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BENEDICT CUMBERBATCH EL ACTOR DE MODA ENCARNA AL CIENTÍFICO ALAN TURING EN ‘DESCIFRANDO ENIGMA’ P59
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ÉBOLA EN ESTADO CRÍTICO LA ENFERMERA BRITÁNICA QUE CONTRAJO EL VIRUS EN SIERRA LEONA P61
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Una impresora 3D moldea, capa a capa, una mano. :: FOTOLIA
EL FUTURO DE GUTENBERG ES 3D
Las impresoras en tres dimensiones han pasado de ser una rareza a convertirse en el cacharro de moda, con el que se pueden hacer desde bisutería hasta casas
LUIS ALFONSO GÁMEZ @lagamez en Twitter
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ué tienen en común una futura base lunar, una mano para un niño de 14 años, unos ravioli y una miniatura de usted en escayola? Que pueden –o podrían, en el caso de la instalación espacial– hacerse con una impresora 3D, un aparato que, por su versatilidad, parece llamado a la omnipresencia en unos
años, aunque de momento su uso esté limitado a la industria y a aquéllos a quienes les gusta trastear con todo tipo de cacharros. Una impresora 3D es un artilugio que puede convertir un diseño sobre el papel en un objeto tridimensional, construyéndolo capa a capa. Así, por ejemplo, si se trata de imprimir una figura humana en miniatura, empezará por la planta de los pies e irá subiendo poco a poco por cada pierna hasta el tronco y luego la cabeza. «Las hay desde 600 euros hasta cientos de miles de euros. Con las caseras, puedes hacerte colgantes, pulseras y cosas así. Las más caras las emplea la industria para construir piezas de automóviles y de aeronaves»,
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Voluntarios dedican su saber, tiempo y medios a la impresión de prótesis de manos para niños: cuestan 40 euros frente a los cientos o miles de una convencional
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En el quirófano. Recreación mediante impresora 3D de un tumor del cuerpo de un niño de 5 años para facilitar su extirpación en un hospital catalán. :: EL CORREO
Riesgo. Pistola de plástico desmontable hecha mediante impresión 3D cuyos planos pueden descargarse de internet desde el verano de 2013. :: AFP
indica Francisco Buján, consultor de innovación de CARSA, del grupo Innovalia. El diseñador web vizcaíno Alberto Martínez compró su primera impresora 3D hace un par de años. Pagó por ella, desmontada, 1.200 euros. «Puede hacer objetos de plástico de 40 centímetros de anchura por 60 de altura. Lo más grande que he fabricado es una mano en la que cabe la mía». En la impresión 3D, la clave son los diseños de los que se alimenta la máquina. Sin ellos, no hay nada que hacer. «Los diseñadores industriales juegan con ventaja», admite Martínez. Pero siempre puede echarse mano de los repositorios de diseños colgados en internet por sus creadores para que la gente experimente con ellos. Tumaker fabrica en Oiartzun impresoras 3D personales. «Abarcamos todo el proceso: diseño, fabricación, venta y soporte», explica Juncal Eizaguirre, responsable de comunicación de esta pequeña empresa del grupo K35. Su impresora, la Voladora, puede controlarse no sólo mediante el ordenador, sino también el móvil y la tableta, y a través de internet. Cuesta entre 1.000 y 1.500 euros, y en su página web sostienen que puede «realizar objetos con prácticamente cualquier material que exista en el mercado para impresión 3D». Un protésico dental ya emplea esta impresora guipuzcoana para crear férulas para sus pacientes.
Cultura colaborativa
Obra viva. ‘Réplica’ de la oreja izquierda de Vincent van Gogh hecha con células humanas por la escultora alemana Diemut Strebe a partir de ADN de un tataranieto de un hermano del pintor. :: AFP
En la Luna. Una impresora 3D móvil blinda una futura base humana en el satélite con regolito lunar para protegerla de los impactos de meteoritos y la radiación. :: ESA
Sus compradores «son ‘makers’ que la utilizan para diseñar cosas y luego imprimirlas. Incluso para desmontarla, cambiarla y ‘tunearla’», indica Eizaguirre. Comparten sus diseños en Thingiverse (thingiverse.com), donde Tumaker subirá «dentro de nada los planos de la Voladora. Mucha gente cuelga ahí los diseños que va haciendo para que cualquiera se los pueda descargar o, también, mejorarlos, y así innovar de forma colaborativa. Creemos en la cultura de compartir el conocimiento como una forma de intercambiar ideas y mejorarlas». En su casa de Barakaldo, Martínez está fabricando con una impresora 3D las piezas de una prótesis de mano. Supo del caso a través de la página web ‘E-nabling the Future’ (enablingthefuture.org), donde más de 1.500 personas –artistas, estudiantes, diseñadores, terapeutas, ortopedas...– de todo el mundo trabajan desinteresadamente en el diseño y creación de manos artificiales para niños con malformaciones y amputaciones. «El colectivo E-nable pone en contacto a niños con problemas con quienes pueden ayudarles. Me apunté hace unos meses y ya estoy haciendo una mano para un chico español de 14 años al que le falta la mitad de la palma y que tiene los dedos sin desarrollar. Es una especie de guante con dedos que se mueven gracias a un sistema mecánico». El coste medio de una de estas prótesis ronda los 40
Juncal Eizaguirre, con una de las impresoras 3D que la empresa euros, frente a los cientos y hasta miles que hay que pagar por una convencional, y los diseños y sus progresivas mejoras están validados por expertos de la universidad estadounidense de Creighton. «Van a crearse muchos negocios basados en la impresión 3D», augura la responsable de comunicación de Tumaker. La Unión Europea es consciente del enorme potencial de esta tecnología. «En CARSA coordinamos con Bizkaia Talent un programa de la Comisión Europea para apoyar la creación de nuevas empresas y la apertura en pymes de líneas de negocio cuyo fundamento sean sistemas en internet aplicados a la impresión 3D», explica Buján, para quien el sector tiene un gran porvenir. Firmas como Google, Disney y Microsoft creen que llegará a haber una impresora 3D por hogar. Ahora, estaríamos viviendo para esta tecnología lo que fueron los años 70 del siglo pasado para la de los ordenadores personales. Martínez, por su parte, piensa que lo que pronto habrá serán negocios que, como ahora las imprentas y las fotocopisterías, pongan potentes máquinas al servicio de sus clientes. La respuesta a qué puede hacer con una impresora 3D no es fácil ni corta. Desde que Charles Hull inventó en 1986 la estereolitografía
para fabricar objetos tridimensionales mediante la impresión de sucesivas capas de un fotopolímero que se endurecía con la luz, las innovaciones en esta tecnología han sido constantes. Ahora mismo, todavía no se pueden hacer muchas combinaciones de materiales y la impresión 3D es muy lenta. Pueden pasar horas desde que la máquina empieza su trabajo hasta que lo termina. «Y, además, hay muchas piezas fallidas», admite Martínez. Lo más habitual es que los diseñadores utilicen las impresoras 3D para hacer prototipos, para trasladar sus creaciones del ordenador al mundo físico sin recurrir a terceros.
De la Tierra a la Luna Fuera de los estudios de diseño, la impresión 3D ya construye casas a precios más baratos que los habituales y hasta cocina. Así, el estudio holandés de arquitectura DUS va a levantar al borde de un canal de Amsterdam un edificio ensamblando piezas creadas con una impresora 3D, y máquinas de este tipo ya están construyento sobre el terreno, en otras partes del mundo, inmuebles sencillos, de una sola planta. La firma catalana Natural Machines ha creado, por su parte, Foodini, una máquina que elabora platos a base de cremas, pasta y car-
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‘Miniyos’ de regalo Un estudio de fotografía sevillano utiliza un escáner tridimensional y una impresora 3D para hacer miniesculturas de sus clientes :: L. A. G. BILBAO. Cuando el sevillano Daniel Moya y la onubense Carolina Soto pensaron hace unos años en abrir un estudio de fotografía, querían que su negocio «ofreciera algo diferente, que tuviera relación con el mundo de la imagen, pero se saliera de lo común». Conocían el trabajo de la artista conceptual alemana Karin Sander y decidieron trasladarlo de los museos y las galerías de arte a la vida cotidiana. Sanders presentó en 1998, en la Trienal de Escultura de Pequeño Formato de Stuttgart, una serie de pequeñas figuras de plástico policromadas que correspondían a personas de su entorno. Había escaneado a los protagonistas y hecho las esculturas con impresoras 3D. Y, en 2002, ofreció a los visitantes de la Galería Estatal de Stuttgart la posibilidad de hacer una miniescultura a quien quisiera a escala 1:9,6. Esas figuras, que forman ahora parte de la colección permanente del museo alemán, fueron la inspiración de Moya y Soto para su negocio. Studio Impresionarte abrió sus puertas en Sevilla en julio de 2012 y, desde entonces, su producto estrella es la miniescultura 3D. «He-
mos hecho unas mil. Vienen parejas que quieren tener un recuerdo, gente con mascotas, hijos que se las regalan a su padres para las bodas de oro, novios que las quieren para la tarta de bodas...», indica Moya. El problema es que «es imposible dar una sorpresa porque la persona tiene que venir a la fuerza. Por eso, hay veces que traen al destinatario del regalo con los ojos vendados».
A partir de 79 euros Lo único que tiene que hacer el protagonista es posar ante el escáner tridimensional del estudio fotográfico en la postura y con el atuendo deseado. «Con un adulto, tardamos unos 4 minutos y con un niño o un perro, que son más difíciles de controlar, 10 o 12. Sólo el equipo de escaneo nos costó 60.000 euros». Después de varios pases del escáner hasta tener la toma perfecta en forma y color, se hacen pequeñas modificaciones informáticamente. «Siempre hay que corregir sombras y dar algunos retoques muy finos». Por último, la impresora 3D crea la escultura a todo color a partir de capas de yeso de 0,1 milímetros. Moya y Soto venden sus ‘miniyos’ en cinco tamaños –XS, S, M, L y XL–, que van desde la escala 1:14 hasta la 1:8 y desde los 79 hasta los 199 euros. Esta Navidad han añadido al catálogo una escultura sólo del busto «con un nivel de detalle muy alto», por un precio de 199 euros si es de 10 centímetros y de 399 si alcanza los 15.
guipuzcoana Tumaker fabrica en Oiartzun. :: MIKEL FRAILE
Alberto Martínez, con la prótesis que está fabricando. :: BORJA AGUDO
LAS CLAVES
Arquitectos holandeses levantan en Amsterdam un edificio mediante el ensamblaje de piezas salidas de una impresora 3D La NASA estudia cómo hacer que esta tecnología sirva para proporcionar alimentación variada en las misiones espaciales largas
ne picada, entre otras materias primas. Y, en mayo pasado, la NASA puso en marcha un proyecto para el desarrollo de impresoras 3D que acaben con la aburrida dieta que, si nadie lo impide, les espera a los astronautas que participen en misiones como un viaje a Marte. «Durante las misiones de larga duración, una variedad de alimentos aceptable es fundamental para asegurar que los miembros de la tripulación continúan comiendo cantidades adecuadas y, en consecuencia, obtienen los nutrientes necesarios para mantener su salud y rendimiento», explica la agencia estadounidense en su página web. A fal-
ta del replicador de alimentos de ‘Star trek’, capaz de sintetizar cualquier receta a partir de sus elementos básicos, la NASA considera que la solución al problema de la alimentación en el espacio pueden ser impresoras 3D que hagan, entre otras cosas, pizzas. La Agencia Espacial Europea (ESA) está preparada, por su parte, para llevar esta tecnología a otro mundo. «Las impresoras 3D han construido estructuras en la Tierra. Nuestros técnicos están investigando si podrían usarse para construir un hábitat lunar», dice Laurent Panbaguin, jefe de ese proyecto de la ESA. En esencia, se mandaría a la Luna una cúpula inflable que luego una impresora móvil blindaría, con material extraído del suelo del satélite, para proteger a los astronautas de la radiación y los micrometeoritos. La ESA ya ha hecho los primeros ensayos, aunque todavía estamos hablando de ciencia ficción. Donde se han hecho pruebas reales es en la impresión de órganos humanos para trasplantes. Ya se han creado vejigas y válvulas cardiacas, y es cuestión de tiempo que los avances de esta tecnología lleguen a los quirófanos en forma de órganos artificiales y prótesis a medida que hayan salido de impresoras 3D.
Dos miniesculturas. :: STUDIO IMPRESIONARTE