla con intensidad. No ha llovido en dos meses. En el aire hay remolinos de polvo.
Los grandes, como Sonido la Conga, Sonido Cóndor o Sonido Fascinación, son verdaderas marcas, con camiones distintivos que transportan sus equipos y grandes grupos de asistentes que usan chamarras con su logo. Se puede decir que el más icónico de ellos es el hombre detrás de Sonido la Changa, sinónimo del sonidero de la Ciudad de México: Ramón Rojo. Me toma un tiempo comunicarme con Ramón; le mando varios mensajes por Facebook y llamo a números desconectados que encuentro en Internet. Finalmente, gracias a Sonido Confirmación, consigo el número de su hija, Erika Rojo, encargada de sus contrataciones y publicidad. Ella me manda un mensaje de texto acordando una cita para el día siguiente frente a la estación de metro Tepito a las 2 de la tarde. Para llegar, camino por la Ribera de San Cosme, una arteria vial flanqueada por túneles de lona que cobijan a vendedores de comida y productos de fabricación masiva. Hay equipo deportivo, DVDs piratas, uñas de acrílico, lencería sexy y memorias USB precargadas con MP3s de baja calidad. Casi todas las farmacias y los bancos tienen bocinas enormes en la banqueta. Están al máximo volumen, compitiendo por la atención de los transeúntes: unas con rock alternativo mexicano de los noventa, otras con salsa de Nueva York, y en las que sigue trance holandés. Las tiras de luces LED dentro de las bocinas relampaguean en rosado, azul y verde, siguiendo el ritmo de la música. Puede parecer sobrestimulante, pero no se acerca siquiera a lo que me espera en Tepito, donde me
Fuera de la parada del metro, todo es caos: más productos pirata, más puestos callejeros, más sonidos distorsionados, más cláxones. Me toma media hora encontrar a Erika, a pesar de que ambos caminamos una y otra vez por la misma cuadra buscándonos. Me da un abrazo y me avisa que se le hizo tarde a su padre ("ya sabes cómo es el tráfico"). Me dirige a través de la multitud hasta una mesa plegable a media banqueta donde venden cerveza. Aunque es temprano, pido un litro para cada uno, es el único tamaño que venden. Erika es simpática y escandalosa. Es muy popular en la zona y saluda a cada rato a gente que conoce. De pronto distingue a una mujer mayor con su nieta entre la gente y las llama; se preguntan por las respectivas familias y platican por un rato; después desaparecen en medio del gentío. El teléfono suena. Es su padre, quien se encuentra ya a unos cuantos minutos. Me termino la cerveza de un trago y emprendemos el camino hacia Tepito. Ramón estaciona su sedan nuevo en doble fila. Me subo en el lugar del copiloto y Erika en la parte de atrás y salimos a todo motor por una amplia avenida hacia algún lugar más tranquilo: su restaurant favorito. Ramón Rojo, de 68 años, nació y creció en Tepito y tiene la energía de un hombre de la mitad de su edad. Con su risa grave y blancos dientes, es tan buen conversador y encantador como su hija.
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Manuel, quien pertenece al salón de la fama de los sonideros pioneros de México, ha sido DJ desde 1962. Fue más o menos por esa época cuando empezó a vender discos en el tianguis, el mercado de pulgas al aire libre donde se vende de todo, desde llantas para bici hasta tenis usados y herramientas para trabajo pesado. Junto con su hermano Pablo, Sonido Arcoíris, fue uno de los primeros comerciantes de discos en recorrer América Central y del Sur en busca de música distinta de la de Colombia: Chile, Argentina, Perú y Venezuela. La familia Perea está tan establecida en Peñón (y en la escena sonidera) que, normalmente, se refieren a ella como la dinastía Perea. "Pues es que eso ya se traía en la sangre", me platica. "Desde nuestros abuelos y bisabuelos viene y, ahora sí que formamos parte de la música. Hablar de mis abuelos es hablar de música, pero en vivo, música de instrumentos de orquestas, de conjuntos. Mi abuelito nació en 1903. En 1920 ya era un gran maestro del violín, y en esos tiempos los bailes eran con conjuntos de cuerdas pues las grabaciones en acetato llegaron hasta 1925". La dinastía Perea no termina con Manuel. De sus ocho hijos e hijas, cinco son sonideros. De sus sobrinos, otros cinco son sonideros. El hijo de Manuel, Manuel Junior, recientemente tomó el relevo de Sonido Fascinación, y ahora lleva el legado de su padre por todo México y Estados Unidos. Actualmente, Manuel padre se dedica principalmente a atender su tienda de discos. Le pregunto cómo van las ventas. "Estamos en una colonia proletaria, eso no ayuda mucho", dice y levanta los hombros. "Yo doy gracias por la situación geográfica; vea usted cómo pasan los automóviles. Tenemos un anuncio muy llamativo allí. Saliendo del aeropuerto, la gente se estaciona: 'oiga, aquí vi que venden discos de vinil. ¿Cómo es posible?' Mucha gente hasta los tiró, mucha gente tiró sus discos". El negocio se mantiene gracias al renacimiento de los discos que va a todo vapor desde hace unos años. Pero muchos de los mejores discos se han perdido, comenta. Hubo una época, en los noventa, cuando los coleccionistas regalaron o tiraron discos que nunca volverán a ver. "Cuando llegó el CD, nos embrujamos mucho, yo también me contagié" dice. "Hay gente que ahora se jala de los pelos pues tenía vinilos, los remató cuando llegó el CD, y los trató como basura. Fue una cosa que nos dimos cuenta luego, que se perdió mucha música y ahora tratamos de recuperarla".
Casi cada milímetro del muro está cubierto. También las repisas. No hay sólo discos y CD, sino amplificadores, estéreos, tornamesas medio rotas, instrumentos musicales y, sorprendentemente, una cantidad de parafernalia colombiana que podría llenar una tienda de souvenirs completa. Hay una bandera colombiana con un cóndor encaramado sobre un penacho dorado, una pared entera de sombreros campesinos colombianos, una camiseta que dice "Yo ❤ Colombia". Mientras mis ojos se pierden en la mezcolanza de azul, rojo y amarillo, le pregunto sobre la conexión entre los dos países. "Colombia es un manantial de música que nosotros necesitamos", señala, "y a la cual debemos mucho. Siempre va a quedar en primer lugar para los sonideros. Pero también hay que tener respeto por el intercambio musical. Así como nosotros nos morimos de alegría por escuchar la música colombiana, los colombianos desean escuchar el huapango, la ranchera, los boleros, los tríos. Es un intercambio cultural: tú me das, yo te doy, a ti te gusta lo mío, y a mí me gusta lo tuyo, y así."
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